El perfil geográfico del homicidio en las entidades - siare

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XXVI Concurso del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública
“La Cuestión de Seguridad Nacional como Nuevo Desafío a la Gobernanza Democrática”
Caracas, 2013
El perfil geográfico del homicidio en las entidades federativas
mexicanas 1995-2010: una aproximación institucional
José Guillermo Castillo Koschnick
______________________________
Segundo Premio
La lección parece escrita en la barda de una calle de Sinaloa:
“Prefiero morir joven y rico, que viejo y jodido… como mi papá”.(Loza y Padget 2012: 15)
La mafia es la única que se acerca a esos muchachos y les ofrece algo.
Les ofrece dinero, teléfonos móviles y pistolas para que se defiendan ¿Cree que esos muchachos se van a negar?
No tienen nada que perder. Sólo ven el día a día. Saben que pueden morir y lo dicen.
Pero no les importa. Porque siempre han vivido así. (Grillo, 2012: 266).
Introducción
A pesar de la percepción de alta inseguridad y violencia prevalecientes en México, desde
1990 hasta 2007, la tasa de homicidios disminuyó sistemáticamente. De acuerdo con datos del
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a nivel nacional, en 1992 la tasa de
homicidios fue de 19 por cada cien mil habitantes; en contraste, para 2007, fue de ocho1. Esta
tendencia sostenida desde hace 20 años fue interrumpida por una marcada aceleración de la
violencia. En 2008, la tasa de homicidios nacional aumentó de ocho a 13; en 2009 a 18 y para 2010
ascendió hasta 24.
La inseguridad pública ha adquirido una gran relevancia para la gobernanza democrática en
el mundo. De acuerdo con cifras de la Oficina contra la Droga y el Delito de Naciones Unidas
(UNODC), América Latina es la segunda región del planeta, después de África, con mayor
porcentaje de homicidios: 31 y 36% respectivamente. Para ser más preciso, en 2010 África registró
una tasa de homicidios de 17.4 por cada 100,000 habitantes, América Latina: 15.5 (UNODC, 2011:
20-21). De acuerdo con algunas investigaciones, en el ámbito político, la violencia ha causado que
instituciones, organismos e incluso partidos políticos pierdan legitimidad ante la sociedad.
Al respecto, hay autores que arguyen que la inseguridad promueve la participación política
(Bateson, 2012), favorece políticas de mano dura (Ungar, 2009) y regímenes más represivos
(Bailey, 2009). También, se estima que la violencia genera pérdidas considerables a la economía, ya
que ahuyenta la inversión extranjera directa o la ayuda internacional; prolonga y exacerba la
pobreza (Collier ...[et al], 2003), así como reduce las oportunidades de crecimiento económico de
negocios e individuos que, en lugar de invertir en proyectos productivos, tienen que gastar en
medidas de prevención y seguridad privada. Finalmente, las pérdidas humanas afectan no sólo la
fuerza productiva de un país, sino también a los familiares, víctimas indirectas de la violencia, y
erosionan los lazos de confianza y capital social. En concreto, la violencia atenta contra el
desarrollo democrático.
Estos elementos son notorios en México. De 1990 a 2010, la tasa de homicidios aumentó en
17 entidades federativas. Entre las causas, se puede señalar que, mientras en 1990, 33% de las
muertes de personas entre 15 y 44 años de edad se debía a accidentes y 17% a homicidios; para
2010, las muertes por homicidio ascendieron a 27.5% y por accidentes a 25.6%. Es decir, para
2010, la principal causa de muerte para la población en edad económicamente activa fue el
homicidio. Finalmente, de acuerdo con los últimos resultados de la Encuesta Nacional de
Victimización a Empresas (ENVE) y la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre
Seguridad Pública (ENVIPE) del INEGI, se estima que, en 2011, el costo asociado al delito e
inseguridad para las empresas fue de $115.2 mil millones de pesos (mmdp); adicionalmente, para
1
Por homicidio se entiende aquellas lesiones ocasionadas por otra persona con el intento de lesionar o matar por cualquier
medio. La tasa de homicidios se calcula sobre la base de 100 mil habitantes. Los cálculos son propios y están basados en
la información de las Estadísticas de mortalidad de INEGI, “defunciones por homicidio”. Las proyecciones poblacionales
fueron obtenidas del Consejo Nacional de Población (CONAPO).
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los hogares e individuos, esta cifra fue de $211.9 mmdp. En suma, para 2011, el costo asociado al
delito e inseguridad en México fue de $327.1 mmdp o bien 2.3% del Producto Interno Bruto.
Para explicar la evolución de la violencia en el caso de México, se han propuesto tres
explicaciones principalmente. La primera perspectiva pertenece al gobierno federal y sus allegados.
Su explicación consiste en que los altos índices de violencia son producto del debilitamiento de los
cárteles y de los enfrentamientos entre ellos mismos; ocurridos a partir de las intervenciones del
Ejército y Policía Federal. Esto significa que, con la paulatina fragmentación de cárteles que sucedía
desde 1997 y la rentabilidad del negocio de las drogas, las luchas intra e inter cárteles aumentaron.
De manera que la estrategia del gobierno federal no causa mayor volatilidad ni dispersión de la
violencia, sino que esto es el resultado natural como en cualquier otra guerra (Poiré, 2011; Poiré y
Martínez, 2011; Villalobos, 2010a, 2010b).
Por el contrario, algunos autores encuentran que la lucha contra el crimen organizado sí ha
tenido un efecto acelerador en los índices de violencia. Esto es, aquellas entidades que cuentan con
operativos conjuntos por parte del Ejército y de la Policía Federal presentan las variaciones más
alarmantes en su tasa de homicidios (Escalante, 2011; Merino, 2011; Rodríguez-Oreggia, 2011)2.
Según Guerrero (2010a), la estrategia de desarticulación de organizaciones criminales ha tenido tres
consecuencias indeseables: primero, se han exacerbado los niveles de violencia; segundo, se ha
multiplicado el número de cárteles regionales y organizaciones locales criminales; tercero, se ha
extendido la presencia de éstas en otros Estados. El mecanismo causal que explica estos efectos es
que, al desmantelar de manera no-estratégica la estructura interna de los cárteles, se generan
disturbios en sus estructuras de sucesión, poder, presencia y operación. Como resultado, ocurren
tres tipos de enfrentamientos: a)intra-cártel; b)entre cárteles, y c) contra el gobierno (Guerrero,
2011a, 2011b).
Finalmente, la tercera perspectiva describe el fenómeno de la violencia en México como de
carácter multidimensional. Algunos planteamientos subrayan que esta violencia es resultado de un
Estado débil, de la ruptura de pactos entre gobernantes, traficantes y policías, de la desigualdad, de
la fluctuación del precio de la cocaína en Estados Unidos, de la disponibilidad de armas, la
deportación de ex convictos, y del contexto geográfico en el que ocurre (Williams, 2010; Chicoine,
2011; Dube, 2011; Escalante ...[et al], 2011; Escalante, 2009). Empero, estos estudios no
proporcionan evidencia desagregada o sistemática para todo el país.
En resumen, los tres planteamientos expuestos se caracterizan por centrar su argumentación
en torno a la lucha contra el narcotráfico; sin embargo, investigaciones recientes señalan que los
cárteles de la droga solamente operan de manera significativa en 29% del territorio nacional (Ríos,
2012).
Además, a partir de 2008, los homicidios sin arma de fuego han ido en aumento; “la violencia
del crimen organizado no explica la totalidad de homicidios tradicionales” (Merino y Gómez,
2012:45). Por lo tanto, se pueden establecer dos puntos de partida. El primero es que no toda la
violencia en México proviene de la lucha contra el narcotráfico. Segundo, si bien la violencia de
1990 a 2007 es distinta a la que ocurrió entre 2008 y 2010, no se puede deslindar un periodo de
otro. De esta forma, las explicaciones predominantes de la violencia en México son deficientes
porque: a) no explican su variación temporal ni espacial; b) no ayudan a entender por qué ocurrió
esta variación cualitativa de la violencia, y c) presentan un sesgo en su explicación de origen.
Así, las preguntas que guían este trabajo de investigación son ¿qué explica el homicidio en
México? Y ¿por qué unos Estados son más violentos que otros? El argumento central de este ensayo
es que la violencia es producto de la incertidumbre y la existencia de instituciones débiles. En otras
palabras, en contextos en los que persiste un estado de ansiedad sobre el futuro propio y cuando las
instituciones no son capaces de satisfacer las demandas individuales, los individuos tendrán
incentivos para acudir a medios ilegítimos para preservar o mejorar su statu quo.
El objetivo general de esta investigación es mostrar la relación e importancia que tienen las
2
Guillermo Rosas no expresa una opinión en favor o en contra de lo que causa la guerra, sino que contradice la causalidad
argumentada por el método estadístico empleado por Merino. Así pues, niega que las intervenciones de las fuerzas
armadas tengan un efecto acelerador en los niveles de violencia letal (Rosas, 2012).
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instituciones con los índices de violencia. Por esta razón, se analizan las tasas de homicidios en las
entidades mexicanas de 1995 a 2010. Para dar soporte al argumento, este análisis se basa en la
Teoría de la anomia institucional. Dicha teoría permite explicar cómo el desbalance entre medios y
fines acentúa la proclividad por delinquir.
La relevancia de esta investigación recae en dos puntos. Primero, se hace un estudio de la
violencia en México con un perfil geográfico desagregado y para un periodo más largo. Segundo,
ésta es una explicación que no está basada en el narcotráfico, sino que subraya las bases
institucionales de la violencia. De manera concisa, esta investigación contribuye al debate sobre la
violencia en México al explicar la importancia que tienen el espacio y las instituciones en los
índices de violencia. Como resultado, se complementan explicaciones esencialmente coyunturales o
estratégicas.
Así, este trabajo se divide en cinco capítulos. Primero se hace una revisión de la literatura. El
segundo explica el origen de la incertidumbre en México. En el tercero se revisan los perfiles de las
víctimas y victimarios homicidas. El cuarto capítulo contiene la descripción de la metodología y
variables incluidas en el estudio. En el quinto se muestran y discuten los resultados empíricos.
Finalmente, en las conclusiones se resaltan los puntos más importantes del trabajo y se enfatizan las
implicaciones tanto teóricas como prácticas de los hallazgos del trabajo.
1. Relación instituciones-violencia: instituciones y teorías macro del homicidio
El propósito de este capítulo es plantear la conexión que existe entre las instituciones y el
homicidio. Para ello, este capítulo se divide en cuatro partes. Primero se explica qué son las
instituciones, para qué sirven y cuál es su relación con la violencia. Segundo, se revisan algunas de
las principales teorías macro de la criminología. Tercero, se plantea, mediante la teoría de anomia
institucional, cómo inciden las instituciones en el nivel de violencia. Por último, se muestra el
argumento central y las hipótesis de este trabajo.
1.1 Instituciones y crimen: su relación e importancia
Las instituciones son “patrones de comportamiento y maneras compartidas que la gente
desarrolla para vivir en comunidad” (LaFree, 1998:71). También, se definen como “el conjunto de
limitaciones, de reglas formales e informales […] que definen cómo se jugará el juego”. En este
sentido, las reglas formales son aquellas que cuentan con un carácter legal reconocido, mientras que
las reglas informales son simples convenciones (North, 1989:239). Así, el incumplimiento de
alguna de estas reglas contará con su respectiva sanción o castigo.
Las instituciones proveen una estructura básica al intercambio e interacción entre personas;
es decir, generan un orden. Al contar con cierto grado de previsibilidad en cuanto al actuar de otros
actores, los seres humanos desarrollan confianza entre sí. De esta forma, el cumplimiento de las
reglas del juego dependerá del grado de confianza que se tenga tanto en las instituciones, como en
los individuos.
