DON FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS

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ESCRITOS POLÍTICOS
DE
DON FRANCISCO
DE QUEVEDO
Y VILLEGAS
•
EDITORA NACIONAL
N. A. G. S. A. - CASANOVA,
212 y •14 -
TELÉFONO 7r164 - BARCELONA
MADRID - MCMXLI
PRÓLOGO
Se recoge en este volumen, can criterio a la vez divulgador y
antológico, un florilegio de los escritos políticos de don Francisco
de Quevedo y Villegas, poeta, escritor y hombre de acción, nombre destacado entre los máximos de nuestra literatura.
Don Francisco de Quevedo, madrileño de estirpe montañesa,.
de vida tan peregrina que, como la de ningún otro escritor español, quedó, aunque un tanto deformada, en la memoria del vulgo,,
fué uno de los hombres más cultos y perspicaces de su tiempo.
Contemporáneo del declinar político de España, participó con su
activjdad en las empresas italianas, ayudando como ministro al
gran Duque de Osuna en la defensa de nuestro poder frente a las
intrigas de Venecia. Pero participó también, con el corazón, en
aquella hora vespertina de nuestro Imperio, doliéndole como al
que más la conciencia de una decadencia o derrota que los espíritus más lúcidos percibían. Queda el carácter escéptico y pesimista
de sus escritos como huella de este dolor.
Pocos hombres tan españoles como él, en vicios y virtudes;
Pocos tan identificados con el momento histórico en que transcurrió
su vida; pocos tan representativos y elocuentes: Penetrar el espíritu
de Quevedo es penetrar, a la vez, en el espíritu da España en
la primera mitad del siglo XVII.
No viene al caso hacer un estudio del Quevedo literato: del
estilista barroco y del prosista inigualable, domador de nuestra
prosa hasta el virtuosismo. Son oportunas únicamente unas palabras sobre su pensamiento.
Quevedo no es nuestro primer pensador político, ni siquiera
el primer pensador político de su tiempo ; Gracián, contemporáneo suyo, vencedor como él del estilo, también escéptico y pesimista, le supera en cuanto a la profundidad y a la influencia..
Saavedra y Fajardo, menos original, inferior como literato, conoce mucho mejor la política de la edad barroca y sabe sistematizar
mejor que Quevedo. Los escritos de éste deben entenderse siempre referidos al propio autor, teniendo presente su biografía. No
en vano el hombre Quevedo es superior a su obra, con ser su obra
tan subida de excelencias.
Séneca, un Séneca cristiano o cristianizado, late en el fonda
de cada línea, y con él Epicteto y Miguel de Montaigne — el se,
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de la Montaña —, que Quevedo conocía. De Sáneca toma lo
estoico y desengañado; de Montaigne, el escepticismo radical en
todo lo que se refiere al hombre. Pero de la Biblia y los Santos
Padres, la esperanza en una vida mejor, el vencimiento de este
mundo cautivo por la. Redención de Cristo.
Por este predominio del sentimiento religioso, Pese a su patriotismo desesperado, el pensamiento de Quevedo nos aparece a
veces con «güelfos» matices. No debe extrañar: es un desengañado de la aventura histórica de España, y de espaldas a lo temporal, se entrega totalmente a lo eterno. Fracasa España y supolítica ; fracasa el propio don Francisco: Se ve perseguido por su
sinceridad, maltratado por su patriotismo. Su grito no encuentra
eco en el ánimo real, que quiere conmover. Ve cómo el Duque de
Osuna, sostén de la dignidad de España en el Mediterráneo,
muere en prisión. Ve también cómo, más allá de los Pirineos,
aquel Cardenal de Richelieu, de cuya cabeza nos hizo curiosa anatomía, pone los fundamentos de la supremacía gala, precisamente
a 'nuestra costa. Y, por último, contempla despoblada y miserable
la carne misma de España, abrumada con el peso de su propio
Imperio, incapaz de soportarlo. Con una conducta muy española,
Quevedo toma partido por el desengaño, se desentiende de la Historia y se entrega a lo intemporal, vinculando la política a lo
metahistórico y trascendente. Es una actitud típica de nuestro
siglo XVII, tan diferente a la de aquellos otros pensadores de
la centuria anterior, defensores infatigables del Emperador contra
el pensamiento de la corte romana.
En esta selección se han juntado los párrafos de Quevedo
que mayor interés pueden tener en, la actualidad, y también aquellos otros que por su valor histórico puedan aclararnos su pensamiento respecto a la política de los últimos Austrias ; por
último, algunos que por su universalidad hayan desafiado al
tiempo. Finalmente, como ejemplares en la perspicacia y en el
consejo, se añaden algunas de sus cartas a personajes de su
tiempo sobre episodios de la política. Se ha respetado el orden
que presentan en los libros de procedencia, y, creyéndolo mejor
para el inicial propósito divulgativo, van desembarazados de notas críticas, filológicas o históricas.
Para la edición se ha tenido en cuenta la de don Luis Astrana
Marín, la más completa y de mayores garantías de las hasta
ahora conocidas en España.
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ESCRITOS POLÍTICOS
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ESPAÑA DEFENDIDA, Y LOS TIEMPOS DE AHORA,
DE LAS CALUMNIAS DE LOS NOVELEROS
Y SEDICIOSOS
AL LETOR
La poca ambición de España, bien que sean culpados los ingenios
de ella, tiene(n) en manos del olvido las cosas que merecieron más
clara voz de la fama. Tal fué la ingratitud de sus escritores y el descuido, que pareció desprecio, a los extraños, juzgando faltaba que escribir y quien escribiese; y así, padeció la reputación de todos; y sin
duda hubieran perdido la memoria como la voz, si fuera en su mano el
olvido como el silencio.
Poco lugar dió la edad pasada, embarazada en armas, a más de
curiosos deseos del ocio que hoy alcanzamos, para que, agradecidos y
deudores dél, en pago demos a la eternidad los peligros con que nos
compraron la paz, amiga de buenas letras.
Hijo de España, escribo sus glorias. Sea el referirlas religiosa lástima de haberlas escuras, y no a ningunos ojos sea la satisfacción en
divulgarlas; pues del trabajo que un extraño pidiera nombre de curioso y docto, quiero sólo el de reconocido y piadoso.
Bien sé a cuántos contradigo, y reconozco los que se han de armar
contra mí ; mas no fuera yo español si no buscara peligros, despreciándolos antes para vencerlos después. Y lo haré con estas Memorias,
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que serán las primeras que, desnudas de amor u miedo, se habrán visto
sin disculpa de relaciones y historia (si este nombre merece), en que
se leerán los ojos y no los oídos del autor.
OCASIÓN Y CAUSAS DEL LIBRO
No ambición de mostrar ingenio me buscó este asumpto; sólo el
ver maltratar con insolencia mi patria de los extranjeros, y los tiempos de ahora de los propios, no habiendo para ello más razón de
tener a los forasteros invidiosos, y a los naturales que en esto se ocupan
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despreciados. Y callara con los demás, si no viera que vuelven en Esencia desbocada nuestra humildad y silencio.
¿Qué cosa nació en España buena a ojos de otras naciones, ni qué
crió Dios en ella que a ellas les pareciese obra de sus manos?
Paciencia tuve hasta que vi a los franceses con sus soldados burlando de España, y vi a Josefo Escalígero por Holanda, hombre de
buenas letras y de mala fe, cuya ciencia y dotrina se cifró en saber
morir peor que vivió, decir mal de Quintiliano, Lucano y Séneca, y
llamarlos Pingues isti cordubenses; y a Mureto, un charlatán francés,
roedor de autores, llamar en un comento a Catulo, con el cual, en
lugar de darle a entender a otros, muestra que él no le entendió, y lo
confiesa así en muchas partes; y le va mejor al poeta, que en las
que pensando le entiende, le levanta testimonios y le deshonra. Dice,
pues, en el prólogo, comparando ccn su veronés Catulo a Marcial español, y con Virgilio mantuano a Lucano el cordobés, no con pureza,
que son sus poetas mejores, sino, blasfemo y, desvergonzado, trata a
Lucano de inorante, y a Marcial de bufón y ridículo y sucio, sólo por
español; que el Mureto, de todos cuatro autores, para decir bien o
mal, sólo entendió que los unos eran hijos de Roma y los otros de
España.
Más me enojó ver que, cuando ligeramente pasábamos por estas
cosas coma buscando lo que más debíamos sentir, salió otro, atreviéndosenos a la fe y a las tradiciones y a los santos, y no quiso que Santiago
hubiese sido patrón de España ni venido a ella. Y me espero a cuando
otro escribirá que para los españoles no hay Dios: que un aborrecimiento tan grande y tan mal fundado no hará mucho en llegar a hereje
un invidioso.
Llegóse a esto ver que, cuando aguardaban ellos a tan grandes
injurias alguna respuesta, hubo quien escribió, quizá por lisonjearlos,
que no había habida Cid; y, al revés de los griegos, alemanes y franceses, que hacen de sus mentiras y sueños verdades, él hizo de nuestras verdades mentiras, y se atrevió a contradecir papeles, historias y
tradiciones y sepulcros con sola su incredulidad, que suele ser la autoridad más poderosa para con los porfiados. Y no sólo han aborrecido
esto los mismos hijos de España que lo vieron; pero hay quien, por
imitarle, está haciendo fábula a Bernardo, y escribe que fué cuento y
que no le hubo; cosa con que, por lo menos, callarán los extranjeros,
pues los propios no los dejan qué decir.
¡ Oh, desdichada España! ¡ Revuelto he mil veces en la memoria,
tus antigüedades y anales, y no he hallado par qué causa seas digna
de tan porfiada persecución! Sólo cuando veo que eres madre de tales
hijos, me parece que ellos, porque los criaste, y los extraños, porque
ven que los consientes, tienen razón de decir mal de ti. Demos que
se hallo un libro u dos u tres que digan que no hubo Cid ni Bernardo.
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¿Por qué causa han de ser creídos antes que los muchos que dicen
que los hubo? Si no es que la malicia añada autoridad, no sé cuál
tenga más; y cuando la tuvieran para el extraño, para nosotros no
había de ser así : que el enemigo no es mucho que se muestre curioso, que es lo mismo que malévolo. Así lo dice el poeta : curiosus
nisi malevolus; pero el hijo de la república, lo que le toca es ser propicio a su patria.
No nos basta ser • tan aborrecidos en todas las naciones, que todo
el mundo nos sea cárcel y castigo y peregrinación, siendo nuestra España para todos patria igual y hospedaje. ¿Quién no nos llama bárbaros? ¿Quién no dice que somos locos, inorantes y soberbios, no teniendo nosotros vicio que no le debamos a su comunicación de ellos?
¿Supieran en España qué ley había para el que, lascivo, ofendía las
leyes de la Naturaleza, si Italia no se lo hubiera enseñado? ¿Hubiera
el brindis repetido aumentado el gasto a las mesas castellanas, si los
tudescos no lo hubieran traído? Ociosa hubiera estado la Santa Inquisición si sus Melantones, Calvinos, Luteros y Zuinglios y Besas no hubieran atrevídose a nuestra fe. Y, al fin, nada nos pueden decir por
oprobio si no es lo que ellos tienen por honra, y, averiguado, es en
nosotros imitación suya.
Ya, pues, es razón que despertemos y logremos parte del ocio que
alcanzamos en mostrar lo que es España y lo que ha sido- siempre, y
juntamente que nunca tan gloriosa triunfó de letras y armas como hoy,
gobernada por don Philipe III, nuestro señor. Des cosas tenemos que
llorar los españoles: la una, lo que de nuestras cosas no se ha escrito,
y lo otro, que hasta ahora lo que se ha escrito ha sido tan malo, que
viven contentas con su olvido las cosas a que no se han atrevido nuestros coronistas, escarmentadas de que las profanan y no las celebran.
Y así, por castigo ha permitido Dios todas estas calamidades, para que
con nosotros acabe nuestra memoria. Pues aun lo que tan dichosamente se ha descubierto y conquistado y reducido por nosotros en Indias,
está disfamado con un libro impreso en Ginebra, cuyo autor fué un
milanés, Jerónimo Benzón, y cuyo título, porque convenga con la libertad del lugar y con insolencia del autor, dice : Nuevas historias del
Nueva Mundo, de las cosas que los españoles han hecho en las Indias
occidentales hasta ahora y de su cruel tiranía entre aquellas gentes,
y añadiendo «la traición y crueldad que en la Florida usaron con los
franceses los españoles».
Causas son bastante todas para tomar la defensa de España a cargo,
u de lástima u de amor, quien la viere así afligida.
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CAPITULO V
DE LAS COSTUMBRES CON QUE NACIÓ ESPAÑA Y DE LAS ANTIGUAS
Como sea verdad asegurada por los filósofos que de la buena o mala
templanza de los humores resultan las complexiones en los cuerpos,
y de ellas las costumbres; las cuales, aunque suele corregir la razón,.
por la mayor parte muestran, o en las obras o en la intención, imperiosamente su malicia, es sin duda que España, teniendo tierra templada y cielo sereno, causará semejantes efetos en humores y condiciones; como se ve, pues ni la frialdad nos hace flemáticos y perezosos como a los alemanes, ni el mucho calor inútiles para el trabajo
como a los negros y a los indios; pues, templada la una calidad con
la otra, produce bien castigadas costumbres.
Es natural de España la lealtad a los príncipes, y religiosa la obediencia a las leyes y el amor a los generales y capitanes. Siempre en
todos los reyes que han tenido, buenos u malos, han sabido amar los.
unos y sufrir los otros, comprando siempre la libertad de sus patrias
con generoso desprecio de sus vidas, Y hanles dado ocasión a tantas.
glorias, la infinidad de calamidades que, eslabonadas, la han turbado el
sosiego; que, como España con la riqueza trujo a sí cudiciosos los siros
y fenices, los griegos y los romanos y los sarracenos, de quien el mar
defendió sus puertos hasta que los trujo un traidor (o sea lo que otros.
quieren, ocupados en acreditar lo menos común, aunque sea menos verdadero), sin duda ha ejercitado más las armas y la virtud militar que
las demás naciones, que por la pobreza y poco abrigo de sus tierras
sólo saben de peregrinaciones, y arrimados a la industria, se hacen ricos
en España del precio que ponen a su afán y solicitud.
Y 'estas costumbres son hijas de la necesidad. Así lo dijo Cicerón,
el que todo lo dijo. mejor que todos : lo que tomó de otros, mejorán
dolo, y lo que no, de suerte que nadie lo pudiese mejorar. Tomo II,
oración XV, De la ley agraria, contra P. Servilio Rullo, al fin : «No se
engendran en los hombres las costumbres tanto de la estirpe y linaje
o generación, como de aquellas cosas que le son administradas de la
naturaleza del lugar y de la costumbre de la vida con. que nos criamos
y vivimos.» Los cartagineses no los llaman mentirosos y engañadores.
por su nacimiento, sino por la naturaleza del lugar, porque por sus
muchos puertos, con muchas y varias lenguas de mercaderes y advenedizos, por el logro, son, dados al estudio de engañar; a los ginoveses,
montaraces, duros y rústicos, enseñó su misma tierra, con no llevar
nada, si no es, con mucho trabajo y labor, a buscarlo en las tierras
ajenas; los campanos, siempre soberbios con la bondad de sus campos,
con la abundancia de sus frutos, con la salud de la ciudad, fábrica y
hermosura.
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77.
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Mientras tuvo Roma a quien temer y enemigos, qué diferentes costumbres tuvo! j Cómo se ejercitó en las armas! ¡Qué pechos tan valerosos ostentó al mundo! Mas luego que honraron sus deseos perezosos'
al ocio bestial con nombre de paz santa, ¡ qué vicio no se apoderó de
ella! Y ¡ qué torpeza no embarazó los ánimos que antes bastaron a
sujetar el mundo! Vióse entonces que la prudencia de los hombres
sobra para vencer el mundo; mas no sabe vencerse a sí. Y si es verdad que a la invidia de los enemigos y al miedo precioso que se les
tiene (llamóle así por efeto que hace) se debe el cuidado y diciplina
de los perseguidos y invidiados, largo es sin duda en España este fruto ;
pues como tierra que por todas partes se ve advertida de ojos enemigos de sus principios, ha que se ejercita toda en defensas de su virtud;
y así, en esta poca paz que alcanzamos en parte maliciosa, el largo
hábito a las santas costumbres de la guerra la sustenta en ellas, aunque
a mi opinión España nunca goza de,paz : sólo descansa, como ahora,
del peso de las armas, para tornar a ellas con mayor fuerza y nuevo
aliento. Y son a todos, como a ella importantes las armas suyas; pues,
a no haberlas, corriera sin límites la soberbia de los turcos y la insolencia de los herejes, y gozaran en las Indias seguros los ídolos su adoración : de suerte que es orilla deste mar, cuya gloria es la obediencia
deltas olas que solamente la tocan para deshacerse.
Así que, concluimos que las costumbres propias y primeras de España, fueron en todo hijas de la templanza de su cielo y de la naturaleza del lugar, y por eso modestas, moderadas y según justa ley y
diciplina.
Las antiguas, de que hay alguna aunque pobre memoria, fueron en
medio de sus desdichas tales; y con nacer entre tantos diferentes bár
baros, en todo medidas con la razón, honrosas y dignas de alabanza,
más encaminadas a la virtud robusta y a las armas, que a la paz y
sosiego y regalo.
Todos los antiguos scritores nombran a los españoles entre las naciones más belicosas, como Platón en el De las Leyes, aunque Cicerón,
en lo de De Responsis Auruspicum, nos hace insignes per el número
y muchedumbre de gente, cosa en que hoy somos vencidos de todas
las naciones. Salustio refiere que era costumbre en España que las madres, a los hijos que iban a la guerra, les contasen las hazañas de sus
padres; cosa más conforme con la naturaleza de la tierra que de las
madres, pues de sí son vencidas del amor de sus hijos, de manera que
antes los detienen con lágrimas, y, blandas y temerosas, los ponen
miedos con los peligros de la guerra.
Por esto en España no hicieron las corónicas mucha falta en la parte
que tocaba a mover con el ejemplo, pues las madres eran corónicas a
' °ruin,
sus hijos para darles qué imitar en sus padres. Aristóteles, Politic
lib. VII, cap. 2 : «Entre los españoles, gente belicosa, tantos verúculos,
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obeliscos los llaman, ponen alrededor de sus sepulcros, cuantos enemigos ha muerto cada uno: honrosos túmulos, adornados con los vencimientos de los contrarios.» El sepulcro que con la fama y memoria
del valor y virtud propia se vuelve cuna, es digno de invidia. ¡ Cuánto
mejor epitafio era éste y más digno de que le respetara el caminante
y de que le buscara el peregrino, que los que ahora, hechos lenguas
de un bulto dorado, lisonjean al muerto y entretienen al vivo!
Vense reliquias deste modo de sepulcros en España; y en los edificios antiguos estos obeliscos son frecuentes. Cayó ya todo esto en manos
del regalo demasiado, pues ya, por los bultos y los sepulcros y retratos, no diferenciará nadie al soldado del mercader, ni al capitán del
médico, ni al general del abogado. Común mortaja de los difuntos han
hecho las armas. ¿Hay bulto de mármol que no pise leones, que no
abrace espada y que no esté con peto y morrión? Tiénelos la piedra,
y no los tuvo el que guarda. Gala son las armas ahora, que entonces
fueron defensa. Valiérale mucho a España que sus hijos fueran como
se pintan, y no como son : mas refrán nuestro es, preciándonos de leones, que «no es tan bravo el león como le pintan».
Pues si bajamos los ojos a las costumbres de los buenos hombres
de Castilla, de quinientos y de cuatrocientos años a esta parte, ¡ qué
santidad, qué virtud y qué verdad veremos, que no imitamos ni heredamos, contentándonos con lo menos, que es el nombre! ¡Qué leyes
tan lícitamente nacidas de las divinas, tan cuiidadosamente veneradas
de ellos ! ¿Qué cosas no advirtieron con castigos en los Fueros Juzgas
castellanos, donde se ven con rigurosas penas cosas que por nuestros
pecados nos han persuadido los tiempos a que merecen premio? Ca
calumnia de palabras leves, aun como llamar corcovado o tiñoso a uno,
se vió sujeta a graves castigos. Y así, con pocas y mal limadas palabras,
aunque más propias, tuvieron gloriosos pensamientos p y, de pobres centellas de un godo perdido, se esforzaron de suerte, que dieron pueblo
a Dios, y libertad a su tierra y gloria a sus nombres. ¡Qué leales fueron
con Ferránt Gonzáles! Los mismos fueron con su sombra que con él.
¡ Cómo amaron los santos reyes y buenos, y cómo sufrieron muchos
malos y crueles! Y si algunos castigaron, fué, no por su libertad, sino
por la de su patria y religión. Y así Dios, cuyo favor es premio justo
de los buenos y castigo de los malos, peleó con algunos capitanes y
dió sus ángeles a otros. El vence en todos los que vencen.
Como Dios de los ejércitos, unas veces nos amparó, y éstas fueron
muchas, con nuestro patrón Santiago; otras con la Cruz, que, hecha
a vencer la misma muerte, sabe dar vida a todos los que, tomo estandarte de Dios, acaudilla. Milicia fuimos suya en las Navas de Tolosa.
La diestra de Dios venció en el Cid, y la misma tomó a Gama y a
Pacheco y a Alburquerque por instrumento en las Indias orientales
para quitar la paz a los ídolos. ¿Quién sino Dios, cuya mano es miedo
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sobre todas las cosas, amparó a Cortés para que lograse dichosos atrevimientos, cuyo premio fué todo un Nuevo Mundo? Voz fué de Dios,
la cual halla obediencia en todas las cosas, aquélla con que Ximénez
de Cisneros detuvo el día en la batalla de Orán, donde un cordón fué
por todas las armas del mundo.
Prolijo fuera y vanaglorioso en querer contar por menudo todas las
cosas que nos sucedieron a los españoles gloriosamente en los días que
han pasado, sin callar que ha habido hijo suyo que llora estos tiempos
y el verla viuda en parte del antiguo vigor, y osa decir que la confianza de haberle tenido introduce descuiido de conservarle.
Han empezado a contentarse los hombres de España con heredar
de sus padres virtud, sin procurar tenerla para que la hereden sus hijos.
Alcanzan a todas partes las fuerzas del dinero, o, por lo menos, se
atreven, bien que el oro nació con tal imperio en la cudicia de los hombres; pobres, conquistamos riquezas ajenas ricos, las mismas riquezas
nos conquistan. ¿Qué vicio no ha abierto la puerta, con llave de oro,
la avaricia? ¡ Muchos en este tiempo entierra la gula! ¡Qué cosa más
fea y contra naturaleza, guisar muerte para sí del sustento natural!
Otros, del juego, que fué a moderados ánimos entretenimiento, hicieron
oficio. Vióse alimentar la fortuna en ellos de ciudades y estados. Y si
aún es perdición' jugar lo que sobra, ¿qué será jugar lo necesario? Grandezas hay que son dádivas del naipe y dado. Y así, en España heredan hoy a los más sus desórdenes y sus vicios antes que sus hijos,
mujeres ni hermanos.
Llegaran estas cosas a desesperar de remedio a España, si la modestia y virtud y cristiandad de don Filipe III, nuestro señor, no diera
freno a estas cosas corr su ejemplo. Hay valerosos capitanes, doctos prelados y algunos hombres-buenos, a quien común devoción y novelero
pueblo anticipó el nombre de santos. Las ciencias que se aprendieron
para vivir bien, por la mayor parte se estudian para sólo vivir; pero
eso con eminencia notable y invidiada de todas las naciones; pues en
las ciencias sólidas, como filosofía, teulogía, leyes, cánones y medicina
y escritura, todas las naciones nos son inferiores, si bien nos tratan de
bárbaros porque no gastamos el cuiidado en gramática y humanidad;
las cuales cosas, por inferiores, no las ignoran, sino que las desprecian
los españoles. Y. aun en eso y lenguas, que es su profesión, hay ya
españoles que les dan cuidado y envidia a todos. Y así, se ven hoy
muchos pobres virtuosos en altos lugares, más por cuerda advertencia
de don Filipe III que por costumbre que hubiese de premiar beneméritos.
Las mujeres inventaron excesivo gasto a su adorno, y así la hacienda de la república sirve a su vanidad. Y' su hermosura es tan costosa y de tanto daño a España, que sus galas nos han puesto necesidad de naciones extranjeras, 'para comprar, a precio de oro y plata,
galas y bujerías, a quien sola su locura y devaneo pone precio; de
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suerte que nos dejan los extranjeros el reino lleno de sartas y invenciones y cambray y hilos y dijes, y se llevan el dinero todo, que es
el niervo y sustancia del reino. Y lo que más es de sentir es de la
manera que los hombres las imitan en las galas y lo afeminado, pues
es de suerte, que no es un hombre ahora más apetecible a una mujer
que una mujer a otra. Y esto de suerte, que las galas en algunos parecen arrepentimiento de haber nacido hombres, y otros pretenden enseñar a la Naturaleza cómo- sepa hacer de un hombre mujer.
Al fin hacen dudoso el sexo, lo cual ha dado ocasión a nuevas premáticas, por haber introducido vicios desconocidos de naturaleza. Háse
profanado de suerte la religiosa vergüenza de las matronas, que disimulan con el nombre de cortesía la desenvoltura; hacen gala del adulterio, y algunos hombres tienen por oficio el ser maridos ; y es en
algunos renta la disimulación y hacienda grande la ausencia. Al fin se
ve en estado España, por nuestros pecados. que, a no intervenir rey
tan santo y tan justo y honesto, y ministros tan conformes a su
virtud y tan celosos de su opinión y del servicio de Dios y del aumento
del reino, desesperara a las vueltas del tiempo de poderla traer a peor
estado.
Esto dice de España un hijo suyo, ingrato, con verdad, de mi propia
tierra, con tener el referido nombre de madre la patria, así lo que es
en su abono como lo que no lo es, para poder con más libertad decir
de las demás naciones la verdad, no habiéndome perdonado a mí mismo,
después de haber respondido a las calumnias arriba referidas, que son
epílogo de las muchas que scribió su autor.
POLÍTICA DE DIOS, GOBIERNO DE CRISTO
PARTE PRIMERA
A LOS HOMBRES, QUE POR EL GRAN DIOS DE LOS EJERCITOS
TIENEN CON TITULO DE REYES LA TUTELA DE LAS GENTES,
PONTIFICE,
EMPERADOR,
REYES,
PRINCIPES.
A vuestro cuidado, no a vuestro albedrío, encomendó las gentes Dios
nuestro Señor, y en los estados, reinos y monarquías os dió trabajo
y afán honroso, no vanidad ni descanso. El que os encomendó los pueblos os ha de tomar cuenta dellos, si os hacéis dueños con resabios
de lobos. Si os puso por padres, y os introducís en señores, lo que pudo
ser oficio y mérito hacéis culpa, y vuestra dignidad es vuestro crimen.
Con las almas de Cristo os levantáis, a su sangre y a su ejemplo y a
su dotrina hacéis desprecio. Procesaros han por amotinaros contra Dios,
y seréis castigados por rebeldes. Adelantarse ha el castigo a vuestro fin ;
y despierta y prevenida en vuestra presunción, la indignación de Dios
fabricará en vuestro castigo escarmiento a los por venir.
Y con nombre de tiranía irá vuestra memoria difamando por las eda.
des vuestros huesos, y en las historias serviréis de' ejemplo escandaloso.
Obedeced a la sabiduría, que en abriendo, la boca por. Salomón, empezó a hablar con vosotros a gritos : Diligite iustitiam, qui iudicatis
terrain. Imitad a Cristo, y leyéndome a mí, oidle a El, pues hablo en
este libro con las plumas que le sirven de lenguas.
A DON FELIPE IV, REY NUESTRO SEÑOR
Tiene vuestra majestad de Dios tantos y tan grandes reinos, que
sólo de su boca y acciones y de los que le imitaron puede tomar modo
de gobernar con acierto y providencia. Muchos han escrito adverti ,
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gloriosos la virtud, o a los preceptos dignamente reverenciados de Platón
y Aristóteles, oráculos de la Naturaleza. Otros, atendiendo al negocio,
no a la dotrina, o por lograr alguna ociosidad o descansar alguna malicia, escribieron con menos verdad que cautela, lisonjeando príncipes
que hicieron lo que dan a imitar, y desacreditando los que se apartaron de sus preceptos.
Hasta aquí ha sabido esconderse la adulación y disimularse el odio.
Yo, advertido de estos inconvenientes, os hago, Señor, estos abreviados apuntamientos, sin apartarme de las acciones y palabras de Cristo,
procurando ajustarme cuanto es lícito a mi ignorancia, con el texto de
los Evangelistas, cuya verdad es inefable, el volumen descansado, y
Cristo nuestro Señor el ejemplar. Yo conozco cuánto precio tiene el
tiempo en los grandes monarcas, y sé cuán conforme a su valor le gasta
vuestra majestad en la tarea de sus obligaciones, sin perdonar, por la
comodidad de sus vasallos, descomodidad ni riesgo. Por eso no amontono descaminados enseñamientos, y mi brevedad es cortesía reconocida; pues nunca el discurso de los escritores se podrá proporcionar
con el talento superior de los príncipes, a quien sólo Dios puede enseñar y los que son varones suyos; y en los demás, quien no hubiere
sido rey siempre será temerario, si ignorando los trabajos de la majestad, la calumniare.
La vida, la muerte, el gobierno, la severidad, la clemencia, la justicia, la atención de Cristo nuestro Señor le refieren a vuestra majestad
acciones tales, que, imitar unas y dejar otras, no será elección, sino
incapacidad y delito. Oiga vuestra majestad las palabras del gran. Sinesio,
en la oración que intituló : De regno bene administrando: «Como quiera
que en toda cosa y a todos los hombres sea necesario el divino auxilio
(habla con Arcadio emperador), principalmente a aquellos que no conquistaron su imperio, mas antes le heredaron, como vos a quien Dios
dió tanta parte y quiso que en tan poca edad llamasen monarca. El tal,
pues, ha de tomar todo trabajo, ha de apartar de sí toda pereza, darse
poco al ,sueño, mucho a los cuidados, si quiere ser digno del nombre
de emperador.» Estas son en romance sus palabras ; que, sin cansarse,
por tantos siglos derramada su voz, llega hasta - vuestros tiempos para
gloria vuestra, con señas del imperio y de la edad. Ni esto se puede
ignorar en la personal asistencia de vuestra majestad ; pues ni la edad,
ni la sucesión tan recién nacida y tan deseada, le ha entretenido los
pasos que por las nieves y lluvias le han llevado, con salud aventurada, a solicitar el bien de sus reinos, la unión de sus estados y la
medicina a muchas dolencias. ¿A qué no atrevieron su determinación
vuestros gloriosos ascendientes? El mayor dicípulo es vuestra majestad
que Dios tiene entre los reyes, y el que más le importa para su pueblo
y su Iglesia saliese celoso y bien asistido. Dispuso vuestro enseñamiento,
derivándoos de padres y abuelos de quien sois herencia gloriosa, y en
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pocos años acreditada. Mucho tenéis que copiar en Carlos V, si os fatigaren guerras extranjeras, y ambición de vitorias os llevare por el mundo
con glorioso distraimiento. Mucha imitación os ofrece Felipe II, si quisiéredes militar con el seso, y que valga por ejército en unas partes
vuestro miedo y en otras vuestra providencia. Y más cerca, lo que más
importa, su padre de vuestra majestad, que pasó a mejor vida, en memoria de que no se ha enjugado de vuestras lágrimas, ni descansado
de nuestro dolor, os pone delante los tesoros de la clemencia, piedad
y religión. En vuestra majestad de todos decendiente, y todos son hoy
vuestra herencia, y en vos vemos los valerosos, oímos los sabios y veneramos los justos; y fuera prolijidad, siendo vuestra majestad su historia verdadera y viva, repetiros con porfía, las cosas que deben continuar vuestras órdenes, y que esperamos mejorará vuestro cuidado.
CAPITULO II
Todos los príncipes, reyes y monarcas del mundo han padecido servidumbre y
esclavitud: sólo Jesucristo fué rey en toda libertad.
Tres géneros de repúblicas ha administrado Dios. La primera Dios
consigo y sus ángeles. Este gobierno no es apropiado para el hombre,
que tiene alma eterna detenida en barro, y gobierna hombres de naturaleza que enfermó la culpa por ser Dios en sí la idea con espíritus
puros, no porfiados de otra ley facinorosa. El segundo gobierno fué
el que Dios como Dios ejercitó desde Adán todo el tiempo de la ley
escrita, donde daba la ley, castigaba los delitos, pedía cuenta de las
traiciones y inobediencias, degollaba los primogénitos, elegía los reyes,
hablaba por los profetas, confundía las lenguas, vencía las batallas,
nombraba los capitanes y conducía sus gentes. Éste, aunque fué gobierno de hombres, le hallan desigual, porque el gobernador era Dios
solo, grande en sí y viendo los rodeos de la malicia con que en traje
de humildad y respeto descamina la razón de los ejemplares divinos.
En el tercer gobierno vino Dios y encarnó, y hecho hombre gobernó
los hombres, y, para instrumento de la conquista de todo el mundo,
a Solis ortu usque ad occasum, escogió idiotas y pescadores, y fué rey
pobre, para que con esa ventaja ricos los reyes, y asistidos de sabios
y doctos, no sean capaces de respuesta en sus errores. Vino a enseñar
a los reyes. Véase en que frecuentemente hablaba con los sacerdotes y
ancianos, y que en el templo le hallaron enseñando a los dotores; que
el buen rey se ha de perder por enseñar, y hace más fuerza; que enseriar a cada hombre de por sí, no era posible, sin milagro; y este
método no le podía ignorar la suma sabiduría del Padre, que era enseñar a los reyes, a cuyo ejemplo se compone todo el mundo. Y esto
hizo, y sólo él lo supo hacer, y sólo lo acertará quien le imitare.
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CAPITULO III
Nadie ha de' estar tan en desgracia del rey, en cuyo castigo, si le pide misericordia, no se le conceda algún ruego.
Señor, el delito siempre esté fuera de la clemencia de vuestra majestad, el pecado y la insolencia; mas el pecador y el delincuente guarden sagrado en la naturaleza del príncipe. De sí se acuerda (dijo Séneca) quien se apiada del miserable; todo se ha de negar a la ofensa
de Dios, no al ofensor : ella ha de ser castigada, y él reducido. Acabar
con él no es remedio, sino ímpetu. Muera el que merece muerte, mas
con alivio que, no estorbando la ejecución, acredite la benignidad del
príncipe. Ser justo, ser recto, ser severo, otra cosa es ; que inexorable
es condición indigna de quien tiene cuidados de Dios, del padre de las
gentes, del pastor de los pueblos. No se remite el castigo por variarse, si
lo que la ley ordena el juez no lo dispone, respetando los accidentes y
la ocasión que habrá sin castigo; digo sin merecerle. Muchos son buenos, si se da crédito a los testigos ; pocos, si se toma declaración a sus
conciencias. En los malos, en los impíos se ha de mostrar la misericordia : por los delincuentes se han de hacer finezas. ¿Quién padeció por
el bueno? Con estas palabras habló, elegante, la caridad de San Pablo
(Ad Roma., 5): Ut quid enim Christus, cum adhuc infirmi essemus, se,
cundum tempus pra impiis mortuus est? Vix enim pro justa quis maritur: nam, pro bono forsitam quis audeat morí? Commendat autem charitatem suam Deus in nobis: quoniam cum adhuc peccatares essemus,
Christus pro nobis mortuus est. Murió el Rey Cristo, Señor, por los impíos, y encomiéndanos su caridad. Todas las obras que hizo Cristo, y
toda su vida se encaminaron y miró a damos ejemplo. Así lo dijo :
Exemplum enim dedi vobis: «Porque yo os di ejemplo.» Niégale San
Pedro; mas ya advertido de que le había de negar; mírale, y no le revoca las mercedes grandes; hízoselas porque le confesó; no se las quita
porque se desdice y le niega. No depende del ajeno descuido la grandeza
de Cristo. A Judas le dice, de suerte que lo pudo entender, que , al que
le venderá le valiera más no haber nacido. Cena con él, lávale los pies ;
da la seña en el Huerto para la entrada, caudillo de los soldados; recíbele con palabras de tanto regalo : Ad quid venisti, amice? «¿A qué
has venido, amigo?» No perdonó diligencia para su salvación ; y al fin
tuvo el castigo que él se tomó. Muere ahorcado Judas; mas del rey ofendido y del maestro entregado no oyó palabra desabrida, ni vió semblante que no le persuadiese misericordia y esperanza. Pídenle los
demonios que no los envíe al abismo : concédeselo. En esto habla la exposición teóloga. Piden que los deje entrar en el ganado; permíteselo.
Ellos lo pidieron por hacer aquel mal del camino al dueño del ganado.
El Rey Cristo les dió licencia, que al demonio la ha concedido fácil20
mente cuando se la ha pedido para destruir las haciendas y bienes temporales; que antes es la mitad diligencia para el arrepentimiento y recuerdo de Dios. Así en Job largamente le permitió extendiese su mano
Satanás sobre todos sus bienes. Quería avivar la valentía de aquel espíritu tan esforzado; y a esta causa no rehusa Dios dar esta permisión
al infierno, pues es hacer los instrumentos del desembarazo del conocimiento propio ; y en esta parte es elocuente la persecución, y pocas almas
hay sordas a la pérdida de los bienes.
CAPITULO IV
No sólo ha de dar a entender el rey que sabe lo que da, mas también lo que
le toman; y que sepan los que están a su lado que sienten aun lo que ellos
no ven, y que su sombra y su vestido vela.—Este sentido en el rey es el
mejor consejero de hacienda, y el primero que preside a todos.
El buen rey, Señor, ha de cuidar no sólo de su reino y de su familia,
mas de su vestido y de su sombra; y no ha de contentarse con tener este
cuidado : ha de hacer que los que le sirven, y están a su lado, y sus
enemigos, vean que le tiene. Semejante atención reprime atrevimientos que ocasiona el divertimiento del príncipe en las personas que le
asisten, y acobarda las insidias de los enemigos que desvelados le espían.
El ocio y la inclinación no ha de dar parte a: otro en sus cuidados;
porque el logro de los ambiciosos, y su peligro y desprecio, está disimulado en lo que deja de lo que le toca. Quien divierte al rey, le depone, no le sirve. A esta causa, los que por tal camino pueden con los
reyes, se van fulminando el proceso con sus méritos; su buena 'dicha
es su acusación, y hallan testigos contra sí los medios que eligieron, y
se ven con tanta culpa como autoridad ; y al que puede, en lo que había
de respetar y obedecer de lejos, nadie le aconseja por bueno sino aquello
que después le sea fácil acusárselo por malo; y en la adversidad la calumnia, que es de bajo linaje y siempre ruines sus pensamientos, califica por fiscales los cómplices y los partícipes. Así lo enseñan siempre a
todos, no escarmentando alguno, las historias y los sucesos:* Es el caso
de este evangelio tal, que rey o monarca que no abriere los ojos en él,
y no despertare, da señas de difunto, que tiene la reputación en poder
de la muerte.
Ha de ser sensitiva la majestad aun en los vestidos. Nadie le ha de
tocar, que no lo sienta, que no sepa que le toca, que no dé a entender
que lo sabe. No ha de ser lícito tomar nadie del rey cosa que él 'no
lo sepa ni lo siena. ¿Qué será que haya quien tome dél para echar a
mal, sin que lo eche de ver el rey, y lo diga?
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Llegue la necesidad recatada, y a hurto y muda, y remédiese ; mas
sepa el necesitado que lo sabe el príncipe, y que atiend e a todo su poder,
de suerte que sabe el que tiene, y el que da, y el que le toman. Distribuya vuestra majestad y dé a los beneméritos, que son acreedores de
toda su grandeza, y tal vez negocie el oprimido por debajo de la cuerda : remédiese con tocar a la sombra de vuestra majestad, que no es más
algún favorecido; mas sepa el uno y el otro, que vuestra majestad sabe
la virtud que salió de su grandeza : entonces será milagro; si no, pasará
por hurto calificado. Si los privados supiesen aprender a ministros del
ruedo de la vestidura de Cristo, cuán bien aseguraran la buena dicha!
El ruedo sirve al señor, es lo postrero de la vestidura, anda a los pies, y
sirve arrastrando: condiciones de la humildad y reconocimiento, que
solamente son seguro de la prosperidad. Medre quien tocare al privado ;
mas, de tal manera, que lo sienta el rey en sí, y lo diga, sin que en él
se quede alguna cosa. Y es tan peligroso en el seso humano ser instrumento de mercedes, que a lo que disponen dan a entender que lo hacen,
y de criados, a los primeros atrevimientos, pasan a señores; y poco
más adelante a despreciar al dueño. Y como Cristo mortificó aquí la presunción de la fimbria de su vestido, diciendo -: «Yo sentí salir virtud
de mí», así lo deben hacer los reyes en todo lo que dispusieren, por
su crédito y el de las propias mercedes y puestos y personas que los
alcanzan ; y es tener misericordia de sus ministros, desembarazarlos de
este riesgo tan halagüeño y de tan buen sabor a los desórdenes del
apetito y ambición de los hombres; pues •quien permite este entretenimiento a su criado, .artífice es de su ruina.
Señor, vuestra majestad no tiene ,otra cosa que haya de estar más
firme en su ánimo, encargada por Dios, que el castigo del consejero que
pide para los pobres, y los vende. Podría en algunas concesiones de las
Cortes, y 'en los demás servicios tenerse cuidado con este lenguaje de
Judas, cuando el que concede medra y el reino padece. Pobres vende
quien enriquece pidiendo para ellos y quien alega por méritos y servicios la ruina de los que se le encomendaron. Miren los reyes por los pobres, que entonces habrán entendido que el primer pobre y más legítimo
necesitado es el buen rey. Rey que se gobierna, rey que se socorre a sí
mismo, y se guarda y mira por sí, ése mira por sus reinos. El que se
descuida de sí propio, y se deja y olvida, ¿por quién mirará, ni de qué
tendrá cuidado? Aquí da voces San Juan a vuestra majestad como privado de Cristo : temerosas palabras son las suyas. Quien de las personas,
criados, hijos, vasallos beneméritos quita o pide la hacienda, honra o
oficios con título de darlo a pobres o emplearlo mejor, en la boca del
Evangelista es Judas; y llámese como se llamare, a él le nombran las
palabras «ladrón que tiene bolsa». El buen ministro conocerá vuestra
majestad, si, cuando los ministros despenseros y el consejero Iscariote
le propusieren cosas semejantes, en que se trata de vender a los pobres
o quitar de k persona real, pusiere en la consulta de buena letra :
«vuestra majestad no lo haga». Quien se lo aconseja es Judas, que le ha
de vender: no lo hace por los pobres que están encomendados a vuestra majestad, y no a él; ladrón es; talegones trae ; lo que dan se lleva;
caridad fingida es su mercancía, piedad mentirosa es su ganancia. Para
los pobres pide ; y pidiendo para ellos, hace pobres y se hace rico.
CAPITULO V
CAPITULO VI
Ni para los pobres se ha de quitar del rey.
La presencia del rey es la mejor parte de lo que manda.
Quien del patrimonio de vuestra majestad, de sus rentas y vasallos,
de su regalo, de su casa, quita para diferentes disinios, sea para lo que
fuere, como no vuelva a su reputación el útil, ese Judas es, de Judas
aprendió; porque quitar del rey, llévese donde se llevare, dése a quien
se diere, es hurto forzoso. No hay necesidad más legítima que la del
buen rey, ni hombre tan pobre, y quien pone al rey en mayor necesidad, destruye el reino; y es arbitrio de los ministros imitadores de Judas poner en necesidad al rey, 'para con los arbitrios de su socorro y
desempeño tiranizar el reino y hacer logro del robo de los vasallos; y
son las suyas mohatras de sangre inocente. Rey sobre sí, y cuidadoso
de su hacienda y reinos, lejos tiene estos ministros que hacen su grandeza
y sus casas con poner necesidad en los príncipes.
En los peligros el rey que mira manda con los ojos. Los ojos del
príncipe es la más poderosa arma ; y en los vasallos asistidos de su señor
es diferente el ardimiento. Descuídase el valor con las órdenes, y discúlpase el descuido. San Pedro lo mostró en el prendimiento y en la
negación, y Cristo en la borrasca, donde enseñó durmiendo.
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Rey que pelea y trabaja delante de los suyos, oblígalos a ser valientes; el que los ve pelear, los multiplica, y de uno hace dos.
Quién los manda pelear y no los ve, ése los disculpa de lo que dejaren de hacer; fía toda su honra a la fortuna : no se puede quejar sino
de sí solo. Diferentes ejércitos son los que pagan los príncipes, que los
que acompañan. Los unos traen grandes gastos, los otros grandes vitorias. Los unos sustenta el enemigo, los otros el rey perezoso y entrete-
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•-•••••••••••••••••• ... ••••••
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nido en el ocio de la vanidad acomodada. Una cosa es en los soldados
obedecer órdenes, otra seguir el ejemplo. Los unos tienen por paga el
sueldo, los otros la gloria. No puede un rey militar en todas partes personalmente; mas puede y debe enviar generales que manden con las
obras, y no con la pluma.
CAPITULO VIII
No ha de permitir el rey en público a ninguno singularidad y entremetimiento,
ni familiaridad diferenciada de los demás.
Señor, los reyes pueden comunicarse en secreto con los ministros y
criados familiarmente, sin aventurar reputación; mas en público, donde
en su entereza y igualdad está apoyado e! temor y reverencia de las
gentes, no digo con validos, ni con hermanos, ni padre ni madre ha de
haber sombra de amistad, porque el cargo y la dignidad no son capaces
de igualdad con alguno. Rey que con el favor diferencia en público uno
de todos, para sí ocasiona desprecio, para el privado odio, y en todos invidia. Esto suele poder una risa descuidada, un mover de ojos cuidadoso.
No aguarda la malicia más preciosas demostraciones.
Si el rey quiere ver, cuando con demasía y sin causa en público se
singulariza con uno en lo que es fuera de su cargo y méritos, lo que le
da mire lo que se quita a sí, pues ni un punto se lo disimula el aplauso,
atento con cudicia a encaminar sus desinios. Luego se hallará solo, y verá
que las diligencias voluntariamente y por costumbre, y los méritos por
fuerza y avergonzados, buscan la puerta del que puede por su descuido:
verá que en él la reverencia es ceremonia, y en el criado negociación;
hallarse ha necesitado de su propia hechura, y si se descuida, temeroso.
En los reyes las demostraciones no han de ser a costa del oficio y cargo
dado por Dios. No peligran tanto los reyes que favorecen en secreto
como hombres; y van aventurados los que por su gusto, fuera de obligación, favorecen en público. Es tal la miseria del hombre, que en gran
lugar no se conoce ni se precia de conocer a nadie; y en miseria todos
se desprecian de conocerle, y se desentienden de haberle conocido. Este
estado es menos dulce, pero más seguro. -No sólamente por sí propio
los reyes no han de engrandecer sin medida a uno entre todos con extremo, sino por el mismo criado. Caridad es bien entendida, si no muy
acostumbrada, no poner a uno en ocasión de que se despeñe y pierda,
donde es frecuente el riesgo. En la prosperidad puede uno ser cuerdo, y
lo debe ser; mas pocas veces lo vemos; y ya que el hombre no mira
su peligro, mire por él el príncipe. No hay bondad sin achaque, no hay
grandeza sin invidia. Si es bueno el valido, o no lo parece, o no lo quie24 —
ren creer; y aunque en público claman todos por la verdad, y por la
justicia, y por la virtud, quieren la que les esté bien, y fuera de sí ninguna tienen por tal.
CAPITULO IX
Castigar a los ministros malos públicamente, es dar ejemplo a imitación de
Cristo; y consentirlos es dar escándalo a imitación de, Satanás, y es introducción para vivir sin temor.
Señor, al ministro insolente, porque se descuida se le ha de reñir,
y donde se descuida. Rey que disimula delitos en sus ministros, hácese
partícipe dellos, y la culpa ajena la hace propia : tiénenle por cómplice
en lo que sobrelleva; y los que con mejor caridad le advierten, por
ignorante; y los mal intencionados, que son los más, por impío. De
todo esto se limpia quien imita a Cristo. Lo propio se entiende del
cuchillo; que también la muerte tiene su vanidad.
Esfuerzan la opinión contraria los que se pretenden asegurar de los
castigos con decir que no está bien que , al que una vez favorecen los
reyes, le desacrediten y depongan, y que es descrédito de su elección,
y que conviene disimular con ellos y desentenderse dotrina de Satanás, con que se introduce en los malos ministros obstinación asegurada,
y en los príncipes ignorancia peligrosa, para que porfiadamente prosigan en sus desatinos.
Quien hace una cosa mal hecha, si en conociéndola pone enmienda
en ella, muestra que la hizo porque entendió que era buena, y es el
castigo santa disculpa de su intención; mas quien la lleva adelante,
viéndola mala y en ruin estado, ese confiesa que la hizo mala por hacer
mal. Rey que elige ministro, si cabe ruin y le depone, hizo ministro
que en la ocasión se hizo ruin; y si le sustenta después de advertido
de sus demasías y desacreditado el tribunal, ese no hizo ministro que
se hizo malo; antes al malo, porque lo era, le hizo ministro ; y así lo
confiesa en sus acciones.
¿Qué podrán alegar en su favor los que son de parecer que lo
que una vez se hizo o dijo, se ha de sustentar, y que no se ha de
castigar en público el ministro que yerra, viendo la severidad y despego y rigor con que Cristo trató al primero de su apostolado, no por
culpa contra su persona, porque se lastimó de su vida y de sus trabajos? Mire vuestra majestad qué se debe hacer con el ministro que
los busca y los compra para su señor, y que quiere para sí el descanso,
y las afrentas para su rey.
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Cualquier castigo basta para un ladrón y un homicida; y todos
son pocos para el ministro y el juez que, en lugar de darles castigo,
les da escándalo. El mal ministro acredita los delitos y disculpa los
malhechores; el bueno, escarmienta y enfrena las demasías.
Los reyes y príncipes que, usurpando la obstinación por constancia,
tienen la honra y grandeza en llevar a fin lo que prometieron, y continuar sus acciones, aunque sean indignas y poco honestas, esos, dejando
el ejemplar de' Cristo, verdadero Rey, siguen la razón de estado de Herodes, y así le suceden en los asientos, cogiendo semejantes escándalos
de sus acciones. «Como hubiese venido día aparejado, Herodes
hizo una cena para celebrar sus años, y convidó a los príncipes y tribunos y primeros de Galilea.» Pocas veces de cenas hechas a tal gente
por ostentación, y ..no por santificar a Dios, se dejan de seguir los inconvenientes y sucesos que en ésta hubo. Si convidara pobres y peregrinos, fuera la cena sacrificio. Convidó ricos y poderosos, y fué sacrilegio.
Rey que se entristece a sí por no entristecer a sus allegados con remediar los excesos y demasías, ese es el rey Herodes. ¿Entristéceste
porque conoces lo mal que la bailadora usó de tu ofrecimiento; y
porque juraste y hubo testigos, degüellas al gran Profeta? Dí, rey,
¿por qué dejas entrar en tu aposento a quien pida la cabeza del Santo?
¿Y por qué sientas a tu mesa, y tienes a tu lado gente que te acobarde
el buen deseo, y que te ponga vergüenza de castigar desacatos? Señor,
quien pidiere con bailes y entretenimientos la cabeza del justo, pierda
la suya. Todos los malos ministros son dicípulos de la hija de Herodías
divierten a los reyes y príncipes con danzas y fiestas; distráenlos en
convites, y luego pídenles la cabeza del justo. Rey hipócrita, ¿quieres
dar a entender que religioso cumples tu promesa por no quebrar el
juramento, y disimulas la mayor crueldad con aparente celo? ¿Entristéceste tú por no entristecer una ramera? Esta es acción más digna de
ignominioso castigo que de corona. Ya que no miraste lo que ofrecías,
miraras lo que pidieron. Mas rey que su bondad no se extiende a más
de entristecerse, no es rey : es vil esclavo de la malicia de sus vasallos;
y es tan desventurado, que hasta el buen conocimiento le sirve de martirio y los buenos deseos le son persecución, y no méritos, pues, se
aflige de consentir maldades, que sabe que lo son, por no afligir a
los que tiene consigo y se las piden y aconsejan casi con fuerza. Ea,
Señor, empréndase valerosa hazaña, a imitación de Dios, que de una
vez con palabra digna del motín de los ángeles derribó al mayor serafín y a todo su séquito, sin que de su parcialidad quedase ninguno. La
mala yerba, si se le cortan hojas, no se remedia, antes esfuerza la
raíz. No importan juramentos, ni palabras, ni empeños. Juramentos hay
de tal calidad, que lo peor dellos es cumplirlos. Sólo de Dios se dice
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que jurara y no le pesara de haber jurado. El crédito de los reyes, está
en- la justificación de los que le sirven; y la perdición, en el sustentamiento de los que le desacreditan y disfaman. A llevar adelante los
errores, a disimular con los malos, ayuda el demonio; y hace castigarlos
y reducirlos Dios. Muy cobarde es quien no se fía desta ayuda, y muy
desesperado quien prosigue con la otra.
CAPITULO X
No descuidarse el rey con sus ministros es doctrina de Cristo, verdadero Rey.
La voz de la adulación, que con tiranía reina en los oídos de los
príncipes, esforzada en su inadvertencia, suele halagarlos con decir que
bien pueden echarse a dormir (quiere decir, descuidarse) con los ministros. Este es engaño, no consejo.
Rey que duerme, y se echa a dormir descuidado con los que le
asisten, es sueño tan malo que la muerte no le quiere por hermano, y
le niega el parentesco: deudo tiene con la perdición y el infierno.
Reinar es velar. Quien duerme no reina. Rey que cierra los ojos, da la
guarda. de sus ovejas a los lobos, y el ministro que guarda el sueño a
su rey, le entierra, no lo sirve; le infama, no le descansa; 'guárdale el
sueño, y piérdele la conciencia y la honra ; y estas dos cosas traen
apresurada su penitencia en la ruina y desolación de los reinos. Rey que
duerme, gobierna entre sueños; y cuando mejor le va, sueña que gobierna. De modorras y letargos de príncipes adormecidos adolecieron
muchas repúblicas y monarquías.
Ni baste al rey tener los ojos abiertos para entender que está despierto; que el mal dormir es con los ojos abiertos. Y si luego los
allegados • velan con los ojos cerrados, la noche y la confusión serán
dueños de todo, y no llegará a _tiempo alguna advertencia. Señor, los
malos ministros y consejeros tiene el demonio (como al endemoniado
del Evangelio) ciegos para el gobierno, mudos para la verdad, y sordos
para el mérito: sólo tienen dos sentidos libres, que son olfato y manos;
y es tan difícil curar un ciego destos, que para sanarle fué menester
mano de Cristo, tierra y saliva : en que, a mi ver, se mostró que sola
la palabra de Dios en las manos de Cristo, que era su Hijo, con el
conocimiento propio, pueden abrir los ojos a tales ciegos.
Y deste género son, y peores por el mayor inconveniente en lo
eficaz de su ejemplo, los príncipes que duermen; porque ciegan voluntariamente, y tienen la ceguedad por descanso, y suelen la perdición
Regarla a tener por disculpa. El ciego no ve, ni el que duerme : peor
es éste que no ve porque no quiere, que el otro porque no puede. El
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uno es enfermo, el otro malo. No sólo es obligación del buen rey cristiano velar para que duerman sus ovejas, sino velar para despertarlas si
duermen en el peligro.
CAPITULO XI
Cuáles han de ser sus allegados y ministres.
¿Cuál tiene, Señor, ni ha tenido puesto al lado de algún monarca,
que lo primero y más importante no juzgue el cercar el príncipe de su
familia, introducir sus padres, no sacar las mercedes de sus hermanos,
preferir su mujer y sus hijos? Cosa es que con la, maña y la cudicia y
el desvanecimiento acreditan con la naturaleza; y acusados se valen
del precepto de honrar padre y padre. ¿Qué haces, soberbio? ¿No
adviertes que de quebrar un mandamiento a torcerle va poco? Quien
te mandó eso, aconseja estotro. Mira si quieres venir a Dios, porque
si quieres, has de aborrecer a tu madre y padre, a tu mujer, a tus
hijos, a tus hermanos y a tus hermanas, y tu vida y tu alma, dando
primero lugar a la ley Evangélica.
nombre de señor. Oiga ternezas de hijos, no miedos de esclavos. Ni buen
rey debe permitir que sus estados se gasten en hartar parentelas. Sean
ministros los que hiciere huérfanos la justificación, y viudos la piedad,
y solos la virtud, aunque la naturaleza lo dificulte; que éstos llama
Cristo nuestro Señor, éstos busca, y éstos admite solos; y si en el reino
espiritual se temen padres y mujer o hermanos, en el temporal, donde
es tan poderosa la asistencia, la importunación y la vanidad, ¿cuánto
será justo temerlo y evitarlo?
Señor, nazca de su virtud el ministro; conozca que le engendró
el mérito, no el padre; tenga por hermanos los que más merecieren,
por hijos los pobres y que entonces, por los padres que deja, viene a
merecer que le tengan por tal todos los que son cuidado de Dios nuestro Señor, que se lo encarga; seránle alabanza los súbditos, y premio
sus desvelos, y podrá ir a vuestra majestad que, en tan nueva vida y en
tan florecientes años, trabaja como padre y no como dueño, y atiende
a que los que le asisten se desembaracen de lo que el Evangelio prohibe
con distinción tan infalible y tan grande.
CAPITULO XII
Es dotrina tan larga y de tal verdad la deste capítulo, que no puede
ser dicípulo de Cristo quien no dejare padres, hijós y hermanos, no
siendo rey (cuyo nombre ya queda dicho que es dicípulo de Dios);
ni puede acertar quien no los dejare, ni puede ser buen ministro. ¿Descamina otra cosa la templanza de los ánimos en la grandeza y privanza,
que la ansia de llenar, con lo que se debe a otros méritos, la cudicia
de los suyos? ¿A qué no se atreve un poderoso por preferir sus padres,
por adelantar sus hijos, por acallar a su mujer, por engrandecer sus hermanos, por desvanecer sus hermanas? ¿Cuál felicidad no adolesció de
las desórdenes de la parentela? Si hubiera un poderoso sin linaje, ese
fuera durable; mas cuando la naturaleza se le haya negado, se le crece
y se le finge la lisonja : todos tienen deuda con el que puede. Grande
precepto aborrecerlos a todos, digo, su desorden. Anteponer a la sangre
más propia y más viva el bien común, lo justo y lo lícito, olvidar la
decendencia y la afinidad, es curar con dieta la persecución casera y el
peligro pariente. Así quiere Cristo que la hagan los que vinieren a él,
y es señal que hacen lo contrario los que van al príncipe de las tinieblas
deste mundo.
Señor, quien viniere a vuestra majestad, si no amare su real servicio
y el bien de sus vasallos y la conservación de la fe y de la religión
más que a sus padres, mujer y hijos, hermanos y hermanas, no sea dicípulo, no acompañe, no asista. Quiera vuestra majestad estas cosas que
le están encargadas, más que a él, y sea rey y reino, pastor y padre; y
haga que la verdad enamorada de su clemencia descanse los labios del
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Conviene que el rey pregunte lo que dicen dél, y lo sepa de los que le asisten,
y lo que ellos dicen, y que haga grandes mercedes al que fuere primer
criado y le supiere conocer mejor por quien es.
¡ Gran servidumbre padece el entendimiento atareado a responder
a sólo aquello que le quisieren preguntar ! La libertad de la conciencia
respira inquiriendo; y los reyes deben saber lo que les conviene, y no
se han de contentar de saber lo que otros quieren que sepan. Una
cosa es oír a los que asisten a los príncipes, otra a los que o sufren o
padecen a esos tales. Sepa, Señór, el monarca lo que dicen dél sus
gentes y los que le sirven; y si esta diligencia pareció a Cristo nuestro
Señor, Dios y hombre verdadero y solamente verdadero rey, tan importante que la ejecutó con sus dicípulos, ¿por qué, Señor, no la imitarán los hombres que por él y en su lugar son administradores de los
imperios?
Considere vuestra majestad, Señor, que el que pregunta y quiere
saber la verdad, no ha de prevenir la lisonja de la respuesta con la
majestad de la pregunta : eso es, Señor, preguntar y responderse, o mandar (preguntando) el género de la respuesta que desea.
Sea conclusión : conviene preguntar el rey lo que dicen dél; es lícito
que el que sirve con más fervor, que confiesa más y conoce la grandeza
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de su señor, hable por todos; es justo que se le hagan juntas, no una,
sino muchas mercedes que correspondan o excedan a sus méritos, y es
conveniente que si errare, con grande demostración se le riña y se le
castigue, sin que se embarace en el favor el castigo.
CAPITULO XIV
Cómo han de dar y conceder los reyes lo que les piden.
Señor, llega un vasallo a pedir a vuestra majestad le haga merced
del oficio de consejero; sea respuesta general: No sabéis lo que os
pedís (suena rigor, y encamina piedad esta cláusula): ¿podréis tener
mis trabajos y padecer mis ocupaciones? ¿Hablar bien, y mejor que
de vos propio, de los que me sirven •más? ¿Podréis solicitar el premio
para el benemérito, y olvidaras del interés propio? ¿Podréis desapasionaras de la sangre y del parentesco, y apasionaras de la necesidad y de
la suficiencia? ¿Alegaréisme mañana, por servicio •para mayores cargos, esta merced que hoy me pedís sin ningunos servicios? ¿Podréis
anteponer a vuestros hijos, sin virtud ni experiencia, los suficientes y
arrinconados? ¿Queréis antes morir tan pobre que pidan para enterraros, que no tan rico que os desentierren porque pedistes? ¿Podréis dejar
antes buen nombre, que nombre de rico? Pues advertid que esto vale,
y esto os ha de costar la ropa y la plaza.
¡ Señor, qué grandes dos jornadas camina la reputación del príncipe que da desta manera! Lo primero, da a conocer el precio de lo
que le piden, y lo segundo, que él lo sabe, y quiere que lo sepan los
que se le pretenden. Así en los demás cargos y oficios es forzoso hacer
esta diligencia, copiándola de la boca de Jesucristo; porque es cierto,
Señor, que los más que pretenden, saben lo que a ellas les está bien,
no lo que está bien al oficio; y esa diligencia está en la obligación del
rey, y a su cargo para su cuenta postrera, donde no tiene lugar de
disculpa, antes le tiene de circunstancia, el «no lo entendí, así me lo
dijeron, engariéme, ni engariáronme».
No tenga vuestra majestad por cosa de poco momento el entristecer
con las mercedes que le pidieren a los que ven que se las piden; que
Cristo, suma sabiduría, lo excusó por inconveniente que para desacreditar todo un monarca no echa. menos otra alguna diligencia. ¡ Grande
y pesada inadvertencia es con una merced, por hacer dichoso al que
pide, hacer tristes 'los que lo ven, y malquistar la justicia y su persona! Mucho cura la suspensión, mucho consuela lo que a mejor tiempo
se difiere. Inconveniente es para los atentos muchas veces dar al que
pide cuando lo pide; y las mercedes propias, apartadas del ruego, me-
nos enconosas son para los demás. El poder soberano de los príncipes
es dar las honras, y las mercedes, y las rentas. Si las dan sin otra causa
a quien ellos quieren, no es poder, sino no poder más consigo; si las
dan a los que las quieren, no es poder suyo, sino de los que se las
arrebatan. Sólo, Señor, se puede lo lícito; que lo demás no es ser poderoso, sino desapoderado: «No es de mí dároslo a vosotros.» ¡ Oh voz
de Rey eterno, en quien no hay cosa que no sea Dios, sabiduría y verdad,
siendo todo en su mano! Y el Señor de todo dice : «No es de mí
dároslo a vosotros»; ¡ y eran sus primos, y de su colegio sagrada!
Dé vuestra majestad juntamente el oficio y noticia de lo que vale,
y no dé entristeciendo a los que ven dar a otros; ni entristezca por no
dar al benemérito que pide; que, dicípulo deste Evangelio, lo conseguirá todo.
CAPITULO XV
Buen ministro.
No es buen ministro el que mira por la seguridad del príncipe y por su descanso y el de sus allegados: sólo ese,. si olvida los
pobres, en nada sabe lo que se dice. Sólo es buen ministro quien derechamente mira a los necesitados. Quien da al poderoso, compra, y
no da ; mercader es, no dadivoso; logro es el suyo, no servicio; más
pide dando que pidiendo, porque pide obligando a que le den. Quien
pide para el que manda, toma para sí : cautela es, no caridad ; no sabe
lo que dice; y el mejor remedio es saber lo que con él se ha de hacer.
Y copie vuestra majestad esta respuesta del Evangelista, que vendrá
siempre a propósito 'en muchos sucesos; y de los ministros que con
afectación se le mostraren muy celosos de su reposo y descanso, tenga
más sospecha que satisfacción; y esté vuestra majestad acautelado
contra este género de amor que peca en trampa contra la autoridad;
pues tanto es mayor el interés del que puede, cuanto más le deja el
rey que haga de lo que a él sólo toca : haláganle con el sosiego, y
desautorízanle y desacredítanle con el divertimiento del cargo real.
,
CAPITULO XVI
Cómo y a quién se han de dar las audiencias de los reyes.
Tiene tantos achaques en el ánimo más puro el ser ministro en palacio, aunque sea en menudencia, como la puerta donde el portero no
es otra cosa sino una dificultad de la llave, y hacer mal acondicio-
30 -
3i
nada la cerradura y desacreditar el paso, que enferma con desabrimiento los ánimos más puros. Y conócese bien, pues en los ánimos de
los apóstoles puso el dar las audiencias despego merecedor de reprehensión tan severa, como Cristo con demostración les hizo.
Señor, todo lo hacen al revés los reyes que no se dan, sin interpretaciones y comentos de cudiciosos, a la imitación de Cristo. Retiramiento afectado en los reyes o confiesa sospecha suya o desconfianza;
y si es maña, ni disimula ni autoriza; porque la malicia quejosa en
los vasallos imagina lo que puede ser y adelántase a cualquier prevención. Rey que se cierra con los ambiciosos y los tiranos, con cuidado
se guarda de los buenos y santos y leales. da la llave de la puerta
a quien había con particular recato de esconder la casa. ¿De quién te
guardas, ¡ oh descaminado señor!, si te entregas a los que había s de
temer?
El pobre y desamparado ha de buscar al rey, y el rey ha de buscar
al benemérito ; y si los ministros le escondieren el uno y le despidieren
los otros, su oficio es llamar a aquéllos y reprehender y castigar a éstos.
¿Por qué no parecerá bien, cuando un gran monarca va cercado de
armas (en que sólo está el ruido, no la majestad de su persona), y el
soldado aparta la viuda y el güérfano, llamarlos él y traerlos a sí, considerando que los menesterosos son la verdadera guarda suya y su más
honrado acompañamiento ; y la pompa, que no es vana y es preciosa
para hablar a los reyes, sólo ha de ser la necesidad y el trabajo?
El rey es persona pública; su corona son las necesidades de su
reino : el reinar no es entretenimiento, sino tarea; mal rey el que goza
sus estados, y bueno el que los sirve. Rey que se esconde a las quejas
y que tiene porteros para los agraviados y no para quien los agravia,
ése retírase de su oficio -y obligación, y cree que los ojos de Dios no
entran en su retiramiento, y está de par en par a la perdición y al
castigo del Señor, de quien no quiere aprender a ser rey.
No hay otro oficio en palacio que medre dando, sino el de las
audiencias, y por eso quiere más cuidado en todo.
Esta dotrina referida no la aprobarán los poderosos que hacen su
caudal de la persecución, desamparando los buenos.
¡ Qué república tan diferente de la que mantienen los reyes del
mundo! Aquí los ricos no pueden entrar, y entre nosotros no saben salir.
Llama a los pequeños, y despide a los poderosos, no porque no admite el reino a todos, sino porque ellos se son estorbo a sí, y en este
mundo embarazan y ocupan la entrada a los pobres, y en el otro,
como la puerta es estrecha y el camino angosto, ni por 'el uno ni por
la otra caben.
32 —
CAPÍTULO XVII
Buen criado del rey que se precia de serlo.
No es criado ni ministro del rey el que afecta la grandeza en tal
manera, que no sólo es igual a su rey, antes superior; éste esinvdo
de la corona, émulo del poder, tirano, criado a los pechos del favor,
y alimentado y crecido por la soberbia del desconocimiento y la codicia.
Señor, criados han de tener los reyes, unos más cerca de su persona que otros, y la voluntad no será en todos igual, y determinará con
más afecto en algunos; y entre ellos podrá ser que uno solo sea dueño
de la voluntad del príncipe. No está en eso el inconveniente, si el rey
sabe en qué cosas puede hacer a su criado dueño de su voluntad, y el
criado cómo ha de usar deste favor y estado.
Rey que llama criado al que le violenta y no le aconseja, al que
le gobierna y no le sirve, al que toma y no pide, no pasa la majestad
del nombre : es un esclavo, a quien para mayor afrenta permite Dios
las insignias reales. No hablamos deste que le mira con desdén la advertencia cristiana y piadosa. Este tal, Señor, hace justicia de sí propio, y
depónese a vista del mundo de la dignidad que alcanzó de Dios para
su condenación; y cuando se resigna a sí en otras manos, confiesa su
insuficiencia; porque cuando en un rey reina un criado, aquella boca
cristiana, ni la lengua de la verdad no le llama rey, sino reino de su
ministro; y así se ha de llamar.
La maña de los criados ambiciosos, en los príncipes divertidos,
con facilidad acredita los errores y desautoriza la justificación bien
ordenada. Si los consejos proponen y el criado determina, la experiencia y las leyes, y en ellas la prudencia y la razón, sirven al albedrío. El rey, Señor (dice un árabe), ha de ser como águila, que ha de
tener cuerpos muertos a su alrededor; no ha de ser cuerpo muerto que
tenga alrededor águilas. A los reyes la majestad de Dios, cuando ordenó
que naciesen reyes, dióles la administración y tutela de sus reinos;
y hízolos padres de sus vasallos y pastores; y todo esto les dió con
darles el postrer arbitrio en todo lo que les consultaren y propusieren
sus consejos y vasallos y reinos. Pues si eso diese un rey a otro hombre,
¿qué guardaría para sí? Nada; porque la corona y el cetro son trastos
de la figura, embarazosos y vanos. ¿No era renunciar el reino? Sí ; no
puede negarse, y es cortés manera de hablar. Era despreciar la mayor
dádiva de Dios, y obrar contra su voluntad, en perjuicio de tantas
almas; pues da el reino a quien Dios no quiso dársele ni halló digno
de tal oficio, y es dar el rey lo que. Dios le dió para que le sirviese
con ello.
— 33
Diga a voces la vida de Cristo qué cosa ha de encargar un rey a
su criado, y qué han de ser los criados de los reyes.
Lo primero, no han de ser profetas; así lo dice San Juan : «No
soy profeta.» No hay cosa que tanto desacredite y apoque los reyes,
como criado profeta que responda a los negociantes: «Eso se hará :
yo haré que se despache; darle han el oficio; saldrá con su pretensión.» Estos son profetas; y dando a entender que saben lo que ha de
ser, en todo apocan el poder de su señor.
Han de ser voz del desierto. Yo entiendo aquí eco, porque el eco
por sí no dice nada ; repite lo que dice otro, y no todo, sino los últimos acentos. Así ha de ser el criado, que ha de decir lo que el rey
dice, y no tanto como él: unos finales; no al revés, que el rey diga
lo que dijere el eco; y cuando lo quieran entender de otra suerte, ha
de ser voz, no lengua, que es serial que ha de ser formado, y 'no Na
de formar; y no basta que sea voz, sino que lo sea en desierto, sin
pompa afectada, sin acompañamientos ambiciosos, compitiendo el cortejo al rey.
De San Juan Bautista, gran criado y valido, no fió Cristo otra cosa
que los peligros de la verdad entre los príncipes y reyes. Cuáles son
estos peligros en palacio, véase en la brevedad con que la inquietud
y juguetes de unos pies deshonestos tuvo por precio de su descompostura la cabeza del Precursor, postre de un banquete y premio de
un baile, habiendo sido su pompa el desierto, su ejercicio la penitencia, y llamábase voz que gritaba en desierto. Ni puede ser buen criado
quien no lo fuere así; pues eso es ser verdad y decir verdad y tratar
verdad, pues los que afectan y profesan ser precursores de la mentira,
y a quien los reyes encargan los acrecentamientos del engaño, son voz
que clama en poblado; y si el clamar fuese pidiendo, esa sería voz
que roba en poblado.
Sirva el criado, y merezca ; no mande, no sea árbitro entre el rey
y los Consejos; traiga al rey las consultas y los papeles, y alivie al
rey él trabajo del mudar las bolsas de los Consejos de una parte a otra,
y de abrir los pliegos, de disponerse a los aciertos con su parecer.
Cristo se informaba de las partes y de las propias cosas que trataba :
no creía relaciones. Tentáronle con malicia y cautela en la materia de
jurisdicción; y para responder, mandó parecer las monedas y que ellas
hablasen por sí y informasen con sus figuras; y no quiso que en su
presencia, en negocios de importancia, una cosa hablase por otra, aunque fuese sin voz.
Lo postrero es, que no ha de desmerecer ninguno por no ser del
cortejo del privado, ni del valido; ni por serlo, de adelantarse a otro.
Cristo en San Juan lo enseña por San Lucas, capítulo 9. Dijo Juan :
«Maestro, vimos a uno que en tu nombre lanzaba demonios, y prohi34 —
bímoselo, porque no sigue con nosotros.» Responde Cristo: «No se lo
estorbéis». No es causa para que no tenga el oficio, el cargo, la dignidad, que el criado diga : «Señor, no es de los nuestros, no acompaña
conmigo.» Cristo manda que le dejen hacer milagros al que no tiene
contentos y satisfechos a los suyos.
CAPITULO XVIII
A quién han de ayudar, y para quién nacieron los reyes.
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Grandes cosas puso Dios delante a los reyes en este capítulo! I Terribles voces los da con su ejemplo!
Buen rey y malos ministros es cosa dañosa a la república; y hubo
árabe que tuvo opinión que era mejor mal rey y buenos ministros. El
ángel venía a dar virtud a las aguas,,revolvía la piscina. Pero si siendo
un ángel el que venía del cielo, el que asistía a esta obra, eran tales los
ministros, que había treinta y ocho años que estaba éste en su enfermedad por falta de hombre, ¿qué importa que el rey sea un ángel, si
los ministros son demonios, y entre todos ellos no haya un hombre
quien más le ha menester? ¿Qué cosa es una república sin una piscina? ¿Qué ha de ser un rey sino un ángel que la mueva y la dé virtud? ¿Qué cosa son los pretendientes, y los beneméritos, y los agraviados, y los oprimidos, y los pobres y las viudas, sino enfermos que aguardan salud de las aguas de la justicia y de la misericordia y grandeza del
rey? Pero si los ministros son tales que prefieren unos a otros por su
voluntad, y olvidan al que más necesidad tiene, obligarán a que venga
Dios a desagraviar los desvalidos.
Pues si en la piscina que revolvía un ángel que bajaba del cielo,
había esta desorden, ¿qué habrá en la del gobierno y los cargos y mercedes, que las más veces la revuelve Satanás, y las más veces la revuelven los hombres, o son ministros los diablos, que por otro nombre se
llaman los ambiciosos, los soberbios y los tiranos? Señor, bueno es que
el rey sea ángel; mas ha de ser para los que supieren ser hombres
con los necesitados. Angel ha de ser; mas por su mano ha de revolver
las aguas de la piscina. La virtud él la ha de dar, y no otro; no lo ha
de remitir a nadie.
Los reyes nacieron para los solos y desamparados; y los entremetidos,
para peligro y persecución y carga de los reyes. Déstos han de huir hacia
aquéllos. Quien solicita y pretende el cargo, le engaita, o le compra o le
arrebata; quien se contenta con hacerse por la virtud digno dél, le merece. A estas cosas no se ha de acudir por relaciones y por terceros:
los ojos y los oídos del rey han de ser los más frecuentes ministros.
— 35
Los necesitados no han de buscar al rey ni a los ministros: esa diligencia su necesidad la ha de tener hecha; los ministros y los reyes han de
salirles al camino; ése es su oficio, y consolarlos y socorrerlos, su premio. Para saber si gobierna Satanás una república, no hay otra serial más
cierta que ver si los menesterosos andan buscando el remedio, sin atinar
con la entrada a los príncipes.
Señor, dos cosas vemos en este evangelio : que el rey ha de ser
ángel para dar virtud y hacer milagros y revolver por su mano la piscina, pues así tendrá virtud, y de otra mano veneno y muerte; y que
ha de ser hombre para remediar los necesitados, y dolerse dellos, y
desagraviados y darles consuelo.
CAPITULO XX
El rey ha de llevar tras sí los ministros; no los ministros al rey.
El rey imitador de Cristo ha de considerar que él dijo, para decir
que era verdadero rey del cielo y verdadero Dios: «Yo soy camino,
verdad y vida.» El rey es camino (claro está) y verdad y vida. ¿Pues
cómo podrá ser que el camino siga al caminante, debiendo el caminante
seguir el camino? El rey que es camino y verdad, es vida de sus reinos;
el que es descamino y mentira, es muerte. Rey adestrado, es ciego; enfermedad tiene, no cargo; bordón es su cetro ; aunque mira, no ve. El
que adiestra a su rey, peligroso oficio escoge; pues, si lo ha menester,
se atreve al cuidado de Dios; mucho se aventura si el rey no lo ha
menester. No le guía, le arrastra y le distrae; cudicia, y no caridad tiene. No es servicio el que le hace, sino ofensa; y disculpa los odios de
todos contra su persona.
De ninguna manera conviene que el rey yerre; mas si ha de errar,
menos escándalo hace que yerre por su parecer, que por el de otro.
Nada ha de recelar tanto un rey como ocasionar desprecio en los suyos;
y éste sólo por un camino le ocasionan los reyes, que es dejándose gobernar. Un rey cruel es rey cruel, y así en los demás vicios; mas un rey
falto de discurso y entendimiento (si tal permitiese Dios), como para
ser rey ha de ser primero hombre, y hombre sin entendimiento y razón
no puede ser, ni sería rey, ni hombre ; y.el desprecio le hallaría semejante
a cualquier afrentosa comparación. Y por esto nada ha de disimular
tanto un príncipe, como el tener necesidad en todo de advertencia, y
haber de decir siempre : «Llevadme y guiadme ; yo iré tras vosotros.»
Y al ministro que tiene a cargo el suplir la falta de su príncipe, sola le
puede conservar la arte con que hiciere que se entienda siempre que
obra su señor sin dependencia; porque el día que se descubriere el
defecto (o por vanidad mal entendida del allegado, o por descuido artificioso para espantar con la omnipotencia o llamar a sí las negociaciones,
36 -
persuadido de la cudicia), ese día sigue al uno el desprecio, y al otro el
peligro manifiesto y merecido; y cada uno presume de apoderarse de
aquella voluntad, y nadie echa al otro sino por acomodarse; y por esto
unos serán persecución de otros, y nunca se tratará del remedio; y será
la variedad, si no peor en los efectos, más escandalosa y aventurada.
Mire vuestra majestad los que llevan a los reyes adónde los llevan :
al templo para que se despeñen, al monte para que los adoren; todo
al revés, y todo a su propósito. Pues si el diablo se atreve a llevar a
Cristo a estas estaciones, ¿adónde llevará a los hombres. que se dejaren
llevar dél y de los suyos?
El corazón de los reyes no ha de estar en otra mano que en la de
Dios. El Espíritu Santo lo quiere así, porque el corazón del rey en la
mano de Dios está sustentado, favorecido y abrigado; y en la de los
hombres, oprimido, y preso y apretado. ¿Quién puede errar, siguiendo
en vuestra majestad los pasos, siempre encaminados a tanta religión,
justicia y verdad, acciones tan piadosas, y deseos tan verdaderamente
encendidos en caridad de sus vasallos y reinos? Y al fin, Señor, quien
sigue a su rey va tras la guía y norte que Dios le puso delante; y
quien le lleva tras sí, si tan detestable hombre se hallase, de su luz hace
,sombra. No quita esto que el rey y el príncipe no sigan el consejo y la
advertencia; pero hay gran diferencia entre dar consejo y persuadir consejo. Una cosa es aconsejar, otra engaitar. Tomar el rey el consejo
es cosa de libre juicio; que se le hagan tomar es señal de voluntad
esclava. Señor, el buen criado propone, y el buen rey elige; mas el rey
dejado de sí propio, obedece.
No sólo deben los reyes no andarse tras otro, ni dejarse llevar donde
otro quisiere, sino que inviolablemente han de mirar que los que le
siguieren a él puedan decir, y digan : «Ves que lo hemos dejado y te
hemos seguido»; porque en lo que se peligra al lado de los reyes, es
en no dejar nada para otro, y en tomárselo todo para sí.
,
CAPITULO XXI
Quién son ladrones y quién son ministros, y en qué se conocen.
. ¡Quépocsmintrabehdsnlor,yapt
las joyas! ¡ Qué pocos hay esquivos a la dádiva! ¡ Qué pocas dádivas hay
que sepan volver por donde vienen! Pues, Señor, no es severidad de mi
ingenio, o mala condición de mi malicia; no tengo parte en este razonamiento: San Pablo pronuncia estas palabras. Quien cudicia el oro y la
plata, es ladrón, a robar vino, no entró por la puerta; porque el buen
ministro, el buen pastor, no sólo no ha de cudiciar para sí, pero lo
mismo ha de protestar de los suyos, para quien tampoco tomó nada;
— 37
1~91)~~,
que a sí y a ellos dice que sus manos daban lo que habían menester.
Tan lejos ha de estar el pedir, del ministro, que aun por ser pedir
limosna pedir, ha de trabajar primero en su ministerio, que pedirla : así
lo hizo San Pablo. ¡ Qué honroso sustento es el que dan al ministro sus
manos! ¡ Qué sospechoso y deslucido el que tiene de otra manera, al
juez, al obispo, al ministro o al privado! Sus manos le han de dar lo que
ha menester, no las ajenas. Así lo. dice San Pablo, y con eso justifica el
haber cumplido su ministerio con la pureza que debía. Miren los reyes
a todos a las manos, y verán si se sustentan con las suyas, o con las de
los otros; y también conocerán si entran por la ventana, o por la puerta :
pues los que entran por la puerta, entran andando; y los que entran
por otra parte, suben arañando, y sus manos son sus pies, y las manos
ajenas sus manos.
CAPITULO XXII
Al rey que se retira de todos, el mal ministro le tienta, no le consulta.
«Entonces fué Cristo llevado al desierto por el Espíritu, para que
fuese tentado del diablo.»
Espíritu se entiende por el Espíritu Santo. Entró Satanás, viendo retirado a Cristo, a negociar con él; y estánle remedando todos los malos
ministros con los príncipes que se retiran.
A los solos no hay mal pensamiento que no se les atreva ; y el ministro Satanás al príncipe apartado de la gente osadamente le embiste;
porque quien trata con uno sólo, él propio guarda las espaldas a su
engaño y perdición, y él la ocasiona y asegura de sí, para que se le
atrevan los vanos y cudiciosos. Quien a todos se descubre y no se escon,
de a sus gentes, pone en peligro manifiesto los mentirosos, la ambición
y la mafia, y déjase hallar de la verdad.
Tres memoriales trujo para despachar, creciendo el desacato y atrevimento de uno en otro. Y el primer memorial contenía tal petición :
«Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se vuelvan panes.» Había
dicho Cristo: «¿Quién hay de vosotros que, si su hijo le pidiere
pan, le dé una piedra?» Para dar piedras a quien ha menester pan, no
basta ser mal hombre, es menester que sea Satanás. Por eso dice Cristo
que no habrá hombre dellos que lo haga.
Y eso es lo que el , diablo hace con Cristo : vele con hambre, flaco,
en ayuno tan largo, y ofrécele piedras. Lo mismo hacen los ministros°
que ven a sus reyes en desiertos; habiendo ellos con sus tiranías hécholes desiertos los reinos: en lugar de socorrerlos, los tientan; piedras les
ofrecen cuando tienen necesidad de pan.
Digo, Señor, que el primer memorial que despachó fué que hiciese
de las piedras pan ; por aquí empieza sus despachos todo mal ministro.
En sí y en lo que le sucede lo verán los príncipes; pues el que llega a,
38 —
su rey proponiéndole un idiota, un vicioso, un vano, un mal intencionado, un usurero, un cruel, para el obispado y para la judicatura, para el
virreinato, para la secretaría, para la presidencia, ése ¿qué otra cosa
propone sino el memorial de Satanás, que de las piedras del escándalo
de la república, endurecidas en sus vicios, haga pan? Y estos malos
ministros, siempre sujetos a •la cudicia insaciable, procuran (por mayor
interés) que los reyes hagan de las piedras para ellos pan ; pues el hacer
de un mañoso indigno de algún lugar, un prelado, es suyo el provecho.
El segundo negocio que pretendió despachar fué éste : Assumpsit eum
diabolus in sanctam civitatern, et statuit eum super pinnaculum templi,
et dixit ei: Si filius Dei es, mitte te deorsum. Dice que «le arrebató, que
le llevó aprisa (se entiende el demonio, con permisión suya : así lo
declara Maldonado) a la ciudad santa, y le puso sobre el pináculo del
templo, y le dijo (este es el memorial): «Si eres hijo de Dios, échate
de ahí abajo.»
Lo primero que propone el ministro Satanás y tentador, es que haga
de las piedras pan, como hemos dicho. Lo segundo a que se atreve es
pedirle que se despeñe. que no repare en nada : eso es despeñarse.
Y no deben fiarse los reyes de todos los que los llevaren a la santa
ciudad y al templo; que ya vemos que a Cristo el demonio' le trujo al
templo. ¿Qué cosa más religiosa y más digna de la piedad de un rey,
que ir al templo y no salir de los templos. y andar de un templo en
otro? Pero advierta vuestra majestad que el ministro tentador halla en
los templos despeñaderos para los reyes, divirtiéndolos de su oficio ; y
hubo ocasión en que llevó al templo, para que se despeñase, a Cristo.
