Lo que mal empieza, no sabemos como acaba La empresa no iba bien, era algo que todos sabían, incluso muchos apostaron por el cambio de dirección aunque todo cambio produce ciertas inseguridades, algunos pensaban que no podía ir peor. La nueva dirección aterrizó, pero fue extraño que no desembarcaran con la ilusión de los que tienen la oportunidad de poner en marcha sus proyectos, tenían el respaldo de los propietarios que habían creído el proyecto de viabilidad que les habían presentado, había pérdidas acumuladas pero ya lo sabían cuando aceptaron el reto. Los trabajadores, expectantes, esperaban los cambios. pero parecía que no había un equipo compacto en el que cada jefe de equipo pudiera desarrollar sus capacidades y desde la Dirección General se pretendía controlar los mínimos detalles mientras la producción en los diferentes talleres seguía sin criterios claros. Incluso había más que rumores de que algunos integrantes del equipo abandonarían la empresa antes de que acabara el contrato. Pero el mayor problema era la desconfianza y el recelo que demostraban aquellos que habían llegado a dirigir y que parecía que no eran conscientes que sin la implicación y la ilusión de los trabajadores podría serles aún más difícil y es que incluso desconfiaban de los propietarios. Algunos comentaban que su nuevo jefe/a demostraba no sólo el mínimo respeto por el trabajo que había hecho hasta ahora, sino que incluso el trato era maleducado Los propietarios habían recelado de algunas contrataciones que se habían hecho, porque los parentescos o las pruebas de selección no se habían servido para elegir a los mejores y habían pensado que con esta nueva dirección todo cambiaria y así fue pero para meter a los suyos. A todos les habría dado más garantía ver reuniones con la anterior dirección y que aquellos proyectos interesantes siguieran su curso, había mucho que cambiar, pero no se podía tirar la fábrica abajo. Había que esperar el desarrollo de acontecimientos, algo tendría que ocurrir, aunque ahora lo peor era el no saber qué. Las naves que se estaban cayendo seguían con las mismas goteras y los propietarios que habían confiado en que se arreglaran las goteras antes de las primeras lluvias, veían como se acercaba el fin del verano, sin que hubiera mejorado el mantenimiento, ni se hubieran notado los cambios, a pesar de que mucha era la confianza que habían depositado en la nueva dirección que habían contratado. El nuevo director se opuso a usar el coche del manager anterior, había que ahorrar, pero era chirriante cuando se le veía ir a reuniones con el coche de mantenimiento, como si el personal no tuviera otra cosa que hacer que llevarles de lado a lado, incluso cuando tuvo que desplazarse con ciertas visitas, alquilaron un coche que no podía ser menos costoso que usar el que estaba parado en el garaje, curioso ahorro. No, tampoco se podían criticar los planes, porque ni siquiera los proponían, en el tablón de anuncios habían desaparecido los avisos, los proveedores de la empresa seguían sin cobrar y seguían escuchando el no hay dinero. Algunos sindicalistas habían hecho un buen trabajo proponiendo mejoras e informando de las decisiones de la dirección, pero como ahora les habían expulsado y no había forma de enterarse de lo que se estaba cociendo. Y algunos comenzaban a entender, que a pesar de no coincidir con la labor del comité de empresa, hacían una labor importante y ahora ¿quién les iba a defender? Los trabajadores se sentían inseguros y la marcha de la empresa no parecía que fuera a mejor, algunos decían que había que dar tiempo y eso era cierto, pero algunas actuaciones no auguraban nada bueno y sobre todo las formas, si, no habían aterrizado con buen pie, decían los más mayores, se podían temer lo peor, porque siempre se había demostrado que con el tiempo los equipos directores se alejaban de los talleres, dejaban de contar la marcha diaria a los propietarios y si esto ya era así... Solo cabía esperar que lo que había comenzado mal, mejorara, aunque se suela decir que lo que mal empieza mal acaba. Algunos defendían que todo estaba mucho mejor, de hecho les habían invitado el fin de semana anterior a los toros y al partido de futbol ¿qué más podían pedir? Otros sin embargo preferían saber que habría pedidos hasta final de año, saber si su puesto estaba seguro, a los propietarios les preocupaba si su dinero estaría a salvo, si se generarían los beneficios prometidos o seguirían acumulando pérdidas y eso contando con que tendrían que seguir haciendo aportaciones, una vez más habían hecho un contrato blindado y en unos años sería imposible volver a cambiar a los dirigentes, quizás la próxima vez se deberían fiar menos de las promesas y analizar objetivamente las trayectorias y proyectos de los aspirantes. Pilar Quintana Álvarez. Concejal de acipa. Portavoz no liberada