Un itinerario mariano por la obra del escultor Venancio Blanco

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UN ITINERARIO MARIANO POR LA OBRA
DEL ESCULTOR VENANCIO BLANCO
FRANCISCO BLANCO QUINTANA
Palabras clave: Venancio Blanco, escultura, dibujo, neofiguración, arte
religioso contemporáneo, bronce.
Resumen: Venancio Blanco es uno de los artistas contemporáneos más
relevantes de la tendencia neofigurativa española. Partiendo de las formas
tradicionales, ha renovado la escultura religiosa actual, incorporando un
nuevo lenguaje plástico a través del bronce. Asimismo, el tema taurino, la
música, la figura humana y otros motivos de la Naturaleza, constituyen su
principal escenario creativo, apoyándose siempre en el dibujo como principio
fundamental para dar forma a la idea en la materia elegida. Se describe en
este artículo su trayectoria artística a través del tema mariano, incorporando
elementos de su pensamiento sobre la belleza y el hecho creativo.
THE HOLY VIRGIN THROUGHOUT THE
WORK OF THE SPANISH SCULPTOR
VENANCIO BLANCO
KEY WORDS: Venancio Blanco, sculpture, drawing, neo-figurative art, contemporary
religious art, bronze.
SUMMARY: Venancio Blanco is one of the most important contemporary artists of the
Spanish neofigurative movement. Based on traditional forms, he has renewed religious
sculpture contributing a new plastic language using bronze as the preferred material.
Additionally, bullfighting, music, the human figure and other themes inspired in nature,
constitute his main creative world. Drawing is considered crucial by Venancio Blanco,
in giving shape to the esthetic idea employing the chosen material. This article describes
the Marian theme throughout the artistic career of the sculptor, including aspects of his
innermost thinking about beauty and creativity.
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Venancio Blanco Martín nace en 1923 en Matilla de los Caños del Río
(Salamanca). A los 18 años viaja por primera vez a Italia becado por Educación
y Descanso, tras recibir dos premios de escultura. De 1943 a 1948 estudia en la
Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). En 1959 adquiere en
Roma conocimientos sobre la fundición artística en bronce, gracias a una beca de la
Fundación Juan March. Ha sido galardonado con diversas distinciones nacionales e
internacionales, como el Premio Nacional de Escultura (1959), la Primera Medalla
de Escultura de la Exposición Nacional de Bellas Artes (1962), la Medalla de Oro
de Escultura en la IV Bienal de Arte Sacro de Salzburgo (1964), el Premio de las
Artes de Castilla y León (2001) y la Medalla de Oro de la provincia de Salamanca
(2009). En 1977 ingresa como miembro de número en la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando. Es nombrado en 1981 Director de la Academia Española de
Bellas Artes en Roma. Pertenece además a la Pontificia e Insigne Academia Artistica
dei Virtuosi al Panteon de Roma, así como a varias academias de Bellas Artes
españolas. Es Presidente de la Fundación Venancio Blanco, desde su constitución
en 2009.
Su obra se enmarca dentro de la tendencia neofigurativa contemporánea, siendo
uno de los artistas españoles que, partiendo de las formas tradicionales, ha renovado
la escultura religiosa actual, incorporando un nuevo lenguaje plástico a través del
bronce. Ha desarrollado asimismo una amplia labor docente, dirigida a alumnos
de las Escuelas de Artes Aplicadas y Facultades de Bellas Artes. Sus obras figuran
en colecciones particulares de España y del extranjero, así como en diversos museos,
ciudades e instituciones, destacando el MNCARS, la sede de las Cortes de Castilla
y León, el Museo Vaticano, el Museo Middelheim de Amberes, el Museo Nacional de
El Cairo, la Universidad de la Santa Cruz en Roma, la Universidad Católica de
Murcia, la Catedral de la Almudena en Madrid, y monumentos en distintos lugares
de la geografía española.
Scripta de Maria se complace en ofrecer a sus lectores este trabajo de
la dimensión mariana de su obra preparado por su hijo Francisco Blanco.
