l apóstol de los gentiles, hombre reclutado por Jesucristo para

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E
l apóstol de los gentiles,
hombre reclutado por
Jesucristo para cumplir
una misión muy especial, por que
seguramente en aquel momento
histórico no había otro capaz para
esta operación, la cual fue la de
introducir el Evangelio a los reyes,
cónsules, y procuradores del
imperio Romano, y además por el
perfil que se presenta de este
hombre, podemos entender que
tenía una visión bien desarrollada
con la cual podía atisbar el peligro
que la serpiente antigua estaba
fraguando para la Iglesia del
Señor, escribió Pablo: “El Espíritu
dice claramente que en los últimos
tiempos algunos se apartarán de la fe,
prestando atención a espíritus
engañadores y a doctrinas de
demonios” 1 de Timoteo 4:1. Esta
profecía se la vaticinó a la Iglesia
de Éfeso estando como Obispo en
ese lugar el joven Timoteo.
Con facilidad podemos entender
como este siervo de Dios analizaba el
mover de la antigua serpiente, cuyo
propósito siempre ha sido el de
pretender destruir al pueblo de Dios,
pero Pablo le detectaba muy bien los
zigzeos a aquella antigua serpiente.
Él le escribió a la Iglesia
diciéndole: “Para que Satanás no
gane ventaja alguna sobre nosotros;
pues
no
ignoramos
sus
maquinaciones” 2 Corintios 2:11.
Uno de los grandes peligros que la
iglesia atrae es darle ventaja al
demonio, cuando nos olvidamos
de orar, de ayunar, de reunirnos
para celebrarle el culto a Dios,
todas estas cosas sirven para que el
demonio se introduzca sutilmente
en la Iglesia del Señor: “ni deis
lugar al diablo” Efesios 4:27
Pablo fue un hombre apasionado
por cumplir con toda fidelidad
la misión que se le había
impuesto, y para ello se le dieron
las herramientas necesarias con
las cuales se abriría paso en
aquellos tortuosos caminos del
imperio romano.
“Pero aunque yo sea torpe en el
hablar, no lo soy en el conocimiento;
de hecho, por todos los medios se lo
hemos demostrado en todas las cosas”
2 de Corintios 11:6. A juzgar por
este texto que él mismo escribe
podemos inferir que no era un
gran orador pero sí un apasionado
por el Evangelio, esa pasión santa
la dejó plasmada en sus cartas,
algunas pastorales y otras para
corregir herejías en que las iglesias
estaban cayendo.
Porque este hombre con ojo de
profeta podía ver las grandes
debilidades que adolecía la Iglesia
en Corinto, en Éfeso y mediante el
Espíritu pudo ver el panorama
mundial que se desarrollaría en los
fines de los tiempos, aunque
algunas iglesias se consideraban
personas muy sabias desde el
punto de vista humano pero en el
conocimiento
de
Dios
eran
fluctuantes, al extremo que Pablo
con toda autoridad los catalogó
como niños, y les dijo: “Así que yo,
hermanos, no pude hablarles como
espirituales, sino como a carnales,
como a niños en Cristo. Les di a beber
leche, no alimento sólido, porque
todavía no podían recibirlo. En verdad,
ni aún ahora pueden” 1 de Corintios
3: 1 y 2. Y los pobres corintios que
todavía tenían aires de grandeza,
producto de aquellas levaduras
platónicas y socráticas, muchas
veces tildaron al gran apóstol de
Loco y él mismo les dice: “Ojalá
que me soportaran un poco mi locura,
y en verdad me soportan. Porque
celoso estoy de ustedes con celo de
Dios; pues los desposé a un esposo
para presentarlos como una virgen
pura a Cristo. Pero temo que, así como
la serpiente engañó a Eva con su
astucia, las mentes de ustedes sean
desviadas de la sencillez y pureza de la
devoción a Cristo” 2 de Corintios 11:
1 y 2.
¡Qué pensamiento tan profundo
el del apóstol Pablo, con ese
poder de discernimiento de
espíritu que para los corintios
era una locura! Los corrigió por
medio de dos cartas, pero ellos
no le creyeron.
Pablo miraba que aquella Iglesia se
podía descaminar de la fe, en
cambio ellos se consideraban bien
sólidos pensando que nadie los
movería, pero a la postre el apóstol
tuvo la razón, el tiempo declara
muchas veces la sabiduría, la
Iglesia de Corinto desapareció,
¿quién tuvo la culpa? La sabiduría
que pretendían tener no les sirvió
más que para alejarse del
verdadero Camino, y el apóstol les
vaticinó: “Porque si viene alguno
predicando otro Jesús que el que os
hemos predicado, o si recibís otro
espíritu que el que habéis recibido, u
otro evangelio que el que habéis
aceptado, bien lo toleráis” 2 Corintios
11:4.