El postrer negocio, en que Satanás mostró lo sumo a que puede
llegar su descaramiento, refiere el Evangelista en estas palabras: «Otra
vez le arrebató el demonio, y le llevó a un monte excelso, y le enseñó
todos los reinos del mundo, y su gloria; y le dijo: «Todo te lo daré, si
cayendo me adorares.»
El ministro que propone el primer memorial, que es hacer de las
piedras pan, de los insuficientes y no beneméritos, magistrados; el segundo que propone alentando su insolencia, es que se despeñe como
hemos visto; y a estos dos sigue el tercero y último, que es decirle que
se hinque de rodillas y le adore : tenerle en poco, despreciarle, que el
rey ruegue y el vasallo lo mande. ¡ Aquí puede llegar la soberbia y el
desvanecimiento : a trocar los oficios del señor al criado!
Pues, Señor, si Satanás, habiendo propuesto a Cristo el primer memorial y habiéndole despachado mal y con advertencia severa, se atrevió a proponer el segundo, de que se despeñase ; y habiéndole en él reprehendido con rigor, se atrevió a consultarle el tercer memorial de que
adorase caído en el suelo, ¿qué hará con el rey que despachare bien el
primero, y mejor el segundo? Paréceme a mí que el tercero va negociado
sin resistencia: luego sin duda adorará a Satanás y a su tentación. Pon-
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dero yo que le llevó al templo a despeñarle, y al monté a que le adorase,
pareciendo que la idolatría suya estuviera más en el lugar que quería en
el templo, que en el monté; y conócese que procura desconocer su intento y disfrazar su desinio con el nombre de la santa ciudad, y con el
templo. Así disfrazan su intención los que osan tomar los altares por
achaque a sus cautelas.
Señor, ministros que lo ofrecen todo, son diablos. Dijo Satanás :
«Porque me las han dado a
mí, y yo las doy a quien quiero.» Y es cierto que lo da como lo tiene.
Ofrecen reinos y glorias porque los adoren. Dan cosas momentáneas, a
trueque del alma, que no tiene otro precio que la sangre de Cristo nuestro Señor. Cuántas veces entenderá vuestra majestad que uno es ministro, y que negocia; y a pocos lances conoce que es Satanás, y que le
tienta! Si quisiere que vuestra majestad haga de las piedras pan, no
hacerlo, y convencerle; que así se castiga su cudicia. Si pidiere que se
despeñe vuestra majestad con pretexto de santidad y buen celo, castigarle con reprehensión la insolencia. Si propusiere que le adoren, y tocare
en la reverencia y dignidad real, llamarle Satanás, que es su nombre ;
despedirle como a Satanás, y castigarle como a sacrílego y traidor.
Quia mihi tradita sunt, et cui volo do
CAPITULO XXIII
Consejercs y allegados de los reyes; confesores
y privados.
Señor, quien ha de aconsejar a un rey y a los que mandan y quédan en peligro, ha de ser estas tres cosas: porque quien fuere camino
verdadero, será vida; y el camino verdadero de la vida es la verdad;
y la verdad sola encamina a la vida. Ministros, allegados y confesores
que son caminos sin verdad, son despeñaderos y sendas de laberinto
que se continúan sin diferencia, en ceguedad y confusión : en estos
tales ve Dios librada la perdición de los reyes y el azote de las monarquías. Espíritu de mentira en la boca del consejero, ruina del rey y del
reino.
Arte suele ser de los ambiciosos solicitar con el parecer ajeno autoridad a sus mentiras y crédito a sus consultas: esto llaman saber rodear
los negocios. Mucho deben mirar los reyes y temer el servirse en ninguna
parte de criados que buscan más el regalo de sus oídos, que ,la quietud
de sus almas, vidas y honras. Responde el profeta como varón de Dios:
«Vive Dios que he de decir cualquier cosa que Dios me dictare.» En
esta libertad y despego está la medicina de los príncipes.
Murió Acab, porque creyó a los engañadores, y no a Miqueas. Salió
con su promesa el espíritu que ofreció su muerte, sólo con poner el
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engaño en la boca de sus consejeros; y así sucederá a todos los príncipes que, no escarmentando en este sujeto, gastaren sus reinos en premiar lisonjas y en comprar mentiras.
iGran cosa que este rey no se fiase de sus profetas, que hiciese diligencias por un varón de Dios, que inviase por él, que le oyese, que no
se contentase con la primer respuesta que le dió a su gusto, que le
conjurase por Dios que le dijese la verdad : todo a fin de despreciar con
más requisitos a la verdad y a Dios, abofetear al profeta, meterlo en
prisiones sin piedad ni respeto! Rey que oye al predicador, al confesor,
al teólogo, al santo varón, al profeta; que lee libros —para no hacer
caso dellos, para castigarlos y despreciarlos, para dar lugar a que Sedecías
los afrente, para prenderlos—, ése solicita la indignación de Dios
contra sí, y todo su cuidado le pone en hacerse incapaz de su gran misericordia. Morirá ese rey ; y como a Acab, lamerán su sangre los perros.
CAPITULO XXIV
La diferencia del gobierno de Cristo al gobierno del hombre.
Mucha es la diferencia en este capítulo, y pocas las palabras. Cristo
la pone en estas pocas, cuando dice : Petite, et accipietis : «Buscad, y
hallaréis ; llamad, y abriros han ; pedid, y recibiréis.»
Satanás, gobernador de la tiranía del mundo, ordena al revés estas
cosas en los príncipes de las tinieblas deste mundo: «Buscad, dice, y
hallaréis vuestra perdición, quien cs robe, quien os engañe.» No logra
otra cosa la solicitud del mundo, porque buscan lo que se había de huir.
Declárase Cristo, cuando dice : «Buscad primero el reino de Dios» ;
y aquí, en estas repúblicas enfermas, lo primero se busca el reino de
Satanás.
«Llamad, y abriros han.»
No habla esto con las puertas de los malos ministros, ni con las de
aquellas audiencias donde tiene nombre de portero el estorbo de los méritos y el arcaduz de los mañosos. En el reino de Cristo se llama a las
puertas, sin haber más costosa diligencia. En estas puertas que el cerrarlas es cudicia y el abrirlas interés, la llave es el presente y la dádiva :
Dice Satanás, oponiendo su gobierno al de Cristo : «Derramad, y hallaréis; comprad, y abriros han.» ¡Oh gobierno infernal! ¡ Oh puertas peor
acondicionadas que las del infierno : pues ellas se abrieron a la voz de
Cristo, y en vosotras cada ruego, cada palabra, es un candado más y un
cerrojo; y cada presente una ganzúa, y cada promesa una llave maestra!
Velas de par en par el rico y el introducido, y a piedra lodo el benemérito que las há menester.
No hay otro oficio, en las casas destos que venden el sentido del oír,
más sospechoso. Ministro que tiene portero, ése quiere (cerrando la puer-
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ta) que entren todos por otra parte : ya se sabe que «quien no entra
por la puerta, sino por otra parte, es ladrón». Otra cosa es la que Cristo
dice por San Mateo: «Entrad por la puerta angosta.» La puerta angosta es la que abren los méritos y las virtudes y los servicios. La
puerta ancha, que lleva a la perdición, es la puerta que descerrajan las
dádivas, y la que se compra.
Pedid y recibiréis; así, lo prometió, así lo ordenó : Ora Patrem tuum
in abscondito; et Pater tuus, qui videt in abscondito, reddet tibi. Quien
pide recibe en el reino de Dios, y en el de la justicia y en el de la verdad.
No todos los que parece que piden, piden : unos engaitan, otros adulan,
otros engañan, otros mienten; pocos piden. Pedir es : con razón; servicios, méritos, partes. Y siendo esto así, no había de ser necesario otra cosa
para alcanzar todo lo que se pretendiese; pues esto excusara las diligencias de la maña y de la cudicia. No así hacen los tiranos imitadores
de Satanás : su precepto es opuesto a la igualdad y blandura del de Cristo. Dicen así : «Dad, y daros han; dad más, y os darán más; hurtad
para dar y para tener, y obligaréis a que os den que recibáis. Facilitad
delitos, aconsejaldos, tomar parte en su ejecución, y recibiréis.» ¿A quién,
como dijo la epigrama, se da, sino a los poderosos? Es la causa que dan
para que les den : éstos compran, no dan; parece presente y es mercancía. No obligan con lo que dan, sino hurtan. Es el modo que permite
Dios, para la perdición de los ladrones y cudiciosos que roban a los pobres para tener con qué comprar oficios y honras de los más poderosos.
Dícelo así el Espíritu Santo en los Proverbios: «Quien calumnia y
persigue al pobre, por aumentar su riqueza, dará a otro más rico y empobrecerá.» Ese es el camino de perdición para los cudiciosos; ni se ve
otra cosa en el mundo. Y quitar al que lo ha menester para dar al que
no lo ha menester, es injusticia, y no puede carecer del castigo de empobrecer. Ni ha inventado la cudicia más feo modo de empobrecer que
el de aquellos miserables que se destruyen por dar a otros más ricos.
¡ Oh providencia de Dios, que tan •severamente advertida preparas
la penitencia en el arrepentimiento diferido a estos que por cargar de
oro al rico desnudan al pobre! Y a éstos es a quien da el gobierno. del
mundo, primero el pago, que satisfacción. ¡ Qué secreta viene la perdición a toda diligencia en los deseos del malo, a quien las más veces castiga Dios sólo con permitirle y concederle las cosas que le pide! Hay
otro género de maldad, introducida con buena voz a los ojos del mundo,
que es quitar de los pobres para ofrecer a Dios; y no es menor delito que
el de Judas, que quiso quitar de Dios para los pobres. Adviértelo el
Eclesiástico en el cap. 34: «El que hace ofrenda de la sustancia de los
pobres, es como el que degüella a un hijo delante de su padre.»
Paréceme, Señor, que oyendo vuestra majestad dar voces a Cristo
por la pluma de los Evangelistas, no ha de permitir que dejen de obederse las órdenes de Cristo; pues no se acuerda España de haber tenido
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rey, en su persona y deseos, intención y virtudes, más ajustado a la verdad y a la justicia, piedad y religión católica; y si fuese poderoso para
que los que le sirviesen le imitasen, nos veríamos en el reino de la paz.
Y no desconfío de que lo procuran todos los que vuestra majestad tiene
a su lado; mas deseo que Dios nuestro Señor haga esta merced a su
corona y a sus vasallos, de que todos los que le asisten le sean semejantes : que entonces el gobierno de Dios, y la política 'de Cristo prevalecerá contra la tiranía de Satanás.
PARTE SEGUNDA
CAPITULO IV
Las señas ciertas del verdadero rey.
Cum autem venissent ad eum, etc.: «Como los varones viniesen a
él, dijeron : «Juan Bautista nos invía a ti, diciendo : ¿Eres tú el que has
de venir, o esper-amos a otro?» En la misma hora curó muchos de sus
enfermedades y llagas y espíritus malos, y a muchos ciegos dió vista.
Y respondiendo Jesús, los dijo : «Idos, y decidle a Juan lo que visteis y
oisteis: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos guarecen, los sordos
oyen, los muertos resucitan.» (Luc., 7; Matth., i t.)
Estas palabras de los Evangelistas son las verdaderas y solas señas
de cómo y cuáles deben ser los reyes; no de cómo lo son algunos, que
esto lo escribió Salustio en la Guerra de Yugurta, con estas palabras :
Nam impune quaelibet (acere, id est regem esse: «Porque hacer cualquier cosa sin temer castigo, eso es ser rey.» Puede ser que el poder soberano obre cualquier cosa sin temer castigo; mas no que si obra mal, no
le merezca. Y entonces la conciencia con muchos pasos le penetra en los
retiramientos del alma los verdugos y los tormentos (que divertido ve
ejercitar en otros por su mandado), los cuchillos y los lazos. Si conociese
que es la misma estratagema de la divina justicia mostrarle los verdugos en el cadahalso del ajusticiado, que la que usa el verdugo con el que .
degüella, clavándole un cuchillo donde le vea, para hacer su oficio con
otro que le esconde, sin duda tendría más susto, menos seguridad y confianza. Bien entendió David esta verdad; pues siendo rey que podía
hacer, sin temer castigo de otro hombre, cualquier cosa (y que lo ejercitó
en un homicidio y un adulterio, y en mandar contar su pueblo), no hubo
pecado, cuando se vió en manos de los más rigurosos verdugos, y en el
potro de su conciencia daba gritos, diciendo : «A ti solo pequé, y
hice mal delante de ti.» Había el rey pecado contra Unías, quitándole su
mujer; y contra la mujer, dando muerte a su marido; y viólo el ejército
y súpolo todo su,,pueblo, y dice : «Pequé sólo a ti, y delante de ti hice
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mal.» Bien considerado, el rey profeta dijo toda la verdad que le pedían
las vueltas de cuerda que le daban. «Señor, yo soy rey, y si bien pequé
contra Bersabé y Urías, y delante de todos, como el uno ni el otro, ni
mis súbditos podían castigar mis delitos, digo que pequé a ti sólo, que
sólo puedes castigarme ; y delante de ti.» Extrañarán los poderosoá del
mundo que yo les represente un rey tendido en el potro y dando voces.
Sea testigo el mismo rey, óiganlo de .su boca: «Porque tus saetas
en mí están clavadas, y descargaste sobre mí tu mano. No hay sanidad en
mi carne delante de la cara de tu ira; no tienen paz mis güesos delante
de la cara de mis pecados.» El mismo dice que los cordeles se le entran
por la carne y le quiebran los güesos. Y en el verso 19, para que aflojen
las vueltas, promete declarar: Iniquitatem meam anuntiabo. «Confesaré
la iniquidad mía» lo mismo es que «Yo diré la verdad». De manera que
si los que reinan creen a Salustio, que su grandeza está en poder hacer
lo que quisieren, sin castigo, David rey los desengaña, y sus proprias
conciencias. Ha sido necesario declararlos primero el riesgo y castigos
que ignoran en reinar como quieren, para enseñarlos a reinar como deben
con el ejemplo de Cristo Jesús.
Invió San 'Juan sus mensajeros a Cristo, que le preguntasen «si era
el que había de venir, el que esperaban, el Mesías prometido, el rey
Dios y hombre». Bien sabía San Juan que era Jesús el prometido, que
no había que esperar a otro : no aguardó a nacer para declararlo. ¿Por qu é ,
pues, manda a sus discípulos el Precursor santísimo que de 'su parte le
pregunten a Cristo lo que él sabía? La materia fué la más grave que
dispuso el Padre Eterno, y que obró el Espíritu Santo, y que ejecutó
el amor del Hijo. Tratábase de dar a entender al mundo con demostración que Jesús era hombre y Dios, el rey ungido que prometieron
los profetas. Quiso que su pregunta enseñase con la respuesta de Cristo
lo que no podía tener igual autoridad en sus palabras. Literalmente lo
probaré con el texto sagrado. Preguntaron a Jesús «¿si era el prometido,
el que había de venir?» Y Cristo respondió con obras sin palabras;
pues luego resucitó muertos, dió vista a ciegos, pies a tullidos, habla
a los mudos, salud a los enfermos, libertad a les poseídos del demonio.
Y después dijo: «Id, y diréis a Juan que los muertos resucitan, los
ciegos ven, los mudos hablan, los tullidos andan ; los enfermos guarecen.» Quien a todos da y a nadie quita; quien a todos da lo que les
falta ; quien a todos da lo que han menester y desean, ese rey es, ese
es el prometido, es el que se espera, y con él no hay más que esperar.
Pobladas están de coronas y ceptros estas acciones. No dijo «yo soy
rey», sino mostróse rey. No dijo «yo soy el prometido» ; sino cumplió
lo prometido. No dijo «no hay que esperar a otro», sino obró de suerte,
que no dejó que esperar de otro.
Sacra, católica, real majestad, bien puede alguno mostrar encendido
su cabello en corona ardiente en diamantes, y mostrar inflamada su
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persona con vestidura, no sólo teñida, sino embriagada con repetidos hervores de la púrpura, y ostentar soberbio el ceptro con el peso del oro,
y dificultarse a la vista remontado en trono desvanecido, y atemorizar
su habitación con las amenazas bien armadas de su guarda : llamarse
rey, y firmarse rey; mas serio y merecer serlo, si no imita a Cristo en
dar a todos lo que les falta, no es posible, Señor. Lo contrario más es
ofender que reinar. Quien os dijere que vos no podéis hacer estos milagros, dar vista y pies, y vida, y salud, y resurrección y libertad de
opresión de malos espíritus, ese os quiere ciego, y tullido, y muerto,
y enfermo y poseído de su mal espíritu. Verdad es que no podéis, Señor,
obrar aquellos milagros; mas también lo es que podéis imitar sus efectos. Obligado estáis a la imitación de Cristo.
Si os descubrís donde os vea el que no dejan que pueda veras, ¿no
le dais vista? Si dais entrada al que necesitando della se la negaba,
¿no le dais pies y pasos? Si oyendo a los vasallos, a quien tenía oprimido el mal espíritu de los cudiciosos, los remediáis, ¿no, les dais libertad de tan, mal demonio? Si oís al que la venganza y el odio tiene
condenado al cuchillo u al cordel, y le hacéis justicia, ¿no resucitáis
un muerto? Si os mostráis padre de los güérfanos y de las viudas, que
son mudos, y para quien todos son mudos, ¿no le dais voz y palabras? Si socorriendo los pobres, y disponiendo la abundancia con la
blandura del gobierno, estorbáis la hambre y la peste, y en una y otra
todas las enfermedades, ¿no sanáis los enfermos? Pues ¿cómo, Señor,
estos malsines de la dotrina de Cristo os desacreditarán los milagros
de esta imitación, que sola os puede hacer rey verdaderamente, y pasar
la majestad de los cortos límites del nombre? Por esto, soberano Señor,
dijo Cristo: «Mayor testimonio tengo que Juan Bautista, porque las
obras que hago dan testimonio' de mí.» Y reconociendo esto San Juan,
no dijo lo que sabía, sino mandó a sus dicípulos le preguntasen, «quien
era», para que respondiendo sus obras, viese el mundo mayor testimonio que el suyo.
Pues si no puede ser buen rey (imitador del verdadero Rey de los
reyes) el que no diere a los suyos salud, vida, ojos, lengua, pies y libertad, ¿qué será el que les quitare todo esto? Será sin duda mal espíritu,
enfermedad, ceguera y muerte. Considere vuestra majestad si los que
os apartan de hacer estos milagros quieren ellos solos veros y que los
veáis, acompañaros siempre ; que no habléis con otros, y que otros no
os hablen; que no obréis salud y vida y libertad, sino con ellos; y sin
otra advertencia conoceréis que os ciegan, y os enferman, y os tullen
y os enmudecen; y os hallaréis obseso de malos espíritus vos, cuyo oficio es obrar en todos los vuestros lo contrario. Insensatos electores de
imperios son los nueve meses. Quien debe la majestad a las anticipaciones del parto y a la primera impaciencia del vientre, mucho hace si
se acuerda, para vivir como rey, de que nació como hombre. Pocos
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tienen por grandeza ser reyes por el grito de la comadre. Pocos, aun
siendo tiranos, se atribuyen a la naturaleza : todos lo hacen deuda a
sus méritos. Dichoso es quien nace para ser rey, si reinando merece
serlo; y no se merece sino con la imitación de las obras con que Cristo
respondió que era rey. El angélico dotor Santo Tomás, en el Opúsculo
de la enseñanza del príncipe, dice que si los monarcas, que están en la
mayor altura y encima de todos, no son como el fieltro, que defiende
de las inclemencias del tiempo al que le lleva encima, son como las
inclemencias, diluvios y piedra sobre las espigas que cogen debajo.
Lleva el vasallo el peso del rey acuestas como las armas, para que le
defienda, no para que le hunda. Justo es que recompense defendiendo
el ser llevado y el ser carga.
CAPITULO V
Las costumbres de los palacios y de los malos ministros; y lo que padece el rey
en ellos y con ellos.
Después de haber discurrido en las costumbres destos palacios y
príncipes que en ellos habitaban, lleguemos a lo principal deste capítulo,
y veremos cómo le fué en ellos a Cristo jesús. Hicieron burla dél,
tapáronle los ojos, escupiéronle, dábanle bofetadas en la cara, y decíanle
adivinase quién le daba.
Este tratamiento hacen, Señor, los judíos a los reyes que cogen
entre manos. Y pues le hicieron a su rey, ¿a cuál perdonarán? Si algo
hacen de sus reyes, es burla : abren sus bocas para escupirlos; tápanles
los ojos porque no vean. Si les dan, son afrentas y bofetadas, quítanles
la vista, y dícenles que adivinen. Tienen ojos, y no profecía : prívanlos
de lo que tienen, y dícenlos que se valgan de lo que no tienen. En
Cristo nuestro Señor no les salió bien esta treta; que si le escupieron
fué, como dicen, escupir al cielo, que cae en la cara del que escupe.
Tapáronle los ojos, mas no la vista, que penetra todas las profundidades
del infierno. sin que pueda embarazárselos la tiniebla y noche que le
cubre. Danle, y dicen que adivinen quién le da. Ni ha menester profetizar quién le da quien sabía quién le había de dar. Habían visto en
la mujer enferma de flujo de sangre, que sin verla sabía quién le
tocaba en la orla de la vestidura; y se persuaden no sabrá quién le
da bofetadas en la cara. Bien se conoce que los judíos son los ciegos.
El peligro, Señor, está en los reyes de la tierra, que si se dejan cegar
y tapar los ojos, no adivinan quién los escupe y los ciega y los afrenta,
No ven : no pueden adivinar; y así, gobiernan a tiento, reinan sin
luz y viven a oscuras. Todos los malos ministros son discípulos destos
judíos con sus príncipes; y por desfigurarse las señales de sayones y
no serlo letra por letra, como aquéllos cubrieron a Cristo los ojos, y
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le daban, y le decían adivinase quién le daba, éstos ciegan a sus reyes
y les quitan, y les dicen que' adivinen quién se lo quita; que no es
otra cosa sino hacer burla dellos, y querer no sólo que no cobren, sino
que sólo sepan que les quitan, y que son ciegos y que no son profetas;
y saber los que los ciegan que ellos no pueden saber quién son : con
que se atreven a preguntarlos por sí mismos, que no es la menor burla
y afrenta. Remediáranse los príncipes que padecen esta enfermedad postiza, si vieran que no vían. Mas como aun esto ni lo sienten ni ven,
no echan las manos a la venda que los ciega, y la rompen y despedazan; antes persuadidos de la adulación presumen de la profecía, profetizando como Caifás sin saber lo que se profetizan, a costa del justo
y de la sangre inocente. No hay hacerlos ver al que los ciega.
Señor, nadie ve las cataratas que le quitan la vista, ni las nubes que
le son tempestad en los ojos. No se han de persuadir los reyes que no
están ciegos, porque no tienen tapados los ojos, porque no tienen nubes
ni cataratas: hay muchas diferencias de mal de ojos en los reyes. Quien
les aparta o esconde lo que convenía que viesen, los ciega. Quien les
aparta la vista de su obligación, les sirve de cataratas. Quien no quiere
que miren y vean a otro sino al él, les sirve de venda que les cubre los
ojos para todos los otros. Este les hace el ceptro bordón, y ellos tientan
y no gobiernan.
CAPITULO VI
Muchos preguntan por mentir: «¿Qué es la verdad?» Las coronas y ceptros son
como quien los pone. La materia de Estado fué el mayor enemigo de Cristo.
Dícese quién la inventó, y para qué. Ladrones hay que se precian de limpios de manos.
Los delincuentes que en la eminencia de su maldad buscan las
medras por asegurarse de la justicia que se las niega, u del castigo que
los corrige, quitan de la mano derecha el ceptro real a los reyes, y los
ponen en ella el que ha menester su obstinación. Bien sabían los judíos
de la palabras de David, en el Psalmo a, que el rey Cristo Jesús, Mesías
prometido, había de traer ceptro de hierro. Así lo dijo: «Gobernarlos has en ceptro de hierro, y quebrantaráslos como vasijas de barro.»
Estos judíos, que se conocían vasijas de barro y (como dice San Pablo)
no fabricada s para honra, sino para vituperio: «¿No tiene potestad
el alfarero para hacer de la misma masa de lodo un vaso para honra
y otro para afrenta?», porque no los quebrase con el ceptro de hierro,
le pusieron en la diestra una caña por ceptro, pareciéndoles que el de
hierro quiebra (quedándose entero) los vasos de lodo sobre que cae,
y el de caña se quiebra aun con el aire, y cuando no, se dobla y se
tuerce por hueco y leve.
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En todos tiempos han tenido dicípulos desta acción los judíos.
¿De cuántos se lee que a sus príncipes les han hecho reinar con
cañas, trocándoles en ellas el -ceptro de oro, para que su poderío se
quebrante en ellos, y no ellos con él? Engáñanlos con decir los descansan del peso de los metales; y dicen que con las cañas los alivian,
cuando los deponen. En el Hijo de Dios no lograron esta malicia : que
con las palabras hacía vivir la corrupción de los sepulcros; que pisaba
sólidas las borrascas del mar; que mandaba los furores de los vientos,
y que muriendo dió muerte a la muerte misma; que hizo gloriosas
las afrentas, y de un madero infame, el instrumento victorioso y triunfante de nuestra redención. Por esto los quebrantó con la caria ; que
en su mano derecha las cosas más débiles cobran valor invencible. Ya
vieron estos flacos de memoria una vara en la mano de su siervo Moisén
con un golpe hacer sudar fuentes a un peñasco, y con un amago fabricar en murallas líquidas el golfo del mar Bermejo; y pudieran creer
mayores fuerzas y maravillas de la caña en la mano derecha de Cristo,
que era su Señor. Empero tan fácilmente se cree lo que se desea,
como se olvida lo que se aborrece. Los judíos escogieron la caña por
instrumento de su venganza. En esta coronación se la pusieron por
ceptro, en el Calvario con ella le dieron en la esponja hiel y vinagre.
No olvidan esta imitación con los reyes de la tierra los ruines vasallos,
pues en viéndolos con sed o necesidad les dan , la bebida en esponja,
vaso que se bebe lo que los lleva.
Señor, vasallos que hincan las rodillas delante de su rey y le hincan
las espinas de la corona que le ponen, no le adoran, no le reverencian :
búrlanse dél y de su grandeza. Todo esto procede de los delirios que
padecen los malos ministros qué los gobiernan.
Preciábase Pilato de grande político: afectaba la disimulación y la
incredulidad, que son los dos ojos del ateísmo. Conocíanle los judíos;
y así, por diligencia postrera contra Cristo nuestro Señor, le tentaron
con la razón de Estado, diciendo : «Si a este libras, no eres amigo
de César; porque cualquiera que se hace rey, contradice a César.» En
oyendo «a César», y que sería su enemigo, entregó a Cristo a la muerte.
De manera, Señor, que el más eficaz medio que hubo contra Cristo,
Dios y Hombre verdadero, fué la razón de Estado.
De casta le viene el ser contra Dios: yo lo probaré con su origen
(suplico a vuestra majestad oiga benignamente mis razones). Lucifer,
ángel amotinado, fué su primer inventor; pues luego que por su invidia
y sober bia perdió el estado y la honra, para vengarse de Dios introdujo la materia de Estado y el duelo. Primero persuadió la materia de
Estado a Eva, cuando para ser como Dios y engrandecerse, despreció
la ley de Dios y siguió el parecer y interpretación del legislador sierpe;
y sucedióle lo que a él sucedió. No tardó mucho en introducir el duelo;
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pues encendiendo a Caín en ira invidiosa, le obligó a dar muerte a
su hermano Abel, juzgando por afrenta que Dios mirase al sacrificio
de su hermano menor,, y nó al suyo. Tuvo Caín la culpa de que Dios
no abriese los ojos sobre su sacrificio, ofreciendo lo peor que tenía,
y da la muerte a Abel. Desde entonces son los primeros antepasados
del duelo la sinrazón y la invidia. Murió Abel; mas el afrentado, con
señal que le mostraba desprecio de la muerte, fué el matador.
Tres actos hizo el demonio, fundador de la razón de Estado, en la
misma razón. El primero siendo ángel; y fué negar a Dios su honra,
para ser como Dios y ensalzar su trono; y luego fué demonio. Y en
siéndolo, persuadió al hombre pretendiese la misma traición por medio
de la mujer : fué creído, y el hombre repitió su mismo suceso y castigo, perdiendo la inocencia y el paraíso. Tercera vez tentó por materia de Estado con la torre de Babel escalar el cielo, y hacer vecindad
con las piedras y ladrillos a las estrellas, y que sus almenas fuesen
tropiezo a los caminos del sol. Creció en grande estatura su frenesí,
hasta que la confusión la puso límite. Tal fué el primero inventor de
•a, razón de Estado y del duelo, que son los dos revoltosos del mundo;
tales los fines de sus aumentos y advertencias, y de los políticos y
belicosos que los creyeron.
Acordóse Lucifer del daño que había la materia de Estado hecho
en Adán, y cuando Cristo estaba tan cerca de restaurarle, persuade
a los judíos se valgan de la razón de Estado con Pilato, y a Pilato
que la abrace; y nunca a Lucifer le burló más su infernal política,
pues con el aforismo que quiso estorbar el remedio de Adán, se le
acercó en la muerte de Cristo. Serenísimo y soberano Señor, si la materia de Estado hizo al serafín demonio, y al hombre semejante a las
bestias, y al edificio orgulloso de Babel confusión y ruina, ¿cuál espíritu, cuál hombre, cuál fábrica no la temerá caída, castigo y confusión?
Halaga con la primera promesa de conservar y adquirir; empero ella,
que llamándose razón de Estado es sinrazón, tiene siempre anegados
en lágrimas los designios de la ambición. Su propio nombre es conductor de errores, máscara de impiedades. ¿Cuál secta, cuál herejía no
se acomoda con el estadista, cuando nd se ciñe y gobierna por la ley
evangélica? Los perversos políticos la han hecho un dios sobre toda
deidad, ley a todas superior. Esto cada día se les oye muchas veces.
Quitan y roban los estados ajenos; mienten, niegan la palabra; rompen los sagrados y solemnes juramentos; siendo católicos, favorecen a
herejes y infieles. Si se lo reprehenden por ofensa al derecho divino y
humano, responden que lo hacen por materia de Estado, teniéndola por
absolución de toda vileza, tiranía y sacrilegio. No hay ciencia de tantos oyentes, ní de más graduados. El mal es (muy poderoso Rey y señor
nuestro) que no hay traje ni insignia que no sirva a sus grados de
señal. Entrase en las conciencias tan abultada de textos y aforismos y
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autores, que no deja desocupado lugar donde pueda caber consejo
piadoso.
Pilato fué eminentísimo como execrable estadista. Las. tres partes
que para serlo se requieren, las tuvo en supremo grado. La primera,
ostentar potencia; la segunda, incredulidad rematada; la tercera, disimulación invencible. El ostentó la potestad con el proprio Cristo Jesús,
Dios y Hombre verdadero; con estas palabras: «¿No sabes que
tengo poder de crucificarte, y que tengo potestad de librarte?» La
incredulidad fué la más terca que se ha 'visto; porque Pilato ni creyó
a su mujer, ni a los indios, ni se creyó a sí.; pues confesando que en
él no hallaba culpa, le entregó para que le crucificasen. La disimulación, ¿cuál igual a lavarse las manos en público para condenar al inocente? ¿Quién negará de los que son pomposos dicípulos de Tácito
y del impío moderno, que no beben en estos arroyuelos el veneno de
los manantiales de Pilato? No ha de pasar sin reparo la cautela de
los judíos de nombrar a César y dar miedo a Pilato con los celos impe.
riales, para que condenase a Jesús. Oh Señor, ¡ cuán frecuentemente
los ministros aprendices de los fariseos y escribas, por hartar su venganza, por satisfacer su odio en el valeroso, en el docto, en el justo,
mezclan en su calumnia el nombre de César, el del rey; fingen traición, publican rebeldía y enojo del príncipe, donde no hay uno ni otro,
para que el César y el rey sea causa de la crueldad que no manda,
de la maldad que no comete! Estos hacen traidores a aquellos que
les pesa de que sean leales; y ruínes vasallos; a los que no quieren
dejar de ser vasallos leales y bien obedientes. Costóle a Cristo la vida
esta treta. ¿Cuál será príncipe tan amortecido, que se persuada le
saldrá barata?
Decendamos a ponderar la disimulación grande del execrable estadista Pilato. «Tomando agua, se lavó las manos delante de todo el
pueblo, diciendo : Yo soy inocente de la sangre deste justo; miradlo
vosotros.» Fingió con todo el aparato de la hipocresía; tomó agua, lavóse las manos delante del pueblo. En estos renglones se tocan tantas
trompetas come hay ,palabras. Lávase las manos con agua para manchárselas con sangre. Ninguno otro se condenó con tanta curiosidad.
Séquito tiene este aliño; muchos son limpios de manos, porque se
lavan, no porque no roban. ¿Quién ha dicho que con manos limpias
no se puede hurtar? Pilato se preció delante de todo el pueblo de
limpio de manos, y fué tan mal ladrón como el malo. Pegádosele
había el melindre ceremonioso de los judíos, que murmurando de Cristo
y de sus apóstoles, dijeran: «¿Por qué tus dicípuloá no se lavan las
manos?» estos cuidaban poco de los pies, y mucho de las manos; y
Cristo nuestro Señor cuidó mucho de los pies de sus dicípulos, porque
sabía cuánto riesgo hay en andar en malos pasos. Mandólos, enviándolos, que no llevasen calzado; cuidó del polvo de sus zapatos, man50 -
dando que le sacudiesen dellos donde no recibiesen su Evangelio y su
paz. Lavólos a todos los pies, y dijo a Pedro no tendría parte con él
si no se los lavaba; y mandó se los lavasen unos a otros. David, en
el Psalmo go, que es el de todos los peligros, como son «los lazos
de los cazadores, la palabra áspera, la saeta que vuela de día, el negocio que camina en las tinieblas, el demonio meridiano, el áspid. el
basilisco, el león y el dragón»; para no peligrar en tantos peligros, se
acuerda del pie (versos i z y z2) «porque a sus ángeles mandó de ti
que te guardasen en todos tus caminos. En las manos te llevarán, porque no tropieces tu pie en la piedra». No hacían escrúpulos los judíos
y Pilato de andar malos pasos, y le hacían de no lavarse las manos.
No hay que fiar de ministros muy preciados de limpios de manos.
Pilato lo persuade, y desengaña a todos. Ladrones hay que hurtan con
los pies, y con las bocas, y con los oídos, y con los ojos. El lavatorio
no desdeña el hurto, antes le aliña. Si miran a los pies a los que en
público se precian de limpios de manos, muchas veces en sus pasos
y veredas se conocerán las ganzúas, y en sus idas y venidas los robos.
Ya los pies y las pisadas han descubierto, Señor, hurtos y ladrones.
Léese en los sacerdotes que persuadieron al •rey que el ídolo se comía
cuanto le ofrecían, comiéndolo ellos: lo que se averiguó mandando el
profeta Daniel cerner ceniza por todo el suelo del templo, la cual parló
las pisadas y retiramiento escondido de los sacerdotes ladrones. ¡ Oh, si
los príncipes hiciesen lo mismo! ¡Qué de robos a su corona y a los
templos les parlarían las pisadas de los ladrones retraídos, que le comen
a Dios y al rey lo que se les da, y le atribuyen la glotonería al rey
y a Dios!
Acabemos con ver lo que resultó del lavarse Pilato, y de la limpieza
de sus manos. Dijo : «Yo soy nocente-de la sangre deste justo.» Fué
ésta la más desvergonzada mentira que se pudo decir. Mentira, ya se
ve, pues le entregó para que le crucificasen; - desvergonzada, pues se
canonizó juntamente con Cristo, llamándose a sí inocente y a él justo.
Entregar al justo a los verdugos después de haberse lavado las manos,
y luego canonizarse, no es limpieza y es descaramiento. Y para crecer
en desatinos y delitos, y acabar de ser inicuo, pronunció estas perezosas y delincuentes palabras: «Miradlo vosotros.» Quien remite a otros
que vean lo que él sólo tiene obligación de ver, nada acierta. Quien
ahorra su vista, y por no ver manda que otros vean por él, los que
le obedecen le ciegan: gobiérnase por los cartapacios de Pilato; que
no hubo dicho «Vedlo vosotros», cuando cargaron sobre Cristo la cruz
y le llevaron donde le clavaron- en ella.
— 53
CAPITULO VII
De los acusadores, de las acusaciones y de los traidores.'
Ni la acusación presupone culpa, ni la traición tirano ; pues si fuera
así, nadie hubiera inocente ni justificado. A ninguno acusaron tanto
como a Cristo; y ninguno padeció traidor tan abominable ni traición
tan fea. En las repúblicas del mundo los acusadores embriagan de tósigo los oídos de los príncipes: son lenguas de la invidia y de la venganza; el aire de sus palabras enciende la ira y atiza la crueldad; el
que los oye, se aventura; el que los cree, los empeora; el que los premia, es solamente peor que ellos. Admiten acusadores de miedo de las
traiciones, no pudiendo faltar traidores donde los acusadores asisten;
porque son más los delincuentes que hacen, que los que acusan. El
silencio no está seguro donde se admiten delatores. Estos empiezan
la murmuración de los príncipes, para ocasionar que otros la continúen.
Son labradores de cizaña, siémbranla para cogerla; y porque la prudencia del que calla o alaba no sea mayor que su malicia. cuando espían
dicen lo que calló y envenenan lo que dijo. Los reyes y monarcas que
se engolosinan en la tiranía, es forzoso crean cuanto les dicen los acusadores, porque saben el aborrecimiento que merecen de los suyos; y
así, los compran, su desasosiego y los premian sus afrentas, pues de
ellos no oyen ni creen otra cosa. Donde, éstos tienen valimiento, el siglo
se infama con los castigos de los delitos sin delincuentes, y temen los
príncipes hasta las señas de los mudos y los gusanos de los muertos.
No se limpiará leste contagio, ni quitará el miedo a su conciencia,
quien no imitare a Cristo Jesús, rey de gloria, en las ocasiones que le
acusaron a él los judíos, y en otras en que los apóstoles acusaron a los
judíos ante él, y en esta en que los escribas acusaron la adúltera para
que la sentenciase
Toda la atención real pide, Señor, este punto. Dice el texto sagrado
que acusaron los escribas y fariseos la mujer adúltera en la presencia de
Cristo, tentándole para° acusar- a Cristo. ¡ Infernal cautela de la perfidia y ambición invidiosa, cuyo veneno sólb le advierte el Evangelio!
Acusar ante el rey a uno, tentando al rey para acusarle a él mismo,
es maldad que de los escribas se ha derivado a todas las edades; empero con máscara tan bien mentida, que ha pasado por celo y justificación, y que muchas veces han premiado los reyes por señalado servicio. ¡Oh, si tuvieran voz los arrepentimientos de los monarcas que
yacen mudos en el silencio de la muerte, cuántos gritos se oyeran de
sus conciencias! ¡ Cuántas querellas fulminaran de sus ministros, que
si no se llaman fariseos y escribas, lo saben ser! El adúltero que acusare al adúltero, el homicida al homicida, el ladrón al ladrón, el inobediente y rebelde al inobediente, entonces, acusando a otro, tientan al
52 -
príncipe y acusan para acusarle; pues si castiga al que ellos quieren,
y no a ellos, comete delito tan digno de acusación como su delito ;
porque con esto confiesa que sólo quiere que sean inobedientes, adúlteros, traidores, homicidas y ladrones los que le asisten, los que tiene
tráfigo en sus oídos, los que cierran sus dos lados y se levantan aun
con lo delgado de su sombra.
Señor,' si condenase el que acusa, solamente habría hombres en las
horcas, hogueras y cuchillos. Y si todos los pecados probados plenamente se castigasen con la pena de la ley, pocos morirían por nacer
mortales, muchos por delincuentes: fueran las sentencias desolación,
y no remedio. Nada se comete más (dijo Séneca) que lo que más se
castiga. Palabra es del Espíritu Santo: «No quieras ser justo demasiadamente.» Verdad es, Señor, que enmienda mucho el castigo: mas
también es verdad que corrige mucho la clemencia, sin sangre ni horror.
Y el perdonar tiene su parte de castigo en el delincuente que con vergüenza reconoce indigno su delito del perdón que le concede la misericordia del rey.
Señor, pasar de los acusadores a las traiciones, ni es dejar de tratar
de aquéllos, ni empezar a tratar de éstas. De los dos se habla, hablando de cada uno. En aquéllos traté de Judas, y Judas es el mayor
traidor. Considerando sus acciones, daré a conocer a los que le imitaren. Cristo Jesús le escogió para uno de los doce apóstoles. El lo dijo
en el texto ¿este capítulo: «¿No os elegí yo a vosotros doce, y uno
de vosotros es el diablo?» Y añade el Evangelista: «Hablaba de Judas
Simón Iscariote, porque éste era quien lo había de vender, como fuese
uno de los doce.» Tres consideraciones me son forzosas en estas palabras: La primera, que la primera vez que habló Cristo Nuestro Señor
del sacramento de la Eucaristía (que fué en este capítulo 6 de San
Juan), dijo que Judas era el diablo, previniendo que la noche en que
le instituiría se le había de entrar Satanás en el corazón. La segunda,
que habiéndole elegido Cristo entre los doce apóstoles por uno dellos,
dijo que era el diablo. ¡ Grande enseñanza para los reyes de la tierra,
a quien persuaden que reparen en la elección que hicieren del ministro
que se hizo ruin y traidor, para no castigarle, para no darle a conocer,
diciendo que es el diablo! La tercera, que al traidor no se le ha de
callar nombre, ni sobrenombre, ni apellido, ni patria, para que sea
conocido peligro tan infame. Aquí, diciendo que hablaba Cristo del
traidor cuando dice «que uno era el diablo», dice el Evangelio : «Era
Judas Simón Iscariote, que se interpreta Varón de Charioth.» En otra
parte dice del mismo: «Era ladrón y robador; traía bolsas, en que
recogía lo que daban.» Y hablando de San Judas, añade: «No el Judas
que le había de vender.» Apréndese del texto sagrado cómo los han
de tratar los príncipes, y las serias que tienen los traidores, y cómo
,
— 53
han de escribir dellos los cronistas, refiriendo todas sus señas, y diciendo
todos sus nombres, y no permitiendo que el ministro diablo se equivoque con eI bueno y fiel.
CAPfTULO IX
Si los reyes han de pedir, a quién, cómo, para qué.—Si les dan, de quién han
de recibir, qué y para qué.—Si les piden, quién los ha de pedir, qué y
cuándo; qué han de negar; qué han de conceder.
Los vasallos se persuaden que el recibir les toca a ellos siempre,
y al príncipe siempre el dar; siendo esto tan al revés, que a los vasallos toca el dar lo que están obligados y lo que el príncipe les pide;
y al príncipe el recibir dello s lo uno y lo otro. (Marc., 12; Luc., 21.)
Qué han de dar los pueblos y para qué, y qué han de recibir
de los reyes; qué han de recebir los reyes y por qué, y qué han de
dar, diré con distinción; y del ejemplo de Cristo Nuestro Señor (cosa
que autoriza y consuela), justificada la obligación en que pone al
monarca y a los súbditos. Y sabiendo cada uno cómo ha de ser, verá
el señor cómo debe y puede ser padre; y los vasallos de la manera
que sabrán ascender al grado de hijos. Pretendo curar dos enfermedades gravísimas y muy dificultosas, por estar sumamente bienquistas
de los proprios que las padecen. Son la miseria desconocida de los unos,
y la cudicia hidrópica de los otros. Intento esta cura, fiado en que los
medicamentos que aplico no sólo son saludables, sino la misma salud,
por ser de obras y palabras de Cristo Nuestro Señor: que siendo camino, verdad y vida, como camino, no puede errar la causa de donde
la dolencia procede; como verdad, no puede aplicar un medicamento
por otro, y como vida, no puede dar muerte, si recibimos su dotrina,
ni dejar de dar salud a la enfermedad; y no sólo esto, sino resurrección a la muerte. Puede ser que algunos me empiecen a leer con temor,
y que me acaben de leer con provecho. Precedan para disposición algunos advertimientos políticos.
Las quejas populares y mecánicas en cualquiera nueva imposición
y asimismo al tiempo de pagar lo ya impuesto, son de gran ruído,
mas de poco peso. Pierde el tiempo quien trata de convencer con razones la furia que se junta de innumerables y diferentes cabezas, que
sólo se reducen a unidad en la locura. Débese ésta tratar como la niebla, que dándola lugar y tiempo breve, se desvanece y aclara. Yo no
hablaré con estos vulgares sentimientos, porque es imposible con cada'
uno, y no es de utilidad ,con la confusión de todos juntos; empero
hablaré para ellos. Es cierto que no se puede mantener la paz ni adquirir la quietud de las gentes, sin tribunales y ministros; ni asegurarse del odio o invidia de vecinos y enemigos, sin presidios y pron54
tas prevenciones. Tampoco puede hacerse la guerra, ya sea ofensiva
ya defensiva, sin municiones, bastimentos y soldados y oficiales, sin
gasto igual y paga segura: y sin tributos ninguna destas cosas se puede
juntar ni mantener. Según esto (pues todos quieren paz y quietud y
defensa y vitoria para la propia seguridad) todos deben, no sólo pagar
los tributos, sino ofrecerlos; no sólo ofrecerlos, mas, si la necesidad
pública lo pide, aumentarlos. Y es al revés; que deseando la quietud
y la seguridad todos, el tributo le rehusa cada uno. Cuando se crece
el que se pagaba, o se añade otro, se ,ha de advertir que la quietud
que se tiene cuesta mucho menos que si se defiende; y la que se defiende de un enemigo, mucho menos que la que se defiende de muchos. Para aquélla basta lo que se da, para ésta apenas lo que se pide.
Y por esto es más y mejor pagado el tributo o tributos que cuestan
más, que los que cuestan menos. Allí se da lo que se debe; aquí se
debe todo lo que se puede. Por donde en los vasallos viene a ser más
justo dar lo que les hace falta, que lo que les sobra.
Esto en mi pluma se oirá con desabrimiento y se leerá con ceño;
pero se reverenciará oyendo las palabras de Cristo, verdadero y ciernentísimo rey : «Estaba Jesús sentado enfrente del arca que guardaba el
tesoro del templo, y miraba los que en ella echaban sus ofrendas,
como la turba echaba la moneda, y muchos ricos mucho. Empero como
viniese una viuda pobre y echase una blanca, vió Jesús cómo aquella
pobrecilla viuda ofrecía una blanca; y llamando a sí a sus dicípulos,
los dijo : De verdad os digo que esta pobre viuda dió más que todos
estos que han dado al tesoro del templo; porque todos dieron al tesoro
de Dios de lo que les sobra; empero ésta de lo que le falta, y de
lo que no tiene: dió todo lo que tenía, todo ,su sustento.»
De manera que no sólo fué digno de aprobación en Cristo el dar
la pobre viuda de lo que le faltaba y no tenía, sino que convocó sus
dicípulos para darles aquella dotrina con aquel ejemplo, como a ministros a quien había de encomendar diferentes provincias y reinos
que alumbrar en la luz del Evangelio. Dirán dos cosas los que piden
sosiego y comodidad propia sin tributos: «que este lugar a la letra
se entiende de lo que se da a Dios», y dicen bien. Mas no ,sé yo qué
letra dél falta para que se entienda a la letra de lo que se pide para
defensa de la ley de Dios, en que consiste la salud de las almas. La
otra, «que este lugar citado trata de dádivas voluntarias a Dios, conforme a la voluntad de cada uno; y que por esto se aplica con poca
similitud o ninguna al tributo que se impone y a la dádiva o donativo que se pide». Respondo: que en éste a que obligan es más justificada la obediencia, por cuanto a la voluntad de asistir a la defensa
de la fe y bien público se añade el mérito en obedecer a la necesidad
por evitar el riesgo. Después de acallados estos achaques, aún quedan
réplicas a la miseria desconocida.
quieren quietud y armas,
— 55
si son necesarias para defenderla o adquirirla, y tributos; empero que
si los tributos los quitan el sustento, y las propias armas la quietud,
que es prometer lo que les quitan, y hacer con achaque del enemigo
lo mismo que él pudiera hacer; y que más parece adelantarse con invidia de la crueldad en su ruína a los enemigos, que oponérseles. Esta'
malicia terca se convence con el proceder que en el cuerpo humano
enfermo tienen la calentura y la sangría : ésta, evacuando la sangre,
asegura la vida con lo que quita; aquélla la destruye, si la guarda.
Queda debilitado, mas queda; tiene menos sangre, empero más esperanza de vida y disposición a convalecer; quita las fuerzas, no
el sér, que puede restaurarlas. Doy que (como acontece) muera asistido de las purgas y de las sangrías; empero muere como hombre,
asistido de la razón, de la sciencia y de los remedios. Si se deja a la
enfermedad, es desesperado; conjúrase contra sí con la dolencia, muere
enfermo y delincuente. No de otra suerte, en los tributos y el enemigo,
se gobierna el cuerpo de la república: donde aquéllos hacen oficio
de sangría o evacuación, que sacando lo que está en las venas y en
las entrañas, dispone y remedia; y, éste, de enfermedad, que sólo puede
disminuirse creciendo aquéllos con la evacuación que dispone su resistencia y contraste. Quien niega el brazo al médico y la mano al tributo, ni quiere salud ni libertad. Y como el médico no es cruel si
manda sacar mucha sangre en mucho peligro, no es 'tirano el príncipe
que pide mucha en muchos riesgos y grandes.
Verdad es lo que he dicho; mas porque no resbalen por ella ministros desbocados, que no saben parar ni reparar en lo justo, o consejeros que se deslizan por los arbitrios (que son de casta de hielo,
cristal mentiroso, quietud fingida, engañosa firmeza, adonde se pueden
poner los pies, mas no tenerse), es forzoso fortalecer 'de justicia estas
acciones, tan severa y indispensablemente, que los tributos los ponga
la precisa necesidad que los pide; que la prudencia cristiana los reparta
respectivamente con igualdad, y que los cobre enteros la propia causa
que los ocasiona. Porque poner los tributos para que los paguen los
vasallos y los embolsen los que los cobran, o gastarlos en cosas para
que no se pidieron, más tiene de engaño que de cobranza, y de invención que de imposición.
A esto miró el rey don Enrique III cuando, importunado de los
que le aconsejaban que cargase de tributos a sus vasallos, dijo: «Más
miedo me •dan las quejas de mis súbditos, que las cajas y los clarines
y las voces de mis contrarios.» Y porque no querría que conciencias
vendibles se valiesen para sus robos del lugar que cité de la viuda
(a quien alaba Cristo porque dió de lo que no tenía y de lo que le
faltaba), quiero prevenir el ejemplo de la higuera, a quien pidió Cristo
Nuestro Señor fuera de sazón higos; porque los tales autorizarán con
ésta, y dirán es lícito pedir a uno lo que no tiene : pues a la higuera,
,
56 —
porque no dió a Cristo lo que no tenía y la pidió cuando no lo podía
tener, la maldijo, y se secó. Y pretenderán que no sólo se le puede
a uno pedir lo que no tiene, sino maldecirle y arruinarle porque no
lo da; alegando que luego se secó la higuera y se le cayeron las hojas.
Señor, esto sería propiamente lo que se dice andar por las ramas;
y así lo hacen estos dotores, que a imitación de Adán quieren otra' vez
cubrir con hojas de higuera la vergüenza de su pecado. Téngase cuenta
no sean hojas desta higuera con las que se cubren los que aconsejan
se pida a uno lo que no tiene, y que le castiguen porque no dió lo
que no tenía.
Pasemos a lo segundo que se pregunta. «¿Si a los reyes les dan,
qué han de recibir, y de quién?» Han de recibir todo lo que se debe
a la grandeza y decoro de su persona, y a las obligaciones del oficio
de rey. Han de recibir oro, tesoros. Así lo hizo Cristo, que recibió los
tesoros que le trujeron los reyes que le vinieren a adorar, en que
enseñó a recibir; empero como Rey de reyes, de príncipes, de poderosos..
Y estos tesoros que recibió Cristo, se los encaminó una estrella. Ha de
ser,. Señor, luz del cielo la que encamine tesoros al rey ; no lumbre
que haya abrasado a quien los tenía, primero que traídolos, o quemado la provincia para sacarlos. Este, Señor, es ministro cometa, no
estrella; promete más ruinas que augmentos.
El tercero punto es: «Si piden a los reyes, a quién han de dar,
y qué; y a quién han de negar, y por qué.» Los malos y detestables
tiranos siempre fueron pródigos y perdidos, creyendo que con el afeite
de las dádivas grandes cubrían la fealdad de sus costumbres; y quedando ellos pobres, a nadie hicieron rico. Tácito dice que hallaron más
pobres a aquellos a quien dió Nerón mucho, que a los que se lo quitó
todo. Añado que es tan perniciosa la prodigalidad de los tiranos, que
empobrece su dádiva y no su robo. Lo que dan es premio de maldades: lo que quitan, invidia y venganza de virtudes; y así, quedan
éstos con derecho a la restitución, y aquéllos al castigo. Si no se mira
a quién se da, más se pierde dando que perdiendo: piérdese la , cosa
sola que se pierde; y si no se sabe dar, se pierde lo que se dió y el
hombre a quien se dió: daño muy considerable. Por esto dice el Espíritu Santo: «Si hicieres bien, sabe a quién le haces; y tendrán mucha gracia tus bienes.» Lo contrario dice el refrán castellano: «Haz
bien, y no mires a quién.» No se puede negar que estas palabras aconsejan ceguedad, pues dicen que no mire. Esto quieren los que, si cuando
piden los .mirasen, saldrían, cuando mejor despachados, despedidos.
Mírese a quién se da, y muchas veces se quitará al que pide; que si
no se mira, eso es dar a ciegas.
Hay tiranos de dos maneras : unos pródigos de la hacienda suya
— 57
y de la república, por tomarse para sí no sólo el poder que les toca,
sino el de las leyes divinas y humanas. Otros son miserables en dar
caudal y dineros, y son pródigos en dar de sí y de su oficio; y pasan
a consentir que les tornen y quiten su propria dignidad, por no perder
un instante de ocio y entretenimiento. De aquéllos y déstos hubo muchos en el mundo, cuyas vidas aun no consintió la idolatría; cuyas
muertes quedaron padrones de la infamia de aquellos tiempos. La ley
evangélica ha librado a las repúblicas destos monstruos, que son castigo de los reinos y imperios donde no la reciben para salud y vida,
u donde la han dejado, y la tuvieron los que son propiamente renegados de Dios. Cristo Nuestro Señor no sólo dió a todos los que le
pidieron, sino que dijo: «Pedid, y recibiréis.» Dió ojos, oídos, pies,
manos, salud, libertad : esto a los vivos; y á los muertos vida. Dió
sustento a los que necesitaban dél donde no le podían hallar. Mas es
de advertir que todo esto dió a los que faltaba todo esto: al ciego
ojos, al sordo oídos, al tullido pies, manos al manco, al enfermo salud,
al endemoniado captivo del demonio libertad, y a los muertos vida. Así
se ha de dar, Señor: este es el oficio del rey, dar a los suyos lo que
les falta; no darles lo mismo que tienen, para que le sobren más ojos
al que ve, más oídos al que oye, y así en lo demás. Esto se hace
cuando el príncipe da sus ojos y sus oídos a otro para que vea y oiga
por él, que es añadirle oídos y ojos (cosas que él se tiene), cuando le
da sus pies y sus manos para que obre en su lugar, que es ocasionar
que digan : «Es sus pies y sus manos.» Nota que el común modo de
hablar les pone no sin grave acusación.
Ha de dar,. el rey premio y castigo; mejor diré, que ha de pagar
el premio y ejecutar el castigo, porque son dos cosas en que el rey
no ha de tener arbitrio, ni otra voluntad que las balanzas de la justicia en fiel. Es gravísima pecado el que llaman los teólogos acceptio
Personam, «acepción de personas». Este destierra toda justicia. Dar
al delito que sólo merece destierro la horca, y al que merece ésta destierro, no es mayor maldad que dar el magistrado y la dignidad al
que no la merece, dando al que la merece el olvido que se debía a aquél.
Ha de dar bienes temporales a los méritos y servicios que le obligan; mas ha de ser en aquella medida que lo que da no le obligue
a pedir, ni a quitar a unos para dar a otros. No lo ha de dar todo
a uno; que deste género de dádiva sólo del diablo hay texto detestable en la tentación. No sólo no ha de dar sus dos lados a uno, empero ni a dos, aunque sean parientes, y como hermanos, y su querido
el uno. Cristo Nuestro Señor fué el ejemplo, cuando la madre de Juan
y Jacobo pidió las dos sillas d e la diestra y de la siniestra en su reino
para sus dos hijos (desto traté en dos capítulos). La decisión fué: «No
sabéis lo que pedís.» Y se sigue que lo es para quien lo concediere :
«No sabéis lo que dais.»
58 —
Hay otro peligro casi inevitable para los príncipes, enmascarado de
virtud y desinterés, tan al vivo fingido, que hay pocos que lo conozcan por quien es, y que no lo admitan por lo que miente. Esto es,
hombres que ni piden ni reciben nada, porque aspiran a tornarlo todo.
Judas fué el inventor desta carátula. Quien le vió ni pedir sillas, ni
lado, ni primero lugar, ni licencia para hacer bajar fuego del cielo
sobre los que no hospedaban a Cristo, ni pedir para s: otro cargo del
que tenía; que dél no se lee hurto que hiciese; que sola una vez
que habló fué para que vendiéndose el ungüento se diese a los pobres
por arbitrio, conocerá que la máscara de los tales son arbitrios de socorrer necesidades. Y quien considerare que éste vendió luego a Cristo,
y se le echó en la bolsa, conocerá que los que se disfrazan con esta
máscara no piden ni reciben, porque pretenden tomarlo todo y echarse
a su señor en la faldriquera. Estos mientras viven traen la soga arrastrando, y para morir la soga los trae arrastrando a ellos.
No ha de dar el rey los premios y las grandes mercedes medidas
por el número de los años y tiempo que le han servido; sino por la
calidad y el peso de los servicios, por las circunstancias y lugar de la
ocasión. Dimas, ladrón toda su vida, condenado por ladrón a muerte,
y con otro escogido para con sus lados infamar a Cristo puesto en
medio de sus dos cruces, en breve rato mereció el reino de Dios y ser
aquel día con el Hijo de Dios en el Paraíso: porque apreció el verdadero Rey, y conocerle por Dios donde aun de hombre estaba desfigurado, donde el mismo que le conocía era quien más le ayudaba a
desconocer, donde no sólo no estaba como Dios, sino aun como hombre
delincuente y malo. Conocióse Dimas a sí, conoció a su compañero, y
reprehendióle; conoció a, Cristo, y confesóle por Dios. Y aquel Señor,
que es suma piedad y suma justicia, le dió su gracia, y su reino y su
compañía, a la calidad del servicio y al mérito de las circunstancias,
sin mirar a la brevedad de un breve rato. Esto, Señor, importa mucho que imiten los reyes para dar y saber
dar (materia de suma importancia que se discurrió en la Parte primera
desta Política, capítulo XIV. y aquí se consumó su discurso), y premiar antes y más el valor de los servicios que el número de los días
y de los años; porque en lo moral y político se ha de, contar antes
lo que se vive bien, que mucho. Esto a cargo está de la vejez y de la
muerte; esotro ha de ser cuidado de la justicia remunerativa. No pidió
Dimas merced por lo que había servido, sino sirvió para merecerla.
Esto advierte que cuando a los príncipes de la tierra quien les ha servido en un cargo, por aquella razón pide le hagan merced, se advierta
que si pidió por merced el primero cargo que alega, no es otra cosa
sino pedirle hagan merced porque se la hicieron, y hacerse acreedor de
lo que debe, y deudor suyo al príncipe que es su acreedor.
— 59
CAPITULO X
Con el rey ha de nacer la paz; esa ha de ser su primero bando. Con quién
habla la paz; por qué se publica por los ángeles a pastores. Que nace
obedeciendo quien nace a ser obedecido.
Es tan noble y tan ilustre la paz, que tiene por solar el cielo. Que
desciende dél, se ve en los ángeles que bajaron del cielo a publicarla
en la tierra a los hombres. Estos en paz imitan vida de ángeles: la
tierra pacífica, estado de bienaventuranza. Tan apetecible es la paz, que'
siendo tan detestable la guerra, se debe hacer por adquirir paz en la
religión, y en la conciencia, y en la libertad justificada de la patria. Hay
paz del mundo, y paz de Dios; por eso dijo Cristo : «Yo os doy mi
paz, no la que da el mundo.» En el mundo se usa mucha paz de Judas,
enmascarada con el beso de su boca. Las señas desta son que se padece y no se goza ; que se ofrece y no se da. Nadie presuma que no
se le atreverá esta mala paz cara a cara, pues cara a cara se atrevió á
Cristo, rey de gloria.
Señor, el ministro que aconseja que para conservar en paz los vasallos, los despojen, los desuellen y los consuman, ese Judas es, y la
suya paz de Judas: con la boca más chupa sanguijuela, que besa reverente. Destruir los pueblos con achaque de que los enemigos los quieren
destruir, es adelantar los enemigos, no contrastarlos ni - prevenirlos. Es
no dejarlos qué hacer ni qué deshacer. Hubo paz universal en el mundo
cuando nació Cristo, porque nacía la paz universal del mundo. Publicóse por edicto de César Augusto que el orbe todo se numerase. Nació
Jesús en esta obediencia, y fué obediente hasta la muerte, desde el
vientre de su Madre, antes de nacer, y naciendo. En la obediencia está
la paz' de todas las cosas : a Dios primero, a la razón, y a la justicia.
No hay guerra sin la inobediencia a una destas tres cosas, a que persuaden otras tres, impiedad y pecado, apetito, soberbia ambiciosa. Nace
obedeciendo quien sólo debe ser obedecido; ¿y no obedecerá quien sólo
nació para obedecer? Toda la vida de Cristo fué paz. Nace, y luego la
publican los ángeles; enseña, y encarga la paz a sus dicípulos, y invíala
con ellos a todos. Va a morir; y al despedirse, repetidamente les da
su paz y les deja su paz. Sólo el que se atrevió a arrimar su boca a
su cara, el que le acarició con el beso, el que tenía a su cargo la bolsa
de su apostolado, despreciando la paz de Cristo, dió a Cristo la de
Judas.
Dice el texto sagrado que los ángeles que publicaron la paz a los
hombres se aparecieron a los pastores que velaban guardando las vigilias
de la noche. Señor, mérito y disposición fué en los pastores -el hacer
bien su oficio, el no dormir por defender sus ovejas, y el velar porque
los lobos, que velan por hacer guerra a sus ganados, no se la hiciesen.
6o —
Por esto se les aparecieron los ángeles, y los anunciaron la paz. El
sueño es puerta abierta a la guerra y a la cizaña; el desvelo, a la paz
y seguridad.
Señor, espero será agradable a la piedad y desvelo real de vuestra
majestad este lugar y las consideraciones con que le aplico. Misterio
tiene decir que a David, rey y profeta, le sacó Dios de guardar ovejas.
Legítimo noviciado para ser rey es ser pastor. Grande misterio enseña
añadir: «Escogióle cuando seguía a las ovejas•preñadas.» Señor, el preñado de las ovejas es el aumento del ganado: por eso escogió Dios a
David de pastor para rey, porque andaba tras el aumento de su ganado;
y entonces, mereció que le escogiese, cuando asistía al aumento. Ya nos
ha dicho el salmo cómo era pastor, y cómo por saberlo ser mereció ser
rey por la elección de Dios. Veamos si siendo rey dejó de ser pastor.
El mismo salmo dice que fué pastor siendo rey : «Escogióle de pastor
para que apacentase a Jacob su siervo, y a Israel su heredad. Y apacentólos en la inocencia de su corazón y en los entendimientos de sus manos.»
Con la palabra apacentar con que habló del ganado, habla de Jacob y
de Israel. Mas dice: «Los apacentó en la inocencia de su corazón y
en los entendimientos de sus manos.» Señor, apacentólos con la inocencia de su corazón, no con la malicia del ajeno. Y aquella palabra o frase
tan extraordinaria: «Con los entendimientos de sus manos», el Espíritu
Santo la dió a nuestra Vulgata. Hay reyes que rigen sus reinos con los
entendimientos de las manos ajenas, o con sus manos gobernadas por
los entendimientos de otras manos. Estos no son pastores, sino ovejas
de aquellos que con sus entendimientos gobiernan sus manos. Estos no
son reyes, sino regidos de las manos, que dan sus entendimientos a
aquellos a quien ellos dan mano.
CAPITULO XI
Cómo fué el precursor de Cristo, rey de gloria, antes de nacer y viviendo;
cómo y por qué murió; cómo preparó sus caminos, y le sirvió y dió a conocer. Y cómo han de ser- a su imitación los que hacen este oficio con los
reyes de la tierra.
Ha de ser el buen ministro luz encendida; mas no se ha de poner
ni sepultar debajo del celemín, para alumbrar sus tablas solas y sus
tinieblas, sino sobre el candelero : disposición es evangélica. Ha de ser
vela encendida, que a todos resplandece y sólo para sí arde; a sí . se
gasta, y a los demás alumbra. Mas el ministro que para todos fuese
fuego, y para sí sólo luz que alumbrándose a sí consumiese a los otros,
sería incendio, no ministro.
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• • ....
.•
CAPITULO XIII
Cuál ha de ser el descanso de los reyes en la fatiga penosa del reinar ; qué han
de hacer con sus enemigos, y cómo han de tratar a sus ministros, y cuál
respeto han de tener ellos a sus acciones.
Que el reinar es' tarea; que los ceptros piden más sudor que los
arados, y sudor teñido de las venas; que la corona es peso molesto que
fatiga los hombros del alma primero que las fuerzas del cuerpo; que
los palacios para el príncipe ocioso son sepulcros de una vida muerta,
y para el que atiende son patíbulo de una muerte viva, lo afirman las
gloriosas memorias- de aquellos esclarecidos príncipes que no mancharon
sus recordaciones, contando entre su edad coronada alguna hora sin
trabajo. Así lo escribió la antigüedad; no dicen otra cosa los santos;
esta dotrina autorizó la vida y la muerte de Cristo Jesús, Rey y Señor
de los reyes.
Señor, cuando vuestra majestad acaba de dar audiencia, de oír la
consulta del Consejo ; cuando despachó las consultas de los demás y
queda forzosamente cansado, descanse así como Cristo, empezando otro
trabajo; trate de reducir a igualdad los que le consultan de otros; atien
da vuestra majestad al desinterés de los que le asisten, a la vida, a la
medra, a las costumbres, a la intención; que este cuidado es medicina
de todos los demás. Quien os dice, Señor, que desperdiciéis en la persecución de las fieras las horas que piden a gritos los afligidos, ese
más quiere cazaros a vos, que no que vos cacéis. Preguntad a vuestros
oídos si son bastantes para los alaridos de los reinos, para las quejas
de los agraviados, para las reprehensione s de los púlpitos, para las demandas de los méritos, y veréis por cuántas razones vuestro sagrado
oficio desahucia los espectáculos de que os tengan por auditorio hipotecado a sus licenciosas demasías. Quien descansa con un vicio una ocupación, ese descansa la invidia de los que le aborrecen, la cudicia y ambición de los que le usurpan, la traición de los que le engañan. Quien
de un afán honesto descansa con otro, ese descansa así como 'descansó
Cristo.
Muy poderoso y muy alto y muy excelente Señor, los monarcas
sois jornalerós: tanto merecéis como trabajáis. El ocio es pérdida del
salario; y quien descansando así os recibió en su viña por obreros, mal
os pagará el jornal que él ganó así, si así no le ganáis.
Señor, los pretendientes, los sedientos, los allegados os quieren pozo
hondo y oscuro y retirado a la vista, porque solos ellos puedan sacar
lo, que quisieren. Estos, Señor, que alcanzan con soga y no con méritos
paguen con su cuello al esparto lo que le trabajan con el caldero. Pozo
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os quieren, Señor; fuente sois, y tal os eligió Jesucristo. Ellos os quieren
detenido y encharcado para sí; y Dios, difuso y descubierto para todos.
Corred como fuente, pues lo sois; y para quien os quiere pozo, sed sepoltura.
Pide este gran rey, Señor, y pide agua al pie de la fuente en el
brocal del pozo : no pide oro, ni plata, ni joyas; pide lo que sobra donde
lo hay, a quien' viene a sacarlo para sí todo. Estos malditos que son
carcoma doméstica de los reyes, quieren que sean pozos; Dios manda
que sean fuentes. Delicto y castigo será contradecir a Cristo, y obedecer a los soberbios y vanagloriosos. Señor, rey, pozo hondo para todos
y abierto para uno que solo y siempre saca, atienda con todos los sentidos a ver si conoce algo de su séquito y de su alma en aquellas palabras del Apocalipsi : «Vi caer del cielo en la tierra una estrella, y
fuéle dada llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió
el humo del pozo como humo de un horno grande; y el sol y el aire
se escurecieron con el humo del pozo. Y del humo del pozo salieron
langostas sobre la tierra, y fuéles dada potestad como la tienen los escorpiones de la tierra; y fuéles mandado que no ofendiesen el heno
de la tierra, ni alguna cosa verde, ni algún árbol; sólo a los hombres que
no tienen la señal de Dios en sus frentes.»
Señor, este lugar tan poseído de amenazas y espantos, donde las
estrellas caen y el humo sube; rosa tan contraria lo entienden los padres
a la letra de los herejes; yo me aventuro a declararle de los reyes pozos.
Nada, si bien se considera, es por mi cuenta: el proprio lugar se declara, y no por eso deja de entenderse de los herejes; que los reyes
que se apartan de los ejemplos de Cristo, y le desprecian Y niegan la
obediencia a sus mandatos, herejes son desta dotrina, do está escrita
esta cláusula con tantos espantos como letras: estrella que cae, humo
que sube, horno, escuridad, escorpiones y langostas. ¿Qué fábrica en el
infierno se compondrá de más temerosos materiales? Hable la cláusula
por sí. ¿Qué es un rey? Una estrella del cielo que alumbra la tierra,
norte de los súbditos, con, cuya luz y influencia viven. Por eso apareció
estrella a los tres reyes. Todos los reyes, Señor, son estrellas del sol
Cristo Jesús; familia suya son resplandeciente. El que cae de la alteza
del cielo, el que se aparta de la igualdad de aquella circunferencia, que
a su justicia llegan forzosamente todas sus líneas iguales, ese que del
cielo cae en la .tierra, ¿qué cudicia? ¿Qué negocia con apear su luz encendida a la par con el día y abatirla por el suelo? Negocia las llaves
del pozo del abismo. Era vecino de oro en el glorioso espacio por donde
se extienden en igualdad ,inmensa los volúmenes del cielo, y caía a ser
llavero de las gargantas del humo de los depósitos de la noche. ¿Qué
hizo este rey en teniendo las llaves del abismo? Abrir el pozo del abismo.. ¡Ah, Señor! ¿Quién estuviera tan mal con alguna estrella, que de
llama de aquel linaje que se encendió con la palabra de Dios en el
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más ilustre solar del mundo, sospechara pensamiento tan bajo? Yo
creyera que bajaba la estrella a tomar las llaves del pozo del abismo
para darle otra vuelta, para añadirle otro candado para que otra mano
no le abriese. Mas no fué así; que quien deja el lugar que tenía por
Dios, y el ministerio que le fué dado, todo lo dispone al revés. ¡ Qué
pensamiento tan vergonzoso para una estrella bajar ella a abrir el pozo
para que suba el humo I Así el texto dice, que subió del pozo humo
como de un horno grande. Rey que deja de ser estrella y se inclina a
pozo, ¿qué hace, Señor? Precipitarse a sí, que es estrella, y levantar
el criado, que es humo. La luz y la tiniebla truecan caminos. Estrella
que cae, ¿qué puede levantar sino humo? Rey que deja ceptro de monarquía por llaves de pozo, desate de las cárceles de la noche contra
sí las escuridades, y sea su castigo, que cayendo porque el humo suba,
no logrará aun esta maldad; porque el humo cuanto más sube más se
deshace, y la enfermedad mortal del humo es el subir.
El negarle a Dios lo que nos pide, nace de que no conocemos que
su pedir es dádiva. ¿Qué nos pide que no sea para darnos? Gran misterio, pedirla agua, para que ella se la pida al que se la dará I Quien
pide desta manerá imitando a Cristo, será padre de sus reinos. Pida tributos para darles defensa, paz, descanso y aumento; no pida a todos
para dar a uno, que es hurto; no pida a unos para dar a otros, que
es engaño; no pida, a los pobres para dar a los ricos, que es locura delincuente; no •pida a ricos y a pobres para sí, que es bajeza. Pida para
que le pidan, y entenderá la dádiva de Dios, que empieza en pedir y
acaba en dar.
Al ministro más alto le es lícito admirarse de las acciones del rey:
así lo hicieron los apóstoles. No es lícito adelantarse, ni atreverse, ni
entremeterse: así lo hizo el diablo. Halla el criado y el ministro hablando al príncipe con otro, a solas; no invidie ni recele, no maquine:
admírese y calle; que vos, Señor, habéis de hablar con quien conviene,
con quien lo ha menester, no con quien ellos quisieren. Acobardad,
Señor, la pregunta curiosa en los vuestros; que entonce s ellos serán
mejores criados, y vos más rey. Ni os pregunten qué buscáis, ni qué habláis, ni qué os hablaron : tengan admiración muda, que es admiración de apóstoles; no admiración preguntadora, que es admiración de
fariseos, que también se admiraban y le preguntaban siempre.
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CAPITULO XIV
Ningún vasallo ha de pedir parte en el reino al rey, ni que se baje de su cargo,
ni aconsejarle que descanse de su cruz, ni descienda della, ni pedirle su voluntad y su entendimiento: sólo es lícito su memoria. Quien lo hace quién
es, y en qué para.
Señor : al que mejor sirvió al lado de Cristo rey, lo más que se le
consintió pedir fué que en el reino se acordase dél, no algo del reino;
y lo más que se le respondió fué: «Estarás hoy conmigo en mi reino.»
No dijo: «Estarás en mi reino por mí»; eso el buen rey no lo concede
a alguno. Señor, quien pidiere a vuestra majestad que para salvarle a
él se bajase de la cruz, ese mal ministro es, perezca como tal. Quien
con su cruz al lado de vuestra majestad le confesare, y no atreviéndose
a su voluntad y entendimiento, se encomendare a su, memoria, ese tal,
ese digo, tenga buena promesa de estar con vuestra majestad en su
reino, y véala cumplida. Recorra vuestra majestad la vida de Cristo,
y verá que niega a t su lado sillas a dos privados, a dos apóstoles, a dos
parientes, y admite a su lado cruces y ladrones. De los cuales, el que
pide a Cristo que se baje de su oficio. (que es su cruz), se condena;
y el que sin entremeterse con la del rey padece en la suya, y no pide
en el reino parte sino memoria, se salva. En el imperio de Dios no
logra el mal ladrón sus blasfemias acomodadas; y goza el bueno su
negociación humilde y reconocida. Bien se die; a entender en esto Cristo
Nuestro Señor, cuando dijo por San Lucas: «Decía a todos: Si alguno
quiere venir detrás de mí niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada
día, y sígame.» Suplico a vuestra majestad, por la caridad de Jesucristo,
no divierta su atención de estas palabras, que obedecidas le pueden ser
la guarda de mejor milicia y de mayor defensa. Señor, a todos decía
Cristo estas palabras; no puede la insolencia de alguno desentenderse
dellas. Todos es palabra sin excepción, y que no admite achaque en
la familia de Cristo, ni excluye a Judas, ni exceptúa a Pedro.
Así se ha de hablar, Señor, cuando se mandan cosas como éstas que
importan a la regalía . y autoridad del príncipe, con todos; que quien
manda a algunos, de otros es mandado. «Si alguno quiere venir detrás
de mí» : lenguaje de rey venir detrás, no delante, que es traición y
usurpar; no al lado, que es competir y atreverse; sino detrás, que es
servir. Señor, en nada se ha de ver primero al criado que al señor.
«Niéguese a sí mismo», porque sólo el que esto hiciere no negará a su
rey. Toda la fidelidad de un privado está en negarse a sí las venganzas, las cudicias, las medras, los robos, las demasías, la adoración; y en
negándose esto a sí mismo, va detrás de su señor, y no le va arrastrando tras sí como alevoso que se concede a sí proprio no sólo cuanto
desea él, sino cuanto los otros; pues de la necesidad ajena saben lo
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que pueden, invidiar a, los méritos y a la virtud. «Y tome su cruz cada
día.» No dice: «Tome mi cruz», que eso era darle el remo, sino «torne
la suya, y tómela cada día», que en esta tarea está la verdad y la
salud. Rey que ruega a otro con su cruz, adelántase contra sí a la blasfemia del mal ladrón. Señor, vos habéis de llevar vuestra cruz, que son
vuestros vasallos y vuestros reinos, no otro; habéis de llamar a vos
a los que quisieren ir detrás, no delante; a los que se negaren a sí
propios; y juntamente habéis de mandar que no os siga sino el que
cada día tomare su cruz; y ha de ser cada día, porque el día que
quien os sigue deja de tomar su cruz, toma la vuestra, y esto no es
seguiros, sino perseguiros.
CAPITULO XVI
Cómo nace y para quién el verdadero rey, y cómo es niño; cuáles son los reyes
que le buscan, y cuáles los reyes que le persiguen.
La primera virtud de un rey es la obediencia. Ella, como sabidora
de lo que vale la templanza y moderación, dispone con suavidad el
mandar en el sumo poder. No es la obediencia mortificación de los
monarcas; que noblemente reconocen las grandes almas vasallaje a la
razón, y a la piedad y a las leyes. Quien a éstas obedece bien, manda;
y quien manda sin haberlas obedecido, antes martiriza que gobierna.
Mucho tiene de enigma esta proposición mía: «Han de ser los
reyes obedientes hasta la muerte»; y por otra parte: «Es muerte de los
reyes y de los reino s que' sean obedientes.» Mas la verdad desata esta
tiniebla y amanece esta noche, para despejar sus horrores a la luz del
entendimiento. Obedecer deben los reyes a las obligaciones de su oficio,
a la razón, a las leyes, a los consejos; y han de ser inobedientes a la
maña, a la ambición, a la ira, a los vicios. No pongo entre estas pestes
los criados y los vasallos, porque en todo discurso eso se está dicho.
Y son cosas contrarias obedecer el rey al siervo; y cuándo se ve, es
un monstruo de la brutalidad que produce el desatino humano para
escándalo de las proprias bestias.
Para esto nacen los reyes, para su desnudez y desabrigo, y remedio
de todos; no para destruir a alguno, ni desacomodar a nadie. ¡ Con
cuántas ventajas de elegancia dijo esto aquel prodigio de Africa, Quinto
Septimio Florente Tertuliano! Considerando aquellas palabras del capítulo 8, de San Mateo : Quid nabis, et tibi Jesu Fili Dei? «¿Qué hay
entre nosotros y entre ti, Jesús hijo de Dios? Veniste aquí antes de
tiempo a atormentarnos», dice este gran padre, concurrente de los apóstoles: «Reprehendió Jesús ál demonio corno a'invidioso, y en la propria
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confesión descaminado, y que adulaba mal; como si esta fuera suma
gloria de Cristo haber venido para la perdición de los demonios, y no
antes a la salud de los hombres.» Los reyes, Beatísimo Padre, cabeza
primera de nuestra Iglesia que altamente vive en la eminencia del monte
para la salud universal del cuerpo místico suyo, no han de nacer, ni
heredar, ni venir para destruir y perder y atormentar: su oficio es venir
a fortalecer, a restaurar, a dar consuelo. Y es vituperio (que deben sentir
sumamente y reprehenderlo y contradecirlo luego' con las obras) que
digan viene a atormentar aun a los delincuentes. Los demonios (nadie
puede ser peor) le dijeron que venía a atormentarlos; y dice Tertuliano
que fué invidia y confesión del enemigo, y que adulaba mal, pues él
venía a traer salud y no calamidades; y porque los desmintiese el suceso,
les concedió a los demonios .luego lo que le pidieron. Al delincuente
venga el rey a emendalle y a reducille; que atormentar no es razón,
sino vituperio; es mala adulación. Ser tirano no es ser, sino dejar de
ser, y hacer que dejen 'de ser todos. ¡ Ah, ah, Pastor vigilantísimo del
mejor rebaño! ¡Cuánto+ padece de calamidad el orbe con las hostilidades injustas que por tantos lados turban su paz, alentadas por el enemigo común con el soplo vivo de la que llaman razón de Estado, am,
bición y venganza, para la desolación de las repúblicas! Vuestra Beatitud, pues se halla en la cumbre de los montes con la altura de la, primera silla, fundada en ellos con buena estrella de los hijos de la fe en
vuestra elección, mire estas turbaciones públicas, y el estado miserable
de los que a gritos las lloran; porque mirarlas y remediarlas, todo ha
de ser uno en quien ha sido elegido de Dios para el remedio de todos.
,
Que haya hecho grandes a las repúblicas y a los reinos la pobreza,
y que el día que se acabó y se volvió en abundancia Perecieron, hasta
las bocas profanas lo han dicho. Juvenal no llora por otra cosa la ruina
de Roma con aquellas animosas palabras (Sat. 6):
Nullum crimen abest, facinusque libidinis, ex quo Paupertas Romana perit.
Señor, este ejemplo de Cristo a los que le han tomado les ha sido
gloria y remedio; a los que le han despreciado, inviando ministros por
sus reinos, no a que saquen sino a que arranquen,, no a que pidan sino
a que tomen, premiando al que más sin piedad desuella los vasallos, ha
sido ruina, y desolación, y levantamiento universal de las provincias y
reinos.
Con buenas canas de antigüedad lo refiere Polibia: «Porque en la
guerra pasada,' presumiendo tenían para ello justas causas, con mucha
soberbia y avaricia habían gobernado los pueblos de Africa, tomádoles
la mitad de todos sus frutos, y doblándoles los tributos, ningún delito
habían querido perdonar aun a aquellos que con ignorancia habían pecado.
De los magistrados, a aquéllos solos habían premiado, no los que con
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benignidad y clemencia hubiesen administrado sus cargos, sino que hubiesen amontonado mucha dinero en el tesoro, por más injusticias y tiranías que hubiesen ejecutado contra el pueblo, cual fué este Anon de
quien hicimos mención arriba. Con lo cual parecía que los pueblos de
Africa podrían ser inducidos fácilmente a rebelión, no solamente con
persuasión de muchos, mas aun con un solo aviso. Pues las mujeres mismas que en el tiempo pasada habían visto llevar a sus maridos y hijos
hechos esclavos por no haber pagado los tributos, se conjuraron en todas
las ciudades, no sólo no ocultando algo de los bienes que les habían
quedado, antes dando (lo que parece increíble) de su voluntad hasta sus
mismas joyas para pagar los sueldos.»
Señor, el ministro que fué a buscar vuestro socorro para defender
vuestros reinos, y a fuerza de sangre de vuestros vasallos os trae en
la ruina dellos y en su sangre chupada más manchas que tesoros, ése
no sólo no ha de medrar, antes el castigo público le ha de hacer ejemplo y escarmiento. El que os trae poco por dejaras mucho en vuestros
pueblos y en vuestros vasallos, y llevó por contadores la piedad y la
justicia, y trajo enjuto de lágrimas de los que le dieron lo poco que
trajo, ése, Señor, medre y sea premiado: reconózcale vuestra majestad
por buen dicípulo de la estrella de Belén. Y cuando han sucedido semejantes robos y delitos en las repúblicas, y se les sigue la peste armada
de muertes, y las enfermedades habitadas de venenos, y se ve que la
naturaleza deja fallecer las plantas y morir de sed por falta de lluvias
los sembrados, grave delito es, Señor, acudir por las causas destos azotes, los que los merecen de la mano de Dios, a la inocente astrología,
y querer que sea causa de tanta ruina la malicia del cielo, cuando la es
la de la tierra. Esto, Señor, es huir del remedio, que es acudir a Dios
con la enmienda y satisfacción, y no pretender disculparse con malos
aspectos y oposiciones de astros: por ; lo cual todo queda sin remedio,
siendo la causa el sacrilegio, como Simaco dice.
CAPITULO XVII
El verdadero Rey niño puede tener poca edad, no poca atención: y ha de empezar por el templo, y atender al oficio, y no a padre ni madre.
Santísimo Padre, quien hace su oficio, y atiende 'a lo que le invían,
y acude a Dios, y asiste al templo, y se da a la Iglesia, y oye los dotores, y los pregunta, y los responde, acudiendo a lo que es de su cargo,
aun donde no está no le echan menos; y no puede faltar de ninguna
parte quien atiende a lo que manda Dios. Y, por el contrario, quien
huye de la Iglesia, quien se aparta del templo, quien se esquiva de su
oficio, quien deja su obligación, donde está le buscan, los aue le tratan
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le echan menos, donde asiste no le ven, en todas partes falta, en ninguna parte está : fuera de su obligación, está fuera de sí. Este fué uno
de los mayores misterios del soberano rey, y de los más dignos de su
monarquía y providencia.
CAPITULO XVIII
A quién han de acudir las gentes. De quién ha de recibirse. El crecer y el disminuir, como se entiende entre el criado y el señor.
