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T
oda casa editorial entraña siempre un
proyecto internacional. No sólo porque lo más probable es
A la memoria de don
Tomás Acosta,
editor peruano, colaborador
del Fondo de Cultura
Económica en México
que entre sus tareas acabará por traducir, más temprano que tarde, obras afines a las hicieron necesario su propio nacimiento, sino
porque desde ese mismo nacimiento quienes la conducen saben
que sus potenciales lectores se encuentran dispersos en diversas
partes del planeta, y que para llegar a ellos se necesita construir
puentes, trazar canales, establecer convenios y pactos con editores, distribuidores y libreros de muchas otras ciudades del mundo.
A esa dinámica obedece la internacionalización del Fondo de
Cultura Económica.
De hecho, aun antes de su origen, la colección de libros de
economía que imaginaba Daniel Cosío Villegas implicaba la cooperación internacional. Ante la incipiencia de la industria editorial
mexicana, y la urgencia de dotar de traducciones de obras clásicas
a las primeras generaciones de estudiosos de Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México, Cosío Villegas buscó la
participación de España para que allá se imprimieran los libros que
en México hacían falta.
La negativa con que se encontró hizo más difícil la existencia de esos libros, pero no la canceló. El repertorio de obras que
don Daniel imaginaba no pudo realizarse con la celeridad deseada, pero paulatinamente, con traducciones directas del inglés, del
francés y el alemán, fue creciendo; se sumaron luego las obras
originales, escritas en español, y al poco tiempo se comenzó, de
manera inevitable, a editar obras de campos afines a la economía:
libros de historia, de sociología, de ciencia política, de filosofía.
La vocación internacional de nuestra Casa se potenció aún más
con la llegada de numerosos intelectuales españoles que, a partir
de 1939, se sumaron a ella con su valiosa experiencia editorial.
Hacia 1940, Cosío Villegas vio con claridad que era necesario
ejercer la actividad editorial no sólo dentro de las fronteras de
México, sino como un indispensable diálogo hispanoamericano.
Así nació la idea de crear la colección Tierra Firme, que él imaginaba como una descripción de América —su geografía, su flora y
fauna, sus tradiciones, su economía, su historia agropecuaria, su
literatura—, una muestra o prueba de independencia intelectual
frente a la vieja Europa.
En esa colección aparecieron los primeros títulos de autores
peruanos que se registran en nuestro catálogo: El tonel de Diógenes, de Manuel González Prada; Ruta cultural del Perú, de Luis E.
•3
4•
Valcárcel; ¿Existe América Latina?, de Luis Alberto Sánchez. Todos impresos en 1945.
A Cosío Villegas se debe también la apertura de la primera librería del Fondo de Cultura Económica en el extranjero —en ese
mismo 1945—, cuya dirección dejó a cargo de Arnaldo Orfila
Reynal. Tres años más tarde, cuándo éste sucedió a Cosío Villegas
en la dirección del Fondo, mantuvo el propósito de ampliar los
alcances de la editorial con nuevas representaciones en el extranjero. Así, en 1954 se abre otra sucursal en Sudamérica, esta vez
en Chile.
Con el ánimo de encontrar la mejor manera de llevar los libros
del Fondo a las manos de sus lectores en la América hispánica,
Arnaldo Orfila viaja incansablemente entrevistándose con libreros, bibliotecarios, autoridades escolares. Sus giras son verdaderos
maratones de trabajo. Realizadas las entrevistas, informa por carta
los pormenores de cada una de ellas; las cosas que ha convenido y
las condiciones en que lo ha hecho. Hay noches que redacta diez
cartas, como se puede constatar en el Archivo Central del Fondo.
En una de esas giras, en los primeros días de abril de 1958,
sostiene entrevistas con siete libreros de Lima. Entre ellos: Juan
Merel, Federico Chipana, Magda Portal, y la viuda de Juan Ayza
Borgoñós, muerto en 1955, quien fuera coronel del ejército republicano español y asistente personal del presidente Manuel Azaña.