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“Todo el Arte es religioso. La belleza es la personalidad del Creador”
(Venancio Blanco)
Suele afirmar mi padre que su primer contacto con la escultura fueron
los santos de la iglesia de su pueblo. Se refiere a Robliza de Cojos, a unos 30
km de Salamanca, donde transcurrió su segunda infancia. Él había nacido en
Matilla de los Caños del Río, muy cerca del anterior, entre encinas, caballos
y toros bravos. En varias ocasiones hemos ido juntos a Matilla y a Robliza. Y
allí siguen algunas de aquellas imágenes de madera policromada, a las que
el paso de los años no hace sino embellecer. La pátina del tiempo va dejando
poco a poco su impronta, que hermosea la pieza y la ennoblece. De la iglesia
de Matilla se conserva una talla espléndida de San Bartolomé, que pudo
recuperar mi abuela de un incendio.
También se quemó unos años después la iglesia de Robliza. Unos
velones prendieron los paños morados que cubrían el retablo antes de
la Semana Santa, y poco se pudo salvar. Mi padre ya no era un niño.
Precisamente unos días antes del fatal accidente había llevado una Virgen
de la Soledad en madera, encargada por un pariente. “Esta pieza se libró
del fuego porque yo no acepté sustituir una preciosa Santa Bárbara
que había en el retablo del altar mayor, como quería el párroco,
para poner la mía en un sitio preferente. Entonces tuve que hacer
otro retablo...”. La Virgen ocupa desde entonces una capilla lateral de
la iglesia. Según reconoce el artista, no logró en esa Virgen el semblante
de dolor que habría deseado. Una hermana suya le sirvió de modelo. Más
adelante, viviendo sus padres en El Escorial, realizó un retrato a su madre
cuyo rostro sereno le evocó aquel otro que no consiguiera. “Tal vez en
ese retrato estuviese aquella cabeza, pero no me atreví a modelarla
para una Virgen... Hice además retratos a mis abuelos, y siento no
haber hecho el de mi padre, pero él siempre buscaba una disculpa
para no posar...”.
Aquellas lecciones iniciales de escultura religiosa tradicional representaron
un descubrimiento, y también un sólido fundamento. “Después he intentado
contar esos temas, tan conocidos, pero desde una interpretación
contemporánea. No pude hasta que tuve el bronce, que me permite
expresar unas formas desde mi manera de hacer escultura, y desde mi
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responsabilidad”. La Virgen de Robliza fue un ejercicio de talla en madera,
como tantos realizó en su juventud, cuando se abría camino en Madrid después
de finalizar los estudios de Bellas Artes en la Escuela de San Fernando, en la
calle de Alcalá. El mismo edificio alberga la Real Academia de Bellas Artes, y a
él regresó años después para ingresar como miembro de número. Ese lugar tan
querido, que hoy recoge el fruto de toda una vida con la misma ilusión que en
los comienzos, fue testigo durante la etapa difícil de la postguerra española de
un periodo importante de formación, y también de amigos.
“En mis tiempos de estudiante realicé una escultura que representa
a una mujer con un cántaro. Se trata de una talla en piedra, cuyo
bloque recogí entre las ruinas de la Ciudad Universitaria y me llevé a
la pensión para trabajarla allí. En ésta y en una Inmaculada de madera
policromada que realicé también por aquella época, estaba presente
el interés de buscar el movimiento en la escultura. Era difícil y de
alguna manera un contrasentido utilizar la piedra o la madera para
conseguirlo. De ahí que es la materia bronce la que venía presintiendo
ya, para poder plasmar lo que después va a ser la personalidad que dejo
en mi escultura. En la experiencia del taller advierto la necesidad del
bronce, porque es la materia que menos me condiciona y me permite
conseguir las formas que pretendo. Sin embargo trabajé la madera
durante bastantes años, en mi juventud. Su aroma siempre rico era
una delicia... Entonces fue más bien una dedicación al servicio del
hecho decorativo, por los encargos que me hacían y con los que iba
saliendo adelante en Madrid. Era aquí donde había que dar la batalla,
pues las posibilidades eran mayores y el futuro más abierto”.
