259 Resumen. La violencia contra la mujer es un grave problema

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CAPÍTULO 10: POSIBILIDAD DE INTERVENCIÓN CON
MUJERES VICTIMAS DE VIOLENCIA FÍSICA CONYUGAL
Lúcia Cavalcanti de Albuquerque Williams
Profesora del Departamento de Psicología de la
Universidad Federal de São Carlos. Coordinadora del LAPREV. Brasil
Sabrina Mazo D’Affonseca
Investigadora en el
Laboratorio de
Análisis y Prevención de la Violencia.
Universidad Federal de Sao Carlos. Brasil.
Gabriela Reyes
Ormeño
Investigadora en el Laboratorio de
Análisis y Prevención de la Violencia.
Universidad Federal de Sao
Resumen.
La violencia contra la mujer es un grave problema social que afecta
mujeres de todas las edades, niveles educacional, raza, religión y clase
social, siendo que lo agresor más común es su compañero. En Brasil los
datos de diferentes estudios señalan que la prevalecía da violencia física
contra las mujeres varían de 26,4% a 44,8% en diferentes regiones del
país. Esto fenómeno es responsable por diversos casos de enfermedades
mentales y problemas de comportamiento en las mujeres y es un
factor de riesgo para la violencia contra los niños, siendo necesario
la intervención de todos los sectores de la sociedad para que pueda
ser entendida e erradicada. Debido a falta de servicios dirigidos a un
público especializado a mujeres agredidas y sus agresores en Brasil,
lo Laboratorio de Análisis y Prevención de la Violencia (LAPREV)
realiza acciones para combatir y prevenir la violencia domestica,
ofreciendo ayuda psicoterapéutica para las víctimas (mujeres y niños)
y a los hombres que golpean a sus parejas desde 1998. Para ilustrar la
259
psicoterapia realizada por practicantes e investigadores del LAPREV,
al final del capítulo se presentará un caso de estudio.
Violencia conyugal
La violencia contra la mujer es un grave problema social reconocido
internacionalmente que traspasa las fronteras de clase, raza / origen
étnico, religión, edad y nivel educacional y que ha atraído la atención
de profesionales de diferentes áreas. Las Naciones Unidas (ONU) en
1993, reconoció que la violencia contra las mujeres es un obstáculo para
el desarrollo, la paz y los ideales de la igualdad entre los seres humanos,
y esto se considera una grave violación de los derechos humanos
(Hermann & Barsted, 2000).
Los episodios de violencia contra la mujer a menudo ocurren dentro
de la familia en el espacio privado, y sus autores son hombres, en la
mayoría de las veces su pareja. En la investigación de Deslandes, Gomes
y Silva (2000), los datos mostraron que de 72 mujeres atendidas en
los hospitales públicos de referencia en la ciudad de Rio de Janeiro,
la mayoría apunta como su agresor al cónyuge/compañero/novio en un
(69,4%) y en las agresiones sufridas por palizas (70,4%), especialmente
en la cara y la cabeza. En una análisis realizada por la Fundación de
Investigación Abramo, demuestra que en 2001, en Brasil, cada 15
segundos era agredida una mujer y los principales agresores eran
sus maridos o parejas autores de la agresión o amenaza física, ataque
seguido por los ex- maridos y ex- parejas (Vasconcelos, 2002).
La prevalencia de la violencia es siempre una cuestión delicada,
porque, en general, las cifras están subestimadas. En primer lugar,
muchas mujeres no recurren a las comisarias por miedo para denunciar
las agresiones, amenazas, palizas y otras formas de violencia. Otro factor
que dificulta el registro de la violencia es que para algunas agresiones
no es necesaria la atención médica imposibilitando la denuncia o
conocimiento de las autoridades. (Lutzke de 2006, Arias & Ikeda,
2006; Barsted & Hermann, 2000).
Además, parte de la dificultad de determinar la prevalencia de la
violencia contra la mujer es debido al hecho de que es un problema
260
complejo en el que muchas variables deben ser evaluadas con el fin
de poder entender y controlar el fenómeno. Arias e Ikeda (2006)
describen algunos rasgos característicos de este fenómeno, que puede
ser causa de los problemas observados por investigadores. En primer
lugar, este fenómeno implica al menos dos personas, el agresor y la
víctima, de modo que más información acerca de las características
de estos individuos, la relación entre ellos y los acontecimientos que
culminaron en el episodio violento. Por otra parte, existe la posibilidad
de que haya ocurrido una vez o varias veces, y puede ser perpetuado por
un solo compañero o compañeros en diferentes momentos de su vida.