El loco Pablo, como lo tildaban
algunos corintios, bien sabía el tipo
de terreno que eran ellos, los
consideraba como un terreno
pedregoso donde germinó rápido
la semilla del Evangelio, pero no
tenían raíz y por lo tanto cuando
saliera el sol de las dificultades y
aparecieran otros predicando un
evangelio fácil permitiendo el
pecado y creyendo que aún así
podían salvarse ellos iban a ceder,
esa antigua fe la cambiarían por los
modernos evangelios con que la
sagaz serpiente les endulzaría el
oído, lo cual sucedió cuando
aquella generación de apóstoles se
fue a dormir al sepulcro.
¡Qué momentos tan álgidos
vivió el apóstol al entender de
antemano que aquel tremendo
esfuerzo que había hecho por los
corintios sería un trabajo en
vano!
Ahora bien, si para estos
discípulos de Cristo Pablo era
considerado como loco, porque
sentían la presión de su celo por
guardarlos santos para Cristo,
¿cómo no han de haber juzgado a
Pablo los incrédulos griegos y
romanos? Recordemos cuando está
frente al rey Festo exponiendo la
poderosa razón por la cual había
dejado el judaísmo y se había
consagrado a Cristo: “Mientras
Pablo decía esto en su defensa, Festo
dijo a gran voz: ¡Pablo estás loco! Tu
mucho saber te está haciendo perder la
cabeza. Mas él dijo: No estoy loco,
excelentísimo Festo, sino que hablo
palabras de verdad y de cordura”
Hechos 26:24 y 25. Es que era
totalmente inconcebible para la
razón humana, ¡cómo este hombre
después de pertenecer al Sanedrin
judío, egresado de la famosa
escuela
de
Gamaliel,
repentinamente renunciase a todas
esas glorias y apareciera con tanto
frenesí predicando la doctrina que
trajo al mundo el Hombre que fue
desechado por la sociedad de
aquella época! Él estaba consiente
como lo trataba la gente y escribe
en 1 de Corintios 4:13: “Nos difaman,
y rogamos; hemos venido a ser hasta
ahora como la escoria del mundo, el
desecho de todos.” Pero la supuesta
locura era tan fuerte que no le dio
ni la más mínima importancia a
esos epítetos injuriosos que
lanzaban contra él como bien lo
manifestó en la despedida de la
Iglesia de Éfeso: “Pero de ninguna
cosa hago caso, ni estimo preciosa mi
vida para mí mismo, con tal que acabe
mi carrera con gozo, y el ministerio
que recibí del Señor Jesús, para dar
testimonio del evangelio de la gracia
de Dios.” Hechos 20: 24.
El poderoso mensaje que el apóstol
llevó a los reyes y a los
intelectuales de aquel mundo era
un verdadero dúnamis, dinamita,
nitroglicerina pura para volar en
pedazos el pecado de los hombres,
Festo y muchos más quedaron
estupefactos, no entendían esta
nueva predicación, y algunos
poderosos hasta se espantaban, tal
fue el caso del procurador Félix,
cuando Pablo se presentó a él, así
lo narra el doctor Lucas en su
segundo tratado: “Algunos días
después, viniendo Félix con Drusila su
mujer, que era judía, llamó a Pablo, y
le oyó acerca de la fe en Jesucristo.
Pero al disertar Pablo acerca de la
justicia, del dominio propio, y del
juicio venidero, Félix se espantó y dijo:
Ahora vete; pero cuando tenga
oportunidad te llamaré” Hechos 24: 24
y 25
Hablarle a un romano del dominio
propio era golpearlo muy pero
muy duro en su conciencia, porque
los romanos por naturaleza tenían
una vida desenfrenada, totalmente
licenciosa y pagana, y cuando el
apóstol le habla de estas cosas y
del juicio venidero, el hombre se
asustó y no quiso oír más.
Para los romanos, los griegos y los
que pretendían tener el mundo es
sus manos en aquel tiempo la
predicación del Evangelio era una
incomprensible locura: “Porque la
palabra de la cruz es locura a los que
se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios.
Pues está escrito: Destruiré la
sabiduría de los sabios, y desecharé el
entendimiento de los entendidos” 1 de
Corintios 1:18 y 19.
Pero aun con todo lo que aquellos
griegos y romanos les parecía una
necedad o una locura, de que el
Rey hubiese muerto por los
súbditos, pues la razón humana es
que los súbditos mueran por el rey,
esa supuesta necesidad, dice Pablo,
que era más sabia que los sabios:
“Porque lo loco de Dios es más sabio
que los hombres; y lo flaco de Dios es
más fuerte que los hombres.” 1
Corintios 1:25 ¿Cuál es lo loco de
Dios para los hombres? Es el
Evangelio, y lo flaco de Dios son
aquellos que se han convertido al
Evangelio.
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