Exiliado en Lima, Ayza y su mujer fundaron una librería que solía
ser muy frecuentada por escritores como José María Arguedas
y Emilio Adolfo Westphalen. (“Hace años —apunta Orfila en el
escrito en que recoge sus observaciones sobre las entrevistas—
[los Ayza] fueron representantes del Fondo.”)
Es dable conjeturar que, después de sopesar lo conversado en esas entrevistas, quien mejor respuesta ha dado a los
objetivos planteados por Orfila es Magda Portal, pues a partir de
ese mismo mes ella se convierte en la agente exclusiva del Fondo
de Cultura Económica en el Perú.
La vocación internacional de nuestra
Casa se potenció aún más con la llegada
de numerosos intelectuales españoles que,
a partir de 1939, se sumaron a ella con su
valiosa experiencia editorial.
•5
E
l viernes 11 de abril de 1958 le escribe a
Fulvio Zama, Gerente del Fondo:
A su paso por Lima tuve oportunidad de conversar con mi
amigo, el Dr. Arnaldo Orfila Reynal, y obtuve autorización para
efectuar ventas de los libros del Fondo, directamente pedidos a
México. […]
Como los libros editados por el Fondo son bien conocidos en
esta Capital, ya he ofrecido a varias instituciones sus diversos títulos, entre ellas, la Biblioteca Nacional…
El viernes siguiente Zama le contesta:
Nos complace mucho su decisión de ocuparse intensamente
de la difusión de las obras del Fondo, esperando que aproveche la
comisión realmente extraordinaria del 20% que ha tenido a bien
concederle nuestro director durante su estancia en Lima.
6•
La situación del libro en el Perú de los años cincuenta
es difícil. Hay muy pocas empresas editoriales. Su dimensión es
casi doméstica. Con frecuencia los autores tienen que dar dinero
a los editores para cubrir los gastos de edición. Y es el propio
autor quien fija el precio de venta con intención de recuperar lo
que ha desembolsado, lo que casi nunca logra. En 1954, el poeta
Sebastián Salazar Bondy, uno de los críticos más afilados de la
vida cultural de aquellos años escribe: “Los libros peruanos de
este tiempo están inéditos, reposando en las triste carpetas de
los escritores, esa es la verdad. Publicar aquí es tirar el dinero a la
calle. El libro peruano, falto de todo atractivo exterior, modesto y
caro al mismo tiempo, está condenado a fracasar.”
Son los años que Mario Vargas Llosa describe en Conversación en La Catedral, los años de la dictadura del general Manuel A. Odría, quien después de dar un golpe de estado contra
el presidente Bustamante y Rivero, en 1948, gobierna el país durante ocho años, periodo marcado por una fuerte represión a los
opositores.
Hacia el final de la década hay, sin embargo, algunos
signos alentadores. En 1957, el recién creado Patronato del Libro
Peruano lanza al mercado ediciones masivas de libros de autores
de renombre a precios populares que se venden no sólo en librerías, sino también en kioskos de periódicos, y la gente literalmente
se los arrebata. Los lectores existen.
Es también Sebastián Salazar Bondy quien describe esa
experiencia en septiembre de 1958 en La Gaceta del Fondo de
Cultura Económica. Grandes tirajes de 50 mil ejemplares permiten vender colecciones de diez títulos a un precio de tres soles
por ejemplar (quince centavos de dólar en aquella época).
Probada la bondad de su acción, el patronato se disuelve
y deja el campo libre a la iniciativa privada. El editor y librero Juan
Mejía Baca y su colega Pablo L. Villanueva imprimen colecciones
que alcanzan tirajes hasta de 100 mil ejemplares a 20 centavos de
dólar cada uno.
Instituciones de algunos países de América Latina envían observadores para aprender de esa feliz experiencia —la
Universidad Nacional Autónoma de México es uno de ellos—.
Desafortunadamente, ésta no perdura.
“Los libros peruanos de este tiempo están
inéditos, reposando en las triste carpetas
de los escritores, esa es la verdad. Publicar aquí es tirar el dinero a la calle. El libro
peruano, falto de todo atractivo exterior,
modesto y caro al mismo tiempo, está condenado a fracasar.”
