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La regulación española de la obligación legal
de alimentos entre parientes1
FRANCISCO JAVIER JIMÉNEZ MUÑOZ
Departamento de Derecho Civil de la UNED
SUMARIO: 1. Introducción: concepto y fundamento.–2. Naturaleza y
caracteres.–3. Alimentistas y alimentantes.–4. Presupuestos y nacimiento del derecho a los alimentos.–5. Contenido de la obligación alimenticia: A) Alimentos amplios. B) Alimentos estrictos.–6. Cuantía y formas de cumplimiento de la obligación de alimentos.–7. Extinción
de la obligación de alimentos.–8. La obligación de alimentos entre
parientes en los Derechos forales.–9. Bibliografía.
1.
INTRODUCCIÓN: CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Será objeto de nuestro estudio la denominada obligación (legal)
de alimentos entre parientes, que el Código Civil español 2 regula
en el título VI de su Libro I (arts. 142 a 153), denominación que si
bien es la tradicional no es totalmente correcta, dado que no es
exactamente ni entre parientes (pues, como veremos, ni abarca a
todos los parientes, sino sólo a los que lo son en línea recta y respecto de la colateral a los hermanos; ni sólo a los parientes, ya que
se incluye a los cónyuges, que como es sabido, pese a su proximi1
El presente trabajo se basa en la ponencia, ampliada y profundizada, que bajo el
título La obligación legal de alimentos entre parientes en España fue defendida por el
autor en el XIII Congreso Internacional de Derecho de Familia, organizado por el Departamento de Derecho Civil de la UNED en Sevilla los días 18 a 22 de octubre de 2004.
2
Del que se ha dicho (por Jesús Delgado Echeverría, comentario al título VI CC,
en Comentario a las reformas del Derecho de familia, vol. II, Ed. Tecnos, Madrid, 1984,
p. 1027) que supone «la mejor regulación de la materia (…) que puede encontrarse en los
Códigos europeos de la época».
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dad familiar y afectiva, no son técnicamente parientes 3), ni de alimentos (ya que es de contenido más amplio que la mera manutención de supervivencia; de ahí que el concepto jurídico de alimentos
sea más amplio que el común). Se ha señalado 4 como un acierto de
nuestro Código Civil el que –a diferencia de otros Códigos, como
el francés o el italiano de 1865, y adelantándose al alemán, suizo e
italiano vigente– aparezca la regulación de esta obligación como
independiente de las derivadas del matrimonio, dado que –como
veremos– su ámbito es más amplio que éste.
Esta figura tiene su origen 5 en Roma, en la época imperial (inicialmente, la patria potestad no originaba obligaciones para el
paterfamilias frente a las personas sometidas a él 6, hasta el punto
de que tenía frente a ellas el ius vitae ac necis, hasta su desaparición con Constantino 7). En este momento, de las relaciones de
patronato y clientela pasa a las de familia, y se da respecto de los
hijos y nietos 8 y entre cónyuges 9, siendo extendida en el siglo ii a
los descendientes emancipados y ascendientes, y en época justinianea a los hermanos, incluso los naturales 10. No obstante, será en la
Edad Media cuando se establezca propiamente la obligación de los
hijos de alimentar a sus padres y hermanos que vengan a la pobreza, reduciéndose su contenido a la mitad en caso de que los progenitores viudos contrajeran nuevas nupcias 11, y en las Partidas se le
da prácticamente la configuración actual, estableciéndose el deber
recíproco de padres e hijos de prestarse alimentos en proporción a
su riqueza y extendiéndose tal deber a los abuelos y demás ascendientes 12. Finalmente, la regulación actualmente vigente tiene su
3
No obstante, para simplificar, en lo sucesivo haremos referencia a la relación de
parentesco como subyacente a la obligación de alimentos, en el entendido de que en ella
debe incluirse la relación existente entre los cónyuges.
4
Por Delgado, comentario al artículo 142, Comentario del Código Civil, dir. por
Cándido Paz-Ares Rodríguez, Luis Díez-Picazo Ponce de León, Rodrigo Bercovitz
y Pablo Salvador Coderch, vol. I, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, p. 522; Manresa y Navarro, José María, comentario al título VI CC, en Comentarios al Código Civil
español, t. I, 7.ª ed., Ed. Reus, Madrid, 1956, p. 782; y Piñar López, Blas, «La prestación
alimenticia en nuestro Derecho civil», RGLJ, t. XXXI, julio-agosto 1955, p. 25.
5
Para una detallada exposición del origen y evolución de la obligación alimenticia,
cfr. Puig Peña, Federico, «Alimentos», Nueva Enciclopedia Jurídica, t. II, Ed. Seix, Barcelona, 1950, pp. 586-587.
6
Vid. Fuenteseca, Pablo, Derecho privado romano, ed. del autor, Madrid, 1978,
p. 349.
7
Vid. Fuenteseca, op. cit., pp. 345-346.
8
D. XXV, 3, 5, 1. Se operaría bajo el cauce procesal de la extraordinaria cognitio.
Cfr. Fuenteseca, Derecho privado romano, op. cit., p. 349.
9
D. XXIV, 3, 22, 8.
10
Que podían reclamar alimentos a sus hermanos legítimos: vid. Nov. LXXXIX, 12,
6. Respecto de los padres e hijos naturales, vid. D. V, 4.
11
Vid. Fuero Real, Libro III, Título VIII, ley 1.ª
12
Vid. Partida IV, Tít. XIX, ley 2.ª
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 745
precedente más inmediato en la Ley de Matrimonio Civil
de 1870 13, de donde el Código Civil tomó la regulación contenida
en gran parte de sus preceptos.
Sin embargo, la obligación de alimentos entre parientes, pese a
estar un tanto languideciendo por bastantes años, absorbida por
otras figuras de contenido alimenticio a las que haremos referencia seguidamente, ha resultado revivificada en las últimas décadas,
en las que la realidad sociodemográfica ha puesto de manifiesto
un creciente envejecimiento de la población, que determina que
un importante sector de la misma incida en alguna forma de
dependencia, así como que un elevado número de jóvenes tienen
grandes dificultades para independizarse totalmente de sus progenitores, principalmente por su tardía incorporación al mercado
laboral (creciente elevación de la edad de finalización de estudios,
falta de puestos de trabajo…) y la escasez actual de viviendas a
unos precios asequibles. A ello hemos de añadir la (re)introducción
en España del divorcio con la Ley 13/1981, incrementándose en
gran medida el número de hijos que han de reclamar su manutención a alguno de sus progenitores, incluso más allá de su mayoría
de edad.
Puede definirse como obligación de alimentos entre parientes la
que vincula a uno o varios deudores (alimentantes, obligados a
prestarlos) con unos o varios acreedores o titulares del derecho de
alimentos (alimentistas, necesitados) 14, que son parientes próximos
o cónyuges de aquéllos, y a los que han de proporcionar todo lo que
sea necesario para la satisfacción de sus necesidades vitales.
Se ha discutido sobre cuál sea su fundamento. Aunque algunos autores lo han encontrado en el derecho a la vida del alimentista, como derecho de la personalidad 15; en el vínculo parenVid. sus artículos 63 y 72-79.
Estas denominaciones son las empleadas con práctica unanimidad, tanto por el
legislador –a lo largo de la historia– como por la doctrina. No obstante, hemos de hacer la
observación de que Pablo Beltrán de Heredia y Onís (en comentario al título VI CC, de
los Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, dirs. por Manuel Albaladejo,
t. III, vol. 2.º, 2.ª ed., EDERSA, Madrid, 1982, p. 7; retomando los denominaciones que ya
empleara en su obra La obligación legal de alimentos entre parientes, Universidad de
Salamanca, Salamanca, 1958), aisladamente, utiliza una terminología distinta –que no
seguiremos–, «por estimarla más correcta desde el punto de vista gramatical» (tal vez
influido por las parejas de términos que existen en otras relaciones obligatorias: arrendador/
arrendatario, donante/donatario, comodante/comodatario…), denominando alimentario a
quien recibe los alimentos y alimentista al obligado a prestarlos.
15
Como Sánchez Román, Felipe, Estudios de Derecho Civil, t. V, vol. 2.º, 2.ª ed.,
Est. Tip. Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1912, pp. 1224-1225, 1227-1228, 1252 y
1267; y Valverde y Valverde, Calixto, Tratado de Derecho civil español, t. IV, 3.ª ed.,
Tip. Cuesta, Valladolid, 1926, pp. 526-528; y más recientemente Beltrán de Heredia,
La obligación legal…, op. cit., pp. 33-34, y comentario al título VI CC, op. cit., pp. 22-23;
Piñar, «La prestación…», op. cit., pp. 9, 10 y 12-13; y Roca i Trías, E., «Las relaciones
familiares básicas: los alimentos», en Derecho de familia, de A. López, V. L. Montés y E.
13
14
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tal 16 o en otras concepciones minoritarias 17, en la actualidad se
admite mayoritariamente por la doctrina 18 que puede encontrarse en la solidaridad familiar ante la necesidad de uno de sus
miembros, en el sentido de ser un deber de los miembros más
cercanos de la familia el procurar a aquél que lo necesite la satisfacción de sus necesidades. Como ponen de manifiesto los Profesores Díez-Picazo y Gullón 19, el desenvolvimiento de cada
persona por la vida es un asunto propio suyo, pero no puede
dejar de tenerse en cuenta la posibilidad de que en esa «lucha por
Roca, 3.ª ed., Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1997, p. 39. En igual sentido se pronunciaron
las SSTS de 17 de febrero de 1925, 14 de junio de 1929 y, recientemente, 23 de febrero
de 2000. Asimismo parece orientarse por esta posición, si bien de modo muy poco claro,
Manresa, comentario al título VI CC, op. cit, p. 783.
Sin embargo, esta posición no sirve para explicar por qué esa defensa de la vida ha de
ponerse a cargo de los parientes más próximos y no –al tratarse de un derecho absoluto– a
cargo de cualquiera contra quien pudiera dirigirse el alimentista, el que sea un criterio
cuantificador de la pensión alimenticia el patrimonio del alimentante y no exclusivamente
las necesidades del alimentista y que incluya los gastos por educación.
16
José Puig Brutau (en Fundamentos de Derecho Civil, t. IV, 2.ª ed., Ed. Bosch,
Barcelona, 1985, pp. 281-282) entiende que esta obligación «se funda en la relación de
próximo parentesco que ha de existir entre alimentista y obligado».
17
Como la que entiende que se basaría en un pretendido cuasicontrato entre procreantes y procreados (lo que no explica que se incluya también a hermanos y cónyuges) o
un pretendido anticipo de la herencia (que choca con los obstáculos de que el alimentista
no necesariamente ha de ser heredero del alimentante, y que no hay una correlación cuantitativa entre el importe de los alimentos y el de la potencial herencia ni son colacionables
los alimentos dados con anterioridad a la sucesión, salvo respecto de los gastos del padre
en dar a sus hijos una carrera profesional o artística, pero ello sólo cuando el padre lo disponga o perjudiquen a la legítima y rebajando de ellos lo que el hijo habría gastado viviendo en compañía de sus padres –arts. 1.041 y 1.042 CC–).
18 Así, ya Cicu, Antonio, «Cómo llegué a la sistematización del Derecho de Familia», RDP, núm. 420, marzo 1952, p. 186. En nuestra doctrina pueden citarse, entre otros,
Aguilar Ruiz, Leonor, «El derecho a recibir alimentos de los hijos mayores de edad que
voluntariamente abandonan el hogar familiar (comentario a la Sentencia del TS de 23
febrero 2000)», RdPat, núm. 6, 2001, p. 328; Castán Tobeñas, José, Derecho Civil español, común y foral, t. V, vol. 2.º, 10.ª ed., revis. por Gabriel García Cantero y José M.ª
Castán Vázquez, Ed. Reus, Madrid, 1995, p. 455; Corbella, Arturo, «Alimentos»,
Enciclopedia Jurídica Española, t. II, Ed. Seix, Barcelona, s. f. (ca. 1910), p. 627; Delgado, comentario al título VI CC, op. cit., p. 1027, y comentario al artículo 142, op. cit.,
p. 522; Díaz-Ambrona Bardají, M.ª Dolores y Hernández Gil, Francisco, Lecciones
de Derecho de familia, Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1999, p. 444;
Díez-Picazo, Luis y Gullón, Antonio, Sistema de Derecho Civil, vol. IV. 8.ª ed., 2.ª
reimpr., Ed. Tecnos, Madrid, 2002, p. 47; Doral García, José Antonio, «Pactos en materia de alimentos», ADC, t. XXIV-II, abril-junio 1971, p. 314; Lacruz Berdejo, José Luis,
«La obligación de alimentos», en Derecho de familia (T. IV de los Elementos de Derecho
Civil, de José Luis Lacruz Berdejo, Francisco de Asís Sancho Rebullida, Agustín
Luna Serrano, Francisco Rivero Hernández y Joaquín Rams Albesa), 4.ª ed., Ed. J.
M. Bosch, Barcelona, 1997, p. 37; Lasarte, Carlos, Principios de Derecho Civil, t. VI, 3.ª
ed., Ed. Marcial Pons, Madrid, 2002, p. 386; y Puig Peña, «Alimentos», op. cit., p. 580.
Especialmente detallado es el estudio sobre esta cuestión de Jordi Ribot Igualada, «El
fundamento de la obligación legal de alimentos entre parientes», ADC, t. LI-III, 1998,
pp. 1105-1177 (especialmente 1118-1130 y 1134-1151). También encuentran el fundamento de la obligación de alimentos en la solidaridad familiar la STS de 1 de marzo de
2001 y las SSAAPP Guipúzcoa de 12 de marzo de 1999, Baleares de 4 de diciembre
de 2001, Valencia de 22 de octubre de 2002 y Madrid de 30 de noviembre de 2002.
19
En Sistema…, op. cit., p. 47.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 747
la vida» se dé el fracaso (ej., el paro) o la imposibilidad (como
en los casos de los incapaces en general, menores, enfermos y
disminuidos físicos o psíquicos, ancianos…); será cuando se
produzcan estas situaciones en que no pueda conseguirse personalmente la satisfacción de las propias necesidades vitales cuando la misma se ponga a cargo de los parientes más próximos.
Ha de diferenciarse entre la obligación de alimentos «propiamente dicha», objeto hoy de nuestro estudio, y otras obligaciones
legales y aun convencionales de contenido alimenticio, a las que la
primera servirá como regulación supletoria 20. Entre las legales,
son de destacar las siguientes:
a) El deber personal y recíproco de los cónyuges de socorrerse mutuamente. Constituye uno de los efectos personales del matrimonio, recogido en los artículos 67 y 68 del Código Civil 21. Tiene
un fundamento distinto de la obligación de alimentos que estudiamos, dado que se basa en la comunidad de vida que supone el
matrimonio (y por tanto su cumplimiento no es tanto de un cónyuge frente al otro como en común, de la comunidad conyugal 22) y
surge con la adquisición de la condición de cónyuge, con independencia de la concurrencia o no de necesidad en cualquiera de los
cónyuges. Por otra parte, su contenido es más extenso que la manutención, asistencia médica y educación, propios de la obligación de
alimentos, por mucha amplitud que quiera dársele a estos conceptos, entrando incluso en el ámbito propiamente personal y hasta
moral (alcanzando «deberes» de índole espiritual e incluso sexual),
y debiendo contemplarse dentro del conjunto de efectos personales
del matrimonio 23. Finalmente, tanto este deber alimenticio de
socorro mutuo como el de alimentar a los hijos menores –al que
haremos referencia a continuación– tienen más difuminado el límite de que el alimentante no pueda satisfacerlos «sin desatender sus
propias necesidades y las de su familia» (de la que por otra parte
20
El artículo 153 CC establece que «Las disposiciones que preceden [las que regulan la obligación legal de alimentos] son aplicables a los demás casos en que por este
Código, por testamento o por pacto se tenga derecho a alimentos, salvo lo pactado, lo
ordenado por el testador o lo dispuesto por la ley para el caso especial de que se trate».
No obstante, en estas otras obligaciones alimenticias su aplicabilidad será muy limitada, al
faltar el carácter personalísimo de la posición de deudor y la reciprocidad y variabilidad en
función de las necesidades del alimentista, notas todas ellas propias de la obligación
legal.
21
Que señalan respectivamente que «El marido y la mujer deben respetarse y ayudarse mutuamente y actuar en interés de la familia» y «Los cónyuges están obligados a
vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente» (las negritas, por supuesto,
son nuestras).
22
Cfr. Beltrán de Heredia, La obligación legal…, op. cit., p. 14, y comentario al
título VI CC, op. cit., p. 9.
23
Cfr. Beltrán de Heredia, La obligación legal…, op. cit., p. 13, y comentario al
título VI CC, loc. cit.
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Francisco Javier Jiménez Muñoz
forma parte el cónyuge o hijo beneficiado), que sí existe respecto
de la obligación ordinaria de alimentos (art. 152.2.º CC), hasta el
punto de que se ha señalado 24 que el obligado por estos deberes ha
de llegar casi hasta la mínima cobertura de la propia subsistencia
para que deje de serle exigible que alimente a su cónyuge e hijos
menores.
De esta forma, la obligación de alimentos, cuando se refiere a
los cónyuges (art. 143.1.º CC), normalmente estará absorbida por
el más amplio deber de socorro mutuo, comenzando a regir propiamente cuando cese éste por desaparecer la vida en común de los
cónyuges, en los supuestos de preparación y sustanciación del proceso de separación, nulidad o divorcio, o de separación matrimonial de hecho mutuamente consentida 25. No así en la separación de
Derecho, pues en la sentencia o convenio regulador que establezcan sus efectos deberán determinarse en su caso la «contribución a
las cargas del matrimonio y alimentos» y la pensión compensatoria
a favor del cónyuge al que la separación produzca desequilibrio
económico en relación con la posición del otro 26, que a su vez sustituyen tanto al deber de socorro mutuo como a la obligación de
alimentos propiamente dicha (según que se haya pasado de la convivencia matrimonial a la situación de separación legal directamente o con una fase intermedia de separación de hecho); por otra
parte, en caso de divorcio, disuelto el matrimonio, desaparecerá el
vínculo entre los antiguos cónyuges –que, a diferencia del verdadero parentesco, sí puede desaparecer– y sólo habrá derecho en su
caso a la pensión compensatoria 27.
b) El deber de los padres de alimentar a sus hijos no emancipados, de los artículos 110 y 154.I.1.º del Código Civil, que constituye uno de los efectos personales derivados tanto de la filiación
como de la patria potestad y tiene incluso naturaleza constitucional 28. Plantea el problema de que constituye una obligación alimenticia que afecta a las mismas personas y tiene idéntico contenido que la de alimentos del artículo 143.2.º del Código Civil 29. Sin
24
Por Delgado, comentario al artículo 152, Comentario del Código Civil, Ministerio de Justicia, op. cit., pp. 540-541.
25
En tal sentido, reiterada jurisprudencia ha declarado que «ningún precepto condiciona la exigibilidad de la deuda alimentaria de los cónyuges al cumplimiento del deber
de vivir juntos», si bien no puede reclamarla el cónyuge que abandona al otro sin justa
causa. Así, entre otras, podemos citar las SSTS de 28 de febrero de 1969, 17 de junio y 23
de octubre de 1972 y 25 de noviembre de 1985.
26
Vid. artículos 90.I.C) y 97 CC.
27
Vid. SSTS de 29 de junio de 1988, 7 de marzo de 1995 y 23 de septiembre
de 1996. Esta última destaca la diferencia entre la pensión compensatoria por divorcio y la
prestación de alimentos.
28
Vid. artículo 39.2 CE.
29 Y tal similitud hace que muchos de los aspectos de esta específica obligación
alimenticia (sobre todo cuando se refiere a su prolongación después de la mayoría de
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 749
embargo, además de faltar la reciprocidad (el hijo menor, si bien ha
de «contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia mientras conviva con ella» 30,
de ningún modo puede considerarse que esté obligado a alimentar
a sus padres por este concepto), el fundamento de una y otra es
distinto, pues aquélla se fundamenta en el hecho de la pura filiación biológica o adoptiva, originándose por el mero hecho del nacimiento o la adopción, hasta el punto de que no desaparece por la
pérdida de la patria potestad 31, y por otra parte –al igual que como
vimos sucedía en el deber de socorro mutuo de los cónyuges– no
depende del estado de necesidad en el hijo ni se condiciona a su
carencia de bienes 32.