Por lo tanto, crimen e instituciones no son dos conceptos separados. Al contrario, el estudio
de la delincuencia tiene un punto de partida institucional, ya que trata de comprender “el efecto que
tienen el cumplimiento, el rompimiento y las reacciones al quebrantamiento de la ley” (Karstedt,
2010: 338).
Las instituciones limitan el crimen en tres formas interrelacionadas. Primero, reducen la
motivación individual para cometer algún delito, ya que el incumplimiento de las reglas viene
acompañado con la amenaza de una sanción. Segundo, las instituciones proveen de controles
efectivos para reducir el comportamiento delictivo. Tercero, las instituciones proveen a los
individuos protección contra el comportamiento delictivo de otros actores. En este sentido, cada
institución ofrece distintos tipos de oportunidades e incentivos para reducir la criminalidad; cada
una genera controles sociales distintos (LaFree, 1998:75-76).
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1.2 Teorías macro 3
El fenómeno del homicidio puede ser analizado desde tres perspectivas distintas: biológica,
psicológica y sociológica (Beeghley, 2003; Brookman, 2005). Asimismo, su estudio varía de
acuerdo con la unidad de análisis: individual, macro o situacional (Miethe y Regoeczi, 2004).
Conforme al propósito y diseño de este trabajo, en este apartado se revisa la perspectiva sociológica
con base en unidades de análisis macro. De tal forma que el objetivo de este apartado es entender
cómo algunas variables estructurales se relacionan y tienen incidencia en la tasa de homicidios.
Dentro de la perspectiva macro de la criminología, algunas de las teorías más recurrentes para
explicar el homicidio son: 1) desorganización social; 2) sub-cultura de la violencia, y 3) anomia o
presiones económicas4.
La principal preocupación de la teoría de la desorganización social (Shaw y McCay, 1942) es
entender qué condiciones sociales afectan los índices delictivos. De esta manera, la unidad principal
de análisis es la interacción social que ocurre en las ciudades, los barrios y en determinados grupos
sociales (Vold ...[et al], 1998: 156; Brookman, 2005:102-103). De acuerdo con esta teoría, tres
factores inciden en el aumento de la criminalidad. Primero, la falta de recursos debilita las
instituciones, de manera que se dificulta el margen de maniobra para resolver problemas dentro de
la comunidad.
Segundo, una población con alta movilidad carecerá de lazos sólidos entre sus residentes, lo
cual dificulta la generación de confianza, el sentimiento de pertenencia y, por ende, la acción
colectiva. Por último, la falta de confianza, en una sociedad plural y diversa, creará relaciones de
tensión y conflicto entre razas y etnias.
Como resultado, en la medida en que una comunidad pierde sus medios de control social, ésta
tendrá mayor probabilidad de tener individuos con proclividad a delinquir (Thomas, 2011). Por
ejemplo, Beaulieu y Messner (2010) encuentran que la tasa de divorcios tiene efectos significativos
y estables en la tasa de homicidios a lo largo del tiempo. Este efecto se potencia cuando se combina
la tasa de divorcios con alguna otra medida de desorganización familiar (niños que no viven con dos
padres o porcentaje de madres solteras). Para el caso de México, no existen estudios empíricos que
tomen en consideración el tipo de variables usados en esta teoría.
Por su parte, la teoría de la sub-cultura señala que, en ciertos lugares, existen valores que
promueven la violencia (Wolfgang y Ferracuti, 1981; Lee, 2011). En estos sitios se desarrolla una
valorización distinta, donde el honor, coraje y masculinidad son más apreciados. Por lo tanto, “este
tipo de individuos comparte valores que conducen al uso de la fuerza o violencia cuando son
insultados o desafiados” (Brookman, 2005:108); es decir, la violencia es utilizada como herramienta
y estrategia de socialización. Principalmente, ésta es utilizada durante disputas y como recurso
defensivo en contextos de exclusión (Lee, 2011).
Ousey y Lee (2010) encuentran que, en efecto, la cultura del sur de Estados Unidos presenta
con mayor probabilidad homicidios causados por conflicto que por delitos graves; sin embargo,
destacan que aquellos relacionados con drogas y pandillas también son frecuentes. Ahora bien, no
solamente existe una relación entre lugares que favorecen medios agresivos y que tienen mayores
tasas de homicidio; también, aquellos sitios que cuentan con altos grados de compromiso cívico
tenderán a presentar bajos índices de delincuencia (Lee y Bartkowski, 2004). En México tampoco
se han realizado estudios sistemáticos que tomen en consideración esta perspectiva.
Por último, la teoría de la anomia o strain plantea que existen ciertos valores culturales en la
estructura social que están asociados con mayores índices delictivos. De acuerdo con Merton
(1938), los individuos tienen metas u objetivos definidos, el éxito económico por ejemplo. Sin
embargo, no todas las personas pueden alcanzar esta meta, particularmente gente de escasos
recursos. Ante esta presión y la incapacidad para lograr su deseo mediante canales legítimos,
algunas personas resolverán su frustración mediante comportamientos delictivos.
3
Ésta no es una revisión exhaustiva, para ver otras teorías como oportunidades, decisión racional o disuasión véase Cullen
y Agnew (2011) y Vold, Bernard y Snipes (1998).
4 Usualmente conocida en inglés como anomie o strain theories.
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Baron (2004) encontró que determinadas formas de presión en jóvenes vagabundos (abusos
emocional, físico, sexual, falta de vivienda, victimización, marginación relativa, insatisfacción
monetaria y desempleo) conllevan mayores índices de crimen y consumo de droga. Agnew ...[et al]
(2002) concluyeron que la delincuencia es mayor entre aquellos que experimentaron algún tipo de
presión familiar, escolar o en su barrio, particularmente aquellos que sufrieron algún tipo de
marginación por parte de sus compañeros. Añaden que aquellos jóvenes con altos grados de
emociones negativas y bajos controles tenderán, con mayor probabilidad, a involucrarse en
actividades delictivas.
1.3 Teoría de la Anomia Institucional: la relación entre instituciones y violencia
La explicación ideada por Merton ha tenido múltiples variaciones. Una de ellas fue elaborada
por Messner y Rosenfeld (1994, 2007).
De acuerdo con estos autores, es necesario entender la relación que existe entre la cultura y la
estructura social por medio del funcionamiento de las instituciones. Así, su principal contribución a
la teoría fue resaltar la importancia de las instituciones y explicar cuál es el mecanismo por el que
éstas pierden eficacia en sus controles sociales. Por ello, renombraron a esta perspectiva como
Teoría de la anomia institucional.
Messner y Rosenfeld parten del supuesto que existe un desbalance entre instituciones
económicas y sociales. Este desbalance ocurre cuando la lógica del mercado domina otros ámbitos.
Ello implica interferir con los objetivos de las instituciones sociales: el impulso de objetivos
comunes, la integración social y el control del comportamiento colectivo. Al dominar la lógica del
mercado en otros ámbitos institucionales, los objetivos son sustituidos por criterios como la
maximización del beneficio, la competencia y el individualismo. En otras palabras, lo que enfatizan
estos autores es cómo las instituciones sociales pierden su capacidad para integrar y cohesionar,
mientras que promueven la competencia y fragmentación (Messner y Rosenfeld, 1997, 2001, 2007).
Conforme a su explicación, en la medida en que las instituciones sociales no logren ejercer
controles efectivos, y mientras existan escasas oportunidades de desarrollo, los individuos tendrán
incentivos para emplear medios ilegítimos para conseguir sus objetivos. Por lo tanto, la búsqueda
del éxito económico (“Sueño Americano”), instituciones ineficaces y contextos de inequidad, son
factores asociados a mayor violencia. El gráfico 1 ilustra el argumento.
Si bien la teoría de la anomia institucional es reciente, algunas investigaciones ya han
encontrado evidencia que la respalda. Messner y Rosenfeld (1997) concluyeron que, frente a
desajustes económicos, entre mayor protección provean las políticas públicas, la tasa nacional de
homicidios será menor. Savolainen (2000) encontró una relación negativa entre desigualdad
económica, asistencia social y la tasa de homicidios. Lo anterior quiere decir que, entre mayor
protección provean los países a sus ciudadanos, en contextos económicos arduos, tenderán a
presentar menores índices de violencia.
Otro conjunto de estudios ha indagado cómo políticas asistencialistas inciden en el
fortalecimiento social. Así, Maume y Lee (2003) descubrieron que mayor presencia de instituciones
sociales (participación política, adherentes cívicamente comprometidos, gastos educativos y
sociales, así como menor tasa de divorcios) tiene un efecto mediador entre desigualdad del ingreso
y homicidios instrumentales. Por su parte, Baumer y Gustafson (2007) concluyeron que mayor
gasto en asistencia social y mayor socialización familiar reducen la tasa de crímenes instrumentales.
Adicionalmente, estos autores detectaron que bajos niveles en logros educativos y económicos, y
altos niveles de desigualdad, incrementan la propensión por alcanzar el éxito monetario. En pocas
palabras, a mayor inequidad en una sociedad y escasas oportunidades de desarrollo, habrá mayor
probabilidad para delinquir; no obstante, este efecto será moderado por políticas sociales capaces de
fortalecer el tejido social.
Por último, en algunas investigaciones se ha enfatizado que, ante estados de ansiedad y
desconfianza, no sólo habrá mayor propensión por delinquir, sino que éstas generarán condiciones
favorables para el establecimiento de instituciones delictivas: el crimen organizado. En este caso,
Stults y Baumer (2008) concluyeron que, en aquellos lugares donde existe un sistema valorativo
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desequilibrado, habrá mayor nivel de actividad relacionada con el tráfico de drogas y crímenes
contra la propiedad. Los crímenes contra la propiedad, en situaciones de alta desventaja estructural,
conducirán con mayor probabilidad al homicidio. Vilalta (2011) encontró mecanismos similares
para el caso de México durante el contexto de la guerra contra el narcotráfico.
Este autor señaló que aquellos estados, donde había condiciones estructurales
significativamente diferentes, presentaron tendencias divergentes en el número de muertes
asociadas con el crimen organizado. Así, los más vulnerables, social y económicamente hablando,
fueron los más afectados.
En resumen, todos los estudios previos subrayan que la fortaleza de instituciones sociales y
políticas, en contextos de alta inequidad, sí importa para explicar la incidencia delictiva,
particularmente el homicidio. Sin embargo, la mayoría de estas investigaciones se centra en Estados
Unidos. Dicho sesgo conlleva a tres consideraciones metodológicas que pueden afectar su estudio
en México: a) disponibilidad y divergencia de datos; b) diferencias culturales, y c) especificación de
variables. A continuación se explican cada una de estas consideraciones.
Primero, Estados Unidos cuenta con una mayor cobertura temática y temporal en sus
estadísticas. Por ello, las investigaciones previamente discutidas pueden presentar análisis con
distintos niveles de desagregación, mayor cobertura temporal y otro tipo de aspectos relevantes para
enfatizar cómo la debilidad institucional puede afectar la tasa de homicidios. Específicamente, las
variables más necesarias para este tipo de estudios son aquellas relacionadas con la cultura, el grado
de compromiso cívico y la movilidad social. Este tipo de datos no se encuentra disponible en
México de manera tan amplia y desagregada.
Un segundo aspecto tiene que ver con las diferencias culturales. En México resulta
inverosímil buscar el “Sueño Americano” o una subcultura de la violencia como en el sur de
Estados Unidos. Además, cabe destacar que los niveles de confianza y capital social son muy
distintos entre un país y otro. Esto es particularmente cierto y notable entre Estados Unidos y
México (Bergman y Rosenkrantz, 2009). Como resultado, no se puede argumentar que la existencia
de un valor necesariamente determine el nivel de violencia en un país.
