¿Por qué están inquietas las naciones de la URSS?

Anuncio
c
INTEBNACIONAL
¿Por qué están inquietas las
naciones de la URSS?
BOHEAN NAHAYLO
Este articulo publicado en Index on Censorship 5/89
con el titulo "Why the Empire's subject are restless?",
nos presenta una realidad bastante desconocida para
nosotros y que explica numerosos acontecimientos de
los últimos meses en la URSS. El problema de fondo es
la lucha de múltiples nacionalidades por ver respetada
su peculiaridad nacional dentro del pacto federal. Esta
lucha ha salido a la luz pública con ocasión de las
nuevas políticas impulsadas por Gorbachov. El artículo
está obviamente escrito antes de los últimos sucesos
en las Repúblicas Bálticas. La traducción es de
Mariluz Huidobro.
l inicio de las políticas
de glasnost (transparencia), democratización y perestroika (reestructuración) económica, lideradas
por Gorbachov, ha dejado al
descubierto unas cuantas
acalladas verdades sobre el
sistema soviético y ha desatado al mismo tiempo numerosas tuerzas reprimidas. En
ningún área los resultados
han sido tan dramáticos como
en el ámbito de las relaciones
étnicas.
Los disturbios en Kazakhstan a fines de 1986, el conflicto armenio-azerbaijano respecto a Nagorno-Karabakh, la
presión de las repúblicas bálticas para el restablecimiento
de su soberanía, asi como las
múltiples demostraciones
protagonizadas por ¡os tártaros de Crimea y las siniestras
actividades del grupo ruso ultra-nacionalista Pamyat, son
tan sólo las más publicitadas
entre las manifestaciones recientes de perturbación que
las autoridades soviéticas llaman eufemísticamente "la
E
364
cuestión de las nacionalidades".
Desde que se liberalizara la
censura, la prensa soviética
también ha publicado una profusión de material muy franco
sobre este tema tradicionalmente delicado. Lo que emerge, después de años de optimistas evaluaciones oficiales,
es que el problema de las nacionalidades en la URSS es en
realidad complejo, agudo y
potencialmente explosivo.
Asi pues ¿qué está pasando y qué está en juego? ¿Se
trata de "nacionalistas" y "extremistas" que se aprovechan
de las políticas más liberales
de Gorbachov y causan todo
este trastorno? ¿O acaso el
problema es algo mucho más
serio y fundamental?
En Occidente, donde los
términos "Rusia" y "Unión Soviética" son muchas veces
erróneamente usados como
sinónimos, se olvida demasiado a menudo que la URSS es
el estado multinacional más
vasto del mundo y el último de
los grandes imperios. Los ru-
sos propiamente tales representan apenas el 50% de los
285 millones de habitantes de
la URSS, pero siguen siendo
con mucho la nación dominante.
Los actuales disturbios reflejan la divergencia entre teoría y práctica en la política
moscovita de nacionalidades.
La sola fuerza, como se dio
cuenta Lenin, no bastaba para
soldar el fragmentado imperio
ruso zarista o, como él lo llamaba, "prisión de naciones".
Por tanto, luego de la conquista militar, los no-rusos eran
atraídos mediante concesiones destinadas a ganar su
confianza y lealtad.
El implícito "contrato nacional" prometía a los no-rusos la calidad de estados soberanos, igualdad y plenos derechos culturales dentro de
una estructura federal soviética. Más aun, se desconocerla
el legado imperial ruso y se
prohibiría la rusificación. En
la práctica, sin embargo, fuera
de un corto periodo en la década del 20, este tácito arreglo
resultó ser de los labios para
afuera, al que los no-rusos se
referían escuetamente como
"los principios leninistas" de
la política soviética de nacionalidades.
Hasta una fecha reciente,
la discusión del problema de
las nacionalidades, en efecto,
estaba prohibida, se encarcelaba a los activistas no-rusos
y se seguía una política de rusificación que conllevaba la
imposición del idioma ruso a
MENSAJE N° 382 SEPTIEMBRE 1989
INTERNACIONAL
Las tensiones pueden volverse inmanejables
expensas de la lengua nativa,
junto con la exaltación de
todo lo ruso. De este modo, no
sólo todas las importantes tomas de decisión se concentraban en Moscú sino que las
lenguas, culturas e historias
de las naciones no-rusas eran
sometidas a fuertes presiones
asimilativas, camufladas tras
una retórica internacionalista.
