Comprender los cambios del mundo desde una perspectiva

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Australian Catholic University -­‐ 25ª Asamblea General de la FIUC – 13-­‐17 de julio de 2015 Comprender los cambios del mundo desde una perspectiva cristiana Reacción de la Prof. Elena Lasida, Institut Catholique de Paris Desearía insertar mi intervención en resonancia y, por consiguiente, en diálogo con la del profesor David Hall. Me haré eco, en primer lugar, de la manera en que el Profesor ha presentado y caracterizado el cambio del mundo actual y, a continuación, retomaré tres elementos de la fe cristiana que él ha evocado y que yo presentaré a mi vez, y a partir de mi perspectiva, como recursos para dar sentido al cambio en curso. En primer lugar, el cambio del mundo del que hoy somos testigos El Profesor ha subrayado dos actitudes frente al cambio del mundo: − por una parte, la desesperación, que produce ver un mundo que cambia demasiado rápido y sin una orientación precisa o, peor aún, un cambio que nos conduce a donde no queremos ir. La confusión, el miedo y la sensación de caos se convierten en los sentimientos dominantes; − por otra, la esperanza de un mundo que está siempre en proceso de creación y en el que estamos llamados a participar como cocreadores. Esta doble actitud, marcada por dos sentimientos contrarios, me parece encontrarse también en el corazón de la encíclica Laudato Si que el papa Francisco acaba de publicar. El Papa habla a la vez de drama y de alegría, de tragedia y de alabanza. Y dice justamente que estos dos sentimientos contrarios pueden coexistir, porque es lo que caracteriza todo nacimiento. De hecho, Francisco asimila el clamor de la tierra echada a perder y el de los pobres a los «gemidos del parto» de que habla san Pablo en la Carta a los Romanos. Si hay desesperación y miedo es porque está naciendo un mundo nuevo y no lo conocemos todavía. Se trata, por tanto, del nacimiento de una novedad radical que no responde a un objetivo predefinido o a un modelo conocido por adelantado. Se trata de un verdadero engendramiento. Ahora bien, en el mundo actual, en el que creemos que podemos controlar y dominarlo todo, la incertidumbre del engendramiento da miedo, pero esa es justamente la garantía de su novedad radical. En este sentido, el cambio actual del mundo corresponde bien a lo que Hannah Arendt llama «creación» por oposición a «fabricación»: si la fabricación consiste en realizar un plan previsto, la creación consiste, al contrario, en abrir sitio a lo inesperado. En el mismo sentido podemos evocar igualmente un bello proverbio turco citado por Edgard Morin para hablar de la metamorfosis del mundo actual: «las noches están encintas y nadie conoce qué día nacerá». La oscuridad de la noche como promesa de un nuevo posible... Los recursos de la fe cristiana Querría retomar ahora tres elementos de la fe cristiana evocados por el profesor Hall: 1 Australian Catholic University -­‐ 25ª Asamblea General de la FIUC – 13-­‐17 de julio de 2015 elementos que pueden dar sentido a este engendramiento en curso y que yo voy a poner en relación con desafíos del mundo, especialmente a nivel económico, puesto que es el ámbito en que soy experta. 1) La comunidad como comunión La imagen de la comunión de los santos que se encuentra en la catedral de Los Ángeles evocada por el Profesor, con personajes conocidos y desconocidos, que insertan el presente en los pasos de todos los que nos han precedido, hace aparecer la comunidad como experiencia de comunión. A mí me parece que tenemos ahí un recurso mayor de la fe cristiana que responde a uno de los grandes desafíos del mundo contemporáneo: ¿cómo reinterpretar la idea de «colectivo»? ¿Cómo pensar lo «que nos hace mantenernos juntos»? ¿Cómo dar un nuevo sentido a la vida con otros? La modernidad ha supuesto una conquista mayor para la autonomía individual, aunque una conquista que se ha realizado a menudo en detrimento de lo colectivo. La dimensión social y societal1 de la vida humana se percibe hoy con frecuencia como una constricción y como un peso. El mundo tiene necesidad de «re-­‐encantar» lo colectivo. Ahora bien, para ello es preciso salir de la oposición entre individual y colectivo, y pensarlos juntos, como dimensiones independientes. Y la idea de «comunión» puede ayudarnos justamente a encontrar una nueva articulación entre individual y colectivo. Salimos así de lo colectivo pensado como «agregación» de individuos, para pensar más bien lo que «religa» a los individuos que forman parte de él, lo que «circula» entre ellos. Me parece que la «comunión» puede ayudarnos a pensar de una manera nueva lo que hace «comunidad». A causa de la crisis ecológica, la «mutualización» de los bienes y de los servicios se vuelve una práctica cada vez más recurrente en el mundo actual: compartir el coche, co-­‐working, hábitat compartido... Sin embargo, esta lógica de puesta en común, que va en sentido contrario al modelo dominante de propiedad privada, se vive a menudo como un sacrificio y una privación. Tenemos que encontrar otro sentido de lo colectivo, el de la alteridad que no reduce al individuo, sino, bien al contrario, le permite desplegarse y realizarse. Por mi parte, pienso que la experiencia cristiana de la comunidad como comunión puede ayudarnos a volver a encontrar este nuevo sentido de lo colectivo. 2) La relación como Visitación El profesor Hall ha terminado su intervención con esta hermosa imagen de la Visitación: un encuentro entre dos mujeres, cada una de las cuales lleva un secreto en su vientre, cada una de ellas fuera de norma: María estaba encinta sin estar casada e Isabel era demasiado anciana para estar encinta. Cada una de ellas podía ser repudiada a causa de su embarazo. Y el encuentro transforma el miedo y la vergüenza, 1
