“La realidad es mucho más desagradable que mi novela”

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CULTURA Y OCIO
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Fecha: 13/04/2014
Sección: CULTURA Y OCIO
Páginas: 47
● El sevillano Manuel Barea publica ‘Vertedero’, su primer libro que
ve la luz y la obra con la que ganó el Premio Valencia de Novela Negra
“La realidad es mucho más
desagradable que mi novela”
La entrevista
de la semana
MANUEL
BAREA
Francisco Camero
“¿Seguro? ¿Pero habéis mirado
bien?”. La mañana del pasado 5 de
diciembre, cuando recibió la llamada de la jefa de prensa de la Diputación de Valencia para anunciarle que él era el ganador y que
un rato después lo llamaría su jefa
para comunicárselo oficialmente,
a Manuel Barea le costó dar crédito a la noticia. También, en un primer momento, les costó creer a los
miembros del jurado que decidieron conceder por unanimidad el
Premio Valencia de Novela Negra
en su primera edición a Vertedero
que su autor tuviera tan sólo 24
años. Lo imaginaban joven, pero
no tanto, confesó su portavoz. La
sorpresa aumentó cuando supieron que se trataba de su primera
novela. “Luego colgué y grité. Y
después llamé a mi padre, que me
había ayudado tanto con las correcciones...”, recuerda ahora este recién licenciado en el doble
grado en Humanidades y Traducción e Interpretación de la Universidad Pablo de Olavide, que está a
punto de sumergirse en su tesis
(sobre el papel de los intérpretes
en el avispero del conflicto palestino-israelí) y cuya novela ha llegado recientemente a las librerías
editada por Lengua de Trapo.
Novela que en realidad es la segunda, aunque la otra nunca llegara –ni llegará– a ver la luz. “La
primera la escribí cuando tenía,
no sé, 20 años. En plan a ver si puedo escribir una novela. Nada más
terminarla, con todo el subidón, la
mandé a una editorial. Tardaron
un año y medio en responderme,
para decirme que no la iban a publicar, y entonces volví a la novela,
la leí y lo entendí. Había que rehacerla entera, no estaba bien. Era
un ejercicio y en eso se ha quedado, iba de gente joven que sale de
la carrera y no sabe qué hacer con
su vida, lo típico... Esa novela no
iba a ninguna parte, no me quedé
contento con ella como sí me quedé con Vertedero”, dice Barea, que
narra en este libro una historia de
gente corriente superada por las
circunstancias –las de un barrio
endémicamente deprimido y rematado por la crisis–, tres pobres
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA
Manuel Barea (Sevilla, 1989), momentos antes de la entrevista el pasado martes.
diablos que tras decidir dar un palo en una residencia de veraneo
supuestamente deshabitada constatarán por primera vez –en las páginas de la novela, porque sus vidas, eso queda claro, jamás fueron
fáciles– un mantra dolorosamente elocuente: “Todo lo que puede
salir mal saldrá mal”.
Quería que la historia
pasara en Andalucía,
que fuera una cosa más
castiza aunque esa
palabra no me guste”
A un ritmo y una estructura de
raíces muy cinematográficas –“me
encanta el cine, al mismo nivel que
la literatura, y me lo trago todo”,
dice–, al oído, a la capacidad de
observación del entorno y la destreza en la creación de personajes
en ocasiones con un aire a los Coen
–esos matones en chanclas y chándal de la Guardia Civil...– si los
Coen rodaran un thriller tragicómico en tascas del litoral gaditano
que no vienen en las guías turísticas, Barea añade argumentos meramente literarios en abundancia:
nervio en la escritura, varios regis-
tros, distintos estilos (para distintas voces)... No extraña, en fin, el
asombro del jurado después de conocer su edad, ni que la editorial lo
califique como un narrador “sorprendentemente maduro”.
–Lo suyo es como para recuperar la fe en los premios, ¿no?
–Pues sí, la verdad. Era la primera
edición y por eso me presenté, porque pensé que no estaría... manipulado. Que a lo mejor la mayoría
de los premios son superlimpios,
pero la impresión que tiene uno
desde fuera es que muchos están
dados desde el principio. Tuve dudas porque la novela no es negra
cien por cien, y no sabía cuánto iba
a importar eso. Me vino bien tener
un plazo, parece que lo necesito
para acabar cuando escribo... Vi la
convocatoria en enero [de 2013] y
me puse. Fueron cuatro meses,
dos para escribir, porque tenía la
historia muy clara y noté que la cosa más o menos fluía, y dos para revisarla, que fue lo más duro.