El resultado fue que, mientras se negaba la existencia
de un problema de nacionalidades, cundfa el resentimiento y el desafecto entre los
pueblos no-rusos de la URSS.
De hecho, en los años 80 no
sólo ha habido signos de inquietud en algunas de las repúblicas sino que el problema
nacionalista ha llegado a
afectar la capacidad del
Kremlin para abordar los problemas claves en las esferas
económicas, sociopolfticas y
militares.
La glasnost libera al genio
Igual que en la segunda mitad de la década del 50, cuando se liberalizaron los controles a raíz de la parcial denuncia que Kruschev hizo de Stalin, los no-rusos bajo
Gorbachov y la glasnost han
MENSAJE N" 382 SEPTIEMBRE 1989
empezado a ventilar sus agravios y a pedir al Kremlin que
cumpla los términos del contrato nacionalista original en
que supuestamente se funda
la Unión Soviética.
Pero cuando Gorbachov
asumió el poder en marzo de
1985, su actitud inicial parece
haber sido la de evitar el tratamiento de la espinuda cuestión nacional a menos que lo
demandaran exigencias económicas. Inadvertidamente,
sin embargo, muy pronto él
hizo salir de su envase al genio de los nacionalistas no-rusos.
Después de embarcarse en
su campaña de reestructuración económica, el nuevo líder
soviético se dio cuenta de
que, a fin de movilizar tras él a
la heterogénea población soviética, necesitaba el apoyo
de la intelligentsia de la
URSS, en especial de los formadores de opinión: escritores, artistas y trabajadores de
las comunicaciones. Para ganárselos, comenzó a reducir la
censura y a soltar los controles de la vida cultural. Pero
poco a poco la glasnost empezó a adquirir una dinámica
propia y a extenderse desde
Moscú y Leningrado a las re-
públicas no-rusas.
Desde la partida, se hizo
evidente que los intelectuales
no-rusos tenían distintas preocupaciones y prioridades
que las de sus contrapartes
rusas. En el primer foro importante en que los no-rusos pudieron hablar claro —el 8 o
Congreso de Escritores Soviéticos celebrado en Moscú en
junio de 1986— manifestaron
inquietud sobre el desplazamiento de sus lenguas nativas por el idioma ruso y se
quejaron del control ejercido
por Moscú sobre la vida cultural de sus coterráneos. Algunos hasta usaron términos
como "chauvinismo de gran
potencia" y "desnacionalización". Por su parte, los más
francos de los representantes
rusos urgían la liberalización
de la censura y la publicación
de las obras de Pasternak y
Akhmatova.
Al principio la cuestión del
idioma se convirtió en el principal campo de batalla. Los
voceros no-rusos, muchos de
ellos escritores y poetas, no
rebatieron la necesidad práctica y eficaz de tener una Ungua franca en un estado multinacional que cubre la sexta
parte de la superficie de tierra
y donde viven unas cien nacionalidades diferentes. Lo que
objetaban era la manera insensible en que el idioma ruso
les habla sido impuesto por
obligación y no por persuasión, mientras las lenguas norusas eran tratadas como secundarías, provincianas y a la
larga, innecesarias. Los asuntos oficiales y del Partido, la
educación superior, la ciencia
y la tecnología quedaban ampliamente reservados al idioma ruso.
En diciembre de 1986, por
ejemplo, 28 intelectuales bielorrusos apelaron ante Gorbachov para que salvara a su nación, poblada por diez millones de habitantes, de "extinción espiritual". La rusificación de su república había lie365
INTERNACIONAL
gado tan lejos que quedaba
una sola escuela urbana donde se impartía enseñanza en
la lengua vernácula. Sus vecinos, los ucranianos, revelaron
que aunque ellos representaban el 73.6% de la población
de la república, que llegaba a
50 millones, el porcentaje de
escuelas ucranianas en las
ciudades importantes se había reducido a 16, y aproximadamente el 50% de los niños
de la república recibían enseñanza en escuelas y jardines
infantiles rusos.
