Septiembre 2009

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EL FARO
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Septiembre 2009
SEPTIEMBRE 2009
PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 7
El Mercado de San Antonio
JOSÉ
LUPIÁÑEZ
Con su ya épico y húmedo calor, Barcelona reluce bajo el sol de agosto y nos
acoge besándonos en la frente, a modo
de saludo, con ósculo latino… Ya estamos de nuevo en ella, en su atmósfera,
en sus manos, en el mismo corazón de
su nombre. Ya podemos perdernos por
sus calles, mirar fachadas, recorrer iglesias o jardines y, lo que es mejor: asomarnos a los rostros, a las almas que la
habitan y le dan ese perfil de urbe mestiza y políglota. Grises, verdes, negros,
cristales, diversidad, vértigo, junto al
mar, desde donde el Descubridor señala con su brazo en alto un más allá,
que parece servirle de lema a la ciudad
y a sus gentes.
A Barcelona se la puede observar
desde muchos lugares diferentes, pero
seguro que casi todos coinciden, una
vez ponderadas las distintas posibilidades, en que el mejor de ellos es acaso el
enclave del viejo parque de atracciones
del Tibidabo, que se yergue en una
montaña de la sierra de Collserola. El
lugar en el que se supone fue tentado
Cristo por el Diablo, de ahí la expresión latina tibi dabo (te daré) que conforma su nombre: Todo esto te daré, si
postrado ante mí me adorases, que se nos
decía en el Evangelio. Desde allí se domina un paisaje que no deja indiferente
a nadie, con la ciudad enorme tendida,
desplegando su magnitud frente al Mediterráneo, que nos permite ver sus caras múltiples y sus mundos internos.
Porque en realidad son tres las realidades que la componen, como muy bien
señala Robert Hughes en el libro que le
dedica, y que titula sobriamente Barcelona, publicado en Nueva York en 1992.
En él expresa a través de una prosa sabia y jugosa, su particular devoción por
la gran hechicera, a la que consagra su tratado minucioso y ameno, ofreciéndonos las páginas memorables de su homenaje sentimental a la ciudad, o a
las ciudades que la integran. "Barcelona -escribe- es en realidad tres ciudades de carácter claramente diferencia-
EL MERCADO DE SAN ANTONIO EN BARCELONA
do: la más moderna encierra una segunda más antigua, en el seno de la cual se
alza la más arcaica de las tres." Es decir: la del cinturón exterior, que es industrial, desordenada y obrera, con autovías y bloques para los trabajadores,
mayormente del sur, que inmigraron a
mediados de la década de los cuarenta,
en los tiempos más duros de la postguerra. Dentro de ese perímetro, el
enorme territorio del Eixample de
Cerdà, cuadriculado, racional, muy siglo XIX, extendiéndose hacia la costa.
E inserto, a su vez, en esa geometría
del Ensanche, en esa disciplina de calles y avenidas, el bellísimo entorno de
la Ciudad Vieja, la Barcelona gótica, íntima y artística; el laberinto de callejas
estrechas y rincones sorprendentes que
todavía nos sigue mostrando su edad y
su misterio.
Así como Hughes tuvo su llave de la
ciudad a través del escultor Xavier
Corberó, yo también he encontrado,
esta vez, la mía a través de mi amigo, el
cineasta Manuel Pelaz, que está rodando un documental desde hace meses
sobre el Mercado de San Antonio. "Las
hordas de arquitectos municipales -me
decía- quieren remozarlo, y mucho me
temo que acaben vilipendiándolo, con
FOTO: SILVIA ABARCA
esa obsesión por destacar y ser líderes
en el terreno de la globalización". En
pleno corazón de Barcelona, junto al
hoy más cosmopolita y variopinto barrio del Raval, desde La Miranda, Manuel observa el Mercado y se deja embrujar por lo que es y por lo que representa: el modelo de un tiempo que pasó,
sí, pero que puede conservarse, que
puede seguir conviviendo con este otro
de ahora, por más ingrato e implacable
que sea. Y baja hasta él desde su atalaya
y lo persigue, va detrás de ese tiempo
que se expresa en las luces de su interior, para descubrirnos a través de sus
fotogramas aquella lentitud, aquella
belleza, confinadas en ese cofre de vidas y de historias. Yo sé que el Mercado se le va revelando, bajo el patronazgo protector de San Antonio, en sus
rincones escondidos, en las telas de arañas que gobiernan las volutas de las altas columnas de hierro, mordidas por
la herrumbre, y a las que alguna vez se
abraza; en la mucha vida, en fin, que
palpita allí dentro, y que ha acabado por
prenderlo en sus redes. Él quiere, digo,
antes que se deforme la figura que todavía conserva y la verdad que aún se
ve en su estructura y en sus muros escritos por el tiempo y la intemperie,
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Cultura/Viajes
EL CINEASTA
MANUEL
POLS PELÁZ
EN LA MIRANDA
(BARCELONA)
AGOSTO 2009.