A partir de estos hechos debemos considerar la existencia de diferentes
categorías de violencias (físicas, sexuales y psicológicas), que pueden
complicar la toma de decisiones sobre las definiciones que deben
utilizarse, y los datos pertinentes a obtener. Por último, la existencia de
diferentes fuentes de información (sistema de salud y el poder judicial,
por ejemplo) conduce a la necesidad de una colaboración eficaz para
el intercambio de información entre los sistemas, que no siempre es el
caso.
A pesar de la dificultad de determinar con precisión los casos de
violencia contra la mujer, los datos de diferentes estudios señalan que
la violencia contra la mujer es uno de los delitos más frecuentes en el
mundo siendo responsable de secuelas perjudiciales para su desarrollo
(Williams, 2001). Los datos estadísticos del Centro de Control de
Enfermedades y Prevención (Centers for Disease Control and Prevention
- CDC), presentado por Lutzke (2006) muestran que un tercio de las
mujeres víctimas de homicidio en los Estados Unidos fueron asesinadas
por su pareja y que entre las mujeres víctimas de la violencia física de su
pareja (alrededor de 1309,061 mujeres por año), el 42% tenían lesiones
y el 28% necesitan atención médica (servicios de ambulancia, atención
médica en el ambulatorio u hospital).
Arias e Ikeda (2006) describen los datos obtenidos National
Violence Against Women Survey (NVAWS) en los Estados Unidos
que muestran que 22.254.037 mujeres (22,1%) sufrieron abuso físico
por un compañero íntimo en algún momento a lo largo de su vida. La
tasa de prevalencia en los 12 meses fue del 1,3%, o 1.309.061 mujeres
agredidas físicamente por su compañero cada año, las mujeres que
261
informaron haber sufrido alguna agresión, obtuvo una media de 3,4
ataques por año. Según los autores, el 26% de las mujeres víctimas de
violencia física de su compañero consultó un profesional de salud en el
último año.
En Brasil, la prevalencia de la violencia física contra las mujeres no son
muy diferentes, según algunos estudios que han tratado de determinar
la prevalencia de este fenómeno en diferentes regiones del país.
D’Oliveira et al (2009) realizaron un estudio transversal en varios
países sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mujer,
patrocinado por la Organización Mundial de la Salud para estimar
la prevalencia y factores asociados con el abuso físico y / o violencia
sexual por su pareja en los diferentes contextos socioculturales. Los
investigadores se basaron en una muestra representativa de las mujeres
en São Paulo y Zona da Mata de Pernambuco, una región con las normas
más tradicionales del género. Fueron entrevistadas 940 mujeres en
su hogar en Sao Paulo y 1.188 de la Zona da Mata, entre 2000 e 2001,
con edad de 15 a 49 años que tuvieron relaciones sexuales y afectivas
con hombres en algún momento de sus vidas. Los datos muestran una
prevalencia de 28,9% en São Paulo (95% IC: 26,0, 31,8) y el 36,9% (IC
95%: 34,1, 39,6) en la Zona da Mata.
Del mismo modo, Moura, Gandolfi, Vasconcelos y Pratesi (2009),
realizaron un estudio para estimar la prevalencia de los tipos de
violencia y cuáles son los comportamientos cometidos por los
compañeros contra las mujeres que viven en zonas económicamente
vulnerables. Los investigadores realizaron un estudio transversal
con 278 mujeres de 15 a 49 años que han tenido pareja alguna vez en
sus vidas, viven en un área metropolitana de Brasilia, la capital del
Brasil, en el año de 2007. Utilizado el proceso de muestreo aleatorio
sistemático. El instrumento de la encuesta consistió en un cuestionario
con 58 preguntas elaboradas por la Organización Mundial de la Salud
y se analizó la prevalencia de la violencia física, psicológica y sexual.
Las variables independientes consideradas fueron las características
demográficas de las mujeres, contexto familiar y comunitario, así como
las características demográficas de la conducta de la pareja (la frecuencia
de uso de alcohol o drogas ilegales y relaciones extramatrimoniales).