Kazakhstan es también un
ejemplo decidor. Después de
los disturbios de Alma-Ata en
diciembre de 1986, Pravda
acusó a los patriotas kazakhs
de "egoísmo nacionalista"
porque querían que se abrieran más escuelas y parvularios kazakhs. Sin embargo,
posteriormente se reveló en la
prensa de Kazakhstan que en
1987 sólo un 6% del millón o
más de niños en establecimientos pre-escolares recibían enseñanza en su propio
idioma.
Junto con los bálticos, los
ucranianos y bielorrusos comenzaron a pedir salvaguardias constitucionales para reforzar y proteger el status de
sus idiomas nacionales. Esto
pronto adquirió proporciones
de exigencia para que se estableciera la lengua nativa
como el idioma oficial de la
respectiva república, como ya
era el caso en Georgia, Armenia y Azerbaizhan. Al principio, la respuesta tanto de
Moscú como de las autoridades locales del Partido fue negativa. Pero la presión aumentó, y a comienzos de 1989 las
fuerzas populares partidarias
de la renovación nacionalista
en las repúblicas bálticas habían logrado éxito y pavimentado el camino para otras.
Hay señales de que en Ucrania y Moldavia, y tal vez en
algunas otras repúblicas, las
autoridades se verán obligadas a ceder.
366
Ligado a éste, existe el problema de muchos millones de
no-rusos que viven fuera de
sus repúblicas en otras partes
de la URSS, y que hasta ahora
se han visto privados de elementos culturales básicos en
su propio idioma. Por ejemplo,
seis millones de ucranianos
que se han instalado en el Lejano Oriente soviético, en Kazakhstan, Rusia y Moldavia,
no han dispuesto de escuelas,
diarios o programas radiales
ucranianos desde la era de
Stalin. Condenados ellos mismos a la desnacionalización,
son potenciales agentes de la
rusificación.
Por otra parte, los casi 25
millones de rusos que viven
fuera de la Federación Rusa
no tienen dificultades. De hecho, el problema, desde el
punto de vista de los no-rusos,
es que la abrumadora mayoría
de estos rusos no se han dado
la molestia de aprender el
idioma local, y se comportan
a menudo como si las repúblicas nacionales fueran simples extensiones de su patria
rusa. No es de extrañar que
los no-rusos, especialmente
las pequeñas naciones bálticas y Moldavia, hayan tratado
de limitar el ingreso de rusos
a sus repúblicas y vean este
problema como un asunto de
supervivencia nacional.
Recuperando las historias
Una preocupación importante de los no-rusos ha sido
rescatar sus historias nacionales y asegurar la rehabilitación de prominentes figuras
culturales y políticas que fueron asesinadas, encarceladas
o desterradas durante las décadas anteriores del gobierno
soviético. La gravedad de la
injusticia cometida contra los
no-rusos en el ámbito historiográfico fue reconocida recientemente por el presidente del
Comité Estatal de la URSS
para la Educación Pública,
G. A. Yagodin. Hablando ante
el Congreso de educadores
soviéticos en diciembre de
1988, admitió que "los textos
sobre la historia de la URSS
siguen siendo en gran medida
los de la historia del pueblo
ruso y del sistema estatal
ruso".
Muy poco después se
anunció que las obras de historiadores monarquistas rusos, Karamazin, Solovyev y
Klyuchevsky —considerados
por los no-rusos como pilares
de la historiografía imperial
rusa— así como las de los autores rusos antisoviéticos Gumilev y Nabokov serían publicadas. Señalando estas concesiones a los rusos, los norusos redoblaron sus esfuerzos
para
lograr
la
rehabilitación de sus propios
historiadores y escritores
proscritos. Simultáneamente,
comenzaron a presionar para
que se suprimieran las "lagunas" de su historia.
Durante los últimos 18 meses, han realizado un buen
avance en la rectificación de
los hechos históricos. Los
ucranianos y los kazakhs, por
ejemplo, obtuvieron finalmente un reconocimiento oficial
de que millones de sus compatriotas fueron muertos por
hambre y terror como parte de
la despiadada campaña de colectivización emprendida por
Stalin a comienzos de la década del 30. Por su parte," los
bálticos han forzado a las autoridades a permitir la publicación del texto del Pacto Molotov-Ribbentrop y a discutir
la colusión nazi-socialista que
selló el destino de Estonia, Letonia y Lituania.
