º rase que se era una fría mañana de invierno, Lucas se levantó más temprano que de costumbre. El día anterior, su papá había sufrido un accidente laboral y había ingresado en urgencias. Así que esa mañana, el pequeño iba a ir a visitarlo. Tras vestirse y desayunar, su madre y él salieron de casa para dirigirse al hospital. Cuando al entrar en la habitación Lucas vio a su papá postrado en la cama, se echó a llorar desconsoladamente. Su madre le consoló: -¡Se pondrá bien Lucas, ya verás! Unos minutos después se abrió la puerta. Era el doctor que atendía a su padre. Este rogó a la mamá de Lucas que saliese para hablar con él. En cuanto su madre cerró la puerta, Lucas se levantó, cogió la silla y la acercó a la cama. Después posó su carita sobre el corazón de su padre. -¡Papá, papá tienes que despertarte! Recuerda que el próximo domingo es la final de fútbol y me prometiste que irías a verme. Lucas cerró los ojos…, nada más abrirlos, el pequeño se percató de que no se encontraba en el hospital. Se frotó los ojos varias veces. El sol le cegaba. Cuando por fin se acostumbró a aquella luz brillante, vio junto a él a su padre; y este se encontraba perfectamente. -¡Papá, papá te has despertado! –exclamó Lucas feliz. -¡Claro, y, además, me siento estupendamente! -Papá, ¿dónde nos encontramos? ¿Qué lugar es este? El papá del pequeño echó un vistazo a su alrededor. Aquel sitio le era familiar. -No lo sé hijo. La verdad es que no tengo ni idea. –En ese momento alzó la vista y comentó- Mira Lucas, aquello de allí parece una ciudad. Seguro que encontraremos a alguien que nos dirá qué lugar es este. É Padre e hijo se pusieron en camino. Aquel paraje era realmente maravilloso. La luz del sol les envolvía, impregnándoles con su energía. Cuando se encontraban a pocos metros de su destino, observaron la singularidad de aquella urbe. Las fachadas de algunas de aquellas casas estaban decoradas con plantas, otras parecían farolas de colores con ventanas y puertas. Además, los coches eran eléctricos. Sí, aquella ciudad convivía en plena armonía con la naturaleza. Mientras admiraban la singularidad y belleza de aquel sitio, advirtieron como alguien se les aproximaba. En el momento en que este llegó junto a ellos, Lucas y su papá se quedaron boquiabiertos. Aquel ser, que les saludaba amigablemente, tenía una apariencia muy distinta a la suya. -¡Hola! Me llamo Preveo y ¿vosotros quiénes sois? -Yo me llamo Lucas y este es mi papá, Rafael –contestó el pequeño. Después preguntó -¿Así que te llamas Preveo? ¡Qué nombre más original tienes! ¿Qué significa? Preveo se echó a reír y contestó: -Pertenezco a los preventis, y soy uno de los encargados de que el malvado Riesgo no perpetre ninguna fechoría de las suyas. Además ayudo a los electris para que desempeñen sus trabajos de manera eficaz y segura. -¡Ojalá hubieses estado junto a mi papá el día que le ocurrió el accidente! –comentó Lucas con voz afligida. -¡Accidente! ¡Tuviste un accidente! –Exclamó Preveo muy sorprendido- ¿Qué te ocurrió? -Pues la verdad…, no lo recuerdo muy bien. Era una mañana lluviosa y yo no llevaba el equipamiento adecuado. Creo que confié demasiado en mí mismo –Rafael se quedó un instante en silencio, después prosiguió– Sí, ahora me doy cuenta de que puse en peligro mi vida y la de mis compañeros. No pensé en las consecuencias, ni en mi familia. Fui un temerario. -¿Así que no te encontrabas solo? – comentó Preveo -No, me hallaba junto a mis compañeros. -¿Y no te advirtieron del peligro que corrías? Una de las normas más importantes que enseñamos aquí es “la Seguridad Compartida”. Debemos avisar a nuestros compañeros de los posibles