262
Los resultados mostraron que la prevalencia de maltrato psicológico
es el más alto: 80,2% (n = 223) de las mujeres encuestadas informó
de por lo menos un acto en la vida adulta y el 50% (n = 139) en los
últimos 12 meses. La prevalencia de violencia física durante la vida era
58,6% y en los últimos 12 meses (32%), mientras que la prevalencia
de mujeres que experimentaron violencia sexual fue de 28,8% y 15,5%
respectivamente
Seaman, Vieira y Souza (2006), realizaron un estudio para determinar
la prevalencia de la violencia entre parejas con los usuarios de un centro
de salud del municipio de Ribeirao Preto, en 2003. Los participantes
del estudio fueron 265 mujeres, con edades comprendidas entre 18 y 49
años. Los resultados obtenidos por los investigadores indicaron que la
violencia psicológica se produjo al menos una vez en su vida en 41,5%
de las mujeres, la violencia física 26,4% y violencia sexual de 9,8%. El
45,3% de las participantes informó la existencia de cualquier tipo de
violencia, el 20,3% en los 12 meses anteriores a la entrevista y el 22,3%
dijeron haber sufrido violencia durante su vida.
Kronbauer y Meneghel (2005), investigaron la prevalencia y el perfil
de la violencia de género (física, psicológica y sexual) perpetrada contra
mujeres por sus parejas actuales o pasada con 251 mujeres entre 18 y
49 años que consultaron el servicio de salud en Puerto Alegre, Estado
de Rio Grande del Sul, y obtuvieron una prevalencia de la violencia:
psicológica (55%), física (38%) y sexual (8%) respectivamente.
Con el objetivo de verificar las formas de abuso físico que sufren
las mujeres, Bruschi, Paula y Bordin (2006), realizaron un estudio con
86 mujeres en el municipio de Embu en el estado de San Paulo, con
edades comprendidas entre los 15 a 49 años, ellas residían con un hijo
(a) menor de 18 años y habían vivido con sus maridos / parejas durante
toda la vida. Los resultados mostraron que la prevalencia de la violencia
doméstica grave fue de 22,1% y la menos grave de 10,5%. Entre las
formas de agresión, el 32,6% de las mujeres informó haber recibido una
bofetada, 17,5%, un puñetazo 15,2% palizas, el 13,9% de uso / amenaza
de pistola y un 10,6% fueron patiadas. Con relación al tipo de ayuda
buscada, el 36,8% dijeron que habían llamado a la policía o fueron a la
comisaría, el 21,1% buscó ayuda con los curanderos, brujos tradicionales
y el 5,3% utilizo los centros de salud.
263
Pucci (2004), realizó un estudio con 328 usuarios de tres servicios
de atención primaria a la salud del municipio de Santo André San Paulo,
para caracterizar la frecuencia, gravedad e intensidad de violencia física
o sexual perpetrada por la pareja de mujeres en edad de reproducción.
Los resultados mostraron una prevalencia del 40,2% de violencia física
o sexual. La violencia física se informó en el 35% de los casos, cuando
se trata de violencia sexual la proporción fue del 18% perpetrada por
la pareja íntima. Entre los encuestados, el 8,8% reportó episodios de
violencia física o sexual perpetrada por su pareja en los últimos 12
meses. Los actos de violencia física fueron severos para el 23% de las
mujeres y repitió en el 58% de los casos denunciados. Cabe señalar
que las mujeres en situaciones de violencia tenían una edad media de
34,8 años y el nivel educativo bajo (media de 5,5 años de estudio). En
cuanto a la ocupación de estas mujeres, el 60% eran amas de casa o
estaban desempleadas y 54% tenían condiciones socioeconómicas más
desfavorecidas. Aproximadamente el 50% de ellas tenía antecedentes
de aborto.
Leoncio, Baldo, Juan, y Biffi (2008) realizaron un documental
retrospectivo con el objetivo de analizar el perfil de las mujeres
maltratadas y sus agresores y la naturaleza de la violencia sufrida. Se
revisaron 446 quejas registrado en octubre y noviembre de 2007, en la
comisaría de policía de la defensa de la Mujer, en Ribeirão Preto, San
Paulo. Entre los tipos de violencia, la violencia física es predominante
con 200 casos (44,84%), y la separación matrimonial fue la razón para
desencadenar la agresión a 199 (44,62%) de ellos. En cuanto al lugar
de los hechos, los investigadores encontraron que la localización
más frecuente de los ataques fue el domicilio - 343 (76%), el período
de denuncia se concentra del primer dia a los 15 días 244 (54%) y el
agresor más frecuente es la pareja 219 (49,10%).