La religión es otro aspecto
importante de la cuestión de
las nacionalidades. El planteamiento más liberal del liderazgo de Gorbachov en este
plano ha beneficiado a algunos —aunque no a todos— de
los grupos religiosos de la
URSS. Los mayores beneficiarios han sido la Iglesia Ortodoxa Rusa y, en menor mediMENSAJE N" 382 SEPTIEMBRE 1989
INTERNACIONAL
da, la Iglesia Católica Lituana
y el Islam oficial. Sin embargo, al igual que la Iglesia Ortodoxa Autocéfala Ucraniana, la
Iglesia Católica Ucraniana
está aún proscrita y los llamados a que se legisle en su favor siguen cayendo en oídos
sordos. La presión contra el
Islam no oficial también se ha
mantenido, aunque las apelaciones a favor de un cambio
en la actitud oficial recién han
comenzado a aparecer en la
prensa soviética.
una celebración de 1.000 años
de la existencia del estado y
de la cultura "rusa". Este
planteamiento dio lugar a airadas cartas y protestas de
los ucranianos. En febrero de
1989 un sacerdote ucraniano,
el padre Bodan Mikhallechko,
rompió con la Iglesia Ortodoxa Rusa denunciando sus políticas contra la nación, y después de haber sido sacado de
su parroquia, formó un Grupo
de Iniciativa para la Restauración de la iglesia Ortodoxa
Autocéfala Ucraniana.
SOVIET UNION
MOSCO*
cide, por ejemplo, dónde deberán instalarse los reactores
nucleares o las plantas químicas. El desastre de Chernobyl,
las catastróficas consecuencias de la desecación del Mar
de Aral y el alarmante nivel de
polución, no sólo han sensibilizado de alguna manera a la
gente respecto a los asuntos
ecológicos, sino que además
han demostrado en forma
concluyente la impotencia de
las repúblicas ante los diktats
de los ministerios centrales.
Algunos voceros no-rusos han
comparado abiertamente los
ministerios en Moscú con las
corporaciones transnacionales. Los movimientos "verdes" y ecologistas han pro'iferado a través de la Unión Soviética. Los centro-asiáticos,
por ejemplo, han comenzado
a protestar respecto a las graves consecuencias del monocultivo de algodón que han
impuesto en sus repúblicas;
por su parte los ucranianos
han manifestado una fuerte
oposición pública a la expansión de energía nuclear en
Ucrania.
Soluciones fragmentarias
¿El milenio de quién?
El año pasado, las limitaciones del modificado planteamiento del Kremlin respecto a las religiones quedaron
demostradas en la forma en
que se celebró el milenio de la
Cristianización del antiguo estado de Kievan Rus'. Aunque
los rusos, los ucranianos y los
bielorrusos, según se dice, reciben su herencia histórica y
cultural de aquella organización política medieval, el aniversario fue descrito como
concerniente únicamente a
Rusia y no se reconoció ningún aspecto ucraniano o bielorruso. De hecho, aun Gorbachov y el entonces presidente
soviético Andrei GromyVo, saludaron el aniversario como
MENSAJE N" 382 SEPTIEMBRE 1988
Diversos autores del Asia
Central han señalado también
que mientras el Estado auspiciaba la pródiga celebración
del milenio de la "Ortodoxia
Rusa", muchas mezquitas seguían clausuradas o en ruinas
y los ataques en la prensa
contra el Islam no disminuían.
En febrero de este año, el creciente dogmatismo musulmán
se manifestó en una demostración en Tashkent contra el
jefe del Islam oficial en el Asia
Central Soviética, Gran Mufti
Babkanov, quien fue removido.
El otro problema importan:
te, de mucha preocupación
para los no-rusos es la protección del medio ambiente. Se
entrelaza con la cuestión étnica porque es Moscú el que de-
No obstante las crecientes
presiones de los no-rusos sobre una amplia gama de problemas, Moscú se negaba,
hasta el pasado verano, a reconocer la necesidad de revisar y alterar su política sobre
las nacionalidades. En vez de
eso, trató de aplacar las tensiones haciendo modestas
concesiones parciales en algunas de las repúblicas, tales
como establecer comisiones
republicanas sobre cuestiones étnicas, aliviar la inquietud respecto a algunas lenguas no-rusas y pedir mayor
discreción. Al llegar eJ verano
de 1987 se vio claramente que
eso no bastaría y que las cosas estaban llegando a su
punto culminante.
