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Puerto de Ponce.
CAPITULO XVI
EXPEDICION DEL GENERAL WILSON
CAPITULACION DE PONCE.- OCUPACION DE LA CIUDAD POR EL MAYOR
GENERAL WILSON.- DESTITUCION DEL CORONEL SAN MARTÍN
L mayor general James H. Wilson, comandante de la primera división
del primer cuerpo de Ejército, salió de Charleston, Carolina del Sur, a
las siete de la mañana del día 20 de julio de 1898 con las siguientes
fuerzas y transportes:
El número 30, Obdam, La Grande Duchesse y el número 21,
Mobile. El general Wilson y su Estado Mayor se acomodaron en el
transporte número 30 con el regimiento de Voluntarios de Wisconsin,
número 3, de infantería, una sección de sanidad y otra del Cuerpo de Señales. El general
Ernst y su Estado Mayor embarcaron en La Grande Duchesse con el regimiento, también
de Wisconsin, número 2, y un destacamento de sanidad; ambos buques cargaron gran
cantidad de víveres y parque, mucho de ello destinado a Santiago de Cuba. En el
número 30 embarcó todo el equipo del mayor general Miles, el coronel Michler y el
capitán Fotlz, de su Estado Mayor, los cuales habían llegado tarde al puerto para
acompañar a dicho general.
Víveres para treinta días, 700 mulos, 100 caballos y 200 vagones fueron cargados
en el Mobile, y este mismo buque conducía el regimiento de Voluntarios de Pennsylvania
número 16 y dos compañías del regimiento de Illinois. El Mobile no zarpó con el resto de
la expedición sino más tarde, alcanzando al convoy cuando éste entraba en el puerto de
Ponce. Todas estas fuerzas sumaban 3.571 soldados y clases, sin incluir los oficiales.
Obedeciendo las órdenes del secretario de la Guerra, el convoy, sin escolta
alguna, siguió con rumbo a las Cabezas de San Juan con el propósito de tomar tierra en
algún punto cercano a Fajardo. En la mañana del 26 La Grande Duchesse y el número
30, que navegaban en conserva, fueron avisados por el Columbia de que la expedición
Miles había desembarcado en Guánica, punto donde debían reunirse todas las fuerzas.
Siguieron adelante, llegando a dicho puerto el mismo día, aunque demasiado tarde para
entrar; el 27, a las ocho de la mañana, penetraron por el. canal, poniéndose a las
órdenes del generalísimo, cuyo Cuartel general estaba a bordo del City of Macon. El
general Wilson recibió órdenes para hacerse a la mar nuevamente, siguiendo el rumbo
que le marcase el acorazado Massachusetts, y todos levaron anclas a las cuatro de la
mañana del 28, llegando a Ponce al amanecer del mismo día. Ya fondeados, el
comandante Davis, del Cincinnati, informó al general Wilson de que fuerzas de Marina
habían desembarcado la noche anterior y que se estaba tramitando un arreglo entre el
jefe de la fuerza española y un representante de la Armada, habiendo capitulado la plaza
con la condición de que sus defensores no serían perseguidos en un plazo de cuarenta y
ocho horas.
Capitulación de Ponce.- Veamos ahora de qué manera
tuvo lugar la capitulación de la ciudad y puerto de Ponce. El
27 de julio, a la una cuarenta y cinco de la tarde, salieron de
Guánica los pequeños cruceros Dixie, Annapolis y Wasp con
rumbo a Ponce, donde entraron a las tres, y siguiendo hacia la
playa, fondearon muy cerca de ella a las cinco y veinticinco
minutos. Los dos primeros buques apuntaron sus cañones
contra el poblado, mientras el último los enfilaba en dirección
al muelle.
El teniente G. A. Merriam, acompañado del cadete G.
