LA GUIRNALDA, - Hemeroteca Digital

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LA
GUIRNALDA,
PERIÓDICO QUINCENAL, DEDICADO AL BELLO SEXO.
ASO
IV.
Madrid 1.° de Harao de 1870.
SUMARIO.
El baile entre los antiguos, por M.—Una aventura en Egipto.—El Carnaval
en Roma.—Estudios de historia natural: Los Infusorio», por Doña Remigia
de Quineoees.—A Romea, por Doña Blanca de Oassó y Ortiz.—Cantares, por
la misma.—Miscelánea.—Acertijo.—Charada.—Jeroglíflco.—Pliego de dibujos, por J. Magistris.—Limina de colores para bordar en cañamazo.
• EL BAILE ENTRE LOS ANTIGUOS.
(Coaokision.)
Dejamos en el número anterior & los severos romanos
frunciendo el ceño contra el baile; réstanos ahora, para
dar cima á nuestra tarea, pasaí una rápida ojeada sobre
laa danzas más notables y de más atractivo que tanto ellos
como sus antiguos progenitores, los griegos, usaban como actos solemnes en sus diversas ceremonias.
El baile, que fué de carácter puramente religioso en un
principio, no tardó mucho tiempo en hacerse profano, introduciéndose en todas las fiestas hasta tomar plaza en el
teatro, donde adquirió tales triunfos y se apoderó de tal
modo del ánimo de los espectadores, que se perfeccionó
rápidamente elevándwsp por fin al rango de arte.
Subiendo entóncesj|e punto el entusiasmo que ya producía esta clase de 4^ersion, se multiplicó hasta el infinito, tomó diferenfes aspectos y la variedad de las danzas
fué en progresión ascendente de tal suerte, que tuvo el
buen gusto que intervenir para clasificarlas, asignando á
cada una su peculiar carácter.
De entonces data, mis buenas lectoras, una nomenclatura tan diversa y tan c«re«ís<i¿a,,que retrocederíais seguramente si en un artículo tan ligero y superficial como
éste me dejase yo llevar por la manía de aquellos que ven
la más leve ocasión y ¿ todo trance se esfuerzan por aparecer eruditos 6 arqueólogos. Asi pues, haciendo caso
»UM. 77.
omiso de la mayor parte de los exóticos nombres que componen la intenninable historia de los bailes con que se
zarandeaba la antigüedad, os indicaré meramente los
principales de las categorías coreográficas de mayor consideración.
Bajo el punto de vista puramente técnico, el baile se
dividía en tres categorías: .
1.' La danza llamada cuMstica, la cual consistía en
brincos, vueltas y tumbos gimnásticos, á modo de nuestros saltimbanquis y volatines.
2.' La esf&rütica, acompañamiento cadencioso de los
botes de una pelota de viento que debia cogerse en el aire.
3.* La orquéstica, danza común que no debia diferenciarse gran cosa de nuestros bailes ordinarios.
Para guardar el compás debido en sus danzas, los antiguos empleaban como acompañamiento la lira, la flauta,
la cítara, las castañuelas ó crótalos, etc. ~
La precedente división se funda únicamente en su forma
esencial; pero haremos otra mucho más importante, que
podrá dar idea del aspecto moral de cada especie de danza;
hé aquí cómo se dividían las especies más principales:
1.° Las danzas sagradas, que .constituían una parte
importante del culto, y que se ejecutaban en los templos ú ,
otros lugares consagrados.
- .
2.° Las á&nz&a/úíwdres, que consistían en movimientos, actitudes, g'estos graves y dolorosos, arreglados auna
música lúgubre, con que solemnizaban los funerales ú
honras de los difuntos.
3.° Las danzas pro/anas, las más numerosas de todas,
circunstancia que nos obliga á hacer de ellas una división
especial.
Merecen, pues, citarse entre éstas con prefistencia:
I. Las danzas escénicas, ejecutadas en los teatros por
los bailarines y los {«.ntomimos.
LA GUIRNALDA.
34
IL Las danzas dviles ó de ciudad, con las que se celebraban las fiestas del hogar doméstico y las ceremonias
no pertenecientes al culto de los dioses.
Después de esta nueva división, subdividamos todavía.
Las danzas escénicas eran de cuatro clases.
1." La Trágica, llamada EmmeMa: digna y elegante.
2." La, Cómica, conocida con el nombre de Cordax: libre
y desenvuelta.
3.' La ^tírica, denominada Sicinnis: viva y grotesca.
4." -La Pantomima, conocida únicamente por dicbo
nombre: representación muda de las acciones y pasiones
humanas.
El solo nombre de cada uno de estos bailes puede ofreceros una idea de su diverso.objeto y significación.
De las danzas civiles ó de ciudad, os citaremos como m&s
conocidas:
•
,
La Pirrica, inventada por Pirro, hijo de Aquiles, y que
se ejecutaba por hombres armados, imitando las luchas y
los combates de la guerra.
El Hormus, baile gracioso y animado cuya invención se
-«tribuye nada menos que al sabio Licurgo, ejecutado por
jóvenes de ambos sexos, formando en conjunto la figura
de un collar que da vueltas.
Is. Candiota, de la cual hace referencia ¿Toíwero, en la
descripción del famoso escudo de Aquiles.
