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Lo imaginario y lo cotidiano ¿vertientes en pugna?
Inés Martínez de Castro N.*
El pasado jueves 3 de marzo, se llevó a cavo la presentación del libro El polvo que tu levantas, de
Francisco Luna. Entre los presentadores estuvo Inés Martínez de Castro, Coordinadora del
Departamento de Difusión de El Colegio de Sonora. A continuación el texto con el que presentó
el libro.
Primero quiero confirmar que efectivamente en este lugar y tiempo, la presentación de un libro,
El polvo que tu levantas Paco Luna es un motivo festivo, de celebración, más trantándose del
Paco Moon, aunque esto último sea un motivo extraliterario. Seré breve ya que el motivo es
precisamente el libro, la poesía.
La poesía dice: “Sólo los perros/ fieles a sus amos,/cuidan el sentido contrario/ de las calles y su
sintaxis./ Su ruidosa presencia en los techos caseros nos inquietan y previenen/ de las malas
vibras y las ondas gachas.” (Luna, 51), Afirma Bécquer cuando pretende definir la poesía, —
además de la cursilísima de “poesía eres tú” cuyo objetivo era conseguirse a la chava —, que hay
dos posturas, aunque podríamos encontrar muchas más, por supuesto; una poesía es hija de la
imaginación, meditación del arte que se “engalana con todas las pompas del lenguaje” y otra
natural, breve, seca, desnuda de artificio (Wong, 18) en otras palabras, la una utiliza todos los
recursos literarios como las imágenes, el ritmo intencional y las alteraciones sintáctica, y otra de
lenguaje más directo, coloquial, recogido del habla cotidiana con su diversidad y cuya poeticidad
se encuentra en otros elementos menos perceptibles. Guillén destacaba, al referirse al lenguaje
directo de su propia poesía, que ninguna palabra queda excluida y todo depende –la poeticidaddel contexto y de la situación de cada elemento en el conjunto.
Pero volviendo a Bécquer, Gustavo Adolfo no dice que esta doble clasificación pueda ser
otorgada a un mismo poema, y es lo que he encontrado en muchos de los poemas de El polvo que
tú levantas: “Maldito quien erija a un/ guardián en sus predios. Las nubes, y la luna atrás oculta/
les dirán en qué consiste/ recorrer los callejones, temerosos,/ para destapar caguamas en los
aguajes” (Luna, 51). Como en la estrofa anterior, los versos muestran imágenes de diversa índole,
un ritmo interior y una cadencia lograda por la acentuación y una métrica más o menos regular
(versos alternos de 7 y 11 sílabas), y la selección es de vocablos de curso no común. Estrofas que
se cierran de un golpe con palabras que contradicen el lenguaje anterior, rompen el ritmo y son
ajenas a la familia semántica utilizada.
Este juego de yuxtaposiciones también se invierte, una estrofa de otro poema inicia con el golpe:
“Ábranse botes de basura en chinga./ Viene de acto y seguido su carromato,/ que la muerte ronda
en las porterías;/espesura de los tules en el canal,/ donde el taste amaciza el polvo y la canícula
(Luna, 55). También se presenta un duelo uno a uno, un round que enfrenta en un esquina al
lenguaje metafórico y en esta otra, a la expresión coloquial sarcástica, “no te vayas con la finta”
nos diría el Paco. “Sólo con el sol y la resaca/ maduran los guamúchiles/ ¡Ay tú!/El poema hace
del tropo la sustancia/ ¡Ay sí!” (Luna, 63).
En ocasiones este contradictorio encuentro dialéctico se da entre poemas o entre un poema y el
conjunto, como el caso del poema 11 que es una especie síntesis y alabanza al lenguaje coloquial
y
pícaro
que
salpica
y
tensiona
al
resto
de
los
poemas:
“Cherosdelustrabotashastalasnalga./Pinchichichilenóndehugosánchez/Putoculerodelpresidentemel
apela.” (Luna, 43).
En poemas como “Quevedo sin billetes” —de la parte titulada “Poemas vaqueros”—, que dice
“Aunque veas y creas,/no seas./Mándame al mandado/ con tu vara de mando./Asume, que
resume, tu función de casa con ama” (Luna, 87), este juego se juega al extremo pues recrea el
lenguaje culterano del Siglo de Oro español, rinde homenaje y se pitorrea, se burla, por supuesto,
de los grandes como Quevedo y Góngora.
Aunque inicie refiriéndome a la forma, esta contradicción del lenguaje, el doble juego,
imaginativo/cotidiano, por decirle de alguna manera, no es externo sino una de las dos caras o
descaras de la inseparable moneda, la otra es también el contenido en maridaje irrenunciable.
Por una parte, el poema rio es una profunda reflexión ontológica que identifica el destino del
hombre, la soledad y el vacío existencial: “Ahora verás. / Deveras./Vamos a ailar en mi tumba.
Muerto, al fin, ni sientes la canalla./ Wáchate. Mírate en tu sombra/de pavorreal sin abanico./
Eres la cáscara que se deja en/las banquetas. Sobrantes de papel/ en los basureros…” (Luna, 34)
poemas de los de las cantinas, de los sin casa, sin juicios ni conmiseraciones: “En las alcantarillas
encuentran casa,/ lonchi, aguas bermales para bañarse en las fragancias del mundo./Son como tú.
Como yo:/sapos o ranas que se abrazan…/porque tienen sueños, resentimientos” (Luna, 61)
aunque también está presente el canto, en tono festivo, de la celebración de la vida. Otros poemas
están más cerca de la crónica, en este caso besibolera o futbolena, Francisco Luna regresa a su
raíz de cronista, y aquí encontramos otra contadicción- yuxtaposición entre el lenguaje poético y
el discursivo que lucha en buena lid a lo largo y ancho del poemario, en otras palabras, la poesía
se constituye, como afirma Óscar Wong, en una unidad dialéctica que sintetiza lo subjetivo y lo
objetivo del hombre, canta lo interior y lo exterior en una unidad de contrarios, la experiencia
vital es su materia prima pero quebranta el lenguaje (a chingazos si es necesario, diría el Paco)
hasta hacerlo transparente para llegar a la esencia.
Luna, Francisco (2004), El polvo que tú levantas, Hermosillo, Mora-Cantúa, CONACULTA -Fonca,
IMCA .
Bécquer, Gustavo Adolfo, citado por Óscar Wong (2004), La pugna sagrada. Poesía y
comunicación , México, Ediciones Coyoacán.
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