riesgos que contrae una negligencia, como en tu caso no utilizar el equipamiento adecuado. - A nosotros también nos lo enseñaron nada más incorporarnos a la empresa, en la formación de Prevención de Riesgos Laborales – explicó el papá de Lucas algo avergonzado. Tras unos segundos de incómodo silencio, Lucas preguntó a Preveo: -¿Quiénes son los electris? -Algunos de los habitantes de Vinci, el País de La Luz, y los encargados de mantener la energía de Vinci siempre en condiciones óptimas para que la luz siempre brille. –En ese momento, Preveo alzó la vistaMirad allí viene mi amigo Electro. Él es uno de ellos. De nuevo, Lucas y su papá se sorprendieron al ver que Electro tampoco era humano. Su cara parecía la de un enchufe y su larga cola terminaba en un USB. -¡Hola Preveo! –Tras echar un vistazo a Lucas y a su papá y atónito ante la presencia de aquellos seres, le preguntó a su amigo- ¿Quiénes son estos seres tan extraños? -Son Lucas y su papá, Rafael. -¿Y de dónde venís y qué hacéis aquí? -Venimos de un lugar llamado Tierra. Pero lo que no sabemos es como hemos llegado hasta aquí –respondió Rafael. -Bueno, no os preocupéis. Si estáis aquí, será por algún motivo. Así que… ¿os gustaría visitar nuestro país? –preguntó Preveo. -¡Nos encantaría! –respondieron al unísono Lucas y su papá. -Pues vayamos a buscar mi coche. ¡Acompañadme! Lucas, Rafael y Electro siguieron a Preveo. A pocos metros se encontraba aparcado un bonito coche blanco con ventanas azules. Una vez montados, Preveo les mostró la ciudad de Vinci. Vieron una torre monumental, casas cuyas fachadas parecían fusionarse con la naturaleza, otras que parecían farolas… Además de preventis y electris, también conocieron una nueva especie que allí moraba: las lamparillas. Estas tenían cierta similitud con las luciérnagas de la Tierra, y se dedicaban a reemplazar las bombillas que se fundían. Cuando el sol se ocultó, las luces de la ciudad se encendieron y todos los edificios y calles quedaron iluminados con luces brillantes, de colores indefinidos. Aquello era un hermoso espectáculo. Lucas y su papá jamás habían visto algo así. Cuando terminaron la visita, aparcaron junto a uno de aquellos edificios con forma de farola. Nada más salir del coche, Preveo les indicó que allí vivía él. -Pasaréis la noche en mi casa. Además mañana es la fiesta de la luz y todos los habitantes de Vinci acudirán a la celebración. -¡Una fiesta! ¡Qué bien! –Exclamó feliz Lucas –Después le preguntó a Preveo– Dime Preveo, ¿Cómo organizáis las fiestas aquí? -En compañía de nuestras familias y de nuestros amigos. Aquí todos formamos parte de Vinci. Organizamos multitud de juegos, actividades… El pequeño no podía dar crédito a todo lo que le estaba aconteciendo. Aquel lugar era realmente extraordinario. Pero lo mejor de todo era que aquella maravillosa aventura la estaba viviendo junto a su papá. Una vez llegaron a casa de Preveo, este les acompañó hasta su cuarto. -¡Esta es vuestra habitación! ¡Espero que descanséis bien! -¡Gracias Preveo! Cuando se quedaron solos, observaron que en aquel dormitorio solo había una especie de colchoneta enorme. Lucas y su papá se recostaron sobre ella, y en ese momento, la colchoneta les envolvió. Se encontraban tan confortables y calentitos, que en seguida se sumieron en un profundo sueño. A la mañana siguiente, Preveo entró en la habitación. -¡A levantarse que hoy es el día de la fiesta de la luz! Durante toda la mañana, Lucas y su papá, junto a Preveo y Electro, disfrutaron de juegos y actividades divertidas y didácticas. Pero llegó un momento, en el que el papá del pequeño, agotado con tanta actividad, se alejó