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La literatura invisible (II)
Carlos Arcos Cabrera 1
Publicado en la revista El Búho, Año III, Nº 13 Julio/Agosto/Septiembre de 2005.
Quito, Ecuador.
1. ¿Algo después de Icaza?
En la memoria que el escritor mexicano Carlos Fuentes guarda sobre la literatura
ecuatoriana, en la entrevista de julio del 2001 en El Comercio (Quito), se encuentran
Aguilera Malta (1909-1981), Jorge Icaza (1906–1978) y Benjamín Carrión (1897–
1979). El resto es un vacío; vacío explicable. La imagen de la literatura ecuatoriana se
congeló en Huasipungo. Eso dice mucho del impacto que tuvo aquella obra. Es la
novela ecuatoriana más veces editada y traducida (más de 40 idiomas). Agustín Cueva
constataba este hecho en el año 87. 2 Desde entonces la situación no ha cambiado
significativa mente. Jaime Peña, probablemente el mas entendido editor de literatura
nacional con mayor práctica, me comentaba una entrevista reciente: “Los maestros (se
refiere a los profesores de literatura de Ecuador) se han quedado con la visión de los
años treinta, la obra más relevante sigue siendo Huasipungo, también en Alemania,
aquella obra sigue siendo la novela de Ecuador, como si después de eso no se ha escrito
nada.”3 En otra entrevista, un joven librero y estudiante de letras comentaba que “La
literatura ecuatoriana no tiene un representante, Jorge Icaza es el único que tiene algo de
peso.”4 Curiosa persistencia de una imagen. En ese sentido más allá del “favor”, al que
alude Carlos Fuentes en la entrevista señalada, lo que hizo es evidenciar la imagen de
una narrativa congelada en el pasado. Existen pocas dudas del valor de la literatura
ecuatoriana en los treinta (uno de cuyos representantes fue Icaza) tanto como ruptura
1
Una versión resumida de este artículo fue publicada en Ex libris # 7 mayo-junio 2005. Gracias a una
invitación de Omar Ospina publico esta versión más amplia y en parte, anterior en el tiempo.
Originalmente tuvo como propósito a esclarecerme interrogantes que me habían surgido sobre la narrativa
ecuatoriana contemporánea y su contexto. He eliminado aquellos tópicos que ya fueron tratados en Ex
libris. El autor es escritor y profesor-investigador de la FLACSO Sede Ecuador
2
Cueva, A. (1967-1990) Entre la ira y la esperanza. Editorial Planeta, Ecuador. Página 22.
3
Entrevista a Jaime Peña, gerente general de LIBRESA, junio 2005.
4
Entrevista a Marco Vinicio González, Librero y estudiante de literatura, junio 2005
1
con el pasado, cuanto como acto fundacional de nuestra historia cultural
contemporánea. 5
¿Qué sucedió después de este hito con la narrativa? Luego de El éxodo de Yangana, de
Ángel Felicísimo Rojas publicada en 1949, y que marcó el fin del ciclo se han
producido diversos momentos de la literatura ecuatoriana en consonancia con cambios
en el contexto nacional e internacional, tanto en el mundo cultural y de las
sensibilidades, como en el contexto social, económico y político. 6 De estos momentos
destaca la narrativa que se produjo a partir de mediados de los setenta. Los pocos pero
significativos estudios críticos existentes señalan que fueron años fecundos. Para Diego
Araujo la narrativa renovó sus temas, sus formas y estructuras. 7 Cueva valoró
positivamente la calidad de este resurgimiento del cuento y la novela entendiéndolo
como resultado de un conjunto de cambios que vivió en Ecuador en todos los órdenes,
incluido el mundo de la cultura, que se profundizan con el advenimiento de la etapa
petrolera; “Nuestra literatura ha sido muy rica y variada en los últimos años —afirma—.
Felizmente no somos tan provincianos y la nueva narrativa ecuatoriana es, con legítimo
orgullo y derecho, parte de la nueva narrativa latinoamericana, desarrollada
intensamente desde los años sesenta.”8 Un juicio aún mas optimista es el de Antonio
Sacoto: “… la década del ’70 es de gran riqueza temática, con creaciones míticas,
épicas, históricas, anecdóticas, de personajes extraídos de la realidad y de la historia
ecuatoriana…, nuestra novela, de seguir con el mismo empuje en las décadas a venir, va
camino del cenit”. 9 Incluso A. Moreano, en el marco de la visión fuertemente crítica,
afirma que a pesar del predominio estatal en la cultura fue un período “caracterizado por
5
La misma que ha sido objeto de una amplia crítica. Cito algunos textos: Adoum Jorge Enrique, La gran
literatura ecuatoriana del 30, Donoso Pareja, Los grandes de la década del 30. Los dos textos fueron
publicados por Editorial El Conejo en 1984. También refiero al lector al estudio de presentación de las
Obras Completas de Pablo Palacio editadas por el Fondo de la Cultura Económica de México, en el 2000
y preparado por Wilfrido H. Corral y los artículos de la antología Crítica Literaria Ecuatoriana
compilada por Gabriela Pólit Dueñas, publicada por FLACSO en el 2001. La revista Kipus # 16, de 2004,
está íntegramente dedicada a José de la Cuadra uno de los autores más representativos de la literatura de
los 30. A. Cueva se refiere a la narrativa de esta época como “la literatura más universal que hasta ahora
ha producido el Ecuador”. Cueva, A. (1978) En pos de la historicidad perdida en Cueva, A. (1986)
Lecturas y rupturas. Editorial Planeta, Quito. Página 161.
