TEMA 3. LA REVOLUCIà N FRANCESA. • OrÃ−genes de la Revolución Francesa A finales del s. XVIII Francia era un estado eminentemente agrÃ−cola, feudal en lo económico y lo polÃ−tico y con una sociedad organizada en estamentos. A los privilegios de la nobleza y el clero, que vedaban el progreso social y polÃ−tico, se sumaba la pervivencia de usos feudales en la economÃ−a, que constituÃ−an un grave lastre para el desarrollo de la pujante burguesÃ−a, tanto en el campo como en la ciudad. A finales del s. XVIII, el progreso económico, la evolución social y la difusión de las ideas de la Ilustración (la separación de poderes que sostiene Montesquieu como eje de un Estado moderno y la doctrina de la soberanÃ−a nacional de Rousseau), hacÃ−an evidente para la mayorÃ−a de los franceses que aquel era un sistema agotado. Era necesaria, pues, una renovación radical. Por otra parte, a la situación general del paÃ−s se sumó una serie de causas coyunturales que explicarÃ−an el estallido revolucionario. La quiebra del Estado, arruinado por los dispendios de la Corte y por el costo de la ayuda a los independentistas norteamericanos, coincidió con un perÃ−odo de malas cosechas. Los ministros de Luis XVI (Turgot, Necker, etc.), empleando sistemas económicos distintos, quisieron salvar la economÃ−a de Francia. Ninguno de ellos lo consiguió. Optaron, como último recurso, por buscar la ayuda financiera de las clases privilegiadas, que hasta entonces y merced a sus privilegios, no habÃ−an contribuido económicamente al sostenimiento del Estado. En 1787, Calonne, administrador general de finanzas, decidió convocar la Asamblea de los Notables (que no se habÃ−a reunido desde principios del s. XVII) con la intención de rebajar los privilegios fiscales de la nobleza y aumentar su contribución. Su fracaso forzó la reunión de los Estados Generales (â Ni las ideas de la Ilustración ni el hambre del pueblo hubieran probablemente desembocado en el derribo de la monarquÃ−a de no haber coincidido con una larga crisis polÃ−tica, en donde se produjo el divorcio entre la aristocracia y el trono. Los intentos de revolución fiscal que ensayó Luis XV ya habÃ−an suscitado profunda inquietud en los sectores aristocráticos; la reunión de los Estados Generales por Luis XVI (inexcusable si se deseaba la implantación de nuevos impuestos) produjo un clamor que define la atmósfera de los primeros momentos de la revolución). • Fases de la Revolución 1ª) Aristocrática (â “Revuelta de los privilegiados”) Es la oposición de los dos estamentos superiores (nobleza y clero) a las reformas fiscales con las que varios ministros de hacienda intentaron remediar el déficit creciente del Estado francés. En 1786, Calonne, ministro de Hacienda que habÃ−a sucedido a Nécker, se vio obligado a comunicar al rey el deplorable estado del Tesoro, que acumulaba déficit anuales de 100 millones de libras. Calonne proponÃ−a un plan de reformas, siendo la más importante el establecimiento de la contribución que deberÃ−an pagar los privilegiados (nobleza y clero) según la extensión de las tierras y ningún predio quedarÃ−a eximido de ella; ni aún las tierras del dominio real quedaban libres de aquel impuesto territorial. Ante las dudas del rey, Calonne propuso que se consultara a una asamblea de Notables antes de proceder a las reformas. Los Notables se reunieron en Versalles en 1787. La Asamblea desechó casi la totalidad de las medidas fiscales. Destituido Calonne, su sucesor Brienne obtuvo de la Asamblea la concesión de un empréstito de 67 millones, pero ésta, antes de disolverse, reclamó la reunión de los Estados Generales (â sólo los Estados Generales podÃ−an imponer el impuesto territorial). Los Notables se manifestaban, por tanto, contrarios al absolutismo en el aspecto tributario. La petición de convocatoria de los Estados Generales, que no se habÃ−an reunido desde 1614, fue una afrenta al rey. Los nobles no sabÃ−an que la reunión de los Estados Generales abrió el camino a la Revolución. 