[2] Oh ven, oh ven: tú pones en mi vida Una limpia blancura de abalastro, Y una doliente claridad perdida Que da en la noche silenciosa un astro. Ayer, al darme al sueño, como en nube Venir te vi, y luego hermosa y grave Subir en paz, como el incienso sube Del blanco altar a la espaciosa nave. En chispas, como el fuego, Mis versos saltan: Así contra la roca Las aguas azules quebradas estallan. Que de qué madera Mi féretro has de hacer? Pues yo lo hiciera De ella, de sus perlados Brazos, y de sus senos perfumados. Triste, impaciente, volador, quejoso, En lágrimas la faz, la mano inquieta… ¡El demonio del verso Que está a la puerta de [Mc. en CEM]