Al igual que en el caso del socorro mutuo entre cónyuges, la
obligación de alimentos propiamente dicha comenzará cuando
cese el deber legal del artículo 154.II.1.º del Código, por haberse
emancipado el hijo beneficiario de aquél, en caso de que éste incurra en estado de necesidad. Así, la mera mayoría de edad no conllevará la automática pérdida del derecho a alimentos 33, sino que ésta
se producirá con la emancipación, en el sentido de vida independiente, siempre que el hijo no incurra en situación de necesidad 34,
caso en el que se transformaría en un crédito de alimentos de los
artículos 142 y siguientes del Código Civil 35.
c) El deber del que recibe a un menor en acogimiento familiar
de tenerlo en su compañía, alimentarlo, educarlo y procurarle una
formación integral (art. 173.1 CC).
d) El deber que asimismo tiene el tutor de procurar alimentos
al tutelado, y si es menor educarle y procurarle una formación integral, contenido en el artículo 269.1.º y 2.º del Código Civil.
edad de los hijos ex art. 93.II CC) sea generalizable a la obligación de alimentos entre
parientes.
30
Vid. artículo 155.2.º CC.
31
El artículo 110 CC establece que «El padre y la madre, aunque no ostenten la
patria potestad, están obligados a velar por los hijos menores y a prestarles alimentos».
32
La diferente naturaleza de estos alimentos a los hijos menores de edad respecto de
la obligación legal de alimentos entre parientes es puesta de manifiesto, en relación con los
hijos mayores de edad –a los cuales los alimentos que en su caso les corresponden son
estos segundos–, por las SSTS de 5 de octubre de 1993 y 16 de julio de 2002 y las SSAAPP
Navarra de 29 de septiembre de 1993 y Madrid de 30 de noviembre de 2002, entre otras.
33 Así vid., entre otras muchas, las SSAAPP Oviedo de 24 de noviembre de 1987 y
21 de enero de 2000, Granada de 15 de febrero de 1990, Murcia de 20 de enero de 1993,
Valencia de 19 de enero de 1995, Barcelona de 17 de abril de 1998, Murcia de 16 de febrero de 1999 y Guipúzcoa de 19 de julio de 1999 .
34
En tal sentido, entre otras, las SSAAPP Palma de Mallorca de 8 de febrero de
1989, Pamplona de 20 de septiembre de 1989, Barcelona de 29 de octubre de 1990 y 2 de
julio de 1991, Gerona de 28 de febrero de 1991, Zaragoza de 3 de noviembre de 1992 y
Guipúzcoa de 20 de mayo de 1999.
35 Así, SSAP Guipúzcoa de 20 de mayo y 19 de julio de 1999.
750
Francisco Javier Jiménez Muñoz
e) La causa de revocación de la donación prevista en el
artículo 648.3.º del Código Civil 36. No se trata de que exista propiamente un deber del donatario de alimentar al donante 37, pero la
negativa indebida del donatario a prestárselos autoriza a aquél a la
revocación de la donación realizada, configurándose así como una
«sanción» ante la ingratitud del donatario. Aquí sí aparece clara la
distinción con la obligación de alimentos que estudiamos 38, dado
que falta la reciprocidad propia de ésta (es únicamente a favor del
donante y a cargo del donatario, y no a la inversa); no se cuantifica
en función de la capacidad económica del donatario 39, sino que
vendrá determinada por las necesidades del donante pero con el
límite máximo de la cuantía de lo donado; la «sanción» no va más
allá de la propia donación (suponiendo la posibilidad de su revocación), de modo que el donatario puede en cualquier momento
negarse a esa prestación de alimentos, sin que pueda sufrir más
consecuencias negativas de ello que la referida posibilidad de revocación 40; y, finalmente, se contempla desde un punto de vista pasivo y a posteriori: el donante no tiene acción para reclamar los alimentos al donatario, sino que sólo podrá revocar la donación en
caso de que éste se niegue indebidamente a ello.
f) El deber de alimentar a la viuda encinta con cargo a los
bienes hereditarios, en consideración a la parte que en ellos pueda
tener el póstumo si naciere y fuere viable, del artículo 964 del
Código Civil. Esta obligación alimenticia no se relaciona con el
parentesco (el «obligado» es la herencia yacente, sin que por otra
parte los interesados en ella hayan de ser necesariamente parientes
36
«También podrá ser revocada la donación, a instancia del donante, por causa de
ingratitud en los casos siguientes: (…) 3.º Si le niega indebidamente los alimentos.»
37
En cambio, sí defienden la existencia de una verdadera prestación alimenticia (si
bien sui generis), del donatario a favor del donante, Amadeo de Fuenmayor Champín (en
«La deuda alimenticia del donatario», RDP, núm. 30, marzo 1942, pp. 174-176) y Doral
(«Pactos en materia de alimentos», op. cit., p. 370). Asimismo, Carlos Rogel Vide, Derecho de obligaciones y contratos, Ed. J. M. Bosch, Barcelona, 1997, p. 182.
38
Criterios de diferenciación que son destacados por Beltrán de Heredia, La
obligación legal…, op. cit., p. 19, y comentario al título VI CC, op. cit., pp. 13-14; Díaz
Alabart, Silvia, comentario al artículo 648, Comentario del Código Civil, Ministerio de
Justicia, op. cit., p. 1645; y Piñar, «La prestación…», op. cit., pp. 23-25.
39 Aunque para Joaquín Rams Albesa («La donación», en Derecho de obligaciones
(t. II de los Elementos de Derecho Civil, de José Luis Lacruz Berdejo, Francisco de Asís
Sancho Rebullida, Agustín Luna Serrano, Jesús Delgado Echeverría, Francisco
Rivero Hernández y Joaquín Rams Albesa), 3.ª ed., Ed. J. M. Bosch, Barcelona, 1995,
p. 106) sólo existiría en los mismos casos de necesidad que autorizaría a reclamar alimentos legales a los familiares.
40
En cambio, para Piñar («La prestación…», op. cit., p. 24) se trataría del incumplimiento de una auténtica obligación alimenticia. Con la doctrina mayoritaria, no compartimos tal opinión, dado que no se requiere ningún parentesco entre donante y donatario
para que opere la causa de revocación, y además en tal caso el donante necesitado podría
reclamar judicialmente la prestación alimenticia, en vez de limitarse a la vía indirecta y
más lenta de la revocación de la donación; así, Díaz Alabart, comentario al artículo 648,
op. cit., p. 1645; y Rams, loc. cit.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 751
de la viuda o del nasciturus) ni con la necesidad de la alimentista
(el precepto establece expresamente el deber de alimentarla «aun
cuando sea rica»). En realidad, no es tanto una prestación alimenticia a favor de la viuda como del concebido y para su gestación: a
éste ya se le tiene por nacido en relación con esos bienes 41, siendo
lógico que ante la doble posibilidad de alimentarse con su propio
patrimonio sujeto a administración o con el de su madre, la preferencia se incline por el primero, y por ello aun cuando la viuda
pudiera prestar alimentos a su hijo tiene derecho a exigirlos de la
masa hereditaria en nombre de éste 42.
g) Finalmente, el derecho a alimentos del concursado, previsto en la Ley Concursal, durante la tramitación del concurso y hasta
que se produzca la apertura de la liquidación 43. No recoge entre
sus requisitos el parentesco (y además, ¿frente a quién?: ¿el administrador concursal, los acreedores…?), y el «obligado» es la masa
activa; asimismo, su cuantía y contenido no han de tener tampoco
necesariamente relación alguna con las de la obligación de alimentos propiamente dicha, y serán determinados por el administrador
concursal o el juez, según los casos. En el fondo, estos alimentos
suponen que, dado que los bienes del concursado están sometidos a
control y administración judicial y aquél no tiene poder directo de
disposición sobre ellos, deben ser las instituciones concursales
quienes le proporcionen unos medios de subsistencia.
Entre las obligaciones convencionales de contenido alimenticio
o que pueden emplearse con tal finalidad (renta vitalicia, usufructo…) destaca el nuevo contrato de alimentos, introducido en el
Código Civil por la Ley 41/2003, de 18 de noviembre 44, con base
en la figura del contrato de vitalicio (ya regulada en el Derecho
gallego 45; en Aragón es similar la dación personal 46, que constituye una institución contractual por la que se admiten en la sociedad
familiar –la Casa– a los individuos solteros o viudos, sean parientes o extraños, que se comprometan a permanecer en esos estados y
a trabajar en beneficio de la Casa que los adopta –donados–,
debiendo el arrogador mantenerles mientras vivan, darles habitación y vestido, conceptuarles de la familia y abonar los gastos de
sus enfermedades, funerales y enterramiento).
Vid. artículo 29 CC.
Cfr. Piñar, «La prestación…», op. cit., p. 17.
43
Vid., respectivamente, artículos 47.1 y 145.2 de la Ley Concursal.
44
Vid. artículos 1.791-1.797 CC.
45
Vid. artículos 95-99 (capítulo III del libro V) de la Ley 4/1995, de 24 de mayo, de
Derecho Civil de Galicia, que también lo denomina contrato de pensión alimenticia o de
alimentos vitalicios.
46
Respecto de ella, el artículo 33 de la Compilación aragonesa se remite «a lo pactado», debiéndose interpretar «con arreglo a la costumbre y a los usos locales».
41
42
752
Francisco Javier Jiménez Muñoz
El que el fundamento de la obligación de alimentos entre
parientes radique en la solidaridad familiar pone de manifiesto que
ha desempeñado tradicionalmente una importante función de asistencia social entre los familiares, sustitutiva de la beneficencia a
cargo de entidades públicas o privadas 47, de modo que, hasta bien
entrado el siglo xx, sólo aquellos que carecían de parientes que
pudieran hacerse cargo de ellos debían acudir a las prestaciones
socioasistenciales (generalmente precarias) de estas entidades. Sin
embargo, desde la creación de un régimen generalizado de Seguridad Social y la asunción de la protección asistencial por los poderes públicos no como beneficencia, sino como auténtico deber de
éstos y derecho de los ciudadanos en la actual concepción del Estado social del bienestar 48, no es tan clara la posición de la obligación (civil) de alimentos frente a la política asistencial pública 49.
Aun cuando haya quienes pretendan que el que la configuración de la asistencia a los ciudadanos necesitados se establezca
como deber de los poderes públicos ha de suponer que la obligación civil debe entenderse como meramente subsidiaria de la
actuación de aquellos 50, podemos considerar que la coexistencia
entre la obligación civil de alimentos y la asistencia social pública
se traduce en una complementariedad y compatibilidad de ambas 51,
47
Para Sánchez Román (Estudios de Derecho Civil, op. cit., p. 1225), la deuda
alimenticia sería una institución de naturaleza civil que cambia de naturaleza, ingresando
en la esfera del Derecho público-administrativo, cuando, en defecto de los medios del
orden jurídico-civil, se ejerce a través de la beneficencia pública o particular.
48
Que en España ha alcanzado incluso rango constitucional. Así, podemos citar los
artículos 27.4 («La enseñanza básica es obligatoria y gratuita») y 27.5 («Los poderes
públicos garantizan el derecho de todos a la educación…»), 41.I («Los poderes públicos
mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad…»), 43.2
(«Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas
preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios…»), 49 («Los poderes públicos
realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que
requieran y los ampararán especialmente para el disfrute de los derechos que este Título
otorga a todos los ciudadanos») y 50 («Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus
problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio»), todos de la CE. Es destacable la
salvedad del artículo 50, que hemos resaltado.
49
Sobre este conflicto entre solidaridad familiar y política asistencial pública, vid.
Lasarte, Principios…, op. cit., pp. 386-387.
50 Así, Díez-Picazo y Gullón, Sistema…, op. cit., pp. 48-49. Roca (en «Las relaciones familiares básicas…», op. cit., p. 41), si bien dice inicialmente que «las deficiencias
de cualquier sistema de seguridad social (…) no permiten considerar que la asistencia
prestada en el seno de la familia pueda ser considerada como subsidiaria de la asistencia
pública», con posterioridad afirma que «puede afirmarse que la asistencia privada familiar sólo actuará cuando no pueda actuar la pública».
51
En tal sentido, como hemos visto, el artículo 50 CE expresamente establece la
complementariedad de las pensiones públicas con las obligaciones familiares. Es más, es
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 753
que en ocasiones coinciden sobre un mismo estado de necesidad, si
bien la pensión obtenida por cualquiera de estas vías (pública, frente a la Administración, o privada, frente a los parientes) reducirá o
anulará el estado de necesidad del beneficiario, lo que producirá
una reducción o denegación en caso de una subsiguiente reclamación a través de la otra 52.
Sin embargo, en los últimos tiempos se está observando una
creciente tendencia hacia el extremo justamente contrario al señalado en primer lugar: la consideración de la protección social
pública como subsidiaria respecto de las obligaciones familiares de
alimentos, configurándola como garantía secundaria 53, consideración que se explica fundamentalmente por los crecientes costes de
los servicios socioasistenciales y que se ha concretado en algunos
casos en la posibilidad de cobrar a los potenciales alimentantes los
gastos por atenciones prestadas por entidades sanitarias o socioasistenciales a los potenciales alimentistas 54, la subrogación legal
de la Administración pública en los derechos del beneficiario de la
prestación frente a sus potenciales alimentantes 55 o el que sólo
quepa el reconocimiento provisional del derecho a determinadas
prestaciones sociales (ingresos de inserción) si simultáneamente se
reclaman por el beneficiario de aquéllas los alimentos a que se
tenga derecho 56.
bastante frecuente la reclamación a un progenitor de gastos de educación, en concepto de
alimentos, por parte de su hijo, pese a que tales gastos estén parcialmente cubiertos con
una beca (así, por ej., la SAP Teruel de 23 de febrero de 1998).
52
En tal sentido, la STS (Sala 3.ª) de 4 de diciembre de 1992, en un caso de denegación de una ayuda (pública) por ancianidad porque el solicitante estaba percibiendo
una pensión alimenticia (civil) ínfima, ha declarado que la «obligación civil del alimentista (…) no libera, en modo alguno, a la Administración del cumplimiento del mandato
contenido en el artículo 50 de la Constitución», de modo que en caso de insuficiencia de
la pensión alimenticia civil la misma ha de ser complementada por la cobertura social
pública.
53
Cfr. al respecto Ribot, «El fundamento…», op. cit., pp. 1144-1151.
54
Vid., por ej., artículos 3.b) y 8.2 del Decreto 394/1996, de 12 de diciembre, del
Departamento de Bienestar Social de la Generalitat de Cataluña, por el que se establece el
régimen de contraprestaciones de los usuarios en la prestación de servicios sociales y se
aprueban los precios públicos de determinados servicios sociales.
55
Como en el artículo 19.5 de la Ley catalana 10/1997, de 3 de julio, de la renta
mínima de inserción. Como veremos al final de este estudio, el artículo 261 del Código de
Familia catalán llega a conceder legitimación activa para poder reclamar alimentos –además de al necesitado o su representante legal– a la entidad pública o privada que acoja al
necesitado, además de la posibilidad de cualquier persona que haya prestado alimentos a
un necesitado, cuando el obligado no lo haya hecho, de repetir contra éste o sus herederos
por las pensiones alimenticias correspondientes al año en curso y al anterior, con los intereses legales, y de subrogarse de pleno derecho hasta ese importe en los derechos del alimentista contra aquél, salvo que conste que se dieron desinteresadamente y sin ánimo de
reclamarlas (arts. 269.1 del Código de Familia catalán, y 1.894.I CC).
56 Así, artículos 18.1 de la Ley asturiana 6/1991, de 5 de abril, reguladora del ingreso mínimo de inserción; 29 de la Ley gallega 9/1991, de 2 de octubre, sobre medidas
básicas para la inserción social; y 15 de la Ley aragonesa 1/1993, de 19 de febrero, que
establece la regulación del Ingreso Aragonés de Inserción.
754
Francisco Javier Jiménez Muñoz
En cualquier caso, sería deseable que de lege ferenda se estableciera a nivel general una definitiva clarificación de la relación
entre ambos tipos de prestaciones asistenciales.
2.
NATURALEZA Y CARACTERES
La obligación de alimentos presenta la peculiariedad de que, si
bien es de contenido patrimonial, no es una obligación meramente
patrimonial 57: no constituye un crédito en el patrimonio del acreedor (alimentista) del que pueda disponer ni que sirva como garantía
a sus acreedores, ni un elemento pasivo en el patrimonio del deudor (alimentante), dado que no se computa en la evaluación económica de los patrimonios de uno y otro. Además, el elemento más
destacado en ella es el interés familiar y social de la institución y su
fundamento de solidaridad familiar, y no sólo el aspecto puramente
económico-patrimonial.
Sin embargo, aun cuando la obligación en sí no sea sólo de
carácter puramente patrimonial, también es verdad que su contenido sí es económico o patrimonial: la obligación, como veremos
seguidamente, surge precisamente porque el alimentista está en
una situación de necesidad económica y el alimentante tiene un
patrimonio suficiente para atender tanto sus propias necesidades
como las del alimentista; y además su contenido son pensiones o
un mantenimiento in natura, cuantificables económicamente.
Por ello, entendemos con el Profesor Lasarte 58 que realmente
bajo el amplio concepto de obligación de alimentos deberíamos
distinguir distintas realidades. Por una parte, podemos distinguir
un derecho de alimentos en general, como relación jurídica de
derecho-deber entre familiares próximos que determina que, conforme a las normas del Código Civil que veremos, puedan exigir o
tengan que prestar alimentos; y una relación obligatoria alimenticia, cuando ese derecho de alimentos en general, con un cierto
carácter abstracto, pasa a establecerse y concretarse entre las partes, ya sea de modo voluntario ya por imposición judicial. Y aún
podemos diferenciar dos realidades más, si bien éstas ya más claramente diferenciadas de la propia obligación de alimentos: una
57
Lo que ya fue puesto de manifiesto por Cicu, en «Cómo llegué…», op. cit.,
p. 186. En nuestra doctrina, vid. Beltrán de Heredia, La obligación legal…, op. cit.,
pp. 21-22 y 28-31, y comentario al título VI CC, op. cit., pp. 15 y 18-20; Delgado,
comentario al artículo 142, op. cit., p. 523; y Lacruz, «La obligación de alimentos», op.
cit., p. 38. Asimismo, las SSAAPP Granada de 13 de julio de 2002 y Valencia de 25 de
junio de 2003.
58
En Principios…, op. cit., p. 388.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 755
anterior, la situación de parentesco próximo que con carácter abstracto puede determinar que surja o no un derecho de alimentos
entre los interesados (con carácter previo a que haya aún una situación de necesidad, por lo que todavía no se ha constituido en tal
sentido una obligación propiamente dicha y no aparecen concretados un acreedor y un deudor), que podemos denominar relación
familiar de alimentos; y otra posterior, la de las pensiones alimenticias, en las que la relación obligatoria alimenticia ha ido devengando unas cantidades para la satisfacción de las necesidades del
alimentista 59. Podemos decir que el elemento de patrimonialidad
irá creciendo en ese orden, desde la mera situación de parentesco,
en que no hay aún elemento patrimonial alguno, hasta las pensiones alimenticias, en las que su acentuado carácter patrimonial hace
que puedan considerarse créditos ordinarios –faltándole muchos de
los caracteres que veremos seguidamente–, con la peculiaridad
únicamente de su origen.
Comúnmente se destacan por la doctrina 60 como caracteres del
derecho de alimentos en general los siguientes:
a) Legalidad: como hemos visto, frente a obligaciones de origen convencional o testamentario, la obligación de alimentos que
estamos estudiando tiene su origen y regulación en la ley (concretamente, los arts. 142 a 153 CC), sin que –frente a las obligaciones
ordinarias– tenga en ella papel alguno la autonomía de la voluntad,
salvo la opción que permite al alimentante el artículo 149 del Código Civil de cumplir la obligación con pensiones (pecuniarias)
periódicas o manteniendo al alimentista en su propia casa, pero aun
ésta –como veremos– no es posible en todos los casos.
b) Reciprocidad 61: los parientes vinculados por la relación
familiar de alimentos, al igual que son recíprocamente parientes,
son potencialmente tanto acreedores como deudores de la prestación alimenticia cuando se den los requisitos legalmente contemplados (que pueden resumirse en necesidad del alimentista, suficiencia patrimonial del alimentante y relación de parentesco
próximo entre ellos), con independencia de que el derecho a los
alimentos pueda convertirse en unilateral si alguno de los potencia59 Ya sean cantidades evaluadas en dinero directamente o por equivalente, dado que
como veremos el alimentante tendrá la opción –aunque con excepciones– de cumplir la
obligación pecuniariamente o manteniendo al alimentista en su propia casa (art. 149 CC).