–Me ha comentado antes que está otra vez escribiendo. Después
de empezar así, ganando un premio con repercusión, publicando
con un buen sello, ¿se le hace raro haberse puesto el listón tan
alto nada más empezar?
–Claro, es raro... ¡Ahora qué! Estoy
escribiendo a ratos, porque me re-
sulta difícil en este momento encontrar tiempo para hacerlo, que es
lo más difícil de escribir aparte de
escribir en sí. Yo querría dedicarme
a esto ocho horas del día o más, que
fuera mi trabajo, vamos, pero ya sé
que eso es imposible. Ahora estoy
con el trabajo de fin de máster, que
es una investigación gordísima...
Me interesan los
personajes moralmente
inestables, los que hacen
las cosas por motivos
que ni ellos tienen claros”
Pero sí, tengo varias segundas novelas en la cabeza, por lo menos tres,
aunque no sé todavía cuál acabará
tirando más de mí al final.
–¿Alguna de género?
–Hay una que más o menos sí, sería de misterio, rollo Hitchcock o
algo así... A ver, yo no quiero escribir sólo novela negra. No me
quiero encasillar nada más empezar, eso es lo malo... Al final es
verdad que la segunda novela es
más difícil, al menos en mi caso sí.
–¿De dónde salió Vertedero?
–Toda mi vida prácticamente, pero sobre todo los últimos años, he
veraneado en la zona que aparece
en la novela: Chipiona, Rota, Sanlúcar... Congenié muy bien con
esos lugares, con ese ambiente. En
cuanto vi la convocatoria del premio me di cuenta de que ahí había
un material brutal. La idea inicial
era hacer una novela negra al uso,
con su detective y todas esas cosas,
pero no quería que el tío se llamara... no sé, John. Quería que fuera
aquí, en Andalucía, una cosa más
castiza aunque esa palabra no me
guste nada. También me impactó
algo que leí en la prensa, una redada en Sanlúcar cuyo desenlace,
bastante raro, me llamó mucho la
atención. Y me paré a imaginar los
motivos que pudo haber para que
todo acabara así...
–¿Hubo algunas lecturas determinantes para esta novela?
–Mientras escribía estaba leyendo
Drive, de James Sallis, y me marcó
bastante. También No hay bestia
más feroz de Bunker. No sé, muchas... Soy de los que leen nueve libros a la vez, lo cual no sé si es bueno o es malo, pero así es. En mi casa hay muchísimos libros, mi padre tiene una biblioteca impresionante y darte un paseíto por ella es
peligrosísimo, porque es pararte,
ver algo, sacarlo y al final llevártelo a tu cuarto. Ahora estoy con Philip K. Dick, con Vonnegut...
–Como escritor, ¿qué le interesa
específicamente del género negro o criminal?
–Los personajes moralmente inestables, los protagonistas que no
son los típicos buenazos sino que
son egoístas y hacen las cosas por
ellos mismos o por motivos que ni
siquiera ellos tienen claros. Solemos quedarnos con lo anecdótico,
pero el componente de denuncia
social va ya de serie ahí. Chandler
siempre lo tuvo, reflejó muy bien
la sociedad de su época. Al final yo
he hecho una cosa... frívola incluso, porque a pesar de los momentos sórdidos en la novela, sé que la
realidad es mucho más desagradable. Vertedero es también un poco
mi visión de lo que está ocurriendo ahora mismo, pero camuflada
bajo una apariencia de thriller.
–Por eso mismo iba a preguntarle. ¿Cómo está viviendo todo lo
que está pasando? El mundo que
le han dejado los mayores...
–Sobre todo con incertidumbre.
No sé qué va a pasar con el mundo,
ni con mi vida. Y con pesimismo.
Siempre piensas que todo lo que te
va a pasar es malo: no voy a tener
trabajo, me voy a tener que ir al extranjero sin saber si en el extranjero me va a ir bien o si voy a encontrar algo relacionado con aquello
para lo que me he preparado, que
esa es otra... A mí en realidad me
ha ido bien hasta ahora: he ganado
un premio, me han publicado, he
ganado dinero con él... Mi generación es muy pesimista, pero quizás
el futuro no tenga que ser así de negro. Por eso, al menos, todas las
manis, todas las concentraciones,
que tratan de echarlas por tierra,
pero no hay otra, nos toca defender
ese mundo en el que vamos a vivir.
Al final no sabe uno qué hará, pero
algo habrá que hacer.
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