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Ficha bibliográfica
Titulo: El pueblo boyacense y su folclor
Edición original: Tunja, Corporación de Promoción Cultural de Boyacá. 1977.
Autor: Ocampo López Javier
Notas: Libro de Javier Ocampo López sobre las costumbres, tradiciones, creencias,
música y danzas, coplas, mitos, medicina popular y fiestas tradicionales de Boyacá.
Introducción al Folclor Boyacense
Un estudio del Folclor boyacense nos lleva al análisis de las supervivencias tradicionales
de larga duración que se manifiestan en el Pueblo Boyacense: sus costumbres,
tradiciones, creencias, música y danzas, coplas, mitos, medicina popular, fiestas
tradicionales y todas aquellas manifestaciones populares que son el "haber del pueblo",
su herencia ancestral y su legado. Estudiamos las "supervivencias" que han permanecido
por tradición a través del tiempo; las vigencias más típicas, más sencillas y cotidianas,
que precisamente por tener tal carácter son del dominio de las masas populares, que se
aceptan y transmiten de generación en generación con gran facilidad.
Los hechos folclóricos que estudiamos presentan profundas raigambres de muchos siglos
de duración en su proyección estructural; tienen un ritmo lento en su movimiento en el
tiempo y se manifiestan como estructuras básicas convertidas en elementos estables de
una infinidad de generaciones; permanecen sin cambios durante muchos siglos y son casi
inmóviles.
Los hechos folclóricos que estudiamos en Boyacá son colectivos, pues pertenecen a esta
sociedad incrustada y relacionada en todos sus elementos con Colombia e
Hispanoamérica. Se han transmitido por tradición con fuerza y vivacidad a través del
tiempo, convirtiéndose en patrimonio cultural más querido por el pueblo. Son
funcionales, porque se identifican con la vida espiritual, material, social y económica de
la comunidad boyacense. Son regionales, por cuánto se localizan en esta región del
Altiplano boyacense de los Andes Orientales y expresan los modos y circunstancias
locales en una dimensión de espacio de relación con la región cundiboyacense, con
Colombia en el espacio nacional y con Hispanoamérica en el espacio continental; a nivel
mundial, con Europa, Asia y Oceanía. Son hechos que adquieren anonimato, por cuanto
al pasar de individuo a individuo y de generación en generación, sus orígenes se van
perdiendo hasta desaparecer completamente. Son hechos vigentes, porque a pesar de
aparecer como supervivencias tradicionales, se manifiestan con todo vigor y fuerza en la
sociedad boyacense, que los considera como frutos de aquella herencia ancestral del
pasado.
La sociedad Folk o Pueblo es aquella que posee supervivencias de muchos siglos de
duración. El "Lore" o saber popular es la erudición del pueblo, representada en las
supervivencias de los hechos antiguos que han penetrado profundamente y son vigentes
en la mentalidad popular: una romería a Chiquinquirá, una copla popular, un tiple, una
fiesta al patrono del pueblo, un torbellino, un juego de tejo o turmequé, una ruana, una
cerámica de Ráquira, etc.
Para conocer el Folclor boyacense, debemos reflexionar sobre diversos elementos étnicos
y culturales que lo componen, cuyas permanencias se presentan como supervivencias:
su vida cotidiana, su folclor musical, su folclor literario, las romerías y fiestas religiosas,
sus costumbres, sus creencias, medicina popular, artesanías populares y aspectos
diversos del folclor en las regiones boyacenses.
1. Identidad histórico-cultural del pueblo boyacense
Para llegar a un análisis profundo del Pueblo Boyacense y las supervivencias
folclóricas, debemos delimitar los diversos elementos raciales y formaciones socioculturales que lo conforman: el indígena y el español, localizados en el Altiplano
boyacense de los Andes.
El núcleo primigenio de la conformación étnica es el indígena, representado
fundamentalmente en la población CHIBCHA o "Muisca". Este pueblo alcanzó el grado
de desarrollo cultural más importante entre los Aborígenes de Suramérica septentrional.
En su conformación etno-cultural, los estudios realizados por el antropólogo Silva Célis,
han llevado a la conclusión sobre los caracteres mestizos del pueblo chibcha: por una
parte, descendiente de pueblos asiáticos, como así lo expresan sus caracteres
braquicéfalos; y por otra, presenta los rasgos paleoamericanos que le dan afinidad con
los pueblos melanesios oceánicos.
Los Chibchas de Boyacá estaban delimitados en tres confederaciones de cacicatos: El
cacicato de Tunja, propio del Zaque, el cual proyectaba su influencia en Quimuinza,
Motavita, Sora, Ramiriquí, Turmequé, Tibaná, Tenza, Garagoa, Somondoco, Lenguazaque
y otras. El Cacicato de Tundama, con su influencia en Onzaga, Chicamocha, Soatá,
Oicabita, Chitagoto, Ibacuco, Lupachoque, Sátiva, Tutasá, Cerinza, Susa y Susacón. El
Cacicato de Sugamuxi o Iraca, con su influencia en Gámeza, Firavitoba, Busbanzá,
Toca, Pesca, Tobazá y otras. Tribus chibchas independientes fueron las de Tinjacá,
Sáchica, Chispatá y Saboyá. El cacicato de Susa presentaba su influencia hasta
Moniquirá, Chiquinquirá y otras áreas de Cundinamarca.
En la Etnia aborigen boyacense tenemos en cuenta también los indios Laches en la
región del Cocuy, El Espino, Chita, Jericó, Guacamayas, Chiscas y en general en los
alrededores del Nevado de Chita o Guicán. Algunos subgrupos fueron los Laches,
Chiscas, Ura, Chita, Cocuy, Pánqueba, Guacamayas, Tequia y otros.
Hacía el noroeste de Boyacá se localizan los Tunebos, únicos sobre -vivientes en el
presente siglo XX; entre sus grupos mencionamos los Tigrías, Sínsigas, Cobarías y
Unkasias.
Otros pueblos indígenas, en especial de familia lingüística caribe, se presentan también
en Boyacá. Entre ellos los Muzos con sus tribus suratenas, babures y motepís que se
localizaron en las cercanías de Chiquinquirá, Simijaca y Susa. En la hoya de los ríos Opón
y Carare (Territorio Vásquez), se localiza la tribu de los Carares, aún sobrevivientes en
el presente siglo.
El pueblo aborigen más importante del Altiplano boyacense fue el CHIBCHA o MUISCA,
considerado en un grado de desarrollo de cultura clásica americana y un modo de
producción de comunidad ampliada. En el momento de la llegada de los españoles, el
pueblo chibcha se encontraba en un proceso de "unificación", como base para la
constitución de un verdadero reino comunitario. No llegaron a la plenitud de la
confederación política, por el liderazgo que pretendía hacer el Zaque desde Tunja y el
Zipa desde Bacatá, y la llegada de los españoles.
El adelanto de los chibchas alcanzó notables avances culturales en las técnicas de la
agricultura, orfebrería, cerámica, hilados y tejidos, explotación de la sal, las esmeraldas,
etc. Su adelanto en el comercio, los llevó a organizar magníficos mercados en Sogamoso,
Turmequé, Sora, Aipe y otros pueblos. La cerámica chibcha, con técnicas de Neolítico,
supervive aún en el Altiplano boyacense; dignos de mención son los objetos de cerámica
de Ráquira, Tutasá, Tuaté, Tinjacá, etc., que constituyen un rico venero en el Folclor de
la artesanía nativa boyacense.
En la evolución religiosa, los chibchas ya habían alcanzado un grado superior al animismo
y totemismo, con dioses como Chimichagua o Dios Creador; Bochica, el dios civilizador,
quien según la tradición enseñó a los chibchas las artes manuales y las normas jurídicas
para la convivencia; Bachué, Chía, Chibchacún, y otros del panteón chibcha. Hacían
manifestaciones religiosas o peregrinaciones al templo del Sol en Sugamuxi, a Furatena y
otros lugares sagrados.
El grado de adelanto chibcha se manifestó también en las normas jurídicas, que le
asignan un primer puesto en el adelanto jurídico de América prehispana; dignos de
especial mención son los códigos de Nemequeme, Nomparem y Goranchacha y las sabias
normas del gran legislador Bochica.
En los mediados del siglo XVI penetró en el Altiplano boyacense el núcleo de
ESPAÑOLES, el segundo grupo en la conformación etno-cultural boyacense. El grupo
comandado por Gonzalo Jiménez de Quesada viajó desde Santa Marta hasta la Sabana
de Bogotá, Tunja y Sogamoso. El comandado por Nicolás de Federmán con los alemanes,
tomó la vía desde Venezuela, Llanos Orientales, hasta el Valle de Tenza. Los españoles
eran en su mayoría castellanos y andaluces; posteriormente penetraron los canarios,
extremeños y catalanes.
Desde el siglo XVI, Tunja se convirtió en la segunda ciudad y región de importancia en el
Nuevo Reino de Granada; era la región de la rancia aristocracia española de "hidalgos" y
encomenderos: caballeros de las órdenes militares de Santiago y Calatrava, marquesado
de Surba y Bonza; asimismo familias encopetadas como los Suárez, Mancipes, Vásquez,
Barrera, Holguín, Beltrán, Gómez, Guevara, Arias, Machado, Alvarez, Mujicas,
Maldonado, Niño, Otálora, Rojas, Ruiz, Tavera y otras.
En los siglos del coloniaje (XVI, XVII y XVIII) el altiplano boyacense se presenta como la
típica zona de estructura colonial: elevado porcentaje de la población indígena chibcha;
encopetada aristocracia peninsular y criolla en Tunja; y el área característica de la
Encomienda, el Resguardo y la Mita. En esta área se fortaleció la Encomienda en los
siglos XVI y XVII, presentándose en la estratificación social un grupo de encomenderos y
propietarios españoles y criollos y una gran masa de indígenas encomendados. Desde la
última década del siglo XVI surgió el Resguardo en el cual se estableció un tipo de
propiedad comunal, en la cual se agruparon núcleos de indígenas con cierta autonomía
administrativa y con sus propias autoridades; una forma comunal de la tenencia de la
tierra, que buscaba la protección del indígena contra los abusos causados por la
convivencia con españoles y criollos. En esta área boyacense se fueron consolidando en
los siglos XVII y XVIII las haciendas familísticas y patrimoniales, que poco a poco se
fueron convirtiendo en el eje de la actividad social, económica y política con proyecciones
en los siglos XIX y XX.
Durante la Colonia, la "Provincia de Tunja" era lo que actualmente es Boyacá (nombre
chibcha que significa "cercado o región de mantas"). Tunja aparece como "la ciudad
cultural" más importante del Nuevo Reino de Granada; tierra de literatos y poetas (Juan
de Castellanos, Hernando Domínguez Camargo, la Madre del Castillo y otros); en sus
iglesias, conventos y residencias particulares de aristócratas, se encuentran los más
variados estilos artísticos y arquitectónicos.
La provincia de Tunja aparece en la Colonia como el centro económico más importante
en el Nuevo Reino en lo que se relaciona con la mayor producción de la industria
manufacturera de textiles y en la provisión de trigo, papa y cebada al país y a la
metrópoli española. Su auge económico lo encontramos hasta mediados del siglo XIX,
cuando nuevos ejes económicos surgieron en Occidente y Norte de Colombia.
En 1821 se creó el DEPARTAMENTO DE BOYACA en lo que era la antigua Provincia de
Tunja, el cual pasó a ser ESTADO soberano en 1857, con las provincias de Tunja,
Tundama, Casanare y los cantones de Chiquinquirá y Moniquirá. A fines del siglo XIX,
Boyacá llegó a dividirse en las siguientes provincias: Centro, Norte, Occidente, Oriente,
Tundama, Gutiérrez, Sugamuxi, Valderrama y Ricaurte; tuvo también las provincias de
Neira y Nariño. Desde la ordenación político-administrativa establecida en 1886 se
estableció el Departamento de Boyacá como hoy lo conocemos, con algunas variaciones
principalmente en lo relacionado con el territorio de Casanare. (1)
Una radiografía contemporánea de las formaciones histórico-culturales del Pueblo
boyacense, nos lleva al siguiente análisis:
La presencia de un gran núcleo de población integrado por sobrevivientes chibchas,
quienes sufrieron el impacto de la expansión española, la aculturación o contacto de
culturas y la endoculturación o aprendizaje de la cultura occidental cristiana. Es el grupo
que conforma la mayoría del campesinado boyacense enfrentado en un problema
bicultural: por una parte, su antiguo acervo cultural, el cual a pesar de haber sido
(1) Sobre la Historia de Tunja y Boyacá pueden consultarse las siguientes obras: Germán Colmenares, "LA PROVINCIA DE
TUNJA EN EL NUEVO REINO DE GRANADA" (1539-1800), Bogotá, U. Andes, 1970. Ulises Rojas, "CORREGIDORES Y
JUSTICIAS MAYORES DE TUNJA" Tunja, Imprenta Departamental, 1962. Ramón C. Correa, "HISTORIA DE TUNJA",
Tunja, Imp. Dptal., 1945. Ozías Rubio y Manuel Briceño, "TUNJA DESDE SU FUNDAClON HASTA EL PRESENTE",
Bogotá, Imprenta Eléctrica, 1909. Ramón C. Corres, "MONOGRAFIAS" Tunja, Imp. Dptal., 1930, 4 vols. Gabriel
Camargo Pérez, "DEL BARRO AL ACERO", Tunja, Imp. Departamental, 1968.
enormemente reducido, pudo hacer sobrevivir algunos elementos que representan el
modo de ser del campesino boyacense, expresado en las supervivencias folclóricas
indígenas; y por otra parte, la contribución europea, espiritual y material que se ha
hecho vigente durante cuatro siglos y medio.
Entre los pueblos sobrevivientes de los aborígenes, destacamos los Pueblos
testimoniales que permanecieron aislados de la aculturación europea y aun son
sobrevivientes en Boyacá: Los Tunebos en el Norte boyacense, aun cuando es evidente
que han tenido contacto aculturador con las Misiones.
La etnia chibcha sobrevive en el Altiplano boyacense y se manifiesta en muchas de sus
costumbres, tradiciones, creencias y valores populares.
Otro gran núcleo de la población boyacense es el MESTIZO, el cual surgió de la mezcla
hispano-chibcha en el Altiplano Andino. Presenta este núcleo una gran integración a la
cultura hispanoamericana, obtenida a través de la españolización lingüística, la
conversión al catolicismo y su incorporación a la sociedad colombiana, con una verdadera
identidad nacional. Pocas décadas después de la conquista, nacieron en Boyacá, como en
las demás regiones americanas, las nuevas protoetnias raciales y culturales mestizas.
El otro grupo de la Etnia boyacense es el "CRIOLLO", descendiente de los españoles.
Conforma el estamento superior del pueblo boyacense y tiene en su ascendencia, las
familias aristocráticas que penetraron en esta región en los siglos del coloniaje, muchas
de las cuales emigraron a Bogotá y otras regiones del país desde mediados del siglo XIX.
Indígenas, mestizos y criollos conforman la esencia étnica que identifica al pueblo
boyacense en el panorama nacional. Nuevas corrientes migratorias en los mediados del
siglo XX, procedentes de diversos lugares de Colombia, y atraídos por la fuerza del
despertar industrial de Boyacá y las facilidades educativas, completan el mosaico racial
en esta región del Altiplano, que es por esencia "mestiza".
2. La aculturación y las supervivencias en el folclor boyacense.
La Aculturación o contacto de culturas en el Altiplano Boyacense se llevó a cabo con el
predominio de la Sociedad española sobre la Chibcha. Aún cuando con algunos
focos de resistencia indígena, lentamente los chibchas fueron aceptando y asimilando los
sistemas de vigencias españolas en los siglos XVI, XVII y XVIII. Esta forma de
Aculturación hispano-chibcha fue diferente de otras áreas del país, en donde el
choque inicial de la Conquista llevó a la destrucción de muchos núcleos de población y de
sus valores culturales, o los desplazó al aislamiento.
La facilidad en la asimilación y aceptación de las vigencias sociales impuestas por la
sociedad española a la chibcha, tuvo como causa, entre otras, el grado de desarrollo
cultural de ésta, en sus vigencias socio-económicas, políticas y religiosas, más avanzadas
que en el resto de la población indígena de Colombia.
La Conquista que fue el choque inicial de la Aculturación, llevó a la desorganización de
los cacicatos chibchas y en general a los distintos núcleos indígenas, lo cual produjo
también una desvertebración de sus principales pautas culturales. Los primeros contactos
con los españoles nivelaron los servicios y obligaciones entre los nativos, perdiéndose así
la cohesión de los distintos núcleos.
Durante los tres siglos del coloniaje, los chibchas del Altiplano, llevados a los sistemas de
encomienda y resguardo, fueron asimilando la cultura española por endoculturación o
aprendizaje de la cultura. Algunas supervivencias de su religión continuaron sin embargo,
hasta muy avanzada la colonia, en forma secreta; otras, en forma pública, como las
peregrinaciones o romerías a Chiquinquirá, Chinavita, Monguí y otras.
Grandes masas de indios chibchas pasaron a las encomiendas en el siglo XVI. A partir de
1592 con la reforma agraria implantada por el Presidente Antonio González, pasaron a
los Resguardos, y por último en los siglos XVIII, XIX y XX, entraron a conformar el
CAMPESINADO DE BOYACA y pueblo llano de las incipientes aldeas. Muchos de estos
indígenas se mezclaron con los españoles, especialmente andaluces y castellanos y
dieron surgimiento a los mestizos, que se distribuyeron en las campiñas boyacenses.
Estos campesinos, descendientes de los chibchas, participaron en el Movimiento Comunal
de 1781; fueron patriotas encendidos o realistas furibundos en diversos lugares en la
Primera República Granadina; hicieron parte de los ejércitos patriotas o realistas de
acuerdo con las circunstancias en la guerra de independencia; fueron decisivos en la
Campaña Libertadora de 1819; y asimismo fueron pasto de guerras civiles en el siglo
XIX, llevados en masas por caudillos y gamonales en ese siglo de la consolidación
nacional.
La doble identidad hispano-chibcha se refleja en las formas de la Aculturación en
Boyacá. En ella se cumplieron los niveles que se consideran en toda aculturación: la
aceptación, la reacción y la adaptación. En unos casos se presenta la mezcla de culturas
por fusión para dar surgimiento a una proto-etnia cultural nueva; y en otras encontramos
el sincretismo o supervivencia de los diversos elementos culturales.
Desde el punto de vista del Folclor, es importante considerar la transmisión de las
Supervivencias. La tradición transmite los fenómenos folclóricos como
supervivencias, o hechos que perviven, pero pertenecen al pasado. El Folclor es el
estudio de las supervivencias (sur vivals) que han sobrevivido del pasado; lo que vive
hoy, pero que pertenece al pasado; son aquellos valores tradicionales que han penetrado
profundamente en el alma popular. Las supervivencias son espontáneas porque se
expresan generalmente en forma oral; no reflexiva, ni escrita. Se transmiten de individuo
a individuo; de generación en generación; de pueblo a pueblo en algunos casos, hasta
que su origen desaparece casi totalmente en el tiempo, lo cual significa que adquieren
anonimato.
Campesina Boyacense.
En el Folclor boyacense encontramos las supervivencias indígenas y españolas. La
cerámica, la cestería, algunas supersticiones, costumbres en los enterramientos, en el
nacimiento, el amaño, etc. tienen hondas raíces chibchas en el Altiplano andino.
Asimismo las supervivencias hispánicas se manifiestan en la música, danzas, cantos,
mitos, supersticiones, fiestas religiosas, coplas, proverbios, refranes, trajes típicos y
otros elementos. Estas supervivencias coexisten en algunos casos, y en otros se han
fusionado, adquiriendo "mestizaje" o sentido terrígena americano.
Un ejemplo de las supervivencias chibchas en el pueblo boyacense contemporáneo, lo
encontramos entre los campesinos Tuatés de la población de Belén de Cerinza y cerca
de Tutasá. Sus antepasados fueron conocidos como los "indios olleros", industria que
aún subiste con las mismas técnicas chibchas. Entre ellos persiste en algunos casos la
costumbre del "amaño" y supervivencias chibchas del matrimonio, en donde la novia
lleva la tradicional "pora" o vasija de barro como regalo del novio tuaté. Encontramos
las costumbres funerarias en donde se mezclan elementos chibchas e hispánicos; la
costumbre de las lloronas o plañideras y las recomendaciones a los parientes difuntos.
Aun cuando la mayor parte de las supervivencias en el Folclor de Boyacá son originarias
de España, con adaptaciones al medio chibcha y con influencia del medio ambiente, es
innegable la subsistencia del espíritu y la mentalidad indígena: la melancolía de la raza,
la espontaneidad, la ingenuidad y el detalle son representativos de la aculturación que se
refleja en el Folclor boyacense. A los aires musicales introducidos por los españoles en el
Altiplano y asimismo a sus danzas y cantos, se mezclaron los rasgos de la melancolía y
tristeza de los cantos chibchas, tristes y expresivos. (2)
3. El paisaje boyacense y el folclor.
La Antropogeografía boyacense nos enseña la importancia del conocimiento del medio
geográfico, la acción decisiva del hombre en la adaptación y modificación del paisaje
natural, y la influencia del "espacio geográfico" en las manifestaciones de la cultura
popular.
El elemento vital en el Paisaje Boyacense es el Altiplano andino, formado por 13
ramales semiparalelos que condicionan la orografía cordillerana. Un paisaje mesetario,
seco y frío en las tierras que circundan a Tunja y Villa de Leyva; con valles de opulenta
belleza y exuberancia como los de Chiquinquirá, Duitama, Sotaquirá y Sogamoso; cerros
de agudos picachos; sabanas circuídas de colinas de suaves ondulaciones. Al Oriente, se
extiende el Valle de Tenza, sobre las bajas estribaciones en la sucesión de montañas. Al
norte, la agreste montaña que se empina como cordón magistral desde las gélidas
alturas de Pisba y San Ignacio hasta alcanzar las nieves perpetuas de la gran mole de
Güicán.
La región del Occidente boyacense es una llanura selvosa, húmeda y estéril, casi
despoblada alrededor del río Magdalena y el auge de Puerto Boyacá.
En la psicología de los pueblos, la montaña influye en las actitudes y comportamientos de
las gentes. Un paisaje de montaña y meseta, con sus recodos y caminos, pequeños
valles y hondonadas, montes y en general multitud de paisajes minúsculos, en donde el
hábitat tiene sorpresas a cada vuelta del camino, forma un pueblo acostumbrado a la
profundidad, a los detalles, a la meditación y egocentrismo con manifestaciones
idealistas. En estos paisajes montañeros, en donde se concentra la población más
densamente, las inquietudes y pasiones tienden a multiplicarse y a crear un sentido más
empírico de la vida; más minúsculo y más concreto.
El Altiplano Andino es el paisaje que ha dado la esencia misma al pueblo boyacense,
etnoculturalmente hispano-chibcha. En este paisaje interesa en el Folclor la presencia
de los pueblos, aldeas y veredas boyacenses. Son los pueblitos viejos,
concentrados alrededor de la iglesia, la casa del cura, la alcaldía o inspección y la
escuela; aquellos de sencillas casas y calles solitarias.
(2) Sobre la idiosincrasia del boyacense consúltense los siguientes estudios: Orlando Fals Borda, "EL HOMBRE Y LA TIERRA
EN BOYACA"; Bogotá, Editorial Punta de Lanza, 1973. Orlando Fals Borda, "CAMPESINOS DE LOS ANDES", Bogotá,
Editorial Iqueima, 1961. Manuel Zapata Olivella, "EL HOMBRE COLOMBIANO "Bogotá, Editorial Anta res, 1974.
Algunos poblados boyacenses se formaron en el cruce de varios caminos, o en la entrada
y salida de los desfiladeros otros en las concentraciones demográficas de las veredas,
alrededor de los trigales o al calor de las minas. Unos son típicamente del altiplano y
otros son de la montaña, o de los pequeños valles interandinos; la mayoría nos presenta
un tipo de aldea perdida y olvidada del poder central. Otros por su situación agrícola,
fabril, política o cultural como Tunja, Sogamoso y Duitama conforman los centros
urbanos de atracción.
Paisaje Boyacense.
El origen de los pueblos boyacenses nos remonta a una estabilidad de núcleos
demográficos en las diferentes áreas geográficas. Algunos surgieron al calor de los
poblados indígenas; otros en los siglos de la colonización española; y los más recientes,
en los siglos XIX y XX.
Entre los pueblos que surgieron de los poblados indígenas, mencionamos los siguientes:
Tunja, que surgió del cercado de Quimuinza y era la sede de los Zaques; Sogamoso,
lugar que surgió de Sugamuxi, el centro religioso de los chibchas y el lugar sagrado del
templo del sol; Duitama, dominado por el cacique Tundama; Ramiriquí la primitiva
capital de los zaques y sede del cacique Baganique; Soatá, centro del cacicazgo;
Monguí habitado por la tribu de los samoes; Betéitiva poblado del célebre cacique
Betancín; Chita, caserío de los laches, en la misma forma que El Cocuy; Pesca,
habitado por los pescas, chávigas y mochagá. Señalamos asimismo los poblados
indígenas en donde surgieron: Chiquinquirá, Moniquirá, Turmequé, Garagoa, Guateque,
Iza, Mongua, Paipa, Nobsa, Somondoco, Ráquira, Cucaita, Cerinza, Boavita, Chiscas y
otros.
Otros pueblos boyacenses surgieron en los siglos del coloniaje hispánico: Villa de Leyva,
Miraflores, Belén, Pueblo Viejo, Santa Rosa de Viterbo, Ventaquemada, Capilla de Tenza,
Corrales, El Espino, Güicán, La Uvita, Úmbita y otros. En las fundaciones, señalamos la
importancia de la fundación de Tunja el 6 de agosto de 1539 en el cercado de
Quimuinza.
3. El paisaje boyacense y el folclor.
En el período nacional surgieron otros pueblos boyacenses como Briceño, Buenavista,
Caldas, Chinavita, Guayatá, Paz de Río, Belencito y otros.
La mayoría de los pueblos boyacenses encierran todo el calor de la raza chibcha, el
elemento primario en la formación de nuestro pueblo. Los mismos nombres de los
pueblos ya mencionados nos indican la influencia indígena, si los comparamos con los
nombres de los pueblos de Santander y Antioquia, u otras regiones de Colombia.
La copla popular boyacense ha expresado así algunas tipicidades de los pueblos
boyacenses:
Pa´ chirimoyas, Guateque;
pa´ naranjas, Machetá;
para muchachas bonitas
Somondoco y Guayatá.
Cuando el diablo tá algo triste
se va pa Turmequé;
las niñas le sirven chicha
y le dicen sumercé.
Voy de Tenza a Chinavita
y de allí a Chiquinquirá,
pa San Lázaro pasando
y golviendo a Tutasá.
Ese nu es de pu´ estos laos,
es´ es de Ramiriquí
y tieneel pico pelao
de tanto comer ají.
Paisaje Boyacense.
El folclor boyacense se concentra en las VEREDAS y en las ESTANCIAS campesinas. La
vereda es una división rural en grupos vecinales, en donde la población se concentra en
estancias, fincas o haciendas de tamaño pequeño o regular; es en ellas en donde se
concentra lo más típico de los usos regionales, tradiciones y costumbres. Hasta el siglo
pasado, se llamaban "partidos" o comunidades; algunas surgieron de las antiguas
capitanías indígenas y en los resguardos; otras surgieron alrededor de una gran hacienda
española.
Al analizar la vereda dentro del Folclor boyacense, debemos señalar en ellas la
idiosincrasia del campesino; en muchos casos cambian las actitudes de una vereda a
otra, aun cuando sean vecinas. Son muy típicos en Boyacá los nombres de las veredas:
En Tunja, las veredas de Runta, Barón, Chorroblanco, La Colorada, La Lajita, Pirgua, Tras
del Alto y otras; en Arcabuco, las veredas de Rupavita, Quirbaquirá y Alcaparros entre
otras. En Boavita, las veredas de Chulativa, Melenal, Sacavochay otras. En Soatá las
veredas de Molinos, Tipacoque, Ovachía, Llanogrande; en Samacá las veredas de
Lomarredonda, Pataguay, el Jacal, el Venedo, etc.; en Sogamoso, las veredas de
Sabanetas, San Antonio, Zartal, Covavita y otras; y así en cada uno de los pueblos de
Boyacá.
La vereda tiene para el boyacense un sentido especial que lo distingue de otras regiones
colombianas; en ella se encuentra su parcela que concentra todo el ámbito de su
existencia; la razón de ser del trabajo; el nexo sensible que establece la comunicación
del hombre con el cosmos. En la vereda se encuentra "LA ESTANCIA" que es esa
pequeña porción de territorio arable que circunda la choza campesina; en ella se
encuentra la tradición campesina, la historia misma, y por esencia, el ámbito del Folclor.
4. El folclor cotidiano boyacense
a. El Traje típico del boyacense
La indumentaria popular es uno de los elementos folclóricos en donde podemos analizar
las supervivencias de larga duración en el pueblo boyacense, y las diversas influencias
sociales, históricas, económicas y geográficas.
El origen del traje típico del Altiplano boyacense lo remontamos a la época inicial de la
transculturación hispano-chibcha, con las innovaciones que posteriormente se le hicieron.
El español encontró en el Altiplano boyacense un habitante que acostumbraba un vestido
adaptado al frío de la meseta cundiboyacense, y con caracteres que reflejaban posición
social y diferenciación de sexo. Los Chibchas cubrían el cuerpo con faldas de telas de
algodón listado y de muchos colores, las cuales ajustaban a la cintura con el "chumbe o
cinturón tejido en lanas y algodón de vistosos colores; esta especie de aruaco lo usaban
los hombres hasta la rodilla y las mujeres hasta el tobillo.
Las mujeres chibchas usaban una manta cuadrada llamada "chircate", ceñida a la
cintura con la faja "chumbe" y sobre los hombros una pequeña manta llamada "líquira"
prendida en los pechos con un alfiler grande de oro o plata, que tenía en la cabeza un
cascabel que llamaban "topo". En la cabeza llevaban las mujeres la Llilla o mantilla
rectangular que replegaban sobre la nuca y ajustaban con el "topo" o largo alfiler. Los
hombres chibchas llevaban un largo poncho de lana que les llegaba hasta las corvas,
para protegerse del frío.
La mayoría de la población chibcha del Altiplano lucía los pies descalzos; sin embargo los
caciques y gentes de mayor rango social calzaban la "hushuta" o suela de cuero fijada
al calcañar por cordones también de cuero, los cuales pasaban por entre los dedos.
Los conquistadores españoles que penetraron a Boyacá en el siglo XVI trajeron cotas de
malla y corazas. Los soldados de la hueste indiana vestían las llamadas "normandas" o
túnicas de cuero o gamuza, acolchonadas y reforzadas con grandes cabezas de clavos.
En el siglo XVII los tunjanos usaban juboncillo ajustado, pantalón corto de seda o
terciopelo oscuro con acuchillados blancos, y medias de seda o lana, capucha con borla y
gorra, hecha de la misma tela que el vestido. Las mujeres españolas utilizaban amplias
sayas, faldas de vuelo completo, a menudo con pliegues, enaguas y refajos; usaban los
delantales, jubón o corpiño de encajes y los chales; se cubrían la cabeza con mantones
de lana para protegerse del frío, o también las mantillas de encaje.
Los vestidos españoles y chibchas de los siglos del coloniaje, con las influencias de las
modas francesas introducidas en la época de los Borbones (Siglo XVIII) y otras
influencias europeas en el siglo XIX, fueron conformando un traje típico boyacense que
se popularizó, y es el que hoy conocemos generalmente en el campesino boyacense.
¿Qué viste el hombre campesino boyacense?. Pantalón de dril, camisa de tela de
algodón, alpargates, sombrero de tapia pisada y ruana de lana; en algunos casos
la montera de lana.
El pantalón fue adaptado a los descendientes chibchas desde el siglo XVII, pues hasta
dicho siglo parece que usaron los chircates. En el siglo XIX los campesinos boyacenses
aparecen con pantalones anchos y sueltos, con un largo variable de la rodilla al tobillo;
fue solo a mediados del siglo XIX cuando los pantalones de nuestro campesino se
volvieron largos y estrechos, casi pegados a la piel. A finales del siglo XIX aparecen los
pantalones masculinos en forma de campana, con la boca del pantalón más ancha que la
manga. En la primera mitad del siglo XX, el pantalón del boyacense de "manta
Samacá" era angosto y ajustado a la pierna, e iba generalmente un poco arriba del
tobillo. Los campesinos de mayor recurso, utilizaban el "pañete" con un tejido más fino
de algodón delgado y con dibujos parecidos a los del paño extranjero. Para las fiestas los
campesinos ricos usaban saco o chaqueta de pañete o de manta "samacá".