ABAJO
PANORAMA
DEL MERCADO
DE LIBROS
DE SAN
ANTONIO
UN DOMINGO
POR LA
MAÑANA
FOTOS:
SILVIA
ABARCA
dejarnos memoria de su realidad esencial, que
sabe traducir como nadie con el misticismo de
su mirada y la mágica exploración de su cámara.
Por eso está atento a toda la actividad que se
genera en torno al Mercado de San Antonio,
porque es un mercado cambiante y
caleidoscópico, en el que se venden carnes y
pescados y frutas o verduras que llenan de
colores vibrantes sus sombras por el día; o se
venden ropas y prendas en los Encantes, bajo
las marquesinas externas que lo rodean, una
vez se han bajado los inmensos toldos verdes
que protegen su interior del sol y del viento; y
que los domingos se convierte en un gran bazar de libros viejos y de ocasión, a donde todos hemos acudido para adquirir novelas en
ediciones de lance o estampas o fotos o música y cromos de otro tiempo, de un tiempo que
casi sigue ahí palpitando al alcance de nuestras
manos, a cambio de unos pocos euros. El domingo el Mercado lo es de libros y de revistas,
de colecciones de sellos o de papel moneda y,
desde muy temprano, se inicia el ritual con una
procesión de carros, algunos centenarios que,
casi al amanecer, se van acercando ruidosamente desde las calles adyacentes, arrastrados por
sus dueños tan de mañana porque quieren ir
preparando con la antelación y el mimo necesarios la mercancía del conocimiento. Allí sí
que coinciden vida, literatura y comercio, como
en muy pocos lugares de España y ese encuen-
tro es una fiesta hasta para la sensibilidad del
más ajeno; una fiesta que algunos quieren ir
clausurando por mor de la modernidad y de
las reformas.
El viejo Mercado de San Antonio (18761882) de Antoni Rovira i Trias, se construyó
con la intervención del ingeniero más experto
en estructuras estáticas de hierro que había en
la Barcelona de finales del XIX, Josep Cornet
y Mas, y es el único del Ensanche que se alza
en el lugar predeterminado inicialmente en el
proyecto de Cerdà. Forman sus dos naves una
equis en diagonal, encima de la cual se alza un
cimborrio octogonal, con grandes ventanas en
arco románico que iluminan el interior y es, en
palabras de Hughes, "un nódulo de vida y detalle; su sobria ornamentación de hierro -las
volutas de fundición en los paneles alrededor
de las ventanas más estrechas y el elegante
moldeado de la estructura metálica de las enormes, casi eclesiásticas, ventanas que hay sobre
las entradas de las esquinas- realza la construcción estructural de las naves y actúa como transición hacia el bullicio de la vida del mercado,
sus ruidos, sus conversaciones, el color de los
productos y el resplandor de las luces".
Yo creo que esa equis marca con acento libresco
e imaginativo el tejido espiritual de ese corazón
de la urbe; es una cruz que gira y atrapa, aunque
parezca estar inmóvil en el barrio, le comentaba
a Manuel. Y le decía que para mí es una cruz
energética, una suerte de hélice que da vueltas
y expande sus enigmas y sus leyendas, al tiempo que convoca a todos aquellos que cada
domingo acuden deseosos de recibir el recado
de la Literatura y del arte. Lo he visitado en
estos días y me he confundido con las gentes
que buscaban el libro raro o la estampa olvidada, pero también el último videojuego o la
película en oferta. Lo audiovisual va comiendo, aquí también, cada vez más terreno a lo
impreso. Pero no cabe duda de que, la mañana
de los domingos, en Barcelona, todavía queda
un reducto para hojear novelas o curiosear
entre los montones de periódicos o publicaciones de toda especie, que nos devuelven a
aquella otra actualidad de hace décadas, con la
que es posible conectar desde este ahora inquietante de cambios y de incertidumbres.
Manuel Pelaz está contando todo esto, y está
hablando con los tenderos y con los comerciantes, con los clientes habituales y con los
visitantes que lo gozan cautivos del color y sus
sombras, para darnos cumplida noticia de esta
joya escondida que algunos descubrimos cuando nos iniciábamos en la Literatura y en San
Antonio nos dábamos de bruces con los grandes maestros que fueron moldeando nuestra
sensibilidad y que nos empujaban con la belleza de su prosa o el lirismo de sus versos a ese
inmenso, necesario e impredecible mar de las
historias y de las emociones.