" Lasdanzas Uamadasde l&Inocenda, de Hitmneo, A&lParnaso, de las Estaciones, de las Vendimias, y otras muchas,
en fin, conmovedoras ó extravagantes que me permitiréis
pasar en silencio, porque en verdad, mis bueoas amigas,
si en lugar de elegir discretamente entre los bailes de los
antiguos, aquellos cuyos nombres pueden llegar más far
Gilmente á vuestros oidos, me hubiera engolfado en la
materia, haciéndoos una prolija reseña de todos cuantos
han llegado á nuestra noticia, de seguro que arrojaríais
con desden el periódico, exclamando tal vez:
¡Al diablo la cubislica y la orqnéstica! ¡A buena hora se
nos viene el articulista con tales antiguallas, cuando están
resonando en nuestros oidos la música de los valses, las
polAas y las habaneras /
Conozco la razón, la [siento y... doblo la hoja.
M,
UNA AVENTURA EN EGIPTO.
(Continuación.)
- . , III.
Todo el campo que se extiende á las puertas del Cairo es
encantador, con tal de encontrar un sitio sombreado y sin
polvo; pero entre todos, el que ofrece más atractivos es la
avenida ó paseo de Choubra: á la vez campo y ciudad,
punto de reunión de la gente elegante, es como si dijéramos el bosque de Bolonia del Cairo.
Figúrense ustedes un interminable paseb plantado-de
a<»cias y sicómoros, cuyas ramas se cruzan formando una
bóveda de verdura que no peselara^l sol. El camino se
conserva fresco continuamente, gracias á un arroyo que le
bordea y del que los sakas toman abundantemente agua
para el riego.
Al fin del paseo se encuentra el palacio de Choubra y
el Nilo.
•
Pero lo que hay verdaderamente pintoresco, no es el paseo en sí, sino el magnífico espectáculo que á derecha é
i^uierda presenta.
'
Por todas partes elegantes casas de campo cuyas blancas fachadas reflejan el sol como un espejo; por todas
partes se ven jardines, y á lo lejos una campiña Siempre
vestida con su verde manto^ sobre la que se destacan grupos de árboles entre los que descuellan las palmeras.
Egipcios y europeos van al caer el sol á respirar en Choubra el aire embarisamado del campo. A esta hora se
encuentran en Choubra multitud de ji^ietes y de coches.
Estos últimos son menos numerosos que los que se agolpan cada tarde en París alrededor del Lago, pero no por
eso pierde nada el conjunto.
En Choi^bra vamos á encontrar de nuevo á nuestro baron-bajá.
"
.
Han pasado tres semanas desde su llegada al Cairo.
Con el mes de Noviembre han cesado los grandes calores,
disfrutándose ese segundo verano que empieza en Egipto
en Todosantos. Gracias á la benignidad del clima, el barón
sin olvidar su misión ha recorrido la población y sus alrededores. Ha visitado las Pirámides, estando cien veces á
pique de romperse el cuello durante su ascensión, por no
haber querido, por sus humos aristocráticos, aceptar la
eficaz ayuda de los guias árabes.
Cuando hubo visto todo lo que había de notable, empezó de nuevo á aburrirse, entregándose como medio de
distracción á violentos paseos á caballo, ó mejor dicho excursiones, ya én dirección del desierto, hacia Abasieh
ó por la vega hacia Choubra. Su droffman le seguía montado en uno de aquellos magníficos burros de Siria, blancos , altos como caballos, fuertes como camellos, y cuya
armonía de movimientos impide su comparación con el
rucio de Sancho Panza.
Esta advertencia es necesaria para evitar que algún lector malicioso, al contemplar el grupo descrito, se sonriera
recordando los herpes de Cervantes.
Encontramos, pues, al barón paseando por Choubra, elegantemente vestido á la europea, y llevando en vez de
sombrero un fez con esa gracia y naturalidad que sólo
una persona de buen tono tiene para asimilarse una prenda
exótica.
Acababa de recibir una carta de su mujer, que parecía
haber olvidado todo resentimiento: su estilo era afectuoso,
pero tonto,—por lómenos ajuicio del barón,—y la mujer
enérgica había cedido de nuevo el sitio á la inexperta colegiala.
La carta estaba fechada en París. ¿Habría renunciado
Juana á aquellos misteriosos pí^ectos de venganza para
los qiie pidió ayuda á su tía. Luisa de Vemou?
LA GUIRNALDA.
35
De cualquier modo que sea, volvamos al-paseo de Chou- y mandaba á Mohamed Effendi que le ofreciese la yegua
bra, por el cual camina el barón sobre una soberbia yeg-ua para volver á su casa.'
media sangre, seg-uido del droffman sobre su burro de enPero el eunuco esteba al lado del drogman, -que no se
hiestas orejas.
atrevió á hacer tan temeraria oferta. Es en efecto inconceAquel dia no habki gran número de paseantes y menos bible el respeto y temor que en el Cairo inspira la envilede coches, cosa qu&por lo visto importaba poco al barón, cida clase de personajes que se llaman eunucos, no sólo
medio dormido sobre la silla al acompasado movimiento á las gentes del pueblo, sino á las más encopetedas.
de su corcel puesto al paso.
