SIETE AUTORES Y MEDIO EN BUSCA DE UNA HISTORIA Encontraremos en estas líneas el resultado final de una experiencia literaria que se encuadra dentro del plan de lectura. Cada autor ha ido incorporando una parte de este relato; el medio corresponde al coordinador. Los responsables literarios han sido: Mariya Alexandrova, Sara González, Alfredo González, Sara Santillán, Raúl Soto, Miguel Temiño y Óscar Vázquez. Todos ellos alumnos de 1º de ESO. LA ESPADA Y LA PALABRA Hace mucho tiempo, pero lo que se dice mucho tiempo. Cuando existían muchos mas continentes, en la lejana provincia de Yholl, en el sureste de Doáz (un continente cercano a Eurasia), nació un bebé que llegaría a ser el salvador del viejo mundo. El décimo día del décimo mes, nació el décimo hijo al que llamaron Narso. Su vida fue normal en la granja de sus padres cultivando, y ordeñando el ganado, hasta que por su decimocuarto cumpleaños le permitieron salir a cazar, Su padre le dio un arco y un carcaj a rebosar de flechas. El diseño del arco era rudo, sin embargo en su estructura se notaba que había sido fabricado con amor. El mango había sido recubierto con cinta de cuero de sior, un animal con una piel extremadamente dura, y la madera de roble estaba pulida y barnizada , en la que se leía claramente la siguiente runa: “apunta y no falles”. El carcaj era un cilindro inclinado con una tapa para evitar que las flechas se mojasen en caso de que hubiese lluvia. Las flechas tenían unas puntas de acero con muescas, lo que indicaba que habían sido utilizadas anteriormente. Eran ligeras y firmes, así que permitían que cupiesen unos sesenta proyectiles. Armado y con noción del terreno, salió hacia las montañas con ganas de cobrarse una presa. Anduvo durante tres horas hasta que encontró una especie de turckey albino. Este tipo de antílopes tenían una carne muy sabrosa, así que colocó una flecha en la cuerda del arco, la tensó, apuntó y soltó la cuerda. La flecha salió volando directa a clavarse en el cuerpo del animal y…perforó la corteza de un árbol. Había errado el blanco y el animal había escapado. -¡Maldición! -murmuró. De repente, una esfera azul del tamaño de una olla gigante, cayó del árbol, se partió y salieron de ella una espada y un pergamino. Al ver aquello, Narso se acercó lentamente. Sus grandes ojos negros se fijaron en su contenido, su negro pelo largo y ensortijado se ahuecó y su cuerpo delgado pero muy fibroso se tensó. Él no había visto ninguna espada como aquella y dudó. Pensó en lo bien forjada que estaba Así que la cogió y se la enfundó en el cinturón. Después cogió el pergamino que se encontraba a unos pocos centímetros. Se percató que se trataba de un legajo muy antiguo y que no conocía lo que estaba escrito, así que se lo guardó en el zurrón para poder descifrarlo en otro momento, y siguió con la cacería. Al poco tiempo divisó un hermoso y robusto ejemplar de ciervo blanco, tan blanco que si estuvieran en un monte nevado solo se le verían los ojos. Se acercó silenciosamente, apuntó, y…¡“ZÁS”! una flecha atravesó el vientre del animal, del que manó sangre de color dorado. Narso se acercó y contempló cómo se desangraba hasta morir. Hasta ese momento, no se había percatado de que los cuernos eran de plata y del interior de su vientre sobresalían las tripas, que parecían tan resistentes que podrían colgarse de ellas cien personas pesadas y no se romperían. Intentó coger el animal en sus hombros pero, como era tan pesado, le ató las patas con una de las tripas, y con la espada tajó varias ramas. Una la cortó por la mitad y las ató al ciervo; otra la partió en dos grandes trozos y las depositó debajo del animal.