La camisa del campesino boyacense es generalmente de tela de algodón. En la primera
mitad del siglo XX era generalmente de género, al cual llamaban "diagonal", producido
también en Samacá. Acostumbraban una camisa sin cuello, o lo que hoy podría llamarse
"estilo Mao"; algunos utilizaban un pañuelo en el cuello, el cual llevaba las puntas en
equis, tomado de los extremos generalmente con un resorte que pasaba por la espalda;
este pañuelo era de mediana distinción, y asimismo una especie de adorno.
Otro elemento fundamental en el traje típico boyacense es la ruana. Tiene ascendencia
en los largos ponchos chibchas y en el capote español. Según el cronista Antonio
Herrera, el rasgado de la manta para colocarla al cuello, era considerada por los chibchas
como gran infamia. Parece que la ruana como la usa el campesino boyacense es una
imitación del "poncho" que introdujeron los yanaconas durante el coloniaje español en las
tierras de la provincia de Tunja, y muy semejante a los ponchos de los indígenas
mapuche-huilliche de Chile.
El historiador colonial Basilio Vicente de Oviedo nos dice que en siglo XVIII, la
elaboración de ruanas constituyó una fuente industrial muy rica en la provincia de Tunja;
ruanas en general hechas en tonos oscuros y relativamente pequeñas. El Virrey Espeleta
prohibió a los artesanos del Nuevo Reino, usar las ruanas, por considerarlas
concentradoras de suciedad personal; sin embargo se siguieron utilizando hasta
convertirse en uno de los elementos indispensables en el traje típico regional boyacense.
El sombrero del campesino boyacense es de tapia pisada hecho de trencilla de
"palmiche" y fibras de palma de ramo o fique. También se acostumbra en algunos
lugares del Centro y Valle de Tenza el sombrero de caña.
En los primeros años del siglo XX, el campesino rico utilizó el sombrero jipa, traído del
occidente y sur del país; era el que lucía en las romerías y días festivos; el jipa lo cambió
posteriormente por el sombrero de fieltro, el cual se ha generalizado mucho en el
campesino actual.
Las alpargatas que usaban los campesinos boyacenses fueron introducidas por los
españoles y en sus raigambres históricas parecen que son de origen árabe, con amplio
uso en Valencia en la época medieval (La voz arábiga "albargat" dio origen a la palabra
albarca y alpargata); también aparece con los nombres de cotiza, quimba y ojota. Las
primeras mujeres españolas que llegaron al Altiplano utilizaron las alpargatas,
inicialmente hechas de algodón y luego de fique; el campesino boyacense fue muy lento
en adoptar las alpargatas españolas; los indígenas y en general los campesinos durante
muchos siglos fueron descalzos como sus ascendientes chibchas.
El alpargate que usa el campesino actualmente es de fique con capellada de algodón; va
atado del talón hacia adelante con un cordón de lana, de preferencia negra. (3)
El complemento del traje típico del campesino boyacense era el "bordón" o un "bolillo"
de ayuelo o guayacán, que generalmente terminaba en "recatón" con una punta de
hierro. Generalmente utilizaba el bordón como arma de defensa, pues el machete casi
nunca se usaba, aun cuando sí lo era el cuchillo.
(3)
Sobre los trajes típicos merece complementar la investigación en los siguientes estudios: Orlando Fals Borda, "NOTAS
SOBRE LA EVOLUCION DEL VESTIDO CAMPESINO EN LA COLOMBIA CENTRAL" En: "Revista Colombiana de Folclor"
(Bogotá) Segunda época, No. 2 (Junio 1953). Luis Duque Gómez, "NOTAS SOBRE LA HISTORIA DEL TRAJE TIPICO
NACIONAL". En: "Revista Colombiana de Folclor", No. 6 (1961). Corporación Ballet de Colombia, "TRAJES REGIONALES
DE COLOMBIA".
¿Y cuál es el traje típico de la mujer boyacense?. La mujer boyacense de los
campos viste una falda de tela de algodón, con amplios vuelos y adornada en la
parte inferior con dibujos y aplicaciones de variados colores; blusa de algodón
con bordados, pañolón o mantellina, sombrero de caña o tapia pisada;
alpargates blancos, atados con galón negro. La campesina Boyacense acomodada
acostumbraba una indumentaria con gran calidad en las telas y finos adornos: paño de
Castilla, Cachemira o frisa.
Las españolas que llegaron en el siglo XVI usaban faldas que caían hasta los tobillos; las
mujeres chibchas que usaban los chircates, se fueron acostumbrando al traje de las
faldas. Esta supervivencia española no ha sufrido muchos cambios; así las faldas de las
campesinas boyacenses, recuerdan las españolas del siglo XVIII. La falda de la
campesina es generalmente de frisa o de tela ordinaria, que hasta hace poco tiempo era
fabricado por las mismas campesinas en telares antiguos caseros, y las teñían con añil.
La falda generalmente es negra y va casi hasta el tobillo; en la jareta que va en la
cintura, hasta hace poco tiempo colocaban un cordón, hecho generalmente de cabello, el
cual iba dentro de la jareta y con él ataban fuertemente la cintura. En la parte baja de la
falda llevaban cintas con colores vistosos; generalmente eran extravagantes colores y
pliegues gruesos para las campesinas quinceañeras. Las campesinas elegantes utilizaban
paño muy fino o terciopelo para sus faldas, las cuales son bordadas generalmente a
mano y son sumamente costosas y elegantes; algunas son de seda muy brillante.
Hasta hace algunos años las campesinas gustaban dejar ver los bordados que penden de
su falda interior, para lo cual la enrollan en la cintura de tal modo que a trechos
desiguales queden unas partes más largas que la falda exterior y luzcan así, coquetones
los blancos encajes que en partes se ocultan afanosos para luego volver asomarse tímida
y disimuladamente. Una serie de enaguas blancas y rojas llevaban las campesinas, las
cuales mostraban cuando se agachaban. El número de enaguas daba la posición social de
la campesina boyacense; era un verdadero lujo utilizar hasta ocho y diez enaguas.
La blusa de la campesina boyacense generalmente es blanca. Las señoras utilizan colores
serios y pocos adornos; pero las muchachas utilizan una pechera bordada con
"abalorios", canutillos de vidrio, lentejuelas, pepitas, perlitas y otros, formando diversas
figuras. La quinceañera lleva blusas con muchos adornos y colores entremezclados con
gran diversidad de telas y tramas que se agolpan sobre hombros, puños y mangas.
Sobre la blusa, llevan los collares, que generalmente son negros de azabache para las
señoras y con abalorios para las muchachas; en el Valle de Tenza utilizaban collares
tejidos con cerda de colores.
El pañolón que usa la campesina boyacense esotra de las proyecciones del traje español
femenino, la mantilla; aun cuando las mujeres chibchas estaban acostumbradas a la
"líquira", especie de pieza pequeña de algodón que se echaban alrededor del cuello y
sobre los hombros, asegurándola con un alfiler o topo. En la época colonial, las mantillas
de colores, solamente eran permitidas para las mujeres españolas o criollas; las mantillas
negras se fueron acostumbrando para los sectores inferiores.
Las "mantellinas" o mantos grandes que daban hasta más abajo de la cintura, y
generalmente negras se usaron hasta mediados del siglo XX; para andar en la calle, la
mantellina iba desde el cuello, y en la iglesia desde la cabeza; esto era lo que llamaban,
estar "cobijada". En la década de los Treinta aparece con generalidad "el pañolón" de
color negro con bordados característicos y flecos distribuidos.
En el pañolón existen diferencias de acuerdo con la posición social: el de la campesina
pobre es de paño con flecos largos de seda; las campesinas ricas usan el pañolón negro
de seda y finamente bordados. Son dignos de mención los pañolones bordados a mano
que hacen las campesinas de Guayatá, Jericó y Sativanorte, muy popularizados en
Boyacá.
La campesina boyacense utiliza también el sombrero de caña, de tapia pisada, de
jipa o de fieltro últimamente. El sombrero de caña se ha utilizado con "barbuquejo" que
es una cinta que ata el sombrero desde la parte superior, baja las mejillas y se ata en el
mentón; en las muchachas era de cinta de color y en las señoras, cinta negra. Utilizan
zarcillos muy vistosos; las muchachas con diversas figuras y las señoras en forma de
candado. Utilizan él cabello trenzado, y en el extremo de las trenzas, van las cintas rojas
generalmente, o de otros colores.
Las mujeres utilizaban también las alpargatas, las cuales eran muy lujosas para las
campesinas ricas. Eran los llamados "alpargates Soatá" de fique con suela en trenza muy
delgada y con capellada embotada y dibujada en el tejido; generalmente son muy
elegantes. Las campesinas en general utilizan alpargates blancos, atados con cintas
negras de lana tejida que llaman "galones". Encima se hacen unos nudos a veces muy
grandes de diversas vueltas, imitando una rosa que hace un adorno sobre el pie.
En algunas zonas de intenso frío, como en la laguna de Tota, los campesinos
acostumbran "Las monteras", unos gorros de lana que bajan hasta el cuello. Las
campesinas acostumbran llevar un canasto pequeño bajo del brazo; es un adorno y un
elemento vital para llevar sus compras y elementos personales.
Con el traje folclórico que hemos descrito, podemos ver grupos de campesinos en los
mercados de los pueblos boyacenses, romerías, fiestas patronales, fiestas veredales, etc.
Es muy típico ver en los mercados boyacenses las bellas campesinas con el folclórico
pañolón y faldas generalmente de tonos oscuros y sombreros; en la misma forma,
campesinos viejos y jóvenes con sus pantalones largos de pañete, con saco del mismo
material la ruana, el sombrero y las alpargatas. Es muy general que no se presente
distinción en el traje folclórico entre los campesinos viejos y jóvenes.
b. Las supervivencias hispano-chibchas en la alimentación boyacense. Las
comidas típicas.
En la comida folclórica de Boyacá encontramos las supervivencias españolas y chibchas,
las cuales aparecen en algunos casos en sincretismo, y en otras, en fusión o mezcla. Es
por esta circunstancia, importante el conocimiento de la alimentación de los aborígenes
chibchas y de los españoles del siglo XVI, para comprender el mestizaje realizado.
Los chibchas del Altiplano boyacense tenían entre sus alimentos: el maíz, la papa o
"turma de la tierra", la batata, la arracacha, ahuyama, tomate, frijol, el ají, la quinua, los
cubios, las hibias, la yuca dulce y algunas clases de calabazas. Entre las frutas
mencionamos: la guayaba, la guanábana, la papaya, la chirimoya, la piña, la curuba,
aguacate, tuna, pitahaya, uchuva, pepinos y otras. Los alimentos principales eran el maíz
y la papa condimentados con ají y sal de Zipaquirá; la bebida principal era la chicha de
maíz cocido y fermentado, mezclado con el jugo azucarado de la caña de maíz. Mascaban
la coca mezclada con cal, la cual creían alimenticia y necesaria para mitigar el hambre y
el cansancio de los viajes. Aun cuando aparecen en general vegetarianos, los chibchas
también utilizaron la carne de venado, conejo, curí, pescados, cangrejos y ranas.
El maíz aparece como el principal cultivo y base de la alimentación de los chibchas.
Según los datos del RC 14 obtenidos en Sogamoso, desde los años 500 a. de J.C.
aparece el maíz en los sacrificios rituales de los sacerdotes de Suamox. Fue la planta más
popular entre los aborígenes, por la facilidad de adaptación a todos los climas. El maíz
amarillo lo llamaron abtyba; el maíz blanco, salamny, el maíz negro chyscamny; la
mazorca de maíz, aba; el grano de maíz, agua; el maíz tierno, jachua. Con el maíz
hacían los chibchas su principal bebida, la chicha; asimismo arepas, tortillas, tamales,
mazamorra, bollos y además lo comían tostado. (4) En el Altiplano boyacense el maíz solo
daba una cosecha anual, la cual según los cronistas era en septiembre, con cuyo motivo
se hacían las fiestas mágicas de la cosecha, con la asistencia de los caciques y la
presentación de cuadrillas o parcialidades con diferentes trajes y disfraces.
Otro de los alimentos importantes de los Chibchas fue la "papa" o "turma de la
tierra", un cultivo característico de las tierras frías. Parece que sus orígenes como planta
alimenticia aparece en el Altiplano cundiboyacense y en el Altiplano peruano-boliviano.
Una noticia que circuló en la época colonial sobre el regalo de turmas de la tierra que
hicieron los españoles al pontífice de Roma, hizo cambiar el nombre de turma por el de
"papa".
(4) Montes, J. J. y M. L. Rodríguez de Montes, "EL MAIZ EN EL HABLA Y LA CULTURA POPULAR DE COLOMBIA", Bogotá,
Instituto Caro y Cuervo, 1975.
Uno de los cultivos que se sembraban con la papa en las tierras chibchas, era la quinoa
o quinua, uno de los cereales más utilizados por los indígenas, el cual desapareció casi
por completo en los siglos del coloniaje y fue reemplazado por el trigo y la cebada.
Mencionamos entre los productos agrícolas no alimenticios, el algodón y el tabaco.
A partir del siglo XVI los españoles introdujeron sus productos alimenticios,
característicos del Antiguo Continente, destacado entre ellos: el trigo, la cebada, el arroz,
la caña de azúcar, el café, el banano y cítricos (naranjas, limones y sus variedades). En
la misma forma se introdujeron en la alimentación las carnes de vacas, ovejas, cerdos,
cabras, gallinas, palomas y algunas variedades de peces. Otros animales que llegaron
con los españoles fueron los perros, los caballos y las mulas.
La comida española siempre se ha caracterizado por la abundancia. En el siglo XVI la
corte española se caracteriza por el refinamiento y la gula en la alimentación; por el
contrario en los sectores sociales inferiores se destaca la parquedad. Uno de los platos
favoritos del pueblo llano español, era la famosa "olla podrida" en la cual entraban
como elementos el cerdo, la cebolla, zanahoria, calabaza, carne de carnero, y una buena
porción de tocino. Complementaba su alimentación el queso, el pan, el vino de bota y
otros elementos de la culinaria folclórica, la cual variaba de acuerdo a las regiones.
Entre las comidas típicas del boyacense señalamos la mazamorra, el cuchuco y el
ajiaco. La mazamorra es la sopa de maíz más generalizada en los campos boyacenses;
va mezclada con papa chiquita o criolla, alverjas, carne, arracacha, habas y otros
condimentos; y se acompaña con exquisito y arreglado ají. El cuchuco es una sopa
espesa, hecha de maíz, trigo y/o cebada molidos, mezclado con alverjas, zanahoria, papa
picada y algunas hierbas (cilantro, guascas, laurel, paico, tomillo, etc.); puede ser
cuchuco de trigo o cuchuco de cebada o de maíz; en los jueves de Runta en Tunja, una
de las costumbres folclóricas de gran tradición boyacense se acostumbra el cuchuco de
espinazo de cerdo o "copartidario" y se acompaña con una bandeja en donde son
comunes el chicharrón totiao, chicharrón carnoso, la morcilla, la longaniza, la costilla de
cerdo y la papa con arroz.
El ajiaco es una sopa de papa de diversas variedades y calidades, cortadas en tajadas
muy delgadas, con arvejas, cilantro, guascas, yucas y habas; en la Navidad se
acostumbra con pollo y tiene una preparación muy especial en Boyacá y Cundinamarca.
También se acostumbra en Boyacá el "mute", una sopa de maíz pelado, con carnes o
pata de cerdo, cabrito o cordero y diversos condimentos. Muy típicas aparecen también
la costilla de cordero asada, el cabrito en el norte de Boyacá, la ternera a la llanera y la
carne asada como elementos del "gusto" y apetito boyacense.
Un elemento fundamental en la comida típica boyacense es el caldo de papas, con o sin
carne en el desayuno. La papa se presenta como el principal y abundante alimento en
todas las comidas; en la cena se acostumbran en grandes cantidades con ibias y rubas
cocidas. En el desayuno se acostumbra en algunas zonas "la changua"que es una
especie de sopa compuesta de agua hervida con sal y adicionada con cebolla y cilantro;
en muchos casos se mezcla leche al gusto.
En la comida boyacense, los campesinos acostumbran la arepa, la cual presenta
características especiales de acuerdo con la región. Generalmente las arepas boyacenses
se hacen mezclando harina de trigo y de maíz con huevos y leche cuajada y tostando la
masa resultante.
En la comida boyacense aparecen también los envueltos y los tamales. Los envueltos
se hacen con harina de maíz, leche cuajada, huevos y panela, cocinados a fuego lento;
aparecen comúnmente como bollos de maíz o masa envuelta en hojas que se ponen a
cocinar. Los tamales boyacenses, muy típicos en la comida de navidad, se preparan de
masa de maíz y en ellos se mezclan carne de gallina, cerdo, cordero, con arroz,
zanahoria, garbanzos, arvejas, tomates, ajos, cebollas y otros ingredientes; se envuelven
en las hojas especiales que dan el gusto.
Algunas coplas boyacenses nos reflejan los caracteres de algunos elementos de la comida
boyacense:
"Arepa, pero de queso
bien asad´ y calientica:
esu es lo que a mí me gusta
pa´ comer con mi chatica.
Yo también queru a la Chepa
pero más queru a la Pacha,
porque mi asa bien l´ arepa
y me guisa l´ arracacha.
A la güelta del mercado
acercate por acá
a comer mazamorrita
con hojas de chisacá.
Mercado Típico de Boyacá.
Entre las bebidas típicas del boyacense hacemos especial mención de la CHICHA y el
GUARAPO. Los indios Chibchas utilizaron la chicha como su bebida principal; la hacían
de maíz fermentado y cocido. El campesino boyacense hace la chicha con maíz blanco
molido en una piedra, el cual se mezcla con melaza de caña o aguamiel; la dejan
"jechar" durante 15 días o más, después de haberle agregado los "cunchos". De acuerdo
con la fermentación, hay diversas clases de chicha: la llamada "chicha flor" que es una
especie que surge del masato; la "chicha de mitaca" de potencia mediana; "la chicha de
ojo" cuando está en su máxima efervescencia y chispea.
La Ley 34 de 1948 prohibió la chicha en Colombia, la cual se permitió abiertamente hasta
el 31 de diciembre de dicho año. Influyó la mala elaboración de la chicha a nivel popular
y las múltiples enfermedades que a través de ella se contaminaban. Cuando surgió la ley,
los campesinos de Runta en Tunja, llevaron la chicha en toneles en larga y concurrida
procesión, desde la vereda hasta la plaza principal. Su objetivo era enterrar
solemnemente la "chicha"; pero lo curioso de la anécdota, fue la toma total de la chicha
de los barriles y el entierro de los barriles vacíos como protesta. La copla boyacense así
expresó sobre la desaparición legal de la chicha, aun cuando no real:
"Que la chicha se murió
dice un dotor Bejarano
mentiras, la que hago yo
viva está y siempre a la mano".
"Que no bebamos más chicha
porque enferma la cabeza
es indormía del gobierno
pa que compremos cerveza".
Válgame Dios lo que pasa
no venden chicha en la venta
con maíz y miel en la casa
nos sale mejor la cuenta.
Ay, querido Somondoco
ónde yo pasé l´ invierno,
ónde bebí chicha di ojo
y supe lo quéra güeno.
"En el nombre de Dios",
digo cuando salgo pa´l mercao;
pero topu a mana chicha
y ahí quedó tod ´olvidao.
Un elemento fundamental en la bebida del boyacense y muy generalizado en los campos,
como estímulo al trabajo y complemento en todas las actividades, es el guarapo. El
campesino boyacense no puede trabajar sin su guarapo y siempre lo sirve como signo
de amistad sincera. El guarapo se hace del jugo de la caña de azúcar; antes de ser
sometido a la acción del fuego se llama guarapo verde; cuando ya se acerca al punto
de la miel, se llama guarapo melado. Así expresa la copla valletenzana sobre el
guarapo:
"Dulcísimos guarapitos
salidos de verdes matas,
qui a los más encopetaos
los hace boliar las patas".
¡Ah guarapo pa´ estemplao!;
peru echámi otro cuartillo:
quia caballo regalao
no se le mir´ el cormillo.
En la comida típica boyacense entran numerosos elementos folclóricos que varían de
acuerdo con las regiones. Destacamos los masatos boyacenses que son bebidas
fermentadas hechas de maíz, arroz, trigo o yuca. Los buñuelos boyacenses muy
acostumbrados en la navidad, los cuales son de maíz y trigo y se sirven ensopados en
miel de caña o de abejas. Los jayacos o bollos huecos, los cuales son hechos de maíz
pelado; las colaciones, las cuales son hechas de harina de maíz, huevo, azúcar y
mantequilla; las almojábanas, las garullas, las rosquillas, polvorosas, plumeros,
rosquetes, cotudos, carmelitas, mantecadas, bizcochos de cuajada y las múltiples
especies de amasijos, muy comunes en la variada dulcería de Boyacá.
En el folclor boyacense de las romerías, fiestas populares y mercados típicos,
encontramos los toldos con una gran variedad de dulces con figuras antropomorfas,
zoomorfas y de objetos diversos. Algunos son hechos de almíbar de azúcar endurecido o
de caramelo; son dulces con vistosos colores y con variadas figuras: altares con la Virgen
de Chiquinquirá, el Señor de la Columna, la Virgen del Amparo u otras imágenes, de
acuerdo con la romería, y en general envueltos en papel cristal; figuras de ángeles,
corderos, pájaros, flores, perros, gatos, etc. Estos dulces de azúcar son elaborados
principalmente en la vereda de los Tuatés en el Municipio de Belén. Los romeros y
campesinos en general llevan dichos dulces como recuerdos, con los alfandoques,
rosquetes, merengues, bocadillos en sus diversas formas y variedades, espejuelos,
túmez, masatos sólidos, panelitas, dátiles de Soatá, besos de novia de Villa de Leyva,
panelitas moniquireñas y otros elementos muy variados de la exquisita dulcería folclórica
de Boyacá.
c. La Vivienda típica boyacense
En la vivienda folclórica de Boyacá encontramos las supervivencias españolas y chibchas
y los frutos del mestizaje.
La vivienda de los Chibchas del Altiplano Boyacense era el típico "bohío": una choza
cubierta de paja, en planta circular y con techo en forma cónica acampanada;
generalmente iba sostenida de un poste central. Las paredes eran de bahareque, con
cañas y carrizos entrelazados y fijados por medio de cuerdas a los maderos. El piso era
cubierto con esparto fino y el techo con un fino tejido de cañizos atados con hilos de
distintos colores. Los bohíos estaban cercados con corrales de troncos o astillas. Cuando
llegaron los españoles al Altiplano boyacense tuvieron gran admiración con las casas
principales de Tunja y Sogamoso. Lucas Fernández de Piedrahita describe la ciudad de
los Zaques con bohíos de gran riqueza, con dos cercas, doce pasos distantes una de la
otra. En las puertas de los bohíos de la antigua Tunja era bello el espectáculo de los
resplandores de las láminas y piezas de oro que tenían pendientes, y tan juntas, que
siendo rosadas por el aire, formaban una musicalidad armoniosa que era un verdadero
deleite para los españoles.
Los españoles de los siglos XV y XVI construían las viviendas ordinarias generalmente de
ladrillos o adobes y utilizaban las tejas para el techo. Las viviendas castellanas se
caracterizaron por su construcción en buen ladrillo, aun cuando también presentaba
viviendas construidas en tapia y adobe, como en la mayor parte de los pueblos
españoles.
Los españoles introdujeron en el Nuevo Reino de Granada, como en general en
Hispanoamérica las técnicas de construcción de vivienda con ladrillos, tejas y con el
apisonamiento de tierra o "tapias". De la mezcla hispano-chibcha surgió la técnica de
paredes de bahareque, en las cuales se emplean juntas las cañas y el barro.
Los primeros años del desarrollo urbanístico de las ciudades fundadas por los españoles
presentan un intercambio de experiencias entre los constructores españoles y chibchas.
Los Chibchas aportaron a la construcción de las casas: los techos pajizos, las paredes de
bahareque, los henchinados el empleo de tomizas o cuanes y el de esteras de formas
diversas elaboradas: con pajas, espartos o juncos. Los españoles contribuyeron con el
ladrillo, el adobe, la teja, la tapia pisada y las herramientas para trabajar la madera y la
piedra; aportaron asimismo, nuevos diseños para viviendas y edilicios mayores, hasta
entonces desconocidos.
El mestizaje hispano-chibcha se puede apreciar en las viviendas boyacenses; durante
muchos años encontramos la típica vivienda boyacense en donde se mezcla la huella
chibcha en los techos pajizos, en las paredes de bahareque y en las esteras como
tapicerías interiores; y en otros casos, la tapia, el adobe o ladrillo y la tradicional teja de
los españoles. Al lado de esta vivienda común, que aún supervive en Boyacá, se
construyeron las residencias de los encomenderos, las iglesias, conventos y obras
monumentales de la arquitectura colonial neogranadina, de las cuales Boyacá es uno de
los ejemplos más importantes en Hispanoamérica.
Para la organización de los pueblos y aldeas de Boyacá, como de las demás regiones de
Colombia, los españoles utilizaron el plano "damero" o de tablero de ajedrez, en el cual
las calles parten de una plaza central cuadrada y se cortan en ángulos rectos para formar
manzanas rectangulares. En este estilo arquitectónico, la plaza es el centro de la
actividad y el lugar en donde se concentra la iglesia, el cabildo, las casas de los altos
dirigentes y en general la vida comercial. Es el estilo urbanístico que aún sobrevive en los
pueblos y aldeas de Boyacá. (5)
(5) Martínez, Carlos, "APUNTES SOBRE EL URBANISMO EN EL NUEVO REINO DE GRANADA", Bogotá, Banco de la
República, 1967.
Vivienda Mestiza Boyacense.
5. El folclor musical de Boyacá
a. Danzas, cantos y ritmos chibchas y españoles
El folclor musical de Boyacá presenta supervivencias de la música española y chibcha,
cuyos elementos constitutivos, principalmente de la española, se han transmitido por
tradición, de generación en generación.
Al estudiar la música de los indios chibchas del Altiplano boyacense, encontramos en ella
un significado mágico-religioso. La música chibcha se interpreta o canta, para obtener
efectos mágicos determinados; ella unía a los indígenas con el sol, la luna y demás
divinidades; asimismo, imprimía esperanzas de triunfo guerrero y consuelo de la muerte.
Los cantos, chibchas según los cronistas españoles, eran tristes y monótonos: Así
expresa Juan de Castellanos:
"El modo de cantar es algo frío
y del mismo jaez todos los bailes;
mas van con el compás tan regulados,
que no discrepa en tan solo coma
en todos sus viajes y meneos." (6)
Los cantos tenían especial interés en los preparativos para la guerra; en aquellas
ceremonias que eran imprescindibles para obtener la voluntad de los dioses. Los indios
de Tunja duraban una luna o un mes cantando al sol, con explicaciones sobre las causas
de la guerra y ruegos por la victoria. Al terminar las guerras, los chibchas hacían ritos
con cantos y danzas. El ritmo era utilizado hasta en los trabajos colectivos; con compás y
ritmo, los chibchas roturaban el terreno para la siembra, removían y trasladaban las
grandes piedras o barrancos que lograban desplazar a grandes distancias, no obstante su
peso.
(6) Juan de Castellanos, "HISTORIA DEL NUEVO REINO DE GRANADA" Madrid, Edición Paz y Melía, 1886, T. 1, 55.
Las danzas y los cantos eran imprescindibles en todas las fiestas religiosas y sociales: en
los sacrificios de los moxas al sol, en las fiestas de la cosecha y regocijos públicos. En las
fiestas de varios Caciques y pueblos, acostumbraban las parcialidades llevar sus propias
danzas con estilos diversos y mucha plumería, flautas, fotutos y tamboriles. En las
procesiones chibchas en las épocas de siembras y cosechas, representaban en sus
danzas las figuras de osos, leones, tigres y animales diversos. Las danzas chibchas
servían también para festejar la terminación de la construcción de los cercados de los
caciques, o cuando llegaban a la terminación de una calzada.
Los chibchas fabricaron y utilizaron diversos instrumentos musicales: entre los aerófonos,
destacamos las flautas, trompetas de caracol de diversos tamaños y las ocarinas. Entre
los autófonos destacamos las maracas, sonajeros y las conchas utilizadas en las
ceremonias religiosas; se conocieron también los tambores, atabales y las cajas. Algunas
trompetas eran revestidas de oro y utilizadas para convocar a la tribu para actos
importantes y para alentar a los guerreros. Las ocarinas chibchas presentan figuras
zoomorfas representadas con significativos símbolos; una de ellas presenta la forma de
un ave con las alas abiertas y cara humana y sobre la cabeza un agujero pequeño para
soplarla. (7)
Uno de los aportes de mayor influencia en el folclor musical boyacense sin duda alguna
es el ESPAÑOL que penetró en el Altiplano en los siglos XVI, XVII y XVIII. Los españoles
en su proceso de expansión colonizadora y difusión cultural, transmitieron sus cantos,
danzas e instrumentos musicales, los cuales se conocieron en sus colonias de ultramar.
En las tertulias y fiestas de la aristocracia colonial, en las veladas de las huestes
conquistadoras, en las fiestas de diversión popular, en las haciendas y en las nacientes
urbes coloniales, se conocieron los aires musicales españoles. Una música con mezcla de
alegría flamenca y andaluza, con la melancolía y cadencia castellanas, y el misterio
sonoro de la arábiga.
Una gran variedad de temas encontramos en los cantos españoles del siglo XVI que
penetraron en el Altiplano boyacense: canciones caballerescas, políticas, picarescas,
religiosas, amatorias, pastorales y bailables, interpretadas a tres o cuatro voces.
Los cantos españoles reflejan gran variedad y sentido regional. En algunos lugares de
Castilla, Aragón, Valencia y Navarra, aparece la jota, con acompañamiento de guitarras,
guitarricos y bandurrias. En Andalucía eran populares los cante jondo y flamenco, las
playeras, seguidillas gitanas, la debla, la caña, la serrana, la malagueña, la granadina y
otros. Avanzado el siglo XVI fue característica de España la canción acompañada en la
Vihuela y la guitarra, la canción de origen medieval y autores desconocidos.
Entre las danzas españolas típicas de los siglos XVI y XVII, encontramos el Saltarello o
Alta Danza, la cual consistía en una danza de salto, ligera y expansiva; asimismo existió
la calata y la danza del Ballo, muy parecidas al baile del tres del Altiplano boyacense.
Eran típicas asimismo la morisca de influencia musulmana, la folia de los estudiantes
andariegos, el villancico, la seguidilla y la serranilla, con acompañamiento de
pandero. (8)
A finales del siglo XVI en la época de los Austrias, se hicieron famosas las danzas de
pavana, la zarabanda, la chacona, el pasacalle, la folia y la sevillana; parece sin embargo
que la zarabanda y la chacona fueron danzas que surgieron en América Central y fueron
transplantadas a Andalucía. El pueblo español bailaba asimismo la jácara, la mojiganga y
el entremés; asimismo el zambapalo, la marina, el pollo, el colorían colorado, el hermano
bartolo, el polvillo, las cosquillas de la capona y otras.
Los españoles acostumbraban danzas para las fiestas religiosas o conmemoraciones de
algunos hechos importantes. Eran interpretadas por determinados "gremios", quienes
(7) Ocampo López, Javier, "EL FOLCLOR Y SU MANIFESTAClON EN LAS SUPERVIVENCIAS MUSICALES EN COLOMBIA",
Tunja, U. P. T. C., 1970. Véase el estudio sobre la "MUSICA CHIBCHA".
(8) Véase los estudios de Ludwig Pfandl, "CULTURA Y COSTUMBRES DEL PUEBLO ESPAÑOL DE LOS SIGLOS XVI y XVII",
Barcelona, Editorial Araluce, 1929, PP. 246 - 247. Asimismo la obra de Adolfo Salazar, "LA MUSICA EN LA SOCIEDAD
EUROPEA", México, El Colegio de México, 1942.
enviaban grupos de danzantes profesionales o aficionados. Una de ellas fue la "Danza de
los palillos" la cual consistía en entrelazar palillos prendidos con cintas de colores,
durante cuya ejecución describían caprichosos círculos al son de ritmos y cantos. Esta
danza presenta supervivencia en Boyacá en la Danza de la Trenza, de las Cintas o de la
"Clizneja".
