Pánico en la clase media

Anuncio
El trabajo
Revista de política sindical y ciencia económica
1930
CUADERNO 10
EDITOR : THEODOR LEIPART ,BERLIN
REDACTOR: LOTHAR ERDMANN, BERLIN
Pánico en la clase media
por Theodor Geiger
(Trad.: Laura Sotelo y Héctor A. Piccoli)
1
I. Clase media o estrato intermedio.
En el intento de concebir la población –aunque muy burdamente– según condiciones de clase
objetivas no basta la dualidad «capitalistas – proletarios». Existen condiciones medias a las que
ambos conceptos no se adaptan.
Pero donde las clases son pensadas como poderes portadores del acaecer social, cesa la posibilidad de hacer coincidir unívocamente estos grandes colectivos con bloques de población
concebidos estadísticamente, según características objetivas. Una clase es entonces un colectivo que representa solidariamente una determinada voluntad social y económica. Por cierto
pueden mostrarse condiciones de clase objetivas en tanto lugares típicos de orientaciones sociales de la voluntad acordes con ellas, pero el individuo no alberga necesariamente la voluntad social típicamente correspondiente a su condición, pudiendo incluso comportarse más o
menos indiferentemente frente a la confrontación decisiva.
Bajo este aspecto de la dinámica social, el concepto de clase media adquiere un nuevo rostro.
Existen tres posibilidades fundamentales:
1. La discrepancia de la voluntad social capitalista y socialista se ve como rasgo decisivo de la
época. Este principio estructural, una vez aparecido, se impondría en grado creciente (evolucionario) con necesidad social inmanente. El punto de culminación llevaría el vuelco (revolucionario) a una estructura social radicalmente distinta. Aquéllos que no son «ni capitalistas ni
proletarios» son entonces sólo un estrato intermedio sin función propia fundada en el tipo de
la sociedad de clases.
2. La actual sociedad de clases se admite en principio como válida, la posibilidad del vuelco hacia una estructura categóricamente distinta queda sin plantearse. Capital y trabajo asalariado
no aparecen entonces como vectores de la historia. Entre las clases extremas subsiste sólo una
oposición de intereses dentro de la sociedad capitalista. La clase media tiene una función doble, socialmente necesaria, en tanto estadio de tránsito en el ascenso y descenso social y en
tanto zona tope y regulativa, en la que los contrastes de intereses de las alas extremas experimentan una compensación mediadora.
3. Finalmente, junto al capital monopólico y al trabajo asalariado dependiente, puede afirmarse una clase media en tanto portadora de una especial voluntad social, en tanto poder social
1
Las abreviaturas usadas en las notas son: D-dgWddS (Duden - Das große Wörterbuch der deutschen Sprache); RAE
(Real Academia Española); Wk (Wikipedia alemana). [N. d. T.]
con orientación propia 2 de la acción, no sólo en tanto lugar de la mediación y de la compensación entre extremos, como en (2).
Considero correcta la tesis 1 y la veo nuevamente ratificada en las últimas elecciones. La así
llamada clase media es, en la moderna sociedad de clases, un bloque de población entre las
dos clases antagónicas, cuyos elementos, muy disímiles, no están aún definitivamente comprendidos por la estructura de clases, pero a ojos vista son compelidos más enérgicamente en
la lucha de clases a tomar posición.
II. El estrato intermedio en el sistema de dos clases3.
La sociedad de clases basada en la monopolización de los medios de producción, se impone
como sucesora de la sociedad estratificada según los estamentos profesionales. Se produce
una reestratificación fundamental. En el interior de la vieja sociedad de legítima estratificación
según los estamentos profesionales, la gran propiedad de bienes de producción industrial y el
trabajo asalariado irremediablemente dependiente configuran dos polos de cristalización. La
diferencia de la relación con respecto a los bienes de producción cobra importancia con la liberación de la economía de las ataduras de los gremios, la estratificación profesionalestamentaria que tuvo lugar hasta el momento se relaja y los elementos de la población desmoronados se resocializan según «clases». La estratificación según estamentos profesionales
no desaparece de una vez, sino que se conserva ulteriormente, pero pierde importancia como
principio estructural, cuanto más se impone la estratificación de clases en amplitud y profundidad. En el presente estadio, la estratificación de clases es el principio estructural decisivo.
Entre los frentes en cuyos círculos se decide sobre el destino de la sociedad, sin embargo, persiste aún un bloque de población ciertamente no pequeño, por sobre cuyas cabezas pasa la lucha: el estrato intermedio de aquéllos que hasta ahora no se han alineado en ninguno de los
dos frentes.
Las razones de esta persistencia son en parte de tipo objetivo, en parte de tipo subjetivo.
1. En lo que –objetivamente– concierne a la condición de clase, existe por cierto claramente la
tendencia a la acumulación y a la concentración de los medios de producción [Erzeugungsmittel], y de esta suerte se torna cada vez más inequívoca la condición de clase de un número
constantemente creciente de sujetos económicos. Sin embargo, un número considerable de
individuos permanece aún en condición de clase no inequívocamente proletaria: el oficio, el
comercio al por menor, el campesino tienen, con todo, una parte modesta en los bienes de
producción; en otros casos, encubren la condición de clase proletaria (funcionarios, profesiones libres) especiales cualificaciones de rendimiento o buenos ingresos.
2- Por otro lado, muchos sujetos económicos en condición de clase proletaria objetivamente
pronunciada, se oponen a solidarizarse con la clase proletaria por motivos ideológicos: una
gran parte de los trabajadores agrícolas y de los empleados.
Si se entiende por estamento un estrato de población de condición y forma de vida esencialmente similar, no conforman los elementos recientemente enumerados, por cierto, clase media (Mittelstand) alguna. Apenas son pensables diferencias mayores de las condiciones de existencia y concepciones de vida, tal como existen en este bloque. El «vínculo común» es tan sólo
el hecho peculiar de que, aunque el antagonismo de las clases, que imprime por cierto su sello
a la entera sociedad de la época, es incluso para estos estratos destino, ellos mismos, no obstante, no toman partido en él. Así, en modo alguno constituyen un poder nivelador, sino que
2
Así recientemente en lo relativo a una clase media de las oficinas: Schumpeter: Das soziale Antlitz des Deutschen
Reiches (El rostro social del Imperio Alemán), Bonn 1929.
3
Cfr. para más detalles: Geiger, »Zur Theorie des Klassenbegriffs« («Para la teoría del concepto de clase»). Schmollers Jahrbuch (Anuario Schmoller, 1930, cuaderno de abril.
más bien son el factor retardatario en el proceso del completo desarrollo hacia la sociedad de
clases.
Pero en masa creciente este bloque debe desmoronarse, sus miembros se enrolan gradualmente en los frentes de clases, acentuándose por un lado, de un modo objetivamente cada vez
más claro, las turbias condiciones de clase y no pudiendo, por otro lado, las resistencias ideológicas subjetivas mantenerse firmes, a la larga, frente a los efectos reales de la condición de
clase.
No hay en la sociedad de clases ninguna clase media como tercer frente; en ella sólo hay un
bloque de los no solidarizados en términos de clase, o sea, una zona que aún no está impregnada por el principio de la estratificación de clase. Estratos determinados, delimitables según
características objetivas, pueden reconocerse como lugar típico de esta resistencia a la impregnación del principio de clase. Al conjunto de estos estratos se lo suele llamar «clase media» (Mittelstand).