— ¡ Imbécil! dijo el barón, que comprendió la vacilación
Sin embargo, un carruaje atrajo toda su atención y des- del drogman.
pertó su curiosidad, hasta el punto de hacerle galopar á alY señalando la yegua á la joven, trató de hacerle entenguna distancia del vehículo para alcanzarle.
der su ofrecimiento con una mímica expresiva.
Este era una de esas carretelas ó landos, que pueden
Ella en cambio estaba inmóvil é inerte <papel ordinario
usarse ó no cubiertas, y que en Egipto han obtenido gran de la mujer de Oriente) en medio del camino. Pero el euboga. Los bajas se pasean en carretela abierta, y la carre- nuco, cuyo furor se habia aumentado con la caida, quiso
tela cerrada la reservan para las señoras de su harem, po- unir el ademan á las amenazas, y cogiendo al barón ^ r
niendo además grandes cortinas en los vidrios.
un brazo trató de rechazarlo. M. la Grandiére, que habia
Pues es el casa que el viento agitaba fuertemente las tomado las costumbres de los aristócratas del país, pródigos
cortinillas del carruaje en cuestión, y el barón habia no- en garrotazos, levantó la fusta y cruzó la cara al negro de
tado dos grandes ojos negros que le miraban con insisten- un latigazo. Éste no se aguantó, como hubiese hecho un
cia á través de los intersticios de un velo. Más aún: una simple árabe, sino que empezó á aullar, á gesticular^y
manita fina y g^raciosa cuyas uñas estaban ligeramente soltó una oleada de palabras amenazadoras en las que se
teñidas de encarnado con henna, levantó completamente la distinguían las de camas, agente de policía, y haiis, pricortina dé seda, y el barón pudo ver dos mujeres, una (la sión.
de la mano) ricamente vestida á la oriento!, y la otra máa
Al rededor de los actores de esta escena se empezaba á
sencillamente atoviada y mostrando ser sirvienta de la formar un apretado círculo; y el barón, queriendo conserprimera.
var su decoro, aun ante aquellos árabes de ínfima clase,
En el pescante, al lado del cochero, iba un grueso saludó á la dama y saltó sobre su montura. Distribuyó dos
eunuco negro, que frunció terriblemente las cejas al ob- ó tres latigazos á derecha é izquierda para hacerse lugar,
servar los escarceos del barón alrededor del coche. Se in- y salió al trote hacia la ciudad.
clinó hacia atrás, y notendo que las portezuelas iban abierEsto no le impidió noter que la joven tenia cabalgadura
tas, empezó á moverse dando muestras de vivísima cólera. en que volv^ á su serrallo. El cochero habia llamado á dos
Esto divertía al barón más aún que los ojos de la dama, borriqueros que pasaban, y ayudados por el eunuco, instay lejos de alejarse como se lo aconsejaba Mohamed Effendi, laron á ambas mujeres sobre los borriquillos.
al ver violar de tol manera las leyes de su país, acabó por
Dejaron el carruaje bajo la guarda del cochero y tomacolocarse al estribo como hacen los ayudantes de campo.
ron la vuelta del Cairo, llevando el negro la brida del asno
El eunuco no pudo contenerse, y se dirigió al barón lla- en que monteba la hermosa egipcia.
mándole cristiano perro y mandándole pusiese un freno á
Era ésta una elegante criatura, que,contrastaba noteblesu audacia. Nuestro jinete se aproximó cada vez más, y el mente con el rucio sobre el que iba á la turca, con los pies
morazo se volvió completamente de -cara á él dando un hundidos en los estribos y las manos escondidas en los
brinco grotesco.
pliegues de su traje. Bajo el manto de seda negra que floEn el mismo momento, sea que el camino presentara al- taba al viento se veía un yelék ó traje ancho con mangas
gún obstáculo, ó que el movimiento del eunuco hubiese estrechas, de raso color de rosa, y un ceñidor de blonda
roto el eje; el carruaje se inclinó hacia el lado del barón, que sujetaba el telle casi debajo de la garganta. La cara,
se oyó un crujido,^ cayó un caballo, y se desprendió una más invisible que en el traje turco, estaba rodeada de
de las ruedas.
blancas muselinas y tapada con el horka ó especie de caLa yegua del señor la Grandiére, hábilmente refrenada, reta negra que desde la frente bajaba hasta los pies. Estos
evitó el choque de un. salto, mientras que el desgraciado los llevaba descalzos, con pantuflas tan afiladas como graeunuco rodaba como una hola por el suelo.
ciosas, que casi desaparecían bajo los pliegues de un anEn un abrir y cerrar de ojos el barón echó pié á tierra, cho pantalón del mismo color que el vestido. Por lo demás,
y precipitándose á la portezuela del coche la abrió, sacando no llevaba collares ni adornos que perjudicaran & la rica
sana y salva á la dama de ojos negi'os, así como á su cama- sencillez del traje.
rera, que en honor de la verdad le pareció mucho más
La pequeña cabalgata alcanzó bien pronto al barón, &
pesada que su ama.
pesar de todos los esfuerzos del eunuco, porque aquél
Mientras que el eunuco se levantaba y acudía con traba- habia puesto al paso su montura, con el evidente deSeo de
jo, todo dolorido, á poner término á semejante profanación, dejarla pasar delante.