Silva (2003), realizó una encuesta en una sala de emergencias del
hospital de la ciudad de Salvador, en el Estado de Bahía, con 701 mujeres
de 15 a 49 años. De este total, el 45,8% de las participantes reportaron
algún tipo de violencia: física, sexual y / o psicológica. Entre las mujeres
que referían malos tratos físicos se encontró un mayor número de casos
de enfermedades mentales y problemas de comportamiento como
264
resultado de causas externas, las enfermedades del tracto genital y
causas mal definidas.
Entre los síntomas denunciados por las mujeres víctimas de la
violencia, destacase: dolor crónico, visitas frecuentes al médico, uso /
abuso de drogas, el uso /abuso de alcohol, y pensamientos o intentos
de suicidio, depresión, moderada o grave sospecha de maltrato infantil
como padres, problemas de sueño (insomnio, pesadillas), agitación,
ansiedad o nerviosismo, confusión, dificultad para tomar decisiones,
malestar social, falta de contacto visual y la visión rígida de los roles de
hombre / mujer (Adeodato et al., 2005 , Williams, 2001; Sinclair, 1985)
Matud Azna (2004), presento un estudio sobre el impacto de la
violencia doméstica en la salud de la mujer maltratada. La muestra
está formada por 270 mujeres que eran o habían sido maltratadas por
sus parejas y un grupo de comparación de 269 mujeres que no habían
sufrido tales abusos. Las mujeres maltratadas, frente al grupo control,
tenían más síntomas de depresión grave, ansiedad e insomnio y síntomas
somáticos. Se sentían más inseguras y tenían menos autoestima y apoyo
social. Además, informaban de sufrir mayor número de enfermedades y
consumían más medicamentos. Las mujeres en proceso de separación
del agresor y las que habían sido maltratadas más recientemente tenían
más síntomas de ansiedad y depresión, su autoestima era menor y se
sentían más inseguras que las mujeres que, aunque tenían historia de
maltrato, se habían separado del agresor y habían logrado rehacer su
vida
Los factores asociados con la violencia de la pareja D’Oliveira
et al (2009) destaca el bajo nivel de educación (por lo general hasta
ocho años), violencia física entre los padres de la mujer, abuso sexual
de menores, cinco o más embarazos, y problemas con el alcohol se
asociaban. Los datos demostraron la independencia económica de las
mujeres, unión informal, edad y consentimiento en la primera relación
sexual se asocia con mayores índices de agresión sólo en la Zona da
Mata (D’Oliveira et al, 2009).
En el estudio de Seaman, Vieira y Souza (2006), los autores detectaron
algunos factores de riesgo para cada tipo de violencia: para la violencia
psicológica y general; el consumo de drogas por el parte de su pareja,
265
el estatus socioeconómico y violencia en la familia, violencia física;
el uso de drogas por el compañero, escolaridad y la violencia familiar,
la violencia sexual; la situación socioeconómica y violencia en el seno
familiar.
Kronbauer y Meneghel (2005), observaron que la edad de las
mujeres, su educación y la de sus compañeros, nivel socioeconómico, y
la ocupación de su pareja, el número de embarazos y la prevalencia de
trastornos psiquiátricos menos graves se asociaron significativamente
con la violencia experimentada por las mujeres.
Cabe señalar que algunos investigadores consideran que la violencia
contra la pareja como factor de riesgo para la violencia contra los niños
(Capaldi, Peras y Kim, 2009; LeCroy y Milligan Associates, Inc., 2007,
O’Leary & Woodin, 2006; Reichenheim Dias & Moraes, 2006, Appel
y Holden, 1998), la investigación citadas por Capaldi, Kim y Peras
(2009) que tratan de relacionar estos dos fenómenos (violencia contra
la pareja y el maltrato para los niños) indican que los niños que viven
en familias en las que se produce la violencia contra su pareja tienen de
dos a cuatro veces más probabilidad de ser víctimas de malos tratos en
comparación con niños cuyas familias no presencian este fenómeno.
Slep y O’Leary (2001) y otros Tolan. al (2006) citado en Capaldi,
Kim y Peras (2009), destacan algunos factores de riesgo comunes para
la violencia contra la pareja y la violencia contra los niños en diferentes
niveles: contextual (la pobreza y el estrés), las relaciones sociales
(violencia intrafamiliar en la familia de origen, pocas habilidades en
la crianza de los niños en la familia de origen, discordia y violencia
entre los padres, así como poca satisfacción con la relación) y
personales (impulsividad, agresividad, poca habilidad para resolución
de problemas, depresión, abuso de drogas, antecedentes de conducta
antisocial, sociales,problemas de conducta y delincuencia).