A finales del siglo XVI y XVII se popularizaron las danzas españolas de grupo,
principalmente en las festividades religiosas de las nacientes ciudades coloniales. En ellas
se presentaban simulacros de elementos alegóricos pastoriles a la usanza de España.
Eran organizadas generalmente por cofradías, asociaciones piadosas de laicos y otros
grupos que se presentaban con trajes especiales para dar solemnidad y brillo a las
ceremonias públicas. En el Acta de Cabildo de Tunja del 11 de junio de 1590 aparece la
organización de las danzas que se debían interpretar en la fiesta de Corpus Christi; así
mandó:
"Que se notifique a los tratantes de la calle real y oficiales, sastres, zapateros, zurradores
y silleteros, que cada uno saque una hacha de cera blanca alumbrando al Santísimo
Sacramento y que los tratantes de la calle real saquen una danza buena que vaya
danzando delante del Santísimo Sacramento y procesión y los zapateros otra danza y los
sastres otra danza y los silleteros y zurradores otra danza y los herreros otra danza y
cada uno una hacha y los arrieros y esto se les notifique so pena de diez pesos de oro
corriente para gastos de la fiesta de Corpus en que dan por condenado a quien no lo
cumpliere..." (9)
Entre otras danzas que introdujeron los españoles mencionamos las siguientes: La danza
del venado, la danza del oso, la danza de la vaca, la danza de los seises, la danza del
Corpus Christi, la danza de las espadas, la danza de los santiagueros, la danza de moros
y cristianos y otras.
Al iniciar el siglo XVIII se fueron perfilando en estos territorios los bailes criollos, con
interrupciones de los danzantes para dejar escuchar las coplas. Se hicieron populares el
torbellino, la manta, el moño, la bretaña, el paspié, la amable, contradanza y otras.
Los españoles introdujeron sus instrumentos musicales típicos: la guitarra, la bandola, el
requinto, el tiple y demás variantes instrumentales de cuerda. Asimismo introdujeron la
chirimía, una especie de oboe, muy común en las procesiones y coros de los templos. Los
chirimeros eran a manera de heraldos que encabezan los cortejos procesionales y las
fiestas pueblerinas. En 1663 el Corregidor de Tunja ordenó a los caciques e indios de los
pueblos de Chivatá, Toca, Siachoque, Viracachá y otros para que llevaran sus pendones,
cajas, pífanos, trompetas y chirimías a la procesión que se proyectaba para el 29 de
enero en acción de gracias por el nacimiento del príncipe Carlos José. (10)
b. Los aires musicales del Folclor Boyacense
El folclor musical del Altiplano boyacense es por esencia mestizo, con predominio de las
supervivencias españolas sobre las indígenas. La mayoría de sus danzas, cantos y ritmos
tienen orígenes hispánicos, con adaptaciones de la música chibcha y creaciones
autóctonas colombianas. Los aires musicales más representativos de Boyacá son los
siguientes:
o
o
o
o
El Torbellino
La Guabina
El Bambuco
El Pasillo
Con estos aires fundamentales, principalmente con el TORBELLINO que es el más
representativo de Boyacá, se acompañan multitud de danzas folclóricas, entre las cuales
mencionamos: La Danza del tres, la Danza de la Perdiz, La Manta Redonda, La manta
Jilada, La Danza de la Trenza o de la Clizneja, La Caña, El Baile de la Copa, El Baile del
(9)
Archivo Histórico de Tunja, "Acta del Cabildo", 11 de junio de 1590.
(10)
Ulises Rojas, "CORREGIDORES Y JUSTICIAS MAYORES", op. cit., p. 401.
Vaso, El Baile del cuatro. El Seis, El Guatecano, El Galerón, Los Camarones, El Baile del
Pañuelo, El Baile del Alcahuete, La Contradanza, El Baile del Conejo, El Baile del Pollito y
la Comadreja, El Baile de la Palomita y el Gavilán, El Baile del Gato y el Ratón, El Baile de
la Gallina y el Zorro y otros.
EL TORBELLINO es el aire musical folclórico más representativo de Boyacá; la tonada
de los promeseros en las romerías boyacenses, en los bailes de casorios, en las fiestas
patronales y en los demás momentos festivos de los pueblos boyacenses. Es la tonada
con la cual nuestros campesinos expresan en sus coplas toda la sencillez de sus
reacciones ante el amor, la desilusión, el sentimiento religioso y el paisaje variado de la
meseta cundiboyacense. La tonada en cuyas expresiones de "mesmito", "sumercé",
"queré", "truje", "vide", "gancia", "ansina", "paqué", "topé", "untualito", etc.,
encontramos las supervivencias del castellano antiguo del siglo de oro español, más
típico en estos aires de ascendencia hispano-colonial.
Sobre los orígenes del torbellino han surgido varias hipótesis, entre las cuales
mencionamos la indígena y la española. La indígena es defendida por el Maestro
Guillermo Abadía, quien encuentra una semejanza rítmica entre el torbellino y los cantos
de viaje de los indios motilones de la serranía de Perijá. Es conocido que los indígenas no
usaban la marcha o paso normal de los hombres de las ciudades, sino que tienen un
trote rítmico que les permite andar sin fatiga varias leguas por caminos de montaña y
travesías cordilleranas; en sus viajes van tarareando musiqillas rudimentarias o coplas
regionales o sonando tonadillas del mismo compás, en capadores rústicos. En las ventas
camineras, durante el reposo del viaje, pulsan sus tiples y requintos con el aire típico del
torbellino, para solazarse en sus recuerdos, o para acompañar la danza del mismo
nombre que ejecutan en las posadas. (11)
Torbellino. Torres Méndez
La hipótesis hispánica relaciona el torbellino boyacense con el galerón, una de las danzas
españolas más antiguas que se trasladaron de España a nuestros territorios. El Maestro
Daniel Zamudio dice que el galerón, antecesor del torbellino, se originó en los cantos
litúrgicos traídos a América por los españoles. Zamudio hizo comparaciones entre la
melodía del torbellino con la melodía del modo llamado "tetrardus", uno de los cuatro
modos primitivos del canto eclesiástico en época anterior al Papa Gregorio El Grande. Los
pobladores españoles que llegaron al Altiplano Cundiboyacense cultivaron estos cantos
litúrgicos, tanto en las iglesias, como en los hogares; muchos de ellos relataban
episodios de la vida de la Virgen, del Niño, la Sagrada Familia, etc.; el indio boyacense
(11)
Véase la obra de Guillermo Abadía Morales, "LA MUSICA FOLKLORICA COLOMBIANA", Bogotá, U, Nal., 1973.
Asimismo su obra "FOLKLORE COLOMBIANO'; Bogotá, Imprenta Nacional, 1970.
que escuchó estos cantos, los mezcló son sus sentimientos de amor, desilusión, paisaje y
en general el ambiente del clima frío; las mismas expresiones verbales del castellano
antiguo, expresan la antigüedad del torbellino.
Como la expresión "torbellino" indica movimiento acelerado y agitado, o algo en
"remolino", manifestándose así en la danza, principalmente en la mujer, algunos
folclorólogos, le encuentran semejanza con algunas tonadas y danzas andaluzas y
asturianas; inclusive se le ha encontrado similitud con el corrido o carretilla española. Lo
que interesa conocer desde el punto de vista histórico-folclórico, es que el torbellino y el
galerón andino son los aires populares más antiguos que conocemos con referencias
históricas desde el siglo XVIII. Se recuerda cómo en el baile de máscaras que se dio en
Santafé para recibimiento del Virrey Amar y Borbón en 1804 se fijó entre las danzas para
bailar, el torbellino; así que ha principios del siglo XIX ya era una danza muy conocida
en el país.
En las descripciones del siglo XIX, el torbellino aparece bailado por la mujer con vueltas
muy menudas como si fuera un trompo en remolino, alrededor del hombre que bailaba
zapateado. El movimiento rápido de la mujer se aprecia suave, por la elegancia que debe
llevar en los pies y el tronco.
En general el torbellino es un baile suelto que se baila entre dos personas, aun cuando
aparecen hasta cuatro. Los danzantes dan vueltas y regüeltas, con la particularidad del
movimiento femenino como un trompo, con las manos jugando al danzar. El hombre
persigue a la mujer, pero ésta se escapa haciendo giros en remolino; se presenta un
cambio de puesto entre el hombre y la mujer y así sucesivamente. A veces se canta, se
entona una copla y se sigue bailando.
Los virtuosos del torbellino en Boyacá nos dicen que antiguamente el ritmo era más
agitado y muy de remolino; la india boyacense lo bailaba poniendo sobre su cabeza una
taza de chocolate; la gracia la encontramos precisamente en no dejarla caer de la
cabeza.
Se han distinguido variedades del torbellino, destacando el triste o melancólico del
Altiplano, y el festivo de las zonas cálidas. Se da el nombre de Torbellino versiao
cuando los danzantes intercambian coplas graciosas; Torbellino a misa, el que se
bailaba antes de la misa de gallo en la nochebuena boyacense, especialmente en Valle de
Tenza. Además el Torbellino de la boterra, danzado antiguamente en Villa de Leyva, y
el Torbellino palmoteado. Según una tradición que encontramos en Motavita,
antiguamente las gentes bailaban el Patirralo que era un torbellino más aligerado. (12)
Los nombres de algunos torbellinos son muy expresivos del ambiente campesino del
Altiplano boyacense. Ejemplos entre ellos son: del Maestro Francisco Cristancho
Camargo, "Ende que se fue con otro", "Que yo te digo que sí", "Torbellino de mi tierra",
"Festival Chibcha"; del compositor Jorge Camargo Spolidore el torbellino "Mi Tiple"; de
Efraín Medina Mora "El Guayatuno"; del músico César Alfonso Puerto "Fiesta hogareña";
otros son típicos como "No ti hagás la indijerente" y "La india se largó con otro".
Algunos torbellinos se presentan en forma de conversación, como el recogido en el folclor
boyacense por los maestros Francisco Cristancho Camargo y Roberto Jaramillo A., con el
nombre "QUE YO TE DIGO QUE SI":
- ¡Que yo te digo que sí!
- ¡Que yo te digo que nó!
¿Usté que v hacer con mí?
- Eso le importa es a yo.
(12)
Javier Ocampo López, "MUSICA Y FOLCLOR DE COLOMBIA", Bogotá, Editorial Plaza y Janés, 1976. PP. 79 - 75.
- ¡Mirá india, que me muero!
- ¡Téngase su mano queta!
- Si prenderte no más quero...
del cuento de la jeta.
- ¿Otra vez tomó guarapo?
- El guarapo es lo mejor
pa sentirse uno más guapo
y pa jalale al amor!
- ¡Que tenga queta la mano o me voy!
- ¡Tan retrechera!
- ¿Qué se está pensando, hermano?
Con mi no hace lo que quera.
- Por un beso...
- Calle el pico
que lo van a oír mis amos.
- no me creas tan burrico
que los dos pa eso estamos.
- ¿Pa qué?
- iPa querernos!
- ¿Luego
busté si eré que me gusta?
- ¡Mirá que ya no te ruego!
- ¡Si a mí nenguno me asusta!
- ¿Ya ves que sí?
- puss... si me tenés surumbuliada
- Pa lo que ha de haber aquí
eso hast´orita no es nada.
- Cojamos nuestro camino...
- ¡India linda!
- Indio ladino
que me ganates la guerra!
- Te la ganó el torbellino...
Los dos: Torbellino de mi tierra.
AIRES BOYACENSES
torbellino
Angel María Cruz G.
(recopilador)
Música colombiana
AIRES BOYACENSES
Torbellino
Angel María Cruz G.
(recopilador)
Música colombiana
Los instrumentos musicales que más se utilizan para la interpretación del torbellino son
el tiple, el requinto, el chucho y los capadores (llamados chiflos en Boyacá); asimismo las
carracas o quijadas.
La popularidad del torbellino es muy especial en los campos, en las reuniones sociales de
los copleros campesinos, en las fiestas de matrimonio y en las romerías boyacenses a la
Virgen de Chiquinquirá, Virgen del Amparo en Chinavita, la Virgen de Monguí, la Virgen
Morena de Güicán y demás romerías boyacenses. En ellas el campesino expresa toda su
sencillez, espontaneidad, sentido crítico y gran filosofía popular. Sobre las cuerdas del
tiple, el boyacense entona el torbellino y celebra sus fiestas y salidas de romeraje fuera
del rancho y su parcela. Después de las mandas a la Virgen, los promeseros boyacenses
entonan sus torbellinos, cantos y coplas con tiples, requintos y guitarras en estas fiestas
de auténtico sabor campesino.
El carácter popular del torbellino como aire musical de acompañamiento para las cantas o
coplas y para las danzas folclóricas boyacenses, no se ha proyectado en la misma forma
entre los músicos compositores de Boyacá, quienes han preferido con mayor interés las
composiciones de bambucos, guabinas, pasillos y danzas, como así nos lo manifiesta la
mayor tendencia en la producción musical.
LA GUABINA: Es otra de las danzas y cantos típicos del folclor musical boyacense con
ascendencia en los aires hispanos. En el siglo XIX la guabina se presenta a nivel nacional
como un baile populachero y muy especial en los bailes de garrote en los campos; era
muy perseguida por el clero en los púlpitos, por ser un baile agarrado o de pareja cogida.
Sobre su nombre no existe definición; se habla de un pez guabina en los Llanos, y otro
muy apreciado en Cuba por su carne; asimismo se ha tomado el nombre de guabina para
designar a un hombre simple.
Las referencias históricas de los novelistas del siglo pasado, nos hablan de la existencia
de la guabina en los finales del siglo XVIII, bailada con vueltas y el llamado gallinazo;
asimismo conocemos que la bailaban los canteros y alfareros en los aguinaldos
santafereños.
La segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX influye el romanticismo en las
composiciones de las guabinas. Surgieron así las guabinas románticas, ingenuas y
amorosas, destacando en Boyacá la famosa "GUABINA CHIQUINQUIREÑA". Esta obra fue
compuesta por Alberto Urdaneta en abril de 1925 como regalo de bodas para su
hermano José Ignacio quién debía contraer matrimonio en Chiquinquirá. Fue interpretada
por primera vez el 10 de abril en Ubaté, el 12 de abril en la basílica de Chiquinquirá con
gran emoción del pueblo boyacense, que desde entonces la adoptó como su canción
folclórica. La letra de la "Guabina chiquinquireña" es muy representativa del amor en
la romería boyacense; así dice:
Ven, ven, niña de mi amor,
Ven, ven, niña de mi amor,
Ven, ven, ven a mi ranchito
que te espero con ardor
que te espero con ardor.
Si, si, si, dulce y bella noviecita,
dueña de mi corazón,
vamos a ver a la Virgen
y a pedirle protección
y a rogarle con fe viva
que bendiga nuestra unión.
Por tí, mi única ilusión,
por tí, mi única ilusión,
por tí la calma perdí;
tengo enfermo el corazón,
tengo enfermo el corazón.
Si, si, si, nuestra marcha emprenderemos
de la aurora al despertar,
y ante la Virgen bendita
nos iremos a postrar,
a rogarle con fé viva
que bendiga nuestro hogar".
Otros compositores boyacenses han cantado a su terruño en aire de guabina,
mencionando entre ellos: Juan Francisco Aguilera (oriundo de Aquitania), célebre por su
guabina "LAGUNITA DE MI PUEBLO"; el folclorólogo y compositor chiquinquireño Octavio
Quiñones Pardo, autor de "MI GUABINITA"; asimismo el compositor Juan C. Goyeneche
(oriundo de Socha), muy conocido por sus guabinas "SOGAMOSEÑITA" y "PAISAJE
BOYACENSE", esta última con música de Enrique Villegas:
PAISAJE BOYACENSE
Boyacá, tierra linda, cuanto te quiero...
cuna eres de poetas y labradores,
con tus inmensas minas, minas de acero;
Chiquinquirá, eres cuna de Julio Flórez.
Tunja, ciudad serena, cuanto te extraño...
Al sentirme tan lejos siento un vacío.
Me alejé de tus lares hace ya un año,
y allí en tu seno vive el amor mío.
Socha, mi pueblo chico y alrededores
que me vieron nacer y me arrullaron
al grito de gañanes madrugadores...
y el cariño de viejos que me animaron.
Eres fértil, risueña y acogedora,
tus mujeres alegran en los platíos,
torbellinos, guabinas, notas sonoras
que entonan los arrieros por los caminos.
Un puente tan pequeño te dió la gloria
con hijos tan valientes y decididos,
que llevaron tu nombre hasta la Historia,
prefiriendo la muerte a ser vencidos.
El maestro Jacinto Jaramillo ha recogido un rico documental coreográfico de la guabina,
señalando las siguientes figuras: la salida, los careos, el caminito, los aguacateos, los
coqueteos, el escobillao, el pañuelo, el abrazo y la vuelta.
El instrumental típico para la ejecución de la guabina es el tiple y el requinto, la bandola
y el chucho oguache, a veces reemplazado por la pandereta transculturada. Para bailar la
guabina boyacense se utiliza el atuendo del hombre del altiplano; los danzantes llevan a
la espalda, cogidas con cargadores que se anudan, sobre el pecho, una canastilla de
bejuco, pequeña como para llevar artículos de mercado, o bien jaulas pequeñas de
"chusque", como las utilizadas por los campesinos para llevar huevos al mercado.
EL BAMBUCO: Es el aire folclórico mestizo más típico de la zona andina colombiana, y
por esencia la danza nacional más representativa. Sobre su origen se han expuesto
diversas hipótesis: la indígena, la negra africana y la española.
La hipótesis indígena defiende la proyección de la música chibcha, por esencia triste, en
el ritmo lento de los aires folclóricos del Altiplano andino, y en especial en el bambuco.
Algunos autores hablan sobre la existencia de los indios "bambas" en el litoral pacifico y
la presencia de su habla de la terminación "uco"; asimismo sobre la denominación de
"bambucos" a los aires musicales indígenas de movimiento trémulo o de bambaleo.
La hipótesis africana fue expuesta por Jorge Isaacs en "La María" en donde habla del
poblado "Bambuck" en Senegambia (Africa occidental); esta tesis ha sido descartada por
cuánto no se han encontrado relaciones con los ritmos tradicionales traídos por los
grupos negros de esas regiones. El folclorólogo Guillermo Abadía ha expuesto la tesis,
hoy muy aceptada, sobre el nombre de la palabra "BAMBUCO", con la cual se designaba
un instrumento de los negros antillanos; ellos llamaban "bambucos" a sus instrumentos
caránganos, hechos con tubos de bambú. (13)
La hipótesis española habla sobre la posible ascendencia vasca en el ritmo del bambuco.
Los ritmos vascos, y entre ellos el zortcico, presentan ritmos ágiles, sueltos y alegres,
que sirven de soporte a una melodía de acentos quejumbrosos a veces, formando un
interesante contraste, muy parecido a nuestro bambuco. Lo claro está que entre las
opiniones de músicos y folcloristas españoles, se encuentra la relación del bambuco con
aires populares españoles, con adaptaciones muy propias a nuestro medio colombiano;
de allí lo folclórico.
En las primeras décadas del siglo XIX ya se mencionaba el bambuco como el aire criollo
de especial autenticidad nacional. Un bambuco motivó el ánimo de los colombianos que
lucharon en la batalla de Ayacucho en 1825 según la tradición histórica. Asimismo
destacamos la ambientación romántica que se proyectó en la segunda mitad del siglo
XIX, la cual se reflejó en la precisión literaria de nuestras canciones folclóricas. Fue muy
importante la labor de compositores nacionales como Pedro Morales Pino con su
bambuco "Cuatro preguntas", el cual sirvió como modelo para muchos compositores de
las primeras décadas del siglo XX.
Las composiciones musicales en ritmo de bambuco, han tenido la mayor tendencia entre
los compositores boyacenses contemporáneos. Uno de los más representativos es el
compositor boyacense nacido en Iza, FRANCISCO CRISTANCHO CAMARGO (1905-1977).
Como primer trombón en la Sinfónica de Colombia, primer barítono solista de la Banda
de la policía Nacional, director de la Banda Departamental de Boyacá y director de
(13)
Guillermo Abadía, "MUSICA FOLCLORICA", op. cit. Pg. 57- 62.
orquestas de fama internacional como "La Orquesta Suramérica", y la "Ritmo" en
Bogotá; primera bandola del grupo "Lira de Morales Pino", como guitarrista y compositor
que recorrió a Europa y países suramericanos, el "Maestro Cristancho" se destaca como
gran compositor de bambucos. Es el "músico indigenista" por su afición a la temática
folclórica dedicada a mitos, caciques chibchas, lugares indígenas y otros motivos
chibchas. Entre sus bambucos destacamos: "BOCHICA", "BACHUE", "BACATA",
"GUATAVITA", "HUNZA", "QUEMUENCHATOCHA", "SUTATENZA"; asimismo, sus
conocidos bambucos "PA QUE ME MIRO", "BAJO EL CIELO SOBRE EL LLANO", y
otros.
Su estilo de composición presenta unas cadencias de profundidad nativista, en donde
encontramos el interés del artista por lo más autóctono de nuestra raza y la más bella
ingenuidad, y a la vez profundidad de los aires folclóricos musicales de Boyacá. La
maestría del compositor Cristancho y la perfección de sus arreglos, le han dado uno de
los primeros puestos en Colombia en la composición de música folclórica nacional.
Otro de los grandes compositores boyacenses que se destaca en la composición de
bambucos es el sogamoseño JORGE CAMARGO SPOLIDORE. Con su obra "Rapsodia
colombiana" obtuvo el primer premio en el concurso "Fabricato" de 1948; asimismo fue
premiado su bambuco "RUMOROSA" y distinguido con mención honorífica su obra
sinfónica "Nuevo Reino de Granada". Entre los bambucos más conocidos de Camargo
Spolidore, mencionamos los siguientes: "CHATICA LINDA", "MI CANOA Y YO", "NO TI
HAGAS LA INDIJERENTE", "CUANDO SIAS MI MUJERCITA", "QUIEN LO SABRA",
"BOQUITA MENTIROSA", "OJITOS NEGROS", "ARROYITO", "SERENATA", "TUS MANOS",
"ASI ERA ELLA", "LOS TRIGALES" y otras. Su bambuco "Chatica linda" es uno de los más
representativos; dice así:
CHATICA LINDA
Venga cá, más pacá,
venga, empriésteme su jetica,
y en después me dirá
si me quere sumercesita.
Como yo no haberá
quen la quera hasta que se muera.
Linda chatica, déme a yo un besito siquera.
Chatica linda: cuando te miro
¡ay! mesmamente me da un suspiro
muy de de veras.
Tuitos los días mi oye rezarle
la Santa Virgen para implorarle
que vos me queras.
Llegan las noches y ya ni an duermo;
las paso en vela com´un enjermo
que tá penando...
Y echo a pensar: si busté me olvida
me he de quitar esta puerca vida
que toy pasando.
El más puro romanticismo en la canción campesina boyacense, nos lo refleja Jorge
Camargo Spolidore en su bambuco "Cuando sias mi mujercita", el cual fue muy popular
en las serenatas de los años cincuenta.
"CUANDO SIAS MI MUJERCITA"
Cuando sias mi mujercita
yo te haré una cabaña con las flores
más bonitas que se dan en mi montaña.
Con los rayos de la luna
haré cintas pa tu pelo,
con la espuma e la laguna
un sedoso y blanco velo.
Con las perlas del rocío
un collar para tu cuello;
y en las noches que haga frío
el calor de mi resuello.
Mientras brillan tenuemente
los cocuyos en las flores,
el murmullo de la fuente
cantará nuestros amores.
Calzaré tu pie pequeño
con jazmines y con rosas;
cubriré tu hombro trigueño
con un chal de mariposas;
p´adornar tu cabellera
con diadema de brillantes
lloraré la vida entera,
y del llanto haré diamantes.
Y la aurora, en la mañana,
cuando apague los luceros,
traerá hasta tu ventana
una orquesta de jilgueros.
Cuando sias mi mujercita
yo te haré una cabaña
con las flores más bonitas
que se dan en mi montaña.
PA' QUE ME MIRO
Bambuco
FRANCISCO CRISTANCHO C. Parte para piano
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
La compositora ANTONIETA SPOLIDORE DE CAMARGO, madre de Jorge Camargo
Spolidore, es la autora del bambuco "LOS PROMESERITOS", el cual presenta la forma de
conversación en la canción, muy utilizada para la interpretación de la música y la poesía
popular boyacense.
LOS PROMESERITOS
Los promeseritos nos vamos pallá,
Pondestá la Virgen de Chiquinquirá.
- El (Recitado): Escuche sumercé
y no creiga que voy a hacerle mal:
yo soy un jornalero, ya lo sé,
un probe jornalero sin jornal
pero que da la vida por busté. ¡Ay!
(Cantado). Métase a la venta,
déntre su mercé,
tome su chichita
que tá siendo sé.
- Ella Con el guarapito se baila mejor
al són de los tiples y del capador.
- Juntos Bebamos, chinita, guarapo también,
pa vivir más años que Matusalén.
- El (Recitado): Yo la vide venir
dorada de la sé por el calor
y dende que la vide sonreír
me provocó quererla con amor,
pus por busté dan ganas de morir.. .ay...!
(Cantado): ábra la jetica de rojo color
y échele a la caja del cuerpo licor.
- Ella La dulce chichita que apaga la sé
ta más amarilla que niun queniqué.
Juntos - Que buena la baten en este mesón,
Déjeme un sobrao ay! de su rubicán.
- El (Recitado): ay! ay! ay! Diosito mío
y alma bendita de mi agüela,
que el corazón me da brincos
y la lengua se m´enrieda
cuando trato de decirle
toíto lo que quisiera;
y un javorcito le pido
por lo que busté más quera:
y es que me diga untualito
si yo le gusto un tantico
y al mismo tiempo quisiera
venirse pa mi ranchito
paque siá mi compañera.
(Cantando):
Con sus guarapitos
más chirriada tá
que la mesma Virgen
de Chiquinquirá.
- El Dáme la jetica,
- Ella Démela busté,
- El Y déme un besito.
- Ella que tá siendo sé.
- Juntos Bebamos chichita, guarapo también
pa vivir más años, ay! que Matusalén.
El compositor tunjano GABRIEL CARDENAS RAMIREZ es otro de los músicos folclorólogos
boyacenses contemporáneos. Discípulo de Antonio María Valencia y Demetrio
Haralambis, el Maestro Cárdenas se ha destacado como uno de los compositores e
intérpretes de los aires musicales colombianos. En la década de los cuarenta fue
fundador y director de los conjuntos "Aires Boyacenses" y "Estampas líricas boyacenses"
de gran resonancia nacional; ha sido Director de Extensión Cultural de Boyacá y Director
de la Academia Boyacense de Música. Entre sus composiciones de bambucos,
mencionamos las siguientes: "PA QUE MAS SI TOY CONTENTO", "MI RANCHITO
BOYACENSE", "MONIQUIRENA", "VIVA BOYACA", "AHI TA Y QUE SACO" y otros. Con letra
de Roberto Galindo, el Maestro Cárdenas compuso su bambuco:
"PA QUE MAS SI TOY CONTENTO"
Pa que más si toy contento
con esta vida que vivo:
tengo mi rancho en la loma,
mi vaca y su ternerito,
estancia con semintera
y el agua jresca del río,
mi Dios que no me abandona
y no me jaltan cariños.
En el puro cucurucho
de la loma, como un nido,
blanquiar se mira mi rancho
sobre la aljombra del trigo;
ajuera, el viento y el jumo,
pero adentro, calientico.
Pa qué más si toy contento
con esta vida que vivo.
Mis alimales tan güenos
me ayudan en mis ojicios:
los llevo a beber, y noto
que son tan nobles amigos,
que mientras beben me miran
en el espejo del río.
Pa qué más si toy contento
con esta vida que vivo.
Con cuanto placer regreso
del trabajo a mi ranchito:
apenas llega la tarde
me aguardan en el camino
los bellos brazos abiertos
de mi mujer y mis hijos.
Pa qué más si toy contento
con esta vida que vivo.
Tengo mi rancho en la loma,
mi vaca y su ternerito,
estancia con simentera
y el agua jresca del río,
mi Dios que no me abandona,
mi mujer y mis hijitos.
Pa qué más si toy contento
con esta vida que vivo.
La romería a la Virgen de Chiquinquirá ha dado motivos para las canciones de algunos
bambucos populares colombianos. Uno de ellos de gran tradición, es el bambuco
"CUCHIPE" de autor anónimo, cuya letra expresa así:
CUCHIPE
"De Chiquinquirá yo vengo
de pagar una promesa,
y ahora que vengo santo
dáme un besito, Teresa.
Ola, Dolores,
Tóma la llave,
abre la puerta,
ciénde la vela,
tiénde la cama.. .y
quiáy de Cuchipe,
quiáy de Cuchipe
quiáy de Dolores.
El que enamora casadas
siempre está descolorido,
¿será por las trasnochadas
o por el miedo al marido?.
Las mujeres de mi pueblo
no saben ni dar un beso;
en cambio las Bogotanas
estiran hasta el pescueso.
Otro de los bambucos que se ha inspirado en la Romería a Chiquinquirá es el compuesto
por Alejandro Wills, con letra de Arturo Suárez, con el título "En la Romería".
"EN LA ROMERIA"
Chinita querida, por vos he venío
de allá de las tierras onde quema el sol;
dejé mis montañas, dejé mi bohío,
dejé mis sembraos y dejé mi río
por verte, mi amor.
Si vieras lo verde que tá la rocita
que detrás del monte yo sembré pa vos;
con esa cosecha compraré ropita
pa que nos casemos una mañanita,
ay, jelices los dos.
Si vieras qué tristes los perros quedaron
ullando solitos en el platanal;
pero qué de lindo los toches volaron,
llamándote alegres; por eso cantaron
en el guayabal.
Poné la memoria y acordáte ahora
que el día que nos vimos bien lejos está:
jué en la romería; bendigo esa hora,
jué en la romería de Nuestra Señora
de Chiquinquirá.
Jurá que á yo solo me esperas, mi vida,
que pa yo solito será tú querer,
que pa todu´ el mundo serás siempre esquiva
y que tus ojitos de mirada viva
pa yo habrán de ser.
Hoy mesmo a tus taitas les pido tu mano
pa que el santo estao podamos tomar,
y pa que así pueda, como güen cristiano,
en esa boquita, ya sin ser projano,
hartos besos dar.
Mi ranchito te espera con giande alegría
pa que en él junticos vivamos los dos;
mi trapiche llora porque tarda el día
en que de llevarte, chinitica mía
de mi corazón.
Entre los compositores Boyacenses de bambucos, son dignos de especial mención los
siguientes: PARMENIO PONGUTA (oriundo de Labranzagrande) es autor de los bambucos
"Aires de mi tierra" e "Idilio campestre", entre otros; JESUS MARIA DUEÑAS
(Oriundo de Socha) es autor de los bambucos "Duitama" y "Paz de Río" como típicos
entre las numerosas obras que este compositor ha dedicado a los pueblos boyacenses:
Soatá, Guateque Chiquinquirá, Tunja, Miraflores, Socha, Tasco, Moniquirá, Cómbita, y
otros. LUIS DUEÑAS PERILLA, el compositor de la conocida danza "Negrita" es autor de
los bambucos "Bajo la luz de la luna" y "Adorado Tiplecito" entre otros; este
compositor es oriundo de Somondoco.
El tunjano JOSE TOMAS POSADA, el célebre "Tomasón" quien obtuvo el primer premio
nacional en el concurso patrocinado por Indulana en 1945 con su obra "Momento
indígena", es el autor de los bambucos "Los Barrancos" y "La Tunjanita".
