C U L T U R A EL MUNDO DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 2016 El escritor, filósofo y semiólogo italiano, fallecido a los 84 años, en un retrato de 1989. RADIAL PRESS EL ÚLTIMO GRAN INTÉRPRETE UMBERTO ECO DE LA PALABRA Umberto Eco lo vio todo, lo leyó todo, lo escuchó todo, todo lo interpretó. Fue una enciclopedia viviente. Habló de la his- toria de las religiones, hizo grandes estudios sobre literatura comparada, fue un extraordinario filólogo que incluso investigó sobre el esperanto y las lenguas perdidas. Conocía perfectamente la cultura occidental, pero también se adentró en las de China y la India. Ahondó en la historia de la escritura, en lo imaginario y simbólico, la historia de los espejos, de los laberintos, de las ciudades invisibles. Nos explicó las vanguardias históricas y el experimentalismo, nos habló hasta de los signos de puntuación y de la importancia del discurso que ellos representaban. Extrañamente, ha muerto a los 84 años sin recibir el Nobel. Por César Antonio Molina 52 EL MUNDO. DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 2016 C U L T U R A Si hay un intelectual, un escitor y un pensador que represente a la segunda mitad del siglo XX ése es Umberto Eco. Bueno, no es que Eco la represente, sino que él mismo la es. Resulta absolutamente extraño que haya muerto sin haber recibido el Nobel de Literatura. Esto es un gran baldón para la Academia Sueca porque ese premio tiene ya más grandes personalidades a las que no se lo ha dado que a quienes lo han obtenido. Lo mismo probablemente le va a pasar a George Steiner, Harold Bloom o Claudio Magris, otros grandes escritores y pensadores que tampoco lo tendrán. El ensayismo, la teoría literaria, la filosofía y el pensamiento en general también son géneros literarios y por eso no comprendo semejante vacío entre los galardonados. Como escribe Antoine Compagnon, toda la teoría literaria, entre las que se incluyen la semiología de Umberto Eco, es un género literario más y así debe ser leído. Que el Nobel del último año haya sido dado a una gran periodista es tan inconcebible como que antes no lo hubiera obtenido Umberto Eco. Como Borges escribió, el italiano presumía más de ser un SU ÚLTIMA NOVELA, ‘NÚMERO CERO’, ES TODA UNA DIATRIBA CONTRA LA POLÍTICA ITALIANA DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS gran lector que un extraordinario escritor. Eco, como Borges, lo había leído todo y había tenido la gran capacidad de interpretarlo todo. Por eso uno de los estudios más relevantes de Eco es el dedicado al Quijote de Cervantes y al de Pierre Menard inventado por Borges. Escribió incluso sobre las telenovelas. Por ejemplo, en su libro titulado De los espejos y otros ensayos escribió «para confirmar que nuestra tipología no resuelve problemas de excelencia estética, diremos que toda la comedia de Balzac representa un perfecto ejemplo de saga en árbol, al menos tanto como Dallas. Balzac es estéticamente más interesante que los autores de Dallas porque toda novela de Balzac nos dice algo nuevo sobre la sociedad de su tiempo, mientras que cada episodio de Dallas nos dice siempre lo mismo sobre la sociedad americana». Umberto Eco tuvo la suerte, que no sucede habitualmente, de que un gran intelectual que representa a la más alta cultura fuera leído, admirado y estuviera siempre de moda. Es decir, otra de sus grandes victorias. Sin per- Sean Connery en ‘El nombre de la rosa’, adaptación de la novela de Umberto Eco. EL MUNDO Algo grueso, con la inevitable barbita del sator in fabula (1979), Semiótica y filosofía del bio, gafas, un hablar sosegado y mucho gusto lenguaje (1984), Seis paseos por los bospor la erudición y la polémica erudita. Cuanques narrativos (1990) o Cinco escritos do uno conocía a Umberto Eco se daba rápimorales (1998). Desde su irrupción, inida cuenta de sus orígenes: era un