EL FARO
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Cultura/Poesía
EL POETA JEREZANO EMILIO ROSALES, AUTOR DE OYE AL VIENTO CANTAR
Escuchar al viento
MAURICIO
GIL CANO
Oye al viento cantar es el tercer libro de
poesía que publica Emilio Rosales (Jerez
de la Frontera, 1960), doctor en Filosofía y profesor de Estética en la Facultad de Comunicación de Sevilla, además de autor de diversos ensayos. Se
trata de un poemario profundo, trazado con grave sencillez expresiva, que
parte de una tristísima certeza inicial en
la que el poeta, sin embargo, se niega a
renunciar al misterio. Escuchar al viento, aunque su canto horade heridas de
difícil cicatriz, es sin embargo un íntimo privilegio. No sólo el viento, todo
el volumen lo vertebra cierta especial
sensibilidad hacia la naturaleza, una actitud contemplativa de la belleza que
hace posible la reflexión existencial y
una nueva invocación de lo sagrado. El
paisaje estéril de la muerte lleva al poeta a compararse con un cuervo. Compañero del viento, por cuanto afirma
su libertad, sobrevolará la impotencia
ante el dolor y construirá un dios personal: "¿Qué temes, alma mía,/ signo
errante,/ si tu dios es el viento/ que
golpea en los muros/ y salta los cercados?". El réquiem "Vosotros que veláis"
contiene la impotencia ante la realidad
atroz de la muerte. Son versos de rabia:
"Doy gracias porque nunca/ he tenido
su fe/ ni he comido su pan/ ni he bebido su vino". También de esperanza,
reflejada en una culminante acción de
gracias a la diosa del amor. El poema
plantea las circunstancias de inicio de
la aventura espiritual que susurra el
viento en su cantar. Tras este texto estremecedor y otros que le siguen de
sombría amargura, hay una toma de
conciencia de la voz lírica -"Por todos
los que dudan has venido a cantar"-, que
implica "la salvación por el amor". El
autor eleva una afirmación de lo sagrado que es irrenunciable y pertenece al
individuo; libera símbolos cristianos de
su contexto doctrinal para dotarlos de
contenido humano: "que ella tome tu
sexo/ desnudo como un trozo/ de pan
entre los labios".
Los textos del segundo apartado del
libro, "Otros poemas", como se indica
en las notas que epilogan el volumen,
"nacieron de circunstancias concretas".
El poema "Lo puro y lo impuro" constituye una emblemática defensa de la
libertad de amar a personas del mismo
sexo frente a la condena de las jerar-
quías católicas, con versos demoledores:
"El roce más oscuro/ del amante es
hermoso,/ el gesto más obsceno./ Y
es sagrado,/ como nunca lo han sido/
ni el dolor de su Dios/ ni las piedras/
que sostienen sus templos". El autor
indica que, en éste y otros casos que
reseña, "la acción poética, en su búsqueda del sentido de las palabras, es por
sí misma una acción política". Poesía
comprometida, por tanto, que clama
contra la perversión del lenguaje por
aquellos que ejercen el poder.
Oye al viento cantar se imprimió en los
talleres de la imprenta Kadmos de
Salamanca el día 19 de noviembre de
2008. Está editado por Renacimiento.
Con este título, Emilio Rosales ahonda
en su personal indagación poética desde una concepción romántica que
subjetiviza la naturaleza para dar cabida al pensamiento crítico y aflorar en
rebeldía. El discurso íntimo de Rosales
se sabe comprometido con la libertad
del hombre y su derecho a ser "feliz porque ama". En su decir, hay un modo de
hablar a los espejos y al corazón que
enlaza con el Machado de Soledades y el
Juan Ramón de Arias tristes.
EL FARO
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Cultura/Poesía
DIVERSAS FOTOGRAFÍAS
DE LA POETISA
JAPONESA AKIKO YOSANO,
CONOCIDA EN SU PAÍS
COMO LA POETA
DE LA PASIÓN,
Y PORTADA DE LA
EDICIÓN DE JOSÉ MARÍA
BERMEJO, QUE NOS
OFRECE UNA SELECCIÓN DE
TEXTOS DE LA AUTORA,
RECIENTEMENTE
TRADUCIDOS
AL CASTELLANO
La dama del pelo revuelto
ANTONIO
COSTA
GÓMEZ
José María Bermejo acaba de publicar
una antología en español de la poetisa japonesa Akiko Yosano, con el título de
Poeta de la pasión. Su libro principal es Pelo
revuelto, y ese título tiene un montón de
sugerencias apasionadas. Fue en su país
en donde comenzaron a llamarla "poeta
de la pasión". Muy pronto se dio a conocer como una rebelde, que defendió la
emancipación de la mujer, y que cantó al
amor en versos rupturistas, alejados de
las rigideces clásicas.
"De los innumerables escalones/que
conducen a mi corazón/ el subió tan
sólo/ quizás dos o tres". Está pidiendo
que alguien ponga su vida, que vea de
verdad su corazón. Que se arroje a lo desmedido de su corazón. Que dé un salto.
Y las mujeres, igual que las montañas, van
a moverse. En otro tiempo fueron activas entre llamas, y ahora duermen. Pero
de nuevo van a despertarse y moverse. Se
van a romper las coacciones sociales, las
rigideces. Y van a traer su pasión.