III. Las dos «clases medias»
Desde el cambio de siglo se habla con buena razón de la «Vieja» y la «Nueva» clase media.
El núcleo de la Vieja clase media lo conforman el campesinado, los oficios, el comercio al por
menor; el núcleo de la Nueva clase media, los empleados. No sin reparos pueden ubicarse en
esta clasificación los funcionarios, las profesiones libres y los obreros de alto nivel. En la época
de los estamentos profesionales de la «Vieja clase media», la burocracia no está ubicada en el
estamento medio sino superior; por tal motivo y, puesto que ella como estrato tan numeroso
ha surgido en realidad sólo recientemente, a causa también de los límites fluidos frente a los
empleados, se la cuenta entre la Nueva clase media. Lo mismo vale para las profesiones libres.
Los obreros de alto nivel tienen, por cierto, según la actividad económica, inserción muy próxima al oficio; sin embargo, según la posición económica son empleados (jefes de taller) o muy
afines a ellos, contándoselos asimismo, por lo tanto, en la Nueva clase media.
La diferenciación generalmente reconocida de Vieja y Nueva clase media se toca muy de cerca
con la diferenciación antes establecida de los móviles de la resistencia contra el ordenamiento
en los colectivos de clase: en la Vieja clase media subyacen móviles objetivamente basados en
la condición de clase; en la Nueva clase media, no exclusiva pero preponderantemente ideológicos.
1. La Vieja clase media lleva su nombre en tanto estamento (Stand) con razón. Campesinos,
oficios, comercio al por menor, en tanto complejos de población estructurados según los estamentos profesionales y de propiedad, han pasado de la época estamentaria a la moderna
sociedad de clases. En esta zona aún se conserva, en el interior de la sociedad de clases, el
principio estamental y se afirmará probablemente aún por algún tiempo. En el campesino –a
pesar de la urbanización de sus formas de vida–, porque la unidad grupal, esencialmente emparentada al orden estamental, está aún relativamente bien preservada. El oficio, por cierto,
pareció seriamente amenazado durante algún tiempo en sus fundamentos vitales: la racionalización de la producción industrial pareció devaluar en sus manos los modestos medios de producción de los que dispone el trabajador manual. Pero hoy el oficio–en parte, en clara adaptación a métodos capitalistas– se ha asegurado un área funcional reconocida en la producción
capitalista y la afirma como digna de encomio. El que mayor peligro corre es el comercio al por
menor. Social y moralmente, porque los vínculos estamentarios de propiedad son menos capaces de resistencia que los estamentarios profesionales; económica y fácticamente, porque
él, junto a la forma de distribución más racional del gran almacén y de la cooperativa de consumo, tiene tan sólo en muy limitada medida funciones prácticas.
(Aquí habría que mencionar entre paréntesis también el estamento propietario de los pequeños rentistas inmobiliarios urbanos y rentistas pecuniarios).
Estos elementos de la Vieja clase media han crecido sobre suelo estamental y como grupos estamentales han pasado en bloque a la sociedad de clases. El capitalismo tardío amenaza su
existencia del modo más grave, cuanto más estructura a la sociedad. La decisiva lucha de la
época entre gran capital y trabajo asalariado en torno a la forma de sociedad pasa por encima
de las cabezas de estos grupos. No están contra el capital ni contra la clase de obreros asalariados, sino contra su lucha. Con su orientación política están apegados a una forma de sociedad pasada: el capitalismo temprano. En la lucha entre capitalismo tardío y socialismo hay para ellos sólo dos posibilidades: para todos juntos, hacerse, en tanto masa retardataria, lo más
pesada posible; para cada grupo en particular, salvar lo más posible para sus intereses especiales. La unidad, que sería necesaria para lo primero, se rompe en lo segundo.
2. La Nueva clase media, como estrato social especial, ha surgido sólo con la transformación
económica estructural del capitalismo tardío y tiene, por lo tanto, en la moderna sociedad de
clases, su suelo típico. El contingente principal –los empleados de todo tipo– creció sólo en las
últimas décadas de modo tal, que puede adjudicársele la importancia de un estrato especial.
En esta nueva condición estratificada se reúnen los elementos escindidos de otros estratos,
principalmente los procedentes de los estamentos profesionales antiguos en tren de disolución: trabajadores manuales y comerciantes después de la pérdida de su autonomía. Académicos que ingresan a puestos de funcionarios intermedios de la economía libre. En las últimas
décadas, especialmente muchas mujeres y muchachas de procedencia social enteramente
contrapuesta: del viejo funcionariado y de la clase trabajadora; luego del colapso del ejército,
un nutrido grupo de oficiales cesantes. A ellos se agregan los trabajadores que ascienden a la
condición de empleados (jefes de taller). A esta variedad de las formas de vida de sus reclutados, adquiridas por procedencia, la clase de los empleados misma, en tanto estrato, no puede
oponer, por su juventud, forma vital ni concepción existencial alguna, en el sentido tradicional
de los estratos, como patrón de adaptación.
El funcionariado lleva aún, en sus posiciones superiores, las huellas de la constitución de castas. Pero simultáneamente con el Estado del funcionariado fue fuertemente conmovida la unidad de casta del viejo funcionariado. En el Estado democrático, el empleado público está en
cierto sentido degradado: es funcionario, ya no portador del poder del estado. La «alta función» se torna más y más trabajo asalariado de alto nivel. Por otra parte, la creciente complejización de la administración pública. etc. ha surtido también aquí un efecto amplificador, ha
fortalecido sobre todo el ejército de funcionarios medios e inferiores hasta lo inconmensurable
y ha creado aquí, en el empleado público, un nuevo tipo, que produce la conexión con los empleados privados en transiciones apenas diferenciables.
Los autónomos en las profesiones libres son los que más cerca están de las posiciones superiores del funcionariado, y formaron, junto con ellos, el «estamento de los cultos». Mannheim 4
pretende adjudicar a esta «clase media intelectual en fluctuación libre», cuyos miembros estarían unidos en su pensamiento en grado especialmente ínfimo por una posición social, la función mediadora de la síntesis entre las ideologías contrarias condicionadas por la posición, pero en ello sobreestima, por cierto, la importancia de este estrato para la formación de opiniones públicas y el poder de penetración de su cuchicheo científico escolar.
Shumpeter 5 profetiza a la totalidad de la Nueva clase media la consolidación para sí como clase
bajo el nombre «los intelectuales» y la ve ya desempeñar el papel dirigente en una sociedad
futura burocráticamente constituida. No obstante, parece en ello subestimar las crasas variedades de los intereses y concepciones vitales existentes precisamente en esta zona, como, por
cierto, ya la designación «intelectuales» puede aplicarse con seriedad tan sólo a una posición
superior muy poco numerosa en este bloque de población.
4
Ideologie und Utopie (Ideología y utopía), 1929.
5
loc. cit.
Si la Vieja clase media, según la posición de clase objetiva, es pequeño-capitalista, la Nueva
clase media es, en términos objetivos, rotundamente proletaria; pero se resiste en gran parte,
con todas sus fuerzas, a sacar de ello la consecuencia subjetiva.
