LOS NO OLVIDADOS No podemos dejar de mencionar, el Río no lo consentiría, a los que se fueron de nuestra querida Asociación y que, por nosotros no son olvidados. No nos gusta el dibujo ni por contenido ni por estética de la acostumbrada esquela mortuoria, por lo que en breves palabras, las que nos sirven de consuelo, decimos a plena voz y con escolta “no os olvidamos”. Sin nombrar a ninguno para que no olvidemos algún nombre, lo que no nos perdonaría el Río, ni el Libro, ni a nosotros, nosotros mismos. Y así repetimos una vez más. “Que los muertos son los olvidados”… Nunca mueren los que no se olvidan. Hemos hablado con suficiencia del Maestro Rojas, pero no hemos mencionado que en Nerva siempre ha habido Banda de Música. Escuela de Música, más que Sala de Ensayo para la Banda. Y grandes músicos. De estos últimos son un ejemplo el Profesor Ortiz, los Maestros Pompeyo y Lepe y el Profesor de la Banda y la Sinfónica de Sevilla Martínez Illescas, ya repetido, será por ser amigo del narrador desde la infancia. Y dos importantes pianistas, señalados por la fama, Javier Periánez Rafael Prado y algunos más. De la declamación poética, epístola y oda, también diremos, como también de la pintura y la música. Y para completar el espacio de la música, de la declamación poética, poesía y oda, como respuesta del Tinto al Guadalquivir relatamos de una parte los sucesos en el mundo de los Toros. Arte, y Música. Y de otra parte Itálica. Expondremos se no muestre un retrato de un tiempo pasado, que tanta gloria tuvo lo que nos invade de tristeza, al ver que lo que estaba ya no está. Alegría y tristeza son dos caras de la vida que aparecen en alternancia sin avisar. 165 En principio la respuesta del Tinto, era más solicitud que respuesta. Si es cierto que la humilde respuesta llevaba, la de destino La Maestranza muestras de alegría. Y la destinada a las Ruinas de Itálica, tristeza. Nuestra solicitud suponía un pésame para las Ruinas y un ¡Viva! Para nuestra música y los toros. Pero lo que nos consuela es entender que tanto lo uno como lo otro había sido es y será Arte. Arte el de la poesía escrita por Rodrigo Caro y arte a cuanto se describe de aquel Imperio construido, siendo que no podemos dejarnos a un lado La declamación de Lauren Postigo de la dicha y famosa elegía. Y quién de lo uno y de lo otro se enteró, oyó ó vió, dijo sin poderlo remediar, ¡Cuánto arte. Que arte…, amigo, que arte!…. Que los tiempos no cuadran, lo sabemos pero no nos importa, todo pasa, todo pasará. De la oda a la vista de los lectores, solo un poquito, se ofrecerá para no cansar. Lo que en realidad sucedió fue otra cosa…. Y expondremos una parte nada más a la Itálica que nos queda, demostrando que siempre la recordamos como lo que fue, pero admitiendo que como a los mortales ocurre, a los monumentos también les ocurre aunque le recordemos como así hacemos, izando el dicho, que para Híspalis, para nuestra Sevilla no está muerta. Con restos que nos recuerdan aquello que fue con estas estrofas bellísimas de Rodrigo Caro. ABRAZO, RIO TINTO-GUADALQUIVIR Pero el Rio Tinto le tenía reservada una sorpresa a su compañero el Guadalquivir. Sabiendo el Tinto por el narrador que el Guadalquivir dijo a todo que sí, al día siguiente, como todos los días, llegó con sus singulares aguas, hasta la ría de Huelva. 166 Nada mas llegar saludó a Colón recordándole aquellos viejos tiempos en que, cercano a los canos muros del Monasterio, pudieron verse las caras, una tinta y otra salada y desearles suerte para el viaje a las Indias. Este Monasterio próximo al puerto de Palos, vio y despidió con los pañuelos al aire, de sus no jóvenes frailes, a las tres carabelas que desde allí zarparon. Tras ese saludo, le dijo al Odiel, con quien de la mano iba cada día a amerizar a las atlánticas aguas. Que emplearía un tiempo, para él muy necesario, en acercarse a la desembocadura del Guadalquivir, que como todos los días, luchaba y luchaba para sumergirse en el mar. Mas, no podía, pero un día más lo intentó y no pudo. Quiera Dios que algún día por algún favor del mar, pudiera recambiar sus aguas y su sal. Y se dieron ambos ríos un sincero abrazo que llevaba dentro de la emoción de ese abrazo y sus respectivas lágrimas, que poco eran, claro es, comparadas con el inmenso