Lugo

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Lugo no se explica sin su legado romano, los monasterios de la Ribeira Sacra y su
litoral, ribeteado de playas en las que el mar Cantábrico desata todo su poderío.
Cabeza del Convento Lucense en los tiempos de la dominación
romana, la ciudad de Lugo es hoy una agradable capital con
amplias avenidas comerciales (rua da Raiña y plaza de Santo
Domingo) y un aristocrático barrio alrededor de la catedral. De la
época romana conserva su magnífica muralla, el puente viejo y las
termas.
La zona más septentrional de la provincia, conocida como la
Mariña lucense, es una sucesión de rías profundas –desde la de
Ribadeo, en la linde con Asturias, hasta la de O Barqueiro, en la
raya con A Coruña– que tienen como fondo densos bosques de
pinos y eucaliptos, de playas entre acantilados y de lugares de gran
interés artístico, como el templo románico de San Martiño de
Mondoñedo o la fábrica de cerámica de Sargadelos.
Al suroeste de la provincia, en el límite con Ourense, la confluencia
de los ríos Miño y Sil define la llamada Ribeira Sacra, una comarca
de enorme belleza paisajística –bancales de viñedos y cantiles de
granito– en la que se concentra un número sorprendente de
monasterios medievales.
En el extremo suroriental, las sierras de Os Ancares y O Caurel son
las dos grandes joyas naturales de la provincia y el pórtico glorioso
por el que se adentra en tierras gallegas, procedente de León, el
Camino de Santiago.
Ciudad de Lugo
La muralla de Lugo fue levantada por los romanos en el siglo III,
pero ha conocido reformas posteriores, sobre todo durante la Edad
Media. Formada por lajas de pizarra y rebajada uniformemente a 12
metros de altura, rodea con sus 2.140 metros de perímetro y 10
puertas el casco viejo de la ciudad. Fue declarada Patrimonio de la
Humanidad en el año 2000. Desde su adarve se contemplan bellas
vistas de la ciudad y de los alrededores; a él puede subirse por
cualquiera de las escaleras que se encuentran en las puertas o por la
rampa situada enfrente de la catedral.
En 2008 se inauguró el Centro de Interpretación de la Muralla,
ubicado en un edificio rehabilitado en la praza do Campo.
Distribuido en tres plantas, muestra con medios audiovisuales,
pantallas interactivas y mesas táctiles, la evolución de la muralla y
de la ciudad a través del tiempo.
El legado romano permanece también en el Museo Domus do
Mitreo, abierto en julio de 2013, y la piscina romana de la praza de
Santa María. En el primer caso el viajero descubre cómo vivía la
clase acomodada de la época, en concreto Victorius Victorinus, un
patricio romano, recaudador de impuestos. Por su parte, la ventana
arqueológica abierta en la plaza de Santa María muestra la visión de
una piscina del siglo IV d.C. con dos ábsides. Descubierta en los años
60, fue tapada para garantizar su preservación hasta su
redescubrimiento en el año 2004, y la posterior apertura de la
ventana en noviembre de 2011.
La catedral, cuya construcción se inició en 1129, es un templo
románico con elementos posteriores góticos y barrocos. En la
cabecera destaca la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, obra de
F. Casas y Novoa. La portada Norte, que se halla protegida por un
pórtico gótico del siglo XV, tiene un tímpano en el que aparece
representado un Cristo en Majestad románico. El interior es
románico con bóveda de medio cañón y tiene triforio, como es
habitual en las iglesias de peregrinación. En los brazos del crucero
destacan dos enormes retablos renacentistas de madera tallada, el
de la derecha firmado por Cornellius de Holanda en el año 1531. Por
el crucero derecho se accede al claustro, que es en verdad elegante.
Frente a la portada Norte de la catedral, en la plaza de Santa María,
se halla el Palacio Episcopal (siglo XVIII), un típico pazo con muros
lisos de piedra, dos cuerpos laterales cúbicos sobresalientes y,
decorando la fachada, el escudo de los Gil Taboada. En verano,
esta plaza es escenario de numerosos espectáculos.