Finalmente, todas estas investigaciones escogen y operacionalizan sus variables de distinto
modo. Es decir, mientras Messner y Rosenfeld (1997) crean el indicador de “decomodificación”
para mediar el efecto que tiene el compromiso monetario en la tasa de homicidios; Stults y Baumer
(2008) moderan el mismo efecto, pero a partir de la presencia de portación de armas, la tasa de
arrestos por drogas y crímenes contra la propiedad. De manera sucinta, no hay un único método de
estimación.
Sin embargo, en esta investigación se considera pertinente utilizar la teoría de la anomia
institucional, especificada por covariables estructurales del homicidio. De acuerdo con Land,
McCall y Cohen (1990) existen indicadores que mantienen una alta colinealidad con el homicidio,
por ejemplo: la estructura poblacional e índices de marginación. Esto causa lo que ellos denominan
“efectos de concentración”. En otras palabras, aquellas ciudades o Estados que cuentan con bajos
ingresos familiares, altos índices de pobreza absoluta, desigualdad económica, tenderán a presentar
mayores concentraciones de población joven y negra que viven en familias disfuncionales (Land
...[et al], 1990:945).
Por otro lado, variables como el porcentaje de hombres divorciados, de población entre 15 y
29 años de edad, ubicación geográfica (sur) y la tasa de desempleo son factores que mantienen una
relación empíricamente independiente de otras variables. Estos hallazgos son constantes incluso en
otros lugares, Europa por ejemplo, y en el tiempo (McCall y Nieuwbeerta, 2007; McCall, Land y
Parker, 2010).
1.4 Argumento central e hipótesis
Una vez descritas algunas de las teorías y variables más relevantes para explicar el homicidio
en términos agregados, se puede contextualizar de mejor manera la finalidad de este trabajo. En esta
investigación se argumenta que la violencia en México se explica por la falta de una condición
esencial para el buen funcionamiento de las instituciones: la certidumbre.
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En este trabajo se intenta responder qué explica el homicidio en México y por qué algunos
estados son más violentos que otros. Si bien, características como la ubicación geográfica y
variables coyunturales, como la guerra contra el narcotráfico, son importantes para explicar los
niveles de violencia, ésta es una explicación incompleta. El narcotráfico y la lucha contra éste son
una causa para explicar los niveles actuales de homicidios, pero también son parte de un contexto
más amplio. No toda la violencia proviene del narcotráfico. Por ende, es importante reconocer que
la violencia también tiene otros orígenes, en este caso: institucionales. Así, la perspectiva planteada
en este trabajo es tratar de entender la violencia como el resultado de dos elementos: incertidumbre
y debilidad institucional.
Por lo tanto, el argumento de este trabajo es que, debido a los cambios sociales, económicos y
políticos en México, los mecanismos de solución de controversias, previamente establecidos y
socializados, fueron erosionados. Esto generó incertidumbre. De esta manera, frente a instituciones
débiles, incapaces de proveer alternativas suficientes y satisfactorias, los individuos tuvieron
incentivos para no seguir las reglas del juego. Esto quiere decir que algunos actores optaron por
utilizar medios ilegítimos para asegurar sus preferencias. En algunos casos, el medio para
conseguirlos sería la violencia. El gráfico 2 describe el argumento principal de este estudio.
Para desarrollar este planteamiento se utilizan variables relacionadas con la teoría de la
anomia institucional. Las variables pretenden reflejar estados de incertidumbre con distintos
alcances. Esto significa que, en este trabajo se asume que la incertidumbre puede tener efectos en el
corto o en el largo plazo, que no es una condición monótona.
El análisis empírico de estas variables será contrastado a partir de dos métodos. En el primero
se utiliza una regresión de mínimos cuadrados ordinarios (OLS) por lo que se asume que todas las
variables tienen la misma importancia para todo momento y espacio. El segundo método consta de
regresiones geográficas ponderadas (GWR). En este método se observa la fuerza de las variables, de
acuerdo con su concentración espacial. Esto significa que algunas variables pueden ser más
relevantes que otras para explicar el homicidio en ciertos lugares. Con ambos métodos se analiza la
tasa de homicidios sexenal para tres periodos presidenciales distintos: de 1995 a 2000 (Zedillo); de
2001 a 2006 (Fox) y de 2007 a 2010 (Calderón). La tabla 1 muestra las variables independientes
incluidas en el estudio.
Con ello, las hipótesis planteadas en este trabajo son:
H1a: A mayor incertidumbre a corto plazo, mayor violencia H1b: A mayor incertidumbre a
largo plazo, mayor violencia
Ha: No existe una explicación única para la violencia en México, sino que ésta tiene que ser
especificada de acuerdo con la ubicación espacial: urbana, rural, Frontera Norte y Cuenca del
Balsas y Sierra Madre Occidental5
2. El origen de la incertidumbre en México
El propósito de este capítulo es argumentar cuál es el origen de la incertidumbre en México.
Para ello, se destacan los cambios más relevantes en tres ámbitos en particular: 1) la transformación
de la sociedad y hogares mexicanos; 2) la evolución del sistema político, y 3) el desarrollo del
narcotráfico en México. Estos cambios están fuertemente interrelacionados, pero, para propósitos
analíticos, se han analizado de manera separada. Se escogieron únicamente estos tres aspectos; sin
embargo, no quiere decir que sean los únicos.
2.1 Transformación social en México: ocupación, demografía y hogares
México transcurrió por periodos económicos muy distintos. De 1940 a 1970 se vivió un auge
económico, mejor conocido como el “milagro mexicano”; la década de 1980 fue la “década
perdida” y la de 1990 fue de relativo crecimiento, pero inestable. Cada una de estas fases afectó de
manera trascendental la organización y distribución de la población mexicana. De todos estos
cambios, interesa resaltar de manera particular tres: i) cambio de actividades económicas; ii)
patrones demográficos, y iii) dinámicas del hogar.
5
Esta hipótesis es planteada por Escalante (2009).
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Durante la etapa del “milagro mexicano” ocurrió la mayor transformación. Si bien en 1930,
66.5% de la población vivía en zonas rurales, para 1970 se redujo a 41.3, y en 1980 hasta 29.6%
(Pacheco, 2010). Esta tendencia se explica a partir de dos cuestiones: a) la acumulación de capital y
oportunidades en las grandes urbes, y b) el cambio de modelo económico (Garza, 2010). La gente
comenzó a emigrar hacia donde existían mayores oportunidades de crecimiento. Así, las dinámicas
migratorias predominantes son: del campo a las ciudades, y del sur al norte del país; no obstante, las
ciudades han tenido distintos grados de atracción a lo largo del tiempo.
Durante el “milagro mexicano”, las regiones que presentaron mayor crecimiento urbano
fueron la Centro-Este y la Centro-Oeste; es decir, aquellas donde existían las ciudades más grandes
(véase mapa 1).6 En cambio, a partir de la crisis económica de los ochenta, las grandes urbes
perdieron su atracción y la gente comenzó a desplazarse hacia otras ciudades más pequeñas. Para
1990, durante la apertura comercial y el impulso de la industria maquiladora, los estados del norte
del país y los fronterizos con Estados Unidos tuvieron el mayor crecimiento demográfico y urbano.
En términos generales, el país comenzó a ser predominantemente urbano y polinuclear; en otras
palabras, ya no estaba concentrado en una sola gran ciudad, sino en varias, particularmente en el
Noroeste y Noreste del país (Garza, 2010).
En cuanto al patrón demográfico, destacan los siguientes puntos. Primero, hasta mediados de
los sesenta, las mujeres eran más propensas a desplazarse territorialmente que los hombres. Esta
tendencia decreció con el tiempo. Segundo, la mayor parte de los emigrantes es de jornaleros
agrícolas que se asientan en los campos del Noroeste del país. Este flujo comenzó a ser
predominante a partir de 1985. Tercero, hombres y mujeres, entre los 15 y 29 años de edad,
componen la mayor parte del flujo migratorio. Esto corresponde a los periodos de independencia
familiar, inicio de vida laboral y formación de hogares propios. Entonces, el desplazamiento
territorial de hogares ocurre, sobre todo, en la etapa inicial de formación del núcleo doméstico
(Bush, 2010).
Finalmente, sobresalen algunos aspectos acerca de la constitución de los hogares. En primer
lugar, la tasa nacional de divorcios ha incrementado sistemáticamente desde los noventa. Más
específicamente, de 1990 a 2010 se observa un incremento en la tasa nacional de divorcios de
52.32%. A escala regional, el Noroeste, Norte y Noreste del país registran los porcentajes más
altos.7 Otro dato que refleja cambios en la constitución de la sociedad es el porcentaje de hogares
con jefatura femenina.8 De acuerdo con los censos y conteos de población del INEGI, en promedio,
67% de los hogares en México es de hogares familiares nucleares. De ese 67% de hogares
familiares nucleares, 14.5% lo forman hogares monoparentales; cabe destacar que de 2000 a 2010,
el porcentaje de hogares monoparentales ha incrementado en 8.73%. Finalmente, del total de
hogares monoparentales en el país, 86.6% es un hogar en el que la mujer es identificada como la
jefa del hogar. Esto, en pocas palabras, quiere decir que, cuando sólo existe un padre en la casa, la
mayoría de las veces la responsabilidad de cuidar y mantener a los hijos recae en madres solteras.
En resumen, las características sociodemográficas más relevantes en los últimos 20 años son:
primero, se tiene una población joven que cada vez se dedica menos a las labores del campo.
Segundo, dicha población joven cuenta con dos patrones migratorios muy claros: del campo a la
ciudad y del Sur hacia el Norte del país. Tercero, esta población que emigra lo hace durante el inicio
de su vida laboral y formación de hogares propios. Cuarto, cada vez es mayor el porcentaje de
divorcios en el país y, cuando un hogar es monoparental, son las madres solteras quienes cuidan y
proveen el ingreso del hogar. Esto plantea retos no sólo en términos de política pública vinculados
con la urbanización creciente en el norte del país, sino que estas transformaciones también inciden
en las relaciones y estructura sociales.
6
La regionalización de este estudio copia la delimitación utilizada por Garza (2010) y Bassols (1983). De acuerdo con
estos autores, esta regionalización permite hacer un análisis más homogéneo de las disparidades interregionales al
presentar un área central más amplia.
7 Los datos fueron obtenidos de los Registros Administrativos del INEGI, nupcialidad, registro de divorcios por la
variable: relación divorcios-matrimonios.
8 Son aquellos hogares que identifican a la mujer como la jefa del hogar.
8
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“La Cuestión de Seguridad Nacional como Nuevo Desafío a la Gobernanza Democrática”
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2.2 Evolución del Sistema Político mexicano: transición democrática y legitimidad
La violencia desatada durante la Revolución Mexicana fue apaciguada por la
institucionalización del acceso al poder. La fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR),
en 1929, estableció lo que serían las reglas del juego político durante los próximos setenta y un
años. La permanencia y legitimidad de este partido político, más tarde llamado Revolucionario
Institucional (PRI), se explica a partir de cuatro pilares.
Primero, el PRI dominaba todas las ramas y niveles de gobierno; es decir, no había una
verdadera división de poderes ni contrapesos. Esto confirió gran poder al Ejecutivo Federal, quien
también se convirtió en jefe de su propio partido. Segundo, este partido logró establecer alianzas y
cooptar apoyos de los sectores más populares del país: campesinos, obreros y trabajadores. Tercero,
al ser el único partido al mando, éste regulaba la competencia política o, en otras palabras, decidía
quién y cómo se tenía acceso al poder. Por último, el PRI no sólo tenía un dominio de la maquinaria
política y social, sino también ideológica. Este partido definió la identidad nacional en términos del
legado revolucionario: no-reelección, nacionalismo y liberalismo (Aguilar, 1996; Schedler, 2004).
