En domingo 28 de mayo de 2006 FOTO: PERALES IBORRA El castillo de Montesa, uno de los más importantes de la Comunitat Valenciana, tiene cerca de mil años de historia. Destruido por los terremotos que asolaron la Costera en 1748, permanece desde entonces en estado de ruina, a pesar de que en 1926 fue declarado monumento nacional. «En Domingo» inicia hoy una serie de tres entregas con el ánimo de que los valencianos conozcan uno de sus más emblemáticos monumentos, a la espera de que la Administración ponga manos a la obra e inicie su proceso de restauración. Páginas 2 y 3. Castell de Montesa 6/7 ENTREVISTA Joan Manuel Serrat «Valencia me parece espléndida por muchas razones» 5 MEDIO AMBIENTE 8 MEMORIA Paisajes y jardines Nobles y ciudadanos Un repaso por la historia de los espacios verdes mediterráneos Un libro de María José Muñoz Peirats repasa la historia de la nobleza valenciana 2/3 En domingo 28 de mayo de 2006 Castell de Montesa (I) Antonio Vergara SALVE Y USTED LO PASE BIEN Sangre, sudor y bielas L AS transfusiones de sangre siempre fueron asociadas a hemorragias de diversa etiología. Cuando a alguien le ponen sangre es porque está malito y la necesita para recuperarse y no morirse de momento. Normalmente, a casi nadie le apetece que le saquen sangre. No causa buena sensación psicológica darse cuenta de que por la jeringuilla se escapa, a cuentagotas, la vida. De ahí que la reacción instintiva sea no mirar la aguja clavada en la vena. Cuando nos quitan sangre es como si alguien nos estuviese matando lentamente (¿o no?) y robándonos el líquido que nos permite gozar diariamente de la cultura del fútbol. Además, según la mayor o menor habilidad del profesional y de la morfología de las venas, la extracción puede no causar molestias o contusionar aquéllas hasta alcanzar un bonito color morado (y luego amarillento). A veces, como en los toros, hay que pinchar varias veces, e incluso rectificar el trayecto de la jeringuilla, escarbando por aquí y por allá, en la inerme vena, e intentado no extraer petróleo sino sangre. FOTO: EFE También puede suceder que la aguja se quede en la vena, separada de la jeringuilla, al modo de una estocada taurina desprendida o, todavía peor, un bajonazo, llamado así porque la espada casi le atraviesa la barriga al morlaco. Menos mal que, generalmente, quienes en cumplimiento de su profesión sacan el preciado líquido rojo (a veces espeso, a veces menos, de tono encarnado o de vino tinto con mucha extracción de color) no barrenan la vena como los picadores en el morrillo de los cornúpetas. Ahora, con el escándalo del dopaje y el tráfico sanguíneo descubierto por la Guardia Civil, que afecta, presuntamente, a ciclistas de más o menos elite y, tal vez, a otros deportistas (¿) –la realidad es que era algo que ya se sabía: faltaba que ¿Y saber que tu propia sangre, congelada, está en un frigorífico (junto a las verduras, los quesos y las sardinas) hasta que te la reingresan antes de empezar, por ejemplo, el Tour de Francia? un cuerpo tan profesional como la Benemérita aportara las pruebas–, deberíamos afirmar que nos parece una vergüenza, un fraude y la muerte definitiva de tantas románticas ilusiones puestas en los esforzados de la ruta y en la serpiente multicolor. Y lo afirmamos. También deberíamos denunciar a quienes, desde hace muchos años, han amparado tanta estafa, engañando a las buenas gentes con soflamas patrioteras. Son, sucintamente, las autoridades deportivas (¿estaban en Babia?), ciertos médicos corporativistas, organizadores de carreras, patrocinadores e inclusive periodistas especializados. Ya en 1991, uno de ellos, valenciano, nos contó lo que veía (trasiego de jeringuillas y de mercancías sin identificar) cuando viajaba para cubrir la Vuelta Ciclista a España. Afirmamos, desde luego, que todo esto es una vergüenza, como también que al pueblo llano le convendría utilizar más la razón que dejarse llevar por unas primitivas emociones perfectamente inducidas por los señores del gran negocio deportivo. ¿Está a punto de llegar el día en que irán dopados hasta los progres de la bici que arrollan a los peatones en las aceras, circulan por la calzada –sin respetar las direcciones prohibidas– o por el cauce seco de Bofill / Pérez Casado? Dios quiera que no. Una vez condenado el Gran Timo Deportivo (ya vendrán otros) o Mens Sana In Corpore Sano, debemos mostrar, no obstante, nuestra poética admiración por los presuntos implicados, víctimas, se supone que más o menos voluntarias, de extracciones, transfusiones y autotransfusiones de sangre a lo bestia (uno ha confesado que le chupaban un litro o más por sesión). Mártires de las jeringuillas. ¿Y saber que tu propia sangre, congelada, está en un frigorífico (junto a las verduras, los quesos y las sardinas) hasta que te la reingresan antes de empezar, por ejemplo, el Tour de Francia? Terrible, atroz y fantástico. Pi de la Serra escribió una canción, Spot (1971), casi premonitoria. Trataba de la promoción publicitaria de la sangre en la televisión. «Pastillas de sangre, mastíquelas lentamente en la boca»… Unas ruinas con historia A. Garzó ■ XÀTIVA FOTOS: PERALES IBORRA E castillo [de Montesa] en la actualidad ofrece una vista por demás desoladora; por doquier se ven ruinas y sólo algún que otro capitel, fuste de columna o azulejos que escaparon a las manos de avarientos visitantes, nos pueden ofrecer, siquiera vagamente, una impresión de lo que fue aquel claustro monacal». Estas letras, obra de Vicente Ferrán y Salvador, son de 1926. Hoy, ochenta años después, bien podrían seguir igual de vigentes de no ser por la importante consolidación de restos acometida desde hace apenas diez años, en concreto desde 1996. Ya no hay saqueadores, entre