C. Lodge, fue enviado a tierra con bandera de parlamento
para pedir la rendición de la plaza en nombre del comandante
Davis; este parlamentario se dirigió a la Capitanía del puerto,
donde fue recibido por el capitán del mismo, Ubaldo Pérez
Cossio, quien apareció vestido de paisano y bastante
nervioso. Al recibir la intimación para que rindiese plaza y
puerto contestó: «que él era un simple oficial sin autoridad
para tratar ni para rendir nada»; y como no se encontrase en
la playa ninguna otra autoridad española, el teniente Merriam
envió un aviso al vicecónsul inglés Fernando M. Toro para que
Coronel D. Leopoldo San
Martín, comandante miliviniese a conferenciar con él. El señor Toro, al recibir el aviso,
tar de Ponce.
se avistó con el comandante militar de la plaza, coronel
Leopoldo San Martín, refiriéndole lo ocurrido y solicitando un
pase que le permitiese bajar a los muelles, pase que le fue extendido en el acto.
Acompañado de un teniente de infantería fue en busca del parlamentario, quien
manifestó «tenía órdenes de exigir la inmediata rendición de la plaza, o que, de lo contrario,
sería bombardeada por los buques de guerra fondeados en el puerto».
El vicecónsul protestó de la gravedad de tal resolución, que podría acarrear, caso
de llevarse a cabo, numerosas desgracias personales y, además, la destrucción de todo
el caserío, que era de madera, y terminó solicitando un plazo para conferenciar con el
comandante militar, plazo que le fue concedido.
Regresó a la ciudad, donde se avistó con el coronel, quien después de oírle, le
dijo: «que nada podía hacer sin autorización del capitán general». Como esta entrevista se
llevaba a cabo en la misma oficina del Telégrafo, San Martín se puso al habla con el
general Macías, comunicándole todo lo que pasaba, mientras Toro volvió a la playa,
pidiendo al parlamentario que lo condujese a bordo del Dixie, conviniendo en ello el
teniente Merriam. Ya a bordo, consiguió del comandante Davis se suspendiese todo acto
de violencia hasta las doce de la noche, hora en que, según manifestó éste,
«pacíficamente o por la fuerza, desembarcaría sus marinos».
Toro regresó a la población, la que encontró en gran estado de alarma, por lo que
tuvo necesidad de aconsejar a los vecinos calma y prudencia; y como había avisado a
los demás cónsules, llegó, el de Holanda, y juntos convinieron en reunir a todo el cuerpo
consular, reunión en que se tomó el acuerdo de telegrafiar al capitán general Macías
indicándole la inutilidad de hacer resistencia, toda vez que la plaza no contaba sino con
muy escasos defensores. Toro fue encargado de redactar y transmitir dicho acuerdo, y
así lo hizo.
Tan pronto como el coronel Leopoldo San Martín tuvo noticias de la entrada de la
escuadra enemiga, ordenó que las tropas ocupasen los sitios designados con
anterioridad. Estas fuerzas eran tres compañías del batallón Cazadores de Patria, su
guerrilla montada y el batallón de Voluntarios, 500 hombres,
de los cuales sólo dos terceras partes tomaron las armas,
una sección de la Guardia civil y otra de Orden público
completaba el conjunto de las fuerzas defensoras. Después
de su conferencia con el cónsul Toro, el comandante militar
de Ponce dirigió al general Macías el siguiente telegrama:
Comandante Militar de Ponce al Capitán General.
27 de julio, 1898
Escuadra americana, fondeada en el puerto, amenaza
bombardear playa y ciudad. Descontadas fuerzas enviadas a
Guánica y Tallaboa, sólo tengo tres compañías de Patria,
voluntarios y guerrilleros. Ruégole remita instrucciones. Me he
negado a recibir parlamentario que ha desembarcado.
El general Macías sólo contestó con estas palabras:
«Cumpla usted con su deber.» Poco después se recibió por el
cuerpo consular la respuesta a su telegrama, respuesta que
decía así:
Capitán General a Vicecónsul inglés. Ponce.
Escudo de armas de la
ciudad de Ponce.
No tengo autorización para parlamentar con los americanos. Lamento, como amante de
Puerto Rico, los destrozos que el enemigo pueda hacer en una guerra que nosotros no hemos
buscado. Ponce y todo el territorio serán defendidos por cuantos medios tenga a mi alcance.
Todo lo que puedo hacer, en obsequio a ese cuerpo consular, es respetar el paraje neutral que
se escoja para residencia de los cónsules y extranjeros fuera de Ponce.- MACÍAS.