El eunuco, al encontrar de nuevo al que le acababa de
el barón titinquilizaba con una sonrisa á la asustada joven
36
LA GUIRNALDA.
zurrar, hizo un horrible gesto; pero ella en cambióse volvió graciosamente hacia el barón, y sacando una mano, de
debajo del velo la colocó rápidamente sobre el cojazon, y
levantándola después á la altura de la boca, envió al señor
la Grandiére un furtivo besoe
El barón encontró todo esto muy agradable, y siguió á
la danía como un colegial, como un aprendiz en el arte de
la ga-lantería.
En esta guisa entraron por fin en la población.
El eunuco se volvia á cada instante y notaba colérico
que siempre iba seguido por el barón, si bien á respetuosa
distancia. El pobre negro dio mil vueltas y revueltas para
hacerle perder la pista; pero persuadido, por último, de
que la paciencia de su adversario acabaña por triunfar de
la«fuerza de sus doloridas pantorrillas, se resignó á volver
& casa, indicando al barón la jaula de los pájaros confiados
& su custodia.
Los dos borriquillos fueron despedidos á la puerta de
una casa de apariencia modesta situada en una tortuosa
calle próxima á la cindadela.
El barón se apeó y empezó á pasearse ante la casa. Esperaba ver los ojosjifi su hermosa á través dalos ajimeces;
pero sólo vio al eunuco, que de cuando en cuando miraba
por las celosías. Como ya se empezaba á hacer de noche
el drograan se aproximó á su amo respetuosamente y le
hizo presente que la calle no era muy segura, sobre todo
yendo desprovistos de las linternas obligatorias en el Cairo,
y que se exponía, permanecijendo allí, á ser apaleado por
los esclavos del harem.
—Señor Mohamed, respondió el barón con altanería,
métase Y. en sus asuntos y no en los míos. Deseo estar
aquí algún tiempo más. Si tiene V. miedo, vayase al extremo de la calle y aguárdeme con el burro y la yegua.
Mohamed Effendino se lo hizo decir dos veces, y se alejó.
Apenas se habia marchado, cuando se abrió 1^ puerta de
la casa, y dos esclavos armados con garrotes aparecieron
en la callejuela; pero sin duda les impuso el aspecto decidido del barón, pues*volvieron á retirarse.
De repente se alumbró una ventana, y por entre los calados arrojaron á la calle algunas ñores atadas con una
cinta. El señor la Grandiére saludó con galantería después
de recoger el ramito,' y satisfecho del principio de su aventura, se reunió á su drogman.
mismo, con eu grotesca gravedad y mímica exagerada,
que los montos de nuesti^o populacho en días semejantes.
Abundan también los disfraces de médico, preferidos por
los que se creen favorecidos con el don de la palabra,
puesto que los que les adoptan suelen paséame con pedantesca afectación, leyendo algún iitr-fólio ahumado y estropeando aforismos e^ discursos chavacanos, llenos de alusiones satíricas con que mortifican al infeliz, sea hombre
ó sieñora, que cae entre sus manos.
Las mujeres, en general, se visten de matronas, y dan
con la mayor desenvoltura y sufren buenamente las más
pesadas bromas, porque nadie tiene derecho á enfadarse
contra los chistes carnavalescos.
La llamada guerra de los confites, confetti, atrae al
Corso una afluencia de gentes innumerable, especialmente el martes, en que la locura llega ¿ su colmo.
Pero el combate que más singulariza estas fiestas, es el
llamado de los mocolletti. Lleva cada máscara en la mano
una antorcha encendida, persiguiéndose unos á otros en
desordenada confusión para apagarlas, teniendo cada-cual
que defender la del ínás inmediato, sin abandonar por eso
la defensa de la suya propia. Este tumulto dura dos ó tres
horas, presentando aquellas luces errantes, y agitadas en
revuelto torbellino, un golpe de vista sumamente fantástico.
ESTÜDÍO DE HISTORIA NATURAL.
LOS INFUBOBIOS.
i Cuántas y puántas reflexiones nos surgiere la contemplación del universo! ¡Cuan sublime se nos revela, ya en su
conjunto ó ya en sus detalles! Ora dirijamos nuestra vista
á la etérea inmensidad que cubre nuestras cabezas; ora la
fijemos en la verde y matizada alfombra que hollamos con
nuestras plantas; ora contemplemos sobrecogidos las espumosas ondas del Océano; á donde quiera que dirijamos
nuestra limitada vista, hallamos vasto é infinito campo que
admirar; á donde quiera que volvamos nuestros admirados
ojos, hallamos un dedo que nos señala la presencia de Dios;
por donde quiera oímos una voz que entona alabanzas á
(Se continuará.)
Dios; por todas partes se nos revela Dios, y por escépticos
que seamos, sentimos á nuestro corazón enmudecer de
asombro al contemplar el Poder Creador.
EL CARNAVAL EN ROMA.
