el re-conocimiento de la paz en la historia

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PRÓLOGO
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA PAZ EN LA HISTORIA
FRANCISCO A. MUÑOZ - MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
Instituto de la Paz y los Conflictos
Universidad de Granada
La Historia y, solidaria y complementariamente, todas las ciencias y
disciplinas interesadas por las dinámicas de los grupos y sociedades
humanas han tenido que actualizar continuamente sus presupuestos y
perspectivas de acuerdo con los cambios producidos en las preocupaciones
y la conciencia del conocimiento científico y humano en general. Esto
incluye los debates tenidos en la filosofía, la economía, la política, la
opinión pública en general, los foros internacionales, etc., así como todos
aquellos acontecimientos humanos que las propias sociedades han considerado relevantes de una forma u otra. En definitiva todas aquellas
contribuciones capaces de aportar nuevas demandas y propuestas en las
relaciones humanas en cualquiera de las escalas en las que se produzcan.
De lo que hablamos es de la «historicidad» de la Historia, la dependencia de los conocimientos históricos de las coyunturas históricas donde
se elaboran. En esta misma línea se ha demandado en distintos momentos
la necesidad de un compromiso del historiador con los tiempos que la
ha tocado vivir. Queremos recordar la dificultades que en situaciones
parecidas han podido tener determinadas innovaciones como ha podido
ser la Historia Social, o más recientemente la Historia de las Mujeres.
Existían dudas sobre la información de las fuentes, sobre la utilidad de
las citadas investigaciones, pero sobre todo resistencias a integrar nuevas
perspectivas sobre la Historia.
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FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
La Paz, la regulación pacífica de los conflictos, es sin duda una de
las grandes preocupaciones de nuestro siglo, es punto de interés de la
opinión pública en general, así como de políticos, religiosos, gentes de
diversas culturas y estatus social, mujeres, jóvenes, empresarios, etc. Este
sentir general ha alentado el nacimiento de estudios -interdisciplinares en
la mayoría de los casos- relacionados con esta temática a lo largo de todo
este mundo, con ellos se ha ampliado sus objetivos, ha elaborado propuestas metodológicas y epistemológicas nuevas y ha participado y compartido
con otras ciencias y disciplinas su inquietud por las sociedades humanas.
Tal vez unas de las aportaciones más significativas de la Investigación
de la Paz (Peace research) hayan sido el estudio de los conflictos y la
caracterización de la violencia. Efectivamente, buscar vías explicativas
de la conductas humanas a través de la aceptación del conflicto como
inherente a la propia especie y, en consecuencia, admitir que pueden ser
utilizadas alternativas a las resoluciones violentas resulta si no alternativo
sí al menos novedoso.
Hoy, sin duda, los historiadores tienen el compromiso de introducir
en sus investigaciones las temáticas relacionadas con la paz no sólo por
su compromiso con la realidad social que viven, sino también por el
enriquecimiento mutuo que se pueda producir por el contacto con las
aportaciones científicas de la Investigación de la Paz, incorporando los
análisis de los conflictos, ampliando sus horizontes y ámbitos, para
comprender una dimensión insoslayable de la Humanidad: las vía alternativas (pacíficas -la «paz»- y violentas) de regulación de los conflictos.
Asimismo, conviene señalar el fuerte desajuste o desequilibrio historiográfico entre el número de trabajos y la importancia que el mundo
científico ha otorgado a los estudios de la guerra con respecto a los de
la paz y las vías pacíficas de resolución de conflictos. En este sentido,
esta línea hegemónica ha contribuido a sobredimensionar y, definitivamente, a legitimar al belicismo, la violencia y el poder destructivo como
formas inevitables de progreso (¡la guerra como motor de la historia!).
Sin entrar a valorar más profundamente este sofisma, los estudios sobre
la paz, y este trabajo tienen la intención de ayudar a nivelar parte de ese
desequilibrio. Valga el planteamiento de esta primera cuestión para reflexionar en tal sentido: ¿Puede ser la historia de la paz un instrumento
de análisis y un objeto historiográfico para comprender el desarrollo y
evolución, o los actos involutivos, de la especie humana? Las siguientes
páginas pretenden no sólo contestar a esta cuestión sino abrir y desarrollar
interrogantes en este campo.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
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Intentamos abordar estos interrogantes, comenzado por reconocer la
presencia de la paz en la historia como un mero acontecimiento histórico.
A continuación, y en estrecha relación con el anterior apartado -con la
vivencia social de la paz-, pretendemos hacer algunas contribuciones que
nos permitan situar a la paz como una categoría analítica de los procesos
históricos. El tercer apartado, aún débilmente desarrollado, quiere indagar
sobre los obstáculos epistemológicos y teóricos para poder construir un
Historia de la Paz. Por último, en el apartado cuarto, solamente queremos
afirmar la pertenencia, relaciones y dependencias de esta historia con la
«Historia», con letras mayúsculas. Todo ello pretendemos que sirva de
marco introductorio a los artículos de nuestros/as colegas que ejemplifican
algunas realidades y momentos históricos. Finalmente, en el último capítulo
del presente libro enlazaremos con estas problemáticas intentando dar una
perspectiva mas general y constructiva sobre la Historia de la Paz.
1.
LA «PAZ» EN LA HISTORIA
Existe un primer paso que se hace estrictamente necesario: reconocer
hasta que punto el concepto Paz puede ser relevante para el análisis e
interpretación de los fenómenos históricos. Este reconocimiento puede
tener ciertas dificultades intrínsecas (definición, relaciones con otras
conceptos y categorías analíticas, utilidad, etc.) que, sin embargo, ha dado
ya algunos pasos en otros ámbitos y disciplinas (relaciones internacionales,
ciencia política, sociología, pedagogía, filosofía, etc.), casi todos ellos
interaccionados con la Investigación para la Paz que lo ha convertido
en uno de sus principales focos de atención.
Efectivamente, desde que la Paz comenzó a ser considerada como un
objeto de estudio científico, las aproximaciones que se han realizado a
ella han sido múltiples, para ello se han utilizado las aportaciones de otras
disciplinas y elaboraciones propias que han enriquecido la perspectiva
general sobre la conducta humana. En cualquier caso desde un enfoque
necesariamente interdisciplinar y transdisciplinar abierto, con capacidad
de integrar y ganar en capacidad de relación e integración de la diversas
variables presentes. Creemos interesante hacer un pequeño balance de esta
corta pero fructífera historia, para reconocer sus rasgos esenciales, plantearnos cuáles pueden ser los futuros desafíos de las investigaciones
históricas sobre la paz. Y, desde ellos, reconocer como la Paz puede
contribuir a la creación de nuevos paradigmas de análisis comprometidos
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FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
con los retos sociales y de conocimiento del mundo en que vivimos y
particularmente con los desafíos de la Historia.1
Según podemos deducir de las fuentes escritas parece que la aparición
del concepto de paz ha estado ligado al de guerra, pues ambos aparecen
casi coetáneamente. Puede que en las primeras etapas de los sociedades
humanas no existiera ni el uno ni el otro, sobre todo porque la realidad
social que debían de definir no estuvieran presentes: la guerra porque no
había nacido todavía, la paz porque no era necesaria como idea. Queremos
afirmar que cuando no existe la Guerra tampoco existe la Paz, conceptualmente hablando,2 por tanto el concepto de paz obedece a la necesidad
de frenar la Guerra cuando esta última aparece como práctica y, probablemente, también como concepto. El horror de la guerra debía ser
explicado y también relacionado con un horizonte de esperanza en que
aquélla no existiera.
Como sucede con muchas otras circunstancias históricas y sociales
estas quedan reflejadas en el lenguaje cuando son motivo de preocupación.
En los momentos históricos a los que nos referimos, no tenemos constancia
de la conceptualización porque no había preocupación y consciencia por
el problema, o no había transcurrido el tiempo suficiente para que éste
fuera fijado. De modo semejante, hasta hace pocos años no utilizábamos
el concepto de «seguridad ecológica» (sobre todo porque o no existía o
no percibíamos el riesgo de catástrofe en la biosfera). Además, según
muchos autores, un porcentaje muy elevado, por encima del 90% -el
porcentaje no tiene una exactitud matemática pero sirve como aproximación a la dimensiones de la realidad-, de las comunidades existentes en
la historia de la humanidad no han tenido que plantearse este problema.3
Continuando con nuestro razonamiento anterior, en una segunda fase,
ligada en la mayoría de los casos a la aparición del estado, cuando las
1. Cf.: PAGÈS, Pelai (1983)Introducción a la Historia. Epistemología, teoría y problemas
de método en los estudios históricos, Barcelona; MUÑOZ, Francisco A.- RODRÍGUEZ
ALCÁZAR, Javier (1997) «Horizontes de la investigación sobre la paz», en CANO PÉREZ,
M. J. - MUÑOZ, Francisco A. Hacia un Mediterráneo pacífico, Granada, 59-75.
2. Cf.: MUÑOZ, Francisco A. (1993) Sobre el origen de la Paz (...y la Guerra), en
RUBIO, A. (ed.) Presupuestos teóricos y éticos sobre la paz, Granada, 95-116.
3. Sin duda existe una cierta deficiencia en la información para poder generalizar con
toda garantía tales afirmaciones, ya que para muchas de las sociedades pre-estatales, que
estarían enmarcadas en la propuesta que hacemos no disponemos de información suficiente.
En realidad esta problemática es común para todos los modelos existentes para el análisis
de estas sociedades y sus transiciones a sociedades estatales.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
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guerras se extienden por múltiples causas, la necesidad y el anhelo de
paz comienzan a hacerse patentes. Debieron de ser estas circunstancias
las que favorecieron que emergiera el concepto de paz como un campo
conceptual y de análisis en el que se podían reconocer relaciones y
regulaciones pacíficas entre grupos e individuos. Aunque sometida aún
a una débil articulación teórica y dependiente, en la mayoría de los casos,
de la conceptualización de la guerra. En esta fase se crean lo que podríamos
denominar como ideologías de paz. En estas circunstancias la paz establece
vínculos y se extiende hacia y con las religiones, sus ritos y ceremonias,
llegando incluso a ser deificada, a convertirse en un recinto o refugio de
lo sagrado.4
En esta fase en la que la idea de paz se desarrolla a su vez podríamos
afirmar que se ha ido paulatinamente formando un «pre-concepto» de
paz definido por ideas que ayudan a definir un campo conceptual que
englobaría al altruismo, la cooperación, la solidaridad, el amor, etc. Desde
esas latitudes históricas hasta el final del segundo milenio, esta categoría
pre-conceptual se ha ido alimentando de múltiples debates, caracterizaciones y controversias.
