Proceso No 23236 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE

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CASACIÓN 23236
ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
Proceso No 23236
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN PENAL
Magistrada Ponente:
MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ DE LEMOS
Aprobado Acta No. 267.
Bogotá D.C., septiembre diecisiete (17) de dos mil
ocho (2008).
VISTOS
Se pronuncia la Sala de fondo sobre el libelo
casacional presentado por el defensor de la acusada ANA
TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO contra la sentencia de
segunda instancia proferida por el Tribunal Superior de
Bogotá el 29 de junio de 2004, a través de la cual la
condenó como autora del delito de lavado de activos,
decisión por cuyo medio revocó el fallo absolutorio
proferido por el Juzgado Tercero Penal del Circuito
Especializado de la misma ciudad el 28 de enero de 2003.
HECHOS
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ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
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El 14 de noviembre de 2000 la Policía Fiscal y
Aduanera del Aeropuerto El Dorado requisó a la señora
ANA TEOFILDE MEZA ACEVEDO, de 55 años de edad para
aquella época, quien arribó en un vuelo de Avianca
procedente de Madrid (España) y en su declaración de
aduana manifestó no haber ingresado dinero, hallando
dos fajos de dólares en su pelvis, amén de otros dos fajos
de la misma moneda y dos de pesetas en su equipaje de
mano. En total se encontraron en su poder U$40.000
dólares y $2.000.000 de pesetas, dinero que a la tasa
representativa de cambio de dicha data arrojaron las
sumas
de
$86.690.400.oo
respectivamente,
para
un
total
y
$18.800.000.oo
de
$105.490.400.oo,
circunstancia que motivó su aprehensión.
ACTUACIÓN PROCESAL
La Fiscalía Nacional contra el Lavado de Activos
dispuso la apertura de la instrucción, en desarrollo de la
cual
vinculó
resolviéndole
mediante
su
indagatoria
situación
jurídica
a
la
con
capturada,
medida
de
aseguramiento de detención preventiva sustituida por
domiciliaria,
como
posible
autora
del
delito
de
enriquecimiento ilícito de particular.
Cerrada la instrucción, el mérito del sumario fue
calificado el 29 de mayo de 2001 con resolución de
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ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
acusación en contra de ANA TEOFILDE DE ACEVEDO
como presunta autora del delito que sustentó la medida de
aseguramiento,
providencia
confirmada
en
segunda
instancia el 28 de agosto de la misma anualidad por parte
de la Unidad de Fiscalía Delegada ante el Tribunal
Superior de Bogotá.
La etapa del juicio correspondió adelantarla al
Juzgado Tercero Penal del Circuito Especializado de
Bogotá, despacho ante el cual la Fiscalía durante la
audiencia pública varió la calificación jurídica provisional,
acusando a la procesada como autora del delito de lavado
de activos, en la modalidad de transporte de bienes,
establecido en el artículo 9º de la Ley 365 de 1997,
correspondiente al artículo 247 A del Código Penal
derogado. Una vez surtidos los traslados respectivos y
concluida la vista pública, dicho despacho profirió fallo el
28 de enero de 2003, mediante el cual absolvió a la
incriminada por el delito objeto de acusación.
Impugnada la sentencia por la Fiscalía, el Tribunal
Superior de Bogotá la revocó mediante fallo del 29 de junio
de 2004, para en su lugar condenar a la procesada a la
pena principal de seis (6) años de prisión y multa de
quinientos (500) salarios mínimos legales mensuales, y a
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la accesoria de interdicción de derechos y funciones
públicas por el mismo lapso de la sanción privativa de la
libertad, como autora penalmente responsable del delito
de lavado de activos. En la misma oportunidad le negó la
suspensión condicional de la ejecución de la pena, así
como la prisión domiciliaria sustitutiva de la intramural.
Contra la sentencia del ad quem el defensor de ANA
TEOFILDE DE ACEVEDO interpuso recurso de casación,
allegó la correspondiente demanda que fue admitida y se
ha recibido concepto del Ministerio Público sobre la
misma.
EL LIBELO
El defensor propone cuatro reparos contra el fallo del
Tribunal. El primero, por violación directa de la ley
sustancial, específicamente por aplicación indebida del
artículo 247 A del estatuto penal de 1980 modificado por
la Ley 365 de 1997. El segundo, por violación indirecta de
la misma norma sustancial, derivada de falsos juicios de
existencia por omisión.
El tercero, también por violación indirecta del
mencionado precepto, producto de error de hecho por
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falso juicio de existencia por suposición, y el cuarto, por
falta de aplicación del principio in dubio pro reo como
consecuencia del desconocimiento de las circunstancias
fácticas señaladas por el a quo.