¿Por qué al lado de tanto poder, ó mejor dicho, inorostada en él como el molusco en su concha, tenemos la líreBien sea por razón de su origen gentílico, ó por el poco suncion humana? El hombre en su pequenez se cree granruido que durante el resto d^l año suele oir^e en la ciudad de, porque su orgullo lo es: su genio lo sostiene en su
eterna, en ninguna parte del mundo es tan alegre y eiatre- marcha por el sendero de la ciencia; pero á; poco que mepitoso el carnaval como en Roma.
dite , que reflexione y contemple la grandeza que lo rodea,
El disfraz preferido por el vulgo en esta reminiscencia su orgullo caerá hecho pedazos, y arrollado como débil
de las estrepitosas bacanales de los remotos tiempos del planta á impulséis del huracán. El hombre, miserable mopaganismo, es el de figurón ó gran conde, contacdo, se- lécula compuesta de priHcipiefitl>uenos y malos; de sentigún allí se dice. Poseídos de su papel bufonesco, hacen el mieaitos nobles y d^ravado»;-4e instintos sublimes y per-
LA GüIBNALDA.
versos; que tiene una inteligencia que lo eleva ¿ Dios y un
cuerpo que lo aproxima á los brutos; presuntuosa dualidad compuesta de I)ios y de Satanás, no se detiene un momentP á estudiarse ¿i si mismo, ni estudia la magnificencia que lo rodea: de otpo modo, postrado de hinojos,su
frente se hundiria en el polvo que con tanto orgullo pisa.
¿Y cómo no quedar anonadado ante el grap concurso de
la creación, tan inmenso, tan infinito? ¿Cómo no contemplar mudos de asombro los mil y mil mundos, que girando
sin cesar, ruedan sobre nuestras cabezas en continuo movimiento, sostenidos por su misma rotación? jQué es la
tieirra en aquel esplendente conjunto de soles, algunos
quizá, en ciernes? un pequeño globulillo, brillante ú opaco,
según que reciba ó no la luz del astro que es el centiro de
su movimiento de traslación.
Bajémoslos ojos sobrfe nuestro pequeño planeta, pues
nos deslumbraria fijar por más tiempo nuestra vista sobre
tanta magnificencia, y podríamos quedar ciegos ante tanta
fuerza de luz. Empero, á pesar de la pequenez de la tierra , 5 cómo no quedar estupefactos ante las maraviHas de
la naturaleza, que, como Dios,,no tiene principio ni fin?
Busquemos la vida y el movimiento en ella, y los encontraremos: éste incesante, aquella en continuada metamorfosis.
II.
Desde las especies mayores hasta las más pequeñas, es
constante la destrucción y reproducción de cuanto existe
en nuestro planeta, ya sobre la tierra y dentro de ella, ó
ya en los ínares. ¿Y estamos seguros de conocer las más
pequeñas? creo que no. A pesar.de los grandes adelantos
introducidos en el telescopio como en el microscopio, así
cgmo aquél no nos descubre más que una mínima parte de
las maravillas que jamás será dado al hombre ver y analizar, así éste, igualmente defectuoso,'nos oculta hasta
donde es posible hallar'la pequenez; se entiende con relación & nosotros, puesto que en la creación nada hay grande
ni pequeño en sentido absoluto.
Descendamos la mirada hasta el más bajo peldaño de la
escala animal, y admiremos la sabiduría de la naturaleza,
simplificando el cuerpo del individuo y poniendo sus necesidades en rel»;ion con esta simplicidad. Hablo de los Infusorios, animalillos microscópicos, en donde reside la vida
á pesar de sus simples é imperfectos cuerpos.
Estos seres, imperceptibles á nuestros sentidps, podemos
considerarlos como el principio de la vida, pues son los
más'pequeños que nuestra vista puede observar con ayuda
del microscopio; y aun con éste, mientras no se fija la
atención, sólo parecen puntos movibíes.
Buffon consideraba á los Infusónos como simple materia animada, y hasta el perfeccionamiento del microscopio
creían los naturalistas más eminentes que carecían de cabezas, ojos, músculos y nervios; mas hoy dia, habiéndose
perfeccionado el invento de Leuwenhoeck, hasta aiunentar
el objeto 56 millones de veces, se les reconoce, no sólo
37
todo lo que los antiguos les negaban, sino además una organización interior muy complicada.
Pouchet opina que el nombre de Infusorios con que se
les ha designado largo tiempo, es impropio y debe ser
abandonado, pues muchos de ellos no viven en infusiones.
El distinguido" naturalista dice que ese nombre debe sustituirse por el de Microzoarios, que significa pequeños animales , ó por el de Protozoarios, que indica los más oscuros
principios de la vida animal.
Ixt^Infusorios se encuentran en todas partes, lo mismo
en las aguas dulces que en las de mar, y con uiás abundancia en las estancadas y cenagosas. Para obtenerlos
basta poner en un poco de agua sustancias animales ó
vegetales, como tallos, hojas, flores ó semillas. Al poco
tiempo el líquido se puebla de infinidad de estos animalillos, y llega á ser imposible enumerar los que contiene
una sola gota de agua.
« No tienen patria, y se encuentran en todas las partes
del mundo, én todos los climas, en todas latitudes, dice
Pennetier, lo mismo en el fondo <iel mar que en la cima de
los más elevados niontes. Constituyen, en una palabra,
uno de los elementos principales del globo.»
Lamark los ha dividido en dos órdenes, comprendiendo
en el primero á los desnudos, y en el segundo á los apendiculados. Posteriormente otros sabios naturalistas los han
clasificado en legiones y familias.
Aunque hay mucha diferencia entre los individuos de
ambos órdenes, pues no presentan el mismo grado de complicación orgánica, ambos son muy pequeños, gelatinosos
y trasparentes, y en muchas especies su sistema cutáneo
está perfectamente cubierto por un carapacho sólido. Según Pouchet, este carapacho protector es indestructible,
pues son de la naturaleza de las piedras de fusil: están formados del sílice.