En la mayoría de las repúblicas las élites culturales ya
367
INTERNACIONAL
hablan demostrado que estaban decididas a tomar en serio la glasnost y la "democratización", y que la inyección
del "nuevo pensamiento" en
la política soviética de las nacionalidades constituía un requisito previo al éxito de estos
procesos. Personalidades culturales no-rusas altamente
respetadas como el autor
Chingiz Aitmatov de Kirgiz, el
escritor bielorruso Basil
Bykov y la poetisa armenia Silva Kaputikyan se pronunciaban a favor de los no-rusos en
la prensa central. Además, la
inquietud en las repúblicas
bálticas y sobre todo el conflicto armenio-azerbaijano sobre el disputado enclave de
Nagorno-Karabakh, habían dejado al descubierto los peligros para el Kremlin de tratar
simplemente de salir del paso.
La cuestión de Nagorno-Karabakh, después de todo, se
había ido enconando durante
décadas. Allá por 1966, Silva
Kaputikyan había advertido
que Moscú estaba exhibiendo
una "indiferencia impropia de
los líderes del pais hacia algunos de los problemas que perturban profundamente a nuestro pueblo". También había
advertido que "la historia está
llena de ejemplos de estados
multinacionales que se desintegran después de fracasar en
el manejo de sus problemas
de nacionalidades". Con razón, la distinguida poetisa armenia fue una de los dos delegados que se reunieron con
Gorbachov en febrero, en pleno conflicto sobre NagornoKarabakh, y quien, dos meses
más tarde cuando sus esperanzas se vieron frustradas,
dirigió una conmovedora carta a la intelligentsia rusa ex-
presando la decepción profunda de su nación por la forma
en que Moscú estaba manejando la crisis.
Pero lo que realmente impulsó las cosas fue el programa radical adoptado por las
asociaciones culturales esto368
nias en abril de 1987, y el surgimiento de movimientos patrióticos de masas en las repúblicas bálticas —los frentes populares en apoyo de la
reestructuración. Los estonios, seguidos por los letones
y más tarde por los lituanos
desplazaron el foco de las preocupaciones desde lo puramente cultural y ecológico hacia los problemas políticos y
económicos y sobre todo hacia la cuestión de restablecer
la soberanía de las repúblicas
no-rusas.
En la XIX Conferencia del
Partido en junio de 1988, otros
representantes no-rusos siguieron la iniciativa de los bálticos. Una cantidad de republicanos, dirigentes del Partido
instaron abiertamente a volver
a una forma más auténtica de
federación y pidieron el restablecimiento del contrato nacional. Tan vigorosa fue la posición asumida por los no-rusos en esa importante reunión, que algunas de sus
demandas fueron incorporadas en las resoluciones de la
conferencia. Se lograba asi un
punto de penetración: el liderazgo del Partido se vio obligado a ampliar los derechos
de las repúblicas no-rusas.
O eso parecía. Pese a esta
victoria de los no-rusos sobre
un principio crucial, el tironeo
entre Moscú y las repúblicas,
por decir lo menos, se ha intensificado. En octubre de
1988, el liderazgo de Gorbachov trató de abandonar las
posiciones adoptadas por la
XIX Conferencia del Partido,
por medio de la introducción
de enmiendas a la Constitución soviética las cuales, en
vez de realzar los derechos de
las repúblicas, de hecho los
habrían limitado.
Se produjo una importante
crisis constitucional. Fueron
los estonios quienes Mderaron
la oposición a estos regresivos cambios sosteniendo con
insolencia la "soberanía" de
su república. En noviembre se
llegó a una difícil transacción,
pero toda la experiencia habla
enturbiado la atmósfera.