Detrás del Palacio se encuentra la praza de O Campo, adornada
con una fuente y rodeada de antiguas casas. La calle de la Cruz,
con sus numerosos bares y restaurantes, y la plaza Mayor,
presidida por el Ayuntamiento (siglo XVIII), son los lugares de
paseo preferidos por los lucenses. Otro lugar de buena querencia
de los capitalinos es la rúa do Raiña, pues en ella abre sus puertas
la histórica confitería Alejo Madarro, que fue inaugurada a
mediados del siglo XIX.
También merecen la atención del visitante el Museo Provincial
–en especial, la sala dedicada a la cerámica de Sargadelos–, el
Museo Interactivo de Historia de Lugo y el Centro Arqueológico
de San Roque, con los vestigios de una antigua necrópolis. A 14
kilómetros de Lugo, por último, se halla Santalla de Bóveda,
monumento paleocristiano excavado en 1924, que consta de un
vestíbulo, una sala rectangular con nicho de medio punto al fondo,
una piscina rectangular y de bóveda y naves cubiertas con frescos
de pájaros y follaje.
A Mariña lucense
La ría de Ribadeo es el límite entre Galicia y Asturias, y Ribadeo
una agradable población para emprender este recorrido de
alrededor de 70 kilómetros por la costa lucense. En la céntrica
plaza de España, rodeando sus mimados jardines, se reúnen los
edificios más notables de Ribadeo: la casa ecléctico-modernista de
los indianos hermanos Moreno (1905), el ayuntamiento –palacio
neoclásico que fue de Antonio Raimundo Ibáñez, marqués de
Sargadelos– y la iglesia de Santa María do Campo, en la que
subsisten algunos elementos góticos del viejo convento
franciscano.
El mirador de la Atalaya ofrece panorámicas sobre la ría desde el
atrio de la capilla medieval de A Trinidade. También deparan
excepcionales vistas el mirador de la capilla de San Miguel y el
monte-mirador de Santa Cruz.
Entre Ribadeo y Foz, el litoral está plagado de casonas de indianos
y de playas de arena fina alternando con los acantilados. Entre
estas últimas, destaca la de As Catedrais (Las Catedrales), en A
Devesa, con sus famosos arcos horadados que permiten pasear a
su través solo en bajamar. Esta particularidad la posiciona como
una de las playas más espectaculares del mundo.
Foz es un lugar privilegiado de veraneo que crece alrededor de la
playa de A Rapadoira. A cinco kilómetros de Foz se presenta,
solitaria en un alto, la excatedral románica de San Martiño de
Mondoñedo. Perteneció a un antiquísimo monasterio, sede
episcopal que en 1112 fue trasladada a Mondoñedo. El templo, con
cubierta de madera, corresponde a un románico muy arcaico, ajeno
a la influencia compostelana, circunstancia insólita en la región. La
cabecera está sostenida por robustos contrafuertes y decorada con
bandas lombardas. En el interior, destacan los capiteles del crucero
(siglo X), tallados con una gran ingenuidad y riqueza de detalles.
A 20 kilómetros de Foz, muy cerca de Cervo, se encuentran la
renombrada fábrica de cerámica de Sargadelos, verdadero
emblema gallego. El ilustrado don Antonio Raimundo Ibáñez,
retratado por su amigo Goya como marqués de Sargadelos, instaló
en este lugar el primer alto horno de España en una siderurgia que
abastecía al ejército, nombrada por Carlos IV Real Fábrica. En el
siglo XIX, se le asoció una factoría de loza tipo Bristol, en activo
hasta 1875.
En el estuario del Landrove, dando nombre a la ría más occidental
del litoral lucense, se alza la ciudad de Viveiro. De su conjunto
histórico, el más rico de A Mariña, debemos mencionar los templos
medievales de Santa María y San Francisco. Tres de las seis puertas
con que contó el recinto amurallado permanecen en pie: las de la
parte alta –O Valado y A Vila– son modestas y datan del siglo XIII;
mayor interés tiene la plateresca de Carlos V, decorada con el
escudo del emperador. El mirador del vecino monte de San Roque
permite contemplar la ría en toda su extensión.