El anterior despacho llegó a conocimiento de gran número de personas, y muy
pronto aparecieron grupos en varias esquinas de la ciudad, y en voz alta se hablaba de
atacar a la fuerza española, para impedir, por todos los medios, el bombardeo
anunciado.
Fuerzas españolas del batallón Cazadores de la Patria oyendo misa de campaña
en la plaza de las Delicias de Ponce.
Los cónsules se trasladaron a la oficina de Telégrafos, y allí el coronel San Martín
mostró al de Inglaterra, Toro, un último telegrama, que acababa de recibir, concebido en
estos términos:
Si usted cree que toda defensa es imposible, evacue la plaza en mejor orden. Lleve
consigo todo el material que pueda, y destruya depósitos de municiones y víveres, así
como estación y material de ferrocarril.
De este documento tuvieron conocimiento el cónsul de Alemania Enrique Fritze y
el súbdito inglés Roberto Graham, que acompañaban a Toro. Éste, inmediatamente,
volvió a bordo del Dixie, y, después de alguna controversia con el comandante Davis,
convino la capitulación de la plaza con las siguientes condiciones, que debían ser
sometidas al general Miles:
1. - Se permitirá retirarse a toda la guarnición.
2. - El Gobierno municipal de Ponce continuará en sus funciones. Los bomberos y
Policía municipal (sin armas) mantendrán el orden hasta que desembarquen las
fuerzas de ocupación.
3. - El Capitán de Puerto, único oficial español presente en la playa, no será considerado
prisionero.
Este convenio fue firmado por el comandante Davis y por Fernando M. Toro, en su
calidad de vicecónsul de Inglaterra y encargado de Negocios de los Estados Unidos, representando, además, al comandante militar de Ponce.
Satisfecho, en extremo, de sus gestiones, volvió a la ciudad, y una vez en ella, se
enteró, con asombro, de que el general Macías había anulado su último telegrama,
destituyendo al coronel San Martín, y ordenándole entregara el mando al teniente
coronel de la Guardia civil Julián Alonso, quien tenía órdenes de resistir a todo trance. El
mismo general Macías comunicó al destituido jefe que marchase, inmediatamente, al
pueblo de Aibonito, donde debía esperar nuevas instrucciones.
Toro, Fritze y Graham; Pedro Juan Rosalí, cónsul de Holanda; el alcalde de la
ciudad, Ulpiano R. Colón, y Pedro Juan Fournier, todos juntos, obtuvieron nueva
prórroga del comandante Davis, toda vez que el plazo convenido había expirado;
entonces el primero de ellos, y a nombre del cuerpo consular, dirigió este nuevo
telegrama:
Plana Mayor del batallón Cazadores de la Patria, núm. 25.
Vicecónsul de Inglaterra a Capitán General de Puerto Rico.
Ponce, julio 27, 1898, 12 noche.
Enterados los cónsules, comisionados por el coronel San Martín para arreglar con las
fuerzas americanas una honrosa capitulación de Ponce, de la determinación de V. E. de no
respetar la palabra de honor de su representante en esta ciudad, tenemos que manifestarle
que no es posible quedemos en ridículo, y que su determinación menoscaba nuestros
prestigios. No podemos asumir la responsabilidad de lo que ocurra después de habernos
comprometido, bajo palabra de honor, con el Comandante de la escuadra americana, anclada
en este puerto, palabra de honor, que dimos por haberla recibido de su representante aquí,
quien estaba en el ejercicio de todas sus funciones, como tal Comandante militar de Ponce, al
manifestarnos que tenía autorización de V. E. para capitular.
Nos vemos en el caso de dar cuenta inmediatamente a nuestros respectivos Gobiernos
de este hecho inusitado, toda vez que nuestras gestiones se apoyaron en la palabra de honor
de un Coronel del Ejército español, Comandante militar de una plaza y representante del
Capitán General de la Isla.
La misión que aceptamos, y el resultado de nuestras gestiones, fue anterior a la
destitución del coronel San Martín, según pruebas que tenemos en nuestro poder. Pedimos a
V. E. que confirme lo pactado por nosotros, a nombre del coronel San Martín, y pedimos,
además, una respuesta inmediata, por ser éste un caso urgente
TORO, Vicecónsul de Inglaterra.