Siendo en esta última fase, la que coincide con las más virulentas
guerras que han azotado a la Humanidad -la Primera, la Segunda Guerras
mundiales y el potencial holocausto nuclear-, cuando se comienza a
construir una teoría de la paz mucho más profunda, coherente y compleja.
Fue, en gran medida, necesario el progreso de las ciencias sociales en
los siglos XIX y XX y el fuerte impacto emocional de las grandes guerras
para que, de manera teórica y articulada, se empezara a plantear con toda
su profundidad el problema epistemológico de la paz. Es precisamente
en esta fase cuando nace la Investigación para la Paz, que ha supuesto
la incorporación de tales perspectivas e intereses a los ámbitos y foros
científicos y de investigación (Universidades, Institutos, centros y comunicad científica en general).5
4. Cf. MUÑOZ, Francisco A. - MOLINA RUEDA, Beatriz (eds.) (1998) Cosmovisiones
de paz en el Mediterráneo antiguo y medieval, Granada.
5. Cf. HOIVIK, T. (1983) Peace Research and Science. A Discussion Paper, Journal
of Peace Research 3; WALLENSTEIN, Peter. (1988) Peace Research. Achievements and
Challenges, Boulder; THEE. Marek (1986) Alcance y prioridades de la investigación sobre
la paz, Anuario de Estudios sobre Paz y Conflictos Unesco.1, Barcelona, 38-53; MUÑOZ,
Francisco A. - RODRÍGUEZ ALCAZAR, Javier (1997) Op.Cit.
20
1.1.
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
La Historia y la Investigación para la Paz
Así como la paz ha sido y será una de las formas más creativas de
construir la historia, la Investigación para la Paz ha tenido como virtud
ampliar los horizontes epistemológicos de las ciencias y dotar de un utillaje
nuevo e interdisciplinar a las mismas para que ciertamente se produzca
un avance significativo en el tratamiento y las soluciones a los problemas
intelectuales y reales de los seres humanos.
Asimismo, la Investigación para la Paz no ha sido ajena a los intereses
de los debates historiográficos en torno a los motores de la Historia. Ella
ha contribuido a generar nuevas perspectivas de análisis y a agregar muchas
más variables desdeñadas u olvidadas a la reconstrucción de la Historia,
tales como el pacifismo, la cultura de la paz o la no-violencia.
Durante sus primeras andaduras, tras los años de la primera guerra
mundial, la Investigación para la Paz surgió de la necesidad de encontrar
un equivalente moral y científico a la guerra, para poner fin a la guerra
misma. Nació la pedagogía de la paz que era el estudio de los comportamientos agresivos y violentos en los seres humanos y la apuesta por
unas formas de socialización y educación diferentes que hicieran a las
personas más libres, responsables y creativas. Los movimientos pedagógicos del mundo de entreguerras que abordaron un tipo de educación y
formación más democrática, junto a los movimientos no-violentos capacitaron los primeros pasos de la Investigación para la Paz. Si bien es
cierto, que la Investigación quedó sujeta desde sus inicios a explicar la
importancia, en el mundo, de los conceptos de violencia y de guerra. Tal
fue así que, en sus comienzos, la Investigación para la Paz permitió
desarrollar mucho más la polemología que la irenología, en gran medida
porque el propio fenómeno de la guerra y sus asociados debían ser
explicados de manera racional, lógica y científicamente para, también
desde estas premisas, no sólo diagnosticar sino evitar su fenomenología:
para ser abolida tenía que ser entendida y estudiada. El concepto de paz
nació así como ausencia de guerra o como situación de no-guerra, era
la paz negativa. Durante los años 50, hasta los setenta, la polemología
se desarrolló de una manera muy espectacular al calor de la carrera de
armamentos convencionales y nucleares y bajo el patrón de relaciones
internacionales marcadas por el neo-imperialismo de la guerra fría. Su
evolución iría desde el estudio de las formas de armamento, hasta sus
implicaciones con otras ciencias humanas del comportamiento, se amplió
a la psicología social, la antropología y el psicoanálisis.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
21
Sin embargo, ya desde finales de la década de los cincuenta se produjo
en la Investigación para la Paz una profunda e irreversible excisión, la
irenología tomó una gran vitalidad y acabó por despegar como disciplina
propia. Los conceptos claves pasaron a ser la paz positiva y la violencia
estructural.6 El primero se refería a una clara superación de los límites
de la paz entendida como la ausencia de guerra o de manifestaciones de
violencia externa. Así la paz positiva era el resultado de una construcción
consciente de una paz basada en la justicia, generadora de valores positivos
y perdurables, capaz de integrar política y socialmente, de generar expectativas, y de contemplar la satisfacción de las necesidades humanas,
etc. Esta aspiración a colmar y satisfacer le daba a la propia Investigación
para la Paz la posibilidad de trabajar en un campo inmenso en las ciencias
humanas, indagando sobre las mejores soluciones para evitar los conflictos
o resolverlos de la manera más positiva. En cuanto al segundo concepto,
la violencia estructural -un tipo de violencia indirecta presente en la
injusticia social-, ha permitido hallar las formas ocultas y estáticas de la
violencia, de la violencia de los sistemas (miseria, dependencia, hambre,
desigualdades de género, etc.). Con ello, aunque se han parangonado los
valores paz y justicia, ha permitido a la Investigación para la Paz avanzar
considerablemente en el estudio de muchos campos que se creían agotados
o diseminados por todas las ciencias sociales, tales como desarrollo y
subdesarrollo, democracia, formas de participación y de exclusión, etc.
El balance tras cuatro décadas de desarrollo es que la Investigación
para la Paz ha supuesto un avance sustancial en las ciencias humanas
porque ha promovido la renovación de los estudios en campos como la
politología, la sociología, las relaciones internacionales, etc. haciendo que
se centraran en los valores concretos de la paz; ha contribuido al declive
de la ideología de la neutralidad científica y ha creado una sensibilidad
hacia las posibles utilizaciones y manipulaciones de signo represivo de
sus investigaciones; y, en definitiva, ha fomentado la cooperación interdisciplinar entre investigadores de las ciencias sociales y también en otras
disciplinas (como las ciencias físicas). Uno de los objetivos principales
ha sido el estudio del conflicto, con todas sus posibilidades, desde los
niveles personales y grupales, hasta los internacionales y globales.7
6. Cf. BOBBIO, Norberto - MATTEUCCI, N. (1977) Diccionario de política. Madrid,
1196; GALTUNG, Johan (1985), Sobre la paz. Barcelona, pp. 27-72 (originalmente
publicado, en Journal of Peace Research, 1969.
7. STRASSOLDO, R. (1986) Paz, en Diccionario de Sociología. Madrid, 1263.
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FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
También, la Investigación para la Paz se ha hecho un hueco en la
disciplina de la Historia. No es sólo las temáticas, que ya resultan de interés,
pues se trata de la reconstrucción de las aportaciones, ideas, proyectos,
propuestas y pensamientos de los movimientos sociales pacifistas, de la
no-violencia, de grupos alternativos, de grupos más o menos marginales,
etc.; así como del estudio de las aportaciones realizadas por las religiones,
las filosofías, las ciencias, etc. a la construcción histórica de la paz; sino
también la forma en la que se abordan los propios problemas históricos,
es decir, la influencia sobre las historiografías que implican una visión
diferente de algunos conceptos y categorías de análisis, tales como la propia
visión que se tiene de qué son los conflictos, quiénes son sus actores y
cómo se debe estudiar y enfocar; o las contradicciones que pueden aparecer
entre el modelo antropológico utilizado y los resultados a los que se
pretende llegar; o la excesiva importancia dada a ciertos actores históricos
(como los Estados) en detrimento o en el olvido de otros; o el excesivo
peso dado a ciertos enfoques eurocéntricos o etnocéntricos para marcar
etapas, períodos o ciclos históricos; etc. En tal sentido, la Investigación
para la Paz ha querido, también, influir en temáticas, enfoques y resultados, y lo ha hecho en los últimos tiempos especialmente a través de
la sociología histórica, enriqueciendo las posibilidades de examen del
pasado, incorporando nuevas categorías analíticas y abriendo la Historia
al hermanamiento con otras disciplinas de las ciencias sociales. El resultado, hasta el momento, no es todavía una Nueva Historia, con nuevo
e independiente utillaje, sus propias categorías específicas, etc., pero sí
al menos el inicio de lo que con el tiempo sí podrá ser un enfoque aceptado
por las viejas historiografías. En todo caso, la Investigación para la Paz
no está tan interesada en crear o atomizar las viejas disciplinas, sino en
enriquecerlas con sus aportaciones y enfoques.
1.2.
¿Una especie conflictiva?
