- 1 - LA PASTORAL DE LA CULTURA Conferencia pronunciada en

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LA PASTORAL D E LA CULTURA
Conferencia pronunci ada en Tucumán, Ar g.
La Constitución conciliar sobre la I glesia en el mundo contemporáneo, promulga d a
solemnemente el 7 de diciembre de 1965, sienta las bases para una presencia decisiva
de los cr istian os en el proceso cultural. De h echo, la temática tratada no tenía el camin o
hecho, er a terreno por labrar y explora r, n o ob stante tanta práctica ejercida, iniciada por
Jesús al comunicar la B uena Nueva d e la Salvación por medio de palabras, imágene s y
gestos. Siendo l a relación fe-cultura u na temá tica nueva, la Gaudium et Spes const ituyó
el punto de parti da[1] , el inicio de un tr ab ajo de profundización y praxis creativa.
La importante toma de posición con ciliar se inserta en las corrientes culturales del
momento y coloca la cuestión a lo larg o de d iez números (53-62). Ya en el número 2 2
establece que la dedicación a las activida de s culturales es parte de la obediencia a l
mandato divino de domi nar la tierra, y con tien e la promoción de la dignidad humana. L a
Iglesia está llamada a establecer un diálogo r espetuoso con las diversas culturas. E sta
función cultural es part e de la misión eva ng elizadora de la Iglesia.
La Gaudium et S pes necesitaría un a con tinu idad, ya que estos 50 años han porta d o
profundos cambi os culturales. Vamos a comenzar por reconocer las grandes línea s
trazadas por los padres conciliares en 19 65 .
1.
Grandes líneas para una pastoral de la cultura presentes en la Gaudium et Spe s
El documento conciliar comienza trazando alg unos principios para una sana promo ción
cultural: la persona alcanza la plenitud h um ana a través de la cultura, propia de todo g rup o
humano. La cult ura humana lleva consig o necesariamente un aspecto histórico y social, y
en este sentido se habl a una pluralida d de culturas (n. 53).
Había la conci encia de vivir una nu eva época de la historia humana. La cultura era
vista como servi cio de desarrollo humano plen o, abarcando todo lo que mejora la calida d
humana de la vida. Incluye las dimension es histórica y social; acoge los aspecto s
sociológico y etnográf ico. La condición h um ana, en sus estilos de vida, atraviesa cambio s
profundos. En la cultura actual de ent onces ( 1965) tienen un lugar especial: las ciencia s
exactas, la psicología, las ciencias hist ór icas, la vida comunitaria favorecida p or la
urbanización y la industrialización, las relaciones sociales e internacionales, que prepa ran
y prom ueven una forma más universal de cu lt ur a (n. 54). Aquí se lanza ya un tenue puen te
para lo que hoy nos envuelve ya plename nt e: la compleja globalización y una revolución
cultural acele rada, incluso vertiginosa.
El ser humano, val orando el sentid o de autonomía y responsabilidad, da luga r a l
nacimiento de un nuevo humanismo ( n. 55) . El Concilio no preveía cómo el exceso de
autonomía y la rupt ura de responsabilidad oca sionase una evolución de la que, en la crisis
actual, estamos si nti endo las consecuencia s.
Los Obispos de todo el mundo que siente n la dificultad en clarificar la misión de la Igle sia
para desarrollar en la persona humana el pe rf ecto cumplimiento de sus deberes humano s
y cr istianos, identifican algunas antino mia s existentes que el hombre debe resolver: el
diálogo cultural y la í ndole propia de cada pueblo; dinamismo del futuro y respeto po r la
tradición; cultura científica y educación clásica, especialización y síntesis, para evita r un
humanismo merament e terrestre o más a ún contrario a la religión misma (n. 56).
La Constitución concil iar, aunque es conscie nte de estas que tensiones se acen túan ,
se nutr e de u na visión optimista al analizar la relación entre fe y cultura, (n. 57). E l
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amor por cielo hace promover el cultivo de la tierra y participar en la obra creado ra.
Cultivando las ciencias y las artes, la s com unidades cristianas contribuyen para qu e la
familia humana se el eve y se abra a la contemplación de Dios. No deben silencia rse
los peligros de cierto fenomenismo, ag no sticismo y antropocentrismo, pero sin fatalismo ,
porque la ciencia puede dar frutos de just icia y caridad. Una acentuada quiebra ética iría
a poner en peligro est a perspectiva positiva, típica de los años de la posguerra.
La Constitución conciliar reconoce cómo la Revelación y la Encarnación permanecerá n
insertadas en una cult ura particular. La I glesia se ha servido de una variedad de lengua je s
culturales para proclamar el Evangelio. Entr a en comunicación sin someterse; más b ie n
acontece un mutuo enriquecimiento (n. 58) . Para desempeñar este servicio de vigilancia
son necesarios principios.
Son desarrollados de manera adecuada los p rincipios con los cuales juzgar los diversos
impulsos culturales[ 2]. Veamos estas b ase s fundamentales: es necesaria una cultura que
promueva la d igni dad humana, educar p ar a la contemplación, para la personalidad, para la
religiosidad. Dentro de los límites del bien común, la cultura debe ser libre y respetada . L a
ciencia y la fe const it uyen dos órdenes de conocimiento. La ciencia tiene justa autonomía
de investigación y dif usión de opinión . La cult ura no debe ser puesta al servicio del po d er
político o económi co (n. 59).
Después de establecer l os principios, el Concilio enumera las tareas de los cristianos e n
relación con la cultura: se debe favorecer el acceso de todos los ciudadanos a la cultu ra,
con conciencia del derecho y el deber de educar se a sí mismo (n. 60). Junto con el dere ch o
a la cultura está el deber de cultivarse , eliminando las condiciones sociales que crea n
obstáculos.