El sistema político creado por el PRI era uno de tipo personalista, clientelista e ideológico
(Morris, 1991). Esto permitió gobernar con una lógica en la que se premiaba a los simpatizantes y
se castigaba a los opositores. Sin embargo, siempre se prefirió la cooptación (por medio de la
negociación o corrupción), antes que la represión. Así, el PRI se constituyó como el único
instrumento de poder y movilidad social.
Sin embargo, el sistema político también transcurrió por severas transformaciones. La gran
estabilidad que había disfrutado el régimen priista tuvo su primer gran debacle en 1982. La crisis de
la deuda provocó una profunda reestructuración del Estado, tanto económica como políticamente.
Una de las primeras reformas estructurales que trastocó el orden político fue el achicamiento
del Estado. Esto repercutió de manera crucial la manera en que el régimen cooptaba a sus miembros
y opositores. Por un lado, los recortes presupuestales obligaron a retirar los subsidios del campo,
sector empresarial y trabajadores; reducir el tamaño de las burocracias, y a hacer más selectiva la
asignación de prestaciones, por ejemplo: la cobertura del seguro social (Dion, 2003).
Por otro lado, la lógica de la corrupción también cambió. Si bien la corrupción facilita la
agregación de preferencias entre las élites porque conduce a un juego de suma-positiva, ésta tiene
que cumplir dos condiciones: uno, estar centralizada, y dos, contar con vastos recursos. Ante la
escasez de éstos, creció la competencia entre los actores; por ello, el juego político se convirtió a
uno de suma-cero. A partir de entonces, el uso de la corrupción tendría que ser más selectivo,
incluso cuando las ambiciones políticas de todos seguían en pie. Esto dio paso a una mentalidad de
“obtener lo que se pueda” (Morris, 1991).
Además de los cambios de gobernanza priista, la legitimidad del régimen fue perdiendo
fuerza. El progreso y riquezas prometidas por las reformas económicas neoliberales no fueron
alcanzados. Debido a esta ineficacia, la sociedad comenzó a ser más intolerante ante fracasos de
política económica y escándalos de corrupción. Igualmente, las altas tasas de inflación y desempleo
acentuaron el descontento popular que, más tarde, se traduciría en bajas tasas de aprobación
presidencial y recompensas a la oposición. Fue así como el PRI perdió por primera vez en 1989 la
gubernatura de un estado —Baja California— y obtuvo la peor aprobación presidencial durante la
administración de Zedillo: 24% (Buendía, 1999; 2000).
La segunda gran crisis del régimen priista ocurrió en 1988. La creación del Frente
Democrático Nacional (FDN) mermó la imagen que se tenía del PRI como un partido único e
invencible. El aumento de la competencia política y la reducción del presupuesto obligaron al
partido hegemónico a emplear otros mecanismos de control. En este sentido, la violencia fue
retomada como mecanismo disuasivo contra la oposición. Además, se acudió a la corrupción en
gran escala para mantener el poder.
No obstante, la corrupción ya no fue tolerada como lo fue durante la época del “milagro
mexicano”. La desaparición y asesinato del agente de la Agencia Anti-Drogas de Estados Unidos
(DEA), Enrique Camarena, a manos de la Policía Judicial en 1986; el descubrimiento de nexos
9
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entre narcotraficantes y gobernadores, así como el aparente fraude de las elecciones de 1988, fueron
escándalos que desplomaron la legitimidad del régimen tanto al interior, como al exterior del país
(Chabat, 2009).
Para finalizar este periodo de inestabilidad, es preciso anotar algunos acontecimientos que
ocurrieron a principios de la década de 1990. En primer lugar, la crisis económica de 1994 terminó
por colmar la paciencia del electorado mexicano. Esto se reflejó en las elecciones de 1997, cuando,
por primera vez, el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y redujo su mandato a 56% de
los municipios (Buendía, 1999). Segundo, el asesinato del candidato a la presidencia, Luis Donaldo
Colosio, y el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), fueron síntomas
de una fuerte inestabilidad política.
En consecuencia, para 1994 se tiene un proceso de “erosión de las certezas autoritarias”
(Aguilar, 1996). A partir de entonces, nuevos contextos económicos y la aparición de otros actores
políticos y sociales generaron mayor presión para la apertura del sistema. Las subsecuentes
reformas electorales y el aumento de la competencia conllevaron a la desaparición del viejo sistema
de lealtades, obediencia y subordinación. De esta manera, la transición hacia la democracia culminó
con la alternancia de gobierno por parte del Partido Acción Nacional (PAN) en el año 2000.
No obstante, a pesar de la progresiva apertura democrática, un elemento comenzó a ser cada
vez más preponderante entre el electorado: el abstencionismo electoral. Si bien existen muchas
razones para explicar por qué la gente deja de votar, lo que sí se puede observar es que la gente
presenta un hartazgo por la política o, dicho de otra forma, la gente comienza a ser indiferente ante
las reglas del juego; comienza a desconfiar del sistema. De acuerdo con datos del Instituto Federal
Electoral (IFE), mientras que el porcentaje de abstención electoral para la elección presidencial de
1994 fue de 23.92%, para 2006 éste aumentó a 42.34%.9
En concreto, las consecutivas crisis económicas y la pérdida de controles políticos de antaño
provocaron el derrocamiento de la hegemonía priista. Con la llegada del PAN a la presidencia, se
esperaba que el país finalmente progresara; no obstante, esto no ocurrió. Por el contrario, tras la
elección presidencial de 2006 altamente cuestionada, junto con la falta de reformas necesarias y el
incremento súbito de la inseguridad en México, el electorado perdió la confianza en el significado
de la transición. Ante un entorno de incertidumbre y disgusto, el electorado volvió a elegir lo que
originalmente conocía; así, para la elección presidencial de 2012, el PRI obtuvo nuevamente la
victoria. Cuestionamientos a los resultados electorales y altos porcentajes de abstención electoral
son síntomas de una sola cosa: la pérdida de legitimidad del sistema político mexicano.
2.3 Evolución del narcotráfico en México: simulación, fragmentación y guerra
La llegada del PAN al poder no solamente significó una ruptura con 70 años de
autoritarismo, sino que también implicó el fin de la pax narcotica (Chabat, 2010). Durante el
régimen priista, la política antidrogas consistió esencialmente en erradicar cultivos, decomisar
armas y drogas, así como en arrestar miembros de cárteles de la droga sin mayor relevancia (Toro,
1995). Esta política de simulación facilitó que los cárteles pudieran acrecentar su poder y presencia
a lo largo del territorio mexicano, principalmente en el norte y occidente del país. Desde finales de
los ochenta, la violencia asociada con el narcotráfico comenzó a ser uno de los principales temas en
la agenda nacional. El gráfico 3 presenta la tendencia de la tasa nacional de homicidios de 1990 a
2010.
A partir de los escándalos generados por el asesinato del agente Enrique Camarena, miembro
de la Agencia Anti-Drogas de Estados Unidos (DEA), y del asesinato del Cardenal, Juan Jesús
Posadas Ocampo, las administraciones de Salinas, Zedillo y Fox comenzaron a instrumentar una
estrategia de arrestos selectivos, pero a niveles jerárquicos de mayor importancia. El primer caso de
estos fue el arresto de los tres capos fundadores del Cártel de Guadalajara10: Rafael Caro Quintero,
Ernesto Fonseca Carrillo y Miguel Ángel Félix Gallardo. Con estas detenciones ocurridas a finales
9
Cálculos propios con base en las estadísticas y resultados electorales de Participación Ciudadana para las elecciones
presidenciales de 1994, 2000 y 2006 de la base de datos del Instituto Federal Electoral (IFE).
10 También conocido como Cártel del Pacífico.
10
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de los ochenta, el Cártel de Guadalajara, principal socio del Cártel de Medellín en Colombia,
quedaría fraccionado entre sus principales operadores. Al frente de la organización quedó Amado
Carrillo Fuentes, quien desapareció en julio de 1997 (Osorno, 2009). Este proceso constituyó la
primera gran fragmentación del narcotráfico en México.
No fue sino hasta la fuga del Penal de Puente Grande de Joaquín El Chapo Guzmán Loera,
que la organización volvió a adquirir un mando centralizado. La reunión entre los antiguos
operadores de Amado Carrillo Fuentes, llevada a cabo en Cuernavaca en 2001, y el debilitamiento
de los hermanos Arellano Félix, en 2002, permitieron que el Chapo Guzmán consolidara su
liderazgo en una sola organización: La Federación (Osorno, 2009; Hernández, 2010; Grillo, 2012).
Dentro de esta organización, los narcotraficantes compartían rutas, brazos armados, lavadores
de dinero e, incluso, protección por parte de los gobiernos local, estatal y federal. Así, La
Federación logró actuar en más de 16 entidades federativas (Hernández, 2010:364). Con el
propósito de adueñarse de todo el mercado de la droga y de sus rutas de trasiego, La Federación
sostuvo dos importantes guerras en contra de otros Cárteles. La primera guerra ocurrió en 2001,
contra del Cártel de Tijuana, para adueñarse del paso fronterizo a San Diego; la segunda ocurrió en
2003 y fue dirigida contra el Cártel del Golfo, debido a la importancia del cruce fronterizo por
Tamaulipas y, de manera especial, por la amenaza que significaba su brazo armado: Los Zetas
(Hernández, 2010; Grillo, 2012). Estos enfrentamientos repercutieron de manera crítica en el
incremento de la violencia.
Otro factor que elevó los índices de violencia en el país fue un segundo periodo de escisiones
al interior de los Cárteles. La primera ocurrió entre el Cártel de Juárez y el de Sinaloa, cuyo
enfrentamiento se intensificó en 2008 y 2009 en Ciudad Juárez, Chihuahua (Osorno, 2010:144-45;
Hernández, 2010: 389). La segunda gran disputa provino del enfrentamiento entre las facciones de
los Beltrán-Leyva y el Cártel de Sinaloa en 2008. Asimismo, los otros Cárteles también sufrieron
divisiones importantes. Tras la muerte de Marcos Arturo Beltrán Leyva, esta organización se
fragmentó en dos partes: entre la facción que siguió a su hermano Héctor Beltrán Leyva, el H, y la
facción de Édgar Valdéz Villareal, la Barbie. Más tarde, ambos bandos se disputaron el control
absoluto de la organización y de sus plazas. Otro cisma relevante fue la separación de los Zetas del
Cártel del Golfo en 2010 (Guerrero, 2011b).
Adicionalmente de los enfrentamientos y separaciones entre los cárteles de la droga, la
estrategia del gobierno federal, instrumentada por el ex presidente Felipe Calderón, también influyó
en el ascenso de la violencia. La política de abatimiento indiscriminada de capos tuvo un efecto
colateral: generó desequilibrios de poder en las estructuras internas de los cárteles (Guerrero,
2011b).
Como resultado, la violencia ocurrida de 2007 a 2010 fue propiciada por: el enfrentamiento
entre cárteles de la droga, entre facciones al interior de cada uno, enfrentamientos con los distintos
niveles de gobierno, entre las pandillas subcontratadas por los Cárteles de la droga y entre las
mismas fuerzas de seguridad pública (policías federales contra policías municipales). La
consecuencia de todo esto fue que, mientras en 2006 existían 6 Cárteles importantes, para 2011 este
número ascendió a 16: 7 de ellos con relevancia nacional y 9 con presencia local (Guerrero,
2011b:29-39). Además, según las cifras oficiales, desde el primero de diciembre hasta el primer
cuatrimestre de 2011, se estiman al menos 47,515 muertes asociadas con el crimen organizado; lo
que representa poco más de la mitad de los homicidios en el país (Molzahn, Ríos y Shirk, 2012). En
pocas palabras, la violencia se ha dispersado y generalizado a otras regiones y personas.