6
Ver especialmente Moreano, Alejandro. (1983) El escritor, la sociedad y el poder en Rodríguez Castelo,
H. y otros (1983) La literatura ecuatoriana en los últimos treinta años (1950-1980) Editorial El Conejo y
Diario Hoy, Quito, Ecuador, y Cueva Agustín (1986) Claves para la literatura ecuatoriana de hoy en
Lecturas y rupturas. Editorial Planeta, Quito.
7
Araujo Diego, Op. Cit. Página 86.
8
Cueva, A. Op. Cit. Páginas 207 y 208.
9
Sacoto, A. (1987) La nueva novela ecuatoriana. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito.
2
un importante florecimiento cultural. Una rica obra narrativa,…, y un importante
movimiento de interpretación de la historia y del presente.”10
¿Exceso de optimismo? Con su habitual sentido crítico A. Cueva respondió, a quienes
consideraban que había sido demasiado generoso en sus apreciaciones, que en la
narrativa publicada desde mediados de los setenta hasta mediados de los ochenta se
encontraba una docena de obras “cuyo nivel era perfectamente comparable con lo bueno
que los escritores de generaciones equivalentes produjeron en otros países de la región,
[aunque] el conjunto de la producción latinoamericana de esta generación post boom no
ha alcanzado una calidad equiparable a los autores de las dos generaciones
precedentes.”11 A partir de los ochenta la narrativa ecuatoriana continuó creciendo tanto
por la calidad y cantidad de autores. Sin embargo es una literatura invisible. No es
afirmar algo nuevo.
12
2. La literatura invisible
¿Por qué califico como literatura invisible a la narrativa ecuatoriana contemporánea? Es
una conjunción de factores: es el “silencio pavoroso” que por lo general rodea la
publicación de un libro de narrativa; una crítica aún más invisible que su propio objeto;
y, por último la existencia de una sociedad de pocos lectores. Felipe Burbano destacaba
“el silencio pavoroso que suele seguir al aparecimiento de los libros de ciencias sociales
en el Ecuador”13 . Aquel silencio extiende su denso manto sobre la narrativa. Puede ser a
la inversa. En todo caso podemos hablar de una producción intelectual y artística
10
Moreano, A. Op. Cit. Página 123.
Cueva, A (1987) Veinte años después (Introducción a la 5ta edición de Entre la ira y la esperanza).
Editorial Planeta, Quito
12
“A primera vista, uno puede constatar que la literatura ecuatoriana es casi una desconocida en el resto
de América Latina. (La excepción es Huasipungo de Jorge Icaza). ¿Culpa de los autores ecuatorianos que
no escriben obras interesantes? Sería simplificar torpemente el problema. En Ecuador y en México
tampoco se conoce a los escritores brasileños actuales, y en Brasil y Ecuador se sabe poquísimo sobre la
literatura argentina o mexicana contemporánea. En cambio, en cualquiera de los países que he
mencionado, el intelectual medio y hasta el que no lo es ni aspira serlo, anda con su Milan Kundera, su
Mishima,… Hay, pues, transnacionalización editorial asfixiante, que dificulta cada vez más el
intercambio editorial entre nuestros países y, en principio al menos, condena a los escritores que no
forman parte de algún boom a alguna moda ‘universal’ al casi total anonimato fuera de sus fronteras. En
el caso del Ecuador la situación es todavía más grave dado el poquísimo peso de su industria editorial a
nivel continental.” Cueva, A. Op. Cit. 1990, 22
13
Burbano, Felipe (2003) Democracia, cultura política y gobernabilidad –los estudios políticos en los
años 90 en Democracia Gobernabilidad y cultura política. Antología Ciencias Sociales, FLACSO
Ecuador, Quito.