del pequeño para sentarse en un banco y así descansar. Estaba observando a su hijo, cuando, de pronto, advirtió a su lado a un extraño ser. -¡Hola! Me llamo Riesgo. -¡Hola! –contestó Rafael un tanto sobresaltado. -¿Qué haces aquí sentado y solo? -Estoy descansando. -¿Te lo estás pasando bien? -Claro, este lugar es muy divertido y, además, la gente es muy hospitalaria. -Sabes una cosa, me da a mí que eres una persona a quien le gusta otro tipo de diversiones. No sé…, quizás más arriesgadas. Si me sigues comprobarás lo que es diversión. La curiosidad hizo que el papá de Lucas, sin pensarlo dos veces, siguiese a Riesgo hasta llegar a la entrada de una especie de parque, en donde había un letrero que ponía “LABERINTO” -¿Qué sitio es este y qué tiene de divertido? -Este es el Laberinto Mágico. Aquí se concentra todo el poder del País de la Luz. Lo que te propongo es lo siguiente. Dentro de él, en la gran torre roja se encuentra la lámpara mágica. Si logras hacerte con ella, serás el ser más poderoso del universo y todos tus deseos se harán realidad. Cada palabra, que pronunciaba Riesgo, iba hechizando el corazón de Rafael. Se veía volando junto a su hijo, cumpliendo todos los deseos de su familia… Sí, él conseguiría aquella lámpara. -¡Vale lo haré! -Pero tengo que prevenirte de los peligros que puedes encontrarte. Ya que hay un genio que custodia la lámpara, y ten por seguro que no permitirá que se la arrebates sin más. Usará su magia para que no consigas llevar a cabo tu misión. -¡No te preocupes, lograré hacerme con ella! Dicho esto, Rafael traspasó el umbral del laberinto. Unos minutos antes, Lucas, que ya había terminado de realizar todas las actividades, fue en busca de su papá. Al no localizarlo, se dirigió hacia donde se encontraban sus amigos. -¿Preveo, Electro habéis visto a mi papá? -No, la verdad es que no le hemos visto desde hace buen un rato. -¿Me podéis ayudar a encontrarlo, por favor? Claro. Preveo, Electro y Lucas se pusieron a buscarle por todos los rincones del recinto; pero no consiguieron encontrarlo. De pronto, el pequeño observó como a Preveo se le desencajaba el rostro. Lucas giró la mirada y vio a lo lejos a Riesgo, y a su papá cruzando la puerta del laberinto. Preveo echó a correr, Lucas le siguió hasta llegar junto a Riesgo quien nada más divisarlos, profirió riendo: -¡Habéis llegado tarde! ¡Ya ha entrado en el laberinto y se hará con la lámpara! -¡Pero estás loco! ¡Has puesto su vida y la de todos los habitantes de Vinci en peligro! –exclamó Preveo muy enfadado. -¿Acaso crees que me importa? -¡Pues debería importarte! -¿Qué ocurre Preveo? –Preguntó Lucas muy asustado. -El laberinto es el lugar donde se encuentra la lámpara mágica, la portadora de toda la energía de nuestro mundo. Si alguien la robase, la luz dejará de brillar y todos los habitantes de Vinci pereceríamos. -¿También mi papá? -Todos –respondió muy serio Preveo. Después mirando al pequeño le explicó– Lucas, nosotros tenemos prohibido el acceso. Así que tendrás que entrar tú y localizar a tu papá y explicarle la situación. Pero está claro que Riesgo le habrá hecho uno de sus hechizos. Tendrás de algún modo que deshacerlo. Confío en ti. Para salir del laberinto solo hay una manera, que el genio de la lámpara mágica os ayude. El problema es que este custodia la lámpara, y no permitirá que os acerquéis a ella. No sé a qué podéis enfrentaros porque nunca nadie ha entrado en el laberinto -Preveo sacó del bolsillo de su pantalón un papel que le entregó al pequeño. Después prosiguió con sus indicaciones Aquí tienes las 5 Reglas de Oro, estoy seguro que os serán de gran utilidad para superar