sesudo procialmente muy exitosa en el campo de la fesor de universidad, formado como medievanarrativa, Eco no deja de ser el sabio prolista y aún experto en Tomás de Aquino, a fesor que ha sido, pero se percibe en su actiquien la fama le llega primero por la moda de vidad un mayor esfuerzo de pura literatura y la semiótica en los años 60 y 70 –una superade conexión con el lector no tan especialización del mero estructuralismo- y después por do. Al final la gran preocupación de Eco era la su relativamente tardía carrera como novelisidea de analizar y criticar los fenómenos ta, con novelas siempre de cuño intelectual. Yo de internet para él-creo que es cierto- aún lo conocí en Madrid en 1982 cuando vino a poco estudiados. presentar El nombre de la rosa, en casa de dos En 1980 publica su primera novela ambiendiscípulos españoles, Jorge Lozano y Cristina tada en un monasterio medieval, El nombre Peña, que eran amigos… de la rosa, que acaso siga siendo su obra más Eco había nacido en Alessandria, al norte conocida bajo su estructura detectivesca y tande Italia, y estudió en Turín –se le notaba ese to alarde erudito. Su admiración por Jorge acento- donde se licenció en Filosofía y Letras Luis Borges queda patente al convertirlo en la en 1954. Hombre de una vasta cultura asentanovela en el monje ciego, Jorge de Burgos. La da en el estudio de la escolástica, su primera novela fue llevada al cine con mucha pulcritud publicación académica es la elaboración de su en 1986 por Jean Jacques Annaud en una petesis, El problema estélícula homónima. tico en Tomás de AquiAunque Eco ya LUIS ANTONIO no en 1959. Profesor nunca abandonaría DE VILLENA polémico que sabe mala novela, con misridar muy bien lo viejo terios y sabiduría y nuevo, Umberto Eco (El péndulo de Fouentiende a una juvencault, La isla del tud –todavía culta- que día de antes, Bauprotesta y busca novedolino –de nuevo la dades pero no olvida Edad Media-, La que no hay avance sin saber. De ahí el éxito misteriosa llama de la Reina Loana, hasta (muy pronto internacional) de libros que mezNúmero cero) lo cierto es que el éxito inicial clan el estudio serio de la semiótica con los nunca se repitió pese a los premios y honores problemas de la juventud en un mundo que que ya acumulaba Eco desde Oficial de la empieza a cambiar. Legión de Honor, Premio Strega, múltiHablo de textos como Obra abierta (1962) ples doctorados Honoris Causa o Miemun clásico ya de la modernidad crítica, o Apobro Honorario de la Academia Europea de calípticos e integrados (1965) libro más cercaYuste. no a una problemática universitaria juvenil, diComo dije, los últimos años de Eco se pueríamos a la rebelión de las aulas. Esos libros blan de libros más exigentemente divulgatolos leímos todos los estudiantes de letras de mi rios como Historia de las tierras y los lugares generación entorno a 1970. Claro que para ese legendarios (2013) o antes La nueva Edad Memomento un Eco básicamente intelectual sidia (2010) emparentada por sus preocupaciogue publicando libros donde ahonda en el canes por la red y su uso. Su frase «El ordemino de su especialidad: La estructura ausennador es masturbatorio» quiere significar te (1966), El signo (1973) o El superhombre de que si el lenguaje de la prensa, por ejemplo, masas (1976) entre otros… ha sido ya estudiado y criticado, el de interEco es un brillante profesor de éxito en genet permanece virgen casi y no poco salvaje neral más ameno que sus colegas franceses o silvestre. Fallecido a los recientes 84 años, del ámbito de Tel Quel. Continúa una obra con Eco se va –como decía Malraux- un «concon título latino –Eco fue buen latinista- Lectemporáneo capital». Se notará la ausencia. El profesor vuelto novelista der nada de su sabiduría, influir en la sociedad de su tiempo tiene también un mérito añadido. Su última novela, titulada Número cero, es