La especie humana podemos definirla como «conflictiva» en la medida
en que el conflicto como «contraposición de intereses y/o percepciones»,
está siempre presente en todas las sociedades y actividades humanas, en
todas sus actividades, es mas, cabe proyectar su presencia a todo el tiempo
y espacio humano, desde que la «cultura» nos hizo humanos, nos ayudó
a avanzar en el dominio de la naturaleza. A su vez, podría ser entendido
en la medida en que fuerza la búsqueda de soluciones como una fuente
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
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de creatividad y renovación continua. La noción de conflicto abre grandes
posibilidades de análisis por sus relación con las necesidades, los deseos,
las emociones, etc., que forman parte de todo el entramado social. Efectivamente la capacidad inmensa de «sentir» de los seres humanos, la
evolución y cambios sufridos en este nivel, basados en su predeterminaciones biológicas y en sus adaptaciones culturales abre grandemente
las posibilidades de enfrentarse con nueva situaciones que pueden ser
«deseadas» y/o «creadas» individual o colectivamente. Con lo que el
abanico de posibilidades de que existan propuestas no coincidentes se abre
bastante, aunque también hay que reconocer que el sustrato de socialización común facilita propuestas, proyectos y soluciones coordinadas. De
esta forma estos estadios «conflictivos» con los que se enfrentan las
sociedades pueden ser continuos y permanentes. La variabilidad y la
riqueza de tales situaciones hacen del conflicto ante todo pueda ser
entendido como una fuente de creatividad.8
Igualmente y, en consecuencia, el conflicto forma parte del proceso
de interacción social en el que los intereses de los individuos y grupos
se interaccionan, transforman o regulan. Podríamos decir, incluso, que
es una parte esencial del complejo desarrollo de socialización que experimenta toda entidad humana en su trayectoria social. Claro está, que ese
proceso, en cuyo marco ha de producir múltiples y complejas colisiones
y coaliciones que puede favorecer futuras formas de reconocimiento mutuo
(asimilar la otredad y la variedad humana), comprensión de las percepciones del otro (la inexistencia de una única verdad, de una única visión
de la realidad, etc.), mera coexistencia (una tolerancia negativa al menos);
o incluso, la emergencia de nuevas formas de colaboración, convivencia
y mestizaje y, en ocasiones, tiene resultados destructivos y aniquiladores.
Asimismo, retomando el argumento anterior: la condición humana,
por su propia complejidad, produce desigualdades entre los individuos
y las sociedades que son la base de los conflictos existentes entre ellos.
Esto ha obligado a que cada sociedad articule soluciones particulares para
la regulación de estos conflictos lo que tiene su reflejo institucional y
cultural y, particularmente, en los sistemas de reglas que las rigen, que
en la práctica no dan a todas las categorías de personas los mismos derechos
8. BURTON, John (ed.) (1990) Conflict: Human Need Theory, New York; TOUZARD,
Hubert (1981) La mediación y la solución de conflictos, Barcelona; ROSS, Marc. H. (1995)
La cultura del conflicto, Barcelona.
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FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
y obligaciones. Efectivamente, existen diferencias relacionadas con la
constitución física, la habilidad, los conocimientos, la sabiduría, etc. que
generan desigualdades en la mutua dependencia y en el poder real para
realizar o interferir en la gratificación de los deseos. Tales desigualdades
tienden a hacerse mayores en el discurrir histórico al asociarse con la
especialización del trabajo y sus valoraciones sociales. En consecuencia
podríamos afirmar que no existiría historia sin conflicto, el conflicto
contribuye a establecer la dinámica de la Historia.
La no aceptación de estos presupuestos ha llevado a una serie de
aseveraciones genéricas sobre la especie humana repetidas continuamente
en diversos foros han terminado por convertirse en axiomas incontestables
que conforman nuestra identidad, en muchas ocasiones por encima de su
veracidad y carácter científico. Por ejemplo, se dice que el hombre es
agresivo (bélico) por naturaleza, lo que sirve en ocasiones de razón última
para justificar los comportamientos violentos a lo largo de toda la Historia.9
Sin embargo, frente a las generalidades sobre las actitudes pacíficas
o violentas, de acuerdo con determinadas concepciones religiosas o
culturales, nosotros, desde la perspectiva del «conflicto» afirmaríamos
que la especie humana no es bélica ni pacífica por naturaleza, la especie
humana tiene la posibilidad de soluciones pacífica y violentas10 a lo largo
de toda su historia , y opta por una u otra alternativa dependiendo de las
variables (experiencia, conocimiento, conciencia, cultura, bienestar social,
etc.) presentes en cada momento. Esto también nos deja más abiertas las
explicaciones que sobre cada situación concreta se produzca de acuerdo
con las decisiones de los agentes que la conforman, aceptarla en cuanto
experiencia de una comunidad humana, ni positiva ni negativa, sin la
necesidad de recurrir a meta-agentes externos de esa propia realidad.
Evitando, también, adoptar posiciones alarmistas, o catastrofistas, ni
admiraciones desmesuradas sobre otras. Cada situación histórica es fruto
de la experiencia de los actores que la conforman (individuos y grupos
9. Además de las implicaciones ontológicas (sujeto masculino, universalización de
prácticas coyunturales...) se identifica agresividad y violencia lo que acarrea no pocos
problemas. En este sentido la Declaración de Sevilla, auspiciada por la Unesco (Paris,
16 de noviembre de 1989), dejó muy claro que tales afirmaciones eran, desde el punto
de vista del conocimiento científico completamente inadecuadas.
10. La violencia se «institucionaliza» en un proceso que desemboca en la aparición
de los primeros estados. Cf. MUÑOZ, Francisco A. «Sobre el origen de la paz (...y la
guerra)», en RUBIO, Ana: Presupuestos teóricos y éticos de la Investigación para la Paz,
Granada,...
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
25
interrelacionados), con las múltiples variables ofrecidas desde muchos
campos del desarrollo humano.
1.3.
Los conflictos y las necesidades
Una vez definidos los intereses individuales o grupales como eje de
la articulación de los conflictos, cabe relacionar estos con las necesidades,
entendidas como aquellos presupuestos materiales, «espirituales» o sociales
que las entidades humanas consumen, usan, utilizan, etc., para alcanzar
sus expectativas de realización como seres humanos y, que en esta medida,
son fundamentales, indispensables o imprescindibles, y su carencia causa
desequilibrios y tensiones.11 Aunque cualquier definición de las mismas
resulta dificultosa y comprometida porque van asociadas, o llevan implícitas, modelos de sociedad (estructuración política, normas jurídicas,
etc.). Somos conscientes que podrían hacerse múltiples clasificaciones,
se podrían jerarquizar, debatir sobre las variables culturales, políticas,
económicas y sociales, etc. No obstante, no deja de haber elementos
comunes o un umbral en el que se puede percibir los límites de esas
necesidades: el de subsistencia y el «moral» por así decirlo, marcados
por las disponibilidades sociales y por los procesos de tomas decisiones
sobre las mismas.12
Sin entrar en las muchas teorías sobre las necesidades humanas (funcionalistas, marxistas, biológicas, genéticas, etc.), ni en todos debates
suscitados al respecto, si puede ser ilustrativo al menos como referente
inicial utilizar la definición de necesidades humanas básicas o primarias,
en las que se incluyen no sólo las materiales -bien definidas por la
perspectiva economicista- sino también las emocionales y sociales. Que
a su vez está asociado con la posibilidad de su universalidad, es decir
11. El concepto de necesidad ha sido utilizado desde los filósofos presocráticos a Platón
y Aristóteles, éste con mayor precisión, hasta algunos autores contemporáneos. Convirtiéndose en un debate nodal en la definición de las características de las sociedades, y
como tal ha generado inumerables controversias y bibliografía (Hume, Kant, N. Hartman,
Maslow, etc.) cuyo objeto de análisis desborda el interés del presente trabajo. Desde entonces
ha adquirido significados ontológicos -relacionado con algunos aspectos que trataremos
en el apartado siguiente-, metafísicos y reales. Cf. DOYAL, Len - GOUGH, Ian (1994)
Teoría de las necesidades humanas, Barcelona.
12. Véase, por ejemplo las propuestas y taxonomía de MAX-NEEF, Manfred A. (1998)
Desarrollo a escala humana, Barcelona.
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FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
aplicables para todas las culturas. Esto no evita que conforme avanzamos
en su elaboración social y cultural todo el entramado en torno a ellas se
haga más complejo.
Los diferentes índices de desarrollo humano lo que pretenden evaluar
empíricamente es la satisfacción de las necesidades que se consideran
más relevantes. Un impulso transcendental relacionado directamente con
esta problemática, como también veremos más adelante, será el debate
sobre los Derechos Humanos, especialmente desde la Declaración de
1948. Su elaboradas articulaciones son intentos de alcanzar normativas
que reconozcan y reflejen los anteriores debates y proteger la satisfacción
de necesidades de individuos y grupos. Sin embargo, su propia proclamación como universales, no exenta de una amplia polémica en
nuestros días, no hace sino indicarnos la amplitud y complejidad que
necesariamente alcanzan en su intento de llegar a todos los rincones del
planeta y, hasta cierto punto, en la construcción de un paradigma de
análisis y comprensión de todas las sociedades en el espacio y en el
tiempo.13
Cabe destacar como en los llamados Derechos Humanos de «tercera
generación» se incluye la Paz lo que no es sino un «bucle» afortunado
para nuestros razonamientos que quieren proponer que ésta se constituya
en una categoría de análisis de la historia. Más adelante hacemos algunas
consideraciones al respecto.
La distinción entre necesidades, satisfactores y bienes dada su contina
confusión es una manera obligada de abordar estas problemáticas. Los
satisfactores serían todo aquello que contribuye a la realización de las
necesidades, podrían ser formas de organización, estructuras políticas,
prácticas individuales y sociales, valores, normas, ámbitos, comportamientos y actitudes, etc. Los bienes serían los objetos y manufacturas a
través de los cuales se implementa la eficacia de un satisfactor. Ambos
estarían sujetos a los cambios históricos y coyunturales, por contra las
13. Este debate tiene una significación tan amplia que, desde otra perspectiva, está
presente en los debates que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo mantiene
con respecto a los índices a utilizar para evaluar a las sociedades humanas.Indicadores
tales como la renta per capita, el PQLI (índice de Calidad Física de Vida), el IDH (Índice
de Desarrollo Humano), etc. que incluyen aspectos como el consumo de cereales, expectativas de vida, tasa de mortalidad infantil, ratio médico/habitantes, agua potable, grado
de escolarización, de analfabetismo, camas hospitalarias por habitante, incorporación de
la mujer, etc. nos dan muestra de su profundidad.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
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necesidades en su formulación más abstracta y universal permanecerían
constantes a lo largo de los tiempos.14
Los cambios y variaciones sufridos por los satisfactores y los bienes
en las diversas coyunturas históricas y sociales afectará al logro de
las necesidades, de esta forma podemos hablar de que estas últimas
a pesar de ser relativamente invariables -como categorías generales de
análisis y comprensión- sin embargo estarán sujetas a los vaivenes de
la historia.
