“PAPI, AYÚDAME”

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“PAPI, AYÚDAME”
Por Janeth Medina De González
Barrio Campestre, Estaca Monterrey Roma
Un domingo de junio del 2006 asistimos a la capilla y al finalizar las clases fui a
buscar a mis hijos, los cuales regularmente se entretenían en los jardines, pero el pequeño
Erik no aparecía por ningún lado; acudí a pedir ayuda a mi esposo, el cual estaba en una
reunión. Él pensó hallarlo en los salones cuando a su mente llegaron claramente las
palabras: “¡papi, ayúdame!”, entonces salió corriendo hacia la subestación eléctrica al lado
de la estaca. Al entrar vio los cables de alta tensión de
luz de 13,000 volts y percibió un olor muy fuerte a
quemado. En ese momento tuvo ante su vista una
imagen devastadora: el cuerpecito de 4 años en el suelo,
con su mano derecha pálida sobre el pecho; de su boca
salía una especie de espuma blanca y los pantalones
agujereados por las quemaduras.
Mi esposo lo levantó pensando que había muerto pues
Familia Medina González
no respondía. Jamás olvidaré la expresión de angustia
en su rostro. Procedió a darle una bendición, rogando al Padre porque Erik viviera, entre
otras cosas dijo: “El Señor tiene cosas importantes para ti en esta vida”. En ese momento
mi niño susurró una pequeña lamentación y dije: “Ya lo escuché ¡está vivo!”,
afortunadamente llegamos rápidamente a un hospital. Hasta entonces entendí que Erik se
había electrocutado con los cables de alta tensión; posteriormente fue trasladado a otra
unidad. Mi esposo dijo: “Creo que va a perder su manita derecha”.
Más tarde pudimos ver a nuestro pequeño Erik, el cual se encontraba sedado y con
respirador artificial. Pese a su palidez vi su carita hermosa y las venas de color morado, las
piernas con unos cortes en el área de las quemaduras por donde salió la corriente eléctrica.
El doctor se dio cuenta de que muchos hermanos estaban orando por el niño, por lo que
nos dijo: “Sé que su congregación está preocupada. A este hombrecito alguien lo cuidó
porque, clínicamente hablando, debió haber muerto en el instante”, ello nos confirmó que
el poder de Dios había actuado sobre nuestro hijo.
Posteriormente se nos informó de la gravedad del brazo derecho pues no había signos de
vida hacia el extremo de su mano; por lo que realizaron una amputación más arriba del
codo, debido a que el brazo seguía sin presentar signos vitales, Erik respondió
perfectamente a la operación. Cuando informamos de ello a nuestros amigos y familiares,
hubo mucha tristeza y llanto por los resultados; sin embargo nos sentíamos tranquilos, con
la seguridad de que las oraciones de todos nos daban fortaleza.
Otro de los médicos nos habló de la probabilidad de que Erik hubiera perdido la memoria
puesto que la electricidad puede causar daños cerebrales; cuando entramos al cuarto de
cuidados intensivos, su rostro temeroso se iluminó cuando nos reconoció y salieron
lágrimas de sus ojitos. Su papá y yo lo abrazamos y le dijimos que estuviera tranquilo. Le
canté canciones para los niños de la Iglesia, las mismas que escuchaba desde bebé y que le
gustan mucho; fue hermoso ver que comenzó a sentir paz, hasta que se quedó dormido
salimos de ahí.
Mi esposo y yo temíamos cómo decirle que ya no tenía el brazo; oramos nuevamente al
Señor para pedirle inspiración a fin de que nuestras palabras fueran las adecuadas para un
niño tan pequeño. Al poco rato volvimos a entrar y él estaba despierto; le explicamos lo
grave que había sido y las consecuencias por la entrada de
electricidad en su mano derecha; que Nuestro Padre Celestial lo
había cuidado porque hay mucha gente que no sobrevive a ello,
para sorpresa nuestra el niño reaccionó con tranquilidad. Días
después fue trasladado en ambulancia aérea a la ciudad de Lago
Salado, Utah; para continuar con los cuidados de la amputación
y todo lo referente a las quemaduras de tercer grado en ambas
piernas. Tenía buen ánimo, platicaba mucho y reía sin saber
que le esperaba una mayor jornada de sufrimiento.
Erik en su bautismo
Tuvieron que amputar cinco centímetros más de lo que
quedaba del brazo, el anestesiólogo que estuvo con Erik nos dijo: “Nunca había
experimentado esta sensación con algún paciente, pude ver la naturaleza divina de este
niño, él tiene muchos deseos de vivir y me sorprendió ese sentimiento que corrió por mi
ser”, nos llenó de gozo el saber que nuestro hijo podía transmitir la luz de Cristo. En su
tercera operación perdió totalmente el brazo. Algo sorprendente fue su madurez pues a su
corta edad observaba las difíciles curaciones y nunca tuvo miedo de ver las quemaduras ni
su amputación, siempre estuvo consciente de todo lo que sucedía. A veces gritaba diciendo:
“Me duele mi brazo que ya no está”, los doctores nos explicaron que los nervios conectados
del brazo al cerebro aún estaban funcionando, a eso le llaman “dolor fantasma”.
Un día estábamos en el hospital viendo televisión y de pronto me dijo: “Mami, El Padre
Celestial me abrazó y me dijo háblale a tu papá”, yo me sorprendí y le pregunté: “¿Cuándo
fue eso hijo?”, contestó: “cuando toqué el cable de fuego”. Recordé cuando mi esposo dijo
que el día del accidente en su mente escuchó claramente las palabras de nuestro hijo:
“papi, ayúdame”; y supo con certeza que estaba en la subestación eléctrica. Lágrimas de
gratitud salieron de mis ojos. ¿Qué hubiera pasado si hubiésemos tardado más en
encontrarlo? Fue un testimonio más de que El Señor dio respuesta inmediata a la oración
de mi pequeño.
Tres meses después, Erik compartió su primer testimonio en la reunión sacramental de
nuestro barrio y mencionó: “Gracias a todos por hacer oraciones para que yo sobreviviera,
yo sé que mi Padre Celestial las escuchó. También sé que el poder de Dios lo puso mi papá
con sus manos en mi cabeza y cuando vuelva al cielo Dios me va a regresar mi brazo y mis
quemaduras se van a curar, quiero ser un misionero y tengo que portarme bien”.
Al inicio de esta situación me preguntaba, “¿por qué a mi hijo?” pero cuando veo ese brillo
especial en sus ojos y su apacible sonrisa, entiendo que fue escogido para vivir estas
pruebas. Sé que El Señor tiene algo preparado para Erik y nos permite tenerlo con nosotros
para que sea un recordatorio constante de que estamos en Sus manos y que Su poder se
manifiesta de diferentes maneras al recorrer esta vida de probación; sé que nos prueba a la
medida de nuestras capacidades y podemos cobijarnos en Sus brazos de amor en todo
momento. Recordemos
que Él siempre nos ve
como a sus pequeñitos y
acudirá de inmediato
cuando pidamos Su
ayuda.
Erik recibe el Sacerdocio Aarónico
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