2ª) Burguesa (â “Juego de la Pelota”) 1 El 5 de mayor de 1789 se abrió en Versalles la reunión de los Estados Generales, una ocasión histórica que convocó en el mismo foro a la nobleza, el clero y el tercer estado. Los 1.200 diputados quedaban repartidos asÃ−: 600 del brazo popular, 300 de la nobleza y 300 del clero. Los diputados, siguiendo la costumbre medieval, tenÃ−an que aportar una memoria (=cahier) en que se denunciaran abusos y propusieran mejoras. La comparación de los cahiers del pueblo, del clero y de la nobleza reflejan las distintas mentalidades de los estados, pero carecieron de trascendencia. Ya al dÃ−a siguiente de la sesión inaugural, el brazo popular se declaró en franca rebeldÃ−a. La nobleza y el clero querÃ−an deliberar separadamente y emitir el voto por estamento. El 17 de junio, el brazo popular, rebelde y aislado, se constituyó en Asamblea Nacional. Tres dÃ−as después, al encontrar la cámara cerrada, los diputados rebeldes se reunieron en el trinquete de Versalles donde se juramentaron a no separarse hasta dejar elaborada una nueva Constitución del reino (â Juramento del Juego de Pelota). Las extralimitaciones del brazo popular producÃ−a envidia a alguno de los otros brazos: algunos representantes del clero y de la nobleza se unen a los diputados del pueblo (quizá creyendo que era mejor deliberar sobre un nuevo pacto o Constitución que oÃ−r proyectos de reforma expuestos por ministros de un rey absoluto). El rey no tuvo otro remedio que ceder; el 27 de junio autorizó la unión de los tres estados y reconoció el hecho consumado de la Asamblea Nacional. El 6 de julio la Asamblea nombraba de su seno una ponencia para que redactara el proyecto de Constitución. El 9 de julio decidió denominarse Asamblea Constituyente. 3ª) Popular (â Jornadas revolucionarias) Por otra parte, el 14 de julio de 1789 las turbas de ParÃ−s saqueaban el Hospital de los Inválidos donde encontraron armas para asaltar la Bastilla. Las manifestaciones populares reciben el nombre de `Jornadas revolucionarias'. Los orÃ−genes de la toma de la Bastilla se remontan al mes de junio, cuando tropas fieles al rey se fueron concentrando alrededor de ParÃ−s. El temor del pueblo a la conspiración aristocrática se sumó a la crisis provocada por la escasez de grano que vivÃ−a ParÃ−s. La situación alcanzó su punto culminante con la destitución de Nécker (que en 1788 habÃ−a sido llamado por el rey). El 14 de julio los manifestantes y la milicia parisina confluyeron ante la fortaleza-prisión de la Bastilla, sÃ−mbolo de la dominación absolutista, para armarse frente a la amenaza exterior. Tras cuatro horas de resistencia, la Bastilla cayó en manos de los asaltantes. Un dÃ−a después, el rey daba la orden de retirada de los ejércitos que rodeaban ParÃ−s. Mientras tanto, la Asamblea Constituyente seguÃ−a debatiendo sobre la nueva Constitución. Se hizo preceder el texto de una `Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano' (agosto de 1789). La Asamblea obligó a Luis XVI a abandonar Versalles e instalarse en las TullerÃ−as, para que el pueblo de ParÃ−s siguiera directamente las funciones de los poderes públicos. La Constitución aprobada por la Asamblea en 1791 (estuvo en vigor sólo un año) aceptaba la monarquÃ−a constitucional, con una sola cámara y un sufragio todavÃ−a no universal, aunque amplio. Con la Constitución el monarca está limitado y el poder legislativo reside en la Asamblea elegida por la nación soberana, instaurando asÃ− la división de poderes propugnada por Montesquieu. Todos los poderes emanan de la nación. Este mismo año (1791) se formó la Asamblea Legislativa, que tenÃ−a que aplicar la nueva Constitución. El rey tuvo finalmente que aceptar gobernando de acuerdo con la Constitución: la monarquÃ−a absoluta era sustituida por la constitucional. En la nueva Asamblea Legislativa predominan sobre todo dos grupos polÃ−ticos: los girondinos y los jacobinos. Tradicionalmente se ha considerado a los primeros como conservadores y moderados, mientras se tacha a los segundos de extremistas y precursores del socialismo. Los girondinos representan el sector moderado de los republicanos. En cuanto a su extracción social, representan a la gran burguesÃ−a de los negocios. Son partidarios de realizar la revolución por medio de la 2 ley, desaprueban el terror y defienden la propiedad. Desean exportar la