La misión específica de la familia y de la socied ad es la educación para una cultura integ ral
(n. 61) , a través de los medios de com unicación y el uso del tiempo libre. Éste debe se r
usado en estudios, viaj es, deporte, qu e p er m it an promover el conocimiento y la fraternid ad
entre las personas.
La Gaudium e t spes reconoce las diverg en cias que a veces existen entre las propuestas de
cultura human a y l a doctrina cristiana. Los n ue vos descubrimientos históricos, científicos
y filosóficos e xigen a los teólogos nuevas in vestigaciones (n. 62). También el arte y la
literatura deben merecer atención de la Igle sia en orden a acompañar nuevas tendencias.
Los Padres conci li ares auguran que los fieles vivan la vida de su tiempo, armonizand o las
nuevas ciencias y técnicas con el pensa mie nt o cristiano. Los teólogos cultiven el diálo g o
con los que se distinguen en esas ciencias. Desean que muchos laicos se dediquen a los
estudios teológi cos reconociéndoles, como a los eclesiásticos, libertad de investigació n y
manifestación de opi nión.
2.
Vien tos de cambio de la historia
En el pasado la evangelización de la cult ur a y la inculturación de la fe acontecían de f orma
más espontánea, gracias al difuso sent ido crist iano de la sociedad. Hoy no. Hay divisió n.
La fractur a ent re E vangelio y cultura, r econocida por el Papa Pablo VI en 1975[3] co mo
el " dram a de nuestra época", creció hast a n ue stros días y continúa. Era celebre y se h a
repetido con frecuencia la afirmación de Juan Pablo II[4]: "Una fe que no se hace cu ltura
es una fe no pl enamente acogida, no to talm ente pensada y no fielmente vivida"
El Beato Juan P ablo II aceptó la herencia co nciliar y concretizó en el Consejo Pontificio
de la Cultur a la preocupación esencial qu e f ormula así: "Ya desde el comienzo de mi
pontificado, vengo pensando que el diálog o de la Iglesia con las culturas de nuestro tie mpo
es un campo vi tal , donde se juega el dest ino del mundo en este ocaso del siglo XX ”[5].
En mayo de 1999 el Consejo Pontificio d e la Cultura publicó un documento titulado “Pa ra
-2-
una pastor al de l a cultura”. Pretendí a dar respuesta al deseo del Papa Juan Pablo II,
claramente formulada en 1985: “Debé is ayu da r a la Iglesia a responder a esas cuestion e s
fundamental e s para las culturas actuales: ¿Cóm o hacer accesible el mensaje de la Igle sia
a l as culturas nuevas, a las formas act uale s de la inteligencia y de la sensibilidad? ¿Cómo
la Iglesia de Crist o puede hacerse ent en de r por el espíritu moderno, que se ufana d e
sus realizacio nes y a la vez se preocup a po r el futuro de la familia humana? ¿ Quién es
Jesucristo para los hombres y las muje res d e hoy?”[6].
Asimismo, la C onferencia General d el Episcopado Latinoamericano en Puebla (19 79)
y Santo Domi ngo (1992) habían dado or ientaciones pastorales precisas y aportado
concretizacio nes para esta dimensión pasto ral.
La fe cristiana no se reduce a un fenóme no cultural, religión civil, herencia de una
religión ya poco seguida. Cultura con la calificación cristiana no es un sistema cerra do y
completo. La cultura, i nspirada en Jesús y te stimoniada en la Iglesia es clave de lectura ,
perspectiva a bierta, apelo a la creativida d, p romotora de la libertad y de la voca ción
integral del ser humano, respetuosa d e la autonomía de las realidades terrenas y se
enriquece cont inuamente con el interca mbio in tercultural.
Pasados cincuenta años, se operó una revolución cultural que exige una profu n da
atención, una luci da reflexión y disce rnimie nto, un sabia intervención y conversió n
pastoral.
El n. 42 del "I nstrumento de trabajo" del pr óximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización ,
afirma: “los Padres conciliares han vist o e n el horizonte el cambio cultural que hoy es
fácil de ver ificar. E sta nueva situación , qu e ha creado una condición inesperada para lo s
creyentes, req uiere una particular aten ción pa ra el anuncio del Evangelio, para dar ra zón
de nuestr a fe en un contexto que, respe cto a l p asado, presenta muchos rasgos de nove dad
y de criticidad”.
Uno de los escenari os que es impor ta nt e leer y descifrar para discernir los camin o s
de la nueva evangel ización es exact am en te el escenario cultural (n. 52-54). Lo s
otros escenarios enumerados en el do cum ento, también reflejan una visión cultu ral:
la migración, la economía, la política, la in vestigación científica y la tecnología, las
comunicaciones y las redes informáticas, la re ligiosidad. Ahora no podemos desarrolla rlas.
Las profundas modif icaciones culturales d e las últimas décadas pusieron en crisis la vid a
cristiana. Dando por descontado los en or m es beneficios obtenidos para las persona s, e n
su vivir cotidiano, se verifica una pér dida d el sentido de lo sagrado, una liberalizació n
del concepto de trascendencia, un rechazo p ráctico de la cuestión de Dios, que soca va
los fundamentos de la fe y la comprensió n las experiencias fundamentales del nacer y
morir, del vivir en familia, de la refere ncia a la ley natural moral (n.43). Se cae en el
desierto interior, con ausencia de Dios e n la conciencia humana. Una visión secula rista
invade el cotidiano. La mentalidad co nsu mist a y hedonista empieza afortunadamente a
ser cuestionada por la crisis económica, pero sin dar lugar a un cuestionamiento del estilo
de vida. Las respuestas religiosas se deslizan hacia formas espiritualistas individuale s
o hacia un neo-paganismo, que favo recen e l "ambiente general del relativismo" (n. 5 3).
3.
El diál ogo fe y culturas refleja l a lógica de la Encarnación del Verbo, la lógic a
de co nver sión o transformación y la lógic a escatológica.