El chiquinquireño OCTAVIO QUIÑONES PARDO es el compositor de los bellos bambucos
"Mañana de mañanita" y "Carambita y que caray". El Maestro EMILIANO GONZALEZ
R. natural de Aquitania (antiguo Pueblo Viejo), es el compositor del conocido bambuco
"El Guandolo". El compositor RAUL SANCHEZ NIÑO (nacido en Tuta) es el autor de los
bambucos "El Pañolón", "Campesino contento", "A Tuta" y otros. El músico EFRAIN
MEDINA MORA, natural de Tenza, es el compositor de los bambucos "El Guatecanito" y
"Colombia Patria Querida" entre otros. GUSTAVO MOTA BELTRAN, nacido en
Moniquirá, es el compositor de los bambucos "Moniquireña" y "El Nego" entre sus
múltiples composiciones. JUAN C. GOYENECHE, Sochano, compuso su bambuco "Perla
de Boyacá". El Maestro HECTOR JOSE VARGAS, oriundo de Sutamarchán es el
compositor de los bambucos "Soy Boyacense", "Mana Florinda", "Indiecita
Boyacense" y otros: de este compositor se ha hecho muy popular su bambuco,
"SOY BOYACENSE"
Noble es mi ancestro de Nemqueteba
Saguanmanchica, Idacansas
de Nemequene, de Tisquesusa,
Queinuenchatocha y el gran Mincuá.
Soy boyacense de pura raza
amo a mi tierra como a mi mama
siempre de abrigo cargo una ruana
hecha en el viejo telar de casa.
Y con mi blanco jipa de paja
como armonizan mis alpargatas
cuando no hay chicha bebida grata
echo aguardiente por mi garganta.
Canto guabinas y torbellinos
y un viva alegre le hecho a mi patria
sin hablar mucho marco la pauta
si de elecciones siempre se trata.
Surco los campos con el acero
que da la entraña de aquestas tierras
y de sus rocas esmeraldinas
le doy al mundo preciosas gemas.
Haciendo coros con los turpiales
que alegres cantan de madrugada
rasgo mi tiple chiquinquireño
frente a la alcoba de mi adorada.
Canto guabinas y torbellinos
y un viva alegre le echo a mi patria
sin hablar mucho mareo la pauto
sí de elecciones siempre se trata.
Llevo en mis venas sangre guerrera
pues lo atestigua el Pantano de Vargas
soy pendenciero, tiro de frente,
nunca un ataque doy por la espalda.
Lucho incansable contra gobiernos
que en su provecho el fisco gastan
y cuando triunfo tan solo pido
y una curul en la burocracia.
Canto guabinas y torbellinos
y un viva alegre le echo a mi patria
sin hablar mucho marco, la pauto
si de elecciones siempre se trata.
En las primeras décadas del siglo XX se hizo famoso en Colombia el bambuco. "EL
GUATECANO" obtenido directamente del folclor boyacense por el músico Emilio Murillo.
Esté compositor llevó al pentagrama una melodía popular que se encontraba común en
Boyacá y Cundinamarca, la cual dio origen a la letra y música de "El Guatecano". Según
Jorge Añez en su obra "Canciones y Recuerdos", el motivo original y el posterior de
reforma que le hizo Murillo, son los siguientes:
Adiós paloma,
que no hay gavilán
que se la coma,
que no hay gavilán
que se la coma,
que no hay gavilán
que se la coma.
Ayer paso por aquí
Cuando empezaba a Llover…
¡Qué linda que es mi mujer,
que linda que es mi mujer.
(Nueva Letra de Murillo)
Ranchito hermoso
que fuíste el hogar
de la que adoro,
divina mujer
de bucles de oro
y cuerpo gentil
de Virgen diosa.
Hilito de agua
de ruido sutil
y suave canto
que escondes tu amor
bajo las hojas
de fresco verdor
y dulce sombra.
Este es mi sueño de amor,
hermosa, fresca y feliz;
sin su cariño no sé
cómo podré yo vivir".
En el baile del Bambuco, los coreógrafos han distinguido hasta ocho figuras: La
invitación, los ochos, los codos, los coqueteos, la perseguida, el pañuelo, la arrodillada y
el abrazo: Sin embargo, el campesino baila el bambuco con algunas figuras muy
sencillas, y en general, sin seguir un orden coreográfico riguroso. (14)
EL PASILLO: Es otro de los aires musicales folclóricos de Boyacá que se hicieron
populares desde el siglo XIX. Es una de las variantes del vals europeo, convertido en
baile de moda, con ritmo más rápido, o sea de "pasillo". Una de las formas de variación
en el siglo XIX fue la "capuchinada" o vals nacional rápido. En los años dé transición
entre los siglos XIX y XX, el pasillo se convirtió en el ritmo de moda de los colombianos;
era el más solicitado por los jóvenes y el más escuchado en las tertulias bogotanas y en
los restaurantes típicos, al estilo de "Rondinella", "La Gata Golosa", etc.
En la interpretación de los pasillos encontramos dos tipos representativos: el pasillo
fiestero instrumental, que es el más característico de las fiestas populares, bailes de
casorios y de garrote; se confunden con la típica banda de música de los pueblos, con los
fuegos de pólvora, retretas, corridas, etc. El pasillo lento vocal o instrumental es
característico de los cantos enamorados, desilusiones, luto y recuerdos; es el típico de las
serenatas y de las reuniones sociales de cantos y en aquellos momentos de descanso
musical, cuando deseamos recordar.
Entre los pasillos boyacenses más destacados, señalamos los siguientes: Gabriel
Cárdenas Ramírez, es el compositor de los pasillos, entre otros: "Adentro Alfredito",
"Mi compadre Carlitos" y "Pedrito Martínez", el Maestro Francisco Cristancho es
célebre por sus pasillos "Iza" y "Trigueñita"; Jorge Camargo Spolidore con su pasillo
"Reconciliación"; el Maestro Emiliano González y su pasillo "Duitama"; el compositor
Chucho Dueñas, célebre por sus pasillos "Soatá" y "Santa Rosa de Víterbo" entre
otros; el músico Parmenio Pongutá y su pasillo "Tus pupilas"; Carlos Martínez Vargas y
su pasillo "Lucía"; el Maestro José Tomás Posada es muy conocido por su colección de
pasillos "Las Brisas de Boyacá"; el maestro Luis Rodríguez conocido por su pasillo
"Floreciendo" el compositor Israel Becerra y su pasillo "Tip Top".
El poeta chiquinquireño JULIO FLOREZ es también conocido como compositor e intérprete
de nuestros aires vernáculos. Este poeta boyacense, nacido en Chiquinquirá en 1867 es
el más importante y fecundo en la producción poética. Sus poesías las recopiló en sus
obras: "Horas", "Cardos y lirios", "Gotas de Ajenjo", "Fronda Lírica", "Cesta de Lotos" y
"Manojo de Zarzas". Entre sus composiciones musicales, con letra y música, la más
notable y conocida es su pasillo "Flores negras", compuesta en 1903; además sus
pasillos "Ella", "Y lo besó en la frente", "Tanto me odias", "Góndolas azules" y
otras. Su pasillo "Flores negras" tuvo gran difusión en los principios del siglo XX, y hoy es
muy conocido a nivel mundial; así expresa:
(14)
Harry C. Davidson, "DICCIONARIO FOLKLORICO DE COLOMBIA" Bogotá, Banco de la República, 1970, PP. 59 - 455.
Es el estudio más completo que se ha realizado sobre el bambuco en Colombia. Sobre la coreografía de las danzas
colombianas, véase la obra de Jacinto Jaramillo, "DANZAS NATIVAS DE COLOMBIA", Bogotá, Edit. Voluntad, 1968.
FLORES NEGRAS
Letra y música de Julio Flórez
Oye: bajo las ruinas de mis pasiones,
y en el fondo de esta alma que ya no alegras,
entre polvo de ensueños y de ilusiones
brotan entumecidas mis flores negras. –
Ellas son el recuerdo de aquellas horas
en que presa en mis brazos te adormecías,
mientras yo suspiraba por las auroras
de tus ojos auroras que no eran mías.
Ellas son mis dolores, capullos hechos,
los intensos dolores que en mis entrañas
sepultan sus raíces, cual los helechos
en las húmedas grietas de las montañas
Guárda, pues este triste, débil manojo
que te ofrezco de aquellas flores sombrías;
guárdalas, nada temas, que es un despojo
del jardín de mis hondas melancolías.
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Aun cuando la mayor tendencia en la composición musical con temas folclóricos
colombianos, se ha desarrollado en Boyacá principalmente en los ritmos de bambuco,
torbellino, guabina y pasillo, también encontramos composiciones folclóricas con otros
ritmos principalmente andinos y llaneros. Mencionamos la célebre danza "NEGRITA" del
compositor LUIS DUEÑAS PERILLA; los bellos valses "A una niña bonita", "Ojos serenos
'.' y otros de Gustavo Motta Beltrán; las canciones de Luis Martín Mancipe, Carlos J.
Mancipe, Carlos Martínez Vargas. Muy dignas son de destacar las bellas composiciones
musicales de LUIS MANUEL PARRA CARO y entre ellas: "La Sativeña", "Soatense",
"Corraleñita", "Flor de mis Hontanares", "Primaveral", "Victoria", "Amor terrígeno", "Llevo
una pena en el alma" y otras. La danza "Negrita" con música y letra de Luis Dueñas
Perilla se ha difundido con gran profusión:
NEGRITA
(Danza Boyacense)
Negrita...
Tú viniste en la noche
de mi amargo penar;
Tú llegaste a mi vida
y borraste la herida
de mi pena letal.
La ilusión de mi vida
es amarte no más,
implorarte el consuelo,
el calor y el ensueño
que jamás pude hallar,
Separarnos hoy quiere
el destino a los dos,
y una pena me brinda
esta separación.
Hoy te alejas de mí,
hoy se va mi ilusión,
y todo es amargura
para mi corazón.
c. Las danzas folclóricas de Boyacá.
Teniendo como base la música de TORBELLINO principalmente y además de guabinas,
bambucos y pasillos, el folclor boyacense presenta una gran variedad en sus danzas
folclóricas. La Danza se nos presento como el conjunto de movimientos cadenciosos del
cuerpo, marcando ciertos pasos, mudazas y actitudes, y sometido a las leyes del ritmo.
Las danzas folclóricas son bailes que necesitan cierta preparación y organización y se
someten a reglas casi fijas; están interpretadas por personas adiestrada para ello. ()
Entre las danzas folclóricas más representativas de Boyacá, señalamos las siguientes:
(15)
LA DANZA DEL TRES: Se baila en Boyacá con música y ritmo de torbellino; es
semejante al "Ballo" español y al baile del "Palito" en Argentina. Se lleva a cabo entre
tres personas, un hombre y dos mujeres, o una mujer y dos hombres, quienes rivalizan
por la atención del bailarín o la bailarina. Mientras que una pareja quieta marca el paso
de rutina, la tercera persona con paso menudo, se entrecruza entre ellas. Una copla
boyacense refleja el espíritu de esta danza:
"En el nombre sia de Dios
y mi padre San Andrés
que no me vaya a turbar
en este baile del TRES".
Una variedad del TRES en Boyacá es el llamado "Tres de los Escribanos" que se
encuentra en el Valle de Tenza, y en el cual las parejas simulan escribir en el suelo. Tres
personas, generalmente dos mujeres y un hombre o viceversa, bailan sueltos al son de
torbellino u otros aires del Altiplano. Cuando uno de los bailarines "corta", es decir, pasa
entre sus dos compañeros, ha de cantar una copla de cuatro versos rimados. Cuando el
bailarín vuelve en su ruta para trazar el ocho siguiente, ya ha terminado de cantar y le
corresponde el turno a los otros.
LA DANZA DEL SEIS: aparece también en el folclor boyacense, con influencia de los
Llanos; se presenta como una danza del tres doble; generalmente son 4 hombres y dos
mujeres o 4 mujeres y dos hombres. Inicialmente los danzantes bailan separados; luego
se juntan y entremezclan.
LA DANZA DE LA TRENZA O DE LA CLIZNEJA: aparece en el folclor boyacense como
una supervivencia española de la antigua "danza de los palillos". Aparece también con los
nombres de "Danza de las Cintas" y "Danza del Cordón", bailadas con ritmo de torbellino.
Esta danza describe un movimiento característico de la forma de entrelazar o entretejer,
interpretado por algunos antropólogos como aquella que supravalora la técnica del telar
como símbolo de la potencialidad de la naturaleza.
La danza de la Trenza se bailaba en España en los siglos XVI y XVII con 16 danzantes al
rededor de un árbol adornado con guirnaldas y flores llevado por un individuo, del cual
pendían 16 cintas de diversos colores. Cuando comenzaba la copla:
(15) Perdomo Escobar, José Ignacio, "HISTORIA DE LA MUSICA EN COLOMBIA'; Bogotá, Edit. A. B. C., 1963. Véase
asimismo los estudios de Joaquín Piñeros Corpas, "EL CANCIONERO NOBLE DE COLOMBIA" (Con grabaciones).
Las cintas están tejidas
volvamos a destejer.
Comenzaban los danzantes a deshacer el tejido, pero sin perder el ritmo ni el compás de
los movimientos.
La danza de la Trenza se interpreto en Boyacá con el ritmo de Torbellino y es muy
común en las fiestas del Corpus Christi, fiestas patronales y en especial en Navidad. En el
norte de Boyacá se conoce como la "Danza de la Clizneja" y se acostumbra en las
fiestas reales que se celebran el 2 de Febrero de la "Morenita de Güicán" o fiesta de la
Candelaria. La comparsa se compone de un pabellón con un palo central y un manojo de
cintas que se colocan en la parte superior del palo con un moño bien arreglado;
generalmente son bastantes cintas, las cuales son cortadas y entregadas a cada persona,
conservando siempre el estilo de las parejas. La danza se realiza a son de torbellino; en
ella cada pareja va entrelazando rítmicamente su cinta en el palo, en tal forma que se va
tejiendo de arriba hacia abajo; desde el moño hacia abajo; luego van destejiendo la
trenza también rítmicamente y así hasta cuando termina el desfile de comparsas. Esta
danza se registra en Güicán, la Uvita, Soatá, Socha y otros pueblos de Boyacá y es muy
típica en las representaciones campesinas de comparsas en el Aguinaldo Boyacense.
LAS DANZAS DE CORPUS: fueron muy populares en la provincia de Tunja desde la
época colonial. Eran representadas por indios descendientes de los chibchas,
acompañados por tamborines y flautas; iban con gorros de vistosas plumas y llevaban
asimismo plumas en las muñecas, en las gargantas y en los pies y un carcax lleno de
flechas sobre la espalda. Los indios iban pintados el cuerpo de muchos colores y algunos
cubrían la cara y la cabeza con una especie de máscara hecha con cintas de varios
colores. Formaban hileras danzando en avances y retrocesos y haciendo círculos que
desbarataban luego en un completísimo antagonismo gimnástico, golpeando
simultáneamente unos pequeños garrotes, mientras que los movimientos de los pies
eran ejecutados al son de tamborcillos y flautas. En las fiestas coloniales llegaban a
Tunja los pueblos de indios circunvecinos con sus propias danzas y disfraces al son de
chirimías, caxas, trompetas y pífanos; se encendían luminarias en las puertas de las
casas tunjanas y se arrojaban los cohetes para la alegría de la ciudad.
LA MANTA: es otra de las danzas típicas del Altiplano boyacense con profundas raíces
coloniales. Aparece en dos modalidades: la manta redonda y la manta jilada.
La Manta redonda: es muy acostumbrada en los matrimonios campesinos; se baila con
ritmo de torbellino y en forma separada; los hombres con ruana y las mujeres con
mantilla puesta. En ella los danzantes no se tocan; no hay tacto ni de manos, ni de
cintura; las indias bailaban esto danza sin alzar casi los pies de la tierra; a veces el
hombre se arrodilla y la mujer da vueltas a su alrededor tres o cuatro veces y luego
siguen danzando. Se llama manta redonda por la redondilla o círculo que se hacía en un
momento determinado a la mujer.
La Manta jilada: es otra de las variedades de la Manto que se encuentra en Boyacá; en
ella encontramos la representación de un baile en donde se imita el oficio de hilar una
manta. La mujer lleva en la mano un vellón de lana y el huso con tortero y los elementos
básicos para hilar. El baile se inicia con el saludo y con paso de rutina del torbellino; la
mujer hace un ademán imitativo para esquilar la oveja; el hombre mientras tonto
enmadeja, ovilla y amaga a ratos a cogerle el hilo a ella. El baile se va haciendo a
medida que se envuelve la madeja de lana; en un momento determinado la mujer lanza
el ovillo al techo, con un gesto como si le saliera del corazón. En esta danza se imita el
montaje del telar, el envío de las lanzaderas y la manta terminada.
EL MOÑO: es otro de los bailes típicos del Altiplano boyacense. Es una de las
manifestaciones de las danzas criollas del siglo XVIII cuando se empezó la costumbre de
interrumpir la danza en un momento determinado, para dejar escuchar las coplas. En el
Moño se suspendía la danza con un toque especial de la música, para dejar el ambiente a
un hombre que decía la copla: inmediatamente seguía la música con ritmo generalmente
de Torbellino y se suspendía para dar el campo a la mujer para exponer su copla. En el
Moño se establecía una multo si el hombre o la mujer no cogían la copla; en caso de
perder, continuaba otra pareja en el baile del Moño.
LA CAÑA: aparece como una danza y canto de los moledores del Valle de Tenza; en ella
se hace un simulacro de todos los pasos de la molienda de la caña: cortada, transportada
y triturada entre dos cilindros; los pasos de la danza representan cada uno de los
movimientos del trapiche y toda la fuerza de la molienda. Los bailarines en número de
cinco o seis parejas, danzan, cantan y se acompañan con coplas alusivas a la molienda.
Generalmente los cantos de la Caña son tristes y profundos.
Una de las variantes de la Caña es la que aparece en el siglo XIX con el nombre de
MEDIA CAÑA que se conoce tanto en Boyacá como en algunas provincias de Argentina,
Paraguay y Chile. Según la tradición boyacense, para la danza de la Media Caña se
utilizaban dos mujeres y dos hombres. Una pareja servía de estantillos o sea que
permanecía quieto, como vigilante en la danza de la otra pareja. En esta danza se
conocen las figuras del saludo, el cual se hacía muy respetuosamente con e1 sombrero;
posteriormente venía la segunda figura que consistía en un saludo con la mano; en la
tercera figura los danzantes se amenazaban; en la cuarta pegaban un palmoteo; luego
tomaban el centro de la pisto, cerca de los estantillos y se cogían para el baile, dando
vueltas muy curiosas, después de las cuales se abrían. Después de que esto pareja
bailaba, continuaban los estantillos, quienes hacían ahora de pareja, regresando la
anterior a los puestos de éstos.
EL BAILE DE LA COPA O DEL CUATRO: es conocido en algunas regiones de Boyacá;
en este baile las personas danzan alrededor de un sombrero ubicado en la mitad del sitio
del baile; presenta la variedad de que la pareja que baje la copa o sombrero debe hacer
el gasto y el agasajo.
EL BAILE DE LA PERDIZ: es un baile que se ha registrado en diversos lugares de
Boyacá, entre ellos los pueblos aledaños a la Laguna de Tota. En este baile se imita la
perdiz en un trigal y sus intentos de defensa del cazador; hombres y mujeres hacen un
círculo para rodear a la mujer que hace de perdiz y quien remeda los veloces
movimientos de esta ave. La perdiz busca afanosamente la salida de la maraña por un
punto débil que le permita escapar. Cuando ella sale del matorral aparece un mozo que
le da alcance y entonces ella simula rodar sin vida por el suelo.
En otros casos la danza de la Perdiz la bailan 6 parejas; los hombres silban para llamar la
perdiz y las mujeres, atendiendo el silbido los siguen y son atraídas en un juego con el
pañuelo. La mujer va detrás del hombre; a veces se cruzan y entrecruzan continuamente
y cada danzante va por turno echando una copla.
En Boyacá existen además otras danzas supervivientes de los siglos XVIII y XIX,
destacando entre ellas las siguientes: El Baile del Pañuelo en el cual cada danzador va
sacando a su pareja e invitándola a bailar con una canta o copla que es a su vez
contestada por su compañera. El Baile del Vaso en donde los danzantes hacen pruebas
acrobáticas sobre un vaso y al son del torbellino. El Baile del Alcahuete con figuras
discretas y artísticas muy propias del boyacense. El Baile de la Contradanza muy típico
en el siglo XIX en las fiestas de Sutatenza, con sus variables: obligadas o dobles, de
cambio y sencillas. El Guatecano un tipo de torbellino del Valle de Tenza. El Galerón
típico de los Llanos y confundido en algunos casos con el torbellino boyacense. Los
Camarones otra danza y tonada boyacense, muy típica de Valle de Tenza; así expresa
una de las cantas valletenzanas:
"Muchacho barre tu casa
bárrela hasta los rincones
que viene el Señor Alcalde
a bailar los Camarones. (16)
(16) Joaquín R. Medina y José Vargas Tamayo, "CANTAS DEL VALLE DE TENZA'; Bogotá, Ministerio de Educación, 1949.
Véase la Canta 228 sobre el Baile de los Camarones.
En los campos boyacenses existen también los bailes sainetes de animales en los
cuales se presenta un simulacro de ataque y defensa, y en donde los campesinos gozan
alegremente en sus fiestas. Entre ellos mencionamos los investigados por la folcloróloga
Lilia Montaña de Silva Célis en los pueblos aledaños al lago de Tota : "La gallina y el
Zorro", "El gato y el ratón", "La palomita y el gavilán", "El pollito y la
comadreja", etc.;los campesinos desarrollan estos bailes sainetes con prodigiosa
fantasía, mezclando sus hechos simples de la vida, con los aconteceres de los animales
que los acompañan. Uno de los más representativos es el Baile del Conejo, en el cual
un campesino ágil hace el papel de conejo, otro campesino las veces de cazador y otros
el papel de los perros de caza. En medio del círculo el cazador persigue al conejo que
esquiva ágilmente; cuando logra salir del círculo se encuentra con los perros que lo
acosan por uno y otro lado; llega el momento del rodeo total, cuando el cazador apunta
con su escopeta de madera y deja al animalito tendido en el suelo. (17)
d. Instrumentos Musicales, Conjuntos y Bandas de Música
En el folclor musical son importantes los instrumentos musicales para el
acompañamiento de los bailes y cantos populares. Entre los Instrumentos musicales
traídos por los españoles en los siglos del coloniaje destacamos el tiple, la guitarra, la
bandola, el requinto y demás variantes instrumentales de cuerda.
La guitarra española forma una familia completo, siendo sus principales componentes: la
guitarra ordinaria, la guitarra tenor, la guitarra requinto, el guitarro ordinario, el
guitarrico triple y la guitarra flamenca de sonoridad más apagada.
EL TIPLE es el instrumento folclórico más típico de Boyacá; es un instrumento
descendiente de la guitarra española, con algunas transformaciones de carácter nacional,
que le definen su carácter de instrumento típico colombiano. Entre sus antecesores
españoles con alguna semejanza, se han señalado; el timple canario, instrumento de
cuerda de las Islas Canarias, con función de acompañamiento en cinco cuerdas; el
guitarrico español; y hasta se le ha comparado con la "chitarra battente", un
instrumento del Barroco que tuvo gran popularidad en España y sur de Italia. Claro está
que la transformación que sufrió este instrumento en Colombia, es precisamente lo que
le asigna su carácter nacional, y en especial su gran difusión en los campos y aldeas
colombianas. El tiple presenta menor tamaño que la guitarra; sus cuerdas se triplicaron
en cada orden, y de todos los instrumentos legados por España fue el que más se
popularizó entre los colombianos; en Boyacá es el instrumento popular por excelencia de
los campesinos.
Con el tiple los campesinos boyacenses utilizan también el REQUINTO, muy semejante
al primero, con la diferencia en la caja, que es mucho más pequeña y estrecha y produce
un sonido más agudo. Los viejos campesinos boyacenses consideran que la
popularización de las guitarras y bandolas se presentó en tiempos más recientes. Los
conjuntos campesinos boyacenses están formados principalmente por tiples y requintos.
En Boyacá son típicos los instrumentos de cuerda elaborados en Chiquinquirá, y
principalmente fabricados por la familia Norato. Una copla boyacense nos habla sobre su
calidad:
"Mi tiple se toca solo
compadrito don Torcuato
me lo hizo en Chiquinquirá
don Tomasito Norato".
Con los instrumentos de cuerda, los españoles introdujeron la CHIRIMIA una especie de
oboe, trabajada toscamente y taladrada por agujeros laterales, seis de ellos destinados a
taparse por medio de los dedos; según parece, es una derivación del chalumeau
(17) Lilia Montaña de Silva Célis, "MITOS, LEYENDAS, TRADICIONES Y FOLCLOR DEL LAGO DE TOTA". Tunja, U. P. T. C.,
1970, pags. 423 - 427.
medieval, conocido en España desde los tiempos de los juglares españoles. Hubo
chirimías de varios tamaños y en general se utilizaban para doblar el canto.
En la época colonial y el siglo XIX, las chirimías acompañaron las procesiones y coros de
los templos. Los chirimeros eran a manera de heraldos que encabezaban los cortejos
procesionales en las ceremonias religiosas y fiestas pueblerinas. En la provincia de Tunja
se acostumbraban las chirimías en las fiestas religiosas y reales; en 1663 el Corregidor
Juan Bautista Valdés ordenó a los caciques e indios de los pueblos de Chivatá, Toca,
Siachoque, Viracachá y otros, para que llevaran sus pendones, cajas, pífanos, trompetas
y CHIRIMIAS a la procesión que se proyectaba para el 29 de enero en acción de gracias
por el nacimiento del Príncipe Carlos José.
La chirimía.
Una variedad de instrumentos musicales folclóricos que encontramos en Boyacá, son los
AEROFONOS, en los cuales el sonido se produce por la vibración del aire al ser soplados
por el intérprete. Entre ellos destacamos el CAPADOR conocido en el Valle de Tenza con
el nombre de "los chiflos"; consiste en una serie de canutillos de caña de Castilla,
graduados para los diversos sonidos, y unidos entre sí con cabuyas y cera negra; es un
instrumento indígena muy antiguo, encontrado en las excavaciones arqueológicas de los
Chibchas, junto con las flautas, tatas y ocarinas. Los capadores conformaron los
conjuntos campesinos boyacenses, con las famosas chirimías y las flautas. Desde el siglo
pasado se hicieron populares en Boyacá las Dulzainas, llamadas también armónicas o
sinfonías; muchos campesinos las manejan con gran habilidad y las incluyen con sus
conjuntos de tiples, bandolas, panderetas y chuchos.
Otra variedad de instrumentos folclóricos en Boyacá son los AUTOFONOS, en los cuales
quién los toca produce vibraciones en su misma materia. Destacamos entre ellos: el
alfandoque, la carrasca, la guacharaca, la carraca y los chuchos.
El Alfandoque es un instrumento típico del Valle de Tenza y otras regiones de Boyacá;
consiste en un trozo de guadua, al cual se le introducen pepitas de chisgua y se hacen
sonar sacudiendo rítmicamente. Antiguamente era un trozo de bambú, largo y
completamente vacío con unas varillas transversales que obstruían el interior del tubo; a
este tubo se le echaban granos bien duros, con los cuales se obtenían sonidos Imitando
la lluvia.
El chucho es otro instrumento autófono encontrado en el Altiplano desde los antiguos
Chibchas, quienes los utilizaban en sentido mágico religioso. Los campesinos los elaboran
con calabazas secas, a las cuales les introducen pepitas que se hacen sonar sacudiendo
rítmicamente, estas pepitas son generalmente mararayes, pipos o tocuas.
La carraca es otro autófono muy típico de Boyacá. Consta de una mandíbula de asno,
caballo o vaca que tenga la dentadura floja; agitándola o también frotándola con un
palito, produce un ruido que sirve para el acompañamiento con otros instrumentos.
La carrasca es un autófono que se construye con madera de chonta, macana,
cañabrava u otras maderas fuertes; aparece cortada en forma de serrucho, cuyos dientes
al frotarlos con otra vara más delgada producen un sonido fuerte para el
acompañamiento musical. Es muy semejante a la Guacharaca que tocan los campesinos
boyacenses, la cual está formada por una caña de Castilla con muescas y se toca por
frote con un palito; la acostumbran los campesinos boyacenses para tocar el torbellino.
Otra variedad de los instrumentos folclóricos de Boyacá son los MEMBRANOFONOS, cuyo
sonido se produce mediante una membrana extendida sobre una abertura y que
corresponde más específicamente al tambor, utilizado tanto por chibchas, como por
españoles. Entre los membranófonos mencionamos en Boyacá el chimborrio, la
pandereta y diversos tipos de tambores.
El chimborrio o chimbor es un instrumento de percusión rudimentario, de voces graves y
buena resonancia. Es una especie de tambor pequeño con parche por un solo lado, hecho
en el Valle de Tenza de piel de oveja. Aparece como un cilindro hueco o tarro de tronco
de fique, al cual se le acomoda de lato la membrana. El músico lo sostiene en alto
mediante una cuerda que se echa al cuello y lo toca con dos palillos. () Una copla
valletenzana nos habla de este instrumento: (18)
"Muchachita, no té triste,
alegre su corazón
qui ´ horita le tocaremos
bandolita con chimbor".
La pandereta es un instrumento membranófono introducido por los españoles del norte
de la península; está formado por uno o dos aros superpuestos, provisto de sonajas o
cascabeles y cubierto con piel muy lisa y estirada. Las panderetas se acostumbran en las
romerías y fiestas populares.
Según los documentos históricos, parece que el Arpa, un instrumento cordófono tuvo
mucha importancia en la provincia de Tunja en los finales de la época colonial y era muy
utilizada en las reuniones, fiestas religiosas y civiles. Los indígenas se fueron
acostumbrando a las arpas y las construyeron a imitación de las traídas por los religiosos
para los conventos e iglesias; eran muy utilizadas para atraer a las gentes a la fe
cristiana. En las informaciones del «Diario» de Cochrane aparece el arpa en las fiestas de
Suta, junto con la guitarra y el tambor. En los mediados del siglo XIX el arpa comenzó a
desaparecer de la organología boyacense del Altiplano y se dejó casi exclusivamente en
los Llanos Orientales.
Con la diversidad de instrumentos musicales se conforman los conjuntos folclóricos de
Boyacá. LOS CONJUNTOS DE PROMESEROS que van a las romerías de Chiquinquirá,
Monguí, Chinavíta, Tunja, etc. Llevan generalmente tiples y requintos para acompañar
sus torbellinos; a éstos se suma en ocasiones los alfandoques o chuchos.
En las murgas de las comparsas navideñas aparecen conjuntos formados con tiples,
requintos, bandolas, flautas, capadores, guacharacas, alfandoques y panderetas.
(18)
Harry C. Davidson, Op. Cit. pgs. 161- 162.
La revolución musical que el invento de los instrumentos de viento y caña se presentó en
los siglos XVIII y XIX en la música de Occidente, cambió casi por completo las formas de
interpretación de la música popular de los pueblos, los cuales fueron cambiando sus
chirimías y conjuntos por pequeñas BANDAS DE MUSICA, formadas por trompetas,
clarinetes, flautas, requintos, saxofones, barítonos, bajos o helicones, altos, trombones,
bombos o tambores, redoblantes y platillos en proporción a la capacidad de la banda. La
mayoría de las bandas de los pueblos se conformaron por grupos entre 6 y 15 músicos;
la capital y ciudades principales con grupos superiores.
El movimiento por la conformación de bandas de músicos en Colombia, lo encontramos
más acentuado en los finales del siglo XIX y principios del XX. En Tunja aparece una
Banda de música conformada hacia 1878 dirigida por el maestro Carlos M. Torres; con
ella se amenizó la conmemoración de la batalla de Boyacá en dicho año. La Banda de
Música al servicio del Departamento o sea la BANDA DEPARTAMENTAL DE BOYACA, fue
creada mediante el decreto 9 del 25 de noviembre de 1886. A partir de ella se fueron
creando las bandas en diversas ciudades de Boyacá; en la segunda mitad del siglo XX se
han hecho famosas las bandas de Duitama, Boavita, Chiquinquirá, Chinavita,
Sativanorte, Corrales, El Cocuy, Güicán, La Capilla, Pachavita, Tenza, Sutatenza,
Guayatá, Ramiriquí, Cerinza, Socha, Monguí, Mongua, Aquitania, Tasco, Pesca, Belén de
Cerinza, en la vereda de Cusagüí en La Uvita, Paipa, Moniquirá y otros pueblos de
Boyacá. En el festival y concurso de Bandas de Música que se hace en Paipa a nivel
departamental y nacional a partir de 1974 se han destacado por su excelente estilo
artístico las bandas de Duitama, Tunja y Boavita.