otras cosas porque queda poco que saquear. Pero la fortificación sigue con esa imagen de perpetua ruina, tan asimilada ya porque nadie en más de doscientos años conoció otra silueta distinta. Si Ferrán y Salvador dejaba constancia del imparable deterioro del castillo en 1926, esa fecha debió ser precisamente el momento en el que la ruina empezase su cuenta atrás, ya que el 13 de abril de ese año, el Estado lo declara Monumento Nacional. Pero desgraciadamente no fue así. Tanto antes –desde 1887, aprovechando la desamortización de Mendizábal de 1835– como posteriormente, se contabilizan varias operaciones de venta, todas ellas privadas y casi siempre entre caballeros de la Orden montesina. En esos años –mediados de los 50 y 60– todavía hay amantes de los ajenos que roban piezas, todo ello aderezado con el más absoluto desdén de las instituciones locales. El Marqués de Olivart fue el último dueño privado. Vendió los restos al ayuntamiento en 1970. El castillo de Montesa tiene, al menos, mil años de historia. Su primera constancia documental data del siglo X. La fábrica original, pues, es islámica. Pero poco quedó de ello en las posteriores reedificaciones, las más importantes de las cuales son, según los historiadores, las del siglo XIV (sala capitular, refectorio, iglesia, L horno y muralla circundante del convento) y las del XV (la capilla de San Jorge). En esa época toma cuerpo, por tanto, el castillo tal como ha sido estudiado posteriormente. De esa primera fase, queda en pie parte de la torre de homenaje, incluido su escudo. Es el fragmento que más nítidamente remite al pasado. De finales del XV es la portada de las habitaciones del Maestro, que hoy están integradas en el Palau de la Generalitat. Lugar de ceremonias de introducción en la Orden de Santa María de Montesa o sede de la comunidad de religiosos bajo la regla de Sant Benet, lo bien cierto es que el esplendoroso pasado del castillo se remonta a antes de 1748. Ese año, el terremoto que asoló lo que hoy se conoce como la comarca de La Costera causó tal daño a la fortaleza que todo su historial posterior es la crónica del abandono, el expolio y el saqueo. Mariano González Baldoví, hoy director del museo municipal de l’Almodí, en Xàtiva, describe en 1983 cómo la titánica tarea que hubiera supuesto reconstruir el castillo fue sustituida por otra acción que, con el tiempo, significaría condenarlo a la ruina. Según González, «el castillo fue destruido en los terremotos acaecidos entre el 23 de marzo y el 2 de abril de 1748. Conocida la noticia en Valencia, la orden envió varias personas con la misión de La fortificación sigue con esa imagen de perpetua ruina, tan asimilada ya porque nadie en más de doscientos años conoció otra silueta distinta. recuperar el Santísimo, los cadáveres, objetos preciosos y documentos, así como auxiliar a los heridos». Este estudioso del patrimonio sitúa en ese contexto el imparable camino hacia el expolio total. «Algunos elementos arquitectónicos, laudas sepulcrales y escudos labrados fueron trasladados al Palacio del Temple y otros edificios de la capital. La fortaleza quedó abandonada y, durante muchos años, sirvió de cantera para las obras de reconstrucción del pueblo. A lo largo del tiempo desaparecieron las columnas, capiteles, claves y los pavimentos de azulejos góticos y barrocos. Hoy es un monumento arrasado y expoliado, donde apenas se pueden reconocer algunas dependencias», resumía González Baldoví. Los restos del castillo de Montesa Tan sólo se pueden reconocer algunas dependencias del que en su día fue el Sacro y Real Convento de la Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama, a penas respetadas por los terremotos de 1748. En el interior del castillo se edificó un monasterio siguiendo la planta típica cisterciense. 1317 1835 1748 Se crea la Orden de Montesa Destrucción del castillo Extinción de la orden Tras la desaparición de la Orden del Temple en 1312, Jaime II inicia una serie de embajadas al Papa para crear una orden militar con los bienes de los templario y los hospitalarios. En el 1317, el Papa Juan XXII promulga la bula de la fundación de la Real Orden de Montesa. Los terremotos de los días 23 de marzo y 2 de abril destruyeron el castillo, sepultando a la mayoría de sus moradores. Los frailes supervivientes se trasladaron en julio de ese año a Valencia al Palacio del Temple, donde construyeron un nuevo convento En 1835 se extinguieron los señoríos que dependían de la Orden. Sus bienes pasaron a manos particulares. La Orden mantuvo el derecho de nombrar al cura de la parroquia entre los frailes montesianos. Esta situación se mantuvo hasta 1852. 17 16 15 FRANCO NUNCA ORDENÓ EXCAVARLO. Como si de otro Código da Vinci se tratara, el castillo de Montesa también cuenta con sus particulares leyendas. Acaba de publicarse una novela, El espejo de Salomón, de León Arsenal, que se aproxima tangencialmente al castillo. Su autor dice utilizar una base real cuando se refiere a una secretas excavaciones durante el franquismo y traslada ese hecho a otro contexto. Arsenal dice que «Franco mandó acordonar el derruido castillo de Montesa mientras en el interior trabajaba un ejército de arqueólogos sin que se supiera bien para qué». Menos mal que el escritor, defensor del axioma de que no se deba hacer pasar fabulación por realidad, agrega que el libro no pretende dar una hipótesis sobre la ubicación del gran tesoro de los visigodos. Un historiador y erudito local, Josep Cerdà –que además tiene un cameo involuntario en el libro– certifica el grado de fabulación que encierra ese pasaje de la novela y asegura que tal extremo es falso de todas todas. Este mismo experto en la historia de Montesa y de su castillo agrega que, como mucho, hay documentada una excavación después de la Guerra Civil, pero para nada se trata de una misión secreta en búsqueda de no se sabe qué misterios. Fue una prospección en la que, por cierto, se halló la lápida de Berenguer March, tío de Ausiàs March, quien fue enterrado en el castillo. Si se puede hablar de un misterio ése sería el saber a dónde fue a parar esa pieza, porque se sabe que fue descubierta allí pero no quién se la quedó, lamenta Josep Cerdà. 