'' La Biblia, Pal abra de Dios expresa da en e l lenguaje de los hombres, constituye e l
arquetipo del encuentro fecundo entr e la Palabra de Dios y la cultura.”[7]. Dios toma la
iniciativa y el diálogo es acogido por u n pueblo con su cultura. Ahora, lo que sie mpre
sucedió de manera natural en el pr oce so de la Revelación, que la Sagrada Escritu ra
custodia, nosotros hoy, necesitamos r ef le xionar y cuestionar. La inculturación vivid a
aconteció si empre, con más profundidad o superficialidad, con más fecundidad o rech azo
instintivo. La histori a de la Iglesia es un ca mino permanente con pasos de apertura a la
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grandeza de Di os, una cultura capaz d e abrir de par en par un futuro nuevo, o tamb ié n
con opacidad a las ll amadas de Dios, r esiste ncia de estructuras decadentes, rigidez de
lenguajes ultrapasados, estilos de vida lejos de la limpidez evangélica, arte repetitivo,
gramáticas fuera de ti empo. Bastaría r ecor da r el esfuerzo pionero de San Justino y Sa n
Clemente de A lej andría, o el trabajo de d os genios como Orígenes y Agustín, el marco
aristotélico de santo Tomás de Aquin o, la or iginalidad del Maestro Eckhart, el ímpetu d e
Newman y de Rosmini, Edith Stein y Pa vel Flor enski (cf. Fides et ratio , 36-48).
Si la lógica de la E ncarnación marca toda la acción pastoral de la Iglesia, en el campo de
la pastoral de las culturas se aplica con ma yor incidencia la experiencia de expresar, d a r
forma, lenguajes, ri tos, valores y actit ud es a la novedad de la fe cristiana.
Como en la natural eza divina y humana de Crist o, tampoco entre la cultura y la fe cris tiana
no debe habe r ninguna confusión ni separa ción, sino distinción y correlación. La confusión
sería monofisismo cult ural porque no re spe taría el carácter trascendente de la fe en
cuanto don de Di os, y no el producto de nin guna cultura. Por otra parte no permitiría
apreciar la legí ti ma autonomía de la cultura , resultado de las personas que se cultiva n y
se desarr ollan en el tej ido social.
La separ ación equi valdría a un nestor ianism o cultural, destinado a crear separació n y
división entre l a dimensión de la fe y la cu lt ur a. Por lo tanto es importante superar la
separación entre l a conciencia cristia na y la cultura contemporánea.
Los discípulos de Cri sto viven los autén ticos valores propios de cada tiempo. Sin emba rgo ,
la obra de evangelización no consist e en simples adaptaciones a las culturas. La s
comunidades cristianas no van a remolq ue de las modas. Se requiere siempre un trab a jo
de purificación, de corte valiente, de madur ación y cura. Para Juan Pablo II, cada cultu ra,
cualquiera que sea, tiene una apertur a a la tr ansformación y al misterio del ser human o y
de Dios y es tarea la f e y de la evangelizació n purificar, transformar y elevar la cultu ra.
Entonces, el encuentro con Dios en los p lie gu es de la historia lanza una fuerza misterio sa
que toca los corazones, lleva a la conver sión y a la renovación. Renovación no só lo
cultural sino también espiritual y mor al. L a f e se une a una cultura sin que sea un rehé n .
En este proceso de inculturación se e xcluye e l sincretismo, porque el mandato de Cristo
no significa adapt ar el núcleo de la f e a la s corrientes culturales que pasan, sino u n
anuncio lleno de audacia de una vida r ebosant e de la voluntad de salvación del Padre, de
la encarnaci ón de C risto, del poder de Espí rit u, que une las diversas lenguas y cultu ras
para proclama r las maravillas de Dios[ 8].
El cristianismo al t omar cuerpo donde se encuentra, al ser fermento a través de gra cias
ofrecidas a los seres humanos en vista de la vida eterna, también considera la escatolog ía
como clave para una antropología vigoro sa y solidaria. La cultura es la anticipació n de
la bienaventuranza. La carne está llam ada a ser beatificada, por palabras, profecías
y cr íticas. La perspect iva del futuro y e l valor de la vida son, como la lógica de la
Encar nación, igualment e determinante s. Lo s valores de los que el cristianismo es porta dor
poner en juego la "ideología dominante", con tr a el comercio de los espíritus y los cuerp os,
contra el consumismo, contra el crecimie nt o d e lo insignificante, el desarrollo de c ultos
de la riqueza y de los esoterismos.
Los cristianos deben contribuir con alt er nativas viables y no sólo con proclamas poéticas,
con intervenciones en la realidad concr et a, con propuestas para una convivencia sól ida y
con futuro[9].
La lógica de l a Encarnación, siem pr e re no vada y concretizada, y la lógica d e la
transfor maci ón se unen en la relación e nt re la cultura y la fe. Inculturación de la fe, inscrita
en la naturaleza de la f e, y evangelización de la cultura, que se desarrolla a la medida d el
ser hum ano, tiene en vista un futuro que t ra sciende la historia. Asume, purifica, conso lid a
y eleva, com o l o programó la Lumen Gen tium ( n.13).
-4-
Cómo recuerda el documento "Para una pa storal de la cultura " la adhesión d e fe
de Abraham fue también una ruptura cultura l, que culminaría en la cruz de Cristo. Lo s
ídolos de las ideol ogías tienen la medid a de sus mentores, Dios quiere una humanid a d
en conversión permanente, para una vid a ab undante, llena de bondad, verdad, belleza .
La propuesta de fe cristiana "amplí a los horizontes de la moral humana"[10]. Somo s
portadores de una novedad absoluta par a e l corazón de las culturas. No podemos te n er
miedo de sobrepasar los límites de cualqu ier cultura, no podemos quedar atrapados en
perspectivas terrenas.
