relaciones interconectadas

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RELACIONES INTERCONECTADAS:
IMPLICACIONES GLOBALES DEL VIH-SIDA
Elizabeth Reid
ALAI, Aportes para el debate, núm. 5, Ecuador, julio de 1997.
En una zona rural apartada de Zaire, donde una vez trabajé, el fenómeno social que yo
habría definido como "patrones de rompimiento matrimonial: divorcio, separación, etc.",
eran descritos como "dispersiones". Esta metáfora, basada en la comprensión popular de
las formas que asume la interacción humana, emocional y sexual, refleja el vaivén de las
relaciones en la vida de las mujeres: abandono del matrimonio, regreso a la familia y,
nuevamente, otro matrimonio, entrando y saliendo de las relaciones.
Es una concepción dinámica y fluida, que no tiene un significado dicotomizante ni
moralizante como las palabras "rompimiento" o "divorcio". Más bien hacen referencia a un
fenómeno social, muy diferente de aquel en el cual los valores religiosos y/o culturales
concernientes al matrimonio son firmemente mantenidos en su lugar por estrictas
sanciones sociales. En tales sociedades, la gente se dispersaría mucho menos.
La metáfora de la "dispersión", en su aplicación a las relaciones humanas, no es
diaspórica. Su contexto presupone un vaivén, un movimiento de dispersión y
reagrupamiento, a medida que la gente se agrupa, permanece juntos un tiempo y se
dispersa nuevamente. Un mapeo espacio-temporal crearía una red de vías conectadas,
que convergen, se dispersan, se concentran, se disuelven, mostrando gente conectada
directa o indirectamente, por hilos de vinculación intermediada. La red sería compleja,
intrincada, anudada, entrelazada, siendo cada una de sus partes conectada, por una o
varias vías, con otras.
Dispersión: género, VIH y desarrollo
Esta metáfora de la dispersión es crucial para la comprensión de la epidemia del VIH y
para el desarrollo de respuestas efectivas. Permite una mejor comprensión de las
conexiones entre el VIH, el género y el desarrollo, pues los enlaces que describe, no solo
que conforman la estructura por la cual el VIH se difunde, sino que permiten determinar la
naturaleza de su impacto.
La transmisión del virus del VIH involucra esencialmente cierto tipo de contacto entre las
personas: interacción sexual sin protección, intercambio de agujas u otro tipo de
instrumentos o transfusiones sanguíneas. Estos aspectos han sido el punto de atención
de la mayoría de debates y discusiones acerca de la epidemia. Estamos más o menos
bien informados/as sobre las formas de transmisión del virus y como la transmisión puede
ser interrumpida.
Sin embargo, para entender las modalidades de propagación de la epidemia se deben
tener en cuenta la noción de "dispersión", así como las vías y mecanismos de deseo que
ponen en contacto a personas diversas, a través de los cuales el virus se transporta. Los
sitios en los cuales estas vías se cruzan son puntos de contacto humano en los cuales la
transmisión puede ocurrir.
La metáfora de la "dispersión" puede ser aplicada no sólo a la movilidad de las relaciones
sexuales, sino también a la movilidad humana en general. Donde existe un sistema de
transporte extensivo, confiable y de fácil acceso, la "dispersión" se hace mucho más
sencilla, su alcance se extiende y el virus se transporta con mayor facilidad. La
"dispersión", que extiende y delinea esta red de contacto humano, puede ser intencional,
o ser originada a través de factores como: el rompimiento matrimonial, la sexualidad
múltiple, o el uso de las drogas en lugares colectivos. También puede ser un resultado de
los desplazamientos: de los distintos tipos de movilidad geográfica que incrementan la
probabilidad de la dispersión en las prácticas sexuales o de drogas; de los mercados de
trabajo estacionales o divididos por género; o de la movilidad ocupacional o de estilos de
vida.
Contacto humano y dispersión
Ambos conceptos -contacto humano y dispersión- son cruciales para entender los
patrones y la velocidad de difusión de la epidemia, quién y con cuánta rapidez se infecta.