todos los obstáculos que encontréis en el laberinto. ¡Cógelo y entrégaselo a tu papá, él sabrá qué hacer con él! Ahora, Lucas, debes partir. -¡Nos vemos a la vuelta! –se despidió Lucas con voz decidida. Antes de que el pequeño partiese, Electro llegó con una bolsa, que entregó a Lucas. Dentro había dos equipos completos de protección. Lucas la cogió y entró en el laberinto. Debía darse prisa, la vida de su papá y de todo el País de la Luz se encontraba en grave peligro. -¡Papá, papá! –gritaba Lucas mientras corría. Unos metros más adelante, se encontraba su papá. Este se hallaba totalmente absorto por las palabras hipnóticas de Riesgo, por lo que los gritos de Lucas apenas eran un mero susurro que se perdía entre sus pensamientos. Lucas seguía corriendo a gran velocidad hasta que, por fin, consiguió darle alcance. ¡Papá, papá para, por favor! ¡Soy Lucas! ¡No puedes volver a dejarme! De pronto, Rafael escuchó con más nitidez las palabras de su hijo. Estas se introdujeron en su corazón, deshaciendo el hechizo. En ese instante, paró en seco, y dando media vuelta fue al encuentro de Lucas. A su vez, el pequeño corrió hacia él, fusionándose en un abrazo. -¡Papá, Riesgo te ha engañado! Si robas la lámpara, el País de la Luz y todos nosotros pereceremos. Debemos salir del laberinto. Pero para ello necesitamos la ayuda del genio de la lámpara. Según Preveo el genio no nos permitirá acercarnos a ella. -¡De alguna manera debemos llegar hasta la lámpara! -Electro me ha entregado este papel. Además de esta bolsa con dos equipos de protección. Al mirar el documento, Rafael se dio cuenta que era las 5 Reglas de Oro. Aquellas que durante tantos años le habían ayudado a llevar a cabo su trabajo con eficacia y seguridad. -Todo ello nos ayudará. Estoy seguro –dilucidó Rafael. El papá de Lucas sabía muy bien, la importancia de ir bien equipado y de disponer de las herramientas precisas en caso de emergencia. -¡Bien, pongámonos los equipos! Dicho esto, padre e hijo se enfundaron en sus respectivos trajes. Después prosiguieron caminando por el laberinto. De pronto, Rafael reparó en el riachuelo que, durante todo el trayecto, había avistado en uno de los lados del sendero. Así que cuando llegaron a un cruce de caminos, el papá de Lucas indicó: -¡Sigamos el cauce del rio! Seguro que nos conducirá hasta la lámpara. Llevaban un rato recorriendo el sendero elegido, cuando Lucas y su papá escucharon un estrepitoso rugido metálico. Un escalofrío les recorrió todo el cuerpo. De pronto advirtieron como una especie de dragón metálico se dirigía hacia ellos. -Papá, ¿qué es eso? ¡Parece un dragón! – exclamó Lucas aterrorizado ante aquel ser. -Sí, aunque este es metálico y expulsa rayos en vez de fuego. El papá del pequeño cogió la bolsa y comenzó a revisarla hasta que encontró un cable. Allí delante tenía la solución. Aquel cable y el riachuelo que había a su lado, les ayudaría a detener a aquel malvado dragón. -¡Lo tengo Lucas! ¡Provocaremos un cortocircuito! Rafael peló el cable por ambos lados. Cuando hubo terminado, le dio las siguientes instrucciones a su hijo: -Lucas, cuando yo te diga “ahora”, lanzarás tu extremo del cable al riachuelo y yo lo arrojaré dentro de la boca del dragón. Después saldrás corriendo. ¿Entendido? ¡Pero sobre todo ten cuidado hijo! -¡Vale papá! De pronto, Rafael se dio cuenta de que su hijo se había quitado uno de los guantes aislantes. -¡Espera Lucas! ¡Ponte el guante! En ese momento, Rafael revivió el día del accidente y pensó, “ojalá a mí también me hubiesen prevenido…” Rápidamente, el pequeño se colocó el guante. Un instante después, el dragón se encontraba apenas a unos metros de ellos. No paraba de expulsar rayos por doquier. Cuando el dragón se encontraba a una distancia prudencial, vieron como este abría, de nuevo, su boca para lanzarles un rayo. Aquel fue el momento en el que el papá de Lucas gritó: -¡Ahora! De este modo, padre e hijo lanzaron sus respectivos lados del cable, atinando en sus respectivas dianas. Y “voilá” el dragón comenzó a tambalearse, a echar chispas y humo, hasta que por fin se paró y cayó al suelo. -¡Papá le hemos derrotado! ¡Formamos un gran equipo!