Sebastián Salazar Bondy
•7
E
n ese entorno cambiante se desempeña
Magda Portal como representante del Fondo. Todo
8•
está por hacerse. No cuenta con otra oficina que su modesto
departamento en la calle de Esperanza, en el barrio de Miraflores,
pero tiene una ventaja: el enorme prestigio del Fondo abona el terreno a su favor. Eso no significa que el éxito comercial esté asegurado. Pero Magda Portal es una mujer de indudable inteligencia.
Una luchadora. Ha sido cofundadora de un partido político. Ha
padecido persecución, cárcel, exilio. Ha escrito un pequeño libro
para denunciar a los dirigentes de ese mismo partido por considerar que han traicionado al pueblo. La representación del Fondo
en Perú es para ella —como bien lo ha visto su biógrafa, Kathleen
Weaver— una “misión idealista que pone en marcha su energía
como ejecutiva.”
Consciente de la relevancia del sello al que representa,
desde el comienzo de su labor como agente Magda Portal gana
terreno para el Fondo poco a poco no sólo en el medio librero,
sino en el ámbito intelectual en su conjunto.
En septiembre de 1959, con motivo del vigésimo quinto
aniversario del nacimiento del Fondo de Cultura Económica, la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos organiza un generoso
homenaje a nuestra Casa editorial conformado por una amplia
muestra de libros del Fondo que se exhibe del martes 1º al martes
15 en la sala de exposiciones de la Facultad de Letras. Asimismo,
se realiza una serie de seis mesas redondas en diversas facultades
(Lingüística y Filología, Letras, Ciencias Económicas) que culminan el día 15, aniversario de la Independencia de México, con una
solemne ceremonia de clausura en la cual participan el rector de
la Universidad, Dr. José León Barandiarán, el filósofo Augusto Salazar Bondy (hermano mayor de Sebastián, ex alumno del Colegio
de México y de la Universidad Nacional Autónoma de México) y
Magda Portal, a quien la invitación presenta como “Delegada del
Fondo de Cultura Económica en el Perú” —se adivina que detrás
de la organización del homenaje se encuentra la gestión conjunta
de Magda Portal y el entonces embajador de México, Salvador
Martínez de Alva.
Quien habla primero es el Dr. Bariandarán. Su discurso es sólo una elegante y amable manera de dar la bienvenida y
cumplir con el protocolo. Las palabras medulares de esa noche
son las del extenso discurso de Augusto Salazar Bondy, del cual es
imposible no citar los siguientes fragmentos:
“Al cumplirse los primeros veinticinco años de la labor editorial
del Fondo de Cultura Económica de México, no podemos medir
todavía en su justo alcance la significación que esta obra tiene
para la evolución espiritual de nuestros países […] No es necesario tener una familiaridad muy grande con la cultura latinoamericana, ni emprender un estudio minucioso y penetrante de
las ideas y valores que dan su fisonomía propia a esta cultura en
el mundo contemporáneo para encontrar en ella la huella del
Fondo de Cultura Económica. Para cualquier observador imparcial, en efecto, es patente que con la acción del Fondo algo muy
importante y decisivo ha surgido en el panorama intelectual de
Hispano-América. Yo ensayaría definir así esta novedad: a través
del libro, el Fondo de Cultura ha actuado como motor principal
de la integración de los valores hispano-americanos en la cultura
mundial, y obrando de este modo ha dado también el primer gran
testimonio de la realidad de esa integración.
“Antes de la fundación del Fondo muy distinto era el panorama
intelectual de nuestros países en lo que al libro y su misión de cultura respecta. Había de un lado la producción local, provinciana,
encerrada en los límites estrechos de cada país, cuando no en
los de una ciudad. Por falta de recepción y por falta de difusión
el autor vivía incomunicado y trabajaba de espaldas a su mudo
natural y propio, el mundo latinoamericano. Paradójicamente, las
únicas vías de acceso que tenía para llegar a ese mundo pasaban
primero por Europa. A través del libro español y, en ciertos casos,
del francés, se conocieron entre sí, precariamente, los escritores
latinoamericanos hasta los años treinta, y a través de ese libro pudieron echar una ojeada furtiva a la realidad de sus propios países.
