RR Luis Burgos y su pareja, Soledad, en la casa que

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LATERCERA Domingo 20 de marzo de 2016
VIENE DE PAGINA [17] 3
ciendo arreglos en casas. A diferencia de
Miguel y Alejandra, quienes tienen un colchón tapado por un techo bajo, como si
fuera un ruco, Olea solamente tiene un
colchón al lado de un pilar de la autopista.
La Rotonda Grecia, por donde pasan los
autos, está a apenas dos metros de él y sólo
lo separa una barrera de medio metro de
alto de la calle. Ya son varios los accidentes
que le ha tocado ver. Sobre todo de motos,
que resbalan o son chocadas por autos.
Olea es solo. Dice que su mamá está muy
enferma, que no tiene relación con sus
hermanos y que no tuvo hijos. Nadie sabe
que está en la calle. Asegura que vivir en la
autopista es algo circunstancial, que está
ahí hace una semana, porque los dueños
de la pieza donde vive están haciendo
arreglos. Pero a medida que la conversación avanza, Olea muestra signos de que
su situación es permanente. Habla de que
en los inviernos el frío no es tan complicado, que entre el fuego y las frazadas se
puede sortear el clima. Cuenta que hay
gente que les deja comida y ropa, aunque
su pantalón no tenga botón y tenga amarrada la cremallera con un alambre. Dice
que para él es complicado salir a trabajar,
que los funcionarios municipales son llamados por los vecinos cuando no están y
se llevan todo lo que tienen en camiones.
“Me han dejado un par de veces sin nada”.
Y luego, cuando accede a que lo fotografíen, después de un rato, dice que las imágenes no son necesarias, que en su carné
de identidad sale muy bien. Olea saca de
su bolsillo una cajetilla de cigarros que no
tiene cigarros. Adentro están su carné, su
tarjeta bip! y otras tarjetas. Toda su vida
está ahí. Pero al sacar la cajetilla de su bolsillo se le entrampa entre los dedos una
pipa para fumar pasta base.
Olea apenas muestra su carné y guarda
todo rápidamente con un gesto triste y
avergonzado.
RR Luis Burgos y su pareja, Soledad, en la casa que construyó bajo la Costanera Norte.
***
Seis años lleva viviendo Luis Burgos (56)
debajo de la Costanera Norte, en la intersección con la Avenida Eduardo Frei Montalva, justo frente al edificio corporativo de
La Polar, en Renca. Burgos cuenta que iba
pasando con una mochila cuando vio un
rectángulo techado perfecto. En ese momento decidió cerrar ese rectángulo y hacer ahí su casa, aburrido de vivir lejos de
todo en un departamento de Colina. Para
el terremoto de 2010 estuvo ahí, debajo de
la autopista, pero dice que su construcción
de madera resistió sin problemas.
Burgos no vive solo. Afirma que su novia, de 25 años, está afuera vendiendo helados y que con ella ya llevan dos años
juntos. A ratos cuesta entender lo que
Burgos cuenta y un tiritón en su cuerpo
aparece constantemente. Habla de que tenía un trabajo limpiando en el Apumanque, que lo perdió, y que ahora se dedica a
vender cosas que encuentra en la calle.
Dice que nadie de la costanera ni de la
municipalidad lo han intentado sacar, que
en ese sentido está tranquilo. En la noche,
el espacio lo ilumina con velas y se ducha
con baldes con agua que le dan en La Polar. “A veces hay gente que nos pasa a dejar
comida”, dice.
¿Cómo lo hace con la salud? ¿Ha visto a
algún doctor?
Nunca he ido al doctor. No conozco a los
doctores.
Mientras hablamos, su novia sale de la
casa. Saluda a lo lejos. Tiene 25 años, quizás menos. Burgos baja la vista. Dice que
se llama Soledad. Y no demora en entrar a
su casa a acompañarla.
***
José y Alejandro Rivera son los amigos
que recolectan cosas para vender y que
viven a unos 20 metros de una calle que
une las veredas poniente y oriente de la
Vespucio Sur. Es decir, Macul con Peñalolén. Ambos cuentan que son conocidos
por los vecinos, que se han ganado a la
gente porque les “pegan a los que están
domesticando”. Por ‘domesticar’ se refieren a los que están asaltando. Por eso, se-
OO Alejandra y Miguel viven bajo la
autopista Vespucio Sur, frente a la
Rotonda Grecia.
PP El colchón donde Héctor Olea
duerme está a apenas un par de
metros de la calle.
gún ellos, nadie los molesta.
A diferencia de quienes viven bajo la autopista, el terreno donde están José y Rivera pertenece a la Vespucio Sur. Nunca les
han dicho nada por vivir ahí. Carabineros
y la PDI pasan preguntando por información de delitos cometidos en la zona de vez
en cuando. Pero eso está difícil. Después
de los cigarros y la confianza, ambos confiesan haber pasado varias temporadas en
la cárcel.
José viene de dos años en la Penitenciaría,
después de haber sido sorprendido robando una casa en Peñalolén. La historia de
Rivera, en cambio, es más cinematográfica. Perteneciente a la banda de “Los Marambio”, en la población Santa Julia, Rivera cayó en un operativo de la PDI en enero
del año pasado con un fusil AK 47 en su
poder, un revólver y un arma a fogueo,
además de 880 papeles de pasta base y
cinco plantas de marihuana. El parte de la
PDI destacó el “alto poder bélico del clan
familiar”. El recuerda que se tuvo que descartar si pertenecía a una organización terrorista por el tipo de armamento que tenía en su poder. “Pero no, lo nuestro era
para defensa, de otras bandas sobre todo.
Alguien en La Legua nos pasó el fusil. Allá
se escucha la metralla toda la noche. Los
fusiles ya están incorporados en las poblaciones más complicadas”, comenta.
Rivera pasó tres meses en la cárcel y se
dijo a sí mismo que ya era suficiente, que
tenía que dejar. Pagó más de un millón de
pesos para que un abogado limpiara sus
papeles y llegó a vivir con José, ahí en la
autopista. Cambió las varias temporadas
que pasó en la cárcel (una de las veces fue
por cuatro años) por vivir en la calle. Lo
que no ha podido cambiar son las adicciones. A pesar de recibir $ 440 mil en arriendos que le dejó su padre y de trabajar en la
feria, Rivera dice que esa plata se le va en
sus gustos: falopa, pasta base, alcohol.
“Paso por etapas. Ahora sólo estoy tomado
copete”, comenta.
Y así se van las noches. Invitando a amigas al espacio con varias camas que tiene
con José en medio de la autopista. Ambos
parecen satisfechos con su actual vida ahí.
José, su partner, que lleva seis años viviendo en la Vespucio Sur, dice que la única
manera de salir es encontrando el amor.
-Pero no quiero una que sea loca-, asegura. –Les muestran un billete de cinco lucas y se van. Así no, así no.
Después suelta una carcajada fuerte.
Como si diera lo mismo.R
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