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TERRAZAS
Se comprenden en esta denominación, los abancalamientos de tierras, y los alomados que se practican
para contener las aguas, desviarlas e impedir que pasen a producir perjuicios a las tierras situadas más
bajas.
El abancalado de los terrenos es práctica usada en
todo el mundo desde la más remota antigüedad; eficaz indudablemente. aun cuando costosa de establecer.
requiere una vigilancia constante para su conservación.
y encarece, por tanto, la producción.
La pendiente natural del terreno se convierte por
este procedimiento en superficies horizontales de cultivo, y el desnivel existente se gana pasando bruscamente de una superficie a la siguiente, verticalmente o en
talud. Son bancos de tierra, unos a continuación de
otros, que a la vez van remontando la pendiente.
Para ganar el desnivel con resaltos de paredes verticales, se hace necesario construir muros que contengan las tierras, de suerte que la coronación del más bajo
esté a la misma altura que el arranque del superior.
Los muros de contención deben seguir las curvas de
nivel del terreno.
-80-
En el gráfico número 6 se ha trazado una línea A B,
que representa el perfil de un terreno perpendicular a
las curvas de nivel, el cual tiene una pendiente de 16
por 100. Para hacer bancales de 10 metros de ancho,
se requiere el correr las tierras de X a Z, lo cual supondría mover 2.000 metros cúbicos de tierra por hec-
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tárea a una distancia media de 6,6 metros. Si los bancales fuesen de la mitad de anchura, el movimiento de
tierras se reduciría a la mitad, lo mismo en volumen
que en recorrido, y si todavía se redujesen más en anchura, en la misma relación que estuviesen las anchuras estarían los volúmenes de tierra a mover y la distancia a que habría que transportarlas. Desde este punto de vista, conviene que el bancal sea todo estrecho
que permita un cultivo económico.
lo
-
81-
En donde se construyen estos muros el material suele ser barato, incluso a veces resulta beneficioso retirarlo de los campos, mientras que la mano de obra corrienternente es defectuosa, tratándose de campesinos
que trabajan de canteros. El muro de contención de
poca altura falla pocas veces, mientras que los que son
relativamente elevados, por unas u otras causas, se
.arruinan en determinados puntos, si en su construcción no se ha seguido una técnica especializada. Estas
razones aconsejan también el bancal estrecho.
Si el muro está bien conservado, la tierra está tan
segura en el bancal ancho como en el estrecho. Pero en
el bancal ancho de la figura, en la parte alta del terreno en el primer caso, se ha quitado una profundidad
de suelo de 80 centímetros, quedando para suelo de labor una capa de tierra que puede ser muy inferior a la
que se sacó, sin materia orgánica, sin vida microbiana,
muerta; y para llevarla a la fertilidad, se necesitarán
gastar muchas energías y muchos abonos. A la parte Z irá a parar la tierra arrancada de X, mezclada la
superior con la inferior, y, por lo tanto, también en la
parte anterior del ban!al se tendrá un suelo que ha
perdido de calidad.
Si el bancal se reduce de anchura a la mitad, el
suelo transportado de lugar se reduce también en su
profundidad a la mitad, la fertilidad del suelo que se
obtenga será mejor que la del bancal más ancho, lo
cual aboga también por la reducción de la anchura de
los bancales hasta donde lo consientan la economía en
las labores de cultivo.
En lugar del muro de piedras que contenga las tierras, se puede fiar esta misión a la vegetación. Para
ello, ciñéndose a la curva de nivel del terreno, se deja
6
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una faja de tres o cuatro surcos de anchura abandonada a la vegetación espontánea. Las labores se realizan
siguiendo las curvas de nivel y vertiendo las tierras
hacia abajo. Así se van corriendo las tierras poco a
poco y convirtiendo la superficie en horizontal, al mismo tiempo que se forma y consolida el ribazo que, con
la vegetación espontánea, guarda la tierra. Naturalmente que, en la parte posterior del bancal, el suelo que se
va cultivando es el de capas sucesivamente más profundas, y presenta, por tanto, los inconvenientes ya señalados, conforme las parcelas o bancales son más anchos.
Este procedimiento es el que se sigue en nuestro
país donde no hay piedra, y con la condición de reducir
la anchura de los bancales en todo lo que se pueda,
debe seguirse empleando, llevándolo a las arboledas de
frutales, como el olivo, el almendro y la vid, como también se emplea en los huertos de naranjos situados en
laderas.