toda una diatriba contra la política italiana de las últimas décadas. Es a la vez una defensa del periodis- mo libre, pero también una crítica de aquel periodismo que se pone al servicio de los intereses de los grandes empresarios que quieren influir en la política nacional. Es un retazo por el tiempo de Aldo Moro y la Democracia Cristiana, el Partido Comunista y los años de Berlusconi en el poder. Una novela como siempre muy bien escrita, muy directa, muy crítica, que analiza y explica lo que nos está pasando ahora en la política europea. Umberto Eco era también un gran defensor de la idea de Europa unida que se tenía no sólo que hacer a través de la política y la economía sino también de la educación y de la cultura. La construcción europea sólo se realizaría, según él, si se tenía en cuenta el pasado. Una Europa sin historia sería huérfana y desdichada, porque la concepción del mañana tenía que surgir del ayer y del hoy. Y añadía que la memoria del pasado no debería paralizar el presente, sino ayudar a construirlo. Por lo tanto ya ponía el dedo en la llaga de esa falta de una educación común y el desarrollo de una idea común también de la cultura. La importancia de Umberto Eco se puede medir de muchas maneras, pero una de ellas es que no hay libro de ensayo, de teoría literaria, de crítica literaria, de pensamiento o filosofía en cuyo índice no esté citado. Y algunas de sus obras referenciales sin las cuales esos libros nuevos no se podrían escribir. Esa es la clasicidad de este autor. La desaparición de Umberto Eco es como si Montaigne se hubiera muerto, una cumbre de la cultura universal de todos los tiempos y todas las épocas. NO HAY LIBRO DE ENSAYO, DE TEORÍA LITERARIA, DE CRÍTICA O FILOSOFÍA EN CUYO ÍDICE NO ESTÉ CITADO También afrontó el reto de las nuevas tecnologías de las que no fue un gran defensor por el peligro que veía en ellas, por la sobreabundancia informativa y por la poca responsabilidad de las fuentes que procedían. No estuvo contra las nuevas tecnologías, pero sí advertía de que había que estar prevenidos ante ellas. Yo, que lo conocí y traté un poco, siempre me pregunté cómo tenía esa capacidad de haberlo leído todo. Siempre me dijo que toda su vida había girado en torno a la lectura y que nunca le había dado tregua al tiempo, que no lo había desperdiciado. Con todo y eso sentía que, por supuesto, le quedaba todo por leer. Ojalá muchos pudiéramos tener semejante capacidad. La muerte de Umberto Eco significa de alguna manera también la desaparición de la gran cultura europea de la segunda mitad del siglo XX. Él entendió la cultura de una manera que desgraciadamente ahora se está comenzando a perder. Esperemos que no sea así y que el tiempo incluso siga engrandeciendo su obra si cabe todavía más. 53 EL MUNDO. DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 2016 C U L T U R A JORGE LOZANO Un sabio sin fronteras Umberto Eco retratado en su casa. NEIL DRABBLE Fallece Umfío de inFRANCISCO JARAUTA berto Eco en terpretar Milán a los el mundo 84 años. Lo en sus direcuerdo en ferentes momentos instancias. diferentes: Ciencia, París, Bologna, Urbino, Roma... arte, literatura eran páginas No importaba el argumento: Raabiertas a la mirada del crítico món Llull o Guillermo de Baskerque ya en los 60 había escrito ville, las geografías de lo fantástiObra abierta, Apocalípticos e inco o los repertorios cifrados de tegrados, La estructura ausente, las sociedades ocultas. Una adentre otras obras que abrieron miración profunda por su obra, nuevos espacios a la mirada del construida desde una curiosidad lector e intérprete. sin fronteras. Medievalista de forSin olvidar la invención prodimación, erudito, verdadero homgiosa de una historia que, como me des lettres. Intelectual euroEl nombre de la rosa, le permitió peo en el sentido más riguroso, construir el escenario singular es