14 18 Pila gótica blasonada 13 12 11 9 7 8 10 19 6 20 Retrato de José Folch de Cardona, Lugarteniente General de la Orden 4 5 CLAVES DEL PLANO 1: Entrada y puente. 9: Palacio y refectorios 17: Torre del Homenaje 2: Plaza de armas 10: Entrada a la barbacana 18: Despensa de la cocina 3: Patio del comendador 11: Claustro mayor gótico 19: Capilla mayor 4: Parque 12: Priorato 20: Coro alto 5: Cuartel 13: Contaduría 6: Iglesia 14:Biblioteca 7: Sacristía 15:Dormitorios 8: Sala capitular y archivo 16: Patio de la cisterna 3 2 1 Azulejos encontrados en las excavaciones Bóveda de la sacristía Gárgola Vista del Castillo de Montesa en 1949 Puerta de las cárceles 4/5 En domingo 28 de mayo de 2006 HOMENAJE ESCOLA VALENCIANA RINDE TRIBUTO AL PIONERO DEL ECOLOGISMO VALENCIANO Miquel Gil Corell Maria Josep Picó ■ VALENCIA C ONTAGIABA su pasión por la naturaleza, tuvo un papel destacadísimo en la defensa del territorio valenciano y logró dotar de carácter científico el impulso juvenil conservacionista de la década de los 70». Joan Olmos, ingeniero de Caminos, recuerda de este modo a Miquel Gil Corell, pionero en la defensa ambiental de Valencia. Gil Corell fue durante más de 50 años el farmacéutico de Massamagrell y era amigo del padre de Olmos, Enrique, el médico de la población. «Parecía un hombre distante y serio, pero era muy cálido y próximo, siempre quería compartir sus últimas lecturas, reflexiones, su fantástica biblioteca…», explica de Gil Corell, quien el próximo viernes recibirá un homenaje póstumo en el Paraninf de la Universitat de València, organizado por la Federació Escola Valenciana. Este farmacéutico, nacido en Valencia en 21 de septiembre de 1921 y fallecido el 19 de julio de 2003, impulsó, a finales de los años 60, junto a Ignacio Docavo, Josep Mansa- Ecólogo, más que ecologista, se opuso a la ejecución de una autopista en el antiguo cauce y fue promotor de la campaña «El riu és nostre i el volem verd». net, catedrático de Botánica y Luís Pechuán, de la Sociedad Española de Ornitología, el movimiento contra la urbanización del Saler. Bajo el lema «El Saler per al Poble, se logró frenar la urbanización y proyectos tan impactantes como la construcción de la universidad laboral de Cheste en la Mata del Fang», resalta Docavo, catedrático emérito de Entomología. Llamaron la atención de Félix Rodríguez de la Fuente y Antonio Valvede, impulsor de la preservación de Doñana y «en uno de los momentos de máxima tensión, De la Fuente filmó aves en la Mata de la Barra». Ecólogo, más que ecologista, se opuso a la ejecución de una autopista en el antiguo cauce y promotor de la campaña: El riu és nostre i el volem verd. «Era optimista, le hubiera gustado que el cauce se hubiera convertido en un bosque mediterráneo urbano», lamenta Trini Simó, profesora de Historia del Arte. Maria Àngels Ull, doctora de Biología de la Universitat de València, fue una de las pimeras alumnas de Corell, que impartió la asignatura de Ecología entre 1970 y 1976. «Sabía comunicar su pasión por la naturaleza y hacernos partícipes gracias a su enorme bagaje intelectual, fue de los últimos enciclopédicos», argumenta Ull. «Le gustaba aprender, saber», apunta su única hija, Amparo Gil, quien destaca que Gil Corell fue «un padre fantástico». Su sobrina, Blanca Gil, lo considera un maestro y compañero de estudio. La conservación de la Albufera fue su gran reto y consideraba «una barbaridad su estado de degradación y contaminación», afirma Simó. Fue el primer investigador en estudiar la microfauna y microflora de Albufera, en los años 60 y 70, y «su ilusión era ver publicados sus Carmen Amoraga [email protected] PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS A veces llegan cartas A UNQUE el correo que acompaña esta sección (pmaspmenos2004@yah oo.es) no fue creado originalmente para que los lectores me pidieran que escribiese sobre temas concretos, sino más bien para intercambiar ideas y, en última instancia, para aumentar mi ego y justificar mi sección delante de mis jefes, que una no es de piedra, no puedo evitar hacer caso a las cosas que me escriben, porque, como decía la canción, a veces llegan cartas… Así que ahí voy. Una lectora me ha pedido (a mí y a otros medios) que trate de concienciarles de lo absurdo de gastarse dinero en las flores en los funerales. Dice que si en lugar de invertir toda esa enorme cantidad en coronas y ramos que acaban en el cubo de la basura, depositásemos donativos en entidades que investigan contra el cáncer y otras enfermedades la sociedad avanzaría más y mejor. Miquel Gil Cornell, en su laboratorio. FOTO: EL TEMPS Bajo estas líneas, el manifiesto «fundacional» del ecologismo valenciano de 1977, firmado por Miquel Gil, entre otros. ■ Fue presidente de la sección de Ecología de la Reial Societat Econòmica d’Amics del País. ■ Fue nombrado primer miembro de honor del Col·legi Oficial de Biòlegs de València. ■ En los años 80 fue miembro del Consell Assessor de Medi Ambient de la Diputación de Valencia. ■ Gil Corell fue presidente de la Fundación de Amigos del Parque Natural de la Albufera, pero también presidió su junta rectora y el resto de juntas de los espacios protegidos valencianos. resultados en comparación con los últimos datos