La alegría de las fiestas de los pueblos boyacenses, sin lugar a dudas, se encuentra en
sus bandas de música. Las procesiones de iglesia, fiestas populares, fuegos de pólvora,
corridas de toros, de aquellas que en determinadas ocasiones se improvisan en los
cercados de la plaza; las retretas o conciertos populares; la llegada al pueblo de políticos
y altos dignatarios civiles y eclesiásticos, etc., todo ello se ameniza con la popular banda
de música.
6. El folclor literario de Boyacá
a. Las coplas, cantas o tonadas boyacenses
El género literario-folclórico de las COPLAS es conocido en Boyacá con los, nombres de
CANTAS en Valle de Tenza y TONADAS en el Altiplano Central y región del Norte de
Boyacá. Designan estos nombres una composición poética popular que consta sólo de
una cuarteta o romance, de una seguidilla, de una redondilla o de otras combinaciones
breves, utilizadas comúnmente en las canciones folclóricas, en los intermedios de las
danzas vernáculas, en los duelos poéticos y en general en las tertulias campesinas.
El origen de las Cantos o Tonadas boyacenses se remonta a los cantares españoles de
finales de la época medieval, cuya muestra más representativa son las "Cántigas de
Santo María" del rey Alfonso el Sabio. Estas cántigas o coplas españolas fueron
introducidas al Nuevo Reino de Granada y demás regiones de Hispanoamérica y fueron
adaptándose de acuerdo con la psicología de cada región. El trovador anónimo
colombiano adoptó muchas coplas españolas; otras las adaptó a sus circunstancias;
asimismo creó sus propias coplas.
Las cantas o tonadas brotaron en las plazas, calles y hogares de las incipientes ciudades
coloniales de la provincia de Tunja y en general del Nuevo Reino; recorrieron los campos
recolectando con sus versos las costumbres de cada región; sus hechos triviales, sus
gestas patrióticas, el amor campesino, el olvido, el despecho y otros sentimientos del
pueblo. Unas coplas o cantas son descriptivas del paisaje; otras de sabor político,
compendiando los diversos temas de la vida espontánea de los pueblos. Las cantas o
tonadas se hicieron populares en las ventas de las veredas, en las romerías boyacenses,
en las serenatas, en los círculos de la peonada campesina al son del rasgueo del tiple; en
las fiestas campesinas, en los intermedios de los bailes del Tres, la manta jilada, el
moño, etc., en los célebres retos de copleros en Chiquinquirá y otros momentos de la
vida social y familiar del campesino boyacense.
En Boyacá las investigaciones sobre las cantas y tonadas han estimulado a los
aficionados a la recopilación folclórica para presentar un inmenso caudal de coplas casi
inagotable. Algunas investigaciones, como las realizadas por Octavio Quiñones Pardo son
de importancia por la forma de interpretar en las coplas el alma del pueblo boyacense;
de su fructífera investigación merecen destocarse los estudios "Cantares de Boyacá",
"Otros cantares de Boyacá", "Refranero de Boyacá", "Interpretación de la poesía popular"
y otros. El Presbítero Joaquín Medina y José Vargas Tamayo publicaron en tres
volúmenes sus "Cantas del Valle de Tenza"; asimismo se han publicado diversos estudios
de coplas de los pueblos boyacenses como los realizados por el literato Vicente Landínez
Castro en Monguí; Cayo Leonidas Peñuela en Soatá; Juan Clímaco Hernández en el
Altiplano Central; Julio Daniel Parra en Sativanorte y Corrales; Peregrino Sáenz de San
Pelayo en el Valle de Sorocotá, Guillermo Plazas Olarte en Sogamoso, Ramón C. Correa
en Tunja y muchos otros que han dado especial aporte al folclor literario de Boyacá. (19)
Algunas coplas son AMBIENTALES y reflejan el paisaje boyacense, las características de
los pueblos, sus afinidades y rivalidades, sus productos, fiestas y otros rasgos de
pueblos, aldeas y veredas boyacenses. Apreciemos algunos ejemplos:
En Valle de Tenza escuchamos:
Pa chirimoyas, Guateque;
pa naranjas Machetá;
para muchachas bonitas
Somondoco y Guayatá.
Mirá bien que estás haciendo
con la niña de Guateque,
cuando llore el angelito
te cobran la vida en trueque.
De Guatequi a Suatenza
se puede viajar a pie;
salud 'unu a las sutanas
y toma si tiene sé.
Y esto jué lo que saqué
de jiestas en Chinavita
tuá mi espalda magullada
y escaldada mi boquita.
En Soatá y el Norte de Boyacá escuchamos:
A un patojo de Soatá
lo nombraron juez letrao,
y pa dar el juramento
fué menester asentao.
(19) Sobre las coplas en Boyacá, consúltense los siguientes estudios y artículos: Octavio Quiñones Pardo, "CANTARES DE
BOYACA"; Bogotá, Tip. Colón, 1937; OTROS CANTARES DE BOGOTA ", Bogotá, Edit. A. B. C., 1944; "INTERPRETAClON
DE LA POESIA POPULAR"; Bogotá, Editorial Centro, 1947; "POESIA POPULAR". Medina, Joaquín R. y Vargas Tamayo,
José, "CANTAS DEL VALLE DE TENZA", Bogotá, 1949, op. cit. 3 tomos. Cayo Leonidas Peñuela, "CANTARES
POPULARES DE LA REGION DE SOATA", En: "Senderos" (Bogotá), No. 1 (1934), p. 191. Vicente Landínez Castro,
"COPLAS Y REFRANES DE MONGUI". Peregrino Sáenz de San Pelayo, "MONOGRAFIA DEL VALLE DE SOROCOTA",
Tunja, ImPr. del Dpto., 1965, p. 160. Julio Daniel Parra, "DESTINOHISTORICODE UNPUEBLO "(Satívanorte), Tunja,
1964. Guillermo Plazas Olarte, "DE MI TIERRA Y OTRAS COSAS" Bogotá, Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares,
1971. Juan Clímaco Hernández, "INTRODUCCION AL FOLKLORE DE LA POESIA POPULAR BOYACENSE" En: "Cultura"
(Tunja), No. 96(1947). Guillermo Abadía, "ASPECTOS FOLCLORICOS BOYA CENSES'; En: "Cultura" (Tunja), No. 118.
Todo aquel que vaya a fiestas
y se quiera complacer
no lleve yegua parida
ni tampoco a su mujer,
porque la mujer lo cela,
y el potro lo hace volver.
En el Valle de Sorocotá encontramos coplas como éstas:
"Allá arriba en aquel alto
viene un pato a pasitrote
a traerle a mi chatica
una carta de Guatoque".
En el alto de Jandiño
silva y canta una torcaza,
y en la tonadita dice:
Ah bobito el que se casa.
Julio Daniel Parra encontró en el Norte coplas como éstas:
"El primer amor que tuve
jue con una cocuyana
la quise porque tenía
en el Cocuy harta lana".
A orillas del Chicamocha
Me encontré con un caimán
Y al contarle mis pesares
Lloraba el pobre animal.
Algunas coplas han recogido la esencia del paisaje y la raza boyacense, como estas:
"S 'entristecen mis ojitos
de ver el tris de labranza;
de verla tan poquitica
se llenan mis ojos di agua".
En Tenza me dió jechera
y en Tibaná calentura
jué 'n Jenesano mi muerte
y en Tunja mi sepoltura.
Dicen que la vida es triste
sin guarapo y sin mujer
es pior tener las dos cosas
y no ser capaz de leer.
Caminito, caminito
que a mi casa vas a dar,
allá va solita mi alma
no la dejes extraviar.
En el Altiplano Central encontramos estas coplas:
"Yo no soy de por aquí
yo soy de Sutapelao
y me trajo un capuchino
en las barbas enredao".
Ese nu es de pu 'estos laos,
es 'es de Ramiriquí
y tienel pico pelao
de tanto comer ají.
Copla del indio José
nacido y criado en Guatoque
con chicha y con alfandoque,
pa que sepa sumercé.
Cuando el diablo tá algo triste
se va pa Turmequé;
las niñas le sirven chicha
y le dicen sumercé.
Vicente Landínez Castro encontró en Monguí unas coplas muy expresivas:
"Yo no sé dónde nací
ni sé tampoco quién soy;
no sé de donde he venido
ni sé para dónde voy",
No vayas solita al campo
cuando sople el aire recio
porque las niñas son flores
que hasta las deshoja el viento.
Algunas cantas y tonadas son COSTUMBRISTAS y reflejan los modos en el vestir, las
comidas típicas, los cantos, danzas e instrumentos populares, etc.
Sobre la forma de vestir encontramos unas coplas en Tunja, recogidas por Juan Clímaco
Hernández:
"Tese queto ñor mocito
no me toque mi chircate,
Mi marido ta mirando
Y riesgo de que me mate».
Mas vale querer a mi india
De chircate y chircatón,
Que al son de la madrugada
Es mejor que un mojicón.
Algunas coplas reflejan los productos alimenticios del Boyacense: En Sativanorte
encontró Julio Daniel Parra esta copla:
El ají ha de ser verde
y el tomate colorao
la berenjena espinosa
y los amores callaos.
En el Valle de Tenza encontramos estas coplas:
Arepit´ y mazamorra
es la comida del pobre
¿Y la comida del perro...?
pus será lo que le sobre.
Yo también queru a la Chepa
pero más queru a la Pacha,
porque mi asa bien la´ arepa
y me guisa 1´ arracacha.
Sobre la chicha boyacense encontramos coplas muy picarescas:
Sirva chicha mi señora
egüelto con currumaco,
pa´ que beb´ este maito
nariz de marrano jlaco.
La chicha de Sutatenza
tiene un saborcito a piste,
qui hace llorar al más guapo
y cantar al que´ té triste.
Algunas coplas boyacenses reflejan la música, cantos, danzas e instrumentos musicales
típicos:
En el nombre sia de Dios
y mi padre San Andrés
que no me vaya a turbar
en este baile del TRES.
Muchas veces el que canta
no lu hace por tar contento,
sinu es por estimular
las quejas del sujrimiento.
Al que tá tocando el tiple
hay que darle mantecada
y unos sorbitos de chicha
y un chimbu de carni asada.
Cuando repican en Manta
responden en Machetá
y es seña que "tan bailando"
las niñas de Guayatá.
Algunas coplas boyacenses reflejan la medicina popular:
Malvisco y flor de cerezo
es lo güeno pa la tos;
al pecho se entra el malvisco
y a los pulmones la voz.
Las hojas de yerbabuena
son güenas para sudores,
para apagar unos celos
y encender nuevos amores.
Algunas coplas boyacenses reflejan los rigores políticos de unas regiones que
tradicionalmente han manifestado esta fiebre con gran calor.
En Chiquinquirá Octavio Quiñones Pardo encontró estas coplas políticas:
"Hacéte siempre el pendejo
y cantá coplas de amor;
así no saben los godos
que el azul no es tu color",
Si vas a la romería
y el torbellino cantás
tené cuidado que no ti oigan
los godos de Tunungá.
Otras coplas boyacenses recogen las tradiciones de las guerras civiles del siglo XIX. Así
encontramos:
"La regolución pasada
me dejó tuerto y baldao
pero pa lo quiai que ver
con un ojo toy blindao".
En Colombia ques la tierra
de las cosas singulares,
los civiles dan la guerra
y la paz los militares.
Numerosas coplas boyacenses se refieren a los animales de la región. En el Valle de
Tenza se conocen estas de animales:
El gallo, como valiente,
caminaba a lo tenzano;
y su señora le dijo:
Este ni será cristiano.
La gallina taba enjerma
y el gallo la conjesó,
la cogió del copetico
y por detrás l´asolvió.
En Soatá encontramos la copla del armadillo; y otra de la sapa:
Esto dijo el armadillo
cuando iba pa su cueva
cuando no me moje el rabo
lo demás, mas que me llueva.
La sapa batía la chicha icha
con su bracito pintao
y el sapo cargaba l´agua
con un chorote esfondao.
En el Valle de Sorocotá, Sáenz de San Pelayo encontró:
"Esto dijo el armadillo
sembrando sus arracachas:
agua caliente a las viejas
y agua… ardiente a las muchachas.
Algunas coplas boyacenses presentan el amor sencillo, ingenuo e intenso del campesino
boyacense. Son las COPLAS AMOROSAS como las siguientes:
"Bella prenda de rubí
hermosísim´ esmeralda
prestáme tu corazón
para llevarlu en el alma».
Casáte con yo, negrita
que soy güen trabajador:
mi acuesto con las gallinas,
me levanto con el sol.
Escuchen que yo les digo
comu enamoran los probes;
con un cuartillo de chicha
y medio de mojicones.
Aquí toy, vení comeme
matá tu necesidá;
ni digas que por mi culpa
te vas pa la vecindá.
Otras coplas son SATIRICAS y reflejan los problemas del matrimonio, la suegra y los
múltiples problemas cotidianos.
“Si mi suegra juera vaca
y mi suegro juera güey,
mi mujer sería ternera
y yo torito de ley".
Parece una cucaracha
mi suegra por el meneo;
o una gallina culeca
puel pico y el cacareo.
Mi suegra güele a petrolio
mi suegro a palo quemao;
mi mujer a pomarrosa;
y yo, a pollo cocinao.
No tenés cara bonita
pero güeles a poleo;
más vale ser limpia y jea,
que linda.., y oler a jeo.
Algunas coplas boyacenses reflejan la psicología profunda del Boyacense, como las
encontradas por Vicente Landínez en Monguí:
"Morir es cosa muy jácil
o dijícil es vivir;
pa morir sobran maneras
y nos jaltan pa vivir",
Las penas que me maltratan
son tántas, que se atropellan,
unas con otras se mellan
y por eso no me matan.
El tiempo y el desengaño
son dos amigos leales,
que despiertan al que duerme
y enseñan al que no sabe.
Yo no sé dónde nací
ni sé tampoco quién soy;
no sé de donde he venido
ni sé para donde voy.
En la copla boyacense encontramos el alma del campesino: sencilla, ingenua, crédula,
llena de malicia y de amor a la tierra. El Negro Hernández decía que cuando el campesino
boyacense canta al cosmos, sus sentimientos rebasan, derramándose sobre montañas,
ríos, lagunas, colinas, fuentes, el sol, la luna, las estrellas, los animales domésticos, etc.
(20)
Una copla de la solterona boyacense a San Antonio es expresiva:
"Con mi padre San Antonio
ya tenemos convenido,
que yo le pongo sus salves
y el me consigue marido".
Otra obtenida en Motavita es humorística:
"San Juan tenía sus calzones
pero eran de cuero e soche
y jamás se los ponía
porque chirriaban de noche".
(20) Juan Clímaco Hernández, "INTRODUCCION AL FOLKLORE DE LA POESIA POPULAR BOYA CENSE", Op. Cit. p. 20.
En Sogamoso Guillermo Plazas Olarte obtuvo estas coplas:
Estos maridos de ahora
son el diablo y algo más:
no se contentan con una
y corren tras las demás.
Jetiblanco, sinvergüenza,
¿para qué querés mujer?
pa verla de puerta en puerta
sin poderla mantener?
La diversidad en las coplas, el humor, la sátira, la alegría, la crítica a la situación, el
amor, la desilusión y todos los aspectos de la vida cotidiana, los encontramos en las
coplas boyacenses. En cualquier fiesta familiar, veredal, romería, baile de casorio,
encontramos el coplero oportuno que echa las coplas tradicionales y las que hace
dedicadas para el momento.
b. Los Refranes en Boyacá.
La paremiología o estudio de los refranes tiene muchos siglos de existencia; ella se
dedica al estudio de aquellos dichos agudos y sentenciosos de uso común entre las
gentes, los cuales se transmiten de generación en generación.
Los refranes que se encuentran en Boyacá, son una proyección del refranero español de
los siglos XIV y XV, con algunas adaptaciones a las circunstancias propias de esta región.
En el "Libro del Buen Amor" del Archipieste de Hita, encontramos muchos de los refranes
que utilizan los campesinos boyacenses; asimismo en la colección de refranes que hizo
Iñigo López de Mendoza en la famosa "Serranilla", obra del siglo XV. En estas obras de
iniciación al refranero español, encontramos algunos muy comunes en estas regiones:
"Martes ni te cases ni te embarques"; "Zapatero a tus zapatos"; "A buen hambre no hay
mal pan"; "Cada loco con su tema"; "A buen entendedor pocas palabras", etc. (21)
En Boyacá encontramos diversidad de refranes mezclados en las coplas populares. Sobre
el refrán "El liencillo por la trama, y la mujer por la mama", encontramos dos coplas en
Boyacá:
"Si buscás un buen liencillo
fijáte bien en la trama;
si buscás una mujer,
fijáte bien en la mama".
(Chiquinquirá)
"Que retiemplen bien el tiple
y l´iapreten las clavijas
que conjorme son las mamas
asina salen las hijas".
(Valle de Sorocotá)
(21) Sobre los refranes boyacenses consúltense los siguientes estudios: Octavio Quiñones Pardo, "REFRANERO DE BOYA
CA'; Tunja, Talleres de la Imprenta del Departamento, 1944. Fucilla, Joseph G. "UNA RECOPILACION DE REFRANES
DEL SIGLO XVI", Bogotá, Inst. Caro y Cuervo, 1954. (Separata Thesaurus). Acuña, Luis Alberto, "REFRANERO
COLOMBIANO'; Bogotá, Editorial Agra, 1947.
En Monguí las investigaciones de Vicente Landínez Castro llegaron a detectar algunas
sentencias populares, frutos de muchas experiencias y poseedoras de una profunda
filosofía popular. Mencionamos entre ellos: "Más vale maña que fuerza"; "Fue la negra al
baño y tuvieron que contar un año"; "La constancia vence lo que la dicha no alcanza".
Octavio Quiñones Pardo hizo una selección de refranes mezclados en las coplas
populares, muy dignos de recordar:
"En cojera de perro, en lágrimas de mujer y en palabra de mercader, no hay que creer";
es expresado por la copla así:
"Cuando el perro hace una güeña,
alza la pata y cojea;
cuando la mujer te engaña,
por cualquier cosa berrea".
El refrán conocido, "El que a feo ama, bonito le parece", aparece así en la copla
boyacense:
"No te metás en mis vainas,
que yo no quero por ti
si no te gusta la Rosa,
basta que me guste a mí".
Otro de los refranes españoles conocidos que dice: "Paga lo que debes y sabrás lo que
tienes", es expresado por el coplero boyacense:
"Tanda que pidás, págala;
pagá el pan que te comés,
así no vivís al jiao
y sabrás lo que tenés".
El refrán "La mujer siempre menor, si quieres ser el señor" es expresado por la siguiente
copla:
"No te cases con mayor
ni a viejas abriles tu alma;
que si te casas con vieja,
sin darte cuenta te enjalma".
El refrán "La ambición rompe el saco", aparece así en la copla:
"Tanto quisiste coger
de l´herencia del Ulises,
que te quedaste fregao
con un palmo de narices".
El refrán "Más vale una vez colorado que ciento descolorido", aparece así en la copla:
"Decí las cosas bien claras
sin tapujos y sin líos;
es mejor rojo una vez
y no cien descolorío".
Entre otros refranes obtenidos en Boyacá, encontramos los siguientes: "El que sea
delicado no salga de su cercado"; "Bueno es culantro pero no tanto; perejil sí hasta
morir". "De las frutas el madroño, de las mujeres el moño". "Quien da pan a perro ajeno,
pierde el pan y pierde el perro y la amistad de su dueño". "Cuando la chicha se acaba,
los cunchos también son buenos".
c. La poesía boyacense con temas folclóricos.
La poesía popular con temas folclóricos ha sido cultivada en Boyacá por algunos
intelectuales interesados en el conocimiento y difusión de las ideas, actitudes y
reacciones populares de los campesinos. A través de ella, el poeta se interesa por
escudriñar en el alma popular las reflexiones, creencias, tradiciones, costumbres,
problemas y soluciones que plantean los campesinos de acuerdo con sus circunstancias.
Es una poesía que conserva los modos de expresión popular, presentados en forma
elaborada y sistemática alrededor de un asunto concreto.
En Boyacá son conocidas las composiciones poéticas de carácter popular del abogado
tunjano ANTONIO MORALES, y en especial su poesía "Historia de un indio contada
por el mismo", la cual se conoce también como "José Resurricción". Otro poeta que
presenta poesías con temas folclóricos es el tunjano JULIO ROBERTO GALINDO, con sus
poesías "Pamija" y "Golvé mi tranquilidá". Destacamos asimismo la poesía
presentada por ROMULO MORA SAENZ "El indio Rómulo" (Oriundo de Monguí),
Monseñor JORGE MONASTOQUE con sus expresiones campesinas sobre el catecismo y su
"Oración del indio Rómulo", CECILIA JIMENEZ DE SUAREZ "Adeizagá" con sus poesías
costumbristas y de "compromiso" sobre la problemática del campesino boyacense; y
algunas poesías populares de autores anónimos como la conocida de "La Güelta al
pueblo".
HISTORIA DE UN INDIO CONTADA POR EL MISMO
Autor: Dr. Antonio Morales.
Soy José Resurricción
y mi apelativo es Ramos
Toy pa servirle a mis amos
Con toda satisjasción.
Yo no supe onde nací:
Pasque jue en Sutapelao,
Y en después que taba criao
Me trujeron pa Monguí.
Mi agüelo era Luis Moncó,
Y dicen que era de Sora,
y mi mamita señora
Creigo que era de Sopó.
Murieron en Usaquén
El año de la virgüela:
¡Ah! humanidá de mi agüela
Y de mi agüelo también.
Mi taita era la verdá
Se vido muy atrasao,
Pa ver de dar el bocao
A toda su cristiandá.
Pero sabía trabajar
Porque era güen clarinero,
Y con un buen tamborero
Eso era de no vagar.
Y a la jiesta en Chiriví,
Del Señor Crucificao,
O la jiesta del Sagrao
En el pueblo de Monguí.
Que ya pa Viracachá
Que ya pa Leyva o pa Suta,
Ora las jiestas de Tuta,
Ora las de Tibaná.
Onde quera Valentín
Tocaba, ya se sabía.
Clarín de noche y de día
Sin que jaltara clarín.
Daban ganas de bailar
Cuando tocaba mi taita:
Hasta de Velís y Suaita
Lo mandaban a llevar.
Pero endespués sucedió
Que echó a meterle al guarapo,
Y se puso que ni un sapo,
Endrópico (digo yo).
Y de esta cuenta, señor,
Dio en delicarse del todo,
Luego echó a dolerle un codo
Y el romatís lo jregó.
Cuando vido que crecí
Me rejiaba que ni un Cristo,
Y yo me puse temisto
Y del rancho me juyí.
Tres días duré entre un maizal "
De mi padrino Juan Criollo,
Mascando mero cogollo,
Durmiendo entriun matorral.
Y yo le volvia a dicir:
"Déjate de esa tu risa,
Mira que la china avisa";
Entón se echaba a reyir.
Asina jué: mi patrón
Un día nos vido chanciándonos,
Todo jué vernos y echándonos
Y se acabó la junción.
"José (me dijo) vení,
Decime por qué haces eso,
¿Con que abrazos de pescueso...?
Lárgate horita de aquí.
Yo dije: "mi amo dotor,
En eso no soy culpante,
De mancha soy inocente,
Se lo prometo señor."
Pero no me quiso ayir
Y me arrempujó pa juera,
Yo cogí mi maletera
Y me tuve que venir.
La revolución jirvió
Y el alcalde con machete,
Me echó mano del gollete,
Y a la cárcel me embocó.
A yo y al viejo Manuel
Nos llevaron ajuntaos
Y allá en Tunja los soldaos
Nos metieron al cuartél.
Cuando la recluta entró
Me rasgaron mi sombrero
Y vino un cabo primero
Y al contao me motiló.
Ya echaron luego a enseñar
A todos los de mi tierra,
A caminar que ni en guerra
Con cachucha melitar.
A mi mamita endespués
Un día en que vido a mi taita,
Que taba tocando gaita
Y le convendría tal vez.
Mi taita le dijo "adios",
Ella se riyó con susto
Y como si jue si gusto
Se casaron ambos dos.
La jamilia les rindió;
Pus tuvieron al contao,
A yo y mano Tanislao
Y a la Jesús que murió.
Luego mano Salvador,
Endespués la Serajina,
Más detrás mana Blasina
Y el Zute que jue el menor.
Y como eché a maliciar
que me taban persiguinedo,
Derecho sajé corriendo
Y a Velis juí a resollar.
Apenitas que llegué
Me juí de pronto al convento,
Y con el cura al momento
Mi trabajo contraté.
Me pusieron a cargar
Las aguas pa la cocina,
A limpiar una letrina
A barrer y a desyerbar.
Endespués iba puel pan
A la tienda e misiá Pía,
Y con el cura salía
A jalta de sacristán.
Asina serví al patrón
Dos años de correndilla
Hasta que una condenilla
Miso quer en tentación.
La tal se llamaba Paz,
que comenzó con sus chanzas,
Y con risas y jreganzas
Que yo ya no podía más.
La Paz se picó de yo
Y echó derecho a cuidarme,
A abrazarme y a besarme
y hasta un rial me regaló.
Se puso la tal mujer
Muchísimo de coqueta;
Yo le decía: "Tate queta
Porque lo pueden saber".
"Mira que no te chanciés
Onde mis amos nos vean,
Mira que la malicean
Eso sí, allá lo veras".
¿Si acatarán?" "Cómo no",
Entón me daban un codazo,
O me echaba to su brazo
Sobre el pescueso de yo.
Después nos dieron jusil
Calzones y bayoneta,
Y un trocito de chaqueta
Que no tapaba el cuadril.
Aprendimos a trotiar
De pa trás y de palante,
Y un día vino el comandante
Y a la marcha hizo tocar.
Yo me tercié mi morral
Y mientras salía la gente,
Pedí licencia al teniente
Y me juí a la calle rial.
Iba por satisjacer
Toito lo que debía
Un rial onde misiá Pía,
Un rial onde otra mujer.
Sietimedio a don Ramón,
Nueve a misiá Candelaria,
Cuatro a la niña Nazaria
Y se acabó la junción.
Luego onde mi amo Siquiel
Merqué medio de mistela;
Una mitá de panela
Y me juí para el cuartel.
En llegando el capitán
Me dió un planazo al contao
Pes pasqué me había tardao
Y porque era un haragán.
Me metió en la jormación
A punta de jurgonazos,
Y me dio tres calibrazos
Con mi mesmo canillón.
LA GÜELTA AL PUEBLO
(Autor anónimo)
(Arreglo del Indio Rómulo)
Dios se lo pague a la Virgen Chiquinquireña
que ya juimos y goltiamos.
Y ahora pongan toiticos las orejas,
que les quero espipitiar tuesto
que treigo aquí metío en la mollera
entualito como si lo trujera escribío en un papel.
Lo que son las ganas de conocer a Gogotá;
no jué sino que nos montáramos en ese jeroz
jerrocorriendo, ques un animal grandorrotote, y
negro como un carbón que camina puencima de unos
bejucos de jierro hecha jumo
por debajo de los sobacos que el mesmo que lo manija
es el mesmo que lo pitea.
Entualitamente llegamos al camellón de la
sabana, lo primeriticamente que divisamos
jue un par de mamarrachos; que taban el uno junto al otro
que ni que un par de
enamoraos, y mi amo Jajustino me notijicó y me
dijo, quesque era ña Chavita y ño Colón.
Ña Chavita taba con un maná e papeles en la mano
y ño Colón haciendo así con el dedo, como
diciendo correte a jartar chicha a las cruces.
Y diay cojimos puay arriba, diay llegamos
honde ño Vitorino, y diay onde mano Juan de Dios
quesque es el abogado de toitos los enjermos.
Luego goltiamos por la calle de a rial
y cuando yo menos me percaté, jue porque
nos colamos en la plaza de la costipación,
y allí topamos a mi amo Simón Golívar,
parao sobre una parranda de cajones, y
mirando pal capítulo, ques onde se jabrican las
leyes pa jodelo a uno.
Y diay por supuestamente nos colamos a la
catedral, y allí topamos a mi amo Señor
toito cundío de ceras blancas que nian paqué
es decir la comparencencia.
Luego cogimos por la calle dia rial ques la
mesma sétima y en la esquina de lotava
hay donde mi amo Agustín, topamos una maná
de señores vestidos de generales,
que taban soplando puentre unos candeleros
grandorrototes y jetones; al único que pude
distinguir, jue a mano Chichamoco
que taba dándole al bombo que ni qué ni qué.
Luego cogimos por la calle dia ocho y de
repentón jue que me topé jrente a un edijicio
delgadito y largo como una tuza;
y mi amo Jajustino me notificó y me dijo
quesquera el Sorbatorio estrambótico,
allí onde quesque se miran las estrabagaciones
del cielo en las horas matutinas de la noche.
En estas mi amo Jajustíno, me invitó que juéramos
altiatro de ño Colón y q´eso quedaba frente
a la casa de amo Presidente, ay mesmo mercó dos
boletas, una de cuneta y otra de orqueta
y cuando yo menos me percato...
ay Virgen Santísima.., es que se cayen las paredes
de abajo parriba, y entualito salieron unos
hombres y unas mujeres que armaron un jurrusconón
de los diez mil demonios.
Por supuestamente que lo más que me gustó
jué ver unos vijigos con unos tiples grandorrototes
que les rascaban la barriga y los hacían berriar que
ni que marranos sogamoseños.
Y cuando yo menos me percato, ay Virgen Santísima
es porque veo allá en frente una señora desas
que taban plastadas una debajo de otra
que me apuntaba con un jusil de dos cañones
y ay mesmito me agarro a gritar:
Mano Justino que me ajusilan, que me ajusilan.
Me grita pasito a la oreja:
No sía tan burro ni tan múcura. No ves que
Tan mirando por un par de biñóculos?.
Y cuando bajamos por la calle día doce
mano Jagustino me notijicó y me dijo
que la jurrusca no era con nosotros sino
allá pa contraellos mesmos.
Y diay llegarnos onde mano Vitorino
y una mocita pintorrestiasa nos tendió la cama
y al golverse pal rincón mano Jagustino
me dijo: apague el joco;
que mugres de extranjerias... pues es un mecho
metío entre un jrasco; y yo por supuestamente
sople que sople y naa que se apagaba
y hasta que por un me acordé que en un rincón
había dejao mi garrote,
y lo agarro a dos manos y le atravieso dos
garrotazos y hasta que por jin
quedamos a oscuras.
Ya por la mañana mi amo Jagustino me notijicó
y me dijo, que l´único que nos había jaltao
por concer jue los suspensorios de los edijicios
y el jornicador de Monserrate.
Y cuando ya tábamos de regreso pal pueblo
ay subiendo el alto de los venaos,
alcancé a divisar a la Pascacia, y me agarro
a gritar: Oh... mija Pascacia, écheme pacá
ese cordero cachudo, hijo de l´ oveja mora,
pues pa llevalo al mercao y venderlo y comprarles
unos zaracitos y taparles el encostillao a estos
muchachitos, que ya toy de regreso pal pueblo!.
Oyooooo¡.
7. Las romerías y el folclor religioso en Boyacá
a. Las Romerías boyacenses.
Una de las manifestaciones folclóricas más típicas de Boyacá, tanto por su carácter socioreligioso, como etnográfico, son las ROMERÍAS o peregrinaciones religiosas que se
hacen por devoción a un santuario, y las fiestas populares que con expresión folclórica
se celebran en la víspera y el día de la festividad religiosa. En ellas, el pueblo boyacense
expresa sus sentimientos y actitudes de profunda religiosidad, en algunos casos
diferentes a los de otras regiones de Colombia.
La Romería es la expresión colectiva de las manifestaciones religiosas; en ellas, los
"romeros" o "peregrinos" hacen la peregrinación al santuario, después de hacer el
voto o promesa, que se presenta como garantía de los fieles para con Dios, si se obtiene
el feliz suceso en alguna "gracia" que se pide.
Las romerías boyacenses tienen sus antecedentes en las romerías españolas y en las
peregrinaciones religiosas de los chibchas; principalmente en las primeras. En la Edad
Media Europea se conocía con el nombre de "romería" a la peregrinación que hacían los
cristianos a Roma; y "romeros" a los peregrinos que iban a la ciudad santa. Estos
términos fueron utilizados por los españoles para las peregrinaciones a los santuarios
cristianos en la península y en las colonias españolas.