Primer cargo: Violación directa por aplicación
indebida del artículo 247 A del estatuto penal de 1980
modificado por la Ley 365 de 1997.
Refiere el censor que si el Tribunal reconoce que la
pretensión de la incriminada fue la de encubrir el origen
del dinero y evitar con ello la persecución por el delito
previo, se está en presencia de un delito de favorecimiento
o de receptación establecidos en los artículos 446 y 447 de
la Ley 599 de 2000, lo cual condujo a la aplicación
indebida del tipo penal que regula el punible de lavado de
activos.
En apoyo de su planteamiento trascribe apartes de
los fallos de primera y segunda instancia.
Segundo cargo: Violación indirecta del artículo
247 A derivada de falsos juicios de existencia por
omisión.
Aduce el libelista que el Tribunal incurrió en falsos
juicios de existencia, pues no ponderó algunas pruebas
obrantes en la actuación, con las cuales se acreditó la
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veracidad de las afirmaciones de ANA TEOFILDE MEZA,
tales como las declaraciones de Luis Alfonso Acevedo
González, Severo Meza Sandoval y Omar Orlando Acevedo
Meza; así como las copias de los pasaportes y cédulas de
extranjería de los hijos de aquella, o los permisos de
trabajo y residencia y el libro de familia de éstos en
España.
Igualmente deplora que se marginó de la apreciación
judicial el contrato de prestación de servicios suscrito
entre el representante legal de la sociedad BENJAMÍN
P.C., SL, y Omar Orlando y Cesar Augusto Acevedo Meza,
pruebas que en su conjunto permiten acreditar la
procedencia lícita del dinero ingresado por la acusada,
además de demostrar la atipicidad de la conducta por la
cual fue condenada en segunda instancia.
Concluye que el fallador de segundo grado incurrió
en “ignoración (sic) valorativa” inaplicando los principios
de necesidad de la prueba, motivación y legalidad de los
medios probatorios, con injerencia en el sentido del fallo,
circunstancia que obliga a casarlo, para proferir en su
reemplazo sentencia absolutoria.
Tercer cargo (subsidiario): Violación indirecta del
artículo 247 A producto de falsos juicios de existencia
por suposición.
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Asevera el demandante que el ad quem supuso las
pruebas con base en las cuales soportó los hechos
indicadores
en
la
construcción
de
los
indicios,
específicamente en cuanto se refiere a afirmar que para
ingresar
cifras
millonarias
al
país
la
delincuencia
organizada se vale de personas de la tercera edad como la
procesada, en condición de “mulas”, utilizando billetes de
cien dólares, según ocurrió en este asunto.
Considera que tales afirmaciones son eminentemente
subjetivas, sin que obre prueba en el proceso sobre las
mismas, motivo por el cual se convierten en sofismas
contrarios al Estado Social de Derecho e imponen la
casación del fallo, con el propósito de proferir sentencia
absolutoria a favor de ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO.
Cuarto cargo (subsidiario): Falta de aplicación del
principio in dubio pro reo por desconocimiento de las
circunstancias fácticas señaladas por el a quo.
Alega el demandante que el Tribunal no tuvo en
cuenta “las circunstancias fácticas traídas por el a quo” en
punto de dar aplicación al principio in dubio pro reo al
desconocerse el delito del cual provino el dinero incautado
a la procesada.
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Acto seguido postula la violación indirecta de la ley
sustancial, pues se omitió analizar las declaraciones de
Omar Orlando y César Augusto Acevedo Meza, así como el
contrato de prestación de servicios suscritos por éstos, los
cuales brindan explicaciones sobre el origen del dinero,
pese a lo cual, el Tribunal asumió que la acusada mentía y
le dedujo el indicio de mala justificación.
Reitera lo expuesto en cargos anteriores, en el
sentido que el ad quem consideró que la delincuencia
organizada utilizaba “mulas” de la tercera edad y billetes
de cien dólares, hechos que sin conseguir demostración
permitieron edificar el compromiso penal de su procurada.
Concluye que los referidos yerros condujeron a que
en el fallo atacado se aplicara indebidamente el artículo
247 A del Código Penal de 1980 y a la postre, se dejara de
aplicar el principio in dubio pro reo.
Concepto del Ministerio Público
Acerca del primer cargo considera la Procuradora
Delegada que el reproche carece de fundamento y debe ser
desatendido, pues el Tribunal aceptó sin reparos la
calificación de la conducta de la procesada como un delito
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de lavado de activos, descrito en el artículo 247 A del
Código Penal, según fue sustentado por la Fiscalía en la
audiencia pública y se acogió en el fallo proferido en
congruencia con la acusación.