Así conforma la clase media en sus dos partes el suelo bendito de la confusión ideológica. Esta
mentalidad no puede analizarse antes de que su significación decisiva para el presente social
se haya clarificado en una tentativa de evaluación de este bloque poblacional.
IV. Excurso a la estadística.
1. La Vieja clase media. De todas las explotaciones agropecuarias, aproximadamente el 95%
tiene menos de 20 hectáreas, siendo, por lo tanto, pequeñas a medianas explotaciones campesinas. Si se transfiere esta proporción al número de autónomos activos y de pertenecientes
a la profesión en la actividad agropecuaria, resulta como clase media agraria, en cifras redondas: 2.090.000 activos (4.900.000 pertenecientes a la profesión [agropecuaria]).
El oficio autónomo comprende alrededor de 820.000 maestros sin auxiliares 6 (2.050.000 pertenecientes a la profesión) y 407.000 maestros con 1 a 10 oficiales (1.020.000 pertenecientes a
la profesión).
El comercio autónomo al por menor comprende (sin tomar en cuenta los directores de empresas no propias) 1.145.000 activos. Como puestos pequeños y medianos pueden considerarse
de ellos, de todos modos, 1.000.000 de activos (2.300.000 pertenecientes a la profesión).
A ellos se agregan de los «sin profesión», descontando los 1.100.000 pensionistas proletarios
de la seguridad social y estimativamente 500.000 grandes rentistas, alrededor de 2.200.000
pequeños rentistas (3.300.000 pertenecientes a la profesión).
Esto arroja como «Vieja clase media»:
Activos
Campesinado
Oficios (hasta 10 oficiales)
Comercio
Rentistas
Suma
en miles
Pertenecientes a la profesión
2.090
4.900
1.227
3.070
1.000
2.300
2.200
3.300
------------------------------------------------------------------------------------------------6.517
13.570
2. La Nueva clase media. El total de los empleados y funcionarios asciende a 5.274.200. En el
caso de este grupo, el número total de los pertenecientes a la profesión es en promedio, en
todos los sectores de la economía, el doble del de los activos, es decir, alrededor de
10.500.000.
Los funcionarios públicos se estiman en 800.000 en la administración comunal, regional y del
Reich, incluyendo maestros y eclesiásticos, 330.000 en el ferrocarril del Reich, 250.000 en el
correo del Reich, y otros 100.000 varios, en total 1.480.000 con alrededor de 2.960.000 pertenecientes a la profesión.
Quedan sólo los empleados con 3.794.200, de los cuales deducimos muy generosamente
290.000 como directores; esto arroja 3.500.000 activos, 7.000.000 pertenecientes a la profesión.
De los funcionarios descontamos 280.000 situados en posiciones superiores, quedando
1.200.000 con 2.400.00 pertenecientes a la profesión.
6
Alleinmeister: maestro artesano autónomo con taller propio pero sin colaboradores. [N. d. T.]
Los autónomos en profesiones libres (§§ 141 hasta 157) cuentan juntos 242.000 activos
(532.000 pertenecientes a la profesión).
Esto arroja para la Nueva clase media:
Activos
Empleados
Funcionarios
Profesiones libres
Suma
en miles
Pertenecientes a la profesión
3.500
7.000
1.200
2.400
242
532
-----------------------------------------------------------------------------------------4.942
9.932
Vieja y Nueva clase media, juntas:
Activos
Vieja clase media
Nueva clase media
Suma
en miles
pertenecientes a la profesión
6.517
13.570
4.942
9.932
----------------------------------------------------------------------------------------11.459
23.502
El cálculo es grosero y en la estimación, más bien estrecho que generoso. No obstante, según
él, ambas clases medias abarcan juntas 36% de los activos y pertenecientes a la profesión, más
de 1/3 de la población total.
Si este enorme bloque fuera sostenido por una voluntad social solidaria y dispusiera de ideas
sociales y políticas fructíferas, sería un poder social directriz.
Pero:
V. La zona de la confusión ideológica.
Para entrar en escena con el poder de penetración de un estrato social con voluntad de configuración social propia, es necesaria una ideología colectiva que sea adecuada a la condición
del estrato. A ambas clases medias les falta: tiene que faltarles. Diferencio aquí ideologías
inadecuadas a la época e inadecuadas a la posición.
Inadecuada a la época se denomina la ideología de un estrato, cuando ella ha tenido alguna
vez su fundamento real, pero subsiste después de que, merced a la modificación de los factores reales, le ha sido sustraído el suelo a partir del cual era comprensible.
Inadecuada a la situación llamo a una ideología, cuando ella no encuentra su base real en la
condición social objetiva de aquél que la profesa, aunque sea comprensible dentro de la época, a partir de la condición social de un estrato distinto.
La «Vieja clase media» es un ejemplo escolar de ideologías inadecuadas a la época. Del campesinado no se seguirá tratando aquí. El oficio sigue todavía basándose ideológicamente en las
premisas que eran válidas en la época de las profesiones estamentales del capitalismo temprano. El oficio ha sido arrinconado por la industria y, aunque hoy ha encontrado nuevas tareas dentro de la economía industrial, lo ha hecho, sin embargo, sólo renunciando a buena
parte de las tradiciones del oficio y acomodándose en gran medida al estilo de la industria capitalista. Pero aun la más feliz adaptación no pudo impedir que el oficio en su conjunto perdiera significado económico y rango social. El otrora representante del «celo profesional», es hoy
un respetable pero modesto satélite de la industria. Se encoleriza con la época que lo ha reducido, sin contar las gravosas preocupaciones materiales que pesan sobre él.
El artesanado mayor (más de 10 oficiales) y la pequeña industria, en pocas palabras: el empresariado individual, tiene en común con el pequeño comercio un enraizamiento ideológico en la
era del individualismo económico liberal. Fuertemente acosado por la gran organización impersonal del capitalismo tardío –sea consorcio o gran almacén–, aislado del gran capital bancario y dependiendo de sí mismo, este estrato se enfada con el desarrollo capitalista tardío, que,
no obstante, sólo con necesidad inmanente debió suceder al capitalismo individual. Son los
anacrónicos, inconsecuentes, a los que Jack London pintó con precisión en «El talón de hierro»
como los «destructores de máquinas» con su falsa ideología. La concentración del capitalismo
habría de detenerse ante su umbral.
Todos estos elementos de la clase media saben, que la tendencia se encamina hacia una imposición cada vez más enérgica del capitalismo tardío o bien hacia el vuelco al colectivismo económico. Cada transformación de la sociedad hace aparecer su «estamento» aún más claramente como vestigio de otra época, al que después de cada paso del desarrollo social global, le
resulta aún más difícil afirmarse.
Las dificultades económicas de estos estratos son de hecho muy grandes. Oficio y pequeño
comercio se han convertido en eternos insatisfechos. Culpan a cada régimen de no hacer nada
por ellos y de no tener para con ellos comprensión alguna. Pero nadie puede hacer por ellos
algo decisivo: estilo y tendencia de la economía, cuyos signos no comprenden, están en su contra.