Reichenheim Dias y Moraes (2006) mostraron un perfil de ocurrencia
y co-ocurrencia de violencia física contra los niños en una población que
acude a un servicio de salud, de acuerdo con diferentes características
socioeconómicas y demográficas. Los participantes del estudio fueron
205 mujeres que viven con su pareja y con un hijo (o hijastro) de hasta
18 años. Los resultados obtenidos por los autores demostraron que los
266
factores asociados con un riesgo mayor fueron: edad materna mayor de
25 años, su compañero no haber completado la secundaria, más de dos
niños menores de cinco años en el hogar y el abuso de alcohol y drogas
ilícitas por sus compañeros. En los hogares con estas características,
la estimación conjunta de la prevalencia de la violencia contra parejas
e hijos fue del 90,2% y el 60,6% de concurrencia. En ausencia de estos
factores, las estimaciones fueron significativamente más bajos (18,9%
y 0,2% respectivamente).En un estudio realizado por McDonald,
Jouriles, Tarta y Minze (2009), que tratan de examinar la asociación de
la violencia doméstica contra las mujeres y los problemas de adaptación
de los niños, se observó que el 40% de los niños tenían comportamientos
externalizantes de nivel clínico y el 49% de los niños tenían problemas
de conducta de internalización de nivel clínico. Aunque el estudio
no describe cuáles son estos comportamientos, la literatura del área
(Holden, 1998) considera que las conductas de exteriorización (la
agresión, el alcohol y las drogas, la ira, trastornos de conducta, la
crueldad con los animales, la destructividad, falta o dificultad para
seguir reglas, conductas de oposición) y la internalización (ansiedad,
depresión, dependencia excesiva, miedo, baja autoestima, la pasividad,
la tristeza, culpabilidad, timidez, ideación suicida, síntomas de estrés
post-traumático, ansiedad por separación).
En una perspectiva de desarrollo, crecer en un entorno violento podría
afectar gravemente el progreso de su desarrollo y las competencias
personales del niño, de modo que el efecto acumulativo puede ser
llevado hasta la adultez, lo que contribuye a la perpetuación del ciclo
de violencia y adversidad (Levendosky y Graham-Bermann, 1998). Sin
embargo, la exposición a la violencia tiene un impacto variado en las
diferentes etapas del desarrollo infantil, con la exposición temprana y
prolongada puede llevar a la mayoría de los problemas más graves que
afectan a la cadena posterior de desarrollo (Holt, Buckley, y Whelan,
2008).
Por lo tanto, cualquier niño que vive en un ambiente con violencia
o amenaza de violencia es un niño que necesita protección, porque un
hombre que maltrata una mujer también puede hacerle daño al niño,
una mujer que se abusa puede llegar a dirigir su ira y su frustración
267
a su hijo, un niño accidentalmente se puede hacer daño tratando de
detener la violencia contra su madre y los hijos que presencian actos de
violencia en el hogar pueden convertirse en un hombre agresivo o una
mujer victimizada (Holt, Buckley y Whelan, 2008; Graham-Bermann,
2002; Sinclair, 1985), de modo que mediante la prevención de la violencia
contra la mujer, estamos también previniendo el maltrato de los niños.
Conviene mencionar, que no todos los niños que estuvieron
expuestos a la violencia doméstica están destinados a repetir los mismos
patrones de sus padres. Algunos pueden rechazar por completo el uso
de la violencia, y en general el factor que determina la interrupción del
ciclo de la violencia no es la experiencia con las relaciones abusivas con
otros adultos, compañeros y hermanos (Holt, Buckley y Whelan, 2008;
Graham-Bermann, 2002; Holden, 1998; Sinclair, 1985). Además, Holden
(1998) pone en relieve otros factores de protección para los niños
expuestos a la violencia, entre los que destaca el nivel educativo de la
madre, el bajo nivel de depresión de la madre, nivel socioeconómico y
estilo de crianza.
Además de los factores de protección, todavía hay algunas variables
que pueden moderar o mediar los efectos de la violencia conyugal. Ellos
son: la naturaleza de la violencia (la gravedad y la cronicidad), grupo
étnico, nivel de estrés experimentado sólo por las madres, la calidad de
la maternidad, ser objeto de abuso físico o verbal y las características
del niño (autoestima, cómo hacer frente a situaciones, el temperamento,
etc.) (Holden, 1998).