Precisa que en ningún aparte de la sentencia
impugnada se afirma que la conducta investigada pudo
encuadrarse en alguno de los tipos que vulneran el bien
jurídico de la recta administración de justicia, entre los
que se encuentran las dos especies de encubrimiento.
Para concluir indica que es improcedente en este
reproche discutir la prueba sobre el ánimo de la
incriminada al transportar los dineros ilícitos, pues la
causal primera por violación directa de la ley sustancial
impone aceptar la descripción fáctica realizada en la
sentencia y las pruebas que le sirven de fundamento tal
como fueron relacionadas en ella.
Por las razones anteriores, considera que el reproche
no debe prosperar.
En punto del segundo reparo, afirma el Ministerio
Público que el impugnante carece de razón, pues las
referidas pruebas fueron consideradas, analizadas y
desestimadas, tanto por el a quo, como por el Tribunal, sin
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otorgar crédito a las afirmaciones de tales declarantes, ni
al contrato allegado al expediente, con todo lo cual se
pretendía exculpar a la procesada y disfrazar el origen de
los dineros incautados.
Indica que en el mismo fallo de primer grado se
analizaron prolijamente dichos medios de convicción, sin
que tal estudio hubiera sido desvirtuado por el Tribunal,
de modo que dicha valoración se entiende incorporada a la
sentencia de segunda instancia, circunstancia que permite
concluir que no fueron omitidos.
Sobre la tercera censura la Procuradora Delegada
afirma que el actor erró la vía de ataque, pues si su
inconformidad recae, como él mismo lo menciona, en las
inferencias del Tribunal sobre los hechos indicados, debía
enfocar su disenso como un falso raciocinio a fin de
demostrar el error sobre el hecho indicador o sobre las
reglas de la lógica o la experiencia que condujeron al ad
quem a conclusiones equivocadas.
Añade que en el proceso se probó con la fotocopia de
la cédula de ciudadanía de la incriminada que para la
época de los hechos contaba con 55 años de edad, lo cual
la ubica como una persona mayor, de la tercera edad,
según la apreciación del Tribunal. Igualmente, de acuerdo
con el informe policial, el dinero estaba recubierto de
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manera tal que obstaculizaba su detección por los equipos
destinados al efecto.
Por tanto, precisa que si los hechos indicadores
fueron acreditados en la actuación y no puede censurarse
que fueran tenidos por el Tribunal como punto de partida
de sus inferencias, le correspondía al censor demostrar
que el hecho indicado no se desprendía de ellos, evidencia
no conseguida en este cargo.
Finalmente, con relación al cuarto reproche la
Delegada considera que el demandante desconoce lo
expuesto por esta Sala en punto de la violación indirecta
de la ley sustancial por desconocimiento del principio in
dubio pro reo, pues no es suficiente con alegar que la
prueba allegada al expediente no bastaba para condenar,
siendo necesario demostrar que los juzgadores, en la
apreciación que hicieron de ella, incurrieron en errores de
hecho por falsos juicios de existencia, falsos juicios de
identidad o falso raciocinio; o de derecho por falsos juicios
de legalidad o convicción, y que estos desaciertos los
llevaron
a
declarar
que
existía
certeza
de
la
responsabilidad del procesado en el delito, sin estar
aquélla acreditada.
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También destaca que afirmar simplemente que la
segunda instancia ignoró los argumentos del juzgado de
primera instancia, no basta para desvirtuar la revisión que
el ad quem realizó en virtud del recurso de apelación, la
cual se encuentra revestida de la presunción de acierto y
legalidad, prevaleciendo lo decidido por el superior.
Con fundamento en las anteriores consideraciones, el
Ministerio Público solicita a la Sala no casar la sentencia
impugnada.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1.
En cuanto atañe al primer cargo, encuentra la
Sala sin dificultad que ni siquiera el Tribunal insinuó que
se tratara de un delito de favorecimiento o de receptación
como indebidamente lo pregona el demandante, pues por
el contrario, desde el comienzo de las consideraciones fue
claro en el sentido de procederse por el delito de lavado de
activos, el cual lesiona el bien jurídico del orden
económico y social.
En la providencia impugnada se expresó sobre el
particular:
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“En orden a precisar el ámbito de la infracción y su
alcance
en
los
hechos
que
fueron
materia
de
investigación, conviene tener presente que el bien
jurídico tutelado es el orden económico y social (…)”.