No fueron un tiempo perdido aquellos años, en que las circunstancias
limitaban al artista para desarrollar un lenguaje estético más personal.
El oficio de taller le proporcionó la experiencia y conocimientos necesarios
que le servirían luego en su creación posterior. El hombre y el artista, pero
también el artesano, han de confluir en uno mismo: es una imagen que suele
subrayar mi padre con frecuencia. “Dominar la materia para contar una
historia, o simplemente una ocurrencia, es lo que entendemos por
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Virgen de la Soledad. Madera policromada. 1950. Iglesia de Robliza de Cojos (Salamanca).
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Inmaculada. Madera policromada. Hacia 1945. Fundación Venancio Blanco.
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el oficio o la destreza. Y así
la huella de tu sentimiento
queda en la escultura. Cuando
has aprendido bien tu oficio
y eres un buen profesional,
hagas lo que hagas te
proporcionará satisfacción”.
De aquel periodo de los 50 es
una Virgen en madera, María
Auxiliadora, que responde a
un encargo para el Colegio de
San Fernando, de la Diputación
de Madrid. Y también talló
en madera una Virgen del
Carmen para su madre. “Le
hice esa Virgen después de
muchos años de insistirme
y de rezarle... le tenía
gran devoción”. Por aquellos
años trabajó también otros
materiales, como el cemento o
la escayola. “Eran materiales
baratos, que tratados con
nobleza, responden de la
mejor manera y se convierten
en un magnífico vehículo de
expresión. Ambos acusan
perfectamente cuanto de
táctil tiene el barro, hecho
que en la piedra es imposible
conseguir, pues se trabaja a
base de cincel. Y también se
pueden tallar, como la piedra
o la madera”. Recuerdo la
entrada de la casa de mis
abuelos en Guadarrama, en la
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Virgen. Madera policromada. Hacia 1950.
Colección particular.
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que colgaba un relieve de una Sagrada Familia en yeso, que fue
boceto para un concurso en los años 60. Eran todas piezas amables, de
una ternura y delicadeza íntimas, que mostraban cercano el motivo
que representaban. Plásticamente dejan entrever una voluntad de
búsqueda, de innovación, dentro de la figuración.
Algo muy importante para mi padre fue la beca que le concedió la
Fundación Juan March a finales de los 50 para estudiar en Roma la
fundición artística en bronce a la cera perdida. “El pensar en el espíritu
de las formas es lo que me lleva a buscar la materia más adecuada.
La primera pieza que yo fundo es un desnudo que sale defectuoso,
pero capta mi atención. Esa fue la lección primera y más importante,
que me convenció para utilizar en adelante el bronce. Nace en mí
una nueva forma de hacer: los elementos lineales, las planchas, los
espacios abiertos, el dibujo en definitiva”. En adelante sería el bronce
el elemento más empleado en la mayor parte de su producción artística.
Después de regresar de Italia, pudo exponer una serie de esculturas de
pequeño formato que había realizado en Roma, y otras fundidas ya por
él mismo en su propio taller, con la ayuda de su hermano Juan. Fue en la
sala Artis de Salamanca primero, y luego en la galería Neblí de Madrid,
en 1960. Dos temas preferidos en la obra de Venancio, el taurino y
el religioso, convivían en estrecha armonía. “El religioso para contar
la grandeza del Creador, y el taurino para plasmar la belleza y la
ilusión del joven torero, y la belleza y nobleza del toro. Un hombre
con inquietudes nunca llega al final de estos dos temas. Ambos son
profundos, y es importante descubrir desde el dibujo su verdadera
dimensión, más allá de lo que puede ser la realidad aparente”. Una
Sagrada Familia y una Huida a Egipto pertenecen a aquel momento. En
más de una ocasión ha comentado mi padre que esas obras forman parte
de una hornada de primeras fundiciones, que aún resultaban imperfectas:
efectos no pretendidos por el artista, que pendiente del proceso de la
obra, complejo y sorprendente, sabe aprovechar esos imprevistos para
conseguir una nueva figuración. Analizadas desde el hecho plástico,
supusieron para él clarísimas lecciones para futuras esculturas. Los fallos
de fundición dan lugar a formas rotas que se convertirán en lo sucesivo en
espacios meditados, para conjugarse con superficies planas y volúmenes,
incorporándose así al conjunto de la pieza. Las experiencias de taller
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dan lugar tantas veces a nuevas soluciones que enriquecen la búsqueda,
desde la necesidad de inventar. “La evolución en un artista debe ser
tan natural como la vida. La evolución en el arte de los distintos
momentos, de los distintos siglos, es una evolución lógica, tiene
un recorrido, una armonía. No siempre aciertas, pero el intento
es válido. Lo importante es estar vivo: el artista y el hombre...