[…]
“No puede extrañar por eso que esta obra tenga tanta significación para el progreso de América Latina. No puede extrañar
tampoco que la Universidad peruana le rinda homenaje, pues su
valor es continental y universitario. Alguien ha definido al Fondo
de Cultura como la Universidad Latinoamericana. Lo es, en efecto,
por la misión universitaria que ha cumplido hasta hoy… Es Universidad porque a través de su vasta producción ha abarcado todos
los campos del conocimiento y está llevando ese conocimiento a
todos los públicos. Supliendo en muchos casos las deficiencias o
la ausencia de las universidades en nuestros países; lo es, además,
porque en esa producción tiene lugar muy importante la obra de
investigación, el trabajo erudito, el libro de consulta. Su acción es
pues la de una cátedra universal.
[…]
“Quien quiera saber lo que es la América Latina de hoy, quien
quiera buscar sus orígenes y avizorar su porvenir no puede ignorar
la Biblioteca Americana, la colección Tierra Firme, las ediciones de
Sociología, Antropología, Historia, Letras y Arte, en que el Fondo
ha sabido reunir en un solo mensaje la voz de los hombres que
hasta hace poco, ignorándose, hacían un trabajo solitario.
•9
El discurso de Magda Portal, con el que cierra la noche, se inclina también hacia la cortesía y el formulismo, pero no deja de ser
una buena muestra de que Magda Portal está plenamente compenetrada con el espíritu de la empresa para la que se encuentra
trabajando:
10•
…mi posición en este momento
es singular, pues si, como Delegada
del Fondo de Cultura Económica
debo agradecer a personas e instituciones que lo han homenajeado, me es deber imperioso decir
también mi palabra como peruana aquejada del mal de la lectura
en agradecimiento a una empresa
editora que nos ha permitido leer
en nuestra propia lengua a los mejores talentos de la época y del pasado, mediante su tesonera labor,
única en América, de verter al español y desde todas las fronteras
idiomáticas la producción científica, filosófica, artística, técnica o
literaria que se viene produciendo
en el mundo civilizado.
Será la representante del Fondo de Cultura en el Perú durante
más de diez años. Los siete primeros, para sólo atenernos a los
registros, son de crecimiento impresionante. Un documento firmado por Arnaldo Orfila en noviembre de 1965 indica que “las
ventas del Fondo [en Perú] se incrementaron durante la gestión
de la señora Portal, de un máximo de $3,000.00 dólares al año,
hasta la suma de $61,740.00 en el año de 1964…”.
•11
Invitacion a la inauguracion de la libreria
en 1961
12•
E
l principal hito en esos años es la apertura de
la primera librería del Fondo de Cultura Económica
en Lima. Se debe, en buena medida, al apoyo e impulso del
escritor José Luis Martínez, que en marzo de 1961 llega al Perú
como embajador de México.
Martínez, nacido en Jalisco, en 1918, al igual que Juan Rulfo y
Juan José Arreola —sus amigos y estrictos coetáneos—, se ha
convertido recientemente en autor del Fondo de Cultura. Su antología en dos volúmenes de El ensayo mexicano moderno, publicada en 1958, forma parte de la colección Letras Mexicanas (en la
que también figuran Arreola y Rulfo). Y, al igual que muchos otros
escritores mexicanos de la época, colabora con frecuencia con
el Fondo —del que será director entre 1976 y 1982. Así que su
interés por la instalación de la librería y el respaldo que le brindó
durante su comisión diplomática son fácilmente comprensibles.
A comienzos de octubre de 1961 Magda Portal encontró un
excelente espacio en un edificio de cuatro pisos en el número
337 de Apurímac, e instaló la librería y una pequeña oficina en la
planta baja.
El martes 31 de octubre el local abrió sus puertas con una
sencilla ceremonia encabezada por José Luis Martínez, a la que
asistieron algunos personajes del mundo editorial peruano, como
Juan Mejía Baca.
