el buen morir - Tierra Firme

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EL BUEN MORIR
Esteban: ¿La muerte es un tabú para usted? ¿Enfrenta el hecho de que
algún día habremos de morir? ¿Cómo morir bien?
Salvador, creo que al plantearlo de esta manera, algunos ya habrán
pensado en cambiar de emisora en el dial.
Salvador: Si, pero vamos a hablar, no para asustar a nadie, sino para
esclarecer algunas cosas.
El avance de la ciencia, nos obliga a redefinir el concepto de “muerte”.
Hoy en día se produce algo así como “un tironeo”, cuando un médico llega
a tener algún paciente terminal. Por un lado están las clínicas que quieren
que los pacientes duren (y vamos a ponerlo en términos idealistas) lo más
posible, porque de eso viven.
Y por otro lado están las obras sociales, que desean que el asunto termine
lo antes posible.
Esta extensión del mercado al tema de la salud trae muchísimos
problemas porque uno nunca sabe en “manos de quien está”.
Esteban: Porque en definitiva, se resume todo a un tema más bien
económico que de valrores personales…
Salvador: Y el problema también está en que con los avances científicos
la muerte llega más lentamente pero el tiempo de deterioro también es
mayor. El hombre se deteriora más en esta época porque está avanzando
la técnica, pero la calidad de vida no está garantizada.
Estamos entonces ante un clima más deshumanizado, donde la escena de
la muerte la prescide la técnica. La presencia familiar y religosa van
perdiendo consistencia. Hoy día se muere lejos de los afectos, se muere
lejos del auxilio espiritual, pero se muere muy cerca de toda la técnica.
Todo esto ha llevado a reflexionar sobre qué significa una “muerte digna o
una buena muerte”, es lógico que se piense en esto, porque si llegamos a
estos extremos tenemos que pensar qué hacemos. Entonces empezó a
aparecer el tema de qué es el buen morir, para las corrientes humanistas,
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que no tienen un pensamiento trascendente, dicen que “hay vidas que
merecen vivirse y otras que no”.
Aquí es donde aparece la eutanasia que es en otras palabras, realizar un
homicidio por compasión.
Por otro lado, están aquellos que retrasan por todos los medios la muerte
aunque no haya esperanza de curación, añaden e inflingen más
sufrimientos con un ensañamiento terapéutico que hace que la muerte sea
realmente terrible.
Los cristianos no estamos de acuerdo con la eutanasia porque creemos que
la vida es de Dios, ni tampoco con estos tratamientos excesivos porque
aceptamos la soberanía de Dios, debemos buscar el buen morir, un buen
morir con la dignidad y respeto que la vida humana necesita.
En el año 1938, durante el nazismo en Alemania, un año antes de
comenzar la Segunda Guerra Mundial, una mujer que era abuela y tutora
de un niño ciego y sub-normal, se presentó ante el gobierno (este niño
había estado internado en una clínica pediátrica en Liepzig) para pedir que
se le aplicara la eutanasia. Sucedió algo interesante, porque Hitler se la
concedió, pero esto hizo que pusiera en marcha un programa que se llamó
“Muerte por misericordia” y cada familia estaba obligada por ley a declarar
a todos aquellos recién nacidos que tuvieran defectos físicos, si no se tenía
determinada calidad de vida se practicaba la eutanasia.
El pueblo alemán nunca fue un pueblo inculto, dió los más grandes
filósofos de la historia, pero terminó con una escalada de exterminio.
Es interesante revisar lo que sucedió, pues es lo que sucede en todos los
regímenes totalitarios. Alemania tenía 90.000 médicos en aquel entonces
y solamente 350 estaban de acuerdo con la eutanasia, sin embargo el
estado la oficializó y se aceptó la teoría de la vida humana sin valor vital.
Frente a todo esto uno tiene que reflexionar. Hay un destino que como
decía Esteban es inevitable. La muerte produce indefectiblemente miedo,
todo ser humano normalmente tiene que tener miedo a la muerte porque
no fue creado para esto, sino para la vida. Existe en el hombre el instinto
de conservación de la vida, que fue puesto por Dios y el hombre sabe que
la vida puede ser maravillosa y no puede amar la muerte, sino que hay un
rechazo hacia la misma. Esto lo vemos por ejemplo en las practicas
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actuales, donde la muerte se aleja cada vez más de la casa familiar,
cuando el enfermo está grave hay que llevarlo a la clínica y de la clínica al
lugar donde lo van a velar, pero eso nunca en el hogar, cuando lo habitual
hace unos años atrás era despedir al ser querido en su casa. Lo que quiere
decir que el hombre actualmente sufre de un rechazo visceral frente a toda
manifestación de la muerte.
Si miramos la historia vemos que los paganos no tenían esperanza, para
ellos la muerte era desesperante y cayeron finalmente en el fatalismo.
Todos los testimonios escritos que quedan del mundo pre-cristiano
exhuman dolor, depresión y desesperación frente al tema de la muerte,
sobre todo de parte de los pueblos de Grecia y Roma.