Las líneas de árboles se sitúan en las curvas de ni'"
ve1 del terreno, o se les da una pendiente de 4 por 1.000
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".~omo máximo, si el arbolado ha de regarse. Aguas aba'-/f.E5/' jo de las líneas de árboles se dejan sin labrar tres o
cuatro surcos de tierra, y vertiendo siempre la tierra
del lado de la pendiente, en pocos años queda hecho el
bancal. Si es de regadío, la vegetación conveniente del
ribazo queda asegurada por la humedad del riego, y
para fijar más el suelo, se puede sembrar una cosecha
de cobertura que lo proteja en la época de las lluvias.
Los americanos del Norte usan un sistema de te-trazas que pudiera tener aplicación entre nosotros en
algunas circunstancias. Consiste en alomar fuertemente el terreno a intervalos más o menos grandes, sigui en-
-
83-
do las curvas de nivel, o dando a los camellones una
ligera pendiente, para que el agua encuentre una salida suave hasta la depresión del terreno que la recoja,
o el desagüe más o menos natural que pueda establecerse.
Cuando el camellón no tiene ninguna pendiente, se
busca, con ello, que no se pierda agua alguna de la que
caiga sobre la tierra, mientras que cuando se le da una
ligera, se persigue cortar la longitud de la pendiente
en tramos, a fin de que las aguas que corran no tengan
recorrido suficiente para adquirir volumen y velocidad
que produzcan arrastres, a la vez que las recoge el cauce que se abre al pie del camellón para conducirlas dulcemente, de manera que no ocasionen perjuicio alguno.
En uno y otro caso, constituyen medios poderosos para
combatir la erosión.
Lo mismo que en los bancales, la longitud de la
pendiente se divide en tramos, pero mientras que en
los primeros se persigue tener una superficie horizontal, en esta nueva disposición del terreno, el espacio
entre camellones, o entre terrazas, como lo llaman 105
americanos, es el suelo natural, y, además, se procura
dar al camellón ~na base suficientemente ancha, para
que puedan operar toda clase de máquinas, al mismo
tiempo que se aprovecha, para obtener cosechas, el pro-.
pio camellón.
El perfil de estas terrazas es el que se indica en el
gráfico número 7, que se compone del camellón robusto y de gran base formado por las tierras que se extraen del caz que se le adj unta en la parte alta del terreno, cuando la terraza ha de servir para drenado, o
de los dos lados, cuando la terraza ha de tener como
-84misión principal el retener todo el agua que pueda
caer.
Aun cuando el sistema se usa desde hace más de
un siglo, en muchas ocasiones la zanja de desagüe tenía pendientes del 2 y el 3 por 100, yen ella misma se
originaba el barranco. Por otra parte, el camellón era
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estrecho, no se podía cultivar, consti\lía un obstáculo
para el paso de la maquinaria agrícola, y cuando no se
labraba con acierto, el sistema tendía a convertirse en
abancalados, que se iban haciendo al pasar los años.
Como a pesar de todos los fracasos el sistema prevalecía, se estudió técnicamente, y desde hace treinta años
se construyen estas terrazas con garantía de éxito.
La pendiente del caz de drenaje tiene una gran importancia. A menores pendientes, corresponden pérdidas menores de suelo, mayor lentitud en la salida del
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agua yen general menor cantidad de agua drenada. La
pendiente puede ser uniforme en toda la longitud de la
terraza o variable, yendo aumentando conforme se acerca a la boca de descarga. La pendien te variable tiene
la ventaja, aparte de que con ella se pierde menos suelo, de no necesitar un caz de sección creciente conforme
se acerca a la boca de descarga, como ocurre en los de
pendiente uniforme, puesto que el máximo de agua que
debe pasar es menor con pendiente variable. Las pequeñas dificultades que ocasiona~ construcción de terrazas con pendiente véij"iable, están bien compensadas
con las ventajas que proporcionan.
