Modelo explicativo de los trastornos depresivos El principio central del modelo cognitivo es que las creencias idiosincráticas y distorsionadas de los pacientes deprimidos son importantísimas en el desarrollo y mantenimiento de la sintomatología depresiva, especialmente la ―tríada cognitiva‖ (Beck 1967) que consiste en una consideración negativa de sí mismo, del mundo exterior y del futuro. (Beck y Shaw, 1977). Como señala Beck (1967), los individuos deprimidos por una parte son auto derrotistas, se culpan a sí mismos y se ven como incapaces de ayudarse; pero por otra parte exigen que deben asegurar y controlar los acontecimientos de sus vidas, y se deprimen cuando no tienen este tipo de control absoluto. Esta paradoja puede explicarse con los constructos de la ansiedad del ego y la ansiedad situacional (Ellis y Grieger, 1986). A menudo, las personas deprimidas tanto tienen exigencias de aprobación y perfeccionismo (ansiedad del ego), como exigencias de comodidad (ansiedad situacional). Ambos tipos de ansiedad pueden estar entremezcladas y reforzarse mutuamente (Ellis, 1987; Lega, 2010). Por ejemplo, si la persona deprimida falla en la tarea suele reforzarse e incrementar la auto condenación (―Soy un fracasado‖), lo que le conduce a sentimientos de depresión y ansiedad del ego. A su vez, la persona cree que su ansiedad del ego es insoportable (BTF) lo que le lleva a sentirse más deprimido y a la ansiedad situacional. Ante esto, suele pensar: ―no puedo con esto; es demasiado difícil‖ lo que incrementa la depresión al reforzar la auto condenación y la desesperanza. Cuando en un paciente hay una mezcla de los dos, la depresión es mucho más grave y menos probable que cambie o se beneficie de la terapia. Como señala Beck (1967, 1976) y Ellis (1962), la depresión está generalmente vinculada con la ansiedad del ego, pero probablemente también con la ansiedad situacional (Ellis, 1987; Lega, 2010), donde estos pacientes ven sus frustraciones y su ansiedad del ego como demasiado ―horribles e insoportables”, lo que a su vez incrementa sus sentimientos de auto devaluación y desesperanza. Las distorsiones cognitivas de Beck (1967), las bajas dosis de auto refuerzo positivo versus las altas dosis de autocastigo de Rehm (1981), la carencia de refuerzos contingentes positivos de Lewinsohn (1974) y la indefensión aprendida de Seligman (1975, 1981), suelen llevar al individuo a la tristeza y a la decepción, pero no a la depresión, a menos que estén acompañados de una filosofía exigente, dogmática, exagerada, absolutista y grandiosa, descrita por la TREC (Lega, Caballo, Ellis, 2009). Es importante tener en cuenta que existen casos con depresión endógena y donde el elemento irracional es secundario, es decir, deprimirse por estar deprimido y/o estar ansioso por estar ansioso.