Santísimo Padre, oídme atento: bien merecen mis voces tan grande
atención. A vuestro cargo están los reyes de la tierra, y sobre sus
coronas están vuestras llaves: oid la habilidad de los traidores. Vieron
que el levantarse con los reinos, o intentarlo, o pensar en ello era
delito digno de muerte y que se llamaba traición, y acogiéronse por
temor de los castigos a levantarse con los reyes: cosa que, siendo
más sacrílega, es tenida por dicha, y el que lo hace, por ministro, no
por aleve. Lo uno castigan los reyes, lo otro premian. ¡ Oh gran tiniebla del seso humano ! ¡Que haya príncipe que acaricie al que se
levanta con él, y que castigue al que se levanta con el reino, siendo
aquél peor, más osado! Porque el uno usurpa a Dios su teniente, depone a Dios su elección; y el otro emprende los pueblos encomendados, que aquél arrebata más seguro y más dueño. Y hales caído esto
tan en gracia a los desvanecidos y facinorosos, que desde que los reyes
consienten privanzas, desechan las conjuraciones y levantamientos por
necios y arriesgados. ¿Qué falta hacen las comunidades, donde hay
quien se levante con el rey? A César, y a Tiberio, y a Claudio, los
motines y levantamientos les fueron ocasión de gloria y de esfuerzo,
mas los privados de ruina y de afrenta. Más le costó a Tiberio, Seyano,
que todas sus maldades y todos sus enemigos. Hagan los príncipes la
cuenta con las historias en todos los reinos, en todas las edades, y
verán cuánta mayor maldad es levantarse con ellos que con sus reinos.
Allí verán que a los que la traición quitó los estados, llaman hombres
sin dicha los coronistas y historiadores; y a aquellos a quien les quitó
el ser reyes el valimiento, los llaman hombres sin entendimiento y sin
valor. Los que padecen esta nota en la memoria de los hombres, después de su muerte, aunque les permitieran el volver a nacer, lo rehusaran por no verse tales como fueron. ¡ Qué universalmente descartó
esto San Juan, cuando dijo: «Que no ha de recibirse nada, sino lo
que fuere dado del cielo»! El reino dióle Dios al rey (excluido está
de recibirle el privado), la majestad y el poder. Y si ha de recibir
sólo lo que le fuere dado del cielo, excluída está el cohecho, y la
negociación, y el presente y la niñería, que arreboza con esta humildad
los tesoros.
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Bien pasara sin detenerme,. por las palabras que otro alguno no
ha advertido; mas como hablando de un privado Juan. las dice otro
Juan privado, no excuso advertir a los príncipes y a los poderosos
en ellas. «Y venían y se bautizaban. Aún no habían preso a Juan, y
hubo cuestión entre los dicípulos de Juan con los judíos.» ¡ Extraña
cosa decir que aún no estaba preso, cosa que constaba de la historia 1
No es pluma la de San Juan, que escribe rasgo sin misterio. Advertir los que priváis, que aún no estaba preso el privado; aún no estaba en
la cárcel Juan, y ya los suyos levantaban canteras y marañaban cuestiones. Preso un poderoso, cierto es que todos hablan dél y contra él;
mas antes de cae antes
antes de la adversidad, los más propios, los más de
casa arman cuestiones y voces, y le desasosiegan la buena ventura. No
es • el peligro estar en la cárcel, sino en la privanza. «Este gozo se me
cumplió : él importa que crezca y que yo me disminuya.» 1 Qué bien
lo dijo el más que profeta! Aquí deslindó toda la materia de Estado
divina y humana. No les queda licencia a los confesores ni a los teólogos para absolver los unos y interpretar los otros la que contra estas
palabras se cometiere. Privados, si oís otra cosa que lisonjas, oíd el
goza que dice San Juan, que es que crezca su rey, y que él se disminuya. ¡ Oh reyes! Luego importa que el criado se disminuya y
que el rey se aumente. En este solo aforismo está la medicina de
todos los gobiernos. No aprovecha que el rey crezca y el criado también; porque el criado no puede crecer sin la disminución del rey,
de lo que le quita en la riqueza, de lo que le usurpa en el poder, de lo
que le estraga en la justicia, de lo que le desacredita en la verdad, de
lo qué le descuida en su obligación. Y esto no es crecer entrambos, es
disminuirse el rey porque crezca el vasallo; y ha de ser al revés, y dice
San Juan Bautista que conviene. Y esto, oh miserables favorecidos de
los príncipes, los que no lo entendéis así!, a vosotros os conviene, porque en disminuir está vuestra triaca contra la invidia; y sólo os es de
salud un modo de crecer, que es crecer por la diminución.
¿Queréis ver, ¡ oh monarcas! (con todos hablo), qué delito es crecer el criado y diminuirse el señor, y cuán gran delito es y qué pena
merece? Aprendeldo de los proprios criados: oidlos a ellos. Decidme,
príncipes: los castigos tan ciertos y tan frecuentes y •tan grandes de
todos los privados, que se han hecho; que visteis hacer a vuestros
padres; que vosotros hicisteis, ¿quién os lo aconsejó? ¿Quién os los
dispuso? ¿Quién los acriminó? Todos me responderéis, concordando
con las historias, que otros ambiciosos que quisieron para sí, con nombres de servicios, lo que condenan en los otros por traición y por
robo. Bien mereció castigo gel que privó diminuyendo al rey y creciendo él: su patrimonio es la horca; soga y cuchillo son el estipendio
de su desvergüenza, Mas no merece menos la prisión y la muerte eI
que acusa a aquél por cudiciar para sí sus delitos, no para el rey la
•
,
7o —
,
libertad. Pues ¿cómo, monarcas, lo que el que quiere ser privado justifica para la medra de su invidia, admitís por lícito y provechoso?
Y los propios privados os harán creer que a vosotros os es indecente
no consentir por malos y detestables los que ellos propios acusan y
degüellan porque lo son, para serlo ellos. Esta sola justicia he conocido y leído siempre en los que mal han privado, sin excepción: que
unos han sido castigo de otros, y los más afrenta de sus señores y
ruína de sus reinos. ¿Queréis ver, príncipes, cuál engaño padece, no
vuestra vida, que ese era corto; no vuestra hacienda, que ese era vil;
no vuestra comodidad, que ese era delgado, vuestra honra, que es
mucho; vuestra salvación, que es todo? Decidme,. ¿cuál acusación habéis admitido contra algún favorecido vuestro, en que no os prometan
grande restitución al patrimonio, gran satisfacción a las partes? Y si
hacéis la cuenta, hallaréis que os cuesta cien veces más a vosotros y a
vuestro reino el satisfacer la hipocresía de los acusadores, que se os
aumenta de la perdición del caído. Este es el engaño que os atraviesa
las almas. Quien acusa al que tiene y al que puede, para poder él y
tener, ese al criado acusa la dicha y al señor el talento; y el castigo
es igual en el criado y en el príncipe. Siempre he visto, y siempre lo
veréis, que destas persecuciones y visitas hechas por desembarazar para
sí el que acusa los delitos que acusa, se sigue que vosotros quedáis
por este engaño depuestos de la dignidad, como el ministro del oficio,
y más condenados que el preso y depuesto; porque quedáis condenados a otros peores que aquél, y a padecer muchos ímpetus de cudicia recién nacida.
Santísimo Padre, puerta es de vuestras llaves la de la salud de los
pueblos, la de la salvación de las gentes; por aquí tienen paso al cielo,
que vos abrís y cerráis, las almas de los potentados del mundo. Enserialdes con el ejemplo de San Juan esta verdad: que importa que
ellos crezcan y los criados se diminuyan (lo que él cumplió tan presto,
perdiendo la cabeza). Lo proprio, Santísimo Padre, que ha de ser
entre los criados y los reyes, ha de ser entre los reyes y la Iglesia : ella
conviene que crezca, y los reyes se diminuyan; no en el poder ni en
la majestad, en la obediencia y respeto rendido al vicario de Cristo,
a esa Santa Sede.
Dos criados tuvo Cristo : uno, que fué Juan, se diminuyó para que
creciese el rey; y éste fué hombre inviado de Dios, y entre los nacidos ninguno mayor que él. ¡ Gran cosa! ¡ Nadie mayor que el dimi ,
nuído!OtrqisceélyunoisSera;yétfu
Judas, hijo de perdición, y que le valiera más no haber nacido. De
aquel primero pocos imitadores se leen y se ven; déste, su fin, sus
cordeles, su horca, su bolsa, su venta, su beso, se precia de gran séquito
y de larga imitación; y toda su vida presume de señas de muchos y
de original de muchas copias, por lo proprio ajusticiadas.
— 71
CAPITULO XIX
De qué manera entre el rey y el valido en su gracia se cumplirá toda justicia;
y de qué manera es lícito humillarse el rey al criado.
/Oh privados, oh reyes! Tened respeto los unos hasta a la correa
del zapato de vuestro príncipe; los otros haced reverenciar hasta vuestro calzado. Yo, con toda humildad y reverencia, admiro en estas
palabras las interpretaciones de los santos que sirven al misterio. Vosotros, todos los que mandáis y aspirái s a mandar, atended a mi explicación. Juan, primero privado escogido, cuando ve vacilar en el reconocimiento del Señor verdadero, de su Rey eterno, del Rey Dios y
hombre, en estas palabras dice todo lo que se ha de decir, y todo lo
que no se ha de hacer: «No soy digno de desatar la correa de su
zapato.» Pues, Santísimo Padre, si Juan privado no es digno de desatar la correa del zapato de su Rey, ¿qué será del criado que intentare atar con la del suyo a su rey? ¿Qué cosa es atar el criado al
• señor? Eso no se ha de presumir de toda la perdición del seso ambicioso de los hombres; es menester para tan sacrílega osadía toda la
desvergüenza del infierno. No sólo no ha de atar el criado ni el ministro al rey, mas ha de conocer y confesar que no merece desatar
la correa de sus pies. Lo que el rey añuda, nadie, si no es Dios, y la
razón, y la verdad, lo puede desatar sin delito. Majestad tienen los
reyes hasta en los pies : digno es de reverenda su calzado. Pues si
no es lícito desatar la correa del zapato, ¿cómo será lícito desatar al
rey de su alma, al rey de sus reinos, al rey de su oficio, al rey de
la religión, al rey de Dios? Esto el que lo hace, el que desata al rey
destas cosas, no es ministro, no es privado, no es vasallo, no es hombre: lo que es dígalo por el Bautista el evangelista San Juan, que yo
no me quiero atreve r a decirlo, ni caben en mi autoridad sus palabras, que son dignas dél solo. Oigan los reyes y los emperadores al
águila, que es autor de coronas imperiales y blasón propio suyo:
«Y toda espíritu que desata a Jesús, no es de Dios, y este es espíritu
de Anticristo.» El un Juan lo dice, qu'e el que desata a Cristo es espíritu de Anticristo; y el otro Juan, que vino antes de Cristo y fué
inviado dél, cuando dice estas palabras no sólo confiesa que no ha de
desatar a Cristo, sino que no merece desatar la correa de su zapato.
Y el uno que lo hace fué el privado, y el otro el querido. Y el que
no los imitara, si desata a su rey, ¿qué será? Ya lo ha dicho San
Juan. Y si le atare (lo que no se puede creer), será Judas. Ese le vendió
y entregó per dineros a la cárcel y a los cordeles. Con razón, pues,
Cristo se viene al Jordán a buscar tal criado, a honrarle y a ser bautizado dél.
,
72 -
No parece lícito contradecir ni prohibir nada el criado al señor: no
parece lícito, porque los atrevidos• vuelven la cara hacia otro lado por
dejar pasar la verdad. Santísimo Padre, en las honras proprias y mercedes excesivas que se les hacen a ellos, lícito les es el prohibirlo, el
rehusarlo. Mas los mañosos, que la dotrina la ajustan al talle de su
pretensión, prohiben las mercedes de los otros, que luego que no son para
ellos, son excesivas; y las proprias, aunque sean demasiadas, se admiten con queja por pequeñas, y a veces la insolencia del ministro
obliga al príncipe que le ruegue para que acepte lo•que no pudo el
criado cudiciar sin delito, ni conceder el príncipe sin afrenta. Prohibióselo diciendo : «Yo he de ser baptizado de ti.»
«Así conviene que cumplamos nosotros toda justicia.» Esta no es
cláusula, es sima infinita de misterios. Santísimo Padre, ¿cómo? /Que ni
en el encarnar, ni en el nacer, ni en el morir, ni en el resucitar dijese
que cumplía toda justicia, y aquí lo dijese, cuando él es bautizado
de Juan, y Juan dél! ¿Qué hay aquí de justicia? ¿Cómo se cumple
toda justicia donde el hecho es sacramento; donde no hay pueblo?
Río era, y no tribunal, en el que estaban. Esta vez el agua del Jordán
vidriera es de toda la justicia de Dios, de toda, y cumplida en todo.
Dejar el rey su casa y su ciudad por el bien de sus reinos, justicia es.
Buscar el criado qué no se halla digno de desatar la correa de su
zapato, justicia es. Humillarse por salvar los que tiene a su cargo, justicia es. Desnudarse por los que han menester su desnudez, justicia es.
Rehusar Juan levantar la mano sobre la cabeza de su Señor, aun para
bendecirle, justicia es. Estorbar que aun en el desierto el silencio de
las peñas y la fuga del agua y el roído le vean más alto que su Señor,
justicia es. Mortificarse el criado con la obediencia en tan altos favores, justicia es. Autorizar el Rey los despachos de tan grande ministro
con tan prodigiosa demostración, justicia es. Que el rey pase por lo
que ordena que pasen todos, justicia es. Que el príncipe, para introduda- el remedio de los suyos, no repare. en desnudarse de la majestad
ni en humillarse, justicia es. Que empiece por sí mismo la ley que quiere
dar a todos, justicia es. Que use del .remedio que da, justicia es; pues
aunque no le ha menester para la disculpa, le ha menester para el
ejemplo.
Solos estaban Cristo y San Juan, mas no por eso el privado se
alargó en admitir favores, ni usó de familiaridad; recibió el criado
aquella honra que le mandó el Señor que la recibiese. De otra manera negocian su perdición en el mundo los ministros que (como ellos
dicen) cogen a sus príncipes a solas, sin entender que el príncipe para
el criado no puede estar solo, porque el reino y el oficio, y el ser lugartenientes de Dios no son separables del rey. Bien habrá habido criados
que hayan visto desnudos a sus reyes delante dellos, y humillados;
73
.
mas esto no habrá sido) porque los reyes proprios lo hiciesen por el bien
común, ni lo rehusarían los malos criados. Por eso en los tales con su
rey, no se cumple toda justicia como aquí; sino toda maldad y toda
cudicia. Na dice Dios que estos son sus hijos. No sólo no lo dice Dios,
mas sus padres se corren de haberla sido, y de que ellos digan que lo
son. Aquí fué en el Jordán donde «se apocó a sí mismo recibiendo
forma de criado». No le. apocó el criado, él se apocó. El criado quería
reverenciarle como Señor; mas él, porque conociesen que era el Señor
que lo merecía ser, se apocó recibiendo la forma de criado. Apocarse
es virtud, es poder, es humildad; dejarse apocar es vileza, es delito.
Siempre Cristo mostró que en todo lo que se hacía con él tenían poca
parte los que lo hacían, ni el poder. Iba preso, guísale librar Pedro,
y le dijo: «¿Piensas que si yo quisiera librarme, y pidiera a mi Padre
que me inviara de guarda un ejército de ángeles, que no me los inviara?» A Pilatos, cuando le dijo que tenía poder de darle muerte y
librarle, le respondió que no tuviera poder si no se le hubiera dado
de arriba. «Yo tengo potestad de vivir y morir», dijo.
CAPÍTULO XXI
En que se inquiere (siendo cierto que todas las acciones de Cristo Nuestro
Señor fueron para nuestra enseñanza) cuál doctrina nos dió con los grandes
negocios que las apariciones despachó después de muerto y resucitado, no
pudiendo nosotros resucitar en nuestra propia virtud, y en elegir en apóstol
a San Pablo después de su gloriosa ascensión a los cielos.
El lado de los grandes príncipes, en algunos de los que abrigan con
él siempre su valimiento, tiene la asistencia que la alma eterna en el
cuerpo mortal; pues como ésta le disimula la corrupción, los gusanos
y la ceniza, que en dejándole deshabitado se manifiestan, así aquél
reprime el temor, la desconfianza y la incredulidad y otras cosas que
valen por gusanos y horror. No consiente l a familiaridad del príncipe
que las advertencias leales, o las quejas justas, o las acusaciones celosas le descubran el asco que encierran los tales en los sepulcros de sus
conciencias. No porque el monarca manda que no le desengañen, sino
porque la gente engañada con el esplendor de la fortuna en que los
mantiene siempre acerca de sí, o respeta su elección o la teme. Ignórense los peligros que hay en los caminos, y los venenos que se retraen
en las cavernas, y las fieras que se ocultan en los bosques, en tanto
que el día con luz benigna desarreboza el mundo de las malicias de
la sombra; empero en cayendo por su ausencia la noche.sobre la tierra,
a quien ciega y hace invisible, los ladrones se apoderan de los pasos,
vuelan las aves enemigas del sol, las sierpes desencarcelan sus asechanzas, y los lobos aseguran los hurtos de sus dientes. Si un príncipe
.74 —
quiere saber las fieras que se emboscan en la felicidad de los que mal
le asisten, hágalos unos días sombra, retíreles algunas veces sus rayos,
déjelos (aunque sea por muy poco tiempo) a escuras, y verá en qué
sabandijas desperdiciaba sus luces, y cuánta más verdad debe a su noche.
Malas costumbres son las de la costumbre, y desagradecidas; en
el criado con el señor engendra confianza para él, y desprecio para el
amo. Dicen que es otra naturaleza; y dos naturalezas solas en Cristo
Nuestro Señor, que es Dios y hombre verdadero, se ven. Desto hablo.
Si un hombre es de tan mala naturaleza, que consiente que los malos
le acostumbren a su trato, y esta costumbre se vuelve en él otra naturaleza, ¿por dónde hallará entrada el remedio, y salida el daño? No importa tanto apartar los que se allegan como los allegados; si son buenos, no por eso los pierde; si malos, por eso no le pierden. Quien
ve que siempre tiene a uno, y cree que siempre le tendrá, siempre le
tendrá en poco. No se deben volver las espaldas a los enemigos, que
es infamia; mas pueden volverse a los amigos, por ser cordura. Dice
el refrán francés: «De quien me fío, me libre Dios; que de quien no,
me libro yo.» Ya que es bien político, yo le enmiendo para que sea
pío; y porque sin Dios no podemos librarnos del mal, le corrijo : «De
quien me fío, me libre Dios: que de quien no, ya me libró.» Vulgar
cosa son los refranes, mas el pueblo los llama evangelios pequeños:
véalos con buen nombre este tratado. LOE ministros, muy poderoso
Señor, han de ser tratados del príncipe soberano como la espada, y
ellos han de ser imitadores de la espada con el príncipe. Este los ha
de traer a su lado, ellos han de acompañar su lado. Y como la espada
para obrar depende en todo de la mano y brazo del que la trae, sin
moverse por sí a cosa alguna, así los ministros no han tener otras
obras y acciones sino las que les diere la deliberación del señor que
los tiene a su lado. No acredita menos suspendido el rigor de los castigos por los ministros, al respeto que el no delinquir le tienen los
vasallos, que la espada al valiente, cuando siempre en la vaina, de
miedo, ninguno se atreve a ocasionarle que la saque. Al que siempre
la trae en las pendencias desnuda, espadachín y revoltoso le llaman,
no eslorzado. No es más discreto muchas muertes en un médico, que
muchos castigos en un rey. Sean, pues, al lado del rey sus ministros
como la espada. Esta, Señor, importa, y por eso se trae para la defensa de la propia persona al lado: y los que estiman su persona y
vida, no sólo miran que sea de buena ley, sino que la prueban por
si salta de vidriosa, o se queda cíe blanda, lo que resulta del mal temple.
Lo mismo, y con más razón y cuidado, se debe hacer con los ministros que se traen al lado. Probarlos, Señor: que suelen saltar con la
pasión fuera de los limites de la equidad y justicia, y quedarse por el
interés torcidos y con vueltas. Y es mejor que' salte y se quede en las
pruebas para el desengaño del príncipe, que en los despachos y tribu-
- 75
nales para ruina de la república; cuanto es mejor que la mala espada
se quiebre y tuerza contra la pared probándola, que en la pendencia
con manifiesto peligro del que fió della.
Que esto se deba hacer y que se haya hecho, yo lo probaré con
ejemplos magníficos de un emperador y un sumo pontífice. Fadrique
Furia, en el tratado Del consejo y consejeros, refiere de Erasmo, en el
panegírico al rey don Felipe II, estas palabras: «Para conocer el príncipe si los consejeros le aconsejan fielmente, finja pedirles consejo en
cosas que son contrarias al bien público_ , diciéndoles que, aunque sean
tales, todavía importan al real servicio por ciertos diseños, como sería
romper leyes importantes, privilegios grandes, poner tributos excesivos,
y otras semejantes; y de la respuesta que los consejeros le dieren puede
en alguna manera colegir qué tal .es su amor para con la república.»
Esto, Señor, expresamente es aconsejar que se prueben los ministros.
Y si bien Erasmo en otras cosas fué autor sospechoso, este consejo está
católicamente calificado. No con menos majestad que la de un emperador refiere la Historia Tripartita «que Constantino emperador quiso
saber si los, que le servían y aconsejaban eran fieles, y publicó que
todos los que quisiesen dejar la fe de nuestro Redentor Jesucristo y
volver a servir a los ídolos, lo pudiesen libremente hacer; que él no
dejaría de servirse dellos y tenerlos por amigos. Dejaron algunos la fe
y volviéronse a ser idólatras, y el emperador no se sirvió más de los
que la dejaron».
Si no es de buen maestro, dicípulo de la fidelidad. de la verdad,
de la humildad, de la templanza, de el desinterés, más bien acompañado anda sola el lado del príncipe, que con él. Si por nuestra naturaleza no hay hombre que esté siempre igual consigo mismo, y son
pocos los que cada día no están muchas veces consigo desiguales, ¿cómo
podrá ser natural cosa estar siempre igual con otro? Esta, ya lo he
dicho, no es naturaleza, sino costumbre; y quien debe imitar a Dios
ha de advertir que Cristo nuestro Señor, Rey, Dios y Hombre, no dijo:
«Yo soy costumbre», sino: «Yo soy verdad.»
Señor: Si un rey (no digo por tres días, sino per tres horas) se
muriese de prestado para los que le asisten, para aquel en cuya casa
obró mayores maravillas, 1 qué presto se vería vivo buscar entre los
muertos, y no dar crédito a lo que en su, favor se dijese, n partirse desconfiados, y verle y tenerle por fantasma, y no creerle a él mismo hasta
escudriñarle las entrañas con las manos! Todo esto sucedió a Cristo
Jesús, de tal suerte que en la última aparición (numérala sétima el reverendo padre Bartolomé Riccio, de la Compañía de Jesús, en su docto
y hermoso libro Vita D. N. Jesu Christi ex verbis Evangeliorum
in
ipsimet concinnata), antes de subir a los cielos, se lee : «A lo último,
76 —
estando comiendo los once, se les apareció, y reprehendió la dureza de
su corazón porque no creyeron a los que le hablan visto resucitado.»
Estas cosas son tales, que en los ministros del lado se han de saber
para darlas remedio y no castigo para mejorarlos, no para deponerlos,
ni se pueden saber por los hombres, ni descubrirse de otra manera,
que faltándolos algunos días, retirándoles el abrigo de su persona. Cristo,
que pudo resucitar como Dios y hombre en su propria virtud, hizo
esta prueba, sabiendo los corazones de los suyos, para que el hombre,
que si muere no puede resucitarse, haga con la ausencia y el retiramiento lo que no puede hacer muriendo y enterrado.
La causa única de las inadvertencias confiadas de los criados preferidos para con sus señores, es persuadirse que siempre han de vivir
para ellos; que nunca les pueden faltar. La medicina es que les falte
algún tiempo lo que a eternidad se prometen, para que no merezcan
que para siempre les falte lo que para siempre quieren. Quiere dar
las llaves a San Pedro y hacerle su vicario y cabeza del apostolado, y
aguarda que esté pescando en el mar. Quiere que se acuerde de su
oficio y del barco y las redes que le hizo dejar de la mano; mas no
quiere las deje de la memoria cuando le encumbra en tan soberana
dignidad. Conoció San Juan primero a Cristo; mas Pedro, en oyéndole,
estando desnudo se vistió para echarse como se echó en la mar; siendo
así que estando vestido, para echarse en el agua, se debía desnudar.
Lleno está de misteriosos preceptos este capítulo: Vuestra Majestad
les dé la atención religiosa con que atiende al gobierno de su inmensa
monarquía.
CAPfTULO XXIII
La milicia de Dios, de Cristo Nuestro Señor, Dios y hombre; y la enseñanza
superior de ambas para reyes y príncipes en sus acciones militares.
SECCION PRIMERA
Nadie extrañará este capítulo (que divido en dos secciones, porque
son dos las milicias de su argumento) sabiendo que Dios se llama
Dios de los ejércitos, que mucho •tiempo eligió capitanes generales, escogió los soldados, ordenó las jornadas, dispuso los alojamientos, facilitó las interpresas y' dió las vitorias. Esto se lee en todo el Testamento
viejo, Moisen, David, Josué y Judas Macabeo. No trataré de aqUel género de guerra en que Dios con ranas y mosquitos deshacía a los tiranos, ni del escoger los cobardes y dejar los valientes para vencer, ni
de abrir en garganta el mar para que tragase a Faraón con todas sus
escuadras. Este modo de milicia, muy poderoso Señor, no se puede
imitar; empero débese imitar la santidad d e aquellos reyes y caudillos,
para merecer de Dios que le use con nosotros. Ya repitió el milagro de
— 77
Josué con fray Francisco Jiménez de Cisneros, bienaventurado arzobispo de Toledo, en la batalla de Orán. ¿Cuántas veces invió al glorioso apóstol Santiago, único y solo patrón de 'las Españas, a dar vitorias gloriosas a su pueblo y a aquellos reyes que en oración y lágrimas
confiaban con pocas fuerzas en sólo su auxilio? De manera que esta
parte de milicia, que no se puede imitar, se ha de procurar merecer;
pues siempre Dios es Dios de los ejércitos. .
Dos tosas son de admiración en la materia de guerra: La una,
que siendo la gente que la sigue la que no sólo está más cercana a la
muerte, sino por poco sueldo vendid a a la muerte, es la que no sólo se
juzga lejos della, sino exenta. La otra, que en las conferencias, y juntas
y consejos en que los soldados o los oficiales con el general tratan de
cosas militares, que es frecuentemente, no se oye: «Esto mandó Dios
a David, esto a Moisen, esto a Josué y a Gedeón»; y nunca dejan de
la boca a Alejandro, a César, a Escipión, a Anibal: siendo las hazañas
y vitorias destos dictadas de perdido furor, de ciega ambición, de rabiosa locura u d e abominable venganza; y aquéllas, de la eterna y
inefable sabiduría. Dirán que aquel género de milicia de David y los
demás, los tiempos le han variado y hecha impracticable; y no es así,
ni tiene la culpa el tiempo con las nuevas máquinas de fuego y diferentes fortificaciones, sino el distraimiento que padecen los ánimos belicosos, que no les deja meditar los procedimientos llenos de misterios
del pueblo de Dios, en las cosas que no habrá tiempo que las varíe,
ni siglos que no las reverencien y verifiquen. Esforzaréme a probar
esta. Ya hubo un libro en tiempo de Moisen, cuyo título era:
Libro de las batallas del Señor. (Está citado este libro en el capítulo
XXI de los Números.) De lo que en él se contenía son varios los pareceres; yo sigo el de aquellos padres que dicen había mandado el
Señor recopilar en él, de todo el cuerpo de las sagradas escripturas,
solos aquellos lugares que pertenecían al precepto o al ejemplo del
arte militar, en aquella manera que él dijo a Moisen en la guerra de
los amalecitas: «Escribe esto para advertencia en el libro.» Perdióse este libro, dejemos el por qué; no se han de escudriñar los secretos de Dios, que es vanidad y soberbia. A ninguno parecerá mal
que cuando se puso aquel sol se encienda en mi discurso esta candela,
no para suplirle y contrahacer su día, sólo para con pequeña llama
alegrar las tinieblas de su noche ; basta estorbar que no anden a tiento
en esta materia tan importante. No alumbra poco quien hace visibles
los tropiezos y despeñaderos. La centella deste discurso se enciende
en la inmensa luz de las batallas del Señor, que se leen en las sacrosantas escripturas. Cuando sea pequeña, tiene buen nacimiento.
Señor: sólo Dios da las vitorias, y el pecado los vencimientos y
las ruínas. En este texto había estudiado aquel capitán inglés que,
78 --
cuando últimamente los franceses echaron aquella nación de Francia,
diciéndole con fanfarronería otro capitán francés: «Monsiur, ¿cuándo
nos volveremos a ver en esta tierra?» Respondió: «Cuando vuestros
pecados sean mayores que los nuestros.» Los sacrilegios horrendos de
los hugonotes en estos días, gobernados por los sacrílegos Mos de Xa ,
tilonymarscdeFz,otrsquelamncóio,
parece que apresuran la vuelta del inglés a Francia; si los pecados,
excedidos le han de volver y yo no yerro la cuenta, ya le traen.
Dios Nuestro Señor muchas veces castiga con los malos a los que son
peores; parte de castigo, y no pequeña, es la infamia del instrumento
del castigo. Hasta agora he dicho yo que solos los preceptos militares
de Dios se han de platicar siempre sin consideraciones de tiempos m
interpretaciones de ingenieros; agora quiero mandar el silencio , forzoso
a sus réplicas con referírselo en las palabras del mismo Dios, que en
el 26 del Levítico son éstas : «Si 'os gobernáredes por mis preceptos,
perseguiréis a vuestros enemigos y caerán delante de vosotros. Vencerán cinco de vosotros ciento de los suyos, y ciento vuestros a diez mil
dellos. Caerán a fuerza de la espada vuestros enemigos en vuestra presencia. Empero si no me oyéredes a mí, caeréis vosotros delante de
vuestros enemigos, y seréis sujetos a los que os aborreten, y huiréis
sin que nadie os persiga. Daré miedo en vuestros corazones; espantaron
ha el sonido de la hoja que vuela, y huiréis della como de la espada;
caeréis, sin que nadie os derribe; caeréis cada uno sobre vuestros hermanos, como huyendo las batallas ; ninguno de vosotros se atreverá
a resistir a sus enemigos.» Dios manda que estos preceptos se sigan;
Dios ofrece que vencerá quien los siguiere;. Dios dice que siguiéndolos,
cinco soldados vencerán a ciento, y ciento a diez mil. Y Dios amenaza
y dice que quien no los siguiere y obedeciere, huirá del són de la
hoja del árbol como si fuera de un ejército; que caerá sin que nadie
le persiga, y que no podrá resistir a sus enemigos. Véase si estos preceptos se deben preferir a los de Vegecio, y a los que exprimen los
que alambican las acciones de Alejandro, César, Escipión y Anibal, y
otros modernos, y si quien promete las vitorias a su obediencia (siendo
Dios) las puede dar, y la cobardía de corazón y el vencimiento que
amenaza a los que no los siguieren y los dejaren por otros.
Para que el ejército sea como conviene, es forzoso decir de qué
gentes se ha de componer. Dos géneros de soldados hay, voluntarios y
forzados. Estos no sólo no manda Dios que se alisten y se fíe dellos
nada; antes que si vinieron libremente, y dejaron sus tierras y casas
(cosas que no los pueden obligar a asistir de mala gana), que los despidan y los rueguen que se vayan. El texto, Señor, es expreso :
«Antes que se dé la batalla, dirán a voces los capitanes, compañía por
compañía : «Soldados, quien ha edificado casa nueva y aún no ha
— 79
sta de su dedicación, váyase a su casa ; no sea que muriendo
a por su desgracia, toque a otro el dedicarla. Quien ha planlía, y aún no ha llegado el tiempo que convidando los pas amigos, con mucho regocijo se empieza a gozar y la hace
lvase a su casa, no muera acá, y toque a otro aquella soleron se ha casado, y aún no se ha juntado con su mujer, vuélcasa, porque muriendo él en la guerra otro marido no la
talmente, quien no tiene corazón y es medroso, vuélvase
licencia a su casa, que aquí no es de provecho; antes con su
andando a los otros, hará, daño.»
reparar en que presupone que todos estos que, o vinieron
están por fuerza, o no tienen corazón y tienen miedo, moguerra. Y de verdad así sucede; porque los tales son simutymbres, sirven de crecer el número de las listas, dé consutimentos, de abulta r la confusión y ocasionar desconfianza
presas que ellos mismos burlan. Quien lleva hombres por
guerra, lleva por fuerza la flaqueza. Quien va atado y lloguerra, ¿qué hará en la guerra? Quien se sirve en los ejérnbres viles contra su voluntad, sola una cosa puede hacer
iemigo, y es que la vitoria que de sus gentes alcanzare no
De mejor gana lleva un ganapán y un pícaro veinte arrobas
Dr cuatro reales, que un arcabuz o una pica per ciento :
: hará por uno. Estos huyen antes del peligro, que aun eso
. Donde está huye el que desea huir de adonde está. Quien
sien los, despide, tiene menos caudal, si se le cuenta la
y más, si le numera el valor. Carecer de lo que le embaraza,
✓ lo que se tiene. Señor, de Saúl se lee en el primero die
«Cualquiera hombre valiente y animoso que vía Saúl, y
guerra, le acariciaba y atraía a sí.» De manera, Señor, que
r las vitorias, se han de obedecer estos dos preceptos : escoa sí los valerosos y aptos para la guerra, y no traer a ella
os viles. Y si vinieren y tienen deseo de volverse, no sólo
.
se vuelvan, sino mandárselo. Son lastimosísimas pérdidas
las que con esta gente se hacen. Piérdese la reputación
arios; pues quien los junta, para perderse y perderlos los
e mala voz a la fortuna del príncipe, y aliéntase al eneni la propria ignorancia y torpeza, que con su valor.
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nder del cielo como cue solar, sino como ciemonio. turn
hace guerra a católicos, no sólo es demonio, -sino infierno.
niegue con lo que dice, lo confiesa con lo que hace. , El
Señor, es solar de la paz, y ésta fué primero en el cielo
u, y la guerra fué para no ser más en el cielo y que fuese
Impre la paz. Hubo guerra en el cielo una vez, para que
la hubiese. En lo bien intencionado se conoce que fué
era, y trazada por Dios para ejemplo de todas. Buscar y
z con la guerra, de ángeles y serafines es; buscar la guerra
a, de locos; buscar la guerra con la paz, aun no es de besdos cosas son la mayor ocupación y fatiga del mundo.
a no bajó del cielo a la tierra; cayó precipitada al infierno
es amotinados, en el serafín comunero. Subió luego del intierra ; conquistó a Adan con la inobediencia ; armó a Caín
la contra Abel, su hermano. Los primeros hermanos fueron
enemigos. La muerte primero estrenó violenta que natural
la sangre pariente. No se contenta Caín de ser el primero,
sólo; no sólo heredar solo a su padre, sino heredarle en
ado que cometió con el fratricidio que comete. Todo el
parece pequeño para dos, y juzgó que él solo era bastante
ra todo el mundo. Bien se conoce que los motivos desta
:ron del infierno contra el cielo.
y eterno blasón de la milicia es, que no sólo se maravillase
fe de este centurión, sino que dijese que no había visto otra
ludiese comparar en Israel. Por esto se debe desear que le
que son capitanes, en la caridad con sus criados, en el
le adquieren en la guerra, en tener buenos amigos y cama:r obedecidos de los que mandan, en la discreción reverente,
con. Dios. De todo esto dió ejemplo este centurión, y está
admirado por Cristo nuestro Señor el ejemplo, y premiado
gro. Sumamente se compadeció de su criado, pues solicitó
por su salud. Buenos y diligentes camaradas y cuerdos
alegaron, para que le hiciese aquella merced, no que era
te, ni sus hazañas y crédito, nobleza ni puesto, sino que
hacienda en fábricas dedicadas a la religión. Y quien en
a lo que en la guerra había 'adquirido, conocía que Dios,
le los peligros, se lo había dado. Recibir de Dios para dar
In cierta manera apostar con él en liberalidad; más lo gana
te adquiriéndolo. Sabía hacerse respetar de sus soldados,
Fue en ordenándolos algo le obedecían luego; alabanza igual
: manda y obedece : de entendimiento tan reverente y tan
no aplicó la que decía, confesando en esto la suma sabiduor a quien hablaba. En la letra sólo dijo: «Yo, que tengo
.
SECCION SEGUNDA
le alabo el hacer guerra con la paz, vitupero hacerla con
L guerra : fuera error. Hay guerra lícita y santa : en el cielo
r guerra; de nobilísimo solar es la guerra. Y base de adprimera batalla, que fué la de los ángeles, fué contra hebatalla ! 1 Ejemplar principio ! Quien los consiente no
1-
1
1
I
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superior, mando a mi súbdito : vé, y va.» Y no dijo: «Así lo puedes,
Señor, hacer tú con la salud a quien mandas como a súbdito de tu voluntad». Y en decir: «Yo, que tengo. superior», conoció que Cristo,
por ser Dios, no le tenía. La fe, las palabras de Cristo la ensalzaron
soberanamente en público; serán prolijas y por demás otras palabras.
¿Quién negará que para el consejo y para la batalla no es conveniente
que los capitanes imiten estas costumbres y virtudes? ¿Quién dirá que
estorba el tener caridad ,para ser soldado, siendo la caridad, como
dice el Apóstol, la que nada hace mal? ¿Quién dejará de confesar que
es muy conveniente que los capitanes tengan tales camaradas, que sepan
negociar por ellos, y dar ejemplo a los soldados? ¿Y cuánto importan
cabos y oficiales en la disciplina militar, cuya fe merezca que Dios obre
por ellos milagros?
CARTA DEL REY DON FERNANDO EL CATÓLICO
AL PRIMER VIRREY DE NÁPOLES,
CUYO ORIGINAL ESTÁ EN EL ARCHIVO DE NÁPOLES,
COMENTADA POR DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS
A DON BALTASAR DE ZÚÑIGA
Pidióme un señor en Italia esta carta (así lo digo en la mía con que
la remití y porque no fuese aquella libertad desabrigada y tan de par
en par a los que acreditan su malicia con apariencias de religión, acompañé con estos apuntamientos sus ringlones, juzgando y temiendo que
nota y razones tan robustas como las de aquel gran rey, en otro letor
que vuecelencia estará peligrosa, y que solamente en su experiencia
tendrá estimación lo que a menor espíritu será escándalo. He querido
inviarla a vuecelencia para que divierta alguna ociosidad, y no dudo
que podrá ser de importancia en ánimo tan bien reportado la noticia
deste escrito para el servicio de su majestad en la materia de 'jurisdicción. Dé Dios a vuecelencia vida y salud. De la Torre de Juan Abad,
a 24 de abril •de 1621.
DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS.
A UN SEÑOR QUE PIDIO ESTA CARTA
Escribióme vuecelencia le inviase una copia de la carta que el Rey
Católico escribió al conde de Ribagorza, virrey de Nápoles, y dice vuecelencia está deseoso de verla, por relación que della le hizo un curioso.
Yo invío la carta no sin escrúpulo, y deste melindre (al parecer) dará
razón su nota; no califico la letra, mas temo que los golosos della disimulan con la •curiosidad alguna mala intención.
El discurso pide letor cauteloso y bien advertido, y si bien en, manos
de vuecelencia hablará este papel con la madurez, verdad y intención
que en la pluma del que supo ser rey y enseñar a que lo fuesen otros, he
querido acompañar con algunas bachillerías mías las palabras mal acondicionadas, que suenan con atrevimiento y desacato al encogimiento de
las acciones• de ahora y a la flaqueza del aliento que se usa, pues hoy
todo el precio de la prudencia se pone en el sufrimiento, donde primero
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•
se vía la infamia del valor y deslucimiento de los príncipes. Si lo que
él escribió como gran rey yo lo ajare cori desaliño, de persona particular,
entiéndalo vuecelencia como gran señor, y desagraviará este escrito. Dé
Dios a vuecelencia en larga. vida buena salud.—Don Francisco de Que-
vedo Villegas.
CARTA DEL REY
«Ilustre y reverendo conde y castellán de Amposta, nuestro muy
caro sobrino, visorrey y lugarteniente general:
»Vimos vuestras letras del 6 del presente; y la carta clara y la cifra
a que vos os remitíades, en que decís que nos escribíades largamente el
caso del breve que el cursor del Papa presentó a vos y a los de nuestro
consejo que con vos residen, debiera quedar por olvido, porque no
vino acá. Pero, por lo que nos escribió micer Lonch, entendimos todo
el dicho caso y también lo que pasó sobre lo 'de la Cana ; de todo lo
cual habemos recibido grande alteración, enojo y sentimiento, y estamos mucho maravillados y mal contentos de vos, viendo de cuánta importancia y perjuicio nuestro y de preeminencias y dignidad real era
el auto que fizo el cursor apostólico, mayormente siendo auto de fecho
y contra derecho y no visto facer en, nuestra memoria a ningún rey ni
visorrey de mi reino. ¿Por qué vos no fecísteis también de fecho, mandando ahorcar el cursor que vos lo presentó? Que claro está que no
sólamente en ese reino, mas si el Papa sabe que en España y Francia
le han de consentir facer semejante auto •que ese, que lo fará por acrecentar su jurisdicción. Mas los buenos visorreyes atájenlo y remédienlo
de la manera que he dicho; y con un castigo que fagan en semejante
caso, nunca más se osen facer otros, como antiguamente en algunos
casos se vió por experiencia. Pero habiendo precedido las descomuniones
que se dejaron presentar al comisario) apostólico en lo de la Cana,•claro
estaba que, viendo que se sufría lo uno, se había de atrever a lo otro.
»Nos escribimos sobre este caso a Jerónimo de Vich; nuestro embajador en corte de Roma, lo que veréis por las copias que van con la
presente; y estamos muy determinados, si Su Santidad no revoca
luego el breve y los autos por virtud dél fechos, de le quitar la obedien ,
ciadetoslrn cadeCstilyArgónface
otras provisiones convenientes a caso tan grave y de tanta importancia.
Lo que ahí habéis de facer sobre ello es que, si cuando ésta recibiéredeis
no habéis inviado a Roma los embajadores que en la carta de miser
Lonch y en las de los otros dice que queríadeis inviar, que no los
inviéis en ninguna manera, porque sería enflaquecer y dañar mucho el
negocio; y si los habéis inviado, que luego a la hora les escribáis que
se vuelvan sin fallar al Papa ni a nadie en la negociación; y si por
aventura hubieren comenzado a fallar, vuélvanse a ese reino sin fallar
más y sin despedirse ni decir nada. Y vos faced extrema diligencia
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por facer prender al cursor que vos presentó el dicho breve, si estuviere
en ese reino, y si le pudiereis haber, faced que renuncie y se aparte,
con auto, de la presentación que fizo del dicho breve, y mandalde
luego ahorcar. Y si no le pudiéreis haber, faréis prender a los que
estuvieren ahí ,faciendo nuestra justicia sobre este negocio por los de
Ásculi; y teneldos a muy buen recaudo en alguna cija en Castilnovo,
de manera que no sepan dónde están, y faceldes renunciar y desistir
a cualesquiera autos que sobre ella hayan fecho, y 'proceded a punición
y castigo de los culpados de Asculi que entraron con banderas y mano
armada en ese nuestro reino, por todo rigor. ,de justicia, sin aflojar ni
soltar cosa de la pena que por justicia merecieren.
• »Y digan y fagan en Roma lo que quisieren; y ellos al Papa, y vos
a la capa. Y esto vos mandamos que fagáis y pongáis en obra sin otra
dilación ni consulta, porque cumple e importa mucho a nuestro real
servido.
»Cuanto al negocio de la Cana, ya vos habíamos escrito que, no
embargante cualquier cosa que dijiese o ficiese la serenísima reina nuestra hermana, si ella no facía luego justicia a los frailes del monesterio
de la dicha Cana, la favoreciésedeis vos en nuestro nombre; y sin que
vos lo mandáremos, fecísteis gran yerro en no lo facer. Y no porque
el duque de Fernandina y sus hijos y consejeros pongan a la dicha. serenísima reina nuestra hermana en que faga cosas en que estorbe la
ejecución de nuestra justicia y lo que cumple a nuestró servicio, por
eso no lo habíades de dejar de facer vos.
»Por ende, nos vos mandamos, pues la dicha serenísima reina nuestra hermana no quiere facer justicia en el dicho negocio, que vos proveáis luego sobre ello todo lo que fuere justicia, castigando a todos los
que tuvieren culpa y desagraviando a los que estuvieren agraviados.
»Y si, faciendo esto, la serenísima reina nuestra hermana viniere a
la vicaría en persona,. como decís que vos han dicho que lo fará, a sacar
los presos que por la dicha razón mandáredeis prender, en tal caso vos
mandamos muy estrechamente, e so pena de la fidelidad que nos debéis, e de nuestra ira e indignación, que prendáis al duque de Fernandina y a sus hijos, y a todos los consejeros de la dicha serenísima
reina nuestra hermana, y los pongáis en Castilnovo en la fosa del Millo,
adonde estén a muy buen recaudo, y que por cosa del mundo no los
soltéis sin nuestro especial mandamiento.
»Y si la dicha serenísima reina nuestra hermana quisiere ir al dicho
Castilnovo para libración dellos, con la presente mandamos a vos y al
nuestro alcaide del dicho castillo, que no la dejéis entrar en él, aunque
faga todos los extremos del mundos. Porque fijo, ni hermana ni otro
ningún deudo nuestro no habemos de consentir que estorbe la ejecución de nuestra justicia; y los que en tal se pusieren no han de pasar
sin castigo. Y cuanto a lo que cerca desto fizo el comisario del Papa,
,
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si estuviere ahí, prendelde y tenelde donde no sepan dél, y secretamente facelde renunciar y desistir a los autos que ha fecho sobre las,
dichas descomuniones.
»Pero si fuere posible, precedan a esto las provisiones de justicia
que habéis de facer en el dicho negocio de los de la Cana, en castigo
de lo's culpados y desagravio de los agraviados, como habemos dicho,
porque fué caso feo y de mal ejemplo y digno de castigo. Pues vedes
que nuestra intención y determinación en estas cosas es que de aquí
adelante por cosa del mundo no sufrais que nuestras preeminencias
reales sean usurpadas por nadie; porque si el supremo dominio nuestro no defendéis, no hay qué defender, y la defensión de derecho natural es permitida a todos, y más pertenece a los reyes, porque, demás
de cumplir a la conservación de su dignidad y estado real, cumple mucho para que tengan sus reinos en paz y justicia y de buena gobernación.
»Otrosí: luego, en llegando este correo, proveeréis en poner buenas
personas fieles y de recaudo en los pasos de la entrada de ese reino,
que tengan especial cargo de poner mucho recaudo en la guarda de
los dichos pasos, para que si algún comisario o cursor o otra persona
viniere a ese/ reino con bulas, breves o otros cualesquiera escritos
apostólicos de agravación o entredicho o de otra cualquier cosa que
toque al dicho negácio directa o indirectamente, prendan a las personas que los trujeren y tomen las dichas bulas o breves y rescriptos y
vos los traigan, de manera que no se consienta que las presenten ni
publiquen ni fagan ningún otro auto acerca de este negocio. Datis en
la ciudad de Burgos, a xxu de Mayo, ario MDVIII. - YO EL REY.
Almazán, secretarius.»
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ADVERTENCIAS
DISCULPANDO LOS DESABRIMIENTOS DESTA CARTA
De 6 de mayo tuvo aviso de este exceso el rey don Fernando, y
respondió a 22 del mismo mes; de suerte que en diez y seis días
que tardó el correo en llegar, respondió con la mayor resolución, y se
debe entender que respondió leyendo el aviso.
Los casos de la condición de éste están fuera de las dilaciones de
consulta, y siempre han de estar decretados cuando tocan en la substancia de la monarquía, y a veces está el acierto en la brevedad; y la
ceremonia de la consulta y la ambición, con que la remisión afecta
el nombre de madurez, suele determinarse a remediar lo que perdió
entretenida en buscar el modo.
La conservación de la jurisdicción y reputación ni ha de consentir
dudas, ni temer respetos, ni tenerle en eligir medios; nada le está
tan bien como hacer su efecto de manera que los atropellados de su
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F.
velocidad la teman por arrebatada, y no la desprecien por escrupulosa
y entretenida. Quien en pensar lo que ha de hacer y comunicarlo pierde
la ocasión de hacerlo, es necio de pensado y se pierde adrede. Los
grandes casos, como éste, sin perde r un ,instante han de pasar de oídos
a remediados; ni tienen mayor peligro que el temer que hay alguno
para, acometerlos, ni rey grande ha de hacer cuestión su honor y estado.
Esté vuecelencia advertido que aquel rey y sus ministros más querían dar cuidado con lo que escribían que escribir con cuidado; y se
ve en sus palabras menos recato y más cautela. Está bien a los reyes
no sufrir nada, y es provechoso desabrimiento no saber disimular descuidos a los ministros que están desabrigados de su rey. El Rey Católico, atendiendo a la conservación de sus reinos y reputación de sus
ministros, no les permitió arbitrio en las materias de jurisdicción ni
las hizo dependientes de otra autoridad que de su conveniencia.
Y advirtiendo que el dominio de Nápoles ha sido y . es golosina de
todos los papas y martelo de los népotes, no sólo quería que no lo
consintiera, sino que, haciendo de hecho un castigo tan indigno de la
persona de un cursor, escarmentara a loslinos y pusiera acíbar en lo
dulce desa pretensión.
Quien se contenta con estorbar atrevimientos peligrosos, asegura de
sí a los que le persiguen, y entretiene, pero no evita, su ruina. El rey
grande no lo calla a su ministro, porque no se pueda desentender;
y así le advierte que, si el Papa ve que se la consienten, intentará
aumentar su jurisdicción. Y a los que la temerosa ignorancia llaman
religión, parecerá que bizarrean mucho con el hombre de católico tratando del Papa sin epítetos de hijo, y de sus ministros tan como su
juez; mas es de advertir que el gran rey pudo tratar de su jurisdicción
con el Papa, pues en esa materia Cristo no se la disminuyó a César
ni se la quiso nunca desautorizar, como se vió en el tributo.
Ordena con animosa providencia que los embajadores. que había
de inviar, si no han ido, no vayan, y si han ido a Roma y no han
hablado, que no hablen y se vuelvan, y si han ido y empezado a hablar, que no prosigan y se vengan sin hablar al Papa ni a otra alguna
persona. A los cobardes parecerá esta orden descortés, y a los príncipes, generosa y valiente.
Supo este gran rey atreverse a enojar al Papa, y halló desautoridad en los ruegos, y conoció el inconveniente que tiene la sumisión
medrosa; y presumió dar a entender lo que es debido al pontífice y
lo que no es permitido a los reyes; y dijo que era enflaquecer su causa
inviar embajadores quien podía dar castigos, y pedir quien tenía autoridad para escarmentar. La política ignorancia, que el miedo servil
llama cortesía y miramiento, tiene por ajustado lenguaje de decir que
todo lo puede hacer por buen modo; y no advierten que quien a otro
da lo que es suyo, no se puede quejar de que use de ello ni de que
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le tengan en poco, como a persona que ignora sus conveniencias, y
ocasiona atrevimientos contra sí y los disculpa.
Mandó el Rey Católico ahorcar el cursor del Papa; cláusula escandalosa para los encogimientos religiosos de príncipes que solamente
saben temer la ley, y no la entienden.
Es verdad que le faltó jurisdicción; pero, como le sobró causa,
hízose juez de quien se arrojó a no temer su enojo. Y hay muchas
cosas, como estas de mandar ahorcar estos ministros, que las dicen los
reyes por no necesitarse a hacerlas, pues suel e prevenir el espanto
del .lenguaje, y es una providencia, si temeraria, provechosa.
No querría que pareciese juzgo yo el ánimo y intento del rey, que,
sin duda, siendo digno de su grandeza, no puede ser capaz dél mi
discurso.
Confieso que tienen desabrimiento aquellas palabras que yo querría
Olvidar :
«Y estamos muy determinados, si. Su Santidad no revoca luego el
breve y los autos por virtud dél fechos, de le quitar la obediencia de
todos los reinos de las coronas de Castilla y de Aragón.»
Si esto no lo disculpa el decirlo un rey tan católico, ¿para qué
podrá bastar mi diligencia?
Confieso que las palabras tienen bizarría peligrosa, y más si - las
oyen ministros que todo lo que no es miedo lo tienen por herejía. Estas
razones .dictóselas al rey la ocasión y escribiólas el enojo; fué una galantería bien lograda, pues, haciendo oficio de amenaza, se estorbó así
el tener ejecución. Quiso el rey, con suma advertencia, que Su Santidad entendiese
que él lo sabía decir, para que no se lo obligase a hacer; y fué un
atrevimiento ingenioso y una inobediencia bien intencionada.
Los reyes han de dar a entender todo lo que saben y lo que pueden,
no para hacello, sino para no ocasionar atrevimientos y reprehender
intenciones que, presumiendo ignorancia en el príncipe, le deslucen con
desprecio.
¿Quién negará que no es bien ser obediente, y mejor saber ser
obediente? Pues la obediencia debida' y en su lugar es digna de mérito
y alabanza y es virtud, y la que no es así es perezosa bestialidad y rendimiento bruto y adormecido en las potencias del alma.
Cuando dijo el Rey Católico que negaría la obediencia al Papa,
sabía que no lo había de hacer y que lo había de temer, y aventuró
el escándalo por asegurar su intención; y el espanto deltas palabras
más se encaminó a esforzar el ánimo del ministro pc strado que a
congojar a Su Santidad. Porque la menudencia del ministro apocado
encogiera el ánimo del rey, si su grandeza y ardimiento no la esfuerza, poniéndole temor de su resolución y satisfacción de su valor
para que desprecie sus enemigos; y así le dice que castigue a los
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culpados por todo rigor de justicia, sin remitir cosa de la pena que
merecieren, y juntamente mandó castigar y castigó la tibieza que del
virrey temía.
«Y digan y fagan en Roma lo que quisieren; y ellos al Papa, y
vos a la capa.»
Los políticos de la comodidad, que llaman reputación y prudencia
lo que es sufrimiento y poltronería, gradúan de blasfemia estos dos
consonantes, que pueden ser refrán. Ni hallo desacato, ni le debe creer
ningún honrado letor. Esto es decir: cada uno mire por sí; ni tiene
otro mal sonante que contraponer por su nombre el Papa a la capa.
Y hay refrán permitido que, para decir que no se pida sin hacer diligencia, dice : a Dios llamando y con el mazo dando; donde el mazo
y Dios se oyen cerca.
Parecióle al Rey Católico que se le caía la capal a su virrey, embebecido en oír las excomuniones del Pontífice, y acordóle de que parecía mal en cuerpo. Y si por dicha temió que se la quitasen, tuvo más
disculpa de hacer tantos extremos; que perder la capa es descuido,
y dejársela quitar, poco valor. Y sospecho que riñó más esto, porque
las palabras tienen más de reprehensión que de aviso.
Esta capa de que el Rey Católico habla, no es sólo su peligro el
perderla ni el dejarla: esos son . los postreros. El ministro que se la
pone mal puesta, la desautoriza y es desaliñado; el que la lleva arrastrando, la infama y es perdido; el que la acorta, N destruye y es ladrón; y no basta a un ministro guardar la capa de los otros, que el
que la guarda de otros y no de sí, también es inviclioso.
No fué celo el suyo, sino cudicia, pues defendió a los enemigos la
capa prestada, para volverla él para sí.
El buen modo de conservar la jurisdicción es, no sólo mantenerla,
sino tener a los vecinos medrosos de su aumento, y que antes aspire
a crecer que a sustentarse. Y siempre fué mejor ocasionar defensa propia al enemigo que defenderse de él. Y entre cudiciosos y mal intencionados y atrevidos, quien no adquiere, pierde, o quien no se atreve
a más. El duque de Saboya ha ganado mucho con atreverse a mucho,
sin adquirir nada; y nuestras armas han perdido por contentarse con
defenderse. «Y si haciendo esto la dicha serenísima reina nuestra hermana viniere a la vicaría' en persona, como decís que vos han dicho que lo
fará, a sacar los presos que por la dicha razón mandáredes prender, en
tal caso vos mandamos muy estrechamente. e so pena de la fidelidad
que a nos debéis, e de la nuestra ira e indignación, que prendáis al
duque de Fernandina y a sus hijos, y a todos los consejeros de la dicha
serenísima reina nuestra hermana, y los pongáis en Castilnovo en la
fosa del Millo, y por cosa del mundo no los soltéis sin nuestro especial mandamiento.»
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Puede ser vicio el pensar mucho las cosas, y hay materias que se
estragan siendo comunicadas. Hoy, para prender un consejero, se hicieran grandes juntas y consultas; y se tiene por menos inconveniente
desacreditar un tribunal con permitir un ministro ruin, que desautorizarle a él con un castigo justificado y que sirva de escarmiento; y
estas pláticas, mientras se tratan, se difieren, y difiriéndose, dan el lugar
de la justicia a la negociación.
El Rey Católico no anduvo por este camino, pues mandó que prendiesen en un ringlón al duque de Fernandina y a sus hijos y todos
los consejeros de su hermana.
Ventajosamente castiga quien con la amenaza sabe ahorrar el castigo; gran rey aquél en quien la opinión vale por ejército, Y el amor
por guarda, y el miedo por ministro.
Ese no falta de ninguno de sus reinos, y asiste donde no está, y
alcanza donde no le ven ; y al revés, el que se contenta con lo mecánica de la corona y regalía, donde menos está y con más peligro es
donde asiste, y a veces está con más decoro en una provisión un rey
que en persona; y ha habido majestades que nacieron para andar en
despachos, y mejores para leídas que para tratadas. Príncipe hubo que,
presente, no quería que le hablasen sino por escrito, y fué cautela de
algún bien advertido en su poca capacidad. Así lo nota Lipsio.
El retiramiento del turco afecta deidad y presume mucho de divino;
y hay políticos que lo tienen por maña bien entendida, viendo que la
familiaridad de los reyes de Francia ha sido enfermedad que a muchos
de ellos les ha anticipado el sucesor.
«Y si lá dicha serenísima reina nuestra hermana quisiere ir al Castilnovo a la liberación dellos, con la presente mandamos a vos y a
nuestro alcaide del dicho castillo, que no la dejéis -entrar, aunque faga
todos los extremos del mundo; porque fijo, ni hermana, ni otro ningún
deudo nuestro no habernos de consentir que estorbe la ejecución de
nuestra justicia ; y los que lá pusieren en tal no han de pasar sin
castigo.»
Ni respeto ni parentesco debe divertir la ejecución de la justicia, ni
retardarla un punto; porque el daño es ejecutivo, y se recrecen inconveniente de mala condición y peor consecuencia. Ni es ruego el que
se interpone para impedirla; es atrevimiento cauteloso que a un mismo
tiempo, se ha de huir y castigar. Y lo más seguro, si no tan plausible, es tener prevenido el linaje y la familia con esta dotrina; porqué el intentar resfriar los actos de la justicia, peca en desprecio, y
tiene escondido en la lisonja el desacato. El Rey Católico- con saña
advierte desto al virrey, y de manera que la advertencia le castiga.
Entendió este gran rey, y confesólo .y diólo a entender, que la persona
de don Fernando tiene hijos y hermanas y parientes; mas que el cargo
de rey y la justicia son güérfanos en la tierra, y sin decendencia y
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sucesión de sangre; y así lo enseñó Cristo cuando, haciendo oficio de
maestro, y diciéndole qué estaba allí su madre y sus hermanos, respondió que sus hermanos y su madre eran los que hacían la voluntad
de su Padre.
«Y por cosa del mundo no sufráis que nuestras preeminencias reales
sean usurpadas por nadie; porque si el supremo dominio nuestro no defendéis, no hay qué hacer; que la defensión de derecho natural es
permitida a todos, y más pertenece a los reyes, porque, demás de cumplir a la conservación de su dignidad y estado real, cumple mucho para
que tengan sus reinos en paz y justicia y buena gobernación.»
A estas postreras palabras no tengo que advertir otra cosa que encargar a los príncipes las pasen de la carta a la memoria, infundiéndolas en el corazón de sus ministros, y que no tengan por tales, ni
los conserven, a los que no pusieren el lucimiento de sus méritos y el
lustre de sus servicios principalmente en este punto.
Es de notar que, como carta de mano del Rey, es tecla fuego, y no
se conoce en ella el apocamiento de las civilidades con que algunos
secretarios afeminan lo robusto del discurso de los grandes reyes, *ni
está manchada con dudas recelosas de consejeros, a quien los casos
que habían de enojados, antes los embarazan y espantan.
Suplico a vuecelencia, si se desagradare destos apuntamientos, reciba
por disculpa la desigualdad del texto de quien se atrevieron a ser glosas. Que si lee lo que digo, y atiende a lo que quiero decir, verá vuecelencia que no callo nada, y pondrá algún precio a mi trabajo; pues
lo que he escrito lo he estudiado en los tumultos destos arios, y en
catorce viajes, que me han servido más de estudio que de peregrinación, siendo parte en los negocios que de su real servicio me encomendó su majestad (que está en el cielo), y con Su Santidad y los
potentados. Lo que leerá brevemente en un libro que escribo con este
título : Mundo caduco y desvaríos de, la edad en los años 1613 hasta 2o.
FIN DE LA «CARTA DEL REY DON FERNANDO EL CATÓLICO
AL PRIMER VIRREY DE NÁPOLES»
—9
EL CHITÓN DE LAS TARABILLAS
OBRA DEL LICENCIADO TODO-LO-SABE
•
A vuestra merced, que tira la piedra y esconde la mano.
Sentiría mucho que tan grave personaje se corriese de que le llamo
merced : ya sé que a ratos es casi excelencia, a ratos señoría y a ratos
vos. Todo esto, batido a rata por cantidad, le viene de molde una
merced reverenda ; que también sabe vestirse deste título.
Demonio es el señor Pedrisco de rebozo, granizo con máscara, que
nd quiere ser conocido por quien es, sino por honda, que ya tira chinas, ya ripio,, ya guijarros, y esconde la mano, y es conde, y marqués,
y duque, y tú, y vos, y vuesa merced:
Yo, que veo Conjurar las nubes que apedrean los trigos y las viñas,
viendo cuánto más importa guardar de la piedra la justicia, el gobierno, los ministros y el propio rey nuestro seriar, como heredad
donde se deposita todo el bien del mundo y toda la defensa de la
Iglesia, he determinado conjurar a vuesa merced, señor Discurso-tempestad, tan inclinado a lá pedrea, que creo que ha tirado hasta las piedras que están en las vejigas.
Tiene vuesa merced tan empedrado cuanto se ordena, y tan apedreado, que me es forzoso darle a conocer y advertirle que, pues, tiene
el tejado de vidrio, obedezca la cola del refrán ; que vuesa merced es
el remedio que elijo y escojo para esto. ¡ Qué fué de ver a vuesa merced, excelencia, tú y señoría, cuando se bajó la moneda, disparando
chistes, malicias, concetos, sátiras, libelos, coplillas haldadas de eqUívocos, si baja, no baja, y navaja, y otras cosas deste modo: motetes
de las alcuzas y villancicos de entre jarro y boca de noche 1 ¡ Qué
morrillos no disparó como un trabuco, cuando vió tratar de descubrir minas I
No sé si después que se formó la junta sobre esto, está más bien
con el arbitrio; pero antes decía : «El intento más descubrirá necesidad que oro; tan gran monarquía no ha de mendigar el polvo de
los ríos y examinar la menudencia de las arenas.»
De segunda pedrada decía vuesa excelencia que Tajo, Duero, Miño
y Segre tienen oro en los poetas, como los cabellos de las mujeres;
y que el que se halla es a propósito para hablillas, no para socorros;
92 —
que no se había de admitir que diferentes vagamundos anduviesen
sofaldando cerros.
Escondía vuesa merced la mano en tirando este nuégado, sin ad
vertir que no solamente se hizo en Roma esta diligencia, como se lee
en Tácito, «sino que fiados en la multitud del oro que esperaban, gastaron el que tenían»; lo que no ha sucedido ahora. Pues ¿quién duda
no sólo que es lícito el buscarle en los ríos y las minas; sino la más
atinada solicitud, y la más cantiosa y decente a los monarcas?
Oye tú a Casiodoro, libro 9, epístola 3 de Atalarico a Bergantino
rey : «Si el continuo trabajo busca tan diferentes frutos para comprar con la comutación acostumbrada la plata y el oro, ¿por qué no
buscaremos aquellas cosas por las cuales buscamos las demás?» Señor
Tira-la-piedra, mire vuesa señoría si este buen rey va desempedrando
lo que vuesa merced apedrea.
Pasa adelante: «Por lo cual al oro rusticiano de nuestra jurisdicción en la provincia de los Brucios, mandamos que sea destinado Cartarjo, para que por. Teodoro (así se llama el artífice destas cosas), fabricadas las oficinas solenemente, se escudriñen las entrañas de los montes.»
Señor Esconde-la-mano, aquí el rey desempedrador habla en propies términos, y no se cansa : «Éntrese con el beneficio del arte en los
retiramientos y senos de la tierra, y sea buscada la naturaleza en sus
tesoros, donde está rica; porque cualquiera cosa que para ejercer el
magisterio desta arte fuere menester, vuestra orden lo disponga ; pues
es cierto que buscar el oro por guerras no es lícito, por mar no es
seguro, por falsedades no es honesto: y sólo es justicia buscarle en
su naturaleza.» Pues ¿cómo, maldito, lo que es justo será reprehensible ni ridículo? ¿Ves tú que eres más veces echacantos que tirapiedras?
Pues éste a quien se mandó ejecutar todo esto, era Berhantino,
varón y conde patricio, y no era Bergante. Digo yo: si vuesa merced
dyera decir: Al rey han dado por arbitrio que desempeñe el reino con
el oro que hay en las minas y ríos de España, y le ofrecen grandes
tesoros en esto, y él se ríe, y ha dejado por locos a los que se lo
proponen, ¿qué tirara vuesa merced? Piedras es poco, losas no es harto;
arrojara tarazones de montes y mendrugos de cerros.
¡ Cuál anduviera vuesa excelencia cargado de los libros donde llaman a Tajo «de las arenas de oro» I Alegara vuesa merced la estangurria dorada de Darro, y el mal de orina precioso del Segre. Luego
salieran minas corrientes en Miño; y vuesa merced, hecho Midas de
todos los arroyos para acusar al gobierno, los volviera en oro y plata,
y jurara de Brañigal lo que de Potosí; y si fuera necesario, del propio
arroyo de San Ginés, que sólo ,corre minas vaciadas y no las que se,
pueden vaciar.
¡ Cuál alegara esa mano, que juega al escondite de chismes, lo que
escribe Justino de Galicia, donde dice : «Hay tanta plata, que eran
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deste metal los pesebres, los clavos, los asadores y todos los vaso' s
viles»! ¡Qué gritos diera vuesa merced por el tesoro que cuentan de
los Pirineos, cuando se encendieron con los rayos! Cómo dijera vuesa
merced: ¡ Oh cuán fácil fuera al rey freír aquellos montes, y sacarles
el zumo, al privado y ministros del gobierno! ¡Qué cuenta de millones usurpados a esta monarquía le hicieras tú' y señoría, por no haber
ayudado a este arbitrio por que hoy les estás descalabrando!
Pues dime, Tira-la-piedra, Escairiote de advertimientos, que los besas
y los vendes, ¿qué ha de hacer nuestro rey, qué los ministros, si ni
les es lícito admitir ni desechar arbitrios? ¿Ves quién eres, que sólo
condenas lo que se hace, y siempre alabas lo que se deja de hacer?
Eres las viruelas de los que pueden : mal que da a todos, y de que
ninguno se escapa, y de que mucho s no escapan.
Pues advierte que en el gobierno de nuestró gran rey no has de
dejar señal, ni hoyos, ni en la intención del valido y ministros; porque
al rey su religioso y prudente celo le libra de tus manos, y a los
ministros y al valido se las ha atado la humildad y conciencia; que a
ser otro, ya vuesa señoría tuviera las suyas donde tirara uñas y no
piedras.
¡ Pues Si decimos de la baja de la moneda! Aquí es donde no te
das manos a tirar: un Briareo eres en cascajar. Cuál andas por los
corrillos chorreando. libelos, y en las conversaciones rebosando sátiras,
empreñando las esquinas de cedulones I Si hablas, haciendo recular las
cejas hasta la coronilla, salpimientas la mormuración. Si callas, te avisionas de talle, te estremeces de ojos, te encaramas de hombros ; y después de haber templado tu cuerpo para escorpión, empiezas a razonar
veneno y a hablar peste, tildando de malicias y salpicando de maldades a los oyentes. «¿Bajar la moneda? (dice vuesa señoría), acabarse
tiene el mundo; allá lo verán; es ruina de España y de toda la cristiandad»; y al cabo echas e! «Dios se duela de los pobres», que sólo
llevaba de ventaja en Judas el boté y el ingüente.
Tratóse de entretener más tiempo el oro y la, plata en estos reinos,
viendo cuán breve pasadizo han fabricado en los cuartillos los extranjeros para su extracción. Tratóse de la modificación de los cuartos, y
tiraste piedras. Dime, Esconde-la-mano, ¿qué tiraste contra quien con
subir los cuartos puso el oro y la plata en cobre, pues hoy haces tales
extremos contra quien con bajar los cuartos los ha puesto en cobro?
La plática asustó los tenderos, porque la ganancia no saca la consideración del logro y de la usura : por daño temieron perder la mitad;
y es daño porque no es remedio cabal hasta que se consuma todo
antes que, no teniendo otra cosa, nos hallemos con moneda que no
hay bolsa que n o tenga asco della, y que se indigna aun de andar en
talegos, y que los rincone s de los aposentos se hallan con la basura
más limpios, y menos cargados, y con menor roído.
.
94 —
Moneda que el que la paga se limpia y se desembaraza, y el que
la cobra se ensucia y se confunde, más vale su incomodidad en trajinarla que su valor. Mil reales, caudal que cualquiera gasta en doce
días de camino, son peso para una bestia sola, y poco antes que se subieran, se llevaban en oro. en nóminas, en traje de reliquias, o se
escamaban con escudos los jubones, y quinientos añadían poco más piso
a la lana; y hoy en esta moneda dan que hacer a una albarda, y hace
más mataduras el dinero que los barriles: hacienda arrinconada que
no pasa de Castilla, de quien se guardan los otros reinos como de
peste acuñada.
Buen estado tiene la salud del comercio; buen juicio la gente que
resiste con voces la expulsión deste contagio; buen vasallo es quien
no agradece al rey resolución tan favorable a todos, y al ministro haberse aventurado a ser purga deste mal humor, a ser escoba delta basura. No mereció más gloria el famoso rey don Ramiro de haber librado
a España del feudo de Mauregato, ni el rey. don Alonso del exentada
del reconocimiento del Imperio, que el rey nuestro señor de haberla
librado del tributo deste moro vellón y del imperio del ciento por
ciento. Ni se dedicó por la salud de Roma a tan manifiesto peligro
el que a caballo se echó en el hoyo, como en este caso el ministro;
porque al otro en agradecimiento levantaron estatuas, y al conde duque
testimonios, coplas, libelos y pasquines. Si el daño fué dilatar la baja,
el rey siempre la quiso (i oh qué instrumento te pudiera enseñar desto,
Tira-la-piedra, que te deshiciera los ojos!), y el conde siempre, y luego
aconsejó se hiciese.
Opúsosele la invidia de los que no querían el bien común, o no
ver a los ministros y ministro con el blasón de redentores destos reinos. Así sucedió en el consejo de Antioco a Anibal, que porque no
se le debiese al africano la victoria, que se veía clara en su parecer,
se le descaminaron, y quisieron antes la pérdida de su príncipe que el
acierto en quien ellos aborrecían. Así lo refiere Justino: así lo aplico yo.
Pues, Tira-la-piedra, considera que estábamos ya en estado que los
propios extranjeros, que nos han llenado de cuartos, nos despreciaban,
y temían lo propio que nos habían vendido, y bien medido nuestro
caudal, ya cabía poco más vellón, pues llenos dél, no quedaba lugar
al remedio. Aquí aguijó la providencia inestimable del rey nuestro
señor, y del valido a quien tú, sayón de virtudes, despedazas. Si el rey no se determina, las lámparas en las iglesias ya desconfiaban de que las defendiese la inmunidad eclesiástica, del furor de los
ceros y de los mandamientos del guarismo. Parecen donaires, y son
dolores. Si la cudicia de los extranjeros entrara en la iglesia a sacar
estos vasos retorcidos, amenazadas estaban cálices y cruces; que para
el oudicioso nada añade al hurto el sacrilegio. Pues, Esconde-la-mano,
esto defendió el decreto del rey. a costa de darte a ti qué tirar y
— 95
blasfemar en tiempo que la plata se había echado a los pies de las
mujeres en virillas. Del doblón y del real de a ocho se hablaba como
de los difuntos, y se decía : «El oro que pudre, la plata que Dios
tenga.» ¿Puedes negar que el que metió los moros en Castilla (fuera
de la Religión) hizo menos daño a los reinos que aquel maldito Cava
barbado de los cuartos, que doblándolos, los metió en las bolsas?
De aquella furia se quedaron fuera las montañas : desta maldad todo
el reino se inundó, sin haber contra ella asilo, ni: aun silo. Allí Pelayo
empezó a restaurar con los pocos que quedaron libres; y le ayudaron.
Aquí el rey ha hecho la restauración y curado el enfermo a su
pesar, pues fué contradicho de todos cuantos padecían esta miseria;
y es mayor gloria la suya y la del ministro, cuanto tuvieron menos que
los asistentes, porque contra su parecer- juntaron los enemigos todos
a meter vellón, y los propios todos a contradecir que no se bajase, que
era, fué, es y será el sólo remedio; y los caudales daban voces contra
la restauración de las bolsas, que renegadas del buen metal se habían
metido a caldereras; y si algún real se hallaba, era mestizo de cascajo
y real sencillo.
¿Qué muladar te da piedras para tirar contra la baja de los cuartos,
pues solamente la voz de que se había de efetuar ha hecho pagar más
deudas que la hora de la muerte, restituir más haciendas que las paulinas? /Qué de trampas se han, desañudado! / Qua de empréstitos, que
andaban de rebozo entre el no quiero y no puedo, se han reconocido!
No niego que hizo gran ,roído y causó grande alteración en todos
los mohatreros el platicarse el remedio con que estancaron las mercancías. Acordádonos ha del tiempo de don Alonso el Sabio, cuando el
poner precios por emendar la desorden, indujo total carestía, y forzó a
aquel gran rey a revocar la ley: las tasas pegaron a la baja, y fué
como pegarla peste.
Todas las cosas que tocan a crecer, o bajar o mudar la moneda,
se han de tratar con tal secreto, que se sepan y se ejecuten juntamente ;
porqué si se trasluce algo de lo que se trata, más dallo hace el recelo
de lo que se previene que las propias órdenes praticadas.
Este ha sido el daño; que el bajarla o quitarla era remedio, y deste
tú tienes la culpa, que lo publicabas por apedrear, y los que invidiaron el acierto de proponerlo. Tú sabes quién te lo dijo a ti, y yo
quiénes eran los que lo dijeron y revelaron.
Hablemos algo con nota regocijada donde el intento es de tanto
dolor; despejemos lo molesto de las querellas. Parece cosa y cosa que
nos cobremos con la pérdida, y que nos perdamos con los premios.
Mala señal es de vida y de estómago, cuando se trueca cuanto se come.
Lo que todos damos por la plata, , cuando queremos salir destos reinos,
¿quién nos lo, paga?
Digo, señor, que este bulto no es caudal, sino hinchazón de pos,
96 —
tema; y así, mientras no se baja, cada día tiene más peligro; y quien
quita este bulto, más sana que disminuye. Dar el vellocino por el vellón,
es desollarse, no vestirse. Con, perdón de vuesa excelencia, con tu licencia me atrevo a una comparación: querría coserla de suerte que, siendo
remiendo, no lo pareciese. Los extranjeros han imitado al cazador, que
viendo en las águilas mayor velocidad y fuerza, más presto vuelo, más
larga vista, y que por esto les hacía menos la volatería y entre las
demás aves sus halcones y neblíes, cogieron águilas tiernas, domesticáronlas, enseñáronlas a cazar para sí, y luego las soltaron para su
mayor logro.
Zurzo y creo que, poco se han de ver las puntadas. Vieron los cazadores de Francia, de Italia y Holanda, que la plata y el bro nuestro
eran águilas que no los dejaban cosa a vida; de cuyo precio y cudicia
no se escapaba ni su mercancía, ni su trabajo, ni su industria. Dieron
traza de cogerlos al nacer en el nido, tan desnudos, que la primera
pluma que vistiesen fuese la suya.
Recogiéronlos en sus alcandaras y enseñáronlos a cazar, y ahora nos
los sueltan para que nos arrebaten lo que nos queda. Viene cien reales •
en plata o en oro volando, y llévanse otros sesenta o ochenta en las
uñas. Pues si la baja les quita la presa, ¿no es hacerles pagar las uñas
de vacío, y que pierdan sus garras al retorno?
Ni se puede negar que aquel que, de los enemigos que combaten
una monarquía, consume las tres partes, no la defiende por otras tres.
Confieso que serán grandes los inconvenientes, y más de los que sabrá
prevenir alguna prudencia; mas las grandes cosas nunca se acabaron
sin aventurarse; y si me aprietan, concederé lo que dicen los cohechadores, los estanques del caudal, que no le dejan correr: «Que podrá
ser que con la baja se pierda todo.» Aun entonces fué bien y forzoso
hacerla.
En la enfermedad sin remedio, es caridad que el medicamento acabe
la vida, y desesperación dejarla que se acabe. Aquí ya es cierto el no
tiene remedio; y allí el peligro respira en el podrá ser; y es consuelo
a lo que se acaba, que la ansia de su conservación no le deje. El que
muere asistido de remedios entretiene las congojas con alguna esperanza; y' es más cierta la corrupción en ° manos de la dolencia, que de
la medicina.
Y por lo menos, señoría y tú, más piadosamente y con menos recelos acabaremos con nuestras manos que por las ajenas. Mejor será
que nos acabemos por conservarnos, que no conservarnos para que nos
acaben. ¿Hubo ánimo para subir el vellón, que fué, es y será la desolación de todo, y ha de faltar para bajarle?
Cosas tiene del pecado esta moneda, que siendo mala y sabiendo
que nos condena y lleva a la perdición, la tenemos cariño. Para ccn ,
vertisomaldqu ent,ylorsiatú,y
— 97
a vuesa señoría que lo llora, como si estos cuartos fueran los de sus
cuerpos, quisiera sacarles el de España hecho cuartos, con esta letra
por epitafio : AQUÍ FUÉ ORO, como aquí fué Troya. También dice vuesa merced (¡ oh qué mal escondiste la mano!) que
la gran cantidad de arbitrios que corren impresos, le marean. Merced
le hacen, pues le ayudarán a vomitar, que es su mejor comer de vuesa
excelencia.
Dices muy ponderado v con cara como si entendieras lo que culpas,
que todos son sueños de hombres menesterosos o mal ocupados. Sueños
parecen por las señas de vuesa señoría, de vuesa merced y de vuesa
excelencia, que este género de gente, desvelada en remendar el mundo
y en enderezar las costumbres, son el alborozo de los noveleros y el
negocio de los vanos. Y porque vuesa merced conozca cuán izquierdo
discurso tiene, quiero razonar algo, camino de la verdad.
Si ello se oye al oro y plata, tienen razón, y dan quejas tan justificadas como éstas.
Dice el real de plata, de que se compone el de a cuatro y
el de a ocho y el escudo y el doblón, que él valía cuatro reales de
cobre en tiempo de don Fernando el Católico: que vino el glorioso
emperador Carlos V, y las necesidades, o las revueltas o la desorden
(que no afirma cuál destas cosas fué) le quitaron un real, y quedó valiendo tres. Vino Felipe II, y quitáronle otro, y valió dos, y quedó
quejoso y agraviado en dos partes.
En esto presenta por testigos a nuestros padres, y yo lo vi esto
y lo testifico. Vino el señor rey don Felipe III, y quitáronle otro real,
y valió el real de - plata un real de cuartos, cuando se dobló la moneda,
o cuando se dobló por la moneda que allí murió.
Llegóse a este despojo la mercancía de cuartillos que introdujeron
los holandeses; y este desdichado real de plata, que valía uno solo, habiendo valido cuatro, valió medio real; porque el uno que valía de
cobre en cuatro cuartillos, vino a ser tal la' maldad, que se metió la
moneda tan desigual, que yo he pesado (cada día se puede hacer la
demostración) que hay cuartillo solo que pesa más que tres, y cuatro
cuartos que pesan de otros veinte. Y aun con valer este pobre real
medio real, pasaba; mas vino a tanta miseria, que con sólo decir que
la moneda se ha de bajar, perdió el mérito de ese medio real, y vale ,
nada; porque la moneda de vellón, con este miedo, no es hacienda,
sino susto de cada día.
Dice el real (y dice bien) : «Señor, si cuando me quitaban de mi
valor un real de cobre, me igualaban con el cobre, quitándome de plata
lo que a aquel real le correspondía de mi valor extrínseco en Castilla,
yo estuviera contento y sin queja, y España con caudal, y siempre el
valor extrínseco que la plata y oro tienen en estos reinos respondiera
al valor intrínseco que a estos metales da la mayor parte del mundo,
,
98
y sirvieran del cobre por cuenta y razón; y lo que más lloran es, que
afirman los propios metales que se vieron remediados ahora dos años,
cuando valió el trueco de la plata a ochenta por ciento.»
Y dicen los reales y los escudos, que entre los arbitrios el solo
bueno fué la desorden; porque ella, que había ido arañando al real
de plata que valía cuatro reales de cobre en tiempo del rey don Fernando, los tres y los cuatro, y le había roído hasta Valer nada, con
el precio del trueco le había vuelto a restituir los cuatro que valía.
Podrá ser que otros lo desenvuelvan a mejor luz. Lo que yo sé es
que los cuartos tienen miedo, y la plata y el oro quejas, y los extranjeros oro y plata, y nosotros ni oro, ni plata, ni cuartos.
Yo creo que si se le preguntase a la moneda de ley, que dijese
ella qué la parecía conveniente para su salud, que respondería: Hagan
para tenerme lo que los extranjeros hacen para llevarme, y tomen su
ejemplo en mi aumento y no su parecer en mi remedio. Si se le pregunta a la, sanguijuela qué so ha de hacer con la vena, dirá que chuparla; y si se pregunta a la vena, dirá que quitar la sanguijuela.
En todos los reinos que lag moneda de vellón sirviese de otra cosa
que de cabalar cuentas y creciere a presumir de caudal y a ser hacienda, se perderá el crédito y se dificultará el comercio.
Cuando en Castilla en tiempos de nuestros agüelos, habiendo un
millón o dos solos de vellón, sirvió de ajustar con los precios las monedas mayores, se rogaba con el oro y la plata por los ochavos.
Los metales preciosos han de tener todo su valor, y se han de labrar en todas las monedas que pudieren irse disminuyendo; porque
en las menores se detiene, y es difícil la extracción que tanta facilidad
tiene en la pasta.
El cascajo hoy está, y se usa, sin faldas y sin arrabales. Dividíase
en cuartillos, y en cuartillos de ley, en cuartos, en ochavos, en maravedís, en blancas, en cornadas: cosa de mucho interés para el gasto y
mercancía.
Hoy¡ la cuenta acaba en juego; y si no se echan a pares y nones
los maravedís y las blancas, se pierden. No hay ochavo, no hay cuarto,
todos son cuartillos; y en este abuso consiste un daño doméstico muy
peligroso; porque teniendo por domésticos a los que no lo son, dejamos correr la diligencia de los que sorben desde lejos por cañones
de ganso.
Desconfiamos 'de los nuestros, y fiamos de los que nos aborrecen.
Creemos bravatas de quien no las puede proseguir. Damos calidad a
los que son mercaderes de cualquier nación, y quitamos la nobleza a los
nuestros, si tratan.
Vuesa merced lea esto con cuidado, que verá el daño y el remedio
por un propio resqUicio. Ya que he sido prolijo, he de responder a todo
lo que yo sé que mormura vuesa señoría. 1Oh cuál te miro en un
— 99
........
corrillo! ¡ Oh cómo te contemplo en una ociosa visita! Con tus dientes
apaleados de tu lengua, que andándose todos, y no parando ella, parece mano que discurre sobre las teclas, toma vuesa señoría la parte
de la comunidad, y dice que por esas aldeas se caen los hombres de
oprimidos y cargados; y a cada uno se ha de creer en la carga que
lleva; que a mi vista no pesa lo que al miserable le quebranta, y siempre se acuerdan los hombros de lo que llevan ; porque lo que ya llevaron o llevan otros, no pesa. Alívielos vuesa merced, refiriéndoles (pues
debe de saber leer quien tal cual sabe escribir) las iinposiciones que
hubo en las otras monarquías.
Hasta el matrimonio pechaba, y (con razón) de los excrementos sucios se pagaba tributo. De modo que vuesa merced, de cuanto habla,
pagara un gran censo en tiempo de Calígula y Vespasiano: Suetonio
lo refiere así. A Nerón, del humo y de la sombra y del agua se pagaba
tributo: Zonaras lo cuenta. De Plinio, Zonaras y Cedreno es el chisme
del pecho que se pagaba por la sombra de los árboles. Michael Paleólogo instituyó el tributo por el aire que respiramos.
La capitación no exceptaba estado, edad ni dignidad ; de manera
que se pagaba de las cabezas, de los artes, de los excrementos, del
matrimonio, de la sombra, del humo y de la respiración; y se extendió a poner tributo en la inmunidad de los consejos, y les impusieron
la que llamaron gleva senatoria, como se lee en Synesio.
Esto no lo puede haber leído vuesa merced, pero alguien se lo
puede haber chismeado; y así, pudiera dejar de morder que a este
tiempo se haga algún socorro 'a las necesidades del príncipe, causadas
en el tiempo que el rey decía taita, y el valido ignoraba dónde era
palacio; "y después que reina su majestad, causadas por la voluntad de
Dios en la pérdida de navíos y descamino de flotas, y otras cosas que
por nuestros pecados su decreto nos trae, o por castigo, o para recuerdo.
Y por no crecer en, libro la que de advertencia veo que ha de llegar
a tratado, dejo de traer a vuesa merced a la memoria todos los repartimientos tan excesivos de los reyes que han precedido a su majestad, cosa de que me excusará vuesa merced leyendo las historias.