obtenidos por el equipo de la catedrática de Ecología, Maria Rosa Miracle», asevera Ull. Olmos, Ull, Simó y Eduardo Peris coinciden en subrayar que Gil Corell, «muy amigo y muy honesto», supo avanzarse a problemas ambientales como el calentamiento global del planeta, la necesidad de desarrollar energías renovables, la contaminación acústica, etc. El «Manifest Ecologista del País Valencia: als valencians de bona fe», de 1977 es una muestra de que los problemas del medio ambiente detectados hace tres décadas siguen pendientes de ser resueltos. Aquel texto —firmado por Vicent Andrés Estellés, Josep Vicent Marqués, Joan Francesc Mira, entre otros— fue el documento fundacional de la Associació Valenciana d’Iniciatives en Defensa del Territori (AVIAT). Y concluía así: «Per un País Valencià lliure, viu, net: habitable». Tiene razón. Otro insiste sin cesar en gritar a los cuatro vientos (a mí y a otros medios) que Teresa Viejo es la mejor periodista del mundo. Tiene razón. Otro me dice que trate de subirles la moral a los hombres que se sienten acomplejados por el tamaño de su pene. Ay, buen hombre, por más que le agradezca que me escriba sólo a mí, ¿qué podría yo decir que no haya dicho ya? Que yo no soy Lorena (Verdún). Que la sensibilidad de la mujer está en las terminaciones nerviosas de la entrada de la vagina y que todo lo que pase de ahí hace o bonito o daño según los casos. Que el tamaño que importa de verdad es el del cerebro. Que uno de los seres vivos que más grande tiene el órgano sexual es el escarabajo y ya ve para lo que le sirve, todo el santo día arrastrando mierda de acá para allá. El lector insiste y me cuenta que después de la calvicie, el tamaño del pene es la mayor causa de preocupación de los hombres; me confiesa que es muy duro ir al gimnasio y desnudarse en el vestuario delante de otros que la tienen más grande; que la sociedad es muy dura con los diferentes. Ay. Buen hombre. ¿Qué puedo yo decirle a este lector, aparte de lo ya mencionado? Yo que sé. Que una cosa es un complejo y otra, una enfermedad. Que el micropene existe, es cierto, que no es un mito, sino aquél miembro que erecto no supera los 7,1 centímetros, pero que el macropene, amigo lector, tampoco es ningún chollo, porque tener más de veinte centímetros ahí abajo no sólo no es erótico en absoluto, sino que es tan doloroso que se considera motivo de nulidad marital. Por lo demás, lector, si se toma la absurda molestia de medirse el miembro en el momento de la verdad y descubre que su longitud oscila entre 13 y 15 centímetros, no se preocupe por nada. Su pene entra dentro de la media nacional, que, como todo, varía según países (Francia, 16; Italia y Rusia, 15; Alemania, 14; Japón, 13; Estados Unidos 12,9; Grecia, 12; y Corea, 9,6). Yo no sé si eso le sube la moral o no, pero eso es lo único que puedo hacer. Eso, y pedirle por favor que deje de mirar a otros hombres en los vestuarios. Y que piense en el escarabajo, todo el santo día rodeado de excrementos sin pensar ni un minuto en su rabo. Y bien feliz que vive. FOTO: MANUEL MOLINES FOTO: FERRAN MONTENEGRO Monforte (arriba), el parque de Marxalenes y el Jardín Botánico (a la izquierda), tres jardines de la ciudad de Valencia que ejemplifican diversas maneras de entender el jardín. FOTO: MANUEL MOLINES Jardines y paisaje Un jardín es naturaleza antropizada y, entre las diferentes tipologías que existen, en las más habituales en la Comunitat Valenciana no se tiene en cuenta el paisaje autóctono, importando modelos poco apropiados a nuestro entorno. Rafael Rodríguez* ■ VALENCIA FOTOS: LEVANTE-EMV E considera la expresión paisaje ( probable galicismo), como una perspectiva visual sobre el terreno circundante, la cual está determinada por factores naturales, como son el clima, el relieve orográfico, la composición del suelo y la altitud; y por factores antrópicos (influencia humana), como pueden ser los cultivos establecidos, los asentamientos urbanos o edificaciones, las vías de comunicación, las obras públicas o las áreas industriales. Y ¿ qué es el jardín? Pues el jardín (que tiene varias definiciones) es una superficie, normalmente limitada, de terreno que ha sido modificada por el hombre para el uso y disfrute de las personas. En esta intervención humana se han incorporado elementos vegetales, elementos constructivos, ingenios hidráulicos, esculturas, mobiliario y fauna controlada sobre el paisaje original, modificando los elementos naturales existentes a favor, teóricamente, de conceptos estéticos, funcionales, ergonómicos y ecológicos. Las condiciones climáticas singulares que caracterizan el agradable hábitat mediterráneo valenciano, con sus inviernos cortos y suaves, sus veranos cá- S lidos y extensos, su escasa y mal distribuida pluviometria y su abundante radiación solar, así como la presencia histórica, casi constante, de pueblos invasores con sus culturas colonizadoras, como han sido a lo largo de los siglos: fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bárbaros del Norte, árabes, centroeuropeos, franceses y, en la actualidad, ciudadanos cosmopolitas, sedientos de villas al sol, playas limpias y dieta mediterránea, han constituido, a lo largo de las diversas épocas, una forma de vida equilibrada, cuyo resultado ornamental es una jardinería variada, producto de las muchas culturas e ideas innovadoras que han ido dejando su rastro botánico y decorativo sobre el corredor levantino. La jardinería o arte del jardín es, en cierta forma, el resultado de las tendencias decorativas paisajistas u ornamentales de cada cultura y de cada época. No ofrecen duda, en cuanto a estilo, los estudiados jardines renacentistas italianos del siglo XVI, como la Villa d’Este o el Boboli en