Esta ideología inadecuada a la época ha encontrado su expresión en la actitud política de la
clase media del estamento profesional y propietario. Puede suponerse, que ningún estrato poblacional ha entregado en los últimos años a los partidos tantos votos fluctuantes. Las oscilaciones del curso político, de elección a elección, tienen seguro su origen, en gran parte, en este
estrato, cuyos miembros fueron necesariamente decepcionados por cada régimen y, por ende,
viraron cada vez, en la elección siguiente, hacia la dirección contraria. Por el mismo motivo, es
casi insignificante la tendencia a organizarse de una vez para siempre en partidos políticos, a
excepción de los sectores que se declaran partidarios de la Socialdemocracia o –por razones
confesionales– del Centro. 7
Como estrato en conjunto, carente de una idea política o económica unitaria, sectores de la
vieja clase media se obstinaron en intereses particulares sin esperanza, cuya representación
asumieron muchos partidos minúsculos; los diferentes partidos de la revaluación 8, los partidos
de los propietarios de casas, las «asociaciones para la protección de ex-poseedores de billetes
pardos de mil» [›brauner Tausender‹], etc., eran una prueba conmovedora de la desesperanza
económica y política de la Vieja clase media. La política como lucha de intereses está completamente justificada. Pero la expresión de Dietrich, que se hizo famosa, «tropel de interesados»
(»lnteressentenhaufen«) es inexacta; todo estaría en orden, si «la burguesía» fuera un tropel de
interesados: hay de ellos una sesentena 9 en la Vieja clase media, porque esta «clase» media
como tal no existe, y porque sus elementos no tienen intereses representables en el actual sistema económico.
Esto es válido con dos excepciones: campesinado y oficio. Renunciando a la alta política, el oficio ha creado para sí, en el Partido de la Economía, un instrumento político absolutamente racional de la representación de intereses. Los grupos de intereses rurales, si bien están múlti-
7
Deutsche Zentrumspartei: Partido Alemán del Centro, representante de la Alemania católica hasta el fin de la República de Weimar. [N. d. T.]
8
»Aufwertungsparteien«: partidos de la clase media de derecha, por ej. el Wirtschaftspartei (Partido de la Economía) y el Volksrechtpartei (Partido por los Derechos del Pueblo); defendían los intereses de los perjudicados por la
inflación. [N. d. T.]
9
Schock: <arcaísmo; medio alto alem. schoc, = Haufen (‹montón, pila, parva, gentío, tropel, etc.›)> número de sesenta unidades. [N. d. T.]
plemente fragmentados, no obstante están sanos. La fragmentación de los partidos está aquí
condicionada por las variaciones locales y de clan.
Que precisamente oficio y campesinado configuren excepciones no es ninguna casualidad, sino
que se explica simplemente, porque ambos elementos representan el núcleo económicamente
aún viable y saneable de la vieja clase media.
Distintas son las cosas y mucho más complicadas en la Nueva clase media. Por mor de la simplicidad se tratará aquí sólo de su contingente principal: los empleados. Sobre los otros elementos se podrá luego, en el análisis electoral, agregar algunas cosas.
Los empleados constituyen el típico lugar social de las ideologías inadecuadas a la posición.
Como estrato social con peso propio los empleados surgen sólo desde hace medio siglo. No
tienen ningún tronco que pudiera ser el portador de una forma de vida o tradición propia de su
estrato. De la extremadamente diversa procedencia social de los empleados ya se ha tratado.
El estrato se ha reclutado hasta hoy, esencialmente, mediante nuevos ingresos procedentes de
otros estratos.
Sobre la condición objetivamente proletaria del 90% de los empleados no ha de perderse una
palabra, aunque no se comparta totalmente la opinión de Emil Lederer, de que ella es aquí más
agudamente pronunciada que en el trabajador industrial. Por valioso y útil que sea el estudio
de Kracauer, no es suficiente describir con el lápiz de bosquejo del satírico –aguzado de modo
por demás interesante– cómo la mayor parte de los empleados opone subjetivamente resistencia a su condición proletaria; es necesario buscar los móviles.
Desde el nacimiento de la moderna clase trabajadora industrial como estrato hasta la formación de una ideología adecuada al estrato, transcurrieron décadas. ¿Por qué hubo de transcurrir más rápidamente entre los empleados este proceso de fusión, a no ser como consecuencia
de un ritmo acelerado del desarrollo económico?
Por cierto, en los últimos años ha crecido el número de los empleados organizados en sindicatos libres y políticamente de izquierda –aun entre las mujeres–. Continuará creciendo, cuanto
más claramente se marque, también entre los empleados, la inseguridad proletaria del sustento, en cesantías y desempleo. Pero una parte muy grande de los empleados sigue aún oponiéndose tenaz y persistentemente a sacar la consecuencia ideológica de su condición económica y social. De los numerosos móviles de resistencia sean mencionados aquí tan sólo algunos
ejemplos.
En primer lugar, es notable que en el interior del grupo mismo de los empleados existen diferencias de grado de la condición, cuyo poder de separación sólo está algo quebrantado en el
contingente del estrato con orientación socialista. Las mentalidades del pequeño empleado de
oficina, del hábil vendedor, del empleado técnico algo orgulloso de su gremio, a menudo huraño, y de la más vieja guardia de los jefes de taller, son necesariamente diferentes.
Los sueldos oscilan ya según el convenio, entre el salario de obreros no calificados y el sueldo
medio de los funcionarios, y las calificaciones de prestación exigidas, entre cero y una muy
considerable capacitación especializada. Tiene lugar un desesperado autoencubrimiento de la
condición proletaria, merced a la referencia a imaginarias posibilidades de ascenso. En otros
tiempos, el empleado mercantil de hoy fue el comerciante autónomo de mañana; hoy se pone
en la mira, especialmente en la fraseología de la DHV 10, en lugar del ascenso a la autonomía, el
ascenso a la «posición elevada con valor propio estamental». Estas ilusiones de ascenso se utilizan metódicamente para distanciar al empleado frente al mero trabajo asalariado «práctico».
Porque es ilusión: ¿cuántos empleados pueden ascender a una posición «directiva»?
Además: la condición objetiva, en parte, no puede de ningún modo actuar como configuradora
de ideología, porque no está pensada como condición vital duradera: el empleo se ambiciona a
10
Deutscher Handels- und Industrie-Angestelltenverband: Federación alemana de empleados del comercio y la industria. [N. d. T.]
menudo no como «profesión», sino como refugio transitorio o como fuente de un complemento del ingreso familiar. La empleada mujer –¡más de un millón de los 2 millones y medio
de empleados de oficina!– debe contar con el casamiento o con un pronto mal.11 Mujeres casadas buscan empleo luego del segundo hijo; «hasta salir de lo peor», hay que ganar dinero
suplementario, pues el ingreso del hombre no alcanza. También el estudiante que trabaja busca aquí sólo provisoriamente su pan. En tales casos falta el suelo para un pensamiento adecuado a la posición: la posición misma.
Un obstáculo psíquico para la solidarización con el proletariado industrial sigue siendo todavía
la resonancia de la antipatía del obrero frente al ‹cagatintas›, alguna vez contenida en la expresión –hoy empalidecida– «proletario de cuello duro». Del nivel racional del pensamiento
político, ha desaparecido; como susceptibilidad, repercute aún.
Ciertos rasgos básicos de la conducta vital, que distancian al empleado del obrero promedio,
pierden su significado divisor: el tipo de hogar de «pequeña gente», ordenado y atildado, ha
penetrado profundamente en las filas de los obreros industriales. No obstante, le ha quedado
a la palabra proletario, a través del uso para la agitación, una nota de inferioridad, ‹horror del
burgués›, por un lado, y de violencia por el otro.