Huida a Egipto. Bronce. 1960. Fundación Rodríguez Acosta. Granada.
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Cuando se pinta o se hace escultura, hay que esperar con paciencia e
ilusión los momentos más bonitos que vive el artista en su silencio, el
amanecer de cada instante en el proceso de una obra. La ilusión nace con
la juventud y madura con los años. La experiencia se logra trabajando
todos los días. El proceso es lo que nunca terminas de aprender, y hay que
prestarle toda la atención. Ahí está el poder del Creador, que siempre te
está ayudando; otra cosa es que a veces no quiera despertarte...”.
La Anunciación es otra de las primeras obras que mi padre fundió en
bronce en su propio taller a la vuelta de su estancia en Roma. “Fue modelada
con planchas de cera, materia que permite conjugar de una manera
más ágil tanto la forma como los espacios. El carácter estilizado de la
pieza, que comparte con otras de tema religioso, me permite hablar
de algún modo de un periodo gótico en mi trayectoria. Un gótico que
nada tiene que ver con las formas conocidas de esa etapa de la Historia
del Arte. Se trata más bien de descubrir otros caminos, al emplear un
nuevo material, tan diferente de los que había utilizado antes, como el
barro o la madera. La iconografía tradicional representa habitualmente
la escena de la Anunciación como pintura o relieve. Las cualidades
del bronce, que no limitan la expresión de la forma, me permitieron
llevar a cabo una escultura exenta, en la que María recibe el mensaje
del Arcángel. Quiero pensar que el Creador, a la vez que en el Hijo
pensó en la Madre. Desde el nacimiento hasta la muerte, la Virgen fue
partícipe y consuelo de la vida de su único Hijo: una existencia corta
en la tierra para mostrarnos el misterio de su venida, y una muerte
grandiosa para cumplir así su obediencia al Padre”.
Venancio Blanco reconoce en su vida una sucesión de talleres, y la familia
representa el primero y más importante. “Y particularmente la madre. Su
aliento, su devoción, su consejo, serán fundamentales. Siempre nos
conformará esa suave y profunda huella maternal, ese taller dulcísimo en
que comienza –tan decisivamente– a moldearse nuestra personalidad”.
Otro de sus bronces en los que destaca la verticalidad es la Virgen con el Niño.
“También fue de las primeras piezas, como la Anunciación, que realicé
en cera a base de planchas y fundí en mi estudio con la colaboración
de mi hermano. Las formas se armonizan de tal manera que definen
espacios y volúmenes, acercándonos a la geometría descriptiva”.
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Anunciación. Dibujo. 2005. Fundación Venancio Blanco.
En 1973 se incorporó a los Museos Vaticanos la Colección de Arte
Religioso Moderno y Contemporáneo, inaugurada por Pablo VI en el
Apartamento Borgia. Junto con otros artistas españoles y extranjeros, como
Picasso, Oteiza, Chillida, Chagall, Klee o Kandinsky, figuran dos piezas en
bronce de Venancio Blanco, que representan una cabeza de Cristo y otra de
la Virgen, realizadas por aquellos años. Ambas expresan un gesto apacible,
de sereno dolor, que las planchas de cera empleadas al modelar los rostros
consiguen transmitir, insinuando tan sólo los detalles faciales.