“Surge la figura del lavado de activos imputado en el
caso sub examine que para la época de los hechos era
regulado por el Decreto (sic) 365 de 1997 que se
insertó como artículo 247 A del C.P. de 1980 y
finalmente recogió el artículo 323 de la Ley 599 de
2000,
con
la
inclusión
de
nuevas
formas
de
delincuencia generadora de dineros ilícitos, modificado
posteriormente por el artículo 8º de la Ley 747 de
2002 ”.
“En el caso presente la fiscalía fue puntual en señalar
el delito de ‘enriquecimiento ilícito’ como el punible
previo del lavado de activos, el cual efectivamente se
decanta y hace tangible de la misma cadena indiciaria
demostrativa
de
que
fueron
terceros
quienes
emplearon a la procesada como correo humano para el
ingreso clandestino del dinero al país, y quienes
obviamente por este medio comisivo ilícito iban a
incrementar
su
patrimonio
económico
en
forma
injustificada, sin que se menester la acreditación de
esos terceros y la suerte judicial de ese hecho”
(subrayas fuera de texto).
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Adicional a lo anterior puede constatarse que si bien
tanto las conductas invocadas por el censor, esto es, el
favorecimiento y la receptación, como el lavado de activos,
corresponden a delitos consecuenciales de un ilícito
previo, es necesario recordar que precisamente por
razones de política criminal el legislador determinó la
necesidad de dotar de autonomía al último de los
comportamientos mencionados, amén de hacerlo especial,
dados
sus
ingredientes,
respecto
de
las
otras
dos
conductas.
En efecto, con ocasión de la Ley 67 del 23 de agosto
de 1993, mediante la cual se aprobó la Convención de las
Naciones
Unidas
contra
el
Tráfico
Ilícito
de
Estupefacientes, Colombia adquirió el compromiso de
“tipificar como delitos penales en su derecho interno”
(numeral 1° del artículo 3°) las conductas de conversión,
transferencia, ocultación, etc., de recursos procedentes de
dicha actividad delictiva.
Por lo anterior, el artículo 31 de la Ley 190 de 1995
dispuso modificar el artículo 177 del Decreto 100 de 1980,
ubicado
dentro
de
los
comportamientos
contra
la
administración de justicia, bajo el título “receptación,
legalización y ocultamiento de bienes provenientes de
actividades ilegales”, con el fin de sancionar a quien fuera
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de los casos de concurso en el delito y siempre que el
hecho no constituyera punible castigado con pena mayor,
“asegure,
transforme,
invierta,
transfiera,
custodie,
transporte, administre o adquiera el objeto material o el
producto del mismo, o les de a los bienes provenientes de
dicha actividad apariencia de legalidad, o los legalice”,
incrementando la pena de la mitad a las tres cuartas
partes, cuando, entre otros, “los bienes que constituyen el
objeto material o el producto del hecho punible provienen de
los delitos de secuestro, extorsión, o de cualquiera de los
delitos a que se refiere la Ley 30 de 1986”.
Posteriormente se tipificó el delito de lavado de
activos dentro de aquellos que atentan contra el bien
jurídico del orden económico y social, en el artículo 9° de
la Ley 365 de 1997, “por la cual se establecen normas
tendientes a combatir la delincuencia organizada y se
dictan otras disposiciones”, refiriéndolo a bienes con
“origen mediato o inmediato en actividades de extorsión,
enriquecimiento
relacionadas
ilícito,
con
el
secuestro
tráfico
extorsivo,
de
rebelión
drogas
o
tóxicas,
estupefacientes o sustancias sicotrópicas” y precisando los
verbos rectores así: “oculte o encubre la verdadera
naturaleza,
origen,
ubicación,
destino,
movimiento
o
derechos sobre tales bienes, o realice cualquier otro acto
para ocultar o encubrir su origen ilícito”.
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En la exposición de motivos del proyecto de ley que
culminó con la expedición de la Ley 365 de 1997 se
precisó al respecto:
“Conforme a la actual redacción del artículo 177 del
Código Penal colombiano no puede ser sancionado
como autor de receptación la persona que haya
tomado
parte
copartícipe)
(como
en
la
autor
comisión
individual
del
delito
o
como
principal,
entendido éste como aquél del que provienen los
dineros u objetos que son materia de la receptación”.