¡ Había construido un trineo!. Ató otra soga-tripa al artilugio y tiró con todas sus fuerzas hasta que llegó a su casa. Sus padres y sus hermanos se quedaron muy sorprendidos al verlos llegar. El cabeza de familia se frotó los ojos, pensaba que era un sueño. Examinó el ciervo de arriba abajo, de derecha a izquierda, Antes de tocarlo decidieron llevárselo al hechicero del pueblo. Al verlo Titeo, pues así se llamaba, exclamó: -¡¡Quitadme eso de mi vista!! Narso y su familia no sabían que hacer. Decidieron retirarse y pensar con calma una solución. Nada más levantarse, se dieron cuenta de que del animal salía una gran bolsa plateada, como un feto. Narso, desenfundó su espada e intentó sajar la bolsa, pero no pudo. Era como un metal. Al no saber que hacer, encerraron al animal en uno de los establos. Allí, lejos de las miradas indiscretas de sus vecinos. Metieron la bolsa en un saco, se acercaron a la orilla del mar, echaron un gran amasijo de piedras al saco, lo ataron y lo tiraron a las oscuras aguas. De repente, emergió un gran monstruo marino reclamándoles el pergamino. La familia de Narso, aterrada, respondió que no sabían nada de un pergamino, pero Narso , en un acto de bravura exclamó: -¡Yo tengo un pergamino, lo encontré junto a una gran esfera! El monstruo, inquieto, se estaba cansando de tanto esperar. Se le inyectaron sus grandes ojos de un líquido de color azulamarillento, de un gran brillo, como si fueran rayos. Narso decidió entregárselo. De repente, el gran bicho y el pergamino desaparecieron en el mar mientras gritaba: -¡¡NOS VEREMOS!! A la mañana siguiente, Narso se fue a ver a un viejo anciano, el más viejo y sabio de todo el pueblo, para ver si sabía algo del pergamino y del monstruo, pero evidentemente no sabía nada. Norso se fue al mercado a comprar y observó que un hombre extraño no paraba de seguirle. Cuando se alejó del lugar, el hombre se le abalanzó encima gritando: -¡¡ ¿Dónde está el pergamino?!! El hombre estaba como poseído, pues tenía una voz grave y los ojos rojos. Norso consiguió quitárselo de encima, desenvainó su espada, y cuando iba a golpearle, el hombre había vuelto a su estado normal. Aún medio aturdido por el brusco cambio de estado y tambaleándose, salió corriendo. Norso le dejó marchar y se fue con una cara extraña. Se dio cuenta de que tenía que estar mas alerta. Después de comer, y llevado por un impulso desconocido, subió al ático y se dio cuenta de algo, había un escudo que tenía dibujado una extraña cueva y una selva. Rápidamente se fue al mercado a comprar un libro de heráldica. Cuando llegó a casa se dio cuenta de que el escudo ya “¡NO ESTABA!”. Desconsolado, decidió dar un paseo y, sin saber como, se encontró a las orillas del mar. Allí se encontraba, entre dos árboles, un niñito atemorizado. Tenía entre sus “garras”, pues eso parecían sus pequeñas manos, el pergamino. Narso no sabía que aquello era una trampa, y cuando fue a tocarle, el niño se convirtió en el gigantesco monstruo marino, que dijo: “¡Te dije que nos veríamos, y aquí estoy! , mi misión es destruirte”. De inmediato intentó golpear con uno de sus tentáculos a un Narso paralizado por el terror. En ese momento y, por arte de magia, apareció un joven de unos veintiún años que de un flechazo certero mató al monstruo, que se diluyó en una masa de color verdoso y de una pestilencia insoportable. Narso le agradeció salvarle la vida y ayudarle a conseguir el pergamino. Esa noche el chico cenó y durmió en casa de su familia. Pero durante la noche, desapareció de la misma forma como había aparecido, ¡de repente!. Al día siguiente decidió leer el pergamino y observó que estaba escrito en un idioma muy antiguo, así que decidió ir a visitar nuevamente al más sabio del pueblo a ver si sabía interpretarlo. Al llegar allí, el anciano intentó descifrarlo, pero lo único que pudo entender era que tenía que destruir al que lo había escrito y todas sus dudas se resolverían. Narso no sabía quien podía haberlo