Los cristianos cambiaron esta visión de la muerte. Los cristianos decían
que uno tiene que tener esperanza en Dios para no entristecerse, pues se
entristecían quienes no tenían esperanza. Se marca entonces una
diferencia entre el dolor desesperado de quien no tiene justamente
esperanza y el dolor esperanzado. De todas maneras la esperanza no quita
el dolor, el dolor siempre existe.
Yo hace poco conversaba con un matrimonio que había perdido a su hija
de 19 años hacía un mes atrás, consultó con varias personas y finalmente
llegó a mi escritorio y nos reunimos en forma breve.
En dicha conversación ellos me hablaron sobre la muerte de su hija de 19
años de edad. Yo les dije en aquel entonces: “les voy a decir dos cosas
como pastor y hombre de fe. En primer lugar: el sufrimiento es ineludible,
no hay nada que pueda palear el sufrimiento. Van a llegar a su casa y
pensarán que es su hija entrando, pero luego reaccionarán y se darán
cuenta que era un ruido similar al que hacia ella cuando entraba, pero ella
ya no está.
Hasta que no se acostumbren a la nueva situación, habrá sufrimiento.
En segundo lugar: no me pregunten porqué murió su hija, ese es un tema
que sólo lo sabe Dios, yo no lo sé”.
El padre me miró llorando y me dijo: “Yo le agradezco porque me dijo la
verdad”.
A mi me quedó grabada esa frase, el hombre busca la verdad, y la verdad
es que la muerte trae sufrimiento y dolor, debemos aceptar que es así, que
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no estuvo en los planes originarios de Dios y por lo tanto trae sufrimiento y
dolor.
A mi me interesa mucho hablar sobre el ¿qué hacer frente a un enfermo
grave o terminal?
Cuando una persona entra en un estado terminal se lo “entregamos a la
ciencia”, pero eso no es todo, la ciencia además toma algo así como una
“actitud soberbia”, no nos deja intervenir. Se lo ingresa entonces a una
sala de cuidados intensivos donde la familia solamente puede entrar el
tiempo estipulado por los médicos y en las condiciones que ellos dicen.
Uno entonces, ante todo esto, debe preguntarse ¿cuáles son los derechos
que asisten a los pacientes y cuales los que asisten a los familiares?
Si a usted le resulta difícil seguir este programa, es importante que se
quede con nosotros, pues todos llegaremos al momento en que tendremos
que atrevesar por dicha situación y tenemos que saber qué vamos a hacer.
Esteban: Hacemos una pausa, para de alguna manera tomar
herramientas que nos ayuden a todos a atravesar por este momento
tremendo de la vida que ineludiblemente llegará.
Pausa…
Esteban: La pregunta que nos quedó antes de la pausa con Salvador
Dellutri aquí en Tierra Firme es: ¿cómo actuar cuando llega un enfermo
grave a nuestro núcleo familiar? ¿Qué hacemos en dicho momento?
Salvador: Hay una pregunta que es fundamental, pero que a la vez no se
puede contestar. Cuando hay un enfermo terminal: ¿tiene esperanzas de
recuperación?
Esta pregunta no se puede contestar, hay enfermos irrecuperables para la
ciencia que de todas formas salieron adelante y otros que sin embargo era
“sencilla” su recuperación pero sin embargo no se recuperaron.
De todas formas se puede usar un criterio claro, que use
proporcionalmente los medios terapéuticos respetando la dignidad del
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paciente y no dejarse vencer por el tecniscismo. Uno tiene que ser
conciente que tiene ciertos derechos, que a pesar de estar frente a una
situación crítica hay que ejercer ese derecho que tiene el paciente.
En primer lugar, la familia tiene derecho a tener la información acerca del
estado del enfermo lo más clara posible.
Cuando se escuchan ciertos informes médicos veo que en muchos de ellos
los médicos se “escudan” detrás de cierta terminología que procede
unicamente de la medicina y que no la maneja el hombre común.
Entonces la familia quiere saber que le sucede al paciente y escucha una
cantidad de términos que tratan de definir su situación y el grado de
gravedad, pero no se entienden. Uno no tiene porque conocer la
terminología médica y tiene derecho de exigirle al profesional que se lo
explique con palabras sencillas y claras para entender que es lo que
acontece.
Yo he llegado a conocer casos extremos en que le han dicho a la gente: su
hijo tiene Síndrome de Down, y quienes recibieron esa información no
sabían qué era, tuvieron que ir a los libros y enterarse porqué el médico dió
por sentado que la familia del paciente sabía que era esto. ¿Porqué no dijo
que era lo que sucedía?
Por otro lado hay que pensar que el ser humano es un ser integral, no es
solamente un cuerpo.
Yo siento que muchas veces se “captura” al paciente con una enfermedad
terminal y lo aislan de la contención afectiva, consideran que es sólo un
cuerpo y que nada debe interferir. El hombre es un cuerpo, pero el ser
humano no tiene solamente necesidades y sufrimientos físicos, tiene
sufrimientos emocionales y espirituales, por lo tanto la persona tiene que
tener derecho a ser contenida emocional y espiritualmente.