decir, de quien asume el desade una época, regida por contro- La admiración y la amistad versias, ortodoxias y conspiraciones. Él lo recordaba siempre como la inesperada aventura de un escritor que navegaba entre la orilla de la historia y la del juego del imaginario medieval siempre fascinante. No olvidaré nunca una larga conversación suya con Jacques Le Goff sobre la novela. Y paralelamente a su trabajo de filósofo, historiador y semiólogo, su comprometida labor periodística. Su columna semanal en L’Espresso a lo largo de décadas; o en la prensa europea, atento siempre a problemas y emergencias, cercano a una opinión pública tantas veces perpleja ante los acontecimientos. To- do ello penetraba las conversaciones frescas, irónicas de quien disfrutaba de la amistad, marcadas siempre por la lucidez de su escepticismo ante la crisis de Europa, él europeísta convencido, y todas aquellas exigencias derivadas de la época. Un escepticismo rebelde como podía constar en su último relato, Número cero, en el que hostiga todo tipo de manipulación de la opinión pública. Ahora, en su ausencia, recordaremos su voz amiga y su ejemplo cívico contra tanta indiferencia. Francisco Jarauta es filósofo y Cate drático de Filosofía de la Universidad de Murcia Tras una relación continuada durante cuatro décadas me va a ser muy difícil aceptar su desaparición. Fui alumno suyo, discípulo, colega y amigo. Desde las aulas del D.A.M.S. en Bolonia a congresos internacionales, viajes, encuentros, librerías, bibliotecas y bares. Suscitaba entusiasmo contagioso: capaz de analizar con perspicacia el argumento más inescrutable o de narrar con la máxima eficacia la historia más prolija. Con memoria prodigiosa, era capaz de recoger cualquier texto y darle la vuelta, cambiar de sentido, alterar su significado y transfórmalo en otro género, etc. Al oírlo se tenía la sensación de estar ante un sabio de los de antes, de lo que ya no quedan. Su formación era enciclopédica y era imposible competir con él en algún campo: lo sabía todo. Aristóteles, el Beato de Liébana o James Bond. Como Barthes quiso dar dignidad a los parientes pobres de la cultura: el kitsch, lo popular, el cómic merecían la misma dignidad cultural que la metáfora en Aristóteles o la abducción en Charles S. Peirce. Podía cantar el amor de un significante y de un significado con músicas de Hojas Muertas o la estructura según Chomsky con la canción Il mondo di Jimmy Fontana. Contaba chistes con una extraordinaria gracia y fuimos descubriendo que pasaba mucho tiempo inventándoselos. Apareció en La Notte de Michelangelo Antonioni, formó parte del Grupo 63, fue editor excelente, creó un doctorado sobre edición, se ocupó de traducción y fue traductor. Coleccionista de libros antiguos, rastreaba por tantas librerías de viejo con enloquecida pasión, miembro activo de la Academie des Cultures mientras existió, o del de Patafísica. Cinéfilo consumado, escritor de historias y empecinado con la flauta que tocaba en cuanto podía. Excelente organizador: secretario general de la Asociación Internacional de Semiótica, Director del D.A.M.S., presidente de la Escuela Superior de Estudios Humanísticos. Autor de El Nombre de la Rosa, bestseller traducido en numerosas lenguas, director de una revista de semiótica de alto nivel académico, Doctor Honoris Causa en decenas de universidades, en España en 4, amén de Premio Príncipe de Asturias o Medalla de oro del Círculo de Bellas Artes. Con el tuve el placer de discutir sobre, dicho en canario, San Borondon, sobre el dry Martini (él se empeñaba en sostener, con bibliografía, que debía haber una 16 parte de vermut, mientras yo recurría a Winston Churchill y a Luis Buñuel). Me enseñó a ser profesor, a no dejar de dar una clase y a ser responsable, es decir a saber responder. Jorge Lozano es Catedrático de Teoría de la Información en la UCM.