escrito y le volvió a pedir ayuda al anciano pero él le dijo que no le podía revelar más cosas. Entonces Narso decidió ir en busca de aquella persona. Cogió su carcaj, su arco y la espada que venía con el legajo y se lanzó al camino En la búsqueda del escritor del pergamino se encontró con mucha gente a la que preguntó si sabían quien era el propietario del pergamino pero nadie le pudo resolver sus dudas. Pasaban las horas, los días , las semanas y hasta los meses, pero seguía sin aparecer. Narso estaba cansado. Un día, mientras encendía fuego y se comía un conejo que encontró por el bosque, oyó un ruido y, ante su sorpresa, apareció un chico que, hambriento, le pidió algo que comer. Compartió el conejo con él y, a la mañana siguiente, ambos reemprendieron el viaje. Narso intuía que aquel niño medio rubiales, esmirriado pero elástico, ágil, podía ayudarle. Era una intuición. El camino se iba estrechando más y más hasta que llegó un momento en que fueron conducidos, como si de un gran embudo se tratara, ante un muro de roca. Narso piensa que habrá alguna forma de abrirlo o atravesarlo o que aparezca algún pasadizo, pero resulta que no encuentra nada. Gayán, así se llamaba el chico, coge una piedra y golpea contra la pared para saber si estaba hueca por dentro. Efectivamente, detrás del muro de piedra había una especie de camino o cueva, así que decidieron derrumbar una parte del lienzo de la pared. Tardaron un buen rato pero al final lo consiguieron. Todavía exhaustos y sudorosos penetraron por el pequeño boquete. Divisaron al fondo como un pasadizo que iba descendiendo. En previsión, se fabricaron unas teas con ramas y yerbajos y comenzaron el descenso. Pasaron varias horas intentando llegar al otro extremo de aquel pasadizo hasta que dejó de entrar por algunas grietas la luz. Encendieron las teas y, como estaban cansados, decidieron acampar y pasar la noche allí. Se cenaron lo que sobró del conejo de la noche anterior y se fueron a dormir temprano para al día siguiente tener fuerzas para continuar su camino. No supieron las horas que llegaron a dormir, ni sabían que hora era. Encendieron nuevamente las teas, desayunaron y emprendieron la marcha. Caminaron durante largo rato hasta que tras un recodo, percibieron una luz. Se dirigieron hacia ella a toda prisa. Al salir del pasadizo, divisaron una muralla y detrás un castillo muy antiguo, de unos mil años de antigüedad. Estaba medio derruido, con sus torreones y almenas invadidos por la yedra. Se dirigieron hacia él a preguntar a sus moradores si sabían quién había escrito el pergamino. Al llegar atravesaron la muralla y se dirigieron al castillo. Al entrar vieron a una anciana sentada en un banco muy viejo con un niño de unos cuatro años. Preguntaron a la anciana si sabía quién había escrito el pergamino. Ella dijo que sí y que en el piso de arriba del castillo encontrarían a esa persona. Narso y Gayán subieron a todo prisa a buscar a la persona que lo había escrito y de repente, ya en la segunda planta, vieron como un gigantesco hombre de más de dos metros, hería al supuesto escritor del pergamino clavándole un hacha en la cabeza. Narso y su compañero vieron como el hombre se desangraba en el suelo. Corrieron a su lado para intentar socorrerle. Intentaron taponar la hemorragia con unos trapos, a modo de cataplasma, nada pudieron hacer por él, pero pudieron oír como susurraba: “ Tú eres el elegido” . Mientras, el gigante huía y se transformaba en un enorme Cánfelix, mitad perro, mitad pantera. Iba destruyendo todo lo que se ponía en su camino. Inesperadamente, dio un gran salto y se abalanzó sobre Narso, arrebatándole de un mordisco parte de su zurrón con el pergamino. A Norso se le cayó el alma a los pies porque ya nunca más podría hablar con el escritor del pergamino. Por la tarde, una vez