11
3
“silenciada” en Ecuador, cuya expresión particular es la “literatura invisible”. Pondré
un caso cercano en el tiempo, de ese “silencio pavoroso”. Modesto Ponce Maldonado
publicó en junio, El palacio del diablo. Una novela de la ciudad que merece ser leía, sin
embargo, en la agostada crónica sobre cultura de estas semanas uno se encuentra con
sendos artículos sobre Isabel Allende, Paolo Coelho, Roberto Bolaño, por citar algunos
(casi todos refritos de textos de agencias internacionales o reseñas enviadas por las
editoriales que los publican) en tanto que, sobre El Palacio del diablo, nos encontramos
con la reseña de rigor y un editorial en el diario Hoy. No está mal que difundan la obra
de Bolaño, un escritor cuya obra es fascinante, pero lo mínimo que esperaría es también
una mirada una poco mas detenida sobre la narrativa local. Podría poner otros casos
pero el señalado, por lo reciente es altamente ilustrativo. La prensa escrita abandonó
hace un buen tiempo la publicación de los semanarios sobre cultura y en la televisión, el
raiting prohíbe presentar los libros en la pantalla, hablar sobre su contenido y más aún
presentar a su autor. Cabe resaltar la existencia de dos o tres programas de radio que dan
cabida al análisis de la producción cultural y también de la narrativa. ¿Y la crítica? Sin
medios que le den cabida la crítica sobrevive en unas pocas revistas especializadas y es
como dije, aún más invisible que su propio objeto. ¿Es un problema coyuntural? No lo
es. Cueva, refiriéndose a Pájara la memoria, de Iván Egüez, afirmaba hace veinte años
atrás que “la crítica no ha estado a la altura de esta novela”
14
El juicio se podría
ampliar: ni el periodismo cultural, ni la crítica han estado a la altura de la producción de
narrativa contemporánea. Por cierto que se puede señalar excepciones. La explicación,
si existe alguna, va más allá de la buena o mala fe de periodistas y críticos. Lo que
queda es que “los amigos elogian los libros del amigo.”15 Es un problema de la ausencia
de espacios para la crítica, no de los escritores.
¿Para quién escribimos? ¿Cuál es la preferencia en lectura de los ecuatorianos a más del
popular Extra en uno de los extremos de la escala social y los libros de autoayuda en el
otro? ¿Cuántos libros leen por año? ¿Cuánto se lee de narrativa en general y ecuatoriana
en particular? Diego Araujo señalaba en 1983 que “La novela ecuatoriana es todavía
una obra en busca de receptores, una comunicación relativamente trunca”16 . Aún lo
14
Cueva, A. (1986) Op. Cit. Página 206.
Juan Fernando Jervis, entrevista, junio 2005.
16
Araujo Sánchez Diego (1983), Tendencias en la novela de los treinta últimos años en Rodriguez
Castelo, Hernán (1983) La literatura ecuatoriana en los últimos 30 años. (1950-1980) Editorial El
15
4
sigue siendo. Para los lectores obsesos la narrativa ecuatoriana contemporánea es
inexistente. 17 Para los lectores “snob” el libro de Paolo Cohelo o el último libro de
autoayuda son suficientes para no quedarse fuera de la conversación. Los libros de
autoayuda y los best seller, aupado por la publicidad de las grandes editoriales copan su
interés. Allí está su negocio. Quienes rescata a la narrativa ecuatoriana, en su versión
infantil son los padres de familia que impelidos por los colegios buscan las obras. Es el
resultado del trabajo de las editoriales en colegios y escuelas, especialmente privadas,
“los niños vienen a buscar el libro del cual les han hablado, se enamoran primero del
libro y después del autor”. 18
La literatura ecuatoriana “tiene un estigma —dice Marco Vinicio Gonzáles— el escritor
ecuatoriano está maldecido por haber nacido en este país.” Para el lector snob, no solo
que no existe literatura ecuatoriana sino que para ellos mismos “haber nacido en
Ecuador es lo peor que les ocurrió”. 19 Juan Fernando Jervis, otro experimentado librero
abona al tema desde otra perspectiva al referirse al escritor ecuatoriano: “hay buenos
poetas, excelentes cuentistas pero faltan novelistas”. 20
El éxito editorial del último libro del Pájaro Febres, con su narrativa –y desde su
experiencia periodística- bordea la ficción y la recreación irónica de la realidad. ¿La
literatura irreverente, el humor corrosivo sobre nosotros mismos, sintoniza más con la
sensibilidad del y de las lectoras ecuatorianas que otras formas narrativas? ¿No es el
“cacho”, la vacilada, la tomadura de pelo, el ¡qué chuchas!, el “cagarnos de risa”, la
forma de expresión crítica con la que más nos sentimos a gusto? ¿No es acaso ese
reírnos de nosotros mismos la vía por la cual saldamos cuenta con una realidad
inmanejable, que está más allá de nuestros buenos deseos de cambio, de nuestra
voluntad de enmienda, de nuestra vocación forajida? En el fondo y en la forma es señal
de salud mental. En tanto que la literatura “seria” nos conduce a aquellos territorios en
los cuales nos empantanamos en el mundo, en una formalidad y una seriedad que
abruma.
