Revolución de Cuba

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El Inicio de la Revolución
Los problemas políticos cubanos venían produciéndose desde mucho antes de 1959, año en que comenzó la
revolución. En 1933 se había derogado la Enmienda Platt, impuesta por el senador estadounidense Hitchcok
Platt en el año 1901, que determinaba el control de Estados Unidos sobre la política exterior cubana, la
concesión de bases navales en esa isla y el derecho de intervención militar. Todo eso, debido al rol jugado por
Estados Unidos en la lucha por la independencia de Cuba contra España.
A pesar de la derogación de la enmienda, este verdadero protectorado de Washington se seguía ejerciendo
hasta 1959, año en que Fidel Castro encabezó el golpe militar. Cuba había pasado del colonialismo español, al
estadounidense.
Fulgencio Batista, presidente electo en un primer momento democráticamente pero cuyo gobierno había
estado marcado por la corrupción y la violencia, recupera el poder en 1952 a través de un golpe Militar, e
instaura un régimen autoritario marcado por la represión, el enriquecimiento de la familia y el círculo íntimo
del Presidente. Respaldado por EE.UU., Batista persigue a los movimientos de izquierda moderados y
radicales cubanos que se oponían a la intervención norteamericana e impulsaban reformas democráticas.
El 26 de julio de 1953, Fidel Castro, izquierdista nacionalista y muy crìtico del rol de Estados Unidos en
Cuba, decide marchar junto a unos 160 hombres sobre el cuartel de Moncada, segunda guarnición militar en
Santiago de Cuba. La acción buscaba iniciar una sublevación popular para destruir la dictadura, pero fue un
completo fracaso. Castro fue apresado y condenado a más de 20 años de cárcel, y su movimiento
completamente disuelto.
Azarosamente, Batista decidió en 1954 realizar unas elecciones autoconvocadas sin competencia alguna como
una forma de demostrar que era un gobernante respaldado popularmente. El dictador, obviamente, ganó los
comicios. Y tiempo después, en un acto de reconciliación, aceptó indultar a los protagonistas del asalto al
cuartel Moncada.
Fidel, ya en libertad, se exilió en México. Mientras tanto, Batista intentó abandonar su estilo populista, pero
eso le trajo el malestar del pueblo y el aumento de la convulsión social y política, que el dictador combatió
con más represión.
En noviembre de 1956 Castro ya tenía listo una segunda aventura revolucionaria. Desde México organizó una
expedición a Cuba a bordo del yate Gramma, que desembarcó con un puñado de combatientes en las costas de
la isla. Fidel y los pocos miembros del Movimiento 26 de julio (M−26, en recuerdo de la fecha del fracaso en
el Moncada) eran facciòn del Partido Ortodoxo, que sin ser estrictamente marxista tenía ideas igualitarias,
socializantes, nacionalistas y totalmente anti−estadounidenses. Con muy pocas armas, casi ningún
entrenamiento y apenas un puñado de hombres, se instalaron en la Sierra Maestra, una cadena de montes en el
oriente de la isla. El M−26 al poco tiempo logró reclutar más voluntarios y creó el Ejército Rebelde, integrado
por unos pocos combatientes. Uno de sus comandantes, que había partido junto a Fidel desde México, era un
médico argentino llamado Ernesto Che Guevara.
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La represión y los problemas económicos hicieron crecer la oposión urbana a Batista. Las acciones de
propaganda armada y las huelgas habían aumentado el descontento con el régimen. A partir de 1957, la
guerrilla castrista se había convertido en algo colectivo, pero no había podido impulsar la insurrección, a la
que se oponía la izquierda tradicional.
Sin embargo, la guerrilla fue popularizándose y comenzó diversas acciones ofensivas, como la quema y
destrucción de cosechas. Dos nuevos frentes guerrilleros, al mando de Raúl Castro (hermano de Fidel Castro)
y Juan Almeida, y las acciones militares emprendidas por Ernesto Che Guevara y el comandante Camilo
Cienfuegos, consolidaron el avance revolucionario e incrementaron la agitación.. Ahora los comunistas, que
tenían un mayor protagonismo, se integraron al M−26 y, poco después, al Ejército Rebelde. El Pacto de
Caracas, firmado en julio de 1958, fortaleció la coalición anti−Batista al unir a todos los opositores y aceleró
la caída del régimen. Washington, irritado con Batista por su forma de conducir el país y la corrupción, le
quitó su apoyo sabiendo que tenía los días contados. La ofensiva final comenzó en agosto del 58 y, el 1 de
enero de 1959, Castro y sus seguidores tomaron La Habana.