En conclusión, el origen de la incertidumbre en México se encuentra en la transformación
social, los vaivenes económicos, la transición política, así como la dispersión y generalización de la
violencia por parte del crimen organizado y de otros grupos delictivos.
Así pues, la importancia de entender el significado de la incertidumbre radica en que si ésta
aún no está institucionalizada, entonces, el valor social fundamental de la democracia tampoco lo
estará: la protección contra la violencia arbitraria (Aguilar, 1996). Cuando algunas personas utilizan
las armas para obtener lo que desean, se habla de que las instituciones no están funcionando, y que
existe un alto grado de desconfianza entre la población. Esto genera una círculo vicioso: si las
11
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instituciones no funcionan, entonces la gente desconfía; si la gente desconfía, hay mayor
incertidumbre; entre mayor sea el grado de incertidumbre, mayor será la propensión a que la gente
utilice la violencia para asegurar sus intereses.
3. El homicidio en México: estudio, evolución, víctimas y victimarios
Hasta el momento se ha visto qué variables explican el homicidio, cómo inciden las
instituciones en éste y cómo se ha generado un estado de incertidumbre en el país. Ahora, en esta
sección, se pretende detallar algunos aspectos del homicidio que ocurre en México. Si bien no
existen estadísticas ni suficiente información acerca de los perpetradores de homicidio del país, se
puede aproximar el estudio de este fenómeno por medio de su contraparte: las víctimas del
homicidio. Por ello, antes de entrar al análisis estadístico, es preciso revisar algunas de las
características más importantes de las víctimas de homicidio en México.
3.1 Dimensiones analíticas
El homicidio es un fenómeno social que, como tal, presenta tendencias y características
particulares. Éste puede variar en el tiempo y en el espacio. La variación de este fenómeno provee
información acerca de las condiciones del orden local que prevalece entre las sociedades.
Asimismo, el homicidio no solamente varía en cuándo y dónde ocurre, sino que también
existen diferencias analíticas importantes para su estudio. Por ello, un estudio del homicidio debe
incluir los siguientes criterios analíticos: a) la distinción entre víctima y victimario, es decir, quién
comete el delito y quién recibe el delito; b) contexto o móvil por el que ocurre el altercado, y c)
variaciones en los perfiles de víctimas y victimarios a partir de sus respectivas características
individuales y contextuales (Vilalta y Fondevilla, 2012).
Primeramente, existe una estrecha relación entre víctimas y victimarios. Por lo general,
ambos actores comparten contextos socioeconómicos y espaciales muy similares. Por ello, el
estudio de uno permite aproximar las condiciones en las que ocurrió el evento delictivo (Miethe y
Regoeczi, 2004; Escalante, 2009). En este sentido, la mayoría de las víctimas y victimarios tiende a
ser del género masculino, son desconocidos, la mayoría cuenta con mano poco calificada, y gran
parte de las víctimas estaba desempleada al momento del delito; igualmente, aparece con bastante
frecuencia el abuso de sustancias, principalmente del alcohol. Por lo tanto, existe un sesgo hacia la
clase trabajadora en el fenómeno homicida (Brookman, 2005). Brookman (2005: 139) asevera que
las clases asalariadas optarán por usar la violencia para resolver sus disputas, ya que su condición
de desventaja restringe el acceso que éstas tienen a medios más convencionales y legales para
solucionar sus controversias.
La segunda dimensión analítica está relacionada con el móvil o contexto por el que ocurrió el
homicidio. Las razones pueden ser infinitas y éstas difieren de acuerdo con la víctima y victimario;
sin embargo, la literatura señala dos causas principales: disputas (homicidio expresivo) y venganzas
(homicidio instrumental). Ambos tipos ocurren prácticamente con la misma frecuencia, aunque
cada uno tiene distintas implicaciones de política pública (Miethe y Drass, 1999; Pizarro, 2008).
Los homicidios expresivos ocurren principalmente entre hombres que caen espontáneamente
en un desacuerdo y resuelven mediante una pelea. El móvil detrás de estas disputas es la
competencia. En este tipo de homicidios es característico el consumo en grados excesivos de
alcohol. En cambio, los homicidios instrumentales implican la voluntad de una de las partes para
realizar tal acto, por lo que evidencian historias de tensión previa. Estos homicidios ocurren con
mayor frecuencia entre conocidos, familiares y colonos (Brookman, 2005).
La última dimensión analítica consta de las características individuales de víctimas y
victimarios. Algunos de los correlativos más destacados son aquellos relacionados con la
demografía, personalidad y los contextos familiar y comunitario (Vilalta, 2012). Estos elementos
permiten prever con mayor probabilidad quién podría ser una víctima o un victimario; es decir,
identifican qué perfiles tienen los individuos que corren mayor riesgo de cometer o incurrir en una
situación de violencia letal. El gráfico 4 contiene las dimensiones analíticas del homicidio.
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3.2 Víctimas y victimarios del homicidio en México
Para el caso mexicano, sobresalen tres tendencias del homicidio. Primero, la tasa de
homicidios había disminuido sistemáticamente desde inicios de los noventa hasta 2007. Segundo, el
mapa de la violencia se desplazó del centro hacia el noroeste del país. Tercero, si bien mayor
urbanización no se traduce en mayores índices de violencia, el homicidio se fue concentrando, a
partir de 1995, en las ciudades. Por lo tanto, se pueden detectar dos momentos y dos perfiles del
homicidio en México: un primer periodo de intensa violencia rural, y un segundo momento, estable
desde el año 2000, en que el homicidio se convirtió en un fenómeno más urbano (Escalante, 2009).
La tasa nacional sirve para ilustrar una tendencia generalizada; no obstante, oculta muchas
complejidades de este fenómeno. El homicidio no es uniforme ni en el tiempo ni en el espacio. Por
ello, resulta crucial estudiarlo de manera desagregada. Para fines de este análisis, se comparan las
tendencias regionales.
Conforme a los datos (ver mapas 2-5), se constata que al inicio de la década de 1990, las
regiones que contaban con mayor índice de homicidios eran el Centro (Este y Oeste) y el Sur. Para
2000, la violencia se trasladó al norte del país. Incluso, es posible notar que la región Noroeste
presentó, a partir de ese mismo año, una tendencia ligeramente contraria a la del resto del país. Con
la excepción de las regiones Este y Peninsular, en 2008 ocurrió un aumento generalizado en la tasa
de homicidios. Destacan de manera precipitosa las regiones Norte y Noroeste.11
Es importante resaltar que aun dentro de los mismos estados existe variación entre sus
subunidades, es decir, los municipios; sin embargo, este estudio analiza las tasas estatales debido a
tres razones. Primero, no existe un patrón identificable entre localidades. Existen ciudades grandes
o pequeñas localidades que son muy violentas y otras que no lo son (Escalante, 2009). Segundo,
debido a la disponibilidad de datos, no todos los municipios pueden ser analizados con el mismo
rigor. Tercero, la tasa estatal es el mejor reflejo que se puede tener de los municipios. Además, es
muy probable que las condiciones económicas e institucionales de cada estado influyan en las tasas
municipales.
El género y edad de la víctima son otros aspectos demográficos relevantes. En cuanto al sexo
de las víctimas, México cumple con el patrón internacional de victimización (UNODC, 2011). La
mayor proporción de víctimas por muerte violenta es masculina.
Otro aspecto llamativo es que la tasa de victimización femenina, a diferencia de la masculina,
ha sido muy constante a lo largo del tiempo, lo que da cuenta de un distinto tipo de violencia. En
corto, la tasa nacional de homicidios se rige por los cambios que ocurren en la victimización
masculina. El gráfico 5 muestra la tendencia de las tasas de homicidio según el sexo de la víctima.
La edad de victimización también es muy similar al patrón internacional. Entre los 15 y 29
años de edad se concentra alrededor de 40% de los homicidios. Este rango de edad coincide con la
población que tiene mayor propensión por delinquir. Cabe destacar que las mujeres son más
victimizadas que los hombres cuando son menores de 15 años (ver Gráfico 6). Adicionalmente, un
cambio importante ocurrió en 2007, cuando el rango de edad en la victimización femenina aumentó
para las edades entre 30 y 59 años.
En términos de tendencias, es muy notorio que las brechas entre rangos de edad
disminuyeron progresivamente de 1990 a 2006; no obstante, para 2007 la violencia se generalizó, es
decir, el rango de edad de victimización comenzó a abarcar desde los 15 hasta los 44 años. Incluso,
las víctimas entre 45 y 59 años también aumentaron (ver Gráficos 6 y 7).
En términos de estado conyugal, se puede apreciar que la mayoría de las víctimas (39%)
estaba casada o, en un segundo lugar (34%), soltera. Vale la pena anotar tres características de este
dato. Primero, el número de víctimas en unión libre ha crecido progresivamente, seguido de las
solteras, mientras que las víctimas casadas han disminuido. Segundo, este cambio ocurre a partir de
2008. Tercero, el número de víctimas divorciadas es mínimo y constante (1%).
Finalmente, es preciso analizar qué espectro del ámbito social es más afectado por este
fenómeno; por ello, se revisarán dos variables socioeconómicas: la ocupación de la víctima, y si
ésta era derechohabiente. De 1990 a 2010, a pesar de que 66% de las víctimas estaba empleada al
11
Para una revisión puntual, consulte las tasas desagregadas por región y entidad federativa en el Apéndice 1.
13
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momento de ser ejecutadas, 48% de éstas no contaba con afiliación al sistema de seguro social
(consulte Gráfico 9). Por último, de acuerdo con su ocupación, 58% realizaba trabajos de mano
poco calificada; 21% de éstos trabajaba en el sector primario (Gráficos 10 y 11).
A grandes rasgos, las víctimas de homicidio en México de 1990 a 2010 se caracterizaron por
ser en su mayoría hombres jóvenes (entre 15 y 29 años de edad) que estaban casados o solteros.
Asimismo, más de la mitad trabajaba. Gran parte de éstos se desempeñaba en labores de mano poco
calificada, por ejemplo: el sector primario. Quizá eso explique por qué casi la mitad de estas
víctimas no contaba con un seguro social. En este sentido, planteamientos como el de Brookman
(2005), en los que se califica a la violencia como un problema de clase social, parecen tener eco. De
estos datos, las únicas salvedades al patrón general de victimización son que: a) el rango de edades
con mayor riesgo se ha ampliado, y b) la mayoría de estas víctimas era laboralmente activa.
Si bien se cuenta con información sobre las víctimas del homicidio en México, se desconoce
mucho del perfil de los victimarios. No existen datos desagregados a nivel estatal o del orden
común que den cuenta de las características de la población penitenciaria. En otras palabras, no se
sabe con exactitud a quién se está encerrado en las cárceles ni por qué motivos. Hasta el momento,
sólo se cuenta con evidencia parcial al respecto. Una de estas salvedades son las Encuestas a
Población en Reclusión en el Distrito Federal y Estado de México realizadas por el Centro de
Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Esta serie de datos constituye la única fuente
cuantitativa para elaborar un perfil del victimario homicida.
Algunos de los datos más sobresalientes para homicidas son: las edades típicas de arresto
para hombres y mujeres oscilan entre los 30 y 35 años. Casi un cuarto de los encuestados abandonó
el hogar. Los motivos más mencionados eran: a) para buscar trabajo, o b) por violencia
intrafamiliar. Alrededor de un tercio reporta consumo excesivo de alcohol por parte de sus padres.