La fe y el Evangelio, si no son capaces de decir Dios, de anunciar la victoria de Cristo
sobre el drama de l a condición humana, d e ab rir espacios para el Espíritu renovador, e n
los contextos culturales de hoy, no e stán vivo s en los discípulos de Jesús de esta ho ra.
Nos preguntamos: ¿cuál es la tarea de los cristianos en la cultura posmoderna? Par a se r
transfor mada por la novedad cristiana la cu lt ur a contemporánea necesita voces, sign o s,
gritos, br isas suaves que sacudan la concie ncia, que cuestionen el vacío, el pronto a
pensar y ofr ezcan vías con sentido, constr uct or as de una nueva humanidad.
4.
Apr ender a estar en la histori a para contribuir en la construcción del futu ro
Los grandes evangelizadores tienen un a ele vada capacidad para captar en cada cultura
las semillas escondi das de la verdad , po rque todos los seres humanos creados a imag e n
y semejanza de Dios guardan en las e xpr esio nes culturales marcas de lo infinitame n te
bueno, bello y verdadero, reflejo de la Sabid ur ía creadora de Dios. Es importante capta r
estas posibi lidades de apertura a la tr ascendencia y entrar con creatividad y mu ch a
reflexión para renovar los caminos d e la salvación y la redención de Cristo en cada lu gar
y en cada hora. Llant os y comparaciones no stálgicas nada construyen. Evangelizar la
cultura no consi ste en una forma previa , en un estilo fijo, que es, o que se encuentra, sin o
en dejarse sorprender por la interiorid ad rica d e presencia de Dios y operar un encuen tro
que a par tir del int erior, como lo hizo Jesús con sus discípulos, con pedagogía y ple n a
conciencia de mi sión, l leva a cabo la tra nsf or mación de los límites de la fragilidad human a ,
que sólo el poder del E spíritu inspira y conduce al fin,
Hoy en día, la primera misión de los cristianos será infundir nuevo vigor a la cuestión
del sentido, irradiando en la sociedad la inquietud de búsqueda de sentido de la vid a y
de la paz que emana de las respuest as d e la f e. Para eso se requiere una capacidad de
lectura crítica del presente, abriéndolo a la pr ofecía. La fe tiene que asumir el trabajo d e
la inteligencia para aprender a estar en la historia, para dialogar con cada cultura, p ero
sin per der su propia identidad, la riqueza de su memoria. Así no se deberá ni renun cia r
al m añana, ni huir por caminos ret ór icos o utópicos. La incapacidad para enfren tar
críticamente la mental idad corriente cede a la tentación de refugiarse en las prácticas
tradicionales o en l a emotividad religio sa. Se r equiere un vigilante discernimiento a la luz
del Evangeli o y no vi siones inmóviles hacia épocas pasadas muy brillantes.
Para la elabo ración y construcción de un f utu ro orientado en sentido cristiano importa
una pr opuesta cul tural nacida de la par ticipación entre todos los agentes de pasto ral y
compartible con nuestros contemporáneos. Lo s evangelizadores no sólo deben conoce r el
lenguaje y la cultura de los destinata rio s del mensaje, sino tener en cuenta el comple jo
contexto económi co, pol ítico, social, e spir it ua l y moral en el que viven. Como se indica en
la Eclesia in America , n.70: "la nueva evangelización requiere un esfuerzo lúcido, serio y
organizado para evangelizar la cultura ".
Vivimos en una creci ente desconfianza hacia las instituciones, los gobiernos, los bancos,
las empresas, debido a su poder, a la f alta d e transparencia, los intereses personale s y
la imprudencia farisea.
Las iglesias tambi én son instituciones y está n e nvueltas en este "tsunami " de escepticismo
y cinismo. La campaña anti-católica de Dan Brown confunde las ideas. A los ojos
de la opinión públ ica no importa qu e sean obras de fantasía, con aproximación
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histórica facciosa. Cual quier falla institucio na l r efuerza la percepción: las irregularidad e s
financieras, int entos de ocultar los f ra caso s del clero, la arrogancia o la intolera ncia.
Sólo hay dos formas de reaccionar: 1) t om ar medidas apropiadas para asegurar q ue
las institucion es no se conviertan en una fu ente de descrédito, 2) asegurarse que las
importantes cont ribuciones de las Iglesias al bienestar de la sociedad sean apreciado s y
comprendidos.
Habrá que configurar la fe cristiana e n térm inos que minimicen la importancia de las
instituciones religiosas. La marginación de los católicos en el proceso de construir el
futuro, aunque genera entre los creyente s d esaliento y confusión, no debe hacer caer e n
el fundamentalismo, llevando a concluir q ue vivir auténticamente conduce a salir d e la
historia y de la t radición.
Un gran desaf ío de aprendizaje consist irá en identificar los contenidos fundamentale s
de la fe, en su impacto con los núcle os más vivos del pensamiento y del e thos
contempor áne o.
Hay temas emergentes, en el debate cu lt ur al y en la vida social, para los cuales es
necesaria una respuesta interdiscipl inar q ue , iluminada por el Evangelio, oriente a los
cristianos en el pensar y el actuar y los hagan capaces de dialogar con todos. L a
propuesta debe morder la realidad, b ien e nr aizada en la verdad de la situación presen te .
Es prudente y sabio quien ve la realidad co mo ella es, quien vislumbra su sentido de fo ndo .
Sabem os que aprehender la esencia de la realidad no coincide con mucha informa ción,
sino que consiste en dirigir la mirada a la pr of undidad de las cosas. Conviene elaborar el
mejor conocimi ento posible de los aconte cimientos, pero sin ser rehén de ellos.
4.1 Construi r una identidad cristiana e n la sociedad pluralista
En la modern a sociedad pluralista con viven muchas visiones del ser humano y de la
sociedad. El E stado debía ser neutr al deja ndo a cada uno su propia opinión. Este
relativismo para salvaguardar la liber tad co nst ituye una amenaza a la democracia y e stá
en discusión en el campo ético. ¿Qué sign if ica la libertad como fundamento del actu ar y
frente opciones diversas?
