Otro tanto ocurría cuando la causa en cuya virtud había contraído su

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OBLIGACIONES
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Otro tanto ocurría cuando la causa en cuya virtud había contraído su obligación
era ilícita e inmoral, como si hubiera prometido una suma de dinero para que el
acreedor cometiera o se abstuviera de cometer un delito. Por eso se dice que los
contratos formales valen por su forma y con independencia de las razones que
determinan su conclusión. Con el desarrollo ulterior del derecho, y la admisión
de los contratos no formales, que es su consecuencia, se subordina el nacimiento
de la obligación contractual a la existencia y licitud de la causa, entendiéndose
como tal, “el fin inmediato perseguido por el deudor al contraer la obligación”, o
para emplear la terminología moderna, de la causa final.
En los contratos sinalagmáticos, la causa de la obligación contraída por cada una
de las partes sería la obligación que a su vez contrae la otra. Ejemplificando
diríamos que en la compraventa, la causa de la obligación del vendedor de entregar
la cosa, es la obligación del comprador de pagar su precio, lo que ha hecho
decir que la causa de la obligación de cada una de las partes, en el contrato de
compraventa, es la contraprestación que sigue o persigue al contraerla.
En los contratos unilaterales la causa de la obligación del deudor radica en la
prestación previamente cumplida por el acreedor; la causa de la obligación del
mutuario de restituir, finca en la entrega de las cosas que en el momento de la
conclusión del contrato ha cumplido el mutante o prestamista.
Por ultimo, en las liberalidades, la causa de la obligación del donante sería un
elemento subjetivo, el animus donandi, así considerada, la causa constituye un
elemento para la validez del contrato y se distingue perfectamente del motivo
que ha llevado a las partes a contratar.
Ese motivo determinante, o causa ocasional, como también se le ha llamado, es
el móvil que ha guiado a las partes, y puede variar notablemente dentro de cada
contrato. Así, yo puedo comprar una cosa para revenderla y obtener un provecho
con la diferencia del precio.
La única diferencia que desde entonces subsistió, bajo este punto de vista entre
los contratos no formales y los formales, fue que mientras en aquellos, alegada
por el deudor la falta de causa, era el acreedor quien debía acreditar su existencia,
en los últimos era el acreedor quien debía o pretendía haberse obligado sin causa,
quien debía probar esa circunstancia.
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