En general, todos los estudios presentados indican que la violencia
física contra la mujer sigue siendo muy frecuente, y requieren la
intervención de todos los sectores de la sociedad para que pueda ser
entendida e erradicada. De esta forma en el Brasil, algunos avances en
este ámbito se lograron mediante la creación de las comisarías de la
mujer a mediados de los anos 80’s, y más recientemente con la creación
del Centro de Referencia sobre la Mujer y la promulgación de la Ley no.
11340 de 07 de agosto de 2006, conocida como la Ley Maria da Penha,
en honor de Maria da Penha (también conocido como Leticia Rabelo)
Maria Fernandes 1. Sin embargo, todavía se constata en el país la falta de
servicios dirigidos a un público especializado a mujeres agredidas y a sus
268
agresores. Lo que se observa en la realidad son esfuerzos singulares como
los del Laboratorio de Análisis y Prevención de la Violencia (LAPREV)
que realiza acciones para combatir y prevenir la violencia doméstica,
ofreciendo psicoterapéuticos para ayudar tanto a las víctimas (mujeres
y niños) y a los hombres que golpean a sus parejas (página web: www.
ufscar / LAPREV) (Cortez, Padovani & Willams, 2005, D’Affonseca &
Williams, 2003; y Ormeño. Williams, 2006; Padovani & Williams, 2002;
Williams, Araújo, Ríos, D ‘ Affonseca, Maldonado, Patrian y Miranda,
en prensa; Williams, Padovani & Brino, 2009, Williams 2006).
Desde 1998, el Laboratorio de Análisis y Prevención de la Violencia
(LAPREV) desenvuelve actividades de enseñanza, investigación,
extensión y servicios de consultoría cuyo objetivo es promover y
garantizar los derechos humanos articulando el trabajo en los niveles
primario, secundario y terciario de prevención de la violencia. Cabe
señalar que las acciones de LAPREV fueron premiados en el concurso
“Prácticas ejemplares que incorporan una perspectiva de igualdad,
género y étnica entre hombres y mujeres en el área de la salud”, en
2009, organizado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS
/OMS),y el Departamento de Género, Etnia y Salud y el Departamento
de Salud de los Pueblos Indígenas para celebrar el Día Internacional
de la Mujer. De un total de 44 experiencias de 19 países de la región,
la experiencia El empoderamiento de la familia para hacer frente a
la violencia doméstica presentadas por el Laboratorio de Análisis de
Prevención de la Violencia (LAPREV) Departamento de Psicología, en
colaboración con la Unidad de Salud Escolar de la Universidad Federal
1 María da Penha fue agredida por su marido durante seis años. En 1983, en dos ocasiones,
trató de matarla, la primera con arma de fuego, dejándola paralitica, y en la segunda por electrocución y ahogamiento. El marido de María da Penha fue condenado después de 19 años de
juicio cumpliendo únicamente dos años en sistema cerrado. Debido a este hecho, el Centro por
la Justicia para el Derecho Internacional (CEJIL) y el Comité Latinoamericano para la Defensa
de los Derechos de la Mujer (Cladem) junto con la víctima, presentó una queja formal a la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, que es un organismo internacional
responsable por el expediente de las comunicaciones en caso de violación de los acuerdos internacionales. La ley modificó el Código Penal Brasileño y permitió a los hombres que golpean
269
São Carlos (UFSCar), fue seleccionada como una práctica ejemplar
(Williams, Padovani & Brino, 2009).
Como se señaló anteriormente, una acción que el LAPREV promueve
es el apoyo psicológico a las víctimas (mujeres y niños) y agresores
conyugales por medio del programa de intervención a victimas de
violencia, que comenzó en 1998 con un entrenamiento supervisado de
los estudiantes de grado en Psicología en las Comisarías de la Mujer de
San Carlos. En 2000 comenzó las actividades con los niños y las familias
del Consejo de Guardianes de São Carlos. En el año 2001 con la apertura
de la Casa de Refugio en la ciudad se ha ampliado el servicio a las
mujeres y los niños de la Casa Albergue “Gravelina Terezinha Mendes”
y en 2005 mujeres y sus parejas tienen que ser tratadas en la USE
(Unidad de Enseñanza de la Salud) UFSCar, destinado a la atención
interdisciplinaria. Durante este período hubo 910 atendimientos, la
mayoría (67,4%, n=613) eran mujeres, el 26,8% (n=244) eran niños y
adolescentes y el 5,8% (n=53) los agresores.