Sin embargo, generalmente esto no se reconoce: el contacto humano es una condición
necesaria de la transmisión y ha sido el punto de atención dominante de las
intervenciones ante la epidemia. Las prescripciones relativas al uso del condón, las agujas
esterilizadas y el tratamiento de las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), junto
con campañas para difundir su uso, entendidos como su vehículo de dispersión, se
derivan de esta forma de caracterizar la transmisión del VIH. Estos son medios que los
individuos pueden emplear para prevenir o minimizar la posibilidad de una transmisión
viral.
Reconocemos que el contacto humano es una condición necesaria para la transmisión del
virus entre personas pero no es una condición suficiente para la propagación de la
epidemia. Si un grupo de personas siempre ha tenido relaciones sexuales o habían
compartido agujas, solo entre ellos, sin importar la frecuencia, el virus no entraría en el
grupo ni se esparciría entre ellos. Estas serían redes cerradas de actividad sexual o uso
de drogas. Una pareja no infectada, que comparte agujas y/o tiene sexo solo a su interior,
no será afectada por tal cercanía. El aislamiento social es, por tanto, una forma de
protección social. Tal aislamiento también puede ser geográfico. Desde luego, es una
estrategia de protección igualmente o más efectiva que las otras prescripciones ya
mencionadas.
Factores sistémicos de la "dispersión"
El otro aspecto de la dispersión, y que a menudo es descuidado, es él que impulsa la
epidemia y nos obliga a plantear la pregunta: ¿bajo qué condiciones las redes, o los
circuitos cerrados sexuales o de uso de drogas, pueden abrirse?, ¿por qué la gente
empieza a moverse en las vías de conexión de la red de contacto humano? La reflexión
sobre estos interrogantes puede ayudarnos a entender mejor los factores que determinan
la extensión de la epidemia.
Nuestra comprensión de los factores que condicionan el grado de dispersión es todavía
muy limitada, pero podemos señalar los siguientes elementos:
* Inciden las normas sociales y los valores que toleran o promueven la dispersión, -más
comúnmente entre los hombres o los hombres jóvenes-, o el consumo de alcohol y de
drogas recreacionales. En situaciones donde es socialmente aceptado o alentado que los
varones "se hagan hombres" o tengan amantes, más allá de los patrones de conducta
admitidos, se estimula la apertura de las redes sexuales. Si solo algunas mujeres, las
trabajadoras sexuales por ejemplo, llegasen a convertirse en las compañeras sexuales de
estos hombres, estas mujeres se volverían un punto de convergencia: mientras mayor es
la cantidad de mujeres que participan, más posibilidades tiene de abrirse el mapa de la
red.
* La epidemia se esparce más rápidamente en sociedades en las cuales las mujeres no
son valoradas socialmente y en las cuales no existen sanciones sociales estrictas contra
la dispersión. Las mujeres pueden tener muy altos niveles de participación y acceder a las
instituciones sociales y económicas y aún así no ser valoradas positivamente. Esta
carencia de valoración se manifiesta, particularmente, en la naturaleza de las relaciones
entre hombres y mujeres. En la mayoría de los países latinoamericanos, las mujeres
tienen altos niveles de participación en la fuerza de trabajo y en el acceso a la educación
y a los sistemas de salud. Sin embargo, es la carencia de valoración de las mujeres lo que
está detrás de los siempre altos niveles de mortalidad materna, de abortos ilícitos y de
violencia doméstica en la región.
* La existencia de relaciones sociales desiguales y opresivas, que disminuyen la
autonomía de las personas -relaciones de poder basadas en la etnia, la clase, la
sexualidad, el género, o lo que sea- encaminan en estas vías a quienes controlan,
manipulan, dominan, dirigen o subyugan, y perpetúan la discriminación, el
desempoderamiento y la marginalización. En la ciudad de México, por ejemplo, la
infección afecta nueve veces más a las amas de casa que a las trabajadoras sexuales.
* Repercute en los niveles de infección, la débil existencia de tradiciones de solidaridad y
de redes de ayuda social. En los lugares donde no se invierte tiempo, esfuerzo y recursos
en la familia y demás sistemas locales de ayuda social, la población más necesitada,
especialmente madres solteras, adolescentes y la niñez, se encuentra marginalizada, y
relegada a las barriadas, casas asistenciales y calles.