Florencia; o los geométricos parques franceses del XVII, como Vaux le Vicômte o Versalles; ni tampoco los verdes y naturales paisajistas ingleses del XVIII, entre los que encontramos a Stowe o Blenheim. La revolución francesa y la llegada de la era industrial cambió, Jardines de Boboli (Florencia), Versalles y Blenheim. FOTOS: LEVANTE-EMV también, el mundo de la jardinería, haciéndose los jardines, progresivamente, sociales. La nueva burguesía y el pueblo en general tenian acceso al placer del uso y disfrute de los terrenos rurales o urbanos transformados en bellos jardines. ¿ Y en Valencia y en el resto de España que ha ido sucediendo? Pues, prácticamente, lo mismo: grandes propiedades han ido convirtiéndose, con el tiempo, en jardines públicos o se han urbanizado para albergar poblaciones dotadas de pequeños jardines privados, al alcance de cualquier individuo o pareja, dispuestos a hipotecarse de por vida. ¿Qué diferencia encontraríamos en la actualidad entre una jardinería occidental europea y la jardinería que realizamos en nuestra región mediterránea va- Gran parte de los jardines actuales responden más a criterios de arte floral que paisajístico, apreciándose y buscándose las plantas llamativas vengan de donde vengan y cuesten de mantener lo que cuesten. lenciana? En mi opinión, los jardines que se crean en países cercanos a nosotros culturalmente son mucho más respetuosos con el paisaje en el que se encuentran inmersos, realizando obras novedosas pero manteniendo sus especies botánicas bien presentes, donde introducen pocas veces plantas alóctonas a su entorno paisajista. Nosotros, por el contrario, nos hemos dejado influenciar por un estilo de jardinería comercial, donde mezclamos nuestra flora mediterránea con especies exóticas ornamentales de allende los mares (sudafricanas, australianas, americanas, etc), además de incorporar masívamente los céspedes o praderas propios de climas atlánticos y con un innecesario, gran consumo, de agua de riego. Gran parte de los jardines actuales responden más a criterios de arte floral que paisajístico, apreciándose y buscándose las plantas llamativas vengan de donde vengan y cuesten de mantener lo que cuesten. Ante esto, me pregunto ¿Este criterio es sostenible? ¿Si perdemos nuestro paisaje que queda de nuestra identidad? Considero que a los responsables de esta afectación del paisaje: políticos, arquitectos, promotores urbanísticos, profesionales de la creación de jardines y alumnos de enseñanzas medioambientales se les debería formar y dirigir al mantenimiento sincero de nuestro paisaje mediterráneo. A los habitantes de la Comunidad Valenciana y, especialmente, a los que tenemos relación con el paisaje, la jardinería y con las enseñanzas paisajísticas y medioambientales nos queda el meditar, sobre lo expuesto anteriormente y proporcionar respuestas honradas y soluciones viables a las preguntas que nos conducen a desear un futuro favorable para nuestro patrimonio paisajístico. * Ingeniero Paisajista y profesor de la Escuela de Capataces Agrícolas de Catarroja, centro dependiente de la Diputación de Valencia. 6/7 En domingo 28 de mayo de 2006 Joan Manuel Serrat El cantante de Poble Sec acaba de lanzar su último disco, Mô, que presentará con una serie de recitales en el teatro Principal de Valencia, entre el 6 y el 11 de junio (ya no hay entradas). Con Mô, Serrat vuelve al idioma catalán después de más de 15 años. ENTREVISTA «Me gusta ese punto de exageración y contundencia que tiene el valenciano» Antonio M. Sánchez ■ BARCELONA FOTOS: LEVANTE-EMV —Primero, las formas. El Mô que da título al disco, ¿por qué lleva ese extraño circunflejo? —Por una heladería. Mo es como llaman los habitantes de Mahón a su ciudad, Mo, un apócope de Maó. Pero a mí me gustó verlo escrito en una heladería con acento circunflejo y lo tomé de ahí. No hay que hacerle ningún caso gramatical, es, sencillamente, una referencia gráfica. —Un disco que sale de las entrañas, sin intención comercial previa... —Mi trabajo ha sido comercial. He sido un artista popular, con discos que han obtenido grandes cifras de ventas. Pero creo que lo peor que puede hacer un artista que, como es natural, aspira a que su trabajo tenga éxito, es concebirlo con esa intención, porque realmente se va a equivocar. Sobre todo, si trata de hacerlo con cierta consistencia. Yo he hecho lo que quería en cada momento de mi vida y nunca he pensado en trabajar para vender, sino para hacer bien las cosas. Cuando uno hace bien las cosas, tiene más posibilidades de que la gente las haga suyas, porque cuando uno se conmueve con lo que hace, tiene más posibilidades de que la gente también se emocione. Y como esto lo he hecho a lo largo de mi vida, pues no iba a cambiar ahora. —Hablando de emociones,ayer mismo, una señora,Teresa P., es- cuchaba sus canciones mientras trajinaba en su cocina, e iba diciendo: «¡Qué guapo eres!... —Sí, sí, por oídas... —... Pero aclaró en seguida que decía guapo, sí, pero por dentro. ¿Se ve usted guapo a sí mismo? —Espiritualmente, sí, me siento muy querido. Y además te diré una cosa: Yo hago siempre todo lo posible por sentirme querido. Es el gran objetivo de mi vida, pasar por ella queriendo y siendo querido. Me sentiría muy mal si no quisiera y fuera querido, sería realmente infeliz, no podría sobreponerme a una sensación de ese tipo. —Pero Serrat también tendrá sus aristas... —Bueno, pero es que creo que son dos cosas perfectamente compatibles. A un ser humano no se le quiere solamente por ser inofensivo, y, al tiempo, también se le puede despreciar por lo mismo que a otros se les puede querer. Yo no pretendo ser inofensivo, no pretendo pasar así por la vida. Cuando digo que quiero ser querido, no