Por otro lado, ya que las necesidades motivan y movilizan a las personas
y a los grupos las diversas teorías a explicar el surgimiento muchas de
las dinámicas sociales y la mayoría de los conflictos con los que nos
enfrentamos, ya que los presupuestos de partida nos llevaran a entenderlos
de una u otra forma. Los diversos intereses pueden ser expresión de
expectativas diferentes de satisfacción de las necesidades, en las que la
existencia y formación de percepciones, actitudes y conductas juegan un
papel importante. Cabe distinguir entre la urgencia de unas necesidades
u otras y la legitimidad de las mismas; también entre la articulación de
los deseos y los anhelos individuales y la capacidad del colectivo de
articularlos o satisfacerlos.
Como cabe imaginar, la utilización de dialécticas abiertas ofrece
muchas más posibilidades interpretativas de las realidades sociales, de las
relaciones y dinámicas entre los individuos, grupos y comunidades;
asimismo, permiten una mejor adaptación discursiva de nuestras teorías
al discurrir y a la existencia de los agentes de la realidad.
1.4.
¿Redefinición del modelo antropológico?
En definitiva, tal como intentamos defender a lo largo de todo el texto,
estamos proponiendo una nueva aproximación a la Historia desde la que
podamos apreciar una nueva variable: la establecida por las vías alternativas de regulación de los conflictos y, particularmente por las vías
pacíficas. Tal como hemos afirmado en otras ocasiones, a través de ella
podríamos contribuir a redefinir el modelo antropológico dominante que
14. HELLER, Agnes (1996) Una revisión de la teoría de las necesidades, Barcelonadistingue entre las necesidades de las sociedades premodernas y modernas. En estas últimas
la necesidad de «poder» se convierte en la primera de todas ya que de ella depende la
satisfacción de las demás.
28
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
tiene como uno de sus pilares fundamentales la la violencia, la fuerza,
hacia otros humanos y hacia la naturaleza.
Las ideas desarrolladas en los anteriores epígrafes podrían ayudar,
cuando no obligar, a redefinir los modelos desde los cuales pensamos las
realidades humanas. Aunque este debate transciende a la propia Historia
como disciplina académica, lo que hacemos es intentar insertar a ésta en
el debate que ya están inmersos muchos campos del conocimiento humano.
Advertimos que, desde una perspectiva necesariamente inter y transdisciplinar, cada disciplina debe hacer suyos los interrogantes generales que
en espacios comunes o cercanos se están haciendo en otras esferas del
conocimiento.
Partimos de un punto de vista europocentrista y, por extensión «occidental», ligada a los valores de la cristiandad, la ilustración, los mercados,
los «hombres blancos», etc. que se ha demostrado insuficiente, cuando
no traumático o violento, para relacionarse -negociar- e integrarse con
otras culturas y realidades sociales. Así, una modernidad basada en el frío
poder de la razón, en la supuesta universalidad de la ciencia (especialmente
desde un foco central hacia la periferia), acaba por uniformar e inmovilizar
la experiencia humana, no dejando resquicios para las diferencias, los
matices ni los cambios, tanto en lo ontológico, constitutivo de las realidades
sociales como de sus dinámicas. En este sentido la violencia forma parte
de su paradigma, no sólo porque impone su realidad, sino también porque
en su historia está representada por el poder de los estados, de los ejércitos
y las guerras. Sin duda unos presupuestos sobre los que hay que mantener
un profundo debate en la construcción de la historia de la paz. El conocimiento histórico tiene acumulada suficiente bagaje teórico para contribuir a la resolución de tales enigmas.15
Sin duda, una concepción abierta del conflicto, de sus regulaciones,
de la paz, tal como hemos apuntado en las páginas anteriores, no sólo
es incompatible con los rasgos descritos del modelo dominante, sino que
apunta a un tipo de relaciones humanas diferentes. Existen numerosas
razones que hacen aconsejable dotarnos de un nuevo modelo antropológico. De hecho éste no es un canon fijado sino a través de un debate
15. Víd. sobre la conceptualización de la ‘polemología’ como nuevo término que
alumbró debates de alta calidad e interés para la comprensión del mundo tras la segunda
guerra mundial, en Gaston BOUTHOUL (1971) La guerra. Barcelona. El autor desde su
conservadurismo ideológico atina bien en señalar una de las claves históricas para pensar:
hay que «desantificar» la guerra y «despolitizar» la paz.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
29
abierto en el que participan intelectuales, políticos, mujeres, hombres,
religiosos, hombres de negocios, trabajadores, etc., de todas los confines
del planeta. Las interdependencias de la globalización hacen que las ideas
y las prácticas -es posible que éstas aún más- contribuyan a cambiar
nuestros modelos antropológicos y/o ontológicos.
El reconocimiento del papel de los conflictos, que el conflicto ha estado
ineludiblemente ligado a la historia de la humanidad, que ha sido un factor
esencial de creatividad, de adaptación al medio ambiente, de evolución,...
contribuye a cambiar sin duda la percepción que tenemos de nosotros
mismos. Si reconocemos que las regulaciones pacíficas -la paz, tal como
vamos a demostrar en este volumen ha sido esencial en todo este proceso
histórico, no cabe el menor atisbo de duda de que el «espejo» en el que
nos miramos puede cambiar en algunas de sus cualidades espectrales.
Incluso más, nosotros estamos convencidos, desde nuestra posición de
investigadores de la paz de que este paso es completamente necesario por
el «poder» añadido de que tal punto de vista tiene para la regulación
pacífica, de muchos de los conflictos violentos que padecemos actualemente y la prevención de otros que existen o se puedan plantear. Tal puede
ser la potencia de modelos de pensamiento adaptados a nuestras posibilidades filantrópicas y liberalizadoras.
2.
HACIA UNA HISTORIA DE LA PAZ
Quisiéramos empezar formulando este aserto: las experiencias pacíficas, de intercambio, cooperación, solidaridad, diplomacia, han sido
dominantes en la Historia. Y, sin embargo, es una historia que quizás
porque su cotidianidad y «naturalidad» no deja huellas ostensibles, no
ha necesitado ser resaltada, porque tampoco es estridente.
En los párrafos que siguen proponemos unas líneas sobre las que
construir una historia de la paz: la paz silenciosa; la historia de la socialización humana, la solidaridad y la cooperación; la historia y las experiencias de la baja entropía; y, la negociación como articulación positiva
de realidades en conflicto. Evidentemente, no serían las únicas líneas
posibles para la construcción de la Historia de la Paz (Peace History),
pero a buen seguro servirán para alimentar el debate a este respecto. 16
16. A parte de la aportaciones de autores individuales, entre los que podríamos citar
gran número de teóricos que han estudiado momentos y situaciones particulares queremos
30
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
2.1. La paz silenciosa
Los historiadores hemos tenido que inventar una actividad humana
muy habitual en el mundo antiguo, la relacionada con el comercio,
llamándolo a éste «silencioso»; porque no dejaba rastro: se producía en
un punto prefijado, normalmente una cala o un puerto natural, allí periódicamente acudían los indígenas con sus productos y los comerciantes
portadores de sus mercancías, gracias a su predisposición y conveniencia
negociaban y satisfacían mutuamente sus deseos anhelos y necesidades.
Este modelo, que se ajusta a una realidad evidente (testimoniada por
múltiples restos arqueológicos y materiales), permite explicar muchas
situaciones que ni siquiera existirían como grandes fenómenos históricos
recogidos en los libros de Historia. Así mismo permite comprender porque
los objetos de unas y otras culturas aparecen diseminados por todas las
tierras ribereñas a los mares que fueron punto de encuentro, cruce de
civilizaciones y culturas, espacios compartidos y lugares para el mestizaje
(Mediterráneo, Caribe-Antillas, Indico-Bengala, Amarillo-Japón, SulawesiChina, etc.), sin que se sepa todavía, con plena exactitud, cómo se
trasladaron allí.
Esta paz silenciosa, igualmente, hace que los procesos de hiperendogamia se atemperen y que, por contra, los de socialización se amplíen,
cumpliendo parte de los objetivos propuestos en toda comunidad (renovación para la perpetuación), que se satisfagan las necesidades de todos
sus miembros, de acuerdo con las posibilidades reales de cada situación.
También favorece los intercambios con otras comunidades, las buenas
relaciones de vecindad, la hospitalidad, la cooperación, los acuerdos, los
pactos, etc. La paz silenciosa forma largas cadenas y redes que facilitan
el intercambio y el enriquecimiento cultural de los habitantes de las
sociedades vecinas.
La paz «innominada», no medida ni en el tiempo ni en espacio, se
difumina en la representación geométrica de los «grandes acontecimientos», entre los que ocupan un lugar relevante las guerras, las conflagraciones, etc., que aparecen jalonando la línea del discurrir histórico que,
de esta manera, representan y distorsionan de manera aparentemente
continuada a la perspectiva de los ritmos sociales.
citar la revista Peace and Change, como espacio en el que se han concentrado múltiples
esfuerzos en tal sentido.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
31
La Investigación para la Paz tiene que darle voz a esa paz silenciosa
para que no se convierta en «silenciada». Esta paz es un elemento esencial
para comprender nuestra historia y nuestra realidad. Pero además no es
una circunstancia más, sino que es esencial en la identificación de nosotros
mismos como seres sociales y pacíficos, con un pasado explicado a través
de la paz y un futuro esperanzado en la concordia. La ignorancia, inconsciente o provocada, de esta paz justifica y favorece el uso indiscriminado
de la historiografía sobre la violencia y debilita la esperanza de un futuro
donde primen las soluciones pacíficas sobre aquéllas.
2.2.
Semiótica de la paz17
La paz nos ha dejado unos claros signos de su existencia en palabras,
ideogramas e imágenes. En definitiva en símbolos de su actividad que
de esta manera es aprendida y transmitida. La mayoría de las lenguas
tienen no sólo palabras para definir la paz sino también todo un campo
semántico y conceptual formado por otros términos y expresiones que
son complementarios entre sí. Ideogramas y jeroglíficos también nos
trasmiten esta idea, desde el Egipto faraónico a la actual China, como
se puede comprobar en los tres ideogramas de la figura 1 (a, b, c), en
los que a través de un «cereal» un «cereal y una boca», y «una mujer
en el hogar» se reconoce la paz. Las imágenes sobre la paz han estado
asimismo siempre presentes,18 desde la eirene griega, a la pax romana
y renacentista, moderna, etc.