La prensa recogió la noticia de la apertura con un tono de júbilo, como lo dejan ver las siguiente notas, publicadas en el diario
Expreso, el miércoles 1º de noviembre, y en la Revista de Libros del
diario La Prensa, el domingo 5:
Expreso: “Una de las editoriales que con mayor empeño ha
contribuido a la difusión de los conocimientos sobre ciencia económica en nuestro continente es, indudablemente, el Fondo de •13
Cultura Económica, de México, antigua y prestigiosa institución
cuyo desarrollo ha sido seguido con sumo interés en todos los
centros de cultura e investigación de América Latina. […] Ahora
el Fondo de Cultura ha abierto una agencia en Lima y ella permitirá, a no dudarlo, que en nuestro país puedan adquirirse las obras
de este prestigioso sello con ventajas que antes no existían.”
La Prensa: “Culminaron así las penurias de los lectores nacionales del prestigioso sello. José Luis Martínez, embajador de México y gestor personal de la instalación de la oficina de distribución
dijo en la ceremonia inaugural que la oficina del Fondo será la casa
de todos los que aman la cultura.”
En una carta enviada el 7 de noviembre del mismo año a Manuel Andujar, gerente de Promoción y Publicidad del FCE, Magda
Portal señala que “Las oficinas están bien pero le faltan adornos
mexicanos. […] quisiera, de ser posible, me envíe usted un buen
retrato, grande, de Alfonso Reyes. También de Mariano Azuela y
algunos otros autores mexicanos. […] Creo que estamos comenzando muy bien. Hay ventas. Especialmente a los libreros…”.
Al lado de Magda Portal trabajan sus sobrinas Melva y Gloria
Pareja. Como lo indican las cifras citadas unos cuantos párrafos
antes, la agencia se desempeña cada vez mejor.
En marzo de 1963 Arnaldo Orfila visita el Perú nuevamente y
Magda Portal organiza un coctel para él en la librería el lunes 25
de ese mes. Entre los asistentes destacan especialmente Augusto
Salazar Bondy, Aníbal Quijano (quien se perfilaba como uno de
De izquierda a derecha Lidia Baracs, JLM, Magda Portal y en conversacion sonriendo Juan
Mejia Baca
los grandes sociólogos de América Latina), Martín Adán (el ya
entonces legendario autor de La casa de cartón), Alberto Tauro
del Pino (bibliógrafo eminente, varias veces al frente de la Biblioteca Nacional del Perú), Luis E. Valcárcel (que en 1964 se convertirá en autor del Fondo con su Machu Picchu. El más famoso
monumento arqueológico del Perú) y Sebastián Salazar Bondy,
14• uno de los escritores peruanos más presentes en México en esos
años, tanto por su “Carta del Perú,” de frecuente publicación en
La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, como por sus colaboraciones en la Revista de la Universidad de México.
Hasta ese momento, el Fondo no ha editado más de quince
títulos de autores peruanos, entre ellos, un clásico de primer orden: La Florida, del Inca Garcilaso de la Vega, así como el célebre
Ocaso de sirenas. Esplendor de manatíes, de José Durán, quien en
los años cuarenta hizo estudios en El Colegio de México y amistad
de larga duración con Juan José Arreola, Ernesto Mejía Sánchez y
Augusto Monterroso.
Otro título que se sumó al catálogo del Fondo en esos años es
la Historia de la arquitectura, de Héctor Velarde, que ha resultado
ser el libro peruano de mayor venta entre los editados por el Fondo, como lo prueba su largo historial de reimpresiones.
Pero la importancia del Fondo de Cultura Económica en el Perú
no depende tanto de la inclusión de autores de este país en su
catálogo —que, andando el tiempo, naturalmente se ha multiplicado—, sino de los libros que pone a disposición de los lectores
peruanos y que se convierten en parte indesligable de la formación intelectual de muchos de los más brillantes artistas e intelectuales peruanos. Por ejemplo, uno de los grandes catedráticos
de la Universidad de San Marcos, Luis Jaime Cisneros —maestro
de Mario Vargas Llosa y de muchos otros destacados autores peruanos—, tenía en su biblioteca personal casi todos los libros de
literatura impresos por el Fondo, y atesoraba muy particularmente las Obras Completas de Alfonso Reyes, a quien conoció en su
juventud, cuando Reyes era embajador por segunda vez en Buenos Aires y Cisneros vivía allí con sus padres, exiliados.