“Si por razones de política criminal se desea reprimir
de una forma más severa a quienes habiendo
cometido delitos de narcotráfico efectúan maniobras
tendientes
a
legalizar
los
dineros
ilícitamente
obtenidos, sería recomendable tener en cuenta dos
aspectos:
“El primero de ellos, consiste en no recurrir a la
modificación de la norma general sobre receptación,
porque
ello
conduciría
a
agravar
de
manera
injustificable la punibilidad de los autores de delitos
diversos a los de narcotráfico, como ocurriría con quien
ha hurtado un electrodoméstico y lo oculta para no ser
descubierto, o con quien habiendo hurtado un reloj
procede a venderlo para obtener el apetecido provecho
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económico; en casos como los aquí ejemplificados,
resultaría desproporcionado penar a estas personas
no sólo como autores de un delito de hurto sino,
adicionalmente, como responsables de un delito de
receptación. Por consiguiente, si lo que se pretende es
sancionar de manera más ejemplar a los autores de
delitos como el narcotráfico, debe pensarse en la
redacción de una norma que específicamente recoja
los casos de receptación sobre bienes procedentes de
esos delitos”.
“El segundo aspecto que debe tenerse en cuenta es
que esa finalidad de sancionar más severamente a los
autores del
delito
maniobras de
de
narcotráfico
legalización
que ejecutan
de bienes o dineros
obtenidos por esa ilícita vía, no puede conseguirse a
través del artículo 177 del Código Penal Colombiano,
el cual no admite una interpretación diversa de la que
le ha conferido la doctrina colombiana, en consonancia
con
legislaciones
y
doctrinas
extranjeras.
En
consecuencia, la única vía para lograr sancionar a una
misma persona por el delito de narcotráfico y
adicionalmente por el de receptación de los bienes
procedentes de aquel delito, es la redacción de una
nueva norma que de manera expresa recoja ese
específico comportamiento”1 (subrayas fuera de texto).
1
Proyecto del Ley S-18. Gaceta del Congreso 284. 1996. pg. 8.
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Luego, el artículo 8° de la Ley 747 de 2002 incluyó
los bienes que tengan origen mediato o inmediato en
actividades de tráfico de migrantes y trata de personas.
Como viene de verse es claro que el reclamo del
casacionista resulta inconsistente, pues la conducta
investigada, cuya acreditación acepta al plantear la casual
primera cuerpo primero por violación directa de la ley
sustancial, no se orientó a encubrir el origen del dinero o
evitar con ello la persecución por el delito previo, sino a
ingresar el dinero del cual no se demostró su procedencia
lícita a Colombia para ponerlo en el torrente monetario,
para lo cual tuvo que transportarlo camuflado desde
Madrid a Bogotá, proceder propio del delito de lavado de
activos,
y
no
de
las
conductas
de
receptación
o
encubrimiento que invoca el impugnante, con mayor razón
si el mencionado punible contra el orden económico y
social goza de mayor riqueza en su definición que los otros
comportamientos contra la administración de justicia.
De acuerdo con lo anterior, tal como lo sugiere la
Procuradora Delegada, el cargo no tiene vocación de éxito.
2.
Con relación al segundo reproche, considera la
Sala que, contrario a lo señalado por el casacionista, las
declaraciones de Luis Alfonso Acevedo González, Severo
Meza Sandoval y Omar Orlando Acevedo Meza, así como
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las copias de los pasaportes y cédulas de extranjería de los
hijos de ANA TEOFILDE MEZA, los permisos de trabajo y
residencia, el libro de familia de éstos en España y el
contrato de prestación de servicios suscrito entre el
representante legal de la sociedad BENJAMÍN P.C., SL, y
los
hijos
de
la
incriminada
fueron
pruebas
cuya
ponderación efectuaron los falladores, lo cual excluye el
denunciado falso juicio de existencia por omisión.
Así pues, en la sentencia de primera instancia sobre
dichos medios probatorios se indica:
“Por su parte OMAR ORLANDO ACEVEDO MEZA, hijo
de la procesada, igualmente afirma que el dinero que
llevaba su señora madre era el producto de su trabajo
de tres años en España y el de su hermano CESAR
AUGUSTO ACEVEDO, el cual le entregaron con el fin
de comprar un lote para vivir en Colombia, además de
ello manifestaron que habían emigrado a España por
la inestabilidad económica y la violencia de nuestro
país, dicho que también refiere CESAR AUGUSTO
ACEVEDO, otro hijo de la procesada”.
“Igualmente
los
hermanos
ACEVEDO
MEZA
manifestaron que parte del dinero incautado provino
de un contrato que hicieron con BENJAMIN PC y con
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JULIO SÁNCHEZ MAJANO para hacer unos minutajes
(sic) de dos minutos veinte segundos por el cual les
pagaron cinco millones de pesetas, pagados en dos
letras de un millón para cada uno, así como de los
ahorros de sus esposas y sus propios ahorros como
coperos, vendedores de motos y otros más”.
