¡Aclamen alegres al Señor, habitantes de toda la tierra! ¡Prorrumpan en alegres cánticos y salmos! Salmo 98:4 NVI don Tribilín lo conocieron por primera vez en el autobús. Nunca antes lo habían visto pero se enamoraron de él. Ah, me refiero a Miriam y José. Estaban en camino a casa después de una mañana muy trabajosa en la escuela. EL ANCIANO TRIBILÍN El autobús estaba lleno de gente, pero por allí, en una de las esquinas, subieron unos cuantos más. Entre ellos don Tribilín. Era un anciano de cabellos blancos, tez clara, y piernas larguísimas. De allí que los niños le decían don Tribilín. Una vez subido al autobús, don Tribilín comenzó a cantar unas canciones de amor. En voz alta cantaba tonos muy agudos y la gente lo miraba entretenida. Los niños se daban codazos y se reían. Otros decían que el hombre estaba loco. Pero don Tribilín no les hacía caso. UN VIAJE MUY DIVERTIDO Al terminar de cantar una de sus canciones de amor, don Tribilín se abrió paso entre la gente reclamando una propina. «Caballeros, una propinita», pedía don Tribilín mientras se preparaba para entonar otra melodía. Para Miriam y José fue uno de los viajes en autobús más divertidos. Al correr a casa, luego de bajarse en el paradero, era como si aún escucharan la voz del anciano que cantaba: «Yo cantaré al amor de los amores...» Durante el viaje la canción se les había pegado en la mente y, sin darse cuenta, llegaron a la casa cantando: «Yo cantaré al amor de los amores...» –¿Qué es eso? –les preguntó la mamá–. ¿Quién les enseñó esa canción? –Un anciano muy divertido –contestaron los niños. Y le contaron acerca de don Tribilín. LOS NIÑOS LO ESPIARON Todavía no sabían su nombre. Pero unas semanas más tarde se enteraron. El anciano de piernas largas volvió a subir al autobús, y volvió a cantar sus canciones. –Vamos a espiar al viejito –le dijo José a Miriam–. Nos bajaremos donde él se baja y le seguimos las pisadas. –Me encantaría –dijo Miriam. ¡Así lo hicieron! Bajó el anciano y ellos bajaron tras él. Lo siguieron de puntillas para que no se diera cuenta de que lo estaban siguiendo y espiando. Miriam y José caminaron varias cuadras hasta llegar a una casa pequeña. Allí entró el anciano, y los niños lo espiaron por la ventana. Don Tribilín seguía cantando acerca del amor. Cuando Miriam y José se dieron cuenta de que el anciano los había visto quisieron correr, pero él los llamó y los invitó a entrar. –Pasen, pasen niños. Es humilde la choza de este viejito, pero es mejor que dormir en la calle. AMIGOS DE DON TRIBILÍN Se hicieron amigos y don Tribilín les contó acerca de su vida, que había sido muy triste. Antes era un loco que caminaba por las calles medio desnudo, haciendo asustar a chicos y grandes. –Pero un día todo cambió –les dijo, sonriendo de oreja a oreja–. Este viejo fue salvado por el poder de Jesucristo. Él me libró de todos los demonios que me atormentaban, y ahora vivo libre y feliz. –¿Por qué canta usted en los autobuses? –le preguntó Miriam. –Es una buena manera de ganarse la vida –dijo don Tribilín–, y me gusta cantar. Si quieren les puedo enseñar algunas canciones. APENDIERON LINDAS CANCIONES Por supuesto que ellos querían aprender. Don Tribilín les enseñó lindas canciones. ¿Sabes? Don Tribilín sigue cantando sus canciones. Vive muy feliz porque en Jesús halló completa libertad. Todos los sábados, Miriam y José y algunos amigos van a casa de don Tribilín. Allí cantan «al amor de los amores». EL AMOR DE LOS AMORES Dios es «el amor de los amores». No hay nadie como Él. Nadie te ama tanto como el Señor Jesús. Cántale con todo tu corazón. Pero no cantes solo. Invita a tus amigos para que canten contigo. ¡Prorrumpe en alegres cánticos y salmos de alabanza a Jesucristo el Salvador! «La Perlita» con Tía Margarita ­— 318 3/2016 Alabanzas | misperlitas.wordpress.com ­| ©2016 hermanamargarita.com