Conejo y diario Hoy, Quito, Ecuador. Espero que nuestro crítico no juzgue como galimatías la afirmación
de Araujo.
17
Marco Vinicio Gonzáles clasifica a los lectores que adquieren libros en Mr. Books en “obsesos, snob y
padres de familia”. Estima que los primeros y los terceros representan un 60% de las ventas. El restante
40% los segundos.
18
Ibíd.
19
Ibíd.
20
Juan Fernando Jervis, entrevista junio 2005.
5
Podríamos recurrir en busca de una explicación a los problemas de autoestima colectiva
que nos aqueja y que nos lleva del paroxismo al suicidio cada vez que gana o pierde la
selección nacional de fútbol, pero en cierta forma el éxito editorial del Pájaro Febres
más bien corta esa ruta.
¿No tiene esto un correlato en la política? La crítica sesuda sobre los errores y horrores
del coronelato no abonó a ninguna de las consignas, ni movilizó a nadie. Las consignas
salieron de la replica corrosiva a un poder que quería presentarse como una alternativa
seria en medio del jolgorio del reparto prebendario y la corrupción. Gutiérrez cayó por
inepto, por tonto de solemnidad, por no haber entendido que la guerra no era con armas,
sino con la apropiación de la capacidad de ironía, de burla, de chanza que destruyó todo
el discurso oficial. ¡Este es otro tema!
Los lectores de narrativa, de poesía, de libros de cualquier tipo no nacen por generación
espontánea; se hacen. La construcción del lector, el “hacer” lectores, es tarea del sistema
educativo, fundamentalmente aunque no exclusivamente. Sabemos que aquel está
colapsado y que tiene una limitada capacidad de innovación. La enseñanza de literatura
ecuatoriana en las aulas se quedó en Cumandá y en Huasipungo. Por otra parte, es lo
execrable, se lo hace con una pedagogía que antes que incentivar la lectura, hace del
libro, el objeto más odiado y de la lectura una maldición. Se debe continuar cultivando
la lectura de los clásicos ecuatorianos, incorporar nuevos autores, pero sobre todo
innovando radicalmente la didáctica de la enseñanza de literatura. Como lo dije, son
editoriales privadas las que han tomado la iniciativa de innovar la enseñanza de
literatura ecuatoriana en la educación con un éxito sorprendente en cuanto se refiere a la
literatura infantil.
3. ¿Vuelta al pasado?
No puedo dejar de señalar que me desconcertó la afirmación de Francisco X. Estrella en
su comentario a La literatura invisible, que yo abogo por una vuelta al realismo social
de los treinta. Ni lo escribí, ni lo pienso. Es imposible volver al pasado por una razón
simple: la sociedad en que se desplegó la gran literatura de los treinta no existe más. La
narrativa ecuatoriana del presente tiene otros desafíos. Las sensibilidades actuales no
6
son una replica modificada del pasado. Son otras. Los escritores deberán afrontar la
dimensión de una sociedad que ha cambiado en estos veinticinco años más que en los
doscientos años anteriores. Una sociedad que se abrió, que se partió. El movimiento
indígena enterró para siempre la historia de la nación unitaria de nacimiento; las utopías
políticas de los sesenta se extinguieron y con ello la noción de compromiso y de
literatura comprometida; la emigración fracturó nuestra historia social y nos
transformamos en una sociedad de emigrantes. De ese partirse, de ese quedarse sin
paradigmas y con sueños colectivos inconclusos, de ese saber que parte de nuestra
sociedad está al otro lado del océano y el norte, imagino que surgirá una literatura neo
ecuatoriana, cuyos perfiles ya se dibuj an. 21 La literatura, el cine, la pintura se
convertirán en el territorio en el cual lo neo ecuatoriano se construya y se reconstruya y
la invisibilidad que ahora existe acá y allá de paso a una visión madura de nuestra
producción cultural.
Lo invisible es algo que por alguna razón no se puede ver o no se quiere ver, pero que
sin embargo existe. En cierta forma aquel “silencio pavoroso” que es una de las formas
de invisibilidad comienza a ceder. Se evidencia un interés creciente por la literatura
ecuatoriana contemporánea. Signo de esto es la publicación en Visor de las antologías
de la poesía de Jorge Enrique Adoum y de Carvajal, el interés que despierta en España
la narrativa de Vásconez, y en los ambientes académicos norteamericanos la obra de
Ubidia, por mencionar a algunos autores.
21
Recuerdo el poema de Roberto Bolaño llamado Los neochilenos.
7
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