Las pendientes superiores al 3,] por 1.000 son muy
raramente necesarias. En la práctica, se construye el
caz variando su pendiente por tramos, que oscilan entre
90 y 150 metros de longitud. La pendiente que suele
usarse en áreas con lluvias de intensidades relativamente altas y suelos de capacidad de absorción medias es
de 0,83 por 1.000 en los 120 primeros metros; 1,66 por
1.000, en los segundos 120 metros; 2,50 por 1.000, en
los terceros 120 metros, y 3>30 por 1.000, en los cuartos
120 metros. Cuando el suelo es excepcionalmente filtrante, se suelen dejar horizontales los 120 primeros
metros; a los 120 segundos, se les da una pendiente del
0,83 por 1.000; a los 120 terceros, el 1,66 por 1.000, y
a los 120 cuartos, el 2,50 por 1.000. En áreas de precipitaciones escasas y suelos de condiciones medias, se
dejan horizontales los 150 primeros metros; a los 150
segundos se les da una pendiente del 0,83 por 1.000, y
para los 150 metros terceros, se puede aconsejar la pendiente del 1,66 por 1.000.
La distancia a que deben situarse las terrazas es de
capital importancia. Las experiencias realizadas para
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medir las pérdidas de suelo, según que las terrazas estuviesen más o menos distantes, han proporcionado resul tados contradictorios.
Se ha tenido que recurrir a los datos que proporcionaban aterrazamientos antiguos que daban resultados satisfactorios. La terraza se establece para dividir
la longitud de la pendiente y evitar que se formen escurrideros por los que el agua arrastre la tierra, a la
vez que se la provee del pequeño canal que ha de dar
salida al agua sobr.te. Tendrán influencia sobre la
anchura que deba adoptarse la pendiente del terreno,
el carácter e intensidad de las lluvias que puedan ocurrir y la naturaleza del suelo. La clase de las cosechas
debe tener una consideración secundaria en este aspecto, puesto que un día puede ser necesario variarlas y
en ocasiones dejan el terreno desnudo, que es cuando
pueden sobrevenir los arrastres fuertes. Por otra parte,
la rotación de cosechas que se establezca, no debe tener como finalidad un ajuste más o menos exacto de la
dist::mcia entre terrazas, sino una mejora de las condiciones productivas del suelo, por el aumento que le
procure de materia orgánica, aun cuando al mismo
tiempo mejore su estructura y le permita una mayor
capacidad de absorción del agua.
Como consecuencia de lo expues to, en condiciones
mediasse adoptan para determinar la distancia vertical entre terrazas, y su distancia horizontal, las fórmulas siguientes:
v=
0,305 (2
+ .~_) ) D =
1O~ V
En las fórmulas anteriores, V representa la diferencia
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de altura entre terrazas contiguas; O, su distancia horizontal, y p, la pendiente por 100 del terreno.
Cuando hayan de seguirse buenas normas de cultivo en el aspecto de la conservación del suelo, la tierra de que se trate sea francamente resistente a la erosión y las lluvias que ocurren en la comarca sean de poca
intensidad, la distancia horizontal entre terrazas, ..que
proporciona la fórmula, puede aumentarse en el 1 5 por
100; cuando por el contrario prevalezcan condiciones
opuestas, deberá disminuirse en el 15 por 100. En con-,
diciones intermedias, es el buen juicio del que proyecta
el que fija el aumento o disminución que puede sufrir
el resultado de la fórmula, compensando las condiciones
favorables con las opuestas, para fijar, en definitiva,
la distancia que debe adoptarse.
La sección transversal de la terraza debe proveer
por un caz de capacidad amplia. Lo mismo este canal
que el camellón han de tener las paredes con taludes
muy tendidos para que no entorpezcan ninguna operación cultural, y a la vez deben presentar una construcción sencilla.
Los perfiles corrientes son los representados en el
gráfico número 7. La sección del canal es raramente inferior a 65 ó 75 decímetros cuadrados, y debe aumentarse algo en la parte más baja. La altura de agua puede
alcanzar hasta 38 a 50 centímetros, yel ancho total de
la terraza, de 4,60 a 12 metros, dependiendo de la pendiente del terreno y de los tipos de máquinas que hayan de emplearse en la explotación. Los taludes de las
paredes del canal deben tener una inclinación de 1 X 4,
Y es preferible 1 X 5. En terrenos de pastos, defendidos por la vegetación, se pueden adoptar secciones menores .