60
Entre otros, vid. Beltrán de Heredia, La obligación legal…, op. cit., pp. 22-28,
y comentario al título VI CC, op. cit., pp. 15-18; Delgado, comentario al artículo 142, op.
cit., p. 523; Díaz-Ambrona y Hernández Gil, Lecciones…, op. cit., pp. 446-447; DíezPicazo y Gullón, Sistema…, op. cit., pp. 49-50; Lacruz, «La obligación de alimentos»,
op. cit., pp. 39-41; Lasarte, Principios…, op. cit., pp. 388-389; y Valverde, Tratado..,
op. cit., pp. 528-530.
61
Expresamente reconocida en el artículo 143 CC.
756
Francisco Javier Jiménez Muñoz
les acreedores lo pierde por concurrir una causa de extinción. El
alimentista de hoy, si experimenta un incremento patrimonial suficiente, puede ser el alimentante de mañana, bien del propio deudor
actual de los alimentos (si incurre en un estado de necesidad) como
de un tercero. Como hemos dicho, la reciprocidad es potencial, por
supuesto no actual, pues supone un planteamiento contrario a la
lógica entender que quien esté en una situación de necesidad que le
haga acreedor de alimentos frente a otra persona (que por definición debe estar en mejor posición patrimonial que él) sea a su vez
deudor de alimentos de ésta (con lo que ahora sería el primero el
que estuviera en mejor posición patrimonial): no se puede estar en
una situación de suficiencia y a la vez de insuficiencia patrimonial;
por ello, dado que la reciprocidad no supone correspectividad, no
será aplicable a la obligación de alimentos el artículo 1.124 del
Código Civil.
c) Indeterminación 62 y variabilidad 63 en cuanto a su cuantía,
dado que –como veremos– tal cuantía se concreta en función de la
entidad del patrimonio del alimentante y de las necesidades del
alimentista, y evolucionará conforme varíen éstos.
d) Imprescriptibilidad: el que la obligación de alimentos
venga determinada por la situación de necesidad vital del alimentista supone que no pueda entenderse que desaparezca por el mero
transcurso del tiempo, sino sólo porque dejen de darse los requisitos que han de concurrir en esa obligación (fundamentalmente, la
desaparición de esa necesidad). La imprescriptibilidad viene determinada también por ser la obligación de alimentos irrenunciable 64
e indisponible al no estar en el comercio de los hombres 65.
e) Carácter personalísimo o intuitu personae: se confiere a
determinadas personas la posición activa o pasiva por ser ellas mismas, fundamentalmente por la existencia de vínculos de parentesco, de modo que sólo los parientes específicamente previstos en la
Ley pueden ocupar la posición de alimentante o alimentista.
f) Como consecuencia lógica del carácter personalísimo de la
obligación de alimentos y de su vinculación a las necesidades de
subsistencia del alimentista, el artículo 151 del Código Civil establece que el derecho de alimentos es irrenunciable e intransmisible
por el alimentista, pues ese personalismo impide dar entrada en la
obligación a terceros que no cumplan el requisito de parentesco, y
el admitir la renuncia o transmisión del derecho del alimentista
62
63
64
65
Vid. artículo 146 CC.
Vid. artículo 147 CC.
Cfr. STS de 20 de octubre de 1924.
Vid. STS de 7 de octubre de 1970.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 757
supondría que no se cubrirían aquellas necesidades, precisamente
en atención a las cuales ha nacido. En caso de fallecimiento del
alimentante o del alimentista, sus herederos podrán ser los nuevos
alimentantes o alimentistas, pero por su propia relación de parentesco y respecto de una nueva obligación alimenticia, nunca porque
se produzca una sucesión en esa posición.
g) Consecuencia también del carácter personalísimo de la
obligación alimenticia y de su vinculación a la subsistencia del
alimentista es que el crédito alimentario es inembargable 66, dado
que ello supondría que no se cumpliera el fundamento de esta obligación: se trata de favorecer al alimentista, que precisa las pensiones alimenticias para su propia subsistencia, y no a sus acreedores,
y admitir la embargabilidad supondría condenar al alimentista
necesitado prácticamente a la indigencia o casi la muerte por inanición para permitir la satisfacción de los intereses patrimoniales de
sus acreedores.
h) No compensabilidad: en el artículo 151 del Código Civil se
establece igualmente que el derecho de alimentos no es compensable con las deudas que el alimentista tenga con el alimentante.
Aunque sean recíprocamente acreedor y deudor entre sí, la obligación de alimentos es de cumplimiento necesario, al basarse en la
necesidad del alimentista.
i) Finalmente, la obligación alimenticia tampoco es susceptible de transacción 67. El venir impuesta por la ley determina que su
ejercicio no pueda quedar en manos de los particulares. Sí cabrá
que lleguen a un convenio sobre cuánto y cómo ha de percibir el
alimentista, pero sin el efecto de cosa juzgada propio de las transacciones 68, dado que el juez siempre podrá revisar si el pacto
produce unos efectos contrarios a la finalidad legal de que las necesidades vitales del alimentista queden cubiertas 69.
Se observa aquí la utilidad de la distinción que señalamos antes,
pues si bien estas notas distintivas son adecuadas a la obligación de
alimentos en sí (es decir, a las pensiones actuales y futuras), no son
en absoluto aplicables a las pensiones atrasadas, pues a medida que
se van devengando sin consumirse deja de concurrir en ellas la
razón fundamental de la indispensabilidad para la satisfacción de
necesidades vitales, de modo que se van convirtiendo en créditos
pecuniarios ordinarios, de clara patrimonialidad. Desaparecen así
Vid. artículo 607.1.º LEC, aunque hable de una »pensión», sin más concreción.
Vid. artículo 1.814 CC, que prohíbe transigir sobre alimentos futuros.
68
Vid. artículo 1.816 CC.
69
Cfr. los casos resueltos en las SSTS de 14 de febrero de 1976 y 25 de noviembre
de 1985 y en las SSAAPP Cantabria de 20 de marzo de 2002 y Cádiz de 20 de septiembre
de 2002, en que se habían producido tales pactos.
66
67
758
Francisco Javier Jiménez Muñoz
la reciprocidad, dado que sí hay un acreedor y un deudor en posiciones definidas, por lo que nunca podrá entenderse que el acreedor esté obligado al pago de la renta, y la indeterminación y variabilidad, puesto que cada pensión devengada tendrá ya una cuantía
fija; las pensiones vencidas e impagadas prescribirán en el plazo
específicamente previsto de cinco años 70; y la desaparición del
personalismo hará que, como en cualquier otro crédito pecuniario,
sí quepan su renuncia, transmisión, compensación y transacción, e
incluso su embargo, permitiendo a los acreedores del alimentista
que las reclamen 71.
3.
ALIMENTISTAS Y ALIMENTANTES
Como dijimos con anterioridad, con tales términos se hace referencia respectivamente a los acreedores y deudores de la relación
obligatoria alimenticia. La reciprocidad de esas posiciones hará
que las mismas personas estén obligadas a alimentarse entre ellas,
aunque –claro es– no simultáneamente sino que una y otra posición
estará en función de en quién concurra la necesidad en cada
momento.
El Código Civil contempla la relación de los implicados en la
relación alimenticia únicamente desde la posición deudora,
determinando que son obligados a la prestación de alimentos
(alimentantes), en este orden 72, el cónyuge 73, los descendientes
70
Vid. artículo 1.966.1.º CC. Para Sánchez Román (Estudios de Derecho Civil, op.
cit., p. 1270), en una posición aislada, no prescribirían las pensiones alimenticias legales,
sino que el precepto se referiría únicamente a los convencionales o voluntarios.
71
En cambio, en contra de la embargabilidad de las pensiones vencidas y no cobradas se manifiesta Lacruz, «La obligación de alimentos», op. cit., p. 39.
72
Vid. artículos 143-144 CC. Este orden es de obligada observancia, de modo que
no cabe reclamación a los abuelos en tanto no se demuestre que los padres no pueden
realizar la prestación alimenticia (así, SSTS de 10 de enero de 1906, 27 de abril de 1911
y 24 de noviembre de 1920), ni a los hermanos con anterioridad a los hijos (STS de 5 de
abril de 1902), ni a los padres y abuelos antes que al cónyuge y padre (STS de 10 de enero
de 1906). No obstante, ello no supone que deba seguirse este orden en sucesivos
procedimientos judiciales para la reclamación de los alimentos, sino que puede dirigirse la
acción bien simultáneamente contra todos o bien contra cualquiera de los parientes
comprendidos en el artículo 144 CC, siempre que en tal caso se justifique que los que
ocupan una posición anterior que el reclamado en esa graduación carecen de medios
suficientes para satisfacer los alimentos (en tal sentido, entre otras, las SSTS de 5 de abril
de 1902, 27 de abril de 1911, 6 de junio de 1917, 24 de noviembre de 1920, 30 de abril
de 1923, 20 de noviembre de 1929, 5 de junio de 1982, 2 de diciembre de 1983, 13 de abril
de 1991 y 12 de abril de 1994).
73
No sigue nuestro CC más allá en el parentesco por afinidad, como sí hacen
otros de nuestro entorno: así, el Código italiano (art. 433.4.º y 5.º) incluye también,
entre los obligados a prestar alimentos, a los yernos y las nueras, y los suegros y las
suegras (incluso antes que los hermanos); y el francés (art. 206, en la redacción dada
por la Ley de 9 de agosto de 1919) y el de Uruguay (art. 119) extienden igualmente la
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 759
(con preferencia de los de grado más próximo sobre los de grado
más remoto), los ascendientes (en igual orden de preferencia) y
los hermanos 74 (con preferencia de los de doble vínculo sobre
los que sólo sean uterinos o consanguíneos; lo que es lógico,
dada la diferente vinculación afectiva entre hermanos que comparten ambos progenitores y los que sólo tengan uno en común).
No obstante, como veremos más adelante, la cuantía de los alimentos debidos no es igual en relación con todos los grupos de
alimentistas.
Entre descendientes y ascendientes, el párrafo final del artículo 144 establece que «se regulará la graduación por el orden en
que sean llamados a la sucesión legítima de la persona que tenga
derecho a alimentos». Sin embargo, nos encontramos con que las
normas sucesorias claramente no contemplan su aplicabilidad en
esta materia, y recurrir a ellas 75 da lugar a diversos problemas.
De esta forma, si concurrieran a alimentar a una persona tanto
hijos como nietos (hijos de un hijo premuerto; como sabemos, si
éste viviera excluiría a sus hijos), serán alimentantes todos ellos,
pues los nietos concurrirían a la sucesión legítima del alimentista
por derecho de representación, ocupando el lugar de su padre en la
herencia de aquél 76. En cambio, quedarían excluidos los bisnietos,
si existieran, salvo que hubiera fallecido su progenitor –nieto del
alimentista–, en cuyo caso ocuparían a su vez el lugar del mismo.
Por otra parte, esta regla sólo operará cuando el alimentante sea
descendiente del alimentista, pero no en la situación inversa, dado
que el derecho de representación sólo opera en la línea recta descendente, nunca en la ascendente 77; por ello, esa situación (concurrencia de ascendientes del alimentista de distinto grado, por ej.
abuelos y bisabuelos –cuando el hijo de éstos, abuelo del alimentisobligación a los yernos o nueras respecto de los suegros y viceversa, con determinadas
limitaciones (básicamente, el cese de su posición de alimentante o alimentista cuando
el cónyuge que produjo la afinidad y los hijos nacidos de su unión con el otro hayan
fallecido).
74
No entran en el CC español entre los alimentantes o alimentistas otros parientes
colaterales fuera de los hermanos, como sí sucede, por ej., en el CC federal mexicano, que
extiende la obligación recíproca de alimentos hasta los parientes colaterales de cuarto
grado (art. 305.II). El antiguo CC portugués (art. 177) imponía la obligación, respecto de
alimentistas menores de diez años y a falta de padres, abuelos y hermanos, a cualquier otro
pariente hasta el décimo grado, con preferencia de los más próximos.
75
Lo que tal vez se explica como reminiscencia de la vieja regla ubi emolumentum
succesionis ibi onus alimentorum, que asimilaba la prestación alimenticia con los llamamientos a la sucesión.
76
Vid. artículos 924 y 926 CC. En cambio, ve dudoso si estos descendientes contribuirían a los alimentos por estirpes o por cabezas Lacruz («La obligación de alimentos»,
op. cit., p. 42), y con él Delgado (en el comentario al art. 144, Comentario del Código
Civil, Ministerio de Justicia, op. cit., pp. 526-527) y Puig Brutau (Fundamentos…, op.
cit., pp. 286-287).
77
Vid. artículo 925 CC.
760
Francisco Javier Jiménez Muñoz
ta, haya fallecido–) será bastante más problemática: la aplicación
del criterio de la división por líneas del artículo 940 del Código
Civil opera sólo entre ascendientes del mismo grado, debiéndose
dividir la carga por líneas y dentro de cada línea por cabezas, lo
que provocaría que, por ej., el abuelo paterno hubiera de asumir la
mitad de la carga mientras que la otra mitad se distribuiría entre
todos los bisabuelos maternos, lo que sería difícil de conciliar con
la proporcionalidad al caudal respectivo que debe regir cuando
existen varios obligados, conforme al artículo 145 78.
En la relación de parentesco, frente a la situación anterior a la
reforma de 1981 79, estarán en igual posición tanto los vinculados
por filiación matrimonial como no matrimonial. Asimismo, entrarán aquí los hijos adoptivos, dada la equiparación de efectos de la
filiación adoptiva con la matrimonial 80, si bien la inexistencia de
verdaderos vínculos de sangre puede plantear problemas a la hora
de establecer la preferencia entre hermanos para asumir la posición de alimentante, conforme al orden del artículo 144.4.º del
Código Civil, cuando los adoptados concurren con otros hijos del
adoptante o adoptantes, ya que propiamente no hay entre aquéllos
un vínculo doble o sencillo. Ello ha hecho que algunos autores 81
hayan entendido que la relación de los adoptados con los hijos de
sus adoptantes será asimilable a la de los hermanos de doble vínculo cuando hayan sido adoptados por ambos progenitores de éstos y
a los de vínculo sencillo cuando el adoptante sea uno solo de los
progenitores.
En los supuestos de pluralidad de parientes potencialmente
obligados, el orden anteriormente indicado servirá en principio
para concretar quiénes de ellos serán los alimentistas. Sin embargo,
en caso de que existan varias personas que ocupen el mismo grado,
surge la cuestión de si son todos obligados y de cómo se distribuirá
entre ellos la deuda de alimentos. Ante ello, el Código, resolviendo
una ya larga controversia sobre el carácter divisible o no de la obligación de alimentos, opta por configurarla como mancomunada y
divisible, excluyendo claramente la solidaridad, de modo que
«cuando recaiga sobre dos o más personas la obligación de dar
alimentos, se repartirá entre ellas el pago de la pensión en cantiCfr. Delgado, comentario al artículo 144, op. cit., p. 527.
En la que se distinguía un distinto orden según se tratara de hijos legítimos, ilegítimos por concesión real, naturales reconocidos o no naturales. La reforma de 1981, consecuente con el principio de igualdad de todas las filiaciones que ella misma establece (nuevo
art. 108.II CC, con base en el art. 39.2 CE), elimina estas categorías también en el artículo 143 CC, en relación con la obligación de alimentos.
80
Vid. artículo 108 CC, en la redacción del precepto dada por la reforma de 1981.
81
Cfr. Delgado, comentario al título VI CC, op. cit., p. 1037, y comentario al
artículo 144, op. cit., p. 527; y Díez-Picazo y Gullón, Sistema…, op. cit., p. 51.
78
79
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 761
dad proporcional a su caudal respectivo» 82. No obstante, como
observamos, no es una mancomunidad ordinaria, pues su distribución no será por cuotas iguales 83, sino en proporción a la cuantía
del patrimonio de cada alimentante, y además la parte de los
parientes sin capacidad patrimonial suficiente se concentra en los
demás 84. En estos casos de pluralidad de alimentantes, éstos
podrán, con el asentimiento del alimentista, acordar cómo se distribuirá la carga: entonces, tal convenio vinculará a los alimentantes,
pero no al alimentista, que podrá ignorarlo, dada la irrenunciabilidad e imposibilidad de transacción de su derecho, y en cualquier
caso el convenio estará siempre subordinado a la variabilidad de la
capacidad patrimonial de los alimentantes y de las necesidades del
alimentista 85.
El que la obligación sea mancomunada y la determinación de la
cuantía de alimentos que recae sobre cada uno de los alimentantes
sea en proporción a su propio patrimonio determina que haya de
demandarse a todos los potenciales alimentistas, estableciéndose
así un litisconsorcio pasivo necesario 86. No obstante, no hará falta
demandar a aquellos alimentantes que ya se hallen prestando alimentos voluntariamente 87.
82
Art. 145.I CC.
Como se presume legalmente en el artículo 1138 CC.
84
Mientras que en las obligaciones mancomunadas divisibles ordinarias, la insolvencia de uno de los deudores perjudica al acreedor, que no puede reclamar a cada uno más
allá de su parte en el total de la deuda (vid. art. 1137 CC).
85
En el mismo sentido, Delgado, comentario al artículo 145, Comentario del
Código Civil, Ministerio de Justicia, op. cit., p. 529; y Lacruz, «La obligación de alimentos», op. cit., p. 43.
86
Igualmente, las SSTS de 12 de abril de 1994 y 5 de noviembre de 1996. Ésta última señala que fijar la deuda de uno de los alimentantes «supone entonces, inexcusablemente, fijar simultáneamente el porcentaje de la deuda del otro, lo cual exige, para no
producir indefensión a esa otra parte, y para evitar sentencias contradictorias, traer a
todos los deudores conjuntamente al proceso como partes demandadas». Asimismo, vid.
las SSAAPP Zaragoza de 9 de julio de 1999 y Madrid de 14 de octubre de 2002, y las
sents. citadas en la nota siguiente.
En contra, en cambio, se manifiesta la SAP Gerona de 2 de noviembre de 1994, que
rechaza una excepción de falta de litisconsorcio pasivo necesario, y sorprendentemente
dice que «en esta materia rige la libertad plena de elección de los obligados a prestar
alimentos» y que si bien el artículo 144 CC establece un orden «este último precepto no
impone efectivamente a los acreedores alimentarios la sujeción estricta a la enumeración
que el artículo meritado contiene, sino que la reclamación la pueden promover contra
cualesquiera de las personas que menciona la referida norma», remitiéndose a las sents.
que citamos al final de la nota 72, erróneamente, pues las mismas no dicen eso que esta
sentencia quiere hacerles decir, sino que –por economía procesal– no es preciso seguir el
orden cuando los obligados que ocupan en esa graduación una posición anterior que el
reclamado carecen de medios suficientes para satisfacer los alimentos, es decir, que no es
necesario realizar demandas que ya se sabe que serán infructuosas desde el principio; pero
una cosa es eso, y otra que el demandante de alimentos pueda ignorar alegremente el orden
del artículo 144 CC (cuando nada se dice de que los otros obligados no puedan ser finalmente alimentantes).
87 Así, la STS de 2 de diciembre de 1983, respecto de la alegación por parte de los
abuelos paternos del demandante de alimentos de que no se había demandado igualmente a
83
762
Francisco Javier Jiménez Muñoz
Sin perjuicio de esta configuración de la deuda alimenticia como
mancomunada, se contempla legalmente la posibilidad de una solidaridad provisional: el juez podrá, en casos de especial y urgente
necesidad, imponer a uno de los alimentistas que asuma provisionalmente el pago de la totalidad de la prestación alimenticia, pero sin
que ello suponga que deba hacerse cargo de esa totalidad, sino sólo a
modo de anticipo, por lo que podrá repetir de los demás obligados la
parte que les corresponda a éstos 88. No obstante, hemos de recordar
que, aun fuera de este caso de solidaridad provisional, el alimentante
que abone la totalidad de los alimentos siendo varios los obligados
tendrá una acción de regreso contra sus codeudores 89.