La Paz como otras realidades sociales, desde el momento que es
recogida, abstraida por el lenguaje, que es una actividad humana universal
puede, quedar reflejada en la escritura. Esta dimensión, o nivel histórico
del lenguaje coincide con la historicidad del hombre, y por ello mismo
la lengua como tal puede darnos cuenta de ideas y rasgos culturales. En
efecto, todo estado de una lengua refleja la imagen de una cultura en un
momento determinado; por eso, el análisis de las construcciones lingüísticas utilizadas por cada pueblo para expresar sus experiencias pacíficas,
17. En este apartado recogemos fundamentalmente las ideas aprecida en los capítulos
introductorio y final del libro: MUÑOZ, Francisco A. – MOLINA RUEDA, Beatriz (1998)
Op. Cit.
18. Como está perfectamente documentado en el artículo de la doctora Elena Diez,
en este mismo volumen.
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
32
Fig. 1-a
Fig. 1-b
Fig. 1-c
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
33
aspiraciones y deseos, puede ayudarnos a reconstruir la imagen de la
realidad y la cosmovisión que una sociedad tenía sobre la paz.
Para llegar a estas consideraciones, hemos de partir de la estrecha
relación existente entre lengua y pensamiento. Si efectivamente una lengua
es un instrumento de comunicación según el cual la experiencia humana
se analiza, de forma diferente en cada comunidad, no debe pasar desapercibido que la lengua ejerce además otras funciones, como la de servir de
soporte al pensamiento. El lenguaje, además de ser un sistema de comunicación es en buena medida «el espejo del pensamiento», y la prueba
es que, a pesar de las barreras lingüísticas, sigue siendo posible la comunicación entre los individuos, de la misma o de diferentes culturas,
gracias a la existencia de procesos cognitivos iguales o similares, como
puede ser la paz; y es por ello por lo que la herencia literaria o filosófica
de un pueblo sobrevive y traspasa las culturas.
De esta manera, las lenguas, al servir de expresión del pensamiento,
el sentir, el actuar, de los hablantes, tienen un impacto cultural e ideológico,
al tiempo que expresan identidades,19 porque detrás de cada lengua hay
todo un universo simbólico que remite a una identidad concreta, a través
de unas referencias culturales, y que proyecta en los hablantes una conciencia de pertenencia a un grupo frente a otros.
Pero las lenguas no se limitan a ser receptáculos que recogen y reflejan
lo que ocurre en la cultura extralingüística, sino que entre lengua y cultura
se dan unas relaciones dialécticas: la lengua, no sólo recibe los rasgos
culturales relevantes, sino que «concebida como institución, la lengua
influye sobre los individuos como lo hacen las leyes y las costumbres,
que, tras haber nacido por razones histórico-culturales, influyen innegablemente sobre la cultura», de manera que entre lengua y cultura existe
una relación recíproca. De ahí, si cabe, la mayor importancia de los
términos de la paz.
El interés estriba en establecer las relaciones entre tales símbolos y
las actividades sociales sobre las que, evidentemente, se sustentaba. Una
tarea que encierra dificultades pero a su vez sabemos que estaba anclada,
al menos, el contexto social donde aparece. Aunque ya sea harto decirlo,
la cooperación, la hospitalidad, la salud, la abundancia, el amor, los pactos,
los tratados, las alianzas, el final de una guerra, etc., representan un espacio
19. Como ha dicho Jacques BERQUE, a propósito del árabe, una lengua sirve, no
para hablar, sino para ser.
34
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
concentual que se refuerza por las vinculaciones mútuas y particularmente
los de la paz.
2.3.
Una historia de la socialización, la solidaridad y la cooperación
El origen de la Humanidad, se produce tras un largo recorrido temporal
del Universo (reconocido hace unos 20.000 millones de años), de la
formación de la Tierra (4.600 millones de años) y, por fin, de la aparición
de la vida (que pudiera producirse hace unos 3.500 millones de años).
Muchas de nuestras actuales características provienen directamente del
orden de los primates cuya evolución se ha producido en los últimos 70
millones de años aproximadamente, en los que han desarrollado una alta
capacidad adaptativa a distintos tipos de alimentos y un complejo comportamiento social20 . Nuestra familia zoológica (hominidos) modificaron
su aparato dental y comenzaron a caminar erguidos. Presumiblemente
mejoraron su lenguaje y, por extensión, el desarrollo cerebral. Estos
cambios anatómicos, liberaron las manos para otras posibles tareas, entre
otras para optimizar el uso y la fabricación de herramientas, y facilitó
la formación de grupos cooperativos de caza y recolección. Los Autrolopithecus fueron los primeros individuos del genero Homo, pudieron
aparecer en un periodo comprendido entre los 4 y los 8 millones de años,
allá en el continente africano. Nuestra especie Sapiens es conocida en la
tierra desde hace aproximadamente unos 100.000 años y, finalmente,
pertenecemos a la subespecie Homo sapiens sapiens.21
Con este párrafo no hemos querido ofrecer una breve historia de la
evolución humana pero sí, al menos, resaltar la profunda dependencia que
tienen nuestras actuales conductas de nuestros ancestros milenarios.22
20. Cfr. LEAKEY, Richard E. (1981) La formación de la Humanidad. Barcelona,
50 ss.
21. Muchos otros animales de la naturaleza se valen de piedras y otros objetos para
facilitar sus tareas pero, sin embargo, sus limitaciones anatómicas le impiden optimizar
su uso, cfr. HARRIS, Marvin (1991) Nuestra especie. Madrid, 35-40.
22. Víd. La interesante aportación de CAIRD, Rod y FOLEY Robert (1995) Hombre
mono. La historia de la evolución humana. Barcelona, para lo que estamos señalando.
Un repaso al índice de esta obra -junto a la tesis que defiende-: la importancia de la
experiencia humana acumulada y asimilada, deja a las claras su intención, en el bipedismo,
pensamiento, lenguaje, colonización, creación de imágenes y la evolución continúa.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
35
Nuestra cultura encierra la experiencia de cientos de miles de individuos
y grupos que han aportado, a lo largo de los siglos, cotidiana y oficialmente
sus vivencias en sus relaciones con el medio y sus congéneres. En todo
este proceso la socialización, la actuación en grupo, es una de las principales características que han asegurado el éxito de la especie. Las normas
culturales cohesionaban y aseguraban las practicas individuales y grupales
en estos niveles de cooperación, sentido de la colectividad e igualdad.23
El género humano desde tiempos remotos ha profundizado en el
proceso de socialización como alternativa colectiva para la satisfacción
de sus necesidades individuales y grupales, entre ellas probablemente la
más importante: cómo hacer pervivir la especie y cómo hacer cada vez
más compatible la misma. De tal manera que han sido los grupos, y no
los individuos, los principales agentes de socialización, en ellos ha habido
una serie de interacciones mutuas, unos objetivos comunes y una vida
afectiva común. Aunque el contenido de estas necesidades ha variado
conforme lo ha hecho la propia entidad humana cabe preguntarse sobre
cuáles serían estas necesidades. Pues en la medida en que conozcamos
éstas podremos aproximarnos mejor a los márgenes de actividad de las
sociedades.24
Así, los grupos han ordenado y articulado la satisfacción de sus
necesidades a través de la interacción recíproca, la conciencia de grupo,
la existencia de objetivos, valores y actividades compartidas, la estabilidad y duración relativa de las mismas, y la identificación social. Los
individuos se organizan en instituciones, definidas por el conjunto integrado y coherente de pautas de conducta, recurrentes y estables, que
aseguran el cumplimiento de funciones socialmente relevantes. Finalmente, es en el proceso de socialización cuando se llega a alcanzar la
conciencia de uno mismo, a través del reconocimiento e interiorización
de los otros.
En un sentido parecido, algunos investigadores ya han resaltado el
papel del altruismo, la solidaridad, y la cooperación y otras actitudes
(dulzura, ternura, amistad, hospitalidad, ...) que explican gran parte de
nuestros comportamientos habituales.25 Su operatividad aparecería en
23. Cfr. MANN, Michael (1986) Las fuentes del poder social, I. Madrid, 18-21.
24. MORALES NAVARRO, Julián-ABAD MÁRQUEZ, Luis V. (1988) Introducción
a la sociología. Madrid, 63-75.
25. SEBASTIÁN, Luis de (1996) La solidaridad. «Guardián de mi hermano».
Barcelona, propone una interesante definición de solidaridad: «El reconocimiento práctico
36
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
primer lugar en los procesos de socialización de los grupos básicos (familia,
tribu, gens, estirpe, ...); después, casi por definición, en los grupos de
iguales; en las comunidades pequeñas (alrededor de 500 miembros) que
por otro lado están siempre presentes, son conductas completamente
necesarias; en comunidades más complejas puede que se diluya algo en
las relaciones institucionales, pero en estas también existe (casta, nación...);
en las relaciones entre comunidades importantes, de distintas dimensiones
y características, la diplomacia asume, también asimismo, estas funciones.
Por fin, en la esfera económica (producción, distribución, cambio y
consumo), en el trueque y el intercambio son también manifestaciones
que necesitan y explican buena parte de estas actitudes.
2.4.
Una historia de las actividades de baja entropía
La entropía es un concepto que procede de la física, particularmente
de la leyes de la termodinámica, y que explicita la degradación de la energía
de los sistemas, y por ende su grado de desorganización.26 Un sistema
tiende a estar mas desorganizado en la medida en que en sus intercambios
energéticos no sólo transforma la energía (primera ley de la termodinámica), sino que se degrada (segunda ley). Por tanto, debemos entender
por entropía, el estado o grado de «desorden» (caos) de un sistema. En
las últimas décadas está siendo utilizada desde la perspectiva ecológica,
en la medida en que mide el grado de desorganización de los sistemas
vivos, donde los elementos son completamente independientes entre sí.
de la obligación natural que tienen los individuos y los grupos humanos de contribuir
al bienestar delos que tienen que ver con ellos, especialmente delos que tienen mayor
necesidad» (p. 16). Pra la explicación concienzuda de los términos propuestos en esta
definición, el autor le dedica las siguientes páginas 17 a 21.