El Proceso Revolucionario
Al contar Castro y el M−26 con bastante respaldo popular, fueron capaces de controlar la situación e impulsar
un proceso de reformas tanto políticas como sociales y económicas. El nuevo régimen no fue en un principio
realmente comunista, sino que gobernaba con moderados y liberales opositores a Batista. Pero la figura de
Castro, que rápidamente se convirtió en primer ministro, significó el comienzo de un proceso revolucionario
muy personalista, marcado por el nacionalismo y el anti−imperialismo, así como por el liderazgo de Fidel
Castro.
En 1959 se llevaron a cabo las primeras reformas. Sobre todo exropiaciones de industrias y la nacionalización
de la banca y de intereses de Estados Unidos en la isla. Así el gobierno cubano ganó el apoyo de algunos
sectores importantes que hasta ese momento se habían mantenido al margen de la situación. La reforma
urbana rebajó los alquileres y se iniciaron campañas masivas de alfabetización. También se implementó una
red sanitaria que garantizaba atención médica a casi toda la población. Para esto era necesario fomentar el
mercado interno y ampliar la participación del estado en la actividad económica. Luego del triunfo de la
revolución, Ernesto Che Guevara asume el control del área industrial y bancaria. Para lograr una rápida
implantación del socialismo, Guevara creía necesario desmantelar la economía de mercado.
Las políticas económicas crean alarma en Estados Unidos. Convencidos de que Castro quería imponer un
régimen comunista, los estadounidenses rompen relaciones diplomáticas con Cuba. Al mismo tiempo, Fidel
abre relaciones con la Unión Soviética, que comienza a brindar ayuda económica a la isla y ofrece comprar
todo el azucar que sea necesario para apoyar la Revolución. Estados Unidos, alarmado por la formación de un
régimen marxista apenas a unos kilómetros de Miami, comienza a intentar el derrocamiento de Fidel Castro.
En 1961, apoyados por el gobierno del presidente John Kennedy, cubanos anti−comunistas radicados en
Miami intentan un desembarco en Cuba por Bahía de Cochinos, que resulta un completo fracaso. El hecho
marca el inicio de las hostilidades entre Washington y La Habana. El ataque permitió también que Castro
enarbolara la bandera anti−imperialista y aumentara su respaldo internacional.
En 1962, los servicios de espionaje de Estados Unidos descubren la presencia de misiles nucleares de la Unión
Soviética en Cuba, capaces de alcanzar en segundos ciudades norteamericanas. Se inicia la crisis de los
misiles. El presidente Kennedy decreta un bloqueo total de las costas cubanas, y obliga a Moscú a retirar los
proyectiles. Después de 13 días al borde de una guerra nuclear, el problema se resuelve, pero Estados Unidos
decide mantener el bloqueo a la isla. Un año después, impone un embargo total al comercio con Cuba, que se
mantiene hasta hoy, después de 40 años.
Castro se convierte en el gran enemigo de Estados Unidos, y gana prestigio entre la izquierda mundial, sobre
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todo en Latinoamérica. Se crean movimientos pro−castristas en varios países, que impulsan la lucha armada
para alcanzar el socialismo.
En 1962, Fidel declara oficialmente que la revolución cubana es marxista−leninista, y termina de formar su
alianza con la Unión Soviética. En paralelo, inicia su plan para apoyar guerrillas y movimientos
revolucionarios en América Central y Sudamérica.
A finales de 1964, se creó en La Habana una conferencia entre los partidos comunistas del continente, que
buscaba discutir sobre los métodos revolucionarios, pero terminó en un profundo desacuerdo. La Primera
Conferencia Tricontinental de Solidaridad Revolucionaria, celebrada en enero de 1966, reunió a más de 500
representantes de gobiernos y movimientos revolucionarios de Asia, África y América Latina. Al año
siguiente, se celebró la primera reunión de OLAS, Organización Latinoamericana de Solidaridad. Fue
presidida por el senador chileno Salvador Allende, que más tarde se convertiría en Presidente.