mar. –¿Qué haces tu aquí le dijo el Guadalquivir al Tinto?. –Verte. Quería saludarte y verte para agradecer desde lo más hondo de mis sentimientos, porque aparte de color y amistad otra cosa no te puedo dar. –Y digo agradecer los dos favores que me harás, llevando hasta itálica una oda o elegía escrita por Rodrigo Caro y a los Maestrantes una partitura del Pasodoble Nerva. Nombre de uno de aquellos emperadores. –¿Te acuerdas?, para que lo archiven y trasladen a los Anales de su historia y que se hagan en el tiempo perdurables como premio al haber ganado a la Maestranza una batalla con el arma del son o fandango de este pasodoble NERVA. ¿Qué cuánto y cómo se hizo, para que el Guadalquivir pudiese llevar hasta el puerto de Itálica lo que le solicitamos?. 167 ¿Qué cómo y de qué manera llegó hasta el puerto de, ahora ya Sevilla para entregar lo solicitado. De la siguiente manera: Todos sabemos que desde Sevilla al mar el desnivel es de 8.00 metros, medidos desde distintos puntos de la Ciudad. También conocemos que por ese bajo desnivel las aguas del Guadalquivir apenas pueden amerizar. La floja fuerza que llevan sus aguas, menos las que se derraman entre el viejo antes y ahora aprendiz de estuario en Coria y las que inundan las marismas, el Guadalquivir con ganas de hacerlo pero sin poder, ya que desea recambiar sus aguas por otras nuevas, del mismo mar, ya lo sabemos, tiene que volver con sus aguas, sus peces y su sal, otra vez hacia Sevilla. Y decimos, si el Guadalquivir que es tan espléndido y rico en cultura, “tanto monta, monta tanto” como el Tinto, no se negara a llevar en cada partícula de sal que huele y perfuma una nota de las estrofas de la oda de Rodrigo Caro. Todo arreglado. También aprovechándonos de las bondades del Guadalquivir, que a la vez que transportó en sus partículas de sal, las silabas de la oda de Rodrigo Caro a Itálica. Solicitara a los peces sustentados por él, como el “pez anguila”, “La trucha”, “Esturión”,-vulgarmente sollos-. En Coria del Rio, se mantuvo en el siglo pasado, durante más o menos medio siglo una factoría de Caviar. Y el famosísimo “Barbo gitano”, no se negara a que sobre sus escamas llevaran, las notas del pentagrama del pasodoble Nerva. También todo arreglado. Y eso hizo el río atendiendo nuestra convocatoria: Redactó un Bando y mandó al pez que emitiera los sonidos más altisonantes a or168 denar reunirse a los demás, proclamándose asimismo vocero y todos acudieron. Se les leyó el Edicto dictado por el río y todos obedecieron, prometiendo llevar cada uno una línea del pentagrama original del pasodoble de Nerva y su fandango. Todos tendrían que dejarlo en el muelle del río más próximo a La Maestranza.Y los recaderos fluviales que pretendían llegar hasta la Maestranza no les dio tiempo a llegar. En un Velero airoso, navegaba por el río un Maestrante que por su señorío y su prestancia lo distinguieron y se convencieron preguntándole. Él lo reafirmó. Le contaron sus pretensiones a lo que accedió muy educadamente, prometiendo que la partitura tendría su destino ante los Maestrantes y que, en la mesa de su Sala de reuniones, que siempre la preside un sillón vacio, por si llega el Hermano Mayor, se la entregaría al que es Teniente Hermano Mayor de esta Orden de Caballería. De antemano este ilustre señor prometía, que por su procedencia y categoría del remitente, El Río Tinto, se sentirían orgullosos y con mucho aprecio archivarían, la partitura objeto de este servicio. Se añadió en los dichos que la orden de suspensión, para los seguidores del creador de este hermoso pasodoble, no debería nunca suponer disgusto alguno, por cuanto la objeción era más que otra cosa una alegría, ya que el pasodoble, sobre todo su “solo”, el fandango, ponía en competición el arte del torero, regular, bueno o mejor, con la belleza de este genial pasodoble y su fandango “Nerva”. Y que quizás algún día en una de estas sesiones se apruebe invitar a uno de los muchos músicos de Nerva, para que en su momento interprete el “solo” con saxofón. Volvieron los mandatarios y tan pronto hubiese ocasión, daría noticia el Guadalquivir al narrador, de la bondad de la respuesta, tildada de sobresaliente para el conocimiento del Río y el obligado archivo en su memoria. Todo además de la publicación. 171