Asimismo, cabe que sea un tercero no obligado quien preste los
alimentos, lo que el Código considera como un caso de gestión de
negocios ajenos, permitiéndole que reclame del alimentante lo
abonado. Así, dispone en su artículo 1894.I que «Cuando, sin
conocimiento del obligado a prestar alimentos, los diese un extraño, éste tendrá derecho a reclamarlos de aquél, a no constar que
los dio por oficio de piedad y sin ánimo de reclamarlos». Si bien el
precepto hace referencia a «un extraño» no parece inconveniente
su extensión a todos aquéllos que no sean obligados a la prestación
de alimentos, y en especial a los parientes que no resultarían obligados (por ej., tíos, sobrinos…; parientes de un grado ulterior
cuando existan potenciales alimentistas de un grado más próximo,
o asimilados 90) 91, y que sin embargo dan alimentos al necesitado.
la abuela materna, con quien convivía, señala que si «la abuela materna está cumpliendo de
manera voluntaria dicho deber de acuerdo con sus posibilidades, su llamada al pleito era no
sólo innecesaria, sino incluso temeraria, en cuanto la pretensión contra ella habría carecido
de contenido al estar ya cumplida extraprocesalmente la obligación alimenticia que a ella le
afectaba». En la misma línea se pronuncian, entre otras, la SSTS de 12 de abril de 1994 y las
SSAAPP Zaragoza de 5 de mayo de 1998, Guadalajara de 26 de octubre de 1998, Madrid de
27 de julio de 1999, y Almería de 30 de mayo de 2000 y 20 de febrero de 2001.
88 Art. 145.II CC: «(…) en caso de urgente necesidad y por circunstancias especiales, podrá el Juez obligar a una sola de ellas a que los preste provisionalmente, sin perjuicio de su derecho a reclamar de los demás obligados la parte que les corresponda». Este
párrafo será aplicable en los casos en que el alimentista no pudiera reclamar los alimentos
a todos los alimentantes, por ej. por no estar presentes o desconocerse su domicilio: no se
impone que el alimentista deba esperar a poder demandar a todos los potenciales alimentantes, sino que si hay una urgente necesidad del alimentista el juez podrá obligar a una
prestación provisional a los alimentantes ya presentes. No obstante, ha de entenderse que
la regla general, fuera de estos supuestos excepcionales, será la de que el alimentista debe
reclamar los alimentos a todos los potenciales obligados (cfr. Manresa, Comentario a los
arts. 144 y 145 CC, en Comentarios al Código Civil español, op. cit, p. 828).
89
Vid. artículo 1.158 CC, en relación con el 1138.
90
Como en el caso de la SAT Pamplona de 9 de enero de 1987, en que la esposa
separada de hecho convive junto con su hija, de la que tiene la custodia, con otro hombre,
y éste atiende las necesidades de ambas; en tal caso, la Audiencia entiende que el padre no
está exonerado, en relación con su hija, de las obligaciones de los artículos 92 y 93 CC
(doctrina que podría ser extensible a la obligación alimenticia propiamente dicha).
91 Aunque un parentesco próximo puede inducir a creer que los alimentos se prestan
con ánimo de liberalidad. En tal sentido, la STS de 7 de marzo de 1932, y Pérez Gonzá-
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 763
Si la pluralidad se diera desde la posición del acreedor, de
modo que dos o más necesitados reclamaran a la vez alimentos de
un mismo alimentante, deberá éste asumir todos los alimentos si
tuviera patrimonio suficiente para ello. En caso de insuficiencia
patrimonial para dar alimentos a todos los que se los reclaman,
deberá seguirse el mismo orden del artículo 144 92, salvo que los
alimentistas concurrentes fueran el cónyuge y un hijo sujeto a la
patria potestad, en cuyo caso se preferirá éste a aquél 93. El Código
no resuelve el caso de que concurran varios alimentistas en el
mismo grado de preferencia (varios hijos, ambos padres…), en
cuyo caso se ha entendido que debería repartirse lo que el alimentante pueda proporcionar entre los diversos alimentistas, aunque no
baste para cubrir las necesidades de todos 94.
Finalmente, la reclamación de los alimentos deberá ser realizada en principio por el propio necesitado, salvo –claro es– en los
casos de minoría de edad o incapacitación, en cuyo caso lo harán
por ellos sus representantes legales. Sin embargo, respecto de si
uno de los progenitores (normalmente la madre) puede reclamar al
otro la pensión alimenticia de sus hijos si éstos son mayores de
edad, ha habido una divergencia de criterios entre las distintas
Audiencias Provinciales 95, y así mientras algunas han considerado
que dado que los titulares del derecho a alimentos son los hijos,
deberán ser éstos si son mayores de edad quienes los reclamen, sin
que la madre pueda erigirse en parte de un procedimiento judicial,
reclamando unas pensiones que a ella no le corresponden y que los
hijos no exigen 96; en cambio, otras sí le han reconocido esta legitilez, Blas y Alguer, José, Anotaciones al Derecho de obligaciones, de Ludwig Enneccerus (t. II del Tratado de Derecho Civil, de Ludwig Enneccerus, Theodor Kipp y Martin
Wolff), vol. 2.º, 2.ª parte, 3.ª ed., Ed. Bosch, Barcelona, 1966, p. 639.
92
La nota de reciprocidad existente en la obligación de alimentos lleva a que el
mismo orden de preferencia para la determinación del alimentante, en caso de pluralidad
de potenciales obligados, haya de seguirse para la determinación del alimentista, en caso
de pluralidad de necesitados que reclaman.
93
Vid. artículo 145.III CC.
94
En tal sentido, Albaladejo, Manuel, Curso de Derecho civil, t. IV, 9.ª ed., Ed. J.
M. Bosch., Barcelona, 2002, p. 27; Díaz-Ambrona y Hernández Gil, Lecciones…, op.
cit., p. 451; y Manresa, Comentario a los artículos 144 y 145 CC, op. cit, p. 829. En el
mismo sentido, respecto de la obligación alimenticia del donatario para con el donante, se
pronuncia Fuenmayor, «La deuda alimenticia del donatario», op. cit., pp. 185-186.
95
Hasta las SSTS de 24 de abril y 30 de diciembre de 2000. No obstante, el TS sólo
resuelve aquí la cuestión de las reclamaciones que supongan modificación de alimentos
anteriormente fijados durante la minoría de edad de los hijos, no en caso de que se trate de
alimentos ex novo.
96 Así, las SSAAPP Málaga de 19 de septiembre de 1992, Navarra de 29 de septiembre de 1993 y Granada de 8 de febrero de 2000. Tras las SSTS de 2000 citadas, sigue esta
postura, por referirse a unos alimentos nuevos, la SAP Almería de 29 de septiembre de
2001. Apoya esta posición, en contra de la que admite la legitimación de la madre, Vicente
Magro Servet, «El nuevo contrato de alimentos en la Ley 41/2003, de 18 de noviembre,
764
Francisco Javier Jiménez Muñoz
mación para actuar, siempre que esos hijos mayores de edad convivan con ella, como ejecución dentro del procedimiento matrimonial entre los progenitores iniciado cuando eran menores, en virtud
del artículo 93 del Código Civil 97 (en tal sentido, recordemos que
en 1990 se introdujo un segundo párrafo a tal artículo 98, probablemente con un objetivo de economía procesal, a fin de que en el
mismo proceso matrimonial se pueda hacer valer la pretensión alimenticia del hijo mayor de edad siempre que resida en el domicilio
familiar y carezca de ingresos propios, mientras que con anterioridad sólo podía reclamarlos por sí en un juicio de alimentos provide modificación del Código Civil; los alimentos entre parientes y los reclamados para los
hijos menores», Diario La Ley, núm. 6.019, 17-5-2004, p. 6.
Igualmente, respecto del punto de vista pasivo, defienden que han de ser demandados
los hijos alimentistas conjuntamente con la madre en el proceso que busque la extinción o
reducción de la cuantía de las pensiones alimenticias (litisconsorcio pasivo necesario), las
SSAAPP Asturias de 6 y 20 de noviembre de 1991, 13 de enero de 1992, 12 de junio de
1993 y 8 de noviembre de 1993; Palma de Mallorca de 16 de noviembre de 1992, Burgos
de 9 de febrero de 1991, Granada de 21 de septiembre de 1992, Salamanca de 13 de enero
de 1993, 7 de octubre de 1996 y 20 de noviembre de 1997; Vizcaya de 22 de enero de
1993, Zaragoza de 7 de julio de 1993, Valencia de 25 de octubre de 1993, Álava de 21 de
junio de 1994, 15 de abril de 1997, 29 de junio y 30 de septiembre de 1998 y 17 de febrero
de 1999, y Cádiz de 17 de julio de 1996.
97 Así, por ej., las SSAAPP Pontevedra de 12 de abril de 1991, Oviedo de 25 de julio
de 1992, Murcia de 20 de enero de 1993, Alicante de 20 de julio de 1993, Barcelona de 17
de mayo de 1996 y Álava de 17 de febrero de 1999, y, posteriormente a las SSTS de 2000
las SSAAPP Asturias de 1 de febrero de 2001, Tarragona de 13 de junio de 2001, Santa
Cruz de Tenerife de 14 de octubre de 2001, Gerona de 30 de noviembre de 2001, Huelva de
27 de marzo de 2003 y Ciudad Real de 24 de septiembre de 2003, al igual que el AAP
Gerona de 29 de abril de 2002. La SAP Castellón de 23 de enero de 2004 entiende que la
legitimación procesal de la madre deriva del título ejecutivo, conforme al artículo 538.2
LEC, que es la sentencia de separación que aprobó el convenio regulador (en cambio, llega
a negar legitimación a la hija mayor de edad para renunciar a pensiones devengadas durante su minoría de edad). Dentro de esta posición, destaca la línea que entiende que «en
principio, las pensiones reconocidas a los hijos no son pensiones alimenticias o alimentos
propiamente dichos, sino, mientras vivan a costa de uno de los cónyuges, y no se hayan
independizado económicamente, son propiamente compensación a las «cargas del matrimonio o de la familia» (…) [y por ello] el progenitor está legitimado activamente para
pedir tal ayuda, y no los hijos, aunque hayan cumplido la mayoría de edad, por cuanto es
aquél y no éstos, mientras los mismos permanezcan en la familia, por su falta de independencia, y al no salir de ella, el que debe pedir para levantar esas cargas» (SAP Córdoba
de 5 de octubre de 1995; igualmente, las SSAAPP Murcia de 20 de enero de 1993 y
Valencia de 14 de noviembre de 1997).
Desde el punto de vista pasivo, entienden que no existe litisconsorcio pasivo necesario
de los hijos mayores de edad alimentistas con la madre en el proceso que busque la extinción o reducción de la cuantía de las pensiones alimenticias, de modo que la madre tiene
legitimación suficiente para oponerse, las SSAAPP Alicante de 20 de abril de 1991, Vizcaya de 19 de diciembre de 1991, Almería de 2 de junio de 1992, Asturias de 25 de julio de
1992, Pontevedra de 25 de abril de 1991, Badajoz de 17 de febrero de 1992, Málaga de 10
de septiembre de 1992, Murcia de 26 de abril de 1995, Zaragoza de 5 de abril de 1995, La
Rioja de 2 de febrero de 1994, Ciudad Real de 10 de febrero de 1994, Burgos de 5 de
marzo de 1994, La Coruña de 18 de abril de 1994, Huesca de 22 de abril de 1994, León de
11 de noviembre de 1997, Salamanca de 27 de septiembre de 1994, Cáceres de 7 de abril
de 1998, Córdoba de 24 de junio de 1999 y Cantabria de 11 de diciembre de 2002.
98
«Si convivieran en el domicilio familiar hijos mayores de edad o emancipados
que carecieran de ingresos propios, el Juez, en la misma resolución, fijará los alimentos
que sean debidos conforme a lo artículos 142 y siguientes de este Código».
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 765
sionales o a través del declarativo ordinario). La solución que
parece haberse adoptado finalmente es una intermedia, que admite
la representación de los hijos mayores por un progenitor en la
reclamación de alimentos frente al otro, pero sólo si aquéllos le
apoderan especialmente o comparecen en juicio ratificando lo
actuado por él 99.
4.
PRESUPUESTOS Y NACIMIENTO DEL DERECHO A
LOS ALIMENTOS
Como dijimos, serán presupuestos o requisitos que han de concurrir para que surja la obligación de alimentos el estado de necesidad del alimentista, la suficiencia patrimonial del alimentante y la
relación de parentesco entre ambos.
El estado de necesidad del alimentista supone que el alimentista ha de carecer de recursos suficientes para atender a sus propias
necesidades de mantenimiento, lo que ha de apreciarse objetivamente 100. Para ello habrá de atenderse a la cuantía de su patrimo99
La citada STS de 24 de abril de 2000 asentó, cuando se trate de modificación de
los alimentos fijados durante la minoría de edad de los hijos y siempre que se cumplan los
requisitos del artículo 93.II CC, la posición favorable a la posibilidad de reclamación de
alimentos a favor de los hijos mayores de edad por uno de sus progenitores al otro progenitor (en representación personal y no del hijo, si bien defendiendo intereses colectivos de
ambos). No obstante, la posterior STS de 30 de diciembre de 2000 precisó que, como decimos en el texto, para ello se requiere el apoderamiento o ratificación apud acta por el hijo
mayor de edad de lo actuado por el progenitor demandante.
Esta posición ha sido seguida por las SSAAPP Granada de 21 de septiembre de 1992
y 26 de junio de 1993, Asturias de 8 de noviembre de 1993, Valladolid de 7 de diciembre
de 1994, Cádiz de 29 de junio de 1999, Gerona de 19 de enero de 2000, Guipúzcoa de 21
de enero de 2000 y Las Palmas de 10 de octubre de 2002. Igualmente, el AAP Las Palmas
de 23 de septiembre de 2003 señala que «la titularidad de tal derecho [de alimentos]
corresponde a los hijos, de manera que faltando tal ratificación decae la particular legitimación del progenitor para el ejercicio de la acción de reclamación de alimentos que
ejercita» (en el caso, curiosamente, la madre demanda unos alimentos para la hija mayor
de edad sin autorización –ni, por lo visto, conocimiento– de ésta, que cuando comparece
en juicio le niega tal autorización y declara estar percibiendo regularmente las pensiones
alimenticias de su padre).
También se había orientado en este sentido la Consulta 1/1992, de 13 de febrero, de la
Fiscalía General del Estado: si los alimentos al hijo mayor de edad son ex novo, el único
legitimado para reclamarlos es el propio hijo y no alguno de los ascendientes con los que
conviva; si se trata de procedimientos matrimoniales y se hubiera solicitado una pensión
alimenticia para él, podrá comparecer y mostrar su conformidad con dicha cantidad o bien
otorgar un poder apud acta al progenitor que hubiere solicitado para él la pensión, y si no
estuviere conforme por entender que la cantidad debe ser superior, deberá acudir al juicio
declarativo ordinario de alimentos definitivos o al juicio de alimentos provisionales, y,
finalmente, si en la demanda, contestación o reconvención no se hubiera solicitado para él
pensión alimenticia alguna, no podrá reclamar alimentos en el procedimiento matrimonial
y deberá acudir a los propios de alimentos ya señalados.
100
Frente a la situación anterior a la reforma de 1981, en que esas necesidades habían
de apreciarse «según la situación social de la familia». La reforma indudablemente pretendió
766
Francisco Javier Jiménez Muñoz
nio, incluyendo tanto las rentas, frutos e intereses que perciba
(entre los que destacan los posibles alimentos de origen convencional u otras prestaciones que pueda reclamar 101) como el capital 102,
y si está en condiciones de poder realizar un trabajo que le permita
satisfacer por sí mismo esas necesidades; por ello, como veremos
en su momento, cesará la obligación si el alimentista pudiera ejercer un oficio, profesión o industria o hubiera adquirido un destino
o mejorado de fortuna 103.
La situación de necesidad del alimentista ha de ser fortuita. En
relación con los hermanos, no surgirá la obligación en caso de que
la situación de necesidad sea imputable al propio alimentista 104,
mientras que respecto de los descendientes cesará (y por tanto tampoco surgirá, si se produce antes de llegar a constituirse la obligación) en caso de que la necesidad provenga de mala conducta o
falta de aplicación al trabajo, mientras éstas persistan 105. En cualquier caso, a fin de evitar el mantenimiento de parásitos sociales
que pretenden vivir «una buena vida» a costa de otros, se trata de
que el alimentista no haya causado negligentemente su propia
situación de necesidad y que haya hecho lo posible por salir de
ella.
Por otra parte, como puso de manifiesto el Profesor Lacruz 106, la
necesidad a tener en cuenta es únicamente la del propio alimentista (el
derecho de alimentos es estrictamente individual): las personas que
acabar con criterios clasistas, pero lo cierto es que de facto no es igual el nivel de vida ordinario de las personas de clases sociales distintas (no obstante, puede entenderse que la situación anterior a la reforma persiste en cierta medida a través de la referencia a los medios
económicos del alimentante: obviamente, salvo raras excepciones, el alimentante de un individuo de clase alta tendrá normalmente un patrimonio suficiente como para poder proporcionarle un nivel de vida elevado; en cualquier caso, puede considerarse que se ha sustituido la
referencia a una posición social por otra a una posición económica del alimentante).
101
En tal sentido, se han de tener en cuenta las posibles pensiones públicas que perciba el alimentista, para moderar la cuantía de la pensión alimenticia, como por ej. en las
SSAAPP Santa Cruz de Tenerife de 14 de octubre de 2001 y Baleares de 4 de diciembre de
2001. Igualmente, el que el reclamante de alimentos haya rechazado la posibilidad de tramitar a su favor un expediente al objeto de obtener una ayuda económica en concepto de
ingresos mínimos de inserción (así, en la SAP Valladolid de 19 de octubre de 1998).
102 Aquí se ha dicho que el alimentista deberá gastar primero todo su patrimonio
(hasta un nivel que no permita su propio mantenimiento), aun cuando la venta de los bienes
sólo sea posible en condiciones desventajosas (situación en la que la jurisprudencia francesa ya ha concedido alimentos). Así, Delgado, comentario al artículo 146, Comentario del
Código Civil, Ministerio de Justicia, op. cit., p. 531; y Puig Peña, «Alimentos», op. cit.,
p. 582 (en especial la nota 9).
103
Vid. artículo 152.3.º CC.
104
Vid. artículo 143.II CC.
105
Vid. artículo 152.5.º CC. Obviamente, la mala conducta o la falta de aplicación al
trabajo no han de ser las únicas causas de la necesidad del alimentista (pueden concurrir
con la situación económica, las dificultades del mercado de trabajo…), pero sí las
determinantes.
106
Lacruz, «La obligación de alimentos», op. cit., p. 45; y con él Delgado,
comentario al artículo 146, op. cit., p. 532. Asimismo se pronuncia en esa línea Puig
Peña, «Alimentos», op. cit., p. 593.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 767
éste tenga a su cargo, o bien tienen también un derecho de alimentos
frente al mismo alimentante, y entonces deberán ejercerlo individuamente y en el orden de rango que corresponda (pudiendo haber otros
potenciales obligados que deberían ser alimentantes suyos preferentemente), o no lo tienen, en cuyo caso no podrán gravar indirectamente
–a través del alimentista– el patrimonio del alimentante.
Para la determinación de la suficiencia patrimonial del alimentante se atenderá tanto a su activo como a su pasivo. En el activo
habrán de tenerse en cuenta igualmente tanto el capital patrimonial
como las rentas, frutos e ingresos, y en el pasivo las deudas que
tenga y especialmente sus necesidades y las de su familia, a las que
debe atender en primer término 107. También será un elemento a tener
en cuenta el trabajo del alimentante, aunque no existe obligación
jurídica de trabajar para obtener así los medios que permitan alimentar a otros 108. Por otra parte, es frecuente que el obligado pretenda
ocultar la entidad de su patrimonio, por lo que en tales casos su cálculo habrá de realizarse acudiendo a signos externos 109.
Desde el momento en que se den estos requisitos legales para
ello, surgirá el derecho a los alimentos. Sin embargo, el artículo 148.1 del Código Civil viene a precisar ese nacimiento, al establecer que «la obligación de dar alimentos será exigible desde que
los necesitare, para subsistir, la persona que tenga derecho a percibirlos; pero no se abonarán sino desde la fecha en que se interponga la demanda».