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Virgen. Bronce. 1965. Museo Vaticano. Roma.
La Piedad nació unos años después y formó parte de la exposición sobre
tema religioso en el Ateneo de Madrid el año 74. “Recoge uno de los
momentos más trascendentales de las vidas de Jesús y de María,
mostrando el profundo dolor de la Madre y la belleza plástica del
Hijo muerto. Este motivo iconográfico ha supuesto en toda época un
reto para los artistas, desde la Edad Media hasta nuestros días. No
podemos olvidar la primera Piedad de Miguel Ángel en el Vaticano, y
la última del castillo de los Sforza en Milán. En mi escultura quedan
patentes dos ejes fundamentales sobre los que se compone: el vertical,
que centra la actitud de la Virgen inmersa en su serena tristeza, y
el eje horizontal, definido por el cuerpo sin vida de Cristo. María
permanece en un segundo plano, presentando al Hijo muerto como
Redentor del género humano”.
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Virgen con el niño. Bronce. 1960. Fundación Venancio Blanco.
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Piedad. Detalle.
Una versión de mayor tamaño, junto con otras también de formato más
grande de la Anunciación y la Virgen con el Niño, se encuentran en el
Museo Religioso Venancio Blanco en El Plantío (Madrid). Su pieza central,
la única tallada en madera y que dio lugar a la idea del proyecto, es un Cristo
de tamaño natural, en el instante mismo en que vuelve a la vida. “Jesús
vuelve con la alegría de habernos salvado y nos muestra las huellas
de su precio”. El resto de las obras son todas fundidas en bronce: junto a las ya
mencionadas se disponen además una Sagrada Cena presidiendo el espacio de la
capilla, un Calvario, así como cuatro figuras que representan a Santa Teresa, San
Juan de la Cruz, San Francisco de Asís y San Sebastián. Completan el conjunto
tres piezas sobre música: Haendel, Mozart, y la Gran Misa de Bach. “Tuve la
fortuna de poder dedicar varios años de mi vida a este proyecto, con la
libertad total y absoluta para trabajar en la materia adecuada, y contar así
nuestro patrimonio religioso desde el momento actual. En el entorno de
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Piedad. Bronce. 2002. Museo Religioso Venancio Blanco. Mapfre. El Plantío. Madrid.
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la Capilla he pretendido destacar tres escenarios decisivos en la vida de
la Virgen: sorprendida por el Ángel que le anuncia la Vida para morir,
gozosa con el Niño en sus brazos, y sumida en la aflicción ante el Hijo
que reposa en su regazo. En la Piedad, la Virgen acoge la Muerte y nos
anuncia la Vida Eterna, significada en la figura del Cristo yacente en
madera: un Cristo que no yace, sino que vuelve a la vida”.
Las piezas sobre música de la Capilla recrean una abstracción, religiosa también,
y por tanto espiritual: como toda la obra y la personalidad de mi padre. “Pienso
que ha existido siempre en mí una percepción de lo que es el espíritu, sin
llegar a entenderlo; creerlo y estar convencido sí. Se trata además de un
soplo, de un anuncio de que el Espíritu Santo anida en las formas bellas.
No sabría definirlo...”. Aunque el contexto plástico de Venancio Blanco es
fundamentalmente la neofiguración, el abstracto no le es ajeno. “Para llegar al
hecho figurativo partiendo de la idea, el primer planteamiento resulta una
abstracción total: la estructura, la armadura, el encaje. Los pasos iniciales
han de dirigirse en la búsqueda de la totalidad, siendo el final de la obra una
síntesis, su esencia misma. Como en música: hay un tema, que requiere un
planteamiento, un desarrollo y una conclusión. En mis obras hay una idea
que nace, un planteamiento plástico desde la materia y hay un final. Para
mí la abstracción radica en el hecho mental de la idea, unida a la ilusión
del artista en espera del encuentro con la materia. Tan pronto como la idea
se plasma en la materia, se convierte en una figuración. Hay una libertad
de reconocer un algo figurativo en cada una de las manifestaciones que
entendemos por abstractas. Pero lo auténticamente abstracto es la idea”.