La contención emocional la da la familia y la contención espiritual la da su
fe.
Por lo tanto tiene que tener derecho la familia a relacionarse con el
paciente durante ese estado de gravedad y si el hombre necesita auxilio
espiritual tiene que recibir el auxilio espiritual que necesita.
No es patrimonio del médico el enfermo grave o terminal, todos tenemos
que colaborar y tenemos que llegar a tener una medicina holística, que
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contemple todas las necesidades del paciente, no solamente las físicas,
sino lo que hace a lo emocional y a lo espiritual.
En el caso de los enfermos terminales hay muchas terapias que se
efectúan sin ninguna esperanza, que no pueden revertir un proceso
irreversible que lleva inevitablemente a la muerte.
Yo recuerdo a una mujer que tenía cáncer que la fueron como “mutilando”
por etapas.
Le sacaron los ganglios, luego le sacaron los brazos, después el hombro,
alargaron la agonía 6 meses y terminó muriendo. El esposo me decía con
mucho criterio: “nunca tengas a una persona mutilada al lado” porque el
veía que todo lo que hacían era únicamente para alargar inútilmente el
sufrimiento.
Todos tenemos derecho a tener cuidados paleativos, se dice que el 95 %
de los dolores se pueden evitar.En estos momentos existen centros de
cuidados paleativos.
Cuando nos referimos a cuidados paleativos, nos referimos a esos que
toman al enfermo terminal y hacen que sufra lo menos posible, le van
quitando los dolores para que llegue con dignidad, creo que todos tenemos
derecho a todas estas cosas, a recibir una contención total en lo físico y lo
emocional, derecho a no sufrir inútilmente con terapias que son agresivas.
Esto tenemos que preeverlo, dejar por escrito que si llegamos a ese estado
no se practiquen con nosotros terapias que no tenga esperanzas sino que
nos permitan acceder a la muerte con la dignidad que tiene que tener un
ser humano. Que la técnica no nos tome y se ensañe con nosotros, esto es
muy importante tenerlo en cuenta, porque en un mundo donde los
hombres van perdiendo la esperanza y todo sentido trascendente, estas
técnicas empiezan a actuar desesperadamente, si bien hay muchos que
llegan al momento final sin esperanza, nosotros los cristianos tenemos
esperanza porque creemos que la vida no se termina allí, confiamos en
Dios, tenemos esperanza en el más allá, por lo tanto no tenemos porque
llevar el sufrimiento al extremo, ni tampoco tiene la ciencia que
desesperarse frente al tema de la muerte.
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Los antigüos cristianos llamaban al día de la muerte “dianatalis” o día del
nacimiento. ¿Qué querían decir? Que si bien el hombre moría aquí en la
tierra estaba naciendo en la eternidad, estaba comenzando una nueva
vida, tenemos que recuperar esa esperanza trascendente que tenían los
cristianos. Esa esperanza que convirtió, como señalábamos en otro
programa, las necrópolis, los cementerios, en lugares donde se siembra la
semilla.
Hay que recuperar la esperanza porque si no la recuperamos la histeria
científica va a presidir el final de nuestras vidas y de nuestros seres
queridos.
Estos no son temas a eludir y dejar para último momento. En medio de la
angustia y la enfermedad que causa la muerte, no se pueden tomar
decisiones, tenemos que pensar antes en todo esto, ¿cuál es la respuesta
que tenemos frente a la muerte? ¿Cuál es la esperanza que tenemos?
Los cristianos queremos un buen morir, con respeto hacia nuestra propia
vida. Un buen morir que nos permita tener a nuestros afectos y el auxilio
espiritual que necesitamos y que nos den el cuidado que merecemos en
esa hora, porque todo ser humano, haya sido lo que haya sido, merece ese
respeto.
Hay que recuperar el sentido cristiano de la vida y de la muerte.
Hay una forma cristiana de vivir y de morir con esperanza, que incluye sin
duda el dolor pero que tiene presente la esperanza, la trascendencia.
Ojalá este programa sirva para que todos reflexionemos sobre estas cosas
y que pensemos que son importantes e ineludibles.
Tomemos decisiones acerca de qué es lo que vamos a hacer, antes de que
todo esto sobrevenga.
LOS GRANDES MÚSICOS EN TIERRA FIRME…
Esteban: Nos gustaría saber su opinión, cómo está mirando la
planificación inevitable del momento en que todos por una causa u otra
vamos a enfrentar la muerte como expresaba Salvador aquí en Tierra
Firme, cómo ve ese tiempo que va a llegar ineludiblemente a su vida. ¿Lo
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planifica, lo piensa, lo medita? O simplemente trata de postergarlo.
Dejenos saber su opinión por favor.
Por correo electónico hagalo a [email protected]
O por correo común a Tierra Firme, casilla de correo 5051, MontevideoUruguay.
Nosotros volveremos la próxima edición cuando presentemos una vez más:
Tierra Firme.
http://www.tierrafirmertm.org
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