significa que sea capaz de hacer cualquier cosa para que me quiera cualquiera, esto no. Lo que quiero decir es que creo que, para sentirse a gusto con uno mismo y, por tanto, para poder recibir ese cariño de la gente, uno ha de tener un comportamiento claro, transparente y con un sentido determinado. No puede uno ir vigilando, aplaudiendo a izquierda y derecha, y pretender que izquierda y derecha le amen. Uno ha de tener una actitud independiente, libre. Esto provoca, evidentemente, que uno explote en algún momento, que uno saque las espinas, las púas. Me ha ocurrido a lo largo de mi vida. Por suerte, he podido sobrevivir a esas situaciones y, en general, he pasado por ellas con el orgullo de haber hecho lo que honradamente creía que tenía que hacer. —Una actitud difícil de mantener en los tiempos que corren... —Yo creo que no. Estar de acuerdo con uno mismo no es difícil; a veces, es incómodo. Y tiene un coste en placidez, en comodidad. Pero tiene más ventajas. Yo prefiero pasar por la vida con miedo, antes que con vergüenza; con respeto, antes que con poder. —Sí,pero no todo el mundo es Serrat ni tiene sus medios... —Yo lo he hecho. No he necesitado la comodidad o la tranquilidad económica que pueda tener en este momento. Sé que la tranquilidad de conciencia es mucho más importante que la económica. —Volviendo a Mô, ¿diría que está en línea con otros trabajos suyos anteriores, o, si es distinto, en qué? —No sé si está en línea, si no está en línea, si es distinto... Lo único que puedo contestar es que res- Hago siempre todo lo posible por sentirme querido. Es el gran objetivo de mi vida, pasar por ella queriendo y siendo querido. “ Valencia me parece espléndida por muchas razones, una tierra donde la sensualidad está constantemente a flor de piel. “ En cualquier historia hay siempre una historia de amor detrás. En las historias de muerte hay historias de amor, las historias de soledad son historias de amor... “ Los que escriben, o los que hacen cine en valenciano..., también están, de alguna manera, condenados al ostracismo. Esto le hace pensar a uno que la polémica valenciano-catalán no es sino una cortina de humo. “ ponde a una serie de inquietudes y pensamientos que me daban vueltas a estas alturas del partido, y que he trabajado de forma muy laboriosa. Pero la verdad es que sin ninguna intención rupturista ni continuista. Y creo que con fortuna, porque son doce canciones que se llevan muy bien entre ellas y que que han tenido una acogida muy buena por parte de la gente. —¿Intuye que entre las doce puede haber algún nuevo clásico? —No, no tengo ninguna capacidad para detectar esto. No ha pasado el tiempo suficiente, y esas cosas ocurren en la medida en que las canciones se oyen muchas veces, pasan por muchas lecturas y en situaciones muy distintas. —¿Es éste un disco hecho de canciones de amor, incluso a su madre en Si hagués nascut dona? —Si en el amor incluyes la soledad, la nostalgia, la melancolía, el juego de las palabras, el retrato robot de mi yo convertido en mujer... Creo que en cualquier historia hay siempre una historia de amor detrás. En las historias de muerte hay historias de amor, las historias de soledad son historias de amor... Lo que pasa es que el amor se puede mirar desde muchos primas. En cuanto a mi madre, no. Si hagués nascut dona, más que un canto de amor, es un canto de solidaridad a la mujer que no fui y, por tanto, a las mujeres que sí han sido y han vivido un tiempo, un país y unas consecuencias determinadas, y que han tenido que caminar por caminos que no siempre han sido los que han extraído de ellas lo mejor. No sería bueno confundir al que nos leyera y que pensara que en Mô encontrará un disco romántico. —Quien lo haya escuchado y ahora acuda a uno de sus conciertos, verá que es lo mismo, que en la grabación no hay grandes arreglos... —El disco no ha de ser otra cosa que la fijación de un sonido, la fijación de unas canciones, y, por tanto, hay que fijar lo que suena en el escenario. A mí me gusta que sea así, entre otras cosas, porque es lo que a mí gusta de la gente que admiro en este oficio. Normalmente, la gente que admiro me emociona mucho más en los directos que en los discos, y eso que los discos los escucho con mucha pasión e interés. Sin embargo, el directo es siempre mucho más conmovedor, y así ha de ser. Evidentemente, la relación que se produce entre el artista y el público es mucho más intensa en el directo, mucho más cierta. A mí me gusta respetar bastante, que el disco responda siempre al directo, no que el directo, dándole un poco la vuelta a tu pregunta, responda al disco. —Con Mô ha vuelto al catalán. ¿Está al tanto del olvido institucional que sufren los cantantes en valenciano en la Comunidad? —Bueno, no sólo la situación de los cantantes y los músicos, cuya situación conozco perfectamente. El valenciano, en general, está marginado, y no sólo por una parte, por una política de reivindicación del valenciano frente al catalán. Los que escriben, o los que hacen cine en valenciano..., pues también están, de alguna manera, condenados al ostracismo. Esto le hace pensar a uno que la polémica valencianocatalán no es sino una historia, una cortina de humo detrás de la cual se esconden intenciones distintas de las lingüísticas. —¿Siente nostalgia de sus canciones, una vez entregadas al público? —¡No, qué va! Las canciones se van, pero siguen en casa. Son como los hijos de ahora, que no hay manera de echarlos. Y cuando alguna se va, es que ha tenido la suerte de caer en manos de la gente. No, no hay ningún tipo añoranza en ese sentido. Sí hay un sentimiento de saber que toda canción necesita un tiempo para ser querida, para que la gente la adopte. Hoy vivimos