–exclamó Lucas feliz. -¡Sí, trabajar en equipo es muy importante! Nuevamente se pusieron en camino. Llevaban un buen tramo recorrido, siguiendo en todo los cruces que se encontraban a su paso, el riachuelo, cuando que de pronto, advirtieron la presencia de un nuevo ente que se dirigía hacia ellos. Su apariencia se asimilaba a la de una serpiente, sin embargo actuaba más como un cable de alta tensión, lanzando descargas eléctricas. -¿Qué es eso papá? ¿Parece una serpiente? -¡Para Lucas! –ordenó su papá. Rafael volvió a revisar la bolsa y encontró una tela de protección aislante. -¡Lucas, cuando yo te ordene, pasa corriendo, arrímate bien al seto y aléjate lo más posible de la serpiente! ¿Entendido? -¡Sí, papá! Acto seguido fueron caminando despacito, y cuando se encontraban a unos pocos metros de la serpiente, el papá de Lucas lanzó la tela. La serpiente quedó atrapada dentro de ella. -¡Ahora Lucas, corre! Lucas y su papá pasaron corriendo sin detenerse, hasta que recorrieron varios metros. Después prosiguieron su camino andando, hasta que por fin, divisaron la torre roja donde se encontraba la lámpara mágica. -¡Bien, hemos llegado! ¡Es aquí! Mira Lucas, de la torre cuelga una escalera. La utilizaremos para subir hasta lo alto. Pero, primero debemos equiparnos debidamente. Nos pondremos los arneses, cuerdas, cascos y todos los equipos de seguridad. Una vez estuvieron listos, Rafael ató un extremo de una de las cuerdas a su arnés y el otro al de su hijo. -¿Estás preparado Lucas? -¡Sí papá! Poco a poco comenzaron a ascender por la escalinata. Cuando se encontraban a mitad de camino, una ráfaga de viento les hizo tambalearse. -¡Esto debe ser obra del genio. Sujétate bien Lucas! –ordenó su papá. Justo en ese instante, el pequeño fue sacudido por una nueva racha, quedando suspendido en el aire. -¡No te preocupes hijo, yo te subiré! Rafael, con gran esfuerzo, fue recogiendo la cuerda, hasta que por fin, este estuvo a su lado. -¡Agárrate bien a la escalera y prosigamos subiendo! Muy despacito y con gran esfuerzo, debido a las rachas de viento que el genio les expelía, llegaron hasta la torre. Allí se encontraba el genio aguardándoles con cara de pocos amigos. Nada más verles, este les preguntó: -¿Qué queréis? -Necesitamos la ayuda de la lámpara para salir del laberinto – respondió Lucas. -¿La ayuda de la lámpara o quedaros con ella? -¡No, no, solo queremos que nos ayude a salir de aquí! –contestó el pequeño aseverando sus palabras. -Y ¿cómo sabré que no la robaréis? –volvió a preguntar el genio. -¡Te damos nuestra palabra! –contestó de nuevo Lucas. -¿Y tú, tú también me das tu palabra? –preguntó el genio mirando fijamente a Rafael. En ese instante al papá de Lucas le entraron las dudas. Aquella lámpara era demasiado tentadora para cualquiera. De pronto, comenzó a escuchar la voz de Riesgo en su cabeza. “¡Si robas la lámpara, serás todo poderoso! ¡Dale tu palabra y luego rómpela!”