EL GOBIERNO FEDERAL (1859) (Publicado en "El Tiempo", número 261, diciembre 27 de 1859). Hace tres semanas que, copiando las disposiciones correspondientes de la ley de pie de fuerza y haciendo notar que no hay conmoción armada contra el Gobierno de la Confederación, demostramos el quebrantamiento claro e incontrovertible de dicha ley con el mantenimiento de una fuerza mayor de 1.000 hombres y el atentado injustificable de privar, sin aquel motivo, a los tenedores de deuda interior del pago de sus dividendos; sin que hasta hoy ninguna explicación se haya dado de semejante proceder. Las leyes, dirá el señor Ospina, son para servir a la Administración contra sus adversarios pero no le obligan; teniendo, como tiene, un Congreso que es su propia hechura, tiene, en consecuencia, el poder y el derecho de reírse de la oposición, para reprimir la cual sirve esa misma fuerza. Nada puede decirse que satisfaga respecto de las fuerzas que se aglomeran en la capital y sus alrededores, contra toda ley, y a costa de acreedores respetables, militarizando y desmoralizando el país, consumiendo los escasos recursos del Tesoro, prescindiendo de todo deber hacia los acreedores del exterior y del interior, y causando un alarma y una desconfianza que arruinarán el comercio y la agricultura. Los escritores ministeriales se ocupan en esparcir noticias alarmantes acerca de los intentos del General Castilla, Presidente del Perú, sobre el Ecuador, cuyo territorio, dicen ellos mismos, debe hacer respetar la Confederación Granadina; y esto no obstante, en vez de enviar una división siquiera de 1.500 hombres a la línea del Carchi para imponer algún respeto y prestar, en caso necesario, algún auxilio al Gobierno que represente al Ecuador, no hace sino el miserable papel de insultar villanamente desde las mismas oficinas ministeriales al -145 MURILLO TORO - 10 Ministro peruano, que representa también a una nación hermana que tanto como la otra, mezcló su sangre con la granadina en la guerra de la independencia y supo premiar ampliamente los servicios de nuestros valientes. Si la Confederación tiene el deber, como dicen los escritores ministeriales, de proteger la integridad del territorio ecuatoriano, ¿por qué en vez de dirigir sus tiros contra el Ministro no los dirigen contra la Administración Ospina, que está dejando estúpidamente consumar los hechos, y antes ha ayudado a la anarquía del Ecuador fomentando por medio de su Intendente en Pasto la salida de una expedición al mando del Comandante Villota, conservador y floreano, para derribar la Administración de Robles, única entidad que resistía abiertamente a las exigencias de Castilla? Estas tropas que ilegalmente ha levantado y sostiene el Gobierno aquí, en el centro, para servir a intrigas de partido, a planes liberticidas, ya que se mantienen debieran emplearse en llenar nuestros deberes internacionales y en proteger nuestras fronteras. Las partidas revolucionarias de Venezuela han penetrado en nuestro territorio y no solo han reclutado por la fuerza a varios individuos, sino cometido todo linaje de crímenes contra las personas y las propiedades, y en vez de mandar el señor Ospina una parte de la fuerza que ha levantado en Tunja a Arauca para proteger las fronteras, la hace venir a la capital para que sirva a los fines proditorios que tiene en vía de ejecución. Si en el país tuviéramos un Parlamento ilustrado e independiente sería curioso oír que, interpelada esta Administración sobre su conducta en la cuestión peruano-ecuatoriana, contestara: "Señores, la Administración tenía que atender en el interior a asegurar los resultados de sus intrigas correspondientes a la conspiración contra las instituciones que, aunque juradas, no convienen a nuestro partido; y no podía por lo mismo, disponer de fuerza alguna en la frontera del Sur ni para dar eficacia a las palabras del Ministro en Lima, ni para auxiliar, en caso necesario, a los patriotas ecuatorianos en la defensa de sus derechos y la integridad de su territorio. No podía hacer otra cosa que insultar, por medio de sus paníagudos, al Ministro peruano, y forjar calumnias contra el General Mosquera y otros miembros de la oposición, para distraer la atención del público poco sagaz y cubrir así su ineptitud y sus planes liberticidas. Por eso fue que no consintió en que se diera cuenta de lo que realmente pasaba a las orillas del Guayas, en la Gaceta Oficial, pues temió que la opinión le hiciera cargos o que conociendo bien los hechos no diera crédito a las calumnias que forjaba contra el Gobernador del Cauca". -146 - Una excusa parecida daría al hacérsele el cargo de háber abandonado completamente la protección que debe a los intereses granadinos