•
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Corrientemente, no se consiente que la terraza conduzca el agua en una sola dirección a dis tancias mayores de 500 a 550 metros. Sin embargo, en condiciones favorables, se puede llegar hasta los 800 metros,
si se construyen con cuidado y se conservan bien. Las
terrazas largas evitan el tener que ocupar más de un
lugar para verter las aguas sobrantes y pueden adoptarse en terrenos con pendientes uniformes. En cambio, en terrenos accidentados, excepcionalmente debe
pasarse de darles una longitud mayor de 450 metros.
Cuando las longitudes señaladas hayan de pasarse forzosamente, si se desarrolla el canal en una sola dirección, habrá que ir dándole mayores secciones conforme aumente su longitud, o se puede cortar en dos partes, para dar salida a las aguas en direcciones opuestas.
Este tipo de terrazas se limi ta a terrenos en los que
la pendiente es inferior al 10 Ó 12 por 100, por las dificultades en la construcción en terrenos más pendientes, así como su conservación más dificultosa, lo mismo
que la de los canales de drenaje, que pierden la sección
con gran facilidad, impidiendo todo ello el que se saque partido de la terraza para el cultivo. Cuando el terreno es más pendiente y susceptible de erosión, de no
recurrir a los abancalamientos, se hace preciso destinarlo a pas tos u otros usos.
El empleo de estas terrazas tiene aplicación, en suelos pocos resistentes a la erosión, con pendientes largas, en sitios de lluvias intensas y tratándose de cosechas que defiendan mal el terreno, aunque las condiciones económicas impongan su cultivo. El coste de su
establecimiento y conservación, como también el de las
labores de todas clases, aconseja que no se implante en
todos aquellos casos que puedan dar resultado medidas
-&)-
más sencillas, como el labrar según las curvas de nivel,
seguir una alternativa de cosechas adecuada o practicar el cultivo en fajas.
El establecimiento de terrazas en una finca requiere el que se la considere en su conjunto, y aun si es
conveniente, con las fincas colindantes que puedan tener el mismo desagüe para las aguas sobrantes. Se' necesita conocer el terreno y aun poseer un plano detallado del mismo con curvas de nivel, Es posible que sea
necesario cambiar el emplazamiento de los caminos
existentes, buscar nuevas salidas a las aguas o desviar
las que vienen de fincas próximas. La depresión que se
aproveche para verter las aguas debe merecer atención
preferente. Si se tiene confianza en que podrá estar
siempre bien encespedada, teniendo cuidado de que el
•
ganado no la agote, es el medio más económico y seguro de drenar el agua. De lo contrario, es necesario
protegerla con arbolado y vegetación, yen muchas ocasiones, tratarla como a un barranco que se hace preciso
estabilizar.
Proyectado el sistema de terrazas se replantea primero la más alta, colocando las estacas convenientes
en el vértice de los camellones, siguiendo después todas las demás. A veces, se hace preciso que una de las
terrazas pase por un punto determinado, en cuyo caso
es obligado partir de ella en el replanteo. Terminado el
replanteo, puede ocurrir que alguna de las terrazas
, vaya a encontrar obstáculos para su desarrollo, lo que
puede obligar a variar su situación y, en consecuencia,
el de todas las otras.:
El replanteo conviene iniciarlo desde el punto más
bajo, colocando estacas de 15 a 30 metros, excepto en
-<)O-
las curvas, en las que se deberán colocar cada siete u
ocho metros.
Las curvas muy agudas del trazado deben modificarse, para facilitar la construcción y para poder operar más tarde con la maquinaria. Es to obliga a correr
tierras para rellenar las depresiones, aconsejándose, que
desde el fondo de la depresión hasta el vértice de la terraza, después de su asiento, no se pase de un metro.
Al cruzar los alomamientos del terreno se debe alinear"
también el trazado, teniendo que procurar que la máxima excavación que haya de hacerse hasta el fondo del
canal, no pase de 15 centímetros, sobre la que se tenga
que hacer en los puntos normales del trazado.
La primera terraza que debe construirse es la más
alta, pues si se empezase por una inferior, tendría que
recoger las aguas de superficies mucho mayores que
las previstas, pudiendo ocurrir fácilmente su arrastre
por el agua. Es conveniente construir una terraza y después la siguiente, considerándose muy mala práctica
el empezar varias al mismo tiempo, exponiéndolas a la
acción de las aguas que puedan sobrevenir.
La tierra para construir las terrazas es costumbre
tomarla de la parte superior solamente, por resultar
más económico y producir una sección transversal más
conveniente.