Algunas advocaciones de la Virgen han sido también objeto de otras
representaciones en la obra escultórica de Venancio Blanco, como una
María Auxiliadora en bronce de gran formato realizada a finales de los 60
para la iglesia del seminario de los salesianos en Pedro Abad (Córdoba), o
el Monumento a la Virgen de la Encina, que se encuentra en una plaza de
Ponferrada (León). Esta última es una pieza en bronce, integrada por la figura
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Cristo que vuelve a la vida. Madera. 1991. Fundación Venancio Blanco.
Original de la réplica modificada que se encuentra en el Museo Religioso Venancio Blanco.
Mapfre. El Plantío. Madrid.
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de un cruzado de tamaño natural, con una Virgen en la mano, y un árbol junto
a él como composición. La escultura reposa sobre el suelo, de forma que el
espectador puede aproximarse hasta la misma obra y dialogar con ella.
Igualmente en el dibujo, el motivo mariano ha estado presente a lo
largo de la trayectoria artística de mi padre. Son formas claras, sencillas, las
que nos transmiten el encanto de la Virgen madre con el Niño en brazos,
mostrando un gesto afable, primoroso. Se añaden además a este itinerario
las felicitaciones navideñas, que son ya una tradición desde hace tantos años,
Mª. Auxiliadora. Bronce. 1969. Centro de Arte Contemporáneo de Pedro Abad. Córdoba.
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para mantener una comunicación viva con los amigos. El procedimiento
elegido es diverso: aguafuertes, monotipos, gofrados o dibujos. Realizando
los christmas, he visto gozar tantas veces a mi padre ante lo que surgía
inesperadamente después de cada vuelta de tórculo, lejos de toda pretensión,
como un juego, un divertimento dice él. Matices, texturas, color... En la
intención late la búsqueda, la investigación, y la satisfacción viene tras un
nuevo descubrimiento.
Pero aún me gustaría referirme al mundo más íntimo del artista, a su
misma entraña. Y así, el nervio de su discurso plástico es el dibujo, entendido
como primera forma de la idea, previa a la materia. Es el primer lenguaje.
Se traducirá luego en hecho plástico, líneas y volúmenes, espacios, color;
en música o palabra. El dibujo es la esencia. Y es también el sentido para
comprender la obra de arte, la Naturaleza. Y el sentimiento para gozar de
todo lo que es bello. “Dibujar es saber ver y trasladar, es una conexión
mente-oficio, que no se aprende sino haciéndolo, como casi todo. El
dibujo busca siempre el alma de las formas, te descubre su belleza y
te hace partícipe de su vida interior. Es entendimiento, sensibilidad,
razonamiento. En el niño el dibujo es un juego. Más tarde será rigor
y disciplina, y por último libertad para disfrutar de lo que es bello.
Un lenguaje que estimula y alimenta la ilusión de los hombres, y
conduce al artista hacia el encuentro con la obra de arte. Ésta nace del
encuentro entre dos esencias: la idea y el dibujo como entendimiento”.
No conozco a mi padre sin lápiz y papel. Ningún instrumento es más idóneo
para desvelar su pensamiento. Su primera elocuencia se vuelca en el dibujo,
“que me enseñó a ver la realidad, a conocer a las personas, a gozar de la
Naturaleza y sentirme hombre ante el Creador”.
Es en el taller donde el dibujo recoge las distintas materias que fueron apareciendo
en el recorrido plástico del escultor. “Cuando el silencio invade el espacio del taller,
la idea hace en él acto de presencia, desde el hecho mental que la genera. Y el
artista le da forma en la materia adecuada. Partimos del dibujo y terminamos
dibujando la idea con las distintas materias. Como el trigo necesita la
lluvia para que la semilla germine, la idea artística requiere de un espacio
y un silencio para desarrollarse. El silencio es el transmisor de las ideas en
quienes tienen sensibilidad para descubrir la belleza, es el vehículo de los
grandes pensamientos. La oración se purifica y se expande en el silencio”.