La gran mayoría de los encuestados tenía hijos con la misma pareja. Más de la mitad había tenido
su primer embarazo antes de los 18 años. Uno de cada cinco reportó haber tenido algún familiar
preso. Al menos un tercio de éstos había cometido robo simple y comenzar a trabajar antes de la
edad mínima legal (14 años). Las ocupaciones más mencionadas fueron empleados privados y
manuales. Por último, muchos de estos delincuentes reportaron haber estado internados previamente
en una correccional para menores (Vilalta y Fondevilla).12 Cabe añadir que existen diferencias entre
el perfil del homicida culposo y el doloso. Normalmente, los homicidas dolosos son menos en
cantidad, pero sus historias reflejan condiciones de desarrollo más atenuantes.
De cualquier manera, incluso cuando esos resultados sólo sean representativos para el
Distrito Federal y el Estado de México, se contempla un panorama más o menos similar al de la
víctima. En términos generales son población en condiciones críticas de desarrollo personal. Sus
ambientes familiares son altamente desorganizados y violentos. Además, cada uno de estos jóvenes
comenzó a buscar oportunidades para sobrevivir desde temprana edad, por lo que la deserción
escolar forma parte de su perfil.
Finalmente, cabe añadir algunos aspectos que estas encuestas no logran capturar en sus
resultados. Éstos tienen que ver con emociones y sentimientos de frustración, odio, ira y
resentimiento social. Muchos de estos jóvenes aspiran a ser algo más (ricos, respetables,
importantes), pero que, debido a sus contextos de desigualdad y marginación, no logran obtenerlo.
Esto les causa mucha ansiedad, la cual liberan en contextos, grupos y actividades delictivas y/o
agresivas. Incluso, en algunos casos, la irracionalidad comienza a ser un factor más frecuente en las
conductas agresivas (Loza y Padgett, 2012).
4. Variables, metodología y pruebas
La finalidad de este capítulo consiste en detallar cuáles son las variables dependientes e
independientes del estudio, cómo fueron calculadas cada una de ellas y explicar cómo fueron
utilizadas para hacer distintas pruebas de la Teoría de la anomia institucional. También se explica
cómo se agruparon las variables independientes en dos modelos distintos. Finalmente, se describen
12
Estos datos están sujetos al grado de respuesta de los encuestados. No todas las preguntas tienen el mismo número de
observaciones. Por ello, sólo se muestran los rasgos más generales de este perfil delictivo.
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las pruebas estadísticas realizadas (OLS vs GWR) y se comentan sus respectivos resultados.
4.1 Variables
4.1.1 Dependientes
En este apartado se presentan las variables dependientes e independientes utilizadas en el
estudio. Las variables dependientes son tres: i) la tasa de homicidios durante el sexenio de Ernesto
Zedillo (1995-2000), ii) la tasa de homicidios durante el sexenio de Vicente Fox (2001-2006), iii) la
tasa de homicidios durante el sexenio de Felipe Calderón (2007-2010). Cada una de éstas fue
transformada a su forma logarítmica para ser normalizada. La siguiente fórmula describe el cálculo
realizado para obtenerlas:
Se escogieron estos periodos de estudio, ya que presentan patrones de violencia muy distintos
(caída, estable con tendencia a la baja e incremento súbito) y por la disponibilidad de datos.
Además, durante este periodo ocurre una alternancia de partido en el poder, lo que supone
diferentes políticas públicas y estrategias de combate contra el crimen. La Tabla 2 resume los
estadísticos descriptivos de las tres variables dependientes.
4.1.2 Independientes
Las variables independientes de este estudio son ocho. A continuación, se describe cada una
de ellas conforme a la institución con la que están asociadas, y se explica la dirección esperada de la
relación con la variable dependiente.
a) Institución Familiar
Para medir la debilidad en la institución familiar se utilizan dos variables proxy. La primera
es la tasa de divorcios por cada 100 matrimonios. La segunda es el porcentaje de hogares con
jefatura femenina. Ambas variables reflejan un estado de desorganización en la estructura
tradicional familiar. Esto conlleva a menores grados de supervisión, quizá a menores ingresos y
posiblemente sea indicio de alguna disfuncionalidad familiar. Importa particularmente el porcentaje
de hogares con jefatura femenina porque es una variable que refleja el estado de vulnerabilidad en
el que se encuentran las mujeres como líderes del hogar. Así, se espera que tanto para la tasa de
divorcios, como para el porcentaje de hogares con jefatura femenina, en el grado en que ambas
variables aumenten, habrá un incremento en la tasa de homicidios. Ambas variables fueron
obtenidas del INEGI.
b) Equidad social
Para medir la debilidad en la equidad social se utilizaron dos variables: el porcentaje de
población sin seguro social y el coeficiente de desigualdad, GINI. Ambas variables son un proxy de
la protección que brinda el Estado. Entre mayor sea la cobertura del seguro social y menor sea la
desigualdad entre poblaciones, más protegida estará la población. De esta manera, se espera que,
ante un aumento en el porcentaje de población sin seguro social o del coeficiente de GINI, habrá un
incremento en la tasa de homicidios. El porcentaje de población sin seguro social se obtuvo de los
Censos de Población levantados por el INEGI, mientras que el coeficiente de GINI se obtuvo del
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).
c) Institución económica
Para medir la debilidad de la institución económica se utilizaron medidas absolutas, esto es,
variables que reflejan cómo se encuentran los individuos o grupos de individuos en comparación
con algún nivel fijo de bienestar económico. En este sentido, las variables que reflejan la debilidad
de oportunidades en la institución económica son: el desempleo y la deserción escolar en
secundaria. Se eligieron estas variables, ya que en la medida en que un individuo se encuentre sin
trabajo o deserte en su educación, sus posibilidades de recibir un mejor ingreso disminuyen. En
15
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consecuencia, en la medida en que ambas variables aumenten de valor, se espera un efecto positivo
en la tasa de homicidios. Las fuentes de la tasa de población desocupada fueron la Encuesta
Nacional de Empleo (ENE) y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI. La
fuente para el porcentaje de deserción escolar en secundaria fue la Secretaría de Educación Pública
(SEP).
d) Polity
Para medir la debilidad del gobierno se utilizan dos indicadores. El primero es el grado de
independencia judicial, estimado mediante el porcentaje de gasto per cápita en el Poder Judicial.
Esta proxy es ampliamente utilizada en el estudio de la Política del Poder Judicial (Ingram, 2013;
Ríos, 2008). Se considera esta variable como un proxy de independencia judicial, ya que mayor
presupuesto supone mayores posibilidades para que las Cortes y los Jueces sean más capaces de
ejercer su trabajo sin incurrir en actos de corrupción o para ampliar sus capacidades materiales y
humanas. Mayor independencia judicial implica que los jueces sean más eficaces para aplicar la ley.
La segunda variable que intenta aproximar esta condición de debilidad política es el porcentaje de
abstención electoral. Se puede argüir que esta variable es un proxy de desconfianza en el sistema
político. Entre mayor sea la desconfianza en el sistema político, la gente dejará de confiar en las
autoridades establecidas para salvaguardar su seguridad. Esto implica que la gente dejará de seguir
las reglas del juego.
De esta manera, se espera una relación diferenciada para cada variable. En la medida en que
aumente el gasto per cápita en el Poder Judicial de cada Estado, habrá una disminución en la tasa de
homicidios. Por el contrario, en la medida en que aumente el porcentaje de abstención electoral,
incrementará la tasa de homicidios. La fuente de la que se obtuvo el gasto per cápita del Poder
Judicial fue de la base de datos del profesor investigador Ingram PhD, y la fuente para el porcentaje
de abstención electoral fue del IFE.
Todas las variables independientes de este estudio son continuas. Para poder estimar el efecto
que tienen estas variables sobre la tasa sexenal de homicidios, se utilizaron tasas sexenales para la
tasa de divorcios, desempleo, gasto per cápita en el Poder Judicial y del porcentaje de deserción
escolar en secundaria. Las variables que sólo están disponibles para cada tres años o quinquenios
fueron acomodadas según el periodo presidencial más cercano. Con excepción del coeficiente de
GINI y del gasto en Poder Judicial per cápita, todas las demás variables fueron transformadas a su
forma logarítmica para ser normalizadas.13
4.2 Metodología
Para llevar a cabo la prueba de la anomia institucional, estas variables independientes fueron
divididas en dos modelos. Un primer modelo hace énfasis en la incertidumbre a corto plazo. En
cambio, el modelo de incertidumbre a largo plazo atiende a cuestiones de carácter más estructural,
es decir, circunstancias que difícilmente podrían cambiar de un año a otro. La Tabla 3 resume las
variables independientes de acuerdo con su modelo correspondiente.
El análisis para cada variable dependiente (tasa sexenal de homicidios) consta de dos
regresiones, según el tipo de incertidumbre (corto y largo plazos) y de los dos modelos estadísticos
(OLS y GWR). Se emplean distintos modelos estadísticos por dos razones. Primero, se busca
detectar qué variables mantienen una incidencia constante en la tasa de homicidios sin importar el
espacio. Segunda, se intenta encontrar si algunas variables tienen mayor peso que otras según su
ubicación geográfica. Dicho de otra manera, en el primer análisis se asume que el lugar no importa,
mientras que en el segundo sí. A esto se denomina “heterogeneidad espacial”. Si efectivamente
existen asociaciones entre variables más fuertes que otras según su espacio, entonces varios de los
supuestos de la regresión de Mínimos Cuadrados Ordinarios no pueden ser justificados, de manera
que los resultados del OLS pueden estar sesgados o ser falsos (Vilalta, 2012c:8).14
A continuación se presentan los modelos y discusión de los resultados de las regresiones para
13
14
Véase apéndices 2 y 3 para ver la fórmula y prueba de normalidad de cada una de las variables.
La heterogeneidad espacial se define como “la variación de relaciones entre en el espacio” (Vilalta, 2012c:7).
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cada uno de los periodos presidenciales. La tabla 4 presenta los resultados de la prueba OLS y las
tablas 5 y 6 presentan datos de la prueba GWR.
4.3 Modelos y resultados
Presidencia Ernesto Zedillo (1995-2000)
1.*Incertidumbre a corto plazo*
2.*Incertidumbre a largo plazo*
Presidencia Vicente Fox (2001-2006)
3.*Incertidumbre a corto plazo*
4.*Incertidumbre a largo plazo*
Presidencia Felipe Calderón (2007-2010)
5.*Incertidumbre a corto plazo*
6.*Incertidumbre a largo plazo*
Resultados GWR
Antes de poder determinar si existe heterogeneidad espacial, es necesario analizar si la
variable dependiente se encuentra autocorrelacionada. Esto significa que, para afirmar o negar que
existe una asociación más fuerte entre variables dependientes e independientes de acuerdo con su
ubicación, primero se tiene que conocer que, efectivamente, la variable de interés se localiza por
motivos no-aleatorios en determinados espacios. Así, la autocorrelación espacial o dependencia
espacial ocurre cuando “el valor de la variable dependiente en una unidad de análisis espacial es
parcialmente una función del valor de la misma variable en unidades cercanas”. La prueba de
Moran I es una de las herramientas más comunes para probar esta relación. Si el coeficiente de
Moran I es positivo y significativo, entonces la autocorrelación sugiere que existe una
concentración no aleatoria de los valores; en cambio, si es negativa y significativa, se sugiere que
hay una dispersión no aleatoria de los valores (Vilalta, 2012b:6). La Tabla 5 resume los principales
resultados de la prueba de Moran I para las tres variables dependientes de este estudio.