Revolución y son partidarios de una polÃ−tica expansiva y conquistadora. Se inclinan a dar importancia a las provincias frente a ParÃ−s (= regionalistas). Los jacobinos, cuya base social es la burguesÃ−a media y las clases populares piensan que la revolución se realizará sin reparar en medios. Son centralistas (la Revolución se hará desde ParÃ−s, cuyo Ayuntamiento controlan). Están dispuestos a limitar la propiedad privada y la libertad individual. Su figura más representativa es Robespierre, y a su lado Danton (â Tanto Robespierre como Danton no habÃ−an podido ser elegidos miembros de la Asamblea Legislativa por un decreto de incompatibilidad: los miembros de la Asamblea Constituyente quedaban excluidos de la Asamblea Legislativa. En cambio, eran miembros del Concejo municipal de ParÃ−s, o sea, de la `Commune'. La presencia de los dos genios más revolucionarios de Francia en un Consejo administrativo (Ayuntamiento de ParÃ−s), transformó la `Commune' en un foco de insurrección irresistible). La Asamblea Legislativa aprobó dos leyes por las que se castigaba con pérdida de bienes y otras medidas a los nobles emigrados (que conspiraban en el extranjero contra los revolucionarios) y a la parte del clero que no habÃ−a querido jurar la Constitución. El rey vetó aquellas leyes, lo que soliviantó a la multitud hasta el punto de hacer al rey culpable de todos los males. La Commune preparó un levantamiento popular para el 20 de junio de 1792 que no dio el resultado esperado: el asesinato del rey y de su familia. Los conspiradores decidieron un segundo golpe para el 10 de agosto: una muchedumbre indignada asaltó el palacio del rey en las TullerÃ−as que provocó la deposición del rey. Todas estas insurrecciones populares fueron provocadas por el estallido de una guerra contra Prusia y el Imperio, y la sospecha de que el rey simpatizaba con el enemigo extranjero que podÃ−a, con su victoria, liberarle de los compromisos constitucionales que se habÃ−a visto obligado a aceptar. La guerra, que habÃ−a empezado en abril de 1792 y terminó con la victoria francesa en junio de 1794, sirvió para fundir la nación con la Revolución. La guerra consolidó la conciencia patriótica de los franceses, de la que más tarde sacó partido el emperador Napoleón. La caÃ−da de Luis XVI dio paso a una forma de gobierno nueva y revolucionaria: la Convención (septiembre 1792 - octubre 1795). La primera medida que se adoptó fue la abolición de la monarquÃ−a y la proclamación de la República (año I). Por tener mayorÃ−a, los girondinos controlaron la Convención hasta mayo de 1793, e impusieron una polÃ−tica moderada, aunque alterada por los ataques de la oposición montañesa (= jacobinos), que obtuvo como principal victoria el proceso y ejecución de Luis XVI (21 de enero de 1793). A su vez, estallaron en el oeste de Francia los primeros movimientos armados contrarrevolucionarios (â Por un lado, los chuanes, que actuaron como pequeñas guerrillas al norte del Loira, por Bretaña y NormandÃ−a. Por otro, la insurrección de La Vendée (3 marzo 1793) como reacción al anuncio del reclutamiento forzoso para continuar la guerra). Estos levantamientos provocaron la inquietud de las masas populares que, desconfiando de la actitud timorata de los girondinos frente a los contrarrevolucionarios, apoyó a los montañeses y puso punto final al gobierno girondino. El gobierno de la montaña en la Convención, a lo largo de aproximadamente un año, marcó el perÃ−odo de auge revolucionario, el momento en que la joven república se hizo democrática y social y se ligó a los sectores sociales más pobres; pero ese momento fue también el de máxima radicalización, con el reinado del Terror. El Comité de Salud Pública, dirigido por Robespierre, llevó la dirección real del gobierno, intensificando la lucha en el interior del paÃ−s contra los elementos contrarrevolucionarios. El Comité de Seguridad General y el Tribunal Revolucionario ejercieron una dura represión que condujo a la guillotina a nobles, girondinos y a la reina Maria Antonieta, a la vez que los ejércitos revolucionarios sofocaban la rebelión de La Vendée y derrotaban a los ejércitos europeos (Prusia, el Imperio, Inglaterra