El miedo a la minusvaloración es un factor psicológicamente decisivo. Aquí se hace necesario
diferenciar los móviles de resistencia según la procedencia social de los empleados, por lo menos en ejemplos típicos.
Considérese en primer término: los empleados crecieron en los últimos veinte años al doble.
Configuraron prácticamente un receptáculo, un refugio de los individuos arrojados de otros
cauces. Hoy esto ya es distinto, pero no se es injusto con el estrato de los empleados, si se
afirma que ninguna otra posición vital ha sido tomada a través de los años, faute de mieux, con
tanta frecuencia. Un par de muestras:
1. Antiguos pertenecientes a la Vieja clase media, comerciantes autónomos, trabajadores manuales, pequeños rentistas, que por fracaso en los negocios o pérdida de patrimonio van a parar en edad avanzada entre los empleados, se amargan, y tanto menos se declararán solidarios
con el proletariado, cuanto que hacen, como mínimo, co-responsable de su decadencia a la política económica socialista. No pueden asentarse ideológicamente en el suelo del trabajo asalariado dependiente, puesto que no quieren reconocer su propia dependencia. Con debilitamientos y modificaciones, algo semejante vale para la nueva generación de pequeños autónomos, que en masa viran hacia los empleados.
2. El contingente de los desclasados es mucho mayor que lo que normalmente se supone: oficiales dados de baja en el régimen de seguros y en «puestos de confianza», descendientes de
las así llamadas capas cultas, que por motivos cualesquiera, generalmente económicos, o a
causa del abarrotamiento de las profesiones académicas, se sumergen en las categorías de
empleados medias o inferiores. Traen consigo las pretensiones de rango social de un estrato
antaño muy elevado, y defienden estas pretensiones tanto más obstinadamente, cuanto menos su actual posición social y económica satisface su afán de notoriedad. La falsa vergüenza
por el descenso se expresa con suficiente frecuencia en odio y desprecio por sus compañeros
de estrato.
3. Lo que así provoca el desesperado rechazo frente a la decadencia puede ser también, a la
inversa, consecuencia de un ascenso. Los empleados procedentes de familias trabajadoras
forman, por cierto, en lo esencial, el núcleo en el interior del estrato de los empleados, que
funge como portador y divulgador de un pensamiento adecuado al estrato. Sin embargo, no se
puede pasar por alto que parcialmente tiene lugar una inversión. El niño obrero suele conside11
«¿Se puede en realidad llamar una profesión, a lo que sólo alcanza justo a un lapso de cuatro a seis años? Y luego,
¿qué se hace luego?» (Ch. M. Brück: Schicksale hinter Schreibmaschinen [Destinos tras máquinas de escribir], Berlín,
1930. Pág. 253.)
rar el ingreso a la «más decente» profesión de empleado como un ascenso. Según mis observaciones, la necesidad de marcar con mayor agudeza mediante el ensoberbecimiento y el distanciamiento ideológico el margen de ascenso está muy difundida, precisamente porque desde el punto de vista objetivo es éste tan pequeño.
Puede sostenerse que: entre los empleados de escritorio ha surgido desde hace pocas décadas
un estrato completamente nuevo, que no tiene aún tradición alguna y no tiene en claro aún su
sitio en la estructura social estratificada. Según su condición objetiva es absolutamente proletario. Sin embargo, bien puede entenderse, que en su auto-ubicación en la imagen social estratificada, ideológicamente prefiera buscar la conexión «hacia arriba» a la conexión hacia «hacia
abajo». La imagen externa de la actividad profesional (escritorio y portaplumas) alude claramente al antiguo «estamento de los cultos», sobre todo al funcionario. El amplio desarrollo del
bajo y medio funcionariado, por un lado, de los empleados públicos, por el otro, forma un
puente oportuno. La disolución, aplanamiento y banalización de la «formación general» facilitan la nivelación exterior. Cuando Kracauer habla de la «cultura de empleados» de Berlín, hace
responsables a los empleados por una pérdida de nivel de nuestra vida cultural pública, en la
que recayó el término medio de la burguesía de la gran ciudad, con eficiente apoyo del periodismo, en forma completamente independiente del empleado. Al empleado le fue con ello tan
sólo facilitada la adaptación. No es el empleado el creador de la cultura de oropel, sino: sólo
después de que la formación burguesa se hundiera en el oropel, pudo ella transformarse en
«bien común».
En todo caso: el carácter huero y prestigista de los intereses culturales de los empleados (educación popular extensiva, radiofonía educacional, etc.) es –en ello Kracauer tiene razón– un
ejemplo demoledor de ideología ajena a la posición.
VI. El pánico.
Nadie duda de que el nacionalsocialismo (NS) debe su éxito electoral esencialmente a la Vieja y
Nueva clase media. Aun cuando la mitad de la juventud que, por primera vez desde 1928 tenía
derecho al voto, hubiera votado por los nacionalsocialistas, hubieran resultado sólo alrededor
de un millón de votos. Por lo tanto, la nueva generación puede explicar sólo en muy pequeña
medida el ensanchamiento de los nacionalsocialistas. Neisser estima, en este cuaderno, el contingente de clase media de los nacionalsocialistas, en alrededor del 50%. (Me remito aquí y en
lo que sigue a las estimaciones de Neisser, de las que pongo en duda un solo punto: 15 a 20%
de trabajadores como electores del NS, me parece exagerado).
El solo predominio del contingente de clase media en el NS explica una serie de fenómenos
llamativos. El NS ha crecido en casi en todos los distritos electorales, independientemente de
la estructura local de población, más o menos con la misma fuerza (alrededor de 1 a 7 – 1 a 9).
Las excepciones las forman sólo los distritos electorales ya desde antes fuertemente penetrados por el nacionalsocialismo, por ej., el Palatinado y la Baja Franconia, o aquéllos en que la
afluencia hacia el NS está reducida por fuertes motivaciones electorales tradicionales (el Centro en la Baja Baviera). El crecimiento, en general igual, sólo es posible apoyándose en ambas
clases medias, cuyos elementos en particular son tan diversos, que en cada distrito, estructurado económicamente como esté, la falta de un elemento resulta compensada por un predominio de otros. En el campo son los campesinos; en la ciudad mediana, el comercio, el oficio,
los funcionarios; en la gran ciudad, el comercio, los empleados, los funcionarios.
Además: en ningún partido es tan grande la diferencia de magnitud entre el núcleo organizado
y el electorado como en el NS; a medio millón de adherentes al partido corresponden 6 millones y medio de electores. El éxito se debe, por lo tanto, a votos fluctuantes no organizados. Éstos no podrían ser en ninguna parte tan numerosos como en las clases medias, que se orientan, de elección a elección, como eternamente acosadas por ambos lados y, más precisamen-
te, en gran medida no según puntos de vista positivos: ¿qué nos ofrece este partido?, sino,
comprensiblemente (cfr. cifra III), negativos: ¿qué no nos ha ofrecido aquel partido?
Aparte de eso: la participación electoral fue esta vez del 85%, frente al 76% en mayo de 1928.
