LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN • Régimen de la Restauración y el sistema canovista. Oligarquía y caciquismo en Andalucía. Entre 1868 y 1874 se dio en España un movimiento revolucionario (la revolución Gloriosa) que provocó la caída de la monarquía de Isabel II, un reinado dominado por los enfrentamientos entre las diferentes fuerzas políticas presentes en la sociedad española, enfrentamientos en los que también intervino la Corona de forma partidista. Moderados, progresista y los otros partidos políticos que actuaban en esete periodo pugnaron entre sí por tratar de imponer sus criterios, a veces, incluso de forma violenta. Con ello favorecieron la aparición de graves tensiones sociales que acabaron por convertir el reinado de Isabel II en uno de los periodos más inestables de la historia contemporánea de España. La caída de Isabel II fue sucedida por un gobierno provisional revolucionario presidido por Juan Prim y con Serrano como regente. Éstos convocaron elecciones para Cortes constituyentes en las que el pueblo participó mediante sufragio universal masculino. La Constitución resultante fue un modelo de Constitución democrática que incluía los derechos individuales de los españoles. Prim comenzó a buscar un candidato para el trono ya que la mayoría resultante de las elecciones era monárquica y finalmente, Amadeo de Saboya aceptó la Corona. Sin embargo, y, a pesar de sus buenas intenciones, no supo gobernar España y se dimitió poniendo fin a la monarquía parlamentaria. La república federal se alzó bajo la presidencia de Estanislao Figueras que dimitió y fue sucedido por Pi y Margall que tampoco logró controlar la situación. El tercer presidente de esta República federal fue Nicolás Salmerón que intentó hacer un gobierno fuerte y perdió con ello el apoyo del movimiento obrero (base social de la República). Salmerón también dimitió. Castelar, su sucesor, tampoco consiguió evitar el fracaso de la I República Española. Finalmente, el general Pavía dio un golpe de Estado e intentó que se formase un gobierno de coalición. El general Serrano formó una especie de dictadura con apariencia republicana. Los grandes propietarios, los industriales y un sector amplio de la burguesía urbana ansiaban un modelo político estable y pacífico, así como poner fin a la guerra carlista, la insurrección cubana y la agitación obrera y campesina. El partido alfonsino, liderado por Antonio Cánovas, proponía al hijo de la destronada Isabel II, Alfonso, y preparaba su regreso. El Manifiesto de Sandhurst, firmado por Alfonso desde Inglaterra prometía una monarquía constitucional y democrática a la inglesa. El ejército se adelantó a los políticos al igual que había ocurrido anteriormente con Pavía o Serrano. Ahora otro militar, Martínez Campos, proclamaba rey a Alfonso XII en Sagunto. Mientras el monarca llegaba desde Inglaterra, Cánovas, líder del Partido Liberal Conservador, ocupó un ministerio−regencia. La Restauración consiguió poner fin a la guerra carlista y logró que el pretendiente regresara a Francia. Sin embargo, en nombre de la centralización del Estado, se suprimieron los fueros tradicionales vascos, lo que será un germen de inestabilidad porque la sociedad vasca vio en esta medida un recorte de sus libertades. La paz en Cuba llegó en 1878 con el Acuerdo del Zanjón, firmado por Martínez Campos, que reconocía las reclamaciones de autonomía insular y concedía una amplia amnistía a los rebeldes. Cánovas, desde el poder, manipuló las primeras elecciones para conseguir diputados fieles que aprobaran una Constitución de tono moderado que sirviera de marco y permitiera diversos desarrollos según el partido que gobernara, garantizando tres principios básicos: la monarquía, el principio hereditario y la institución de las 1 Cortes. La Constitución de 1876 instituyó una monarquía constitucional en la que el rey conservaba ciertas funciones importantes como el mando del ejército y la facultad de disolver las Cortes e intervenir en el nombramiento de senadores. Se aprobó un sistema bicameral, con una cámara baja o Congreso de los Diputados y un Senado no electivo y poco eficaz. Se aceptó la religión católica como oficial del Estado, aunque se toleraron otros cultos. Conservadores y liberales eran los partidos dinásticos que aceptaron el sistema de la Constitución