Esta regla tiene origen en el ius commune, respondiendo a la
máxima in praeteritum non vivitur, si bien matizada: la obligación
de alimentos nace desde que concurren los requisitos legales, fundamentalmente el estado de necesidad del alimentista, y en tal
107
En tal sentido, como veremos, el artículo 152.2.º CC configura como causa de
extinción de la obligación de alimentos el que el patrimonio del alimentante se hubiera
reducido «hasta el punto de no poder satisfacerlos sin desatender sus propias necesidades
y las de su familia».
108
Cfr. Beltrán de Heredia, La obligación legal…, op. cit., pp. 39-40, y comentario al título VI CC, op. cit., pp. 26-27; Cobacho Gómez, José Antonio, comentario a la
Sentencia del TS de 23 de febrero de 2000, CCJC, núm. 53, abril-septiembre 2000, pp. 723724; Díaz-Ambrona y Hernández Gil, Lecciones…, op. cit., p. 452; Puig Brutau,
Fundamentos…, op. cit., p. 289; y Puig Peña, «Alimentos», op. cit., p. 581. Asimismo,
Delgado, comentario al artículo 146, op. cit., p. 531 (quien, no obstante, señala que la
arbitraria renuencia al trabajo del alimentante puede ser tenido en cuenta por el juez a efectos de elevar la cuantía de los alimentos debidos respecto de lo que correspondería a su
patrimonio). En contra, en cambio, se manifiesta Puig Peña («Alimentos», op. cit., p. 581).
Por otra parte, el que el alimentante evite injustificadamente trabajar puede ser fundamento
suficiente para la negativa de los obligados en grado ulterior ante la reclamación del alimentista (vid, en tal sentido, las SSTS de 10 de enero de 1906 y 24 de noviembre de 1920).
109
Vid. SAP Lérida de 2 de julio de 1980 (el padre alega tener unos ingresos mensuales de 40.000 pts., y se ha comprado recientemente un piso y dos automóviles) y STS
de 12 de febrero de 1982 (que aprecia la entidad del patrimonio del alimentante «revelado
de su comportamiento social y signos externos»).
768
Francisco Javier Jiménez Muñoz
sentido el pago voluntario por parte del alimentante será válido y
eficaz y no podrá repetirse lo pagado, habiéndose hecho en cumplimiento, no de una obligación natural, sino de una civil; sin embargo, si el alimentante no cumple voluntariamente y los alimentos
han de reclamarse judicialmente, sólo desde la demanda (y no la
reclamación extrajudicial) se considerará que hay un propio incumplimiento y serán otorgados, pues si por definición los alimentos se
reclaman como necesarios para la subsistencia no ha de comprenderse entre ellos alimentos anteriores, correspondientes a momentos en los que, de un modo u otro, el alimentista ha conseguido
medios para subsistir 110: con la obligación de alimentos no se trata
de cubrir los gastos en que el alimentista incurra en su mantenimiento, sino ese propio mantenimiento.
En cambio, frente al criterio ordinario de que los créditos son
reconocidos judicialmente en la sentencia firme, la especial naturaleza de la deuda alimenticia y el que deba atenderse a la subsistencia del alimentista –lo que conlleva una cierta urgencia– hacen que
se anticipe el dies a quo del devengo de los alimentos al momento
de la interposición de la demanda 111, así como que –ante la normal
duración del procedimiento judicial, que hace que el alimentista no
pueda estar «viviendo del aire» hasta su solución definitiva por
sentencia– se prevean medios cautelares para anticipar la percepción de las prestaciones a esa plena determinación de la deuda alimenticia en la sentencia, tanto –como vimos antes– el que pueda
imponerse a uno solo de los alimentistas el abono de la totalidad de
la deuda como, sobre todo, que el juez, a petición del propio alimentista o del Ministerio Fiscal, pueda ordenar medidas cautelares
urgentes para asegurar los anticipos que realice un entidad pública
u otra persona y proveer a las futuras necesidades (es decir, las que
se vayan produciendo desde la interposición de la demanda hasta la
definitiva fijación de los alimentos en la sentencia 112) 113.
110
Cfr. Sánchez Román, Estudios de Derecho Civil, op. cit., p. 1264. Ello no obsta
para que, ante incumplimientos conscientes del obligado a pesar de los requerimientos
extrajudiciales, pueda pedírsele una indemnización de daños y perjuicios por ese incumplimiento, en especial cuando el alimentista haya tenido que contraer deudas para poder
obtener la propia subsistencia, que aún estén impagadas. Vid., en tal sentido, Delgado,
comentario al artículo 148, Comentario del Código Civil, Ministerio de Justicia, op. cit.,
p. 536; y con él Lacruz, «La obligación de alimentos», op. cit., pp. 44-45. Y, asimismo,
cuando el necesitado no haya podido reclamar los alimentos antes por causa imputable al
propio obligado, como señalan Puig Brutau, Fundamentos…, op. cit., pp. 284-285; y
Puig Peña, «Alimentos», op. cit., p. 585.
111
En cambio, la modificación de una pensión alimenticia ya otorgada cobrará
vigencia con la sentencia firme que la disponga, los efectos de cosa juzgada que derivan de
la primera sentencia obligan a mantener lo dispuesto en ella en tanto no se modifique por
otra sentencia posterior igualmente firme.
112
Cfr. Lasarte, Principios…, op. cit., pp. 391-392.
113 Art. 148.III CC, introducido por la reforma de 1981.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 769
5.
CONTENIDO DE LA OBLIGACIÓN ALIMENTICIA
El contenido de la obligación de alimentos no es igual en todos
los casos, sino que, como dijimos anteriormente, tendrá un distinto
alcance según el parentesco que una a alimentante y alimentista.
Podemos distinguir así dos clases distintas de alimentos en función
de qué comprendan: unos alimentos amplios o civiles, y unos alimentos estrictos, restringidos, reducidos, naturales o –según la terminología que emplea el Código Civil– auxilios 114.
A) ALIMENTOS AMPLIOS
Los alimentos amplios o civiles son los que han de proporcionarse recíprocamente tanto los cónyuges como los parientes en
línea recta (descendientes o ascendientes). Su contenido aparece
descrito en el artículo 142 del Código Civil, que en su redacción
tras la reforma de 1981 señala que: «Se entiende por alimento todo
lo que es indispensable para el sustento, habitación, vestido y asistencia médica. / Los alimentos comprenden también la educación e
instrucción del alimentista mientras sea menor de edad y aun después cuando no haya terminado su formación por causa que no le
sea imputable. / Entre los alimentos se incluirán los gastos de
embarazo y parto, en cuanto no estén cubiertos de otro modo.»
De este modo, podemos ver que los alimentos amplios incluyen
tanto la manutención o sustento propiamente dicho, como el cobijo, vestido y asistencia médica, a los que debe añadirse la educación, en todo caso mientras el alimentista sea menor de edad y
posteriormente 115 si la causa por la que no ha terminado su formación no le es imputable 116; por ello, se hace preciso indagar acerca
114
Esta distinción es novedad del Código Civil, que sigue aquí posiciones doctrinales, pues en el Derecho inmediatamente anterior el concepto legal de los alimentos era
unitario, sin distinción entre ellos en función de que fueran civiles o naturales. Vid. al respecto Sánchez Román, Estudios de Derecho Civil, op. cit., p. 1227, nota 1.
115
Esta extensión a los mayores de edad es obra de la reforma de 1981. Si bien en
otros ordenamientos jurídicos puede encontrarse también, sobre todo como creación jurisprudencial (así, en Francia e Italia; en Alemania se ha derivado del § 1.610.II BGB), el
deber de los padres de asumir los gastos educativos de sus hijos mayores de edad, la normativa española presenta la peculiaridad de que, al incluirse en el contenido de los alimentos, se ponen tales gastos, más allá de los padres, a cargo de todos los potenciales alimentantes.
116 Para Delgado (comentario al título VI CC, op. cit., p. 1032, y comentario al
art 142, op. cit., pp. 523-524), esa «causa imputable» incluiría la falta de capacidad intelectual: quien no consigue terminar sus estudios por ese motivo, a pesar de todos sus
esfuerzos, «ciertamente no tiene la culpa, pero no por ello podrá exigir que se le paguen
estudios superiores hasta que –quién sabe si al final lo lograría– los termine». Así, se trataría con ello de impedir los supuestos de falta de capacidad o esfuerzo en el alimentista,
770
Francisco Javier Jiménez Muñoz
de las causas que han motivado el «retraso» en la formación o las
bajas calificaciones (eventuales enfermedades, crisis familiares…,
o por el contrario desidia del alimentista) 117.
Respecto de la educación, la indicación «y aun después» parece
poner de manifiesto que se referiría únicamente a los descendientes
que reclaman la continuidad de unos estudios iniciados y seguidos
durante la minoría de edad, es decir, parece requerirse una cierta
continuidad temporal en los estudios con la minoría de edad (o sea,
que se trate de menores de edad que alcanzan la mayoría antes de
haber acabado su formación 118), sin que parezca que quepa incluir
la posibilidad de descendientes mayores de edad que reclamen a
sus ascendientes el pago de unos estudios que van a iniciar o reanudar tras haberlos interrumpido tras alcanzar la mayoría, no existiendo la referida conexión con su época de minoría 119, y desde
luego mucho menos de ascendientes que los reclamen a sus descendientes, o entre cónyuges 120. En cualquier caso, la referencia a
que habrá de mantener una razonable regularidad en los resultados, sin que pueda reprochársele una actitud pasiva o de abandono en sus estudios.
En cambio, para Roca («Las relaciones familiares básicas…», op. cit., p. 46) los alimentos han de prestarse «a quien demuestre una preocupación por acabar su formación,
independientemente del éxito que consiga en sus estudios» (las negritas son nuestras). En
esa línea, la SAP Madrid de 5 de abril de 1993 declara que «el hecho de haber obtenido
calificaciones insuficientes o deficientes en sus estudios no presupone que sea debido a una
conducta desordenada o reticente al estudio debidamente acreditada», lo que es reiterado
por las SSAAPP La Coruña de 24 de febrero de 1993, Zaragoza de 7 de julio de 1993
(incluso aun cuando el alimentista dejó los estudios durante dos años) y Cuenca de 3 de
febrero de 1998; en el mismo sentido se pronuncia la SAP Murcia de 16 de febrero de 1999,
«sin que el mero y simple retraso en la conclusión de los estudios derivado de la propia
dificultad de los mismos pueda alzarse en causa generadora del cese de tal obligación alimenticia». En cualquier caso, sí se observa una cierta tendencia en las distintas resoluciones
judiciales a establecer un límite temporal relacionado con el fin razonable de la etapa de
educación del alimentista, y que, aun cuando sea preciso el estudio particularizado de cada
caso, se fija «razonablemente, en esa etapa de la vida de los jóvenes en que éstos, por regla
general, han concluido ya sus estudios y se independizan, en el plano económico, de sus
progenitores, pasando, incluso, las más de las veces, a formar una familia distinta con
domicilio y vida aparte» (expresión de la SAP Valencia que citamos seguidamente; normalmente, en torno a los 23-28 años): así, pueden citarse las SSAAPP Pamplona de 20 de septiembre de 1989, Valencia de 19 de enero de 1995, Barcelona de 17 de mayo de 1996, Las
Palmas de 13 de junio de 1996, Madrid de 21 de abril de 1998 (en un caso en el que ya se
observaba en el alimentista tanto una conflictividad laboral como un elevado absentismo
escolar injustificado) o Guipúzcoa de 12 de marzo de 1999 (en cambio, la SAP Guipúzcoa
de 19 de julio de 1999 anula el límite de 23 años fijado por la sentencia de instancia).
117 Así, la citada SAP Cuenca de 3 de febrero de 1998.
118
Lo que en la actualidad es bastante frecuente si tenemos en cuenta la creciente
elevación de la edad de finalización de estudios, que pusimos de manifiesto al inicio de
este trabajo, sobre todo si consideramos que la edad normal de acceso a la Universidad es
precisamente de 17 ó 18 años, coincidente por tanto con la entrada en la mayoría de edad.
De este modo, con frecuencia la finalización de la formación del alimentista se produce en
la actualidad bien entrada la mayoría de edad.
119 Así, la SAP Badajoz de 21 de febrero de 1995 rechaza que quede cubierta por los
alimentos a un hijo mayor de edad la posterior «matriculación del demandante en un centro de enseñanza».
120
Cfr. Delgado, comentario al artículo 142, op. cit., p. 523. No obstante, el último
supuesto es más dudoso, pues podemos pensar en el caso de un cónyuge menor de edad
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 771
que el alimentista mayor de edad no haya terminado su formación
parece apuntar a que la cubierta por la obligación de alimentos es
la formación que habilite para el ejercicio de una profesión u oficio 121, no todos los estudios que el alimentista desee realizar, de
modo que no parece que el alimentista pueda reclamar el pago de
los gastos de una segunda carrera artística, técnica o universitaria
cuando la formación alcanzada ya habilite para una profesión u
oficio 122. Por otra parte, parece que el alimentista mayor de edad
habrá de informar al alimentante de los progresos que experimente
en su formación, a fin que éste pueda controlar si le es imputable la
falta de terminación de la misma 123.
Asimismo, el último párrafo incluye entre los alimentos los
«gastos de embarazo y parto», lo que parecería reiterativo respecto
de la «asistencia médica» del primer párrafo, de la que no sería
más que una concreción. Tal reiteración –introducida por la reforma de 1981– se debe al deseo de subrayar que, debiéndose dejar al
que curse determinados estudios y, tras su separación matrimonial de hecho, reclame a su
cónyuge que continúe corriendo con el pago de los gastos que soporta por tales estudios.
121
La SAP Valencia de 25 de junio de 2003 admite como formación en este sentido
los «estudios para opositar a judicaturas».
122
En el mismo sentido se pronuncia Delgado, comentario al título VI CC, op. cit.,
p. 1032; y la SAP Valencia de 22 de octubre de 2002, que indica que «el recurrente accedió
al mundo laboral (…) y tiene un título de grado superior en formación profesional, (…) de
modo que su decisión de acceder hoy a la Universidad Politécnica si bien es loable no se
encuentra, hoy por hoy, y dentro de una sociedad moderna y de oportunidades, en una situación que se pueda definir de necesidad, que le pueda hacer acreedor a una prestación alimentaria; lo contrario, (…) sería tanto como favorecer una situación pasiva de lucha por la
vida, que podría llegar a suponer un «parasitismo social»». Una posición intermedia, que
pone en relación la posibilidad de continuación de la formación, más allá de la que ya habilita profesionalmente, con la capacidad económica del alimentante, es defendida por la SAP
Las Palmas de 13 de junio de 1996, para la que «cuando la opción del hijo está soportada en
una capacidad saneada de sus progenitores, es indudable que el derecho a alimentos subsiste, si la opción supone la continuación de los estudios después de los 18 años. Pero cuando
la capacidad paterna es escasa, y el hijo ha podido optar, por sus condiciones laborales,
entre incorporarse a la vida laboral o continuar estudios, o bien incluso fórmulas mixtas
comunes en otros países de nuestro entorno cultural, no puede pretenderse cargar la decisión a favor de realizar estudios y no acceder a trabajo remunerado sobre la escasa capacidad económica del padre». En cambio, sostienen que entrarían dentro de los alimentos la
realización de cursos de especialización tras la conclusión de los estudios universitarios
(licenciatura o diplomatura) las SSAAPP Asturias de 26 de febrero de 2001 y Ciudad Real de
24 de septiembre de 2003 (si bien ésta en un obiter dictum). La SAP Cádiz de 20 de septiembre de 2002 admite los ulteriores cursos sólo en cuanto faciliten el acceso al mercado laboral,
señalando que «en absoluto se pretende que el progenitor esté obligado de por vida a sufragar los cursos que su hija quiera realizar, por el contrario ello sería incentivar a ésta a que
no se busque su modus vivendi, siendo precisamente la realización de cursos, dado el problema del mercado laboral, lo que le puede facilitar acceder al mismo».
123 Así, la SAP Santa Cruz de Tenerife de 9 de septiembre de 2001: «para el caso del
alimentista mayor de edad la valoración de que no haya terminado su formación por
causa que no le sea imputable, supone que el obligado a dar alimentos debe de tener información suficiente de las circunstancias de desarrollo de tal formación. Por lo que, dándose el supuesto de mayor de edad en la hija demandada, es claro que a la misma corresponde informar adecuadamente al padre sobre las circunstancias de su formación,
concretamente estudios que realiza y rendimiento en los mismos, documentando adecuadamente tal información».
772
Francisco Javier Jiménez Muñoz
margen equivocadas consideraciones sociológicas, también las
madres solteras tienen derecho a reclamar de sus ascendientes esas
prestaciones sanitarias. No obstante, si bien ese objetivo de reiteración fue el que guió finalmente al legislador, tras la enmienda que
experimentó este precepto en su tramitación parlamentaria, no era
ése el propósito inicial del proyecto de ley 124, que buscaba establecer una norma sobre los alimentos que sí era preciso afirmar expresamente, dado que suponía la introducción de un nuevo alimentista: el estudio de aquél pone de manifiesto que, en línea con la
regulación existente en este punto en el Derecho alemán 125, lo que
se buscaba era poner a cargo de esos gastos de embarazo y parto de
la madre soltera, no sólo a sus progenitores (cuya responsabilidad
por los mismos vendría ya por la vía del párrafo primero como
«asistencia médica») sino también al padre del hijo de esa madre
soltera, pues de otro modo no habría de asumirlos (respecto de la
madre no entra en ninguna de las categorías del art. 143 del Código, y su hijo –cuyos gastos médicos sí habría de asumir– nacería
con esos gastos ya originados con anterioridad) 126.
Finalmente, señalemos que para la generalidad de la doctrina
paradójicamente habrán de incluirse entre los alimentos también
los gastos funerarios, conforme a lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 1894 del Código Civil 127. Sin embargo, el que sean
gastos que se ponen a cargo de los antiguos reales o potenciales
alimentantes no hace que se puedan considerar propiamente como
integrantes de los alimentos (si acaso, serían una extensión de la
deuda alimenticia 128), sobre todo si tenemos en cuenta que surgen
precisamente cuando la obligación alimenticia que pudiera existir
se habría extinguido por el fallecimiento del alimentista 129: por el
124
Vid. Delgado, comentario al título VI CC, op. cit., pp. 1032-1034, y comentario
al artículo 142, op. cit., p. 524.
125
Cfr. § 1.615 k BGB, introducido por la Ley de filiación no matrimonial de 19 de
agosto de 1969.
126
Pese a que Delgado (comentario al título VI CC, op. cit., p. 1034, y comentario
al artículo 142, op. cit., p. 524) reconoce que no es esa idea inicial de poner los gastos del
embarazo y parto a cargo del padre la que finalmente se plasma en el texto definitivo,
aboga por interpretarlo así. En cambio, consideramos por nuestra parte que no es aceptable
esa interpretación, dado que –como indicamos en el texto– supondría la imposición de una
obligación legal a alguien (el padre del hijo que aún no ha nacido) a quien la ley no menciona, dado que respecto de esa alimentista no se trataría de ninguno de los parientes contemplados en los artículos 143-144 CC, cuando las obligaciones derivadas de la ley no se
presumen (art. 1090 CC); paradójicamente, este autor más adelante (en el comentario al
art. 143, Comentario del Código Civil, Ministerio de Justicia, op. cit., p. 525) señalará, con
base en ese argumento, que «la enumeración de parientes obligados es cerrada».
127
Que señala que «Los gastos funerarios proporcionados a la calidad de la persona y a los usos de la localidad deberán ser satisfechos, aunque el difunto no hubiese dejado bienes, por aquellos que en vida habrían tenido la obligación de alimentarle».
128
En expresión de Puig Peña, en «Alimentos», op. cit., nota 25 a la p. 586.
129
Vid. artículo 152.1.º CC.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 773
contrario, son deudas distintas aunque se ponen a cargo de los mismos deudores.
B) ALIMENTOS ESTRICTOS
Frente a los alimentos amplios, los alimentos debidos entre hermanos 130 son de un contenido más limitado 131. Aquéllos «sólo se
deben los auxilios necesarios para la vida, cuando los necesiten
por cualquier causa que no sea imputable al alimentista 132, y se
extenderán en su caso a los que precisen para su educación» 133.