Mas .np puedo dejar de apuntar algo que sirva de que te des al
diablo. El señor rey don Juan, en la cédula que despachó a Salamanca .
y su tierra, en razón de los gastos que le había causado la guerra con
el duque de Alencastre y maestre de Avis de Portugal, manda cobrar
un pecho tan riguroso: «Que el que tuviere cuantía de ochenta maravedís en mueble o en raíz de la moneda corriente, que pague un cuarto
de dobla; y el que tuviere la cuantía de los cuatrocientos maravedís,
que pague por cada ciento un real de plata, demás de la dicha dobla
que ha de pagar por los cuatrocientos maravedís; y todos los que
tuvieren de doce mil maravedís arriba, hasta cuantía de veinte mil
maravedís,. que paguen ocho doblas; que no paguen los hombres y
,
I00
mujeres que son notorios dijosdalgo, ni caballeros que son armados
de rey o de infante heredero, y todas las otras personas paguen : pero
estos hijosdalgo e caballeros, que van excusados en la cuantía de los
veinte mil maravedís, que sean Menudos de pagar en la cabeza de los
doce mil maravedís; que todo hombre o mujer que gane jornal, o lo
pueda ganar, aunque le non fallen ninguna cuantía, que sea tenudo de
pagar cada mes lo que montare un día de jornal.»
Al fin fué repartimiento que buscó la hacienda, la medianía, la
miseria, el sudor y la aflicción, y se extendió a mandar «que pagasen
todos los que eran en sus reinos, así ricoshomes, caballeros, clérigos,
fijosdalgo, e judíos, e moros, e todos los otros homes. y mujeres de
cualquiera ley».
¿De qué provecho puede ser dinero que junta una cláusula tan
fuerte, que mancomunó ricoshomes, clérigos, moros, caballeros y judíos?
Y así tuvo el fin el gobierno destos tiempos, como largamente se lee:
«En Bribiesca, veinte días de diciembre, ario de mil y trescientos y
ochenta y siete: fecha escribir por Alfonso Ruiz. Por mandato del señor
Rey y su Consejo.—Pedro, arzobispo de Sevilla.»
Léanse los tributos tan apretados en tiempo de don Enrique II, de
don Pedro, de don Juan, de don Enrique III, las carestías por la mala
moneda. El rey don Alonso, en el capítulo 5 de su Historia, puso precios y los revocó; porque antes había poco y caro, y después no se
hallaba mantenimiento ni mercancía.
,
El rey don Enrique el Segundo bajó la moneda, y dice así su pregón : «Que el real que fasta aquí valía tres maravedís, non vala sino
uno. E el cruzado que fasta aquí valía uno, que non vala más de dos
cornados, que son tres dineros e dos meajas.» Y advierta vuesa merced,
señor Tira-la-piedra, que esta baja se la pidieron repetidamente los
vasallos. Aqui se ve cuáles eran aquéllos, y cuál es vuesa señoría.
Así que, estas calamidades son inseparables a los dominios. Desto
enferman los vasallos y los príncipes. Es dolencia de los gobiernos, no
de las edades. Padecióla Castilla en tiempo del rey don Juan, que sintió
tanto el verse necesitado a agravar sus vasallos, que se determinó de
vivir en duelos.
No sólo los vasallos han de servir a los reyes con la 'hacienda, sino
con el consejo; pues cuando se ven forzados a hacer nuevos y grandes repartimientos, es debido en toda lealtad advertirles de lo que se
les debe y no se cobra; porqu e el consentir suspensión en estas resultas, vale a los malos ministros tesoros de lo que pueden ahorrar, v le
desperdician por interés propio de lo que le hurtan en mercedes no
merecidas y sonsacadas de los merecimientos súbitos de personas de
su casa, y de sus oficios en rentas y estados; pues a estos cudiciosos
suele retirarse todo el caudal que el rey echa menos; y no puede
IOI
...
socorrer el reino los oficios, o inventados para pasadizo del patrimonio
real, o para polillas de su tesoro.
Así Jo hicieron muchas veces en. Castilla las Cortes, y es el mejor
servicio, más útil, más descansado, y que con más justicia tiene efeto;
y es hacienda que merece por su bondad lograrse bien en los sucesos, pues ni sale de las venas, antes vuelve a ellas, ni sabe lágrimas
de afligidos. Y nunca más a propósito llegó este servicio que hoy, a
rey tan grande, tan celoso del remedio de sus reinos; a ministro, cuyo
blasón es el desinterés, cuya tarea las mejoras del gobierno.
Será hablarles en su lenguaje y a su corazón, si hay algo desto, que
lo sepan; pues haciendo justicia, se podrán restituir lo que les falta,
y páguelo quien lo debe, y salga de quien lo oculta, y quítese a quien
lo arrebata; y ayuden al rey yi al reino el leal rendido, con su tributo,
y el ladrón despojado, con su castigo.
Tácito, en Galba, dice que habiendo mirado arbitrios para desempeñar el Imperio de los excesos de Nerón, el mejor fué buscar el patrimonio de las haciendas de los que le habían usurpado. Si parte desto
se ha hecho ahora, Esconde-la-mano, bien se ha hecho, si con nombre de donativo y de concesión ha disimulado, por no deshonrar, a
las esponjas del rey; y es singular modestia reducirse a pedir lo que
podía cobrar, por no deshonrar a los que, debiendo restituir, dicen que
dan lo que vuelven.
Más debilita a los -reyes lo que les toman que lo que gastan; y
así, se echa la culpa a la guerra de lo que peca la paz entremetida y
desapoderada. Notable es la desorden del mundo. Yo en el tiempo
que he vivido, he visto derribar muchos hombres por haber crecido
en poco tiempo mucho, diciendo se hacía para restituir a la majestad
el caudal, y escarmentar a otros, y autorizar la templanza; y he visto
que a los reyes y a los reinos les ha costado diez veces más el premiar
los que los descompusieron y castigaron, que les costaba su desorden,
si lo era. De donde colijo que son pocas las emiendas en estas cosas,
y que este es el achaque de que han adolecido todas las monarquías;
y así, el pronóstico se asegura para la perdición, si sucediere que cuesta
más y empeña más, y hurta más el castigo que el delito. Piense vuesa
excelencia en esta bachillería, 'que no perderá el tiempo.
Su majestad (Dios le guarde) halló en esta monarquía con muchas
canas el empeño, llorado con arrepentimiento de su bisagüelo, considerando la herencia tan necesitada que dejaba a Felipe II, que con
el Escurial y otras niñerías la extremó más. De suerte que el
grande, el' bueno, el amado, el dichoso, el santo Felipe III, a fuerza
de milagros nos divirtió de la atención 'desta calamidad, causada de
las guerras en defensa de la Iglesia y expulsión de los moros, que fué
una orden resuelta, no sé si provechosa en el modo, pues de su salida
se nos aumentaron, no sólo enemigos, sino en los enemigos el conoci102 -
miento de muchas artes, la malicia en tierra y mar; y de los bienes
no quedó sino lo que les hurtaron, que hicieron tan corta diferencia
como de ladrones a moros: con que siempre fué delito. Y al fin, si los
moros que entraron dejaron a España sin gente, porque se la degollaron, estos que echaron, la dejaron sin gente, porque salieron. La ruína
fué la propia: sólo se llevan el cuchillo.
Estas cosas y otras, que ordenó el celo justo y piadoso, y torció la
maldad de los medios, entregaron las cosas de España en tal estado
al gran Felipe IV, que el no remediarlas era perderlas, y el tratar del
remedio es aventuradas. No es la primera vez que se han visto los
reinos en tal estado. Don Juan el Primero se vió tan apretado de la
necesidad y tan condolido de sus vasallos que ya le contribuían la vida,
que le obligó a no querer atetar todo el servicio que sus vasallos
le hacían.
Y así, Tira-la-piedra, que andas escondiendo la mano y muy raposo
de palabras, rodeando el hablar en que su majestad tiene pocos años,
¿quieres que tenga más que los que ha ? que nació?
Pero bien entiendo 'tocas esta tecla para apedrear cuantas juventudes ha habido de reyes sus antecesores; porque para responderte es
fuerza decir que maliciosamente ignoras que, comparada la mocedad
del rey nuestro señor con todds, es una vejez sin días, y un acabar de
nacer anciano. Acuérdate poco ha de los destierros del maestro, de las
deposiciones atropelladas de los ministros y obispos, del presidente de
Castilla, santo y grande varón, arrojado hasta arrinconarle en su muerte
entre dos paredes.
¿Con qué has sacado las manchas de tanta sangre como se derramó
a deshora, con tantos que se almorzaron su vida o se la sorbieron,
con los justiciados de memoria y a escuras, sin ejemplo y con escándalo? Tira-la-piedra, ¿qué majestad ves llorada por indicios? ¿Qué
artes acusadas por clérigos y predicadores, en pública delación, por trastornadoras de voluntades y engaitadoras de decretos? Nada desto ves
ni oyes, ni lo puedes inventar ni comentar.
Ves un monarca con sumo poder tan en paz con su apetitos, que
las casas ajenas no saben dellos. Piadoso, no lo puedes negar, pues no
te ahorca; justiciero y celoso, tampoco lo puedes contradecir, pues
todos lo vemos. ¿Cuándo diez y siete y veinte y seis años gastaron
deseos incontrastables, sin ruído; poder soberano, sin lamentos; voluntad superior, sin favores; entendimiento grande y fervoroso, sin presunción?
Sólo se experimenta esto en don Felipe IV. Acuérdate en esta edad
de los otros reinos de Europa. Desándales los antepasados a sus dueños; toparás hijos abreviados, hermanos desaparecidos, viudeces caseras,
secretarios amaitinados, privados huídos y otros casos y sucesos que se
han quedado por dueños del escándalo del mundo.
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•
Pues si cejas más atrás, te atollarás en robos, en comunidades. Pues
dime, Tira-la-piedra, no mires al rey nuestro señor, ni le hagas paralelo de otros monarcas como él, sino d e cualquiera hijo de vecino,
sujeto a cada corchete, a cualquiera alguacil, a todo escribano, a los
alcaldes y a los oidores. Dime, ¿conoces alguno que desde diez y siete
a veinte y seis años no tenga con ceño todas las leyes, con ofensas
todos los mandamientos, con cuidado todas las justicias, con inquietud
todas. las calles?
Mírate a ti, picarazo, en esta edad, si te has dado buen hartazgo
de ofensas de Dios, siendo conocido por hambrón de pecados. ¿Qué chiste
no• has dicho?, ¿qué pulla no has echado?, ¿qué testimonio no has
levantado?, ¿qué horca no ha merecido tu cuello?, ¿qué cuchillo tu
lengua?, ¿qué tranca tus costillas?
Y esto siendo lo que he dicho, sujeto a todo y a todos. ¡ Y tiras
piedras contra la obligación de fiel, contra una juventud que, sin superior en lo temporal, vive canas cuando cuenta niñeces! Esconde-la-mano,
si tiras piedras porque se perdió el Brasil por traición y por pecados.
destíralas porque se cobró con valor y con dificultad y con ventaja.
Si las tiras porque entró en Cádiz el inglés, destíralas porque salió con
pérdida y sin reputación. Si las tiras porque se perdió Bolduque y Wesel,
destíralas porqu e se ganó Bredá, y se rompieron las Pesquerías. ¿Por
qué no despiedras y destiras cuanto has tirado, sólo considerando que
nuestro rey en tan pequeña edad, que en los juguetes pudiera servir
de prólogo decente a las mocedades, haya arrancado de Alemania la
raíz de la herejía en el Palatino, y trasferido aquella casa y aquel voto
a príncipe católico, acabado con Alberstad, y borrado tan numerosa familia de príncipes enemigos de Dios, y establecido la corona del mundo
en la frente de tan vitorioso emperador, y esto en tiempo que a Francia
envió socorro contra sus rebeldes, cuando Francia le daba a los de
España contra esta corona?
Esconde-la-mano, ¿a qué mocedad atiende rey que por la unión
de sus reinos deja su corte y visita a sus ministros? Vístele en Andalucía, Aragón y Cataluña, dejando recién nacida una princesa, y recién
parida una reina, donde estuvo más de seis meses sin salir de un aposento y de una tarea congojosa, en el más riguroso tiempo del año.
¿Cuentas los atrevimientos que Dios ha dado a los enemigos de su
majestad, y callas los castigos que le ha dado para ellos? Descubierto
has el brazo y la mano, picarón, tanto, que te puedo decir por sus
rayas tu mala ventura.
Dime, contador de desdichas; picaza, que sólo te sientas en la
matadura : gusano, que sólo tratas con lo podrido: ¿por qué no destiras y despiedras a tan gran rey y mucha parte de tus calumnias, sabiendo
la compañía que ha formado para el comercio de la India Oriental, no
prometida, no fantástica, sino efetuada ya en un viaje y aprestada
104 -
para otro, cuya prática arraigada es la mayor pesadumbre que s e ha
podido dar a los enemigos?
Chicharra, porque no te me escapes, te he de perseguir por mar
y por tierra, que en la una eres sapo, y en la otra tiburón, que empozoñas y muerdes. Dime, ¿cómo no te comes tu propia lengua, y te
restañas los embustes, y sanas de la enfermedad que padeces de mentira-lluvia, con el milagro de aquel decreto de los hombres de negocios,
que sin perjuicio suyo y con suma justificación del hecho obró, al parecer, una masicoral de gastos, pues - el año de veinte y uno, que heredó
el rey nuestro señor, comía la renta del año de treinta y uno?,
Dime : ¿por qué desde entonces te quedaron piedras que tirar,
ni mano que esconder, viendo una invención de la desorden tan maldita, como hacer comer a un rey en profecía de diez en diez los años
que estaban por venir? ¿Había lástima como verse los años comidos
antes de ser ni de llegar? ¿Cómo había de estar el siglo y la edad,
sino rabiando, si se veía comer de antuvión, y con hambre tan canina,
que con poco temor del guarismo mordía desde veinte y uno hasta
treinta y uno? Si no hereda su majestad y Dios le inspira este decreto,
hoy año de treinta está comido el año de dos mil, y casi decentado el
día del Juicio, y los señores reyes están introducidos en cáncer de los
tiempos.
Ves aquí, maldito, que hoy come su majestad el propio año en que
vive, y ha quitado el susto a los por venir, que del miedo de la
comezón anticipada se rascaban antes de nacer.
Pues pasando de decretos y compañías a socorros y a protección,
dime, ¿cómo no te sirven de mordaza las banderas de su majestad
que el año de veinte y cinco, estando la república de Génova entre
las uñas de Ladiguera y entre las garras del alteza de Saboya, parte
de la ribera arañada, la ciudad con los enemigos arrimados, y la amenaza a cuestas, les retiró la ciudad, que por hermosa y rica es buscada
de muchos galanes, cobrando Filipo IV millones gastados desta defensa,
en alabanza eterna de su patrocinio desinteresado, que solicita a que
le busquen los afligidos desde las montañas de Armenia, como lo han
hecho?
Pues pasando la consideración a Afirica, en aquellos pellizcos tan
grandes que ha dado en tierra de moros, ¿cómo no te acuerdas de la
gloriosa defensa que se ha hecho a la Mamara, contradiciendo el número de los bárbaros y la diciplina militar de los holandeses, con
poca gente, y güésped en corta orilla de la multitud dilatada en dominio de alarbes y moros, asegurando de Berbería nuestras costas, y dellos
las costas que tien e en Berbería, con inumerable pérdida de los cosarios rebeldes, de quien tú, graduado en Mahoma, eres coronista, pues
asalariado de tu maldad, sólo tienes pluma para sus fortunas y piedra
para las nuestras? No sé qué haga contigo para convertirte, viéndote
,
- 105
tan duro, que te puedes, tirar a ti propio a pedazos. Quiero ver si te
enternecerás a ti mismo.
Ea, maldito, que te predico como hombre cantonero, pues andas
escribiendo los cantones: veste aquí embutido en unas (cuando Dios te
haga merced) cachondas (así se llamaban, y cuando más honestamente
gregarias; dejo el nombre que no se puede decir sin el perdón delante); mírate atestado en unas calzas atacadas, temblando con los
muslos unas sonajas de gamuza, o cuando mejor, vestido de tajadas de
paño o terciopelo.
Yo te doy que vas de medio abajo con dos enjugadores de obra,
que llamaban calzas: mírate qué frontispiscio y portada, un morciélago
atacado con agujetas: atiende, y vuelve esos ojos buscones de achaques
a tu gaznate, perdido como hacienda real a puros asientos.
Mírate con, la turbamulta de un cuello con carlancas de lienzo,
holanda, cambray o gasa. Mírate para abrirle cercado de tantos fuegos,
hierros y ministros, que más parecía que te preparabas para atenazado
que para galán; gastando más moldes que una imprenta, quitando
de la olla para el azul, y del vestido para el abridor.
Dime, desventurado, ¿cómo no te vuelves de todo corazón, de
toda valona, de todo gregüesco calzón y zaragüelle, á rey que dió
carta de horro a las caderas, a rey que desencarceló los pescuezos,
a rey que desavahó las nueces, a rey que te abarató la gala, te facilitó
el adorno, te desensabanó el tragar y te desencalzó el portante? Mira
que si no fuera por él, ya estuvieras vuelto cuello sal y braga momia;
y si esto no te ablanda las entrañas, alma precita, mira a lo que ahorras, y conocerás lo que debes a tal cuidado, cuando con un retacillo
• de gasa y lienzo, que fué pañizuelo, hijo de una toalla y nieto de un
camisón, sobre una golilla, perdurable, sacas esa cara acompañada y ese
pescuezo con diadema.
Dime, renegado de tu patria, fugitivo de tu propia sangre, ¿qué
aguardas? ¿Qué gruñes teniendo un rey generoso, justo, clemente,
magnánimo, humanísimo, barato, desembarazado, celoso, católico, padre
de sus vasallos y defenso r de sus confederados? Haz una y buena,
picarazo: da contigo y, con todos tus libelos infamatorios, sátiras,
chistes, cedulones y blasfemias en las Arrepentidas de corrillos y junta
noturna y parola del yermo,, que con esto salvarás tu intención y tu
obligación; y ten siempre en la memoria (no por quien eres, que eres
la quintainfamia, sino por quien debías ser) la que debes a don Filipo
el Grande, nuestro señor, que además de ser tal, te dió el ministro
más pacífico que se pudo hacer de masa, pues con* él no ha tenido
nadie dares ni tomares; tal, que el hierro no se tomará, si le llegan
a él o le asoman a su aposento: y que en ocho años de valimiento no
le alcanza la vida a la audiencia, como la sal al agua.
Ya entendía que con esto escampabas, y veo que por el resquicio
106 —
del valido empiezas de nuevo a culpar al rey y al gobierno. Pues dime,
duende común que tiras piedras, das gritos, y haces ruido, y nadie te
ve, y todos te vemos, ¿qué quieres de una rey que tiene tan buen tino,
que da su valía a un hombre que tiene quejosos a sus parientes y
acomodados a los ajenos, y pobres sus criados, y servida el rey? ¿Estos
no son los cuatro costados en que ha de probar limpieza cualquier privanza?
Dime, demonio, ¿no te le ha dado Dios y el rey, sin hijos, que
es el arrabal más costoso de poblar en los privados y el tarazón más
caro para los reinos de la valía? Familia de herederos es concavidad
que nunca se llena, y un engarce que continúa pot un siglo larga sarta
de privanzas. Pues, maldito, reconoce tu sentencia como el diablo.
Dime, ¿cómo le agradeces al rey esta elección, y al conde el ser privado
escueto, solo y mocho de todo privado? Y después desto, ¿cómo no
le reconoces el retiro, y el no andar por las calles atento a la cosecha
de reverencias, sumisiones y descaperuzos? ¿Tiene el rey cómo pagar,
ni tú cómo agradecer no haber privados de privado, como cuento de
cuentos? ¿Fuera mejor que anduviera multiplicado en parientes copias
y en criados traslados, y que en cada plazuela hubiera un privadito,
como ahora una fuente, y que toda la villa estuviera sembrada de humilladeros, y que hirviera palacio de privado y privadillos, y haciaprivados, y juntoaprivados, y comoprivados, y entreprivados, y cachiprivados como cachidiablos? ¿Que anduviéramos agotados de inclinaciones y de zalemas la mitad del año a gatas y en cuclillas a puras
reverencias?
Hoy estamos limpios tiesta plaga y desta inundación de aprendices
del poder, y de validos contrahechos y falsos. Pues ¿qué ocasión puede
dar a quejas privado estéril de otros privados, y que, si no es en la
audiencia, nadie le ve? Aquí ,tiras piedras; ya te atisbo, y dices: ¿Es
invisible? ¿Qué recela? ¿Por qué no sale? Para esta ocasión se dijo el
aquí te tengo. Si el privado no sale, dices: No le veo. Si sale : No le
puedo ver. Si no acompaña al rey, dices que lo hace de confiado; si le
acompaña, que de temeroso o vano. Si no le ves, le acusas. Si le ves,
te enfadas. Que te lleve el diablo, pues ni te entiendes, ni te puedes
entender. Yo no te le canonizo: sé que es hombre, a quien el rey (como
lo había de dar a otro) ha dado el mayor puesto y el primer lugar
de ministro. Mi ojeriza tengo yo con el hombre que priva, mas no
con lo privado; y sin embargo, no me tienes de tu parte.
¿Qué me dirás de sus audiencias todas pasadas por el rey, no las
del rey pasadas por la suya? No hay negociantes estantíos, ni pretensores de estanque hediondo a cieno: todo es corriente. ¿Qué gruñes
entre dientes? ¿Que le honra el rey, que le reverencian todos? Justicia
es en el príncipe, obligación en los Isúbditos. No lo digo yo; Casiodoro
lo dice. Oye, enderiloniado: «Con estudio conviene que levantemos a
— 107
aquellos que la piedad real quiso 'engrandecer; porque _a los que la, clemencia de los príncipes entronizó, deben también los que son sus vasallos darle de su propia dignidad.»
Esconde-la-mano, el que mi rey honra, yo, que soy súbdito suyo, no
sólo debo holgarme de que le honre, sino quitarme de mi dignidad para
crecerle a él. No fulminan estas palabras mal proceso a ti y a tus pedreos. Ya te veo apelar a la pérdida de la flota, y las ponderaciones de
«no se ha visto otra vez en tiempo de ningún rey». Dime, paradislero
de historias y sucesos, ¿todas las demás flotas, sin exceptar alguna, no
han venido así? ¿Armó el conde los bajeles que la tomaron? ¿Es su
pariente quien la robó, o quien la perdió? ¿O su parecer y su tema
le dió el cargo? Es cierto que todo fué al revés : ¿pues qué le acusas?
El acontecimiento. ¿No quieres dejar albedrío a la providencia de
Dios? ¿Quieres que aquella mente eterna no disponga sus castigos y
favores contra nuestra prevención y ruegos? Oye a San Augustín:
«Quien alaba a Dios por los milagros de los beneficios, alábele por los
asombros de las venganzas, porque halaga y amenaza. Si no halagara,
no hubiera alguna exhortación. Si no amenazara, no hubiera alguna corrección.»
Tú, peor intencionado con Dios que con los hombres, ¿le quieres
privar destas dos partes? Dime, ¿el perder Carlos V el intento de
tomar a Argel, fué cargo contra su gloria, ni acusación de sus validos?
Las comunidades fueron culpa, sino de la desorden y de la ausencia?
¿La pérdida de tanta nobleza y fuerzas de España en la armada de
Inglaterra procesó a Felipe II ni a sus validos? ¿La toma de Cádiz, que
hizo el inglés, infamó otro ministro que al que la guardaba? ¿La
pérdida de la batalla de las Dunas, y la venta de la Enclusa cargáronse
al privado?
Pues dime, ¿hacia dónde fiscaleas? ¿Qué quieres a nuestro rey prudente y valeroso? ¿Qué a este esclavo de la república con nombre de
valido? ¿A este amarrado a su obligación, condenado a su asistencia,
tan poco airado contigo, que como tú cargues sobre su desdicha todos
los sucesos desdichados, te lo agredecerá?
Que él esto conoce por suyo, y los aciertos y vitorias de la mano
de Dios, y de la providencia del rey nuestro señor, para quien solamente
la confiesa, haciendo infinitas veces cada día la fineza, de toda fidelidad,
que una vez sola (para enseñamiento de todos, y grande estimación
suya) hizo Joab. Así se lee en el segundo de los Reyes: «Peleaba, pues;
Joab contra Rabbath de los hijos de Amón, y batía la ciudad de Rafin.
Envió Joab mensajeros a David, diciendo : «Yo peleé contra Rabbath,
y se ha de tomar la ciudad de las aguas. Por esto tú ahora junta la
mayor parte del pueblo, y cerca la ciudad, y tómala porque cuando la
ciudad fuere asolada, no, se dé la vitoria a mi nombre.» Pues, Tira-lapiedra, vuelve a ti la consideración, y hallarás que no atribuyendo al
1°8 —
conde la gloria de los buenos sucesos, que es lo que él quiere para
solo el rey, tú le canonizas según la buena ley de Joab; y cargándole
de todas las desgracias, tú' solo le satisfaces el celo con que no se harta
de servir al rey y de padecer por su servicio.
Así, mi señor Tira-la-piedra y Esconde-la-mano, razón sería que
vuesa merced no se desvelase tanto en perseguir a todos con malicia
enmascarada, que ya nos dijo Garcilaso que era vuesa merced, cuando
más duerme,
a quien la hambre y el favor despierta.
Y así, toda su rabia de vuesa merced es porque no le dan lo que
desea. Desee lo que en justicia se debe dar, que eso sabe hacer el rey,
y no se lo quitará el privado( para ningún pariente suyo. Pero cascos de
oropel ¿qué ocupación no harán ridícula? Juventud satírica y mal intencionada ¿qué le le amoldará, sino tirar chistes empedrados? Cudicia
ejecutada y veneno amarrado ¿qué se le entregará, que no lo apeste
y robe? Holgón, bárbaro y presumido ¿qué bueno pusiera un virreinato? Queja siempre flechada, y méritos Icr sí solo conocidos ¿quién
los ha de consultar que tenga honra, o quién premiar que tenga alma?
Vuesa merced tire piedras, y tire dichos, y tire embozos, y tire, pues
otro día habrá; y haga la batería que pudiere, junte auditorio como de
tal predicad-or; que el rey es glorioso entre las naciones, el privado
cudiciado otro así de otros reyes, y yo el que me ando tras vuesa señoría
para hacer de sus piedras berroqueñas corona de diamantes al siglo, y un
epitafio a su sepoltura de vuesa merced, señor Tira-la-piedra, que tenga
sólo mío el Yace, y del Taso el
Gran Fabro de Calumnie.
Guarde Dios a vuesa seriaría de sí mismo, y a todos de vuesa merced,
para que vuesa excelencia y todos estén guardados de lo peor. En Güesca y enero de 163.o años. — Licenciado Todo-lo-sabe.
FIN DE «EL CHITON DE LAS TARABILLAS»
I0()
LA' REBELIÓN DE BARCELON'A
NI ES POR EL GÜEVO NI ES POR EL FUERO
Averígüelo el doctor Antonia Martínez Montejano, natural de la villa de
San Martín de Espuches.
Causa jubet melior Superos sperare secundos.
(Lucan., lib. VII.)
Habiendo visto el Aristarco, o Censura a la que llaman los catalanes
Proclamación, católica, y pesado la grandeza de sus razones, lo sólido de
su recóndita erudición, igualmente docta y verdadera, y lo suave y varonil y robusto de su estilo, no nor creerle ni añadirle, sino por acompañarle, ccmo el cero, que delante del número no vale nada, como la
sombra, que es nada detrás del cuerpo, determiné escribir lo que despreció la severidad de aquella pluma, y lo que después della, que a
todo bastó, sobra ; porque si no obedecieren al docto, padezcan al ignorante, y en esta materia se ha ya dicho lo que basta y sobra.
Y si bien reconozco que en lo de la ida a Belén cuando nació
Cristo, el Aristarco con declarar las medallas que se han fingido, los
detiene en aquel camino y los degrada de reyes magos, con todo me
enfadé tanto viendo que en los evangelistas ni escritores eclesiásticos
auténticos no se leía nada, que quise hablar\ en ello, y lo dejé hasta repasar todo lo que se escribe de Herodes. Pudo ser que si fueron a Jerusalén fuesen a verle y diesen el arbitrio de que degollasen los inocentes,
que parece traza de catalanes. Lo que hallare saldrá en la segunda parte,
cuyo título será otro refrán que se dice: «Justicia de catalanes.»
El tema y la tema de los de Barcelona, que podrán más fácilmente
negar que son catalanes que no el ser temosos, es el refrán que dice :
«No es por el güevo
güevo, sino por el fuero.»
• Yo les probaré «que no es por el güevo ni por el fuero». Y últimamente (valiéndome de su intención y de la invidia de los enemigos de
España), «que será por, el
, y no por el fuero».
No dirán que escribo desaforadamente, ni que guiso mal mi discurso,
pues los doy, batidos con tres güevos, tres fueros, que son toda su
golosina.
Mi cuidado será el ser verdadero y breve, porque ni me teman ni
I IO
me duden. No quiero que sea difícil acabarme de leer, sino empezar a
responderme.
Que no es por el güevo ni por el fuero, el güevo lo dice, el fuero no
tiene que decir: ni han quebrado el uno ni el otro los ministros de su
majestad.
Ha gastado el rey nuestro señor en defensa y recuperación de Salsas
y Perpiñán millones de oro y muchos millares de hombres. Asistió al
condado con los mejores vasallos de todos sus reinos. Cobró lo que se
había perdido en Rusellón más por la neutralidad que los catalanes tuvieron que por el valor de los franceses. Confieso concurrieron a la
restauración ; empero tarde y con socorro regateado, no ofrecido. No
sé cómo se les pueda agradecer parte de acción, de que tan presto en
todo mostraron que les pesó.
Si dijeren que se debió excusar el acordar la guerra por aquellos
confines, por estar quietos y seguros por su parte dellos ; si dellos
mismos no han estado seguros, y se han inquietado por ellos mismos,
séanse respuesta, pues se fueron causa y ocasión a todo.
La guerra tan injusta que Francia hace hoy a toda la cristiandad
en esta monarquía más con cizaña que con valor ni- valentía, levantando
a Barcelona s a Portugal y asistiéndolos a la traición, confiesa en gloria
nuestra que todas las naciones- apestadas de -herejía, incorporadas en
Francia, no pueden dár cuidado a España sin españoles.
Guerra es esta más colorada con la vergüenza que con la sangre.
Y halas de burlar el intento, porque al español más le constituye en
serlo la lealtad que la patria, de tal manera, que deja de ser español en
dejando de ser leal. Así se valen de los que lo fueron y lo dejan de
ser, para empezar a ser peligro de los que los admiten.
Siempre que Francia tiene guerra con España, Rusellón y Cerdaña
son los pasos que, por más llanos y abiertos, llaman , a sí los celos y el
cuidado de las dos coronas; y guardar el pasa no es aguardar a que
el enemigo lo pise, sino pisarle el suyo..
El más seguro modo para defenderse del contrario, es obligarle a
que se defienda. El que acomete sabe escoger para sí, toma la determinación y da el susto al enemigo. Esto reconocieron los ministros de
su majestad en los mismos pasos y confines. Esto ejecutaron,- adestrados de toda prudencia militar, en la interpresa de la Ocata.
Sucedió, desdichadamente, no por inconsideración ni falta de valor :
el por qué díganlo, si se atreven, los catalanes, que se contentaron con
ser solamente testigos de aquella desventura de los que a su pesar los
defendían. Mucho desanima amparar al que se ofende de que 'le amparen : peleábamos contra los franceses por Cataluña, y los catalanes obligaban a los franceses contra nosotros con no acompañamos.
Nuestra desgracia su ingratitud la mereció, nosotros la padecimos;
desquitámosla con muchas ventajas sobre Fuenterrabía : esta plaza les
hizo llorar lo que cantaban. Fué gran disposición pelear por guipuzcoanos y no por catalanes: defendíamos a los que se defendían en la °cata,.
g los que se ofendían de que los defendiésemos. Dejábanse gobernar de
las conciencias de los bandoleros, cuyo número es el mayor y más bien
armado, el grueso dellos gabachos y gasconeá, y herejes y delincuentes
de la Lenguadoca. Al fin, plebe sobrada de Francia y desecho aun. de
los ruínes della.
Estos, oprimiendo la nobleza y los eclesiásticos y magistrados, arrebataron en furor la liviandad del pueblo, rematándole en delitos enormes que desesperasen de perdón, para que viviese la discordia en el
horror de la indignidad persuadida por indispensable. Con esto a la
maldad añadieron la obstinación. Rogaron consigo a Francia, que mostró
que los conocra en hacerse de rogar para acetarlos.
Admitiólos por diversión para nosotros, no por aumento para sí; que
ellos han advertido son más útiles ajenos que propios, y enemigos que
vasallos, pues contra su señor han, gastado su tesoro., y al que admiten
le obligan a gastar el suyo, sin ver que a costa de su libertad será forzoso que le cobre presto, pues se han quitado , en nosotros la respiración
que tenían, para desahogars e del ímpetu y codicia desenfrenada que
tienen experimentada en los franceses, de que no pueden ellos arrepentirse a tiempo que el arrepentimiento los aproveche. Darlos a quien
se dan fuera el mayor castigo, ¿qué será darse ellos? Nadie nos los
ha de cobrar más aprisa que quien nos los quita: nación que para
ser aborrecida sólo aguarda a ser tratada, y para engañar, que se fíen
della.
El rey de Francia hoy los busca diversión de las fuerzas del rey
nuestro señor, y destina caudal y precio su desamparo de la paz o concierto, a que es fuerza que se vea obligado con brevedad.
No hablo menos temerosas y prudentes palabras para los catalanes que a los pueblos de Sicilia Hermocrates, hijo de Hermon Siracusano. Léense en Tucídides, lib. 4 : Nam si bellum elegerimus, etc.
«Porque si elegimos la guerra y llamamos a estos hombres auxiliares
que hacen la guerra aun a los que no. se acuerdan d'ellos, luego que
nos hubiéramos consumido con gastos domésticos debajo del imperio
suyo, fácil es de creer que algún día vendrán con mayor ejército, y procurarán señorear todo nuestro estado por medio de los que hubieren
reconocido bien afectos a ellos.»
No pregunto psi puede sucederles esto con los franceses, sino que si
puede dejarles -de suceder. Asistir Francia a Flandes, a Borgoña, a Italia, a Alemania, a Navarra, a Portugal, a Cataluña, a los dos mares;
a sus presidios y fronteras, más' es de desperdicio que poder.
No de otra manera el gran raudal de agua sangrado de muchas
zanjas, en vez de fertilizar muchas tierras, desvaneciéndose bebido de
los rodeos de sus caminos, aun deja quejosa la sed del polvo, y apenas
lodo donde aguardaban cosechas. El puede ser el revoltoso del mundo,
no señor; cudiciarle, y no poseerle.
Debiera advertir Cataluña que el mudar señor no es ser' libre, sino
mudables. No quiero dar lo justo y moderado que me piden y debo,
y quiero quitarme y perder más, no puede llamarse ahorro, locura sí.
Hoy nada es suyo si no es la rebelión.
Las haciendas son de las armas auxiliares, las vidas del peligro, las
honras de los güéspedes, y el sagrado santuario sueldo de calvinista.
Luego no es ni ha sido por el güevo.
Resta hojear el libro verde, si de poco acá no se ha secado, o no
le han dado otro color después que se desesperaron. •
En todo él no hay fuero que diga tenga Barcelona conde, y el conde
no tenga Barcelona ni condado. Ni le hay que diga los catalanes sean
vasallos sin señor, de quien quisieren, como quisieren, hasta cuando
quisieren.
Tampoco le hallo para que maten sus virreyes a pesadumbres y a
puñaladas, ni para que tengan concordia con el enemigo de su señor
natural para poder tener discordia con su señor. Y menos que, defendiéndose y defendiéndolos de sus contrarios el conde de Barcelona, no
le asistan con gente y dineros ni alojen su ejército.
Con sumo desvelo miré si había fuero (aunque de vergüenza estuviese en cifra) que dijese podían los catalanes despojar el sagrado templo de Montserrate y quitar de la cabeza la corona a la Virgen para
coronar a Luis XIII, y no le hallé.
Holguéme y busquéle con miedo de hallarle añadido con el «no queremos porque no queremos», a quien han introducido en fuero; y
hojeado todo el libro, hallé no sólo sanos y no quebrados sus fueros,
empero no hendidos, antes más guardados de su majestad que de su
archivo y deputación y concelleres.
Yo les pregunto que cuál tienen que para valerse de los franceses
no le hayan hecho pedazos y vuéltole desafuero, pues defenderlos
para quebrarlos, guardarlos de todos y no de sí, para perderlos, no es
menor locura que sería en cualquiera guardar su casa de todos para
derribarla encima de sí mismo.
El rey nuestro señor nunca quiso quitarles la libertad de sus privilegios; moderar sí, como señor y padre, la insolencia de que por tenerlos
usaban. Y esto con- tanta blandura, que teniendo ejército junto y en
tiempo, por excusar ruina sangrienta, quiso más con la tardanza aventurar el ser vitorioso que el ser clemente, procurando que la amenaza
excusase el golpe.
Muchos fueron y privilegios leí tan diferentes de como los alegan,
'que los desconocí; y siendo los mismos, los tuve por otros. No los alegan como los tienen, sino como los quieren. Esto es concederse privi-
112 8
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legios; y yo certifico que no tienen privilegios ni fuero para poder
concederse a sí mismos ni lo uno ni lo otro.
Mucho desto hemos visto de ocho arios a esta parte, y satisfaciéndolos con sus mismos derechos. El negro libro verde se vuelve Alcorán, y manda que le defiendan y no le disputen, y esto ha sido todo.
Luego no es por el fuero.
Dicen (yo se lo oí cuando estuvo en Barcelona su majestad) que sus
fueros y privilegios todos habían sido premios de grandes y fidelísimos servicios a sus condes, y esto blasonándolo. Pues digo yo con Aristóteles: Contrariorum eadem est ratio: «Una misma es la razón de los
contrarios.» Luego por deservicios e infidelidad se pierde lo que por
fidelidad y servicios se gana.
Y si nadie se presume que concede privilegio Contra sí, y el que
le concede ni debe ni puede conceder el mal uso de lo que concede,
los catalanes no deben tener los que tuvieron ni los que presumen.
Dícese que el rey de Francia los ampara república: si fuese así, es
serial que no está contento con una Ginebra.
Treta es, no protección. Desprécialos por vasallos, y entretiénelos
por discordes. Engáitalos con el ejemplo de Holanda, y afiéntalos con
la traición de Portugal; y cállales el apólogo (de que hace mención Aristóteles en la Retórica) del caballo, que cuando era libre, para defenderse de otros animales que le enojaban fué a pedir al hombre que le
viniese a socorrer. Excusóse diciendo que no podía andar tanta tierra;
el caballo ofreció que le llevaría. Púsose en él, defendióle : mas viendo la
utilidad que tenía el caballo para el que iba encima, sujetóle, púsole
freno, acostumbróle a vara y espuelas; quedó vengado, pero sujeto al
que le vengó. Perdónoles la aplicación, allá se avengan; yo se la cuento
fábula, miren no me la vuelvan verdad.
No han tenido poca gracia en achacar su motín a devoción con el
Santísimo Sacramento, diciendo que por haberse abrasado -en un lugar
(a quien pusieron fuego nuestros soldados en una iglesia que se quemó)
unas formas consagradas, tomaron a su cargo la venganza y el castigo.
Si esto sucedió, obraríalo el furor rabioso de los soldados en un
lugar que, entrándole a fuerza de armas, pusieron, fuego; juntóse la
licencia de la llama no destinada al templo. Empero los catalanes (que
acusan esto que nosotros lloramos), juntos en consejo y votándolo con
estudio y acuerdo premeditado poco después, mandaron saquear la casa
y templo de Monserrate, desterrar los monjes, dar muerte al prior y robar
la imagen milagrosísima.
Pésese el sacrilegio mandado por decreto, y el sucedido por desorden,
y se verá la calidad y intento déstos que se mienten vengadores de
los lugares sagrados, siendo gente que con el robo de los monasteriós
y de las imágenes amartela para su socorro a los hugonotes, por desem ,
o teman por católicos.
barzlosdequ can
.
1.14
—
Hasta esta abominación han llegado, precipitándose sin causa de
una en otra maldad: empero el doctísimo'Aristarco dice que no se ha
podido averiguar que se quemasen las especies de las formas consagradas, ni por información de los inquisidores ni del obispo de Gerona.
Y si sucedió, quiero preguntar si hay quién sepa, o si dejará de
haber muchos que crean que los mismos catalanes, por desacreditar las
armas de su majestad y hacerlas odiosas, pusieron el fuego al templo
para achacar el sacrilegio a los castellanos.
Adelanto más esto : ¿habrá quien no crea que si sucedió lo que
ellos dicen, que no fueron ellos los que lo hicieron, sabiendo que Benito
Ferrer, que fué catalán, se vino a Madrid sólo a arrebatar a un sacerdote celebrando la hostia consagrada, como lo hizo, y arrojándola en el
suelo, la pisó delante de gran concurso de gente, por que fué preso
y justiciado con gran publicidad en Madrid, donde murió impenitente
y quemado vivo con la obstinación y contumacia que jamás se vió en
judío ni hereje? ¿Halló semejante sacrilegio jamás disposición, no digo
sólo en ánimo castellano, sino en judaizante, moro ni hereje? Pues el
venirse el catalán Benito Ferrer a ejecutar este crimen de lesa majestad divina a Madrid, no fué sólo por violar y ofender aquella corte y
esta nación, sino que como cudiciaba el infernal blasón del castigo en
las llamas por ambición, temió que en Cataluña se desentenderían de
ello fácilmente y no lo podría conseguir.
Empero, porque de indicio pase a prueba, quiero alegar a los mismos catalanes contra sí propios en este mismo caso. ¿No son ellos los
que dicen y afirman y imprimen en su Proclamación católica, que por
haber cruentado facinorosamente el día del Corpus con la infanda muerte
de su virrey el conde de Santa Coloma, a otro día que se celebró en él,
se paró el sol?
Pues gente tan descaradamente impía, que da tanto mérito a un
horrendo homicidio, a una traición inhumana, como a Josué; que osa
decir que con tan rara maravilla aplaudió su maldad Dios, contradiciéndola con toda su ley; que pretende hacer cómplice al cielo de sus
infernales crímenes, ¿qué no dirá? ¿Qué no habrá hecho?
Hiere San Pedro al judío que iba arrastrando al mismo Cristo, hijo
de Dios y Dios verdadero, que es el mismo que está en el Santísimo
Sacramento, y dice el gran Tertuliano, lib. de Patientia: «Fué herida
la paciencia de Cristo en la oreja de IVIako.» Y ásperamente rifle a San
Pedro y con severidad le amenaza: ¿Y alargará la vida al día por autorizar con tan esclarecido milagro un homicidio alevoso de los segadores
de Barcelona? ¿Quién negará que los que temerarios publicaron esto no
fueron los que pusieron fuego a la iglesia (si se abrasó) para imputárnoslo?
No se paró el sol cuando el catalán Benito Ferrer pisó la hostia consagrada, ¿y quieren los catalanes que se pare en aprobación de la muerte
que ellos dieron a su gobernador y capitán general?
,
- 115
57.
Hasta el sol quieren sacar de su curso, sin advertir que el privilegid de pararle le da Dios, y no el libro verde; si ya no presumen que
pueden derogar los fueros de los planetas con los suyos. De una misma
conciencia es levantar a Dios un testimonio falso y quemar las especies
en las formas consagradas.
Dicen que lloran las imágenes y que sudan. El autor no hizo sino
trasladar literalmente en milagro las mentiras poéticas de Lucano en
el lib. I de la Fursalia:
Indigetes flevisse deos, Urbisque laborem
Testatos sudare Lares.
Lo que creo es que ellos hacen diligencias con sus abominaciones
para que, en testificación de sus pecados y abominaciones, lloren y suden las imágenes en poder ya de calvinistas, sus más capitales enemigos.
Y aun, por su deposición de los mismos catalanes, no lloraron ni sudaron las imágenes hasta que ellos, homicidas y traidores, profanaron
lo humana y lo divino.
Todas las veces que vocingleros se llaman fieles y ostentan la deVoción con la concepción de Nuestra Señora y con el Santísimo Sacramento, los miro eminentísimos dicípulos de Caifas y de sus alharacas,
cuando se rasgó la vestidura para decir que blasfemaba Cristo, siendo
quien blasfemaba su descomulgada lengua.
Y todas las veces que nos llaman impíos y sacrílegos, me acuerdo
de los ladrones, que, siguiéndolos para prenderlos, cuando oyen que la
justicia gríta: «Tengan al ladrón», ellos por disimularse dicen : «Tengan
al ladrón» con mayores, voces.
Son los catalanes el ladrón de tres manos, que para robar en las iglesias, hincado de rodillas, juntaba con la izquierda otra de palo, y en
tanto que viéndole puestas las dos manos, le juzgaban devoto, robaba
con la derecha. No se puede negar que en estas comparaciones de robadores no los he cogido de manos a boca.
Y acordándome de todos los bienes que exageran de su país, en
abundancia, riquezas, fuerzas y valentía respondo con las palabras del
santo confesor Magno Félix Ennodio, obispo ticinense: Quigus haec
tatuen ipsius naturae repugnantis merita non dederunt, fecit eas relatare sublimes... Oris est, quicquid in vobis lector stupuit.
Exprimido todo el veneno que en la Proclamación confeccionaron los
sátrapas de Cataluña, se encamina por ellos al condeduque. Y sintiera
mucho su celo y fidelidad que los que aborrecen a su majestad no se
mostraran acérrimos enemigos suyos.
Sucédele al condeduque con 'el principado de Cataluña (con suma
gloria de su nombre), lo mismo que a David con Achis; es lugar singular: Vocavit ergo Achis David, et oit ei: Vivit Dominus quia, rectus
116 —
es tu, et bonus in conspectu meo: et exitus tuus, et introitus tuus
mecum est in castris: et non inveni in te quidquam mali ex die qua
venisti ad me usque in diem hanc: sed satrapis non places.
Y en el mismo capítulo, habiéndole pedido David a Achis la causa
por que le echaba de sí, le responde Achis lo mismo, y añade : Scio quia
bonus es tu in °culis meis, sicut angelus Dei.
De manera que siendo David tal, que afirma Achis con; juramento :
«Vive Dios que eres recto y bueno en mi estimación, y tu salida y tu
entrada está en los ejércitos conmigo, y desde el día en que viniste a
mí hasta hoy no he hallado en tí cosa mala, y sé que eres bueno a mis
ojos, como el ángel de Dios; empero no agradas a los sátrapas.»
El Principado, que con toda la Europa tan repetidamente ha dicho
del condeduque que es recto y bueno, y sin haber hallado eri sus
acciones culpa, oye que apartándose de su rey se apartan dél, lo que dice
literalmente es lo que dijo Achis, «que no agrada a los sátrapas», esto
es, a los diputados, a los concelleres, a los cien consejeros.
El nombre de sátrapas no es de mi pluma; su malicia se le pone.
Viéneles este lugar como nacido; por eso se le visto cuando se le aplico.
Toleró en Barcelona el condeduque el demasiado orgullo de los catalanes. ¿Qué no hizo para disponer su desorden, por digerir su dureza,
cuando desconocidos cauterizaron su paciencia tantas veces preciosa?
Cuando su majestad fué a las Cortes en los primeros tumultos de
su facinorosa condición, fué público que Mos de Fargis, embajador de
Francia, que a la sazón re hallaba en Barcelona, había dicho que él
haría que los catalanes se redujesen a lo justo. ¿Cuál malicia no descubrió esto? ¿De qué traición no fué promesa?
Llegó a oídos de los catalanes, y valiéndose de la hipocresía patrimonial que tienen, mintiendo sentimiento, encomendaron su disculpa
a sus alharacas. Admitióse a sus palabras, no a sus corazones, sabiendo
que no hablan- con una misma lengua sus conciencias y sus labios. Entonces ni había precedido guerra, ni asistencia de ejércitos, ni excesos
que ahora acusan de soldados, ni alojamientos: de manera que el ser
franceses no lo han ocasionado las armas de su majestad, sino descu-,
biértolo. Ellos son las viruelas de sus reyes: todos las padecen, y los
que escapan- quedan por 10 menos con señales de haberlas tenido.
Los franceses lo digan) a quien hoy vuelven, habiéndolos dejado.
Decírnoslo nosotros a quien dejan, habiéndose vuelto a nosotros,
huyendo de los que buscan.
El Aristarco hace que sus propios historiadores confiesen esto contra
ellos. Son los catalanes aborto monstruoso de la política. Libres con
señor; por esto el conde de Barcelona no es dignidad, sino vocablo
y voz desnuda. Tienen príncipe como el cuerpo alma para vivir, y como
éste alega contra la razón apetitos y vicios, aquéllos contra la razón
de su señor alegan privilegios y fueros.
— "7
Dicen que tienen conde, como el que dice que tiene tantos arios,
teniéndole los años a él. El, provecho que dan a sus reyes es el que da
a los alquimistas sir arte; promételes que harán del plomo oro, y con
los gastos los obligan a que de oro hagan plomo. Ser su virrey es tal
cargo, que a los que lo son se puede decir que los condenan, y no
los honran.
Su poder en tal cargo es sólo ir a saber lo que él y el príncipe no
pueden. Sus embajadas a su gobernador cada hora no tratan de otra cosa
sino de advertirle que no puede ordenar ni mandar ni hacer nada,
anegándole en privilegios.
Esta gente, de natural tan contagiosa; esta provincia, apestada con
esta gente; este laberinto de privilegios, este caos de fueros, que llaman condado, se atreve a proponer a su majestad que su gobierno mude
de aires, quiere decir, de ministros.
Ya les apliqué el nombre de sátrapas; proseguirélo con Daniel, cuyas
palabras en la versión de Pagnino y en todas los fulminan.
Es el caso tan individual, que trata de unos sátrapas invidiosos de
Daniel, grande privado del rey : Et satrapae quaerebant occasionem contra Danielem ex parte regni: et omnem occasionem et corruptelam non
potuerunt invenire, eo quod esset, et omnis error, et corruptela
non inveniretur in eo. Tunc viri isti dixerunt: Quia non inveniemus
contra Danielem hunc omnem occasionem, nisi forte inveniamus contra
eum in lege Dei sui.
La versión de los Setenta muy a propósito los llama: Ordinatores
et satrapae. «Los ordenadores y sátrapas hacían diligencias para hallar
ocasión contra Daniel, y no hallaron en él ninguna ocasión, delito ni
pecado, porque era fiel; y dijeron los ordenadores: «No hallaremos
contra Daniel ocasión si no es en servir legítima y fielmente a su Dios.»
Que son sátrapas los diputados, concelleres y los del Consejo de
Ciento, a quienes no agrada el condeduque, en Achis lo mostré, y de
sus palabras bien aplicadas les puse el nombre. Ahora se le confirmo
con el lugar de Daniel; y el añadir los Setenta la voz ordenadores a los
sátrapas, es señalarlos con el dedo, siendo así que sólo ellos deben ser
llamados ordenadores y sátrapas, pues se introducen en dar órdenes en
todo lo que no pueden ni deben ni entienden, y alegan que esto es
oficio de sus concelleres con sus reyes.
Ven que el condeduque, por su integridad, desinterés y asistencia
inimitable, tiene el primer lugar; buscan ocasiones y culpas para apartarle de su lado: ex lacere Regis. Leen la Vulgata; no hallan alguna,
porque es fiel; y viendo que no lo hay, dicen : «No hallaremos en él
culpa sino en probarle que guarda la ley de su Dios, y no la de nuestros ídolos; que asiste al lado de su rey con todo el amor que debe y
con la inteligencia qüe otro ninguno pudiera.»
118 —
Estos ordenadores y sátrapas, a imitación de los otros lo disponen,
como ellos, inventando y estableciendo una ley que no hubo.
Y ,sucederáles como a los acusadores de Daniel, pues los imitan literal y individualmente; lo que, .con admiración, conocerá quien leyere
todo el capítulo citado y referido en parte.
Y porque se entienda que se precian de remedar todas las acciones
cruelmente ruines, adviértase con cuánto cuidado imitaron la fiera obstinación y el aborrecimiento contumaz de los fidenates, de quienes dice
Plinio Junior en sus Varones ilustres: Fidenates fidei Romanorum hostes,
ut sine spe veniae fortius dimicarent, legatos ad se missos interfecerunt.
Dirán que no han muerto los embajadores, que fueron dos hijos
del duque de Cardona: es verdad, mas hanles hecha tratamiento peor
que la muerte, y con su excelentísima madre hicieron, no sólo que la
viesen, sino que la esperasen regateada,
Nación que se arma con delitos indignos de perdón, y que para
ser valiente se desespera, presto imitará, como en el principio, a los fidenates en el fin merecido. Si queremos conocer los ingenios de los de
Barcelona, y cómo afectan lo divino para confundir, oigamos a Tertuliano la postrer cláusula en que remata el libro de Corona Militis: Agnoscamus ingenia diaboli, idcirco quaedam de divinis affectantis, ut nos de
suorum fide confundat, et judicet: «Reconozcamos los ingenios del diablo, que afecta algunas cosas de las divinas para confundirnos y juzgarnos con la fe de los suyos.»
Este lugar no es tan grande como Barcelona, mas es más verdadero;
y por corto que es, según viven, viven en él todos los que están en
Barcelona.
Llegado hemos al último disfraz del refrán «Que será por el güevo
y no por el fuero.»
El güevo, que en este refrán propio de los catalanes ha estado
ocioso, después que, por haberle empollado los franceses, es güevo de
gallo (que en latín gallos se llaman) produce un basilisco: tal padre
dan los autores a esta sierpe habitada de veneno que mira con muertes,
de manera que tendrán por rey al régulo, que, si mira lo que hace,
deshace lo que mira.
Y forzosamente, si quien mira con pestes por ojos mira por ellos,
es forzoso que la ruína suya sea por el güevo, que le fué vientre. David
dice, hablando con el que habita en la ayuda del Altísimo: «Andarás
sobre el áspid y el basilisco.» Estas pisadas y coces, un rey que cumple
lo que dice, se las promete al basilisco : Qui habitat in adjutorio Altissimi,
super aspidem et basiliscum ambulabit.
Advierto que no se escapará por ser güevo con pollo, pues se cuenta,
y lo escribe Andrés Arnaudo en sus Juegos, que teniendo un español un güevo en la mano para comerle, le advirtieron que tenía pollo;
— 119
él se lo sorbió, diciendo: «Vaya antes que llegue a gallo, que será mi
enemigo.»
No quiero, aunque les deje con mal sabor, invidiarles el desengaño. Están muy preciados de que, con su levantamiento, maduraron la
traición en el duque de Berganza, con que juzgan, dividen y divierten
las fuerzas para su castigo.
Aúnanse recíprocos con el que se llama don Joan el Cuarto, sin advertir que el Joan no es de alguno de los dos Joanes. Que no es evangelista, lo que dice lo dice. Que no es baptista, dícelo lo que no hace.
El Baptista, cuando los judíos le ofrecieron el ser ungido, el ser mesías,
el ser rey, respondió : «No soy digno de desatar la correa del zapato
del que lo es.» Luc., 3 ; v. i6: Nom sum dignus solvere corrigiam cal.
ceamentorum ejes. Esto hizo; y este don lían ni hizo ni dijo esto cuando
acetó el reino ajeno y de su propio rey.
Y por ser la cosa que más a mano hay, y acción suya, no será temeridad crea* que también le hicieron la oferta judíos. Tiene tan poco este
Joan del Baptista que, aun perdiendo la cabeza, tendrá solamente la
similitud de Herodes, por haber muerto inocentes.
Llamóse Cuarto por usurpar hasta el número del nombre al mismo
señor suyo natural, a quien usurpó el reino.
Y si cuando se hizo cuarto Joan se acordara de don Joan el Segundo,
que degolló, por traidor, a su bisagüelo, pudiera temerse cuartos por lo
mismo.
Ayer compañero y hoy rey, ayer vasallo y hoy señor, no son pronósticos de seguridad. Persuadirse él con los catalanes, y ellos con él,
que su traición debilita el grande poder del monarca de España es locura, pues puede decirles con más razón que Julio César a su ejército,
cuando le quiso desamparar: «¿Os persuadís sentiré el daño de vuestra fuga?»
Sería lo mismo que si todos los ríos amenazasen al mar que le negarían las fuentes que vierten en él, siendo así que el mar, como no
crece con ellos, sin ellos no menguaría. Lucan., lib. 5:
perece el fuego, así me es dañoso faltarme enemigos, y' tengo por pérdida de mis armas si no se rebelan los que puedo vencer.» (Lucan, lib. 3):
...Gaudete, cohortes:
Obvia praebentur ~Pm muriere bella.
Ventus ut amittit vires, nisi robora densae
Occurrant silvae, spatio diffusus inani:
Utque perit magnos nullis obstantibus ignis,
Sic bastes mihi cleesse nocet: damnumque putamus
Armorum, nisi, qui vinci potueve, rebellent.
Oigan los traidores que se alegran de ver disminuida la vara del que
los castiga, a Esaías: «No te alegres toda, oh, Filistea, porque está disminuida la vara del que te castiga; de la raíz del serpiente nacerá el ré.,
gulo.» Esaiae, cap. 14, v. 29 : Ne laeteris, Philisthaea omnis tu, quoniam
comminuta est virga percussoris tui: de radice enim colubri egredietur
regulus.
Este basilisco, el güevo de gallo, por quien. ya es el pleito, se le
promete al fuero, por quien nunca fué.
Acabe mi discurso Tertuliano, pues, hablando contra los herejes fabulosos y embusteros, prosigue con la serpiente madre del régulo, y
entiéndanlo por sí los declamadores : Abscondat itaque se serpen quantum potest, totamque prudentiam in latebrarum ambagibuis torqueat,
alte habitet in caeca detrudatur, per anfractus serien,: suam evolvat, tortuose procedat, nec semel totus, lucifuga bestia. Nostrae columbae do.
mus, simplex etiam in aeditis semper, et apertis, et ad lucen:: amat
figurara. Spiritus Sancti.
FIN DE «LA REBELIÓN DE BARCELONA»
an cursos vestrae sentire putatis
Da:mora posse fugae? Veluti si cunda minentur
Flumina, quos miscent pelago, subducere fontes,
Non magis ablatis unquam decresceret aequer,
Quam nunc crescit, aquis.
Y la majestad del rey nuestro señor dirá a los que confían contra
su grandeza en estos rebelados, lo que dijo, el mismo César : «Alegraos,
soldados, que os salen al encuentro y se os ofrecen, por merced de la
fortuna, batallas. Corno el viento derramado por el espacio vacío no
logra la fuerza si no le ocurre selva densa, y como si nada se le opone
120 -
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MARCO BRUTO
Escríbele por el texto de Ptutarco DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS,
Caballero del Hábito de Santiago y Señor de la Torre de
Juan Abad.
A QUIEN LEYERE
Para que se vea invención nueva del acierto del desorden en que la
muerte y' las puñaladas fueron electores del Imperio, escribo en la vida
de Marco Bruto y en la muerte de Julio César, los premios y los castigos que la liviandad del pueblo dió a un buen tirano y a un mal leal.
Tropelía son de la malicia los buenos malos y las malos buenos. No
pretendo que en el uno escarmienten los ciudadanos fieles, y menos
que en el otro se alienten los príncipes violentos. Sea fruto útil a las
repúblicas, temeroso a los monarcas y de ensañamiento a los súbditos,
el saber recelarse del tirano que tiene algo bueno en que se disculpa y
se desfigura, y del celoso que tiene algo malo en que se pierde.
Y el tirano y el libertador conozcan que ni el uno logra su intento,
ni el otro pierde su maldad, cuando el pueblo, en cuya memoria no
tiene vida lo pasado, vende al interés propio la libertad, pobre por la
sujeción, mas bien socorrida.
El señor perpetuo de las edades es el dinero: o reina siempre, o quie,
ren que siempre reine. No hay pobreza agradecida ni riqueza quejosa;
es bienquista la abundancia y sediciosa la carestía.
La libertad al tirano le muda el nombre, y la avaricia al príncipe.
Es de ver si puede ser cruel el dadivoso y justo el avariento. La comodidad responderá que éste no lo es, ni el otro lo puede ser. Puede ser
que esto no sea verdad; mas no puede dejar de ser verdad que ella
responderá esto.
Lágrimas contrahechas se derraman por padres, hijos y mujeres perdidos, y solamente alcanza lágrimas verdaderas la pérdida de la hacienda. Yo afirmo que lo bueno en el malo es peor, porque_ ordinariamente es achaque y no virtud, y lo malo en él es verdad, y lo bueno
mentira. Mas no negaré que lo malo en el bueno es peligro y no mérito.
Enseñaré que la maldad en el mundo antes está bien en los malos
que bien en los buenos, porque tiene de su parte nuestra miseria, que
sigue antes la naturaleza que la razón.
No escribo historia, sino discurso con tres muertes en una vida,
que a quien supiere leerlas darán muchas vidas en cada muerte.
122 —
Poco escribo, no porque excuso palabras, sino porque las aprovecho,
y deseo que hable la dotrina a costa de mi ostentación. Aquel calla,
que escribe lo que nadie lee; y es peor que el silencio, escribir lo que
no puede acabarse de leer; y más reprehensible acabar de escribir lo
que cualquiera se arrepiente de acabar de leer.
De mí sólo aseguro que ni el que me empezare a leer se cansará
mucho, ni el que me acabare de leer se arrepentirá tarde. Harto haré
si alcanzo a parecer bueno por poco malo, y aun esta disculpa tan culpable no se deberá a mi ingenio, sino a mi brevedad, no imitando a aquellos que ponen su cuidado en no empezar a decir sin acabar de hablar.
Gastaré pocas palabras, y haré gastar poco tiempo. Este ahorro de
tan preciosa porción de la vida me negociará perdón, si no me encaminare alabanza.
PRIMERA PARTE DE LA VIDA
DE
MARCO BRUTO
Escribióla por el texto de Plutarco, ponderada con discurso, don Francisco
de Quevedo Villegas.
TEXTO
Fué Junio Bruto aquel varón a quien los antiguos romanos en el
Capitolio y en medio de los reyes erigieron una estatua de bronce,
porque constantemente libró a Roma de la disolución de Tarquino y le
echó de la ciudad, sacrificando al puñal de Lucrecia el nombre de rey,
que después quedó delincuente. Este fué progenitor de Marco Bruto,
que escribo.
DISCURSO
Mujeres dieron a Roma los reyes y los quitaron. Diólos Silvia, virgen
deshonesta; quitólos Lucrecia, mujer casada y casta. Diólos un delito;
quitólos una virtud. El primero fué Rómulo; el postrero, Tarquino.
A este sexo ha debido siempre el mundo la pérdida y la restauración,
las quejas y el agradecimiento.
Es la mujer compañía forzosa que se ha de guardar con recato, se
ha de gozar con amor y se ha de comunicar con sospecha. Si las tratan
bien, algunas son malas. Si las tratan mal, muchas son peores. Aquel
es avisado que usa de sus caricias y no se fía dellas. Más pueden con
algunos reyes que con los otros hombres, porque pueden más que los
otros hombres los reyes.
Los hombres pueden ser traidores a los reyes; las mujeres hacen
— 123
que los reyes sean traidores a sí mismos, y justifican contra sus vidas
las traiciones. Cláusula es ésta que tiene tantos testigos como letores.
He referido primero la decendencia de Marco Bruto que los padres,
porque en el nombre y en el hecho más pareció parto desta memoria
que de aquel vientre.
Tenía Bruto estatua; mas la estatua no tenía Bruto, hasta que fué
simulacro duplicado de Marco y de Junio. No pusieron los romanos aquel
bulto en el Capitolio tanto para imagen de Junio como para consejo de
bronce de Marco Bruto. Fuera ociosa idolatría si sólo acordara de lo
que hizo el muerto y no amonestara lo que debía hacer al vivo. Dichosa
fué esta estatua, merecida del uno y obedecida del otro.
No le faltó estatua a Marco Bruto, que en Milán se la erigieron de
bronce; y pasando César Octaviano por aquella ciudad, y viéndola, dijo
a los magistrados:
—Vosotros no me sois leales, pues honráis a mi enemigo en mi
presencia.
Ellos, turbados por no entenderle, dijeron que dijese quién era su
enemigo. Señaló César la estatua de Marco Bruto. Afligiéronse todos,
y César, riendo, alabó a los insubres, porque aun después de la adversidad honraban los amigos; y mandó no quitasen la estatua de su lu
gar, dando a entender generosamente que vivía de manera que tampoco
le aborreciera vivo.
A esta propia estatua de Marco Bruto invocó C. Albutio Silo, como
del vengador de las leyes y de la libertad.
La sabiduría romana, que tuvo por maestro a su pobreza para premiar la virtud y la valentía, labró moneda con el cuño de la honra;
batióla en el aire, y, sin empobrecers e del oro y la plata, tuvo caudal
para satisfacer a los generosos y a los magnánimos. Puso asco para los
premios ilustres en los metales, el verlos empleados en hartar ladrones
y pagar adulterios y facilitar maldades, falsear leyes y escalar jueces.
Por esto aquellos padres condenaron la plata y oro a precio desautorizado de almas vendibles y de vidas mecánicas. Honraron con unas
hojas de laurel una frente; dieron satisfacción con una insignia en el
escudo a un linaje; pagaron grandes y soberanas vitorias con las aclamaciones de un triunfo.; recompensaron vidas casi divinas con una
estatua; y para que no descaeciesen de prerrogativas y tesoro los ramos
y las yerbas y el mármol y las voces, no las permitieron a la pretensión,
sino al mérito. Cobráronlas las hazañas; no las daban ni vendían la
cudicia ni la pasión. Ricos fueron los romanos en tanto que supieron
ser pobres: con su pobreza se enterró su honra. Dar valor al viento
es. mejor caudal en el príncipe que minas, cuando es mejor y más cerca ser Indias que buscarlas. 1 Cuántas almas inmensas satisfizo un
ramo de roble y de laurel, que con toda la riqueza de Roma, dejándola
empeñada, no quedaran ricas ni contentas!
124 -
Tuvo aquel Senado crédito hasta que por las coronas y señales y
flores dió paso a los ociosos, y hallóse fallido luego que empezó a llenar
bolsas y dejó de coronar sienes.
TEXTO
Fué inclinado a los estudios de la filosofía, y en ellos fatigó can
felicidad, y mereció grande aplauso de los griegos. Prefirió la dotrina
del divino Platón a todas, y siguióla. No aprobó la nueva y media
Academia, y agradóse más de la antigua, y siempre entre todos los
sabios reverenció a Antfíoco Ascalonita. Fué Marco Bruto en la lengua
latina bien acomodado al estilo, militar y cortesano. En la griega, con
dicha afectó la brevedad lacónica. Prueban esta sentenciosa concisión
sus cartas, donde pocas palabras dan luz a grandes discursos, sin que
el letor eche menos la que falta, ni deje de leer lo que no está escrito.
Lo poco en sus epístolas parece que sobra, y lo que sobrara en otro
no parece que falta en él. Usó de las palabras como de la moneda;
razonaba oro, y no metal bajo; valía una razón ciento: tantos quilates
subía su lenguaje.
DISCURSO
Puede el hombre con ardimiento y con bondad ser valiente y virtuoso; mas faltándole el estudio, no sabrá ser virtuoso ni valiente. Mucho falta al que es lo uno y lo otro, si no lo sabe ser. La valentía mal
empleada se queda en temeridad, y la virtud necia hace mal en el bien
que no, sabe hacer; y es a veces peor la virtud viciosa y la valentía
desatinada que la cobardía cuerda y el vicio considerado. cuanto es mejor lo malo que se emienda que lo bueno que se empeora.
Poco se diferencian el hacer mal con lo bueno, por no saber hacer
bien, y el aprovechar el malo con lo malo, porque sabe hacer bien y
mal. Dificultoso parece que de la virtud, siendo santa, pueda hacer delito
el mal ejercicio. El oro es precioso, y dado en moneda es merced, y disparado en bala es muerte; y sin perder lo pfecioso queda culpado.
El que dijo que las virtudes consistían en medio, no consideró el
medio de la Geometría, sino el de la Arismética, que resulta de lo bastante, entre lo falto y lo demasiado: de la manera que la religión está
con majestad entre la herejía menguada y la superstición superflua.
Contrarios de la virtud son quien la quita números y quien se los añade, como el número siete lo deja de ser bajando a cinco y creciendo
a nueve.
El conocer en Marco Bruto que era virtuoso y que sabía serlo, le
encaminó para su riesgo los buenos y los malos que en su edad vivieron
en Roma. Los unos le acompañaban, los otros le aventuraron. Era apacible al pueblo su vida, y a los padres agradable su conversación y el
-- 525
estilo de sus escritos, en que ni él se cansaba ni cansaba; al revés de
muchos que ponen la elegancia en no empezar a decir ni acabar de
hablar.
Lo que más le autorizó el seso, es afianzarle en que aborrecía las
novedades cuando aprobó la Academia antigua contra las opiniones
modernas. Esto fué promesa de su puñal contra la nueva introducción
del imperio de Julio César. Perdió el mundo el querer ser otro, y pierde
a los hombres el querer ser diferentes de sí mismos. Es la novedad tan
mal contenta de sí, que cuando se desagrada de lo que ha sido, se
cansa de lo que es.
Y para mantenerse en novedad, ha de continuarse en dejar de serlo,
y el novelero tiene por vida muertes y fallecimientos perpetuos. Y es
fuerza, u que deje de ser novelero, u que siempre tenga por ocupación
el dejar de ser.
TEXTO
Siendo mancebo, acompañó a su tío Catón, que fué inviado a
Chipre contra Ptolomeo, habiendo Ptolomeo dádose muerte antes que
llegase. Fué forzoso a Catón detenerse en Rodas; por esto invió a Canidio, su amigo, a Chipre a que guardase el tesoro; mas temiendo que
éste no le contaría con manos abstinentes, escribió a Bruto que con
toda diligencia se embarcase en Pan filia y fuese a Chipre, donde la
cudicia de Canidio tuviese en su templanza estorbo honesto. Bruto
obedeció al tío, aunque con desabrimiento, por juzgar la comisión
forastera de sus estudios y de su inclinación, pues iba a ser sospecha
de la legalidad de Canidio. Disimuló con apariencias creíbles la nota
que le traía con su llegada. Y para excusarle la emienda, que le pudiera
en la acusación ser culpa, le estorbó la culpa con la atención; y con
grande alabanza de Catón, y sin nota de Canidio, no dejando verificar
la sospecha, juntó el oro y plata, que en grande número fué llevado
a Roma.
DISCURSO
Entonces las repúblicas se administran bien cuando invían ministros
a las provincias distantes, que procuran antes estorbar los robos que
castigar los que roban. Más hurtos padecen los príncipes' en el castigo
de los hurtos por algunos jueces, que en los hurtos por los ladrones.
Quien estorba que no hurte su ministro, guarda su ministro y su hacienda. Quien le deja hurtar, pierde su hacienda y su ministro. Aquellos
pecados se cometen más, que más veces se castigan; por eso el ahorrar
castigos es ahorrar pecados. Pocas veces deja de defenderse el que roba,
con lo propio que roba. Siempre los delincuentes fueron alegrón y hacienda de los malos jueces: por esto los buscan, para hallarlos, no para
corregirlos.
126 -
5
No quiso Catón que Canidio pudiese hurtar; no le dejó Bruto que
hurtase; quedó Roma deudora a los dos de la que era suyo dos veces:
la una porque se lo dieron, la otra porque no se lo dejaron quitar.
Las monarquías se descabalan del número de sus reinos cuando a
gobernarlos invían ministros que vuelven opulentos con los triunfos
de la paz. Confieso que esto es empezarse a caer; mas, como empiezan
a caerse por los cimientos, juntamente es acabarse de caer. Pocas
leyes saben convencer de delincuente al que hurta con consideración.
Consideración llamo hurtar tanto que, habiendo para satisfacer al
que invidia, y para acallar al que acusa, y para inclinar al que juzga,
sobre mucho para el delincuente que hurtó para todos. De aquel tiene
noticia la horca, que hurtó tan poco, que antes de la sentencia faltó
qué le pudiesen hurtar.
,
TEXTO
Afirman que el día de la batalla en Farsalia, sabiendo que en ella
defendía la parte de Pompeya Marco Bruto, tuvo César tan grande
cuidado de su persona, que mandó a sus capitanes, en lo más sangriento della, que no matasen a Bruto, sino que le perdonasen; y que
si él se rindiese, se le trajesen; y que si combatiendo les hiciese resistencia, le dejasen y no le hiciesen fuerza. Afirman que hizo esta apasionacía demostración César con Marco Bruto par el amor que tenía
a Servilia, su madre, de quien en un tiempo estuvo muy enamorado; y
porque en lo más apretado deseos amores y trato nació Marco Bruto,
Julio César se persuadió era hijo suyo.
DISCURSO
Estaba la muerte de César destinada en la mano de Marco Bruto, y
pone César todo su cuidado en• guardar su muerte, y er traer y acercar
a sí a quien le ha de matar. Esta ceguedad de solicitarse la propia
ruina, fué en César grande, mas no única : imitó a muchos, y es y
será imitada de muchos. ¿Qué otra cosa vemos sino hombres ocupados
en negociar su propio castigo y su misma desolación?
Oh descaminados y contumaces deseos de los hombres, que por
el contagio de la culpa os procuráis la pena I Si la piedad del gran
Dios no contradijera nuestra propia pretensión, sólo concediendo los
arbitrios a nuestros deseos nos castigara.
/ A cuántos, permitiéndoles el Señor de todo la riqueza que le piden, les quitó el sueña y la quietud que tenían, y les dió invidíosos y
ladrones! / Cuántos le importunaron por dignidades y honras, a quien
invió con ellas el despeñadero y la afrenta! ¿Qué mujer no le pide con
vehemente ruego la hermosura, sin ver que en ella consigue el riesgo
de la honestidad y la dolencia de su reputación? ¿Qué mancebo no
- 1 27
...
desea gentileza y donaire, y con ella adquiere el aparato para, adúltero,
y los méritos para deshonesto?
Si el hombre más presumido de su acierto, a ruego de su conciencia, paseare alguna vez la verdad por los tránsitos de su vida y por los
claustros de su espíritu, hallará que ha sido ruina de su alma cuanto
por sí ha fabricado en ella, y contará en su salud tantos portillos como
edificios. No saber desear, y arrojarse a pedir, es delito espiritual; es
necedad humana. Bien acierta quien sospecha que siempra yerra.
Quien para los negocios con Dios recusa sus deseos, sabe contestar
la demanda ajustada a la ley de Dios, que es por la que se juzga.
Y como una ley sola resume los derechos del cielo, no padece equivocaciones ni consiente trampas.
Todas las luces apagó Julia César a su salud; tuvo sin ojos el deseo,
desvelós e en guardar su propia muerte, en traer a sí su homicida; y
como determinaba a escuras, no vió la enemistad de Marco Bruto en la
amistad que tenía con su enemigo Pompeya.
Si queremos hallar la causa deste desatino de Julio César, a pocos
pasos hallaremos que fué su. pecado. Tenía César a Bruto por hijo suyo,
y juzgábalo así por haber nacido en el tiempo que con más pasión y
más encendidas finezas gozaba de Servilia, su madre.
Parentescos por línea del pecado y del adulterio, la sangre que prueban es la que derraman. Las mujeres son artífices y oficinas de la vida,
y ocasiones y causas de la muerte., Hanse de tratar coma el fuego, pues
ellas nos tratan como el fuego. Son nuestro calor, no se puede negar;
son nuestro abrigo; son hermosas y resplandecientes: vistas, alegran las
casas y las ciudades; mas guárdense con peligro, porque encienden cualquier cosa que se les llega; abrasan a lo que se juntan, consumen
cualquier espíritu de que se apoderan, tienen luz y humo con que hacen
llorar su propio resplandor.
Quien no las tiene, está a escuras; quien las tiene, está a riesgo;
no se remedian con lo mucho ni con lo poco: al fuego poca agua le
enciende, mas mucha le ahoga luego; fácilmente se tiene, y fácilmente
se pierde.
La comparación propia me excusa el verificarla; porque fuego y mujer son tan uno, que no los trueca los nombres quien s al fuego llama
mujer, y a la mujer fuego.
La ceniza de Julio César dice bien esto entre las brasas de Servilia,
que en una centella que invió con él después de tantos días, le dejó en
las entrañas abrigado el incendio, y -disimulada en amor paternal la
hoguera.
TEXTO
Habiendo de pasar César a. Africa contra Catón y Scipión, dejó a
Bruto en la Galia Cisalpina por buena dicha de aquélla provincia; port28 —
que, como las otras provincias, por la avaricia y lujuria de los gobernadores, estuviesen peor tratadas de la insolencia de la paz que pudieran estarlo del furor de la guerra, esta sola provincia, en la virtud,
religión y templanza de Marco Bruto restaurada de los robos de sus
antecesores, respiraba gozosa y abundante. Y en virtud leste buen gobierno, Marco Bruto hizo a César amable de todos los que primero le
aborrecían. Por lo cual, volviendo César a Italia por las ciudades que
habían gozado el gobierno de Bruto, cobró el agradecimiento de tal
ministro en aclamaciones gloriosas de todos, que con el reconocimiento
de Bruto le fueron aplauso magnífico.
DISCURSO
El buen gobernador, que sucede en una ciudad o provincia a otro
que lo fué malo, es bueno y dichoso porque, siendo bueno, sucede a
otro que le hace mejor. El que gobierna bien la ciudad que otro gobernó
mal, la gobierna y la restaura. Débesele la constancia en no imitar al
que le precedió, y atajar la consecuencia al escándalo, y acreditar la
imitación al ejemplo.
Fué la virtud y el desinterés de Marco Bruto quien solamente hizo
que los pueblos, olvidando el aborrecimiento que le tenían por tirano,
le amasen como príncipe. Justamente se deben a los reyes las alabanzas
de los buenos ministros, pues justamente padecen las quejas que ocasionan los que son malos. Por esto deben considerar, cuando eligen gober ,
nadres,quiftponaselgími.
Esclarecido y digno maestro de los monarcas es el sol: con resplandeciente dotrina los enseña su oficio cada día, y bien clara se la da a
leer escrita con estrellas. Entre las cosas de que se compone la república
de la naturaleza, espléndida sobre todas es la majestad del sol. La matemática astrológica, ciencia que le ha escudriñado las acciones y espiado
los pasos, demuestra que, sin violentar su curso, obedece en contrario
movimiento el del rapto.
No se desdeña de obedecer en algo quien todo lo ilustra y lo cría;
y con tal manera se gobierna, que ni del todo obedece, ni con soberbia
se resiste. Y pues ninguno es tan grande como el sol, ni tiene tantas
cosas a su cargo, para acertar deben imitarle todos. Han de ir, como
él, por donde conviene; mas no siempre han de ir por donde empezaron
ni por donde quieren.
Empero esta obediencia y este albedrío no se ha de conocer sino
en la concordia de su gobierno.
No se ve cosa en el sol que no sea real. Es vigilante, alto, infatigable,
solícito, puntual, dadivoso, desinteresado y único. Es príncipe bienquisto
de la naturaleza, porque siempre está enriqueciéndola y renovándola de
los elementos vasallos suyos: si algo saca, es para volvérselo mejorado
- 129
y con logro. Saca nieblas y vapores, y restitúyelas en lluvias que fecundan la tierra. Recibe lo que le dan, para dar más y mejor lo que recibe.
No da a nadie parte en su oficio.
Con la fábula de Faetón enseñó que a su propio hijo no le fué licito, pues fué despeñado y convertido en cenizas. Fábula fué Faetón;
mas verdad será quien le imitare: cosa tan indigna, que no pudo ser
verdad en el sol, y lo puede ser en los hombres. Finja la fábula que
fué de manerak que/ atemorice, para que no sea. También mintieron que
el sol se enamoró de Dafne, que se volvió en laurel, para enseñar que
los amores de los reyes han de ser laureados más que agradecidos, y no
quejosos han de premiar la honestidad que huye dellos.
El secreto del gobierno del sol es inescrutable. Todo lo hace; todos
ven que lo hace todo; venlo hecho, y nadie lo ve hacer. No carecen de
dotrina política sus eclipses. En ellos se aprende cuán perniciosa cosa
es que el ministro se junte con su señor en un propio grado, y cuánto
quita a todos quien se le pone delante. Liciones son éstas en traje de
meteoros. Es el sol sumamente llano y comunicable: ningún lugar desdeña. Mandóle el gran Dios que naciese sobre los buenos y los malos.
Con un propio calor hace diferentes efectos; porque, como grande gobernador, se ajusta a las disposiciones que halla. Cuando derrite la
cera, endurece el barro. Tanto se- ocupa en asistir a la producción de la
ortiga como a la de la rosa. Ni a intercesión de las plantas trueca los
frutos. Y con ser excesivamente al parecer tratable, es inmensamente
severo.
El da luz a los ojos para que lo vean todo; y juntamente con la
propia luz, no consiente que le vean los ojos; quiere ser gozado de
los suyos, no registrado. s •
En esto consiste toda la dignidad de los príncipes.
Y para que conozcan los reyes cuán temeroso y ejecutivo riesgo es
el levantar a grande altura los bajos y los ruines, apréndalo en el sol,
que sólo se anubla y se anochece cuando alza más a sí los vapores hd.
mildes y bajos de la tierra, que, en viéndose en aquella altura, se cuajan
en nubes y le desfiguran.
Mas en la cosa que más importa a los monarcas imitar al sol, es
en los ministros que tienes, en quien se sostituye. Delante del sol ningún
ministro suyo aparece ni luce; no porque los deshace, que fuera crueldad
o liviandad, sino' porque los desparece en el exceso de luz, que es soberanía. La luz que les da no se la quita cuando los esconde, sino se la
excede. No crecen sino de lo que él les da : por eso menguan los ministros muchas veces, y el sol ninguna. Y en el señor que los ministros
crecieren de la que toman del señor y de los súbditos, las menguantes
se verán en él y no en los ministros.
Es eterna, digo perpetua, la monarquía del sol, porque en su estilo,
desde que nació al mundo, ningún siglo le ha acusado novedad. Es
130 -
verdad que llamarán novedad pararse en Josué, volver atrás en Achab,
eclipsarse en la muerte de Cristo. Novedades milagrosas permitidas son
a los reyes. Pararse para que venza el capitán que pelea, volver atrás
porque se emiende y anime el afligido, escurecerse con el sentimiento
de la mayor maldad: son novedades y diligencias dignas de imitación,
como, las que no son desta casta, de aborrecimiento.
Esta postrera parte de los ministros estudió julio César en el sol,
cuando eligió a Marco Bruto por gobernador de la Galia Cisalpina; pues,
contra el robo de los que le precedieron, sólo recibió de su príncipe la
honra. Y cuando volvió a Italia por donde gobernaba, dejándole todo
el amor y aclamaciones, se escureció delante dél en su luz, no con su
despojo.
TEXTO
Era Marco Bruto cuñado de Casio, por estar Casio casado con funja,
hermana de, Bruto. Debía Casio á Bruto el estar en la gracia de César;
y en medio del deudo y amistad tan grande, vinieron a enemistarse
por la pretura que' llamaban urbana, que entre todas era lamayor. Hubo
quien dijese que el propio César mañosamente había mezclado esta
discordia entre los dos secretamente, dando a entrambos esperanza de
alcanzarla. Marco Bruto oponía, a las gloriosas hazañas que Casio había
obrado con los partos, su nobleza y su virtud. Por esta diferencia estuvieron los dos cerca de venir a las manos. Súpolo César, y determinó la
causa, diciendo : «Más justa esi la pretensión de Casio; empero lo mejor
se ha de dar a Bruto.» Hízolo asi, y cid a Casio otra pretura, el cual no
quedó tan agradecido de la que le dió como quejoso de la que no le
había dado. Y no sólo en esto' fué Bruto dueño de la 'voluntad de César,
sino que si fuera ambicioso, en todo lo fuera, y mandara el Imperio. Mas
la familiaridad con Casio le estragaba el amor que a César debía tener;
porque si bien no estaba reconciliado con Casio, oía los 'consejos de sus
amigos, que le instigaban diciéndole que no se dejase llevar de' las caricias del tirano, ni envilecer y comprar de sus beneficios; que antes
debía irse retirando de su familiaridad y trato, porque era cierto le honraba, no para premiar sus virtudes, sino antes para clistraerlas y infamarlas. Y de verdad César no se aseguraba de todo punto de Marco
Bruto, pues aunque se persuadía que por sus buenas costumbres le sería
agradecido, recelaba, con todo, la grandeza de su espíritu, el séquito de
suo letras, el valor de su persona y la autoridad numerosa de sus amigos.
DISCURSO
Muchas veces el parentesco ocasiona lo que debía estorbar: dígolo
más claro. El ser hermanos, primos y cuñados, padres y hijos, sirve más
veces de disculpa de dejarlo de ser, que de razón para serio. Oiga cada
uno a su parentela, y ella me servirá de comento.
- 131
Afirmo que la sangre y afinidad es pretexto, y no deudo. Los privados de los reyes nada han de tener más lejos de sí que a los que les
tocan más de cerca, por dos causas: la primera, porque el príncipe se
fía de los tales como de personas que son de tan estrecha obligación y
deudo con su valido; y pareciéndole que el día que él se los puso al lado
pretendió esto, los adelanta sin sospecha de darle celos, y así se acostumbra a otros y se divide: grandes inconvenientes para conservar la voluntad humana granjeada; y cuando empieza a recelarse, halla que ha
menester defenderse.
La segunda, si no es mayor, no es menos peligrosa, pues los parientes
del' poderoso, en el puesto que él les da, para no cumplir con la obligación en que los pone, dicen que él cumple con la que tiene: ahórranse
el agradecimiento, llaman la ingratitud lisonja, persuádense que todo
lo tienen merecido, pretenden con presunción y atrévense a dar qué
sospechar, sólo porque no deben ser tenidos por sospechosos. Al fin
son enfermedad en la sangre, que si no se saca, no se cura. Es de tal
condición esta verdad, que tratarla en confuso es nombrar ejemplos.