“Sin embargo, respecto del contrato celebrado entre los
hermanos
MAJANO
ACEVEDO
existen
MEZA
y
JULIO
SÁNCHEZ
muchas dudas respecto
a
su
existencia y validez, por cuanto, de un lado no obra
autenticación alguna de éste y de otro aparece dentro
del proceso un comunicado de citación infructuosa
suscrito por la Dirección General de la Policía de
Madrid, en el que informan que todas las gestiones
llevadas a cabo para la localización de SÁNCHEZ
MAJANO (contratante) resultaron infructuosas, dado
que en domicilio anotado en el contrato referido no
consta ningún rótulo que acredite la citada empresa,
no figura en los buzones y los vecinos no conocen al
filiado”.
“Y como si lo anterior fuera poco, cuando se le
pregunta a OMAR ORLANDO ACEVEDO MEZA por el
domicilio de JULIO SÁNCHEZ MAJANO éste responde
con evasivas, indicando que aquél es una persona
muy ocupada y que se la pasa haciendo rodajes en
Francia y en España”.
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“Igual consideración cabe respecto de los supuestos
trabajos desplegados por los hermanos ACEVEDO
MEZA toda vez que no obra dentro del plenario prueba
fehaciente de la actividad lícita o ilícita desplegada por
OMAR y CESAR MEZA en Madrid – España”.
“Se pregunta este despacho por qué ante la presencia
de una investigación penal en contra de ANA
TEOFILDE MEZA, sus hijos OMAR y CESAR no
allegaron las suficientes pruebas que demostrarían
sus verdaderas actividades e ingresos? Y de otra
parte, no resulta lógico que habiendo firmado un
contrato tan costoso como el anotado en precedencia
(diez
millones
de
pesetas)
estos
se
limiten
a
suministrar un determinado domicilio en el que
‘posiblemente
podría
hallarse
aquél,
resultando
infructuosa su localización. Será que este contrato de
prestación de servicios nunca existió?; por qué no
apareció el supuesto contratante?” (subrayas fuera de
texto).
Por su parte, el Tribunal compartiendo el anterior
análisis del a quo señaló:
“En esta premisa la conducta de la procesada Ana
Teofilde de Acevedo fue propia de mandatario,
desvirtuada como quedó su versión exculpativa,
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teñida de contradicciones y argumentos contrarios a la
verdad que al unísono destacan la fiscalía y el
juzgado para rechazarla (…)”.
“Fueron terceros quienes emplearon a la procesada
como correo humano para el ingresos clandestino del
dinero al país, y quienes obviamente por este medio
comisivo ilícito iban a incrementar su patrimonio
económico
en
forma
injustificada,
sin
que
sea
menester la acreditación de esos terceros y la suerte
judicial de ese hecho”. (subrayas fuera de texto).
De lo expuesto puede concluirse sin duda alguna,
que en los fallos de instancia sí fueron ponderadas a
espacio las pruebas cuya marginación equivocadamente
invoca el actor, asunto diverso es que en tal labor no les
haya sido otorgado ningún poder suasorio en punto de la
pretendida
legalidad
del
dinero
incautado
a
la
incriminada.
En consecuencia, si no se presentó el error de hecho
por falso juicio de existencia con fundamento en el cual el
casacionista sustenta su reclamo, el reparo no está
llamado a prosperar.
Dado que en el tercer cargo el demandante postula
la violación indirecta del artículo 247 A producto de falsos
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juicios de existencia por suposición de las pruebas con
base en las cuales el ad quem soportó los hechos
indicadores en la construcción de los indicios, en cuanto
se refiere a afirmar que para ingresar cifras millonarias al
país la delincuencia organizada se vale de personas de la
tercera edad como la procesada y utiliza billetes de cien
dólares como ocurrió en este asunto, se impone señalar
que la queja resulta inane.
En efecto, en el fallo del Tribunal sobre tal aspecto se
expuso:
La Sala “concluye que se está frente a una acción más
de delincuencia organizada que tiene por finalidad el
ingreso clandestino al país de dineros que por sus
cifras millonarias trascienden el orden económico y
social y por ende al campo penal, y que para alcanzar
ese designio, por décadas se ha valido de las
conocidas
‘mulas’,
caracterizándose
sus
últimas
incursiones por el empleo de personas de la tercera
edad como es hecho ampliamente conocido”.
