el riachuelo se ahoga desde hace 129 años

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Archivo TEA y DeporTEA
La Voz, miércoles 1° de junio de 1983
EL RIACHUELO SE AHOGA DESDE HACE 129 AÑOS
El Riachuelo, tan íntimamente ligado a la historia de la ciudad de Buenos Aires, a
las miserias y alegrías de los porteños, o de quienes se afincaron o trabajaron en sus
alrededores, tiene además de todo ello, la particularidad de ser uno de los ríos más
contaminados del mundo. Sus aguas, por así llamarlas, no poseen una sola molécula
de oxígeno, y esto ocurre desde hace más de 100 años.
El llamado, en distintas épocas "Riachuelo", “de los, Navíos" o "Riachuelo de
Barracas", nace en una serie de lagunas situadas al oeste del Partido de La Matanza
(provincia de Buenos Aires) y sirve de desagüe en época de lluvias a su zona de
influencia. Recibe además el tributo de los arroyos "Cañada de los Pozos", "Morales"
y "Cañuelas".
El ya fallecido doctor Rogelio Trelles, fundador de la Escuela Superior de
Ingeniería Sanitaria de la Universidad de Buenos Aires, afirmó que "se comete un
error cuando se supone que el Riachuelo descarga continuamente en el Río de la
Plata, pues ello depende de las alternativas de las mareas del Plata, ya que con
marea alta las aguas del gran río penetran en el Riachuelo, pudiendo, incluso,
provocar su desborde.
Esa creencia era sostenida por el naturalista Florentino Ameghino, quien
consideraba que el Riachuelo tenía en su desembocadura un gran depósito de lodo,
de más de diez pies de espesor.
Si bien la primera advertencia oficial sobre la contaminación el Riachuelo es del
año 1822, el problema comenzó a producirse en el 1602. Es entonces cuando se
instalan a la vera del Riachuelo los primeros saladeros de carnes y "tachos" para
hacer sebo, ello tenía como objetivo la exportación permitida por la Corona Española
de "quinientos quintales de cecina" (carne secada al sol), igual cantidad de sebo y mil
fanegas de harina para Brasil y Africa (Guinea). Esta primitiva actividad industrial
tuvo un lento desarrollo porque la sal que era necesaria para el procesamiento, era
importada de España (Sevilla), hasta que el virrey Loreto autoriza la explotación de
las Salinas Grandes y posteriormente la Salina de Patagones, lo que permite la
ampliación del comercio de los mencionados productos y agregándose la exportación
de "lenguas, quijadas, cerdas y astas".
Santiago de Liniers, siendo virrey, luego de las Invasiones Inglesas promueve e
incentivo este tipo de actividad económica permitiendo la instalación de lo que él
llamó una fábrica de "carne conservada o pastillas de carne".
Toda esta actividad se desarrolla principalmente en las orillas del Riachuelo al que
se arrojaban toda clase de desperdicios: desechos de carne y sangre de animales
que no se industrializaban; los líquidos que se escurrían de las "tinas de salazón"
(grandes trozos de carne y sal apilados para su deshidratación); las llamadas "aguas
de cola" que se condensaban de los tachos de desgrasamiento. Ello sin contar la
tripulación de la gran cantidad de buques anclados en el riachuelo en el que tiraban la
basura.
El doctor Ernesto Quesada, en un artículo publicado en la revista de la Universidad
de Córdoba, rescata un comentario de Azcárate de Biscay, quien cuando llega a
estas tierras, en el siglo XVIII, dice: 11 son 22 los buques holandeses que
encontramos en Buenos Aires a nuestra llegada, cada uno de ellos estaba cargado
con 13.000 a 14.000 cueros de toro, cuando menos".
Este testimonio, dice dos cosas, por un lado que efectivamente la cantidad de
buques que llegaban a Buenos Aires era grande y por el otro, que las actividades de
las curtiembres era muy importante, más teniendo en cuenta lo primitivo de los
métodos de su industria.
De por sí, esa primitiva industria ganadera era sucia y no sólo contaminaba las
aguas del Riachuelo sino que también lo hacía con el aire de la ciudad de Buenos
Aires, pues la matanza de animales se hacía, prácticamente, a la orilla del Riachuelo.
El sebo se producía fundiendo la grasa en grandes tachos. Los cueros eran
estaqueados y secados al sol. La matanza de animales se hacía a campo abierto, se
sacaba lo necesario y el resto quedaba para los perros cimarrones y las aves de
rapiña. Si bien ese ambiente acostumbró a los que allí trabajaban, no ocurría lo
mismo con los habitantes de la ciudad, los que con demasiada frecuencia debían
soportar los olores que traían los vientos del sudeste.
Las aguas del Riachuelo
aparecían verdes y malolientas. Todo ello ocurría especialmente, en los típicos días
calurosos y húmedos, semejantes a los que se soportan actualmente.