Así le sucedió a Marco Bruto con su cuñado Casio, que en reducirle
a la gracia de César y ponerle a su lado, se acreditó un competidor.
Hacer bien'a otro sin hacerse mal a sí, blasón es de Dios: no por esto
pongo dificultad en el hacer bien, sino cuidado: digo que se haga y
que se mire a quien se hace. El Espíritu Santo lo aconseja así en los
Proverbios : Si bene feceris, scito cui feceris, et erit gratia multa in
bonis tuis. «Si hicieres bien, mira a quién lo haces, y alcanzarás mucha
gracia en tus bienes.»
Según esto, mal sano queda nuestro proverbio español que dice:
«Haz bien, y no mires a quién.» Tampoco digo que no se ha de hacer
bien a todos, a los buenos y a los malos, a los amigos y a los enemigos:
a los buenos, porque lo merecen; a los malos, para que lo merezcan;
a los amigos, porque lo son; a los enemigos, porque no lo sean.
Ciérrase en esto un escondido y alto misterio de la caridad, y una
bien avisada avaricia política. Dije que, debiéndose hacer bien a todos,
se mire a quién se hace. Hacer bien es poner en honra; y hay quien
sólo aguardó a verse en ella para ser ruin.. Y como no se puede negar que
.el que dió la honra hizo bien, tampoco se podrá negar que al que se
la dió le hizo mal, si con ella le hizo ruin. Por eso se ha de mirar a quién
se hace bien; porque haber quien con el bien se hace malo, siempre se
ha visto, y quien con el mal se hace bueno, muchas veces se ve.
Si Julio César mirara a quién hacía bien en Bruto y en Casio, no
les diera ocasión de ser homicidas de quien los hizo el bien. Y si Marco
Bruto mirara por quién intercedía cuando hizo que a Casio su cuñado
le perdonase César, no le hiciera el mal de ocasionarle la ingratitud.
_Según esto, el cuidado entero y solo toca al que hace bien; porque
en eI que hace mal, se reparte en el que le hace y le recibe. Excluyó
toda presunción, amenazó toda liberalidad necia. Si a Dios, luego que
criando al hombre y haciéndole bueno y bien, y dándole bienes, le
pagó mal; y si Dios y hombre fué pagado de la misma suerte, teman
todas, no para dejar de hacer bien, sino •para saber hacer bien sin hacer
con el bien mal y malos; que es más acierto no hacer mal al bien en
el malo, que hacer peor al malo con el bien.
Conócese que César temía ya a cada uno de por sí, y mucho más
la amistad y el parentesco que tenían, pues dando esperanzas para pretender la pretura urbana a cada uno en secreto, los dividió con enemistad
ambiciosa. Más fácil fuera no juntarlos que dividirlos: pudo hacer lo
primero, y no lo segundo. Aquel está mortal, en quien es tan peligroso
el remedio como la dolencia.
Necesitaba César de la autoridad destos hombres; hallábase aventurado entre ellos; quería tenerlos por amigos a ambos, y conveníale que
ellos fuesen entre sí enemigos; trazólo con maña, no con dicha. Y para
tenerlos él y que el uno echase al otro, los puso en paz y en guerra con
una mismas mercedes; pues confesando que merecía la pretura urbana
con más razón Casio, y dándosela a Bruto, dejó a Bruto quejoso, con, la
pretura que le dió, de la razón que le negaba; y a Casio, a quien dió
otra pretura, de la urbana, que negaba a su razón.
Con nada contentan los príncipes, porque todos se juzgan igualmente beneméritos. No es posible a los reyes dejar de dar los puestos,
ni contentar y hartar con ellos a los que los reciben. Si lo consideran,
más padecen que hacen.
Entendieron Casio y Bruto la mente de César; y por medio de sus
amigos, si del todo no se reconciliaron, entre sí se confederaron contra
él y aunaron las quejas propias contra el príncipe.
Esta fué la primera disposición a la conjura contra su vida, y ocasionó
la primera plática sospechosa de las mercedes del tirano.
TEXTO
Era en aquel tiempo un cierto Cayo Ligario, que había sido, favorecido de Pompeyo, por' lo que había sido acusado y sospechoso a
César; mas después César le perdonó, y aunque le hizo muchas) mercedes, aborreciendo siempre el desordenado poder de César, secretamente
le aborrecía, y, por la propia razón tenía con Bruto muy estrecha amistad.
Pues como éste estuviese enfermo, fuéle a visitar Bruto, y llegando a la
cama donde estaba, le dijo Bruto: «¡Oh, Ligarla! ¿Por cuál causa estás
en la cama y enfermo en este tiempo?» A estas palabras, levantándose
Cayo Ligario sobre el codo, respondió: «De verdad, Bruto, yo estoy
bueno y sano si tú piensas y hablas cosas dignas de ti mismo.» Y desde
aquella hora lo comunicaron toda con todos sus amigos. Y no solamente
hicieron una cabeza de sus confidentes, mas aunaron consigo todos aque-
132 -
1,33
líos que eran inclinados al bien común, atrevidos y despreciadores de
la muerte. Y si bien Cicerón era benévolo y fiel para Icon todos ellos,
les pareció noi darle cuenta de lo tratado; porque siendo Cicerón cobarde
y persona que con palabras solas y fiado en ellas, presumía efetuar todas
sus cosas, con seguridad temieron que, siendo su disinio tal que necesitaba de obra y de presteza, se le dilataría en palabras. Asímismo, de los
amigos que tenía, excluyó en esta determinación Marco Bruto a Statilio,
epicúreo, y a Favonio, imitador de Catón, por haber hecho en las disputas y conversaciones experiencias de su sentir. Había dicho.Favanio que
la guerra civil era peor quei la más dura tiranía; y Statilio, que al varón
sabio y prudente no le era lícito por causa de los malos y de los necios
arrojarse en los peligros temerosos. Y como, oyendo lo que estos dos
dijeron, Labeón, que estaba presente, los contradijese, viendo Bruto
que aquella disputa era escrupulosa y aventurada, calló; después comunicó a Labeón su intento. Este no sólo ofreció de asistirle en él, sino
que luego habló a otro que se llamaba Bruto Albino, que aunque no
era noble, ni virtuoso, ni valiente, porque era poderoso por la multitud de gladiadores que para los espectáculos juntaba, le pareció a propósito reducirle a la conjura. Hablárónle Casio y Labeón; mas, no habiéndoles dado respuesta, y hablándole en secreto después Marco Bruto y
diciéndole que él era capitán fiesta resolución, ofreció que con todas
sus fuerzas le asistiría en ella. Y no sólo a éste, Mas a otros muchos
persuadió solamente el nombre esclarecido de Bruto; los cuales todos,
aunque se confederaron sin solemnidad de juramentos, ni de tocar aras,
ni hacer sacrificios, de tal manera sepultaron en su silencio su consejo,
que por más que se le pronosticaban a César astrólogos, prodigios y
entrañas de ofrendas, no se pudo penetrar ni entender, y pasaron sin
crédito tan manifiestos agüeros y adivinos.
Hace su oficio de acusador y de soplón en el que habla mal del
príncipe; y en el que) habla bien, con imposturas no consiente que se le
deshaga. Saben éstos que el tirano (tal es la miseria de su estado) sólo
estima al que le da más noticias de más enemigos, y que sólo tiene por
sospechoso al acusador que deja de acusar a alguno; y esto porque
siempre está de parte del odio que merece a todos.
Por estar advertido destos inconvenientes, Cayo Ligario se retrajo
a la cama y se fingió la enfermedad, asegurando con ella la salud de su
sosiego. Marco Bruto, como hombre discreto, no creyendo a la cama,
y persuadiéndose era ardid y no enfermedad, le dijo: «¿Cómo estás
en el lecho en este tiempo?»
Y no le preguntó por qué dolencia estaba en él; que en cosas tan
arriesgadas es seguro el reconocer, y aventurado el preguntar. Quinto
Ligario le habló como a médico de quien podía fiar su mal, y le dijo,
levantándose: «Yo estoy bueno y sano si tú piensas y dices cosas
dignas de tu persona.» Persuádome que Marco Bruto le diría tales
palabras:
ORACIÓN DE BRUTO
—Hasta ahora, ¡oh, Ligario•I, me he llamado Bruto : ya se llegó
la ocasión de serio. Quiero y debo pasar el nombre a los hechos. Pues
Julio César imita a Tarquino, yo, Marco Bruto, quiera imitar a Junio.
Vencida he ya con las utilidades de su muerte las amenazas de la mía.
Más quiero que se acorte lo que me resta de vida, que es menos, que
infamar lo' que de mi vida ha pasado, que es más. Yo hago el negocio
de los por venir; prevengo a los que aún no son, para que sepan ser a
costa de los que no son como debían ser. Breve es la vida; antes
ninguna en aquel que olvida lo pasado y desperdicia lo presente, y tes ,
precialovn.Ysmetidaynspcoequlvaró
DISCURSO
Cuando por las desórdenes de algún príncipe se muestra el pueblo
descontento, peligran los buenos y los sabios entre las quejas de las
gentes y las espías y acusadores que el tirano trae mezclados en todos
los corrillos; y es casi imposible poderse salvar en esta borrasca los
oídos ni las lenguas; porque para el que teme, igualmente es cómplice
el que calla como el que responde.
Es delatado el silencio por pensativo, y la voz por impaciente; y
extiéndese a tanto el riesgo, que aun no se libra dél quien, conociendo
los delatores, por disimular alaba y defiende las violencias; porque
aquel que se encarga de acusar para que el tirano estime su maña y la
tenga por mayor que la prudencia del recatado, no refiere lo que dijo
delante dél, sino lo que quería que dijese, y alega por grande servicio el
falso testimonio, y acredita su eminencia con sus mentiras.
134 -
que junta todos los tiempos en uno.' Cuando el pasado con la recordación le vuelve el que pasa, con la virtud le logra, y el porvenir con
la prudencia le previene. A esto aspiro, ¡ oh, Ligario Acuérdome de
lo que fué entonces, cuando la maldad coronada tuvo por límite el
cuchillo de mi ascendiente. Quiero desempeñar mi obligación en lo
que hoy es, y prevenir para adelante lo que será. Hasta ahora hemos
sabido todos que Roma es nuestra madre; hoy apenas sabe Roma quién
de todos es su hijo. Perder la libertad es de bestias; dejar que nos la
quiten, de cobardes. Quien por vivir queda esclavo, no sabe que la
esclavitud no merece nombre de vida, y se deja morir de miedo de no
dejarse matar., Tenemos por honesto morir de nuestra enfermedad, y
¿rehusaremos morir de la que tiene nuestra república? Quien no ve la
hermosura que tiene el perder la vida por no perder la honra, no tiene
honra ni vida. A Roma antes dejaré de ser ciudadano que hijo. El
haberme faltado la fortuna para este intento en el ejército de Pom- 135
peyo, antes me anima que me desmaya; que tan justificadas acciones
las niegan los dioses a la locura de la suerte, para concederlas a la razón
de la virtud. Toda la sangre de Farsalia, en vez de escarmentarme,
me aconseja. Allí hice lo que pude; aquí haré lo que debo. Si los dioses
no me asistieren, yo no dejaré de asistir a los dioses. No pude hacer
que las armas de César no empezasen a ser dichosas; empero procuraré
que no acaben de serlo. Si hubiere quien me siga, verá la posteridad
que hubo otros buenos romanos; si no, conocerán que yo solo me
atreví a ser bueno. Grande gloria es ser único en la bondad; empero
es gloria avarienta. No lo deseo, porque quiero bien a mi patria ; no
lo temo, porque conozco sus ciudadanos. No aborrezco en César la
vida, sino la pretensión. La maldad que le dió con el soborno los magistrados, le persuadió con la ambición a perpetuar en sí el encargo
que la ignorancia de los padre s le prorrogó; y después le enriqueció
el sacrilegio con el robo del templo de Saturno, menospreciando las
advertencias religiosas de Metelo. La fortuna furiosa dió la vitoria a su
traición en la postrera batalla, y la traición de Ptolomeo le dió la
cabeza de Pompeyo. Todo cuanto tiene y ha alcanzado ha sido dádiva
de la iniquidad; nada posee que no sea delito del que se lo dió y del
que lo tiene. Quitárselo no es despojarle, sino absolverle. Lo que se
cobra del ladrón se restituye con justicia cuando se le quita con violencia. Yo, Cayo, no trazo conjura ; antes formo tribunal: a ser jueces
convoco los amigos, no a ser conjurados. La ira, j oh, Ligario!, quema
el entendimiento, no le alumbra; y. la paciencia, que obliga a los buenos,
anima a los malos. Por esto conviene tenerlas a entrambas o. a ninguna;
que la ira sufrida sabe ser virtud, y la paciencia enojada sabe dejar de
servicio. Determinado tienen los cómplices con César, el día de las
katendas de marzo, de jurarle rey en el Senado. Conviene adelantar su
muerte a esta maldad, antes que el nombre de rey con el resplandor
de la majestad halague la ignorancia de la plebe y atemorice el celo de
los leales. Reconocida tengo la arte de su fortificación : hase acompañado de cómplices, hase hecho numeroso séquito de delincuentes, que,
como partícipes en sus delitos, sean interesados en su conservación.
Los que han merecido su lado son perjuros, acusadores, asesinos, sacrílegos y invencioneros, y estos últimos son los más a propósito para
establecer su dominio; porque con arbitrios, quimeras, locuras y novedades distraen el juicio de los pueblos, y les desperdician la atención
con el movimiento perpetuo de maquinaciones nunca oídas. Y si tiene
pereza nuestro celo y le damos lugar a que se corone, con las mercedes
y cargos hará ministros y príncipes estos que hoy son delincuentes, y
se embarazará el castigo de sus culpas en lo magnífico de sus cargos;
que en el mundo los delitos pequeños se castigan, y los grandes se
coronan; y sólo es delincuente el que puede ser castigado, y el facineroso que no puede ser castigado es señor. Por esto, j oh, Ligario 1,
.
136 —
no es tan importante la presteza como el valor. Yo no te llamo al peligro, sino a la gloria ; y tengo tan conocida tu virtud, que no la agravio
con aguardar la respuesta de tu boca, oyéndola en tu obligación.
ORACIÓN DE LIGARLO
Respondióle animoso:
—Tus razones, Bruto, no quieren respuesta, sino obediencia. Tales
son, que sólo siento no haberlas dicho. En estas cosas se ha de hablar
poco, ya que no se excusa el hablar algo. Confederados están los ánimos; pon las manos en la ocasión, y apodérese del tiempo el silencio
mañoso; que la multitud de malos en que se fía César, en muriendo
le aborrecerán, como si fueran buenos; porque la maldad una cosa
tiene peor que ella, y es necesitar de ruines para su aumento y conservación. En' la forzosa determinación no se ha de tratar de inconvenientes, cuando la maldad y la prudencia son los pilotos del mundo.
Y pues los consejos desconfiados desenfrenan las sinrazones de los
ruines, si quieres que esté sin recelo, pásame del discurrir al obrar.
Fortalecidos con esta conferencia, apartaron la conversación.
Tan próvido se mostró Marco Bruto en los que escogía como en
los que dejaba. Era Cicerón íntimo amigo suyo, de lealtad asegurada
con experiencias grandes; empero era más elegante que valiente: sus
hazañas remitía a la lengua y no a' la espada. Hablaba bien y mucho,
y por esto eran artífices de sus obras sus palabras.
Aquí reconoció Bruto aventurado el secreto de tan gran empresa,
parque él no pretendía persuadir cosa que se hiciese, sino hacer cosa
que se persuadiese con la obra. No quería probar que convenía matar
a César, sino matar a César para probar que había sido conveniente
matarle. Por esto excluyó al elocuente, y a Statilio, epicúreo, y a Favonio, por el temor filósofo que habían mostrado en las conversaciones
familiares. El uno aprobaba la tiranía y no las guerras civiles, por no
padecerlas, como si la tiranía no fuera la peor guerra civil y ya vitoriosa.
El otro decía que el varón sabio no se había de arrojar al riesgo por
los necios y malos. Este no hubo cosa buena a que no pusiese nombre
aborrecible. A la lealtad llamó riesgo, y necios y malos a los celosos y
prudentes. Hay siempre en las repúblicas unos hombres que con •sólo
un reposo dormido adquieren nombre de políticos; y de una melancolía
desapacible se fabrican estimación y respeto: hablan como experimentados, y discurren como inocentes. Siempre están de parte de la comodidad y del ocio, llamando pacíficos a los infames y atentos a los envilecidos, y son tan malos, que sólo es peor el que los da crédito.
No los replicó Bruto, aunque los contradijo Labeón; porque éstos
`son peores advertidos que despreciados.
— 137
No le pareció a Bruto establecer la conjura con juramento, sacrificio
ni ceremonia exterior; porque estas cosas pueden resultar •en indicios, y
el secreto acompañado de ruídos, suele con él ser parlería de su mismo
silencio. Y este aparato de juramentos y ofrendas en las confederaciones, no sólo no las afirma, mas antes las acusa de sospechosas, pues
siempre confiesan estos requisitos la duda que los que los piden tienen
de los que los conceden. Aquel negocio se ejecuta con menos riesgo,
que depende de menos circunstancias.
Verificó bien esta dotrina Marco Bruto; pues, no sacando afuera
de las almas de los confederados la resolución, la cerró tan oculta, que
burló el crédito a los astrólogos que amenazaron a César, con día serialado, su fin; a los animales, que, muertos, con entrañas introducidas a
la profecía (por la superstición) se le predijeron; y a tantas señales
y agüeros que le amonestaban de su riesgo.
Ordénalo Dios así, porque si los temerarios no fueran incrédulos,
difícilmente los hallara el castigo; mas, como nacen para escarmiento,
sólo dan crédito a la soberbia, que, presumida, les aparta el remedio de
las dudas.
TEXTO
Bruto, viendo que dependían dél todos los valientes y leales de la
ciudad, revolvía el peligro en lo más hondo de su ánimo, y procuraba
en el 'semblante 'componer los sentidos de día; y de noche en su casa
no era el mismo, porque a veces, a pesar del sueño, le solicitaba congojosamente el cuidado. Y profundamente melancólica, vacilando en
los senos de las dificultades y las amenazas de los riesgos, no pudo
engañar la atención afectuosa de su mujer, que en su fatiga conoció
padecía interiormente las ansias de alguna determinación dificultosa y
intrincada. Llamábase Porcia, y era hija de Catón. Casóse Bruto con ella,
siendo viuda y muchacha, y teniendo un hijo que se llamó Bibulo, de
quien hoy se lee un pequeño comentario de los hechos de Bruto. Era
Porcia mujer estudiosa de la filosofía, enamorada de su marido, animo'sa
y prudente; y por serio, antes quiso hacer de sí experiencia, que preguntar a su marido la causa de tan congojosa tristeza. La experiencia
que hizo en sí fué ésta: con un cuchillo que los barberos tienen para
cortar las uñas, después de haber desembarazado su aposento de las
criadas, quedando sola, se dió en un muslo una grande herida. Empezóse
luego a desangrar copiosamente, a que se siguieron inmensos dolores,
con calenturas y frío; y viendo a Bruto afligido y atónito de verla en
tan peligroso estado y tan mortales congojas, le habló en esta manera:
«Yo, Bruto, hija de Catón, me casé contigo, no como las concubinas
solamente para el consorcio de la mesa y de la cama, sino para ser tu,
compañera en lo próspero y en lo adverso. Por tu causa no puedo quejarme de mi casamiento, y tú puedes quejarte del tuyo conmigo, pues
138 —
no te puedo ser do algún alivio o deleite, cuando ni el retirado tormento
de tu ánimo, ni el cuidado que veo cuánto te desasosiega y requiere
confianza, no te le ayudo a padecer. No ignoro que la naturaleza flaca
de las mujeres no es capaz de la guarda de algún secreto; mas en mi
hay una cierta virtud de buena enseñanza y de honesta índole para
deformar las costumbres) de mi sexo, y ésta la tengo por hija de Catón y
por mujer de Bruto, en las cuales antes de ahora estaba menos confiada;
mas ahora me he experimentado invencible al dolor y a la muerte»..
Dijo así, y descubriéndole la herida, le dijo el fin con qué se la había
dado. El, atónito, y enajenado con la admiración y la pena, levantando
las dos manos al cielo, suplicó a los dioses fuesen propicios a su intento,
para que se mostrase digno marido de Porcia.
DISCURSO
Aquellas cosas que degeneran de sí mismas, en lo que desmienten
su naturaleza suelen ser prodigiosas: admirables si son buenas, y vilísimas si no lo son.
Los hombres que han sido afeminados, han sido torpísimo vituperio
del mundo.
Las mujeres que han sido varoniles, siempre fueron milagrosa aclamación de los siglos; porque, cuanto es de ignominia renunciar lo bueno
que uno tiene, es de gloria renunciar lo malo y flaco.
Porcia, mujer de Marco Bruto, fué tan esclarecida, que en sus acciones más pareció Catón que hija de Catón; antes Marco Bruto que su
mujer; pues, siendo el natural de todas las que lo son derribado a las
niñerías del agasajo, y sólo atento al logro de su hermosura, y a la
hartura de su deleite, y a la servidumbre de su regalo, ésta, cudiciosa
de penas y ansiosa de cuidados, tuvo celos valientes, no de que la tuviese menos amor, sino de que la tuviese menos afligida con la propia
causa que su marido lo estaba.
Tuvo por afrenta que no la juzgase Bruto digna de padecer con él,
y capaz de cuidados homicidas.
Estaba triste de verle triste, y corrida de estado por la vista, y no
por la comunicación confidente; y esto, porque sabía que se aumenta
el dolor a solas y desconfiado de compañía. Parecíala que no darla Bruto
parte dél era temor de la flaqueza mujeril, y que por esto quería padecer más dolor secreto y prudente, que menos dolor aventurado y
repartido. No le culpaba porque era mujer, mas trató de disculparse,
sabiendo ser mujer.
Primero con una herida mortal se calificó paras poder preguntar a su
marido la causa de su tristeza, que se la preguntase. Quiso que la
pregunta fuese hazaña, no curiosidad; y reconoció tan desacreditado
- 139
en las mujeres el sufrir un secreto, que se examinó en sufrir la muerte,
para persuadir que le sufriría.
Oh docto, y entonces religioso, desprecio de la salud! Para convencer Porcia a Bruto de que antes morirá que revele el secreto, se
da la muerte antes, porque la pregunta lleve por fiador su fin. No quiso
que en la promesa aguardase Bruto su constancia; quiso aguardar igualmente la muerte y el crédito de su marido.
Muchas mujeres ha laureado la guerra, muchas ha consagrado a la
inmortalidad la virtud en los gentiles; empero •ninguna fué igual a
Porfia, que reconoció la flaqueza del sexo, y no sólo la desmintió, mas
excediendo el ánimo varonil, fué a su marido mujer y sacrificio, dolor
y ejemplo, y- por acompañarle en el espíritu, despreció acompañarle en
el tálamo.
Bien reconoció Marco Bruto lo que tenía y lo que perdía, cuando,
viéndola mortal, con estupor no pidió a los dioses le diesen vida, sino
que fortunasen su intento de manera que le pudiesen juzgar digno de
ser marido de Porcia.
¿Cómo podía dejar de .efetuarse determinación asistid a de un prodigio tan grande? Y aún fué pequeño precio de tan generosa muerte la
vida de Julio César. Nueva causa para matarle dió a Bruto la muerte
de su mujer. Era solamente castigo, y ya era venganza.
Porcia, reviviendo en el gozo de haberle merecido a su marido
parte de su cuidado, y resucitando la voz caída por el desperdicio de
la sangre, le dijo:
SEGUNDA ORACIÓN DE PORCIA
—Bruto, en nada tienes peligro: si matas, te debe tu patria su
vida ; si mueres, te debe por su vida tu muerte. Si ésta se sigue, me
acompañarás como marido; si se difiere, me seguirás como amante. Yo
ruego a los dioses que permitan que te aguarde a ti, y no a César;
que tu amor y este secreto> le llevo conmigo a los silencios del sepulcro.
El pensar quiere tiempo, y lo pensado ejecución. Muchas cosas hay
que no se dicen, y se derraman;' porque lo que no se comunica, se
sospecha. Nada es tan seguro como pensar lo que se ha de hacer, y
nada es secreto si para hacer lo determinado se tarda en pensar, cuando
el pensar es delito y la tristeza amenaza. Recátate del tiempo, que es
parlero, y advierte que tales intentos se han de tener, y no se han
de detener.
Oyóla Bruto con toda la alma. y compitiéndola en el semblante lo
mortal, procuraba con suspiros sostituir la vida a Parcia, y se enterneció humanamente en la piedad de oficio tan lastimoso.
TEXTO
ORACIÓN DE PORCIA
—Saldrá mi sangre y mi alma (dijo Porcia) de mi cuerpo, mas no
saldrá tu secreto; y si no se puede fiar secreto a mujer que no sea
muerta, por merecer que me le fíes cuando no me le puedas fiar, me
he dado la muerte. Más quiero merecer ser tu mujer, que serlo; mejor
es dejar de ser mujer con la muerte, que ser mujer y no merecer serlo
con la vida. Con esto nos acabará un cuidado a entrambos; pues yo
te veo morir del que tienes, y yo muero del mismo, porque no le
tengo. Yo no sé lo que padeces, y lo padezco porque no lo sé. Si alcanzares de días a tus cuidados, que a mí me alcanzan de días, vivirás más que yo, mas no mejor. Yo te perdono que ahora me tengas lástima, porque te quiero tanto, que sólo sentiré que después me puedas
tener invidia. No Pidas mi salud a los dioses, ni la solicites en los
remedios; que yo no quiero que la muerte que me' da la constancia,
me la estorbe la medicina. Más gloria te será haber tenido mujer que
te haga falta, que tener mujer que te sobre. No te digo que vivas ni
que mueras: vive si pudieres, y muere si no pudieres más.
Oyóla Bruto, y mezclando sus lágrimas con su sangre, pagó su valentía comunicándola el intento que la callaba y de justicia debía a su
muerte.
1 40
—
Entró César en el Senado, y luego le cercaron todos, fingiendo querían consultarle algunos negocios. Allí se dice que Casio, volviendo la
cara a la estatua de Pompeyo, le pidió favor; y Trebonio, con malicia,
divirtió a Antonio, y le detuvo fuera de la puerta de la Curio., porque no entrase.
DISCURSO
Tanto importa saber escoger el lugar para la ejecución de una maldad, corno el secreto. En todo fué grande la habilidad de esta traición, pues supo escoger personas y sitio. Algunos fueron de parecer
que embistiesen a César en la ralle, otros en su casa. Estos eran consejos de la ira, no del discurso. Marco Bruto, que como cabeza pensaba por todos, resolvió que fuese en el Senado, diciendo: Que de matarle en las• calles o en otra parte podía resultar fácilmente su ruína,
porque la dignidad del príncipe tenía grande séquito, y su valor muchos devotos, y su persona muchos apasionados; y que a todos éstos,
que eran muchos y poderosos, la muerte violenta encendería en compasión piadosa, siendo informados por la vista, del horror, de la sangre
y de las heridas. Que el pueblo en los sucesos repentinos y públicos,
sigue al primero grito, y da al oído, por donde se gobierna, al que
—
141
antes se le ocupa. Que aun los enemigos y quejosos y castigados del
propio César, por mostrarse generosos y humanos, o serían neutrales,
o seguirían .(por su seguridad) a la mayor parte; porque en casi todos
los rencores la enemistad tiene por orilla la muerte del que aborrece;
y que en esta confusión grande y forzosa no podría ser oída su razón
ni las causas de ella, Que todos los que no habían sido en ello quejosos de que habían desconfiado de su secreto y su valor, habían
de ser sus enemigos, y que serían los quejosos séquito y aclamación de César. Que era locura fiarse en que por ser en utilidad de todos el librar la patria del tirano, lo seguirían todos
con aplauso; pues habían visto que infinitos, de los mejores y más
valientes de la patria, le habían asistido a hacerle tirano por el hierro
y por el fuego; y que todos éstos tenían hoy su medra en su conversación, y que sería difícil delante del cuerpo de César despedazado
persuadir, tan pocos a tantos, que era celo y no invidia la que los
movía, y era fácil recelar peor tiranía de los matadores; porque es condición del pueblo aborrecer al que vive, y echar menos en muriendo:
siendo así que las alabanzas y los elogios magníficos solamente los merecen las desdichas y la sepoltura. Que se debían temer mucho los
llantos de las. mujeres, de cuyos afectos dependen las determinaciones
de,los hombres. Y afirmó que estas empresas se debían ejecutar en parte
que antes se supiese la causa que la muerte; que oyesen que estaba
muerto, y que no le viesen difunto. Que para conseguir esto, y evitar
los inconvenientes referidos, el lugar solamente a propósito era el Senado, y las personas solamente convenientes los senadores; porque el
lugar autorizaba el suceso, y las personas, como padres de la patria,
le calificaban; y que saldría el homicidio, en el razonamiento, más venerable que lastimoso, y su atención desembarazada de piedades desordenadas y de conmiseraciones plebeyas, y que reverenciarían por misterio la crueldad.
Convencidos desta dotrina, determinaron se cometiese la muerte en
el Senado.
No escribo estas razones para dotrinar conjuras, sino príncipes, porque reinen advertidos del lugar y de las personas en que solamente
sus peligros se logran.
No tienen culpa las hojas de la salvia llenas de virtudes, de que
muera el que las traga, sino el sapo que las envenena; y por eso es el
peor de los animales, porque busca lo mejor para hacerlo malo.
No serán culpables las hojas de mi libro en la rabia del basilisco
que las leyere, sino el contagio de sus ojos, que miran con muerte;
ni acusará estas razones sino aquel que sintiere que yo descubra en advertencia lo que secreto podía él obrar en tósigo. Sepan temer las
leyes, y sabrán vivir. No les da veneno quien no les da de beber, no
1 42
—
o
los hiere quien está apartado, no los engalla quien no los aconseja:
el campo de su batalla es su palacio.
Sé que algún furioso se ha atrevido a dar muerte a su príncipe
en la calle, empero sé que es alguno. Mas también sé que no hay alguno que pueda contar los monarcas que han muerto a mano de sus
confidentes, y cuántos hijos han hecho herederos los criados de sus
padres.
César vivió en las batallas, donde se muere. César murió en el Senado, donde se vive. Pues los reyes y emperadores toman de César el
nombre, no dejen el ejemplo y el escarmiento.
¡ Noble acción fué la de Casio, mirar la estatua de Pompeyo y pedirla ayuda! Esta fué idolatría de la ira, al agravio. Persuádase el. que
hace morir a otro, que podrá derramar su sangre, mas no acallarla.
La estatuta de Pompeyo muerto era en el Senado el ídolo de los
agresores de César. No hubo César entrado en el tribunal, cuando le
rodearon todos con achaque de negocios fingidos. No habían entrado
ellos a perder tiempo, sino a quitárselo a César y gozarle.
Habían exduído de la conjuración a Marco Antonio, si bien era
hombre en cuyo ardimiento antes se cansaban los trabajos, que le can ,
sabn:cidolguer,aftndolsrm,ypet
singularmente favorecido de César, que fué la primera causa de excluirle
del trato y conspiración.
Sabían que Antonio fué causa de las inobediencias de César, cuando
no quiso dejar las armas; pues siendo tribuno de la plebe por las
dádivas de Curio, no queriendo el Senado leer las cartas que César
escribía por la prorrogación de su cargo, él osó leerlas concitando el
pueblo. Y viendo que Lépido y Catón refutaban las nuevas condiciones que se proponían por los amigos de César, se fué arrebatadamente con Quinto Casio adonde estaba César, y con gritos sediciosos
le exhortó a la tiranía.
Movibles asimismo a no darle parte el ser Marco Antonio temerario
y ambicioso, amigo de novedades, asistido de malas y bajas costumbres, deshonesto con publicidad, bebedor con infamia de su juicio, compañero de rufianes y alcagüetes y bufones, protector de facinerosos y
delincuentes, y todo su espíritu una población de distraimientos y. es.
cándalos.
Por eso no sólo recataron dél sus disinios, mas con providencia
trataron que Trebonio este día le entretuviese en palabras a la puerta,
porque no entrase en el Senado.
Y si bien todos fueron de parecer que con César debían dar muerte
a Antonio, Marco Bruto lo contradijo severo, diciendo no convenía extender el cuchillo a otra vida que a la del tirano, porque no se disfamase la acción con señas de guerra civil o venganza.
Esta fué la primera, si no la mayor necedad del discurso de Bruto,
— ;43
pues ignoró que de las acciones violentas la calificación está en la seguridad, y que ésta la da antes el extremo que el medio.
Persuadióse que muerto César seguiría su partido Antonio, sin advertir que era mejor que siguiera a César en la muerte, que esperar
que los siguiera en su opinión, Cierto era que pues ayudó a otro a
usurpar la libertad de la patria, para lo propio no se desayudaría a sí
mismo; y por esto fuera más seguro matarle que detenerle.
TEXTO
Tenían cercado a César con achaque de negociar, y entre todos Tilio
Cimbro le rogaba por un hermano( suyo desterrado. Y por llegarse con
buen color, valiéndose todos los otros de la ceremonia del ruego, pidiéndole lo propio le tocaban los pies y el pecho, le asían de las manos,
y con besos le tapaban los ojos. César despidió la intercesión, y embarazado con las ceremonias, se levantó para librarse dellas por fuerza.
Entonces Tilio Cimbro con las dos manos le quitó la toga de los hombros, y Casca, que estaba a sus espaldas, sacando un puñal, el primero le dió en un hombro una herida pequeña. Y asiéndole de la
empuñadura César, exclamando con alta voz, dijo en latín: «Malvado
Casca, ¿qué haces?» Mas en el griego pidió a su hermano que le socorriese. Y como ya fuesen muchos los que le acometían a César, y
mirando a todas partes para defenderse, viendo quo Bruto desnudaba la
espada contra él, soltó la mano y el puñal de Casca, que tenía asida;
y cubriéndose la cabeza con la toga, dejó su cuerpo libre a los homicidas que, turbados, arrojándose unos sobre otros a heriral César y acabarle, a sí propios se herían. Y Bruto, dándole una herida, fué herido
de sus propios compañeros en una mano, y todos quedaron manchados de la sangre de César, y César de alguna dellos.
DISCURSO
Los que para hacerle aborrecible le añadieron corona, dignidad y
poder, para matarle le prendieron con la adoración, le cercaron con
las reverencias, y le cegaron con los besos.
Más homicidas fueron aquí los abrazos que los estoques. Debo decir
que sin aquéllos no lo supieran ser éstos. Bien puede haber puñalada
sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada. Pocos tienen a
la adulación por arma ofensiva, y menos son los que no la padecen.
Es matador invisible a la guarda de los monarcas; éntrales la muerte
por los oídos, envainada en palabras halagüeñas.
Las caricias en los palacios hacen traiciones y traidores; y cuando
son menos malas, son prólogos de la disimulación.
Tan desnuda anduviera la mentira como la verdad, si la lisonja no
1 44
la vistiera de todos colores. Es la tienda de todos los aparatos del engaña, de todos los trastos de maldad. En ella halla espadas la ira, máscaras el enojo, caras la traición, novedades el embeleco, disfraces la
asechanza, joyas el soborno, galas y rebozos la ambición, la maldad puestos, y la infamia caudal.
Humillábanse éstos a César para derribarle; llegábanse a él para
apartarle de la vida; llevábanle en los abrazos las heridas, y en los besos
la ceguera. Hallóse tarde embarazado; levantóse en pie para desviarlos
por fuerza. Mal apartan de sí los príncipes el peligro doméstico: es
fácil no ocasionarle; y ocasionado, es imposible el huirle. Determinarse tarde al remedio del daño, es daño sin remedio. En tanto que
estuvo sentado, se le arrodillaron; en levantándose, se levantaron para
derribarle.
Quitóle Tilio Cimbro la toga de los hombros, y luego Casca el primero le dió por las espaldas la primera puñalada. Rey que se deja
quitar la capa, da ánima para que le quiten la vida. Los que cara a
cara le desnudan, dan la señal a los que están detrás para que le maten.
Esta primera herida, que dice Plutarco que no fué de peligro, fué
la mortal, con ser la primera, pues dió determinación a las otras. Quien
empieza a perder el respeto a los reyes, los acaba por todos los demás
que le siguen. Es reo de lo que hace y de lo que hace que hagan.
«Asió César a Casca la mano con el puñal por la guarnición, y con grande voz le dijo en latín : Malvado Casca, ¿qué haces?»
¡ Oh ceguedad de los tiranos! ¡ Ven al que los desnuda delante, y
al que los hiere detrás, y pregúntanles lo que hacen! Quien pregunta
lo que padece, con razón padece, y sin remedio, lo que pregunta. No
puede ser mayor ignorancia que preguntar uno lo que ve. Este es el
riesgo de los monarcas, que ni conocen los matadores cuando los matan,
ni la muerte estando muriéndose.
Tiene César en la mano la empuñadura de la espada que le hirió,
y la punta en la espalda, y pregunta gritando al homicida lo que hace,
habiéndoselo dicho el golpe y la sangre.
Achaque es de la majestad descuidada preguntar al que le destruye,
y no creer al que le desengaña. Si los reyes preguntaran a sus heridas,
y no a los que se las dan, tuvieran noticia de su defensa.
César volvió a mirarlos y vió que todos con las espadas desnudas
juntos le embestían; mas, viendo que con el puñal desenvainado le acometía Marco Bruto, cubriéndose la cabeza con la toga, se dejó a la ira
de los enemigos. Suetonio escribe que le dijo en griego: «¿Y tú
entre éstos? ¿Y tú, hijo?»
¡ Qué mal atenta, y cuán desacordada es la hora postrera de los
tiranos!
Todos o los más acaban diciendo requiebros a quien los mata.
—
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10
.
..
¿Qué otra cosa puede suceder al que llega con su pecado. hasta su
muerte?
Era Marco Bruto su pecado, hijo (así lo entendía César) de su adulterio; ¡y admirase de que un hombre pariente de su delito esté entre
los que le hieren, y llama hijo al que es cabeza de los conjurados
contra él!
Defendióle, como se ha visto, en la rota que dió a Pompeya en Farsalia, llamóle a sí desde Larisa, abrazóle en llegando a su real, perdonó
por él a Casio, dióle gobiernos, arrimóle a sí en el Senado; ¡ y espántase de que esté con los que él propio le juntó, y de verle donde le
había entrado!
Mire el príncipe a quién acerca de sí y a quién se acostumbra; porque esto es en su mano, - y no el remedio desto.
Luego que vió a Bruto contra su persona, desamparó su defensa. En
esto mostró buen conocimiento, aunque tardo, pues se dió por muerto
sin remedio cuando vió armada •contra sí a la ingratitud.
Cubrióse la cabeza: lo propio hizo Pompeya cuando vió irremediable su muerte en la espada traidora de Achilas.
Era esta una superstición( de los gentiles. para que no viesen con las
ansias naturales fea los enemigos su muerte. Llegaba el punto de su
valentía hasta no querer que viese alguno los sentimientos forzosos del
cuerpo ni los ademanes del fin de la vida.
Pondera Suetonio que cuando cayó, por caer decente se cubrió con
la propia toga los pies. Advertencia para caer bien y para morir a escuras, no es advertencia del juicio, sino circunstancia del yerro.
Mejor es mirar por los pies para que no caigan, que dejarlos caer y
mirar porque no se vean. Cubrirse de pies a cabeza con la toga, fué
hacer la toga mortaja. Cuidar de menudencias para después de muerto,
y no de los riesgos para no morir, quiere ser piedad, y no sabe; quiere
parecer advertencia, y no puede; pretendió ser recato honesto, y quedóse en melindre castigado.
TEXTO
Arrastrados del miedo, con gran escándalo ensangrentados, y los
puñales desnudos, huyeron todos, y Bruto con sus compañeros) se retrajo
al 'Capitolio. Marco Antonio, temeroso y mudándose el vestido, se escondió. En llegando al Capitolio los matadores, llamaron el pueblo a la
libertad. Luego se concitaron grandes clamores, y los discursos diferentes confundieron la ciudad en tumulto suspenso. Mas luego que supieron
no se, había cometido otra muerte sino la de César, que no se saqueaba
la ciudad, que la acción era sin venganza ni cudicia, muchos de los
populares yi de los nobles y magistrados acudieron al Capitolio con alegría; y en viéndolos juntos, Marco Bruto oró con Palabras blandas y
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eficaces, para calificar las causas de aquel hecho. Y convencidos de sus
palabras, todos con voces de aplauso le pidieron que saliese. El, confiado en esta aprobación y séquito, salió con todos, siguiéndole los
demás, no despojados de recelo; y acompañando grande cantidad de los
más principales de la ciudad (como en triunfo) a Bruto, desde el Capitolio le trajeron a los Rostros. El pueblo reverenció la' presencia de
Bruto, y en lo venerable de su aspecto detuvo el ímpetu, obediente
a la inquietud de las novedades; y contra el orgullo, natural de la multitud junta, oyeron su razonamiento con grande silencio.
DISCURSO
Grave delito es dar muerte a cualquier hombre; mas darla al rey es
maldad execrable, y traición nefanda no sólo poner en él manos, sino
hablar de su persona con poca reverencia, o pensar de sus acciones
con poco respeta. El rey bueno' se ha de amar; el malo se ha de sufrir.
Consiente Dios el tirano, siendo quien le puede castigar y deponer,
¿y no le consentirá el vasallo, que debe obedecerle?
No necesita el brazo de Dios de nuestros puñales para sus castigos, ni de nuestras manos para sus venganzas.
Huyeron estos homicidas al Capitolio por asegurarse, y entran en
el Capitolio consigo, en su delito su persecución. La sangre de César,
que llevaban en sus manos, les iba retando de traidora la de sus venas.
Llamaron, para ampararse con buen nombre, al pueblo a la libertad,
palabra siempre bienquista de la multitud licenciosa.
Y Marco Bruto, conociendo por los semblantes de los que habían
concurrido, que la hacían buena acogida, descubriéndose animoso, dijo:
ORACIÓN PRIMERA DE BRUTO
—Pueblo romano: Julio César es el muerto; yo soy el,matador: la
vida que le quité es la propia que él había quitado a vuestra libertad.
Si en él fué delito tiranizar la república, en mí ha de ser hazaña el
restituirla. En el Senado le di muerte, porque no diese muerte al Senado. A mano de los senadores acabó; las leyes armadas le hirieron :
sentencia fué, no conjuración. César fué justiciado, y ninguno fué
homicida. En este suceso sólo podrán ser delincuentes los que de vosotros nos juzgaren por delincuentes. Yo no retraje al Capitolio mi vida,
sino estas razones; porque, en habiéndolas oído, os agraviara si os
temiera.
Siguió estas palabras un largo aplauso de la gente, y con voces
agradecidas le pidieron que se viniese con ellas a gozar por la ciudad
las alabanzas que merecía. Fióse Marco Bruto destas demostraciones y
— 14 7
fuése acompañado de todos a los Rostros, donde ya habían concurrido
en diferentes tumultos todos los ciudadanos de Roma. Parecióle era
conveniente informarlos allí, con más larga oración, en esta manera :
pasaron de la ira al arrepentimiento; y llamándole padre de la patria,
pedían que a Bruto y a los suyos fuesen concedidos honores y dedicadas, estatuas.
ORACIÓN SEGUNDA DE BRUTO
CUESTIÓN POLÍTICA
—Ciudadanos de Roma : las guerras civiles, de compañeros de Julio
César os hicieron vasallos; y esta mano, de vasallos os vuelve a campafieros. La libertad que os dió mi antecesor Junio. Bruto contra Tarquino,
os da Marco Bruto contra Julio César. Deste beneficio no aguardo vuestro agradecimiento, sino vuestra aprobación. Yo nunca fuí enemigo de
César, sino de sus disinios; antes tan favorecido, que en haberle muerto
fuera el peor de los ingratos, si no hubiera sido el mejor de los leales.
No han sido sabidoras de mi intención la invidia ni la venganza. Confieso que César, por• su valentía y por su sangre, y su eminencia en
la arte militar y en las letras, mereció que le diese vuestra liberalidad
los mayores puestos; mas también afirmo que mereció la muerte, porque quiso antes tomároslos con el poder de darlos, que merecerlos:
por esto no lo he muerto sin lágrimas. Yo lloré lo que él mató en sí,
que fué la lealtad a vosotros, la obediencia a los padres. No lloré su
vida, porque supe llorar su alma. Pompeya dió la muerte a mi padre,
y aborreciéndole como a homicida suyo, luego que contra Julio en defensa de vosotros tomó las armas, le perdoné el agravio, seguí sus órdenes, milité en sus ejércitos y en Farsalia me perdía con él. Llamóme con
suma benignidad César, prefiriéndome en las honras y beneficios a todos.
He querido traeros estos dos sucesos a la memoria, para que veáis que
ni en Pompeyo me apartó de vuestro servicio mi agravio, ni en César
me granjearon contra vosotros las caricias y favores. Murió Pompeya
por vuestra desdicha; vivió César por vuestra ruina : matéle yo por
vuestra libertad. Si esto juzgáis por delito, con vanidad le confieso;
si por beneficio, con humildad os le propongo. No temo el morir por
mi patria, que primero decreté mi muerte que la de César. Juntos estáis,
y yo en vuestro poder: quien se juzgare indigno de la libertad que
le doy, arrójeme su puñal, que a mí será doblada gloria morir por haber
muerto al tirano. Y si os provocan a compasión las heridas de César,
recorred todos vuestras parentelas, y veréis cómo por él habéis degollado vuestros linajes, y los padres con la sangre de los hijos, y los
hijos con la'de sus padres, habéis manchado las campañas y calentado
los puñales. Esto, que no pude estorbar y procuré defender, he castigado. Si me hacéis cargo de la vida de un hombre, yo os le hago de
la muerte de un tirano. Ciudadanos: si merezco pena, no me la perdonéis; si premio, yo os le perdono.
Serenó este razonamiento los ánimos de suerte, que, fervorosos,
148 —
Pregúntase qué hiciera Julio César si antes de entrar en el Senado leyera
el Memorial que le dieron, declarándole la conjura y los nombres de los
que entraron en ella.
Las conjuras que se acusan, antes se castigan que se averiguan;
porque se temen sin oírlas, y se creen en oyéndolas. El que las ocasiona tiene por averiguación su mérito: nadie dirá que hay conjura,
que no la haya en el castigo, aunque falte en la verdad. j Miserable
estado el de los príncipes, que si no oyen las acusaciones, no pueden
vivir, y si las oyen, no los dejan que vivan! Bueno es descubrir la
traición, mas no del todo seguro.
Las traiciones muestran desconfianza de la bondad o talento o poder
del príncipe. Tan mal efeto han hecho traiciones castigadas, como puestas en ejecución y cometidas.
Y las historias dicen que aun le han hecho peor, añadiendo a la
traición primera la venganza della con la última.
Alto conocimiento tuvo deltas cosas don Fernando el Católico. Este
rey miraba por sí consigo mismo: quien vía su letra, juzgaba que
no sabía escribir; quien le leía, que él solo sabía leer y merecía ser
leído. Pensaba con tantos consejos como potencias: no emperezaba las
determinaciones con bachillerías estudiadas o inducidas; lográbalas con
atención toda real; sabía disimular lo que temía, y temer lo que disimulaba. Dijéronle que el Gran Capitán quería levantarse con el reino
de Nápoles; esto con todas las legalidades de la calunia y de la invidia. El crédito que se da a estos celos políticos es forzoso en el oficio
de reinar, sin culpa en el talento ni seso de los reyes.
No publicó la sospecha,' mas no la despreció, reconociendo que darse
poi/ entendido de tener rebeldes, le era nota que antes la crecía que
la curaba el castigo.
Llamóle honoríficamente a puestos grandes, que con la disimulación de premios a tan esclarecidos méritos rebozasen su intento.
Invió con todo secreto a Pedro Navarro y al arzobispo de Zaragoza, su hijo, para afianzar, si fuese necesario, la determinación de
su recelo.
Escribióle el Gran Capitán una carta con pocos renglones, no dándose por entendido de lo que el rey pensaba; mas asegurándole de lo
que podía pensar. Quietóse el entendimiento del rey con la carta, mas
no el oficio de rey; y dejando desabrigados de su persona grandes
— 149
. ......
'
negocios en Castilla, con pretextos deslumbrados de su fin se embarcó
a Italia para traerle consigo.
Cuidados de la majestad, quien los sostituye los aventura. Llegó de
vuelta con Gonzalo Fernández a Saona, ciudad de la nobilísima república de Génova, que un tiempo fué puerto, el cual suplió mejorándole
aquel gran Senado, que, venciendo las dificultades de la naturaleza, ha
fabricado un muelle con acogida de perfetísimo puerto.
Allí se juntaron las dos majestades, Católica y Cristianísima : dispúsose que comiesen juntos. El rey de Francia, viendo con don Fernando al Gran Capitán, propuso y porfió que había de comer con ellos
en la misma mesa quien vencía reyes y quitaba y daba coronas. El peor
fabricador de venenos es la honra. ¡ Oh, cuánta muerte guisó en este
convite! Todos tienen hambre del alimento que reparten.
Comieron juntos, sin otra diferencia que un asiento desigual. El
francés los atosigó a entrambos: a Fernando las sospechas que traía,
viendo a su enemigo interceder por el honor del vasallo en quien temía
tan gloriosos servicios; y en Gonzalo Fernández la atención bien advertida en el Peligro de dos malicias coronadas.
Llegó a España el Católico y nunca pudo digerir aquel banquete
del rey de Francia, ni se lo dejó digerir al Gran Capitán.
Más tienen que temer los varones esclarecidos la grandeza de sus
méritos, que los cobardes y envilecidos la mengua de sus culpaá.
Tienen los príncipes más facilidad en perdonar sus yerros con desprecio, que en premiar los servicios de valor eminente con liberalidad
proporcionada, cuanto es más costoso a. los príncipes desempeñarse de
los acreedores que los molestan, que 'cobrar de aquellos a quien son
acreedores.
En llegando a España, valiéndose don Fernando de un divertimiento
mañoso, fingió que se olvidaba de lo que más tenía en la memoria.
Obligó a Gonzalo Fernández, sin mandato, a retirarse al reino de Granada; empero el rey de Francia, no contento con haber esforzado las
causas de sacar de Italia en el Gran Capitán sus temores, pasó con nuevas maquinaciones a asegurarse de que el Católico por ningún accidente
de guerra le volviese a encargar armas fuera ni dentro de sus reinos.
La traza fué tan apretada, que pudo conseguir no sólo este retiro,
sino la ruína de aquel varón gloriosísimo.
Desta maldad francesa no tuvo ni pudo tener noticia Jerónimo de
Zurita, ni el Jovio, ni otro algún escritor de tantos como le dedicaron
sus plumas, así españoles como italianos y franceses, cudiciando volar
en las alas de su fama.
Hallé esta noticia mirando para otros fines los papeles de los grandes servicios de la casa muy ilustre de don Fernando de Barradas, que
él tiene en su poder, originales de mano del rey Católico; y trasladados
por mí con toda fidelidad, son los que se siguen
150 -
INSTRUCCION
«Lo que vos, Francisco Pérez de Barradas, alcaide de la Peza, habéis de hacer en este viaje, adonde ahora vais por mi mandado, es lo
siguiente :
»Primeramente habéis de saber que yo he sido informado que de
Villafranca de Niza han partido o partirán presto dos navíos, en los
cuales diz que vienen algunas personas a tratar en estos reinos ciertas
cosas contra el servicio y estado real de la serenísima reina y princesa,
mi muy cara y muy amada hija, y contra el mío.
»Y que entre los otros viene principalmente entre las otras naos,
para entender en la dicha negociación, uno que se &ce Biete, que es
natural de la ribera de Génova.
»Y porque cumple mucho a nuestro servicio que donde quiera que
las dichas naos aportaren en estos reinos sean tornadas, y se prendan
todas las personas que en ellas vinieren, para trabajar de saber los
tratos que traen, confiando de la fidelidad, habilidad y diligencia de
vos el dicho Francisco Pérez de Barradas, he acordado de vos dar
cargo de la presa de las dichas naos y de las personas que en ellas
vienen.
»Por ende yo vos encargo y mando que, guardando secretísimo todo
lo susodicho, vais luego con diligencia a la costa de Málaga, donde
las dichas naos diz que han de venir, y trabajaréis de saber, con la
disimulación y secreto que se requiere, de la venida dellas; y cuando
fueren venidas, pondréis grandísima diligencia y recaudo en tomarlas
con alguna buena maña, y en prender y sacar a tierra todas las personas que en ellas vinieren, y señaladamente al dicho Biete, que (como
he dicho) es el que principalmente diz que trae cargo de los dichos
tratados.
»Y assímismo procuraréis de haber cualesquiera cartas y escrituras
que trajeren; y después que (placiendo a nuestro Señor) hayáis tomado
las dichas naos y prendido las dichas personas, pondréislas todas en
prisión y a buen recaudo, y examinarlas heis particular y secretamente
una a una, de la causa de su venida, y de dónde, y a qué vienen, y
quién los envía, y para qué personas destos reinos traen cartas.
»Y si fuere menester darles tormento para saber la verdad de lo
susodicho, hacerlo heis con la diligencia y buen recaudo que de vos
confío; que con la presente lleváis cartas mías de creencia, a vos remitidas, para el marqués de Mondéjar y los regidores y otras justicias de
Málaga y de toda aquella costa, en que los mando que vos den para
lo susodicho todo el favor y ayuda que les pidiéredes, y que fagan
cerca dello lo que vos de, mi parte les •mandáredes. Pero estad sobre
aviso que no habéis de comunicar con los dichos corregidores y justicia s, ni con ninguna otra persona, cosa alguna de lo susodicho, ni
- 151
de lo que supiéredes de las dichas personas que prendiéredes, salvo
guardarlo secretísimo y avisarme' a mí dello, con correo volante muy
particularmente, y enviarme heis todas las escrituras y cartas que les
tomáredes.
»Item, si por ventura el dicho Biete, o alguno de los otros codesaren que la venida de las dichas naos era para sacar ¿estos reinos y
llevar en ellas al Gran Capitán Gonzalo Fernández, o a algunas otras
personas, en tal caso, guardándolo secretísimo, daréis orden, por virtud de las dichas mis cartas, que los dichos corregidores y justicias
provean y manden, so graves penas, y fagan facer públicos pregones en
todas las ciudades y villas de la costa de la mar, que no dejen partir
ni facer vela a ningún navío, ni barco grande ni pequeño, ni dejen
embarcar, ni salir por mar, ni por ríos de aguas dulces que vayan a
la mar a ninguna persona, de ninguna condición que sea, sin ver y
reconocer quién es; y si alguno se hallare sospechoso, que no solamente no le dejen embarcar, mas que lo prendan y lo tengan a muy
buen recaudo, y se me dé luego aviso, y se espere sobre ello mi respuesta y determinación.
»Item„ porque estéis mejor informado de todo lo susodicho, y conozcáis mejor las dichas naos, lleváis copia de una carta que me escribieron de Alicante dándome aviso de la venida dellas -a Málaga. Pero
mujer en Villafranca de Niza; los cuales nos han dicho en gran secreto
por el servicio de vuestra majestad... (aquí falta un pedazo y sigue este
fragmento)... vito de Levante, que van a Málaga o Almería para recoger
en Castel de Ferro al dicho Gran Capitán, y pasarle a Nápoles. Y más
nos han dicho, que las dichas dos - naves habían cargado do leñame para
vender en este puerto; y. que estando en la costa de Marsella las hicieron descargar el dicho leñame, y que Pedro Joan, capitán francés, metió
en las dichas naves once piezas de bronce muy singular, y que en la
una nave metió las seis, y en la otra las demás piezas de artillería; y
que el dicho Pedro Joan, capitán, metió en cada una de las naves seis
bombardas, las cuales naves vienen en conserva. Y por cuanto son cosas
que tocan al servicio de su alteza, como así de sus vasallos, habemos
deliberado de dar aviso destas cosas, aunque no son ciertas, sino por
presunción de lo que aquestos hombres nos han dicho; pero porque
su majestad sea prevenido, y provea lo que reconocerá que en esto convenga, le inviamos esta letra de aviso.»
Lo que faltó en el pedazo roto desta carta, se lee en la instrucción
del rey Católico.
Colígese de la carta que se sigue del-rey don Fernando, que el alcaide
Francisco Pérez de Barradas le escribió lo que desto había podido
entender.
mirad, que solamente ha de servir para vuestra información, y que
no la habéis de mostrar, ni dar parte a nadie de su contenido en ella.
RESPUESTA DEL REY CATÓLICO AL ALCAIDE FRANCISCO PÉREZ DE BARRADAS
»Item, si por ventura, después de haber hecho lo último de potencia, no pudiésedes prender las dichas naos y los que vienen en ellas,
en tal caso hase de proveer en todas aquellas costas de manera, que
aunque los que vienen en las dichas naos quieran tomar alguno o
algunos ¿estos reinos, no lo puedan hacer.
»Y en todo lo susodicho poned la diligencia y buen recaudo que
de vos confío, como en cosa que tanto importa a nuestro real Estado
y servicio. Fecha en el monasterio de Aguilera, a 14 días de agosto,
año de 1515.— Y. YO EL REY. — Por mandato de su alteza, Pedro
de Quintana.»
Remitió al dicho alcaide de la Peza cultro cartas de creencia, su
fecha en Aranda de Duero a 13 de agosto de dicho año.
Ocasionóse esta instrucción de una carta que el rey Católico recibió
de Alicante, en valenciano, que traducida dice así :
«Muy alto y muy poderoso señor:
»En su ciudad de Alicante el presente día han arribado dos naves
nizardas, en las cuales han venido dos hombres: el uno natural de
Vizcaya, el cual es casado en Villafranca de Niza, y allí tiene casa y
habitación, llamado Juan de Chave; el otro es nizardo, y tiene casa y
152 -
«Ayer, que fueron 5 del presente, recibí vuestra letra de 23 del pasado, en que decís que no habéis hallado rastro ninguno de lo a que
fuistes; porque aunque escribís había en ese puerto ocho naves, y entre
ellas una nizarda; pero decís que ninguna señal había de ser ninguna
de aquéllas, las cuales habían de venir. Y como quiera que yo crea que
es así; mas visto lo que decís, que el Gran Capitán iba a este mismo
tiempo a esa ciudad de Málaga, adonde le tenían ya aposentado, sino
que adoleció yendo para ah; en Archidona, yo no estoy sin gran sospecha que su ida a esa ciudad era para poner por obra el fin que dicen
de irse fuera destos reinos; y que la nao nizarda, que decís está en ese
dicho puerto, es la que le había de llevar; sino que vos, como el marqués
de Mondéjar vos dijo que no venía en la dicha nao gente de guerra,
haos parecido que no debía de ser ella. Y porque no recibáis en esto
engaño, habéis de saber que las naos o nao, que para llevar al Gran Capitán habían de venir, no venían con gente de guerra, sino con mercadería muy disimuladas; y por esto recelo yo que la dicha nao nizarda,
o alguna de las otras que están en el dicho puerto, deben esperar al
dicho Gran Capitán; y por eso es muy necesario y conveniente que vos
hagáis toda diligencia con gran disimulación, para saber si la dicha nao
nizarda es la que viene para esto, o alguna de las otras que en el dicho
- 153
puerto están. Y para que mejor podáis hacer esto y todo lo demás que
fuere menester, para estorbar que el dicho Gran Capitán no pueda
salir con su intento de irse fuera del reino (si tiene tal pensamiento),
podréis dar parte en mucho secreto al corregidor de esa ciudad de esta
negociación, para que vos ayude a hacer sobre ello las diligencias necesarias; pero encargadle de mi parte que guarde mucho secreto, corno
he dicho. Y por la dolencia que decís que tiene el dicho Gran Capitán,
no os habéis de descuidar, creyendo, que estando doliente, aunque tenga
fin de irse, no lo podrá ejecutar; antes habéis de estar sobre el aviso
para saber siempre qué hace, porque podría ser que su dolencia fuese
fingida, para poder mejor salir con su intención. Y pues vedes cuánto
importa a nuestro servicio este negocio, poned en él mucho cuidado y
buen recaudo; y mirad que si el dicho Gran Capitán fuere a esa ciudad,
que yo sospecho que no es para otro fin - sino para el que dicen que
tiene de irse fuera del reino, y por esto habéis de estar muy sobre el
aviso, para que no vos pueda engañar. Y hacedme de continuo saber
lo que supiéredes en esta negociación, y escribidme más largo y más
claro que ahora me escribistes. De Calatayud a 7 de octubre, año
de 1515.—Y. YO EL REY.—Por mandado de su alteza, Pedro de Quin-
tana.»
***
Desde 14 de agosto, que fué la fecha de la instrucción, hasta 7 de
otubre, en que escribió el Católico esta última carta, pasaron dos meses
menos siete días; y a la que recibió del alcaide a 5 de otubre, respondió a 7, y en dos días tomó resolución, declarando la obstinación de
su sospecha, y confesando crecía con el desengarid della.
No he observado en más antiguo estilo este género de requiebro
o fineza de empezar la firma del rey con la primera letra del, nombre
de la reina, cosa que hoy todos imitan.
Los vasallos que conquistaron reinos y hicieron a sus príncipes monarcas, desde Belisario hasta Hernán Cortés, pasando por Gonzalo Fernández, siempre adolescieron sus propias vitorias; y ajados, o con
cuentas de gastos o capítulos crecidos por la invidia, son arrancados con
nota de donde fueron aclamación.
Esto no •debe espantar la lealtad de los nobles, sino advertirla para
retirarse de donde los arrojará la condición y ceño de la fortuna.
Escribió el arzobispo de Andrinópoli, embajador en Inglaterra, al
rey don Fernando un chisme que se lee en su carta, que anda manuscrita, tan larga como artificiosa. Persuadido fiesta cláusula invió el Católico al Gran Capitán orden halagüeña para que con toda brevedad
viniese a España; y como era tan a raíz del vencimiento de los franceses, para establecer con presidios y nuevas órdenes el nuevo reino,
le fué forzoso detenerse.
Y este beneficio tan necesario le recargó en la aprensión real, que
1 54
—
nunca creyó era mina originada del temor francés, aunque no había
tenido noticia sin su nombre.
Igualmente procuró el rey Católico asegurar su recelo, y no dar a
entender. al mundo que tan esclarecido varón intentaba en su infidelidad su descrédito y desprecio.
Bien lo dió a entender en la instrucción, cuando dijo que si Biete
o los demás confesasen que venían para llevar al Gran Capitán a Nápoles, no dice que se asegure dél prendiéndole,. sino con que bandos
estorbe que ninguna persona pueda salir de aquel reino y costas.
Lo mismo es publicar un príncipe que tiene entre sus vasallos muchos traidores, que confesar un hombre que tiene muchas enfermedades incurables y ninguna salud; y con la cudicia que a éste le espían
los herederos, al otro le atiende la malicia alborozada de los enemigos.
Justino, libro 31, capítulo 4, da a leer cuál astucia fué dicípulo. el
rey de Francia en hacer, con las honras del banquete y las alabanzas,
sospechoso al rey Católico el valor y méritos del Gran Capitán. Estas
son sus palabras: Romani quoque ad Antiochum legtatos mis. ere, qui
sub specie legationis, et regís apparatum specularentur, et Annibalem,
regi redclerent. «Los romanos inviaron embajadores a Antíoco, para que
aut Romanis mitigarent, aut assid)uo colloquio suspecturri, invisumque
debajo del, color de la embajada reconociesen los ejércitos y aparato
del rey, y procurasen mitigar el odio de Aníbal contra los romanos,
o con la caricia de frecuentes visitas y conversaciones con él le hiciesen
sospechoso y aborrecible con Antíoco.»
Lo que mañosamente ejecutaron, como se lee en el mismo capítulo,
alabándole repetidamente sus grandes hazañas: Quorum sermone laetus,
saepius cupidiusque cum legatis colloquebatur, ignarus quod familiaritate Romana, odium sibi apud regem crearet. «Con su conversación
y lisonjas desvanecido, gustaba de hablar muchas veces con los embajadores, ignorando que la familiaridad con ellos le granjeaba la sospecha
y el aborrecimiento del rey.»
Sólo faltan los manteles a esta acción para ser la misma del rey
de Francia, que no temió menos a Gonzalo Fernández que los romanos a Aníbal.
Esta traza y estratagema que hasta hoy ha corrido, ponderada por
ingenuidad de ánimo en el rey de Francia, en honrar la virtud y el
valor aun en su mayor enemigo, como lo fué el Gran Capitán con tan
coronadas vitorias, empezará a oírse con su propio nombre, reconociéndola todos por venganza astuta, dictada de la habilidad del temor,
y lograda en la terquedad de celos de Estado.
*, *
No ha sido digresión lo que dispone con ejemplo moderno la inteligencia de la cuestión propuesta en Julio César, a quien deciende más
tratable el discurso.
- 155
Si tomamos el parecer a la naturaleza, a la presunción violenta, al
efecto ya coronado, diremos que si leyera el aviso de la conjura y los
nombres de los conjurados, suspendiera el camino al Senado, volviera
a su palacio cuidadoso, y con secreto compendiosamente resuelto hiciera
aprisionar los traidores, comprobara la fealdad del delito, y asegurando
en sus maldades el horror de la pena, los hiciera morir por sentencia.
Favorecían y calificaban a César este medio sus hazañas, su elocuencia, las honras que en 'él desconocían los senadores, á intentar que
el tribunal sacrosanto de la justicia fuese teatro de iniquidad tan atroz.
Esforzaban esto los beneficios que le debía Casio; la vida perdonada
en Bruto, y el nombre de hijo con obras de padre. Prevenía la sedición
del pueblo con la noticia de la maldad, que mitiga con lo lento del
juicio lo impaciente de su desorden. Quien poco a poco da noticia al
pueblo de lo que pretende hacer, mitiga el incentivo de la novedad
con que hierve y se dispara.
Resta tomar su deposición a la magnanimidad jactanciosa y a la
conveniencia de Julio César, y a aquel entendimiento que tenía por descanso el desprecio de todos los peligros. De aquélla nos informará toda
su vida; de éste, su muerte y el estado que tenían en aquella sazón sus
armas y pretensiones.
Oigamos el informe de su condición. Esta era en los intentos soberana, en las determinaciones veloz. Tenía por pereza aguardar la ocaSión sin arrebatarla; tuvo por mengua gozar de la fortuna con prudencia, y osó gobernarla con temeridad. En sus mayores disinios, el
cuándo era el luego: tanto se fiaba de sí en todo, que apenas desconfiaba de nada. El solo se hizo a sí; él se deshizo. La muerte por
tirano le quitó el Imperio, y se le aseguró en sucesores su testamento.
Lo que dejaba eni él al pueblo, le die, lo que el pueblo no le quería
dejar. Vivió desdichado dichoso;, murió dichoso desdichado. Tanto más
vale el común de la gente cohechada con el interés de su alivio, que
el celo justificado de los nobles. El no supo ser emperador, y su cadáver supo fundar el Imperio. La conveniencia de César estaba más segura
en disimular lo que sospechaba y sabía, que en castigarlo. Temía tanto
la averiguación de los delitos, como los delincuentes.
Más fiaba de saberse desentender, que de procesar. Persuadióse que
el ímpetu rematado adquiría, y la noticia detenida en apareryte clemencia conservaba. Creyó que los pueblos arrebatados tenían por caricia de su magnanimidad los fingimientos de su astucia. Conveníale
disfrazarse para introducirse. Quería ser de manera, que se olvidasen
de lo que había. querido ser. No sé cómo diga que erró quien acertó
errando.
El Senado echaba menos todo el poder que César tenía, y más viendo
a César aun cuidadoso del poco que dejaba al Senado.
El pueblo estrenaba príncipe con el sabor de la novedad; mas re156 —,
cardado por los pasquines frecuentes de la tiranía de Tarquino y del
castigo que le dió Junio Bruto, y •recién desnudo de la libertad, y mal
enjuto de la sangre derramada en las guerras civiles, miraba sospechoso el dominio.
Era virtuoso y grande el séquito que tenía la memoria de Pompeyo.
No eran pocos ni desarmados los que para sí querían lo que César se
tomaba. Bruto y Casio querían a Roma para Roma; Cicerón, para
Augusto; Marco Antonio, para que sirviese de patrimonio a sus maldades.
Por esto, de parecer de su magnanimidad, de su condición y entendimiento y conveniencias en el estado dudoso en que vacilaban las
cosas de Roma, no podía César dejarse llevar del parecer del afecto,
ni del despeño de su naturaleza, prendiéndolos, y procesándolos y haciéndolos morir. Forzosamente tratara de asegurarse, escondiendo tanto
su persona como la noticia de las causas por que la recataba. Mudara
cauteloso el Senado y la forma de asistir a él. Deslumbrara con diferentes puestos el castigo de los que removía. Ejecutara con orden desconocida el ejemplo, procurando pareciesen casuales y no meditados sus
fines. Afirmárase en el pueblo con beneficios, en la nobleza con honras,
en las legiones con dádivas. Encargara a Bruto, lejos de sí, peligros que
pudiera lograr, haciendo que la muerte le hallase en ellos. Hiciera lo
mismo con Casio; pues si los prendiera porque le querían dar muerte
para dar libertad al pueblo, el pueblo le diera muerte para darlos libertad y cobrar la suya. Descubriera César la tiranía que disimulaba, para
establecer perpetua la tiranía.
Pruébase con evidencia esto, pues estableció, muerto por los leales,
el Imperio, habiéndole muerto porque pretendía establecerle; de que
se colige, que para su intento siempre juzgó por más favorable morir
que matar, y padecer los traidores que hacer le padeciesen.
Voz fué suya: «Más quiero morir una vez, que temer morir cada
día.» Dejábase César vencer de lo que amaga, no de lo que temía. Esta
fué la causa de perdonar a Bruto, de llegarle a su lado honrándole con
ansia y de hacer con Casio, por su intercesión, las propias finezas. Vehementes sospechas tuvo de entrambos: mostrólo con recato discreto
cuando, diciéndole que contra su persona maquinaban Dolabela y Marco
Antonio, dijo: «No hago caso de hombres gruesos, colorados y guedejudos; estos pálidos y flacos me dan cuidado», señalando a Bruto
y Casio.
Quien no disimula, no adquiere imperio; quien no sabe disimular
lo que disimula, no puede conservarle. La disimulación en los príncipes
es traición honesta contra los traidores. Tenía César para la disimulación
tan a su mandar sus ojos, que en, la cabeza de Pompeyo los hizo reír
con lágrimas.
Tal fué su condición, que por ella se vió morir y se dejó matar.
- 157
Por ella, si supiera la conjuración, dejara el dar muerte a los conjura..
dos por dársela con la propia a la conjura, y a Jas que della se habían
de producir. Empero adviértase que cuanto yerran y padecen los tiranos es efeto de sus conciencias.
Esto los dificulta le, fácil, los facilita lo difícil, los solicita consigo
sus ruinas. Son venganzas domésticas y invisibles, que ni se pueden
acallar ni satisfacer: fiscales de la justicia de Dios, que tienen de aposento los retiramientos de sus corazones.
Si alguno tuviere por opinión que César no tomara el camino que
yo digo, habrá de responder al desprecio que hizo de tantos prodigios
y agüeros, y a la predición de Spurinna, repetida con afirmación temerosa el mismo día que le dieron de puñaladas.
Buenos libros son los muertos, y mejores las muertes. Sea esta dotrina difunta para los que viven, y corra por su cuenta la elección del
dictamen, que el mío no es desnudo y fantástico.
Medio es que en otra conjura tomó aquella heroica y varonil mujer
Amalasuenta.
Así lo refiere Erycio Puteano en. su libro, cuyo título es: Historiae
Insubricae, libro I, folio 76, página 2. Tales son sus palabras, hablando
de Amalasuenta: Sed mulier virus amini minime deterrita, haud cessit;
tresque Gothos, seditionis antesignanos, honoris specie ablegavit, et postea vario astu sustulit. «Empero aquella mujer de varonil ánimo, sin
espantarse, no cedió al riesgo; mas tres godos, que fueron cabezas d e
lasedicón,oprtíulsieyhonr,dspuéc
varios trabajos los hizo morir.»
No son forasteras desde tratado las palabras que Plutarco refiere en
el libro Scito dictis regum ac impreatorum. Habla de Dión, el que
acabó con Dionisio, que sabiendo Calippo se conjuraba contra él siendo
su más favorecido, no quiso averiguar la traición, porque decía era
mejor morir que vivir, cuando no sólo de los enemigos, sino de los
más amigos, era menester guardarse.
El príncipe que confiesa que teme, aconseja le desprecien.
Grande ejemplo se lee en la vida de Avidio Casio, en estas animosas palabras: Et cum ingens seditio in exercitu orca esset, processit
nudus cdmpestri tholo tectus, et ait: Percutite, inquit, me si audetis,
et corruptae discipline facinus addite. Tunc conquiescentibus cunctis,
meruit timen, quia non timuit. «Y como se encendiese en el ejército
grande motín, desnudo y cubierto con sólo un capote de campaña,
se presentó en medio de todos, y dijo: «Si os atrevéis, emplead en mi
»vuestras armas, y añadid la maldad a la dicinlina estragada.» Entonces,
quietándose todos, mereció ser temido, porque no temió.
En nuestros tiempos, el vitorioso ,honor de España, asombro de todos
los enemigos de su grandeza, mortificación triunfante de los émulos a
tan incomparable monarquía, el Excmo. Sr. D. Pedro Téllez Girón,
158 —
duque de Osuna, virrey de Sicilia, en Merina cuando por la gabela de
la seda se amotinó el pueblo y el rumor de las amenazas armadas confundía la ,ciudad, pudiendo seguir el ejemplo en semejantes sediciones
de otros antecesores suyos, retirándose al castillo para asegurarse, se
arrojó en un caballo solo y en cuerpo, con espada y daga, en el mayor
hervor del tumulto: el cual, suspendido con resolución tan animosa, de
tal manera reverenciaron al que aborrecían, granjeados de su valor, que
mandándolos abrir las puertas y las, tiendas, recogerse y dejar las armas,
fué pacífica y alegremente obedecido.
La misma hazaña repitió dos veces en Nápoles en los rumores de
Genuino, electo del pueblo, donde el riesgo en que se puso le aseguró
con aclamación del que podía tener.
Y diciéndole algunos ministros que no saliese, que corría riesgo su
vida, respondió : «Creo dicen me darán muerte, y me persuado que si
ven que los temo lo ejecutarán.»
Las cosas grandes no las consigue quien no las aventura. Toda
aquella, populosísima ciudad le vió en un caballo, acompañado de sola
su espada, mandar la quietud que otro alguno no pudiera rogar o
persuadir.
Y porque nada se olvide, ni parezca persuado a que las conjuras
se disimulen, y los traidores se toleren sin castigo público, es de advertir que cuando el príncipe ha convencido a algún vasallo de traición
y reducídole a que conozca, con noticia de los reinos, el castigo digno
de su infidelidad, entonces los monarcas deben observar las palabras
que en el libro 6 de Quinto Curcio, capítulo 8, dijeson a Alejandro,
viendo se inclinaba a perdonar a Pilotas, después de haber convencido
sus delitos por dignos de pena de muerte. Son todas dignas de la atención real, igualmente elegantes y de sentencia sólida : «Nosotros te
aconsejáramos que le perdonaras antes que le hubieras mostrado cuánto
tenías que perdonarle; porque reducido al miedo de la muerte, le es
forzoso pensar más en su peligro que en tu beneficio. El siempre podrá
perseguirte, tú no podrás siempre perdonarle. Ni te debes persuadir a
que quien se atrevió a tanto, se mudará 'con el perdón : sabe que los
que consumieron la misericordia, no tienen más que aguardar. Nunca
con ánimo seguro te deberá la vida. Da, vergüenza confesar el hombre
que merece la muerte; y al fin, siempre procurará persuadir que antes
recibió agravio que vida.»
Reconozco que debo a Quinto Curcio el acabar con hermosas palabras este tratado.
FIN DE «MARCO BRUTO»
— 159
EPISTOLARIO
AL DUQUE DE OSUNA
y Exmo. Sr.
[AL margen.]
[Al pie de la hoja.]
—Al duque mi señor.
Relazion i nvevas i uisitas
Siguese la grandeza de las bodas de la Reyna de francia dejando
aparte la grandeza del señor duque de lerma que fue igual al animo con
que haze todas sus cosas. no cuento a v. ex.a el número de azemilas ni
digo lo acostumbrado de cordones de seda reposteros bordados i garrotes de Plata por ser cosa tan cierta. dio librea a toda su casa la misma
del Rey aquellos ajedrezitos. que v. ex.a a bisto. en las alegrias de la
Casa de borgoña. llevo consigo al marqués mi Sr. al almirante al duque
de cea y estos tres señores se vistieron por si i par sus criados porque
fueron mas ricos que todos i no dieron librea llevo al duque de sesas.
que vino con gran casa caballeriza i recamara i hizo entrada de Zabuco
en el pueblo, trujo consigo a lope de vega. cosa que el Conde de olivares imita de suerte que biniendo en propio acompañamiento. trujo
vn par de Poetas sobre apuesta amenazando con su relazion. io estube
por escribir vn Romanze en esta guisa mas tropeze en la envajada
a la orilla de vn Marqués
sentado estaua vn Poeta
que andan con Reyes y Condes
los que andauan con abejas
El Conde de Villamor hizo demostrazion grande porque fue a acompañar a su ex.a con librea esplendida vn Caballero Particular de Balladolid que asi se mando nombrar don Tal portoCarrero enbistiendosele las
bodas en el cuerpo como los diablos se bistio a si i a sus criados de su
mayorazgo cosa que le contradijeron los años por uenir i la gana de
comer i saco la mas rica y mejor librea en gran perjuiicio de su estoma-
go i acreedores. El duque de maqueda vino con mucha jente i muii
luzido acompañando a su ex.a mas no truja poeta cosa que se noto. desposaronse los Reyes a los dieziseis de otubre en la yglesia mayor de
burgos. desposandose por el Rey de francia 'el señor duque de lerma
hizo la Reina Renunzia de los estados y Reynos i aquella noche emburgos sacaron Candiles que en Castellano dizen poner luminarias vbo
cohetes i toros que corrieron ellos a los caualleros porque eran los de
burgos i salieron ignominiosamente de la Plaza. Quien lo hizo mejor
fue vn primo mio don Juan de Alvarado a quien mato el cavallo dos
toro dos cauallos sin que el toro se pudiese quejar del ni entendiese
' que traia rejon. ni que venia enzima. las libreas son asi sayos relumbrantes capas reluzientes calza amarilla gorras preziosas lapides de
diferente color. bibe Dios que no me puse el vestido que v. ex.a me
dio porque no me le quitasen a pedazos sin ser santo es cierto que se
aturdieran. los mas. aunque vbo mucha riqueza i Broches preuienense
grandes fiestas en Burgos para , la buelta i en lerma haze el señor duque
de lerma vn juego de Cañas que cuesta mas de catorze mil escudos
emmadrid se quedan preuiniendo los rejidores para caer delante de la
princesa y Rodar en su seruizio. Repartensé las fiestas por los °filias
i aguardan a su majestad em Madrid a los diez de Diciembre.
Fui a besar la mano a mi señora la duquesa de Najara i di a su ex.a
la carta y el Rosario biole, i la no e tenido tan buen rato en mi -uida
porque hizo i dijo con el sin querer leer la carta las mas agudas cosas
que oi en mi vida. i entre las otras riiendose dijo espias me haze mi
sobrino las cuentas a uer bienen. echoles el pañuelo enzima i cm.
bolbio muii 'bien el dezenario i dixo es posible que no be que los tapare
io asi guando me importe y los zegare Jesus miedo me da el Rosario i no debozion i dijo tantas cosas desconfiandolos de que podrian
hazer dilijenzia ninguna que me es fuerza remitirme a la respuesta de
su ex.a que me a dicho ira con esta porque la carta no la quiso leer.
sino la adiuino i dijo que en los ojos abia leido los ringlones io no se
que aia hombre en el mundo tan entendido es vna duquesa escoto.
Fui a uisitar de Parte de v. ex.a a mi señora la .Camarera mayor. i
hizoine grandissima merced mostrandose muii agradezida a lo que v.
ex.a la auia escrito i a lo que io la dije hallela sentada en vna silla escriuiendo en vn atril sobre una mesa llena de papeles con vn ferreruelo
puesto. representoseme vn ebanjelista acaponado bibe Dios que es notable señora dize que a de gozar del ofrezimienta en todo lo que se ofreziere en Napoles. •
Bese las manos a Mi Señora la marquesa de auñon moza i bieja
dijeronme abian auisado a v. ex.a muii particularmente de los grandes
disgustos que abia entre mi señora la duquesa de Najara i mi señora
doña Ana Maria i como pasan hasta oi muii adelante, en esto me'remito
a sus señorias por no auer io entendido nada.
16o —
— 161
11
E enseñado el doblan de dos caras a todas las mujeres famosas de
aquí principalmente a doña Ana maria fadrique doña. francisca Ortiz
diziendo que es retrato, de v. ex.a i pedianmele para copiarle. que cierto
estara v. ex.a que no abra copias del. Mariana de Mesones me dijo [ :]
el duque de osuna con dos caras [?] traidor le, quiero.. soi potentado
i con el oro que truje las deslumbra i no las entriquezco. i todos i todas
aguardan a uer si pasase ora por mi tan menguada que prestase o hiziese Plato.
Al marques mi señor hable el primer dia q llegue a Burgos esta su
serioria muii bueno. i sintio mucho verse sin carta de v. ex.a esta su serioria arrepentidissimo del engaño que le hizo Villamediana en el enrRedo
de Miguel baez de .que mi señora la duquesa doña isabel dize a dado
cuenta yo e bisto la carta de villamediana como' suya. en todo., e sabido
que en casa del Conde de Villamor. se trataua el negozio de casar a. su
serioria con mi seriara doña Ana maria el marques mi señor esta pesaroso del disgusto que a y: ex.a a dado i esta muii obe (muii obe)diente
al señor duque de Vzeda que asi me lo dijo su ex.a tiene su serioria
alguna falta de dinero si para estas fiestas es nezesario v. ex.a escriva
al señor duque de vzeda i le imbie orden para que se le saque lo nezesario i algun dinero para que gaste que io aca le seruire con vn pellizco de los quatro mil.
El marques de Barcarrota es jeneral de las galeras de portugal, i el
dia que io entre en Madrid dos oras antes se auia ido al frexno Por
dineros para las fiestas dizenme que estaua determinado a salirme a
reziuir dos 'leguas, con tales bebedores que perdiesemos el camino
en viniendo le daré el parabien de parte de v. ex.a. mientras v. ex.a se
le escriue.
hernan Ciares bino a Madrid i no quiso darme algunas nirierias que
traía para el marques mi señor. de mi seriará pues estaua en burgas i no
solamente no me las dio para que se las diese pero ni se lo dije, a aguirre
ni bio a mi seriara la duquesa doña isabel i se las llevo consigo. i el marques mi señor se esta deshaziendo pidiendolas en todas las cartas. Sebastián de Aguirre a ido conmigo en cas de los rejentes i sirue con
cuiidado. queda aguardando las albrizias. de v. ex.a i mi seriara
la duque (duque)sa doña isabel lo desea mucho.
Jacte de Tovar es particular criado de v. ex.a y el mejor hombre
de aqui.
di la carta de v. ex.a i hese la mano a la marquesa de peñafiel mi
seriara. que es la mas linda cosa del mundo después de mi señora doña
Antonia i me dijo. cierto que tengo gran indivia a todos los que ban
a Sigilia i estan alla porque ven al duque mi señor i a mi seriara.
Don Pedro de Toledo fue segun dizen. a solo aberiguar las cosas
alli sugedidas i ni ai guerra ni quieren que la aya ni la puede auer esto
tengo escrito a v. ex.a i es asi i io hable a los señores duques con la
162
Resoluzion que requería i me lo auia v. ex.a mandado de que da cuenta
el padre federico si v. ex.a biera lo que aqui dizen de v. ex.a todos,
bibe Dios que se holgara porque no pareze españa con v.' ex.a sino mujer
con rufian. que en quiriendola hazer mal. pues a fe que se lo diga al
duque de Osuna pues a fe que si el Rey embia alla al duq— de Osuna.
pues si el duque de Osuna va i pareze v. ex.a el conjuro del Rey i del
Reyna que le imbocan en abiendo tempestades.
hable al seriar duque de Vzeda en el Bedor jeneral i me dijo, quan
cansado le tenia i me dio la palabra de escriuirle mandandole no le
tomase en la boca i que aca le tenia hecha la cama con los ministros
no quiso diese la carta del Rey asegurandome su castigo i io le soligito.
dijele todo lo que pasaua. i sintiolo mucho.
aqui a llegado Castillo. aguarda al señor Jil Ramirez, i io a auer lo
que haze. por aora no ay de que auisar a V. Ex.a a quien Nuestro Señor
guarde como sus criados emos menester. Madrid a 21 de Nobieanbre 1615.
Criado de V. Ex.a
besa sus pies
DON FRANCISCO
DE QUEVEDO.
[Rúbrica.]
12
[Al dorso.] Madrid 21 de Noui.e 1615. Rda. a 12 de Enero. R.da a
de marga.
Don Francisco de Queuedo. Relazion y nueuas y visitas.
AL DUQUE DE OSUNA
Excmo. Sr.
Yo recebí la letra de los treinta mil ducados de onze reales, y la
hizo acetar luego, y como al descuido, he hecho sabidores de la dicha
letra a todos los que entienden desta manera de escrebir. Anclase tras
mi media corte, y no hay hombre que no me haga mil ofrecimientos
en el servicio de V. E.; que aqui los mas hombres se han vuelto putas,
que no las alcanza quien no da.
Es cosa maravillosa: para los porterillos ha sido un attolite portas;
para los oídos un encanto; para los ojos un hechizo, y para mí un
temblor notable.