Los cristianos deben despertar para constr uir una identidad: la identidad nacional, lo ca l,
cristiana. Las i denti dades colectivas t ienden a perder fuerza. Conviene hacer emerger
una conciencia de los ci udadanos en r elació n al país, reconocer la presencia cristia na y
asumir la responsabilidad de confron tació n cr eativa con otros componentes culturale s. Si
querem os vivir en paz, con respeto y so lid ar idad, será fundamental una identidad ca paz
de dejarse enriquecer con nuevas expre siones y valores, y así resistir los tiempos.
El desarr aigo cultural, motivado, t ant o po r la urbanización galopante como p o r
fenómenos migratorios de origen dive rso, p roduce personas "políticamente impote ntes,
económicam ente marginadas y cultur alm en te aisladas"[11].
Los teólogos tienen el papel de pensar la f e en diálogo con las disciplinas, respetar su
epistemología y colocarse en espacios inte rdisciplinares, capaces de leer la historia e n
profundidad, a l a luz de la fe. Los cont ext os ur gen a superar el inmovilismo de la teolo gía
y orientarse en la rel ación entre fe y cultura .
4.2 Curar los est ragos de la globaliza ción y acoger sus potencialidades
La economía está l lamada a superar un a visió n fatalista de los fenómenos económico s,
a difundir una visión aplicada del personalismo cristiano. Dentro del contexto económico
basado en opci ones individualistas, e l pa pe l de los cristianos es testimoniar una cultu ra
de la solidaridad, llevar el fermento del Evangelio. Frente a la creciente brecha entre ricos
y pobres, los inj ustos desequilibrios e n el acceso a bienes y el daño a la naturaleza es
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importante lla mar tant o a la transforma ción del concepto de desarrollo, como invitar a lo s
cristianos a vivi r el ideal evangélico de pobre za, dispuestos a compartir la solidarida d.
La cultura de la donación, a la que alud e la encíclica Caritas in Veritate , como ruptu ra
de la regla del egoísmo utilitario que do min a la sociedad occidental, sería la base de la s
nuevas relaciones sociales entre los p ue blos, enlace entre las personas. La revolu ción
cristiana del don, opuesta a la obsesión de l lucro, es un medicamento que templa la re gla
del provecho individual y del mercado , clave d el orden y desorden actual.
Según el último documento de trabajo de l Sínodo, el fenómeno de la globalización, más
allá del aspecto económico, trajo el de bilit am iento de las tradiciones e instituciones . L o s
lazos sociales y culturales no comunica n valores y no dan respuestas a las pregunta s
de sentido y de verdad. "El resultado es una pérdida considerable de la unidad d e la
cultura y de su capaci dad de adherir a la f e y de vivir con los valores inspirados po r
ella" ( Instr ument um laboris , Sínodo 2 01 2, n. 47).
Los si gnos de este nuevo contexto: debilid ad de la vida de fe de las comunid ade s
cristianas, disminución del reconocim ient o de la autoridad del magisterio, privatización
de la pertene ncia a la Iglesia, reducción de la práctica religiosa, falta de empeño e n la
transmisión de la propia fe a las nuevas generaciones. . ( Instrumentum laboris, Sín odo
2012, n.48).
4.3 Gestionar con sentido de responsabilid ad la cohesión social y la libertad política.
¿Cuál es el pa pel de l as comunidades cr eyent es en la cultura post-ideológica? Después d e
la caída de l as ideologías y el debilitam ient o de la identidad de los partidos políticos ¿qu é
hacer? La dif usión de una cultura per son alista cuestiona una política sin tensión pa ra e l
bien común. Este valor fundamental se basa e n la antropología cristiana.
Los fieles laicos están ll amados a colabora r co n los diversos componentes de la socied ad,
superando
la oposición histórica entr e laicos y católicos, en el ejercicio de un a
responsabilid ad pol ít ica.
Observamos q ue ya no es sólo la econom ía, sino la aritmética la que asume el lugar de
la política. H ay una di ctadura de las cu ot as, los índices, las encuestas, la factura ción
inmediata. Se establ eció lo cuantitativo como criterio único: un investigador es evalua d o
por el número de art ícul os publicados en re vist as anglosajonas; un policía, sobre la b ase
de las multas cobradas por día; el va lor de un a trasmisión, por la audiencia; la calidad de
una película, por l os espectadores; la e stima de un libro basado en las ventas; el val or d e
una persona por el número de amigos en Facebook .
Todo se tor na empresa: escuela, hospita l, pat rimonio, investigación, correos... Ahora n o
parece una p olí ti ca con visión cultura l co nsiderar rentable lo que es inestimable. P ara
reducir costos se reparte una persona en a ctos tarifados, se venden servicios público s
en tramos.
Para que esta mentalidad no alcance el nivel de un medio que se convierte en un fin ,
es im portante est ar en vigilia. Si nos de jam os llevar por estos criterios, el objetivo fin al
es enter rar al vecino para permanece r encima, ya que el beneficio o el lucro son e l
único criterio . ¿Se puede arruinar al p er sonal de una empresa a favor de su cotiza ción
en la Bolsa? E l puro mercado fragmenta lo que la historia de una nación logró cruzar y
fecundar, hace que l as regiones compit an e n vez de cooperar, torna las universid ade s
concurr entes en vez de complementar ias, co nvierte las bandas de edad enfrentadas e n
lugar de comunicarse de forma salud ab le. El abuso de las técnicas de lucro es inhuman o
e inmoral.
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Una mentalidad de est e tipo nos lleva a u na economía de subsistencia, si es que n o
nos encontramos ya en ella. La socie da d no son nichos de un sistema económico qu e
fragmenta los sufri mientos, deja suelta la ceguera de las corporaciones, franja s de
sociedad, como si del egoísmo profesio na l re sultase la solución de situaciones injusta s.