A telegrama tan enérgico, contestó el general Macías con este otro:
Capitán General a Vicecónsul Inglés. Ponce.
En vista de la palabra de honor empeñada por el Jefe que mandaba anteriormente las
fuerzas militares en esa ciudad, y para dejar en buen lugar al cuerpo consular extranjero,
ordeno que se cumpla lo pactado, pero teniendo en cuenta, únicamente, lo que se refiere a la
evacuación de la plaza.- MACIAS.
Recibido el anterior despacho, todos los cónsules, el alcalde Colón, el coronel
retirado Sergio Puventud y el teniente coronel de la Guardia civil, que ahora desempeñaba el cargo de comandante militar, resolvieron comunicar al comandante Davis que,
aceptadas las bases provisionales de la capitulación, a las primeras horas de la mañana
comenzaría la evacuación de Ponce por las tropas españolas.
Desembarco.- A las cinco y treinta de la mañana del 28, el teniente Merriam,
acompañado del de igual empleo Haines y del cadete de Marina G. C. Lodge, con un
pelotón de marinos, desembarcaron, y, llegando a la Aduana, tomaron posesión de ella,
en nombre del Gobierno de los Estados Unidos, situando en la azotea del edificio dos
hombres con un cañón automático Colt, de 6 milímetros; otros dos marinos, en la oficina
del Cable, y dejando en reserva el resto de la fuerza.
A las seis de la mañana del día 28 de julio de 1898, el cadete Lodge izó la bandera
de los Estados Unidos en la Capitanía de Puerto de la Playa, de Ponce.
A esta hora, numerosos vecinos de la ciudad, entre ellos muchas damas en coches
y calesas, llenaban el camino que conduce del poblado a la playa. Ponce tenía el
aspecto de una población en días de feria.
A las siete de la mañana, y como estuviesen ya en puerto el general Wilson y su
expedición, y también el generalísimo Miles, el comandante Davis arrió en el Dixie su
bandera de comandante general e hizo entrega de la plaza y documento de capitulación
al jefe de las fuerzas del ejército americano. Pocos minutos después tomaron tierra
aquellos generales y su Estado Mayor, estableciendo su cuartel general en la Aduana,
mientras el resto de la expedición desembarcaba en 50 lanchas que, durante la noche
anterior, había requisado el infatigable Wainwright, comandante del Gloucester. El
teniente coronel F. A. Hill fue nombrado administrador de la Aduana y colector de rentas.
Por la tarde, el general Wilson transfirió su cuartel general a la ciudad, ocupando la casa
número 6 de la calle Mayor, y el generalísimo dejó el suyo en la Aduana, pero hospedándose provisionalmente en el Hotel Francés.
En la población.- Tan pronto como las fuerzas de tierra relevaron a los marinos,
el teniente H. C. Haines, el cirujano Heiskle, el teniente Murdok y el cadete Lodge, previo
permiso, llegaron hasta la ciudad, donde se enteraron de que había en la cárcel, entre
otros, 17 presos por asuntos políticos; después de telefonear al cuartel general de la
Aduana y obtener autorización, pusieron en libertad a dichos presos, no sin que antes se
exigiese al alcalde Ulpiano R. Colón la seguridad de que aquellos hombres no eran
responsables de delitos comunes.
A las diez de la mañana del mismo día, el cadete Lodge izó el pabellón estrellado
de Norteamérica en la Casa-Ayuntamiento de la ciudad de Ponce. Guánica, Yauco y
Ponce, tres banderas arriadas a los tres días de invasión.
A las cinco de la tarde, el general Miles recibió a todas las autoridades de la
ciudad, reunidas en el salón de actos de la Casa Municipal, y allí pronunció un corta
discurso, que fue traducido por el cónsul Fernando M. Toro, y en el cual ofreció respetar
las libertades, religión y costumbres del país, añadiendo que rogaba a todas las
autoridades que continuasen en sus puestos y que con todo rigor mantuvieran el orden
en la población y sus barrios, cortando de raíz cualquier motín.
Terminado aquel acto, regresó a bordo, y su Estado Mayor quedó alojado en la
misma casa donde el día antes estaba la Comandancia Militar de las fuerzas españolas,
casa situada en la esquina de las calles Cristina y Mayor.