Así, aun cuando estos conceptos aparecen muy poco claros, las
necesidades cubiertas parecen ser únicamente las mínimas vitales
(en principio, parece que deberían reducirse a la manutención de
sustento y al cobijo 134), así como la educación 135.
130 Antes de la reforma de 1981, los alimentos restringidos o auxilios eran debidos
entre hermanos legítimos, y por los padres a los hijos ilegítimos no naturales. Tras dicha
reforma, la desaparición de la distinción entre filiación legítima e ilegítima provocó que
estos alimentos se debieran sólo entre los hermanos (distinguiendo ya únicamente según
fueran de vínculo doble o sencillo), pasando a deberse los alimentos amplios en toda relación entre padres e hijos.
La diferenciación original de sujetos, contenido y proporcionalidad (los alimentos
serían variables y proporcionales a los medios de quien los da y las necesidades de quien
los recibe; los auxilios no), y la modulación de los alimentos (y no de los auxilios) en función de la posición social de la familia, llevó a que se distinguiera entre alimentos y auxilios como conceptos distintos por algún autor de la época, como Valverde, Tratado…, op.
cit., pp. 531-532, 532-533, 534 y 535-536. En la actualidad, la desaparición del criterio de
la posición social para la cuantificación de los alimentos civiles (y no de los naturales) ha
eliminado ese punto de distinción entre una y otra categoría.
131
Limitación introducida con la 2.ª ed. del CC, dado que en la 1.ª el artículo 143 no
distinguía unos alimentos restringidos o auxilios.
132
Para Puig Peña (en «Alimentos», op. cit., p. 591), aun habiendo esa imputabilidad de la causa de necesidad del alimentista, este precepto no puede ser interpretado tan
literalmente que lleve a consecuencias inhumanas, de modo que si el hermano está en la
cumbre de la ruina, enfermo e impedido para trabajar, razones de humanidad imponen no
dejarle morir de hambre, y su hermano debería acudir en su auxilio y proporcionarle
medios para que pueda subsistir.
133 Art. 143.II CC, en la redacción dada por la reforma de 1981.
134
Para Piñar («La prestación…», op. cit., pp. 33, donde cita a Royo Martínez,
Derecho de familia, Sevilla, 1949, p. 313), el concepto de alimentos no sería un concepto
fisiológico sino social, dado que la única diferencia (hoy desaparecida) entre «alimentos»
y «auxilios» estaría en que los primeros se prestan en atención a la posición social de la
familia y los segundos no, pues entiende que excluir de los «auxilios» la habitación, el
vestido y la asistencia médica sería absurdo por constituir también un auxilio necesario
para la vida.
135
En relación con la educación, después de 1981 ha quedado más difuminada la
diferencia entre alimentos amplios y restringidos que con la redacción original de la 2.ª ed.
del CC, que respecto de los primeros indicaba que incluían «la educación o instrucción del
alimentista cuando es menor de edad» (art. 142 CC), sin límite de grado educativo, mientras que en los auxilios el aspecto educacional de los alimentos se limitaba –si bien sin
restricciones de edad– a lo preciso para «costear la instrucción elemental y la enseñanza
de una profesión, arte u oficio» (art. 143 CC). No obstante, no faltaban voces en la doctrina
que entendían que, pese a la dicción literal del artículo 142 (cuando es menor de edad), la
razón de la ley obligaba a entender que el alimentante seguía debiendo facilitar al alimen-
774
Francisco Javier Jiménez Muñoz
Los alimentos entre hermanos presentan la peculiaridad de que
no serán proporcionales a la entidad del patrimonio del alimentante, dado que su contenido únicamente serán los auxilios necesarios
para la vida más los que precisen para su educación, a diferencia
de los alimentos amplios, cuya proporcionalidad con el patrimonio
del alimentante puede provocar que su contenido sea de una elevada cuantía en caso de que éste fuera rico.
6.
CUANTÍA Y FORMAS DE CUMPLIMIENTO DE LA
OBLIGACIÓN DE ALIMENTOS
Dado que, como venimos diciendo reiteradamente, son requisitos para el nacimiento de la obligación de alimentos la insuficiencia patrimonial del alimentista para atender a sus propias necesidades de subsistencia y, por el contrario, la suficiencia patrimonial
del alimentante para poder afrontar el pago de los alimentos, la
cuantía concreta de los alimentos habrá de estar en consonancia
con estas dos variables 136. Por ello, el artículo 146 del Código
Civil establece que «la cuantía de los alimentos será proporcionada al caudal o medios de quien los da y a las necesidades de quien
los recibe» 137.
Así, la cobertura de las necesidades del alimentista se hará
siempre en función de la suficiencia patrimonial del alimentante,
de modo que si el alimentante único o el conjunto de alimentantes
tienen un patrimonio escaso e insuficiente, puede darse el caso de
que deba establecerse únicamente una pensión alimenticia de
pequeña cuantía, aunque aquellas necesidades no lleguen a cubrirse totalmente.
Esa dependencia de la cuantía de los alimentos respecto del
patrimonio del alimentante y de las necesidades del alimentista se
producirá no sólo en el momento de fijarla inicialmente, sino a lo
tista los medios para terminar la enseñanza comenzada cuando, sin culpa suya, no la hubiera terminado todavía al llegar a la mayoría de edad [así, Manresa, comentario al artículo 142 CC, en Comentarios al Código Civil español, op. cit, pp. 791-792; y Pérez
González, Blas y Castán Tobeñas, José, Anotaciones al Derecho de familia, de Theodor Kipp y Martin Wolff (T. IV del Tratado de Derecho Civil, de Ludwig Enneccerus,
Theodor Kipp y Martin Wolff), vol. 2.º, 2.ª ed., reimpr., Ed. Bosch, Barcelona, 1979,
p. 249], como finalmente se estableció en 1981.
136 Aunque la cuantía concreta de la pensión a satisfacer en concepto de alimentos
corresponde al prudente arbitrio de los tribunales de instancia, siempre que se ajusten a
estos parámetros. Así, SSTS de 11 de octubre de 1899, 2 de diciembre de 1970, 24 de
marzo de 1976, 9 y 30 de diciembre de 1986, 18 de marzo de 1987, 14 de marzo de 1988
y 28 de septiembre de 1989.
137
Este artículo tiene su precedente inmediato en el artículo 73 de la Ley de Matrimonio Civil de 1870.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 775
largo de toda la vigencia de la obligación, dado su carácter de obligación duradera periódica. Por ello, una variación en alguno de los
dos elementos lógicamente habrá de provocar que también haya de
variar en la misma proporción el importe de la deuda alimenticia,
incluso pudiendo llegar a provocar su extinción 138. En tal sentido,
el artículo 147 del Código Civil 139 establece que «los alimentos
(…) se reducirán o aumentarán proporcionalmente según el
aumento o disminución que sufran las necesidades del alimentista
y la fortuna del que hubiere de satisfacerlos», sin que por supuesto
tal variación tenga carácter retroactivo. Esto no supone, como han
pretendido algunos autores 140, que exista aquí implícita una cláusula rebus sic stantibus; se trata de una actualización establecida
por el propio legislador, sin que por otra parte se produzca la concurrencia de los requisitos exigidos por la jurisprudencia 141 para
entender existente dicha cláusula 142: no afecta a obligaciones contractuales ni se relaciona con alteraciones extraordinarias e imprevisibles de las circunstancias inicialmente existentes que provoquen algún tipo de desproporción exorbitante entre las prestaciones
de las partes (sobre todo teniendo en cuenta que la obligación de
alimentos es unilateral, imponiendo prestaciones sólo a cargo del
alimentante).
En el caso de existir una pluralidad de alimentantes o alimentistas, tanto el «caudal o medios de quien los da» como las «necesidades de quien los recibe» habrán de entenderse referidas al conjunto
de los alimentantes o alimentistas, respectivamente. Mientras que
en el segundo caso la solución es clara, pues ha de cubrirse el total
de las necesidades de los alimentistas implicados, en el supuesto de
pluralidad de alimentantes se ha discutido si debía igualmente
hacerse un cálculo total de todos los caudales de los obligados,
sumándolos, o bien un promedio, señalándose al respecto a favor
138
La variación de estos elementos como causa de extinción de la obligación de
alimentos la veremos más adelante, al tratar de ésta.
139
Que reproduce el contenido del artículo 76 de la Ley de Matrimonio Civil de
1870.
140 Así, Beltrán de Heredia, La obligación legal…, op. cit., p. 59, y comentario al
artículo 142 CC, Comentarios al Código Civil…, op. cit., p. 31; Puig Peña, «Alimentos»,
op. cit., nota 56 a la p. 593; y Roca, «Las relaciones familiares básicas…», op. cit., p. 47.
Entre las resoluciones judiciales se puede citar, por ej., la SAP Gerona de 2 de noviembre
de 1994.
141
Como, entre otras muchas, las SSTS de 13 de junio de 1944, 17 de mayo
de 1957, 6 de junio de 1959, 31 de marzo de 1960, 23 de noviembre de 1962, 28 de enero de 1970, 15 de marzo de 1972, 27 de enero de 1981, 9 de mayo y 16 de junio de 1983,
27 de junio de 1984, 19 de abril de 1985, 17 de junio de 1986, 13 de marzo y 6 de octubre de 1987, 16 de octubre de 1989, 26 de octubre y 10 de diciembre de 1990, 23 de abril
y 8 de julio de 1991, 6 de noviembre de 1992, 24 de junio de 1993, 19 de noviembre
de 1994, 4 de febrero y 24 de mayo de 1995, 29 de mayo de 1996…
142
Como pone de manifiesto Lasarte, Principios…, op. cit., p. 396.
776
Francisco Javier Jiménez Muñoz
de la primera posición que sería incongruente que cuando haya
varios alimentantes el alimentista percibiera menos que si únicamente fuera obligado el más rico de ellos 143.
Ha de tenerse en cuenta que la cuantía en que se concreten las
pensiones alimenticias no supone una suma de dinero fija sino un
valor equivalente a las necesidades del alimentista (la obligación de
alimentos tiene por objeto la satisfacción de esas necesidades) 144, y
por ello normalmente se someterá a cláusulas de estabilización
(cláusulas de indexación o indización) 145 que aseguren un mantenimiento de su valor frente a las pérdidas de poder adquisitivo de la
moneda durante la vigencia de la obligación, tomando generalmente como referencia las variaciones del IPC publicado por el Instituto
Nacional de Estadística, si bien la actualización del valor de las pensiones a través de estas cláusulas habrá de estar siempre subordinada a los dos criterios principales del patrimonio del alimentante y
las necesidades del alimentista 146, de modo que si el primero o las
segundas (aunque esto es más raro que se produzca) no crecieran en
esa proporción (por ej., porque el incremento del sueldo del alimentante fuera inferior al del índice de referencia, o no se produjera)
habría que atenderse preferentemente a estas variaciones antes que
a las del índice tomado como referencia. Si no se estableciera cláusula de estabilización alguna, el alimentista que reclame una elevación de la cuantía de los alimentos habrá de probar que ha sufrido
una pérdida de poder adquisitivo en las unidades monetarias que
percibe, de modo que le son precisas más unidades para satisfacer
las mismas necesidades, pero el alimentante podrá oponerse a esa
variación probando que él también ha sufrido una paralela disminución de sus ingresos en moneda constante 147.
La pensión ordinariamente se establecerá en una cantidad concreta, por relación a un determinado número de unidades moneta143
Cfr. Lacruz, «La obligación de alimentos», op. cit., p. 46. Con él, Delgado,
comentario al artículo 145, op. cit., p. 529.
144
La de alimentos ha sido considerada como deuda de valor (de modo que ha de ser
actualizada a fin de cubrir la devaluación del poder adquisitivo de la moneda) por las SSTS de
14 de febrero de 1976, 9 de octubre de 1981 y 25 de noviembre de 1985. La pérdida de valor
de la moneda supone un aumento de las necesidades del alimentista, no tanto porque éstas
aumenten en sentido propio como porque el poder de cobertura de aquéllas por las pensiones
alimenticias abonadas se reduce y si se mantuvieran constantes el alimentista habría de dejar
de satisfacer parte de sus necesidades (así, la citada STS de 14 de febrero de 1976).
145
Castán (en Derecho Civil español…, op. cit., p. 485) llega a considerar que
debería generalizarse a toda prestación legal alimenticia la previsión legal de que se establezcan bases de actualización en el convenio regulador de la separación o divorcio, en las
medidas provisionales de todo proceso matrimonial y en las resoluciones judiciales relativas a los hijos.
146
Cfr. SSTS de 16 de noviembre de 1978 y 22 de mayo y 9 de octubre de 1981.
147
Cfr. STS de 5 de noviembre de 1983. Asimismo, vid. Díez-Picazo y Gullón,
Sistema…, op. cit., p. 54. Ello también parece ser apuntado por Lacruz, «La obligación de
alimentos», op. cit., p. 47.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 777
rias, aunque –pese a que algunos autores entienden lo contrario 148–
también cabe que se fije en un porcentaje de los ingresos líquidos
del alimentante 149.
Pese a que lo ordinario es que los alimentos se satisfagan
mediante el pago de una pensión en dinero, el artículo 149 del Código Civil permite al alimentante en su primer párrafo optar por cumplir la obligación de alimentos manteniendo en su propia casa al
alimentista 150: «el obligado a prestar alimentos podrá, a su elección, satisfacerlos, o pagando la pensión que se fije, o recibiendo y
manteniendo en su propia casa al que tiene derecho a ellos» 151.
Este derecho de opción es en cierta medida lógico y muestra del
favor debitoris 152: si de lo que se trata es de que queden cubiertas
las necesidades del alimentista, debe permitirse al alimentante que
cumpla de la manera que le resulte menos gravosa, bien en dinero, a
fin de que sea el propio alimentista quien se procure su mantenimiento, bien en especie, manteniéndole en su propia casa. Por ello,
el derecho de opción es del alimentante, no del alimentista, que en
ningún caso podrá imponer a aquél que le mantenga en su casa.
De este modo, la obligación de alimentos se configura en principio como una obligación alternativa 153, que puede cumplirse, a
elección del deudor alimentante, por dos vías: mediante el pago de
una pensión pecuniaria o a través del mantenimiento del alimentista en su propia casa 154. No obstante, la primacía entre los dos
modos de cumplimiento parece ser del pago de una pensión (que es
148
Como Delgado, comentario al artículo 142, op. cit., p. 523. En el mismo sentido se manifiesta la SAP Barcelona de 15 de octubre de 2002, sobre la base de que «los
alimentos no tienen su fundamento en una participación de ingresos o beneficios del obligado».
149 Así se hizo, por ej., en la SAP Valladolid de 14 de julio de 1995, por tratarse el
alimentante de persona carente de un empleo fijo y estable.
150
Esta posibilidad fue introducida por vez primera en nuestro Derecho por el
artículo 78 de la Ley de Matrimonio Civil de 1870 (si bien con un carácter excepcional,
debiéndose justificar por el alimentante no poder satisfacer los alimentos de otro modo por
la escasez de su fortuna), negándose hasta entonces por la jurisprudencia el derecho del
padre (y por tanto, mucho más respecto de otros alimentantes) de exigir a los que no estuvieran bajo su potestad que recibieran los alimentos en su casa (así, por ej., las SSTS de 22
de diciembre de 1865 y 12 de noviembre de 1868).
151
Con ello se supera la discusión mantenida por la doctrina anterior al CC sobre si
la obligación de alimentos debía darse necesariamente intra domus o podía cumplirse por
el alimentante fuera de la propia casa. Sobre esa discusión doctrinal, vid. por ej. Otto y
Crespo, Nicolás de, «La obligación de dar alimentos ¿se entiende precisamente intradomum, o puede en casos dados cumplirse fuera?», RGLJ, t. XX, 1862, p. 184.
152
En cambio, parece mostrarse contrario a él, en los casos en que haya habido que
demandar al obligado para que cumpla con sus deberes de solidaridad familiar, Delgado,
comentario al artículo 149, Comentario del Código Civil, Ministerio de Justicia, op. cit.,
p. 537.
153
Según las reglas generales de este tipo de obligaciones (arts. 1131-1136 CC), en
la medida en que sean aplicables.
154
Observemos que el lugar de cumplimiento ha de ser la propia casa del alimentante, no la de un tercero o un establecimiento hotelero.
778
Francisco Javier Jiménez Muñoz
por otra parte el más frecuente) 155, de forma que éste será el sistema que habrá de seguir el alimentante en el cumplimiento de sus
prestaciones salvo que expresamente opte por el mantenimiento in
natura. Las pensiones (pecuniarias) deberán pagarse por meses
anticipados 156, dado su destino a la satisfacción de necesidades
actuales 157, lo que también explica que cuando fallezca el alimentista sus herederos no hayan de devolver lo que éste hubiera recibido anticipadamente 158: es decir, si el alimentista vive al comienzo
del mes le corresponde el importe de todo ese período, sin que sus
herederos deban devolver la parte de lo percibido correspondiente
a los días en que ya hubiera fallecido 159.
Sin embargo, como ya apuntamos con anterioridad, este derecho de opción del alimentante tiene sus excepciones. Si bien con
carácter general el alimentista no puede negarse injustificadamente
a que el alimentante opte por cumplir con el mantenimiento in
natura 160, tampoco es lógico que éste pueda imponer a aquél una
155
Como hemos dicho con anterioridad, esa subsidiariedad (e incluso excepcionalidad) del cumplimiento in natura sí era clara en el antecedente del artículo 149 CC, el artículo 78 de la Ley de Matrimonio Civil de 1870, que establecía que el alimentista tendrá que
vivir en compañía del que debiere satisfacer los alimentos, en el caso de que éste justificare
no poder cumplir de otro modo su obligación por la escasez de su fortuna. En la redacción
actualmente vigente, del artículo 149 CC, aun cuando quepa considerar que pueda seguir
siendo una forma de cumplimiento un tanto subsidiaria, ello debe entenderse que sería sólo
en tanto el alimentante no opte expresamente por ella, no porque –como sucedía bajo la
vigencia de la Ley de 1870– deba éste justificar su escasez de fortuna que le impida cumplir
de otro modo: ahora la opción por este cumplimiento es un derecho del alimentante, que
puede ejercitar o no, pero que en cualquier caso no puede configurarse como modo excepcional (como hemos dicho en el texto, se trata de una obligación alternativa, no facultativa).
Critica que se configure la prestación in natura como excepcional (respecto del Proyecto del
BGB), cuando «con respecto á los alimentos, el modo de alimentación natural es, por fortuna, la regla dominante», Anton Menger, en El Derecho civil y los pobres, versión española
de Adolfo Posada, Ed. Comares, Granada, 1998 [el original alemán es de 1890], p. 170.
156
Regla que proviene del artículo 1.614, in fine, de la LEC de 1881.
157
Razón por la que, aunque los interesados puedan convenir periodicidades distintas de pago, no parece admisible que se pacte el pago por períodos vencidos, dado que
supondría el pago por necesidades ya pasadas.
158 Ambas cuestiones se hallan así establecidas en el artículo 148.II CC.
159
Ha de tenerse en cuenta que los frutos civiles se entienden percibidos por días
(art. 474 CC).