Gorbachov ha anunciado
que el Partido realizará el verano del 89 un pleno especial
del Comité Central para proyectar el curso futuro de la política soviética de nacionalidades. Entretanto, los problemas y fuerzas arriba descritos
siguen creciendo en magnitud
y fortaleza. La agitación, en
una u otra forma, fermenta
desde Moldavia en el suroeste
de la URSS a Tadzhikistan en
la parte oriental del Asia Central soviética. La gravedad de
la situación y la posibilidad de
que el éxito o el fracaso de la
perestroika bien podrían depender de la forma en que el
problema de las nacionalidades sea manejado, parece haber producido un cambio al
menos en el tono utilizado del
Kremlin.
El 6 de enero de 1989, Gorbachov se reunió con los representantes de las élites culturales y científicas soviéticas. En su discurso pareció
salirse de su pauta para tranquilizar a los no-rusos en el
sentido de que ahora reconoce la necesidad de una actitud
más complaciente hacia ellos.
Al declararse contrario el concepto de "fusionar" nacionalidades, declaró que el Partido
"no puede permitir que desaparezca la más pequeña de
las naciones" ni "que se pierda el lenguaje del pueblo más
pequeño". Cuatro días más
tarde, el Comité Central del
Partido emitió un llamado dirigido al Partido y ai pueblo soviético donde aseguraba que
el próximo pleno sobre la
cuestión de las nacionalidades verla una considerable
expansión de los derechos de
las repúblicas" y el fortalecimiento de sus soberanías.
Gorbachov también ha prometido una nueva ley sobre las
lenguas destinada a ofrecer
protección a los idiomas norusos.
MENSAJE N ' 382 SEPTIEMBRE 1989
INTEBNACIONAL
Sin embargo, mucho de lo
que Gorbachov y la dirección
del Partido han estado diciendo sigue siendo vago y ambiguo. El llamado del Comité
Central, por ejemplo, expone
la consigna de "un centro
fuerte y repúblicas fuertes"
como el principio fundamental de reforma en la esfera de
la nacionalidad, aunque esto
parecería ser una contradicción en los términos.
Mientras tanto, el debate
sobre la futura dirección de la
política de nacionalidades se
ha ido intensificando. Numerosos rusos han reconocido
ahora públicamente que la relación todavía esencialmente
imperialista entre los rusos y
los no-rusos debe ser revisada, y a estos últimos hay que
ofrecerles un nuevo trato.
Esta "reestructuración psicológica", sin embargo, parece no haber llegado al Kremlin. El proyecto de programa
para la autonomía económica
MENSAJE N" 382 SEPTIEMBRE 19B9
republicana que fue revelado
en marzo preveía que lasrrepúblicas recibirían sólo un control limitado sobre sus presupuestos y Moscú mantendría
el control sobre la mayor parte
de la industria pesada. Igualmente decidor fue el hecho,
anunciado el 8 de abril por Radio Moscú, de que una comisión especial de trabajo del
Soviet Supremo de la URSS
había rechazado las demandas de no-rusos de un nuevo
tratado de asociación que procuraría una nueva base para
las relaciones entre las repúblicas y Moscú.
Durante la primavera, dos
hechos adicionales evidenciaron que mientras Moscú seguía postergando y ofreciendo disposiciones a medias, el
problema nacionalista se hacia aun más complejo y explosivo. Los resultados de la
elección de marzo confirmaron nuevamente la fuerza de
los movimentos nacionales en
el Báltico y la creciente radi-
calización y frustración en
Ucrania, Moldavia y otras repúblicas. Al mes siguiente,
otra crisis de envergadura estalló en el ámbito de las nacionalidades, esta vez en Georgia. El 9 de abril se enviaron
tropas contra ios que protestaban en Tbilisi, con un saldo
de por lo menos 19 muertos.
El punto crucial es sí Gorbachov y su equipo podrán
evaluar la actual explosión
primaveral en las naciones regidas por el Soviet —aunque
no enteramente sovietizadas— en su verdadero significado y enfrentarse a las nuevas realidades. Los no-rusos
se han galvanizado y en algunos casos marchan hacia la
ruptura. O se restablece en alguna forma el contrato nacional, o las tensiones en el inquieto imperio soviético pueden volverse inmanejables. La
conservación del imperio y la
"democratización" son incompatibles y Moscú no podrá tener ambas cosas. \m
369
Descargar