Sus formas varían, como varían también en sus movimientos y en el modo de reproducirse. Unos soft esféricos,
otros son oblongos, otros prolongados y otros aplaudidos.
Unos tienen el cuerpo liso, y otros cubierto de pelos: de
éstos, algunos los tienen como sedas," y otros tiesos y
movibles como las púas de un puerco-espín. Algunos tienen cuernos: otros poseen dos ventosas en su vientre y
pecho, y otros ostentan una cola filiforme ó bifurcada.
Sus moyimientos son curiosos de observar, y varían según las especies, pues unos nadan como peces, otros como
culebras, 6 bien se enroscan como los gusanos. Tan pronto
tienen el movimiento de rotación de los planetas, cuya
forma presentan algunos, ó bien se mueven en Unea recta:
otrosj como las Cercanas, tienen un movimiento circular
muy rápido.
Según he dicho antes, sus medios de reproducción varían
también, unos SQ reproducen por medio de yemas, que sé
forman en el interior del individuo, y salen fuera por
roturas de su cuerpo, y otros por división espontánea. Algunos autores reconocen en ellos el hermafrodismo, y por
consecuencia uno de los medios más naturales para la reproducción.
38
LA GUffiNALDA.
Seg-un otros autores, cuando hay un excedente de nutrición que no ha podido emplearse en el desarrollo del individuo por estar ya cumplido, se aisla en uno ó muchos
cuerpos particulares y acaba'por segregarse del individuo.
Al principio se vé aparecer sobre el cuerpo una línea longitudinal ó trasversal, y poco después se forma una recortadura en un extremo de esta línea ó en los dos. Esta recortadura va creciendo insensiblemente, y al fin las dos
mitades se separan, tomando muy pronto la forma del individuo entero, en la que viven algún tiempo, para dividirse á su vez y formar nuevos individuos.
- Estos tenues animalillos, invisibles á nuestra vista, poseen un-sistema musculoso y órganos para la respiración,
digestión y generación, ün paso más en el camino de las
observaciones, y tendremos que convencernos de que poseen un completo aparato nervioso, y de que son más perfectos que nosotros. Y ¿cómo no habíamos de confesar esto
último, cuando esos admirables individuos han hecho un
descubrimiento, en el que se han estrellado tantos y tantos
talentos de nuestra especie? Hablo del movimiento continuo.
Es verdad que los microscópicos han hecho este descubrimiento sólo para su uso particular; pero ¿habían de
trabajar para nosotros? peor para nuestra especie, que tan
reacia ha andado. Nuestros héroes están en un continuo
movimiento, pues según afirman sabios autores, el sueño
les es desconocido. R. Oweir atribuye esta prodigiosa actividad al extraordinario desarrollo del sistema digestivo de
estos seres.
Según Pouchet, mientras que el hombre, el león ó el tigre poseen un solo estómago, el buey y el camello cuatro
ó cinco, los invisibles microzoariosposeen á menudo hasta
ciento.
¡Oh sabiduría de la naturaleza! ¡Oh virgen naturaleza,
siempre nij^dre y siempre virgen! ¡Cuan justa y equitativa
te muestras en todas tus obras! ¡Cuánta es tu previsión
negando al hombre una ventaja que con tanta generosidad
concedes á esas animadas moléculas! ¿Qué seria de tí si
hubieras concedido á tu predilecto hijo el don de comer por
ciento ? Si con un solo estómago su voracidad es tanta que
no perdona nada de cuanto hay én tierras y mares, ¿qué
seria si su cavidad estomacal fuera múltiple?
La muerte tiende también su destructora guadaña sobre
estos ínfimos animalillos, como la tiende sobre cuanto
existe en la tierra. Bien los elementos que los constituyen
se desagregan súbitamente y el animal desaparece, ó bien
se inmoviliza, se contracta poco á poco en bola, su corazón cesa de latir y su envoltura cutánea concluye por desgarrarse. Pero MuUer ha visto un Colpoda resolverse en
moléculas hasta la sexta parte del cuerpo, y el resto seguir
nadando como si nada hubiera sucedido;-de lo que infiere,
que la difluencia de los Infusorios es incompleta.
« Si se les aproxima, dice Moquin Tandon, á la gota de
agua en que nadan una barba de pluma mojada en amoniaco, el animálculo se detiene, pero continúa moviendo
rápidamente sus pestañas. De pronto, sobre un punto de
su contorno se presenta un agxq'ero que se agranda poco ¿
poco, y el animalillo se disuelve. Si se le añade una gota
de agua pura, la descomposición se d ^ e n e bruscamente,
y lo que resta del individuo recomienzaá moverse y andar.»
El estudio que me ocupa, tan árido como desprovisto de
poesía, es uno de los más intrincados laberintos de la
ciencia. Penetrar en este dédalo es fácil, mas encontrar la
Ariadna que ha de proporcionamos el ovillo para salir
fuera de él, es difícil; pues por lo mismo que son muchos
loa sabios que se han ocupado de este difuso estudio, son
tantas las controversias que se han suscitado, y tantos los
diversos pareceres entre los más eminentea naturalistas,
que lafluctuacion se apodera del ánimo, y debe perdonarse
al sencillo aficionado si pasa por alto algunas sinnosidades
del inestricable laberinto.