En un poema bellísimo, Yosano habla
de entrar en los sueños de alguien. "Puedo entregarme a ella/ en sus sueños/
murmurándole sus propios poemas/ al
oído/ mientras duerme a mi lado". El
estar dormido como fervor y apasionamiento. La poesía como decirle a alguien
sus latidos. La poesía como apasionamiento. La forma de llegar a alguien de verdad, de vivir con ella lo supremo. Igual
que la luna con Endimión, o el caballo
con la mujer de Fussli, el amante entra en
los sueños de la amada, y toca su intimidad. Como Castel en la novela de Sábato
llega a María mediante una visión en un
cuadro.
Pero lo propio de Yosano es el sentir
incontrolable, el que nos da la nostalgia.
El anhelo como visión: "¿Será porque
siempre anhelas, corazón, / que siempre
enciendo una lámpara/ en el naranja del
ocaso". La lámpara es el alma, la intimidad. Y se enciende en el mundo naranja.
Cuando el mundo se pone apasionado.
El anhelo, como en Cernuda, dibuja el
territorio sin límites, la plenitud. Y pide
que el universo se transmute.
"Dulce y triste/ como un amor sobrecogido/ por largos suspiros/ de lo profundo de un sauce/ poco a poco/ va saliendo la luna". El amor nos otorga experiencias sutiles. Y capta los espectáculos
mágicos de la naturaleza. Por el amor
pulsamos el latido de la naturaleza. El
amor ahonda nuestro sentir, nos hace videntes.
Y de repente llega lo prodigioso. La
pasión hace que se liberen todas las maravillas. "Viniste al fin, y por eso/ dejé ir a
las libélulas/ que conservaba cautivas/
entre mis cinco dedos/ este atardecer de
otoño". Con su estilo sintético, en que
cada palabra está repleta de resonancias,
Yosano expone el milagro del encuentro
apasionado. Como se liberan las libélulas
escondidas. Tenemos, de modo mucho
más elusivo, las mariposas que rodean a
los personajes de García Márquez. Viniste al fin, dice. Con eso sugiere lo más anhelado, lo más esperado, lo definitivo. Y
las libélulas se sueltan igual que las notas
del arpa de Bécquer. La pasión es la
genialidad, es que la vida toda muestre lo
que lleva oculto. Y eso ocurre en los momentos de transición misteriosa, como el
atardecer. En las horas límite. Cuando
apunta la gracia. Las libélulas son el espíritu, lo invisible. Lo inefable. Todo queda
dicho con palabras condensadas, repletas de perfumes. Las palabras recobran
sus poderes invocadores y nos transforman el mundo. Con Yosano, la pasión muestra su poder de revelarnos el mundo.
EL FARO
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Cultura/Poesía
Una llama en París
CONSUELO DE ARCO
Llegó en 1970 a París. Estudió Filosofía y
Literatura Comparada en la Universidad de
París. Ha publicado los libros Transmigración,
Aparición de Nazca, Pestañeo de la nada. Todos
ellos traducidos por el gran hispanista Claude
Couffon. Laura Restrepo escribió un reportaje sobre él en Babelia.
Vemos el realismo mágico de un poeta peruano. Fue de Perú a París tras las huellas de
César Vallejo. Es un hombre lleno de vigor,
tranquilo, Alejandro Calderón, nuestro poeta
en París. No se le da audacia, se le nota quietud. De repente suena el móvil, su voz es apresurada, atiende a la persona interesada en alojarse en el hotel Esmeralda. Sorprende su
hablar francés casi perfecto, son 28 años de
hablarlo. Conoce muy bien el París de ahora,
ése que atrapa con sus puentes sobre el Sena,
obsesivo, hermoso, donde la lluvia tiene el
color de la plata, donde el amor es libre y puro
como el de Abelardo y Eloísa. Motivos suficientes para seguir en esta inspiradora ciudad.
Alejandro tiene en su alma literaria muchos
poemarios, tan transparentes para quien hizo
de su ser un prisma.
Llena de sentimiento por nuestra Sudamérica
le pregunto si piensa regresar a Arequipa, sonríe y calla. De repente habla de sus autores predilectos, entre ellos César Vallejo, Julio
Cortázar. Con entusiasmo nos dice dónde están sus tumbas, en Montparnasse. Yo vi que él
sintió una alegría inmensa al saber dónde que-
daba la casa de Henry Miller, y con dolor nos
contestó que él había estado en la misma calle
el mismo día. Nos habla de su nuevo libro.
La luz quieta y voluptuosa de una lámpara
de antaño alumbra su rostro amable y lleno de
ilusión mágica. Y nos enseña sus últimos poemas.