. Rafael deseaba aquella lámpara, la tentación era enorme. Así que contestó: -¡Sí te doy mi palabra! -Está bien. He comprobado que además de valientes, sois también inteligentes ya que habéis superado todos los obstáculos que he ido poniéndoos en el camino. Así que creo que sois personas de palabra y me fiaré de ella. ¡Acompañadme! Lucas y su papá siguieron al genio hasta llegar a una gran cámara. En mitad de esta se encontraba la lámpara. Nada más verla, Rafael corrió hacia ella y exclamó: -¡Por fin es mía! ¡Seremos ricos Lucas, ricos! -Papá, ¿qué estás diciendo? ¿Le diste tu palabra al genio? Sí sustraes la lámpara, el país de Vinci desaparecerá. -¡Qué importancia tiene eso Lucas! ¡Nosotros regresaremos a nuestro hogar y nos llevaremos con nosotros la lámpara! -¡No papá no lo hagas! ¡No desees eso, por favor! ¡Perecerán todos los habitantes de Vinci! -Lucas, si me apodero de la lámpara, lo poseeremos todo. -Pero yo no lo quiero todo. Solo deseo estar contigo y con mamá y que los habitantes de Vinci vivan felices. ¡Si lo haces papá, si pides ese deseo, no te volveré a hablar! –gritó Lucas mientras las lágrimas recorrían su rostro. Rafael se debatía entre el bien y el mal. Entre el poder y el amor. En ese instante, Lucas abrazó a su papá, y este percibió la tristeza de su hijo y el amor que sentía por él. Se dio cuenta de que no había mayor riqueza ni poder en el universo que el amor de su familia. De qué le iban a servir todas las riquezas del mundo, si su hijo le dejaba de querer. Entonces, el papá del Lucas frotó la lámpara y pidió: -¡Deseo que Riesgo desaparezca de este mundo y salir del laberinto junto a mi hijo! Después entregó la lámpara al genio, quien le dio las gracias por haber tomado aquella decisión. En ese instante, Lucas y su papá vieron como un arcoíris se aproximaba a la torre, dibujando un tobogán. El genio les indicó: -Lanzaros sin miedo por él. Os conducirá fuera del laberinto. Lucas y Rafael obedecieron al genio y se deslizaron por el arcoíris hasta llegar a la salida, en donde les esperaban Preveo y Electro. -¡Lo habéis conseguido! –gritaron eufóricos Preveo y Electro. -¡Gracias Preveo por todo lo que has hecho por nosotros! ¡Esto ha sido una gran lección para mí! De ahora en adelante seré cauteloso. Pensaré siempre en las consecuencias que un riesgo puede acarrear tanto para mí, como para mis compañeros, como para mi familia –manifestó Rafael. -¡Sí, gracias Preveo! Habéis sido unos amigos de verdad. – Aseveró el pequeño. Después comentó- Uf, estoy agotado. -Descansa un momento en este banco –indicó Preveo. Nada más tomar asiento, Lucas apoyo su cabecita sobre el corazón de su papá y cerró los ojos… Al abrirlos, advirtió que, de nuevo, se encontraba en el hospital junto a su papá. -¡Lucas, mi cielo, te has quedado dormido! –comentó su madre acariciándole la carita. -¿Dormido? ¡Qué va! Papá y yo hemos viajado al País de la Luz. Allí hemos conocido a nuestros amigos: Preveo y Electro. Además hemos vencido al malvado Riesgo, a un dragón y hasta a una serpiente. También había una lámpara mágica, un genio…. -¡Para, para Lucas, por favor! ¿Se puede saber de qué me hablas? –Le preguntó su madre aturullada con tanta fantasía. En ese momento, Lucas alzó la vista hacia la cama y observó a su papá. Seguía postrado en ella con los ojos cerrados. -¡Entonces, todo ha sido un sueño! –dijo muy afligido Lucas. Nada más terminar la frase, Lucas volvió a echar un vistazo a la cama y vio cómo su papá abría los ojos. -¡Mamá, mamá, papá ha despertado! –Exclamó el pequeño emocionado– ¡No ha sido un sueño! ¡Nooo...! Rafael giró la cabeza hacia su hijo, le guiñó un ojo, tomó aliento, y con voz fatigada dijo: -¡Sí hijo, yo también he estado en el País de la Luz! A partir de aquel día, Lucas y su papá corrieron nuevas y emocionantes aventuras. Pero eso es otra historia…