Cuatro millones de electores (o el 9% de las personas con derecho a voto) abandonaron su
abstinencia política. En su mayor parte, acudieron en masa al NS. Sin embargo, la abstinencia
ciudadana, a su vez, ha de buscarse sobre todo en las clases medias. Cinco millones y medio de
votos ha ganado el NS; si se le agregan los cuatro millones de participación adicional, queda un
millón y medio de votos fluctuantes, sacados de los partidos del centro burgués y de los nacional-alemanes 12. Esto coincide exactamente con la pérdida total de los partidos burgueses.
El NS se adula a sí mismo por haber despertado, mediante el lema nacionalista «al pueblo entre financistas judíos y marxistas». Puede verse con facilidad que se equivoca en eso. Así, como
es sabido, del campesinado está hasta hoy más cerca el concepto concreto y más estrecho de
tierra natal 13 que el abstracto y más amplio de nación; y, no obstante, procede del campesinado cerca del 25% de los votantes del NS. Además: si oficio y pequeño comercio han de sopesarse comparativamente según sus convicciones nacionalistas, vence con seguridad el oficio;
pero el Partido de la Economía apenas ha perdido votos.
Algunas reflexiones aportan un alto grado de evidencia, de que el éxito del NS no se basa en su
programa nacionalista, sino en que no tiene programa positivo alguno.
No son las grandes corrientes del pensamiento de la época por las que las clases medias se dejan arrastrar: son las preocupaciones y la angustia vital que las presionan. Durante años el
hombre de la clase media ha bajado la cabeza o ha buscado salvar para sus intereses especiales, lo que podía salvarse; se albergó en este partido y en aquél, y todo fue cada vez peor. Ha
comprendido la inutilidad de su fragmentación partidaria. La fundación de un gran bloque cívico intermedio tenía que fracasar, porque las oposiciones de intereses son demasiado grandes.
Política de intereses es siempre política racional. No hay ninguna línea común de la política racional para las clases medias; en el instante de la suma conmoción de la crisis se produce una
precipitación a la política rebelde de la irracionalidad. Es muy significativo que justamente el
oficio no cayera en este reclutamiento para la catástrofe; tiene intereses racionales, tiene suelo bajo los pies.
No, éstas no son elecciones de la nación que despierta, sino elecciones de un pueblo que ha
perdido la cabeza. Los agobiados y atemorizados han sacudido su aletargamiento y… no actúan, sino que gritan contra todo y contra todos.
Los NS, pobres en ideas, como su retórico caudillo, no han podido decirles qué ha de hacerse y
cómo ha de hallarse un remedio. Sólo han sabido anunciar, que tendría que volverse «todo
muy distinto». El desesperado es crédulo; no pregunta: ¿Cómo lo hacéis? Ningún orador del NS
hubiera podido dar respuesta. Sólo un partido sin programa racional podía captar votos con tal
éxito.
El NS ha experimentado una transformación: de la alborotadora giovinezza al partido de los
humillados y ofendidos. A las clases medias apuntaba la propaganda electoral de los NS; en el
marco de los muy hábiles y retóricos modales, fueron exhibidos, en los distintos distritos electorales, lemas discrecionalmente intercambiables según la estructura de la población. Sólo así
podía la variopinta diversidad de los intereses y los padecimientos ser atada a un mismo carro.
Del «Völkischer Beobachter» 14 extraigo que, de los 107 diputados de los NS, 17 pertenecen al
campesinado, 18 a los oficios (y a los obreros). 19 son pequeños comerciantes y empleados, 14
12
Deutschnationale Volkspartei (Partido Popular Nacional Alemán): partido nacionalista conservador, promonárquico y antisemita de la República de Weimar. [N. d. T.]
13
Heimat: ‹patria› o ‹tierra natal›; «país, comarca o localidad donde se nació y creció o donde, por tener allí su domicilio permanente, se siente uno como en casa…» (D-dgWddS); derivado de Heim, ‹hogar›. [N. d. T.]
14
«Observador popular»: nombre del periódico del NS; cfr. infra, nota 15 [N. d. T.]
maestros (!), 13 pertenecientes a la profesiones libres y escritores, 12 medios y bajos funcionarios, 8 juristas, 6 oficiales del viejo ejército. No se puede, ciertamente, transferir la imagen de
estas relaciones numéricas al electorado; pero a partir de dónde son tomados los candidatos,
se reconoce a qué estratos habían apuntado las maniobras electorales.
Investiguemos el valor propagandístico de algunos eslóganes: «los judíos», «el marxismo»,
«conductores espirituales de la nación», «orden estamental», «estado poderoso», «caudillismo».
El antisemitismo repercute, en una serie de asociaciones completamente primitivas, en los
más diversos círculos de la población, que buscan el culpable de algún dolor callado: en los pequeños empresarios del tipo de Mutschmann 15, el antisemitismo actúa asociativamente sobre
el complejo «capital bancario judío»; en el pequeño comerciante, la asociación es: «gran almacén judío»; en el campesino: «negociantes de ganado y de cereales»; en el intelectual, sobre
todo entre estudiantes y en profesiones libres (periodistas, abogados), la mención del judío toca el amargo rencor por la amenaza del competidor más ágil.
Del marxismo –incluso en su forma popular más tosca– los agitadores del NS tienen tan poca
idea como su paciente auditorio. Cuanto menos clara es la representación unida al símbolo
verbal, tanto más fácilmente se producen, en los diferentes círculos, efectos específicos. Al
campesino se le suministra en estrechísima unión con el miedo a los bolcheviques y con la supuesta amenaza de expropiación de la tierra. Además, entre el campesinado y otros estratos
poblacionales aún fuertemente afectados por su confesión, el NS puede llevar a sus graneros la
cosecha de advertencias respecto del anticristo marxista, predicadas por años desde los púlpitos.
El intelectual ve de buen grado al espíritu como vector de la historia y a sí mismo como representante elegido del espíritu. El marxismo como metafísica de la historia le repugna, porque
allí el espíritu se queda corto.
Aquí interviene también la ilusión de una «elite espiritual de la nación», especialmente efectiva entre los maestros y en la juventud intelectual. A los maestros rurales –en tanto entusiastas
pequeños investigadores del terruño no poco teñidos de romanticismo– les agrada mucho la
exigencia del cultivo del antiguo carácter nacional. El «modelado humano» nacional (völkisch 16) de Krieck les suena dulce en los oídos: es tanto más importante modelar «la nación
hasta su forma espiritual», ser conductor espiritual, que un modesto maestro de la tabla de
multiplicar.
Estudiantes y funcionarios de menor edad miran con malevolencia a prácticos «habilitados» no
por la vía normal, ingresar en los cargos antaño reservados a los académicos; miran sobre todo
de reojo la novedad del «funcionario político». En ello no está en juego sólo el rencor por la interrupción de las oportunidades, sino un móvil mucho más serio: «los cultos» y «los funcionarios» se disuelven como estamentos, pierden sus prerrogativas estamentarias, su pretensión
estamentaria a la dirección en el estado y la cultura.