•15
De izquierda a derecha Lidia Baracs, JLM,
Magda Portal y en conversacion sonriendo
Juan Mejia Baca
De izquierda a derecha Lidia Baracs, JLM,
Magda Portal y en conversacion sonriendo
Juan Mejia Baca
Fachada principal
Siempre con la intención de mejorar y acrecentar la presencia
del Fondo de Cultura en el Perú, Magda Portal mudó la librería al
número 865 del jirón Lampa, en septiembre de 1965. El local era
mucho más amplio, más elegante y estaba mejor situado. Se inauguró el lunes 20 de ese mes con la presencia de Edmundo Flores,
16• el primer doctor en Economía Agrícola con que contó México,
quien pronunció una breve conferencia sobre desarrollo económico, tema en el que, a sus 45 años de edad, era un experto.
A Magda Portal se debe en gran medida la consolidación de la
estampa del Fondo de Cultura Económica como parte del entorno
cultural del Perú. Desafortunadamente, la severa crisis económica
que los peruanos enfrentaron a finales de agosto de 1967, cuando
el valor del sol se depreció en casi un ciento por ciento frente al
dólar norteamericano, afectó su gestión de manera funesta.
Edmundo Flores en conferencia
Entrada al local del FCE en Perú
Para abril de 1969 su situación era tan difícil que se vio forzada
a suspender sus pagos al Fondo, al que adeudaba un poco más de
71 mil dólares. En septiembre de ese mismo año Salvador Azuela, sucesor de Orfila en la dirección de la editorial, rescindió el
convenio de comisión mercantil que la institución había firmado
con Magda Portal, y comenzó una serie de acciones legales en su •17
contra que comenzaron por la requisición del local de la librería
y de todos los bienes que en ella se encontraban. Siguió un largo
litigio que se resolvería sólo hasta finales de 1973, a través de un
acuerdo extra judicial.
Tiene algo de ironía triste el que precisamente el hijo de Mariano Azuela, novelista al que ella tanto admiraba, fuese quien la
despidiera del Fondo.
P
or fortuna, quien toma la estafeta como
representante del Fondo es otra gran figura: la poeta Blanca Varela.
18•
Si Magda Portal es la principal voz femenina de la poesía
peruana en la primera mitad del siglo XX, Blanca Varela ocupará
un sitial semejante a partir de la publicación de Ese puerto existe,
su primer libro de poemas, publicado en México por la editorial de
la Universidad Veracruzana en octubre de 1959.
Por el papel que ambas desempeñan ante su sociedad como
poetas, como mujeres progresistas, y por su brillante desempeño
al frente de una institución tan significativa en el ámbito cultural
peruano como la representación del Fondo de Cultura Económica, hay una especie de línea de coherencia entre ellas que, de
manera especialmente afortunada para el Fondo, subsana lo que
en otro caso se habría convertido en una irremediable ruptura de
continuidad
Cuando Blanca Varela se convierte en la representante del
Fondo en Perú, en julio de 1974 (gracias a la sugerencia que Jaime
García Terrés, subdirector técnico, le hizo a Francisco Javier Alejo,
director general), cuenta no sólo con la experiencia de haber sido
redactora de una de las más importantes revistas culturales que •19
se hicieron en este país durante el siglo pasado (la revista Amaru,
dirigida por Emilio Adolfo Westphalen entre 1967 y 1971) sino
con una ya muy reconocida trayectoria como escritora, tanto en
el plano nacional como en el internacional. Pero, además de su
propio y enorme talento, su posición como esposa de Fernando
de Szyszlo amplía todavía un poco más el radio de sus relaciones
sociales y le da capacidad de abrir muchas puertas en beneficio
del Fondo. Y amigos muy cercanos le brindan su apoyo, como
Abelardo Oquendo, el excelente crítico literario que fuera su colega en la redacción de Amaru y que apenas dos años antes ha
fundado su propia casa: Mosca Azul Editores.