recuperados del susto, ambos fueron a probar fortuna al río, a ver si pescaban algún pez para la cena. Para su sorpresa, allí estaba en su forma humana el asesino. Parecía estar devorando los restos de un gamo. Instintivamente, como si fueran impulsados por el mismo resorte, tiraron los palos-cañas, agarraron el carcaj, sacaron varias flechas, las colocaron en el arco y dispararon los dos sin dudar. Las flechas volaron y fueron a clavarse en el vientre y en la pierna derecha. El gigante, al sentirse malherido, decidió huir, transformándose otra vez en el híbrido animal. Los dos amigos iniciaron su persecución. Corrieron, anduvieron, siguieron el rastro y, fatigados, decidieron parar a descansar. Narso abrió el libro de heráldica y estuvo durante mucho tiempo observándolo. De repente exclamo: ¡"Aquí está"!, había encontrado el país al que pertenecía el escudo. Como ya había visto más de una vez el pergamino, recordaba que en ese país había una selva de árboles azules y que en esa extraña selva había una cueva que escondía algo... Al mismo tiempo el monstruoso gigante había podido llevar el pergamino al viejo amo. Allí mismo, desangrado, murió. El hechicero, que fingía ser un viejo anciano, llevaba una eternidad intentando robar a los dioses el pergamino y estos, para evitarlo, lo escondieron en un lugar en el que jamás lo podría encontrar. Para poseerlo, el hechicero creó un ejército de monstruos. Por esa razón, el pergamino estaba desaparecido y así llegó hasta las manos de Norso. En realidad tenía un gran poder. Con él se podía controlar al mundo entero, pero sólo el elegido por los dioses podía entender y ver el escudo, la selva y la cueva dibujados en él. +++++++++++++++++++++++++ La búsqueda del lugar no fue fácil, tres años tardó en llegar al misterioso país, dos años en llegar a la región secreta y otros dos en encontrar la cueva. Desgraciadamente, en este intervalo, Gayán tuvo que quedarse postrado por unas fuertes fiebres en uno de los innumerables poblados que visitaron. Dio la casualidad de que la encontró el mismo día de su veintiún cumpleaños y Narso tuvo la corazonada de que hallaría lo que había buscado durante tanto tiempo. Durante el camino se había esforzado en desarrollar sus habilidades y sentidos para sobrevivir, así que no le costó nada hacerse la antorcha con un palo, una liana y unos rastrojos. Con la improvisada luz se introdujo en la cueva y alumbrando la pared vio unos símbolos que ya había visto antes en el pergamino, destruido involuntariamente por el monstruo, pues en su agonía, su sangre ácida había corroído la piel y diluido la tinta. En su memoria se habían quedado grabadas las siguientes palabras: "La muerte aguarda al descubridor. Pues las conquistas le sabrán amargas y el imperio caerá, pues hay cosas que los mortales no deberían de utilizar". -No soy un conquistador y no moriré, pensó. Avanzó por el túnel y al cabo de cien metros se encontró una antesala perfectamente construida y con una gran losa movida a un lado, la atravesó y accedió a otra cueva. Entró por esa sala y vio un pedestal natural, encima del cual, e iluminada por la luz que entraba por el agujero del techo, reposaba una piedra roja afilada por los dos lados. Como no se fiaba, cogió la espada que tantas veces le había salvado la vida, y al momento de cogerla por el mango la hoja del arma empezó a vibrar y a tornarse del mismo color que la piedra. De repente, como si hubiese sido imantada, la espada salió volando y empezó a girar hasta que con un estallido de luz su hoja se ensanchó y curvó y se transformó en un alfanje, por el contrario la piedra desapareció. Al coger la mejorada arma, su mente se iluminó, se llenó de estrategias militares y de renovadas ideas. Su cuerpo inicio un proceso de transmutación, de evanescencia Se difuminó en un halo