En "Prisma" habla de un puente entre la alegría y la tristeza, algo que desune pero el puente está ahí para unir. En "Centella" es como
algo que quiere alcanzar y no puede, algo que
está y no está, o sea, lo que es una cortina de
humo. Es como un presente que pasa a un
pasado centelleante. En "Aves" se ve intranquilidad, desasosiego, miedo, pero a la vez sueños. Sorprende y desconcierta el encabalgamiento en todos los versos, lo que muestra una
inquietud continua. En "Enigma" habla de lo
pasajero, lo que queda en ceniza, todo es oropel. Salta a la luz que sus versos son vallejianos,
porque utiliza palabras desconcertantes,
inusuales en un poema, como nabo, fibra, carbón, encía. En "Souvenir" denota oscuridad,
soledad, inquietud, pero también refleja esperanza en el mañana rodeado de amor maravilloso, "reflejo del deseo, centella del espíritu".
"Tiempo" denota osadía, poca sangre, rudeza, burlándose de la muerte, y juega con ese
tiempo que pasa inexorablemente. "Corres sin
cesar tras el cristal/ que raptó la élite del tiempo". Nos despedimos de la llama que peregrinó a París en busca de "las zanjas oscuras en el
rostro más fiero".
ALEJANDRO CALDERÓN Y
CONSUELO DE ARCO EN
PARÍS.
LA LUZ QUIETA Y
VOLUPTUOSA DE UNA
LÁMPARA DE ANTAÑO
ALUMBRA SU ROSTRO
AMABLE Y LLENO DE
ILUSIÓN MÁGICA. Y NOS
ENSEÑA SUS ÚLTIMOS
POEMAS
Orillas que se miran
Hay personas que viven con vocación
de acogida. Las hay que son como un
lugar de encuentro. Y qué mejor ocasión para decir que Paloma Fernández
Gomá, madrileña de 1953, pero residente en Algeciras desde 1969, se ha
convertido sin duda, para muchas de
las voces poéticas dispersas a uno y otro
lado del Estrecho, en patria de acogida,
en lugar de comunión y encuentro. Tuve
conciencia cierta de ello cuando nos
convocó a muchos de los que tenemos
la experiencia diáfana de su generosidad en aquella hermosa antología que
lleva el título de Arribar a la Bahía, subtitulada Encuentro de poetas en el 2000, que
ella misma coordinó y difundió como
la buena semilla por los cuatro puntos
de nuestra geografía. Desde entonces
se ha investido como una gran aglutinante de voluntades poéticas y somos
muchos los que podemos dar fe de la
generosidad y apertura de miras con que
nos ha acogido en el reino del verbo
ungido, deslumbrante y revelador del
universo poético. Paloma Fernández
Gomá pareciera una descendiente de
aquellos califas árabes andalusíes que
daban asilo en sus reinos a cuantos
poetas venían huyendo de otros en los
que eran perseguidos o habían caído en
desgracia, cuando no habían perdido su
patria a manos de los ejércitos cristianos.
Somos muchos los que sabemos de
su obra literaria, (más rica y fecunda en
verso, menos abundante, aunque nunca desdeñable en la prosa) y muchos
también los que conocemos la fecunda
labor que ha venido desarrollando tanto en la Asociación de Mujeres Progresistas "Victoria Kent" de Algeciras
como en su labor de asesora literaria
del Instituto Transfronterizo del Estrecho de Gibraltar. Una de las obras predilectas de esta última etapa de su vida
es, sin duda, la revista "Tres Orillas" que
ella dirige con gran sabiduría y acierto,
en la que ha venido a reunir las mejores
voces literarias residentes a uno y otro
lado del Estrecho. Paloma Fernández
Gomá se ha convertido así en
abanderada de una causa tan justa como
necesaria, siguiendo el camino iniciado
por otros escritores de digna mención
y feliz memoria como Trina Mercader
o Jacinto López Gorgé, ambos de una
vocación tan integradora como la suya.
Nunca hubo razones para el recelo y la
desconfianza entre las dos orillas del
Estrecho, sí unas lenguas y unas culturas que estaban llamadas a entenderse,
a mirarse de frente y no a vivir de es-
JOSÉ
ANTONIO
SÁEZ
EL FARO
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Cultura/Poesía
PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ
ACERCANDO ORILLAS, LIBRO EN EL QUE SU VOZ SE ABRE NUEVAMENTE AL
HERMANAMIENTO, A LA COMUNIÓN DE VOCES Y GEOGRAFÍAS APENAS SEPARADAS POR UNA
FRANJA DE MAR QUE NO IMPIDE LA VISIÓN DEL OTRO
paldas. A esa tarea de encuentro viene dedicando Paloma Fernández Gomá muchos de
sus mejores esfuerzos, con entusiasmo, voluntad y constancia envidiables. Sin duda es persona que cree en lo que hace y ahí están los
frutos de sus desvelos, en cuantas empresas
nos propone y a las que no dudamos en sumarnos las voces de uno y otro lado de un
mar que se extingue y un océano que nace, allí
donde se ubicaron las columnas de Hércules.