De acuerdo con los resultados de la prueba de Moran I, únicamente la tasa de homicidios
durante el sexenio de Calderón presenta valores concentrados de manera no aleatoria. Por esta
razón, sólo se efectuará la prueba de regresión geográfica ponderada para este periodo. La tabla 6
presenta los resultados de esta prueba.
4.4 Discusión de los resultados
En términos generales, los modelos únicamente tuvieron efectividad para la prueba de OLS.
Para el caso de GWR no hubo resultados, ya que los modelos propuestos adolecen de problemas de
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colinealidad local. Esto indica que, con el modelo planteado, no se puede discernir la correlación
que existe entre las variables independientes en al menos 1 estado. De manera simple, en algunos
estados, y en su relación espacial con otros, los factores anómicos se traslapan o bien, dos o más de
sus variables están explicando lo mismo.
De manera particular, se puede observar que el modelo de incertidumbre a largo plazo para
OLS resultó significativo para los tres periodos presidenciales. Específicamente, las variables
porcentaje de hogares con jefatura femenina y porcentaje de abstención electoral fueron
significativas y consistentes con la relación esperada. Con respecto al modelo de incertidumbre a
corto plazo, éste no alcanzó niveles de significancia convencionales (su significancia fue
ligeramente mayor a p>.10). Esto es teóricamente relevante, ya que, contrario a la evidencia
encontrada en otros lugares y periodos, tanto la tasa de divorcios, como la tasa de desempleo, no
son factores que expliquen la concentración de homicidios en México. Por último, con excepción de
las variables, desempleo y desigualdad, todas las demás tuvieron la dirección esperada, pero sin
significancia estadística. Llama la atención que los coeficientes de las variables desempleo y
desigualdad sean negativos. Quizá, el efecto de estas variables está más asociado al descrito por la
teoría de rutinas y oportunidades. De acuerdo con ésta, la probabilidad de victimización depende de
las actividades que un individuo realice. En este sentido, al estar en menor contacto con el exterior,
o estar en constante contacto con gente en igualdad de circunstancias, la probabilidad de ser víctima
del homicidio disminuye, pero esto tendría que ser probado.
Por lo tanto, conforme a las hipótesis planteadas al inicio de esta investigación, se puede
argüir lo siguiente:
H1a:
Mayor incertidumbre a corto plazo NO causa mayor violencia;
H1b:
Mayor incertidumbre a largo plazo SÍ causa mayor violencia;
Ha:
La violencia varía dependiendo de su contexto espacial
(No es posible aceptar o rechazar la hipótesis alternativa por falta de resultados)
Conclusión
En México, el narcotráfico ha existido desde los años cuarenta, hasta la fecha. Si bien, los
índices de violencia actuales corresponden a la lucha contra cárteles y a sus respectivas divisiones
internas, esto no explica por qué la violencia ha tenido distinta distribución geográfica en los
últimos 20 años. Así, este trabajo partió de dos premisas. La primera es que no toda la violencia es
generada o explicada por el contexto de la lucha contra el narcotráfico; la segunda, es que las
instituciones sí importan para explicar la violencia. De esta manera, la principal finalidad de este
trabajo consistió en identificar cómo inciden las instituciones en las tasas de homicidio.
Para dar sentido a esta cuestión, se plantearon dos preguntas: ¿qué explica el homicidio en
México, y por qué unas entidades federativas son más violentas que otras? Con base en la Teoría de
la Anomia Institucional, la conclusión de este trabajo es que ante un contexto de incertidumbre, en
el que las reglas del juego no son respetadas y en el que las instituciones no son capaces de brindar
un piso mínimo de desarrollo, protección o respuesta, los individuos tendrán incentivos para
asegurar su supervivencia a toda costa, esto es: el uso de medios ilegítimos para conseguir sus fines.
Este argumento parece tener respaldo en el caso mexicano. Los rápidos cambios en las
estructuras demográfica, social, económica y política dieron como resultado una erosión de los
tradicionales controles sociales, tanto formales como informales. De acuerdo con la evidencia
empírica encontrada en este trabajo, el deterioro de dos instituciones en particular alteraron los
incentivos a largo plazo de los individuos: la familia y el gobierno. Puesto de otra forma, en la
medida en que las familias no sean capaces de proteger e impulsar el desarrollo de sus integrantes, y
que el gobierno no logre generar oportunidades suficientes, así como una autoridad legítima,
entonces los individuos tendrán incentivos para crear sus propios medios de certidumbre. En este
sentido, no seguir las reglas del juego se convierte en una opción, una práctica común, cuyos
resultados son: el uso de la violencia y la legitimación de actividades ilegales como el narcotráfico o
el mercado informal. Sin embargo, no fue posible determinar con base en este modelo teórico si esta
asociación entre variables difiere según la ubicación geográfica.
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Por último, este trabajo tiene implicaciones tanto teóricas como prácticas. En cuanto a la
teoría, esta investigación destaca que sí importan las instituciones para explicar los índices de
violencia. Segundo, la evidencia encontrada en este trabajo contribuye a la teoría de la Anomia
Institucional en dos sentidos. La anomia institucional es una teoría macro que puede ser más útil
para explicar periodos prolongados; sin embargo, debido a la falta de especificación de variables en
la teoría, su aplicabilidad, para ciertas unidades de análisis, puede ser mermada. Por este motivo,
resulta fundamental profundizar la teoría en cuanto a qué variables y contenidos logran reflejar de
mejor manera la lógica causal detrás de este planteamiento.
Si bien no se logró obtener un resultado preciso para la pregunta de la variación de violencia
según el Estado, sí se consiguió obtener una implicación práctica de política pública. En este
sentido, aquellos estados con familias y gobiernos más débiles tendrán mayor probabilidad de tener
individuos predispuestos a utilizar la violencia. Es decir, contrario a lo que plantea Escalante
(2009), sí es posible encontrar una explicación general del homicidio en México, pero,
definitivamente, los contextos espaciales y geográficos importarán para especificar la magnitud de
cada motivo o dinámica.
Por esta razón, es prioritario concentrar esfuerzos y programas políticos en torno a estos dos
factores. Del lado social será necesario reducir el número de mujeres en situación de vulnerabilidad
(principalmente de madres solteras), aumentar la socialización de familias mediante la recuperación
de espacios públicos y saneamiento de comunidades (particularmente de aquellas con escasos
recursos en áreas rurales, zonas marginadas o de alta migración), así como incentivar la
participación activa de Institutos como el de la Mujer y Jóvenes para detectar, de manera oportuna,
jóvenes, mujeres y barrios en situaciones de riesgo.
En el ámbito político es prioritario recuperar la legitimidad del sistema frente a los
ciudadanos. Para ello, resultará de extrema utilidad reducir los índices de corrupción e impunidad
entre funcionarios públicos y mejorar la capacidad de respuesta del sistema de justicia penal.
Específicamente, importa minimizar la mala percepción que se tiene de los políticos,
partidos, procesos electorales, policías locales, agentes de investigación criminal y jueces.
Asimismo, se deben establecer como objetivos primordiales: la disminución de los índices de
violencia y la disuasión absoluta de grupos o manifestaciones violentas.
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Caracas, 2013
Gráficos, tablas y mapas
Gráfico 1 Modelo teórico de Anomia Institucional
Estructura
cultural
Éxito
monetario
Dominio
económico /
Ámbito
social
Estructura
social
∆ Violencia
Anomia
Institucional
Fuente: Elaboración propia con base en los artículos científicos de Anomia Institucional.
Gráfico 2 Argumento principal
Cambios
Políticos
Económicos
Sociales
Incertidumbre
+
Instituciones
débiles
=
∆
Violencia
Fuente: Elaboración propia.
Gráfico 3 Tasa Nacional de Homicidios 1990-2010
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI) y proyecciones de Población (CONAPO).
24
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Gráfico 4 Dimensiones Analíticas del Homicidio
Espacial
Situacional
Víctimas
Hombre
Temporal
Mujer
Hombre
Correlativos
Mujer
Fuente: Elaboración propia con base en textos académicos.
Victimarios
Gráfico 5 Tasa Nacional de Homicidios según sexo
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI) y proyecciones de población (CONAPO).
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Caracas, 2013
Gráfico 6 Total de Homicidios y Porcentajes, según género y rango de edad15
1995-2000
Total
Menores de 15
años
15-29 años
30-44 años
45-59 años
60 años o más
Total
13385
4.22%
40.86%
30.63%
14.25%
8.18%
Hombres
11941
3.11%
41.74%
31.36%
14.48%
7.68%
Mujeres
1430
14.30%
33.82%
24.74%
12.40%
12.43%
2001-2006
Total
Menores de 15
años
15-29 años
30-44 años
45-59 años
60 años o más
Total
10027
4.21%
36.21%
32.84%
15.73%
9.35%
Hombres
11094
3.20%
41.04%
31.58%
14.67%
7.93%
Mujeres
1390
13.97%
33.85%
24.84%
12.26%
12.83%
45-59 años
60 años o más
2007-2010
Total
Menores de 15
años
15-29 años
30-44 años
Total
17108
2.31%
37.36%
37.39%
14.37%
6.19%
Hombres
15368
1.51%
37.55%
38.37%
14.48%
5.77%
Mujeres
1,713
9.46%
36.04%
28.97%
13.59%
9.95%
Total
40520
3.41
38.23
34.03
14.67
7.63
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI).
Gráfico 7 Número de víctimas de homicidio, según edad
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI).
15
Del total, 2.03% de los homicidios aparece como no especificado para el criterio según edad.
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Gráfico 8 Número de víctimas por homicidio, según estado conyugal
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI).
Gráfico 9 Porcentaje de víctimas de homicidio, según condición de derechohabiencia
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI).
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Gráfico 10 Número de Víctimas por homicidio, según condición laboral
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI).
Gráfico 11 Porcentaje de víctimas por homicidio, según ocupación
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI).
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Tabla 1 Lista de variables independientes
Institución
Incertidumbre a corto
Dirección
de
plazo
relación esperada
Variable
Familia
Tasa de Divorcios
+
Equidad social
Oportunidades
Económicas
Protección social
-
Incertidumbre a largo
plazo
Variable
Hogares con jefatura
femenina
Desigualdad
Desempleo
+
Deserción escolar
+
-
Abstención electoral
+
Independencia
Poder Judicial
Polity
del
la
Dirección
de
relación esperada
la
+
+
Fuente: Elaboración propia con base en la selección de variables identificadas en la literatura.
Tabla 2 Resumen de Variables Dependientes
Estadísticos descriptivos de variables dependientes
Variable
N
Promedio
Mínimo
Máximo
2.3828
Desviación
estándar
0.6246
Homicidios
Zedillo (Ln)
Homicidios
Fox (Ln)
Homicidios
Calderón (Ln)
32
0.9859
3.5237
32
2.0449
0.5915
0.8692
3.0069
32
2.4449
0.8254
0.7939
4.5844
Unidad y Periodo
de medición
Anual:
1995-2000
Anual:
2001-2006
Anual:
2007-2010
Fuentes
Estadísticas
(INEGI)
Proyecciones
poblacionales
(CONAPO)
vitales
y
Tabla 3 Resumen de Variables Independientes
Modelos
Institución
Familia
Incertidumbre
corto plazo
Incertidumbre
largo plazo
Variables
independientes
Relación de divorcios
por
cada
100
matrimonios
Unidad y periodo de
medición
Fuente
Dirección
relación
Anual: 1995-2009
Estadísticas
de
nupcialidad (INEGI)
+
Equidad social
Porcentaje
de
población sin seguro
social
2000-2005-2010
Encuestas a Hogares
y Viviendas (INEGI)
+
Oportunidades
económicas
Tasa de desocupación
Promedio
anual:
1996, 1998-2010
Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo
(INEGI)
+
Polity
Gasto per cápita en
Poder Judicial
Anual: 1995-2010
PhD.