lumínico incoloro. La leyenda cuenta que cada vez que se junta un arma de fabricación noble con la piedra nace un gran conquistador. Esto le ocurrió a Narso (que se transformó en Ciro, Jerjes, Alejandro Magno, Tamerlán, Julio Cesar, Napoleón…. Pues todos son el mismo). Narso y sus reencarnaciones conquistaron todos los continentes dominados por los demonios, librando así a la humanidad de esa plaga, Sin embargo, los dioses del inframundo viendo cómo su poder les podría destruir, unieron sus fuerzas e insuflaron en los superhombres el EGO del PODER. Desde entonces la lucha entre la LUZ ilustrada y la TINIEBLA bárbara, anida en el espíritu humano. Así se cumplió la profecía del pergamino que incorporaba el siguiente proverbio: “ LA PALABRA ES EL ESCUDO DE LA RAZÓN FRENTE A LA ESPADA DE LA IGNORANCIA”. Los sabios hacen de la primera parte su razón de ser. Los autoproclamados salvadores del mundo, la segunda. De los hombres normales depende desequilibrar la balanza hacia uno u otro lado. DISTINTOS FINALES ALTERNATIVOS 1. Tras diez años pasados, anduvo y navegó para llegar a aquella selva. Pero no encontraba la cueva. Hasta que diez días después de extensas caminatas mientras buscaban a aquella cueva misteriosa que no aparecía por ningún lado, se paró a descansar junto a su noveno hermano que le acompañaba en esa aventura. Prepararon una fogata para ahuyentar a los animales salvajes y se pararon a descansar junto a la sombra de un árbol. Su hermano Bastian, que a- sí se llama su hermano, empezó a quejarse de que había algo debajo de aquella capa de hojas. Buscaron y en efecto allí había una argolla. Tiraron de ella y el suelo empezó a temblar y el árbol que había estado allí hasta hace unos segundos desapareció pero en su lugar aparecieron unas escaleras que llevaban hasta un pequeño prado con una laguna, rodeada de hermosos y extraños árboles. También encontraron la cueva y se aproximaron a ella para entrar, pero a la puerta se encontraba una esfinge que impedía el pasa a todo aquel que intentaba entra. En cuanto Narso se acercó la esfinge cobró vida y le dijo: -Si tú has llegado hasta aquí significa que eres el elegido pero para poder entrar tendrás que acertar el siguiente acertijo: ”tres cazadores cazando, tres palomas volando, cada quien mató la suya y dos siguieron volando, ¿Cómo es posible?” Narso pensó y contestó: -“Ya lo se uno de los cazadores se llamaba Cada Quien.” -Correcto, puedes entrar y tu acompañante también puede, le dijo la esfinge dirigiéndose a Bastian. Entraron y allí se encontraron una esfera dorada de la que salió un pequeño pergamino que contenía la clave para ayudar al universo: “Tendrás que matar al monstruo que te ha estado siguiendo durante estos diez largos años y quemar sus restos. Para encontrarlo tira la bola dorada a la laguna y el monstruo acudirá a ti” Y así ocurrió. Cuando llegó el monstruo hubo en su lugar una gran pelea en la que salió victorioso Narso, aunque muy malherido y sin su oreja derecha. Quemó los restos y acto seguido descendió del cielo algo cubierto por una neblina blanquecina .Era Zeus que en señal de agradecimiento por haber salvado al mundo del juicio final. Le devolvió su oreja y dijo que cuando Narso y su ser mas querido murieran s convertirían en Dioses. 2. Una vez en el país, Narso preguntó a la gente donde había una cueva y le dijeron que a las afueras de la ciudad y Narso fue a toda prisa. Una vez dentro prendió una madera para poder iluminar el camino, pero antes de hacerlo vio un objeto brillante y fue a por él. Lo cogió y se salió fuera de la cueva y vio que era una bola y dentro vio a un hechicero y volvió a la ciudad. Cuando llegó fue a una casa abandonada que en el buzón ponía “El Hechicero” y Narso entró y le vio y le quitó el pergamino y le mató .Y al salir se encontró con el monstruo y el monstruo intento aplastarle pero Narso con gran agilidad se subió a su mano, luego a su hombro. Sacó la espada y le hizo una gran grieta en el cuello y le dejó malherido así que entonces aprovechó y le clavó la espada en el corazón y el monstruo murió. Entonces bajó Zeus y dijo: Gracias Narso has salvado el mundo. Y le pidió el pergamino, entonces Narso sintió algo como si hubiera vuelto a nacer y pensó que fue caso de Zeus y pensó que él había cambiado el universo. 