“Obsérvese cómo en primer término los billetes de
dólar que la encartada traía camuflados, venían en la
denominación de U$100 y los fajos envueltos en
plástico y papel carbón, formas propias de la
delincuencia de expertos que saben que bajo ese
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modus operandi y con la protección del papel carbón
resulta al menos difícil que sean detectados por el
scanner de los aeropuertos” (subrayas fuera de texto).
De la transcripción anterior puede concluirse con
toda certeza, que el Tribunal no condenó a ANA TEOFILDE
MEZA DE ACEVEDO por ser una mujer de cincuenta y
cinco años para aquella época, o en razón de portar
billetes de cien dólares, sino por su actitud de camuflar
una suma superior a cien millones de pesos en moneda
extranjera
sin
explicaciones
declararla,
satisfactorias
además
sobre
de
su
no
brindar
origen,
pues
inicialmente manifestó que un individuo le dio el dinero en
Madrid para que a su vez lo entregara a otra persona en
Bogotá, a cambio de lo cual recibiría dos mil quinientos
dólares, pero luego adujo que los dólares y las pesetas
objeto de incautación eran producto del trabajo de sus
hijos en España.
Conviene resaltar que referir en el fallo de segundo
grado la utilización de personas de la tercera edad para
transportar dinero procedente de actividades ilícitas, no
pasa de ser un comentario sin virtud para soportar el fallo
de condena. Es decir, aún si sobre el particular prosperara
la denuncia del casacionista, lo cierto es que su efecto
25
CASACIÓN 23236
ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
resultaría intrascendente respecto de la declaración de
justicia cuestionada, pues sea ello verdad o no, sea
conocido o no públicamente, carece de relevancia para
derribar las conclusiones de la sentencia impugnada, la
cual, como ya se explicó, se sustentó en otros medios de
convicción.
Respecto de la utilización de billetes de cien dólares
por parte de los expertos en lavar activos, observa la Sala
que el demandante sesga lo afirmado por el ad quem, pues
la aseveración del Tribunal estaba orientada a señalar que
la utilización de fajos de billetes envueltos en plástico y
papel carbón consigue sustraer el dinero ingresado de los
controles de scanner dispuestos en los aeropuertos.
Por tanto, constata la Sala que además del sesgo del
demandante, si prosperara su argumentación, el fallo
permanecería inmodificable, pues como ya se advirtió, a la
acusada no se la condenó por tener billetes de dicha
denominación,
sino
por
ingresarlos
escondidos,
sin
declararlos, proveídos de envolturas capaces de superar la
vigilancia aeroportuaria y sin brindar una explicación
suficiente sobre su origen.
Las razones anteriores bastan para decidir que el
cargo está llamado al fracaso.
26
CASACIÓN 23236
ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
Acerca del cuarto cargo, advierte la Sala que la
argumentación del defensor resulta exótica, pues alegar
que el superior no tuvo en cuenta los planteamientos del a
quo demuestra una insostenible inversión del principio de
doble instancia que rige para los fallos, como que
carecería de sentido la revisión del ad quem sujeta a dejar
inmodificados
los planteamientos del funcionario de
primer grado, cuando lo cierto es que, salvo el principio de
limitación que rige el recurso de alzada, le asiste al
superior la facultad no sólo de modificar, aclarar o
adicionar la decisión impugnada, sino de revocarla, como
en efecto ocurrió en este asunto.
Es claro que en un Estado de derecho cuya
administración de justicia se encuentra jerarquizada, el
superior dentro del ámbito de la impugnación propuesta, e
inclusive, en cuanto se refiere a la legitimidad de la
actuación, cuenta con la facultad de revocar las decisiones
o de invalidar la actuación cuando haya motivo para ello,
consideraciones que dejan sin soporte la argumentación
del censor.
Ahora, como el defensor insiste en este cargo en que
se omitió analizar las declaraciones de Omar Orlando y
César Augusto Acevedo Meza, así como el contrato de
prestación de servicios suscritos por éstos, elementos con
los que se explica el origen del dinero, considera la Sala
CASACIÓN 23236
ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
27
que dicha temática quedó suficientemente dilucidada al
analizar el segundo cargo del libelo.
Además, como el impugnante postula la falta de
aplicación de la norma que establece el principio in dubio
pro reo, es pertinente recordar que dicho instituto sólo
procede cuando no se arriba a la certeza relativa de índole
racional ante la presencia de dudas sobre la materialidad
y
existencia
del
delito
investigado
o
sobre
la
responsabilidad del acusado, siempre que, en todo caso,
dichas dudas tengan entidad y suficiencia como para
crear incertidumbre sobre tales aspectos debidamente
acreditados con medios de prueba reales y posibles en
cada caso concreto, no con elementos de convicción
ideales o imposibles.