Ingram
-
Familia
Porcentaje de hogares
con jefatura femenina
2000, 2005, 2010
Encuestas a Hogares
y Viviendas (INEGI)
+
Equidad social
Coeficiente de GINI
2000, 2005, 2008
CONEVAL
IPLANEG
+
Oportunidades
económicas
Porcentaje de deserción
escolar en secundaria
Anual: 1995-2010
Aregional.com con
base en datos de
INDISEP
+
Polity
Abstención electoral
1994, 2000 y 2006
IFE
+
a
a
29
Matthew
e
de
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Caracas, 2013
Tabla 4 Resultados OLS
Modelos
Variables
independientes
Divorcio
Sin seguro social
Desempleo
Incertidumbre
Corto Plazo
Independencia
Judicial
Divorcios*
Desempleo
Homicidios Zedillo
Homicidios Fox
Homicidios Calderón
0.312
[1.08]
1.104
[1.70]
0.211
[0.52]
0.495
[1.81]
0.701
[1.39]
-0.158
[0.50]
0.471
[1.33]
0.445
[0.61]
-0.054
[0.12]
-0.094
-0.039
-0.108
[0.43]
[0.38]
[1.42]
1.171
0.731
0.878
[2.43]*
[1.81]
Jefatura femenina
2.933
[3.50]**
-2.631
[0.94]
1.028
[2.02]
1.069
[2.27]*
Desigualdad
Incertidumbre
Largo Plazo
Deserción Escolar
Abstención electoral
Constante
3.546
[1.91]
32
0.27
Observaciones
R-cuadrada
7.622
[3.44]**
32
0.47
[1.16]
3.034
[4.12]**
-3.315
[1.24]
0.421
[1.15]
2.398
[3.69]**
1.212
[0.94]
32
0.27
3.735
[3.04]**
-3.731
[0.81]
0.212
[0.35]
3.629
[4.33]**
0.653
[0.24]
32
0.55
2.076
[1.10]
32
0.27
2.076
[1.10]
32
0.51
Los valores absolutos de los estadísticos-t están en corchetes
*significancia estadística a 5%; **significancia estadística a 1%
Tabla 5 Resultados de prueba Moran I16
Indicadores
Índice de Moran I
Varianza
Valor-p
Zedillo
0.0926
0.0074
0.1455
Fox
0.0688
0.0074
0.2414
Calderón
0.1606
0.0073
0.0238*
Tabla 6 Resultados GWR
Presencia de heterogeneidad espacial
16
Tasa sexenal de homicidios Calderón
Incertidumbre Corto Plazo
No es posible determinar
Incertidumbre Largo Plazo
No es posible determinar
Estos valores fueron calculados con datos proyectados geográficamente y con inverse distance.
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Caracas, 2013
Mapa 1 Regiones en México17
17
Elaboración propia con base en la clasificación utilizada por Garza (2010) y Bassols (1983) y software ArcGis.
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Caracas, 2013
Mapa 2 Homicidios en México, 1995
Mapa 3 Homicidios en México, 2000
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Caracas, 2013
Mapa 4 Homicidios en México, 2005
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Caracas, 2013
Mapa 5 Homicidios en México, 2010
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Caracas, 2013
Apéndice
1. Tabla de tasas de homicidio por entidad federativa, según región (1990-2010).
Tasa Nacional de Homicidios según Región
Total
Noroeste
Baja California
Baja California Sur
Nayarit
Sinaloa
Sonora
Norte
Coahuila
Chihuahua
Durango
San Luis Potosí
Zacatecas
Noreste
Nuevo León
Tamaulipas
Centro-Oeste
Aguascalientes
Colima
Guanajuato
Jalisco
Michoacán
Centro-Este
Distrito Federal
Hidalgo
México
Morelos
Puebla
Querétaro
Tlaxcala
Sur
Chiapas
Guerrero
Oaxaca
Este
Tabasco
Veracruz
Peninsular
Campeche
Quintana Roo
Yucatán
1990
17
76
15
4
29
20
9
64
9
12
21
11
11
14
2
12
79
6
18
9
15
32
116
15
10
34
31
12
8
6
75
8
28
39
21
9
12
30
15
11
5
1991
18
81
16
5
27
23
10
74
11
18
24
10
10
17
3
14
83
7
22
9
14
31
101
13
8
33
27
10
7
4
90
14
36
40
20
7
13
25
11
10
4
1992
19
89
17
5
29
25
12
96
11
17
43
12
12
20
4
17
90
4
27
8
14
37
105
15
6
31
28
12
7
6
107
13
55
39
20
8
11
27
15
9
3
1993
18
84
15
6
29
23
11
74
10
17
24
11
11
18
4
15
76
4
15
9
14
35
113
15
6
30
36
13
7
5
99
14
45
41
20
9
11
29
13
13
4
1994
18
92
18
8
30
24
12
75
10
21
25
11
9
18
4
14
71
3
16
7
12
33
107
14
7
28
33
11
8
5
94
18
40
35
24
14
10
39
12
24
3
1995
17
90
20
9
22
25
15
78
8
27
22
10
12
16
3
12
65
4
13
6
13
29
99
16
7
24
25
13
7
8
96
19
42
35
22
13
9
29
15
11
3
1996
16
80
18
6
14
26
16
66
8
23
18
9
9
14
3
11
60
4
9
6
12
28
93
15
6
23
24
10
8
7
84
17
34
33
18
10
8
23
12
9
3
1997
14
78
16
9
17
24
13
64
7
22
17
9
9
14
3
11
50
3
10
6
10
21
87
14
6
20
20
10
8
7
79
16
35
28
18
9
9
26
12
11
3
Fuente: Estadísticas de mortalidad (INEGI) y proyecciones poblacionales (CONAPO).
1998
14
81
26
5
14
22
14
67
6
21
17
14
9
16
4
12
49
5
13
7
9
16
85
14
7
19
21
10
6
7
86
21
37
28
15
8
7
25
13
10
3
1999
13
82
28
8
13
21
13
58
6
18
15
12
6
13
3
10
44
3
12
5
9
16
78
12
5
17
20
9
7
8
69
15
31
23
14
8
6
23
11
10
2
2000
11
63
18
6
12
18
9
53
5
20
11
12
6
12
3
9
40
2
11
5
7
15
67
11
4
16
15
8
7
6
57
11
26
20
11
5
6
20
9
8
3
2001
10
63
16
5
12
19
11
55
7
20
11
10
7
9
2
7
41
2
11
5
8
16
66
11
5
15
13
8
7
5
43
4
20
18
11
5
5
20
7
11
2
2002
10
67
17
7
16
18
10
52
6
20
12
7
7
9
3
6
36
3
8
4
7
13
56
11
2
15
11
8
5
5
48
11
20
17
10
5
5
17
7
7
3
2003
10
60
17
5
12
16
10
49
5
17
14
6
7
11
4
8
36
2
8
5
7
14
55
11
3
14
11
7
5
4
47
11
19
18
12
6
6
22
6
13
3
2004
9
63
18
6
15
15
11
43
5
15
11
6
7
10
3
7
35
2
9
4
6
14
53
11
4
13
10
7
5
5
42
5
19
18
10
6
5
20
5
13
2
2005
10
63
16
7
14
17
11
46
6
18
11
6
6
15
4
11
39
2
9
4
7
17
51
10
3
14
9
6
5
5
41
7
19
15
10
5
5
15
6
7
2
2006
10
59
16
5
11
17
10
48
4
20
12
6
6
16
4
12
46
2
7
4
7
25
47
9
2
12
9
6
4
4
52
12
25
15
12
7
5
12
4
6
2
2007
8
58
12
7
11
15
13
42
4
16
12
6
5
13
6
6
36
4
7
4
7
14
41
10
3
9
8
5
3
3
42
2
24
16
12
7
5
19
6
10
3
2008
13
105
33
7
16
31
17
127
7
78
28
8
7
14
5
8
45
5
9
6
8
17
53
11
3
11
13
6
4
5
55
6
32
17
12
8
5
21
7
11
3
2009
18
151
48
6
20
53
23
203
10
109
67
8
9
18
8
10
59
6
10
10
10
24
64
11
6
13
15
6
5
7
87
11
59
17
18
8
10
20
7
11
2
2010
24
232
47
9
56
90
29
301
17
188
71
15
10
50
21
30
70
6
22
9
15
18
76
12
5
14
29
7
4
5
75
4
50
21
16
9
6
18
6
11
2
XXVI Concurso del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública
“La Cuestión de Seguridad Nacional como Nuevo Desafío a la Gobernanza Democrática”
Caracas, 2013
2. Tabla de fórmulas de las variables independientes
Nombre de Variable
Divorcio
Sin Seguro social
Desempleo
Gasto
Judicial
en
Poder
Jefatura femenina
Definición
Promedio sexenal de la relación de
divorcios por cada 100 matrimonios
Relación de la población que no tiene
seguro social
Tasa promedio sexenal del Total de
población desocupada con respecto al
total de la Población Económicamente
Activa
Gasto promedio sexenal egresado en el
Poder Judicial con respecto al total de la
población (en miles de millones de
pesos corrientes 1990=100)
Relación de hogares con jefatura
femenina con respecto al total de
hogares
Desigualdad
Coeficiente de GINI
Deserción escolar
Promedio de la Tasa de deserción
escolar en secundaria en el sexenio
Abstención electoral
Cálculo
Se toma el número de veces en que el ingreso promedio de 10 y 5
por ciento de la población más rica es mayor al ingreso promedio
de 10 y 5 por ciento de la población más pobre.
Se refiere al porcentaje de votos que
están contemplados en la lista nominal,
pero que no participaron en la votación.
3. Pruebas de normalidad
Periodo presidencial
Zedillo
Fox
Calderón
Kolmogorov-Smirnova
Estadístico
gl
Sig.
Divorcios
,082
32
,200*
Sin seguro social
,097
32
,200*
Desempleo
,128
32
,200
Indep. Judicial
,083
32
,200*
Divorcios*Desempleo
,226
32
,000
Jefatura femenina
,098
32
,200*
Desigualdad
,082
32
,200*
Deserción Escolar
,131
32
,175
Abstención electoral
,089
32
,200*
Divorcios
,109
32
,200*
Sin seguro social
,100
32
,200*
Desempleo
,121
32
,200*
Indep. Judicial
,136
32
,139
Divorcios*Desempleo
,256
32
,000
Jefatura femenina
,103
32
,200*
Desigualdad
,104
32
,200*
Deserción Escolar
,081
32
,200*
Abstención electoral
,094
32
,200*
Divorcios
,136
32
,142
Sin seguro social
,124
32
,200*
Desempleo
,116
32
,200*
Indep. Judicial
,270
32
,000
Divorcios*Desempleo
,220
32
,000
Jefatura femenina
,111
32
,200*
Desigualdad
,091
32
,200*
Deserción escolar
,114
32
,200*
Abstención electoral
,088
32
,200*
a. Corrección de la significación de Lilliefors
*. Este es un límite inferior de la significación verdadera.
Variables independientes
Shapiro-Wilk
Estadístico
gl
,967
32
,950
32
,968
32
,965
32
,774
32
,979
32
,988
32
,948
32
,965
32
,963
32
,956
32
,920
32
,841
32
,725
32
,986
32
,965
32
,982
32
,985
32
,960
32
,952
32
,952
32
,790
32
,795
32
,970
32
,975
32
,971
32
,974
32
Sig.
,421
,148
,436
,380
,000
,777
,968
,126
,376
,323
,215
,021
,000
,000
,939
,376
,848
,929
,270
,167
,159
,000
,000
,508
,644
,537
,627
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