26. La primera ley de la termodinámica explicita las transformaciones de la energía
(esta ni se crea ni se destruye) pero por si sóla ha dado a lugar serios equívocos (crecimiento
sin límites,, etc.). Es necesario invocar la segunda ley de la termodinámica que nos indica
que en estas transformaciones también se produce una degradación, (desorden, caos) de
tal manera que las fuentes de energía son menos accesibles para los seres vivos y en particular
para los humanos (individuos y sociedades).
Estos aspectos están siendo en la actualidad muy discutidos, por ser, en parte, la razón
de fondo de la «crisis ecológica», en foros de todo tipo (movimientos sociales, estados,
conferencial internacionales, etc.).
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
37
Por esto puede ser aplicada a las sociedades humanas 27 y, desde nuestro
punto de vista, creemos que puede ser interesante una aproximación que
nos permita ver las relaciones entre las actividades humanas de baja
entropía y las situaciones de paz,sin que ello deba de ser entendido,
obviamente, de manera mecánica. Efectivamente, aunque todos los sistemas humanos crean entropía -pues consumen más energía de la que
reciben (acumulada en los recursos la tierra o la que se recibe de la energía
solar)-; sin embargo, aquellos que gasten la menor posible podrán gozar,
a su vez, de un mayor «orden» (entendido éste como capacidad de
regeneración y continuidad).
También podríamos verlo de otra manera: aquellos grupos humanos
que mantuviesen una mejor armonía con la Naturaleza estarían menos
sujetos a las respuestas y variaciones de ésta frente a las «agresiones»
producidas sobre ella. Igualmente, serían más estables aquellos grupos,
comunidades o sociedades en los que la gestión de la energía se realiza
con el menor desorden posible. Es decir gastan la menor energía posible
en la realización de sus actividades, en la satisfacción de las necesidades
sociales (entendidas como la del grupo, de todas las individuales mas las
colectivas) y, por tanto, conservan mejor el equilibrio entre los elementos
del ecosistema, en el que está incluido el conjunto social.
Dentro de estas actividades cabe considerar aquellas en las que la
obtención de recursos (materiales o humanos) necesarios se realizan con
menor coste posible, también aquellos en los que la distancia (no sólo
física sino también social) entre la producción, la distribución (el cambio
en su caso) y el consumo es mas corta posible. Esto está condicionado
por la riqueza de partida del ecosistema, por la presión demográfica que
sobre él se produce, por las prácticas de autoconsumo, por la reducción
del transporte, por la cooperación social, por la formas coparticipación
y democracia, etc. Entre esas sociedades o actividades de baja entropía,
podríamos incluir gran parte de los sistemas productivos agropecuarios
(la recolección, las actividades agrícolas y pesqueras sostenibles, etc.),
27. Se podría decir, por el contrario, que en un sistema organizado al máximo -hasta
el punto de que sólo es posible un orden de vínculos entre los elementos-, la entropía
es nula, ya que el orden de las partes es perfecto. Lo normal, no obstante, no es esta última
situación, sino más bien otras intermedias Cf. CESARMAN, Eduardo (1982) Hombre y
entropía. Termodinámica social, México; RIFKIN; Jeremy (1990) Entropia. Hacia el efecto
invernadero, Barcelona, especialmente la tercera parte: La entropía: un nuevo marco
histórico, 87-121.
38
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
también las tareas de ámbito doméstico, algunas tareas humanas (diálogo,
lectura, contemplación, amor, etc.), etc.
Cabe imaginar que estas situaciones incluyen gran parte de la historia
de la humanidad representada por las sociedades de recolectores y cazadores. Se trata de grupos humanos de pequeña dimensión, que, como
su propia nominación indica, su principal actividad es la recolecciónde
productos vegetales y pequeños animales, el carroñeo y en menor medida
la caza, todo ello en un ecosistema relativamente amplio, que tiene
capacidad para recuperarse por si mismo de las actividades antrópicas,
etc. Por otro lado, el trabajo agrícola desarrollado predominantemente,
al menos, desde antes de la revolución industrial; el trabajo doméstico,
tradicionalmente realizado por las mujeres; todas las periferias -en muchos
casos mayoritarias- de los sistemas urbanos (los marginados de las
ciudades y economía sumergida, sus comportamientos de «reciclaje»y
recolección de residuos), etc., son actividades de este tipo. En general
podríamos decir -aportando una dimensión ética al concepto en cuestiónque, incluso, el nivel de entropía se vería reflejado en la capacidad de
reflexión de un sistema humano hacia las generaciones futuras, su sensibilidad para tenerlas en cuenta, su capacidad de planificar un desarrollo
sostenible.
Existen varias vías por las cuales se rompen estas situaciones de
máxima armonía, o baja entropía, una de ellas es la ruptura del equilibrio
de la relación de los grupos humanos con el ecosistema, bien por una
crisis natural o bien por un crecimiento vegetativo de la población, la
aparición de nuevas necesidades para el conjunto de la población, o una
parte de ella. Pues bien, una de las vías comúnmente utilizadas para
contrarrestar esta última situación, ante límites de las estructuras productivas (naturaleza y actividad humana) para reestablecer, en fin, el «equilibrio» es detraer energías de las necesidades que se satisfacían, por algunos
grupos de población, en los momentos anteriores, siendo fuente de preocupaciones, distorsiones, disturbios y violencia. Sus manifestaciones más
claras pueden ser los más diversos grados de subordinación, la jerarquización, las clases sociales, el autoritarismo, etc., en definitiva diversas
formas de discriminación -o no satisfacción- de necesidades en favor de
unos grupos (o intereses) y en perjuicio de otros. El gasto por encima
de las posibilidades de las energías disponibles, el forzamiento al límite
de un sistema ecológico, etc., genera unos desequilibrios tan grandes que
si se opta por compensar tales pérdidas con detraer esos recursos de otros
ámbitos, sistemas o espacios por la vía impositiva, no se hace sino generar
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
39
aún más caos y desorden, puesto que con el objetivo de obtener mejores
resultados y beneficios se exportan gran cantidad de externalidades (negativas) a otros ecosistemas que comienzan a romper sus primitivos
equilibrios. Esto ha ocurrido históricamente con el intercambio desigual,
con la exportación de industrias altamente contaminantes a países «no
desarrollados», con la venta de los excedentes militares convencionales,
etc. El resultado de todo ello, permite seguir manteniendo unos altos niveles
de gasto en energía en los centros (el Norte), lo que repercute en el desorden
que se genera en las periferias (el Sur).
Curiosamente, las actividades donde se concentra (se dilapida o se
desorganiza) mayor energía son -historiográfica y llamativamente- más
«visibles». En este lado estarían actividades como los gastos militares,
los suntuarios, las guerras, etc.; que coincidirían, como se puede ver, con
las actividades más violentas. La reacción frente al «desorden», interior
o exterior, obliga a realizar actividades diferentes para readaptarse a las
nuevas situaciones, significa, también, consumir más energías, además
de generar enormes cantidades de externalidades.
2.5.
La negociación como articulación de realidades en conflicto
La negociación es básicamente la acción por la cual uno o más actores
en conflicto optan por ceder parte de sus intereses en función de preservar
parte de ellos y de evitar el coste de mantener la tensión entre ellos. Es
básicamente una alternativa que supone ahorrar energías para todas las
partes y en que se optimiza al máximo lo recursos disponibles. Para ello
es necesario que consciente o inconscientemente, y siempre experiencialmente, se reconozca la situación conflictiva, lo que implica que los
distintos actores e intereses reconozcan mutuamente su existencia y sus
capacidades (desde sus ejércitos hasta sus recursos económicos, pasando
por su potencial demográfico, su capacidad de movilización, su nivel
cultural, las distintas capacidades estructurales, etc.). Es por antonomasia
una de la vías principales de regulación pacífica de los conflictos que
necesita además de ciertas cualidades para llevarla a cabo, tales como
paciencia, calma, dominio de las pasiones, flexibilidad, persistencia,
imaginación etc.
La negociación permite establecer vínculos entre unos grupos y otros,
entre sus intereses, pues también, y dada su universalidad, nos posibilita
analizar y explicar las relaciones humanas desde dialécticas más abiertas
40
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
que, como se puede comprobar a lo largo de este ensayo, es colateralmente uno de nuestro principales objetivos, en la medida en que podemos
reconocer a los diversos grupos que pasan a convertirse en actores en
las dinámicas sociales, de no contemplarlo así, serían meros actores casi
totalmente inactivos y anónimos.28 Una de las consecuencias de esta
perspectiva es poder comprender como los procesos de toma de decisiones, no pertenecen exclusivamente a los grupos dominantes, aunque
formalmente se expresen así, sino que están relacionados con las acciones del conjunto de la sociedad, en la medida que en que se produce
una negociación más o menos manifiesta en la que los grupos dominantes, por su dependencia de los grupos dominados establecen una
negociación recíproca, en la que eliminan una parte de la tensión
existente entre ambas partes. Situaciones que podrían ser contempladas
desde esta perspectiva podrían ser las demandas de derechos políticos
(libertades, sufragio, etc.), la cuantía de los tributos, los salarios, el fin
de las acciones bélicas, las relaciones entre grupos urbanos, entre grupos
domésticos, etc.29
El problema puede estar en detectar bajo qué condiciones los grupos
dominados son capaces de presentarse en la negociación, que exige la
manifestación del conflicto, de los intereses o las percepciones del
mismo. En la mayoría de los casos la conciencia de los diversos grupos
en el conflicto es baja, no tienen análisis de la realidad, ni conciencia
de grupo, sin embargo sí pueden existir otras formas de conciencia
(recogidas según las fuentes que utilicemos), tales como desavenencias,
disensiones, críticas, etc. presentes en el imaginario popular, en las
religiones, en expresiones artísticas, que en definitiva encauzaban diversas
manifestaciones de la resistencia ante una realidad no deseada.30 Todos
los puntos intermedios serían pues barajados, experimental o teóricamente, con o sin consciencia de ello, por aquellos actores participantes
en el conflicto que optan por una u otra posibilidad en función del balance
en la correlación de fuerzas. De tal manera que las concesiones mutuas
28. Tal sería el caso de los campesinos, los esclavos, los nómadas, los siervos, las
mujeres, los no-ciudadanos, etc.