unos tiempos de urgencia que a veces no permiten ni una primera escucha en ciertas condiciones. Ésta es la parte más difícil de cómo un autor puede situar su obra en algún lugar, sabiendo que todo es muy efímero y que un trabajo que costó tanto realizar y está hecho con la intención de que la gente, como mínimo, tenga la curiosidad de saber qué se está contando ahí, pues tendrá tan poco tiempo para ser escuchado. Por eso insisto tanto en el directo de las canciones nuevas, porque creo que es el lugar donde les puedes echar una mano para que funcionen. Sé que, lamentablemente, en los medios de comunicación pasarán muy rápidamente de actualidad, y que, lamentablemente, en los medios casi no existe otra cosa que la actualidad. —Actualidad. Serrat lúcido, inteligente, ¿luego pesimista? —No sé si soy lúcido e inteligente, sinceramente. Pero, evidentemente, soy pesimista: la realidad da pocas razones para el optimismo. Lo que ocurre es que también los pesimistas saben que instalarse en el pesimismo no te da posibilidades de modificar la realidad. Necesitas que una parte de ti sea capaz de ilusionarse. En todo pesimista debe haber un crédulo a tiempo parcial, porque no vale entregarse, no hay más cojones que enfrentar las cosas para no caer en el nihilismo. Y no es mi caso, de manera que tengo un armario lleno de vestidos de optimista, para asomarme a la calle cada día, y luego ya veremos qué pasa, cómo vuelvo a casa. —Más actualidad. Lo del tripartit catalán... —Ahora ya es un bipartit. Bueno, todas las coaliciones tienen situaciones de riesgo, y uno de ellos es el desacuerdo. Se ha producido el desacuerdo, y creo que el president de la Generalitat ha optado por lo que él cree más consecuente de cara a un referéndum sobre el Estatut. Debido al desacuerdo acerca de la respuesta, ha decidido romper y, luego, convocar elecciones. El juego democrático pasa por esto. —¿Cómo ve su próxima estancia en Valencia? —Me hace mucha ilusión estar una semana allí, porque nunca he estado tanto tiempo seguido en un teatro de Valencia. Me va a dar una estabilidad, más tiempo para estar con mis amigos, para saber un poco más de lo que he aprendido a través de más de 40 años de relación con una tierra, Valencia, que a mí me parece espléndida por muchas razones, una tierra donde la sensualidad está constantemente a flor de piel. Independientemente de que siempre ha sido una tierra muy generosa conmigo. Pero es que yo también me encuentro muy bien, me gusta ese punto de exageración y contundencia que tiene el valenciano... En este disco hay una canción muy valenciana, El mal de la tarongina, inspirada en un libro de Manuel Vicent... —Que tampoco es tan barroco... —Bueno, Manuel Vicent... déu n’hi do!... Piensa que es valenciano con muchos años en Madrid y, por tanto, con otras influencias, en el mejor sentido. Pero no perdamos de vista sus artículos, manejando los olores, los colores y los sabores. Ahí sale un valenciano al cent per cent, eh? Alfons Cervera DESDE LA FRONTERA Pobrecito L A verdad es que no sé si reír o llorar. Quién lo ha visto subido a las carrozas triunfales del poder, como una de esas falleras que eran el colmo de su admiración estética. Quién lo intuyó hace tiempo dando volteretas de éxito por su pisazo madrileño de la Castellana, como si una casa tuviera que ser necesariamente tan grande como un circo. Quién lo barruntó en la soledad de sus despachos oficiales estrujando las neuronas para urdir las estrategias más cínicas y eficaces de la supervivencia política. Y ahora qué. Ahora ya lo ven ustedes: poniendo cara de perro apaleado, de víctima, de no haber roto nunca un plato. Se pensaba Zaplana que el lujo y el buen vivir eran para siempre. No sabía el buen hombre que nada es para siempre. Nada. Pero lo suyo era ir por delante del tiempo, levantando las faldas de la historia para burlarse de ella y de sus circunstancias, hurgando en los barrios oscuros de la política para encontrar ahí el acomodo suntuario de sus tramas delirantes. No tenía miedo a nada y por eso era como el caballero de la alegre figura, siempre enfundado en sus trajes de alpaca, anudado a sus corbatas de seda como un ahorcado millonario, hurtando la papada a las cámaras para quedar más guapo que Richard Gere o alguien parecido. Tantos años en la cresta de la ola, tantos años actuando de protagonista en los saraos y convenciones de la economía y la política, para acabar poniendo cara de lástima cuando se le acusa de haberse llevado dinero a cuenta de la construcción de Terra Mítica. Todos sospechábamos que en esas cuentas había gato encerrado. Nadie dudaba de que tanto sobrecoste tenía que estar en algún sitio. No sé si parte de ese despilfarro fue a parar a los bolsillos del ayer presidente de la Generalitat Valenciana y también ministro. No lo sé: eso ya lo decidirá la justicia cuando llegue el momento. Pero que no me venga el muy ladino haciéndose la víctima porque aquí nos conocemos todos. Lo que pasa es que hasta ahora era muy difícil que sus escándalos llegaran a la capital del reino. Tenía allí –y los sigue teniendo– buenos agarraderos mediáticos y la resonancia de sus aventuras nunca pasaba de Contreras. Ahora la cosa ha cambiado una miaja. No mucho, pero una miaja sí. Hasta en París me preguntaban el otro día si su caída estaba próxima. Hasta en París me lo preguntaron, justo en un café cerca de la Cinémathèque, donde por cierto hay una exposición monumental dedicada a Pedro Almodóvar, un auténtico crak para los franceses. Así es que a lo mejor ha llegado el momento de demostrar unos y otros lo que pasó o no pasó en Terra Mítica, en el asunto turbio del contrato con Julio Iglesias, en la campaña publicitaria de las pensiones cuando era