[Se concluirá.)
REMIGIA DK QUINCOCES.
A ROMEA.
Cuando se canta á los genios
que han espirado, debiera
ser cada lira un prodigio
de inspiración y grandeza.
Cuando se Hora la muerte
'de un ser que á divina esfera
voló, por hallar su numen
la cárcel del mundo estrecha,
no debiera en cuerpo mísero
el alma gemir opresa;
sino lanzarse á regiones
donde rutila la Ciencia,
y allí de laurel eterno
alcanzar rica diadema
para eternizar un nombre
sobre deleznable tierra,
donde las glorias se olvidan,
donde los lauros se secan. •
Mas si á la muerte de un genio
doliente suspiro eleva
un pecho donde no arde
de inspiración sacra hoguera,
dejadle, sí, que suspire,
no ahoguéis su memoria tierna,
que allá en el Parnaso bró&n
también humildes violetas. - ,
Aun viste luto Talía;
tu muerte Hora, ÉCffiea,
y junto al sepulcrbtrio
LA GUIRNALDA.
que tus despojos encierra,
vése á una ninfa que esparce
al aire p^ cabellera,
rubia como el sol fulgente
que entre nácares destella.
Arpa de dulce armonía
que melancólica suena
pulsan sus manos de nieve,
y en su frente de azucena
luce cintillo dé oro
y llama radiante ondea.
No ya en su canto, cual suele,
del amor puro celebra
las doradas ilusiones
que á los mortales desvelan;
lágrimas vierten sus ojos,
tristes ayes su voz tierna
Es Erato, y en su duelo
mira cuál yace sin cuerdas
junto al laurel de una tumba
la cítara que te diera.
~ ^
No has muerto, no, para el mundo;
aun el mundo te recuerda,
que el arte nunca perece,
y eres del arte lumbrera.
¡Salve, espíritu gigante,
al par actor que poeta!
¡Salve, gloria de mi patria!
recuerdo humilde á ti eleva
cantora que del Parnaso
es naciente violeta,
y cual tú, en alas del numen
y de fulgores sedienta,
volar quisiera á regiones
donde rutila la Ciencia,
y allí de laurel eterno
alcanzar rica diadema
para eternizar su nombre
sobre deleznable tierra,
donde las glorias se olvidan,
donde los lauros se secan.
Madrid, 10 de Agosto de 1889.
Blanca de Oamd y Ortii.
CANTARES.
Dicen las olas que vienen,
dicen las olas que van:
—En este mar de amargura
no olvides la eternidad.
De cada esperanza muerta
parte una lágrima viva,
que á perderse va en la mar
donde se ahoga la vida.
B. de o . y O.
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MISCELÁNEA.
La sociedad de conciertos bajo la dirección del Sr. Monasterio,
ha publicado ya el programa de los que prepara esta primavera,
los cuales se verificarán los domingos 6, 43, 20 y 27 de Marzo, y
3 y 10 de Abril, á las dos en puntoxle ta tarde.
Perseverando la sociedad en su propósito de dar á conocer las
grandes obras clásicas que inmortalizan los nombres de Haydn,
Mozart, Beethoven, etc„ ha adquirido muchas de las que más
repiítacion han alcanzado en el mundo artístico. De éstas se hallan
en estudio la cuarta sinfonía de Beethoven, la 47 de Mozart, todas
las piezas de orquesta de la célebre obra de Mendelssohn, titulada
El sueño de una noche de verano, algunas oberturas de Schubeít y
Schumann, autores no conocidos del público de esta capital, así
como otras de distintos géneros, de autores contemporáneos españoles y extranjeros, sin perjuicio de repetir aquellas obras que
han merecido mayor aceptación en los años anteriores.
PIEDRAS PRECIOSAS.—Uno de los mejores discípulos del barón
de Leibig ha hecho últimamente un prodigioso descubrimiento
en química, á saber: el éter de sílice y de alumnio. Basta echar
en un vaso de champagne una cantidad de aquel éter para producir instantáneamente las piedras preciosas más bolláis. Combinado con el óxido de hierro muy puro, el éter aluminoso produce
el rubí; con el sulfato de cpbre el zá:flro; con sales de manganeso
la amatista, y con sales de niquel la esmeralda; con sables de cromo, el éter de sílice dá los diferentes colores del topacio. Tanto
uno como otro éter se evaporan con un perfume penetrante que
ha agradado á muchos. Las sales se cristalizan con mucha regularidad así que lia desaparecido la parte líquida.
El corindón ó espato adamantino obtenido por aquel medio, no
tiene la dureza del natural; pero en cuanto al brillo, si la operación se hace con cuidadb, es admirable.
El sílice y el alumnio, que constituyen las tierras y las arcillas,
son principios que los hay en abundancia en la corteza del globo:
la preparación del éter de ambas clases es bastante]]delicada, pero
poco costosa. Este descubrimiento va á producir una revolución
no sólo en el arte de joyería, sino que también en la mayor parte
de las artes industriales.
»*
AUMENTOS.—En sus viajes al África meridional que ha publicado Mr. Livingstone, se encuentran algunos detalles curiosos,
relativos í la alimentación de los habitantes del lago Naausa.