«Dirección en el estado», éste es el cebo para el funcionariado, no en último término para partes del bajo y medio. «Un estado fuerte»: detrás de él piensa el funcionario en el viejo estado
funcionarial, en el cual era portador del poder. Cuanto menor es la participación fáctica en el
poder estatal, tanto mayor la distancia de nivel respecto del alto funcionario que decide desti15
Martin Mutschmann (1879-1947 –condenado a muerte por un tribunal militar y fusilado en una prisión soviética–
) fue un empresario de clase media y político del NSDAP [Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán], jefe de distrito
(Gauleiter) del NSDAP de Sajonia desde 1925 hasta 1945. A partir de 1930 fue miembro del Reichstag; a partir de
1933 gobernador del Reich (Reichstatthalter) en Sajonia y además, desde 1935, presidente de gobierno sajón (cfr.
Wk). [N. d. T.]
16
adj. derivado de Volk, ‹pueblo›: se lo traduce habitualmente por ‹nacional› o ‹étnico›; en el uso nacionalsocialista, ‹perteneciente al pueblo [en tanto supuesta unidad racial]›; excepto los contextos en que el término haya de entenderse como arcaísmo, su connotación es básicamente reaccionaria. [N. d. T.]
nos, tanto más se prefiere soñar con un funcionariado estamental, que sea la columna vertebral del Estado. Aquí son recogidos muchos resentimientos, en tanto residuos de ambición
humillada; sobre todo entre los bajos funcionarios (portadores de uniforme) del ferrocarril, los
funcionarios de aduana y forestales, la propaganda del NS parece haber hecho fuerte impacto;
exactamente como en el ejército, que no sólo se siente ofendido por la política de defensa del
SPD 17, sino que precisamente necesita, en sustancia, un Estado de poder, para tener significado. Los venidos a menos se rebelan. De modo significativo, el número de los socialistas organizados entre los medianos y bajos funcionarios es más fuerte allí, donde en las grandes administraciones, los funcionarios trabajan funcionalmente a la par con los empleados.
Entre éstos, encontramos un ensamblado particularmente inconsecuente de semejantes ambiciones estamentales, con los eslóganes antisemitas-anticapitalistas del NS.
En el movimiento Gedag18de los empleados tuvimos siempre el intento de la aproximación
ideológica al funcionariado, pero unido a una fuerte pujanza sindical en luchas salariales. Este
segundo factor era absolutamente adecuado a la condición de clase. A la integración ideológica con la burguesía culta se la creyó alguna vez encontrar mediante la arriba mencionada
adaptación cultural exterior; en el orden político-social, empero, acordando con el nacionalismo 19 (en el funcionario muy natural), o aun, de ser posible, sobrepujándolo. La ambición estamental, que sin dudas vive en estos sectores de los empleados, da, comprensiblemente, eco
de la nota estamental en el plan de ejecución de obra del Tercer Reich, cuanto más que el Partido Nacionalista Alemán ha hecho imposible a todos los empleados y obreros 20con convicción
estamental-nacionalista, declararse partidarios de él. Por supuesto, los trabajadores asalariados dependientes sólo pueden ser anticapitalistas; en el NS ellos encuentran también esta nota; por cierto, no debería allí hablarse de socialismo; el anticapitalismo del NS es un odio muy
primitivo al capitalista financiero. A la propaganda del NS entre los comerciantes y empleados
de oficina le viene muy bien, que justo a ellos la explotación se les presenta concretamente tan
a menudo en la figura del comerciante, del director o del jefe de sección judío.
Los antiguos oficiales del viejo ejército encontraron, en número especialmente grande, empleo
en el sistema de seguros privado –les encanta figurar, no como agentes de seguro, sino como
«capitán a. D. 21»– y este grupo parece haber desplegado, entre los alrededor de 100.000 empleados de seguros, una muy efectiva actividad celular.
Entre los empleados mal orientados desde el punto de vista de la posición, el extraño engendro de ideas de un socialismo estamental encuentra la más fuerte repercusión. Aquí el éxito
del NS no puede atribuirse tanto a un enojo, sino más bien a la receptividad para lo utópico, la
cual suele preceder siempre a la política realista solidaria y orientada según la posición.
La más intensa acentuación de los sentimientos en la mujer, se inclina siempre más al radicalismo que el modo masculino, más fríamente reflexivo. En los trabajadores, la extrema izquierda siempre ha hecho entre las mujeres negocios especialmente buenos, y salta a la vista, que
las empleadas han despachado esta vez un contingente especialmente abultado al NS. (Sólo
apenas me atrevo a insinuar, que los modales de la SA podrían haber ejercido una fuerza de
captación sobre el gusto erótico de moda de la mujer, que de momento prefiere una «masculinidad» recia, incluso brutal.)
17
Sozialdemokratische Partei Deutschlands: Partido socialdemócrata alemán. [N. d. T.]
18
Acrónimo de Gesamtverband deutscher Angestelltengewerkschaften: Asociación general de sindicatos de empleados alemanes. [N. d. T.]
19
Que el pensamiento nacionalista, aparte de ello, contenía el elemento de la idea del imperio alemán frente al particularismo de los pequeños estados, en la medida en que era absolutamente adecuado para el nivel de la praxis
económica, no ha de ser olvidado.
20
Los sindicatos amarillos se han pasado, probablemente en gran parte, al campo de los nacionalsocialistas.
21
Abreviatura de außer Dienst: ‹en retiro›. [N. d. T.]
Uno de las consignas más atractivas es «caudillismo». En la juventud, ésta apela al rechazo
frente a la organización legítima y a la preferencia romántica por una «conducción» carismático-heroica; en el académico y el funcionario, al complejo aristocrático y al tabú del conocimiento competente. En todos los estratos existe una suerte de envidia ingenua del individuo
promedio, por el que asciende por vía no controlable. Sin duda: la democracia no está aún tan
firmemente arraigada en la conciencia del pueblo alemán, como para que el ascenso a cargos y
dignidades por el camino del tamiz democrático parlamentario, fuera reconocido públicamente como legítimo. La formación de oligarquías y camarillas, tan minuciosamente investigada
por R. Michels (Soziologie des Parteiwesens [Sociología del régimen de partidos]) ha engendrado hace mucho un descontento semejante frente al funcionariado democrático-parlamentario,
como existía antes frente a la burocracia. Los diferentes escándalos en las administraciones
comunales han fortalecido aún más la desconfianza frente al arribista político. Pero de efecto
más persistente que todo esto es la no injustificada impresión, de que el parlamentarismo en
Alemania hace notar la falta de resultados positivos. No necesitamos aquí investigar por qué
esto es así, si es culpable la dificultad de la situación de posguerra, el imposible agrupamiento
partidario o la falta de tacto y habilidad parlamentaria: aquí es suficiente la constatación del
hecho, de que nuestros parlamentos y gobiernos parlamentarios no se han conquistado la confianza del pueblo mediante actos. Los votos nacionalsocialistas son, como los comunistas, un
«insuficiente» en la libreta de los partidos parlamentarios.
No existe prácticamente un elemento de las inadecuadas ideologías de la clase media, con el
que la fraseología del NS no sepa hacer una rima. Con estas rimas mordieron el anzuelo las clases medias, porque la sobria prosa de la política realista (Realpolitik) les ofreció poco consuelo
y edificación.
VII. Perspectivas
Si hubiera motivo para suponer que estas elecciones han sido el «despertar de Alemania», habría que esperar con preocupación una erupción del fascismo. No es así .Por seria que pueda
ser la situación política interna, me parece que, en más de un sentido, podemos considerar los
últimos acontecimientos incluso como un éxito.