3-. Al día siguiente Narso salió de su casa tan campante, con la mente puesta en el pergamino. Éste decidió emprender un viaje a la selva donde se encontraba el secreto del pergamino. Pero había un problema, el mejor amigo y el primo pequeño de Narso quería ir con él, pero su pequeño primito tan solo tenía diez años. Como su primo le amenazó a Narso no le quedó otro remedio más que llevársele con él. Cuando en el pueblo se dieron cuenta de que habían desaparecido, causó una tragedia enorme, pues todos querían a Narso a pesar de ser un poco rarito. Tras cuatro días de repentino cansancio, por fin llegaron a la selva donde se encontraba la cueva que contenía el secreto del pergamino. En aquella selva había horribles cosas: sanguijuelas, serpiente, lagartos, cucarachas, todo tipo de insectos voladores, etc. vamos todo era espantoso. Mientras, en el pueblo había otro jaleo, pues el monstruo tenía un compinche en el pueblo “¡un brujo!” y este se enteró rápidamente de que Narso y sus compinches no sabían nada. Tras otros tres días de andares por la selva apareció de repente sin más ni más el chico que le salvo la vida del monstruo marino, entonces ya eran cuatro los que iban. Tras dos días por fin llegaron a la cueva, pero no se podía pasar. Al lado había un panel en el que había una especie de acertijo en el que ponía: “El único que podrá pasar será aquel que nunca jamás sería capaz de hacer daño con esto. Será aquel que ame la verdad. Será aquel que de verdad daría la vida por su amigo. Será aquel que sea el elegido por mi, ZEUS” Todos se quedaron de piedra al ver eso y buscaron a alguien que hubiera dado ya todo eso y no tardó mucho en aparecer ese muchacho y efectivamente era Narso. Entraron dentro y allí estaba otro pergamino con un tesoro, una especie de máquina con la que se podía controlar el mundo a tu manera, más o menos era una máquina de los deseos. En el pergamino ponía lo siguiente: “Narso sé que ibas a ser tú el elegido. El que llegaría hasta aquí. Solo tú podías haber entrado a la cueva. Esta máquina solo concede tres deseos. Piensa dos bien, por favor. Sé que eres un buen muchacho. El tercer deseo quiero que sea la destrucción de esta máquina ya que si no lo haces podría llegar a ser la destrucción del mundo. Por favor Narso te lo pido.” Norso iba a terminar de leerla pero de repente apareció y se oyó un fuerte rugido,” ¡Oooohhh nooooo!” eran el hechicero y el monstruo marino. Habían seguido a Narso y los suyos y el chico que le había salvado la vida tenía un cuchillo clavado. Narso se dio maña y pidió el primer deseo: -Qué su familia y el tuvieran más dinero y una vida mejor. Y el segundo deseo: -Qué ese hechicero y el monstruo desaparecieran para siempre. Y el tercer deseo: -Qué esa máquina sea destruida para siempre y nadie recuerde ni donde estábamos. Esos tres deseos se cumplieron rápidamente pero su amigo no podía aguantar mucho más, así que emprendieron el viaje rápidamente. A la vuelta tardaron solo 24 h. andadas en llegar al siguiente pueblo y su amigo se pudiera recuperar. Llegaron allí pero de solo asombrarse al verles nadie dijo nada, pues no se acordaban pero una sorpresa les aguardaba. Al pedir el primer deseo, la familia de Narso se convirtió en los reyes de la región. A partir de hoy todos fueron felices y todo volvió a ser más o menos normal. 