160
Sobre esta cuestión son de destacar las resoluciones judiciales sobre hijos mayores
de edad que pretenden vivir una vida independiente y aun así reclaman su mantenimiento a
sus progenitores. Así, la STS de 23 de febrero de 2000, en el caso de un padre que elige cumplir la obligación de alimentos a través de la convivencia de su hija mayor de edad con él,
afirma que «la hija ha ejercitado, al salir del hogar paterno (…) uno de los mayores, por no
decir el mayor, de los bienes o valores que tiene el ser humano, como es el del ejercicio de la
libertad personal. Ahora bien, (…) muchas veces la libertad como valor social particular,
exige el pago de un precio, como es el de la pérdida de ciertas comodidades (…). Y lo que no
se puede pretender es realizar un modo de vida propio y con arreglo a unos principios de
conducta, que atacan y contradicen a los de un entorno familiar y social, y seguir obteniendo
las ventajas de acogimiento y económicas de dicho entorno, que se rechaza». Igualmente, en
supuestos similares, la SAP Valladolid de 19 de octubre de 1998 (reiterando su doctrina de la
de 2 de diciembre de 1993) indica respecto de la hija que «cuando se es mayor de edad, sus
concepciones vitales no puede imponerlas, ni llevarlas a cabo en contra o a costa de la opinión del resto de sus familiares. La opción que ha manifestado de abandonar el domicilio
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 779
convivencia que resulte especialmente inconveniente para el alimentista, cuando exista un conflicto de caracteres entre ambos o
cuando ello resultaría contrario a lo dispuesto en una norma legal o
una resolución judicial 161. De ahí que un segundo párrafo de este
artículo 149 162 especifique que «Esta elección no será posible en
familiar no puede reprochársele. Pero en cuanto no se ha acreditado que sus padres se hayan
opuesto de modo rotundo a su vuelta al mismo, pretendiendo de modo lógico establecer
mediante conversaciones unos cauces o un marco de diálogo, tolerancia y respecto que no
han fructificado, no pueden imponerse a los mismos el pago de una pensión, cuando es posible que la obligación alimenticia aquéllos la puedan cumplir en su propio domicilio»; y la
SAP Córdoba de 29 de junio de 2002 señala que, dado que la hija «es mayor de edad, no
cabe duda de que puede hacer uso de los derechos de libertad y elección de domicilio que la
Constitución y las leyes le otorgan, y, por tanto, puede también optar, bien por reintegrarse
al domicilio paterno y recibirla allí en especie, bien por vivir de manera independiente, pero,
naturalmente, si lo hace, no puede al mismo tiempo pretender que el padre quede obligado a
pasarle ninguna pensión del carácter como la que pide»; la misma doctrina se reitera en las
SSAAPP Murcia de 17 de diciembre de 1998 y León de 8 de julio de 2002. Es decir, como
señala Magro Servet («El nuevo contrato de alimentos…», op. cit., p. 6), ante la falta de
prueba de una circunstancia que impida la prestación in natura, si la hija desea realizar una
vida independiente puede presumirse que tiene medios de vida suficientes por su actividad
laboral, que así se lo permiten, y lo que no puede es poner a cargo del padre la cobertura de
sus necesidades alimenticias para hacer esa vida independiente.
161
Son paradigmáticos en tal sentido los casos del padre (o ascendiente) sin custodia de
los hijos (o descendientes) que pretende prestarles alimentos en su domicilio, sustrayéndolos a
la convivencia con el progenitor custodio (así, en la STS de 25 de noviembre de 1899), o del
hijo ahora reclamante de los alimentos que fue expulsado de la casa paterna, donde se le tenía
trabajando en una situación contraria a su salud (como en la STS de 15 de abril de 1923); o del
que pretende optar por este modo de cumplimiento para alimentar a un hijo cuyo lugar de
domicilio y estudios se halla a gran distancia (como en los casos de las SSAAPP Madrid de 27
de julio de 1999 y Almería de 20 de febrero de 2001), o frente a la reclamación de un cónyuge
separado de hecho (así, en las SSTS de 21 de diciembre de 1953, 27 de abril de 1956 y 25 de
noviembre de 1985; asimismo, el art. 68.5.º CC establecía hasta 1981 –hoy estaría implícito en
el art. 103.1.ª– que, durante la sustanciación del proceso de nulidad o separación matrimonial,
el juez señalaría alimentos a la mujer, y en su caso al marido, así como a los hijos que no queden en poder del obligado a dar alimentos, sin que éste pueda optar por prestarlos en la propia
casa). Lo mismo se entiende cuando existe un choque de caracteres entre alimentante y alimentista (pero no un «mero relajamiento de los vínculos de cariño entre los padres y los
hijos», como dice la STS de 6 de octubre de 1904), como en la SAP Cantabria de 27 de enero
de 1998 («aun cuando la prestación natural pueda ser más cómoda o económica para el alimentante, no puede olvidarse que impone una situación de convivencia y que ésta resulta
desaconsejable y opera como obstáculo al derecho de opción que autoriza el art. 149, cuando
entre ambas partes de la relación existen desavenencias de tal intensidad que hacen de la
convivencia una mera referencia retórica»), o la SAP Granada de 13 de julio de 2002, que
niega la posibilidad de opción porque aparece «una honda discrepancia, que se palpa, en la
relación parental, que necesariamente hace negar su realización»; e igualmente la SAP Asturias de 5 de diciembre de 2001 (en cambio, como hemos visto en la nota anterior, la STS de 23
de febrero de 2000 y la SAP Córdoba de 29 de junio de 2002 afirman que cabe la prestación
in natura aun habiendo ese conflicto de caracteres entre padre e hija).
Para Lacruz («La obligación de alimentos», op. cit., p. 47) la eliminación de la posibilidad de cumplimiento in natura puede dar lugar a una moderación del quantum de la
pensión anteriormente fijada, pues debe tenerse en cuenta la mayor carga que se crea en la
economía del alimentante al que se le priva de una opción dirigida precisamente para hacer
menos gravosa la obligación.
162
Introducido por la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del
menor, si bien la jurisprudencia ya venía orientándose en tal sentido desde antiguo: SSTS
de 11 de mayo de 1897, 25 de noviembre de 1899, 5 de julio de 1901, 21 de enero de 1902,
5 de diciembre de 1903, 22 de abril de 1910, 25 de noviembre de 1919, 5 de abril de 1923,
24 de enero de 1927, 13 de noviembre de 1929, 29 de octubre de 1934, 24 de junio de 1946,
780
Francisco Javier Jiménez Muñoz
cuanto contradiga la situación de convivencia determinada para el
alimentista por las normas aplicables o por resolución judicial.
También podrá ser rechazada cuando concurra justa causa o perjudique el interés del alimentista menor de edad».
En caso de pluralidad de alimentantes, no habría problema si
todos optaran por la pensión pecuniaria o bien acordaran que sólo
uno realizara la prestación in natura (con el correspondiente reintegro interno de los demás, cada uno por la parte que proporcionalmente le corresponda en el total de los alimentos debidos). En caso
de ser varios los que pretendieran realizar la prestación in natura,
parece que debería llegarse a un acuerdo en tal sentido entre todos
los alimentantes y el alimentista (por supuesto, excluyendo de esta
forma de cumplimiento a aquellos en que recaiga la inexistencia
del derecho de opción a que hemos hecho referencia). Sobre la
posibilidad de establecer un turno de rotación entre todos los alimentantes interesados en cumplir in natura, aunque algunos autores 163 creen que no sería aconsejable y debería ser descartado,
entendemos con otros 164 que esta modalidad no debería rechazarse
apriorísticamente si es aceptada por el alimentista, y puede ser conveniente para los casos en que los alimentantes son de modestos
recursos económicos (es menos gravoso mantener al alimentista
por temporadas que permanentemente) 165.
7.
EXTINCIÓN DE LA OBLIGACIÓN DE ALIMENTOS
Las causas que provocan la extinción de la obligación de alimentos –a algunas de las cuales hemos hecho referencia con ante8 de marzo de 1952, 21 de diciembre de 1953, 14 de marzo de 1960, 8 de marzo de 1961, 12
de febrero de 1982, 15 de febrero y 2 de diciembre de 1983, 25 de noviembre de 1985…
Vid. específicamente al respecto Cobacho, «El cumplimiento del deber de alimentos»,
Centenario del Código Civil (1889-1989), t. I, Asociación de Profesores de Derecho Civil,
Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1990, pp. 510-514. La STS de 25 de
noviembre de 1899 señala que no se dará el derecho de opción en los casos de imposibilidad
legal (debiendo entenderse por tal cuando el ejercicio de la opción entraría en colisión con
otro derecho preferente) o de imposibilidad moral (considerando que existe ésta cuando hay
una circunstancia moral justificada para que el alimentista no se traslade a la casa del alimentante).
163 Así, Beltrán de Heredia, comentario al artículo 149 CC, Comentarios al
Código Civil…, op. cit., p. 49; y con él Cobacho, «El cumplimiento del deber de alimentos», op. cit., p. 515. Igualmente, Delgado, comentario al artículo 149, op. cit., p. 537; y
Lacruz, «La obligación de alimentos», op. cit., p. 47.
164
Como Díaz-Ambrona y Hernández Gil, Lecciones…, op. cit., p. 454.
165
Es más, las visitas o custodia por determinados períodos (vacaciones, fines de
semana…) es un sistema empleado en relación con los menores en los casos de padres
separados o divorciados [vid. arts. 90.I.A) y 103.1.ª CC].
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 781
rioridad– aparecen indicadas en los artículos 150 y 152 del Código
Civil, y se pueden clasificar en tres grupos de causas 166:
a) Fallecimiento del alimentante (art. 150) 167 o del alimentista (art. 152.1.º). El carácter personalísimo de la obligación de
alimentos hace que no se trasmita a los respectivos herederos ni la
posición de uno ni la del otro, con independencia de que entre el
alimentista y los herederos del alimentante, o entre el alimentante
y los herederos del alimentista, pudieran concurrir los presupuestos para el nacimiento de una nueva obligación de alimentos. En
cambio, sí se transmitirán a los respectivos herederos los créditos
o deudas por pensiones alimenticias ya vencidas y no satisfechas,
dado que –como sabemos– se trata de créditos ordinarios.
A la muerte de uno u otro se ha de asimilar su declaración de
fallecimiento. En cambio, la ausencia del alimentante no provocará
la extinción de la obligación de alimentos, debiendo ser atendida
por su representante con cargo al patrimonio de aquél. En cuanto a
la situación de ausencia del alimentista, la imposibilidad de conocer
cuáles son sus necesidades, dado que se halla en paradero desconocido, determinará la suspensión de la obligación alimenticia en
tanto no se concrete la situación de aquél, ya que su carácter personalísimo y en atención a las necesidades del alimentista hace que no
pueda entenderse que las percibiría en su nombre su representante.
b) Desaparición de los requisitos que han de concurrir para la
existencia de la obligación de alimentos, que se concreta en:
1) Desaparición de la suficiencia patrimonial del alimentante
para asumir los alimentos 168, porque su patrimonio se reduzca hasta
166
Los dos últimos grupos son reproducción, con algunas modificaciones, del
artículo 75 de la Ley de Matrimonio Civil de 1870.
167
El CC sigue aquí la idea del personalismo de la deuda alimenticia, que se deriva
en su intransmisibilidad mortis causa, dado que su causa es la relación personalísima de
parentesco, y que triunfó en la doctrina francesa de principios del siglo xix, de donde pasó
a las demás. Con anterioridad, era dominante la tesis de la transmisibilidad de la deuda
alimenticia, basándose en la injusticia de que el alimentista perdiera «su derecho y posiblemente con ello la vida, mientras que los herederos disfrutaban cómodamente de los pingües beneficios», y así Antonio Gómez en el siglo xvi estableció el aforismo de que
quando per legem quis tenetur alere illa obligatio passiva descendunt ad heredes. Vid.
Puig Peña, «Alimentos», op. cit., p. 597 (de donde extraemos el texto entrecomillado).
168
Para Puig Peña («Alimentos», op. cit., p. 581) las necesidades del alimentante
se calcularán atendiendo a las fundamentales de la existencia pero en el tenor de vida en
que se encuentra colocado, pues según este autor «¿Deberá, acaso, estrecharse para satisfacer los alimentos a un pariente, bajando en el tenor de vida hasta ahora sustentado?
(…) no hay fundamento legal para obligar al alimentante a bajar en el tono social en que
se encuentra». Sin embargo, entendemos que no parece muy aceptable considerar como
excusa para rechazar la alimentación de un pariente necesitado por parte del alimentante el
que ello pueda suponer una reducción de un nivel de vida elevado, máxime si tenemos en
cuenta que sí se contempla legalmente como excusa que esa reducción tenga la suficiente
importancia como para provocar al alimentante dificultades para su propio mantenimiento
y el de su familia (en el mismo sentido, la SAP Cuenca de 3 de febrero de 1998).
782
Francisco Javier Jiménez Muñoz
el punto de no poder satisfacer los alimentos sin desatender sus propias necesidades y las de su familia 169 (art. 152.2.º). Como señalamos
anteriormente, el deber de mantenimiento del alimentante ha de ser
primero consigo mismo y su propia familia, y luego con el alimentista. Por supuesto, ello ha de entenderse siempre que no sea posible el
cumplimiento in natura, pues aun cuando su nivel patrimonial no le
permita abonar unas pensiones alimentarias pecuniarias, si sí le
alcanzara para acoger al alimentista en su casa y no hubiera obstáculo
a ello, deberá cumplir de este modo, ya que se habría provocado una
reducción de la obligación facultativa que supone la opción a la única
forma de cumplimiento posible, por imposibilidad de la otra, convirtiéndose así en obligación simple cuyo único medio de cumplimiento
es a través de la prestación in natura 170.
A diferencia de lo que sucede con el alimentista, se atiende únicamente a la insuficiencia patrimonial del alimentante, siendo irrelevante la causa por la que se haya producido, incluso por su negligencia. Ello, por supuesto, sin perjuicio de que si el alimentante se
hubiera situado fraudulentamente en esa situación de insuficiencia
para eludir el pago de los alimentos, los actos o contratos que haya
realizado puedan ser en su caso rescindibles 171.
Hemos de tener en cuenta que, conforme al artículo 47 de la Ley
Concursal, en caso de que el alimentante incurra en situación concursal, ello no determinará necesariamente la extinción de la obligación
alimenticia, sino que si la misma se le ha impuesto por resolución
judicial dictada en un proceso sobre capacidad, filiación, matrimonio
o menores 172, se satisfará con cargo a la masa activa del concurso; sin
embargo, ello sólo será «si no pudieren percibirlos de otras personas
169 Aquí por «familia» ha de entenderse, en su sentido más restringido, únicamente su
cónyuge e hijos no emancipados, dado que en un sentido amplio también serán miembros
de la familia los demás alimentistas. En tal sentido, cfr. Corbella, «Alimentos», op. cit.,
p. 627; Pérez y Castán, Anotaciones al Derecho de familia de Kipp y Wolff, op. cit.,
p. 245; y Sánchez Román, Estudios de Derecho Civil, op. cit., pp. 1267-1268. En cambio,
Díez-Picazo y Gullón (en Sistema…, op. cit., p. 55) entienden que con esta expresión se
haría referencia a todos aquellos que tuvieran un derecho preferente al del acreedor.
170
Vid. artículo 1.134 CC. En tal sentido, el artículo 75 de la Ley de Matrimonio
Civil de 1870 disponía que «el alimentista tendrá que vivir en compañía del que debiera
satisfacer aquéllos en el caso de que éste justificara no poder cumplir de otro modo su
obligación por la escasez de su fortuna».
171 Aunque a esos efectos señala Castán que debemos distinguir según se trate de
actos o contratos anteriores a la demanda (momento en que surge el crédito del alimentista
al abono de los alimentos) o posteriores: éstos son claramente rescindibles, pero los anteriores, dado que la rescisión en fraude de acreedores requiere que el acto o contrato impugnado sea posterior al crédito del actor, no podrán ser impugnados. Vid. igualmente Puig
Peña, «Alimentos», op. cit., p. 581. Sin embargo, es necesario precisar, con Lacruz («La
obligación de alimentos», op. cit., p. 46; seguido por Delgado, comentario al artículo 146, op. cit., p. 531), que, si bien ello es correcto, la impugnabilidad habrá de anticiparse al momento en que pueda probarse la existencia del consilium fraudis, por existir una
necesidad del alimentista, actual o al menos previsible, conocida por el alimentante.
172
Vid. título I del libro IV LEC.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 783
legalmente obligadas a prestárselos, previa autorización del juez del
concurso, que resolverá por auto sobre su procedencia y cuantía».
De esta forma, observamos que en caso de concurso del alimentante,
la situación de insuficiencia patrimonial que por definición supone
determinará la extinción de la obligación alimenticia en los términos
que hemos visto, salvo que se trate de uno de los alimentistas a que se
refiere el artículo 47 de la Ley Concursal, no existan otros potenciales alimentantes que se subroguen en la deuda alimenticia y lo autorice el juez del concurso. Estas pensiones alimenticias tendrán la consideración de créditos contra la masa del concurso 173.
2) Desaparición del estado de necesidad del alimentista, porque pueda ejercer un oficio, profesión o industria, o haya adquirido
un destino o mejorado de fortuna, de modo que ya no le sea necesaria la prestación de alimentos para su subsistencia (art 152.3.º).
Como señala Delgado 174, la desaparición de la referencia legal a la
«posición social de la familia» ya no permite a nadie, por muy alta
que sea su posición social familiar, «vivir ocioso, rechazando un
trabajo remunerado, a costa de rentas ajenas no voluntariamente
compartidas».
La jurisprudencia en ocasiones ha dado a esta causa una interpretación excesivamente rígida, estableciendo que cesa la obligación de alimentos cuando el alimentista puede ejercer un oficio,
profesión o industria, sin que sea preciso tener en cuenta su ejercicio efectivo ni cuáles son sus productos 175, y en concreto cuando se
tiene un título profesional y no se está incapacitado para ejercer su
profesión ni para dedicarse a otros trabajos productivos compatibles 176. Sin embargo, ello debe conciliarse siempre con la exigencia de que ya no le sea necesaria la prestación de alimentos para su
subsistencia, puesto que la mera cualificación profesional e incluso
el ejercicio de una profesión no excluye necesariamente la situación de necesidad (es decir, lo importante no es tanto el trabajo del
alimentista, sobre todo cuando es temporal, como su situación de
necesidad), y en tal sentido la Memoria del TS de 1900 señaló que
«si bastara una ocupación o destino pequeño que no alcanzase a
satisfacer las necesidades que deben cubrirse con los alimentos,
resultaría ésta incumplida en la extensión que la Ley ha establecido», y así se ha pronunciado la jurisprudencia en otras ocasioVid. artículo 84.2.4.º de la Ley Concursal.
En su comentario al título VI CC, op. cit., p. 1030, y comentario al artículo 152,
op. cit., p. 541.
175
Cfr. SSTS de 17 de diciembre de 1901, 12 de marzo de 1910, 24 de octubre
de 1951 y 29 de noviembre de 1958.
176
Respecto de sendos abogados, SSTS de 19 de junio de 1890 y 20 de octubre
de 1924.
173
174
784
Francisco Javier Jiménez Muñoz
nes 177, en especial en relación con trabajos temporales 178. Además,
la posibilidad de ejercer un oficio, profesión o industria no ha de
entenderse como mera capacidad o habilitación subjetiva, sino
como posibilidad concreta y eficaz en relación con las circunstancias: al que no trabaja, aunque tenga capacidad y cualificación
suficientes, porque no encuentra trabajo, le son necesarios los alimentos para su subsistencia, de modo que, dada la realidad laboral
actual, la mera conclusión de la formación del alimentista no extingue el derecho a alimentos si no hay una verdadera independencia
económica 179; no obstante, ello será siempre que el mismo sea diligente en la búsqueda de un trabajo que le permita tal independencia económica 180.
En cualquier caso, la obtención de una cualificación profesional
suficiente, no meramente potencial sino real, habrá de producir la
extinción de la obligación alimenticia 181, y por ello, la existencia de
177
Como en las SSTS de 27 de marzo de 1900, 30 de abril de 1923, 20 de octubre
de 1924, e igualmente, las SSAAPP Oviedo de 21 de enero de 1989, Tarragona de 6 de
octubre de 1995 y Valencia de 9 de abril de 1996.
178 Así, la SAP Almería de 18 de febrero de 2000 señala, respecto de un alimentista
hijo mayor de edad del alimentante, que «aun cuando trabaja lo hace con un contrato
temporal, a media jornada, y mientras dure la promoción que dio lugar a su contratación.
Situación carente de una estabilidad que lleve a aconsejar la cesación de la obligación
paterna» y en el mismo sentido se pronuncian la SAP Asturias de 11 de noviembre de
2002 y la STSJ Cataluña de 3 de noviembre de 2003 (que confirma la SAP Gerona de 24
de marzo de 2003). En cambio, para un supuesto similar, la SAP Barcelona de 21 de
noviembre de 2000 declara que «cuando el hijo mayor de edad se ha incorporado al mercado laboral, aun cuando no sea a través de un contrato indefinido o como trabajador fijo,
de modo que obtenga ingresos procedentes de su trabajo que le permitan vivir de forma
independiente, cesa la obligación de prestar alimentos del progenitor» (igualmente, SAP
Toledo de 8 de febrero de 1999).
179 Así, SSTS de 15 y 31 de diciembre de 1942, 24 de julio de 1950, 9 de diciembre
de 1972, 10 de julio de 1979 y 5 de noviembre de 1984, y SSAAPP Oviedo de 9 de mayo
de 1999 y Badajoz de 21 de febrero de 1995.