Las fuerzas españolas.- El teniente coronel Alonso, antes de amanecer, comenzó
su retirada hacia Juana Díaz, llevando en carretas. toda la impedimenta, no sin haber
intentado destruir la estación del ferrocarril y su material; sólo fueron quemados unos
pocos vagones porque acudieron en el acto fuerzas de bomberos, que estaban muy
alertas por indicaciones del vicecónsul Toro, quien tenía noticias de las órdenes
recibidas por aquel jefe.
Casa-Ayuntamiento de Ponce.
Ya he dicho que la compañía de Voluntarios de la Playa, en su mayor parte, se
negó a tomar las armas; sólo dos terceras partes del batallón de Voluntarios número 9
siguió a las tropas veteranas en su retirada, aunque mucha gente fue desertando en los
pueblos de tránsito. El jefe de este cuerpo, Dimas de Ramery, de edad muy avanzada,
acompañado de sus hijos, del comandante Montes de Oca y de algunos otros oficiales,
continuaron hasta Aibonito, y allí permanecieron en las trincheras del Asomante hasta el
mismo día en que se firmó el armisticio.
El capitán de infantería José Urrutia y Cortón, del batallón Patria, que estaba
enfermo en su domicilio, no pudo incorporarse y fue hecho prisionero por un ayudante
del general Wilson.
La marcha desde Ponce a Aibonito se realizó en dos jornadas, pernoctando en
Coamo, donde quedaron para defender la población, como puesto avanzado, dos
compañías con la bandera y la música del batallón, y algunos Guardias civiles y
guerrilleros, todos al mando del comandante Rafael Martínez Illescas.
El coronel San Martín.- Este jefe, destituido por el general Macías, después de
renunciar el mando siguió en coche hasta Aibonito, y a su llegada fue reducido a prisión.
Dos días más tarde, el autor de este libro, cumpliendo órdenes recibidas, tuvo el
sentimiento de encerrarlo en una bóveda del castillo de San Cristóbal y ponerle
centinelas de vista en las rejas de sus ventanas. El coronel de artillería José Sánchez de
Castilla fue nombrado juez instructor, y el capitán del mismo cuerpo Enrique Barbaza,
secretario, para instruir el correspondiente sumario.
San Martín, a quien su esposa y amigos visitaban diariamente, contó a varias
personas todo lo ocurrido en Ponce, asegurando que tenía en su poder instrucciones
concretas y por escrito del capitán general para evacuar la ciudad y puerto tan pronto
avistase fuerzas enemigas superiores en número.
Indudablemente, los cónsules extranjeros y los hombres prominentes y adinerados
de la ciudad del Sur hicieron presión sobre el coronel ante el justificado temor de que un
bombardeo redujese a cenizas el hermoso caserío. Unas y otras razones debieron pesar
en el ánimo de los jueces que componían el alto tribunal que, más tarde, en Madrid, falló
en última instancia el proceso instruido al citado coronel, porque éste fue absuelto
libremente de toda culpa, por haber obrado con arreglo a las instrucciones recibidas y a
las circunstancias del caso.
Incidentes.- En los momentos de izarse la nueva bandera en la CasaAyuntamiento de Ponce, Rodulfo Figueroa, uno de los presos libertados (hombre de
ideas exaltadas y carácter aventurero), subió al salón de actos, y descolgando el retrato
y corona de los monarcas españoles intentó arrojarlos por el balcón, mientras decía a
grandes voces: «Ahí van los últimos restos de la dominación española». Un oficial
americano allí presente (y cuyo nombre siento no recordar) intervino y, entre serio y
amable, tomó en sus manos corona y cuadro, manifestando que «los guardaba en su
poder como un recuerdo histórico de gran valor»; y así lo hizo, sin oposición de nadie.
He oído referir a testigos presenciales del hecho que, cuando el teniente Merriam,
en la mañana del día 28, intimó al capitán de Puerto, Ubaldo Cossío, la rendición del de
Ponce, éste contestó, señalando a los cruceros americanos anclados en la rada:
- Por lo que veo, el puerto es de ustedes; y si más rendido lo quieren.....