ministro de Trabajo, en tantos y tantos tajos en los que tuvo algo que ver porque acumulaba más poder que los reyes franceses –y que nadie quiera ver en la comparación un símil ajustado a nuestro personaje– ajusticiados por la guillotina. Mientras llega ese momento, ya lo dije al principio: me da no sé qué cuando veo al hombre metido en el rincón de los boxeadores sonados, con el protector bucal desajustado, dando brazadas al aire con los brazos tontos, mirándolo todo como lo mira un desterrado: con los ojos vacíos de quien ha perdido su sitio en el mundo. Pobrecito Zaplana, farruco todavía pero que cada vez se parece más a un cantante de boleros tristes. Pobrecito mi niño a quien nadie quiere ya, como cantaban Los Brincos en una canción de los sesenta. Pobrecito. Última En domingo 28 de mayo de 2006 SOCIEDAD UN LIBRO REPASA LA HISTORIA DE LA NOBLEZA VALENCIANA Nobles y ciudadanos La nobleza valenciana existe, y de ello da fe el libro recopilatorio de entrevistas con el que se repasa la historia de nuestros aristócratas y las dinastías nobiliarias. Justo Serna ■ VALENCIA FOTOS: LEVANTE-EMV E L 30 de mayo, en San Miguel de los Reyes, se presenta Nobleza valenciana. Un paseo por la historia, un libro del que es autora María José Muñoz-Peirats. Es un grueso volumen que sobrepasa las 800 páginas. A lo largo de varios siglos, Muñoz-Peirats reconstruye dinastías y, como complemento, entrevista a un buen número de los descendientes actuales de esos linajes. Con dicho contrapunto, el lector puede apreciar unos cambios históricos profundísimos: los que van de un tiempo y de un país originarios en los que el privilegio era la norma de vida de la nobleza, a otra época en la que los titulados viven como cualquiera de nosotros, como ciudadanos con los mismos derechos que a todos nos asisten. Los nobles de hoy son hijos de dinastías más o menos linajudas, poseedoras de títulos concedidos por el monarca, dinastías que en otro tiempo disfrutaron de prerrogativas e inmunidades. En la España del siglo XIX, la revolución liberal liquidó esos privilegios y las Constituciones convirtieron a todos en miembros de una nación de ciudadanos sin dispensas ni franquicias. Ahora bien, la Monarquía parlamentaria no acabó con los títulos. En efecto, los distintos soberanos no abolieron esas distinciones aunque al final sólo tuvieran un valor simbólico, honorífico, unas distinciones que honran al portador (duque, marqués, conde, vizconde, barón...) y que, en algunos casos, proceden de concesiones medievales. En pleno siglo XIX, en su Diccionario de ideas recibidas, Gustave Flaubert decía de la nobleza “despreciarla y envidiarla”. A pesar de lo lacónico que fue, el gran novelista francés señalaba lo que era propio de su tiempo y también del nuestro, de tantos ciudadanos: por un lado, repudiar una condición heredada del pasado, una distinción propia del viejo feudalismo que habría subsistido en la centuria de los burgueses; por otro, apetecer dicho estado, ambicionar esa distinción que se remontaría a las fases premodernas. En la Europa feudal, los monarcas, esencialmente guerreros, aspiraban a conquistar espacio y bienes, a ensanchar los límites de sus respectivos reinos. Eran tiem- José Ferraz y Cuadrado, marqués de Amposta, en una imagen de 1999, como el resto de las fotografías, que corresponden a la serie «Nobleza obliga» escrita para Levante-EMV por María José Muñoz Peirats. Carmen Topete y Jorro, condesa de Altea. Alfonso Merchante y Martínez de Pisón, conde de Villafranqueza y marqués de Ciriñuela. A lo largo de varios siglos, Muñoz-Peirats reconstruye dinastías y, como complemento, entrevista a un buen número de los descendientes actuales de esos linajes. Tomás Trenor y Puig, marqués del Turia. pos de bravos combatientes. No había fronteras, no había Estados, no había naciones: sólo un Continente sacudido por crisis sucesivas, un lugar en parte por colonizar, un espacio en el que las sociabilidades humanas se resolvían básicamente a mamporros y con fiereza. Los nobles cristianos eran los mejores soldados, dueños de ejércitos particu- lares, los secuaces más indomables que sobresalían en el campo de batalla siendo premiados por su soberano con una distinción que habrían de heredar los descendientes, un patrimonio en el que también se incluían bienes materiales: por ejemplo, una parte de esas tierras conquistadas para la Monarquía y para la Cristiandad frente a un Islam expansivo. Así empezaron los nobles, pero con el curso de los siglos, los nuevos titulados o los nuevos usuarios de los viejos títulos se convirtieron en guerreros sin combates, sólo aristócratas con privilegios, con prerrogativas ambicionadas por los vasallos, aristócratas dispuestos a rivalizar en la Corte a falta de batallas en las que probar su arrojo. Norbert Elias supo analizar esta transición y pudo mostrar cómo el declive del belicismo europeo fue en parte obra de la civilización cortesana. Los capítulos que María José Muñoz-Peirats dedica a radiografiar la vieja nobleza valenciana resaltan igualmente ese tránsito: el paso de una sociedad guerrera a otra cortesana. Y las entrevistas que hace a los propietarios actuales de esos títulos muestran el último paso: la inserción de los nobles en el mundo liberal. Hay viejos títulos y otros más recientes, concedidos, por ejemplo, por Alfonso XIII, en un tiempo burgués e industrial. Hay personas de ideas avanzadas y otras de ideas retrógradas, alguna incluso que parece añorar las añejas épocas feudales de la cristiandad guerrera. Pero entre sus páginas hay también nobles ciudadanos que han sabido compaginar el buen humor, la bonhomía y esa distinción que van más allá del título heredado. Adivinen a quiénes me refiero.