y la monarquía alfonsina. Los conservadores representaban a los sectores tradicionales y defendían los intereses de los grandes propietarios y financieros, la Iglesia y la aristocracia (el más importante era Cánovas); los liberales eran el partido de los industriales, las clases medias y los profesionales liberales (el más importante era Sagasta). En el periodo 1875−1898 concluyó la construcción del Estado liberal y centralizado. Se promulgaron códigos de todo tipo y progresivamente se garantizaron las libertades básicas de expresión, de asociación y de reunión. Existía un sufragio censitario, por el que solo podían votar aquellos que tenían propiedades o cierta fortuna, un 5% de la población. Había además gran desinterés pues ya se sabía cuál iba a ser el resultado debido al fraude, a la manipulación de los resultados. Cuando el monarca retiraba su confianza al gobierno en el poder, encargaba provisionalmente del gobierno al partido contrario que, convocaba elecciones que debía ganar; el partido de la oposición estaba de acuerdo en perder estas elecciones. Además la ley electoral determinaba que en los distritos en los que solo se presentara un candidato, este quedaba elegido sin necesidad de votación. En otros actuaban los caciques, manipuladores de elecciones que utilizaban procedimientos de presión de todo tipo. El resultado era que trinfaba el partido previsto y su victoria llevaba consigo la renovación del Congreso y de numerosos cargos y empleos públicos dependientes del poder. Los funcionarios del partido que había perdido las elecciones quedaban cesantes hasta la próxima alternancia. Cánovas consiguió que se reconciliaran todos los que detentaban el poder social y económico, olvidando querellas ideológicas y religiosas, garantizando la propiedad y el orden social e incorporando a la oligarquía tradicional a los nuevos oligarcas industriales. La Iglesia católica, por su parte, que había rechazado las reformas y la ideología liberal, aceptó el inexorable triunfo del liberalismo en su forma moderada. Consideraba que no había marcha atrás en el proceso de desamortización y aceptaba a cambio subvenciones estatales. Fracasó en su intento de poner freno al desarrollo de las ideas socialistas, anarquistas o simplemente anticlericales entre los obreros de las ciudades o los braceros andaluces. En Andalucía durante este periodo se agudizó la crisis económica, se recrudecieron las tensiones sociales de periodos anteriores en espacial en el medio rural (mayor influencia anarquista). Políticamente, se reprodujo el sistema bipartidista estatal. El partido Conservador estará integrado por los grandes terratenientes, herederos de la nobleza histórica y por la burguesía agraria, que constituyen lo que se ha denominado oligarquía. La burguesía urbana industrial, dedicada a los negocios, integra el Partido Liberal. A lo largo de todo el periodo predominan las candidaturas conservardoras. 2 Las ideas republicanas arraigaron en esta región aunque, debido al férreo control de las elecciones, no lograron obtener un número significativo de representantes. Especial protagonismo adquirió el Partido Federal, que se consideraba heredero de los junteros liberales y que enlazaba con los republicanos de los años sesenta y setenta. En esta situación política adquirió relevancia el fenómeno del caciquismo, que había llegado a controlar instituciones como la justicia o la Guardia Civil. Este fenómeno se vio favorecido por las altas cotas de analfabetismo en la población, por el dominio que los propietarios de la tierra ejercían sobre el mercado de trabajo y por el creciente anarquismo. CONTEXTO INTERNACIONAL GENERAL PARA TODOS Vamos a realizar una composición histórica sobre con la ayuda de La segunda mitad del siglo XIX en Europa estuvo marcada por el estallido de los sentimientos nacionalistas y las ideas democráticas (revolución de 1848), las unificaciones de Italia y Alemania, la segunda revolución industrial, el movimiento obrero y el colonialismo. Las unificaciones de Italia y Alemania trastocaron de forma profunda el mapa europeo y tuvieron amplias repercusiones para las relaciones diplomáticas en el orden interno de los Estados. Significaron el triunfo definitivo del principio de las nacionalidades, y con él del liberalismo. A partir de este momento, aquellos pueblos