Los indios chibchas del Altiplano Boyacense hacían peregrinaciones religiosas al Templo
del Sol en Sogamoso, lugar de residencia de Suamox el gran sacerdote chibcha. Según
los cronistas Aguado y Fray Pedro Simón, este templo estaba dedicado al dios chibcha
Reinichinchagagua. El cronista Piedrahita indica que iban miles de indios sin que la
hostilidad de la guerra impidiese o maltratase a quien llevara salvoconducto de esa
peregrinación.
Los chibchas también hacían peregrinaciones a las casas sagradas dedicadas a la diosa
Bachué y su esposo, los padres legendarios del pueblo chibcha y la humanidad, las
cuales estaban en el pueblo de Iguaque, cerca a la laguna de Bachué. En la laguna de
Fuquene, según el cronista P. Zamora, "había un templo de gran veneración y donde de
ordinario había gran romeraje y concurso de peregrinos y donde había siempre cien
sacerdotes para el culto de aquel santuario" (22) Asimismo, existieron peregrinaciones en
secreto al santuario de la Furatena, en las dos montañas sagradas situadas en el
territorio de los indios Muzos, sus encarnizados enemigos. Otra peregrinación chibcha la
encontramos en Iza en donde las indias preñadas iban a la piedra cercana al puebla en
la cual se veían las huellas de los pies, que se atribuían a Sadigua el dios civilizador de
los tunjanos; las indias iban a raspar aquella roca, para diluirla en agua y beberla con el
fin de tener un buen parto. (23)
Una referencia a la costumbre de los indios chibchas del Altiplano para hacer
peregrinaciones a los santuarios, nos la refiere el historiador Joaquín Acosta en un
testimonio que obtuvo del Padre Moya, cura de Chitaraque cuando hizo en dicho pueblo
una capilla en devoción a la Virgen de Chiquinquirá. Cuando trató de persuadir a los
indios para que no hicieran el viaje agotador hasta Chiquinquirá a más de veinte leguas,
ellos le respondieron: "Es cierto, mi señor Cura, mas siempre iremos de cuando en
cuando a Chiquinquirá, porque estamos acostumbrados desde tiempos de nuestros
padres a ir bien lejos a nuestras devociones''. (24)
Entre los españoles de los siglos XV y XVI también se presentaban las ROMERIAS a los
innumerables santuarios dedicados a Cristo, la Virgen María y los Santos. En ellas se
dedicaba una parte a la festividad religiosa y otra a las diversiones profanas, en donde
abundaban las tiendas o toldos con variados objetos; se tomaba el vino abundantemente
y no faltaba la alegría de la música, las danzas y los juegos populares. Las vísperas de
las romerías españolas eran de gran regocijo, especialmente cuando diversos grupos de
cuerdas y danzantes salían por las calles y llenaban la animación de los romeros o
peregrinos.
En la mayor parte de los pueblos españoles, las romerías mayores se presentaban en las
fiestas anuales conmemorativas del descubrimiento de la imagen que se venera, la cual
generalmente tiene una leyenda milagrosa. Dice la tradición española que durante la era
visigótica se le rendía homenaje a una gran cantidad de imágenes, las cuales fueron
escondidas en cuevas, desfiladeros, montañas y lejos de los caminos, cuando se
intensificó la lucha contra los moros. Estas imágenes estuvieron escondidas durante
cientos de años y descubiertas por pastores y gentes humildes, cuando la Reconquista
hizo retroceder a los moros al sur de España. (25)
En los descubrimientos de las imágenes aparecieron diferentes leyendas: en unos casos,
aparece la imagen en una cueva, en un desfiladero o en un montículo a una persona que
lleva el mensaje al pueblo; en otros, aparece la imagen flotando en los ríos y son
recogidas por fieles que llevan la grata nueva. En algunos casos se hace la "renovación
(22) José Pérez de Barradas, "LOS MUISCAS ANTES DE LA CONQUISTA", Madrid, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 1951, p. 484 - 485.
(23) IBIDEM, p. 450.
(24) IBIDEM, p . 484.
(25) George M. Foster, "CULTURA Y CONQUISTA: LA HERENCIA ESPAÑOLA DE AMERICA", Xálapa, Universidad Veracruzana,
1962, Pgs. 359 - 388.
del cuadro" y en otros, las imágenes irradian popularidad por los múltiples milagros. Las
leyendas y tradiciones religiosas se dispersaron en España e Hispanoamérica: su deseo
de permanecer en determinados lugares, en los cuales se hacían los santuarios; su
pesadez en determinados momentos, a pesar de ser llevada por muchos fieles; el llanto
de la imagen en determinados días; la aparición de barro como indicativo que ha viajado
sola por algunos lugares, etc.
Históricamente la romería más importante de España es la de SANTIAGO el santo
patrono de España, la cual se realiza en Compostela el 25 de julio. En esta fiesta los
romeros vienen de diversos lugares de España y países vecinos; a su alrededor surgieron
muchos pueblos y se hizo toda una organización profano-religiosa. Mencionamos
asimismo, las romerías a San Isidro Labrador en Madrid; Santa Eulalia en Barcelona; San
Fermín en Pamplona; Santa Justa y Rufina en Sevilla y otros.
La mayor devoción en las romerías españolas, se encuentra desde hace muchos siglos,
en los innumerables santuarios marianos, cuyos orígenes estaban asociados con leyendas
o sucesos milagrosos: La Virgen del Pilar en la catedral de Zaragoza; la Virgen de
Guadalupe en el Monasterio de los Jerónimos en Extremadura; la Virgen de Atocha en
Madrid; la Virgen de Montserrat en Barcelona; la Virgen de las Maravillas en Pamplona;
Nuestra Señora del Consejo en Valencia; la Virgen de la Macarena en el barrio de Triana
en Sevilla; Nuestra Señora del Rocío en Almonte (Huelva); la Virgen de los Dolores, la
Virgen de los Remedios, la Virgen de la Soledad y otros.
La Romería - Virgen del Campo - Torres Méndez.
La devoción a la Virgen María, una de las manifestaciones más representativas de la
proyección del Catolicismo en Hispanoamérica, encuentra en Boyacá una de las regiones
más importantes de Colombia. Es por ello que la proyección de las romerías españolas se
encuentra con gran sentido religioso y folclórico en los santuarios marianos de Boyacá;
destacamos las siguientes:
La romería a la Virgen de Chiquinquirá entre el 22 y el 30 de diciembre; asimismo el
9 de julio; es tradicional desde finales del siglo XVI.
La romería a Nuestra Señora de Monguí, patrona de Boyacá, data del siglo XVI,
cuando el cacique de Monguí viajó a España y recibió de Felipe II el regalo de la imagen
de la Virgen.
La romería a la Virgen Morena de Güicán se realiza entre el 3 y 6 de febrero; su
culto data desde el siglo XVIII.
La romería a la Virgen de Chinavita, la patrona del Valle de Tenza, se hace del lo. al 3
de enero.
La romería a la Virgen del Milagro en el santuario del Topo, la patrona de Tunja, es
tradicional desde el siglo XVII. (26)
La romería a la Virgen del Carmen en Villa de Leyva, la cual se celebra con gran
pompa el 16 de julio; allí mismo en esta ciudad se hace la romería a "Mamá Linda" o la
"Renovada de Leyva" (Nuestra Señora de Chiquinquirá).
La romería a la Virgen de Tutasá se celebra el primer domingo de octubre.
La romería a Santa María la Antigua el tercer domingo de enero en Nuevo Colón.
La romería a la Virgen de la Candelaria, cerca de Ráquira, en el convento de los
Agustinos.
La romería a "Nuestra Señora de la O" en Morcá, vereda cerca de Sogamoso.
La romería a la Virgen del Rosario en Tutazá llamada por Bolívar "La Virgen de los
Tiestecitos".
Las romerías a la Virgen de Boavita, a Nuestra Señora de Belencito; Nuestra Señora
de las Aguas en Motavita; la Virgen de Tibasosa y otras. Destacamos asimismo, la
romería del Señor de la Columna en Tunja y la Romería de San Lázaro en la misma
ciudad, en el mes de septiembre; la romería al Cristo de los Milagros en Sativa Sur el
17 de enero; y otras en cada uno de los pueblos y aldeas de Boyacá.
Entre las innumerables romerías que realiza el pueblo boyacense, destacamos por su
popularidad y atracción folclórica las romerías de Chiquinquirá, Chinavita, Güicán; y en
Tunja: San Lázaro, el Topo y el Señor de la Columna.
Las ROMERIAS A LA VIRGEN DE CHIQUINQUIRA se iniciaron en los finales del siglo XVI,
cuando se desarrolló el culto bajo esta advocación. El lienzo de la Virgen fue pintado en
Tunja por el pintor Alonso de Narváez, a petición del encomendero de Sutamarchán
Antonio de Santana.
Esta imagen estuvo rodando de casa en casa, e inclusive sirvió para secar el trigo al sol
en la casa del encomendero Santana, hasta cuando la encontró María Ramos en
Chiquinquirá. El lienzo se renovó en la navidad de 1586, fecha desde cuando aparece la
romería en Chiquinquirá. En la guerra de Independencia fue patrona del ejército patriota
y es en el período nacional, la patrona de Colombia.
En los siglos del coloniaje, las romerías a Chiquinquirá rompieron las barreras locales, e
hicieron que los indios peregrinos, en vez de tomar la vía a Guatavita o Sogamoso a
adorar sus propios dioses, expresaran su fe cristiana en Chiquinquirá.
En la romería de diciembre, Chiquinquirá recibe la visita de los promeseros de Boyacá y
otros departamentos, quienes llegan a rendirle a la Virgen Milagrosa su homenaje de
gratitud y fe. Grupos típicos de promeseros se concentraban en las calles y plazas, y he
allí al pueblo en la expresión de su auténtico folclor: tiples y guitarras, torbellinos, coplas
y alegría de fiesta.
Sobre esta Romería conocemos ingenuas y sencillas coplas como éstas:
Tengo un dolor en el alma
quién me lo podrá quitar?
Pos la Virgen del Rosario
llegando a Chiquinquirá.
(26) Ernesto Reyes (Pbro.) "LOS SANTUARIOS MARIANOS BOYA CENSES" En: "Repertorio Boyacense" (Tunja), Nos. 177 178 (1954).
Si vas a la romería
y encuentras a mi Señor
decíle que su María
se tá muriendo de amor.
Compañero de promesa,
no nos vamos en ayunas:
mientras yo pelo las papas
componga vusté las yucas.
De Chiquinquirá venimos
con el alma atravesada
nos tocó lo qui a la Virgen
que no le dieron posada.
Es importante destacar el significado que tiene la romería para un campesino
boyacense: es la meta de esperanza para la solución de sus problemas, de allí la
"promesa" o "manda"; es la oportunidad de manifestar sus sentimientos y actitudes
religiosas con su familia, amigos y vecinos. En las romerías se hacen muchos
matrimonios campesinos, bautizos, confirmaciones y primeras comuniones; se inician los
noviazgos campesinos; se arreglan los asuntos con los compadres y vecinos y se perfilan
muchos negocios entre los campesinos. Es la oportunidad para estrenar los nuevos
vestidos y hacer las compras de adornos personales para las mujeres y para las casas;
es la oportunidad de llevarlas comidas especiales y compartirlas en la unión familiar y
con los amigos; asimismo es la oportunidad de tocar el tiple, la guitarra o el requinto,
echar las coplas y danzar alegremente.
El campesino boyacense ahorra con mucho tiempo para gastar en la romería a sus
anchas. Las mujeres se preparan para la fiesta que es emoción en todos los aspectos de
la vida popular: vestidos regionales, comida típica, bailes folclóricos, coplas y en síntesis,
toda la alegría del pueblo boyacense. Allí los tiples, las guitarras y los requintos
interpretan el torbellino de incomparable ritmo melancólico, bambucos, pasillos y
guabinas y los sencillos cantos y aires festivos de los músicos campesinos.
Lo primero que hacen los romeros que llegan a Chiquinquirá es cumplir la promesa de
rigor, postrados al pie de la sagrada imagen. Luego compran en la procuraduría del
convento las indispensables reliquias y consignan allí mismo el valor de las salves, misas
o novenas, y ya con la conciencia tranquila, animan y embellecen el ambiente con su
alegría desbordante. Las familias de los promeseros forman grupos típicos en las calles y
plazas, y allí se dedican a reír, comer y cantar la música vernácula, y a empinar el codo
una que otra vez. Compran en las toldas los recuerdos típicos y los dulces para llevar al
hogar; y en síntesis, celebran la fiesta con verdadero ardor. Nos dice Quiñones Pardo que
eran muy típicos en Chiquinquirá los ruedos a los cantoras de las coplas. Un coplero
rasgaba el tiple, carraspeaba ruidosamente e iniciaba el reto:
Si es tan gallo pa las coplas
y si es guapo de verdá,
echemos un desafío
con las coplas por mitá.
El adversario contestando el reto, lo acepta con la siguiente copla:
No te las vengas a dar
de sabio y de valiente
pedíte antes de empezar
una tanda de aguardiente.
Quiñones Pardo relata un duelo de ingenio en una plaza de Chiquinquirá entre una
campesina de Moniquirá y un campesino boyacense, en una típica romería a
Chiquinquirá:
El indio:
La boca de mí mujer
tiene colorcito a fresa,
y se pone colorada
cuando mi boca la besa.
La india:
Si tu boca me besara
tenía que ser al descuido;
que a las buenas no me besa
ni el bruto de mi marido.
El indio:
La mujercita que quiero
tiene labios de coral
y entre los labios guardado
la miel del mejor panal.
La india:
Lástima que miel tan dulce
se pierda tan malamente;
beso que caiga en tu boca,
se emborracha de aguardiente.
(27)
Duelos de copleros como los antes mencionados son muy frecuentes en las romerías de
Chiquinquirá, aun cuando a veces culminan en completas peleas cuando los atacantes
mezclan coplas picarescas o de completo sabor político.
En la romería de Chiquinquirá todo es devoción y alegría; sencillez y espontaneidad; el
indio ríe y llora sobre las cuerdas del tiple. La jornada, la promesa postrados al pie de la
sagrada imagen, la procesión con la Virgen, la fiesta popular, la compra de los objetos
típicos y los dulces, presentan un sentido de la autenticidad popular que se recuerda allá
en el rancho.
Otra de las romerías típicas de Boyacá es la que celebran los campesinos del Valle de
Tenza, y en general de Boyacá, Cundinamarca y Santanderes a la Virgen del Amparo
de Chinavita en los primeros días de enero. La imagen fue encontrada dentro de una
guadua y constituida en patrona de Chinavita desde 1822. Multitud de peregrinos van en
romería a rendirle a la Virgen del Amparo su homenaje de gratitud y fe. En esta típica
romería encontramos coplas como las siguientes:
Mi Señora del Amparo
la que vive en Chinavita
cuando va´ hacer sus milagros
se pone coloradita"
"Yo me voy pa "Chinavita"
a cumplir una promesa;
si tá Dios que me case
pu´ ahí tará mi sinvergüenza".
En Monguí hacen los boyacenses la romería a la patrona de Boyacá, Nuestra Señora de
Monguí. Sobre su origen existen los siguientes datos: Los caciques de Sogamoso y
Monguí hicieron regalos al rey de España Felipe II en 1558, por los cuales el monarca les
(27)
Octavio Quiñones Pardo, "CANTARES DE BOYACA"; op. cit.
envió la imagen de la Virgen y la Sagrada Familia para Sogamoso y la Imagen de San
Martín para Monguí. Una equivocación con los cajones hizo que la Virgen fuera a Monguí
y San Martín a Sogamoso, lo cual fue aceptado como decisión celestial por ambas
ciudades. Así expresan las coplas populares de Sogamoso y Monguí:
"Llevaron a Sogamoso"
a la Virgen de Monguí
Pero al descuido se vino
y ya no sale de aquí".
Al San Martín de nosotros
lo llevaron pa Monguí
Allá se cansó y se vino
A vivir mejor aquí".
La romería decembrina de Monguí es de gran peregrinación y de gran animación.
Guillermo Plazas Olarte encontró en Monguí una típica copla en la romería:
"Cuando el diablo está de gusto
se va a fiestas a Monguí,
A bailar con las doncellas
y a comer con harto ají".
En el otro lado del río
más allá de más acá,
me dijo una señorita,
Mijito venga y verá...! (28)
En la vereda de Morcá a ocho kilómetros de Sogamoso acuden con frecuencia los devotos
de Nuestra Señora de la O, cuya devoción aparece desde el siglo XVIII; por la
comparación entre el cuadro y los retratos que se conocen de la reina Isabel de Castilla,
se presume que el pintor se inspiró en la reina para el cuadro de la Virgen.
Las romerías a los Santos Patronos de los pueblos son también expresión auténtica del
sentimiento religioso de las gentes de Boyacá. Son muy populares entre otras: La
romería de San Lázaro en Tunja; la fiesta de San Blas en Saboyá; la fiesta de San Roque
en Guateque; la fiesta de San Martín en Ráquira; la fiesta de San Juan en Miraflores; la
fiesta de San Pedro en Ramiriquí; la fiesta de San Ramón en el Espino. Revisten ellas la
autenticidad y profundidad religiosa que ofrece la romería más importante del Norte de
Boyacá, como es la que se lleva a cabo en Güicán a la "Virgen Morena", en las
llamadas también "Fiestas reales".
Pero indudablemente, una de las romerías boyacenses esencialmente folclórica es la de
San Lázaro, en el alto del mismo nombre, al pie del cual se encuentra la ciudad de Tunja.
La Romería al Alto de San Lázaro se celebra el primer domingo de septiembre y además
en el mes de diciembre. La ermita que allí se erigió como recuerdo de la segunda visita a
Tunja de Nuestra Señora de Chiquinquirá, se construyó bajo la advocación de San
Lázaro. Con motivo de la peste de viruelas que diezmó la población tunjana en 1587, fue
traído el lienzo de la Virgen de Chiquinquirá, a pesar de la resistencia del D. Alonso Indio,
cacique de Chiquinquirá y sus vecinos. 45 años después volvió la Virgen de Chiquinquirá
por segunda vez a Tunja, cuando volvió a plagarse de la peste grande. En memoria de
este acontecimiento se construyó en el Alto, la capilla de la Virgen del Rosario y bajo la
advocación de San Lázaro, el santo milagroso de las pestes.
Los promeseros que van a San Lázaro pasan en crecidas caravanas por Tunja y
ascienden la colina de la "Loma de los Ahorcados" o Alto de San Lázaro. Allí pagan sus
mandas a San Lázaro y a la Virgen de Chiquinquirá, consistentes en salves y misas; allí
(28)
Guillermo Plazas Olarte, "DE MI TIERRA Y OTRAS COSAS", op. cit.
reciben las patentes del Santo y la Virgen y un pedazo de cera como reliquia de San
Lázaro. Nos dice Ramón C. Correa en su "Historia de Tunja" que tradicionalmente en
unmomento determinado, los romeros entraban en "mata" o aglomeración a la ermita.
Se santiguan, derraman agua bendita al pie de las pilas para que tengan alivio las almas
del purgatorio, y de manera especial las de sus familiares más allegados. Luego se
dirigen al presbiterio; encienden las espermas, ceras y velas al pie de San Lázaro y
reunidos se arrodillan y rezan en conjunto algunas oraciones con especial fervor.
Después el Sacristán les regala "barro" que saca de un aljibe que se halla al lado del
evangelio y se lo untan en forma de cruz en la cara y piernas donde tienen granos o
llagas. (29)
Terminada la promesa, los campesinos salen de la ermita de San Lázaro y se encaminan
a los toldos a tomar chicha y a comerse los sabrosos "piquetes". Se inicia así la "fiesta
popular de la romería" que se hace en el campo inmediato al santuario. Los campesinos
continúan la fiesta todo el día, amenizados por conjuntos musicales, cantas o tonadas y
la bebeta de chicha y además licores. En las horas de la tarde, descienden del alto y
emigran a sus ranchos; es costumbre de los tunjanos, el decir que cuando los indios
bajan de San Lázaro, "se llevan el frío en los pies", lo cual significa que a partir de esa
época, se inicia en Tunja una moderación en la temperatura rígida que azota los meses
de julio y agosto en el crudo invierno. Hay que tener en cuenta, que en el mes de
septiembre los indios chibchas de Tunja celebraban la "fiesta de la cosecha" y hacían
la ceremonia propiciatoria y el sacrificio de los moxas en las famosas piedras de Tras del
Alto por la vía de la Loma de los Ahorcados o Alto de San Lázaro.
Como podemos apreciar el sentimiento religioso presenta un gran aporte en las
supervivencias folclóricas de Boyacá. Encontramos un pueblo que manifiesta una
profunda "RELIGIOSIDAD" señalada como uno de los mayores aportes de España en
esta región del Altiplano boyacense, por esencia frío. Un pueblo introvertido, un tanto
reposado y especulativo como el boyacense, presenta gran tendencia a la meditación, el
recogimiento y la expresión espontánea de sus sentimientos.
b. Las fiestas de San Isidro y San Pascual Bailón en Boyacá.
Algunas fiestas religiosas tienen relación con la búsqueda de la ayuda santa para el
propiciamiento de las cosechas. Tales son los casos de la fiesta de San Isidro Labrador,
patrono de los agricultores y que se celebra en la mayor parte de los pueblos
boyacenses, y la fiesta de San Pascual Bailón en los pueblos cercanos a la Laguna de
Tota.
La fiesta de San Isidro Labrador es una reminiscencia de la que celebran los
españoles en Madrid al patrono de los agricultores; y es por esencia, una expresión
agrícola de Boyacá, en donde se citan los pueblos y sus veredas para mostrar lo mejor
de las cosechas y dar pávulo a su innata alegría traducida en cantas, música, requintos y
tiples, tocados por virtuosos y trovadores campesinos. Es la fiesta popular religiosa en
donde se aprecia en una visión general, el trabajo intenso, la producción y la sana alegría
del pueblo boyacense.
En esta demostración de la riqueza de la región, en el "altar de San Isidro", se expone
lo mejor de las cosechas. A veces se hace un altar en el centro de la plaza o en el atrio
de la iglesia; otras veces dentro de la misma iglesia alrededor de la misma imagen de
San Isidro y en la mayoría de las veces, en las esquinas de la plaza en donde cada
vereda expone lo más representativo de las cosechas.
La devoción a San Isidro Labrador viene desde el siglo XI en España y en especial
después de su canonización en 1622. Su devoción siempre ha estado asociada con la
vida cristiana del campo y las cosechas; los labriegos pedían su intervención para el
regadío de lluvias para los sembrados. Los campesinos españoles creen que San Isidro
trae el agua para el refresco de las cosechas y ayuda a cuidar el ganado. La fuente de
San Isidro, que según la tradición brotó cuando imploró a Dios que la concediera para
una tierra árida, se ha hecho popular; los "isidros" o peregrinos iban en su búsqueda
para obtener salud.
(29)
Ramón C. Corres, "HISTORIA DE TUNJA", Tunja, 1948, Tomo Hl. pgs. 291 - 292.
San Isidro Labrador se convirtió en el Santo Patrono de Madrid y de los campesinos
españoles; su fiesta se celebra en España el 15 de Mayo. Sin embargo, como las fiestas
de la cosecha de los aborígenes de Boyacá se celebraban en septiembre, parece que en
este traslado influyó la costumbre indígena para realizarse la fiesta al santo patrono en
septiembre u octubre.
En Villa de Leyva se celebra la Fiesta de San Isidro el último domingo de septiembre; allí
cada una de las veredas lleva lo más representativo de la cosecha, con la cual se hace el
altar de San Isidro en la plaza principal. En las horas de la tarde, se hace el remate de
cada una de las representaciones veredales de la cosecha, con la presencia del cura
párroco; los compradores de la cosecha veredal, sea total o parcialmente, consideran que
los productos agrícolas comprados en el altar, traen buena suerte para la cosecha
venidera; después del remate, el cual se destina para la parroquia, se hace la procesión
con San Isidro y los rezos por su intervención para el éxito de las cosechas.
En Aquitania (Pueblo Viejo), en las orillas del lago de Tota, también encontramos la fiesta
de San Isidro Labrador. Allí los campesinos arreglan la "Huerta de San Isidro" con los
frutos representativos de la región y las donaciones de las veredas. En las horas de la
tarde hace el recorrido por las principales calles, un grupo de campesinos con un vocero
adelante y el coro de voces que le responde, imitando los cantos y gritos en el barbecho;
ellos van regando semillas por las calles. En la misma forma que en todos los pueblos,
las huertas enviadas por cada una de las veredas se rematan. Culmina la fiesta con la
procesión de San Isidro Labrador por las principales calles.
La fiesta de San Isidro tiene especial fervor y organización en Guateque, en donde se
expone lo mejor de las cosechas de esa región fructífera del Valle de Tenza, que ha sido
llamada "la despensa de Boyacá". En el "Altar de San Isidro" los valletenzanos exponen
lo mejor de sus cosechas y el producto ufano de su trabajo. El ambiente se invade de
alegría, tiples, torbellinos y coplas como éstas:
San Isidro y San Antonio
me tienen que socorrer:
San Antonio el bien perdido
San Isidro que comer".
Vení aca, vidita mía
bocao de pan sabroso
bizcocho de la Capilla
mojicón de Sogamoso.
Otra de las fiestas propiciadoras de la cosecha en Boyacá es la de SAN PASCUAL BAILON,
investigada por la folcloróloga Lilia Montaña de Silva Célis en los pueblos cercanos al lago
de Tota: Sogamoso, Aquitania, Iza, Firavitoba, Tota, Monguí, Tópaga y otros pueblos
boyacenses.
Esta fiesta penetró en Boyacá en el siglo XVII con influencia de los franciscanos. Se
trataba de venerar a un santo lego que había sido pastor español en los campos y se
había distinguido por su amor a la Sagrada Eucaristía; era el santo fiestero del mundo
cristiano, ejemplo para los campesinos. A San Pascual Bailón los campesinos piden la
abundancia en las cosechas, imploran la venida de las lluvias, la recuperación de la salud
de un pariente, el hallazgo de un animal u objeto perdido.
El 16 y 17 de mayo se celebra esta fiesta campesina en Boyacá, la cual tiene una
duración de varios días, de acuerdo con los preparativos en las comidas y bebidas.
En una de las casas se arregla una sala que se destina al baile y en la cual se ubica el
altar con el cuadro de San Pascual Bailón y en donde se coloca el pan de los ángeles; a
su alrededor hay otros cuadros: la Virgen de Chiquinquirá, las almas del purgatorio, la
muerte del justo y otros santos de la devoción de la casa; muchas flores blancas y en
tonos rosa y amarillo claro; y a un lado la bandera de Colombia; en el marco de San
Pascual se colocan muchas flores brillantes de papel dorado. Del techo cuelgan festones
de colores vivos y variados. En el piso se coloca un candelabro rústico en donde van
ordenando gruesos cirios y algunas veladoras que compran los oferentes de la fiesta y
también los recién llegados o alféreces voluntarios.
Es importante en la fiesta la llegada de los músicos y de los ANGELITOS que son un niño
y una niña menores de 10 años, vestidos con sus mejores trajes y con coronas decoradas
con papel dorado; llevan asimismo flores silvestres.
Todos los vecinos entran a la sala siguiendo la pareja de angelitos y los anfitriones de la
casa y llevando velas encendidas. El "ofrendero" recita las oraciones a San Pascual
Bailón, el responsorio y la novena que se hace durante nueve días. Una de las oraciones,
es la plegaría que viene desde la colonia, en la cual se pide la "paz y concordia entre los
príncipes cristianos", asimismo "la gloria y el honor a nuestra España": "Mira
benignamente por los intereses de esta monarquía, consiguiendo del Señor, para
nuestros católicos monarcas y su real familia, salud y felicidad y acierto en su gobierno".
(30)
Luego se rezan los gozos de dos en dos y en cada interludio se toca una pieza musical,
en las cuales se considera que San Pascual Bailón viene a "abrir el baile". En mitad del
círculo se ha colocado un pequeño cirio rodeado con pétalos; si la pequeña llama se
mueve, impulsada por el viento, es señal segura que el santo ha recibido la ofrenda y
agradecido viene a acompañar a todos sus devotos y a bailar en medio de ellos. Se
recuerda al dios chibcha "Nencatecoa", quien según la costumbre acompañaba a los
chibchas en sus bailes y era signo de que estaba presente cuando el viento soplaba las
llamas. (31)
Después de los gozos, y cuando piensan los campesinos que ha bailado San Pascual, los
músicos tocan cinco piezas para que bailen los "angelitos"; ellos empiezan arrojando
flores al santo gritando "que viva la fe de San Pascual"; bailan hacia adelante y hacia
atrás, pero nunca dando la espalda al santo.
Cuando los angelitos terminan de bailar, viene el baile con el señor, la niña; y con la
señora el angelito; y luego por parejas, los hijos, nietos, yernos, cuñados y amigos.
Cuando una de las mujeres se quiere retirar hace una inclinación ante el altar y se aleja
discretamente. Bailan en silencio y con los ojos fijados en el santo. Es una danza ritual
en donde se honra al santo con el baile; los músicos tocan largamente e interpretan los
torbellinos, guabinas, pasillos, bambucos, manta, la madrugada, etc., durante toda la
noche. En el amanecer se repite la misma ceremonia del día anterior con los angelitos y
el rezo de las oraciones, la novena y los gozos y sigue el baile. Cuando se quiere bailar
común y corriente, se tapa el cuadro con en lienzo blanco; los bailes siguen todo el día
de San Pascual, mezclados con juegos de sainetes de animales y las suculentas comidas
preparadas para la fiesta; en algunos casos la fiesta se prolonga durante varios días,
pero lo común es una noche y el día siguiente. (32)
c. Semana Santa, Corpus Christi y Navidad en Boyacá.
Entre las fiestas y conmemoraciones religiosas de carácter colectivo encontramos en
Boyacá y en general en Colombia las celebraciones de Semana Santa, Corpus Christi y la
Navidad. Una copla popular que expresa la importancia de estas celebraciones:
"La Semana Santa en Tunja
El Corpus en Bogotá
las fiestas en Sogamoso
y la Nochebuena en Soatá".
LA SEMANA SANTA que se inicia el Domingo de Ramos y termina en la Pascua de
Resurrección, presenta una estructura ritual eclesiástica y una serie de tradiciones y
costumbres muy propias de cada población.
(30) Lilia Montaña de Silva Célis, "MITOS, LEYENDAS, TRADICIONES Y FOLCLOR DEL LAGO DE TOTA", Op. Cit. p. 407. Es el
primer estudio que se ha hecho sobre la fiesta de San Pascual.
(31) IBIDEM, p. 408.
(32) IBIDEM, pgs. 427- 428.
El domingo de ramos es anunciado en los pueblos con venta de las "palmas de ramo"
que se venden en los mercados o al frente de las iglesias; estas palmas son bendecidas
en ceremonia especial y conservadas durante el año, para ser quemadas cuando hay
amenaza de tempestades.
Hasta hace algunos años era costumbre en Tunja la procesión del Domingo de Ramos en
San Francisco, en donde se llevaba un niño vestido de Jesús y montado en una asna
vistosamente enjaezada y seguida de un borriquito, lo cual atraía multitud de gente.
Asimismo se acostumbraba un acompañamiento de niños apóstoles que siguen al Señor
desde el Domingo de Ramos, acompañados por las gentes portando los ramos. Estos
doce niños apóstoles aparecen en algunos casos con larga túnica blanca y una capa
blanca y una capa con cíngulo morado, con cruces amarillas y aureolas de cartón,
forradas en papel dorado, y báculos tapizados con algodón y cintas; en otros lugares,
llevan túnicas de colores fuertes y vivos a la usanza judía de los tiempos de Cristo.
El Nazareno y el Judío. Paso tradicional de la Semana
Santa en Tunja.
En la Semana Santa se acostumbran las procesiones con escenas esculpidas de la Pasión,
las cuales son llevadas por penitentes enmascarados, quienes conservan su puesto por
tradición; en Tunja, conforman la cofradía de los "nazarenos". Algunos pasos soy muy
típicos y han permanecido durante muchos años: el paso de la sentencia, es
característico de la procesión del Lunes Santo en Tunja; el paso de la Oración en el
Huerto, Jesús atado a la columna, el Señor caído, San Pedro con las llaves, La
Verónica, La Magdalena, la Dolorosa, Jesús con la cruz acuestas, etc. En
Miraflores le ponen a San Pedro un báculo y un gallo vivo durante toda la semana, el cual
permanece atado al pasó del apóstol. En Sogamoso un ángel lleva las insignias de la
pasión, la corona de espinas, las potencias y los clavos, en una bandeja de plata. En
Sáchica acostumbran la Semana Santa a lo vivo.