Después de mayo de 1810, el Riachuelo era, para los hombres de entonces, una
de las piezas fundamentales del desarrollo de la naciente nación, tal es así que el 24
de enero de 1811, la Primera Junta de Gobierno dicta una ordenanza por medio de la
cual se dispone proceder a la canalización de la desembocadura del Riachuelo. Ello
se cumplió, recién, en el año 1876 y la tarea fue dirigida por el ingeniero Luis A.
Huergo.
En 1822, un decreto prohibe la instalación de saladeros, curtiembres y fábricas de
sebo en las inmediaciones del Riachuelo. Ello fue consecuencia de una polémica
entre los vecinos de la ciudad y los industriales. Los primeros consideraban que las
condiciones de contaminación que habían alcanzado las aguas del Riachuelo eran los
causantes de los casos de fiebre amarilla y cólera que por entonces se producían con
asiduidad.
Los otros afirmaban que en las áreas cercanas a sus fábricas, se
producían muy pocos casos de las mencionadas enfermedades.
Lo cierto es que por entonces no se conocía con exactitud la razón de esas
endemias por cuanto recién en 1881, el médico cubano Carlos J. Finlay establece
que la fiebre amarilla es transmitida por una especie de mosquito. El cólera, que es
provocado por un bacilo, fue descubierto por el doctor Roberto Koch (el mismo de la
tuberculosis) en 1883.
En 1854, los doctores Puiggari, Amoedo y Blancas verificaron que las aguas del
Riachuelo despedían hidrógeno sulfurado lo que demostraba la ausencia de oxígeno
disuelto y por ende la imposibilidad de existencia de vida orgánica alguna. Esto fue
corroborado por el doctor Juan Dilion en el estudio "El agua y fango del Riachuelo"
publicado en "Anales de la Sociedad Científica Argentina" (tomo 1, año 1874, 57).
Fue así como, paulatinamente, el Riachuelo dejó de tener agua en su cauce. Ello
provocó un fuerte debate en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires
en el año 1871. En esa circunstancia el diputado doctor Manuel Montes de Oca
propuso "sacar todo lo que exista en su fondo (del Riachuelo) pira apresurar, si es
posible la corriente de esas aguas", agregando, "que ellas se echan a perder porque
todas las destilerías y todas las fábricas derraman sobre sus aguas, residuos".
La conclusión dé este episodio fue reiterar la prohibición de 1822, en el sentido de
alejar del Riachuelo a las curtiembres, los saladeros y las fábricas de jabón: no se
cumplió.
Los últimos años del siglo pasado se caracterizaron por la propuesta de diversas
soluciones para la contaminación del Riachuelo. Ellas fueron desde la construcción
de una represa cuyas aguas serían elevadas por medio de bombas y aprovechadas
luego para el riego; hasta la idea del ingeniero Juan Coghlan que proveyó un
conducto para llevar residuos líquidos de los saladeros, los cuales, según Coghlan,
"mezclados con tres cuartas partes de agua serían impelidos por medio de una
máquina a vapor y llevados por la fuerza repulsiva de ésta hasta un depósito
construido entre Barracas y Quilmes” (a cinco kilómetros de la ciudad).
Otros sugirieron el aprovechamiento de los productos arrojados al río, como por
ejemplo: la sangre y fabricar con ella abono, carbón animal, etc., llegándose a
construir una planta experimental para demostrar su factibilidad.
Pero la solución acordada fue que los industriales no echarían al río ciertos
productos contaminantes, los que se quemarían, lo que obviamente no resolvió el
problema y obligó a que la Dirección de Salubridad Pública ordenara, en 1898 la
inspección de todos los establecimientos industriales ubicados sobre la margen
provincial del Riachuelo y realizar análisis químicos y bacteriológicos de las aguas
que descargaban.
En 1910, el doctor José Penna, ante la gravedad de la situación del Riachuelo y
del arroyo Maldonado (actualmente está entubado y corre por debajo de la Avenida
Juan B. Justo), se dirige al Gobierno Nacional advirtiendo sobre el grado de
contaminación que alcanzaron esas aguas.
El estado de las aguas del Riachuelo era tal, que Obras Sanitarias no tiene reparos
en descargar en su cauce 50.000 metros cúbicos de líquidos cloacales por medio de
un vertedero construido en 1937, que se encontraba a la altura de la calle San
Francisco. Esta política inicia "oficialmente" la contaminación del Río de la Plata,
pues una boca de descarga semejante se construye por esa época en Puerto Nuevo
y dos de menor caudal hacia los arroyos Vega y Maldonado.
De allí hasta el presente la impunidad. Por eso el Riachuelo es ejemplo mundial
de curso de agua contaminada. A ello contribuyeron los gobernantes y el "qué me
importan los demás" que a veces se encuentra en los seres humanos.
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