En este trabajo se centra en la intervención realizada por los
practicantes e investigadores del LAPREV con las mujeres víctimas de
violencia por la pareja. El mismo se basa en los supuestos de la práctica
en pruebas de enfoque cognitivo-conductual. Las intervenciones
psicoterapéuticas realizadas con las mujeres agredidas son individuales
y persiguen trabajar los aspectos relacionados con la infancia de los
participantes y la historia de vida, información sobre la violencia contra
las mujeres, creencias sociales que perpetúan la violencia, derechos
humanos, medidas de la violencia familiar, protección y seguridad,
redes de apoyo, los efectos traumáticos de la violencia, la importancia
de denunciar la violencia, combate contra la depresión y la prevención
a sus parejas sean presos en el acto u su detención sea ordenada. Estos agresores no podrán
ser castigados con penas alternativas, la legislación también aumenta el período máximo de
detención, siendo ahora de uno a tres años de reclusión, la nueva ley también prevé medidas
que van desde la salida del agresor de la casa y la prohibición de su aproximación de la mujer
agredida y sus hijos.
270
del suicidio, impacto de la violencia en el desarrollo humano y, en
particular el desarrollo del niño, información sobre la situación de los
niños y los adolescentes, y cómo construir una vida libre de los síntomas
de la violencia, lidiar con las emociones negativas (ira, culpa y el miedo),
resolución de problemas sociales, el análisis crítico de los efectos de su
propia conducta (análisis funcional) y entrenamiento en habilidades
sociales. Las técnicas fueron participación: los debates basados en
las lecturas y la información (cartilla), la relajación, resolución de
problemas sociales, juegos de rol y presentaciones en video. De esta
experiencia de campo y de la literatura referente, Williams, Maldonado
y Padovani (2008) elaboraron una cartilla con los aspectos discutidos
durante las sesiones con las mujeres. Este se encuentra disponible en
http://www.lfcc.on .ca/ uma_vida_livre_da_violencia.pdf.
Cuando las mujeres son madres, buscando también el mejor manejo
de la conducta de sus niños, se trabaja la enseñanza de habilidades
de crianza. Como se ha visto anteriormente, esto se debe a que los
investigadores consideran la violencia contra la pareja como un factor
de riesgo para la violencia contra los niños y niñas dentro de la familia
(Capaldi, Kim y peras, 2009, Williams & Brino Padovani, 2009, LeCroy
Milligan & Associates, Inc., 2007, O’Leary & Woodin de 2006, Appel
y Holden, 1998). Podría ser considerado erróneo, suponer que todas
las mujeres maltratadas tienen grandes diferencias en sus habilidades
maternas en comparación con las mujeres que no son víctimas de
violencia doméstica, sin embargo, mientras vivían en constante temor,
pueden negar a sus hijos normales transiciones de desarrollo, así como
poner en peligro la sensación de seguridad y confianza que son los
pilares de un desarrollo emocional saludable (Holt, Buckley y Whelan,
2008).
Así, estas mujeres también trabajaban el poder de la atención
contingentes, el elogio, reforzar el refuerzo, ignorar la conducta
inadecuada que sus hijos presentan, aprenden a demostrar las
consecuencias justas y eficaces para el comportamiento inadecuado de
los niños, establecer límites y normas, habilidades sociales, prácticas
271
positivas de crianza, uso de time-out, sistema de fichas a fin de facilitar
el desarrollo y el mantenimiento de sus prácticas educativas positivas
(Williams, Maldonado y Araújo, 20082.
Todos estos temas son utilizados en forma de debates, juegos de
roles, lecturas, tareas, y registro del comportamiento.
A continuación se presentará un caso de estudio para ilustrar
la psicoterapia realizada por practicantes e investigadores del
LAPREV.
Caso de estudio.
María (no es su nombre real) casada con dos hijos (Francisco de 9 años
y Julia de 2 años) 30 años, busca ayuda profesional para hacer frente a
los abusos físicos y psicológicos de su compañero (“Él me está volviendo
loca”). Según cuenta María, los ataques comenzaron después de que
Francisco nació. En aquella época, María vivía con sus padres y había
terminado su relación con José. Ella comenzó a salir para divertirse por
la noche, meses después del nacimiento de Francisco, José la esperaba
cerca de su casa, y cuando ella llegaba el la agredía físicamente (patadas,
puñetazos, jalones de pelo). En aquella época María no reveló estos
abusos a nadie, y relata que le quedaban marcas, que posiblemente
debido al color de su piel (negra) no eran visibles.