Los vestidos de los santos de los pasos de Semana Santa, cambian de acuerdo con los
días: vistosos colores en los días de domingo de ramos a miércoles y el domingo de
resurrección; y riguroso luto los jueves, viernes y sábado santo. Con gran solemnidad se
presentan las procesiones del Santo Sepulcro, el viernes santo; la Soledad, el sábado
santo y la procesión del Resucitado el domingo de Pascua. El jueves santo es el día
importante de la Semana Santa y el día de la gran cena. Los monumentos constituyen
el aspecto más típico de todos los pueblos boyacenses; en ellos aparece el cordero
pascual, el cáliz forrado con papel dorado o racimos de uvas, matas artificiales de vid,
trigales, barcas, etc.; y en medio de ellos, la urna de la Eucaristía.
En el Valle de Tenza es característico la llamada FIESTA DE LA LLAVE, en la cual una
familia determinada que hace los gastos de la semana santa, es portadora de la llave del
tabernáculo. Las familias se inscriben para costear las fiestas de semana santa con varios
años de anticipación; en Pachavita tienen el privilegio de participar en las ceremonias
litúrgicas en un sitio especial cerca al altar; el principal de la familia, lleva la llave del
tabernáculo en el cuello durante la semana y la entrega el jueves santo en la ceremonia
principal. Esta familia de la "llave" hace la quema de Judas el domingo de Resurrección
y la gran fiesta para los familiares y amigos, pues la "llave" es signo de gran prestigio. En
Sogamoso se cedía el honor de llevar la llave de la urna a un feligrés que hubiere
ayudado efectivamente para las obras parroquiales.
En Tunja se acostumbró durante muchos años llevar como apóstoles en el lavatorio del
Jueves Santo a 12 ancianos del Ancianato. Después de la ceremonia se acostumbraba
una procesión en donde el centro es el "Lígnum Crucis".
En Sogamoso creían que en los Jueves Santos por la noche durante pocos minutos
aparece en las sabanas de la Tigrera una llama misteriosa que se mueve, aviva, crece y
desaparece (33) El Viernes Santo es un día temeroso y de recogimiento; las gentes de
Boyacá generalmente no viajan a ningún lugar; los campesinos están conscientes que en
esos días no deben pensar en amores, ni tener contactos sexuales. Así expresa una
copla:
"La vidita mía me dijo
que ella me iba a olvidar,
que ya venía la cuaresma
y ella s´ iba a conjesar".
Las semillas sembradas el Viernes Santo germinan fuertes y vigorosas, según las
creencias de los campesinos; en especial, esta siembra debe hacerse a las tres de la
tarde, en poca cantidad y con tierra preparada previamente.
A principios del siglo XIX acostumbraban en Tunja sacar un preso de la cárcel los días
jueves y viernes santo, con grillos y cadenas, pidiendo limosnas para los presos. (34) El
ladrón Dimas, compañero de Jesús con el ladrón Gestas, lo consideran en Boyacá como
abogado de los objetos perdidos. Así dice la copla valletenzana:
"Yo se lo tengo pedido
a San Dimas, mi abogado:
Que me ayude a conseguir
Lo que me tienen robado". (35)
La Semana Santa de Tunja desde la colonia ha tenido especial esplendor y solemnidad;
el lunes salía la procesión de San Francisco; el martes del Monasterio de la Concepción y
el miércoles de Santo Domingo. Los pasos presentaban gran boato y eran adornados con
doseles de raso y terciopelo, bordados y orlados con flecos de oro y plata.
Algunas coplas boyacenses de la Semana Santa son muy curiosas, en lo que se relaciona
con Juan y la Magdalena:
San Juan y la Magdalena
se jueron a traer candela
y del susto de los perros
rompieron la tapadera.
(33) Guillermo Plazas Olarte, Op. Cit.
(34) Luis Francisco Suárez Pineda, "LA CELEBRAClON DE LA SEMANA SANTA EN ALGUNAS REGIONES DE COLOMBIA". En:
"Thesaurus" (Bogotá), Tomo XVII, No. 3 (1962), PP. 575 - 605.
(35) IBIDEM. Es el mejor estudio realizado sobre las costumbres en la Semana Santa en Colombia.
San Juan y la Magdalena
se jueron a comer uvas;
encontraren la mata seca
y se golvieron en ayunas.
En la Semana Santa boyacense encontramos también las comidas típicas principalmente
el Jueves Santo. En Tunja y otros pueblos boyacenses, la costumbre es tener muchos
platos y mucha bebida entre las comidas; en algunas casas oscilan entre cuatro y doce
platos diferentes. En el Norte de Boyacá las gentes preparan las comidas en los días
anteriores al jueves santo, pues creen que quien muele el viernes santo, "muele a
Cristo". En Valle de Tenza acostumbran la sopa de queso o pasta, plátano y papas
guisadas, arroz seco y huevos; además los envueltos y diversas mantecadas y colaciones
de fabricación casera, con arepas especiales, pan y chocolate. El Domingo de Pascua se
celebra en Boyacá con gran alegría; hay bailes, se toman licores, se hacen paseos fuera
del poblado y se preparan almuerzos especiales; en algunos lugares hacen la famosa
"quema de Judas" y los bailes de pascuas al son del torbellino, pasillos, bambucos y
guabinas.
Otras de las festividades religiosas de gran solemnidad en Boyacá desde la Colonia es el
CORPUS CHRISTI. En los siglos del coloniaje era la fiesta religiosa más solemne del año
litúrgico y la expresión máxima de la religiosidad del pueblo. Esta fiesta concentró la
mayor solemnidad desde el Concilio de Trento como manifestación de la fe católica y
como símbolo de la España, adalid del Cristianismo en el mundo. A mediados del siglo
XVI se consideró fundamentalmente la defensa y propagación de las doctrinas
eucarísticas y la necesidad de manifestar públicamente la fe y la alegría cristiana a través
de las Danzas del Corpus y los célebres autos sacramentales. En España fueron famosas
las danzas de los "Seises" como adoración ante la Eucaristía; eran típicos los monstruos
y gigantes en la procesión como símbolos figurativos del triunfo de Cristo vencedor sobre
la muerte, el pecado, el mundo y el infierno.
La procesión del Corpus giraba alrededor de los altares en las esquinas en donde se
representaban escenas bíblicas con diversas figuras; arreglos con trigales, racimos de
uvas, barcas, e inclusive seres mitológicos.
En la provincia de Tunja en los siglos de la Colonia salían en la procesión del Corpus los
más altos dignatarios civiles y eclesiásticos y la encopetada sociedad tunjana. Los altares
eran ricamente elaborados por los gremios de mercaderes, artesanos o de determinados
oficios. Los indios chibchas salían por parcialidades e interpretaban sus correspondientes
Danzas, entre las cuales destacamos la Danza de las Cintas y las comunes Danzas del
Corpus con avances, retrocesos y golpes con garrotes en el suelo al son de las flautas y
tambores. (36)
Las supervivencias del Corpus Christi en Boyacá se han conservado más auténticas en los
pueblos más alejados de la capital; en algunos está relacionada con la exposición de los
frutos del campo; con "altares de la cosecha" como las festividades de San Isidro
Labrador.
Entre las fiestas religiosas colectivas, ninguna es tan alegre y expansiva como la
NAVIDAD EN BOYACA. El aguinaldo boyacense ya ha pasado los linderos de Colombia,
y se tiene como una de sus típicas manifestaciones folclóricas.
El 16 de diciembre se inician las fiestas del Aguinaldo, en las cuales Boyacá entero
despierta con la alegría y parece que su alma se volcara de júbilos Se organizan las
JORNADAS, nombre que toman en Boyacá las procesiones que se verifican por las calles
o la plaza de las poblaciones en los días de la novena y durante la cual se rezan las
oraciones y la novena del aguinaldo, se cantan los villancicos al niño Jesús. Los pasos de
las jornadas, que a veces son a lo vivo, presentan diversas escenas conmemorativas de
la historia de Belén: en algunas localidades boyacenses encontramos un niño con barbas
y túnica que representa a San José y una niña vestida de judía, que representa a la
Virgen; siguen las comparsas de angelitos o de diablitos. En algunas escenas aparece
San José llevando del cabestro la burrita con la Virgen; San José y la Virgen junto a una
quebrada, el paso por un puente, etc.
(36)
Ramón C. Correa, "HISTORIA DE TUNJA", Tomo III, p. 288 - 289.
En la navidad boyacense es importante el PESEBRE en las casas y el pesebre parroquial,
están arreglados con muchos adornos con las figuras de la Virgen, San José, los
pastorcillos, los reyes magos, mulas, bueyes y la estrella de Belén. (37)
En los pueblos boyacenses existen costumbres diferentes, que están desapareciendo en
los últimos años. En Jenesano el alcalde reunía a los habitantes y daba la orden de hacer
disfrazar a todos los habitantes desde las primeras horas del 23 de diciembre, e iniciar
un verdadero CARNAVAL; se destacaban los disfraces del demonio y de las almas. En
Soracá y otros lugares acostumbraban la "vara de los negros" muy semejante a la
Danza de la Trenza o la clizneja; las cintas iban entretejiendo y en este oficio se requería
precisión de las parejas, porque una equivocación hacía empezar de nuevo la danza. (38)
En algunos pueblos como Socha, Belén, Floresta, Soatá, Cómbita y otros, los campesinos
acostumbraban llevar disfraces con frailejones sobre la cabeza a modo de sombrero;
algunos llevaban hachones encendidos. En otros lugares llevaban los llamados "arbolitos"
hechos de cañabrava y con adornos de flores y papeles de vivos colores, imitando
especies de candelabros con diversos brazos. Aparecen asimismo en numerosos pueblos
las figuras de matachines o diablos con máscaras hechas de caspote, una especie de
parásito que en forma de cabellera cuelga de algunos árboles; otras veces los hacen de
flecos de fique con manchas de diversos colores, combinados indistintamente: como
complemento llevan látigos con remates de vejigas de res infladas para castigar a quien
se atreva impedir el camino.
En Tunja se acostumbraban las posadas tocando en las puertas de los fieles; en algunas
de ellas se hacían las famosas parrandas navideñas. En las procesiones de aguinaldos
son imprescindibles las comparsas de pastores; muchos van vestidos con túnicas y
mantos de estilo judío y con sombreros de la región.
La misa de gallo constituye la culminación de las festividades navideñas. A ella acude el
pueblo en su gran mayoría, aun cuando tenga que suspender la fiesta de nochebuena
que se ha iniciado en las horas de la noche; las fiestas son de carácter familiar y con la
unión de vecinos y amigos. Los regalos de navidad o "aguinaldos" fueron muy
desconocidos por los campesinos pero sí entre las gentes de los pueblos. En el Valle de
Tenza se acostumbraban los famosos "torbellinos a misa" que se hacían en grupos basta
la iglesia; y se bailaba el tres y el guatecano. Algunas coplas boyacenses son bellas
expresiones navideñas como éstas:
"El que sepa torbellino
que no le deje olvidar;
con eso en la nochegüena,
me acompañará a bailar".
"Soy un pobre campesino,
nacío y críao en Somondoco
y al Niño Jesús le truje
este pollito piroco".
Yo traje al Niño Jesús
apabochas del Cocuy
y pal malvado de Herodes
un mico y un currucuy.
Al niño Jesús le ojrezco
lo mejor de mi rebaño
aunque mis taitas no queran
y me metan mi regaño.
(37) Luis Francisco Suárez Pineda, "CELEBRACIONES NAVIDEÑAS EN ALGUNAS REGIONES DE COLOMBIA" En: "Thesaurus"
(Bogotá), Tomo XX, No. 3(1965).
(38) Rosa Otálora de Corsi, "AMBIENTE TUNJANO" (Crónicas y Leyendas de Tunja). Tunja, 1939, PP. 231 - 232.
En la navidad boyacense son típicas las comidas de nochebuena: el tamal acompañado
con chocolate, pan y bizcochos; en la cena navideña es típico asimismo el ajiaco con
pollo y los buñuelos de maíz y trigo ensopados en miel de caña o abejas. Las colaciones
boyacenses son típicas en la navidad con las rosquillas, polvorosas, plumeros, rosquetes,
garullas, almojábanas, etc. En el almuerzo del 25 de diciembre en el Norte de Boyacá
acostumbran el cordero; en el resto del departamento el pollo y el pavo.
La navidad ha tenido tanta popularidad en Boyacá, que en la segunda mitad del siglo XX
ha traído el turismo de todas las regiones de Colombia. Dignas de mención son las fiestas
que con tal motivo se han organizado en el AGUINALDO BOYACENSE que se celebra en
Tunja con la participación de carrozas, conjuntos, comparsas de la ciudad y pueblos
vecinos; en la misma forma, se ha popularizado el Aguinaldo Paipano, que tiene
semejanza en la organización con el anterior. En las demás regiones de Boyacá, en el
Cocuy, en Socha, en el Norte y Valle de Tenza, tiples y torbellinos acompasan la alegría
de las noches para reflejar el alma alegre de un grato diciembre en Boyacá.
Como complemento de la Navidad aparece el 28 de diciembre, día de los INOCENTES.
Las inocentadas son bromas que se hacen ese día que se conoce para las gentes con el
consabido "pásela por inocente".
El 31 de diciembre en vísperas del año nuevo en algunos pueblos sacan el "matacho" en
figura de hombre vestido popularmente y relleno de paja y aserrín; es llevado en
procesión con gran algarabía y pólvora; en la media noche lo prenden, para significar que
el año viejo se va y llega el año nuevo. En algunos pueblos se pedían tres centavos que
darán la suerte del año nuevo; se pedían en nombre de la Santísima Trinidad, la Sagrada
Familia o los Tres Reyes Magos. Diversas costumbres aparecen en el año nuevo: la
selección del Compadre del año, los huevos en vasos de agua, etc.
d. El folclor Funerario: la muerte y el entierro entre los campesinos boyacenses.
Muy ligado al folclor religioso se encuentran las costumbres funerarias, en una región que
presenta caracteres esencialmente religiosos en sus actitudes, como es Boyacá. En
esencia, los patrones socio-religiosos para enfrentar la muerte se derivan de los dogmas
católicos, y en las costumbres encontramos supervivencias hispánicas y chibchas.
Por las costumbres funerarias aún sobrevivientes entre los campesinos TUATES,
localizados cerca de Tutasá y al Norte de Belén de Cerinza, podemos reconocer
supervivencias chibchas y españolas en sincretismo. Los tuatés acostumbraban las
plañilleras en los entierros; son éstas, tres o cuatro lloronas que generalmente son
ancianas dedicadas al oficio de llorar y pregonar en alta voz y en forma continua las
cualidades y virtudes de los difuntos. Es muy curioso que a muchos cadáveres antes de
llevarlos a la iglesia de Belén, acostumbraban participarles sus bebetas de las tiendas,
abriéndoles con un palo las rígidas mandíbulas y echándoles chicha en la boca. Después
de la ceremonia en la iglesia de Belén de Cerinza conducen el cadáver entre lloros y
lamentos formando un vocerío espantoso. Al llegar a la tumba, por orden del parentesco
van chorreando sobre el féretro las velas y espermas que llevan encendidas hasta
cubrirlo completamente con una capa blanca; luego lo descienden al hoyo y el pariente
más próximo y quienes le siguen, le echan encima puñadas de tierra, y a cada una que
lanzan, van recomendando el alma del muerto a los parientes difuntos y enviando
saludos a los ya desaparecidos, hasta cubrir de tierra el cajón; luego lo tapan
rápidamente lanzándole con las palas de tierra y piedra hasta formar un túmulo sobre el
sepulcro. Al cementerio llevan también vasijas con chicha que reparten entre los
concurrentes. Terminado el entierro, entre sollozos y buenas ausencias del difunto,
vuelven a las tiendas en donde se embriagan. (39)
Existen algunas supersticiones sobre la proximidad de la muerte en las familias: el canto
del "currucuy" en el tejado de la casa, el zumbido de una mosca sobre el enfermo,
mariposa negra y el canto de una lechuza. Muchos creen que la muerte por
enfermedades es producto de maleficios o brujerías; aun cuando no piensan lo mismo
con las originadas por vejez o golpes mortales.
(39)
Ulises Rojas, "COSTUMBRES DE LOS INDIOS TUATES" En: "Repertorio Boyacense" (Tunja), Nos. 140 - 143 (Marzo Julio 1963) PP. 1467- 1474.
En algunas veredas de Santa Rosa de Viterbo las gentes compran su cajón para el
entierro con mucha anticipación, y generalmente lo colocan en una de las vigas del
zarzo; en la misma forma compran los cirios para el velorio.
Existe la costumbre de quitar el cadáver inmediatamente del lecho de muerte para que el
alma no pene, y colocarlo en el centro de la habitación Lo colocan en un cajón o ataúd, o
en una "Barbacoa" hecha de madera, cañas y cuerda para conducir el cadáver al
cementerio. Creen que en la habitación en donde expiró se debe colocar un vaso de agua
y una luz durante las nueve noches porque en ese tiempo el alma viene a beber. La luz
sirve para que el alma vea en donde está el agua (40) Durante las nueve noches no se
debe hablar del muerto porque esto lo haría penar en la otra vida.
Una de las costumbres funerarias más típicas, es la gran comida para los asistentes al
"velorio"; en especial el "mute", la gallina y la carne de cerdo, acompañados de guarapo
para retener a los visitantes.
Si el individuo murió asesinado le atan los pies para que el asesino no huya y más bien
se devuelva; si llueve el día de muerte, es probable que el finado esté en el purgatorio o
en el infierno; si hace buen día es seguro que ella goza de la bienaventuranza. (41) En el
velorio rezan las letanías con recuerdos para los difuntos parientes y amigos.
Cuando llevan el cadáver al pueblo van repartiendo guarapo entre los asistentes;
asimismo reparten bollos, longanizas, arepas, mazorcas, carnes, etc. Después de la
ceremonia religiosa y ya en el cementerio destapan el cadáver y los concurrentes deben
acercarse a mirarlo por última vez lanzando los parientes gritos lastimeros. Por último
cada uno arroja puñados de tierra sobre el cajón con nuevas lamentaciones.
Consuelan su pena comiendo y bebiendo; si el finado es pobre, la cena se prepara con
los obsequios que traen los visitantes. Al regresar a la casa, hacen un mamarracho en
figura humana para que imite al cadáver, con cabellera, brazos, piernas; los pies van
cubiertos con alpargatas. Este mamarracho se coloca en la estera en donde estaba el
cadáver y junto a él el vaso con agua y luz en donde el difunto beberá durante las nueve
noches.
Entre los campesinos boyacenses, la muerte de los niños constituye una verdadera fiesta
social; hacen el llamado entierro de los "ANGELITOS". El cadáver del niño lo visten de
angelito con alas doradas, o plateadas, corona, zapaticos y algunas estrellitas para
salpicarle el vestido. Así arreglado lo colocan en una mesa en el centro de la sala y lo
rodean de flores. A continuación empieza el baile con música de los conjuntos
campesinos con tambores, capadores, tiples, flautas de caña, dulzainas, churruscos,
chirimías y otros. Echan pólvora para que venga la gente, cantan y bailan con inusitada
alegría. Creen que si hay bastante concurrencia, el niño sonríe, pero que se entristece a
medida que haya menos acompañantes. Los padres del niño no deben mostrarse tristes,
porque ello quitaría la gloria eterna. Durante las nueve noches nadie debe dejarse tocar
de la madre del niño o de quien lo amortajó, porque perdería sus animales o su cosecha
aquél quien lo tocare. Si las mujeres se dejan tocar, dañarán su cabellera.
Al tercer o cuarto día de la defunción, "el angelito" es llevado al poblado vecino en medio
de una verdadera procesión; él va muy alto en el extremo de un palo rematado en tres
divisiones y acompañado por gran concurrencia, música, pólvora y gritos de alegría; al
llegar al pueblo es recibido con repique de campanas, y se hace la ceremonia religiosa.
(42)
Esta costumbre de los "angelitos" es típicamente española y transculturada a Boyacá.
(40)
Rosa María Otálora de Corsi, "DATOS FOLKLORICOS SOBRE LA MUERTE Y EL ENTIERRO ENTRE NUESTROS
CAMPESINOS". En: "Repertorio Boyacense" (Tunja), Nos. 161 - 162 (1951), PP. 2399 - 2406.
(41) IBIDEM, pgs. 2403 y 2404.
(42) IBIDEM, pgs. 2405 - 2406.
Parte 1
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Parte 2
Chatica Linda
8. Mitos, leyendas y creencias populares en Boyacá
a. Los mitos folclóricos.
Un estudio sobre los Mitos folclóricos nos presenta un conjunto de creencias brotadas
del fondo emocional, las cuales se expresan en un juego de imágenes y de símbolos y se
manifiestan como una fuerza operante en la sociedad. El conocimiento de los mitos
equivale en algunos pueblos a llegar al secreto de origen de las cosas y a la adquisición
de un poder mágico sobre ellas, gracias al cual se logra dominarlas, multiplicarlas o
reproducirlas a voluntad. El mito se presenta como una realidad viviente de la que se
cree, acaeció en los tiempos originarios, e influye continuamente en el mundo y el
destino de los hombres.
Los mitos boyacenses han sido transmitidos por tradición y aparecen en nuestro presente
como supervivencias del pasado. Algunos son chibchas, con raíces milenarias muy
profundas en pueblos asiáticos y oceánicos. Otros son españoles, con profundas
raigambres europeas, traídos a estas tierras en los siglos del coloniaje.
Uno de los aspectos que relaciona los mitos boyacenses con los colombianos y
latinoamericanos, es el sentido general en la relación de los dioses tutelares o
personificaciones de las fuerzas naturales que gobiernan la vida de los pueblos y los
campos. Todo objeto extraordinario en la naturaleza es supuesto como poseedor de un
núcleo o una esencia espiritual, la cual desempeña un papel activo en la existencia de lo
que rodea y comprende a los hombres. Los dioses tutelares o mitos populares se pueden
presentar como enemigos temibles o grandes amigos de las gentes.
Los campesinos boyacenses respetan profundamente los lagos, las montañas y las rocas;
ninguno habla de nadar en dichos lagos, y ni siquiera de lavar allí sus ropas. Consideran
que los "espíritus" o los "encantos" están vinculados a los fenómenos físicos, los ríos,
las montañas y las lagunas; inclusive cuando pasan cerca de ésta, hacen la señal de la
cruz. Algunos campesinos boyacenses creen que los espíritus del agua no solo viajan
bajo la tierra, sino también toman fuerza humana y caminan de un lugar a otro; piensan
que los espíritus de la montaña son más feroces en las horas nocturnas y mucho más los
viernes de semana santa.
Según los campesinos mestizos de las cercanías de la laguna de Fúquene, el dios tutelar
Fú se opuso a la construcción del ferrocarril que el gobierno hizo entre Zipaquirá y
Chiquinquirá. Cuentan los campesinos que cuando la obra llegó a bordear la laguna, los
trabajadores tuvieron muchos problemas, pues de un día para otro la obra aparecía
destruida sistemáticamente. Pero como la constancia de los trabajadores era Infatigable,
cuentan los campesinos, que un día con su paciencia ya agotada, el mito del agua
apareció ante los hombres en forma humana y. les dijo: "Ustedes están invadiendo mi
palacio", y en forma amenazante desapareció: No sobra decir que los aterrados
trabajadores decidieron prudentemente trasladar el terraplén del ferrocarril a otro lugar.
(43)
Cuando en abril de 1972 se desbordó la "Laguna Negra" o del Carrizal, en el río Arcabuco
cerca de Tunja, y fue la causa de una gran inundación en toda la región, muchos
campesinos boyacenses creyeron en la ira de los espíritus de la Laguna negra. Los
campesinos creen que la laguna es un ser sobrenatural cuyas dormidas pasiones suelen
estallar súbitamente con fuerza incontrastable: la laguna se lamenta, se encoleriza, se
envenena y toma venganza agitando con violencia sus aguas y suscitando tremendas
tempestades, o bien dejando salir de su seno monstruos o "espíritus" malignos. Esta
supervivencia mítica tiene profundas raíces chibchas y está relacionada con el "Mito de
Bachué", madre del linaje humano, quien emergió de la laguna de Iguaque, se casó con
su hijo, pobló la tierra y volvió a la laguna. Por ello, los chibchas fueron adoradores del
agua, en un mito que se transmitió a los campesinos boyacenses.
Otros mitos chibchas del Altiplano cundiboyacense son dignos de mencionar: el mito
sobre la creación del sol y la luna; los mitos de Nemqueteba y Bochica; el mito del origen
del Salto de Tequendama, el mito de Chiminigagua o creador y otros.
(43)
Orlando Fals Borda, "CAMPESINOS DE LOS ANDES", op. cit. P. 234 - 235.
En Boyacá encontramos gran diversidad en los mitos folclóricos, la mayoría de los cuales
son comunes en Colombia y en otras áreas de Hispanoamérica. Entre ellos destacamos
los siguientes: La Llorona, es un mito de los pueblos y los campos boyacenses que se
distingue por sus macabros plañidos, y según los campesinos aparece como una mujer
con largas vestiduras y rostro de calavera, llevando en sus brazos un niño muerto.
El Cucacuy, es un mito del Valle de Tenza que se presenta como un hombre fabuloso
que sale desnudo por las noches a calentarse en las parrillas. Lleva siempre en la mano
un largo bordón en cuya extremidad pende un calabazo que encierra varios demonios.
Silba de un modo especial en la uña del pulgar, para que tal efecto se deje crecer; las
gentes creen que se trata de un varón no bautizado y que tiene pacto con el diablo.
Otros mitos campesinos se han registrado en Boyacá, como en otras regiones de
Colombia: El Jigura o patas, La Mancarita, el gritón, el sombrerón, el patetarro, la
patasola, el hojarasquín del monte, la madremonte y otros seres míticos que recorren los
campos boyacenses, caminos, poblados y veredas. Algunos son el temor de los
caminantes en noches de oscuridad; vengativos, chanceros y madrugadores; sobresaltan
las doncellas, despistan los cazadores, asustan a los campesinos que regresan a sus
casas después de los velorios y de los alumbrados. Los campesinos boyacenses creen en
sus mitos y en los lugares de los encantos; las gentes creen en ellos "porque los hay, los
hay".
Los mitos, en las ciudades están relacionados con los ESPANTOS. Tunja ciudad colonial
presenta diversos espantos mitológicos que han llenado el terror de los tunjanos en
muchos años. Señalamos entre ellos: el farol de las Nieves, el espanto del Panóptico, el
perro de San Francisco, el espanto de la Fuente, el toque de las ánimas y los espantos de
dominicos y franciscanos en diversas casas coloniales de la ciudad. (44)
EL FAROL DE LAS NIEVES. Se trata de un espanto legendario que aparece como un
"farol" o bomba luminosa que sale de la iglesia de las Nieves, a una altura de unos diez
metros, suspendido en el aire, con rumbo caprichoso, pero en dirección de la plaza
principal. Se detenía en algunas casas cercanas a la catedral. Este espanto tiene relación
con la famosa "emparedada", una joven que recibió el castigo de su padre por buscar un
matrimonio a disgusto y a escondidas. Conocedor el padre de este problema, salió con un
farol en busca de su hija por la calle que va a la catedral, y al no poder convencerla,
determinó emparedarla en una alacena que existía en una de las piezas de la habitación.
Con el tiempo surgió el farol de luz amarillenta que recorría la ciudad y sus contornos.
EL ESPANTO DEL PANOPTICO es un espanto de la antigua Penitenciaría de Tunja, en
el antiguo convento de los Agustinos, hoy en ruinas. Aparecía en los viernes santos y el 2
de noviembre de los difuntos; las gentes veían salir de la antigua sacristía de la iglesia, la
extraña figura de un monje que se dirigía a lo largo del corredor. Si alguien se interponía
al monje, éste se le avalanzaba y lo arrojaba al patio con violencia. Veían un fraile
vestido de negro con capucha y mangas anchas, con un cordón o cinto al lado; al verlo
encontraban una calavera bajo la capucha.
EL PERRO DE SAN FRANCISCO, se trata del espanto del perro de piedra que existía en
el antiguo convento de San Francisco, el cual pasó posteriormente al Batallón Bolívar.
Este perro era de gran tamaño y se presenta sentado mirando hacia el muro oriental. Los
tunjanos creían que en horas avanzadas de la noche, se sentía un extraordinario terror
cerca del perro: escuchaban sus aullidos, el arrastre de cadenas, ladridos terribles y ojos
con fuertes luces.
EL ESPANTO DE LA FUENTE, se trata de los quejidos y cantos de lavanderas que los
tunjanos escuchan en la Fuente Grande.
EL TOQUE DE LAS ANIMAS en la iglesia de San Francisco, aparece en la segunda mitad
del siglo XIX después de regresar los religiosos a sus conventos abandonados en los años
de la Radicalización. En dicho templo, cuando uno de los monjes iba a hacer el "Toque de
las Animas" al pasar por la iglesia encontraba iluminado el altar y un sacerdote con
44
Ramón C. Correa, "HISTORIA DE TUNJA", Tomo II, op. cit.
casulla roja dirigiéndose al altar y llevando en sus manos un vaso sagrado; daba la
sensación que esperaba un ayudante. Durante muchos años los legos no iban al Toque
de las Animas por miedo al espanto, hasta cuando uno de ellos se atrevió a ir al altar y
ayudarle al padre, quien era un alma en pena y solicitaba de la comunidad franciscana
comulgara una vez por mes por su redención. Desde entonces se volvió a escuchar el
repicar de las campanas en el toque de las Animas en San Francisco.
LOS ESPANTOS DE DOMINICOS Y FRANCISCANOS. En algunas casonas coloniales
de Tunja existen las consejas sobre las apariciones de monjes. Ven monjes corriendo las
piezas y corredores; se detienen en determinados sitios y dan golpes, con gran terror
para quienes los escuchan. En algunos casos los tunjanos veían monjes asomados en las
ventanas; en otras insistiendo para que los sacaran de penas y descubrieran los tesoros
ocultos.
LOS DUENDES. Un mito muy generalizado en Boyacá como en muchos lugares de
Latinoamérica es el de los Duendes. Son seres míticos traviesos que aparecen en los
campos, en los pueblos y hasta en las ciudades, y son considerados como seres míticos
traviesos. En las minas los duendes aparecen entre los trabajadores en formas de enanos
con vistosos y llamativos trajes; arrojan lluvias de piedras sobre los techos de las casas
en donde quieren cebarse; en los campos persiguen las mozas casaderas; se roban las
provisiones; abren las corralejas de los terneros, se ríen en los cielos rasos y esconden
las escobas. Los duendes gustan de las casas viejas, correr baúles para asustar a los
habitantes, etc.
Otros mitos que han sido estudiados son: la dama peluda, el currucucú, el jinete negro,
el ánima sola, la cabellona, la viudita, la mula de tres patas, etc.
Como hemos podido apreciar, en los campos y poblados de Boyacá existen infinidad de
"Mitos", que conforman una mentalidad mítica colombiana. La imaginación primitiva,
desde hace milenios de años, creó una serie de deidades y les dio forma corpórea visible
y viviente, para explicarse así el origen de las cosas y de los hombres. Así el hombre se
siente parte de la naturaleza y afirma su fraternidad con las especies animales y sus
relaciones con los astros, las plantas, etc.
Un aspecto que está relacionado con la mentalidad mítica del boyacense es la
importancia que da a la manifestación de la fuerza en los fenómenos naturales,
humanos y animales. Las gentes piensan que cualquier cosa que manifieste fuerza o
relación con lo trascendente es sacro y por consiguiente puede ser venerado. Los astros,
los mares, los ríos, los lagos, las montañas, animales, plantas y fenómenos naturales, y
aún los mismos hombres, pueden ser mitificados, en cuanto revelan la fuerza o el
espíritu que los anima.
b. Las leyendas populares en Boyacá.
Las leyendas populares se presentan como narraciones que tienen un recuerdo histórico
básico, complementado con la fantasía y misterio de las gentes.