Con la llegada de Blanca Varela la calidad jurídica de la representación del Fondo de Cultura en el Perú cambia. Deja de ser una
agencia para formar parte de una sociedad denominada Fondo de
Cultura Internacional y comienza a operar con un poder especial
que le da facultades para celebrar, dentro del Perú, toda clase de
contratos con sociedades que tengan como objeto la explotación
de productos editoriales, realizar importaciones y exportaciones
en el ramo editorial y alquilar o adquirir toda clase de muebles e
inmuebles para la realización de su objeto.
Las primeras tareas son de orden administrativo, pues ahora la
representación peruana no es ya sólo una agencia, sino una sucursal en forma. Es necesario también encontrar un nuevo local y
hacer un contrato de arrendamiento, adecuarlo, saldar los acervos
anteriores, importar nuevos, hacer trámites aduanales, contratar
personal local, etcétera.
El 15 de abril de 1975 la sucursal peruana y la casa matriz firman un contrato por cuarenta y cinco años con un capital inicial
de 18 mil dólares para comenzar a operar. En mayo la sucursal
se instala en un local en la planta baja del número 156 del Pasaje
Los Pinos, en el barrio de Miraflores, y ese mismo mes abre sus
puertas. El número de junio de La Gaceta del Fondo de Cultura
Económica ya incluye las señas del nuevo establecimiento en el
directorio de sucursales.
Pero a la vuelta de dos años el espacio resulta insuficiente.
Blanca Varela y sus colaboradores comienzan a buscar un sitio
más amplio y dan con una hermosa casa de dos plantas, de estilo
inglés, ubicada en el número 238 de la calle Berlín, también en
Miraflores. A pesar de que está un tanto maltrecha, su amplitud
permite una distribución mucho más adecuada de funciones —la
recepción, la librería y la bodega quedan en la planta baja; las oficinas en la alta— y la renta es incluso más baja que la del local del
Pasaje Los Pinos.
Así, en julio de 1978 la sucursal limeña del Fondo de Cultura
comienza a operar en el que, al cabo de 33 años se ha convertido
en su local emblemático.
Allí trabajó Blanca Varela por espacio de casi 20 años, hasta
1997. Hoy la librería del local lleva su nombre.
Hija de Esmeralda González Castro, una muy popular compositora de valses peruanos (más conocida como Serafina Quintero)
20• y de Alberto Varela Orbegoso, un periodista notable, Blanca Varela estuvo siempre en el centro de la vida cultural del Perú. Amiga desde la juventud de Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson,
Mario Vargas Llosa, Sebastián Salazar Bondy y otros escritores,
Blanca Varela era ya una figura central en la cultura peruana y su
nombramiento al frente de la sucursal peruana fue un gran acierto para el Fondo, que gracias a ella recuperó muy rápidamente el
prestigio que había alcanzado en la década anterior.
De manera contrastante, en el plano financiero Blanca Varela tuvo que sortear repetidas veces problemas muy serios
ocasionados por la inestabilidad económica y política del país.
Quizá los más difíciles a lo largo de los años ochenta, cuando
el Perú se encontraba convulsionado por el ascenso de Sendero
Luminoso y la constante devaluación del inti al final del primer
periodo presidencial de Alan García encarecía considerablemente
el precio de los libros importados de México y hacía cada vez más
difícil la obtención de dólares norteamericanos para cubrir pagos
internacionales.
No obstante, su gestión mereció el respaldo de la dirección general del Fondo y a partir del 27 de noviembre de 1986
se le otorgó a la sucursal peruana un poder amplísimo para hacer prácticamente cualquier cosa que beneficiara a la institución.
Gracias a ello Blanca Varela pudo comenzar a celebrar contratos
con autores peruanos o extranjeros y a realizar las ediciones o
reediciones locales que autorizara la casa matriz, una diferencia
sustantiva con relación al pasado, como lo prueba el que, de 1990
a la fecha, el número de obras de autores peruanos en el catálogo
histórico del Fondo se ha triplicado y hoy rebasa la centena.