La proclama.- El mismo día en que el generalísimo de las fuerzas invasoras,
Nelson A. Miles, desembarcó en la ciudad de Ponce, hizo circular en español una
proclama en que daba cuenta de sus intenciones y de los propósitos que guiaban al
ejército americano. Este documento puede leerse a continuación:
En el puerto.- Por orden del comandante Davis fueron capturadas en el puerto de
Ponce un total de 91 embarcaciones, de las cuales sólo dos izaban banderas neutrales,
perteneciendo las restantes a ciudadanos españoles; de éstas, 67 eran lanchas de
transportar azúcar. El cadete Mc Carthy fue nombrado capitán de presas y quedó a cargo
de todas ellas.
Hacia el 31 del mismo mes se nombró un board presidido por el capitán Higginson,
el cual resolvió que sólo tres de los buques capturados eran buenas presas y que los
demás fuesen devueltos a sus dueños; resolución contra la cual protestó el comandante
Davis sin que luego haya yo sabido si él obtuvo buen éxito en su protesta.
Capitán de Puerto.- Hasta el día 12 de agosto no se nombró capitán de Puerto,
siendo designado el teniente W. J. Maxwell, del Columbia.
Parte oficial.- He aquí la comunicación en que el general Miles da cuenta de la
toma de Ponce y de su puerto:
Puerto de Ponce, Porto Rico, vía St. Thomas.
Julio 28, 1898.
Secretario de la Guerra, Wáshington, D. C.
1.30 de la mañana. El 26 la Brigada Garretson sostuvo vivo fuego de guerrilla.
Nuestras bajas, cuatro heridos, que todos siguen bien. Los españoles tuvieron tres muertos y
además tres heridos. Yauco ocupado ayer. La división Henry está allí hoy. Ayer tarde el
comandante Davis, del Dixie, entró en este puerto seguido hoy, temprano, por el capitán
Higginson con su flota. General Wilson y la Brigada Ernst, desembarcando ahora,
rápidamente. Las tropas españolas retirándose de toda la parte Sudoeste de Puerto Rico.
Ponce y su puerto, con una población de 50.000 habitantes, están ahora bajo la bandera
americana. El populacho ha recibido las tropas y saludado la bandera con loco entusiasmo.
La Marina ha hecho varias presas, entre ellas algunas lanchas.
Material ferroviario destruido parcialmente, pero ya ha sido arreglado. Comunicaciones telegráficas también se están restaurando; aparatos del cable fueron destruidos. He
mandado por otros a Jamaica.
Este es un próspero y bello país. Pronto entrará el Ejército en la región montañosa;
clima delicioso; tropas en el mejor estado de salud y espíritu; anticipo que no encontraré
invencibles obstáculos en lo futuro. Hasta ahora todo se ha hecho sin la pérdida de un solo
hombre.
Nelson A. MILES,
Mayor general, Comandante del Ejército.
En San Juan.- El Estado Mayor del general Macías, desde que las fuerzas
americanas tomaron tierra en Guánica, adoptó una actitud de estudiada reserva; negaba
todo informe a la Prensa, no se publicaba en la Gaceta comunicados oficiales, como más
tarde se hizo; pero, a pesar de la censura que existía desde que se declaró el estado de
guerra, no se puso obstáculo a que los periódicos de San Juan insertasen cartas
recibidas de Yauco y Ponce dando cuenta de las operaciones de guerra que en aquellas
poblaciones tenían lugar.
Campamento.- Parte de la expedición Miles, desembarcada en Ponce, acampó en
ambos lados del camino de la playa; poco después toda la brigada Ernst fue llevada
fuera de la población hacia Juana Díaz, donde se formó un gran campamento.
Acerca del establecido en la playa, el teniente de la Marina alemana, Jacobsen, en
la página 25 de su libro ya citado, dice lo que sigue:
Los hombres trabajaban constantemente haciendo nuevas zanjas para que
corriesen las aguas estancadas; algunas veces los centinelas y patrullas que transitaban
por los alrededores se vieron obligados a vadear los pantanos con fango y agua hasta
las rodillas. Es un milagro que no existan más enfermos.
Estatua de D. Juan Ponce de León en San Juan.
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