En ciertas épocas del año se perciben nubes que parecen salir
del agua del lago, y que se elevan en la atmósfera á gran altura.
Cuando se atraviesa en un batel estas especies de nieblas ó de va«
pores, se reconoce que están formados por la reunión de cantidades innumerables de pequeños insectos del género cínife, que
se,parecen á pequeñas tip^las. Son tan abundantes, que acaban,
cayendo en el agua, por cubrir la superficie del lago de una capa
espesa y negruzca.'
Cuando se encuentra uno en medio de esta nube, se ve obligado
á tener la boca y los ojos constantemente cerrados, porque los
insectos penetran en sus aberturas.
Sin embargo, los europeos son los únicos que cierran la booa
en estas circunstancias, pues los indígenas la abren, por el contrario , cuanto pueden. Estos cínifes les parecen de un gusto exquisito.
Cuando no pueden atraparlos con la boca, recolectan estos pe-
LA GUIRNALDA.
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queños mosquitos por todas partes en que se depositan, y los
hiervea con agua para hacer unas tortas que coii\en con delicia.
I Se tragan así en un solo bocado niás de un millón de seres organizados!
EL ELEFANTE LÁBBADOR.—De los periódicos ingleses que se publicaa en la India sobre agricultura, traducimos lo siguiente:
« Én el día los ingleses en la India uncen el elefante al arado.
De este hermoso y guerrero animal, hacen un labrador pacífico.
Se fabrican en Londres grandes y muy fuertes arados, dignos de
este robusto pai^uidermo. El paqiiebot los trasporta al través del
Mediterráneo, el istmo de'Suez y el mar de las Indias.
Cada mañana, al despuntar el día, el elefante toma á su amigo
el cornac por la cintura, le coloca sobre su lomo y se marcha al
campo. Se confía á dos criados de fuerza el cuidado de llevar los
dos mangos del arado: en tanto que el sol está por cima del horir
zonte, el elefante marcha arrastrando detrás una banda de tierra,
ó mejor, una larga colina, y traza de esta manera un surco de
metro y medio de ancho por un metro de profundidad.»
UNA inrcHACHA cÁNoinA. Cuando se celebraron en París las
bodas del conde de Artois, hermano de Luis XVI, entre los festejos acordados por el ayuntamiento de aquella capital, figuraba
el de algunos dotes para las jóvenes que estuvieran próximas á
casarse. Acudió de las primeras á inscribirse una muy vivaracha
llamada Elisa Noirin, y habiéndola preguntado si tenia novio,
respondió con la mayor candidez:
— ¡ Vaya, vaya 1 ¿qué he de tener? Yo creía que el ayuntamiento daba el novio con «1 dote.
Corrió la anécdota hasta penetrar en la corte, y enterado de
ella el conde, hizo que se buscase un marido honrado á la mu-'
chacha, y duplicó.el valor del dote ofrecido.
Según dice un diario de Ñápeles, se han extraído de Heroulano
estos últimos días, dos copas de oro de medianas dimensiones,
adheridas á. dos trozos de tela que probablemente había servido
de broche á vmjteptun. Se ha encontrado también un fauno de
mármol, de regular altura, mediana, copia de un original excer
lente. Las excavaciones son muy fatigosas en el Herculano, porque la ciudad se halla sepultada 20 metros sobre el actual nivel
del suelo, mientras que Pompeya está tan sólo enterrada á siete ú
ocho metros de profundidad. Además, el suelo que encierra á
Herculano, sobre ser más profundo es más compacto, tanto que
para removerlo se hace necesario el pico. No obstante, esta mayor fatiga se halla recompensada por la certeza de que los objetos
que se encuentren serán en mayor número y de mayor valor que
los de Pompeya. En efecto, se ha notado que los pompeyanos
pudieron volver á sus sepultadas moradas después del jiesastre y
extraer de ella los objetos más preciosos, lo que np aconteció en
Herculano.
_____
CHARADA.
La primera y la seguní
separadas nada son,
'
pero juntas, aunque exiguo,
adquieren cierto valor:
la tercera, si se quiere,
vale aun menos que esas dos,
aunque un tietnpó fué dictado
de gran consideración.
El todo es cosa muy blanda
en que funda su esplendor,
su poder y su grandeza,
cierta orguUosa nación.
Solución á la anterior:
PALETO.
JEROGLÍFICO.
LIA O U I R N A L D A .
PHECIOS DB SUSCBICION.
Dos silabas unisonas me forman,
terminación oblicua de un pronombre;
y aunque algún tanto parecido al hombre,
aquellos que á aú gusto se conforman
llevan por irríMon mi propio nombre.
])Cadrid, m e s . . 4rB. T r i m . . 13. Sem. 24. Año 48
FroTinoias
Id. . . 14.
Id. 28. Id. 50
Extranjero y Xfltmméx, haciendo la snaorioion en la
Administración
80
Id. id. suscribiéndose por medio de eomisionados. l o o
„,
.^
í Con música
6
NúmeroBSUeltos. | g i n e i l a . . .
4
Fiesas de música
4
Se insertan anuncios á precios convencionales.
ASMINISTBACIOir, OAUJi D» JACOMUTBUZO, 7, 8.*
La sotueion «n ti número ^^|uiente.
IMPBENTA, n» T, Í(»TANBT, LIBEBTAD, 29.
ACERTIJO.
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