La Ribeira Sacra
El término Rivoira Sacrata aparece por primera vez en un
documento de 1124, aludiendo a los cenobios situados en el área
próxima al último tramo del río Sil. Esta denominación se extendería
posteriormente a la vecina ribera del Miño, de similares
características y aún con mayor concentración cenobítica.
Habitada desde los primeros siglos del cristianismo por monjes
anacoretas, la zona cuenta con nada menos que 18 monasterios
medievales –en los que predomina el estilo románico– emplazados
en un impresionante paisaje, que va desde las terrazas o socalcos
vinateros del Miño a las pendientes rocosas de la garganta del Sil.
Aquí se describe un recorrido de unos 90 kilómetros por las
márgenes del Miño, que es la zona de la Ribeira Sacra que cae en la
provincia de Lugo.
La ruta se inicia en la localidad de Taboada, cerca de la cual se
encuentran tres iglesias románicas de cierto interés: la de San
Pedro de Bembibre (1191), la de Taboada dos Freires (1191) y la de
San Vitorio de Ribas de Miño, primera iglesia monacal de la serie. A
14 kilómetros está Chantada y, en sus inmediaciones, hacia la
presa de Belesar, el monasterio de Santa María de Pesqueira (San
Fiz de Asma), cuya iglesia del siglo XIII presenta una planta basilical
de tres naves y tres ábsides semicirculares.
La carretera que va de Chantada a Os Peares bordea el Miño y
ofrece buenas vistas sobre las terrazas donde se cultiva el vino de
Chantada. Jalonan este trayecto el monasterio benedictino de San
Salvador de Asma (fundado en el siglo X), la iglesia parroquial de
Camporramiro (finales del siglo XII), el templo de Santa María de
Nogueira –con su rosetón medieval, vigilando un gran meandro del
Miño– y las iglesias medievales de San Estevo de Chouzán y San
Xoán da Cova, que fueron trasladadas para evitar que
desaparecieran bajo las aguas del embalse de Os Peares.
En Os Peares, a 28 kilómetros de Chantada, el Miño confluye con el
Sil, cruzando el cual, camino de Monforte, es posible acercarse al
monasterio de San Vicenzo de Pombeiro, asentado en un bellísimo
paraje. Miño arriba, el monasterio de Santo Estevo de Atán, de
difícil acceso, queda enfrente de San Xoán da Cova. Y, ya en
Ferreira de Pantón, se ha de reservar bastante tiempo para visitar
tres monumentos notables que se encuentran en sus alrededores:
el monasterio bernardo femenino de Santa María –el único de la
Ribeira Sacra en el que se ha mantenido la vida claustral–, el
castillo de Maside y el monasterio de San Fiz de Cangas.
El regreso hacia Chantada, ahora avanzando hacia el norte por la
margen izquierda del Miño, depara tres nuevas sorpresas: el templo
de San Miguel de Eiré, el monasterio de San Palo de Diomondi
(1170) y el de Santo Estevo de Ribas de Miño (hacia 1210), que pone
el broche a este circuito.
Os Ancares
Construida con piedra elemental, vigas de roble o castaño y techo
de paja trenzada, la palloza es el símbolo de aquella Galicia lejana y
montaraz que, encodillada como un hurón en las fragas de las
sierras lucenses, nunca se rindió a las cuadraturas de Vitruvio ni a
las tejas del árabe. Además de las famosas pallozas de O Cebreiro,
haylas, aunque menguantes, en las altas vecindades de A
Fonsagrada y en las no menos señeras de Os Ancares. Aquí,
Piornedo blasona en letreros de “aldea prerromana”, por más que
en sus venerables pallozas ya solo habitan las vacas. Y no lejos, en
Donís, se jactan de haber proclamado en 1873 la República
Independiente de los Ancares, hartos de pagar impuestos a cambio
de olvidos; pero lo cierto es que, al primer recibo que devolvieron,
subió la Guardia Civil a poner fin al nuevo estado y, una vez
confirmado el anterior, volvieron a quedarse solos y olvidados
hasta que, en 1980, les construyeron por fin una carretera.