Las tradiciones de solidaridad y apoyo pueden existir por igual en condiciones de extrema
pobreza como de riqueza, aunque las formas de ayuda que se puedan brindar son más
limitadas en situaciones de pobreza. En general, las comunidades, naciones y familias
donde el capital social es débil, es decir, en las cuales la confianza y el respeto no son
frecuentes y la diversidad no es valorada, las tasas de infección son mayores.
* En las comunidades y naciones donde la estratificación socioeconómica es extrema,
tanto los ricos como los pobres presentan altos niveles de infección. Los ricos se
dispersan porque se sienten menos atados por las convenciones sociales, y sus estilos de
vida están casi invariablemente atados a su movilidad geográfica. A su vez, las
estrategias reproducidas por los pobres están basadas en la dispersión geográfica o
sexual. América del Sur y Central tienen una alta tasa de países en estas condiciones:
Brasil registra la mayor brecha de riqueza del mundo entre el 20% de la población con
mayores ingresos y el 20% con menores ingresos. El primer grupo tiene un ingreso 32
veces mayor que el segundo grupo. Después de Brasil se encuentran, en segundo lugar,
Guatemala (30 veces), tercero Panamá (30 veces), en sexto lugar Honduras (24 veces) y
en décimo lugar Chile (18 veces). (Informe de Desarrollo Humano, PNUD, 1996).
* La estructura del mercado laboral también afecta los niveles de infección. Allí donde las
oportunidades de empleo existen, o son creadas cerca de donde la gente vive, hay menor
dispersión. Exacerban la dispersión los mercados laborales que crean oportunidades de
empleo para un solo género: las minas o fábricas que emplean únicamente a hombres, o
los espacios donde trabajan solo mujeres, en fábricas o áreas domésticas. Tales
mercados de empleo obligan, o atraen a la gente a alejarse de sus familias y
comunidades en situaciones donde la única alternativa a la soledad puede ser la
dispersión sexual.
* Las economías, los mercados y el comercio prósperos conducen a la gente hacia las
vías de dispersión. Así como lo hacen los sueños de una vida mejor o diferente, fundados
en las ilusiones creadas por el cine, o en los mitos de las fortunas que se pueden
encontrar.
Todos estos factores son sistémicos; desplazan el enfoque del análisis de los individuos y
de los conceptos de vulnerabilidad frente al riesgo o reincidencia, que son esencialmente
dirigidos a nivel individual, hacia las circunstancias que crean las redes. Eso es, hacia los
valores de los sistemas económicos corporativos, educativos, culturales, sociales, legales
y políticos que estructuran el mundo.
El hecho de encarar factores condicionantes tan diversos y complejos nos confunde,
¿acaso necesitamos resolver tantos problemas mundiales para poder aminorar la
expansión de la epidemia?
Aunque ha habido un éxito muy limitado en la transformación de la vida de las mujeres y
en la disminución de la pobreza en las últimas tres décadas, la respuesta probable es: sí.
Esto no implica que todos los problemas deban necesariamente ser tratados
simultáneamente; hace falta encontrar los puntos de entrada y los enfoques y prácticas
que puedan catalizar los cambios requeridos.
La agenda neoliberal favorece la dispersión del VIH
No obstante, estos factores son considerados, en su mayoría, intratables o inapropiados,
por quienes diseñan las intervenciones del "menú VIH". Si cada persona sexualmente
activa, o que use drogas, quisiera, estuviere capacitada y tuviera los recursos para el uso
de condones o agujas estériles, no necesitaríamos tratar los problemas anotados en el
contexto de respuesta hacia la epidemia. El asunto podría quedar en manos de quienes
se interesen por él. Pero después de 15 años de la epidemia, no hay evidencias de
generalización del uso del condón, como tampoco existía a priori motivos para creer que
fuera factible.
Se hace necesario, entonces, fijar nuestra atención en esos factores sistémicos. Sin
embargo, los planes de desarrollo nacional o la asistencia al desarrollo, raramente se
encaminan a transformar la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres, las
normas y valores sociales, o las tradiciones de solidaridad y/o ayuda social.