Pese a lo anterior, el recurrente no atina a señalar en
qué consiste en este asunto la vacilación probatoria en
punto de la demostración de la verdad a favor de su
representada.
Para culminar es suficiente señalar que si la queja
del recurrente se orienta a cuestionar que no se acreditó el
delito
base
del
cual
provino
el
dinero
ingresado
ilegalmente por ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO, tal
materia ha sido tratada a espacio por esta Sala, en los
28
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ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
siguientes términos frente a casos similares al de la
especie.
“Para fundamentar adecuadamente la imputación por
lavado de activos basta con que el sujeto activo de la
conducta no demuestre la tenencia legítima de los
recursos, para deducir con legitimidad y en sede de
sentencia que se trata de esa adecuación típica
(lavado de activos), porque en esencia, las diversas
conductas alternativas a que se refiere la conducta
punible no tienen como referente ‘una decisión judicial
en firme’, sino la mera declaración judicial de la
existencia de la conducta punible que subyace al
delito de lavado de activos”.
“Dicho de otra manera, para incurrir en la conducta de
lavado de activos basta con que el sujeto activo oculte
o encubra la verdadera naturaleza, origen, ubicación,
destino, movimiento o derecho sobre tales bienes o
realice cualquier otro acto para ocultar o encubrir su
origen ilícito para incurrir por esa sola conducta en las
penas previstas en la norma”.
“Por ello, dada la autonomía de la conducta de lavado
de activos, el objetivo del proceso penal (determinar la
responsabilidad por lavado de activos) se cumple
aunque no se pueda establecer de manera plena la
CASACIÓN 23236
ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
29
actividad ilegal subyacente (fuente del recurso)”2
(subrayas fuera de texto).
A su vez, en otra providencia se afirmó:
“Con base en las explicaciones dadas por los
procesados los juzgadores construyeron los indicios
de
mala justificación,
manera
ilegal
dinero
al
examinados
como
país,
de
ocultamiento
de
la
se
pretendía introducir
el
elementos
de
y
juicio
que
de manera mancomunada permitieron
concluir que las divisas eran de procedencia ilícita”3
(subrayas fuera de texto).
Por su parte, también en fallo de casación se
puntualizó sobre el tema abordado:
“La forma subrepticia, engañosa y oculta como se
pretendió ingresar la millonaria suma en dólares al
país, nada distinto es indicativo de la apariencia de
legalidad que se procuraba dar a esos dineros,
máxime cuando contrastadas las explicaciones dadas
por la persona imputada, es muy notable su falta de
verosimilitud
y
sin
que
además,
estuviere
en
condición, a través de tales exculpaciones, de justificar
el
2
3
enriquecimiento
ilícito
Sentencia del 28 de noviembre de 2007. Rad. 23174.
Sentencia del 30 de abril de 2008. Rad. 24604.
que,
en
condiciones
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ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
30
semejantes ha de atribuirse con un origen ilícito y que
sirvió de original soporte para la realización del delito
de lavado de activos finalmente atribuido”4 (subrayas
fuera de texto).
En tales condiciones, tampoco esta censura puede
prosperar.
De
concluye
acuerdo
la
Sala
con
las
que
el
anteriores
consideraciones
demandante
no
consigue
demostrar los errores e incorrecciones propuestos, de
modo que, tal como acertadamente lo sugiere el Ministerio
Público, los reproches analizados carecen de vocación de
éxito, es decir, no se accederá a la solicitada casación del
fallo.
Por lo expuesto, la SALA DE CASACIÓN PENAL DE
LA
CORTE
SUPREMA
DE
JUSTICIA,
administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad de la
ley,
RESUELVE
NO CASAR la sentencia impugnada.
4
Sentencia del 30 de abril de 2008. Rad. 25360.
CASACIÓN 23236
ANA TEOFILDE MEZA DE ACEVEDO
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Contra esta providencia no procede recurso alguno.
Cópiese,
notifíquese,
cúmplase
y
devuélvase
Tribunal de origen.
SIGIFREDO ESPINOSA PÉREZ
JOSÉ LEONIDAS BUSTOS MARTÍNEZ
ALFREDO GÓMEZ QUINTERO
MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ DE LEMOS
AUGUSTO J. IBÁÑEZ GUZMÁN
JORGE LUIS QUINTERO MILANES
YESID RAMÍREZ BASTIDAS
JULIO ENRIQUE SOCHA SALAMANCA
JAVIER ZAPATA ORTÍZ
TERESA RUIZ NÚÑEZ
Secretaria
al
32
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