que aún carecían de un Estado propio lo reivindicarán con más fuerza, poniéndose en cuestión la existencia de los grandes imperios multiétnicos que sobrevivían: el imperio ruso, el otomano y el austriaco. Por otro lado, había cambiado sustancialmente la situación diplomática creada tras el Congreso de Viena. En lo relativo a la industria, comenzaron a emplearse nuevas fuentes de energía como la electricidad, el gas y el petróleo y nuevos materiales como el aluminio o el cobre. Comenzó a atisbarse la concentración empresarial (trust, holdings y cartels)) y la concentración bancaria. Fruto de todo ello, una burguesía potente, ligada a la burguesía financiera y comercial, y, en muchos casos, a los grandes terratenientes, era la dueña del mundo. Controlaba la cultura, la política y formaba parte de los gobiernos de los países industriales regidos por monarquías constitucionales o repúblicas. El proceso de la industrialización se extendió a un número cada vez mayor de países europeos (Austria−Hungría entre otros) e incluso fuera del continente europeo, a países como Japón o Estados Unidos que con el tiempo se convertirían en grandes potencias. A causa de la extensión de la industrialización creció en todos los países el número de trabajadores industriales lo que dio lugar al desarrollo de un movimiento obrero que pronto comenzó a mostrar deseos de articular organizaciones internacionales que sirviesen para cordinar mejor sus esfuerzos reivindicativos (un ejemplo de ello es la creación de la AIT, la Asociación Internacional de Trabajadoras, conocida como la Internacional). Los principales movimientos obreros son el socialismo utópico (Fourier), el socialismo científico (Marx y Engels) y el anarquismo (Bakunin). Los países desarrollados (industrializados) se relacionaron con el resto del mundo, que pasó a ser dependiente de ellos, con un grado mayor o menos de imperialismo y colonialismo. Los países de América latian y el entorno europeo, así como muchos países africanos y asiáticos se vieron especialmente afectados por esta dominación comercial. Las potencias comenzaron una carrera colonial, con enfrentamientos y acuerdos de reparto, como el de Berlín de 1885. En Europa Oriental la estabilidad de los Balcanes comenzaba a tambalearse, amenazando permanentemente la 3 paz y la seguridad de Europa. Hasta que, finalmente, estalló en 1914 en los Balcanes una crisis que fue el factor desencadenante de la Primera Guerra Mundial. La primera década del siglo XX continuó la tendencia del siglo anterior de fortalecimiento de un grupo de países avanzados que controlan el mundo. Estados Unidos y Japón se imponen principalmente al resto de países. Japón vence a Rusia e inicia una expansión colonial en el continente asiático. Estados Unidos se convirtió en la primera potencia económica mundial. Venció a España en 1898 y se anexionó Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Ocupó las Hawai y se afirmó como potencia hegemónica en el continente; las inversiones y las empresas norteamericanas sustituyeron a las europeas en el resto del continente. En Europa, las potencias continuaron su expansión colonial y debatieron su influencia y su jerarquía en el continente lo que hizo que Alemania se enfrentara con Gran Bretaña y Francia y entre estas dos entre sí. El imperialismo se justificaba como una misión civilizadora del hombre blanco y como una obligación religiosa de la expansión de la fe. Las potencias europeas se alinearon en dos bloques. El primero se basaba en la alianza franco−rusa y en la Entente Cordial o alianza franco−británica, sistemas que confluyeron en la Triple Entente en 1907. El segundo bloque era el de la Triple Alianza de Alemania, Austria−Hungría e Italia. Como los demás Estados se relacionaban con uno u otro de los bloques, el peligro de guerra estaba siempre latente, especialmente cuando surgen crisis entre los bloques, como las marroquíes. Fueron peligrosas las crisis de los Balcanes que hemos mencionado antes. En esta región europea, ocupada por el imperio otomano y donde algunos países se habían independizado, chocaban los intereses rusos con los austro−húngaros. Tuvieron lugar guerras de Serbia, Bulgaria y Grecia contra el imperio otomano, que fueron auténticas amenazas. Por ello, las potencias europeas se prepararon para una posible guerra. 4