y Holanda, que se enfrentaron a Francia especialmente tras la ejecución de Luis XVI). El poder jacobino, que con la victoria habÃ−a logrado salvar la patria y la Revolución imponiendo su dura ley, tanto a los 3 sans-culottes (patriotas de las clases populares) y a los campesinos como a los burgueses, cayó vÃ−ctima de las mismas contradicciones que lo habÃ−an hecho necesario catorce meses antes. Danton se opuso a los métodos de Robespierre, que consiguió su encarcelamiento y que fuera guillotinado después por traición. El “incorruptible” Robespierre intentaba proseguir la revolución, haciéndola más radical y más cruel. La dureza del régimen impuesto por Robespierre aunó a sus enemigos (â reacción termidoriana) y el 9 de termidor (27 de julio de 1794) fue apresado y guillotinado. En septiembre fue disuelta la Comuna de ParÃ−s y poco después se cerró el club de los jacobinos. La Convención termidoriana (27 de julio de 1794 - 31 de octubre de 1795) supuso una vuelta, en muchos aspectos, a las posturas templadas de los primeros momentos de la revolución o a medidas propuestas por los girondinos, y dio paso a una convención dirigida por la burguesÃ−a moderada. El nuevo gobierno llevó a cabo una polÃ−tica de depuración y proscripción de jacobinos y desheredados, que se conoció como el “terror blanco”. Se puede decir que la Revolución habÃ−a llegado a su fin: la alianza entre la gran burguesÃ−a y el ejército firmó su sentencia. En octubre de 1795 (IV de la República), la situación se consolidó al disolverse la Convención y formarse el Directorio (octubre 1795 - noviembre 1799). Compuesto de cinco miembros iguales en poder, que se turnaban en la presidencia cada tres meses, y dos Asambleas, una de 500 diputados y otra de 250 Ancianos, este régimen funcionó durante cuatro años. El nuevo gobierno tuvo que hacer frente a la oposición de los monárquicos (resurgir de la rebelión de La Vendée) y de los jacobinos (conjura de los iguales, de Babeuf, 1796: proyecto de república comunista basada en el poder revolucionario exclusivo de los dirigentes de la insurrección del pueblo, en la propiedad común y en la distribución igualitaria y pública de los frutos del trabajo). Si a ello añadimos la excesiva disociación entre las dos Asambleas (poder legislativo) y el Directorio (poder ejecutivo) y la desafortunada polÃ−tica económica y exterior (guerra en Austria e Italia), entenderemos la caÃ−da del gobierno. El progresivo protagonismo del ejército en la polÃ−tica interna francesa se acentuó con sus campañas victoriosas en Austria e Italia, en las que destacó un joven general llamado Napoleón Bonaparte. Con la excusa, enteramente falsa, de que se fermentaba una conspiración jacobina, se produce el golpe de estado de 18 Brumario (9 de noviembre de 1799) que coloca al frente del poder ejecutivo a tres cónsules: Bonaparte, Sieyés y Ducos, estableciéndose el régimen del Consulado. Se inicia la carrera polÃ−tica de Napoleón, cuyas atribuciones son superiores a los otros dos cónsules. El nuevo gobierno debÃ−a redactar una nueva Constitución (año VIII, 1800). A diferencia de las constituciones anteriores, la Constitución consular carece de declaración de los derechos. También se olvida de la división de poderes: el primer cónsul (Napoleón) acumula poderes ejecutivos y legislativos. Se establece el sufragio indirecto (â los ciudadanos eligen a los notables del municipio, los cuales eligen a los del departamento, quienes a su vez eligen a los notables nacionales). El Consulado de Bonaparte, primero compartido y limitado, se convirtió a partir del 2 de agosto de 1802 (debido a la acentuación del poder personal de Napoleón) en casi una monarquÃ−a con la proclamación del Consulado vitalicio (â Estas etapas de retroceso hacia el poder personal y absoluto que significó después el Imperio fueron mantenidas con victorias sensacionales más allá de las fronteras). Con esta base legal apartó a los disidentes y terminó con cualquier oposición parlamentaria. En 1804 un nuevo plebiscito le nombró emperador, y a fines de este año fue solemnemente coronado en ParÃ−s por el papa PÃ−o VII, juntamente con su esposa Josefina de Beauharnais. 4