En primer término, está la enormemente fuerte participación electoral. Aunque los votos hayan ido también a partidos antidemocráticos, una fuerte actividad electoral es, en todas las
circunstancias, un éxito de la democracia.
Pero en lo que concierne a las clases medias: creímos tener que considerarlas un factor retardatario del desarrollo social, la multitud de aquéllos que no han comprendido aún que su lugar
está en el frente del socialismo, que no pueden decidirse, que se fragmentan, se dispersan.
Con estas elecciones la clase media ha salido a la calle, pues el NS. es un partido de la calle. La
clase media hace al menos el intento de mostrarse revolucionaria. Se ha hastiado del masivo y
dorado término medio. Una parte crucial de proletarización subjetiva se ha consumado en ella;
no según la meta en cuanto al contenido, sino según la forma y el método. Éste es un segundo
éxito positivo.
¿Amenaza la contrarrevolución? Según todas las apariencias: no. Así no comienza revolución
alguna de la clase media, aun cuando exista estado de ánimo para ella. Para una revolución es
necesaria no sólo la voluntad de destrozar, sino una idea constructiva. El Tercer Reich no es
ninguna idea, sino un cliché vacío.
Por lo demás: si el NS tuvo alguna vez posibilidades de rebelarse exitosamente con violencia,
las ha perdido en estas elecciones; se echó a la espalda un lastre demasiado grande de elementos que son todo menos sanguinarios y violentos. Es una bonita ilustración del cambio que
ha experimentado el NS, que al discutir la cuestión del lugar en el Reichstag, debiera disputar
con los nacional-alemanes, cuál de los dos estaba más a la derecha.
El acceso de cólera nacionalsocialista podría estar limitado en lo esencial al medio millón de
miembros del partido. Psicológicamente, puede comprenderse en la juventud que ha crecido
en el caos de la catástrofe nacional; allí se descarga hoy lo que, de la exaltada atmósfera entre
1914 y 1920, en confusión de los sentimientos y embrutecimiento carente de todo patrón de
medida, se acumulara en los ánimos de una niñez descuidada. A ellos se agregan algunos miles
de personas maduras sólo según su partida de nacimiento.
Las masas electorales son una demanda muda y, no obstante, efectiva. La Vieja clase media
quiere desahogo y posibilidades de vida, la mayoría de la Nueva clase media (empleados) quiere ver política social. Quien no lo logre, no capta estos votos por segunda vez.
Los elementos violentos de la juventud están organizados en los grupos de choque de la SA.
Tal vez el brillo del triunfo conduzca aún a un par de miles de estudiantes y empleados jóvenes
a estas filas. Otros, en cambio, se vuelven más viejos y más reflexivos. Los obreros en la SA no
son confiables, oscilan, verdaderos lansquenetes 22, según el salario y la oportunidad de alboroto, entre el Frente Rojo y la SA. Entre los electores no organizados, podrían, a lo sumo, ser movilizados parcialmente los campesinos. Las revueltas rurales han probado que el viejo espíritu
contrarrevolucionario de las Keulenkriege 23 y guerras de los labradores no está muerto aún.
Aquí hay quizás una inclinación –no en último término, en tanto que fenómeno concomitante
de una estrechez del horizonte que no está a la altura del desarrollo económico internacional–
a intentar por un camino ilegal, lo que legalmente no es alcanzable, puesto que es imposible.
El resto de los electores son personas que, en el momento económicamente más crítico desde
1923, han perdido la cabeza y dieron aire a su indignación. Donde gobiernan los nuevos elegidos de su confianza, no les va ni pizca mejor que antes. Entre muchos ya se dice ahora: «la
elección es corta, el arrepentimiento es largo». Han despertado a la actividad política, pero en
el futuro votarán de distinto modo, porque el NS, ni como partido de gobierno ni como grupo
de oposición parlamentaria, hará por ellos algo positivo. Ha hecho con ellos las elecciones: nada más. Es muy claro, por qué la prensa del NS prorrumpió en tales gritos de rabia frente al
programa de Brüning: esta publicación, según forma y contenido, un programa muy hábil de
una acción de la clase media, quitó mucho viento a las velas del NS.
Las consecuencias quedan claras: mientras haya una clase media con una base de subsistencia
objetivamente pequeño-capitalista, ella tendrá intereses pequeño-capitalistas y, conforme a su
mayoría, no podrá ser ganada para el frente proletario, sino que formará un apéndice pequeñoburgués del frente capitalista. El movimiento socialista-proletario, empero, tiene el mayor
interés en que una pequeña burguesía salvajizada no practique una política catastrófica, y tendrá, por lo tanto, que posibilitar medidas racionales para la protección y el saneamiento de la
Vieja clase media.
Distinto es entre los empleados y, en parte, en las profesiones libres. Aquí hay que habérselas
probablemente con corrientes auténticamente revolucionarias, que tan sólo como consecuencia de una falta de claridad sobre su posición propia, se han volcado en un cauce equivocado.
La enorme presión con que la crisis económica agobia al trabajador, lo impulsa a la conducta
rabiosa: al obrero, hacia los comunistas; al empleado ideológicamente mal orientado, hacia el
nacionalsocialismo. Lo que para el obrero sin empleo es su Moscú, eso es para el empleado cesante su Tercer Reich.
En este sector de los electores nacionalsocialistas, los empleados, debe concentrar su atención
la socialdemocracia. Política social exitosa y lucha contra la desocupación son los únicos medios de ganar confianza aquí y entre los obreros. Las oportunidades para una orientación de
22
Lansquenete: «Soldado de la infantería alemana, que peleó también al lado de los tercios españoles durante la
dominación de la casa de Austria.» (RAE); alude aquí a su calidad de mercenario. [N. d. T.]
23
Lit. ‹guerras de las mazas, de las porras›: El término refiere a los levantamientos campesinos que, entre 1596 y
1597, se produjeron en Finlandia. Se trató del punto más alto de una larga confrontación entre nobles y campesinos; la denominación hace referencia a las armas usadas por los campesinos (cfr. Wk). [N. d. T.]
los empleados adecuada a la posición, se vuelven más favorables enteramente por sí mismas:
el proceso de reconstitución del estrato podría, en lo esencial, estar concluido, es decir, su crecimiento ulterior seguirá de ahora en más por vías normales, pues en el proceso de racionalización de la industria no puede ya esperarse un salto como el que hemos tenido. Con ello, el
estrato se aquieta, los nuevos ingresos procedentes de otros estratos permanecerán dentro de
límites normales. Los pertenecientes al estrato que están afectados por ideologías incorporadas (por ejemplo, ex-autónomos, desclasados), se extinguen gradualmente; el resto se asimila,
con tanta mayor facilidad cuanto más pequeño se torna. Por otra parte, cuanto más agudamente la condición del empleado se acentúe como condición de clase objetivamente proletaria, tanto más claro debe volverse para él, que su ideología estamental burguesa es una ilusión.
No hay ideología ilusoria alguna que, a la larga, pueda ofrecer resistencia a las realidades.
También las ideologías de las clases medias inadecuadas a la posición y a la época, se evanescerán: y con ello, los beneficiarios políticos de esta confusión ideológica volverán a estar a solas en sus conciliábulos alborotadores.
Descargar