Y aseguro a vuecelencia que en lugar de alargarme, me he arru- 163
^ y¡ y y^¡q/ f f f f F F F F F F. ?• F.?
gado con el! dicho dinero, como pergamino al, fuego. A todos los tengo
con esperanzas; hágoles gestos de dádiva, hablo palabras con barriga,
preñadas; y sospecho que si V. E. me envió treinta mil, le he de
volver treinta mil y tantos. Va de piojo, y V. E. empieze a rrascarcse,
que yo empiezo a comer. Señor, segun yo veo, adelante ha de haber
tiempo de untar estos carros para que no rechinen; que aora están
más untados que unas brujas. La patente está ya despachada, y a
de saber V. E. que si se hubiera despachado aqui como era razon,
no hubiera V. E. escrito lo de la estada 'de essos señores, porque habiendo a zo de octubre despachado sebastian de Aguirre con la patente al Almirante Palomino, amanezio en segouia a ocho o diez de
diziembre, con lo que yo estube tan ympaziente que dije mil desbergüenzas ; el pobre Aguirre me enseñó esas cartas del marqués mi
señor, disculpándose de hauerle despachado. Porque dezía yo que en
tales cosas se a de mirar solo al seruizio de V. E. y no al aprobechamiento de nadie. al fin señor, Palomino lo a hecho tan mal no se
por que; que si yo le hubiera alcanzado a ver, pudiera ser que no
llevara la Patente; yo acudí luego al Remedio,y hize sacar duplicado,
que despacharé luego como extraordinario. Aguirre a estado aflixidissimo, y a padezido, segun dize, fuerza del Marques mi señor; con
esto V. E. tiene ya en la mana el rempujon con que an de salir; yo
creo que no le aguardarán. Por estas razones digo que con los treinta
mill no solo me apiojo, pero me aliendro, de manera, que a hombre
bibo no pienso sin particular orden de V. E. dar un m.aravedi. A aquella
persona daré la cadena después que haya visto cómo acude a io que
aqui se ofreciere del servicio de V. E.; que verdaderamente sirve y
ha servido, y asi me lo ha asegurado don Andrés Velazquez, y en
lo del corso hizo la mayor parte; yo le tengo muy contento y a federico más amigo de V. E. que nadie y más apasionado, porque se haze
lenguas en las cosas de V. E. El marqués de Siete Iglesias no solo
me dió audiencia, pero me enseñó toda su casa, haziendome mil fabores (es apasionadissimo amigo de V. E. y muy seguro y se holgara
para su camarin con algunas cosillas de leuante). El padre confesor
esta finissimo; yo deseo que V. E. le embie alguna niñería para la
zelda; que de V. E. la recibirá y la estimará. Pienso hará ruego a
V. E. por algunas personas en napoles; yo le e asegurado que V. E.
solo desea que se ofrezca alguna cosa de su gusto, y juro a Dios que
con solo amargarles con los treinta mil no me ha de quedar hombre
en pie, y que he de andar como diestro: que he de señalar las heridas y no las he de dar, porque no me han hecha por qué. Cuan cosa
es, aunque no se dé, saber que lo hay. Juro a Dios que parece que
hay jubileo en mi casa, según la gente que entra y sale más séquito
tengo yo que un consejo entero, y hame sido de grande autoridad
y reputación el negociar.
164 —
Nuestro Señor guarde a V.- E. como deseo y he menester. Madrid,
a i6 de diziembre 1615.
Excmo. Sr.
besa las manas de `%. E. su criado
DON FRANCISCO DE QUEBEDO VILLEGAS.
DE QUEVEDO AL DUQUE DE OSUNA
Excmo. Sr.
En nada. a mostrado el consejo de italia la voluntad que tiene
a las cosas del Cardenal de Oria como en auer dejado en el ayre reboleteando al buen pablo Ausalon, viniendo en primer lugar en el officio de Thesorero, i `siendo su solicitador el marques de siete iglesias
i abiendo se hecho lo posible pero no se io que vellaco a sido el que a
los ministros mayores a dicho algunas cosas. tales que an bastado a
que Arrigueti contradiziendole aqui saliese con el dicho oficio. a mi
me a hecho gran lastima el Cardenal. doria en este caso, por las hablillas a que da oídos i esfuerzo el consejo digo algunos de el i pienso
que no deja de conozerlos . su S•a il.a Jorge de Tobar esta con grandes
reconozimientos de la plaza de Bolonia. i besa a v. ex.a los pies
por el fabor que alfa i aca le a hecho. porque io hable a ruego de
Jorge de Tobar de parte de v. ex en este caso al duque de Vzeda,
que luego lo hizo, como las demas cosas en que oie el nombre de
v. ex.a Auise a V. E con Alonso de la Cruz de como i porque el consejo
abia alterado la nomina de stradico i como nombraban .otros tres. i al
Prin4ipe de Castellon entre ellos. respondio su majestad a la consulta
que informase V. E. de la persona del Principe i dize su majestad
que por que excluie el consejo por mocos en el oficio de stradico a
los que aora vn ano i aora dos auia aprouado por suficientes i maiores
de edad parca pretores de palermo cosa que an sentido los rejentes cmdamente con esto el buen Marques de santagata o santa Marta me
vino a hablar i me trujo ese pliego que va con esta para v. ex.a
el Archimandritazgo esta empantanado sin auerse tomado resoluzion alguna en el. ni en otra cosa por que el Rey. a mandado sobre
el mas de ocho mil ducados de pension . i los rejentes an rrepartido
todas las pensiones entre criados i allegados suios. sin acordarse de
nadie. i trata el duque de Uzeda de que se les buelba el sueño del
perro toda esta machina
el parlamento, no le quervan ver, hasta que don( f rangisco de Cas-
- 165
...
tro uiniera a sigilia i esta lo encaminava Quintanad,ueñas . que pocha
trazar quien acava su nonbre en dueñas . que son peores que diablos
io que ui el negozio tal prisa di al duque de Vzeda que en ocho dias
oi veintivno de febrero se a asabado de ver, i an conzeclido el Colateral como en Napoles. segun su glosa de V a E.a i lo del prezio de
las tratas . con las demas cosas . dizen que V. ex.' informe para algunas cosas particulares. i en las demas grazias dizen que acudan los
interesados en ellas . informando V. Ex.' se haca lo de la iglesia de
Cathania pues quieren saber . :como i en que cantidad dio el Rey phelipe 2.° renta a las dignidades . de aquella iglesia aora ira la consulta
a su majestad . i se despachara con toda brebedad i io podre partir
luego si no me detienen vnos bestidos que el duque de vzeda esta
bordando sobre raso pardo de cortaduras de ambar medias lunas i
bastonzillos. con canutillo de oro i todo sembrado de lantejuelas de plata
la cosa mas rica que e visto . para V exa Para mi señora i para mi
señora doña Antonia i telliz i almartiga y todo aderezo del Cavallo
de lo propio. i temo que me a de tener por ser de tanta obra i estar
oi mucho por hazer aunque mete muchissimos oficiales . que el negozio mio de hazerme merced . no me detendra vn punto . ni io por
mi particular me deténdre nada aqui reclamo en el Consejo vn fiscal
de Nicosia i Montoya i don phelipe . me dijeron que quintanaduerias
abia hecho grandes aspabientos sobre el negozio informaronse de mi
que hombre era el fiscal. yo les dije que el mayor bellaco i ladran . que
auia en la Isla i que merezia estar quemado bibo . con que se escandalizó montoya i don phelipe de suerte. que quiriendo ordenar el consejo que se lo bolbiese de oficio ordenaron que v exa se le bolbiese
o diese rrazones por que no lo hazia. yo no conozco al fiscal pero hago
como que le conozco i creo que aun es peor de lo que yo dije.
a los de Mezina les an dado vn papasal pues les conzeden lo que
piden sin perjnizio de partes i salvo el derecho de los interesados. porque la carta de V exa en esta, rrazon a rrebuelto muchos vmores. i aun
no la acaban de tragar los valedores de los mezineses.
aqui an llegado casi juntos . Castillo de que •e dado cuenta a V exa
el Padre Ateca . i Bustamante. i don franlisco el ierno de Castillo en
abito de peregrino. supe de la marquesa de Auñon que ateca se quejaua i dezia que tenia correspondientes en casa de v exa io desee
saber quienes eran . i a pocos dias me dijo sebastian de Aguirre que
el auia hablado en que le echasen• de aqui i dizen que le an echado
cosa que io no se a que conuenga dar a entender que de ningun
modo se aze caso de el.
Vustamante. se pasea por estas calles como vn papa i don Antonio
i todo. io como se que v exa le echo de casa i del Reyno ueo quan
lejos va de bolber por si no le acojido . lo que hiziera si le biera con
resoluzion de hombre de bien.
166 —
••
a abido tan buena cuenta con los despachos de v ex.a que e hallado io en vna casa todo vn duplicado entero. leiendo las cartas icor las
calles asi las del Consejo dentado i italia como otras a particulares . i
sobre los negozios de mezina bi todo el despacho entero. i segun e
visto es el duplicado que vino a don Antonio Manrrique porque Sebastian de Aguirre tiene el despacho principal i su duplicado . i lo e
bisto io . i me a parecido muii mal recado i que si esto anda asi no
hazen mucho los de Mezina en tomar los pasos a los negozios . es el
duplicado de palermo 7 de marzo. 1613.
el Rejente Cañizaro llego aqui muii enfermo i lo esta aunque fuera
de Peligro io le e ido a uer. es gran criado de v exa i reconozidissimo
i creo lo sera siempre. esta guesped de Quintanaduefías poco acomodado. i con menos regalo.
el padre confesor es segurissimo amigo de y ex.' i reconozidissimo
a la oferta que v exa le envio a azer desde peñafiel cuando murio Javierre . i a mi me lo a dicho . i es valentissimo amigo . i pienso que el
duque de Vzeda i el trabaran sobre cual se a de mostrar mas apasionado de y exa i no al cosa, en que no lo sean .
El duque de vzeda prosigue en dar las audienzias i negoziar cosa
que nadie creio durara tanto i me pareze que la no bolbera a ello el
duque que se a rretirado de lo publico de los negozios. i esta muii
sentido de la muerte de la condesa de Altamira . V. exa le embie el
pesame a el i al duque de Vzeda.
Juan de Solazar es particular criado de V exa i oyt es el todo en los
negozios. i asiguro a V. exa que se le debe muii gran parte en todos
los buenos suzesos de inteligencia i dilijenzia i es la puerta para todo.
Aguirre escriue a V. exa lo que el Consejo a determinado en el
negozio de los natolis i io e olido que Quintanadueñas desea que el
Rey conzeda al parlamento el indulto jeneral . para meter . en el el delito de los Natolis . i ío ando al Rededor . de suerte que se lo e de
rodear por otro careo. si fuere posible.
el marques de irache a presentado vn escrito quejandose de agrauios
que V exa le haze. sobre el parlamento . lleno de mentiras i embelecos
a que io como quien se hallo en el parlamento satisfare sin duda ninguna . pues es tan facil el hazerlo con el propio parlamento. ge nro S.«
a V ex.' como io deseo i sus criados emos menester. Madrid a 21 . de
febrero i 616 .
Excmo. Sr.
besa las manos a V. ex'
su criado,
DON FRANCISCO DE
QUEVEDO VILLEGAS.
[Rúbrica.]
1
— 167
AL DUQUE DE OSUNA
Yo he gastado tres mil i trescientos reales del deposito por el habito
de Juan de la. Gamba i mil trecientos que di, corno digo. a doña Isabel
de Corcos. que todos hacen cuatro mil seiscientos reales. Hanse prestado. de que se remite letra a V. E. en los cincuenta mil ducados del
señor duque de Vceda, ciento noventa y ocho mil reales. Hame entregado a mi con harto espacio i trabajo (mas del que yo creyera, porque
siempre me dijo que lo tenia de manifiesto) ciento cuarenta 'y ocho
mil reales, i la resta ha ocho dias que me detiene, sin hallar quien se
la preste. El es buen cauallero y esta aflijidisimo i creo que a sido descuido i no otra cosa i V. E. no se de por entendido desto de ningun
modo que io lo cobrare todo solo este V. E. adbertido que dineros
no se pueden encomendar a todos a unos porque se les pegan i en esto
no a sido eso. cosa ze tissima porque es don Andres el mejor cauallero
del mundo a otros porque no sauen administrarlo suplico a V. E. me
auise luego. si acudiere con el dinero de V. E. a lo que fuere menester,
para la boda si faltare algo que como sale el Rey. i es cosa de tanta
publizidad i a de merendar el i las damas. si las Ordenes de v e no
me alcanzaren antes hare lo que convenga no pudiendo mas i este
zierto V. E. escusare el hazerlo si puedo.
aqui se dize que el Conde de Saldaña tiene la la futura posesion de
Napoles para despues que V. E. este cansado de ese cargo.
El secretario Villanueva escribe a V. E. es el alma del Confesor es
criado de V E de corazon i de hecho i es confidente del Sr duque de
Vzeda en el seruicio de V e. suplico a V e le responda como io e
asegurado a v e lo que desea seruir que aunque estubo casado con
dona [sic] Ana de Villegas. Prima mia. no le e hablado hasta que le
e uisto seruir a V E de ceras. ge dios a V. E. mil años como deseo i e
menester. madrid. 12 de Otubre 1617.
Excmo. Sr.
besa a V. E. la mano
su criado,
.
Excmo. Sr.
El Diablo anda suelto. Oy me han tornado a llamar el grande amigo y el religioso cine escriue con él, y me an tornado a mandar escriva
a V. E. que de ningun modo, si V. E. es su amigo con las veras que
ellos lo son y serán, dejede partir luego que reciba este despacho para
napoles y avisar luego, y que si el Turco baxa, que haga su nouiziado
el Virrey nuebo; que ya aca an dicho y su magestad y todos lo saben
• que si V. E. saliere en ocassion del parto de mi señora la condesa de
castro, que el señor don francisco vaya a sisilia y deje a su excelencia
en napoles, que es lo que desean; y yo despacho este correo con mas
secretos y recatos que si fuera cossa de ynquissicion. Dios le guie y
guarde a V. E. como desseo y he menester. Madrid a 13 de Abril
de 1616.
Excmo. Sr.
su criado,
DON FRANCISCO DEI QUEBEDO.
Yo me embarco en cartagena, por los vestidos que lleuo.
DE QUEVEDO AL DUQUE DE OSUNA
Excmo. Sr.
Luego que llegue aqui pedí a don Andres razon de los cincuenta
mil ducados . i en llegandome orden con Francisco el correo para que
me los entregase. se los pedi. y hasta hoy no he podido recibir el tal
dinero, el cual he reciuido en esta manera. Por esa cuenta que me dio
don Andres i envio a V. E. como me la dio original (añadida en dos
capitulos al cabo de mi letra) es la del gasto ciento cuarenta y nueve
mil nuevecientos sesenta y tres reales. Los veintidos mil reales que
dicen se dieron a cierta persona que parecio convenia por entonces, ni
a mi me ha dicho la persona, mas de que me ha enseñado una letra
dellos atetada para fin de diziembre, de Gaspar Rodriguez Cortes. digo
señor, que sin duda se han prestado, como lo demas, a algun conocido.
Lo demas es de la razon que V. E. verá por dicha cuenta.
168 —
DON FRANCISCO DE
QUEUEDO UILLEGAS.
[Rúbrica.]
[Nota de don Andrés Velázquez unida a la carta de Quevedo.]
Cuenta de lo que se ha gastado de los cincuenta mil ducados.
4,000 ducados ,al duque de Uceda.
5oo ducados a Juan de Salazar.
2,000 ducados del presente que se hizo a su majestad por mano del
duque de Uceda.
- 169
1.:~/~~,.5555597.4559:41: .?:>.:1,....,,,,,,,,,,:,,,
• • • •••
1,50o ducados de un pontifical de plata dorada que se dió por la
mesma mano a cierto personaje.
ro,000 reales que se dieron al marqués de la Laguna. El Duque
envió una libranza de mil ducados en los 'alimentos;
y no se cobró porque se volvió a remitir a Nápoles,
habiéndole satisfecho con ellos.
2,000 ducados que se dieron al Marqués para su vuelta, estada en
Andalucía y carruaje, y sacar a doña Julia de Madrid.
300 ducados que se dieron al fraile que se despachó al Andalucía.
400 ducados que se dieron al correo que se despachó a Nápoles
con la nueva de haber venido el Marqués a casa del
duque de Uceda, y su excelencia mandó se despachase.
2,000 ducados que se prestaron a un personaje que pareció convenía
en esta ocasión.
Hay una letra acetada de Gaspar Rodríguez Cortés
para fin de diciembre.
263 reales de un correo que se despachó al Andalucía con carta del
duque de Uceda para el marqués.
DE QUEVEDO A FELIPE III
[En el sobre.] Señor
DON FRANCISCO DE QUEVEDO-VILLEGAS.
[Rúbrica.]
Seriar :
El duque de Osuna, viendo que el duque de Saboya en esta guerra
de Lombardía no ponía otra cosa que la mala intención, y que la gente
era de Francia y el dinero, de Venecia, y considerando que en la guerra
la gente seguía el dinero, y que a él se reducía todo, como por remedio para acabar la guerra en Lombardía y desarmar al duque, necesitar
a los venecianos de todas sus fuerzas y caudal para, defensa del golfo y
de la presunción y vanidad con que le llamaban suyo, consiguió esto
inmediatamente : pues luego que los galeones del duque de Osuna
costearon el mar Adriático, tuvieron necesidad venecianos de guarnecer las marinas y armas bajeles, con que en el Friuli debilitaron el
ejército y en Lombardía desacreditaron el socorro ; y últimamente, confesaron con tres nuevas impusiciones, el mes de mayo, que aun para
sí no tenían lo necesario. •
A un tiempo el archiduque, ya rey de Bohemia, puso de mejor
condición la defensa de sus tierras, y el duque de Saboya (que esforzado con los buenos sucesos que había tenido cobrando , plazas de nuestro ejército y tomando otras del Monferrato, amenazaba grandes impresas) fué forzado a dejar ir los franceses, que luego que vieron a los
venecianos falidos juzgaron al duque de Saboya por acabado, pidierim
a don Pedro de Toledo pasaporte, y unos con ellos y otros huídos,
dejaron al Duque tan desacompañado, que se facilitó el poder tomar
a Verceli, por no poder campear el Duque. Estos efectos no pueden
dificultarlos en gloria del duque de Osuna nadie, sin gran corrimiento,
pues los aseguran los efectos en una y otra parte.
Esto es cuanto a la guerra. Mas siendo el intento de vuestra majestad la paz de Italia —los galeones han hecho que se puede hablar en
ella; pues habiendo ocasionado la toma de Verceli, y hecho tan gran
presa, después de haber representado la batalla de venecianos—, vuestra majestad hará paces porque quiere, y no como ellos querían, dando
a entender al mundo que las hacía por no poder más; lo que hoy les
sucede a ellos: lo que ha resultado de esta facción del duque de Osuna, en gran gloria de vuestra majestad y reputación de sus armas y
vasallos.
Son todas estas cosas dignas de grande estimación : la primera
.
[A continuación, de letra •de? don Francisco.]
Más, me da por cuenta don Andrés Velázquez.
18,000 ducados castellanos que a prestado al señor duque de Vzeda.
de que da letras a V. E. sobre el donatiuo. Desto la
io auia auisaod a v. e. que me parezia bien, porque
se perdiera mucho en remitillos. i mas en tenerlos
aquí como estan : pues si hubieran como era razon.
hubieran hoy valido los cincuenta mil ducados por
cincuenta mil sin duda.
[Otra nota, asimismo autógrafa de Quevedo, unida a lo precedente.]
Cuenta mia sobre los 500 ducados.
Yo e gastado. mil trezientos Reales. en zien escudos de oro que di
a dona isauel de Corcos. la enana por auermelo mandado asi v e en
lugar . de vn Rosario de Coral que la mando.
i trezientos ducados. que deposito por el Abito de Juan de la Gamba por que no se detubiese por dineros. V E vera en estas dos partidas lo que se sirue i me auisara i quiera que le remita a Napoles el
demas dinero. que luego procuro poner en casa de los fugares dandome orden para si se pierde en los cambios. que lo demos aqui al Sr Duque de Vzeda i V E lo cobra alla .... pues sera .sin perdida de
suerte que , io no haga nada sin orden.
170
171
fF
haber desencantado las quimeras de Venecia y los miedos y fantasmas
que con ella ponía Italia; averiguado su caudal, y medido sus fuerzas,
y desarebozado la hipocresía del tesoro.
Haber hecho un acto tan solemne [sic] contra la posesión que
alegan del golfo, en perjuicio de las marinas y puertos de vuestra majestad y otros príncipes.
Haber hecho ver al mundo que la desorden de un vasallo de vuestra majestad, virrey de Nápoles, ha hecho con efecto lo que desde los
ginoveses acá no ha habido monarca que lo haya osado pensar a solas.
Haber el duque de Osuna hecho por fuerza confesar a los venecianos que contra él no pueden nada, y venido a pedir a vuestra majestad carta primera y segunda para que sacase del golfo los galeones.
Cosa . muy para ponderada : necesitar a esto a los venecianos, que
siempre dando a entender soberano poderío con desprecio, han sido
árbitros del mundo!
Haberlos reducido a estado que pidiendo (como lo han hecho) favor
y ayuda al turco, hayan ignominiosamente confesádole a él y a todo el
mundo su flaqueza: cosa que les puede ser de gran daño y que nunca
se esperó, no haciéndoles la guerra otro que el virrey de Nápoles no
asistido de nadie.
Haber mostrado a los príncipes, que desde los motivos de Enrique IV están atentos a la ruína desta monarquía, no sólo que no está
impotente • como la juzgan, más poderosísima: pues sólo él virrey
de Nápoles ha inviado en un propio tiempo, sin pedir dinero ni otra
cosa a vuestra majestad ni a otro reino ni ministro suyo, mil caballos
y seiscientas corazas pagadas, y tres mil hombres pagados a Milán, y
hecho la guerra a venecianos tan prósperamente.
Haber hecho un millón y más de presa (que son más de diez de
crédito), 'y dado a vuestra majestad que pueda volver, si gusta, de las
paces; y que pueda saber de castigo, si no lo supieron obligar para que
las haga.
El premio que el duque de Osuna pretendía de todas estas cosas
no fué nunca otro que licencia para continuarlas con mayores acrecentamientos.
Hoy ha venido nueva que los generales de Nápoles y Sicilia han
sacado sus escuadras del mar Adriático, lj llamados del virrey de Sicilia, por prevención de la armada turquesca, o por orden que se les
haya dado de aquí para acudir a Mesina.
Si salieron del mar Adriático llamados del virrey de Sicilia, fué
anticipadamente; y se pudo excusar, porque cuando salieron no se sabía
cosa de importancia de los andamentos de la armada enemiga, y el
duque de Osuna había inviado a tomar lengua della a la escuadra de
Malta y Florencia.
172 •-
Si sacaron las galeras en obediencia de la carta ordinaria de vuestra
majestad, en que suele prevenir esto, se debió tener consideración a la
grande impresa que se tenía entre manos, y que para los sucesos que
se esperaban no eran considerables los sucedidos, con ser de tanto peso.
Lo que ha resultado de la ligereza con que se han movido las escuadras (adelantando su resolución a las órdenes que tienen de vuestra
majestad, que siempre se remiten a lo que en la ocasión más convenga
hacer en su real servicio), es lo que sigue:
Lo primero haber desabrigado los galeones: con que les ha sido
forzoso, no sin gran nota, retirarse en. Brindis, dando venganza a los
venecianos y sus secuaces; habiéndolos hecho retirar nuestras galeras,
lo que no han podido las suyas, bajeles, cairos y galeotas.
Haber con esta retirada de galeones y salida de las escuadras, dejado
lugar a venecianos de repararse con el comercio, 'y dejado que respiren
contra el rey de Bohemia, y que puedan ser asistidos con vituallas y
municiones.
Haber mal logrado acción tan gloriosa como se había empezado,
contra la posesión de sus mares, pues dicen que los echaron con sola la
voz de que bajaba el Turco.
Haber impusibilitado la pretensión que se tenía de tomar plazas
en Istria, lo que ya estaba en la mano, por haber el rey de Bohemia
roto toda su caballería y pasado por todo su ejército, y socorrido a Gradisea y estar tan infestada de enfermedad su armada, que desarmaban
bajeles: cosas con que sentidísimamente me escribe el marqués de Basiliche, embajador extraordinario que vino a vuestra majestad, del Emperador (que se vieron cosas no pensadas jamás), lamentándose grandemente en toda su carta desta retirada.
Haber mostrado demasiado cuidado y recelo de la armada del Turco,
sabiéndose que es tal y viene tan mal en orden, que si baja, sólo será
para estarse cerrado en Navarino, por ver si con la apariencia y el nombre de que está allí numeroso de madera, detiene nuestras galeras de •
que le vayan a inquietar las islas: con esto se contentan. Y hoy, por
nuestros pecados, ha hecho no sólo eso, sino puesto en libertad a los
venecianos sólo con el nombre.
Y digo, señor, que bajará con galeras de corso, y no de armada y
bien en orden, como vino el año pasado. En un año se puede creer
que se habrán olvidado los galeones de hacella pedazos y huir.
Ni veo para qué fué conveniente salir del golfo; pues la armada del
Turco no había de venir a coger en medio a la de vuestra majestad
en el golfo, con la de venecianos, viendo que quedaba él en medio de
la del Duque y de las escuadras de potentados de Mesina.
Y al fin, señor, todas las cosas que resultaron tan en gloria de vuestra majestad, con admiración de las naciones, a que siempre precedieron
— 17 3
sus reales órdenes, hoy son al revés, porque de los contrarios es una
misma la razón.
He propuesto a vuestra majestad estos inconvenientes, por ser en
ellos interesada la reputación de sus armas, y para que con tiempo
pueda poner el remedio que más fuere servido: con que se acertará
en todo, y el duque de Osuna podrá cada día hacer más señalados
servicios a vuestra majestad.
DE QUEVEDO AL DUQUE DE OSUNA
Parecer que se me pidió, firmado, sobre la recusación
[del conde de Lemos].
•
Por intereses universales y particulares, la ciudad de Nápoles envió
embajadores en su nombre y con sus poderes a •tratar de la recusación
del Sr. Conde de Lemos; lo que ni puede ignorar Su Majestad ni Consejo, pues se mandó que se viese ser real la legitimidad de los embajadores, los que fueron por los tribunales declarados por embajadores
de dicha' ciudad. Después, siendo en Madrid venido dicho señor Conde,
con las veras que esto se seguía se hicieron tan extraordinarias diligencias con el embajador, que a pesar de su sabiduría de la ciudad, no
habló en dicha recusación, y se volvió a Nápoles sin tratar nada. No
presupone causas ligeras y leves negocio que se hizo tarda negociación,
para que no se pusiese en los oídos del Consejo, aun siendo la parte
presidente.
• Después, viendo las plazas que, contraviniendo a sus órdenes y instrucción, don Jerónimo Cenara, embajador, se volvía, enviaron segundo
despacho a él, y en su ausencia a Sebastián de Aguirre, agente del duque mi señor, con cartas para su majestad en razón de la recusación;
las cuales ha tenido en su poder, de que yo hago con éste presentación
y incluso en dicho pliego una traducción de las cláusulas en que el
Panegírico que por orden del Sr. Conde hizo el Marqués de Cusano en
su alabanza nota de infiel y tumultuadora, y veja y menoscaba la dicha
fidelísima ciudad y caballeros, nombrando en mal lugar y con descompuestas palabras algunos de los más calificados caballeros de aquel reino,
y otras cosas que en el papel referido se leen traducidas; las cuales
todas vió primero y aprobó dicho Sr. Conde, como más largamente se
lee en el Panegírico impreso.
Tras esto, sobre pretensiones y intereses de dicha ciudad, han sentido diferentemente los de ella y sus plazas, y el Sr. Conde, en cosas
que importan el ser y sustancia del reino. Dejo cosas que han pasado
y son notorias. Dicen hoy que cómo debe ni puede Su Majestad man1 74
—
dar que el Sr. Conde sea juez y parte en sus negocios, estando empeñado en los más de ellos, por haber seguídose a sus órdenes los sucesos
y cosas de que se quejan.
Pónese en consideración a Su Majestad que aquellos vasallos y
reino tan grande no tienen cómo respirar, ni les queda camino para
que puedan enviar sus quejas a su Rey, pues hoy es Presidente del Con,
sejo de Italia el propio Sr. Conde, que siendo •Presidente, digo virrey,
en aquel reino, les ocasionó tantas quejas como ellos dicen y tantos trabajos como han querido representar. Y esto es lo más tolerable, si se
considera que tras haber sido en interim una o dos veces virrey don
Francisco de Castro en aquel reino, ahora se les encamina viniendo allí
parra venganza de todo: caso que temen sobre todos los del mundo.
Y halos llegado a tal estado y desesperación, que no contentos con el
embajador ni con el despacho referido, que yo presento ahora en el
Parlamento, piden en el capítulo tercero esta gracia a Su Majestad por
particularísima : que dé por recusados de los negocios de aquella fidelísima ciudad, baronaje y reino, tanta al Sr. Conde cuanto a su hermano, y moderar el duque mi señor el modo como pedían más apretadamente, cosa que fué pública en las plazas; las Cuales, a dicha recusación
se juntaron espontáneamente en el lugar acostumbrado, con la forma
sólita, más copiosas que jamás se vieron en aquella ciudad, como consta
de un proceso y consulta que por dos cartas de Su Majestad hizo el
consejero Millor, del cual no he podido acabar con el Consejo de Italia
hasta hoy haga consulta a Su Majestad, habiendo ocho meses que le
presenté.
Véase si en materia de Estado conviene, por un solo vasallo, en
materia tan justificada en todo derecho, que la parte no sea juez de sí
propio, ni nadie juzgue a su enemigo. Conviene desabrir todo vuelo,
y aun dijera aventurar, si no agraviara su mucha lealtad. Véase si, en
conciencia, se permite que no se puede quejar quien padece, y que no
se oiga a quien tiene pretensión de desagravio.
Y en esta conformidad digo, que Su Majestad forzosamente debe y
puede ordenar que el dicha Sr. Conde no intervenga en negocios tocantes al dicho reino y ciudad, en tanto se vea en justicia la recusación,
la cual pondré luego, alegando causas en forma, si ya Su Majestad, por
conveniencia, no lo concede al reina por gracia. Y así, es mi parecer
que se puede y debe hacer, y que en la contrario se embarga Su Majestad la conciencia.
Y lo firmé.
Madrid, en casa.
175
DE QUEVEDO AL DUQUE DE OSUNA
AL MISMO
Excmo. Sr.
Ayer diez i seis me dijo el S.°r Duque de Vzeda que su majestad
abia hecho merced a don Otauio del colateral i sueldo de jeneral i esto
solo en dos dias cosa que no se a uisto jamas. creo que esta contento
i sino no tiene razon porque se a hecho mucho i es menester que no
se haga todo de vna bez o si v..e. no anduiera de por medio, se gastara
aqui hasta la Nariz i no llevara nada.
En el negozio de v. e. digo que el despacho no a salido como io
quisiera porque abiendo io pedido a don otauio que propusiese blandamente i que no asomase. el discurso a corsos ni a ruiidos porque no
turbasen el despacho que io abia embiado con alonso de la cruz al
buen, cavallero. le parezio mas conveniente la gallardia y asi me e bisto
con este despacho en la espina porque temen mucho que v. e. no quiere
paz i ellos no quieren otra cosa en fin señor el despacho no va como
yo quisiera si bien con no ir a mi gusto pudo ir peor r en verdad que
el duque del infatuado lo a sentido tanto como yo.
En lo que a estado a mi cargo que a sido despachar a don otauio
se a hecho como nunca se a hecho cosa aqui. en lo de dar los presentes
Dios saue como i con que cara hare mi oficio. i sere bien visto. i en
todo lo que v. e. me manda hare lo que deuo creo que dentro de
quatro dias abre acauado con el vilanzo i dentro de ocho con el parlamento i no tendre que hazer i estare esperando la orden de v e o para
mi buelta o para lo que me mandare hazer v e deseando siempre besar
a v e los pies. ge nro Sor a \Y e como deseo y e menester, madrid 17
de febrero 1618.
•
Excmo. Sr.
besa a v. e la mano
su criado
DON FRANCISCO
DE
QUEVEDO UILLEGAS.
Esas cartas son del marques mi S.°r v. e le responda de su mano/ i
le consuele.
Excmo. Sr.
Don otauio de Aragon a negoziado como un san Carlos. así
hubiera negociado v. e. pluguiera a Dios. Entregome la caravana con
que venia luego el dia que le truxe a mi casa para fleconozerla. como
v. e. me mando. i aderezar lo que viniese mal parado. Todo llego
coma salio de Napoles. si no fueron los dos naranjos grandes i los pavos. que hasta oy se estan aderezando. porque se quitaron hoja por
hoja i pluma por pluma. la cmisma noche que me lo entrego don otauio
me ordeno. el señor duque de Vzeda lo llevase. i asi en carros, i en
coches i a cuestas. a las onze de la noche lo lleve de mi casa , a la suia. i
lo entregue todo. como v. e. me lo mando. Diome gran dolor en el
corazon uer los juezes. i cuchillos aqui. i que v. e. se quedaba con los
dolores. siendo los cuchillos insignia de dolores, i que sin ser mas en
mi mano ni tener culpa en ello, viendose llevar al matadero el oro por
mano de la grandeza de v. e. pidio misericordia como iglesia: ataje
a mi. abogue a mi. i valiole la miseria. ni vuelve alla. Me a dicho: Yo
sali de la plateria para andar al lado del duque de Osuna. i aora tengo
de voluerme a la plateria para valerme por mi peso. i andar a escuras
en una bolsa?
Enterneziome. i asi. lo buelva aca. N. a hecho falta. i a mi me a
hecho lastima. i a v. e. le hara compañia. Dele v. e. buena acogida.
Y Dios sabe si se me pegaban a ,la mano los jeezes. los colchones
vinieron tales. que de ellos se hazen ornamentos para el couencito
nueuo. V. e. si embiara ornamentos, que se hiziera dellos? Las
cajas de madera con que venia todo pensaron escaparse por sus demeritos. i descubriendo que eran de chopo. con gran fiesta se rrepartieron
para palas de pelota, ni a caido en desgrazia el algodon. que se a acomodado a torzidas. Dios sea bendito. Estoi en campaña con el bilanzo.
el parlamento a subido la al Rey. de todo creo tendre buena i brebe
resuluzion, las nominas no se an resuelto. i no se espante V. e. si no
guando se resoluieren.
[Al margen, también de mano de Quevedo] :
el padre estampa ba con don otauio aseguro a v. e. que lo menos que
tiene es ser sodomita sobre fraile siciliano. v. e. sabra lindas istorias de
mi llegada que lo reservo para entonces.
176 -
--- 177
12
[Al centro, y sigue la carta] :
El bacon de la Favarota es un grandisimo bellaco. i e entendido que
lleva cartas i recados que sin ruiido llegado a Nápoles. se le pudieran
hurtar sin que se entendiese, a lograrlo se verian grandes cosas. ge nro
a •7 e mil años como deseo y e menester. Madrid 14 de marzo 1618.
Excmo. Sr.
besa a v e la mano
su criado
DON FRANCISCO DE
QUEVEDO VILLEGAS.
[Rúbrica.]
A FELIPE III
[En el sobrescrito.]
Señor
Don Francisco de Quevedo Villegas.
-
[Al margen.] El papel de don Francisco de Quevedo.
Número 3
Señor:
Por orden de la república de Venecia, su residente en Nápoles compró con dineros y llevó a su servicio dos franceses que estaban en el del
duque- de Osuna : el uno se llamaba capitán Anglade, petardero, que
había servido al Duque de capitán de la artillería en sus galeras en Sicilia, y venido a Nápoles con su excelencia, donde estaba por su
cuenta y costa; si bien cuando se fué a venecianos, había más de tres
meses que tiraba su sueldo residiendo en Nápoles. •
El otro francés es Jaques Pierres, llamado el bornio, cosario, bandido con pena capital de la propia república de Venecia. Estaba haciendo gente de levante en Roma por dicho duque de Osuna; y desde
Roma, inducido y perdonado y pagado d e venecianos, se huyó del servicio de su majestad con cuatrocientos ducados que se le habían dado
por dicha leva, y se fué en Venecia.
Desta suerte empezaron sus estratagemas venecianos, de que el duque de Osuna hizo poca cuenta, sospechando semejante modo de guerrear.
Luego tuvo aviso de Venecia su excelencia que venecianos enviaban
dos franceses a quemarle en el puerto de Nápoles los bajeles de su ma178 —
jestad; atendióse al aviso, y en comprobación dél vinieron en Nápoles
Tal, vizconde francés, de la Provenza, con otro francés petardero. Descubrió su mal trato el capitán Roberto, un inglés, hombre que con sus
patentes y cartas aprobó al dicho Duque el rey de Bohemia persona
de consideración; confirmóse esto con indicios que ellos dieran ; tratóse de prenderlos, sintiéronlo, huyéronse camino de Roma; conocilos yo
viniendo de Roma, llamado de Su Santidad; avisé al Duque, que aún
no sabía que se hubiesen huido, mandóles seguir, alcanzólos la justicia
en España; fué don Diego Zapata, gobernador de Cápua a prenderlos,
y, por escaparse, se arrojaron de unas ventanas altas abajo, y el tal vizconde se quebró las dos piernas;.trujéronles a Nápoles, donde quedaron
presos dichos franceses, y descubierta la mala intención de venecianos.
Después, siguiendo el duque la defensa de los puertos de vuestra
majestad en aquel mar Adriático, se le huyeron unos napolitanos, un
capitán y otro u otros dos, y se fueron como traidores a servir contra
su rey.
Desto avisé yo, y de cómo éstos en Nápoles tenían quien les avisase
de los andamientos de las armas de su majestad y designios del virrey,
ha más de tres meses.
Después vino aquí persona de que yo di cuenta luego que había
comunicado con los dos franceses y con estos traidores, y daba razón
de todo.
Parece que (según he sabido y es cierto), dichos dos franceses, porque venecianos les adelantasen el sueldo, dijeron que aquellos traidores,
tan sacados o pagados por ellos, eran espías del duque de Osuna, que
con ellos lo trataban.
Este es el hecho y la verdad, a que no pueden responder, porque
lo que refiero arriba me consta y lo vi, y es testigo el reino de Nápoles
y la República.
Ellos han castigado, según dicen, éstos; y hacen que creen el trato
por desacreditar las armas de su majestad y la intención de sus ministros; y no dudo que glosen que se difería cautelosamente el restituir
a Verceli, hasta ver si esta mentira surtía efecto; y, si no lo dicen,
lo dirán.
De manera que hasta ahora lo que es cierto es que la bajeza de los
medios con que han querido ejecutar la mala intención, está de su
parte; no habiendo tenido el duque de Osuna necesidad para romperloS, de otro medio que los galeones y galeras con que lo ha hecho.
Pongo en consideración a vuestra majestad y al Consejo que si es
verdad que, entre sus vasallos, han tratado de quemar todo el Consejo
el día de la Ascensión en el Bucentoro, que ha pocos años que uno
dellos lo tuvo en tan buen punto que a no descubrir el trato una guiraza, tuviera efecto; y el propio es hoy vivo; y que su tiranía negocia
esto en paz de sus súbditos.
— 179
Que habiendo éstos hecho con el Duque y intentado todo lo referido., de que consta a ellos y al mundo, está por ellos la sospecha.
Que no habiéndose quejado el duque de Osuna de la demostración
tan pueril con que el día de San Pedro pasado le quemaron la estatua;
ni don Alonso, marqués de Bedmar, de que le apedreaban y querían
matar tan civilmente, no es justo dar crédito a quejas de gente que
antes se precia destas cosas. de que merecía castigo y debían haber
dado satisfacción. Y pues su majestad no se la ha pedido destas cosas,
justo es, y aun reputación, que no se la dé en esotras; y del crédito
que no les diere, ellos tienen la culpa.
DON FRANCISCO DE QUEVEDO-VILLEGAS.
[Rúbrica.]
DE QUEVEDO AL CONSEJO DE ESTADO
En tanto que el duque de Osuna mi sr no entro sus Bajeles en el
mar Adriático. el duque de Saboya con los socorros de Benezia. iba
poniendo en ultima desrreputación las armas de españa i recobrando lo
que le abian tomado i al punto i ora que hizo esta diuersion. nunca de•
otro pensada ni ejecutada. el duque mi s.' se mejoro todo i por no
tener dineros saboya se le huieron los franceses. no pudo salir en campaña i fue posible tomar a Berzeli no fagil pues aun desta manera se
tardo tanto i costa mas que bale el Piamonte asi que entrar el duque
mi sr con bajeles en el golfo. hizo. debii al duque poderoso a don pedro. dio que hazer a benezia i alento. i resuzito al Rey de Bohemia .
todo esto en tan breve espazio de tiempo.
i lo mas considerable acredito. la Monarchia de su majestad que
ellos publicavan a gritos por impotente . i falida Pues su ex.a siendo vno
de los ministros de su Majestad . sin pedir socorro ni dineros a nadie
en tiempo tan apretado . a un mismo punto, socorrio de cuatro mil
hombres mil cauallos ochozientas corazas a Milan i hizo la gerra abiertamente a Venezia cosa que no a cabido en otro corazon los suzesos
son sabidos i biben aun . i ubieran crezido si quien los empezo los prosiguiera.
esto asegura la intenzion i disignios del duque mi sr.
al principio destos mouimientos la republica sudujo i cohecho del
seruizio de su exa a dcs franteses . el uno que se llamaba cap' anglada
petardero que vino de sigilia con su ex.a i le abía seruido . en sus galeras de cap." de la artilleria i el otro, llamado Jaque Pierres por nombre
el Bornio Cosario de mala fe. i bandido de venezia . i los dos se llevaron
180 -
publicamente del seruizio de su exa i de v. Magd. con dineros que abian
reziuido i cada dia hazian jente dentro de Napoles contra V. mag.
En el proprio tiempo. despues de auer tenido auiso de venezia que
aquella republica embiaba dos hombres pagados a que en el puerto quemasen todos los vajeles del duque mi sr Bino a Napoles fulano Bizconde
franges de la Prouenza soldado que fue en flandes i lo era en lombardia
deBajo de la mano de don Pedro de Toledo. con otro han/est que dezia
ser . insigne petardero, vbo grandes indigios de que estos benian a dicho
efeto . los que se confirmaron por relazion que hizo Capitan Roberto
ingles hombre aprovado por el Rey de Bohemia . y andando con cuiidado. ellos se rezelaron . i trataron de huirse. a Roma . tomaron el camino de Capua io bolbiendo de Roma los conozi. por bien que se disimularon abise al Duque. mi sr embio en su seguimiento alcanzaronlos
en Capua . i ellos. embiendo la justizia . se echaron por vnas bentanas
i se quebraron las piernas por huir, quedauan presos i curandolos en
Napoles.
despues aca llevaron a su seuizio. vn capitan napolitano segun me
a sido auisado i otros dos.
y ultimamente . an escrito i impreso mil . desacatos . i mentiras i
hecho. mil sinrazones i desautoridades al embajador de venezia Marques de Belmar . i de nada desto se les da castigo ni se les pide satisfagion i quieren que su majestad se la de de lo que sueñan.
Pongo en considerazion . a V Exa y a V. S.' que no es nueuo ni
antiguo el querer ellos propios quemarse i salir de su tirania que quatro
años aquel dia de la asgension si lo no descubre viia quiraza los quema
a todos . el que vi esta en estoques.
no a dado el duque mi s.' quenta destas cosas porque a no auer
suzedido . este caso que no se saue si es verdad ni como es no era
negozio de importancia í oi que a suzedido . solo sirve de que se bea
que la traizion i las estratajemas an estado de su parte i que el duque
mi señor les a hecho la gerra tan noblemente i tan en descubierto con
tanto balor . que no a tenido nezesidad de estos lebantamientos ni suduziones Pues a ellos los a rreduzido a estado tan miserable. que amprocurado defenderse con las Bajezas referidas i biendo que no ampodido
se quieren bengar con mentiras. i enrredos tampoco aparentes.
yo no se nada por carta del duque mi sr deste ,leuantamiento pero
aseguro. que ni puede auer . hecho ni pensado cosa que no sea. en gran
reputazion de su majestad i seuizio suyo . i seguridad de sus Reynos
i todo lo que aqui digo lo firmo i es verdad . i que no se otra cosa
asta oi. 26 de Junio 1618.
DON FRANCISCO DE QUEVEDO UILLEGAS.
[Rúbrica.]
— 181
[Al dorso, también de letra de don Francisco.]
Papel que mandaron dar en consejo destado i se levo. sobre este
leuantamiento . cuya intelijenzia atribuian a V. E.
DE QUEVEDO AL DUQUE DE OSUNA
Excmo. Sr.
Escriueme V E que en carta de 14. de diziembre. hize a V. E.
Virey perpetuo i en la de 27 de Marzo me anunzio a V E con el sermon la prouision del cargo. i acusame V E de no escribir el suzesor i
que con buena dilijenzia no era mucho topar con el.
lea V. E. la carta i las otras que no hablo palabra de eso pues de
un pretensor. de futura suzesion di cuenta i de lo que mas se ofrezio
entonzes no e podido estusar . de escribir a V E tan repetida mente
vna misma cosa no tirando a prouision de cargo que se como estan en
ellos hombres corno V. E. a lo que io e tirado [es] a estar con descanso
i sin muchos disgustos i [a que] guando V E lo dejare que se halle
con lo que couiene i no gastarlo todo en hazer seruizios . a quien ni los
quiere ni se los dejan conozer . ni dar. a quien todo es poco. lo que se
da i lo que se tiene i puede tener. a esto e tirado. n o lo e dicho tan
claro pero dejase entender i en esto reseruo mucho i siempre lo e hecho
así para mi buelta bien pudiera io aber callado i escusarme del desabrimiento que V E tiene conmigo por esa carta que io escriui desta manera pero bueno me hallara io deuiendo a V E quanto soi si biendo lo
que pasa i lo que poco a poco. V E ba esperimentando vbiera desentendidome . no importa tampoco que no tenga librado io . en esto aber
sabido seruir a V E con buena ley como deuo.
Parezeme a mi que V E tiene obligados en esta tierra para que a
chismes i a picaros i a malas intenziones de Vellacos en sigla no se
diera lugar sin oir esto por lo menos a V E i que tiene V E obligados
para hablar al Rey en negozios de V E tan justificados como los de
esos galeones i intentos de V E parezeme que tiene V E obligados i
ese reyno a que vn parlamento se despachase i a que veas consultas
i nominas tan alertadas se biesen i saliesen. i no que se diga . que el
Conde de lemos . las detiene . i lo que a pasado en esto . Parezeme que
tiene V E obligados siquiera para que sin aber oido a V E ni a ministro vno ni ninguno del Rey . mouidos solo de que el embajador de Be.
182
—
nezia dijo aqui que se abía descubierto trato en uenezia contra aquella
republica . se dijese por los que lo avian de mirar bien i aguardar abiso
de Belmar . que V E abia ordenado este trato . i que era cosa gravísima
sin dar cuenta ni orden del Rey i que en quanto a la parte de V E
me mandasen escribir ese papel que ba con esta i que le firmase i se
bio y leyo en el consejo destado i se me ordeno que escribiese a V E
como escribi i no se fiaron de mi i bieron mi carta i me la hizieron
cerrar delante dellos i io despues la torne a abrir . i abise al pie a
V E desto.
Pues con don Alonso de la Cueva marques de Belmar. lo an hecho
lindamente que el dia que el embajador. dio esta queja desta rebelion
o conjura Pidio el mismo que luego al punto se quitase de alli a don
Alonso. i luego al punto se hizo consulta i dentro de veinticuatro oras .
le quitaron. la io e dicho que si se andan a quitar . las cosas de que se
quejaren los venezianos . que no sera la terzera el papa . ni la postrera
toda la relijion . esto an hecho desta suerte anda la cosa . an dado ese
cargo a don luis Brabo su amigo i pariente de V E alo hecho el Pe Rm°
esto tiene bueno el, suzesor pero el hecho de mudarle porque lo pidieran luego . al punto. el propio dia a escandalizado. el •mundo todo. i
no menos el despachar luego correo . para V. E. en rrazán de que sacase
las armas i que ni sombra ni sospecha i tal i cual todo porque este embajador dijo que abian ahorcado vnos que, tratauan conjura o que
escandillavan las aguas . de la ciudad . detubose el correo vn dia allego
alonso de la Cruz i ase detenido asta esta tarde que es consejo destado .
i biendo el despacho de v e resolueran lo que quisieren . aier informe
a Jiriza al de la laguna al confesor a don Baltasar . al del infantado. i
de la merced que V E hazia a don lope porque aqui tambien pasa
e lo que io . aqui i alla abian dicho al duque . que v e abia dicho
que don lope era un esto i estotro i que le imbiase su exa hombres
onrrados desto me auia auisado . don Juan de Bidaurre. i en casa del
duque me dijeron quien lo abia dicho que lo sabra V E de mi i delante
del que lo dijo 1 de todos los criados del dique i del duque le dije don
lope biene aqui a los negozios del duque mi s.r el dira como le a ydo
i conozera V E i su casa a los bellacos . que se adelantan . a hablar . en
acciones de personas tales.
Digo señor que cuanto a V E cosa que si me la cree haze mucho
por dios delante de Aguirre. me dijo el duque el infantado [?] a
que proposito se dio aquel papel . de V m en el consejo de estado [?]
io le dije porque orden. i como me auian dicho que culpavan a V E
venezianos.
i dijo a voces . mienten . que no le toman en la boca . i ellos son
los que lo hazen . i los que lo dejan . el duque ni entra ni sale en esto
ni en cosa que no sea muii ajustada i todo es imbidia del duque i todos
tienen ymbidia del io soy su amigo a las claras i se recatan de mi los
,
— 183
que no lo sons ordene V E a don lope sepa esto. aguirre se allo alli
que le llevava la carta de V E que tubo para el duque.
el propio dia que fue ayer. 29 de Junio dio Aguirre delante de
mi su pliego al de la hinojosa que muestra ser buen pariente i amigo .
i le abrio y leyo i dijo delante de Aguirre que se le dio . el duque . no
tiene . sino vn amigo por tablilla.
,
Por uida de Jesuchristo- que si no lo e gritado que no me an oído.
pues cuerpo de dios conmigo señor i con estos bellacos. que porque
no. disimulo . lo que dejan de hazer por V e i le deuen me persigen
en la onrra . io me avia de quedar. si me vbiera pasado, por la imaginación me quemara . pense callar esto con otras 'cosas que callo mas
ia lo e escrito . harto se deja trasluzir esta materia para otras.
todo esto no lo digo con desconsuelo de que sea asi ni que importe quando nadie acuda a las cosas de V E i todos. le sigan. que el
mundo, todo... tiene al Rey de suerte que se dize que solos los despachos de V E lee con alborozo i los demas con susto . Pero esto asi
se lo deue V E i es el mal que dá a otros las grazias.
V E ni sus cosas no an menester • a nadie . ni persuadan a V E
que nadie sino los meritos de sus acciones le negozia nada.
Prendieron al marques mi Sr porque le indujo el marques del Rio . a
aquel casamiento, tratose de si abia de ser igual el castigo i tratamiento
con el marques del Rio . el duque de alva hizo sus dilijencias . fue
negozio pesado i lo es . sepa V E de otros lo que se hizo . con el marques mi señor i como el sr duque de Vzeda se dio por sospechoso . i
se hizo junta para tratar este caso i como se acavo quejeme desto .
como deuia.
en lo del conde de Riola que me callaroñ me senti grandemente
como era rrazon . por auer io escrito i respondido a la impresion . i
hecho las dilijencias que del Padre Reuerendissimo se puede V E. informar . en este caso . i me respondieron . que no todo . auia de salir
como io quena, ni se auia de hazer a mi modo, por eso escriui a V E
que hiciese alla lo que aca harian . sin remedio i que todo lo que
V E dejaua de hazer era aca perlas.
Pero -digo io señor. Pide todo vn Reyno i ciudad por grazia la recusazion del conde de lemos i ala embiado a pedir por justizia con embajadores i siguiendo' yo esta causa por orden, o . 3 . 6 . 5 . 7 . r .
2
3 . 7 . 9 doi ese papel firmado i saco vn .despacho que tenia
Aguirre que imbio esa ciudad quando se benia don Geronimo de atevara, i doile i hablo al Rey . i tratan de que, castigen a los que piden
tal recusazion i recusando no en forma sino con vn Papasal Migel
Vaez . sin causas a V E hazen lo que hazen i hablan en ello tan
alentados, en quien topara esto señor [?] —en mi no que e hecho lo
que no se atreuio a hazer ni a pensar aqui hombre natural de esa ciudad
i dado firmado lo que no osara otro, no lo e escrito a V E por no
:184 —
disgustarle . i porque me parezieron cosas mas para dichas que escritas, mas acuerdan-je de lo que V E escribio al marques de la hinojosa
en que le dijo que pues le tocavan en la reputazion sacase papeles, te,casen a quien tocasen . i no estimase nada, en compairazion de la onrra
yo he tomado el consejo de V E.
Dice V E que . a hecho en mi efeto la quaresmá porque escribi no
se diese V E por entendido con demostrazión de don felipe de Haro .
digo señor . que me espanto que V E se acuerde de la quaresma . hablando de hombre tan de carnestolendas como yo.
Quien me hizo escribir fue. ber la demostrazion que merezia . i
que el sr duque de Vzeda de dia i de noche no me ordenava otra cosa
sino que si escriuiese a V E que no escribiese con gallardia i porque
V E bea lo que pasa . aqui a alborotado quince días a este lugar Quin-
tanaduelas con unas cartas que an escrito esos Perros infames que ai
estan . diciendo que V E abia dicho este Picaro de Quintanadueñas
se me a de atreuer [?] . a mi hijo e escrito . que tome vn palo i en
medio de la calle . lo mate a garrotazos. Dira V E que don carlos de
Arellano i don Pedro su hermano . camarero del Sr duque de Vzeda
no fueron a su exa i el Quintanadueñas a pedirle misericordia. que
[no] se hablo de otra. cosa ni se habla i oi es el dicho .... piense que
les tiene ia por dados, i esta de miedo pasmado . i todos sus deudos,
que, pienso que se contentara i dara grazias a Dios de que se los den.
en su casa. i lo que me espanto es que teniendo estos por tan ciertas
estas rezetas de mano de V E osen mouer los lauios . pues tratando
del caso don Carlos conmigo . i de que por amor de Dios lo fuese io
a consolar. dijo . vn ambruzea que dizen que a sido soldado en flandes
el lo a dicho . pues doile . por majado a palos . a ese diablo . don Carlos se demudo i dijo . es vn deudo mio titulado e italia i consejero . i
su éxa nos deue onrrar i el buen Bizcaino . con la acostumbrada eloquenzia dijo como de esos diablos a descostillado el duque mi señor
que aqui dizen estas cesas i las creen i ai quien las porfie, esto i
armas i buenos suzesos i impresas se creen . como de otros Panejiricos
y altares.
de don Antonio Manrrique i de su casa no respondo nada . a V E
porque V E los oira . que aqui ia tienen auditorio . io no los hablo
solo io . i hago muii bien . i si otro dia puedo hazer mas lo hare . i
aqui no lo e rehusado . quando io no tubiera obligaziones de morir
esclauo de V E sino aber respondido que si e rompido seria por negozios de V 'E i no mios pues no los tengo i si alguno tenia ese esta
quemado . no tengo onrra si no muero a sus, pies en su caualleriza
desto todos 'hablaran.
Vengó a don Andres . si V E lee mis cartas del tiempo del casamiento y cuentas vera empezados nuestros disgustos . por causa del
dinero que no parezio Vbe de hazer fuerza con desabrimiento para
— 185
cobrar lo que cobre aqui i el vltimo fue [por] que . los dieziocho mil
ducados que io trate cobrase V E en el donatiuo. Quiriendo el i el sr
duque de Vzeda que los seis mil que don Andres no auia entregado
aun a su Exa no se librasen en el donatiuo sino que don Andres mee,
diese gedula de ellos . yo oli el poste i no quise i lo rebolbi de modo.
que fueron todos dieziocho i aora el duque . no puede cobrar de don
Andres ni don Andres pagar . el duque no esta gustoso con el por
esto i el duque me habla . conmigo porque quisiera mas la deuda con
V E i la paga con este seriar.
i juro a dios y a la santa Cruz que ocho mil ducados que el consejo
dio de la hazienda para gastos del casamiento que se gastaron del
dinero de V E i otros tanto s y mas. a seis meses que no a querido
darme el sr duque de Vzeda poder para cobrarlos hasta oi 29. de
Junio que a pura fuerza me lo an dado como saben todos los criados
de v e i los del sr duque [de] Vzeda no e escrito a v. e. nada por
no escribir esto i no tener otra cosa que escribir a v. e. de don Andres . a quien tengo por orinado cauallero i seguro criado de v. e. i
que a sido desgracia esto del dinero . mas yo no le tengo culpa . ni
e podido estusar esto el no escribir el de mi nada si v. e. se sirve
de que se le pregunte . dara don Andres las razones que tubiere a
que me remito. ge nro S.r a v e como deseo y e menester. Madrid a
28 de Junio 1618.
Ex.° Sr.
besa a v. e. la mano
su criado,
DON FRANCISCO
DE QUEVEDO VILLEGAS.
[Rúbrica.]
DE QUEVEDO
AL
DUQUE DE OSUNA
Exmo. Sr.
Cuando partí de Nápoles dije a V. E. cómo en mi poder estaban
cinco mil ducados de los ocho que el Consejo dió -para la boda del
Marqués, mi señor, y ocho mil reales y cuatrocientos más que me quedaron de la cuenta que di en la contaduria de V. E., del gasto de la
boda. V. E. dijo que yo me los tuviese. Invió V. E. al camarero de
allí a año y medio con orden que cobrase de mí los cinco mil ducados;
díselos el propio día. Han quedado en mi poder los ocho mil cuatro.
cientos reales.
86 —
Y como estoy preso y desterrado, y con más rigor que ha estado
caballero jamás, y cada día se ve peor condición en mi carcelería —he
querido traer esta deuda a la memoria de V. E. para que yo acabe
esta cuenta y dé satisfacción, como es justo y lo debo hacer cómo y
cuándo V. E. mandare; certificándole que he de vivir y morir a sus
pies en todo tiempo, conforme a mi obligación. Nuestro Señor guarde
a V. E., como deseo y he menester. Uclés, 25 de febrero de 1621.
'Excmo. Sr.
besa a V. E. la mano
su criado,
DON FRANCISCO
DE QUEVEDO-VILLEGAS.
DE QUEVEDO AL CONDE-DUQUE DE OLIVARES
Excmo. Sr.:
En materia de religión católica no se podrá llamar el celo entremetimiento, ni será fuera de propósito hablar en caso tan apretado y
tan importante quien con esto sólo puede mostrar, su sentimiento, y a
vuecelencia parte del deseo que de acertar a servirle tiene. Todos, los
que tenemos crisma somos parte legítima, y como tal debemos ser
oídos; y toca a vuecelencia el encaminarlo a mejor estado.
Digo, señor, que siempre tuve por inconveniente político (confesando por más acertado lo que el Santo Oficio ordenó) quemar vivo
con solemnidad a Benito Ferrer, que murió por sus errores tan obstinado y tenaz, que dél se cogieron semejantes escándalos; y que a su
imitación, otros ambiciosos de nombre y posteridad y rumor de los
pueblos y naciones, se pasarían riendo por las llamas. Apresuróse, como
se ve, más de lo que yo quisiera la imitación de aquella porfía; y
cuatro días ha padecemos, en el más sacrílego ultraje, el propio sacrilegio. Lo que más me aflige es la sospecha de que los herejes, de
quien hemos sido hospedaje, invían estos desesperados (habiendo comunicado dudosos) para confirmar los sectarios con su osadía: es fuerza esta parte el haber acuchillado imágenes, antes que se fuesen, y
haber desatádose estas furias, después de idos.
Los castigos todos son justos, y todos son pocos: en esto convenimos. Resta mirar con qué modo harán el efeto que se desea ; siendo
el principal extirpar y extinguir con el ejemplo semejantes ofensas, y
lo que es peor, la intención disimulada de establecer con las cenizas
destos malditos sus errores, procurando copiar esta diligencia de los
- 187
tormentos de los santos mártires, que por el cuchillo y la llama fortalecieron la verdad apostólica romana. Y es cierto que estos tales
herejes temerarios, inducidos de la persuasión de los predicantes, con
el nombre y la veneración de la posteridad que les prometen, ambiciosos de la adoración que niegan y de los altares que profanan, dan
por pasados los años que les pueden quedar de vida, y tienen por logro
lo que pierden ; y compran a precio de toda el alma y de la mejor
parte de su vida un ringlón en los calendarios de IVIompelier, Holanda
y Inglaterra.
Y siendo, esto así verdad, parece medicina sigura y descansada burlarles esta diligencia con que el Santo Oficio de la Inquisición a todo
hombre que vivo e impenitente se deja quemar, le queme vivo con
el propio secreto que le prende. Y no será menos útil este silencio
que aquel, pues el primero aseguró la prisión, y el segundo el acierto
del castigo, pues con esto descaecerá su vanidad, y el arrepentimiento
tendrá menos que vencer para reducirlos, y los novatores tendrán más
corto blasón de los que, siendo demonios, llaman mártires. Y es de
considerar que se obviará no menor inconveniente en no ocasionar a
los ignorantes hombres y mujeres del pueblo preguntas escogidas y
admiraciones del sufrimiento ; antecedentes que disponen conclusiones
al error.
Tiene toda la gente baja en tanto precio la vida y salud, que cuando
ven que uno la desprecia y busca la muerte animoso y resuelto, no
saben llamarle loco ni temerario ; y, al que no alaban, le ponderan
y encarecen. De aquí nace el andar diciendo unos: «¿Cómo no se le
tragó la tierra?» Otros: «¡ Que no hablase palabra ni se quejase!»
Pregunta es la una, admiración la otra : no culpables por heréticas,
mas poco seguras por maliciosas.
Señor, Nerón y todos los que degollaron cristianos y los quemaron sin saber lo que se hacían, propagaron nuestra fe. Así dice muchas
veces la Iglesia que está fortalecida con la sangre de muchos mártires. La mayor persecución de la Iglesia (menos colorada, pero más
peligrosa que todas juntas) fué la de Juliano Apóstata; léese en el
tomo IV de Baronio, folio 12, número 22, y a la margen la señala
con estas palabras: Persecutio Juliani diversa ab aliis. «Persecución de
Juliano diferente de las otras.» Longe dispar haec persecutio fuit ab
aliis per ethnicos Imperatores illatis, cum illi, christianitate vetita, adversus ejus cultores sanctirent promulgarent aedicta, quibus et fideles
ornnes Diis sacre lacere, quernquam invitum cogebant, christianae
fidei desertorem. Quamobrem, nos inter persecutiones hanc recensendam esse, complures existimavere; at yero sanctus Augustinus contrarium plane sentit, cum ait (de Civitate Dei, lib. 18, c. 52): «Deinde
quid responclet etiam de Juliano, quem non nurnerant inter decem persecutores Ecclesiae?»
188 —
San Agustín, padre de las religiones, en cuyo convento, con -hijo
suyo, sucedió el caso de que se trata, dice que Juliano fué mayor per.
seguidor de la Iglesia que todos, con modo diferente y más ingenioso,
envidiando la confirmación de "los mártires con no atormentar cristianos : máquina infernal y terrible, que debajo de clemencia mina todos
los progresos de establecer la verdad.
Confirma esta dotrina, excelentísimo señor, el principio de la bulla
con que Julio II intimó el Concilio general apud Lateranum, que blasona así por toda la Iglesia : Julius, Episcopus, servus servorum Dei, ad
futuram rei memoriam: Sacrosantae Romanae Ecclesiae martyrum sanguine consecratae. Cosa de que por los efetos se pone en primer lugar;
y por la propia razón se les ha de descaminar a los herejes esta diligencia tan eficaz para establecer su engaño, y considerado que las
penas y establecimientos del Santo Oficio fueron, no sólo para castigar los herejes, sino para expeler y extinguir la inundación que entonces infestaba estos reinos. Así lo dice el rey don Fernando en la cédula
suya de las Ordenanzas y nueva institución del Santo Oficio: «Como
nuestro muy santo Padre, queriendo proveer e remediar en la total perdición que en nuestros reinos había, por causa de la herejía y apostasía», etc.
Me parece (salvo lo que los inquisidores determinaren, que será
lo conveniente) se podría variar el modo de castigo con los que, ambiciosos de morir, engañados de la posteridad, vienen a hacer más daño
quemados que vivos.
Pues castigar al doméstico pertinaz en su error, tiene alguna diferencia que al advenedizo y. inviado no a otra cosa, sino a negociar (con
el escándalo de sus sacrilegios, y -la publicidad de su castigo, y la
obstinación de su engaño) dudas en los ignorantes, e ignorancias en
los dudosos, y pompa a sus historias y mentiras. Y con recatarles el
espectáculo sin remitirles el fuego, padecen dos castigos: el de la herejía y el de la intención; y de esotra suerte sólo uno, y ese le desquita en su maldad la asistencia popular, y los errados prometimientos
de sus desinios y asechanzas.
Baronio, página 9, número I : Verum clementiae obtinet persecutionem, celant atque instar flexuosi illius serpentis qui ipsius animase
obsidebat, omni genere machinarum ad baratrum suum miseros calide
pertrahentes. Ac nec eos honores qui martyribuS haberi solent, consequeremur: Chnstianis homo egregius invidebat; prima illius fraus aut
versutia haec fuit, ut qui Christi caussa excruciabantur, non ut Christiani, sed ut facinorosi supplicio afficerentur. En sus epístolas se conoce
cuánto procuró (de invidia, no de piedad) excusar martirios a los cristianos. En la epístola) a Eudicio, prefecto de Egipto, dice así : Etsi nihil
de caeteris -srribis, attatnen de dio Deorum poste Athanasio scribere
certe debuisti. Testor magnum Seraphim, nisi ante calendas Decembres
— 189
inimicus Deorum Athanasius ex ea urbe, vel potius ex universa Aegipto
di,scesserit, centum auri pondo quae tibi paret multatum iri. Repetidamente le llama enemigo de los dioses, y se desentiende del martirio
por no darle esa gloria, ni ese triunfó" a la Iglesia; y habiendo con
desprecio quebrantado ese destierro, y sabiéndolo Juliano, escribe en la
carta cuyo título es Aedictuth ad Alexandrinos: «Audio , Athanasium
audacissimuin solita audacia elaatum Episcopatus seden:, ut ipsi appelant
iterum usurpare; id yero non mediocriter Alexandrino populo displicere,
quare euro urbe jubemus excedere.» Y siempre, para apurar más la
persecución, les excusaba el mérito en los tormentos, por temer el crédito que daba a la religión su paciencia y constancia en ellos. Tanto
puede el valor en las llamas y en el cuchillo, y tanto se debe rehusar
el alimentar la ambición de los obstinados, con los espectáculos.
Y a mi ver, quitarles la publicidad y borrarles la noticia con el
silencio, es desarmar su intención. Esto se autoriza con las palabras de
Nahum profeta, capítulo 2: Viras Iones illudentes in igne; de donde
Teodoreto : Tanta erat praédicti audacia, ut etiam ignem aggrederetutr.
Señor, para encarecer el profeta la suma valentía de los que han
de destruir, dice que serán varones fuertes que se burlarán en el fuego.
Mucho autoriza los errores con los ignorantes, el desatino que desprecia
la vida. Lo que procuran los herejes es poder contar vidas cudiciosas
de la muerte, y muertes tan execrables, apetecidas y buscadas por ultraje de nuestra sagrada religión. Estos son castigados cuando arden
sin testigos; y gozan premio, cuando se dilata la voz y se crece el
aplauso. Al qué pecó y pide misericordia se debe sacar en público con
penitencia; que su arrepentimiento es el desengaño y oprobrio de los
heresíarcas y sectarios; mas los pertinaces hasta la muerte, tengan castigo con silencio.
A Cristo prendieron como a ladrón y facinoroso; y viendo San Pedro
asido a Dios verdadero y manoseado de los corchetes, cortó la oreja a
uno; y dice Tertuliano: Patientia Domini in Malcho vidnerata est, y
sana al fariseo, y amenaza a su valido. Obra de gran legislador : padecer
para que se establezca su ley, y que en público no padezca quien se
la contradice.
Fueron a pedir alojamiento para Cristo, Juan y Diego; no se le quisieron dar, respondieron con injurias. Dijeron a Cristo, celosos de su servicio, introduciéndose inquisidores: «Señor, deja que mandemos al
fuego que baje y los queme.» Y respondió: «¿De qué espíritu sois?
Yo, que enseño la ley y la establezco, he de morir, y esotros no», los
que la contradicen, que a éstos penas y castigos les están señalados,
de que no pueden' huir.
Que estos malditos heresíarcas y dogmatistas afecten el nombre de
mártires, consta del concilio Laodicense, capítulo 33, cuyo título es :
De martyribus ha-ereticorum: Quod ~mem Christianum non bporteat
190 -
deserere tnartyres Christi et ire ad pseudotnartyres, id est haereticorum,
el Concilio previene y prohibe el séquito y el ruido que estos malditos
afectan, a quien llama a Deo, alienatos.
Y cuando no se les quiera dar el fuego (a los obstinados y endurecidos) en secreto, no sea en la corte, donde nunca ha sido, por la asistencia en ella de los embajadores de príncipes herejes, y el concurso
de naciones; lo que no hay en Toledo. Y así menos se irritan con el
castigo, y menos se fortalecen en su error con el espectáculo; y 'cuando
lo sepan es diferente la eficacia de la relación a la de la vista.
Esto es el medio que se ha observado, sospecho por esta causa;
que, a mí, único me parece el del castigo y fuego secreto; pues se
excusa que su apatía o su entereza o su obstinación no desasosiegue
a- los ignorantes, y que los que les siguen no busquen sus cenizas, como
se vió en Benito Ferrer, y que los ladrones dijesen que era el que había
resucitado, y otras cosas de gran riesgo y desacato a la religión y al
ejemplo.
Vulgar es el ejemplo de San Ambrosio y el Emperador, en razón
de haber entrado a oír misa dentro de las rejas del altar y pisado las
gradas. Sacóle el Pontífice dellas, diciéndole que era diferente la púrpura imperial que la vestidura del sacerdote; que le desembarazase el
altar a él y a su ministro. Esto llamaron comunión laica, cosa pocas
veces examinada; y en su declaración trai D. Francisco de Mendoza,
en el Concilio Illiberitano, este caso de San Ambrosio y el emperador
Teodosio: Ea (inquit ille) isthinc videre tibi non licet, habent in Dei
templo sacerdotes, habent et laici locura suum. Esto prohibió en España el Concilio Bracarense 1, in 6 sinodo, can. 69: Nulli omnium (ait)
qui sit in laicorum numero, liceat intra sacrum altare ingredi.
Por esto conviene mucho que no haya altar en que se celebre sin
verjas, donde con gran prohibición entren sólo sacerdotes y acólito;
que olvidando esta ceremonia tan respectiva al sacrificio de la misa,
ya se introduce en prerrogativa de caballero el tropezar con el retablo y el misal; de suerte que los más estorban con desacato lo que
deben atender con devoción y humildad. Y restituyendo esta clausura
tan debida a tan gran sacramento, se conseguirá que los herejes no
puedan llegar a los altares con manos violentas, ya que no se puede
estorbar (por las paces con ellos) que no entren en la iglesia, como
lo mandó el concilio Laodicense, capítulo 6: Quod haeretici non per-
mittendi sint ingredi in domum Dei.
Las oraciones y los sacrificios, y la enmienda de los pecados que
nos negociaron tan grande castigo, muy lucida demostración hacen; y
esto no hace magnífica la desesperación enfurecida deste precito. Ni
ha de ser el desconsuelo y el luto por el ultraje a Dios, que tan en
salvo tiene su grandeza, y su persona no aventurada a la violencia y
malignidad de los herejes; que antes este sufrimiento de Cristo que no
- 191 '
se cansa de padecer ni se harta de afrentas, es, como dice Tertuliano
en el libro de Patientia, lo que más crece la reputación de su santa y
solamente verdadera dotrina : Mira equinimitatis fides, qui in hominis
figura proposuerat latere, nihil de impatientia hominis imitatus est. Hinc
vel maxime, Pharisaei, Dominium agnoscere debuistis: patientiam hujusr
modi nemo hominum perpetraret. Talia tantaque documenta quorum
magnitudo penes naciones quidem detrectatio fidei est, penes nos voro..
cratio et instructio.
Puede ser que yo proponga a vuecelencia lo que en parte convenga,
de tal manera, que me pese de que los sucesos me acrediten. Lo conviniente será lo que mayores ministros ordenaren, y a lo que el entendimiento y voluntad de vuecelencia diere consentimiento; pues tiene
por tarea la atención a las mayores conveniencias de la corona de España y del estado de nuestra sagrada religión, que nunca pueden ser
diferentes. Dé Dios a vuecelencia en todo los aciertos que desea para
el servicio de su majestad, y larga vida con buena salud, como yo
deseo, y hemos menester sus criados.
De Madrid, a 9 de julio de 1624.
Besa la mano de vuecelencia,
DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS.
[Rúbrica.]
DE QUEVEDO A PERSONAJE DESCONOCIDO
Como si ignorara cuán fuera está de su albedrío quien tiene pleitos,
ofrezco acompañarle en esa sierra. Yo padezco los milagros de la trampa,
pues siendo la cosa juzgada el postrer seguro de los procesos, es ya
mi mayor desasosiego. Por ella he acabado de entender que, de las
dos plagas de la vida (que son pleitos y pretensiones). es la mejor y
más honrada el plieto, con ser de tales costumbres que se trae con el
contrario la menor parte y la más leve : porque la que se trae con el
letrado, no tiene duda que he de ser condenado en ella, pues la pago
cada día, y la de los procuradores, cada hora; pues la parte del pleito
con los jueces que le han de juzgar es la peor, porque en ella es reo
la paciencia y la comodidad, por la sumisión y la asistencia. Y quien
a estas tres partes va condenado, lo menos pierde en el negocio si
le pierde; y si le gana, esto, que es tanto más, queda perdido. Bien
entendió esto Cristo nuestro Señor, que nos mandó dejar la capa, pues
si la queremos defender, nos la llevarán, con los hombros y los brazos.
Esto basta, que los pleitos son cansados aun referidos.
192 -
Díceme vuesa merced que le escriba qué entiendo desta pragmática de los precios, porque teme vuesa merced la malogre la maña de
los regatones. Digo, señor, que ella tiene larga vida,- y que, a mi parecer, dieron su voto para hacerla los ángeles de guarda de España. El
Cardenal Presidente tiene en su resolución triaca para lo que ordena.
Acertó su majestad (Dios le guarde)- la cura al tiempo, en condenarle
a padecer los cuidados de la presidencia, en ocasión que, de puro muerto,
se pedía el cuerpo de la república para anatomía, habiéndole sido más
mortales los remedios que los peligros.
Cuando las monarquías para su salud acuden a sus arbitrios, poco
entretienen, nada sanan, ¡ Qué de remedios habrá experimentado el buen
deseo, de que le hizo desdecir la ejecución! Llegó el cardenal de Trejo,
y por el desorden adelante, adestrado de bien informada noticia, se
fué a dar con la enfermedad donde estaba disimulada. "Previno con el
Supremo Consejo de Justicia cosas que se pueden preciar, antes de
inscripciones que 'de consultas; y publicó esas recetas, esos precios, esas
pragmáticas; y donde no valió el hierro ni el fuego, pudo el ensalmo:
sanó con palabras lo ya incurable, y sin tomar el año de 24 en la
boca, lo embocó por las tiendas, sin que lo entendiese este año ni lo
pudiesen estorbar las varas de medir.
Es útil, y es descanso ya, el comprar y vender, que tanta prosa
gastaban; son gente de pocas palabras : el comercio es cartujo, contrátase por señas, señalan la ropa, enseñan el renglón, y pagan el dinero.
Este ario ha fenecido la más costosa parte de la porfía en el regateo,
y el tanto mas más cuánto del precio. Creo se seguirán dos daños:
uno, que el silencio forzoso enfermará a los sombrereros, que vendían
más lo que decían que lo que daban, y a los demás oficiales en quien
la buena prosa pasaba por bondad de la niercaduria, en unos por largo,
y en otros por peso. El otro, que se han de desesperar los que se
vistieron anteayer, viendo lo que pudieran ahorrar hoy.
Al fin, señor, el Cardenal ha metido en paz a la necesidad y al
socorro; y en su provisión a la presidencia, podemos decir se cumplió
aquel refrán, que andaba vagamundo sin entenderse: «A Roma por
todo»; pues lo hemos traído todo en traerle de Roma. Yo, cuando estuve en Italia, señas estudié en él de todo esto.
Olvidábaseme otra cosa de lo presente, bien sustancial y más importante. Traía por la permisión y descuido de la justicia el homicidio
mercancía, y la muerte del padre era usura para el: hijo, y la del marido para la mujer; ellas descansaban y enriquecían, y los hijos con
las muertes de sus padres heredaban su hacienda y su vida. Y así, era
a los hombres tanto más peligrosa su vida, cuanto más dinero podía
valer su muerte; perdonaba la parte, y la horca veía hacer el oficio de
sus cordeles a los cerradores de las bolsas; pagaban la muerte, y no el
haberla hecho; no tocaban, lo que les tocaba, la justicia ni el escar-
- 193
miento. Vino el Cardenal, y en muertes a traición alevosas y seguras
los ha ajusticiado; cosa que ha hecho mudar de vereda a los retraídos y de confianza a los perdonados.
Mucho ha hecho en pocos días, pues se vive seguro .y barato. Bien
creo que a los principios faltará algo al regalo, mas en perseverando
la orden, las propias mercadUrías, si las escondieren, venderán a los
mercaderes a menos precio, Todo lo ha intentado; mas entre el castigo y la orden no cabe alguna negociación, y la respuesta a los inconvenientes es aquella palabra robusta: «Ello ha de ser.»
Estos días no había una gallina aun para una pendencia; ya sobran
en la plaza, y así será en lo demás. Dos cosas quedan ahora por esforzar : la ejecución en los ministros inferiores, y el acomodamiento
del trigo. Yo aseguro que el Cardenal dé con ello, y después le será
fácil hacer en la moneda lo conveniente.
El punto de los alguaciles y escribanos es más importante que parece, que es en la orden que no hacen bien su oficio; son dispensación
de delitos, y su codicia puede revocar lo que el Príncipe ordena.
Es cierto que al celo que su majestad ha tenido, tan ansioso de
corregir las desórdenes, le ha inviado Dios la persona de que necesitaba, con que se han logrado las mejoras deste reino.
Yo quedo acabando una Prefación al Comento de León de Castro
sobre los Profetas menores, cosa que me ha fatigado mucho; quiera
Dios sea a los estudiosos de alguna utilidad. Remitiré a vuesa merced
el Sermón estoico, y avisaré de los semblantes del daca y toma enmendado. Dé Dios a vuesa merced su gracia y larga vida con, buena salud.
DE QUEVEDO A LUIS XIII, REY DE FRANCIA
[En la portada.
QUEVEDO AL REY DE FRANCIA.
[A la vuelta de la portada.]
DIVUS JOANNES CHRISOSTOMUS. ORATIONE DE AVARITIA.
Timete, qui pauperibus injuriam facitis. Habetis vos potentiara, divitias, et pecuniam: sed habent illi omnium
validissima arma, gemitus, et lamentaciones: et illud ipsum
injuriara pati, qua auxilium de codo atrahunt. Haec arma
1 94 —
domus suffondiunt, fundamenta diruunt, urbes everterunt,
universas radianes fluctibus obruerunt. Tantam gerit Deus
corran qui laeduntur providentiam.
[Encabezamiento.] Psalmo XLIII. Ervctavit cor meum verbum bonvm.
Dico ego opera mea Regi.
Pronunciará mi corazón buena palabra. Yo. Don Fran.°
de Queuedo Villegas Cauallero del hábito de Santiago. Digo mis obras.
AL CHRISTIANISS ° REY DE LOS FRANCESES Luis XIII.
Psalmo. 67. V. 32. Disipa gentes, quae; bella volunt.
Destruye las gentes que soliciten la guerra.
SYRE.
Dios nuestro Señor, que solo es Rex Regum, et Dorninus Dominantium, manda en el Eclesiastés, cap. x, v. 20, con el respeto que la
lengua .y la imaginación deben tratar las acciones de los reyes: «No
murmures del rey - en tu imaginación, ni en el secreto de tu aposento
maldigas al rico, porque las aves del cielo llevarán tu voz, y quien tiene
' alas parlará tu sentimiento.» Yo hablaré con vuestra majestad con tal
respeto, que por ninguna palabra sea culpado en tan descortés inobediencia, ni tendrá en mi imaginación en qué ser chismosa alguna ave
de las que vuelan atentas, aun por el silencio del pensamiento. Leed
estos ringlones con la benignidad que a vuestra grandeza merece un
español extremadamente amartelado de vuestras glorias, que ha gastado su admiración en aplausos a los triunfos que vuestra niñez ha
tenido por juguetes, cuando vuestra cuna belicosa se vió asistida de
más gloriosos vencimientos que la de Alcides, ahogando entre vuestros
brazos en Monpeller, Nimes, San Juan de Angeli, Morltalván y la Rochela, sierpes de cal y canto, con tantas cabezas como vecinos: hazañas y trofeos que el gran Enrico vuestro padre receló imaginar. CarloMagno, vuestro ascendiente, fué primero que vos en el tiempo, no en
la fama. Llamóse Magno porque os pudiésemos llamar Máximo, creciendo vuestro renombre al de Carlo, al de Pompeyo y al de Alejandro,
que se igualaron en uno mismo. Habéis unido vuestro grande reino,
desarmando la herejía, que os molestaba en división sediciosa. Adquiristes el nombre de 'Cristianísimo, no contento con sólo heredarle. Por
vuestras armas respiró en vuestra corona la religión. Vuestros lirios se
limpiaron de espinas que a Cristo nuestro Señor tejieron corona sangrienta. La nave de San Pedro tuvo puerto y comercio de vida eterna
en nuestros mares, y a sus llaves no dejó en Francia puerta que no
- 195
abriese vuestra soberana piedad. Toda la monarquía de España ha sido
teatro de aclamaciones a vuestro nombre; y el rey católico, mi señor,
posponiendo la materia de estado a su celo y al vuestro, desamparó a
Montalván y a la Rochela del socorro que le pidieron, poniéndose debajo de su protección; y pudiendo políticamente embarazaros con vuestros vasallos, para que no le inquietásedes los suyos, escogió el tener
queja de vuestra majestad, antes que ocasionar que de su religión y
celo la tuviese la comunidad de todos los fieles. Y pues si el rey mi
señor amparara a vuestros rebeldes, no hubiérades conseguido tan gloriosos fines, a su ánimo real debéis cuanto habéis hecho, y con mayor
razón habiendo asistido con sus armas a vuestras empresas, oponiéndose a la valerosa invasión del rey de Inglaterra, que tan solariega fortuna tiene sobre vuestros señoríos. No acuerdo a vuestra majestad de
los casamientos recíprocos, porque sé cuán poco detienen estas prendas los intereses reales. La majestad esclarecida de vuestra serenísima
madre, por descansarse del cardenal de Richeleu (sic), vuestro privado, o ya por asegurarse de segunda prisión .(que fuese duplicada
nota), se retiró a los estados del rey mi señor en Flandes, donde como
dos veces hijo, por vuestro nacimiento y por el de la serenísima reina
mi señora, la recibió con las demostraciones de amor y reverencia, que
no pudiera exceder vuestro padre de inmortal recordación, que descansa (así lo creo) en el Señor. Y perdonara la majestad católica de
don Felipe IV las prerrogativas con que se exornó su grandeza en
esta ocasión, por- no ver a vuestra majestad su muy caro y muy amado
hermano, amenazado destas palabras del Espíritu Santo : «Quien aflige
al padre, y obliga a huir a su madre, es ignominioso y desdichado.»
Son tan ejecutivas en lo literal del suceso estas palabras, que mi buen
deseo de serviros ha vencido el temor de dároslas a leer. Yo me persuado, por la grande afición que a vuestra esclarecida persona tengo,
que el obligar a huir a vuestra madre (lo que literalmente como sucedió
dice el Espíritu Santo), sea cargo del cardenal, vuestro despótico valido.
Empero hallo la propia culpa y más descrédito en vuestra soberanía en
obedecer para esto su astucia que si lo obráredes por algún desabrimiento dé vuestra condición.
Después, doliente de la misma púrpura monsur [sic] duque de
Orliens, vuestro solo hermano (y por el estado presente inmediato he.redero), se fué mal contento con mucha nobleza de su séquito y servicio a Flandes, o a acompañar a la reina su madre y vuestra, con las
propias quejas, y al parecer mayores, o a asegurarse de la ambición,
que en su manifiesto, por el duque de Momarahsi [sic], acusó a la
eminencia del cardenal, que creciéndola sobre su alteza, le amenazaba.
El rey mi señor le recibió con sentimiento de que os dejase : procuró
que en el amor conociese con toda su gente que mudaba de país y no
de hermano. Confieso que por la voz del mundo sintió el rey mi señor
196 —
hallarse asilo forzoso de vuestra más próxima parentela fugitiva, y ser
retraimiento de los temores de la majestad de vuestra madre y de la
alteza! de vuestro hermano. La atención desocupada llegó a sospechar que era estratagema dispararle Francia tan esclarecida familia, para consumirle en gastos y sueldos, viendo que expendía en esto más tesoro que en sustentar los ejér-,
citos que vos, le ocasionastes con traer los suecos a Alemania y con
alimentar sus rebeldes en Holanda. Quedóse esta malignidad en los
cerebros desvelados, cuya tarea es lograr malicias que sueñan. Empero
el rey, mi señor, nunca pudo reparar en gastos tan forzosos por su magnanimidad, ni a tanta grandeza se pudo atrever (aunque bien aparente)
sospecha tan civil para sienes abrazadas de tantas coronas.