Cuba, a partir de fines de los años 60 y durante todos los 70, apoyó con recursos, entrenamiento y armas a
grupos guerrilleros en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Chile, Argentina, Venezuela, Uruguay y otros
países. El único donde se impuso la revolución fue en Nicaragua, donde el Frente Sandinista de Liberación
Nacional se tomó el poder en 1979.
En 1976, Cuba aprobó una Constitución. Esta, sin embargo, mantuvo el régimen de partido único y el control
del Partido Comunista sobre todos los ámbitos. La economía siguió estando íntegramente en manos del
Estado, y continuaron métodos represivos y la ausencia de libertades básicas como de expresión, prensa,
opinión, reunión, etcétera. Tal como en un comienzo, el régimen siguió persiguiendo a los disidentes y
evitando el nacimiento de cualquier tipo de oposición. La situación actual de Cuba no es mucho mejor: sus
habitantes tienen prohibido salir del país por su propia voluntad y deben solicitar permiso al gobierno, sólo
existen medios de comunicación oficiales, y el Estado controla la educación.
Con el tiempo, la economía cubana se hizo totalmente dependiente de la Unión Soviética y los otros países de
la órbita socialista. La URSS compraba a precio preferente los productos cubanos como el azucar, y vendía a
muy bajo costo cosas indispensables como el petróleo y los cereales.
Por eso la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 y el posterior derrumbe de la Unión Soviética
representó un duro golpe para la revolución. Toda la ayuda y los subsidios que recibía de países comunistas
como Alemania Oriental, la URSS, Checoslovaquia y Polonia desapareció de un día para otro. La crisis fue
tan grande que el régimen debió ajustar violentamente sus gastos. Se inició de esa forma el llamado período
especial: Fidel, mediante sus órganos de control de masas, llamó a los cubanos a sacrificarse y tolerar un
estricto plan de racionamiento de energía, alimentación , etcétera. Paralelamente, surgió un nuevo tipo de
economía que permite a empresas privadas extranjeras asociarse con el Estado cubano para desarrollar
negocios. El ejemplo más clásico es el turismo, donde grandes inversionistas internacionales han convertido a
Cuba en uno de los destinos favoritos del Caribe. Otro caso es la agroindustria.
Actualmente, la economía cubana parece repuntar. El racionamiento ya no es tan fuerte, y se ha autorizado un
poco de iniciativa económica privada: los cubanos pueden abrir pequeñas tiendas o manejar restaurantes, pero
gran parte del país sigue en manos del régimen comunista. Fidel Castro sigue controlando todo el poder: es el
jefe de Estado y Presidente, el máximo líder del Partido Comunista y el presidente de la Asamblea Popular,
una especie de Congreso donde hay representantes de un solo partido.
Castro es el único gobernante que ha logrado mantener vivo el comunismo en todo el mundo occidental. La
otra gran figura de la revolución, Ernesto Che Guevara, murió en Bolivia en 1967, mientras combatía junto a
una columna de guerrilleros de ese país. Desde entonces se ha convertido en una figura admirada por los
miembros de la izquierda.
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Fidel Castro sigue siendo una figura muy importante de la política internacional, en la que ha participado por
más de 40 años. Entre sus éxitos en Cuba muchos mencionan la red social de la que gozan los habitantes: es
uno de los países en vías de desarrollo con menores tasas de analfabetismo, y cuenta con un muy buen sistema
de salud. Pero en el país aún hay muy poca libertad política y recién se ha abierto espacio para la libertad de
culto, recuperada por los católicos cubanos sólo después de la visita del Papa Juan Pablo II en 1998.
Bibliografía
Fernández, Antonio
Historia del Mundo Contemporáneo
Editorial Vicens Vives, 1994
Donézar, Javier M.
Mundo Contemporáneo
Editorial SM, 1990
http://www.artehistoria.com
Larousse
Diccionario Enciclopédico Tomo 5
Editorial Planeta, 1983
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