Para recorrer la vertiente lucense de Os Ancares –no hay que
olvidar que también tienen una parte leonesa–, salimos de
Becerreá, que está en plena N-VI, por la carretera que conduce a
Navia de Suarna y, un kilómetro después de pasar Líber,
doblamos a la derecha hacia San Román de Cervantes –lugar de
origen, según dicen algunos, de los antepasados del escritor–.
Superado San Román, el camino se empina hacia Degrada,
pasando antes por el gran pinar de Sete Carballos. Al fondo, se
divisan las cumbres donde lindan Lugo y León. La cercana campa
da Braña es un lugar idóneo para emprender recorridos a pie a la
cumbre de Tres Bispos, donde, a 1.792 metros de altura, se unen los
obispados de Astorga, Lugo y Oviedo, y a los montes Penarrubia,
Corno Maldito y Mustallar.
Por el valle del Ortigal, Vilarello y Donís –bellas casa-torre e
iglesia– arribamos a Piornedo, que constituye un conjunto
histórico-etnológico único por la presencia de varias pallozas, una
de ellas convertida en un pequeño museo (aperos de labranza,
trampas para la caza…). Desde aquí, los senderistas pueden
llegarse al herbal de Chao Grande, la campa de Campo Redondo y
el monte Mustallar.
Regresando a la campa da Braña, nos dirigimos a Ambasmestas, de
nuevo en la N-VI, pasando por Cela y Doiras, donde se conserva un
castillo roquero con alta torre del homenaje y con la triste leyenda
de una doncella transformada por arte de magia en cervatilla a la
que da muerte su hermano cazador.
Sierra de O Caurel
Situada en el extremo meridional de la provincia, en la linde con
Ourense y León, la sierra de O Caurel (500 kilómetros cuadrados) es
una soledad geológica de belleza sobrecogedora. Afilados montes
de pizarra de 1.600 metros separan los revesados valles de los ríos
Selmo, Lor, Quiroga y Soldón, todos ellos afluentes del Sil, cuyas
aguas sin mácula se precipitan al fondo de estos abismos en
cascadas como la de Caroceiro, de 45 metros de altura, o
Fervenza, de 23.
Sobre el tapiz pardo y rosáceo de gleras y brezales, que alfombra
las laderas verticales, se pintan aquí y allá los violentos verdes de
las dehesas, antiguos bosques comunales donde crecen
desmesurados castaños, robles, hayas, tejos, acebos, serbales y
avellanos. En el corazón de estas dehesas, húmedo y oscuro como
una cripta, pululan 44 especies de aves y 42 de mamíferos, incluido
el lobo y algún oso que de vez en vez se cuela desde la vecina sierra
de los Ancares.
Para dar una vuelta completa a la sierra, desde Pedrafita, en plena
N-VI, tomaremos por la LU-634 hacia O Cebreiro –puerta de Galicia
en el Camino de Santiago– y la aldea de Hospital, nada más pasar
la cual tiraremos a la izquierda, dirección sur, por la LU-651 hasta
Seoane de O Caurel. Desde Seoane, subiremos al alto do Couto
bordeando el fantasmagórico castillo de Carbedo y el monte
Formigueiros (1.654 metros), para luego bajar por la cuenca del
Selmo hacia Visuña, Ferramulín y A Seara, tres remotas
aldehuelas que conservan intacta su tosca arquitectura de pizarra.
Nuestra gira continuará por Cruz de Outeiro hasta Quiroga, desde
donde regresaremos por el alto do Boi –rebasando al poco las
ingentes minas de pizarra de A Campa– hacia Folgoso de O Caurel
y Seoane. Son, en total, 110 kilómetros de carreterillas
endiabladas, acantiladas, sin quitamiedos, que suponen tres horas
largas de conducción sin contar extravíos y éxtasis contemplativos.