Las políticas de redistribución, la reestructuración de los mercados laborales y la
burocracia requerida para implementarlas han sido reemplazadas por ideologías de
racionalismo económico basadas en las fuerzas del libre mercado, dentro de las cuales el
interés público no tiene lugar. Los bienes y servicios públicos no son ya un derecho, se
han convertido en bienes privados por los cuales debemos pagar. El mercado ha
sustituido al Estado como el principal actor en la toma de decisiones sociales.
Estos son los factores que determinan la extensión y la densidad de la dispersión y, por lo
tanto, el esparcimiento de la epidemia, y entonces, deben ser abordados. Sin embargo las
alianzas y las coaliciones necesarias para luchar contra una agenda política y técnica
inapropiada o reaccionaria sobre el VIH, aún no se han movilizado. Las lecciones del
feminismo y del movimiento por la salud de la mujer son generalmente descuidados o
ignorados por parte de burócratas, organizaciones de servicio, activistas, investigadores y
políticos, involucrados en el tema del VIH.
Patrones de "dispersión" e impacto
La metáfora de la dispersión y su mapeo espacio-temporal ayudan también a entender las
formas en las cuales estos fenómenos interrelacionados entre sí -género, desarrollo y
VIH- influirán y serán influenciados por el impacto de la epidemia. Para la mayoría de
enfermedades, la cadena de efectos no es muy larga, pero en el caso del VIH los
encadenamientos de efectos pueden eventualmente alcanzar casi todas las esferas del
esfuerzo humano colectivo.
Si bien las vías de expansión son modeladas por estos factores sistémicos, no determinan
la acción humana. Dos personas en similares circunstancias socio-económicas y
culturales, pueden tomar dos decisiones distintas así como actuar y reaccionar de formas
muy diferentes. Los senderos de la vida que trazamos no están predeterminados;
muestran la marca de sus creadores/as. Así por ejemplo, si bien un grupo ocupacional
como los pilotos aéreos pueden tener una tasa de infección relativamente alta, ello no
significa que todos los pilotos sean infectados.
El impacto de la epidemia, en tal o cual lugar, estará directamente relacionada con los
patrones de dispersión, con el grado de difusión y concentración de esta dispersión. La
infección está siempre concentrada en áreas familiares, ocupacionales y geográficas. En
lugares donde el mapa espacio-temporal de la dispersión es menos agrupado o extensivo,
el impacto será diferente de aquel donde el mapa sea más convergente o extensivo.
Pero, en última instancia, lo que determina el impacto es: quién muere y cuándo. El
impacto es la suma total de las consecuencias de las muertes individuales, cada una de
las cuales es una tragedia personal y familiar.
Cómo minimizar el impacto
La naturaleza y los patrones del impacto socioeconómico serán influenciados por factores
exógenos. Estos incluyen entre otros: las posibilidades de reemplazar a las personas
enfermas o moribundas, sin pérdida significativa de productividad; la capacidad de las
instituciones de reestructurarse para reducir los efectos perjudiciales de la pérdida de
personal; la posibilidad de desarrollar políticas y prácticas en el mercado laboral que
tiendan a disminuir la "dispersión" en lugar de exacerbarla; la pauta para que se logre
fortalecer el capital social de una nación, el respeto y la preocupación por los demás -sin
importar las diferencias; el grado en el cual la productividad económica, la crianza, el
cuidado, el altruismo y la empatía puedan ser compartidos entre los géneros.
Los factores sistémicos que influyen en la propagación pueden contribuir a un análisis
predictivo que, en tales o cuales circunstancias, podría indicar la naturaleza posible del
desarrollo de la epidemia en el tiempo, facilitando así el establecimiento de prioridades
para minimizar su impacto anticipado.
Pero en último caso, la estrategia más importante para minimizar el impacto de la
epidemia será el tratamiento de los factores sistémicos que la propagan. Existen ya
comunidades y países en la región en donde un 5 a 10% de la población adulta, o más,
está infectada, hombres y mujeres. Y la epidemia se está esparciendo mucho más
rápidamente que las respuestas efectivas.
Se requiere con urgencia una política valiente de reflexión y acción, basada en la
aceptación de la complejidad, la diferencia y la conveniencia de la duda; que se enmarque
en actitudes de humildad, respeto, disposición al cambio, de solidaridad y de la creencia
en la naturaleza humana y en la disposición de la gente para modificar su
comportamiento.
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