Incluso con estos abusos, María volvió a relacionarse con José
y después de algunos años, María volvió a quedar embarazada y
decidió casarse con José, ya que consideraba que sería difícil seguir
viviendo con sus padres teniendo dos hijos. Durante el primer año de
matrimonio, todo iba bien, pero al final del primer año, José comenzó a
atacarla físicamente, y María sintió que los ataques eran cada vez más
“intensos”.
En general, la agresión física se producía después de que José ingería
2 Este se encuentra disponible en: http://www.lfcc.on.ca/educacao_positiva_dos_seus_filhos.
pdf).
272
bebidas alcohólicas y drogas (cocaína), pero el abuso psicológico
(mala palabras, insultos, amenazas) eran más constantes, y en algunas
ocasiones él la aterrorizaba repitiéndole “Volvió la vida loca”. Cabe
señalar que en la mayoría de los casos, los ataques se produjeron
cuando María respondía a sus ofensas, que casi siempre culminaban en
agresiones físicas. Es importante resaltar que sólo hubo dos episodios
en los que la agresión fue de manera diferente a las mencionadas. En
una de las situaciones José llegó a casa del trabajo y sin ninguna razón
empezó a darle puñetazos y patadas. Francisco trató de detenerlo
agarrándole la mano. El otro episodio ocurrió en casa de familiares.
José llego acelerando la moto, la llamo y cuando ella salió la obligo a
subir en la moto y se marcharon velozmente. Durante el viaje José la
aterrorizaba haciendo maniobras peligrosas mientras la golpeaba con
el casco en la cabeza.
María tenía síntomas de depresión con ideas suicidas, tristeza y
llanto constante. Además, María informa que después las agresiones
se hicieron más frecuentes y violentas, no pudiendo demostrar afecto
y cuidado a sus hijos, tenia menos paciencia y relato que agredió a sus
niños algunas veces.
Los objetivos del tratamiento fueron ayudar a la paciente a romper
el ciclo de violencia y enfrentar sus síntomas depresivos, enseñarle
técnicas de auto-protección y fortalecer las relaciones con sus hijos.
Además, María fue orientada sobre otras cuestiones relevantes que
surgieron durante el proceso terapéutico, como volver al trabajo y su
adaptación al mismo, por ejemplo.
Estrategias y técnicas cognitivo-conductual empeladas.
En total se realizaron 15 sesiones con María, que fueron dirigidas
por un psicólogo y un practicante del segundo año de Psicología de
la Universidad de San Carlos. Durante la psicoterapia, las siguientes
estrategias y técnicas cognitivo-conductuales fueron empleadas: la
273
línea de tiempo para reflexionar sobre los hechos sobresalientes que han
ocurrido en su vida hasta ahora, el impacto de estos acontecimientos
y los objetivos futuros, el análisis de importancia de cambiar su
comportamiento para que el ambiente pueda ser modificado; ejercicio
de errores de pensamientos, el análisis funcional de los antecedentes, la
conducta y consecuencia de la agresión, la discusión sobre la importancia
de reforzar el comportamiento positivo de su pareja, resolución de
problemas, estrategias de protección; detener los pensamientos, la
psico educación sobre la depresión.
Logros
La paciente aprendió a protegerse y proteger a sus hijos mediante el
uso de estrategias para evitar situaciones de agresión: no respondiendo
a las provocaciones de su pareja, salir de casa cuando la identificación
de signos de que la agresión podría suceder, refugiándose con sus
familiares. Además, María fue capaz de reconocer y aceptar que estaba
pasando por un estado depresivo y aceptar la ayuda de un psiquiatra
y los cambios realizados en su vida cotidiana que favorecieron su
bienestar. Es evidente que María también tuvo cambios en la educación
de sus hijos, disminuyendo el número de episodios de agresión física
y una mayor cercanía capacidad de responder emocionalmente a los
pedidos de sus hijos. Cabe señalar que el compañero que fue invitado
a participar de las sesiones de psicoterapia con un psicólogo y un
practicante del quinto año de Psicología de la UFSCar, José compareció
en ocho sesiones. El trabajo se interrumpió debido a sus frecuentes
faltas al proceso terapéutico.
274
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