Incomparable grandeza de su corona real fué no recelar, señor, de
franceses huidos y descontentos de su rey y de su tierra, precediendo
en su noticia la advertencia literal de Polibio, cuyas son estas razones:
«Estaban entonces en aquella ciudad cerca de ochocientos soldados
franceses, que conducidos de los epirotas, por su sueldo la defendían.
Y habiendo tratado con éstos de vender la ciudad, no contradiciéndolo
los franceses, se arrimaron a la tierra, y luego favorecidos dellos se apoderaron de la ciudad y de cuanto en, ella estaba.» Pocos ringlones más
abajo este autor griego, de tan venerable autoridad, dice: «Empero,
¿quién pudo ser tan ignorante de las cosas, que no temiese la común
opinión que con todos tienen los franceses de leves y inconstantes, y
que se atreviese a fiar de la fe suya, ciudad nobilísima por fama, y que
tenía muchas ocasiones de quebrar el concierto; y principalmente fiarla
de aquellos franceses que habían sido antes arrojados do sus propias casas por los mismos de su nación, y por traidores a sus deudos y parientes?» Con unas propias palabras ponderó Polibio aquellos franceses y
los que se huyeron a Flandes con vuestro hermano. Aun éstos con
nombre más feo, pues iban, como aquéllos, fugitivos de su patria, no
sólo arrojados por sus deudos y parientes, sino por vuestra majestad,
que sois su señor soberano, y los mandastes declarar por tales.
Todo esto no hizo impresión en el pecho real del rey mi señor, y
menos el grito de aquel proverbio griego, que refiere Eginharto alemán cronista de Carlo-Magno, que le sirvió en su vida y que dice así :
Tóv cDpocyxbv cp(Xov gxpq, ysíTova oix gxjz . «Ten al francés por amigo;
no le tengas por vecino.» Empero el monarca católico, que por disposición
de la naturaleza tiene a los franceses por vecinos en España, los admitió
por vecinos y güéspedes en Flandes, y de su parte en todo el mundo
por amigos. Como cuñado y como rey no pudo dejar de acoger prendas de, toda vuestra obligación, que en sus tierras buscaban acogida.
Ni le podéis hacer cargos de que admitió a vuestro hermano, y de que,
como yerno, mandó que en Bruselas , sirviesen a vuestra madre; pues
sólo se pudo excusar, Syre, el ocasionar que se fuesen. Esto no lo cau-
- 197
saría vuestra clemencia : la fuga no acusaba corona, sino capelo. Si no
amparara el rey mi señor a la majestad de vuestra madre, se quejara
de su grandeza todo el mundo, y faltara (lo que no podía ser) a la
obligación de caballero, y vos os quejárades entonces con razón; y por
esto, si os quejáis (lo que no creo) de que la haya amparado, esta queja
sola os puede ser indecente, y aquel sabrá reverenciar vuestra grandeza
que no la creyere.
Si dijéredes que asistió a vuestro hermano, yéndose mal contento de
vos, juzgaldo, señor, y veréis que, no pudo desentenderse de que era
vuestro hermano y su cuñado, y que no debió persuadirse era vuestro
enemigo; antes debió temer lo fuese suyo, lo que brevemente mostró
su alteza, con que grangeó de vuestra majestad acogimiento agradable.
Vos podéis permitir que los que os asisten ocasionen fuga a vuestra
madre y hermano; empero ningún príncipe puede excusarse de asistidos.
Ahora revolved en lo hondo de vuestro pecho las palabras del Espíritu Santo, que son estas: «Seis cosas aborrece Dios, y la sétima
la detesta su alma.» Y la sétima que señala es «el que siembra discordias entre los hermanos». Deste, de quien abomina la alma de Dios,
debe abominar vuestra alma, y más cuando llegó a mezclar y sembrar
discordias entre madre y hijo.
Vuestro hermano reconoció el hospedaje que el rey mi señor con
tanto amor le hizo, con desaparecerse en forma sospechosa, recatándose de sus vasallos que le servían. Sintió que se fuese huyendo, por
ver que acreditaba su persona con esta acción aquel medio verso de
Claudiano que dice : «Antes que la engañosa Francia expela los
reyes» ; y fuéle grata su partida, porque se volvió a vos reconciliado, sin reparar en el modo que dió tanto que decir, acordando a la
majestad católica de aquellas palabras del rey don Sancho el Bravo, su
antepasado, que se leen en su crónica impresa y son tales: «Y porque
los franceses son sutiles, y pleyteosos, y muy engañosos y dafíosos a
todos aquellos que han pleitear con ellos, y todas las verdades posponen por hacer su pro...» _Estas palabras que en tan grande rey
fueron consejo a sus sucesores, para con vuestra majestad pudieran padecer la excepción de ser español quien las dijo, •si Polibio no desempeñara esta verdad con los ejemplos siguientes: «Los franceses auxiliares que estaban con Scipion, juzgando por mejores las esperanzas de
los cartagineses, señalado entre ellos el tiempo de la maldad, tomaron
determinación, y a la media noche, cuando vieron que todos estaban
ocupados del sueño, estando en sus cuarteles armados, luego que dieron
ocasión oportuna, salieron y dieron muerte
te a la mayor parte de los
romanos que encontraron, hiriendo a los demás; y finalmente, cortando
las cervices de los muertos, se juntaron con los cartagineses.» Y en
el libro segundo : «Los franceses más se •mueven por ira y ímpetu,
que por razón»; y en el libro tercero: Ut Galli protractis longius rebus,
ut est gens levis, atque infida: «Los franceses, dilatadas más largamente
las cosas, como es gente ligera e infiel.» Y en el propio libro segundo :
Hic arta inter eos pro divisione praedae seditio, usque adeo ptocessit,
ut non solum praedae, •verum etiam imperii magnum partem perdidetint: quod frecuenter accidere Gallis consuevit, ob inmoderatas eorum
crapulas, atque abrietates (lib. 2.): «De aquí la división que entre ellos
,
e
se levantó por el saco y presa, llegó a tanto, que no sólo destruyó el
despojo, sino grande parte del imperio, lo que frecuentemente suele
acontecer a los franceses por sus demasiadas glotonerías y embriaguez.»
No os refiero estos lugares por emulación, sino por recuerdo que
os puede ser útil, y que os merece por mi intención piadoso oído, pues
sois señor de gente que os adelantó la corona en el cuchillo infame
que siendo su rey quitó la vida a vuestro glorioso padre. Conozco las
admirables proezas que en todas las edades que ha vivido el mundo
han hecho los franceses con sobrehumano valor. ¿Qué memoria no
tienen agradecida y amartelada a su esfuerzo por la conquista de Jerusalén? No pretendo yo escurecer estas acciones, antes pretendo que
los franceses no las escurezcan. Pretendo que aquella nación que tanto
sudó por libertar •el sepulcro que tres días tuvo en depósito el cuerpo
de Cristo, no se desdiga en la fe, y degenere haciendo monumento de
su precioso cuerpo y sangre, los vientres de sus caballos. Esto antes es
celo que envidia : primero se me deberá el nombre de acreedor que
el de émulo.
No me dió ocasión de embarazar vuestra soberana atención con
estos ringlones, el haber tolerado contra la casa de Austria, cesárea y
siempre augusta, ejército formidable de herejes, asistido del ímpetu del
rey de Suecia; ni el haber dado en Italia vuestras tropas. como dice
Lucano, «el derecho a las armas, con que habéis ocupado plazas y
fatigado la cristiandad con armas violentas; ni el haber quitado sus
tierras al duque de Lorena, no tanto porque pudistes, como porque se
fió de vos».
Estas acciones son de moderada hostilidad, y a los reyes persuade
a que las ejecuten, o la pretensión o el odio, tal vez el orgullo, y las
más la ambición cudiciosa de creerse a costa de sus vecinos, lo que
honestan los pretextos inventados. Nada de esto hirió mi ánimo, ni
arrebató mi pluma, encaminándola con fervor animoso a vuestro servicio. Ni se apoderó de mi corazón la nota que con vuestras armas dió
Mos de Xatillón, vuestro general, a las tropas del rey mi señor, que
conducía Tomás, príncipe de Saboya, ,dofide su vitoria fué triunfo para
los tercios, uno de españoles, otro de italianos, que desamparados de
su caballería y de las naciones, anegados de vuestro ejército, combatiendb
uno contra ciento, fueron vencidos del,excesivo número, no del excesivo valor de los vuestros. Murieron porque no quisieron vivir a trueco
de que no dijeran los franceses que temieron la muerte.. Juzgaldo vos,
198 —
—
199
Syre, cuál fué mayor valor : ¿pelear con •los que no podían dejar de
vencer, o pelear con los que no podían dejar de ser vencidos? Apoderóse, empero de mi espíritu el saco de Mos de Xatillón, vuestro general, y de sus franceses, en Tillimón : estando parlamentando con la
villa, saqueó el lugar, degolló la gente, forzó las vírgenes y las monjas
consagradas a Dios, quemó los templos y conventos, y muchas religiosas; rompió las imágenes, profanó los vasos sacrosantos; últimamente,
¡ oh, señor I, ¿díselo?
(Si bien se espanta la alma de acordarse,
Y con dolor rehusit la memoria)
dió en las hostias consagradas a sus caballos el Santísimo Sacramento,
que por excelencia se llama Eucaristía, bien de gracia, pan de los ángeles, carne y sangre de Cristo, cuerpo real y verdadero de Dios y
Hombre. ¿Qué le dejó esta furia y ejército de demonios que desear
más al infierno? ¿Qué castigar al cielo? ¿Qué acusar a la naturaleza?
Y ¿qué llorar incesablemente a vuestros ojos? ¿Qué más que morder
rabiando a sus conciencias? Vos, ungido con olio de crisma como cristiano, con olio del cielo como rey cristianísimo, por esta acción y hablando de este olio, podéis decir: «Perdí el olio y la obra.» No
vieron los holandeses, siendo herejes, estas acciones de vuestros soldados con ojos enjutos.
¿En qué, pues, gastaréis vos los vuestros, sino en lágrimas? Y aún
estoy por persuadirme que la vestidura del eminentísimo cardenal vuestro y de Richeleu se pondrá más colorada con la vergüenza que con el
múrice. ¿Cómo, siendo vos cristianísimo, permitiréis lo que los calvinistas
y luteranos detestan, y lo que Satanás no ha podido obrar con otras
armas que con las de Xatillón? ¡ Oh cuánto consuelo me fuera que
hubiérades aplaudido a escuras aquella nota, pues permitiendo encender
luminarias en toda Francia y en París, vuestra corte, por ella son hoy
otros tantos testigos que deponen que vos enviastes al general, que
estuviera encendido con más razón que todas!
¿Cómo, muy poderoso rey, ocasionaréis que digan que los herejes
que en Francia desarmastes para vuestra quietud y gloria, los armáis
en Flandes para opresión de los católicos y para agravios de Jesucristo;
que os armastes inquisidor contra herejes, para armar herejes contra
inquisidores? Yo me persuado que no fué ni pudo ser tal vuestro intento, que sois rey, y rey grande, y tiene Dios vuestro corazón en su
mano, y teméis la venganza de Dios, que repetidamente se llama Dios
de venganzas. «Dios de venganzas, Señor Dios de venganzas.» ¿Qué
mano os escribirá esta razón, cuyos dedos no os acuerden, oh rey, de
la que vió escribir el rey Baltasar? Yo espero que vos grande, vos poderoso, vos cristianísimo, castigaréis (como fuere posible al humano
poder) cielito a que sólo se proporcionan los eternos castigos. Dos án200 -
geles os asisten' como a rey : obedeceldos como ángeles. Los ángeles
cantaron «paz en la tierra» cuando nació Cristo, y cuando va a
morir, nos dejó su paz : «Mi paz os dejo a vosotros.» Dejad siquiera
en paz los templos del que nos dejó la suya, ya que no nos dejéis en
paz a nosotros. Por una parte, Syre, haced penitencia en pavesa y ceniza ; por otra a la satisfacción y ejemplo, David, rey y santo, os
toca al alma, cuando dice : «Ciñe tu espada sobre tu muslo.» ¡Oh,
Francia! : «Vuelve sangrientas contra ti las manos : aun a ti no te
falta' en ti enemigo.» No te fálta, no, dentro de ti misma, cuando
dentro de ti tiene Dios tantos enemigos.
No dijo Estacio con tanta razón de Capaneo, porque desafió a los
dioses : lubat insanas deposcere pugnas. Piget instigare minores.
«Aprovecha pedir guerras insanas, ¿y os corréis de instigar a quien sea
menos?» Como puede y debe decirse de aquel ejército vuestro; pasando a Xatillón el epíteto de contemptor Deum, despreciador de los dioses, que da a Maxencio Virgilio.
La caballería francesa, aclamada hasta hoy por noble y valiente, hoy
queda condenada por sacrílega: los caballos comulgados, descomulgados los caballeros. Escogió la divina permisión por más decente la brutalidad irracional de las bestias, que la asquerosa garganta y pecho
inmundo con pecados inormes [sic] de aquellos herejes. Quien coli sus
manos se dió en el propio sacramento a Judas (así lo sienten muchos
padres), no extrañará que aquel Judas Xatillón le diese a los caballos.
No se dedignó recién nacido de que le abrigase en un pesebre el resuello
de dos bestias menos nobles: y una mula y un buey fueron señas
que del Mesías Cristo Jesús dieron los ángeles a los pastores, y en ellas
se verificó la profecía. Era hasta hoy el caballo animal generoso y de
gala incomparable; hoy es dichoso sobre todos y (si puede decirse)
sagrado. Ya- se vió, y hoy, señor, lo podéis oír con muy doloroso suspiro, un clavo de la cruz de Cristo bocado del caballo de un emperador: reliquia que hoy con trozo •de la rienda es el sagrado tesoro del
Domo de Milán. Allí estrenó la boca de los caballos prenda sacrosanta
de Jesucristo, y trató su lengua con reverencia reliquias de su preciosa
sangre. Venció en virtud desto aquel emperador infinitas batallas con
su relincho. Hoy plenariamente ha entrado el cuerpo de Cristo en la
boca del caballo, que ya estaba con el clavo prevenida y calificada.
Empero temed que por el desprecio os suceda lo que a Faraón, pues
lo habéis con el Seriar, de quien entonces se dijo que anegó «al
caballo y al caballero». Previno la Sagrada Escritura a los caballos para
esta dignidad en la nefanda maldad del perverso Xatillón. Y la Iglesia
cuando comparó los evangelistas a la cuadriga y tiro de los caballos de
Dios. Díjolo el gran padre Jerónimo con estas palabras: «Mateo, Mar ,
cos,LuayJnádrigelSño.»
Previó Dios más obediencia en una jumenta que en el' profeta
.
- 201
Balaan, y por eso ordenó que a la jumenta y no a Balaan se apareciese
un ángel, y la permitió hablar. No de otra manera, previendo Dios
mejor acogida en los caballos de los franceses que en ellos, se permitió
llevar a sus bocas por sus manos. ¡ Esto, señor, oís, esto veis y veis
lamentar a toda la Iglesia militante, y conmovido del escándalo estremecerse todo el orbe de la tierra! A Diómedes, porque hacía pienso de
sus caballos sus güéspedes, llamaron monstro de los tiranos. Syre, ¿cuál
nombre, cuál execración, cuál vituperio hallará la verdad católica para
exprimir la ,disolución horrenda de vuestros franceses, pues dieron a
sus caballos, no su güésped, sino- su Criador y su Redentor? ¿Cómo,
Syre, permitiréis que se diga que vuestros ejércitos excedieron en maldad facinorosa y execrable, tanto a Diómedes el pérfido y maldito,
cuanto Cristo Jesús Dios y hombre verdadero excede a sus güéspedes?
Hablando del pueblo endurecido e ingrato, dijo Isaías: «Conoció el
buey y el jumento el pesebre de su Señor, y vosotros no le conocistes.»
En peor reputación quedan vuestros vasallos que el jumento y el buey,
pues ni conocen a su señor ni su pesebre. Tales son, que lo que se dijo
por los malos judíos castigándolos con oprobio: son sicut equus et
mulos, in quibus non est intellectus: «como el caballa y el mulo, en
quien no hay entendimiento», hoy no se les dirá, porque aun el vituperio' de los hebreos, según sus maldades, les fuera alabania. Aun no
son como el caballo en quien no hay entendimiento ; pues los franceses
no reciben el Santísimo Sacramento, y los caballos le reciben dellos.
Reventó la bestia que con respeto traía sobre sí el Santísimo Sacramento
en las milagrosas formas de Daroca, argumento sangriento en favor de
la fe, y no reventaron los caballos de las tropas de Xatillón. Señor,
aquí está el castigo de vuestras gentes, donde está la mayor tolerancia
de Dios ofendido. Si los caballos reventaran, padeciera el castigo quien
no cometió el delito, y quienes naturalmente, como criaturas, recibieron
a quien, siendo Criador de todos, arrojaron los franceses. El reventar en
Daroca la mula' fué aplauso de reverencia. No era razón que viviera
para otros usos serviles quien había hecho oficio de trono a tanta majestad. Bestia que trae a Dios con reverencia, merece inviolable respeto.
Traían los bueyes la sombra deste Sacramento en la arca : parecióle a
Oza que el bullicio de un novillo juguetón la trastornaba. Llegó a tenerla, enojóse Dios, y murió Oza. Allí murió quien, viéndola trastornar,
la detuvo, y vivió el novillo que la trastornaba. Señor, este suceso da
la vida a los caballos, a quien los franceses dieron la vida en el que
es «camino, verdad y vida» ; y por mucho más abominable delito
decreta la muerte a los soldados de a caballo. No merece milagro de
Dios quien en Dios desprecia, con el propio Dios, el milagro de sus
milagros. Tertuliano dice estas animosas palabras: «Fué herida la paciencia de Cristo en la oreja de Malco.» Considerad cuál herida recibió
su paciencia en la acción toda infernal del condenado general vuestro
202 -
Xatillón. Y sin duda todas las luces que, por aplauso a la nota que dió
al príncipe Tomás, encendistes en luminarias alegres, vuestro ánimo'
cristianísimo las encenderá en hogueras, para abrasarle con todos sus
cómplices, y juntamente quemar el lugar donde fueron quemados, para
con aquella ceniza, dándola a beber a los demás, imitar con peor' gente
la receta que de los polvos del becerro ordenó Moysén a las abominaciones de los judíos.
A propósito os acordaré de la visión de los cuatro caballos, escrita
por San Juan en el Apocalipsi. Era el primero caballo blanco, el segundo
rojo, el tercero negro,, el cuarto pálido. No hago este discurso por asegurar
la verdadera interpretación dél, sino por buscarla.
Serenísimo, muy alto y muy poderoso rey : Yo os llamo a mi aplicación con las propias palabras del texto sagrado: «Venid y ved»,
que estos cuatro caballos son el discurso de vuestro reinado. «El primero caballo dice que fué blanco, y el que se sentaba sobre él tenía
arco, y le dieron corona y salió venciendo, para que venciera.» Veis
aquí literal en él color blanco la pureza de vuestra infancia, y en decir
que os dieron corona, la que os dió el pérfido traidor que dió la muerte a vuestro padre, pues la recibistes de la violencia, antes que la sucesión naturalmente os la derivase. Salistes venciendo, para vencer ; ya
se verificó gloriosa y totalmente en la salida contra los herejes, en que
al principio mostré que para vencer vencistes. Tuvistes arco, arma que
en su moderación muestra la templanza entonces de vuestro poder y
armas: «Venid, y ved. Salió otro caballo, rojo, y al que sobre él se
sentaba se le dió que quitase la paz de la tierra, y que recíprocamente
se matasen, y fuéle dada espada grande.» Delante de vuestros ojos (si
no encima dellos) tenéis este color rojo. Vos, señor, desde que os dejáis
llevar dél, habéis quitado la paz de la tierra. Esto convencen Italia,
Alemania, España y Flandes. No podéis desentenderos dese caballo
rojo, ni os lo consentirán las señas que se siguen de matarse a veces,
y recíprocamente ; lo que se ve en el despojo del estado de Lorena, en
la sangre de Momeransi [sic] y en el suceso presente. Ni podéis negar
en estos tumultos universales y sangrientos que vos, que teníades en
el caballo blanco un arco, hoy no tenéis en el rojo grande espada.
Caed, señor, o apead deste caballo; que en caer de otra estuvo la salud
de San Pablo, y el ser «vaso de elección», Vas electionis: arma escogida
para la defensa, el que para la ofensa fué arma solícita. Venid y ved,
que, tras este caballo rojo, os aguardan el negro y el pálido; y que si
subís en éste, os llamarán Muerte: ,«Y será su nombre Muerte» ; y
que el séquito que promete el texto sagrado a éste, que se llamará
Muerte, es, el infierno: «Y el infierno le seguía.»
Junte piadosa (con vuestra majestad cristianísima) vuestra memoria
que Amán, en quien hoy se representa Xatillón, tratando de pasar a
cuchillo todo el pueblo de Dios, y teniendo día señalado para la cruel- 203
dad, cuando Mardocheo con lágrimas y ruegos le defendía, destinó
para su triunfo el caballo, „y para Mardocheo la horca. Y Dios -repartió
la horca al que esperaba el caballo, y el caballo al que estaba condenado
a la horca. Si defiende a Dios quien defiende su pueblo y su ley, ¿cómo
no defenderá - Dios al que le defiende? Hoy el rey mi señor, provocado
de vuestras armas, os buscará, pues así lo queréis, no con nombre de
enemigo. Su apellido será católico vengador de las injurias de Dios,
de los agravios hechos a Cristo nuestro Señor, en el Santísimo Sacramento, y en sus imágenes, y en sus esposas y ministros; los cuales
soberanos blasones constituyen a vuestro Xatillón reo de innumerables
crímines [sic] de lesa majestad divina, y de la sangre y carne de Dios y
Hombre. Si os arrebata la ambición de reinos y señoríos, Syre, sea Xatillón nuestro enemigo, empero no de Jesucristo. Militen incrédulos al
escarmiento contra los españoles vuestros franceses, no contra los templos, y las doncellas, y las vírgines religiosas; que provocados a la
batalla, procurará nuestra defensa (por toda ley permitida) acompañar
la recordación del bosque de Pavía con otro cualquier sitio.
No quiero alegaras capitulaciones firmadas con toda solemnidad;
porque, a quien pareció decente el romperlas, será más fácil negarlas.
Sólamente os pongo en consideración a vos y a todos los príncipes del
mundo, que habiendo contra vuestra majestad ocupado en Italia a Piñarol, y a Susa, Moyambique, el Casal y otras plazas, a que no tenéis
otro derecho que la violencia; habiendo usurpado al duque de Lorena
toda su tierra, y valiéndoos de la mercancía, comprado del robo de los
suecos lás ciudades hurtadas de los príncipes cuyas son; y conducido
contra el Sacro Imperio los herejes del Norte ; y persuadido a la traición, por vuestros ministros, a Enrique de Ve,rgas y el duque de Fritlant, ¿cuál manifiesto podrán honestar los que os asisten y detestablemente han abusado de vuestra soberana grandeza, en tanto que en él
no se lea la restitución de lo que para crimen, no para crecimiento de
vuestra corona, os han añadido? Ni podrá negar que habéis hecho esto
4ue yo he dicho, pues vuestra posesión en todo lo referido depone contra todo lo que refieren en vuestro nombre. No permitáis que Juvenal
haya dicho por otra ambición de descubrir a Italia, que por la de Aníbal, aquellas palabras que se leen en su décima sátira : «Ve, necio,
y corre por los Alpes duros, para agradar los niños, porque seas hecho
aclamación.»
Consideren vuestros generales que los Alpes que nombra, los salen
al camino para estorbarlos que incurran en la mofa de sus palabras.
Syre, si llamáis tener paz con nosotros hacernos en Flandres una
guerra desmentida, y en Alemania pública, trayendo herejes a que
roben el imperio, y. en Italia con un amparo mal arrebozado fatigar la
cristiandad, ¿por qué llamáis guerra nuestra justa defensa? Ocasionarla
y no quererla, ni es justicia ni es valor. Hémonos desentendido diez
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—
años de vuestros disinios [sic], más por obligaros que por temerlos.
Quien obliga a otro a que se prevenga, debe procurar contrastar su defensa, no acusarla. Syre, el rey mi señor, de sus enemigos no espera la
alabanza, solicita empero la vitoria. Publicar manifiestos peca en
confesión manifiesto, como la excusa no pedida. No es, seriar, la
nota vuestra, sino de aquella conciencia que ha ocasionado las turbaciones que necesitan dellos. Es tan fácil divulgarlos, como difícil verificarlos y persuadirlos. Yo espero que vos, poderosísimo y muy glorioso
rey, los habéis de cancelar con el desengaño, sin aguardar a los sucesos.
El principal cargo que hacéis al rey mi señor para dar causa al rompimiento que empezastes, es decir tiene preso al arzobispo de Tréveris,
príncipe eclesiástico y elector católico del Sacro Imperio. A este cargo
vuestra majestad se responde a sí mismo con Xatillón, a quien enviastes
por él; pues siendo este hereje detestable quien - en Terlimon arcabuceó las imágenes, profanó los vasos sagrados, y dió las hostias consagradas a sus caballos, siendo como lo es, y vos le aclamáis, católico
el arzobispo elector : el rey mi señor, que se le niega a este enemigo
de Jesucristo, antes le rescata que le prende. Ni el cardenal de Richeleu,
que ha escrito en favor de la fe libros doctísimos, podrá sin retratarse de
Cardenal de Roma, contradecir estas razones, y menos persuadir al mundo que estas discordias las ha ocasionado otra cosa que la costumbre
anciana de los franceses, que con sed de revoluciones buscan, entre los
chismes de los pasajeros, rumores vanos, forzándolos a que digan lo que
sea aparente, para fundar solevaanientos y hostilidades. Y si el eminentísimo cardenal o otro cualquier ministro contradijere estas palabras
mías, responderéle irrefragable la autoridad de Julio César, en el
libro cuatro de la Guerra de Francia, con estas razones, que sirven
de manifiesto a la justificación de España : «Es tal la costumbre
francesa, que hasta a los caminantes fuerzan a que contra su voluntad
se detengan, y los preguntan cuanto han oído o sabido de cualquier
cosa. Y el vulgo en los pueblos rodea a los mercaderes, y los obliga
a decir de qué regiones vienen, y qué han entendido en ellas ; y con
estos rumores y parlerías alborotados, muchas veces toman resolución
de las cosas grandes, por lo cual los es forzoso arrepentirse luego
porque se valen de rumores inciertos, y por la mayor parte fingidos,
para que respondan a lo que desean.»
Veis aquí, señor, el nacimiento que tienen las ocasiones de guerra
en Francia, pues se buscan entre los pasajeros, y fuerzan a los vagamundas a que les digan aquellas hablillas que desean, para tomar pretextos hallados en la calle, en que fundar sus maquinaciones y tumultos. Y si se arrojare alguno a querer entre las dos majestades encaminar
los principios de la disensión presente, al rey mi señor serále forzoso
y difícil primero satisfacer a Francia y al mundo, de que no es francés y ministro vuestro quien ha introducido la discordia. entre vuestra
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majestad y vuestra serenísima madre y hermano; porque en tanto que
no satisfaciere a esta parte, creerá infaliblemente el mundo, que quien
encuentra a tan soberano hijo con tan esclarecida madre, habrá sido
ocasión de la diferencia de los cuñados.
En la parte deI socorro que envió el rey mi señor contra Ios ingleses que expugnaban la isla de Res en defensa de la Rochela, pudo
mandar, como 16 hizo, a su general, no al mar y al viento. Dicen, señor,
vuestras historias, que llegó tarde afectadamente; y para el reconocimiento no sólo llegó tarde, pero nunca llegó, como se lee en los escritos
de los franceses; empero en la parte del socorro me remito a las armas
del rey de la Gran Bretaña, que de las fuerzas de Francia sólo pocas
veces han vuelto sin trofeos del reino, y tal vez con el reino por trofeo,
que hoy poseyeran, si Juana de Arco (llamada la Doncella) no fuera
socorro a las miserables reliquias, que sólo se defendían en lágrimas
desconsoladas. Y debió Xatillón en perpetuo reconocimiento de su rescate, perdonar las vidas y honestidad de las doncellas por aquella que
lo fué, y su total redención sobre Orliens; y reconocer asimismo • a Jesucristo nuestro Señor en sus templos, y en su propio Cuerpo sacramentado, el haber armado aquella virgen en su socorro. Mas Cicerón no
extrañara como yo estos sacrilegios de los franceses, pues dice dellos
«¿Por ventura juzgáis que estas naciones se conmueven con la religión
del juramento, o con el temor d e los dioses inmortales, para las cosas
que aseguran? Diferenciando tanto de la costumbre de todas las otras
gentes, que como las demás en favor de sus religiones hacen guerra,
éstos la hacen contra las religiones de todos. Los demás piden perdón
y paz a los dioses inmortales en las guerras que hacen; éstos, con los
mismos diose s inmortales trajeron guerra. Estas son las naciones que
en otro tiempo tan lejos de su patria fueron a buscar hasta Delfos el
oráculo del orbe de la tierra de Apolo Pythio, para robarle y destruirle.» Y pocos renglones mál abajo añade : «Los cuales, también
cuando persuadidos de algún miedo imaginan que se deben aplacar los
dioses con sacrificios, con ofrendas humanas funestan sus aras y sus
templos, de tal manera, que no pueden reverenciar la religión, si primero no la profanan. ¿Quién, pues, ignora que ellos, hasta el día de
hoy, no permanecen obstinados en la bárbara y fiera costumbre de sacrificar hombres? Por lo cual, ¿ cuál fe, cuál piedad juzgáis es la de
aquellos que entienden que también los dioses inmortales fácilmente
se aplacarán con la maldad de los hombres y con la sangre?» De que se
colige que su guerra es contra Dios, y si se arrepienten, contra los
,
hombres;qua tvenlCio,ysuacrfpn
los templos. Temerarios o temerosos los que son malos franceses, siempre son injuria de. lo divino y de lo humano en la censura de Cicerón, que, a mi parecer, la fundó en estas palabras de Justino:
«Las cuales cosas, entendidas por los franceses, y como se aparejasen
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para la batalla y degollasen las víctimas para los auspicios de la guerra,
y predijesen por las fibras de sus entrañas, grande mortandad y asolamiento de todo, poseídos, no del miedo, sino del furor, esperando que
las amenazas de los dioses se podrían expiar con la muerte de los suyos
y sus mujeres y sus hijos, los degollaron, empezando por el parricidio los
auspicios de la guerra. Tanta rabia se apoderó de sus ánimos fieros,
que no perdonaron aun a la edad; a quien perdonaran sus enemigos,
ejecutando una guerra parienta con sus hijos, y con las madres de sus
hijos, por quien las guerras se suelen admitir. Desta manera, como si
con la maldad hubieran redimido la vitoria y la vida, sangrientos con
la muerte reciente de los suyos, empezaron la guerra, no con mejor
suceso que agüero; pues empezando á pelear; antes embistieron Con
las furias de los parricidas, que con los enemigos; y trayendo delante
de los ojos los espíritus de los que habían degollado, todos fueron muertos. Tan grande fué la mortandad, que parecía haberse juntado los dioses con los hombres para la desolación de los parricidas.»
De que se colige, para consuelo de las vírgines y religiosos de Tillimón, •que aquella sacrílega atrocidad, que nunca otra nación cometió,
despreciando a Dios, robando los templos, degollando las doncellas, la
han cometido siempre los que han sido y son impíos franceses. Y pues
fueron oprimidos, como dice el mismo autor, por el robo del templo
de Delfos de Apolo . (ídolo vano), no quedarán sin más ejemplar castigo
por el que cometieron contra los templos del verdadero Dios. Moderado
delito es para su desenfrenada licencia degollar las hijas y mujeres de
los otros, pues -parricidas degollaron las suyas proprias, lo que sólo comete gente que en lugar de temer la admonición divina en las señales
de sus sacrificios, se enfureció contra ellas, como se ve en el lugar citado.
Por esto con sospechoso cuidado cautelari vuestros ministros el tratado
de la religión, con hacer que a la guerra que la hacen (armando la
herejía contra ella, y desarmándola) preceda mal disimulada la cláusula,
con todas sus letras hipócritas, de que siempre será amparada la verdad
católica; siendo así que por la propia razón que cuando la infancia de
vuestra majestad, quitando las fuerzas a la herejía, la oprimió, hoy, que
da las fuerzas a los herejes, ensalza la herejía, y aquella promesa siempre
será amparada la fe católica se muestra desconfiada dél, cuanto a lo
porvenir.
Para mostrarnos feamente ingratos, nos hacéis cargo de que vuestro
glorioso padre intervino en que se efectuasen las paces entre la majestad
del santo rey don Felipe III y los holandeses. A los reyes no es lícito
contradecirlos, mas es permitido (mejor informados) responderles. Debe
vuestra' majestad perdonarme el excusar de ingratitud a mi nación.
Sea que intervino en aquellas paces el Grande Enrique, empero él propio
dijo que no había sido beneficio, sino cautela. Syre, con vuestro padre,
en su propio hecho, bien permitiréis que me defienda contra vuestros
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ministros. Adelanto más vuestra propuesta : no sólo digo que asistió a
las paces, sino que las instigó y las indujo. Lo primero que se había de
averiguar para el cargo, era si nos estuvieron bien o mal. Perdonemos
esta conclusión al intento y al suceso. Vuestro padre, que contribuía
con gente y dineros a los rebeldes contra la majestad católica, , viendo
que sin lograr su intención consumía su gente y tesoros, acordándose de la liga de los Garrafas contra España, mal empezada, determinó
proseguirla, para intentar la desolación desta corona; y disponiendo
aquellas paces para emplear, el gasto inútil que hacía en las islas, en
más eficaz hostilidad. Lueio que se concluyeron, juntó ejército verdaderamente formidable, asistido de la alteza de Saboya, fulminando amenazas equívocas a Milán, a Nápoles, a Flandes y a Alemania. De manera, señor, que nos dispuso la paz con los que no podían defenderse de
nuestra guerra, para hacernos más poderosa guerra con los ahorros de la
misma paz. De cuál agradecimiento era digna esta acción, juzgólo la
conciencia de Francisco Ravellac, con grande dolor y lágrimas de España, que supiera no temer más después (de sangrienta batalla) el dar
libertad al grande Enrique, que a Francisco. Seriar, con las obras de
vuestro glorioso padre respondo decentemente a vuestras palabras. Oíd
lo que hizo, pues decís lo que hizo hacer. Y por la propia razón que
no he querido dejar a mi nación con nota de ingratitud, no quiero ser
ingrato a la bienaventurada memoria del rey mi señor don Felipe III,
dejando de acordaras severamente que luego que amanecistes al reino
por el ocaso anticipado de vuestro padre, cuando en la primavera de
vuestra niñez estrenábades la vida, el príncipe de Condé, repitiendo las
preténsiones antiguas a esa corona, solevó la Francia, y la mezcló en
rumores que fatigaron vuestras tutorías, y dieron ocasión a vuestra serenísima madre de dares con su valor y prudencia el reino, como os dió
con el parto el sér para heredarle. Pudiera la majestad de don Felipe III
(que goza de Dios) armar aquellos intentos del príncipe y asistirlos,
hasta tanto que robusta la división, previniera los rencores que han crecido con vuestros años, cuyo ejemplar os quedaba por herencia en el
fallecimiento lamentable de vuestro padre. Mas, persuadido de su celo
católico, despreciador de amenazas fraudulentas, se introdujo en la piedad de vuestra tutela, acompañando el amor y desvelo de la serenísima
reina vuestra buena madre. Y cuando después (por la invidia de algunos
ministros) fluctuaba vuestra juventud entre los odios y venganzas que
despedazaron al marescal [sic] de Ancre, y los favores invidiados en
Luínes y la bien leal y generosa y siempre digna de alabanza determinación con que el duque de Espernón sacó contra las órdenes de
vuestros ministros (entendiéndolas para vos y para vuestro servicio) de la
prisión en que la teníades en Blois a vuestra madre; entonces para
desafuciar a tann poderosos malcontentos de su asistencia contra vos,
trató la majestad de don Felipe III, y efetuó, los casamientos recíprocos
que os dieron disposición para debelar muchas plazas que eran orilla a
vuestro poderío, y principalmente la Rochela, que con Inabediencia
y oposiciones de república exenta, se había retirado del cerco de vuestra
corona, y tenía por corona su libertad. Este cargo, Syre, bien pudiera
hacérosle el rey mi señor, y no pudiérades dejar de confesarle, porque
no podéis negar vuestros progresos, que son testigos de su realidad.
Empero a la majestad de don Felipe IV, mi señor, no es decente la recordación de los beneficios que heredó y hace, porque culparía en interés
su liberalidad. Hízolos por hacerlos, no por cobrarlos. Ni yo os los
hubiera recordado si vos, Señor, contento con olvidarlos, no hubiérades
en vuestro manifiesto ostentado por beneficio contra nosotros la hostilidad y la ofensa, cargándonos de ingratitud que siempre hemos padecido por correspondencia ordinaria en vuestros ministros.
Forzoso es satisfacer, o procurarlo, todas las cláusulas que en el manifiesto publicado contra nosotros pretenden convencernos de culpa. No
es en la que menos presume contra nosotros la calumnia de vuestros
ministros, la guerra de Mantua; siendo así que en Mantua nunca contradijo el rey mi señor el derecho de la sucesión a la heredera y pretensar. Contradijo, empero, muy benignamente el sospechoso modo de
suceder, anteviendo en él estudiada ocasión a los disinios de vuestra
majestad para dar color a su introducción en Italia. Vos a la advertencia
del rey mi señor la llamáis despojo; y al despojo que vos habéis hecho
de plazas ajenas, llamáis amparo. Pudistes, señor, trocar los nombres a
las cosas, mas no el juicio a los que las oyen y vieron, para conocerlas
por lo que ellas son. Todas las veces que os acordáredes de las razones
que dais para justificar la usurpación de Lorena, os respondéis por la
demasía que queréis achacar a los españoles en Mantua. Leedlas en
vuestro manifiesto, y excusaréisnos de responder.
El manifiesto que los ministros de vuestra majestad sobrescribieron
magníficamente con vuestro soberano nombre, procura inducir 'a rebelión las provincias siempre leales e invencibles que en Flandes duran
en la obediencia de la majestad católica, proponiéndolas, para que se
hagan repúblicas, el nombre atractivo y halagüeño de la libertad asistida
de vuestro amparo. Esta malignidad la majestad católica la desprecia,
cierto de que entre sus buenos y leales vasallos no le serán traidores
si no es aquellos que primero se determinan a serio de Jesucristo nuestro Señor y de su santa ley; y siendo tales, ni los quiere ni los consiente..
Y se halla tan lejos de imitar semejante inducimiento en vuestros
vasallos contra vuestra corona, que antes para que os sean ejemplo sus
católicos procedimientos, estando informado de varios libros impresos
en Francia en su propia lengua por vasallos que os son agradables, y
con permisión vuestra, de que vuestros leales súbditos padecen vehemente sospecha de que algún ministro vuestro conspira a la usurpación
de ese muy poderoso y cristianísimo reino, que tiene vuestra majestad de
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14
Dios, y de su espada (todo lo cual confiesa el señor de Nerbes en su
libro, diciendo claramente que acusan desta maquinación al eminentísiITIO cardenal de Richeleu, y para excusarle alega razones, que más parecen aparato para el disinio que excusa dél, pues le inventa descendencia real): por lo cual, como católico hermano y cuñado vuestro, y
acatando la excelsa, gloriosa y eterna memoria de vuestro grande padre
a quien reconoce por tal con la reina católica mi señora, su muy
amada mujer, y con la alteza serenísima del príncipe mi señor su nieto
y vuestro sobrino; llamará a su soberano amparo con su propia- persona, que les ofrece acompañada de todo su real poderío, a todos los
vuestros que siendo leales quisieran asegurarse y aseguraros de tan
abominable traición contra vuestra corona y descendencia y sucesión,
si Dios os la diere como él desea, o la de vuestra sangre en aquellos
príncipes a quien por ella perteneciere legítimamente. Y me prometo
de su grandeza los asistirá para la extirpación y castigo de iniquidad tan
nefanda y detestable, cuya introducción reconocida por los vuestros,
tiene hoy oprimida y justiciada vuestra nobleza, huida vuestra serenísima madre y fatigados con violencia y rumores vuestros buenos vasallos.
Asimismo culpan vuestros ministros la prevención de las galeras
que el rey mi señor mandó juntar, y vos decís en el papel con vuestro
nombre impreso, que asistían asechanza enemiga a vuestros puertos; y
dais gracias a Dios de la borrasca en que fueron sumergidas algunas
como por castigó de nuestra hostilidad y testimonio de vuestra justificación ejecutado por los elementos. No presumimos los españoles que
Dios nuestro Señor no tiene culpas que castigarnos, siendo así que su
justicia halló mancha en los ángeles, y que comparado con él ninguno
puede justificarse; empero no reconocemos por ocasión de su castigo
el oponernos a vuestra hostilidad, ni la defensa que nos ocasionastes.
Confesamos la prevención de galeras y gente, no para insidias, sino por
forzoso medio a la asistencia y socorro de Milán que vos tenéis amenazado; no para invadir vuestros puertos, mas para suplirlos con la
armada, viendo que ya no podían sernos segura acogida. Perecieron
algunos bajeles y gente. Reconoced, señor, que en las Sagradas Escrituras frecuentemente se lee haber permitido la providencia de Dios minas de las fuerzas humanas a aquellos que ordenaba su omnipotencia
que reconociesen de sólo su favor las vitorias; y que le es más grata
la humildad del que le da gracias por su propio castigo, que la soberbia
de quien presuntuoso blasona del ajeno. Nosotros le damos alabanza
por el que hizo en nosotros, y esperamos que el Señor, que manda con
su ceño las borrascas =del mar (las cuales vos pretendéis que os asistan
auxiliares), nos hará camino por los golfos, como hizo a su pueblo después de castigos tan dilatados, para que se ahogase con sus gentes aquel
rey que se había deleitado en ellos: No teme España. en la batalla al
rey' de Francia, cuando da, libertad al que prende; ni por aquella vitoria
juzgó por desamparados del socorro divino a los franceses, y tuvo, piedad
de los mismos de quien tuvo. triunfo.
Considere vuestra majestad que todo 'cuanto permitís que se debele
a los católicos, se atribuye a satisfacción que dais a los herejes de lo que
hicistes con ellos debelándolos. Consultad con el sagrado bautismo que
recibistes, este recuerdo mío; y podrá ser que siendo vos tan poderoso
rey y tan asistido de heroicas virtudes, os halléis deudor a la miseria
del más despreciado español que soy yo, hombre de ninguna dotrina
•y destituido de todo bien, en quien sólo asiste por la piedad, de Dios,
celo católico que de las entrañas de Jesucristo, todas ardientes en caridad por su ley sacrosanta, se ha derivado, a mi corazón, verdaderamente
solícito y fervorosamente, amartelado de vuestros aciertos.
De Roma echó a los franceses con sus graznidos un ganso; mejor aparato es para apartarlos de Italia, Lorena, Flandes y Alemania,
águilas imperiales y leones de Castilla. Y porque no queden sin respuesta decente las prerrogativas del moderno Floro Francisco, os acuerdo
del verdadero .y antiguo Floro esta cláusula : «Tienen los franceses
insubres, y con ellos los alpinos, ánimos de fieras y cuerpos más que
humanos. Empero se ha hallado por experiencia, que así como en el
primer ímpetu tienen valor más que de hombres, así en el segundo
le tienen menor que el de hembras. Los cuerpos alpinos criados con
cielo húmedo, tienen algo semejante con sus nieves, pues, luego que se
calientan con la batalla, al instante se desatan en sudor, y con pequeño
movimiento se derriten con el sol.» Menos la comparación de las nieves,
y nada menos en la sentencia nos dijo lo mismo Cornelio Tácito :
Analium XI: «Empero si todas las guerras cruentas, ninguna se
acabó en más breve tiempo que la de Francia.)) Y Julio César, que
pues los venció, supo conocerlos, contestando con Floro, dice: «Porque como al acometer la guerra el ánimo de los franceses es prompto,
así su mente es blanda, y de ninguna manera apta para resistir las
calamidades.»
He referido estas palabras para que vuestra majestad vea, que hay
grandes autores que alientan, con sus juicios a los que quisiéredes por
enemigos. ¡ Oh, no prosigáis, señor, en i pasar del caballo rojo al pálido,
donde será vuestro nombre muerte. Porque si proseguís, Silio Itálico,
grande orador, sumo poeta, dos veces cónsul, os asegura que los españoles ,se abalanzarán a vos con valentía, luego que, os declaréis
por muerte. Estas son sus palabras: «Son los españoles gente pródiga
del alma, y que fácilmente se llega a la muerte.»
Referiré a vuestra majestad bien ajustadas a los sucesos presentes,
estas palabras de Tomás Moro, doctísimo varón, y mártir por la fe
católica, tan desembarazadas. de los odios presentes, que ha más de
ciento, veinte años que las escribió en su Utopía «Supón que estoy
con el rey de Francia, y que me siento en su consejo, cuando en muy
- 2U
retirada sala, presidiendo el propio rey en junta de prudentísimos consejeros, se trata con doctos discursos con qué artes y maquinaciones se
podrá retener Milán, y atraer a sí aquella fugitiva Nápoles; que después
destruya los venecianos, y sujete a sí toda Italia, después a Flandres,
los Brabantos, y haga suyo toda la Borgoña; asimismo otras gentes
cuyos estados otro tiempo acometió su ánimo. Finge que allí dice uno
que le parece se haga liga con los venecianos, la cual no dure más de
lo que a ellos conviniere ; que se les comunique el intento señalándoles
alguna esperanza de despojo, la cual gozarán acabada la fación. Otro,
que se conduzgan [sic] los alemanes. Otro, que con dineros se granjeen
los helvecios. Otro que contra la deidad de la majestad imperial se asista
con oro, como con anatema. A otro le parece que con el rey de
Aragón se compongan las cosas, y con el reino de Navarra, ajeno, ceder
como con precio de la paz. Otro juzga que al rey de Castilla se ha de
engañar con alguna especie de parentesco, y que se podrán comprar
para su satisfacción algunos graves cortesanos suyos con pensión anua.
Entretanto, ocurre el nudo más ciego de todos: ¿qué se asentará con
Ingalaterra? Concluye, que se trate dé paz, y que se asegure con firmes
lazos la siempre mal, segura confederación; que se llamen amigos y
se sospechen contrarios, teniendo empero prevenidos como en emboscada los escoceses, aparejados a toda ocasión, por si se alborotaren los
ingleses valerse dellos con presteza; que se añada a esto, amparar algún
noble de secreto (que públicamente no es posible por la confederación),
el cual alegue que aquel reino le pertenece, porque con este achaque
siempre se tenga suspenso aquel príncipe. Digo, pues, que si en conferencia tan grave, donde en competencia dicen por su antigüedad sus
pareceres tantos hombres doctos; si yo, que apenas soy algo, me levantara, fuera de parecer que dejaran a Italia, y que se estuvieran en
su casa, porque sólo el reino de Francia casi es mayor de lo que puede
cónmodamente gobernar uno, y que el rey no imagine que le conviene
pensar en añadirse otros señoríos.»
Señor, lo que Tomás Moro, docto y santo varón, dijo que si
se hallara en semejante consejo, dijera, hoy que ejecutáis este propio
consejo, he dispuesto yo que os lo diga.
Rey sois muy poderoso, y sois (lo que asegura el poder) rey cristianísimo. Debéis a la majestad de Dios tan gloriosas y canonizadas
vitorias, _cuyos triunfos fueron sonora ocupación de la fama. Han
crecido a vuestra sombra los lirios sobre la mayor estatura de los cedros.
Excedéis los blasones militares de vuestro grande padre. La naturaleza en todo os fué propicia, la fortuna siempre lisonjera. El nombre
de Luis. a quien sois décimotercio, os amonesta a serle segundo en
lo santo. Esto deseo yo para vuestra segunda vida; esto me prometo
de vuestra soberana piedad y de vuestra real inclinación; y me protesto a vuestra sacra, cristianísima y real majestad, en las entrañas de
Jesucristo y en todos los méritos de su pasión, que sólo me ha movido
a escribiros estos ringlones el fervoroso celo de vuestro servicio, el cual
con afición muy humilde y reverente abrasa mis entrañas, a fin de
solicitar de vuestro espíritu generoso y esclarecido efetos de caridad
justiciera, y tan divinamente vengativa, que aquellos que os ven rey
de vasallos, que a pesar de vuestra religión son herejes, os vean cuchillo
y fuego de los que son fuego y cuchillo a los verdaderamente creyentes en la fe católica romana.
Aquel Todopoderoso de los ejércitos que con su palabra encendió
en luz el sol, y crió la grandeza del universo, en que os dió tan soberana
corona, y Jesucristo nuestro Señor, su único Hijo, que con su sangre
compró nuestro remedio, os fecunde en sucesión, os dilate en largos
años de vida, os asista con los auxilios de su gracia, y os aparte de
toda mal. Madrid, 12 de julio de 1635 años.Muy poderoso y cristianísimo Rey.
• Con muy reverente afición besa a vuestra majestad la mano,
DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS.
A DON ALVARO DE MONSALVE
Señor don Alvaro, el tractado es de la pobreza, y el caudal con que
le escribo es pobre, y mis estudios la pobreza misma. No por esto me
acredito, acreditando la pobreza : la que alabo es virtud, la que padezco ignorancia. Muchos presumirán digo mal de la riqueza, porque
no la alcanzo; y de verdad yo digo bien de la pobreza porque me la
aparta. Novedad tiene mi estudio en este discurso. He aprendido qué
cosa sea la pobreza, de las ansias de los ricos, y lo que es la riqueza de
la paz de los pobres. ¿Quién creerá que el poderoso enseña lo que es la
miseria, y el mísero cuál sea el poder? No sabe la condición de lo que
le falta (para su consuelo) el necesitado, si no mira a lo que sobra al
próspero. Mejor diligencia es para huir la grandeza, considerarla en el
dichoso que la padece, que en el despreciado que no la sufre. El peligro
de la abundancia de manjares, más horrible se ve en la apoplejía del
glotón, que la falta én la debilidad del hambriento. Siempre la hambre
es medicina, siempre el ahito enfermedad. Más fácilmente se añade lo
que falta, que se quita lo que sobra. El mendigo pide que le dén lo que
no tiene, el rico que le añadan• a lo que le sobra. Al opulento, a pesar
de lo que tiene, le hace mendigo lo que desea; porque no se juzga
rico el que tiene mucho, si no lo tiene todo. Cierto es que nadie puede
en este mundo tenerlo todo, empero despreciarlo todo puede cualquiera.
Uno solo lo ofreció todo a uno, y ese fué Satanás : el sagrado Evan,
,
212 •
.
2 13
gelio nos enseña que aquella no fué dádiva, sino tentación. Oigamos
al sacrosanto oráculo: Iterum assumpsit eum diabolus in monten; excel,
sum valde, etc.: «Otra vez lo arrebató el demonio y lo llevó a un
monte sumamente excelso, y le enserió todos los reinos del mundo y su
gloria, y le dijo: Todo ésto te daré, si cayendo me adorares.» Quien
ofrece lo que no puede dar, y pide lo que no le deben dar, antes es
tramposo que liberal. Toda se lo promete a Cristo nuestro Señor, cuyo es
todo, el demonio, que sólo tiene condenación desesperada. Nadie ofrece
tanto como el que nada puede cumplir. Para enriquecer a Dios hombre
le dice que caiga, y se entiende literalmente en la tentación de tenerlo
todo, y que adore al que pretende hacerle caer en ella y derribarle.
Del propio estilo usa la cudicia que el demonio: todo lo ofrece a
todos los que cayeron en su oferta y adoraren al que los derriba. Desea
el cudicioso levantarse y que le adoren, y pídele el diablo que caiga y
adore. Y siendo lo contrario de lo que pretende, juzga que es lo propio, convencido de la palabra «Todo te lo daré». Pero es tan difícil
salvarse el rico corno serlo. Oigamos el peligro del rico en las palabras
de Cristo nuestro Seriar (Matth., 19): «De verdad os digo que el rico
entrará difícilmente en el reino de los cielos. Y otra vez os digo:
Más fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja, que entrar el
rico en el reino de los cielos.»
Oso declarar este lugar con novedad ; quiera Dios que me muestre
allí, y no temerario. Afirmo que el rico, que aquí se compara al camello,
es literalmente aquel rico que para el todo que Satanás le ofrece, le da
las dos cosas que le pide por lo que le promete, que son «caer y adorarle». Verifícalo el camello, animal que cae, y de rodillas recibe la
carga que le quieren poner. Cristo nuestro Señor, a quien el demonio
dijo que cayese y le adorase, y le daría todos los reinos y la gloria
dellos, dice que es más fácil entrar un camello (que cae y se hinca de
rodillas para que le carguen) por el ojo de una aguja, que el rico en el
reino de los cielos, que a manera de camello cae y adora a la ambición,
que le ofrece todas las cosas. Sé que Kcan?,,oq es el camello, y que
Klul.Xoq es gúmena de navío; lo que ha sido ocasión a que personas de
erudición hayan aplicado la interpretación de la voz griega a la maroma,
y no al animal, por ajustarse más al enhebrarla• por una aguja. Empero,
a mi entender, cuanto el camello más despropositado Al pasaje de lá
aguja que la maroma tanto mejor debe aplicarse la interpretación al
animal, y no a la maroma, por ajustarse más al intento de la dotrina ;
lo que esfuerza literalmente mi aplicación a las palabras de la oferta
del demonio en la tentación, y la de sus dádivas y socorros: «Di que
estas" piedras se vuelvan panes»; propio socorro suyo al que no tiene
panes, darle piedras. Esto, que fué lo primero que intentó con el Hijo
de Dios, es lo primero que intenta con los cudiciosos : en viéndoles con
hambre, les da piedras, que antes son arma villana que alimento noble.
214 -
Lo propio es dar a uno piedras, para que teniendo hambre se harte,
que darle oro si desea ser rico, para que no. sea pobre; siendo así que
para enriquecer no es el remedio añadir dinero, sino quitar cudicia. No
dió panes, sino piedras que hiciese panes: no da oro, sino cudicia,
usura, latrocinio y invidia, para que dellos hagan oro. Si lleva a los
ambiciosos a la santa ciudad y al templo, es para subirlos al pináculo;
y si los sube, es para aconsejarlos que se arrojen de lo más alto. No
fuera de propósito se entendería este pináculo, donde los encarama
para que se despeñen, un mal confesor que anima la cudicia y acredita
la usura; y absuelve el pecado ajeno con el suyo; y el robo, aplicándose a sí la restitución del hurto que perdona, con el que comete.
Pues si al que presumía Satanás hijo de Dios (dudando si lo era el
que lo era sin duda), en la necesidad y hambre y soledad le ofrece piedras, le aconseja que se precipite, le pide que caiga y se arrodille, ¿qué
dará, qué aconsejará, qué pedirá - al que sabe es hijo de otro hombre;
hombre, digo, pecador y concebido en pecado? Según esto, la defensa
está en valerrios de las tres respuestas de Cristo, que le volvió las piedras a la cara, le arrojó del pináculo, y diciendo Vade, Sathaina; «Vete,
Satanás», le despidió cuando le pedía que le adorase, le derribó cuando
le pedía que cayese.
¡ Grande texto contra la riqueza el que ocasionó la comparación del
camello y la aguja! Cuando aquel príncipe, de rodillas, preguntó a
Cristo Jesús qué haría para entrar en la vida eterna, y le respondió
guardase todos los mandamientos de Dios, refiriéndoselos; a que replicó
que todos los - guardaba desde su juventud, díjole el Señor : «Una cosa
te falta, si quieres ser perfecto; vete y vende todo lo que tienes, y dalo
a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven y sígueme.» Luego
que oyó esto el mancebo, se fué triste y afligido; y viéndole Cristo
malencónico, dijo a sus dicípulos: «¡ Cuán dificultosamente los que
tienen dinero entrarán en el reino de Dios!» Luego no tener lo que
para entrar en el reino de Dios es menester dejar, no es pobreza, sino
diligencia; y el tenerlo no es riqueza, sino estorbo.
No dice el- Señor que es imposible, sino difícil; empero dice que
es tan difícil, que parece imposible. Forzoso es declarar qué se entiende
por aquella palabra «el que tiene dinero». El texto sagrado lo dicide
y señala: que el que le tiene, se entiende aquel que no lo da a los pobres
y se entristece de que los pobres se le piden, y de que Dios le mande
que se lo dé; porque el que tiene dinero para darle •y le da, ese no le
tiene para tenerle, que es peligro, sino para que le tengan los necesitados,
que es la seguridad yi el mérito.
El nombre de pobre más veces le reparten la ignorancia, la soberbia
y la cudicia que la verdad. El cudicioso que tiene más de lo que ha
menester, y oudicia lo que no tiene, se llama pobre, porque no lo tiene
todo. El soberbio en excesivo caudal llama pobre al que tiene menos
- 215
hacienda que. él, aunque exceda a muchos con la hacienda que tiene.
Y si esta razón constituyera en pobreza, todos fueran pobres unos
respecto de otros, y la comparación hiciera pobres a los grandes manar:cas unos con otros. La ignorancia llama pobre, con su mal lenguaje,
a cuantos les falta lo superfluo, sobrando a todos lo necesario; siendo
éstos los solos seguramente ricos, pues tienen lo que nadie les puede
quitar, pues no lo niega Dios a nadie, y la naturaleza ruega con ello
a todos.
Resta decir quiénes son los pobres en quien la pobreza es trabajo y
el nombre infamia. Son los primeros, los que careciendo de los bienes
de fortuna, gastan sus conciencias en adquirirlos. Son los peores los
que, poseyendo mucho, desean más. Son los terceros los que tienen
sumas riquezas, y no las gozan ni las comunican. Estos son monstros,
pobres con las riquezas, pobres de sí propios, pobres para sí y para
todos. Estos se hurtan lo que tienen y lo que hurtan; hacen ajeno lo
propio, antes de radie. Más inocente fué el otro enterrado en la mina
que en su poder. Son balsas que juntan el agua corriente, para corromperla. Gastan la vida en juntar dinero, y no gastan un dinero en sustentar su vida. Son como el mal estómago, que no gasta el alimento
que recibe, y gasta la salud y se gasta.
Yo conocí un hombre destos, que, siendo muy rico, se acostaba con
la luz de las postrimerías del sol, por ahorrarse de gastar aceite para
un candil; y reprehendiéndoselo, dijo: «Cuando Dios quiere que el
mundo esté a escuras, no he de contradecir sus órdenes, ni contrahacer
el día con torcidas.» Por ahorrar de gasto andaba desnudo; y respondía
todas las veces que se lo afeaban, que le era' tan apacible la docilidad
de los vestidos viejos, como molesto el domar con sus coyunturas vestidos recién acabados. La cosa más fresca de su casa era la chimenea,
y la más limpia; tanto aborrecía el humo por parlero de banquetes,
corno por serial de incendio. Hallaba razón aparente para todo lo que
era negarse el regalo, el alimento y el vestido. Y bien considerado,
solamente tenía razón en tasar su vida y su salud en tan bajo precio,
que no le merecía un ochavo de gasto.
Cuestión es forzosa cuál sea peor pobre, el rico que ,gasta en su
glotonería, lujuria, vanidad y soberbia cuanto posee, o el rico que se
muere de hambre y de frío, por no gastar algo de lo mucho que le
sobra. Yo, por errar menos en la comparación, juzgo que ninguno de
los dos puede ser peor y que cada uno lo parece. A aquél lo empobrecen los vicios, y éste los empobrece a ellos; aquél se queja de sus
pecados que le cuestan caros; déste se quejan sus pecados, que los
quiere de balde. Entrambos son enemigos de su hacienda ; el uno porque la da a los otros, el otro porque se la niega a los otros y a sí; el
uno la haCe ajena con la dádiva, el otro con no gozar della. Verdaderamente estos dos pobres son delincuentes. Otro tercero pobre los sigue
256 —
en el número; aquel que si no lo guarda y si no lo gasta en vicios, lo
gasta en su pompa, acompañamiento y excesivo adorno; éste, con mala
salud, tiene el seso tanto de loco como de espléndido. Gasto donde la
caridad no hace buenas algunas partidas, pocas pueden ser buenas>
Hemos dicho de los hombres que el mundo llama ricos siendo pobres ; digamos de los que llama pobres siendo ricos, sin hacer cuenta de
Craso, que sólo tenía por espléndido y rico aquel que podía sustentar
un ejército. Comúnmente llamamos pobre al necesitado y mendigo; yo
no sé qué persona está fuera de la nota leste nombre. Pide el pobre
al rico, pide el rico al poderoso, el poderoso al príncipe, el príncipe
al monarca; y esta soberana dignidad, porque no escape de mendiga,
cuando todos la piden a ella, pide ella a sus vasallos. Según esto, ser
mendigo no puede ser nota; ¿serálo el ser mendigo del sustento de
cada día, de un remiendo y de una limosna? Aquí está el engaño,
pues' forzosamente es menos mendigo el que lo es de cosas pequeñas
que quien lo es de cosas grandes, y con más breve consuelo, pues
es más fácil alcanzar lo poco que lo mucho. Demos que el mendigo
sea el pobre; hablemos dél bien, pues hablamos de todos, y el que no
es pobre lo fué cuando nació y lo será cuando muera. Vulgar sentencia
es, que ninguno nace tan pobre que no muera más pobre. ¿Parecerá
paradoja decir que todos nacen más pobres que mueren? Yo probaré
que parezca verdad. Nada trae a la vida el que en esta vida
nace. El que muere todo lo deja y nada lleva ; caudal es tener
que dejar. Quien nace ha menester lo que no tiene; quien muere
no ha menester lo que deja : luego en aquél es necesidad y en
éste alivio. Aquél empieza a ser menesteroso de todo lo que éste deja,
porque ya no ha menester. El que nace empieza la jornada, para que
necesita de todo lo que no tiene; el otro la acaba, y por eso no le hace
falta lo que deja. El uno está confín a los umbrales de la nada, de
que salió nueve meses antes; el otro está confín a la eternidad, que
le aguarda poco después. El uno nace para vivir vida mortal, el otro
muere para vivir vida eterna. ¿Quién negará que el que nace no es
más pobre de caudal y de esperanza que el que muere? ¡ Oh cuán
liberal y generoso es el morir ! ¡ Cuán mendigo y mísero el nacer! Este
todo lo pide, aquél todo lo da. Si el hombre cuando nace tuviera entendimiento como cuando muere, todas las criaturas me sirvieran de textos y autoridades para mi opinión. Sirva este discurso de disposición
a mi intento, y descendamos a quitar el temor de la pobreza al mendigo, a quien llaman pobre de solemnidad.
Digo que está mejor situado y a mejor finca el caudal de prodiosero
que el del poderosamente rico. Dos géneros de bienes blasona el mundo :
unos muebles y otros raíces. Consintamos que se llamen bienes, respecto a que deltas se puede usar bien y con ellos se puede hacer bien.
Empero no és de permitir que se llamen raíces y estables, pues son tan
- 2 57
movibles como el tiempo y corno la fortuna, que a su albedrío disponen deilos. ¿Quién negará que las monarquías del mundo, los remos
y los señoríos no son bienes movibles, no pudiendo negar sus mudanzas, su instabilidad, su fuga de unas en otras personas, de unas en
otras gentes? El mundo, que fué de los asirios, pasó a los persas ;
déstos a los medos; a éstos le quitaron los griegos, y a éstos los romanos. En unos fué causa el vicio de los príncipes que poseían, en otros
la invidia de los vecinos, en otros la ambición de los apartados. Pues
si los reinos y monarquías y los impericis son bienes movibles, ¿qué
serán los que debajo de su dominio tuvieron los vasallos y particulares?
La verdad a todos los llama bienes muebles; a los unos porque los
lleva adonde quiere el dueño; a los otros porque los lleva donde
quiere, sin dejarlos reposar, el tiempo y la fortuna, que hacen
golfo lo que era heredades, y por otra parte enjugan en heredades los golfos; lo que era ciudad es campo, y lo que era campo es
ciudad. La misma naturaleza en el grande cuerpo de todo este mundo
reconoce por movibles sus mayOres partes y sus mejores miembros. ¿En
qué seguridad permanente podrán estos bienes, que se llaman raíces,
afirmarse en quietud, si la tierra en que se fundan y el mar de que se
rodean, son movibles? Antes el propio movimiento es, y un continuo
contraste. No digo que se mueve la tierra, sino que toda ella padece
mudanza, continuos robos de los ríos, perpetuas invidias del mar, frecuentes agravios y delirios de la fortuna, porfiadas transmutaciones y
diferencias de la hambre del tiempo. Toda esta máquina visible va
enfermando cada día para el postrero, en que será alimento de !as llamas, cuando quien extendió como pieles los cielos, arrolle y revuelva
a su brazo sus volúmenes resplandecientes. Tal es la situación que
blasona de su socorro el rico, y la finca la que señala el albedrío de
cada hora; sabiendo una misma ser madre y madrastra, pues acontece
que un mismo instante se goce y se padezca. Más segura es la situación del socorro del mendigo, más constante su finca. Tiene el pobre
su hacienda en los tesoros de la providencia de Dios; su finca es graduada por la contaduría de la caridad : ni puede faltar la una ni ser
trampeada la otra. No puede quebrar la Providencia ; nunca experimentaron falido su crédito, ni los hijos de los cuervos ni la más despreciada sabandija.
Cristo nuestro Señor amó la pobreza. No puede dejar de ser hermosa y sancta, cosa que mereció el amor de Jesucristo. Amó los pobres
para padres, amólos para dicípulos. Precióse de pobre con tal encarecimiento, que dijo que las aves tenían nidos y las bestias cuevas, y que
él no tenía adonde reclinar la cabeza. Lo que Cristo escogió para sus
padres, para sus dicípulos y para sí, grande y soberana prerrogativa
goza en su elección.
Veamos si de tanto bien comunicó Dios algunas vislumbres a los
,
21 8
-
gentiles. jenofonte, en el libro I de las Sentencias y dichos fa tenlos de
Sócrates, escribe que disputando éste con Antifón, le dijo: «Yo Creo
que el no tener necesidad de cosa alguna, es cosa propia de Dios; y
tener necesidad de cosas pocas, sea propio de aquellos que más se avecinan a Dios.» Estos que tienen necesidad de cosas pocas probado está
que son los pobres. Evangelicemos, pues, esta vislumbre. Cristo Señor
nuestro en el lugar citado dijo a aquel rico: «Ve y vende todo lo que
tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.» Literalmente manda Jesucristo, Dios y hombre, que para llegarse a él vendan lo que tienen y lo den a los pobres; para que siendo
pobres, se puedan llegar a Dios. Conocieron que no había otro medio de
llegarse a él y de llegarse a Dios y seguirle, como más cercanos, y por
eso le dicen : Ecce nos, reliquimus omnia, et secuti sumus te. «Ves que
nosotros lo dejamos todo y te hemos seguido.» ¡ Grande prerrogativa
es la del pobre, estar, por necesitar de menos cosas, más cerca de Dios,
que no necesita de alguna ; carecer de todo por haberlo dejado, para
poder seguirle !
Juzgó Cristo Jesús por peligroso todo lo que no se gastaba con los
pobres, y por poco útil, Lucae; 14: Dicebat ~tem et ei, qui, etc. Decía
al que le había convidado: «Cuando das comida a cena, no llames tus
amigos, ni tus hermanos ni tus parientes; no acaso ellos te vuelvan a
convidar y cobres la retribución. Empero cuando haces banquete, llama
a pobres, débiles, cojos, ciegos, y serás bienaventurado, porque no tienen
con qué poder pagarte el convite.» ¡Oh cuánto resplandece la liberalidad de Dios en lo que recibe! ¡ Oh cuánto se muestra miserable y
usurera la dádiva y liberalidad de los hombres ! Aquí dice Cristo que
es inconveniente para con su Padre lo que es incentivo para con las
gentes. Dice a su güésped que no convide a los ricos, porque acaso
no le paguen el convite; y los ricos no convidan con otro fin. Mándale que convide a los pobres porque no le podrán convidar a él otra
vez ; siendo así que porque los pobres no pueden pagar el banquete
nadie los convida. Toda la pretensión de Dios en estas palabras es
tener al hombre por acreedor. Dícele que convide al pobre, porque no
recibirá dél retribución; empero que la tendrá en la resurrección de
los justos: retríbuetur enim tibi in resurrectione justorum, dice consecutivamente Cristo nuestro Señor. Para con él tiene grande crédito el
pobre; no hay paga de cosa alguna que reciba o deuda que no acepte.
Solicita Dios por este camino ser deudor al hombre. Este lugar dictó
a San Pedro Crisólogo tales palabras: Da potum, da vestimentum, da
tectum, si Deum debitorem, non judicem vis habere. «Da la bebida,
da el vestido, da albergue, si quieres tener a Dios por deudor y no
por juez.» ¿Cuál socorro será tan seguro como el que Dios abona?
¿Quién será aquél que no pague letras atetadas por. Dios? ¿Cómo será
- 219
rico quien por los pobres no tuviere con Dios buena correspondencia
con los intereses de ciento por uno?
No sólo da Dios al pobre y manda que todos le den, sino que la
propia pobreza es merced y dádiva de Dios. Alcanzaron esta piadosísima verdad los gentiles: Lucan., lib. 5 :
O vitae tuta facultas
Pauperis, angustique laces! o munera nondum
Intellecta Deum! quibus hoc contingere templis,
Aut potuit muris, nullo trepidare turnultu
Caesarea pulsante manu?...
¡ Oh privilegio de la poca hacienda,
y del pobre seguro!
¡ Oh dádivas de Dios no conocidas!
¿A qué murallas o a qué templo pudo
acontecer el no temblar con ruido,
tocando en ellas la` cesárea mano?
Dádiva de Dios llama el privilegio seguro de la pobreza y de la
hacienda miserable. Es, empero, de advertir que a la pobreza sancta
y preciosa y encomendada a Dios le sucede lo que a los metales preciosos y a las piedras, que se andan los falsificadores tras ellas por enriquecer con el engaño su alquimia, que la contrahace. Tiene la pobreza,
como el oro y la hipocresía, su monedero falso.
Ninguno es más pobre que aquel que enriquece de lo que quita
a los pobres. Es evidencia que es más pobre que los pobres quien ha
menester quitarles su pobreza para ser rico. Y este rico que para serlo
hace pobres y deshace pobres, no sólo es pobre, sino la misma pobreza, pues sólo la pobreza hace pobres. Este no sólo es el más pobre,
sino el más maldito pobre.
Dale Dios el más extraordinario castigo, permitiendo que quien enriquece con lo que quita, empobrezca con lo que da. Así se lo amenaza el Sabio: Qui calumniatur pauperem, ut augeat divitias suas, dabit
ipse ditiori et egebit. «Quien calumnia al pobre por aumentar sus ri-,
quezas, dará al más rico que él y empobrecerá.» ¡ Qué docto y justificado castigo es, que quien destruye al pobre por aumentarse, dando
al rico se destruye a sí! Ordena Dios que quien quitó al pobre destruyéndole, se quite a sí para que se empobrezca. Este, si edifica con
lo que quitó a los pobres palacios y viñas, ni los vive ni las bebe. Literalmente lo dice el Espíritu Santo por Amós, cap. 5: Idcirco pro eo,
quod diripiebatis pauperem, etc. «Por eso y porque despojábades al pos'
bre y quitábades dél presa escogida, edificaréis casas de sillerías, con
piedras cuadradas, y no habitaréis en ellas; plantaréis viñas de todo
.
220 -
regalo, y no beberéis su vino.» Y si este desdichado, que enriquece de
lo que quita a los pobres, sacrificare de su caudal a Dios, no le ofenderá menos que aquel detestable que sacrifica el propio hijo a su padre.
Palabras son del Espíritu Santo, Eccl., 34 : Qui offert sacrificium ex substantia pauperum quasi qui victimat filium in conspectu patris sui. «Quien
ofrece sacrificio de la sustancia de los pobres es como aquel que sacrifica
el hijo delante de su propio padre.» No pudo la maldad inventar pobre
más ultimado que éste; si quita para enriquecer, empobrece con dar:
quita al que lo ha menester, para dar al que no lo ha menester. Si en
este mundo edifica palacios y viñas y jardines con el robo del pobre,
ni los unos los habita ni los otros goza. Si del propio caudal, para
aplacar a Dios, ofrece sacrificio, en cada pobre que robó le degüella un
hijo. Según esto, pierde dando lo que adquiere con el robo, pierde
lo que edifica y pierde lo que ofrece a Dios. Esta fuera la pobreza
más feamente falsaria de la verdadera pobreza, si no se hubiera introducido otra más peligrosa por más bien vestida al uso de la verdad.
Desta me dió noticia aquel ferviente y sancto ruego en que está la
salud del alma ; Divitias, et paupertatem, ne dederis mihi. «Señor, no me
des riquezas y pobreza.» Todos entienden esta petición, afirmando que
pide no le dé Dios pobreza extrema ni riquezas demasiadas. Yo (quiera
Dios que acierte) entiendo que pide que no le dé riquezas y pobreza,
que son dos contrarios; y poseído de contrarios, será contradicción y
contraste y batalla. Declárome más. Pide que no le haga rico pobre,
como el que hemos referido; que no sea rico en el caudal y pobre
en el nombre; que es,ser hipecrita; que no le haga rico que, siempre
tomando más, buscando más, engaitando más, sea siempre más pobre,
por ser siempre más rico. Persuádome que ya me entienden todos, menos
los ricos, que harán como que no me entienden. Contra estos se instituyeron en la Iglesia católica los sagrados órdenes mendicantes, que
con la limosna que reciben hacen a Dios deudor de quien se la da.
Estos San Pablo los nombra, II, Timoth, 3 : Ex Iris enim sunt, qui penetrant doraos et captivas ducunt, etc. «Destos son los que penetran
las casas y se llevan captivas las mujercillas cargadas de pecados, siempre aprendiendo, sin llegar jamás a la ciencia de la verdad.» Importa
tanto conocer a éstos que los tres evangelistas San Mateo, San Marcos
y San Lucas refieren diferentes señas que Cristo nuestro Señor dió de
sus acciones y costumbres, Matth., 23 : Marc., 12 ; Lucas, 2o: Dicunt
enim, et non faciunt. Alligant autem, etc. «Dicen y no obran. Juntan
cargas graves e insoportables y pálienlas sobre las espaldas de los hombres, y no quieren moverlas con el dedo. Hacen todas sus obras para
que las vean los hombres. Quieren andar con estalas. Quieren los primeros lugares en las cenas y en los convites, las primeras cátedras en
las sinagogas y las cortesías en la plaza. Engúllense las casas de las
viudas con pretexto de prolija oración. Quieren ser llamados de los
- 221
hombres maestros.» Da Cristo nuestro Señor a sus fieles señas vivas por
donde los conozcan en lo que hablan, en lo que obran, en lo que aconsejan, para cargar a los otros y aliviarse a sí en su traje, en los linares
que afectan, en los banquetes, en las cátedras, en las cortesías con que
los saludan, en las plazas, en las casas que visitan y devoran, en el
nombre que quieren para sí de maestros, y porque se mezclan en todo
y lo quieren todo, se dan las señas de todo y de todas las acciones
destos escribas.
El evangelista San Juan no quiso dejar de advertir destos escribas,
que discurren como veneno y se difunden como contagio. Reprehendiendo la soberbia de uno destos hambrones de la primacía de la Iglesia, en su epíStola canónica 3, dice : Scripsissem forsitam, etc. «Hubiera
escrito a la Iglesia; empero Diotrefes, que cudicia administrar el primado, no nos recibe. Por esto, si viniere, advertiré las obras que hace
barbullando con malignas palabras contra nosotros; y como si a él no
le bastasen estas cosas, ni él recibe los hermanos, y prohibe a aquellos
que los reciben y los expele de la Iglesia.» Hablar contra el evangelista sagrado con palabras malignas, usurpar la primacía de la Iglesia,
no recibir los hermanos, prohibir a los que los reciben y expelerlos de
la Iglesia, señas son y perfiles que los retratan por otro lado. Previnieron la advertencia contra estos pobres ricos los profetas, y amanecieron el maridaje adúltero de pobreza y riqueza que piden. Miqueas,
cap. 2, lo refiere con execración lastimosa: Yac qui cogitatis tinvide, etc.
«I Ay de vosotros, que pensáis con invidia y obráis mal en vuestros aposentos! A la primera luz lo obran, porque es contra Dios su mano. Cudiciaron los campos, y con violencia tomaron y arrebataron las casas;
y calumniaban al varón y a su casa, y al varón y a su heredad. Por
eso dice el Señor: Veis que yo destino mal sobre esta familia; por
lo cual no libraréis vuestros cuellos ni ayudaréis soberbios, porque el
tiempo es pésimo. En aquel día se tomará proverbio contra vosotros y
se cantará con suavidad cántico de los que dicen : Con desolación fuimos destruidos.»
Los demás lugares habían dado sus - señas y dicho lo que hacen y
desean; éste dice que lo piensan con invidia y que obran el mal en sus
aposentos, y dice a qué hora; que cudiciaron los campos, que tomaron
y arrebataron violentamente las casas, como si dijera que su derecho es
la fuerza. Y por ultimada iniquidad añade que, después de arrebatada
la casa, calumnian a la casa y al varón y a su heredad. ¡Oh ingenio
de la ambición, hurtar la hacienda y deshonrarla, y a su dueño, porque
lo que hurtan estos pobres ricos parezca que lo reciben delincuente
para sanctificarlo! Quitan las casas y heredades a sus dueños y las honras,
porque parezca que pues no merecían tenéllas, fué justicia quitárselas
y no cudicia, Es: traición, tan facinoroSa, 'que , Por'eso dice Dios qué destina mal sobre' esta familia ; de que = se colige que es familia ésta de
22Z -
los ,escribas pobres y ricos. Amenázalos que no librarán sus cuellos ni
ayudarán soberbios. Colígese que éstos andan, para asegurarse del golpe,
torciendo los cuellos, ya al un lado y ya al otro. Señala el tiempo malísimo, y dice que será el día de su castigo cuando sean proverbio, que
se' cantará cántico, y que serán destruidos con desolación.
Mucho dice Miqueas; empero hemos de buscar en Habacuc quién
son los que han de hacerles proverbio y clamar contra ellos. Cap. 2,
lo dice con estas palabras : Et quomodo vinurn, potantem, etc. «Como
engaña el vino al que le bebe, así sucederá al varón soberbio, y no
será reverenciado el que dilata como el infierno su alma, siendo él como
muerte Ose no se harta ; y congregará consigo todas las gentes y juntará a sí todos los pueblos. ¿Por ventura todos éstos no tomarán proverbio contra él y hablilla de sus enigmas?» Claramente dice el profeta
que se levantarán contra él todos los pueblos y todas las gentes que
habrá juntado él misma.
Bien singular seña es decir que harán hablilla de sus enigmas, que
es decir que serán enigmas su lenguaje; cosa escura y que con apariencia y equivocaciones de lo que no es, oculta lo que es. Es la enigma
cosa de más primor cuanto menos se acierta, y tanto ser tiene de enig
ma, cuanto dura de enigma y mentira; y acaba de serlo en acertando
la verdad. Esto es cuanto a los que le perseguirán. Y pocos renglones
más abajo dice : Lapis de pariete clámabit, et lignum, quod inter juncturas aedificiorum est, respondebit. «La piedra clamará desde la pared,
y el madero que está entre las junturas de los edificios responderá.»
Parece que diga que los edificios que este pobre rico hiciere a costa
de todas las gentes y pueblos que juntará a sí, clamarán contra él. Eso
es que «clamarán las piedras», que se introducirán en fiscales. El Evangelio promete estas acusaciones de las piedras, cuando dice : Si hi tacuerint, lapides loquebunt. «Si éstos callaren, hablarán las piedras.» Como
el miedo o la adulación pueden hacer callar las lenguas, la justicia de
Dios hace hablar las piedras. Saben las piedras hablar bien contra el
que sabe obrar mal. La venganza de Dios tiene palabras y clamores en
las piedras. Dice en el lugar referido Miqueas que pensaron con invidia
y obraron mal en sus aposentos. Por eso dice Habacuc que las piedras de las paredes clamarán como testigos de quien fiaron sus obras
estos- malditos. El proverbio español dice que las paredes oyen : dales
el refrán oídos; añádeles el profeta lengua y voz y clamor. Conviene
considerar más delgadamente por qué clamarán las piedras y responderá el madero que está entre las junturas de los edificios. Acordémonos que un lugar del Evangelio dice que penetran las casas, y otro que
se las engullen, y otro que deshonran la casa y el varón. Si las penetran, forzosamente harán sentimiento; si las comen, ruido han de
hacer las, piedras entre, los dientes; si las deshonran, responderán por
sí y pot, el varón. Empero es necesario averiguar por qué a éstos pobres
,
,
23
ricos les ha de responder el madero que está entre las junturas del edificio y no el varón; y qué obra hace en la casa este madero y qué
nombre tiene.
Dejo la diferente lición rigurosa, siguiendo la Vulgata, y digo que,
a mi parecer, el madero que está- entre las junturas del edificio son las
puertas y ventanas, que están realmente entre las coyunturas de los edificios y son de madera; y digo que a ellas toca el responder a los
clamores de las piedras, como a sabidoras de sus entradas y salidas,
de sus pasos y de sus acechos, de sus pies y de sus ojos; saben a quién
se cierran y a quién se abren, qué luz admiten y adónde miran, Son
testigos de su comercio. Las puertas y las ventanas saben de día y de
noche quién es pastor y quién es ladrón. Cristo nuestro Señor lo dice :
Amen amen dico vobis: Qui non intrat per ostium in ovile ovium, sed
ascendit aliunde, ille fur est et latro (Joann., „ro). «Yo os digo que
quien no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube
por otra parte, es robador y ladrón.»
Según estas palabras, a las puertas y a las ventanas, que son el madero que está en las junturas de los edificios, toca responder quién
es pastor y quién ladrón, quién entra por la puerta y quién por la
ventana. Para entrar por la puerta se usa de los pies; para salir por las
ventanas o terrados, de las manos. Por eso San Pablo. para decir que
había entrado como pastor por la puerta, y no como robador por las
ventanas, habla por sus manos: Argentum et aurum, aut vestem nullius
concupivi, etc. (Actorum, 2o). «No cudicié oro, plata, vestidos de alguno, como sabéis vosotros mismos, porque para las cosas que me eran
necesarias a mí y a los que estaban conmigo estas manos me lo dieron.»
Trabajaba San Pablo con sus manos por no comer del trabajo de las
ajenas; trabajaba por no ser carga con pedir limosna.
Veamos estos pobres ricos, contra quien responden las puertas y las
ventanas a los clamores de las piedras, cómo se sirven de las manos,
cómo contrahacen con su avaricia la pobreza, cómo entran por las ventanas. San Mateo, 27, nos lo pone delante de los ojos : «Entonces, viendo
Judas, que le vendió, que le habían condenado, traído de la penitencia, volvió los treinta dineros de plata a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo : Pequé entregando la
sangre inocente. Mas ellos dijeron : ¿Qué nos toca a nosotros? Miráraslo tú. Y arrojadas las monedas de plata en el templo, se fué, y
yéndose se ahorcó con un lazo. Los príncipes de los sacerdotes, tomando el dinero, dijeron: No es lícito echarlo en nuestro depósito,
porque es precio de sangre. Mas juntando concilio, compraron con él
una heredad de un alfarero para sepultura de los peregrinos, por lo
cual hasta el día de hoy se llama aquella heredad Heredad de Sangre.»
Estos príncipes de los sacerdotes, que dan dineros a Judas por la
sangre del Justo, y con el dinero de la penitencia de Judas, que se le
22 4
trae a su casa y se le arroja, compran heredades, son los pobres ricos
hipócritas, que dan el dinero para comprar la maldad y le reciben del
arrepentimiento del malo, y le emplean en posesiones; y lo que aconsejaron dicen que no les toca a ellos; y si dan dinero, es para heredarlo de la condenación del que lo recibió, y se justifican con no echarlo
en su bolsa cuando lo emplean en heredamientos de sangre. Esta aplicación• aprendí de San León, papa. Tales son sus palabras: Cujus cordis
est ista simulatio? Sacerdotion conscientia capit, quod arca Templi non
recepit. Timetur illius sanguinis taxatio, cujus non timetur effusio.
«¿De cuál corazón es esta disimulación? La conciencia de los sacerdotes recibe lo que no recibe el arca del templo. Témese el precio de
aquella sangre, de quien la efusión no se teme.»
Conozcamos !a hipocresía infernal. Hacen escrúpulo de echar en su
depósito y arca el dinero que de su mano recibió Judas por la venta
de Cristo, y no le hacen de habérsele dado porque le vendiese. Pretenden excusarse de darle y -volverle a recebir con no echarle en su
arca; empero empléanle en posesiones. Estos hacen las ventas y las
compras por mano ajena, para que se pierda quien las hace. Son causa
de perdición, y dicen que no tienen culpa en la que ocasionan. Estos se
valen del séquito de Cristo contra el mismo Cristo. Ahórcase el ministro
que obra la traición que le pagan, y ellos son herederos de la paga de
Judas y del precio de su maldad. Siempre ha sido dolencia de las edades estos pobres ricos; que, como el Sabio pide que no le dé Dios
riqueza y pobreza, ellos piden que les dé riqueza para tener y pobreza
para no socorrer con ella a otros pobres, y para pedir siempre con ella
a otros ricos. Si los he dado a conocer, no he sido largo; si los he m'Ostrado aborrecibles, no he sido inútil. Muchos malos pobres que se llaman ricos he desconsolado con ellos ; quiero consolar al pobre que
llaman mendigo.
No hay hombre tan pobre que le falte para vivir, ni pobre a quien
no sobre para vivir bien; pues cuanto menos tiene de bienes deste
mundo, tiene mejor aparato para los del otro. La fortuna a muchos dió
demasiado, mas no harto. El recebir della es enfermedad, que crece con
la misma dádiva. Con lo necesario- ruega la naturaleza ; lo superfluo no
es caudal, sino demasía ; no es hacienda, sino carga. De nada hace Indias
quien se contenta con nada. No es poco lo que basta, pues basta poco.
