tubre de 1512 tomó Burgi, pero que no pudo llegar a Iruñea

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tubre de 1512 tomó Burgi, pero que no pudo llegar a
Iruñea antes que el duque de Alba, quien a punto estuvo de quedar copado en Nafarroa Beherea. El ejército
legitimista puso cerco a la capital durante el mes de
noviembre e incluso lanzó dos ataques contra sus murallas, pero fue rechazado por las tropas españolas.
Finalmente, el 1 de diciembre tuvo que levantar el sitio
de Iruñea ante la inminente llegada de un ejército de
socorro enviado por Fernando el Católico. El primer
intento de recuperación del reino había fracasado.
Tras conseguir una entrega honrosa de las plazas
que se habían sublevado en apoyo del rey Juan, el mariscal partió al exilio. Atrás dejaba como rehén a su
hijo pequeño Pedro, a quien había hecho donación de
los dominios de su casa y cuyos tutores eran los cuñados del mariscal, ya que el joven quedó confinado
en la Corte castellana.
Durante los dos siguientes años, Pedro de Navarra
y sus seguidores se dedicaron a acosar a los invasores
en la zona de Baztan y del Bidasoa. Esa actividad militar iba acompañada de su vuelta a las tareas diplomáticas, ya que fue embajador de los reyes navarros ante
Luis XII de Francia y el papa León X, al que intentó
convencer inútilmente de que revocara las bulas de
excomunión lanzadas contra Catalina y Juan por su
antecesor Julio II. Incluso se entrevistó en La Haya con
Carlos de Gante (futuro Carlos I de España) para que
pidiera a su abuelo el Católico la devolución del reino.
Mientras, en la parte del reino invadida, Pedro de
Navarra fue acusado de contumaz por la justicia española. Al no presentarse ante los tribunales, fue declarado rebelde y culpable de crimen de lesa majestad.
En enero de 1514 fue condenado a muerte y sus bienes
fueron confiscados por la Corona española, aunque
su suegro, el duque de Alburquerque, se hizo cargo de
ellos como garante ante Fernando el Católico. Como
procurador de los bienes, el duque nombró a Sancho
de Yesa, regidor de Iruñea y persona de total confianza
del mariscal.
En 1515, Pedro de Navarra retomó las armas junto al
rey Juan en apoyo de Francia. A mediados de agosto,
los ejércitos del nuevo rey francés, Francisco I, cruzaban los Alpes para combatir en Italia, donde se impusieron en la batalla de Marignano. En las conversaciones mantenidas entonces estuvo presente el mariscal,
quien informó al soberano francés de que Fernando
el Católico se moría.
La muerte del monarca español tuvo lugar el 23 de
enero de 1516 y fue el detonante de un estallido de
inestabilidad en el reino que había creado a base de
política y guerra. El momento resultaba especialmente
propicio para intentar recuperar Nafarroa de nuevo.
Incluso Francisco I animó a los reyes navarros a hacerlo, aunque no se comprometió con armas y hombres, de tal manera que los recursos para la operación
debían obtenerse en la Nafarroa todavía independiente al norte de los Pirineos.
Retratos de
Fernando de Aragón
e Isabel de Castilla,
que ejercieron un
protectorado sobre
el reino pirenaico a
finales del siglo XV y
comienzos del XVI, y
ante quienes Pedro
de Navarra actuó
como embajador de
los soberanos
navarros.
Nuevo intento de liberar el reino. El encargado de
organizar ese ejército libertador fue el mismo mariscal. Para facilitar su incursión, contactó con los fieles
con los que seguían contando los reyes en la parte
ocupada del reino para que se sublevaran contra los
invasores. Incluso los beaumonteses, que en un primer
zazpika 2 7
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