Algunas leyendas son chibchas, a través de las cuales se han tejido muchas consejas
que superviven. Mencionamos entre ellas: la leyenda de Hunzahúa, el fundador de Tunja
indígena; la leyenda de Goranchacha, los Cojines del Zaque, la leyenda de Aquimín, y
otras. (45)
La Leyenda de Hunzahúa, está alrededor del fundador de la legendaria Hunza. El
Zaque Hunzahúa se enamoró de su hermana Noncetá, y según las leyendas chibchas el
incesto era prohibido. Al tener conocimiento la cacica madre Faravita, quiso castigar a su
hija con la misma pala para revolver la chicha, pero la niña daba vueltas en torno a la
vasija con gran agilidad. En un arranque de ira, Faravita lanzó la pala y rompió la olla; la
chicha empezó a regarse y de la misma tierra brotó agua aumentando así el líquido
amarillento, conformándose un gran pozo, que es el que hoy se llama en Tunja Pozo de
Donato. Cuando Hunzahúa bajó de los cojines del zaque de la ceremonia al sol, encontró
en su cercado la triste realidad de su pecado y en los alrededores una muchedumbre que
(45) Sobre las leyendas en Boyacá, consúltense las siguientes obras: Julio Roberto Galindo, "BOYACÁ EN LA LEYENDA
INDIGENA "(Tunja), Impr. Departamental, 1965; Jesús A rango Cano, "MITOS, LEYENDAS Y DIOSES CHIBCHAS';
Bogotá, Plaza y Janés, 1976; Max López Guevara, "LEYENDAS INDIGENAS", Tunja, U.P. T. C. Elvira Sarmiento de
Quiñones, "LEYENDAS DE LOS BOCHES", Tunja, Imprenta Dptal, 1939.
protestaba contra el incestuoso. Esto decidió la fuga de los dos hermanos y la "maldición"
que desde el alto conocido hoy como "San Lázaro", hiciera Hunzahúa a su ciudad: "Serás
estéril; nunca más flores ni árboles verán tu suelo; tu tierra será desnuda y barrancos ay
no tendrás más compañero que el viento y el frío". Los hermanos siguieron su viaje;
tuvieron una cueva en Susa en donde nació Bochica en el Salto del Tequendama; allí
fueron convertidos en las piedras al borde del abismo.
La Leyenda de Goranchacha el profeta. Goranchacha era hijo del sol y de una doncella
de Guachetá; al cumplir 24 años pasó a Ramiriquí y Sogamoso en donde fue recibido
como hijo del sol. Recorrió las tierras chibchas recordando las enseñanzas de Bochica, la
obligación de adorar a los dioses, venerar a los caciques, guardar la paz, etc. Cuando
tuvo conocimiento del castigo brutal que hizo el cacique de Ramiriquí a uno de sus
súbditos, le dio muerte, se apoderó del cacicazgo y se radicó en Hunza en donde ejerció
el primer gobierno dictatorial. Hizo edificar un templo al sol con grandes piedras traídas
de diversas regiones; este templo se hizo en el lugar que hoy ocupa la Universidad en
Tunja. Según la tradición, Goranchacha profetizó la venida de una raza extraña, la cual
esclavizaría al pueblo chibcha por haber olvidado las enseñanzas de Bochica.
Otras leyendas indígenas encontramos en Boyacá: La leyenda de Furatena en el
territorio de los Muzos y las esmeraldas, alrededor de los cerros que fueron adoratorio de
los chibchas. La leyenda de Huán en el templo de Iraca; la leyenda de Azay, la
leyenda de la princesa Anachué, la leyenda de Tomaghata o el cacique Rabón, la
leyenda de Idacansás en Sogamoso; las leyendas de los Laches y de los Boches hacia
el norte de Boyacá y otras.
Otras leyendas populares de Boyacá surgieron en los siglos de la Colonia alrededor de
narraciones extraordinarias e históricas en la antigua provincia de Tunja. Unas se
presentan como proyección de leyendas universales como es el caso del Judío Errante;
otras surgieron de acontecimientos históricos que hicieron impacto en el Nuevo Reino,
como fue el caso de la famosa Calle del Árbol alrededor de los crímenes de Doña Inés
de Hinojosa.
La Leyenda del Judío Errante en Tunja aparece desde finales del siglo XVI. Se trata
de la visita que hizo Ahseverús el judío de los tiempos de Jesucristo, quién según la
leyenda universal que se ha ubicado en muchos lugares del mundo, gritó a Jesús en el
camino del Calvario "anda", cuando el nazareno quiso sentarse en una piedra. El Maestro
le dijo "Anda tú, anda hasta cuando yo vuelva, hasta el fin de los tiempos". Y desde
entonces anda por todo el mundo, representando en su imagen la figura andante del
pueblo judío.
En Tunja la leyenda del judío errante está en relación con la escultura del judío de la
Iglesia de Santo Domingo que sale en las procesiones de Semana Santa; una escultura
esculpida con la del Nazareno en los mediados del siglo XVI en Tunja. Creían los novicios
del convento que el judío salía en las noches a hurtadillas de su celda y recorría los
claustros del convento y robaba alimentos; creían asimismo que la estatua volvía
repentinamente la cabeza y clavaba miradas tenebrosas e infernales; asimismo que lo
encontraban sentado y llorando escondiendo la frente entre los brazos.
Cuenta la leyenda colonial que un viernes santo el Padre Luis recibió la visita de un
viajero, quien le preguntó por la estatua del judío de Santo Domingo. El viajero y la
estatua vestían de la misma manera y entablaron un diálogo de reconocimiento en el
cual el viajero resultó ser Ahseverús el judío errante, quién siguió su camino con paso
lento y cansado hasta la consumación de los siglos. (46)
La Leyenda de Doña Inés de Hinojosa (O Manrique), aparece desde 1571 en la
presidencia del Nuevo Reino realizada por Andrés Díaz Venero de Leiva. Doña Inés de
Hinojosa era una venezolana ardiente y apasionada que está envuelta en el uxoricidio de
sus dos esposos. El primero don Pedro de Avila fue asesinado en Carora (Venezuela) en
confabulación con su amante Jorge Voto, profesor de música y baile. Los amantes se
localizaron definitivamente en Tunja, en donde de nuevo la apasionada Doña Inés se
prendó de don Pedro Bravo de Rivera, con quien planeó el asesinato de su segundo
esposo.
(46)
Rosa María Otálora de Corsi, "AMBIENTE TUNJANO". op. cit.
El asesinato de Jorge Voto fue un escándalo general en el Nuevo Reino, el cual hizo
trasladar a Tunja al Presidente Venero de Leiva. Los autores del asesinato surgieron en la
investigación: uno intelectual, Doña Inés y tres de hecho, Pedro Bravo de Rivera, Hernán
Bravo y Pedro de Hungría. Doña Inés fue ahorcada pendiente de un frondoso arrayán, en
la que desde entonces se llamó en Tunja la "Calle del Árbol"; Pedro de Rivera y Hernán
Bravo fueron, degollado el primero, y ahorcado en la picota él segundo. Esta narración
fue relacionada por el cronista Juan Rodríguez Freyle en su obra "El Carnero", y aparece
como leyenda en Tunja en la famosa "Calle del Árbol". (47)
c. Las Creencias y supersticiones populares en Boyacá.
Las creencias populares nos indican las actitudes de compromiso de las gentes ante
determinados hechos concretos que se consideran dignos de una aceptación verdadera.
Las creencias crean una actitud mental que sirven de base a la acción voluntaria y lleva a
los individuos a una actuación enérgica. No importa tanto la imagen externa que se
percibe, sino la convicción en la veracidad de determinados hechos concretos, los cuales
son alimentados por mediquillos, curanderos, parteras, brujos y gentes en general que
colaboran en hacer supervivientes aquellas expresiones del pasado que se presentan
como "creencias populares" legadas de los antepasados.
Los Chibchas de Boyacá eran sumamente supersticiosos; en la misma forma que los
españoles. El Oidor Juan de Valcárcel en un informe que envió al Rey de España Felipe IV
expresó sus conceptos sobre las gentes de la provincia de Tunja:
"Si por la mañana oyen cantar la guacamaya o papagayo,
se pronostican adversidades aquel día. Si arrulla la
tórtola encima de alguna casa, toman indicio de muerte
de alguna de ella. Si de noche ven u oyen alguna zorra,
anuncian mortalidad de muchos. Si canta el pájaro
valdivia donde hay enfermo, los indios tunjanos tienen por
infalible su muerte. Si entra culebra en alguna casa,
da por muerte al dueño de ella".
Comentó asimismo Valcárcel que en Tunja en la Noche de San Juan los campesinos
barrían la casa, quemaban la basura y con ceniza ensuciaban al niño más pequeño; al
amanecer lo llevan a lavaren la fuente o quebrada más cercana. (48)
Los brujos en Boyacá tenían el nombre de cucacuyes en la colonia. Muchos campesinos
boyacenses acudían en sus necesidades de enfermedad, muerte o hambre al jeque o
brujo, quien ayunaba rigurosamente, comiendo únicamente un poco de ají y tomando
por las narices la hoja o fruto de un árbol que llamaban "yopa", con el cual se
desvanecían y respondían como oráculo a lo que se les preguntaba. En Oicatá los indios
guardaban ídolos de piedra para sus ceremonias religiosas. En Onzaga cuentan los
españoles que los campesinos adoraban un hueso de un mohán, debajo del cual
colocaban en Santo Crucifijo. Creían los campesinos que adorando el hueso y el Santo
Cristo tendrían salud y buena cosecha.
En el municipio de Chita cuentan que los campesinos, descendientes de los indios laches
acostumbraban un juego llamado "moma", en el cual los indios salían desnudos,
cubriendo solo el sexo. Antes de ir al juego, los indios ayunaban y hacían sacrificios a sus
ídolos incensándolos con una fruta de fuerte olor llamada "moche" y ofrecían plumas de
guacamayos y otros pájaros. En el juego los indios peleaban sin armas y con la mano
solamente hiriéndose fuertemente procurando rendir uno al otro. Después de este juego
ceremonial, consultaban al jeque, quién en premio al vencedor daba la mujer del
vencido.
Venero inagotable de supersticiones y creencias nos trajeron los españoles, a pesar de
sus quemaderos de la "Santa Inquisición". Ellos trajeron a Boyacá las creencias en las
"brujas", profesión muy socorrida y muy frecuente en la colonia; recordamos la célebre
bruja Juana García, que parece ser la antoñona de las brujas colombianas; de ella
(47) Rubio y Briceño "TUNJA DESDE SU FUNDAClON HASTA NUESTROS DIAS", op. cit., p. 103.
(48) Ulises Rojas, "COSTUMBRES, RITOS Y AGUEROS DE LOS INDIOS DE LA PROVINCIA DE TUNJA" En: "Repertorio
Boyacense" (Tunja), Nos. 227 - 228 (1963), P. 227- 228.
tomaron ejemplo las que surgieron en Tunja, Cartagena, Popayán, Santafé y otras
ciudades. Desde un principio las brujas conformaron su profesión de muy variada forma:
Unas se dedicaron a los maleficios, como el mal del ojo; otras a los enyerbamientos, y a
dar la "dulce toma" y la "tonga", aun superviviente en algunas veredas boyacenses.
Otras se dedicaron al negocio del amor, al manipuleo de las cartas y al "quereme" de las
bebidas con unturas y soplos. Otras se dedicaron a la venta de oraciones para triunfar
sobre el amor y sobre los enemigos; oraciones para encontrar tesoros ocultos; contra
maleficios, enyerbamientos o tomas; para quienes salen de viaje; para "maliar" a los
cristianos poniéndoles coto, carate, alimañas en el estómago de sus víctimas, etc.
Estas creencias y supersticiones que trajeron los españoles se mezclaron con las chibchas
y las encontramos entre los actuales campesinos boyacenses. Las enfermedades son
atribuidas por lo general a brujerías y maleficios; el enflaquecimiento lo atribuyen los
campesinos boyacenses a la bebida que sin duda alguna les dieron, mezclada con tierra
del cementerio o pedazos molidos de un difunto disecado o parte de huesos de difunto.
Algunos campesinos creen en el maleficio para las personas rezándole a un muñeco con
el nombre de quién deba enfermar. Utilizan el credo al revés y numerosas oraciones
que se han transmitido por tradición; toman un puñal y hieren repetidas veces al
muñeco, el cual generalmente está hecho con los tallos de plátano. En algunas
ocasiones, cuando se conoce la bruja que hizo el maleficio, le pagan fuertes sumas para
que deshaga el hechizo. Esto es lo que se llama generalmente "rezar a una persona" y
"hacerle malejicio". Algunos creen que con los maleficios se introducen gatos en el
estómago, u otros animales como el sapo.
Las curanderas hacen el diagnóstico de las enfermedades y determinan si presentan
maleficios. En algunos casos lo fuman con tabaco arrojando el humo sobre la cabeza del
paciente y aplican tabaco masticado en diversas partes del cuerpo, acompañando todo
esto con sus rezos. Una curandera de Soracá dicen los campesinos, curó una niña ciega
echándole en los ojos tabaco masticado, con zumo de yerbabuena y tres pepitas de
salvia.
Numerosas creencias encontramos entre los campesinos boyacenses que influyen en
muchos aspectos de su vida. La luna tiene para el campesino grandes poderes
sobrenaturales, tanto sobre los seres humanos, como animales y plantas; la locura y el
reumatismo empeoran en la luna nueva; los bueyes recientemente castrados son
colocados bajo techo de noche, pues de lo contrario los rayos de la luna infectarán sus
heridas.
Para el campesino boyacense el "canto de la mirla" es presagio de lluvia inminente;
mientras que el canto y el vuelo del copetón es signo de que la lluvia va a cesar. Cuando
las plantas de papa y arveja tienden a cerrar sus hojas, y a señalar hacia arriba, también
se interpreta como señal de que la lluvia viene.
Entre los campesinos boyacenses existe la creencia en las cabañuelas, una costumbre
muy europea, según las cuales los doce primeros días de enero son indicaciones sobre el
clima en los doce meses venideros. Así, si llueve en el segundo día de enero, se espera
que febrero sea un mes de lluvias, y sucesivamente los demás días representan en orden
sus respectivos meses.
Las fases de la luna reciben también especial importancia para la siembra de ciertas
semillas y para la cosecha de otras. En algunos campos colocan cruces para asegurarse
que tendrán buenas cosechas, en especial en mayo en la fiesta de la Santa Cruz.
Entre los campesinos boyacenses existen las "contras" o talismanes para el "mal de ojo".
Pueden ser monedas antiguas o perforadas, pulseras de alambre o cobre, corales,
azabaches, ópalos, piedras de río, etc.
Los campesinos hablan con frecuencia de los entierros; muchos creen que las almas que
escondieron sus joyas y dinero aparecen de vez en cuando como luces verdosas
encendidas con esperanza de revelar el lugar del entierro. Se cree que tales espíritus no
descansan en paz mientras sus tesoros no sean descubiertos. Creen también que cuando
encuentran los entierros, el aire encerrado que se escapa cuando los cofres son
desenterrados, mata a los seres humanos; así dicen "lo flechó la plata".
Algunas creencias folclóricas encontramos en la vida familiar de nuestros campesinos. En
el embarazo, los antojos de la mujer deber ser complacidos si no se quiere que el niño
tenga defectos cuando nazca; las comadronas o parteras son las que ayudan
generalmente en el parto.
Las creencias sobre la MEDICINA POPULAR y la herbología son la base fundamental
para las curaciones. Los campesinos boyacenses creen con fervor en los yerbateros,
curanderos y mediquillos. Un tipo popular es la "medicina mágica" con la cual se
busca el origen de la enfermedad y se señalan lugares que transmiten enfermedades; en
Boyacá los nacimientos de agua y las lagunas pueden llevar graves enfermedades; otras
enfermedades surgen de los hechizos o maleficios; otras como hidropesía, surgen de
algunos animales cuyas secreciones constituyen el agua que se extrae del individuo
enfermo. El asma se atribuye al pelo de los gatos; la lepra se origina cuando se toma un
baño mientras se está sudando; la fiebre es siempre señal de enfermedad caliente. (49)
La medicina popular tradicional presenta una gran difusión en Boyacá; se relaciona
con el curanderismo y el yerbaterismo que tienen hondas raigambres indígenas y
españolas. Algunas plantas fueron utilizadas por los chibchas para sus enfermedades
señalando entre ellas: el yantén para las afecciones del riñón y el mal de ojo; el
limoncillo como vomitivo; el guaco para las enfermedades femeninas; la albahaca para
matar gusanos producidos por las moscas en cualquier parte del cuerpo; el sen como
sudorífico, etc.
Las coplas populares de Boyacá nos indican las costumbres medicinales de los
campesinos. Para las enfermedades del hígado las gentes creen en el sen, llantén y la
chireta, como así nos lo expresa esta copla boyacense:
"El hígado es una vaina
si te soba, dáles "sen";
y si te sigue sobando,
dále "chireta" y "llantén".
Contra la bronquitis y la tos los boyacenses acostumbran "el malvisco" en bebidas
calientes; asimismo es importante la flor de cerezo. Dice la copla:
"Malvisco y flor de cerezo
es lo güeno pa la tos;
al pecho se entra el "malvisco"
y a los pulmones la flor".
Para los enfriamientos los campesinos acostumbran el sudor de "toronjil", así dice la
copla:
"Si tás malita y te mojan
estas llovisnas de abril,
que te den entre la cama,
un sudor con toronjil".
Para los dolores de muelas acostumbran la "chicoria", leche, linaza y limón, como dice la
copla:
"Cuando te duelan las muelas
y te pongas cachetón,
hacé buches de "chicoria"
leche, linaza y limón".
(49) Sobre la medicina popular en Boyacá, consúltense los estudios: Octavio Quiñones Pardo, "BOTIQUIN FOLCLORICO DE
BOYACA" En: "Revista de Folklore" (Bogotá), No. 2 (1947), p. 147 - 151. Virginia Gutiérrez de Pineda, "LA MEDICINA
POPULAR EN COLOMBIA" Bogotá, Univ. Nacional, 1961.
Para los dolores de estómago acostumbran la raíz de manzanilla y las hojas de
yerbabuena; para la fiebre, usan la verbena; para los cálculos en el hígado las almendras
de níspero.
Las llagas son cubiertas con pedazos de calabazo o "totuma" que aseguran con fique en
la pierna enferma; aconsejan el zumo del zaúco. Para el corazón recomiendan la mata de
perejil; para los riñones el agua de la cerraja; para la indigestión el ají chiquito y el
tabaco, y así para cada una de las enfermedades.
Estas muchas creencias, supersticiones y formas diversas de la medicina popular
encontramos entre los campesinos boyacenses; unas de origen chibcha y otras de origen
español, modificadas muchas de ellas de acuerdo con el tiempo y las circunstancias.
9. Las artesanías populares en Boyacá
Las artesanías populares constituyen uno de los más ricos veneros del folclor boyacense.
Al denominar en conjunto "Artesanía popular" nos referimos a un conjunto de
actividades u oficios que producen objetos de uso práctico o ceremonial, en alguna forma
adornados o conformados con fines artísticos. Recibe un carácter de artesanía
folclórica cuando presenta manifestaciones de la cultura popular, como supervivencias
de muchos siglos de duración.
El origen de la Artesanía boyacense en sus distintas manifestaciones de la cerámica,
cestería, orfebrería, torno, decorado, etc., se remonta a la artesanía chibcha, con aportes
posteriores de la técnica española y con variantes propias de la técnica mixta. (50)
Una de las manifestaciones más típicas de la Artesanía boyacense es la CERAMICA, la
cual obedece a una tradición chibcha y se presenta como una supervivencia indígena en
el pueblo boyacense. Los españoles hicieron algunos aportes en cuanto a las técnicas
lociadas y la diversidad de figuras.
En la cerámica boyacense se destaca la elaborada en RAQUIRA, cuya tradición data de
muchos siglos antes de la llegada de los españoles; a esta industria primitiva se le sumó
en la aculturación el vidriado español. Los pueblos cercanos a Ráquira y Tinjacá fueron
llamados por los cronistas españoles "Pueblos de olleros" por la proliferación y
magnífica calidad de la cerámica. La cerámica de Ráquira presenta un carácter
esencialmente folclórico: figuras antropomorfas y zoomorfas; los inmortales caballitos de
Ráquira, pesebres o nacimientos, mercaderes, músicos, muñecos y terracotas, figuras
jocosas y de gran ingenuidad; utensilios de cocina, vasijas de barro, adornos de mesa,
sala, etc. Una de las muestras de exposición más auténticas de Boyacá se encuentra en
la hacienda particular de la familia Zubieta entre Villa de Leyva y Sáchica.
En la elaboración de ollas y otros objetos de arcilla de gran utilidad para las labores
caseras, sin un sentido artístico como el de Ráquira, son importantes los centros de
artesanía en la vereda de los TUATES en Belén de Cerinza y en la región de Tutasá. Son
típicos las múcuras, chorotes, jarras, cuencos y ollas de diversas formas.
Existe en Boyacá un tipo característico de cerámica vidriada en Chiquinquirá, la Capilla y
Úmbita. En los últimos años Artesanías de Colombia y el gobierno nacional han
impulsado los centros artesanales, especialmente en Ráquira. Otro lugar de tradición
alfarera en Boyacá es la vereda de Morcá, cerca a Sogamoso.
Otra de las ricas fuentes de Artesanía boyacense la constituyen los TEJIDOS, también
con orígenes chibchas y aportes hispánicos. Los chibchas desarrollaron una industria de
(50) Sobre la artesanía boyacense consúltense los siguientes estudios: Pablo Solano, "ARTESANIA BOYACENSE", Bogotá,
Artesanías de Colombia, 1974. Yolanda Mora de Jaramillo, "ARTES Y ARTESANIAS POPULARES" Bogotá, 1969.
Cerámica Tradicional de tos Tuatés. (Belén).
los tejidos con gran variedad de fibras vegetales, entre las cuales destacamos el fique y
el algodón. Según la tradición, Bochica en sus predicaciones enseñó la manera de hilar
el algodón y de tejer y adornar las mantas, los chircates, líquiras, llillas, chumbes, etc., y
demás elementos del traje chibcha. La aculturación española enriqueció esta artesanía
con el aporte de la lana, la organización de los telares, la aplicación de diseños,
ornamentación, etc.
Los campesinos boyacenses perpetúan la tradición aborigen en sus magníficos tejidos de
lana, con la confección de ruanas, bayetones, mantas, cobijas y otros objetos. En la
ornamentación de esta artesanía, persisten en el dibujo, la forma o el color, las
supervivencias chibchas e hispanas que intercambiaron sus aportes culturales. Las
regiones tradicionales en la producción de los tejidos son el Valle de Sogamoso, Güicán,
El Cocuy, Chiscas, Chita, Busbanzá, Floresta, Tunja, Coper, Tinjacá, Sutamarchán,
Ramiriquí, Úmbita, Sativanorte y otros; en unos hay predominio de tejidos de lana; y en
otros de fique, algodón, etc.
Uno de los centros artesanales más importantes de tejidos de lana en Boyacá, es la
población de Nobsa entre Duitama y Sogamoso; en la misma forma Iza; en Santa Rosa
de Viterbo son especiales en la elaboración de los tejidos y gualdrapas de lana las
veredas de Cuche, Gachavita y la Creciente. Los campesinos y gentes de los pueblos
tejedores hacen diversidad de tejidos: Magníficas cobijas de lana elaboradas en
Busbanzá, Umbita, Viracachá, Susacón, Nobsa, Iza, Sativanorte y otros pueblos. Mantas
de lana y algodón; colchas trabajadas en Monguí; frazadas; pañolones bordados a
mano hechos en Guayatá, Jericó y Sativanorte entre otros pueblos. Elaboran asimismo
las ruanas de lana, lienzos, alfombras, tapetes y pretales (pueblo de Tipacoque); la
mantelería es muy típica de Duitama y las monteras en Samacá.
Debemos destacar que en el ramo de los tejidos la provincia de Tunja ocupó el primer
puesto en la industria artesanal en el Nuevo Reino, en los siglos del coloniaje. Sus
productos eran llevados a la Costa Atlántica, Gobernación de Popayán, Antioquia y
exportados a la metrópoli española. Esta industria artesanal decayó cuando se
implantaron en la Gran Colombia las medidas de libre cambio en el comercio, las cuales
hicieron posible la invasión en gran escala de las mercancías europeas, especialmente
inglesas, en el período post-independiente que ha sido conocido como de la
"Anglomanía". Se instauró el desprecio por lo nativo y se estimuló el comercio de
mercancías inglesas; esta tendencia llevó a la decadencia económica de Boyacá. En 1882
se instaló la industria textilera en Samacá; la primera que a nivel técnico industrial se
estableció en Colombia; esta industria decayó en la primera mitad del siglo XX y fue
absorbida por la industria textilera de Antioquia.
Otro de los renglones importantes en la artesanía boyacense es el FIQUE con el cual se
hacen numerosos objetos y prendas de vestir: alpargates y cotizas; alfombras de fique
típicas de Sutatenza; sacos de fique para empaque, elaborados en Guateque, Guayatá,
La Capilla, Sutatenza, Santa Sofía; aperos de cabeza, hechos en Tenza; enjalmas en
Garagoa; guambias, nasas para pescar, elaboradas en Togüí; harneros típicos de Soatá;
bellas figuras estilizadas hechas de fique (Cristos, árboles, campesinos, bailes,
representaciones antropomorfas, zoomorfas, etc.) hechos en Pesca; miniaturas en fique
(sombreros, alpargatas) típicos de Soatá. La manufactura de lazos es típica de Rondón,
Guacamayas y Garagoa; se han popularizado en diversidad de pueblos los trabajos de
fique para mochilas, cestos, cordeles, bolsos, tapetes, bandejas, papeleras, etc.
En Firavítoba se concentra en gran parte, la producción de la alpargata de fique que
utiliza el campesino boyacense; es una tradición que se proyecta desde la época colonial.
Es asimismo importante en los productos de fique, el pueblo de Tipacoque en el norte
de Boyacá en donde elaboran tapetes, individuales, alpargatas y diversidad de artículos
artesanales. Dignos de mención son asimismo los pueblos de Betéitiva, Soatá,
Guacamayas, Zetaquira, Rondón, Miraflores, Tinjacá y Villa de Leyva (mochilas,
capoteras y pesos).
Otro de los ricos veneros de la artesanía boyacense lo producen los múltiples objetos
hechos en ESPARTO: cestos, canastos de diversos tamaños y formas (Uno de ellos es el
"guachubo" en forma redonda, muy utilizado por los campesinos para sus compras);
individuales, roperos, pequeñas lámparas, sombreros, coladores, ruedos, etc. El esparto
es elaborado fundamentalmente por los campesinos en las veredas; destacamos los
centros de Cerinza, Tuta, Tunja, Ráquira, Belén, etc.
En la artesanía popular boyacense son típicos los SOMBREROS, elaborados en diversos
materiales y estilos. Así son característicos los sombreros de tapia pisada, elaborados
en Villa de Leyva, los sombreros de tamo de cebada, trabajados en Chitaraque; los
sombreros de paja de esparto hechos en Ráquira; los sombreros de caña de
azúcar, confeccionados en Valle de Tenza; los sombreros de pico trabajados en Soatá;
los sombreros de ramo elaborados en La Capilla y los sombreros de paja hechos en
Guayatá, Sutatenza y Guacamayas.
La artesanía folclórica de Boyacá presenta también magníficos trabajos en CERDA que
son de gran utilidad y curiosidad. Se utilizan las crines y colas de caballos, o las colas del
ganado vacuno para la elaboración de cestos de cerda, coladores, cedazos, lazos
trenzados, cinchas, frontales y pellones; en esta línea de artículos los centros de
producción más importantes son Aquitania (Pueblo Viejo), pueblos y veredas de los
alrededores de la laguna de Tota y en el valle de Tenza. Los artículos verdaderamente
artísticos hechos en cerda son elaborados en el municipio de Tenza; allí los artesanos
hacen miniaturas en cerda que son de excepcional primor y requieren de gran habilidad
manual; encontramos allí diminutos collares en cerda, canastos en miniatura, bellísimas
y variadas flores en miniatura, alpargaticos, muñequitos en cerda, anillos, sombreros de
diversos tipos en miniatura, etc.
Otro tipo de trabajos artesanales de Boyacá lo encontramos en la elaboración de los
objetos hechos con CAÑA común, o "CHIN" (cañabrava). Con ella elaboran los
campesinos una diversidad de cestos, canastos y canastillas con o sin tapa, jaulas,
artículos de juguetería, capadores, baúles, pañaleras, roperos, etc. La producción más
importante se encuentra en Tenza, La Capilla, Tibaná, Sutatenza y otros pueblos del
Valle de Tenza.
La elaboración de los cestos y canastos presenta uno de los aspectos importantes en la
artesanía boyacense. Típicos son los cestos de caña trabajados en Tenza y La Capilla;
los canastos gallineros de Labranzagrande; los canastos graneros de Tibaná;
canastos de diversos tamaños y variedades de Tenza y Sutatenza; canastos de paja de
la vereda la Laguna en Chiquinquirá.
Junto con la cañabrava destacamos también los objetos artesanales elaborados en
BEJUCOS y CHUSQUES, en especial en las zonas frías del norte y en los límites con
Santander, en especial en Villanueva, Carmen, Santa Ana, Santa Bárbara, Becerra, Peña
amarilla y otras.. Con bejucos y chusques elaboran los campesinos diversidad de
canastas, paneras, pañaleras, portavasos, revisteros, pequeñas lámparas, etc.
Otro renglón importante de la artesanía boyacense es la TAGUA muy típica de
Chiquinquirá. Con las semillas de la palma de marfil obtenida en la región del Carare,
pulidas en tornos y teñidas con colorantes químicos, elaboran diversas figuras muy
típicas de la artesanía boyacense: figuras antropomorfas, zoomorfas, troncos de árbol,
guitarras, botellas en miniatura, cuadros campesinos, danzas, campesinas hilando,
campesinas con sus niños, pares de enamorados, llaveros en diversas formas y multitud
de adornos con temas diversos. Con tagua se hacen botones, pipas, camándulas,
relicarios, figuras de santos, pequeños altares, y una diversa gama de recuerdos
turísticos.
Chiquinquirá se caracteriza también por la fabricación de INSTRUMENTOS
MUSICALES, especialmente guitarras, tiples, bandolas y requintos en diversas calidades
y tamaños. Es el centro artesanal de instrumentos musicales más importante de
Colombia. (51)
En la artesanía boyacense son de especial importancia los trabajos hechos en MADERA ,
desde las cocas, trompos, yoyos, cucharas, cucharones, artesas, hasta los lujosísimos
muebles coloniales hechos en Puntalarga, Duitama, Paipa y Nobsa. Para la elaboración
de las artesanías de madera, se utilizan diversas variedades: cedro, nogal, pino, encino,
caoba, guayacán; asimismo utilizan el higuerón, aliso, yuko, sauce, etc.
En los trabajos de madera se destacan los hechos en Socha, Belén, Rondón,
Chiquinquirá, Duitama, Paipa y otros lugares. Diversos objetos se elaboran en madera,
unos como elementos domésticos, otros en formas de adornos y juguetes y otros en
bellos y variados muebles: artesas, morteros, molinillos, vasos, copas, ceniceros,
cucharas, cucharones, cocas, trompos y otros utensilios torneados en Chiquinquirá. En la
artesanía de los "muebles coloniales" de Puntalarga, Duitama, Nobsa, Paipa y Sogamoso
encontramos una variedad de sillas, sillones, varqueños, arcones, camas, mesas,
escritorios, escaños, escabeles, mesitas de centro, etc.; esta artesanía constituye uno de
los atractivos más recientes de la artesanía boyacense.
Otras variedades de artesanías encontramos en los pueblos boyacenses: En Nobsa son
características las campanas, pailas, peroles de cobre y otros objetos de fundición; los
curtidos de cueros son característicos de Santa Rosa de Viterbo, Nobsa, La Capilla y
Tinjacá: las máscaras matachín especiales para las fiestas populares son típicas de
Tibaná y otros lugares de Boyacá; la losa de arcilla de Sutamarchán; asimismo otros
objetos artesanales dignos de estudiar en la variada artesanía popular, una de las más
representativas de Colombia.
Un panorama general de la artesanía boyacense nos indica la profundidad de la cultura
popular de Boyacá; la importancia de los diversos aportes chibchas y españoles y la
presencia del mestizaje etno-cultural.
Artesanías Boyacenses
(51) Andrés Pardo Tovar y Jesús Bermúdez Silva, "LA GUITARRERIA POPULAR DE CHIQUINQUIRÁ", Bogotá, Universidad
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