Blanca Varela en su oficina
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Vista de la librería de Los Pinos, cortesía del maestro Szyszlo que habló con el arquitecto
que hizo la obra y ha levantado las vistas de los planos que tiene. Hay que poner los créditos
del arquitecto Miguel Cruchaga Belaúnde (* Lima, 1940 - ) es un arquitecto, intelectual
y político peruano perteneciente a Acción Popular, distinguido con el Premio Nacional de
Cultura.
Blanca Varela y sus colaboradores comienzan a buscar un sitio más amplio y dan con
una hermosa casa de dos plantas, de estilo
inglés, ubicada en el número 238 de la calle
Berlín, también en Miraflores.
(Hay que señalar, por cierto, que uno de los títulos recientes del Fondo de Cultura Económica en Perú es la Obra poética completa de Magda Portal, compilada con esmero por Daniel
R. Reedy. Ese libro, así como la apertura, hace unas semanas, de la
librería Magda Portal, en el número 889 del Jirón Rufino Torrico,
a pocas cuadras de distancia de la que ella montó hace cincuenta
años, son actos de justicia elemental hacia quien tanto hizo por la
representación de nuestra Casa en el Perú.)
La literatura peruana es una de las más ricas dentro del
vasto panorama de las letras de lengua española y es un timbre
de orgullo para el Fondo haber publicado a muchos de sus mejores escritores. Sólo cabe pensar que en el futuro el número de
obras escritas por peruanos continuará creciendo en el catálogo
del Fondo a un ritmo semejante o superior al visto en los últimos
años. Y son cada vez más frecuentes y notables las aportaciones
que se hacen desde el Perú a la divulgación científica, a las ciencias
22• sociales y a las humanidades en su conjunto. Todo ello se ve reflejado en la actividad de nuestra sucursal en Perú, que a lo largo del
tiempo ha buscado siempre colaborar con las más importantes
instituciones culturales del país, ya sea a través de la dotación de
libros a bibliotecas —a finales de los años ochenta, por ejemplo,
se entregó a la Biblioteca Nacional, en ese tiempo dirigida por
Juan Mejía Baca, una colección completa de las ediciones facsimilares de códices mexicanos hechas por el Fondo—, o de la
coedición de títulos con algunas de las principales universidades
peruanas, como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y
la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Que el Fondo de Cultura Económica cumpla hoy cincuenta años de labor prácticamente ininterrumpida entre nosotros, a pesar de altibajos financieros, se debe, en buena medida, a que sus distintas autoridades han comprendido siempre la
importancia de la cooperación internacional. Sólo gracias a una
inteligente política de estado se puede mantener un proyecto así.
Al punto que puede decirse que la sucursal peruana del Fondo
de Cultura Económica es casi una extensión de la Embajada de
México, con cuyo apoyo ha contado desde el principio.
No podemos extendernos ahora en el recuento del pasado más reciente, que muy probablemente el lector de estas
páginas ya conoce. Pero tampoco se puede obviar a quienes a
partir de 1997 han hecho, como Gerentes de la representación
peruana, indispensables contribuciones al crecimiento del Fondo,
aunque hoy nos limitamos a nombrarlos: Carlomagno Silva, Germán Carnero Roqué, Carlos Maza y Rosario Pesantez, quien desde
hace seis años encabeza por segunda vez nuestra representación.
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Vista de la librería de Los Pinos, cortesía del maestro Szyszlo que habló con el arquitecto
que hizo la obra y ha levantado las vistas de los planos que tiene. Hay que poner los créditos
del arquitecto Miguel Cruchaga Belaúnde (* Lima, 1940 - ) es un arquitecto, intelectual
y político peruano perteneciente a Acción Popular, distinguido con el Premio Nacional de
Cultura.
24•
Y, ¿cómo agradecer a todas las
personas que han colaborado con
nuestra sucursal peruana a lo
largo de cincuenta años
entregando su mejor esfuerzo
al Fondo de Cultura
Económica? No basta decirlo,
pero sabemos que sin ellos la
celebración de este aniversario tampoco sería posible.
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