180
Como señala la SAP Valladolid de 19 de octubre de 1998, «no surge la obligación
alimenticia cuando quien la reclama está capacitado para trabajar y cuando no ha demostrado haber buscado trabajo sin encontrarlo» (en el mismo sentido, las SSAAPP Córdoba
de 24 de junio de 1999 y Vizcaya de 25 de marzo de 2002). Es decir, como dice la SAP
Baleares de 4 de diciembre de 2001, «el contenido de la obligación de prestar alimentos a
los hijos mayores se integra sólo de las situaciones de verdadera necesidad, y no las situaciones meramente asimiladas a la situación en que se encuentran los hijos menores» (lo
que reitera la SAP Madrid de 30 de noviembre de 2002). En tal sentido, la STS de 1 de
marzo de 2001, en un caso de alimentos a hijos mayores de edad, declara que «no hay base
suficiente para que siga vigente tal obligación alimenticia (…) [respecto de] dos personas,
graduadas universitariamente, con plena capacidad física y mental y que superan los treinta años de edad; no se encuentran, hoy por hoy, y dentro de una sociedad moderna y de
oportunidades, en una situación que se pueda definir de necesidad, que les pueda hacer
acreedores a una prestación alimentaria; lo contrario sería favorecer una situación pasiva
de lucha por la vida, que podría llegar a suponer un «parasitismo social».
181
Como señala la SAP Jaén de 4 de febrero de 2003, «teniendo en cuenta la precariedad actual del mercado laboral, en el que conseguir un trabajo fijo o estable es tarea
ardua, no puede interpretarse el derecho de alimentos, como un seguro para los períodos
de tiempo en que por dicha precariedad, se produzca la situación de desempleo, cuando en
un momento anterior ya se ha alcanzado la independencia económica en relación con los
progenitores, e incluso el propio alimentista, de hecho, ha colaborado con sus ingresos al
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 785
diversas ofertas en firme para que el demandante de alimentos preste servicios por cuenta del oferente viene a significar la ausencia de
necesidad del reclamante y por tanto la extinción de su derecho 182.
Por otra parte, es obvio que por muy elevados que sean ahora
las rentas o el patrimonio del alimentista, el alimentante no puede
exigir el reintegro de las pensiones anteriormente satisfechas 183.
c) Sanción al alimentista por su actuación:
1) Cuando el alimentista haya cometido alguna falta (se
entiende, contra el alimentante) de las que dan lugar a desheredación, sea o no heredero forzoso (art. 152.4.º). De esta forma, en caso
de que el alimentista incurra en alguna de esas faltas, el alimentante
podrá anticipar la desheredación (incluso aunque ésta no procediera
por no ser legitimario el alimentista 184) con el cese de la prestación
de alimentos. Las faltas que son causas de desheredación aparecen
recogidas en los artículos 852 a 855 y –por remisión de aquellos–
756 del Código Civil 185. Dado que la reconciliación posterior de
ofensor y ofendido hace desaparecer el derecho de desheredación y
la desheredación ya hecha 186, cabe entender que también provocará
mantenimiento de su madre» (en el mismo sentido se han pronunciado las SSAAPP Toledo
de 8 de febrero de 1999 y Valencia de 7 de junio de 1999).
182 Así, en la SAP Badajoz de 21 de febrero de 1995 se precisa: «necesidad que, de
producirse, tan sólo acaecería por causa a él imputable, lo que le deslegitima en orden a
mantener la acción de referencia; le bastaba con aceptar cualesquiera de las ofertas laborales propuestas y exigir su cumplimiento; otra conducta resulta incompatible con la
necesidad invocada». Igualmente, respecto de un alimentista que rechaza ofertas de trabajo, vid. la SAP Valencia de 19 de enero de 1995. No obstante, la SAP Asturias de 26 de
febrero de 2001 admite la posibilidad de rechazar una oferta de trabajo cuando éste sea
incompatible con los estudios.
183
Puig Peña («Alimentos», op. cit., p. 598) ve que aquí podría haber una obligación moral de devolver e incluso recompensar, pero no jurídica.
184
Precisión que no existía en la 1.ª ed. del CC y que se introdujo en la 2.ª; adecuadamente, pues la anterior redacción podía llevar a entender que esta causa de extinción de
la obligación alimenticia no se produciría en relación con los alimentistas que no fueran
herederos forzosos.
185
La enumeración de causas es bastante extensa: padres que abandonen, prostituyan o corrompan a sus hijos; condena en juicio por atentar contra la vida del alimentante o
de su cónyuge, descendientes o ascendientes; acusar al alimentante de delito que tenga
señalada pena no inferior a la de prisión mayor, cuando la acusación sea declarada calumniosa; realizar amenazas, fraude o violencia a fin de forzar al alimentante a hacer o cambiar
su testamento, o bien impedirle hacerlo o revocarlo, o suplantar, ocultar o alterar otro posterior; respecto de los descendientes, haber negado con anterioridad, injustificadamente,
alimentos al ascendiente que ahora es alimentante o haberle maltratado de obra o injuriado
gravemente de palabra; respecto de los ascendientes, haber perdido la patria potestad por
sentencia fundada en el incumplimiento de los deberes inherentes a la misma o dictada en
causa criminal o matrimonial, haber negado con anterioridad injustificadamente alimentos
al descendiente que ahora es alimentante o haber atentado uno de los padres contra la vida
del otro sin reconciliación entre ellos; o finalmente, respecto del cónyuge, haber incumplido grave o reiteradamente los deberes conyugales, concurrir alguna de las causas que dan
lugar a la pérdida de la patria potestad –a las que nos hemos referido antes en relación con
los ascendientes–, haber negado anteriormente alimentos a los hijos o al otro cónyuge, o
haber atentado contra la vida del cónyuge testador sin haber mediado reconciliación.
186
Vid. artículo 856 CC.
786
Francisco Javier Jiménez Muñoz
la desaparición de la causa de cese de la obligación de alimentos,
debiendo reanudarse si persistieran los requisitos para ella.
Por otra parte, como las causas de desheredación son personales
entre alimentante y alimentista, la extinción de la obligación de dar
alimentos por la concurrencia de un motivo de desheredación no
puede suponer que el alimentista pierda el derecho a reclamarlos de
los siguientes obligados en el orden del artículo 144 187. No obstante,
si ese siguiente obligado fuera un hermano, la conclusión ha de ser
distinta: el artículo 143 restringe su obligación a los alimentos necesarios por cualquier causa que no sea imputable al alimentista, y el
motivo de desheredación, que provocó la pérdida de los alimentos del
anterior obligado, sí le sería imputable, por lo que entendemos que no
existiría frente a ese hermano obligación alguna de alimentos 188.
2) Cuando el alimentista sea descendiente del alimentante y
su necesidad provenga de mala conducta o falta de aplicación al
trabajo 189, mientras subsista esta causa (art. 152.5.º) 190. Deberá
187
Cfr. Manresa, comentario al artículo 152 CC, en Comentarios al Código Civil
español, op. cit, p. 851; Sánchez Román, Estudios de Derecho Civil, op. cit.,
pp. 1269-1270; y Valverde, Tratado…, op. cit., p. 538. En contra se pronunció Puig
Peña (en «Alimentos», op. cit., p. 599), que con base en la STS de 24 de noviembre de
1925 considera injusto obligar a otro pariente a continuar en la obligación que cesó por
culpa del propio alimentista (crítica que comparte con Sánchez Román, op. cit., p. 1270);
e igualmente parece orientarse en la posición contraria Delgado (en comentario al artículo 152, op. cit., p. 542), pues aunque con dudas, indica que, de darse esta causa de extinción por parte del alimentista, no produciría efectos únicamente respecto del alimentante a
quien afectara directamente, sino frente a todos.
188
En el mismo sentido, cfr. Manresa, comentario al artículo 152 CC, op. cit,
pp. 851-852.
189
Esta falta de aplicación al trabajo ha de ponerse en relación con la causa del
núm. 3 del artículo 152, de modo que no basta la mera habilitación subjetiva para una profesión u oficio, sino el no haber intentado encontrar trabajo con la diligencia o los medios
a su alcance (cfr. STS de 24 de junio de 1950, y SSAAPP Zaragoza de 3 de noviembre
de 1992 y Córdoba de 24 de junio de 1999, entre otras). En el fondo, como dijimos anteriormente en el texto, se trata de evitar que la obligación legal de alimentos pueda suponer
la existencia de parásitos sociales que vivan mantenidos por otros sin trabajar, cuando
perfectamente puedan hacerlo. Así, en la STS de 12 de julio de 1904 se aplica esta causa a
un supuesto en que el hijo dejó voluntariamente un destino, fue despedido de otro y llegó a
faltar gravemente a su padre, y no obstante le reclama alimentos.
Para la SAP Zaragoza de 7 de julio de 1993, el fracaso escolar no supone «falta de
aplicación al trabajo», y en tal sentido afirma que «dentro de los conceptos «de mala conducta o falta de aplicación al trabajo» no puede comprenderse los malos resultados obtenidos en los exámenes de bachillerato y el hecho de que durante dos años hubiera dejado
los estudios. [El art. 152.5.º CC] sólo contempla, además de la mala conducta, la indolencia para el trabajo con la consecuencia de la falta de ingresos economicos, circunstancia
aquí no probada, pues la actual coyuntura hace muy difícil conseguir un empleo remunerado» (las negritas son nuestras).
190
Se aplicó esta causa de extinción de la obligación alimenticia (aunque igualmente hace referencia a la concurrencia de la causa del núm. 4 del mismo art. 152 CC) en el
llamativo –y afortunadamente inusual– caso resuelto por la SJPI Ejea de los Caballeros de
3 de septiembre de 1999, en que unos padres demandaban que, ante lo insostenible de la
situación a que se había llegado en la convivencia con sus hijos mayores de edad (que les
habían llegado a injuriar y amenazar gravemente, e incluso a la agresión física respecto de
la madre), se declarara exenta su obligación de alimentos respecto de éstos.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 787
ser el propio alimentista quien deba acreditar el cese de estas causas para que surja o se reanude la obligación alimenticia 191. No es
explicable la razón por la que la mala conducta –cuando no sea
causa de desheredación– o la falta de aplicación al trabajo sólo
extingan la obligación alimenticia en caso de que el alimentista sea
descendiente del alimentante, y no en relación con los otros parientes, con lo que se está permitiendo el caso de que el cónyuge o un
ascendiente o hermano pueda vivir a costa del alimentante pese a
mantener una actitud –incluso conscientemente– renuente al trabajo o conflictiva en los puestos de trabajo que ocupe.
Como podemos ver, en realidad no son todas propiamente causas de cese o extinción de la obligación de alimentos, sino que
mientras que la relativa al fallecimiento del alimentante o el alimentista y la de la desaparición de la necesidad del alimentista sí lo
son, la referente a la insuficiencia patrimonial del alimentante es
más bien un caso de suspensión, hasta que el obligado vuelva a
contar con medios suficientes; y las del tercer grupo serán más bien
causas de exclusión de la procedencia de la obligación: en estos
supuestos se sanciona con la privación del derecho a alimentos al
que de otro modo sí lo tendría, de modo que la obligación alimenticia ni siquiera llega a nacer (aunque las causas de desheredación
pueden actuar también como causas de cese de una obligación
hasta entonces viva, y la relativa a la mala conducta o falta de aplicación al trabajo se configura con carácter temporal, mientras subsista esta causa). Por otra parte, las causas relativas al alimentante
no provocarán la extinción de la obligación alimentaria en sí, sino
más propiamente su concentración en los demás alimentantes del
mismo grado, o de no existir éstos, el que deba ser llamado como
alimentante otro pariente de grado posterior.
8.
LA OBLIGACIÓN DE ALIMENTOS ENTRE PARIENTES EN LOS DERECHOS FORALES
Finalmente, una visión completa de la obligación de alimentos
entre parientes en España no puede dejar de hacer una referencia,
siquiera somera, a la regulación de la materia en algunos de los
denominados Derechos civiles forales o especiales.
En concreto, contemplan una regulación sobre los alimentos los
Derechos aragonés y navarro, de claro enfoque sucesorio, y sobre
todo catalán.
191
Vid. la SAP Granada de 29 de enero de 1992.
788
Francisco Javier Jiménez Muñoz
En Aragón, el artículo 121 de la Compilación, redactado por la
Ley aragonesa 3/1985, de 21 de mayo, contempla un supuesto
especial de obligación de alimentos entre coherederos, estableciendo que «Aquellos descendientes sin mediación de persona capaz
de heredar que en la distribución de los bienes hereditarios queden
en situación legal de pedir alimentos, podrán reclamarlos de los
sucesores del causante, en proporción a los bienes recibidos». De
esta forma, frente a la intransmisibilidad mortis causa de la posición del alimentante en el Código Civil, el Derecho aragonés establece una transmisibilidad limitada en que los sucesores del causante se sitúan, a efectos de alimentos, respecto de los descendientes
de éste en la misma posición que él, transmitiéndose la carga proporcionalmente a los bienes recibidos.
En Navarra, dentro de los denominados «derechos de la Casa»,
de hermanos y parientes colaterales del heredero instituido, mientras estén acogidos a la Casa y quieran permanecer en ella trabajando en beneficio de la misma, está el «acogimiento en Casa», que da
a la persona beneficiaria «derechos de vivir en la casa, de ser alimentada y atendida, tanto en salud como en enfermedad» 192.
En Cataluña, el Código de Familia 193 contempla una extensa
regulación de la obligación de alimentos, integrando la de la anterior Ley catalana 10/1996, de 29 de julio, de alimentos entre
parientes. La misma reproduce en lo sustancial el contenido de la
normativa del Código Civil que hemos visto, si bien con algunas
diferencias, entre las que destacan: incluye expresamente dentro
de los alimentos los gastos funerarios, cosa que como vimos no
era muy defendible en la regulación del Código Civil; los alimentos estrictos son aún más reducidos que en el Código Civil, dado
que se definen como «los alimentos necesarios para la vida», sin
incluir los gastos de educación; respecto de los hermanos alimentistas, la limitación a los alimentos estrictos se restringe a los
mayores de edad y no discapacitados (luego cabe entender que
los menores o discapacitados podrán pedir alimentos amplios), y
la imputabilidad de la causa de la necesidad en los casos de alimentistas descendientes del alimentante no provoca la inexistencia de derecho de alimentos, como sucede en el artículo 152.5.º
del Código Civil, sino su reducción a los estrictos; se reconoce el
derecho de reclamación de los alimentos, no sólo al necesitado o
en su caso su representante legal, sino también a la entidad pública o privada que le acoja; el inicio del devengo de los alimentos
no se establece únicamente en la demanda judicial, sino que se
192
193
Vid. ley 131 del Fuero Nuevo de Navarra.
Ley catalana 9/1998, de 15 de julio.
La regulación española de la obligación legal de alimentos entre parientes 789
añade también la reclamación extrajudicial; se permite la reclamación simultánea a personas obligadas de grados posteriores en
caso de insuficiencia de los recursos de las primeramente obligadas, se exime del deber de prestar alimentos a los discapacitados,
salvo que previsiblemente sus posibilidades excedan de sus necesidades futuras teniendo en cuenta su grado de discapacitación;
se admite expresamente la posibilidad de establecer bases de
actualización anual de la cuantía de los alimentos, conforme a lo
que ya venía siendo práctica judicial habitual; se señala que el
juez podrá moderar la obligación de alimentos en relación con
alguno de los alimentistas, con el incremento proporcional de las
de los restantes; se prevé expresamente la situación de que más
de un alimentante opte por la prestación in natura, disponiéndose
que el juez decidirá tras oírles a ellos y al alimentista, teniendo en
cuenta preferentemente la voluntad de éste si tiene plena capacidad de obrar; se contempla en esta sede la prestación de alimentos por terceros, restringiéndose la reclamabilidad de las pensiones a las del año en curso y el anterior con los intereses legales,
pudiéndose subrogar en los derechos del alimentista contra el
alimentante, salvo que conste que los alimentos se dieron desinteresadamente y sin ánimo de reclamarlos; así como se recogen
expresamente los caracteres de la obligación de alimentos y de
las pensiones atrasadas.
Por otra parte, entre las cada vez más frecuentes leyes autonómicas sobre uniones o parejas de hecho, algunas han asimilado los
miembros de tales parejas a los cónyuges a efectos del derecho a
percibir alimentos y de la posición de alimentista, incluso anteponiéndolos al resto de potenciales obligados, con una redacción muy
similar en sus preceptos, si bien ha de tenerse en cuenta que aquí
sólo se tratará de la obligación de alimentos en sentido propio, al
faltar el deber de socorro mutuo que vimos que sí existía en el
matrimonio y que absorbía a aquélla 194. En tal sentido se han
orientado las leyes catalana, aragonesa y balear.
194
Lo que sí suelen establecer estas leyes es una contribución de los miembros de la
pareja al sostenimiento de las cargas de ésta en proporción a sus recursos, como presunción en defecto de pacto contrario (así, arts. 7.3 de la Ley canaria 5/2003, de 6 de marzo,
para la regulación de las parejas de hecho en la Comunidad Autónoma de Canarias; 6.2 de
la Ley extremeña 5/2003, de 20 de marzo, de parejas de hecho de la Comunidad Autónoma
de Extremadura, y 6.1 de la Ley vasca 2/2003, de 7 de mayo, reguladora de las parejas de
hecho), al igual que la previsión de una compensación económica en caso de extinción de
la pareja que suponga una situación de desequilibrio económico para uno de los convivientes, bien imperativamente o bien como mera posibilidad a incluir en los pactos entre los
miembros de la pareja [arts. 10, in fine, de la Ley andaluza 5/2002, de 16 de diciembre, de
Parejas de Hecho; 7.1, in fine, de la Ley canaria, 7 de la Ley extremeña y 6.2.b) de la Ley
vasca –esta Ley llega a contemplar en su art. 6.2.a) una pensión periódica para el miembro
de la pareja que la necesitara para atender adecuadamente su sustento, en determinados
casos–].
790
Francisco Javier Jiménez Muñoz
Así, la Ley catalana 10/1998, de 15 de julio, de uniones estables
de pareja, establece en sus artículos 8 (unión estable heterosexual) y
26 (unión estable homosexual), con idéntica redacción, que «Los
miembros de la pareja estable tienen la obligación de prestarse alimentos, con preferencia a cualquier otro obligado»; igualmente, el
artículo 13 de la Ley aragonesa 6/1999, de 26 de marzo, relativa a
parejas estables no casadas, declara que «Los miembros de la pareja
están obligados a prestarse entre sí alimentos, con preferencia a
cualquiera otras personas legalmente obligadas»; y de igual modo,
el artículo 6 de la Ley balear 18/2001, de 19 de diciembre, de parejas estables, que «Los miembros de la pareja estable tienen la obligación de prestarse alimentos, y se les debe reclamar con prioridad
sobre cualquier otro obligado legalmente».
9.
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RESUMEN
En el presente trabajo se estudia la denominada obligación (legal) de
alimentos entre parientes, que vincula a uno o varios deudores (alimentantes,
obligados a prestarlos) con uno o varios acreedores o titulares del derecho
de alimentos (alimentistas, necesitados), parientes próximos o cónyuges de
aquellos, a los que han de proporcionar lo necesario para la satisfacción de sus
necesidades vitales.
La reciprocidad de las posiciones de alimentistas y alimentantes hará que
las mismas personas estén obligadas a alimentarse entre ellas, en función de en
quién concurra la necesidad en cada momento. El Código Civil la contempla
únicamente desde la posición deudora, determinando el orden de determinación
de los alimentantes, si bien la cuantía de los alimentos debidos no es igual
respecto a todos los grupos de alimentistas, pudiendo distinguirse unos alimentos
amplios o civiles y otros estrictos o auxilios. Asimismo, cabe que sea un tercero
no obligado quien preste los alimentos, lo que el Código considera como gestión
de negocios ajenos.
La cuantía concreta de los alimentos vendrá determinada tanto por la
insuficiencia patrimonial del conjunto de alimentistas para atender a su propia
subsistencia como por la suficiencia patrimonial del conjunto de alimentantes.
Concluimos este trabajo con una referencia a la regulación de esta materia
en los Derechos aragonés y navarro y catalán, así como a las previsiones al
efecto de algunas de las leyes autonómicas sobre parejas de hecho.
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