Como no podía ser de otra manera, toda esta
envolvente marea habría de fructificar en su
obra poética, y en los últimos años Paloma
Fernández Gomá está viendo crecer su poesía
con el aliento vivificante de su inquebrantable
voluntad a favor de una causa tan noble como
justa y necesaria, así como de una experiencia
forjada en hacer visible e inteligible para los
demás su decidido empeño. De ahí que en sus
más recientes entregas, el lector que ha venido
siguiendo su obra encuentra esos signos que
la identifican como una abanderada de la causa espiritual que defiende y a la que tantos afanes dedica. En este ancho río, en esa generosa
corriente, en ese decidido empeño suyo hay
que ubicar un libro como Acercando orillas, su
más reciente entrega poética, donde su voz se
abre nuevamente al hermanamiento, a la comunión de voces y geografías apenas separadas por una franja de mar que no impide la
visión del otro. En el Estrecho, la roca de Gibraltar es un animal mitológico que bosteza al
amanecer arrojándose sobre las aguas de la
bahía, al par que se despereza. No es barrera
ni amenaza, que resulta bastión de acogida de
un continente alfombrado con la piel de un
toro, cuna de culturas, mitos y mercaderes que
surcaron sus costas fundando colonias con las
que comerciar. Venían de las tierras de oriente
donde crecen los cedros y de ellos saben bien las
costas de este sur que al presente habitamos.
Paloma Fernández Gomá ha bebido con sabiduría y acierto en los poetas andalusíes, como
invocándolos para inspirarse en su aliento y
hacerse merecedora de contribuir a la más alta
misión a que se siente llamada. "Calle del
Agua" es la primera parte de un libro donde se
van dando la mano los textos que unen voluntades a ambos lados del mar. El lector podrá
encontrar en ellos significados nombres de las
letras del norte de África, vinculados a una
geografía de belleza y esplendor a la que tan
cercanos nos sentimos: Fez, Larache y Tetuán
se dan la mano con Algeciras y proyectan su
esbelta sombra sobre las dunas cercanas a
Baelo Claudia, la ciudad romana erigida junto
al mar. Plazas, zocos y mercados, ríos de encuentro, cielos y palomas que se arrullan, casas donde la cal y el azul copulan en haces de
luz vivísima, en franjas de un límpido mar para
el abrazo. Por allí pasea sus ojos Paloma Fernández Gomá y recorre lugares con el alma en
un hilo, como sobrecogida ante tanta belleza,
sabiéndose descendiente de unas gentes que
un día no tan lejano convivieron sobre el solar
de al-Andalus.
Una segunda parte titulada "Ángeles del desierto" aglutina unos textos por donde vemos
pasar el desierto y las ciudades señeras de
Marruecos en las cuales se hace más evidente
y visible la presencia española. La nostalgia del
sur de nuestro país habita en el corazón de
unas gentes que aún viven en la esperanza del
reencuentro. Y también sus escritores, la voz
esencial de los que no tienen voz, de quienes
no aciertan a expresar la nostalgia que embarga el espíritu, la desazón que lo anega… De
nuevo, caminos que pueden llevar al cualquier
parte, bastiones, ríos, ciudades, árboles y paisajes, playas y desembarcos que, junto a ángeles del desierto, pueblan unas páginas donde
la belleza se esconde detrás de cada palabra,
un verbo que aúna voluntades, convoca y sobrecoge por su gran poder de evocación.
"Única presencia" recoge tres textos que vienen a desvelar el sentido último de un libro
singular y atrayente. Sus títulos: "Desde la
amistad", "Única ausencia" y "Al-Andalus" no
pueden resultar sino reveladores del espíritu
que anima el poemario que comentamos. Bajo
ese aliento de comunión intercultural, de tolerancia y diversidad nos deja Paloma Fernández Gomá sumidos en la reflexión y los aromas de un reencuentro a que estamos convocados quienes vivimos a uno y otro lado del
mar que une y no separa.
EL FARO
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Septiembre 2009
Cultura/Viajes
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
HUYENDO DE LOS EFECTOS REVOLUCIONARIOS DE LA GLORIOSA,
QUE LE ES HOSTIL, GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER SE REFUGIA EN
NOVIERCAS, EN EL NÚMERO 27 DE LA CALLE DEL MORAL: UNA CASA
SÓRDIDA, DE DOBLE PLANTA
Una casa en Noviercas
ANTONIO
ENRIQUE
Es Noviercas una de tantas aldeas, en
tierras sorianas, con el sagrado
Moncayo al fondo, que poco pueden
decir al viajero que transite en dirección
a Ágreda. Su silueta en el horizonte se
muestra, no obstante, inequívoca: un
alto torreón cuadrangular y la torre de
su iglesia a unos cien metros; el caserío,
al pie de ambos, apenas si de lejos se
percibe por lo minúsculo y espaciado,
todo ello sobre una colina donde en
verano el sol refulge sobre las mieses
que la circundan, creando una flama que
desvirtúa los perfiles. Y sin embargo,
estamos ante uno de los enclaves literarios españoles de mayor y más
estremecedora significación humana.