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Y en todo momento la invención: una necesidad del artista de buscar algo
nuevo, asombroso quizá, que aparece de repente tantas veces. “La invención
parte siempre de un conocimiento previo de la realidad. No es otra cosa
que contar lo mismo de una forma diferente, porque nosotros no podemos
inventar lo que ya hizo el Creador. Pero cuando te olvidas de inventar y se
apodera de ti la realidad, estás perdido. Es una ráfaga de viento lo que me
proporciona una idea, un pensamiento rico desde la imaginación, un algo
que te sorprende. Y poco a poco las formas nacerán sin necesidad de tema
alguno, llegando a la abstracción total. Estamos hablando de una parcela
exquisita del Creador y no muy amplia, que son los artistas. Sin ellos, ¿qué
hubiese sido del hecho religioso? Los Apóstoles transmitieron aquello de
lo que fueron testigos, pero los artistas le han dado forma. Personalmente
podría haber seguido el camino de nuestra imaginería tradicional, pero he
preferido buscar siempre formas nuevas, también en el hecho religioso,
con una nueva materia que es el bronce. Romper es muy difícil...”.
¿Figuración, abstracción? ¿Arte religioso o religiosidad? ¿Tradición
o contemporaneidad? Comparten una misma realidad. “El Arte nace del
sentimiento del artista. Y todo hecho creativo es religioso en la medida
en que busca la belleza. No hay más que una única verdad”. La obra de
Venancio Blanco surge de una reflexión profunda, serena, fruto del talento y de
la fe. Percibimos una honda espiritualidad, una actitud humilde, agradecida,
ante la generosidad de Dios, desde el reconocimiento de lo que uno mismo es y
ha recibido. “El Creador es el artista por excelencia, que da a los hombres
la gran lección. Todo está dicho en la Naturaleza. Ante su belleza, el
hombre ha de estar dando gracias siempre. La manera de sentir de un
artista es algo muy bello: es una forma de gozar que no puedes dejar de
agradecer. Lo que tú eres es un regalo que has recibido”.
En 2009 acompañé a mi padre a Roma, donde fue invitado para asistir al
encuentro de Benedicto XVI con el mundo del arte, en el 10º aniversario de la
carta a los artistas que Juan Pablo II redactó con motivo del Jubileo del 2000.
En aquella otra ocasión él acudió también, y pudo dirigirse al Santo Padre en
representación de España: “En el nacimiento de la idea que más tarde se
convertirá en belleza, se advierte sencillamente la mano misteriosa del
Omnipotente, que se acerca al artista y le inspira claridad para concebir
la obra de arte. Es en este momento cuando el hombre tiene la sensación
de estar más próximo al Creador. Un sentir especial que le infunde un
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Venancio Blanco en su taller.
estado de ánimo difícil de explicar. Un gozo extraordinario que sirve de
estímulo y provoca en el artífice la necesidad de transmitirlo a la materia”.
Al finalizar estas líneas me encuentro en el taller de mi padre, y él está trabajando.
Se trata de una pieza grande en escayola, que luego se fundirá en bronce. Es otro Cristo
que vuelve a la vida, después del que tallara en madera veinte años antes. Y ahora, sólo
la invención plástica, largamente meditada, puede atreverse a plasmar lo inefable: el
agradecimiento del Padre al Hijo obediente: la vertical de un ángel ingrávido que se
conjuga con el plano de Cristo incorporándose. Descubro unos apuntes que hay sobre
la mesa, escritos en un papel cualquiera: “El silencio y la oscuridad de la muerte son
el comienzo más claro y tal vez el único para encontrar la Luz y la Verdad”.
Intuyo una próxima obra, un segundo momento, que seguramente el artista
habrá madurado en su coloquio con el Resucitado: el reencuentro con la Madre.
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Médico. Vocal de la Fundación Venancio Blanco
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