Muy cerca de Seoane, que hemos dejado adrede para el final de
esta gira, se halla la aldehuela de Moreda. Y en Moreda, junto al
aula de naturaleza, el sendero que se adentra en el paraje más
espectacular del Caurel: la devesa da Rogueira. Del aula parte un
itinerario, señalizado con paneles informativos y jalones blancos y
amarillos, que empieza remontando el río Rogueira a lo largo de un
kilómetro; este primer trecho, entre prados amorosamente
segados y solemnes y copudos castaños, es hermosísimo. El
sendero obliga luego a vadear el río, acaricia los pies de una
cascada y zigzaguea ganando bravamente altura por la espesura
de un hayedo oscuro y misterioso como el origen de la vida.
Como a dos horas del inicio, y ya en la linde superior de la dehesa,
donde el bosque deja paso a los brezales de la cumbre,
desembocaremos en una senda horizontal que, siguiéndola a la
izquierda, nos conducirá a la fonte do Cervo, doble manadero de
aguas calcáreas y ferruginosas que tiñen la roca de blanco y
colorado. Estaremos entonces frisando el pico Formigueiros –
máxima cota de la sierra– y avistando la entera dehesa y el valle del
Lor. Volviendo por el mismo camino, completaremos una excursión
de 8 kilómetros y unas 4 horas de duración, con un desnivel de 700
metros y una dificultad media.
El Camino de Santiago
Desde el puerto de Pedrafita hasta la raya con la provincia de A
Coruña, los peregrinos jacobeos recorren unos 110 kilómetros por
tierras de Lugo. Aunque son numerosísimas las poblaciones que
jalonan el itinerario, destacan por su monumentalidad o por su
interés histórico las siguientes.
– O Cebreiro: este modesto poblado de montaña, que se
encuentra al poco de adentrarse la ruta jacobea en tierras gallegas
por el puerto de Pedrafita, ha sido desde el medievo un hito crucial
en la peregrinación; además de un inmenso panorama de macizos
montañosos, aquí se puede ver el santuario de Santa María A Real,
escenario del famoso milagro eucarístico acaecido en el siglo XII, el
antiguo hospital de peregrinos que regentaban los monjes de
Aurillac –ahora, transformado en hospedería– y varias pallozas
tradicionales, una de las cuales alberga un museo etnológico.
– Triacastela: a 24 kilómetros de O Cebreiro, es el lugar donde los
peregrinos metían en su morral alguna piedra caliza que acabarían
por depositar en los hornos de Castañeda (Arzúa), donde se
fabricaba la cal para la catedral de Santiago; en esta localidad
resulta casi obligado pasearse por la jacobea rúa do Peregrino y
contemplar el monumento al romero.
– Samos: la gran abadía benedictina de San Xulián remonta sus
orígenes a los tiempos de San Martiño de Dumio (siglo VI), pero
salvo la capilla prerrománica del Ciprés, el resto de la obra data de
los siglos XVI al XVIII; destacan el claustro de las Nereidas, con su
caprichosa fuente barroca en el centro, y el clásico templo
dieciochesco, por su bella fachada.
– Sarria: aquí sobresalen la iglesia medieval del Salvador, el
hospital de San Antón –en la actualidad, sede de los Juzgados–, un
torreón de la vieja fortaleza de los Lemos y el convento de la
Magdalena (siglos XV-XVIII).
– Portomarín: en los años 60 del pasado siglo, el embalse de
Belesar engulló para siempre el viejo Portomarín; solo algunos
edificios notables pudieron salvarse al ser trasladados piedra a
piedra, entre ellos un arco de la medieval Ponte Miña, la
excepcional iglesia-fortaleza románica de San Nicolás, la fachada
del templo de San Pedro y diversos elementos de dos palacios,
todos ellos distribuidos por el nuevo y bien concebido poblado.
– Palas de Rei: esta población, próxima ya a la linde coruñesa, era
el inicio de la decimotercera jornada calixtina; en sus
inmediaciones se hallan el monasterio de Vilar de Donas (siglo XIII),
perteneciente a la Orden de Santiago, y el imponente castillo de
Pambre (siglo XIV), solar de los Ulloa.
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