Los hechos fueron así, los hechos
escuetos. Estamos en 1868, otoño.
Huyendo de los efectos revolucionarios
de la Gloriosa, que le es hostil, Gustavo Adolfo Bécquer se refugia en
Noviercas, en el número 27 de la calle
del Moral: una casa sórdida, de doble
planta, una ventana en la baja, dos en la
primera, y otra en el sobrado, bajo el
tejado con chimenea a la derecha, según se mira. La puerta, adintelada y rús-
tica, queda bajo la vertical de la chimenea, la ventana del sobrado y una de las
ventanas de la primera planta: casa de
piedra, angosta, primitivísima, sombría.
Delante de la casa, donde hoy transcurre la calle, había un huerto. En este
huerto es fama que Casta Esteban, esposa de Gustavo Adolfo, faenaba con
el azadón las horas que las tareas domésticas le dejaban libre. Apoyado en
el flanco derecho de la casa, había un
muro haciendo escuadra, y tras él un
corral. Tras de su puerta, Gustavo Adolfo, avisado de que, en su ausencia, Casta recibe a un hombre, acecha, aprovechando que ha salido de madrugada con
su hermano Valeriano, volviéndose después sin que nadie le viera. Y allí oculto
tras la puerta, ve, en efecto, que un hombre llama a la puerta de la casa, se le
franquea, y Casta y el hombre se besan
en el mismo umbral. No es una leyenda, ni un melodrama, es la página amarga de aquel poeta que fue acusado -por
Valera, nada menos- de escribir
"suspirillos germánicos". Un hombre,
en fin, atormentado, como tantos otros
cuyo talento crea disparidad con la vida.
Pero que supo, a diferencia de todos
ellos, sus contemporáneos, poner la
poesía al alcance del hombre de las
multitudes y, simultáneamente, abrir la
perspectiva al simbolismo, del que nace
toda la poesía posterior… Esto, y las
secuelas derivadas de la sífilis, que padeció.
El hombre es Hilarión Borobia, el
novio que Casta dejó para casarse con
Gustavo Adolfo en mayo de1861; hombre corpulento, irascible, espeso, bronco. Le ha seguido a Casta a Madrid,
convirtiéndola en obsesión de su vida.
Hilarión reta a Gustavo Adolfo en la
plaza del pueblo y por poco no le mata.
Acto seguido, allí en Noviercas mismo,
Gustavo Adolfo abandona a Casta junto con los dos hijos mayores de ambos; el pequeño, nacido en diciembre
de ese mismo año de 1868, se queda
con Casta. No volverán a encontrarse
hasta que Gustavo Adolfo esté próximo a morir en 1870, en el piso de
Claudio Coello, en Madrid. De los tres
hijos que tuvieron, Gregorio terminará, con el tiempo, en la cárcel, acusado
de robar para mantener a su propia fa-
EL FARO
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Septiembre 2009
Cultura/Viajes
PANORAMA DE NOVIERCAS, PUEBLO NATAL DE CASTA ESTEBAN, ESPOSA DE BÉCQUER, HIJA DEL MONCAYO, IGUAL QUE LA MACHADIANA
LEONOR, NACIDA EN EL CERCANO ALMENARES. (¿QUÉ TIENEN LAS HIJAS DEL MONCAYO, QUE ENAMORAN A LOS POETAS ANDALUCES?)
milia, Jorge sienta plaza de soldado raso en
Orán y su rastro se pierde en la historia, y
Emilín ya no es hijo de Gustavo, sino de
Hilarión. El primogénito y el benjamín habían
sido bautizados en Noviercas, el pueblo de los
padres de Casta -ella había nacido en la vecina
Torrubia del Campo-de quienes era la casa, en
su iglesia parroquial de los santos Justo y Pastor; está al confín de la calle del Moral, con
sólo ascenderla. Entre la iglesia y el torreón se
ubica la mencionada plaza pública. Allí se alzaba
la fuente, donde Casta iba a por agua. La gente
del pueblo -unas trescientas almas, en la época-,
cuando Emilín vino al mundo, murmuraba que
tenía toda la cara de su verdadero padre.
Bécquer había inspirado en Casta un solo
poema, apenas una cuarteta de versos forzados, pero premonitorios; en él Gustavo Adolfo se ve como "un corazón para el amor ya
muerto", mientras que a ella la mira como la
flor de un páramo: "Tú creces de mi vida en el
desierto / como crece en un páramo la flor".