Es hora de decir no a las segregacion es t er ritoriales que aíslan los centros de la s
periferias, generando espacios sin espera nza .
Urge una verd adera cultura política capaz de te jer, interligar, interconectar para no vo lve r
a los tribalismos que se alzan aquí y a llá . Todavía hay una trama sobre la que construir
redes con la ayuda del enorme pote ncial de las nuevas tecnologías. Régis Debray, co n
cuyo análisis me i denti fi co, lo llama "re polit izar la sociedad."
En tiem pos dif íci les hay que arremanga rse la m angas y ponerse al servicio, sobre todo d e
los pobr es y excl uidos, y garantizar ruta s d e salida para la dignidad humana, pensa ndo
con libertad, respecto a las ideologías en boga y los preconceptos en disparo.
La política deberá dial ogar con la ciencia y la tecnología y respetar la complejidad de l
todo, en vez de dejarse orientar por la simplicid ad contable. La realización de una política
responsable originará cambios profu nd os, qu e sólo serán posibles si hay coraje, po rqu e
las adversida des serán muchas.
Adquier e especial importancia a la ge stión de la relación entre el bien común y la
democracia y la relaci ón entre la demo cracia y la verdad. Las exigencias de la mayo ría
pueden mortif icar las necesidades d e los me nos afortunados. La Iglesia no renuncia a
participar en el debate general y polí t ico, pr oponiendo puntos de vista inspirados en e l
Evangelio. La relación entre la ética y los de rechos en una sociedad democrática, tien e
múltiples articulaciones prácticas.
Nuestra responsabi li dad siempre lim it ad a, d eb e abarcar la totalidad de la realidad, q ue
es importante observar, sopesar, eva luar y d ecidir en el momento actual, arriesga ndo
una mirada d e f uturo, reflexionando sobre las consecuencias del actuar. Quién actú a
ideológicamen te se ve justificado en su idea. Quién actúa responsablemente pone su
acción ante la responsabilidad de otro s y fr en te al juicio de Dios. Esta racionalidad ética
aparece en nuestros días como un reto hist ór ico sin precedentes. Además de la conquista
de una racionalidad científica-técnica , en la situación actual, se impone un vínculo mora l
con una responsabi li dad social. No bast a una é tica individual o virtuosa, sino que emerg e
como imperati vo una responsabilidad pr of undamente solidaria.
La responsabilidad cívica y política d e los católicos debería mostrarse en la ciudada nía
interventiva. Crist o vino para salvar a la per sona humana concreta y real, que vive e n la
historia y en la comunidad. El cristianism o t iene una dimensión y una valencia pública. De
la adoración vi enen l os criterios para el act ua r.
4.4 Ingresar con sabiduría y creativid ad en e l nuevo espacio operado por la revolución
informática
Se creó un nuevo espacio social con enor me influencia de la cultura mediática y di gital,
con ágil difusión en red. La difusión ca da ve z mayor de las tecnologías informática s y
de los sistemas multimedia está cambia nd o pr ofundamente la realidad social y cultu ral.
Conducen los catól icos a combinar el t est im onio de la fe y la profesionalidad, con la
presencia en l os Areópagos de la inf or mación . El Instrumentum laboris para el Sí nod o
de 2012 habla de “mirada crítica y un u so int eligente y responsable”, de estos medio s
“sin prejuicios” (n 60), y de “un discer nim ien to atento y compartido para intuir en el me jo r
modo posibl e las pot encialidades” (n. 61). La cuestión de los medios de comunicación e s
sustancialmen te antropológico: denota una fo rma de ver, pensar, concebirse a sí mismo ,
a la vida y a la historia. Sólo señalam os algu nos temas:
-8-
–
El flujo de información es super ior a la capacidad de asimilación, lo que genera
confusión.
–
La r ap idez y l a difusión capilar r educen el papel de las agencias educativas e n
la transmisión de val ores y en la for mación de la conciencia crítica y torna egocéntrica
y em otiva la relación social. La velocidad af ecta a la reflexión, la meditación, el diá logo
interpersonal. La comunidad debe alenta r t iem po de silencio y redescubrir la familia co mo
transmisora de valores.
–
La pérdida de la autonomía de la in form ación debido a la intervención del po der
político y eco nómico - l as exigencia s del m ar keting y del espectáculo que adultera n e l
liderazgo polí ti co.
4.5 Favor ecer el diálogo fecundo con el m undo científico y técnico contemporáneo
La ciencia y la tecnología aparecen pa ra muchos como los "nuevos ídolos del prese nte" ,
como subraya el Instrumentum laboris el Sí no do (n.58). La tecno-ciencia para la menta lidad
actual corresp onde a una especie de g no sis, de sabiduría a quien inmolarse para obten e r
resultados inmediatos de bienestar. Ent re las ciencias se destacan, en la actualidad , la
bioética y la biogenét ica, por las prof undas consecuencias para la vida colectiva de la
humanidad y la ecología, que requiere un re planteamiento de la relación con la naturaleza ,
a nivel internacional y a nivel personal. Los cristianos están llamados acoger con respeto
lo que se refiere a su propia creatur alida d y t ransmitir a las generaciones futuras a que l
don de origen divino, la creación, que h an r ecibido de las generaciones precedentes.
Esta enor me búsqueda de conocimient o de l cosmos puede ser encaminada a llevar a l
ser humano a la trascendencia. Hay una f un ción reguladora -no sólo de los mercado s
financieros- que la reflexión filosóf ica e stá convocada a operar. Para organiza r y
estructurar esta avalancha de conocim ien tos y fortalecer la capacidad de verdad de la
razón, la filosofía tiene una misión sa piencial: "una sabiduría donde el conocimien to
científico se desarrol la
en un hor izont e iluminado por la reflexión metafísica"[1 2 ].
Compete a lo s pastores conseguir h ace r aproximar esta reflexión del cotidiano de las
decisiones de los cristianos.
