El peligroso efecto de las sanciones

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El peligroso efecto de las sanciones
Expertos y ONG coinciden en que los embargos económicos no sirven para lograr sus fines y
solo tienen un “impacto fatal” en la población
09.03.2014/ Belén Domínguez Cebrían/ El País/ Spain/ Daniel Keohane
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/03/09/actualidad/1394383995_757402.html
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, aprobó el pasado jueves
sanciones económicas contra Rusia y amenazó con un “aislamiento político” si las tropas del
presidente Vladimir Putin continúan acaparando el control de la península de Crimea, en
Ucrania. Durante las últimas dos semanas la Unión Europea vaciló una y otra vez con imponer
sanciones al régimen del expresidente ucranio Victor Yanukóvich. Finalmente, el presidente
del Consejo Europeo, Van Rompuy, anunció medidas contra el presidente depuesto y 18
hombres de su confianza. El 20 de enero, Irán protagonizó un momento histórico en sus
relaciones diplomáticas: la UE y EE UU anunciaron la intención delevantar algunas sanciones
que pesaban sobre el país desde hacía décadas. Y, al mismo tiempo, la UE abría la puerta a una
nueva vía derelaciones bilaterales con Cuba. ¿Hay un giro en la política de embargos? ¿Logran
estas medidas los fines perseguidos? ¿A quién dañan las sanciones?
El objetivo de los embargos internacionales económicos es “cambiar el comportamiento de los
regímenes autoritarios para mejorar la situación del país”, según la UE. Pero los investigadores
y ONG destinadas a la vigilancia de los derechos humanos —Human Rights Watch, Amnistía
Internacional— consultados coinciden en que, a excepción de Sudáfrica, donde las sanciones
de 1987 sí contribuyeron a terminar con el sistema racista del apartheid, estas medidas no solo
son la causa de un “impacto fatal” en la población, sino que no son eficaces para lograr sus
fines.
Desde 2008, sin embargo, estos castigos de aislamiento se han ido afinando hasta lo que se
conoce como “sanciones inteligentes” que afectan solo a determinados ciudadanos y
empresas. Pretenden evitar así el sufrimiento indiscriminado de la población.
La ONU castiga
Haití. En 1993, el Consejo de Seguridad (CS) impuso un embargo de armas y de petróleo contra
el país, calificado como un Estado fallido.
Sierra Leona. El CS impuso un embargo de petróleo y armas en 1997, aunque el conflicto civil
comenzó en 1991.
Costa de Marfil. El CS impuso un embargo en 2013 —que prorrogó hasta mediados de este
año— de armas y diamantes. Congeló activos financieros y prohibió viajar a determinadas
personas fuera del país.
Liberia. En 1992, el CS impuso un embargo de armas.
Angola. En 1997, el CS aprobó sanciones a la UNITA (Unión Nacional para la Independencia
Total de Angola), incluyendo restricciones a la movilidad.
República Democrática del Congo. En 2003 el Consejo de Seguridad impuso un embargo de
armas a todos los grupos armados del territorio. También prohibió viajar y congeló activos
financieros de algunos dirigentes.
Ruanda. El CS adoptó en 1994 un embargo total de armas.
Somalia, Etiopía y Eritrea. El CS estableció un embargo de armas, la prohibición de la
exportación de carbón vegetal por Somalia y la gestión —por parte de cargos públicos— de las
finanzas del país.
Sudán. El CS impuso en 2004 un embargo de armas a todas las entidades no gubernamentales
e individuales. En 2005 esas sanciones se extendieron a la congelación de activos y la
prohibición de viajar de determinados ciudadanos.
Libia. Existe un embargo de armas desde 2011, cuando estalló la Primavera Árabe. En 2013, el
CS suavizó las sanciones.
Líbano. El CS supervisa la prohibición de viajar y la congelación de activos impuestas a
personas sospechosas de estar involucradas en un ataque terrorista en Beirut en 2005.
Irak. En 2013 se comenzaron a levantar algunas medidas. Permanecen, desde 1990, son las
relacionadas con los familiares del exdictador Sadam Hussein. También quedan restricciones
relacionadas con la producción de armas químicas, biológicas y nucleares.
Irán. Sufre sanciones económicas desde la Revolución Islámica en 1979. En 2008 se
intensificaron con restricciones de viaje y financieras a individuos y empresas.
Afganistán. Las sanciones, a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001, están
dirigidas contra el régimen talibán. Se trata de la congelación de activos financieros, la
prohibición de viajar fuera del país, adquisición de armas y de cualquier material que pueda
ser utilizado con fines militares.
Corea del Norte. Existe un embargo de armas desde 2006. Y desde 2013, el CS intensificó sus
sanciones con la prohibición de viajar a determinadas personas y la congelación de activos
financieros.
Son 22 los países sobre los que en la actualidad pesan sanciones inteligentes por parte de la
ONU, según Sanctionsapp, una aplicación desarrollada por un equipo de la Universidad de
Brown (EE UU) y del Graduate Institute (Suiza). “Nadie se beneficia de las sanciones
internacionales”, afirma el irlandés Daniel Keohane, director de Investigación de FRIDE, un
think tank europeo sobre política exterior. Sostiene, convencido, que “la otra opción es la
guerra”, tesis compartida por casi la totalidad de los expertos que han sido consultados. “La
única razón por la que se imponen sanciones es para evitar una intervención militar en un
país”.