Hacienda que da cudicia de más hacienda, no es más hacienda, sino
más cudicia. Lo mucho se vuelve poco con desear otro poco más. Lo
que bebe el hidrópico, no le mata la sed, antes le aumenta la hidropesía que le mata. Si algún hombre se contentara con ser muy rico,
pudiera llamarse rico; empero pocos se tienen por muy ricos en tanto
que ven en otro algo. Por esto en el mundo no puede tener quietud
quien tuviere cosa en que quitándosela pueda otro medrar o enriquecer.
Querer coger riqueza con la cudicia, es querer coger agua con harnero.
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En el infierno es, pena, que refieren los poetas; en el mundo, locura en
que se difaman los avarientos. La ambición es vaso quebrado, que
vacía cuanto recibe; si siempre se está llenando, siempre se está vertiendo. Un cuerpo tenemos, solo, flaco y corruptible, que no le puede
fortalecer ni preservar el oro; una salud enferma, a , que ni es medicina
ni sanidad; una vida trabajosa, a que no es alivio breve, a que no es
dilación. Tenemos un alma eterna que no le ha menester para alimento ni para ornato. Si quiere el hombre ser rico, disponga que el
oro suba a la patria de la alma, que es el cielo; estorbe que baje la alma
a la patria del oro, que es lo, profundo de la tierra. ¿Quién dirá que
esto no es lo que se debe hacer? ¿Quién lo, hará? Todos aprobamos
lo bueno y todos lo huimos. Sabemos dónde está y en qué la felicidad y la verdadera riqueza, mas no caminamos a ella. El hombre, cuando
nace, sólo trae necesidad de cuanto ha menester para vivir. La naturaleza le da el sustento, que ni puede buscar ni pedir, y en creyendo
que le puede recebir y pedirle, desconfía de la naturaleza y sigue a
la fortuna. Nada falta al que se contenta con lo necesario, al que se
contenta con lo que a otros sobra, con lo que otro desprecia, con lo
que le dispensa la caridad por la limosna. Si llamas pobreza no tener
con qué sustentar muchos criados, considera que naturaleza té dió un
cuerpo, y no muchos; no te debe más alimentos que para uno. Si te
afliges porque tu aposentillo no es grande palacio, considera cuánto
espacio dél sobra a tu persona y dejas desocupado, y le darás gracias
por lo que te sobra, y no quejas por lo que te falta. Si te congojas
que estás pobremente vestido, acuérdate que naciste desnudo y que a
las sedas y bordados del rico en su postrera hora sucederá una mortaja, con que habrá de contentarse, y que su heredero condenará la
peor sábana para que le envuelvan. El año, cuando se muestra mal
acondicionado con el frío o el calor excesivo, no se enoja y enfurece con
la pobre lana ni se mitiga cohechado con el oro. Muchos remiendos,
uno sobre otro, son de tanta defensa como una tela sobre otra; no
son tan rica defensa, empero son más barata. Más abriga al pobre la
costumbre de no tener abrigo y de padecer las heladas, que al poderoso las pieles de fieras. Más calificadamente se aforra el pobre con lo
que desecha otro hombre, que el rico que se aforra de lo que desecha
un lobo o un gimio. En muchos aquella piel no muda de fiera, aunque
muda de lobo. Dirás que, tu comida es desazonada, que comes lo que
no se guisó para ti; y padeces engaño, que tu hambre sazona para ti
cuanto los cocineros guisan para los demás. Ella te adereza lo crudo,
te multiplica lo poco, te hace agradable lo austero. Fáltale algunas veces
el alimento al pobre, y entonces es medicina la falta. Pide, y no le
socorren : el rico pierde la cosa más bienaventurada, que es el dar, y
el pobre la menos, que es el recibir. Cristo nuestro Señor lo dijo: Beatius est magis dure, quarn accipere. «Más bienaventurada cosa es dar
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que recebir.» Síguese que el rico que da menos, menos bienáventurado
es que el pobre. Tener y no dar es culpa del que tiene : pedir y no
alcanzar es mérito del que pide, y siempre es culpa del que no da.
La pobreza es hastío de todos los vicios y pecados. Todos huyen del
pobre, cuando el pobre no huya dellos. El adulterio y el homicidio y
la gula y la soberbia se gobiernan por el precio, se andan tras el oro,
se facilitan con el caudal. Cuando su inclinación sea mala para apetecer los vicios, su miseria es buena para que los vicios lo desprecien
a él. Verdad es que el pobre no tiene aduladores, empero tiene ocasión
de serio; no teme ladrones, empero témenle por ladrón. De todo esto
se asegura el pobre que está contento de serio. Santa es la pobreza
alegre. Mas, ¿cómo siendo alegre y santa será pobreza? La mayor vileza
de los pobres es el pedir; empero no los condenó a pedir quien. mandó
a los ricos que les diesen lo que les sobra. Si les dan el socorro antes
que se le pidan, son fieles y liberales; si aguardan a que se le pidan,
pagan apremiados lo que deben; si lo niegan, son ladrones de lo que
se guardan.
La hipocresía, que pretende dar buen color a la cudicia, dice que
el pobre no puede favorecer a nadie : que es gran bien hacer mucho
bien, y que se ha de buscar la riqueza para hacer bien a muchos. Esto
dicen para buscarla y en tanto que la buscan; y en hallándola y poseyéndola, nada de lo que dicen hacen. Estos, en decir que el pobre no
puede hacer bien a nadie, mienten. El pobre a todos hace bien: a sí
el primero, porque la pobreza tiene bien ordenada caridad; luego hace
bien a todos los ricos, a quien da ocasión de mérito y de ganancia
en los cambios de la gloria. Hácele seguro su tesoro, multiplícale eternamente, ocasiónale el buen uso de sús riquezas. Solamente lo que se
da al pobre se - asegura de fuego y de ladrones y de todas las venganzas de, la fortuna, porque aquellas dádivas que recibe el pobre las
paga Dios. Gran dignidad la del pobre, tener por pagador de sus deudas a Dios! Más pidió Cristo con mandar que les diesen a los pobres,
que ellos para sí. Cristo a todos llamó a lo mejor. El llamó al rico que
estaba en el banco, para que fuese pobre. El aconsejó que fuese pobre
al príncipe, dando su riqueza a los pobres. El dijo que con Él se hacía
lo que se hacía con cualquier pobre. El nos enseñó que el rico que no
quiso dar al pobre una migaja de pan en la tierra, le pidió desde los
infiernos una gota de agua, estando el pobre en el seno de Abraham.
En la gentilidad, hasta los poetas pusieron en el infierno al rico
avariento, y fué pena infernal la avaricia para la impiedad : eso representaron en la sed de Tántalo en medio de las aguas y la hambre con
la fruta que le alborozaba los labios, cuando una y otra le burlaban
huyendo. Virgilio, entre otras pestes, puso en el umbral del infierno
la torpe pobreza : Et turpis egestas. Empero no dijo que la pobreza,
por' ser torpe, era aparato de la condenación; sino que aquella pobreza
- 227
que era torpe, lo era. ¿Cuál cosa más torpe que la que no halla lo que
tiene? Y esa es la del rico avariento, que en las aguas no halla bebida,
que nadando se abrasa, que en la fuente se muere de sed. Puede ser
que moralmente y a la letra sea yo el primero que haya dado luz pro.
vechosa a este lugar.
El angélico dotor Santo Tomás, en el opúsculo que intitula De la
erudición del príncipe, lib. 4, cap. 6, tratando de los que no se contentan
con no dar a los pobres, y les quitan (a quien llama raptores), dice :
Poterit cliabolus se justificare comparatione raptorum in die judicii,
dicenclO: Domine, ego illos solos offlixi, qui te offenderat; sed raptores
isti illos depraedaverunt, et afflixerunt, qui non meruerunt. «Podrá el
diablo justificarse el día del juicio con la comparación de los arrebatadores, diciendo: Señor, yo afligí a aquellos que te habían ofendido;
empero estos arrebatadores robaron y afligieron a los que no lo merecían.» ¡ Temerosas y grandes palabras son ! Prosigue esta amenaza en
el cap. 7: Si enim dizmnantur qui sua pauperibus non distribuut, quid
fiet illis qui bona eorum auferunt? «Si se condena quien no da lo que
tiene a los pobres, ¿qué sucederá a quien les quita lo que tienen?»
San Juan Crisóstomo, en la Oración de avaricia, da esta dotrina ejemplificada: Si Lazarus nulla affectms injuria a divite, etc..«Si Lázaro, no
habiendo recebido alguna injuria del rico, sólo porque no gozó de lo
que era suyo, le fué acerbo acusador, ¿de qué defensa se valdrán aquellos que, además de no dar de lo que tienen, quitan también lo ajeno?»
Infinitos más son los que están en el infierno por lo que quitan a los
pobres; que por lo que no les dan. La perfección cristiana es quitar de
sí para darles. No puso Dios a los ricos y poderosos encima de las cabezas de los pobres y humildes, porque le son más preciosos, sino porque le guardan lo más precioso. Diga esto el angélico dotor en el mismo
opúsculo, lib. I, cap. I: Frequenter prooter utilitatem, hasta deturpetul, etc. «Frecuentemente per la utilidad de los súbditos se pone sobre
uno en tal estado antes que por la suya, y el fieltro se pone sobre los
demás vestidos por la conservación dellos; no por su bien, no por
más querido, sino antes porque él solo se llueva.»
Dios nuestro Señor guarda los pobres con los ricos; de fieltro quiere
que los sirvan. Pónelos encima de la humildad de los pobres, no para
que se defiendan, sino para que los defiendan. Aquél es buen fieltro
que no deja pasar las inclemencias del tiempo en nieves, lluvia y granizos al vestido que cubre. Aquel es buen rico que defiende de la desnudez, hambre y sed al pobre que le trae sobre su cabeza. Sea, pues,
el consolado y el defendido el mendigo, sea el combatido y el defensor el poderoso. Este trabaje para que el otro descanse.
Nació el mendigo pobre, vivió pobre y murió pob,re. Tuvo menos,
tiene menos de qué dar cuenta y menos que dejar. Vivió como nació
y como había de morir. Fué sólo una persona. Conoció por madre a la
228 -
naturaleza; no padeció por madastra a la fortuna. Fuera de la vida no
tu:14,
--` qué quitarle la muerte. Murió con lástima de todos. y sin albri,
ciE y regocijo de herederos. Enterráro
nle los ascos del olfato, los melindres de la vista, los horrores de la imaginación, si faltó caridad en
los vecinos. Enterráronle sin pompa, empero sin quejosos ni acreedores. Fuéle la tierra, sin mármoles y bultos, cubierta y no carga. Careció
de epitafio (que también tienen su soberbia los sepulcros y su vanidad
los muertos): empero no temerá la segunda muerte en los blasones
de su memoria, que acallarán los días, que borrará el tiempo. No gastará en desvanecer sus gusanos con túmulos magníficos lo que debía
gastar en acallar el gusano de su conciencia. Aguardará el pobre el postrero día sin presunción. Por eso el Señor (así lo.dice David, salmo 71),
judicabit páuperes populi, et salvos faciet filios pauperum; et humiliabit
calumniatorem: «juzgará los pobres del pueblo y salvará a los hijos de
los pobres y humillará al calumniador». Y luego da la causa : «Porque
librará al pobre del poderoso, y al pobre que no tenía socorro. Perdonará al pobre y al necesitado y salvará las almas de los pobres. Redimirá de las usuras y de la maldad sus almas, y delante dél será honrado
su nombre.»
Este sí que es epitafio eterno, que vive en la presencia de Dios, sin
que le gasten en las losas los pasos de las horas. No se sabe dónde
estuvieron los sepulcros de infinitos monarcas, en que consigo enterraron con los gastos excesivos las provincias exhaustas. ¿Qué, pues, se
sabrá de sus güesos, que perdidos de la locura de sus pirámides, peregrinan vagos en polvo desconocido? Dura el grito de las locuras de
Alejandro, del furor de Cambises, de los delirios de Jerges, de la fiereza de Nerón, de los vicios de Calígula, de la malicia de Tiberio, de
la ambición de Julio César, de la temeridad de Anibal, sí ; empero de
sus cuerpoS no hay ceniza, no hay polvo que dé noticia a los curiosos.
Desprécianse en los metales vivos sus retratos, y en los preciosos se
venden por la cudicia. ¿De qué, pues, sirvió la suma riqueza? ¿De qué;
pues no ha podido defenderlos del olvido ni rescatar las urnas en que
se guardaron desatados en hogueras? De Midas se sabe volvía oro cuanto
tocaba, y juntamente que a puro oro murió de hambre. ¿Quién será
aquel que llamará rica esta muerte, y no miserable y pobre, pues si
dejara de volver en oro una cebolla (pobre y humilde mantenimiento)
viviera?
El santo y .maestro Job es 'el ejemplo del buen pobre y del buen
rico. Hízole riquísimo y poderoso Dios, y viendo que sabía defender
su inocencia de los peligros de la prosperidad, le solicitó él mismo la
persecución y pobreza, sabiendo que quien fué humilde siendo rico,
sería constante siendo pobre. Veamos cómo fué rico en sus propias
palabras, cap. 29: «¿Quién me dará que me vuelva a aquellos tiempos
en que yo era favorecido de Dios, cuando resplandecía, como ,el sol,
229
Yi
•
su gracia sobre mi cabeza, y a su luz adestrado caminaba seguro en las
tinieblas; como fuí en mi adolescencia, cuando secretamente Dios se
dignaba de habitar en mi tabernáculo, cuando el Omnipotente me
asistía y yo estaba cercado en torno de mis criados; cuando la abundancia y fertilidad de mis ganados era tanta, que pisaba la manteca,
y las piedras me eran manantiales de óleo ; cuando salía a la puerta de
la ciudad, y en la plaza me erigían trono? Víanme los mozos y escondíanse de vergüenza; y los viejos, levantándose, estaban en pie por respetarme. Los 'príncipes callaban y sellaban su boca con su mano. Detenían los capitanes generales su voz, y de turbados se les pegaba la
lengua al paladar. El atento que me oyó me bendecía, y me eran testigos los que estaban presentes; y esto porque había defendido al pobre
que gritaba y al pupilo que carecía de favor. Caía sobre' mí la bendición del que estaba pereciendo, y consolé el corazón de la viuda.
Vestime de justicia y adornéme, como •con ropa y diadema, con mu
juicio. Fui vista al ciego y pies al tullido. Era padre de los pobres, y la
causa que no sabía, diligentemente la investigaba. Quebraba las quijadas a los . perversos, arrancábales la presa de entre los dientes. Decía :
Yo moriré en mi nido y multiplicaré mis días como la palma.»
Estaba Job en el muladar cuando en estas palabras pronunció la
historia de sus riquezas. Lo primero dice que Dios lo favorecía, que habitaba con él, que le asistía su luz y que con -ella andaba por las tinieblas. Esto refiere primero que sus acciones, porque se vea confiesa que
lo que tuvieron bueno procedió de Dios y de su gracia. Dice que le
honraban con su trono en la plaza, que los mozos con respeto se retiraban de su presencia, y que los viejos, por veneración, estaban en pie,
que callaban los príncipes y los capitanes; y esto dice que no lo hacían
porque era rico, sino porque con la riqueza defendía al pobre, amparaba al pupilo y con el socorro granjeaba la bendición del que estaba
en el peligro postrero ; consolaba el corazón de la viuda y se vistió de
justicia; fué ojos al ciego y pies al cojo, fué padre de los pobres;
quebrantó las quijadas a los perversos y arrancóles la presa de los dientes. ¿Cuándo rico tan fiel y tan humilde y tan reconocido a la bondad
y omnipotencia de Dios? ¿Cuándo se vió riqueza tan bien empleada?
Más encareció Dios estas alabanzas, pues dijo a Satanás, cap. I : «¿Por
ventura consideraste mi siervo Job, y que no hay varón semejante a él
en la tierra?» Inmensa estimación es la de un justa, pues Dios, sumo
y eterno Señor de todo, se precia y blasona de tener un criado entre
tantas criaturas, «simple y recto y que le teme y se aparta del mal».
Para ver la dignidad y aprecio de los .méritos de la pobreza, basta
considerar que para premiar Dios un rico, canonizado por su propia boca
por incomparable, echó mano del medio de hacerle pobre en el mayor
extremo que pudo maquinar la invidia del demonio y recebir la vida
del hombre. Dios premió a Job con hacerle pobre el haber sabido ser
,
230 -
rico, y Job conoció a Dios el haberle hecho rico con saber ser pobre.
Job fué más pobre que rico, porque pudo ser más rico y no pudo ser
más pobre. Faltóle la hacienda, faltáronle los hijos, fuéle persecución
. la mujer, fuéronle acusación y escándalo los amigos, faltóle la salud;
era unas llagas animadas, población de gusanos; albergábale con horror
y asco un muladar; parecía vivir por desprecio de la muerte, no' por
duración de la vida, que ya extrañaba en su cuerpo la corrupción de
los cadáveres; sólo se le detuvo en la piel el alma, y en ella la paciencia. Habíanse conjurado contra él ladrones, fuego del cielo, terremotos
y huracanes. No dijo que había perdido nada, sino que lo había pagado
a quien se lo dió. «Dios lo dió, Dios lo quita; como Dios quia, así se
ha hecho; sea el nombre de Dios bendito. Desnudo nací del vientre
de mi madre; desnudo volveré a él.» En esta respuesta con tres razones se desempeñó de lo que dijo
Dios que era, mostrándose «varón simple y recto», cuando dijo: «Dios
lo dió, Dios lo quita.» Esto es simplicidad y justicia, confesar que de
sí no tuvo algo, y que todo era de Dios, que cobró lo que había dado.
«Temeroso de Dios», cuando dijo: «Como Dios quiso, así - fué hecho.»
No quejarse del fuego, ni del viento, ni del terremoto, ni de los ladrones, reconociéndolos por cobradores de Dios y reverenciándolos como
ministros de su voluntad, es temer a Dios con temor de hijo, que
respeta con alegre obediencia lo que le quitan sus criados por orden
de su padre. «Que se aparta de mal», cuando pidió que «fuese el nombre de Dios bendito»; pues es cierto que no se puede apartar de mal
quien no pidiere que sea bendito el nombre de Dios. Todo el bien
está en que sea sanctificado el nombre de Dios: la primera petición es
de la oración del Señor, después de llamarle Padre nuestro; con que
ajusto mi explicación. Debe, pues, el pobre ser simple y recto, temeroso
de Dios y apartado de mal; virtudes en que está la verdadera riqueza. '
A este tal faltáronle los ganados, la casa, los hijos, la salud, la mujer
y los amigos; empero no le hacen falta : quédale el conocimiento
que tuvo cuando los tenía de que no era suyo lo que tenía. Mírase en
el estiércol, con el séquito de gusanos con que los vivos ven con horror
en las sepolturas a los muertos, y no se admira, antes los tiene por compañía más fiel que a la hacienda y a los hijos y a la mujer y a los
amigos, pues cuando todos le dejan; ellos le asisten : antes le hacen
compañía que agravio. Bendice a Dios, que lo permite; no maldice a
los que lo ejecutan.
Job supo qué cosas eran bienes y qué precios tenían todas las cosas.
Supo lo que vale el temor de Dios, la justicia y la simplicidad; y que
ésta no es moneda con que se han de comprar otras cosas ni darse por
ellas, sino por ellas todas las demás. Fácilmente dió al pobre el alimento
con su hacienda, consuelo a la viuda, amparo al güérfano, socorro al
opreso, y libertad al que era prisionero de los dientes del tirano. Em,
23 1
pero no le pudieron obligar Satanás, ni su hacienda, mujer, hijos y
amigos, ni, su propia salud y vida, a que gastase algo de su paciencia,
de su desempeño, de su • constancia ni de su verdad.
¡ Oh cuán al contrario entienden y platican esto la hinchazón de
los ricos y la ignorancia de los que rio saben ser pobres 1 Aquellas cosas
solas pensarnos que vendemos, por las cuales, recebimos dinero ; y de
balde llamamos lo que adquirimos dándonos a nosotros mismos. Llamamos caro lo que nos cuesta mucho dinero.; y como nos cueste poco dinero, llamamos barato lo que nos cuesta nuestras almas. Las cosas que
no quisiéramos comprar si por ellas nos pidieran nuestra casa, nuestra
heredad, nuestro jardín, nuestras joyas, esas compramos con ansia y
con peligro a trueque de nuestra conciencia, de nuestra paz y de nuestra
libertad. Da el hombre la quietud por una venganza, la libertad por un
oficio, la alma por un gusto; y como no le cueste hacienda, dice que
nada le costó. Síguese que el malo y el necio no tiene a su parecer en
sí cosa más vil que a sí mismo, ni cosa que valga menos ; pues por lo
que se da a sí mismo, dice que da nada. ¡ Dichoso aquel que no será
culpado en esta mercancía! No puede ser rico quien da lo precioso por
lo vil. No puede ser pobre quien compra con lo vil lo precioso. Este
es el modo de adquirir riquezas y conservarlas : guardar las de la alma,
y repartir y dar las del cuerpo. Y pues quien conserva y guarda aquéllas
cuando le faltan éstas es rico, bienaventurado es el pobre que lo fué
por no dejarse comprar del oro, del puesto, del séquito, del regalo y de
la vanidad. Sucederále lo que a Job, que le dió Dios" riquezas grandes
para que las despreciase, y suma pobreza para que la estimase sumamente; y porque estimó la pobreza extrema, le restituyó duplicado cuanto había perdido. Quitóle lo que tenía, y porque se lo volvió con reconocimiento, se lo volvió con multiplicación. ¿Quién dudará que Dios
socorrerá al pobre, si Dios y hombre lo mandó y encargó tan repetidamente?
Sea fin a mi discurso lo que será fin para el castigo en el fin del
mundo.
Cristo jesús dice por San Mateo, cap. 25, tratando del Juicio final :
«Entonces dirá el Rey a los que estuvieren a su diestra: Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que os está aparejado antes de la
constitución del mundo. Tuve hambre, y dístesme de comer; tuve sed,
y dístesme de beber; era, güesped, y me albergastes; estaba desnudo,
y me vestistes,» Y porque los que siguen la interpretación .de Judas
en el ungüento de la Magdalena no acomodasen su malicia con achaque
de los pobres a su provecho y usura, replicarán los justos: «Señor,. ¿cuán
do te vimos hambriento, y t e alimentamos; te vimos con sed, y te dimos de beber; cuándo te vimos peregrino, y te albergamos; o desnudo,
y te -vestimos; cuándo te vimos enfermo y en• la cárcel, y te visitamos?
Y respondiendo el Rey, les dirá : «De verdad os digo, cuantas veces
,
232 -
hicistes eso con uno de mis hermanos los más mínimos, lo hicistes
conmigo.» ¡ Oh, gran dignidad del pobre! ¡ Oh inefable valor de la
pobreza! Que el día del Juicio la última - irrevocable sentencia, ya en
favor, no dará otra causa 'a la salvación eterna sino el haber socorrido
al pobre el mendrugo- de pan, el jarro de agua, el albergue, el vestido
y .la visita ; y sentencia de condenación eterna no se fulminará con
otras razones, sino con no haber dado al pobre estas sobras y estas
cosas de tan poco valor. El propio Evangelio lo dice : «Entonces dirá
el Rey a los que estuvieren a su mano siniestra : Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que está prevenido para el diablo y sus ángeles.
Tuve hambre, y no me distes de comer; tuve .sed, y no me distes de
beber; era güésped, y no me recogistes; desnudo, y no me distes vestido; estuve enfermo y preso, y no me visitastes.» Dice el texto sagrado
que replicarán los malditos lo que los justos, mas con diferente conciencia, y dirán que a él nunca le vieron con hambre ni sed, peregrino,
desnudo, enfermo y • preso; y el Rey responderá que vieron a los pobres,
y que en el menor dellos lo despreciaron a él y le negaron todo lo referido.
Si esta dotrina del postrero día del mundo platicasen políticamente
los reyes todos los días, castigando por desamparo suyo el del menor
de sus vasallos y premiando por beneficio propio el socorro, lograrían
-todos sus días en buen juicio, y 'el postrero del Juicio lo esperarían
favorable. Por esto dijo San Pedro Cris' ólogo : «Da la comida, da el
hospedaje, da el vestido, si quieres tener a Dios por deudor, y no por
juez.» Alentémonos, pues, los pobres, viendo que en el postrero tribunal nuestro socorro dicta sentencia de gloria y pronuncia salvación, y
nuestro desamparo sentencia de condenación y penas eternas: Contentémonos con que Dios reciba lo que no•s dan. Conténtese el rico con
que Dios le premia con su gloria lo que nos dió.
He sido mucho más largo en consolar la pobreza que fuí en consolar la muerte, porque aquélla aflige toda la vida y cada hora y cada
momento, pásase y padécese infinitas veces; y ésta sola una vez es
forzosa a todos, y universal, lo que no es la pobreza. Si no he conseguido
mi intento (a lo que fácilmente me persuado), la pobreza del ingenio
y de los estudios y de la virtud me disculpará con la misma pobreza,
que, por faltarme todas estas partes, queda quejosa de mi dotrina.
Jesucristo nuestro Señor dé a vuesa merced su gracia y larga vida, con
buena salud, para los aumentos de segura enseñanza y gloria del
glorioso Patriarca Sancto Domingo, y de su sagrada religión, que por
excelencia se llama de la verdad.
En la posada, hoy, 4 de Setiembre. Madrid, 1635•
DON FRANCISCO DE QUEVEDO-VILLEGAS.
[Rúbrica.]
- 233
AL DOCTOR DON MANUEL SARMIENTO DE MENDOZA
Si despreciar el mundo, señor don Manuel, no sólo es bueno, sino
sancto, ¿cómo podrá ser malo ser despreciado del mundo? Como habitación del cuerpo, le debemos despreciar; como enemigo de la alma,
le debemos vencer. De todas maneras tenemos batalla en él y con él.
El desprecio del mundo es la primera puerta para entrar el hombre en
las sagradas religiones, vereda s ciertas por donde sube el alma al reino
de la paz gloriosa. Bien puede cualquiera despreciar el mundo sin entrar
en religión; mas no con tanto mérito como entrando en ella.• Grande
precio añade la obediencia sobre la voluntad. El mundo, cuando des'
precia al que le desprecia, en lugar de vengarse, le asigura si es cuerdo,
le fortalece si es bueno. No puede despreciar el mundo quien no se
desprecia a sí; y quien se desprecia a sí, estima que todo el mundo
le desprecia. Hoy, que escribo las alabanzas del desprecio, sentiré el
ser tenido en poco; y esto por la desautoridad que ocasiona .al crédito
de lo que escribo.
Mucho espíritu tiraniza al hombre verse despreciar de otro hombre, porque sabe que la naturaleza, el nacer y el morir no desigualan
a uno de otro. No siente menos que el que puede haga más caso de
otro que de él. Padece invidia rabiosa que le enajena y enciende en ira
impetuosa ; porque la ira es parto fecundo del desprecio. Así lo dice
Plutarco, libro de Refrenar la ira. Así lo enseña Hornero en el principio
de la Macla, pues dice que la ira perniciosa e implacable de Aquiles
resultó de ver que Agamenón le despreciaba, quitándole a Briseida,
que era el premio de sus vencimientos; por lo cual Aquiles sólo se
queja de que le despreciaba.
Si el desprecio no es estimado y venerado del que se ve en él, no
sólo es vientre de la ira, sino de cuantas abominaciones puede engendrar en la flaqueza humana con desenfrenada licencia la ignorancia.
Afean el desprecio los malos nombres con que le infaman los ambiciosos. Llaman al despreciado, hombre de quien no se hace cuenta,
de quien no se hace caso; vulgarmente dicen que le tienen en poco,
que no es bueno para nada. Si la locura hace esta cuenta, prerrogativa
es que no haga cuenta del despreciado. Si la fortuna hace el caso,
seguridad es que dél no le haga. Si es la soberbia quien le tiene en
poco, eso poco le vale mucho. Si la nada para que no es bueno es la
ambición y vanidad, a quien el sabio llama nada, nada tiene tan bueno
como no ser bueno para nada. Si el sabio y el bueno despreciados
miran a los que los desprecian, conocerán que los llaman lo que ellos
son, que los dan el nombre del desprecio que ellos padecen con nombre
de estimación.
Dividamos el desprecio antes de difinirle, que de otra manera incurriremos en confusión. Dos géneros hay de desprecio, uno por inuti234
—
lidad y defetos propios, y éste es, castigo del que le pasa ; otro por
defetos ajenos y mal intencionado conocimiento de los poderosos, y
éste es premio del que le padece y ejercicio de la virtud. El que se
desprecia a sí y desprecia al mundo, sabe ser despreciado. Despreciar
el mundo y sentir ser despreciado del mundo, es ser más soberbio que el
mundo. Despreciar el mundo para ser despreciados dél, es ser perfetos.
Muchos saben despreciar, pocos ser despreciados. Muchos desprecian el
mundo, pocos se desprecian a sí. Los hipócritas quieren ser tenidos por
gente que desean ser despreciados, empero no que les desprecien. Desprécianse para que los estimen. Dicen que son los más malos, porque los
tengan por los mejores. Llámanse viles, porque no se los llamen. Son
tales, que los castiga quien los cree. Desprecio negociador de estima es
mohatra de condenación. ¡ Oh cuán grande es el número de fulleros
en la virtud, que se llaman despreciados, siendo despreciadores I Quien
tiene más de lo que merece, porque no le dan más de lo que desea,
dice que le desprecia quien lo cura. Infinitos tienen por menosprecio
propio la estimación ajena, y dicen que los desprecia quien los dió
mucho, si no se lo dió todo. Estos despreciados son infinitos, porque
cada hombre destos es muchos despreciados cada día. O no se ha de
dar y hacer bien a otros, o ellos se han de tener por desgraciados. Estos, como no tienen número, no tienen remedio. No trato de consolarlos, sino de huir dellos.
Quien desprecia las cosas para que lo precien los hombres, es loco,
y sólo consigue su intento del que lo es. Desprecia en público lo que
adora en secreto; tiene por premio el aplauso de los que lo ven; págase
del ambicioso; y hace más caudal de los testigos de su hipocresía que
de la verdad de su conciencia. Estaba el cínico en la mejor hora del
día,, y en medio del mayor concurso del pueblo, enterrándose en polvo
y afeándole con lodo; vióle el divino Platón, y descifrando su maña,
dijo: «Idos todos, y no se mortificará. Dejalde solo, y dejará descansar
los muladares que inquieta revolcándose.»
Hay un género de desprecio soberbio, y es este con que Diógenes
se burlaba de los ojos populares. En .éstos tiene más presunción la
basura que el oro. Merecen asco, y solicitan admiración. Ninguna cosa
produce peor, soberbia que el desprecio fingido. Lo primero, desprecian
la verdad y la conciencia, y las advertencias divinas, y luego los juicios
y entendimientos de todos. Son ladrones del premio de la virtud, encubridores de la impiedad facinorosa. Hacen que la humildad, toda
sagrada, sirva de máscara a la arrogancia, toda sacrílega. Hacen 'embusteros los instrumentos de la penitencia. Son ' éstos muy peligroso
escándalo, porque es dañoso creerlos y temeridad juzgarlos. Sólo es
seguro cautelarlos por aparentes,- y tratarlos can sospecha de lo que no
se ve y de lo que pueden ser. Más se ha de temer en éstos la falsificación que en las joyas y en la moneda. No se ha de fiar del toque, a
— 23 5
quien burlan las muchas hojas; es menester limadas para reconocer
el alma de plomo.
Hay otra alquinlia del verdadero y sancto desprecio, que tiene
pobre y desacreditado el comercio, del mundo. Esta es la negociación
ambiciosa. No hay mayor ni peor ni más mal entretenido negociante
que el desprecio político. Este es ,artífice de aduladores y fabricador
de tiranos. Muchos con el desprecio han escalado los puestos, las dignidades, el poder, y a veces los imperios. Invención suya es el ruin en
honra. Es ganzúa que no dejan de la mano los que pretenden. Es
escala, de que se valen contra sus señores que sirven; tan engañosa, que por donde parece que bajan, suben. Las cortes y los palacios
serán niis historias y mis textos, y cada uno en su casa con su familia
me será testigo.
,Ninguno se desprecia más que se desprecian los aduladores y
lisonjeros a sí propios; y sólo es más despreciado dellos el que los
cree. El adulador se deshhce los sentidos y las potencias, él se ciega
para ver los defetos del poderoso. ¡ Raro ingenio de la malicia, cegarse
para cegar! Si el príncipe es pequeño, o le añade la estatura llamándole
mediano, o hace reprehensibles las que no son diminuídas. Si es tuerto,
dice que le agracia 'la lisión, y le compara con la vista del día. Si la
calva le tiene la cabeza con la• desnudez que se sigue a la hambre de
la sepoltura, acusa por brutalidad los ornamentos del cabello. Si las
faCciones le burrajean la cara, en lugar de' formársela, dice que tiene
semblante perfectamente varonil, y culpa la benignidad apacible de' los
aspectos hermosos. Si la corcova le hace montuoso el talle y fragosos
el pecho y las espaldas, o se introduce en jibado, por valerse de la
imitación, o le califica por señas favorables los promontorios. Si el
color del rostro es asustado o difunto, se vale de una filosofía espuria,
para persuadirle que lo aciago es apacible, y todo se ocupa en desentenderse de que él tiene ojos ni el príncipe entendimiento. No hace
menor desprecio de sus oídos cuando las necedades que le oye las
aclama sentencias, y las locuras advertimientos. ¡ Oh cuánta saliva desperdicia en las exageraciones, que fuera más bien empleada 'en ascos !
No contento con deshacerse en la parte corporal, se desprecia más
rematadamente en las potencias del arma. Si el señor es avariento, le
llama próvido ; si perdido, magnánimo ; si mentiroso, político ; si
impío, sagaz ; si cruel, justiciero; si blasfemo, afectuoso; si disoluto,
entretenido ; si cobarde, prudente; si glotón, robusto. Cuanto el príncipe hace mal, él lo hace peor. Confiesa que no lo puede ni sabe
hacer, y dice que aprende de lo que se escandaliza. Estos tales sólo
desprecian más que a sí al que engañan con despreciarse. Estos son
con cola, como la lanterna, que alumbra al que la lleva y no la ve.
y encandila •al que en ella pone los ojos. Son como la lombriz del
anzuelo, que viste de un gusanillo las 'lengüetas, para que clespre236 --
ciando su pequeñez el pescado, abriendo la boca al alimentó, la cierre
a la prisión.
Los pretendientes exceden a éstos en el desprecio; desaparécense en
la profundidad de las reverencias, agonizan la habla, y con voz desahuciada más pronuncian cuitas que razones. Traen la vista arrastrando
por la tierra, y no hallan dignos los ojos de su cara de otra puntería
que la de las suelas de sus zapatos. Ocúpanse en levantar lo que se
cae, en enfadar los rincones de las antecámaras, para adquirir conmiseración. Estudian semblantes angustiados, gestos y meneos mendigos;
requiebran a todos los criados de los ; ministros; introdúcense en limpiaderas contra las motas y pelusa de los ferreruelos de los porteros,
y en las casas de los príncipes no hay telaraña segura de sus capas.
A nadie llaman, que ellos no respondan. Nadie se sienta, a quien no
lleven silla. Nadie sale, a quien no precedan •con candelero. Compiten
con la miseria humana en acompañar a todos. Deshácense para que los
hagan. Bájanse para alcanzar. Hacen preciosa su vileza, pues con ella
hartan a los desvanecidos la hambre de sumisiones; porque su soberbia
juzga por suficiente el que con menor menoscabo suyo los adora, alimentando su ambición de bajezas negociadoras. Sea la verdad juez, y
determine cuál es más despreciado, el que mañosamente se desprecia
para despreciar a otro, o aquel que se vende a tan vil precio, neciamente defraudando el premio y el puesto a la severidad inocente de
los méritos. No se valen de otras artes los que llaman atentos y mañosos, ya pretendan, ya sirvan; contagio y epidemia que inficiona los
linares magníficos. Verifícase en los tramposos del valimiento con sus
señores. Estos tienen la vida de los sueños, que dura en tanto que
duerme la cabeza de que se apoderan, y en cerrando los ojos, empiezan
a fabricar apariciones, ya medrosas, ya entretenidas, sirviendo de
juguete y de embeleco a su ociosidad. Hácenlos el celebro teatro de
ilusiones, y autor de comedias la fantasía, donde representan los sentidos fábulas y marañas. Para adormecerlos el letargo se valen del desprecio propio que afectan, en que disimulan operaciones de beleño; y
advirtiendo que el trabajo es enemigo del sueño, los persuaden que
es indigno de su grandeza, y que toca a la servil condición y bajeza
del que sirve. Con esto se apoderan de los negocios y cuidados, y los
encaminan por el descanso el sueño. Desnúdanlos y acuéstanlos para
que a escuras empiece la farsa de sus embelecos á apoderarse de su
modorra. Si se desprecian o le desprecian, pregúntenlo a los sucesos,
que . no callan la verdad ni la disfrazan.
Más hemos dicho que escrito destos hipócritas de su mismo menosprecio, porque en estas materias se entiende más que se lee; y las
palabras pronuncian al juicio lo que callan al oído, razonando sin
voces con la consideración, porque no tenga la culpa de todos los advertimientos la pluma.
—137
Llegado hemos al verdadero y sancto desprecio, y al docto que yace
preciosamente despreciado. Consolaréle, no porque lo ha menester, siendo bueno y sabio, sino porque lo han menester los que, siendo bueno
y sabio, lo desprecian. Es noble y valiente, es docta y virtuoso, es
benemérito por experimentar, y modesto y humilde. Ve gobernar los
ejércitos al cobarde, cuya sola valentía fué el caudal con que compró
el generalato. Ve al idiota de letras y de virtudes establecer sobre los
inocentes por la ley su ignorancia en los tribunales. Ve al incapaz, a
quien sólo el manejo de las maldades y la abundancia de las mentiras
introdujeron, apoderado en los mayores ministerios, escogido por la
conciencia de los delitos. Hállase sin premio, sin asistencia, sin estimación, derribado én el más encarecido menosprecio. ¿Tendrá, señor don
Manuel, por esto razón de afligirse y quejarse?
Claudiano, doctísimo poeta, y culto con felicidad, no sólo dice es
justo que se aflija el benemérito despreciado, sino que con desesperación se lamenten los que le ven despreciar. El lo hizo con elegantísimo
arrojamiento, empezando con este dolor el primero libro contra Rufino.
No haré españolas sus palabras en versos, porque desatados sus números, se mezclen más con la prosa que escribo: «Muchas veces Crujo
dudosa mi mente la opinión si los dioses cuidaban de las tierras o
si no las asistía algún gobernador, y las cosas mortales precedían por
acontecimiento. incierto. Empero como hubiese examinado las confederaciones que disponen el mundo, y los términos prescriptos al mar, y
las vueltas y caminos del año, y las sucesiones de la noche y la luz;
entonces juzgaba que todo se establecía con la providencia de Dios,
que mandó a las estrellas que se moviesen con ley; que en diferente
tiempo naciesen las mieses; que la varia luna con ajeno fuego se
llenase, y el sol con el suyo; que alargó las orillas a las ondas, que
suspendió la tierra en el centro. Empero cuando vi revolverse las cosas
de los hombres en tanta noche, y florecer mucho tiempo los malhechores alegfes, y ser despreciados los píos, de nuevo desmayado fallecí
a la religión.» De tanto escándalo es ver a los indignos premiados y
alegres, y despreciados y abatidos los beneméritos, que le desmayó el
crédito de la Providencia al gran poeta el verlo, contra la demostración
con que a confesarla le habían convencido los cielos con todas sus estrellas y imágenes, y el gobierno de la monarquía de la luz, las atenciones
del año, la obediencia del ímpetu del mar a la ley quo se lo escribió en
la arena, y el peso de la tierra, que suspendida, se afirma inmoble. Yo
he temido mis versos, porque sé reverenciar los hexámetros de Claudiano, para que hablase mi lengua con núnieros. Quien se atreviere a
justificar el no temerlos, podrá reprehenderme.
Aflíjase el celoso del bien público, viendo despreciado al benemérito, con la caridad bien ordenada. No se aflja el despreciado; ocúpese,
empero, en agradecer a Dibs en su menosprecio su paz, su defensa, su
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-
medicina y su libertad. Estas cuatro cosas son la definición del sancto
desprecio. Esto hará fácilmente considerando qué desprecian en él, y
por qué, y quién le desprecia. Lo que desprecian es la disposición negada a la asistencia de los delitos, la aversión a ser cómplice, el no ser
a propósito para los engaños, el juzgarle por inútil la mentira, por leal
la traición, por mudo la lisonja, por reportado la violencia. Luego al
despreciado enseña el desprecio que padece lo que en él es verdadera y
cristianamente precioso, como son la aversión a los delitos, la discordia
con los malhechores, ser inútil para engañar, ser descartado de la mentira, ser leal para la traición, mudo a la lisonja y reportado para, el ímpetu. Por qué desprecian en el temeroso de Dios estas cosas, es el
propio género de consuelo para él. Desprécianlas por embarazo a sus
robos, por reprehenSión a sus costumbres, por estorbo a sus maquinaciones, por impedimento a todos los intentos de la tiranía ; por lo cual
los propios que le desestiman por malo para el mal, a su pesar lo estiman por bueno para el bien. ¡Oh cuán sacrosanto precepto del apóstol
San Pablo ejecuta el que es despreciado porque no es bueno para partícipe con los ministros de la injuria! (Ad Ephes., 4): «No deis lugar
al demonio, y no queráis contristar al Espíritu Santo de Dios, en el
cual estáis señalados en el día de la redención.» Todo esto hace quien
adquiere el desprecio de los malditos revolvedores del mundo por inútil
a sus execraciones; y esto porque, como dice el Apóstol (Ad Rom.,
«Los que tales cosas hacen son dignos de muerte; no sólo los que las
hacen, sino también los que consienten con los que las hacen.»
En quién le desprecia está el tercero consuelo. Esto es quien, inobediente al Apóstol, da lugar al diablo y contrista al Espíritu Santo de
Dios. ¿Quién no se alegrará de que no le dé lugar quien se le da al
demonio? ¿Quién se alegrará con dádivas de aquel que contrista el
Espíritu Santo de Dios? Da la hacienda, que empobrece el espíritu ;
da la honra, que afrenta - la alma ; da la dignidad, que envilece la
conciencia; da el oficio, que aprisiona la - libertad. Da lo que quita,
como el reloj, que da al oído las horas que quita a la vida; que da
lo que se puede contar, y no se puede tener ni detener. Los que dan
lugar al demonio, dan corno el demonio; él dice que da a quien quiere, no a quien merece (Lucas, 4). : «Parque a mí me lo entregaron,
y yo lo doy a quien quiero.» En todo miente: en decir que a él se lo
entregaron todo, y que lo da. Todo lo perdió por la soberbia, menos
la naturaleza ; todo lo promete para el engaño; con lo que ofrece
tienta, y no socorre. ¿Quién, pues, a trueco de que le prometa lo que
no tiene, querrá ser de los que el demonio quiere? El dice que todo
se lo da a quien quiere; empero no dice para qué le quiere, per ser su
fin la condenación de su querido. Todo cuanto está en la mano de
Satanás es, perdición. Para el primero hombre alargó la mano a la primera dádiva; dióle una manzana, y recibió muerte para sí y para todos.
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9.~~. 7
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Puso. Dios en su mano todos los bienes de Job, y luego fueron todos
disipados por el fuego, por los huracanes, y por los ladrones. De nada
da buen cobro su mano; lo malo da, lo bueno quita. ¿Cómo, pues,
será desdichado ni tenido en poco quien no recibiere dél ni de aquellos
que en el mundo le sirven de brazos visibles?
¿Eres virtuoso, y no tienes los premios de la virtud? No eres tú
el despreciado, sino los premios, que a la virtud debe la república. No
careces de premios, pues los mereces; los premios sí carecen del virtuoso, que buscan. Dalos el tirano al facineroso para que los disfame ;
niégatelos a ti para que no le infames a él. Lo que dan a otro no es
culpa tuya, sino descanso y paz. El •a de dar cuenta de lo que da al
indigno y de lo que quita al benemérito. El principal negocio del
virtuoso es, no sólo carecer de su estimación, sino amedrentársela. La
más hazañosa valentía suya es acobardar con su inocencia su liberalidad
de tal manera, que siempre huya dél, que su verdad sea horror a sus
oídos, y su justificación formidable a su conciencia.
No sólo no has de recebir algo del tirano, antes le has de dar horror
y miedo, para que no te dé ni te ofrezca, si sabes estimar las comodidades del menosprecio. El desprecia en ti la humildad y la inocencia ;
esto es crimen. Tú desprecias en él la soberbia, la vanidad y la ambi:cien ; esto es mérito. A ti Dios te juzga precioso, a él despreciado; por
esto no has de tener queja dél, sino lástima.
Emplea tu consideración en los furiosos que en su contorno anhelan a sacarle de sus manos el caudal de su poder, y verás que su más
eficaz diligencia para alcanzarlos es acreditarse de peores que los otros;
y aquel consigue, que lo persuadió que ninguno era tan malo para
desacreditarse con él. Los unos a los otros se achacan bondad y se levantan virtudes, porque saben que serán excluidos en creyéndolas, como
embarazosos a lo violento de sus disinios. Por esto se andan siempre
desmintiendo de bondad, y verificándose de facinorosos y sacrílegos, y
apostando a ruines para merecer la elección; y con injuriosa maldad
son hipócritas de los vicios que no han podido acometer.
Eres valiente, experimentado y dichoso en la guerra; no te dan el
generalato, que embaraza al cobarde. Advierte que en esto el tirano
desprecia el triunfo y la vitoria, no tu persona. En no dártele, sólo te
quita el desvelo perpetuo, el cuidado solícito, el frecuente peligro. ¿Qué
cosa buena deja de darte quien te quita cuanto es malo? ¿Cómo para
la venganza de Dios en su castigo se perdieran los ejércitos, se acabaran las monarquías, si no permitiera Dios la ceguedad en las determinaciones de los que gobiernan? Debes tú reconocer tu desprecio por
disposición soberana a estas ruínas. Tú debes sosegar tu deseo en la
elección que Dios hace de ti, apartándote de la que en otros hicieron
los poderosos. No mandas en el ejército; empero obedeces a Dios,
que manda en ti. No vences a los otros, mas vénceste a ti propio. Si te
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dieran el generalato, muchos dijeran con invidia que por qué te lo habían
dado. No te lo dan, y por emulación del que le tiene, dicen que por qué
no te le dieron. Juzga tú cuánto es mejor la aprobación despreciado, que el
vituperio preferido. Ganó la batalla el cobarde general; alégrate de que
Dios glorifique su poder, con los viles de quien echa mano para mortificar
la presunción de los hombres. Perdió la batalla ; da gracias a Dios, que
no echó mano de ti para que la perdieses. Para ti, si sabes estimar tu
desprecio, todo es vitoria, así la de los contrarios como la tuya. Milicia
es tu vida ; no dejas de ser soldado en tanto que eres hombre; no
dejas de vencer en tanto que perseveras en ser buen hombre. No mandas a los otros, y por eso no te juzgas por gobernador. Grande gobierno
tienes en tí de por vida ; virrey eres de Dios en tu alma. ¿Cuál provincia
es mayor; cuándo te sobrará tiempo para gobernar en ti y mandar en
tus pasiones, para obedecer lo que Dios te, manda? Siempre tienes oficio
honroso y ocupación muy importante, si te ocupas en tu oficio.
¿Eres docto, y te niegan la cátedra, la plaza, la presidencia o el obispado? Buenas cosas' son las que te niegan ; mas difíciles y peligrosas.
Bueno es ser presidente o obispo, empero es menester ser buen obispo
y buen presidente. Muchos buenos han sido obispos, que en siendo
obispos dejaron de ser buenos. Hay muchas bondades que duran con
la pretensión y se acaban en poseyendo. Uno es el que pretende y otro
el que goza. Las dignidades a muchos dan lo que echaban menos para
ejecutar sus malas inclinaciones. Muchos pretenden ser jueces, más para
ser delincuentes sin castigo, que para darle a los que lo son. Muchos
hombres se condenan a sí en lo que condenan en otros. Más rigurosamente lo dice San Pablo, a los romanos, 2: «Inexcusable eres, oh todo
hombre que juzgas; en lo que al:otro juzgas, a ti mismo te condenas,
porque haces lo propio que condenas.» Luego debes reconocer que el
príncipe que no te da esos puestos, antes te preserva que te favorece.
Muchos jueces, obispos y presidentes ha habido y hay buenos; empero
estos más se mortifican en atetar las dignidades que se exornan con
ellas Aventurada presumpción es prometerte que serás uno dellos. De
verdad, más seguridad es temer los puestos que solicitarlos. Quien teme
el ser juez en el tribunal, bien teme el tribunal en que Dios es juez.
Dirásme que no te afligen el obispado, la cátedra, la plaza o la
presidencia que te niegan; sino el decir que no te la dan por encogido,
poco activo é ignorante. .
De muy pocos hombres han dicho todos que son sabios o buenos.
No está la sabiduría ni la bondad en las alabanzas ajenas, sino en las
noticias y bondad propia. Cuando siendo sabio no sintieres que te desprecien por necio, entonces te puedes sospechar sabio. El aplauso de
la ciencia y de la virtud, antes la contrasta que la celebra. Aquel desprecio que te esconde, te defiende. El desprecio es semilla y cosecha
de Dios; levántase y fecúndase del estiércol que con su bajeza le fer,
—
- 241
dri
tiliza. El Espíritu Santo dice «que Dios es labrador, que del estiércol
levanta al pobre». Del modo, pues, que el trigo debe al estiércol el
colmo de sus espigas, debe el abatido a su desprecio la abundancia de
sus frutos. Es el desprecio tan divino bienhechor, que le debemos
todo lo que nos quita ; que le somos deudores de todo lo que nos
niega. No tendrá razón la legumbre de estar mal contenta de la naturaleza porque no' le dió en el monte la corpulencia del \robre, cuando
el rayo, que le abrasa por grande, la perdona por chica. Muchas cosas
se defienden por ignoradas, que no pudieran defenderse por fortalecidas. Con grandes y doctas palabras exageró Lucano los privilegios y
prerrogativas del desprecio en la cabaña, pajiza de Amidas, «cuando to° cándolat la mano cesárea, no tembló estremecida». Y dice para muy ponderada enseñanza : «¿A qué, templos o. a qué muros pudo acontecer
esto?»
Por esto, muchos desprecios son estimación, y muchas estimaciones
desprecios. Muda sus nombres el sentimiento vulgar, que ni sabe lo
que precia ni lo que desestima. Esclarecidos varones se engañaron en
estas veredas; y eligiendo sendas descaminadas, fueran a dar a la parte
de adonde huían. Desavínose Julio César con el desprecio en que estaba, cuando conjeturándole Sila por su desaliño, decía : «Conviene
guardarnos deste mozo mal ceñido.» Fuése encaramando por los puestos que adquiere la maña, hasta los mayores a que sabe trepar la violencia ; con sed de adquirir, no sólo estimación, sino la suprema, arrebató
para su ansia todo el albedrío de la fortuna; y el día que juzgó haber
anribado a la suprema estimación, se precipitó en el más vil y sangriento desprecio. Por el contrario, Scipión se vió mayor acreedor a
Roma de la que Roma podía satisfacerle. Temió sus méritos, y que
sus hazañas le granjeaban más invidia de la que podía vencer el que
venció las furias de Anibal. Desprecióse a sí, y despreció la ciudad.
Juzgó por más conveniente que Scipión faltase a Roma, que obligar
a que Roma faltase a Scipión. Retiróse pobremente a unos baños, que
sobrándoles horror para cárcel, le servían de palacio. Y cuando se despareció a la admiración del mundo y al rencor de la invidia, donde
pobremente murió en tan voluntario desprecio, entonces empezó su adoración no en menos sublime afecto que en el del gran Séneca ; pues
sus baños, donde estaba su sepulcro, le obligaron a decir en la epístola LXXXVI tales palabras: «Esto te escribo, estando mal convalecido, en la misma quinta de Scipión Africano, habiendo adorada las
cenizas y aras que yo creo es sepulcro de varón tan grande. Persuádome
que su alma volvió al cielo, de donde descendió, no porque gobernó
grandes ejércitos (lo que hizo también Cambises rabioso, que usó felizmente de su furor), sino por su admirable moderación, más admirable
en haber dejado la patria que cuando la libró.» No adoró Séneca el
polvo de Scipión porque mereció mucho, sino porque despreció lo que
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merecía. No alaba el haber librado su patria de Anibal, sino el haberla
dejado, despreciándose y despreciándola. Por estos pasos llegó el desprecio a la adoración.
Estos debemos seguir, señor don Manuel: Scipión defendió su patria peleando, y se defendió de su patria huyendo. A generosa y bien
sana imitación nos convida. Seamos despreciados, y viviremos seguros.
Despreciemos cuantas cosas nos quisieran hacer orgullo nuestro desprecio;
despreciemos a nosotros propios, no empero despreciemos a alguno, pues
el proverbio anciano amonesta que «pequeña centella despreciada, muchas veces produce grandes incendios». Seamos despreciados, no, despreciadores de los otros ;1 y no sólo no aborrezcamos a los que nos desprecian, antes los miremos con el afecto que el enfermo a la medicina preservativa de todas sus dolencias. - Nw tiene sabor cristiano aquel verso
que dice:
Comtemni torpe est; legem, donare, superbum.
Torpe cosa es ser despreciado; dar ley es soberbia.
Bien puede temerse que quien tiene por cosa torpe el ser despreciado, no tendrá por torpeza el despreciar; porque quien busca medio
contra la virtud, la hace extremo y viciosa ; pues ella es el medio : si
no arismético ni geométrico, lo es músico.
Estimemos, señor don Manuel, el desprecio con ansia de que cada
día se aumente. ¡ Dichoso aquel a quien hallare la cuenta del postrero
día sólo estimador de su desprecio mismo! ¡ Bienaventurado aquel a
quien e l mundo despreciare porque le despreció; que no deja algo que
le sea precioso en el mundo; que no ha gastado su estimación en otros
bienes que en aquellos que nos causó por guarecer nuestros males aquel
señor de quien se dijo «que se apocó a sí mismo, recibiendo forma de
siervo». Exinanivit semetipsum forman serví accipiens. Seguramente podrá vuesa merced y cuantos leyeren desestimar este papel por mío, y
será ejercitarme, y no ofenderme; empero en mi desprecio me será
lícito solicitar estimación a mi intento, pues será gravamen a mi atrevimiento y a mi ignorancia. Yo merezco ser despreciado, y no sé serio.
Si como merezco el desprecio le consolara, tanto me debieran los buenos
como yo debiera al bien. Yo me contentaré con haber dado en este
escrito alguna ratón modesta, si no docta, de mi ocio.
Dé Dios a vuesa merced su gracia, larga vida, con buena salud, y le
aparte de todo mal. Madrid, 2 de setiembre de 1635.
DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS.
[Rúbrica.]
— 243
A PERSONA DESCONOCIDA
Aflígete en este destierro largo mi soledad. Es verdad que aquí estamos solos el preso y la cárcel; mas, si me cuentas por vivo, en mí
tengo compañía, y nunca me vi más acompañado que ahora que estoy
sin otro. Doyme todas las horas, y tengo conversación con la divina
Providencia, el entendimiento; con la soberana Justicia, la voluntad;
con los escarmientos, la memoria; razonan conmigo los libros, cuyas
palabras oigo con los ojos. Esta asistencia es de academia, no de yermo ;
nunca, sino ahora, fuí todo mío y para mí. Mayor y más preciosa parte
rescata en mí la prisión, que encarcela, cuanto vale más el tiempo que
el divertimiento. Tiénenme cerrado en una cuadra; mas, a pesar de las
vueltas de la llave, estoy libre; 'detiénenme un cuerpo, a quien paró
antes la vejez que las guardas.
No es poder el mandar que no salga quien no puede levantarse;
quien guarda lo que aborrece, mi Lúcilio, más peca en cobarde que en
avariento: quítenle al más rematado delincuente cepos, cadenas y grillos ; pónganle mis pies y mi edad, y gritará que se los vuelvan. El
ánimo, que está fuera de la jurisdicción de cerraduras y candados, se
despacha desde la tierra al cielo, y va y viene descansado de jornadas
inmensas. Si mis enemigos tienen rencor, yo tengo paciencia. Pueden
darme muerte; hazaña es de que se encargó, desde que nací, mi propia
naturaleza. Si no me quejo de mí, que cada día acabo mi vida, menos
me quejaré ,del que diere ayuda a lo que hago en mí.
¿Pregúntasete por qué estoy preso? Respondo que por lo que no
sé; y esto no puede ser poco, y debo de ser muy rudo, pues en tantos
años no he podido saberlo. Pues padezco por lo que no sé, padezco por
ignorante; si es culpa serlo, despoblaránse las ciudades y poblaránse
las cárceles. No es la sinrazón que yo esté preso, sino que no lo estén
muchos. No diré yo que soy inocente, mas el silencio de mi culpa
publica que lo parezco. Las leyes no se deben a sí solas la conciencia
de su igualdad, sino al reo. Quien condena sin oír a entrambas partes,
puede hacer justicia, no ser justo.
Persuádome que alguno me delató, y que fué mi más familiar amigo;
si el ser acusado presupusiera culpa, nadie hubiera inocente. A quien
me dice que es terrible cosa que yo padezca sin causa, respondo con
las palabras de Sócrates a su mujer : «¿Quieres que padezca con ella?»
Cuando me arrancaron de mi casa, todas las invidias y les odios populares se descansaron atribuyéndome cuantos delitos satisfacían sus venganzas y sus deseos. No fueron menos derramados en mi castigo, pues
me quitaron tantas cabezas, que era menester creerme hidra para creerlos : a mi me preguntaban por mi garganta, hablándoles por ella.
Dirás : ¿qué se hicieron tus amigos? Responderé que, siendo muchos,
uno solo traidor; todos los demás, más amigos. Desquitóme de la in2 44
—
lame maldad de aquél la prodigiosa piedad destotros : aunque estaba
labrado para instrumento decoroso, era de metal bajo, como los demás
de oro; al examen del crisol de la calamidad, el uno descubrió su escoria, los muchos sus quilates. Amigos de hierro, cuanto se apuran se
pierden. No sólo me fué usura su alevosía, aumentando en los verdaderos amigos la caridad, sino dándome por amigos a cuantos supieron la
afectada ruindad de su maligna ingratitud.
Engañó el ánimo del príncipe, todo clemente y magnánimo, no el
entendimiento ; pues ya que justamente me trata como a delatado, me
permite piadoso vivir como a inocente. Quien más resiste por mí su
acusación criminosa, es el mismo juez, a quien irritó para mí ruina _
con ella.
¿Cuándo, pues, se acabarán los trabajos? Necio es quien les espera=
otro fin, sino el desta vida. Cuidado es de la muerte, y única merced'
suya ; ella trae al dichoso lo que más teme, y al desdichado lo que
más desea. Hame dado Dios alta y lastimosa vergüenza sin habérsela :
pedido; y, pidiéndosela, no me ha dado libertad; aquélla porque se la
dejé, ésta porque la quiero para mi albedrío.
Ya, Lucilio, ni la crueldad puéde quitarme muchos años (debí decir
meses) ni la misericordia permitírmelos. Si alguno se deleita de verme
padecer, el climatérico más desafuciado le invidia la duración; sonle
auxiliares en mi favor tantas calamidades como tienen desmoronado
mi cuerpo y trillada mi salud. El ceño destas montañas, cuyos vientos
rabiosos son súbita locura, traen noche y hiviemo; y en un mismo día
del verano, que aquí es sólo vocablo, hacen vivir repartidos por las
horas todos los meses del hivierno. Este es con tanto rigor frío, que
ha menester buscar con qué calentar la lumbre quien quisiere calentarse,
pues del fuego sólo se participa el humo, y del abrigo la costa.
¡ Dichoso aquel que cuando el mundo está titubeando para desquiciarse, pisa, como yo, el lugar donde han de pisarle y donde ha de caer!
Ya se tienden las insignias de la muerte por todo mi rostro; tiempo es
de prevenir buen recibimiento al postrero día. Llegue, pues, que pues
no puedo apartarle, no he de temerle; sólo conviene prevenirle; llevaráme, mas ¡ no me arrancará! Desembaracemos los odios y dejemos ociosa
la invidia; harto tiempo he sido golosina a su hambre : ya! es tiempo
de obligarla a que mude a otro pasto su gula, pues sólo ha qUedado
de mí lo que a los trabajos ha sobrado de asco, no de hartos.
A PERSONA DESCONOCIDA
Escríbesme, ch, Lucilio, el mejor de los hombres, que te aflige ver
el mundo revuelto. Dígote que eso es ver el mundo; haz que tu memoria te vuelva al siglo que quisieres, y verás que lamentaron lo mismo.
7 245
Hoy nos parece más grave, porque lo pasado es relación de otros, y lo
presente carga nuestra ; aquello se oye, esto se padece; suspira el que
lleva la carga, no el que la ve llevar. No seas de los vulgares que
dicen que todo tiempo pasado fué mejor, que es condenar el porvenir
sin conocerle; pues forzosamente dirá el futuro, en llegando, que es
mejor éste, no por bueno, sino por ya pasado. En el mundo con más
verdad .se reparte peor y malo, que bueno y mejor. Débanos nuestro
tiempo alguna lisonja; muchos han pasado peores, muchos se pueden
seguir menos malos. Hoy por las guerras civiles dices que no se puede
vivir; no olvides en cuántas edades desearon no haber nacido.
Nadie jamás fué tan obedecida ,del mundo como la discordia : perpetuamente reina en los elementos, sin que pueda tener tregua su guerra ;
no consiente un instante de paz a nuestros humores; si crees a los
astrólogos, todo el cielo es una discordia resplandeciente: no hay estrella que no se oponga a otra, y todas militan con aspectos contrarios; con vivimos, della somos compuestos, a ella estamos sujetos
por naturaleza. Mucho tiene de providencia esta disensión, que compone, sustenta y vivifica.
Replicarásme que esto no se puede decir de la discordia que introduce la malicia. ¡Oh, Lucilio, si miras a quien la permite (que es la
eterna Deidad), y no a ella, la llamarás antes misteriosa que necia, como
la llamó Virgilio : Discordia demens. Ella castiga lo soberbio y derriba
lo mayor: esto es justicia y es verdad, que corre en proverbio: «Con
la concordia las cosas pequeñas crecen, con la discordia las mayores caen.» Su ofició es cercenar demasías, y acortar excesos, y corregir grandezas insolentes. Esto más tiene de atención
divina que de favor humano. La cumbre más alta no sólo sale a recibir
los rayos, antes llega a sacárselos a Júpiter de las manos; quien de
todos se desiguala, a todos desafía. Ninguno se queja más de la discordia que quien la ocasiona : los progenitores de nuestra república
fueron pocos, ladrones de sólo un roba; y multiplicóse con él, hízose
poderosa con diferentes hurtos: fuéle fácil a ella sola quitar a todos lo
que tenían, y por eso será más fácil que todos la quiten lo que ella
sola tiene; ella persuadió contra sí la discordia que la destruye, arruinando a los que la combaten.
Crecer en dominio y señorío es peligroso, y llámase aumento. Enfermedad es de las grandezas no poder hacerse menores, injusticia no
poder igualarse; más fácilmente se deshacen todas que se moderan. °
A los reinos poderoSos antes los ejercitan las guerras externas que los
menoscaban. Las civiles, no impelidas de alguno, los postran, con contagio que se pega, y discurre por los que' viven juntos; y la comunicación del padre con el hijo es pasadizo de muerte del uno al otro: es
parte que respira contra sí el mismo comercio pariente. No hay persona
que no confine con su contrario, no se cudicia lo que se sospecha o se
,
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dice, sino lo que se ve y se pudo contar por la vecindad; las ciudades
están habitadas de batallas, las casas dé motines, los caminos de rebelión.
El pueblo hambriento no sabe temer, porque sólo teme la hambre;
y, en padeciéndola, no puede sufrirla. Dicen que el sacrílego Verres,
que vino cargado de ocultos despojos y triunfos de la paz, los desnudó;
que Catilina les quitó el sosiego; Mario y Silla les derramó la sangre;
que les arrebataron la libertad Pompeyo y César; que éste, sin ser puesto
sobre sus cabezas, se subió sobre ellas. Van los soldados despeñándose
por todas las maldades, delincuentes con las manos y el hierro, sólo en
la pobreza píos.
¿Cómo quieres que no esté revuelto el mundo, cuando infinitos
miserables piden a pocos poderosos todo lo que les falta, viendo que les
sobra mucho? Mucho sufre la república enseñada a servir, nada la que
fuerzan a que sirva; no hay mejor servicio que esclavos sujetos, ni peor
que oprimidos. El poder divertido juzga por pequeña diferencia lo que
hay de sujeto a oprimido, siendo la misma que del extremo al medio,
y la que hay de virtud a vicio. Nunca es principio de la ruina de
gran monarquía cosa grande, que dándole cuidado la advirtiera, sino
cosas tan pequeñas, que o las desprecia su confianza, o no alcanza a
verlas desde su cumbre.
Toda esta sangrienta confusión y aparato, que con la muerte y las
armas tiene atónito el circuito de la tierra y fatigados los golfos del
mar, no se mueve, oh, Lucilio, por ti y por mí; disinios ocultos son de
la eterna Providencia. Cuando Dios castiga, no es porque los hombres
agotamos su paciencia, sino porque la desechamos y no la merecemos.
Confórmate, pues, con que el mundo viva su vida, y déjale tener
su condición. Dispón tu ánimo a padecer los sucesos, no a gobernarlos. Los tumultos que te afligen no los puedes evitar; puedes despreciarlos, porque Dios lo permite, porque lo consiente: palabra es que
se ladra contra Dios cuando se pronuncia.
Seamos algunos propicios a Dios, que a todos es propicio. Muchos
quieren más emendar a Dios que emendarse; éstos ni pueden ser más
detestablemente impíos, ni más ignominiosamente necios.
A PERSONA DESCONOCIDA
Buscar buen entierro y mala muerte, muchos lo hacen y todos lo
yerran; morir santamente importa, estar magníficamente enterrado, no.
Solicitar la comodidad aliñada de sus gusanos y hospedaje opulento
para su corrupción o cenizas, locura prolija es, que pasa de la muerte;
cuidar que el túmulo llegue al cielo y no la alma, más es descuido
que cuidado. Cualquier tierra, oh Lucilio, es nuestra madre : ¿cuál re-
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gazo nos hará más cariñosa acogida? Ella nos cobra, pues nos debemos
a ella. No defraudemos la agricultura de la muerte : semilla es nuestro
cuerpo para la cosecha del postrero día ; mejor cuenta da de la siembra la tierra que las piedras; más descubren nuestra vanidad las columnas y pirámides que cubren nuestros güesos; acábese con la vida
la locura, que aun fuera bien no hubiera empezado en ella. No parezcamos, aun después de muertos, incrédulos, los que ya no somos; ¿puede
haber frenesí como pagarse un hombre de que dé admiración la fábrica
que guarda lo que da horror aun considerado? Enjoyar el desprecio,
antes es despreciar las joyas que adornarle con ellas; morir dignos de
que otros le fabriquen templos, no es pretensión, sino mérito; fabricársele a sí viviendo, sospecha da de que se idolatra y no- se conoce.
Por mucha riqueza que gastemos en cubrir este polvo, siempre seremos
el asco, y el edificio el precio; disfrazar en palacio la sepoltura, engaño
es, no concesión.
Ya conoces a Décimo Macro, hombre de tantos años, que pudiera haber sido arreo tres veces viejo; tan consumido, que ni ve con
los ojos si mira, ni si le miran le alcanzan a ver los ojos, que ya se
pierden de vista emboscados en la maleza de las cejas; en quien el
movimiento es temblor, y la habla parasismo pronunciado. Este, pues,
que de estafar güérfanos y desustanciar con usuras la república, ha
juntado tantos delitos como dinero, me llevó a que viese le máquina
con que ha ilustrado su sepoltura, tan espléndida y primorosa, que merecía cubrir las cenizas y **reliquias de los Pompeyos o de los Fabios.
Las cláusulas del epitafio pudieran leerse a propósito y ajustadas sobre
el cadáver del divo Julio. Llama al pasajero, para que sepa de quién
ha de huir; llámase piadoso, liberalísimo, patricio, padre de la patria,.
benemérito y otros muchos requiebros que mandó que le dijese el mármol, duro hablador. Consideré que éste, por mentir aun muerto, sehabía de levantar estos elogios; o, por no dejar de hurtar, usurpaba
estos blasones. Viéndole a él más acabado que su túmulo, le dije :
«Aquí tu cadáver sólo falta, no se le hagas desear; más disculpable
locura fuera enterrarte vivo por gozarle,1 que fué erigirle para no gozarle
muerto. No seas pesado a la tierra, pues pides que te sea leve.» Respondióme : «Aún pienso vivir más que él.» Pondera a cuán largas jornadas destina noventa y seis años. Fabrica túmulo para que se entierre
a sí mismo primero que a él; no para sí cuando él muera, sino para
que él muera en sí.
Oh, mi Lucilio! El negocio principal del hombre es vivir, y acabar
dé vivir de manera, que la buena vida que tuvo y la buena memoria
que deja, le sean urna y epitafio. El acierto está en desnudarse bien
deste cuerpo, no en cubrirle con la fanfarria de los jaspes ni la soberbia
de las pirámides. De aquellas maravillas en cuya fábrica se derramó el
sudor de tantas provincias, sola ha quedado una maravilla, y es, que
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ya no lo son, y, borradas del tiempo, no saben de las cenizas para cuya
guarda las levantaron. Otra vez te dije : A la vida debemos mucho,
a la muerte nada.
Ahora, porque la muerte -acabe también la carta, te digo que debemos morir, y nada a la muerte; mas debemos saber morir. Esto sabe
quien a la muerte no le deja otra cosa que le quite sino el postrer
aliento, el que ocupa su vida en desembarazar de temores y esperanzas
la última hora; digámoslo de una vez : el que es' difunto antes de
acabar de vivir.
A PERSONA DESCONOCIDA
Desear que todos sean buenos, y creer que lo son pocos, es virtud
y cordura. Muchos hombres debe de haber buenos, todos lo deben ser,
muchos parece que lo son; y lo son pocos. ¿Qué, pues, haremos para
vivir? No fiarnos de la apariencia ni culparla ; tratémosla como a cosa
dudosa; -no huyamos della por no ofenderla, no la creamos por no ofendernos; comuniquémosla con recelo, y tratémosla sin peligro. Vivir y
dejar vivir es el aforismo de mejor seso para la comodidad política.
Muchos fueron buenos hasta que hallaron quien los tuviese por tales.
Muchos se hicieron malos luego que les premiaron por buenos. Hay
quien aguarda entre buenas costumbres, para ser ruin, sólo a verse en
honra, Otros no se cansan de ser buenos hasta que adquieren con qué
poder ser inicuos; tienen paciencia para ser virtuosos hasta que adquieren caudal para dejar de serio. Yo he visto quien daba con piedad
lo poco que tenía, hasta que con artificio tuvo mano para quitar a todos
lo que tenían. En muchos el reprehender los- vicios, detestar la crueldad, los robos y adulterios, no es religión, sino invidia. De nadie son
tan perseguidos los impíos que llegan a medrar, como de los que lo
son; cudician su dicha, no su emienda. No los derriban por desagraviar el puesto que infaman, sino por ocuparle ellos; frecuentemente se
ve acusar un delincuente a otro, no para que le den el castigo que merece, sino para sucederle en el oficio con que le mereció.
Mi Lucilio, los que te parecen rostros, son máscaras; no te detengas
en lo que ves, sospecha lo que pueden esconderte. Sabe la traición
reírse, y la venganza mesurarse. La bestialidad podrida pasa por modestia; la tristeza promete consolación, y muchas veces es invidia. Suspende el juicio y no le arrojes. Dirás. que ¿a quién se ha de creer, de
quién nos hemos de fiar? Responderéte con el jornal que gané hoy a
la elección. Voz es de Speusippo: «Hase de creer poco y a pocos, antes
nada y a ninguno.» Yo digo que ni a nosotros mismos es seguro creernos: no hay peores consejeros que el amor propio, nuestros apetitos
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y afectos. Creamos a la verdad, que nada nos finge; a la sabiduría,
-
que todo lo mejora; a la muerte, que todo lo iguala; a los libros, que
advierten sin interés; a los autores ancianos, que por estar ya desotra
parte de muchos siglos, ni pueden legrar. los oprobios ni •comprar aplausos con las adulaciones. Su reprehensión no enoja al perdido que la
lee, ni su alabanza desvanece al virtuoso. Los maestros difuntos son
tolerables, porque hablan con los vicios, con las personas que los tienen,
no contra las personas.
Cree, Lucilio, que no se ha de creer en los hombres; no a mí, sino
a •mi suceso. ¿Conociste a Publio Hatterio, en quien se vía decoroso • aparato de grandes méritos? Los que dan los nueve meses con el
parto: nobleza heredada, y agradable diposición de la persona, y rostro
con lo afable negociador de aficiones; ejercitado en la lección griega y
latina; no derramado en las palabras, ni supersticioso en el silencio;
modesto sin afectación, humilde sin soberbia (repartimiento hazañoso,
pues hay muchos que de aquella virtud fabrican este vicia). Ya en él
la nieve de las canas aseguraba a la cabeza del humo que arrojan los
hervores de la mocedad, olvidado de aquel color el cabello. Estas señas
parecen que van a dar a la igualdad de Sócrates o a la entereza contumaz de Catón. Así lo juzgué, mas llevaron otro camino. Tú le viste,
y toda Roma, no sólo amigo mío, sino amartelado, y que en cinco años
le fué contínua estación mi quinta. No conté día alguno sin dos asistencias suyas; tenía quejoso mi estudio lo prolijo de su continuación.
De su boca supieron muchos el agradecimiento, que; no por pequeños
beneficios, me debía. Nada tan público, sino su maldad después., Persuadió la fantasma destas costas a César que le colocase en grande ministerio. Primero engañó a él y a la república que a mí. Esto refiero,
no por consuelo, que fuera perezoso; no por disculpa, que fuera necia;
sino por gravamen a su iniquidad y a mi ignorancia. Persuadióme la
familiaridad que el afeite era hermosura propia, engaño afrentoso a
ojos enamorados.
Vino un día rebosando su interior; comunicóme una ingratitud infamemente alevosa contra la persona a quien se debía todo. Advertíle
con severa verdad de su descamino, convenciendo su intención sin respuesta. Restituyóse a su cautelosa hipocresía ; llamórne su remedio, su
amparo, su padre; abrazóme repetidamente; dijo que había nacido de
mi advertencia. Crimine ab uno disce omnes, y reconoce las zalemas
y los requiebros de la traición. Fuése; y sospechando que yo sería como
él, y que en su acusación fundaría mis aumentos, maquinó contra mí
calumnia 'que obligase al príncipe me relegase a Córcega, porque la distancia y prohibición del comercio asegurase los sustos de su conciencia.
Yo, que pudiera reconocer que quien era traidor a quien debía mucho
más, no repararía en serio conmigo, sólo asistí a agradecerme el haber
servido al confidente. Ejecutase mi proscripción, y toda la tarde que
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-
precedió a la noche en que fuí arrancado de mis huertos, se estuvo conmigo, haciéndose guarda de sus miedos. Tú sabes con cuán insolente
desdén a otro día volvió el rostro a - mis libertos y le escondió a mis
amigos, y que aun le faltó vergüenza para correrse de los que se afrentaban de verle. Carga la consideración sobre las circunstancias desta maldad, y verás que no sólo los anzuelos engañan con el cebo y disimulan
la muerte en la caricia, ¿Qué se podrá creer, si en creer esto y a éste
me engañé? Por esto te aconsejo que ni a mí me creas, pues me dejé
engañar, y que creas a mi suceso, pues te enseña con mi desengaño;
dichoso eres: mi trabajo hace la costa a tu escarmiento. Creer a los
acontecimientos ajenos es felicidad y ahorro.
¿Quieres saber al Pórtico lo que debo, y a su filosofía varonil? Con
ella hice maestro para mí al que sólo quiso ser mi verdugo; hallé la
misma usura en sus persecuciones que el niño en los azotes, cuando le
hacen que aprenda lo que le importa saber. Si el malo puede disimular
que lo es, y el bueno dejar de serlo, tratemos con sospecha lo que
puede ser el uno y dejar de ser el otro. Para penetrar cómo puede ser
cualquiera hombre, no necesitamos salir de nosotros; miremos cómo
somos y cuáles hemos sido o querido ser muchas veces, y veremos cómo
es posible que sean los demás.
El mejor caudal de la vida es un buen amigo : bien tan raro, que
ha de ser único. Por esto le sucede lo que al fénix: todos le alaban,
muchos afirman que le hay y nos le describen, y ni le vieron ni le
vemos. Buen amigo, si Dios no le da, nadie presuma de saberle hacer
ni merecer hallarle. De sus enemigos se han librado muchos, de sus
amigos pocos. Reprehendiendo yo a Valeriano Scauro, y advirtiéndole
era público que cometía adulterio con la mujer del amigo que le tenía
en su casa, de cuya liberalidad vivía, respondió : «¿Quieres que busque
mi deleite donde no me admiten y me aguardan con una lanza a la
puerta? Donde se fían de mí tengo la seguridad que les quito.» ¡ Qué
no hizo •éste!, ¡ qué no dijo, pues por su maldad pretendió fuese reprehendido el inocente! Si la puerta armada da más seguridad que el
beneficio, mejor es tener la amenaza por llave que al amigo por güésped.
Procuremos, oh, Lucilio, que este compuesto de cuerpo y alma tenga
amistad con la razón, y no echaremos menos otro amigo ni peligraremos
en alguno.
,
DE QUEVEDO AL CONDE-DUQUE DE OLIVARES
Excmo. Sr.
Así dé Dios a Su Majestad muchos y bienaventurados años de vida,
y a sus armas católicas los buenos sucesos que vuecelencia desea, que,
- 251
,
acordándose vuecelencia de su grandeza y olvidando mi persona, lea
este memorial.
MEMORIAL
Señor : Un año y diez meses ha que se ejecutó mi prisión, a 7 de
diciembre, víspera de la Concepción de nuestra Señora, a las diez y
media de la noche. Fuí traído en el rigor del invierno, sin capa y sin
una camisa, de sesenta y un ario, a este convento real 'de San Marcos
de León, donde he estado todo éste tiempo en rigurosísima prisión, enfermo con tres heridas, que con los fríos y la vecindad de un río, que
tengo a la cabecera, se me han cancerado, y por falta de cirujano, no
sin piedad me las han visto cauterizar con mis manos; tan pobre, que
de limosna me han abrigado, y entretenido la vida. El horror de mis
trabajos ha espantado a todos.
No tengo sino una hermana, y ésa monja en las Carmelitas descalzas, de quien no puedo pretender sino que me encomiende a Dios.
Conozco (a persuasión de mis pecados) suma piedad en el rigor : yo
propio soy voz de mi conciencia y acuso mi vida. Si vuecelencia me
hallara bueno, mía fuera la alabanza; hallarme maló y hacerme bueno,
lo será -de vuecelencia. Cuando yo sea indigno de piedad, vuecelencia
es dignísimo de tenerla, propia virtud de tan gran .señor y ministro.
«Ninguna cosa (dice •éneca, consolando a Marcia) juzgo por tan digna
de los que están en la cumbre, como perdonar muchas cosas, y no pedir
perdón de alguna.» ¿Cuál delito pudiera yo cometer mayor que persuadirme habían de ser orilla a la magnanimidad de vuecelencia mis desdichas? Yo pido a vuecelencia tiempo para vengarme de mí mesmo.
Ya el mundo ha oído contra mí a mis enemigos; lo que pretendo es
que contra mí me oiga : más auténtica será, por más exenta de odio,
mi acusación.
Yo protesto en Dios nuestro Señor, que en todo lo que de mí
se ha dicho no tengo otra culpa sino es haber vivido con tan poco
ejemplo, que pudiesen achacar a mis locuras tantas abominaciones. No
digo que es invidia la que me difama; aunque pudiera, pues hay envidiosos de más calamidades en el miserable, como de menos dichas en
el fortunado último ingenio de la malicia humana. Como yo debo perdonar a los que me aborrecen el que soliciten mi ruina, no debe la
grandeza de vuecelencia ni su generoso natural perdonarles el solicitar
que no me perdone. Los que me ven no me juzgan preso, sino con
sumo rigor justiciado; por esto no espero la muerte, antes la trato : prolijidgcl suya es lo que vivo ; no me falta para muerto sino la sepoltura, por ser el descanso de los difuntos.
Todo lo he perdido. La hacienda, que siempre fué poca, hoy es
ninguna entre la grande costa de mi prisión y de los que se han levantado con ella. Los amigos, mi adversidad los atemorizó. No me ha que,
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dado sino la confianza en vuecelencia. Ninguna clemencia puede darme,
ni quitarme muchos años algún rigor. No pido,' señor, este espacio (naturalmente corto) por vivir más, sino por vivir bien algo, aunque poco,
para que yo sea no pequeña porción de gloria al nombre de vuecelencia. La autoridad de vuecelencia ha de interceder ccn su majestad, y su
propia grandeza consigo. No deseo que se acaben mis castigos, sino que
se encomiende su prosecución a mi arrepentimiento; pues no es más
blando artífice de tormentos la vergüenza propia que el rigor ajeno.
A mí todo me lo debe negar vuecelencia, a sí nada. Si vuecelencia no
se acordare de nada que le olvide de sí, no me faltará su protección.
Si alguno en el puesto de valido, en las virtudes, eminencia, estilo
y dotrina se acerca decorosaMente a vuecelencia, es Plinio Segundo.
Oigale vuecelencia por esto benignamente ,para mí, libro VIII de sus
Epístolas a Geminio: «Empero yo juzgo por óptimo y emendadísimo a
aquel que de tal manera perdona a los demás, como si cada día pecase ;
y de tal manera se abstiene de pecar, como si no perdonase a alguno.
Por esto, en casa y fuera y en 'todo género de vida, observamos el ser
implacables para nosotros, y exorables para los demás, aun para los
que no saben perdonar sino a sí mismos.» Que vuecelencia es aquel
varón óptimo y emendadísimo, las hazañas de su clemencia lo deponen, y la valentía de su paciencia; a quien han sido carga tantos ingratos, y martirio tantos traidores como hoy ha conjurado contra esta
monarquía Francia. Para llegar a los oídos de vuecelencia, este será el
último grito con que me socorre la memoria. Permita vuecelencia esté
yo más cuidadoso del reconocimiento a su beneficio que del rigor a mi
peligro; pues siempre será más gloria a su esclarecida fama el acordarme de su misericordia que de mi calamidad. Respondiendo el emperador Trajano a una consulta de Plinio Junior, le dice (libro X de sus
Epístolas): «Pudiste, mi Secundo muy amado, no dudar acerca de lo
que determinaste consultarme, como sepas muy bien que mi intención
no es con el miedo y terror de los hombres adquirir la reverencia a
mi nombre.» Estas palabras, que son de la pluma de Trajano, ¿quién
dudará que son de la boca de su majestad, y de la intención y nota
de vuecelencia? Los tiempos, no los méritos, adelantaron este emperador y este valido a tan glorioso monarca en su majestad, a privado
tan desinteresadamente celoso como vuecelencia.
Nuestro Señor guarde a vuecelencia, como he menester. De León
y este real convento de San Marcos, de la Orden del glorioso apóstol
Santiago, a 7 de octubre de 1641.
Excelentísimo señor.
Quien de vuecelencia espera nueva vida,
DON FRANCISCO DE QUEVEDO.
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,,
'
DE QUEVEDO A FELIPE IV
Señor : Don Francisco de Quevedo ha tres años y más que está
preso en San Marcos de León sin saber la causa, habiendo pedido muchas veces a vuestra majestad, a su mayor ministro y tribunales se le
oiga en justicia; y no ha tenido despacho. Y siendo la prisión larga
sentencia de muchos delitos, habella padecido sin oírle es contra todo
derecho, en agravio de su persona, reputación, vida y hacienda; con
tan graves y dolorosas circunstancias, como fueron sacalle de casa del
duque de Medina a las once de la noche dos alcaldes de corte: novedad que, por no usada con ningún grande destos reinos, daba a entender mayor gravedad en el delito, según la desigualdad de la persona. El uno, señor, le metió en el coche, que con desabrigo y desnudez
le sacó hasta León. Y el otro, mirándole las faltriqueras y tomándole
las llaves'de su hacienda y papeles, le despojó de todo; siendo don Francisco secretario de vuestra majestad (puesto de toda estima): que sólo
le ha causado esta circunstancia de infidelidad la mayor ignominia, intentada, de su persona. Con que ni ha podido cobrar su hacienda, ni
quedádole más defensa que el bueno y notorio 'proceder de vasallo, de
caballero y de hombre honrado, y de que está seguro y cierto su corazón: atestiguándolo su vida, así que naturalmente le debiera faltar en
tales y crueles aflicciones. Pero en setenta años de edad (muchos dellos
en servicio de vuestra majestad), una pierna abierta y en la tierra más
fría de España, se la ha conservado nuestro Señor; sin que las circunstancias de desconsuelo con que le prendieron, y a lo que persuadían
comúnmente tales demostraciones, le hayan turbado la quietud del ánimo,
por la seguridad con que en el servicio de vuestra majestad ha obrado
siempre.
Suplica a vuestra majestad que si estos motivos no fueren bastantes
para que vuestra majestad le mande desagraviar (pues contra él no se
hallará causa), y restituyéndole a su libertad y honra y hacienda y papeles, se le oiga en justicia, para que él dé la satisfacción debida al
servicio de vuestra majestad y a quien es, que el mundo conocerá temían sus enemigos más la defensa justa del suplicainte, que aborrecían
la culpa que inventaron para prendelle.
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PRÓLOGO
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España defendida, y los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros y sediciosos
9
Política de Dios, Gobierno de Cristo
Carta del Rey Don Fernando el Católico al primer Virrey de Nápoles .
El Chitón de las Tarabillas
83
92
La rebelión de Barcelona
tto
Marco Bruto
122
Epistolario
16o .
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