Julia Bécquer, sobrina del poeta, hija de Valeriano,
que tan cerca estuvo de ella en la infancia, nos la
describe diciendo que "era guapa, pero antipática; tenía en la cara algo trágico y desagradable".
Pero lo cierto es que, fuera como fuese, Casta es,
indiscutiblemente, la mujer de la vida de Bécquer,
y no sólo porque fuera la madre de dos de los
hijos de ambos. La misma escasez de inspiración
que provocó en el poeta revela, precisa y paradójicamente, lo cerca que estuvieron uno de la otra,
tanto que no fuera preciso plasmar otros sentimientos que los de la vida diaria. A todo esto,
Gustavo Adolfo había tenido múltiples amores
y descuidaba la vida hogareña hasta extremos
desesperantes para toda mujer. En Noviercas, ella
se hace cargo de todo, siempre, además, con la
reticencia de Valeriano, cuya relación con su cuñada era pésima. En la casa de marras, en una era
cercana, es fama que Valeriano trazó el famoso
retrato de su hermano, el que pasará a la historia,
entre tantos, como arquetípico y definitivo. Casta, además, cuidaba de los dos hijos de éste y su
esposa Winnefred, una irlandesa al parecer insoportable también para Casta.
A dos años de la muerte de Gustavo, Casta
vuelve a casarse, esta vez con Manuel Rodríguez Bernardo, hombre calmo, afable, recaudador de Hacienda, sin otro talento que procurar un buen pasar a su familia. Borobia le
mata a la salida de un baile de carnaval de donde había sido expulsado, de un trabucazo, en
1873. Borobia muere poco después en
Beratón, aldea soriana donde sitúa Bécquer el
escenario de su leyenda "La corza blanca". Es
sorprendido robando su iglesia con una partida de malhechores y el pueblo le mata allí mismo. Ya era conocido como el Rubio. Casta
queda en situación de desamparo. Conocidos
eran sus sablazos a los amigos y conocidos del
poeta, quienes, finalmente, colaboran en un
libro firmado por ella, titulado Mi primer ensayo. No se resuelven sus penurias y su estado
mental empeora. Casta Esteban muere en el
madrileño hospital de la Princesa víctima de
horrorosas quemaduras, al prenderse en su casa
sus vestidos con el aceite de un quinqué, incendio previsiblemente intencionado. Cuando
en 1913 se rescaten de la madrileña
Sacramental de San Lorenzo los restos mortales de ambos hermanos Bécquer para trasladarlos apoteósicamente a Sevilla, nadie se acordará de ella. Pero lo cierto había sido que Casta se casó ilusionada, con veinte años aún no
cumplidos, y la vida con Gustavo fue
amargándola: sus desvíos, sus infidelidades, su
trato tantas veces displicente, como también
sus numerosísimas ausencias. Era una hija del
Moncayo. Igual que la machadiana Leonor,
nacida en Almenares, a poco de aquí. (¿Qué
tienen las hijas del Moncayo, que enamoran a
los poetas andaluces?). No podía ser, la vida
juntos. Gustavo sí, tuvo sus devaneos, sobre
todo con marquesitas, que le encantaban, a
diferencia de las encallecidas manos de su esposa, pero también es cierto que se desvivió
porque nada les faltara, a su familia; su correspondencia epistolar con Casta refleja un carácter benévolo, e incluso débil, de que
Valeriano le acusaba. Ninguno tuvo la culpa.
Esta casa de Noviercas está hoy en el abandono. Sobre las rejas de la ventana de la planta
baja, que da al cuarto donde el poeta acostumbraba a escribir, hay un letrero de "se vende".
Un vecino, a mi pregunta de cómo la Diputación soriana no mete mano en el asunto, me
dice que pertenece a una señora que vive en
Cataluña y que vende sólo con la condición de
quedarse con la primera planta. Uno no comprende. Un poco más allá, siguiendo la calle
que desemboca en un caminillo entre las mieses, se llega a un paraje singular, como son todos éstos que dan con el Moncayo, desde aquí
una inmensa pirámide azul, en el centro transversal de la península, lugar sagrado donde las
tribus célticas terminaron uniéndose en sus
ritos con los iberos: lugar el más simbólico de
la Hispania primitiva. Y de todo ha quedado
un resón, una atmósfera poderosísima, una vibración telúrica que todo lo impregna, de lo
que Bécquer se nutrió, tanto aquí como en la
inminente Veruela. O como en esta ermita, a
donde va a dar el sendero que sale de su casa
en Noviercas: Virgen de los Remedios, se llama. Y es tradición que aquí estuvieron los cuerpos descabezados de los Siete Infantes de Lara,
antes de ser trasladados a Salas de los Infantes. Y hasta este paraje se llegaba Gustavo
Adolfo con sus bártulos de escribir, como de
pintar, Valeriano. Y de aquí, de este aire, y estas espesuras misteriosas, es la leyenda "Los
ojos verdes". Es Noviercas. Aquí está.
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