Las sanciones económicas existen desde el año 433 antes de Cristo, cuando Pericles, poco
antes de comenzar la primera guerra del Peloponeso, impulsó el decreto de Megara por el que
sus mercaderes quedaban excluidos del comercio con Atenas. El motivo fue que los
megareses, supuestamente, habían ocupado tierra sagrada para cultivarla. Su economía se
ahogó.
Pero fue 25 siglos después, a partir de 1960, cuando este acto de “violencia económica”, según
Carlos Espósito, catedrático de Derecho internacional Público de la Universidad Autónoma de
Madrid, se hace popular. EE UU, como penitencia al régimen comunista de Fidel Castro por
expropiar tierras y bienes a ciudadanos estadounidenses en la isla, impuso de forma unilateral
un intenso embargo económico al país caribeño que dura hasta hoy. Allí, la escasez de equipos
médicos para hospitales y medicamentos sigue afectando a los ciudadanos que sufren los
efectos “desastrosos” de las sanciones, según Human Rights Watch. Son ya 54 años de castigo
y el régimen castrista perdura.
“Las sanciones pueden ayudar a flexibilizar alguna política como el enriquecimiento de
uranio de Irán o frenar el programa de armas químicas que el ya fallecido Muamar Gadafi
desarrollaba en Libia. Pero para promover la democracia han sido un completo fracaso”,
comenta Richard Younghs, exdirector de FRIDE. “La población es la que sufre todas las
consecuencias”. Los países dejan de exportar, el dinero deja de entrar y los productos se
encarecen.
Pero las sanciones económicas ni han acabado con el régimen castrista en Cuba, ni acabaron
con Muamar Gadafi en Libia, ni con los Kim en Corea del Norte, ni con Sadam Hussein en Irak,
por poner algunos ejemplos de los países que soportan medidas restrictivas permitidas por el
Derecho Internacional.
El pasado 20 de enero, la política exterior de Irán experimentó uno de los mayores puntos de
inflexión. EE UU y la UE —como compensación al arranque de las negociaciones sobre la
suspensión del programa nuclear del presidente Hasán Rohaní— hicieron una declaración de
intenciones y anunciaron el levantamiento de algunas de las sanciones económicas que
pesaban, desde la Revolución Islámica de 1979, sobre el régimen. A partir de ahora, por
ejemplo, se podrá comercializar con petróleo y metales preciosos. Pero la represión de las
mujeres —la lapidación por adulterio es legal—, la ausencia de libertades individuales y la
violación “sistemática” de los derechos fundamentales permanecen y, en algunos casos, ha
aumentado, según varias ONG. Tan solo en enero de este año el régimen ejecutó a unas 40
personas, según ha revelado Amnistía Internacional.
Vietnam es la otra cara de la moneda. El país asiático sufrió un bloqueo estadounidense
durante tres décadas (1964-1994). Pero la decisión del expresidente Bill Clinton de poner fin a
las sanciones significó el despegue del país que, años más tarde, se convirtió en una economía
competente. Goldman Sach sitúa al país como la 17ª economía en 2025.
“Los embargos económicos no han sido eficaces para derrocar regímenes y dictadores”,
argumentó hace años el investigador del Peterson Institute Gary Hufbauer y también autor
deEconomic Sanctions Reconsidered, un ensayo donde estipula que “no se debe esperar que
las sanciones funcionen cuando van contra regímenes fuertes, estables, hostiles y
autoritarios”. Los expertos sugieren, pues, atacar a unas determinadas políticas y no a la
economía de un país.
En un país embargado, los ciudadanos se ven desprovistos de los instrumentos más básicos
para poder subsistir: medicamentos, infraestructuras para potabilizar el agua, material de
construcción —como en el caso de la franja de Gaza, que sufre un duro bloqueo israelí desde
2006—, alimentos, electricidad… Se produce, además, un incremento en los precios que “los
más vulnerables [enfermos, ancianos y desempleados] no pueden afrontar”, explica Reinhard
Lamfuss, de Amnistía Internacional. Pero para algunos investigadores como Keohane, el
consuelo es que “al menos no están en guerra”. Se trata, defiende, de la “menos mala” de
las opciones: “La guerra o no hacer nada”.
“No son un instrumento [las sanciones económicas] que sirvan para promover la
democracia”, sostiene Sussane Gratius, experta en América Latina. El Gobierno contra el que
van dirigidas, con poco margen de maniobra, se aferra al poder y achaca la opresión de sus
ciudadanos a las sanciones.
Según los investigadores en políticas de aislamiento económico, el embargo que más daño
causó a los derechos humanos fue contra el régimen de Sadam Hussein durante la primera
guerra del Golfo (1990-1993), abiertamente respaldado por la ONU. “La población se moría de
hambre pero Sadam seguía en el poder”, comenta Espósito. “Quizás unas sanciones empujen a
un Gobierno a convocar elecciones, pero no a construir un país estable”, argumenta la
estadounidense Kimberly A. Elliott, del Global Center for Development. Las sanciones en el
caso de Irak “fueron desproporcionadas”. Por eso, hace unos cinco o seis años, la comunidad
internacional recondujo la marcha hacia lo que bautizaron como “sanciones inteligentes”. Es el
caso de Bielorrusia, donde la UE —más proclive a negociar que a sancionar— ha vetado el
visado para viajar a países miembros de la Unión a 232 ciudadanos y ha congelado las cuentas
de 25 empresas. O el de Birmania, que aún soporta medidas parciales que comenzaron en la
década de los noventa.
Pero para Youngs las medidas selectivas “tampoco funcionan”. Los regímenes continúan, la
necesidad de un mejor sistema democrático es evidente y la población —que no goza de todas
las libertades— sigue sin acceso a determinados bienes.
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