4- Llegó a un castillo y decidió buscar el objeto que ayudaría a encontrar a la persona que estaba controlando el mundo en ese momento. Decidió entrar dentro pero resultaba que no había nadie. Se dirigió a una estantería y miró si había alguna pista. Cuando fue a coger un libro titulado “El dominio del viejo mundo”, las paredes empezaron a moverse y se abrió un pasadizo que se dirigía al subsuelo. Cuando salió se encontró en una selva rodeada de árboles y plantas. Se encontró con un loro que le dijo:”La cueva está al final de la selva pero para entrar un enigma deberás adivinar”. Siguió unas marcas que había dibujadas en los árboles y llegó a la cueva. Estuvo investigando un buen rato hasta que se encontró con dos serpientes. Eran las defensoras de aquel objeto tan valioso. Las serpientes le dijeron: “Si quieres pasar para coger la piedra que andas buscando deberás resolver este enigma: ¿Qué es lo que pasa en este castillo entre las diez de la mañana y las doce del mediodía? Narso se puso a pensar y no tardó mucho en resolverlo. Les contestó: “Pasan dos horas”. Las serpientes, al darse cuenta de que Narso era el elegido para encontrar a la persona que controlaba el mundo, se apartaron y le dejaron pasar. Cuando Narso iba a coger la piedra apareció una bestia que intentó impedírselo pero él sacó su espada y la mató. Nada más que Narso tocó la piedra empezó a brillar e hizo que fuera transportado a una habitación. Allí se encontró con un hechicero que tenía en sus manos un libro de conjuros. Se pusieron a luchar para ver quien iba a ser el que controlara el mundo. Narso usó la espada para defenderse y el hechicero usó la magia. Cuando los dos estaban a punto de rendirse, Narso lanzó su espada y atravesó el corazón del hechicero. Regresó a su pueblo y gracias a este don pidió que tuvieran comida y agua para siempre, además de una buena vida para todo su pueblo. Cuando Narso murió el pergamino desapareció y la piedra también, aunque los dos deseos de Narso se siguen cumpliendo y los seres humanos tenemos agua y comida, además de una buena forma de vida. 5- Al llegar al país de destino, Narso fue a investigar la zona, de repente, un gran estruendo sacudió los alrededores. Narso se acercó con sus acompañantes y vieron que una gran columna de árboles se había caído en dirección norte, del lugar donde se encontraban. Narso decidió ir por ese camino, pero ya se había hecho muy tarde para emprender la ruta y decidió empezar al día siguiente. Nada más levantarse, se fueron a desayunar y a continuación prepararon el viaje. Ese día hubo un gran diluvio y no sabían cuando escamparía, el agua fue subiendo hasta alcanzarles las rodillas. Ya veían el final del camino, estaba lleno de árboles caídos, pero todos se quedaron extrañados, excepto Narso que al ser el elegido vio el escondite del pergamino. El agua seguía subiendo, ya les llegaba por el cuello, y eso significaba una cosa, Narso tenía que encontrar el pergamino y salvar el mundo. Narso se adentró en el misterioso escondite, una gran roca le dijo: “Si eres el elegido pasarás las pruebas que te voy a hacer”: Primera prueba: Tienes que matar a este monstruo de tres cabezas sin ningún arma. El monstruo se abalanzo sobre él, pero Narso logró esquivarlo, Narso al ser muy listo se depositó sobre una roca muy afilada y al lanzarse sobre él, el monstruo se calvo la gran punta. Segunda prueba: Te voy a decir un “acertijo” y lo tienes que adivinar antes de que se acabe el tiempo. Al cabo de un tiempo le dijo: “No es el león y tiene garra, no es pato y tiene pata”. Rápidamente exclamó: GARRAPATA. La piedra le dijo: tú eres el elegido, le dio el pergamino. Narso invocó al monstruo del mar, pero antes recitó un conjuro para salvar al mundo del diluvio, el monstruo le guardó en lo más profundo del mar. FIN