Sociétal: Neologismo francés que significa «relativo a la sociedad, a sus valores, a sus instituciones» (ndt). 2 Australian Catholic University -­‐ 25ª Asamblea General de la FIUC – 13-­‐17 de julio de 2015 que seguramente sentían cada una de estas dos mujeres, en estallido de alegría. El encuentro transforma la maldición en bendición. Esta experiencia de la relación como «visitación» me parece que puede ser también un recurso para el mundo de hoy. Las relaciones están reguladas en gran parte en nuestras sociedades por el mercado y en virtud de ello quedan reducidas con frecuencia a relaciones comerciales en las que se ve siempre al otro como un competidor o un rival. La visitación desplaza la manera de situarnos frente al otro e invita a pasar de una relación de «contrato» a una relación de «alianza». Si el contrato está motivado por la desconfianza recíproca, la alianza está regulada, por el contrario, por la confianza. Si el contrato responde a una lógica de cálculo de lo que se puede ganar y perder, la alianza se sitúa por el contrario en una lógica de reconocimiento mutuo de la vida llevada por cada uno. Si el contrato va siempre asociado a unas condiciones de realización, la alianza se inserta por el contrario en lo incondicional. La Visitación puede ayudarnos así a recuperar la experiencia de la alianza en las relaciones humanas, ¡incluso en las relaciones económicas! Prácticas como las que hoy se desarrollan en el ámbito de la economía social y solidaria –el comercio equitativo, el microcrédito, la inserción mediante la actividad económica– muestran que en el mismo corazón del mercado y a través de las relaciones comerciales, se puede hacer sitio a la gratuidad y a la fraternidad. El mercado puede convertirse así en lugar de visitación, es decir, en un lugar en el que a través de la circulación de bienes y servicios, se hace circular el reconocimiento y la bendición del tesoro que lleva cada ser humano. 3) La importancia política del símbolo Por último, y de manera más general, me parece que la fe cristiana puede ayudarnos a recuperar el sentido del símbolo. El profesor Hall se ha servido de imágenes para expresar lo inexpresable: ha hecho referencia a la arquitectura, a los tapices, a los iconos. Y a través de estos diferentes símbolos, nos hacía ver una «imagen» diferente del mundo. Si bien el lenguaje simbólico se emplea ampliamente en el ámbito religioso, ha perdido, no obstante, parte de su valor en el ámbito profano. Con todo, yo pienso que la vida humana, individual y colectiva, no puede ni expresarse ni construirse, sin referencia a lo simbólico. El progreso técnico ha mejorado nuestras condiciones de vida material de una manera espectacular, pero nos ha conducido también a una especie de miseria simbólica, haciéndonos creer a veces que todo puede convertirse en objeto de manipulación. Hay aquí también por hacer todo un trabajo de «re-­‐encantamiento». No se trata, sin embargo, de reducir lo material para volver a encontrar lo espiritual, sino de articularlos de otro modo. Y la referencia simbólica puede ayudarnos a encontrar un nuevo equilibrio entre lo dominable y lo no-­‐dominable; entre lo asible y lo imposible de asir, entre control y desprendimiento. 3 Australian Catholic University -­‐ 25ª Asamblea General de la FIUC – 13-­‐17 de julio de 2015 Estamos en un mundo que ha reducido toda fuente de valor a lo que es cuantificable y medible. Sin embargo, sabemos que lo más precioso de la vida no puede ser ni cuantificado ni cifrado. A lo sumo, puede ser «narrado». En el campo de la economía estamos hoy en busca de «nuevos indicadores de riqueza», es decir, de nuevas maneras de expresar lo que tiene valor, lo que da valor a las cosas, y poco a poco vamos descubriendo así la importancia del símbolo. Nos vamos dando cuenta de que, más allá de la satisfacción de las necesidades individuales, no podemos prescindir de las referencias simbólicas para construir un «mundo común»: descubrimos la importancia «política» del símbolo. La riqueza simbólica de nuestra tradición cristiana debería poder contribuir a ello. He aquí, pues, tres elementos de nuestra fe cristiana que podrían ser recursos para acompañar este trabajo de «parto» de un mundo nuevo: la comunión para pensar la comunidad, la visitación para pensar la relación, el símbolo para pensar la construcción de un mundo común. Estos elementos nos permitirían encontrar la promesa de un nuevo posible en la noche que atravesamos. 4 
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