29. Norbert ELIAS ha desarrollado esta idea en varias de sus obras.
30. En este sentido son interesantes las aportaciones de György Lukácks sobre la
conciencia en sí y para sí, posteriormente retomadas y matizadas por Ágnes Heller
(Sociología de la vida cotidiana).
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
41
es la única posibilidad para evitar una desintegración mayor y más
rápida.31
En el caso particular de un conflicto bélico, entre los dos polos, guerra
y paz, existen muchas situaciones intermedias que alejan o aproximan
a las partes. Así, las treguas, los pactos, las alianzas o los armisticios, serían
manifestaciones de estas negociaciones. En este sentido, no cabe duda
que la fortaleza de los ejércitos es un elemento de primer orden a considerar
en lo que se refiere a la disuasión; y que, en nuestro caso, inclinaría la
balanza de la negociación al lado de los grupos que tengan mayores
efectivos militares (aunque el término que hemos utilizado resulta extremadamente polémico para una situación histórica como la de la disuasión
nuclear durante la Guerra fría). Pero incluso en estas situaciones, la
negociación se produce, en ocasiones, sin que los ejércitos tengan que
entrar necesariamente en liza. Los resultados de su acción pueden ser
previsibles y, por tanto, pueden ser puestos en la mesa de las negociaciones,
las amenazas surten sus efectos, menos nocivos, siempre que la propia
guerra. 32
La negociación, pues, presente en todas las escalas, en las que existen
los conflictos, formará parte de una serie de mecanismos de los cuales
se dotaron las sociedades para la regulación de todos aquellos conflictos
que aparecían en su seno y de esta manera evitar los efectos más dañinos
y nocivos de los mismos. Son mecanismos que permiten combinar las
distintas realidades representadas por los actores en el conflicto, desde
sus necesidades, deseos y anhelos, a sus ambiciones y proyectos. Cuando
la asimetría y desigualdad entre los diversos actores -que por sí mismas
podrían conducir al caos-, debieron ser amortiguadas, posibilitan con ello
la supervivencia y satisfacción de algunas (o muchas) de las expectativas
de las partes. A estas medidas optamos por encuadrarlas dentro de la
negociación, independientemente de su explicitación o formalidad, porque
de hecho articulan, favorenciendo el entendimiento, el interlocución (y
hasta el diálogo) entre las partes, la reglamentación pacífica de las tensiones, de tal manera que se aminoren al máximo los costes sociales
potenciales de los conflictos.
31. Cf. BENABOU, M. (1976) La résistance africaine a la romanisation, París.
32. CLAVEL, Jean Daniel (1994) La negociación diplomática multicultural, México.
42
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
3. OBSTÁCULOS LATENTES PARA RECONOCER LA PAZ EN LA
HISTORIA
Sin duda el primer obstáculo es que la paz no ha sido un objeto central
de estudio e investigación. Por lo tanto tenemos un gran desconocimiento
al respecto de la Paz y todas las circunstancias que la han rodeado. El
segundo, por supuesto, es que haya existido la violencia en sus distintas
manifestaciones (guerra, coerción, explotación, marginación, etc.). Y el
tercero, llegando a ser mas importante que el anterior, es la sobredimensión
que de estos últimos aspectos ha realizado la historiografía tradicional.
A esto podríamos añadir las perspectivas que se han tenido sobre los
conflictos, tal como hemos visto mas arriba, reconocidos solamente como
mecánicos y violentos. Pero estos presupuestos no son resultado de
aportaciones individuales y descontextualizadas, muy al contrario, estan
ligados con concepciones mas profundas (ontológicas, epistemológicas
y axiológicas) de ahí la dificultad en analizarlas y desconstruirlas.
Algunos de estos obstáculos están ligados a formas de pensamiento
(epistemes, modelos, paradigmas, etc.) muy arraigados en Occidente, y
no sólo en la historia. Estas se han conformado y sustentado a lo largo
de los siglos creando verdaderas redes intelectuales interdependientes
sobre las que resulta muy difícil acceder.33 A continuación exponemos
algunos de los ejes de este problemática sin ánimo de ser exahustivos,
por supuesto.
3.1.
Visiones negativas de la especie humana
Todas las culturas desde sus orígenes se han visto obligadas a ubicar
la especie humana en la naturaleza y el cosmos, y a la par definir su propio
ser y condición.34 Estas elaboraciones, aunque tienen muchos puntos en
común provenientes, en esencia, de unas condiciones similares de partida,
sin embargo no han dado las misma solución a todas sus preocupaciones.
Un caos particular que aquí nos interesa mucho resaltar es la visión que
33 . Cf. BLUHM, William T. (1985)¿Fuerza o libertad? La paradoja del pensamiento
político moderno, Barcelona.
34. Algunos de estos aspectos los hemos tratado en el apartado sobre los modelos
antropológico y/o ontológicos.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
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sobre si mismo se otorga, la «autoestima» que se manifiesta, el espejo
en el que se mira la culturas y las posibilidades que otorga a las imágenes
que crean. Desde un «naturaleza» humana en armnonía con el cosmos,
hasta una especie perversa que rompe con el orden establecido y natural,
las distintas interpretaciones dan soluciones a tales problemáticas desde
la perspectiva armónica-pacífica, como es el caso de las filosofías orientales, o desde la depredadora-destructiva-violenta, como en el judaismo
el cristianismo y el islam.
La especie humana esta estigmatizada por el «pecado original» desde
Eva, una mujer, que probó el fruto prohibido y fue expulsada del paraíso
terrenal. Este pasaje inicial de la Torá y la Biblia, también presente en
el Corán refleja bien el origen de la perspectiva negativa que sobre nuestra
especie se ha tenido no sólo en el momento judaico inicial sino en ámbitos
posteriores mediterráneos y occidentales (judaicos, cristianos, islámicos),
perviviendo hasta nuestros días. Esta perspectiva explicaría y justificaría
todas las acciones negativas y violentas.
Fijado en el siglo IX a.C., probablemente fruto de una elaboración
sincrética de las diferentes cosmovisiones presentes desde épocas anteriores en ese espacio geográfico-cultural. Puede que tuviese una fuerte
capacidad interpretativa e integrativa de los acontecimientos negativos
vividos por aquellos grupos (catástrofes, accidentes, muertes, etc.). Esto
quedó, a su vez, reforzado con otros episodios de las sagradas escrituras
que fueron escritos en un ambiente cultural similar. Como es bien sabido,
todo el pensamiento europeo, a través de la aceptación cristianismo como
religión oficial del Imperio Romano, fue dependiente de una u otra forma
de estos paradigmas. Incluso después de que la Ilustración separará la razón
de la religión pervivieron muchos de estos presupuestos que no fueron
sometidos directamente a revisión crítica.
El individualismo es la doctrina que hace enfasis en la constitución
de la sociedad por individuos como unidades básicas de la misma y que
considera que su existencia determina en gran medida la dinámica de ésta.
Para muchos teóricos de esta corriente lo esencial es la constante oposición
de los individuos a los grupos, a la sociedad, al estado y al resto de los
individuos. A partir de esta hipótesis fundamental, las normas, la cultura
y la jurisprudencia deben buscar vías de armonización esta realidad.
Aunque bien es cierto que no todo individualismo lleva directamente a
la lucha y la competencia de unos individuos contra otros, también lo es
que todas las teorías individualistas se oponen, por lo general, a cualquier
forma de colectivismo como fuente de coacción del individuo.
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FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
Con la emergencia de las primeras ideas que daban validez al individualismo de hecho se estaba dando pie a interpretar la historia de la
Humanidad como la consecuencia de la lucha de unos individuos contra
otros, los otros pueden ser un obstaculo, para satisfacer las necesidades,
que conviene eliminar, la competencia se convierte en una explicación
de la dinámica histórica. Aunque, estas ideas, también conectan intimamente con los presupuestos bíblicos, tan arraigados en Occidente donde
los humanos deberían de sufrir y luchar en esta tierra para supervivir (...con
el sudor de tu rostro comeras pan, hasta que tornes al suelo... , valle de
lagrimas, Calvario, etc. ). Bien es verdad que la lucha no esta planteada
contra los demás directamente.
Estas teorías tienen uno de sus más claros representantes en Thomas
Hobbes (1588-1679) a través de los principios de la competencia, la
desconfianza y el deseo de fama hacen que la especie humana tenga
fundamentalmente una conducta antisocial, homo homini lupus, bellum
omnium ontra omnes. Sus propuesta del contrato social representan el
acuerdo para no aniquilarse mutuamente ante la peligrosidad de las
condiciones de partida. Todas estas aportaciones tuvieron -y aún lo siguen
teniendo- una fuerte influencia en el mundo occidental.
3.2.
Darwin y los modelos de evolución humana
La hipótesis de la lucha por la supervivencia, si queremos simplificada,
de Darwin (El origen de las especies, 1859) tienen cierta continuidad con
las ideas del individualismo y el libre mercado, presentes en su entorno
social e intelectual. Esta teoría acabo por convertirse en un paradigma
explicativo de la evolución de los animales y del hombre, pero también,
tuvo su gran influencia en las propias concepciones de la Historia ya que
presentada las cualidades, la potencialidad, de cada individuo como
justificación de su propia supervivencia y la de la evolución de la especie.35
El darwinismo social se puede definir como aquella forma de selección
que favorece a los actores más despiadados y egoístas. Según esto, los
35. Por otro lado sería absolutamente injusto no reconocer la significativa aportación
del autor. Cf. DENNET, Daniel C. (1999) La peligrosa idea de Darwin, Barcelona. Aunque
nuevos enfoques incorporan factores tales como «coevolución», cooperación, creación,
simbigénesis, convergencia, etc., a los presupuestos previos.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
45
colectivos humanos deberían de transformarse para poseer los atributos
más letales frente a aquellos otros que pudieran representar una igualdad
de consideración entre las personas o cualquier otra forma de altruismo,
generosidad o sacrificio hacia los más débiles o los peor adaptados. Así
considerada, la concepción evolutiva, es como un programa político, una
teoría que sólo puede conducir -como se ha podido comprobar en períodos
recientes (colonización, nazificación, etc.)- a la peor alternativa.