4.6. Ser capa z de int ervenir en una cultu ra d e comunicación de masas
En nuestra sociedad de fenómenos d e ma sas con interferencias en la comunicación, e n
la política y e n l a economía, la comu nidad cr istiana tiene el deber de ofrecer su propia
contribución para afirmar los valores que ponen a la persona humana en el centro de
las opciones. P ara l a renovación cultura l d e la sociedad los católicos deben contribu ir
con la afir ma ción de los valores de insp ira ción cristiana. Una cultura renovada de la
comunicación, fundada en el respeto po r el se r humano, interpela un lenguaje consumista,
publicitario y supera l a alienación.
Ocurre atención a l as formas de comun icación pública, ámbito en el que se deben declin ar
los contenidos de la fe, a saber: la vid a a fect iva, el trabajo y la fiesta, la fragilidad , la
tradición, la ci udadanía. Estos son punto s de profunda intersección entre el Evange lio y
la cultura.
4.7 Mostr ar sensibilidad estética y va lor izar el patrimonio
La búsqueda de la bel leza adquiere en la cu lt ur a actual un peso que debería hacer pensa r.
Ya sea la valoración del tiempo libre, o la se nsibilidad para la estética, se abre un camin o
para una aten ción a l as cualidades de la fo rma en las propuestas cristianas, así co mo
una valorizac ión del patrimonio que se une a la búsqueda de una identidad arraigad a e n
la tradición. Consegui r interpretar la p roducción cultural y artística de los que nos h an
precedido, de modo atractivo y motiva r para el respeto de esos bienes es hoy un servicio
-9-
integrador, que compl ementa el diálogo in ter- generacional y, a veces, corrige una mira da
de desprecio hacia el pasado o de tem or p or e l futuro.
5.
La Ig lesia produce cultura en l a práct ica pastoral
Enfatizar el valor cul tural de la pastoral, no re duce la pastoral a cultura. Preocupa verifica r
el papel de la t radición cultural en la o pción de la fe cristiana, sin adecuar la opción d e
las actitudes vitales. S ólo una minoría es diligentemente practicante y comprometida , e n
el campo social y eclesi al.
Toda pastoral en sus diversas dimensio ne s, debe dar una contribución decisiva a la
renovación de la cult ura en sentido cr istian o.
El Proyecto Cul tural de la Conferencia Episco pal Italiana concilia la dimensión pasto ral y
la perspectiva cultural en interacción, po rque t oda pastoral está llamada a ligar la fe e n
la cultura y trabajar para transformar la cu lt ur a por el anuncio de la Buena Nueva.
Es conveniente evi tar respuestas ocasio na les y extemporáneas, y cultivar la idea de
proyecto. Inici ati vas desordenadas so n incapaces de incidir en la dinámica cultu ral.
Muchas veces l as i ntervenciones son convulsivas, intermitentes e insignificantes.
La pastoral, a través del anuncio de la f e, de la catequesis, de la liturgia y de las obras de
caridad es capaz de incidir sobre la ment alida d y sobre los comportamientos generan d o
cultura.
De hecho, esto sucede en la vida no rma l de la acción pastoral de las comunidad e s
cristianas, en l a vida cotidiana de los cristianos, en su misión concreta, en el trabajo , en
los pensadores, artistas, escritores, leg isla do res, comunicadores.
Las tendencias cultural es prevalente s act ua lmente interpelan la pastoral ordinaria p a ra
salir de una past oral indiferenciada e inser tarse en una fuerte experiencia de vida,
acompañada y sust entada. No se pu ed e imponer la verdad, porque no es una teoría
abstracta, sino acoger la persona d e Jesús, comprender y comunicar, dentro de u na
experiencia integral, personal, comun it ar ia, concreta y práctica.
1.
La pri mera cuestión cultura l p or en frentar, porque es transversal a toda la
pastoral, es el problema del lenguaje ecle sial y su comprensibilidad por las perso nas
de la post- modernidad. Esto implica apre nd er a ser interlocutor inteligente e insp irad o
evangélicament e con
la cultura d el co nt exto, habiéndola purificado de elemen to s
negativos y el evada a la luz del Evangelio. Encontrar una comunicación creíble y
comprensible que dé i nteligencia a la vida cristiana, en la era de la revolución digita l e
informática r equiere un aprendizaje hu milde. Pertenece a la dimensión misionera ese ncial
de la fe: decir l a f e en un lenguaje co mpr en sible, abriéndose al diálogo cultural.
2.
Otro punt o es l a formación: anuncia r la verdad con la esperanza de un mu ndo
nuevo, de la iniciación a la profecía. Resalt a, cada vez más, la importancia de un itinera rio
personalizado y dif erenciado siguiendo e l e stilo catecumenal (RICA). El contexto cul tura l
obliga r epensar los contenidos y los méto do s del anuncio para captar las preguntas de
las personas, responder a sus expectat ivas, am pliar los marcos de referencia, conoce r la s
diferentes etapas de la vida, cuidar una f or m ación gradual que unifique la oración y la
caridad, descubri r formas actuales pa ra vivir en la historia de los valores irrenuncia bles
de la justicia y la paz. Los principales agent es de la inculturación de la fe en la parro quia
son los cristianos de fe adulta.
3.
Otra cuest ión es celebrar la ve rdad en la belleza de la fe. El ámbito de la s
celebraciones sacramentales, pareciendo el m ás obvio en la relación con la cultura , h a
sido bastante banalizado por mucha s com unidades, sin el sentido del misterio, sin la
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belleza de las formas y rituales, de la m úsica y de los espacios. Un seco ritualismo sin
sentido de fiest a o l a trivialización de un encuentro sin la marca sencilla de la belle za
y la verdad, no si rven a la sed de lugare s de acceso al misterio que buscan tan tos
contempor áne os nuest ros.
4.