en la frontera del Norte. Los gobiernos de partido, diría, en fin, son incapaces de dirigir con acierto y dignidad las relaciones exteriores, porque debiendo contraer todas sus facultades a la subyugación de sus enemigos, aunque sea a costa de la honra nacional, colocada en esta fatal situación la presente Administración no puede exigírsele en justicia que obrara de otro modo que como lo ha hecho. En nuestra opinión la misión del señor Seoane a Bogotá no ha sido otra que la de indagar si el Gobierno de la Confederación pensaba o no en auxiliar al del Ecuador, y con cuáles recursos contaría para tal objeto. Por eso mandó a los señores Selaya y Pomareda al Sur a averiguar si por allí se organizaban fuerzas federales que pudieran servir para una campaña en el Ecuador, quedando el Cónsul Pomareda de atalaya en Pasto; y una vez cerciorado de todo, dicho señor Seoane ha podido escribir a su Gobierno lo que sigue: "No hay por qué hacer mucho caso de la mediación granadina, pues este Gobierno carece de toda fuerza moral y apenas podrá levantar, agotando sus recursos, unos 2.500 hombres, los cuales no puede destinar a ninguna operación fuera de su territorio porque se ha metido en muchas intrigas para desbaratar la federación, vengar la expulsión de los jesuitas y las derrotas de 1851y entregar de nuevo el país a la influencia de los frailes. Esta empresa es grande porque tiene en contra una oposición vigorosa, que cuenta en sus filas con los hombres más resueltos, más hábiles y más queridos del país, a muchos de los cuales teme el señor Ospina más que a las almas del Purgatorio. No tiene la Admínistración de su lado un jefe a quien pueda confiar una división auxiliar, pues los odios de partido que le aquejan le hacen mirar con desconfianza a los que no le prestan una obediencia servil, y están' por esto fuera de combate los Generales Mosquera, López, Mendoza, Barriga, Obando, etc., que pudieran mandar con lucimiento una fuerza regular, mas no hay riesgo de que sean empleados por esta Administración porque son del partido liberal. Ospina no conferirá un mando tan importante a ninguno de estos señores. No hay, pues, que preocuparse con lo que pueda hacer este Gobierno en obsequio del Ecuador; él no tiene ni opinión, ni ejército, ni dinero, ni hombres de campaña, ni nada de lo que puede dañarnos; cuando más mandará jesuitas a predicar contra nosotros. Impotente como las mujeres, hará lo que ellas, nos insultará, y a mí especialmente porque no soy Ministro de Inglaterra, de Francia ni de los Estados Unidos, únicos que res-147 - peta por miedo, pero yo no haré caso, y a sus insultos le contestaré con bailes. A la Confederación Granadina no hay que contarla como potencia influente en el continente, sino el día que los liberales vuelvan al poder, porque esos al menos tienen una fuerza de propaganda irresistible en este continente, y solo ellos podrán gobernar con desembarazo y sin miedo en su propio país, condición indispensable de influencia en el exterior". y en verdad que eso es lo que puede decirse de la sediciente Confederación bajo la Administración Ospina, Administración que por sus pretensiones y odios de partido ha paralizado las fuerzas y la influencia de la Nación, y que no teniendo la confianza de ésta, vese reducida al miserable papel de verdulera exhalándose en insultos y calumnias. Hoy, sean cuales fueren las simpatías de los liberales por el Ecuador, nada pueden hacer, ya porque los mismos ecuatorianos han llamado a Castilla para derribar a Robles, ya porque si el Gobierno granadino hubiera de intervenir no seria sino para imponer a. Flores y los jesuitas, lo que para nosotros es peor que la anexión al Peru, y ya porque tememos mucho que una vez que con pretexto de auxiliar al Ecuador entren fuerzas federales en el Cauca, éstas fomenten allí una rebelión para matar o amarrar de paso al General Mosquera y poner la Administración en manos de los conservadores ospinistas. Si hoy marchara una fuerza de esta capital para la frontera del Sur, es seguro que estallaría la revolución en el Cauca, y no son los liberales los que deben procurar semejante lance. Una fuerza enviada por la Administración Ospina no se emplearía nunca en favor de la libertad, ni dentro ni fuera del país. Además, si el Ecuador que tiene más de un millón de almas no es capaz de resistir por sí solo a un ejército que no pasa de 6.000 hombres, recargado de oficiales de estado mayor, por ese mismo hecho no merecería nuestras simpatías ni el derramamiento de la sangre granadina. La verdad en todo esto es que los escritores ministeriales quieren llamar la atención hacia el exterior para completar en el interior la usurpación de nuestras libertades. -148 -