3.3.
Dialécticas antagónicas
Evidenciar la dependencia de los fenómenos de una dialéctica supone
dar una vía explicativa a las dinámicas sociales, pero los limites de esta
propuesta también son claros: el conocimiento (como marcha hacia lo
Absoluto) requiere de una dialéctica del sujeto y del objeto enunciada
como tesis-antítesis de la cual se obtiene la síntesis en la que se supera
la reducción de uno al otro. La bipolaridad de esta dialéctica reduce las
posibilidades de la presencia y acción de otros actores, además de no
posibilitar otro tipo de relaciones fuera del «antagonismo».
Por otro lado, la fenomenología del espíritu no parte del saber absoluto
pero parece conducir necesariamente a él. Aleja de los humanos la gestión
de sus problemas.
Esta hipótesis fundamental de Marx es una continuidad de las ideas
previas, fundamentalmente de Hegel, tal como fue reconocido por
Althusser al hablar de la «inversión espistemólogica». Efectivamente
se invirtió el papel determinante del Espiritu para hacerlo recaer en la
infraestructura económica. Pero la Historia de la Humanidad siguió
siendo explicada en clave «darwiniana» de lucha de los unos con los
otros.
Simplificar la crítica al marxismo, como gran corriente de pensamiento
y de acción del presente siglo, puede ser un gran error. Hay que aceptar
el papel de primera magnitud que ha jugado el marxismo, unido al
movimiento obrero, para incorporar a las clases y grupos dominados a
la Historia, para convertirlos en actores de la realidad. Este aspecto
favorece sin duda la ampliación de las conceptualizaciones de la paz ya
que por una parte permite participar a actores que estaban silencicados
y amplia la teoría y la práctica de los Derechos Humanos, ambas circunstancias, contribuyeron, sin duda, ampliar las concepciones y los debates
sobre la paz.
46
FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
Sin embargo estas premisas no deben evitar ver que, contradictoriamente, muchos de los presupuestos marxistas, teóricos y prácticos, se han
visto involucrados en acciones alejadas de la contrucción de la paz,
fundamentalmente porque, relacionado con las propuestas de liberación,
el discurso de la violencia ha estado casi siempre presente.
Interpretar las dinámicas históricas en clave de conflictos conlleva
además la posibilidad de ampliar las dialécticas36 de los mismos. Efectivamente, frente a la dialéctica «occidental» (dominante), bipolar, antagónica y subordinadora, que no alcanza a explicar todas la vías posibles
de regulación de conflictos, se pueden utilizar modelos explicativos de
dinámicas multipolares, alternativas e integradoras.
En la realidad historia las mediaciones sociales, económicas, culturales,
o de cualquier otro tipo, resultan de tal importancia que es completamente
imposible aislar la naturaleza humana de las pautas de conducta aprendidas
a lo largo de los miles de años de existencia. Al introducir la capacidad
de elección en la conducta humana (la categoría analítica de la libertad
humana recobraría un peso esencial en nuestra argumentación), las soluciones que nuestra especie da a determinados problemas y conflictos,
dependen de multitud de variables biológicas y culturales interrelacionadas
experimentalmente y de una manera indisociable. Las simplificaciones
de las concepciones dualistas de la especie humana, que distinguen entre
cuerpo y alma, naturaleza y espíritu (o cultura) sólo contribuyen a alejarnos
de una verdadera comprensión del transcurrir de nuestra propias historias.
4.
UNA HISTORIA DE PAZ «IMPERFECTA»
Los presupuestos y postulados contemplados a lo largo de los anteriores
epígrafes nos permiten retomar una nueva -en cuanto que pretende prestar
36. A lo largo de este texto vamos a hablar en diversas ocasiones del término dialéctica,
como quiera que sobre este concepto hay una amplia polémica es necesario justificar su
uso. Lo utilizamos en parte con el significado original, dado por los griegos, de diálogo
entre varios presupuestos (inicialmente dos), para definir las relaciones entre los distintos
elementos de una realidad (sistema) social. Intentando, desde esta perspectiva, hacer una
búsqueda abierta de las interrelaciones entre estos elementos, sin estar determinados,
inicialmente por presupuestos mecánicos y cerrados. Sabemos que por el uso que distintos
autores (Kant, Hegel, etc.) han hecho del concepto esto puede acarrear algunos problemas
pero no hemos encontrado otra alternativa mejor.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
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mayor atención a aspectos olvidados o marginados hasta ahora- perspectiva de la historia, que a su vez enriquezca y complemente con las ya
existentes. En ella que se deberían de incluir los distintos hechos, experiencias y ámbitos de paz hasta el momento visto (solidaridad, cooperación,
actividades de baja entropía, negociaciones, tratados, planes de paz, etc.).
De esta manera se podría intentar recomponer una Historia de la paz,
como una parte inseparable y necesariamente complementaria con el resto
de «Historias» y de la «Historia» en general.
Hablaríamos de paz , tal como lo hemos venido haciendo, en el sentido
de todas aquellas experiencias y estancias en la que los conflictos se han
regulado pacíficamente: firma de tratados, paz silenciosa, solidaridad,
cooperación, actividades de baja entropía, etc. Es decir en las que los
individuos, los grupos humanos o las sociedades han optado por satisfacer
sus necesidades y las de los otros basándose en criterios igualitarios y
solidarios. Todo ello sin que ninguna causa ajena a sus voluntades (fenómenos de la naturaleza, crisis de subsistencia, epidemias, agentes externos,
etc.) lo impidiese.
En este sentido incluiríamos la Paz, en el sentido más genérico,
aquellas situaciones en que se satisfacen dominantemente las necesidades,
con las premisas que hemos señalado anteriormente para todo el conjunto
social, a lo largo del tiempo. Las diversas escalas de las regulaciones
pacíficas, ya sea a escala individual o grupal (la socialización, caridad,
cariño, dulzura, solidaridad, cooperación y mutua ayuda), regional o
estatal (acuerdos, negociación, o intercambios) o internacional (pactos,
acuerdos, tratados, organismos internacionales, o intercambios). También
la paz de las periferias, de las esferas subordinadas y marginadas, donde
puede que existiera una mayor predisposición a las regulaciones pacíficas,
y la de todos aquellos grupos que por unas u otras razones reconocen
sus horizontes y sus prácticas bajo estos presupuestos, podrían ser
comprendidos.
En la «visualización» de esta Historia de la paz incorporaríamos las
interrelaciones causales entre las distintas estancias donde tales prácticas
se producen. Es decir las posibles influencias que las acciones de un grupo
pudiera tener en otros ámbitos, bien porque algunos de sus miembros
interactuan en distintos espacios, bien por la influencia que las obras o
las ideas pudieran ejercer sobre otros grupos o comunidades. Serían
causales porque las prácticas mantenidas en un primer lugar pudieran ser
la causa de que actitudes similares se mantuvieran posteriormente. La
Historia esta llena de ejemplos de este tipo, desde los buenos gobernantes
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FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ
que provienen de buenas familias, hasta creyentes y seguidores de religiones e ideologías que mantienen públicamente coherencia con sus
convicciones personales o vivencias de diálogo, amor o ternura, pasando
por comunidades que adoptan determinadas posiciones pacifistas en
conflictos internacionales, por las mujeres en sus actitudes solidarias hacia
todo su entorno cercano, a estados en los que la raigambre de las prácticas
democráticas tiene repercusión en la convivencia interior y exterior a través
de su mayor predisposición a la negociación, etc., o coyunturas de paz
en las que las propuestas de los individuos de su sociedad son mas
«pacifistas».
Cabe resaltar que lo que queremos aquí reconocer no es una paz
absoluta, perfecta, que probablemente nunca haya existido -ni exista- en
la Historia de la Humanidad. Sino un concepto de paz amplio, que
específicamente esté relacionado por la variable: regulación, transformación o resolución cotidiana de los problemas y de los conflictos creados
por los propios humanos para consigo mismos, entre ellos mismos, o
su relación con la naturaleza. Es por ello que preferimos hablar de una
paz imperfecta porque no es total ni esta absolutamente presente en todos
los espacios sociales, sino que convive con el conflicto y las distintas
alternativas que se dan socialmente a éste para regularlo. Que, aunque
las propuestas sean mayoritariamente de regulación pacífica, las propuestas y acciones violentas pueden que también estén casi siempre presentes
-tal como nos ha recordado exhaustivamente la historiografía tradicional.37
Desde este punto de vista la investigación interesada en una Historia
de la Paz, comprometida con los desafíos que los «nuevos tiempos» nos
demandan, con la construcción de la Paz como un instrumento para la
recreación de un mundo donde las vías de regulación pacífica de los
conflictos se conviertan en la opción principal ante todas las situaciones
presentes y futuras. En definitiva una Historia de la Paz que reconozca
y analice en el pasado que se desarrolle en el futuro podría tener en
consideración las siguientes directrices, a modo de primera propuesta:
desarrollar y perfeccionar el análisis de las causas, estructuras y dinámicas
de las situaciones de conflicto y las vías de regulación de los mismos;
desvelar las instancias en las que se producen las relaciones de la paz
37. Cf. MUÑOZ, Francisco. A. (1999) La paz imperfecta, apuntes para la reconstrucción
del pensamiento pacifista, Papeles de Cuestiones Internacionales 65, 11-14.
EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ
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y de la violencia; establecer la relación causal y las mediaciones entre
los diferentes niveles e instancias donde se practica la regulación pacífica
y/o violenta de los conflictos; profundizar en la teorización de las necesidades humanas, su concreción en los derechos humanos y los mecanismos que posibiliten su satisfacción, protección y realización efectiva;
explicar lo más fielmente posible los acontecimientos históricos siguiendo
estas pautas.
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