La vivencia de la caridad: hacer la Ve rdad en la caridad. En vez de decir la verd ad,
"hacer la verdad en la caridad". Felizm en te asume tantos rostros y figuras en la proximida d
de los cristi an os a l os más marginados: la pr edilección por los pobres, la incidencia del
testimonio en una sociedad individualist a. Pare ce natural a la fe el esfuerzo por elabo rar,
con la participación de todos los agent es de una región, los proyectos sociales, político s,
económicos y culturales en los que los crist ia nos testimonien sus valores.
5.
Ante la adversidad del contexto, adquier en importancia las pequeñas comunidade s,
donde la fr ate rnidad es más personaliza da , la boratorio donde se puede gustar la ca rida d
cristiana, escuela permanente de los valore s que inciden en la cultura actual y la
fermentan y purifican. C onsciente de ser p eq ueño rebaño cohesionado y con identid ad
cristiana bie n firme, ofrecerá un tie mpo at rib ulado y desorientado, un estilo sencillo y
sobrio de vida sabia y f eliz.
6.
Prioridad de la contempla ción an te un sentimiento religioso vago y poco
comprometido . E l término espiritualidad va ganando espacio en el uso cotidiano para
describir un conjunto de creencias y p rácticas que ofrece a los individuos una visión má s
am plia de la reali dad que la materia list a. Esta espiritualidad no siempre es teísta ni
institucional, sino algo personal, privado y eclé ctico, que reúne a ideas, valores y práctica s
de diver so ori gen. Constituyen una esp ecie de collage sin consistencia, lo que no es u n
problema en el clima posmoderno. La past or al no puede descuidar la mistagogía y la
pedagogía de l a oración capaz de gen er ar cu ltura. Crear propuestas fuertes de oració n
y cuidar con paciencia y competencia la ma duración de un camino espiritual requie re
maestros capaces de elaborar un lenguaje d e la espiritualidad cristiana. Las aspiracion e s
espirituales d e l as personas de nuestro t iem po necesitan encontrar respuestas verdad era s
en la mística crist iana.
7.
La familia permanece como valor , p ero alterando el sentido: pasando de lo
institucional a lo rel acional. Se desta ca, h oy en día, la dimensión de las afinidade s,
el i ndividuo relaci onal. Lo que ocupa e l p ue sto central es la amistad. La familia es la
primera escuela de la humanidad, el am biente fundamental para crear y transmitir la
cultura, el más f recuentado e incisivo, qu e e labora los valores básicos: atención a la
persona, intercambio, reciprocidad de d er echos y deberes, el respeto por la libertad de l
otro, espír itu de t rabajo, sobriedad, co raje en el sufrimiento.
8.
Revaloración de los organismos e clesiales de participación para un discernimiento
comunitario. S in l a participación de to da la comunidad cristiana y de los agentes de
pastoral no se puede valorizar la dim en sión cultural de toda la pastoral. Los órgan o s
eclesiales de part ici pación están llam ad os a dedicar tiempo y recursos humanos p a ra
reflexionar sobre los contextos culturales y encontrar vías sencillas y efectivas para po ner
en práctica l a s deci siones apuntadas.
9.
El Vol untariado cultural asume ya en algunas diócesis y comunidades u n
lugar signifi cat ivo y corresponde a un se rvicio gratificante que humaniza tanto a los
benefactores como a los beneficiarios.
Particular lugar asumen los centros cultu rales católicos, ramificación de la incultura ción
en el terr itorio. Sólo una nueva gen er ació n de agentes de pastoral puede transforma r
todavía la pobre experi encia de encuentr o y diálogo entre fe y cultura.
10. Servicio Naci onal para Cultura. La s e xpe riencias de este servicio son muy positiva s,
como apoyo estructural que anima a la dim en sión cultural de la pastoral, como Carita s
sustenta y anima l a di mensión de la ca rid ad pastoral.
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Es necesario poner en pie una organicida d pr oyectual y una capilaridad de intervenció n.
Conviene vigil ar la flexibilidad y agilidad de las estructuras. Las facultades de teología y
centros de investigación, que piensan crí ticam ente la fe, deben integrar el trabajo pasto ral
a planificar.
Estos tópicos y otros muestran cómo toda pastoral puede impedir o contribuir al diálog o
entre fe y cultura. S in nostalgia del pasado, ur ge pensar nuevas formas de incultura r la
fe cristiana, como i nventan los movimie nt os eclesiales, en las dificultades y las crisis de
una cultura cada vez más planetaria y cad a vez más fragmentada, para evangelizarla por
dentro y contri buir su desarrollo al ser vicio de una humanidad más plena.
Carlos Azevedo, Delegado
Consejo Pontificio de la Cultura
21-09-12, Tucumán, Argentina,
[1] Cfr. HUENE RMAN N, Peter - Le ultime set t imane del Concilio. In STORIA del Concilio.
Dir. G. Alberig o. Vol. 5 Bologna: Soc. Ed. II Mu lino, 2001, p. 394.
[2] Cfr. HUENE RMAN N - Le ultime , p. 434.
[3] PA BLO VI - E vangelii Nuntiandi , n.2 0.
[4] JUAN PABLO II - A cta Fundacional d el Consejo Pontificio de la Cultura, 20-5-82, n.2 .
[5] Ibíd.
[6] Juan Pablo II - Di scurso al Pontificio Co nse jo de la Cultura, 15 -1-1985 .
[7] Cfr. CPC - P ara una pastoral de la cultu ra . Roma: Lib. Ed Vaticana, n.3.
[8] Cfr. Para una pastoral del cultura , 17.
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[9] Cfr. AUBIN, V incent; MOREAU, Den is - L e christianisme est-il dans le solubles co ntre cultura? Etudes. 4153 (2011) 207-217.
[10] Pastoral de la Cultura, n.3, p. 12
[11] Para una P astoral de la Cultura, n.8 .
[12] Cfr. Par a una pastoral de la cultur a , n . p . 30v.
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