Si se tienen que rellenar pequeños barrancos es menester usar una tierra lo más impermeable que sea posible, apisonarla bien, y elevar el lomo del camellón de
15 a 20 centímetros sobre lo que debía ser, con el fin
de prevenir los asientos posteriores.
La construcción se efectúa corriendo la tierra con
arrobaderas de distintos tipos, tiradas por animales o
motores, o con máquinas especiales provistas de moto-
-
91 dIl1.
res potentes, que son las que hacen el trabajo con mayor economía. Una vez terminada la terraza, se com- ~
prueba con el nivel si el canal tiene en todos los puntos la pendiente prevista, se rectifica también la sección donde haya resultado defectuosa, y lo mismo se
hace con el camellón, recargándolo donde sea preciso.
El coste de la construcción de estas terrazas es muy
variable. Cuandó las condiciones de suelo son favorables, las pendientes uniformes y se dispone de un buen
equipo de trabajo, se calcula que el coste de establecerIas terrazas en un campo, es equivalente al de una
labor de arado; cuando esas condiciones no son tan
favorables ese coste puede duplicarse, triplicarse, o ser
notablemente superior.
La erosión del suelo es indudable que causa grandes daños a la agricultura nacional, incluso en muchos
terrenos de llanuras en que no se aprecia palpablemente, pero nos causa mayores perjuicios la escasez de lluvia, por lo que es este el sentido en que se debe dirigir
la actuación más intensa para mejorar nuestra producción. Conservar el agua es lo que tenemos que perseguir; dándose la feliz coincidencia de que al mismo tiempo se conserva el suelo. La primera medida que puede
tomarse, para conseguirlo, es labrar siguiendo las curvas de nivel, con el fin de que el agua sea retenida en
el surco, y su complementaria, que el surco sea ancho,
para que su capacidad sea grande. La medida siguiente es contener el agua en el campo por medio de terrazas, para lo cual setrazan sin pendiente alguna, dejando los extremos cerrados, o abiertos más o menos, como
medida de seguridad.
Como lo que se desea es conservar el agua, la coronación del camellón se hace más alta que cuando se
trata de terrazas de desagüe, lo que evita que el agua
la pueda rebasar y deteriorar, extendiéndose en una
capa delgada sobre todo el campo. En estas circunstancias, si para la construcción del camellón se sacase toda
la tierra de la parte superior, se crearía un resalto perjudicial para el paso de la maquinaria y para la conservación del malecón, por lo que se recurre a tomar la
tierra de los dos lados.
La distancia entre terrazas no está bien precisada,
aun cuando como lo que se persigue es que el agua se
infiltre en la tierra en la mayor cantidad posible y la
alcance a toda ella con cierta uniformidad, no se debe
pasar en ningún caso de la que le correspondería a terrazas con pendiente.
Las terrazas horizontales se establecen en terrenos
que tienen, una pendiente del 0,5 al 3 por 100.
Si como seguridad para que el agua no rebase la
terraza se dejan abiertos sus extremos, se deberá llegar hasta un desaguadero conveniente, debidamente
acondicionado.
La mejor distancia entre terrazas será la que proporcione una distribución del agua más uniforme, moleste menos en las prácticas de cultivo y resulte a. un
precio conveniente. La primera condición es contradictoria respecto a las otras dos. Cuantas más terrazas,
mayor será su coste y más estorbarán para dar las labores. Se puede aumentar su espaciamiento, confiando
a las labores de surco ancho la misión de recoger el agua
y distribuirla en el terreno, 10 cual es suficiente en tierras áridas y semiáridas. Entonces la terraza se convierte en un dispositivo que funciona en casos de excepción, o cuando el cultivo exija surcos estrechos.
Se puede pensar razonablemente, que si el agua se
-
93-
extiende de la coronación de una terraza a la base de
la siguinte, quedará suficientemente bien repartida en
el suelo. Con un camellón de 45 centímetros de altura,
en terreno del I por 100 de pendiente, resultaría así
un espaciamiento entre la coronación de una terraza
y la base de la siguiente de 46 metros. Aplicando la fórmula empírica consignada para las terrazas con desnivel en el canal, resulta una distancia entre terrazas de
68 metros.
Si los extremos del canal han de estar taponados,
la consideración que debe tenerse presente al determinar la distancia entre terrazas es que el agua no las
desborde y las deteriore. Por' otra parte, se considera
que la altura de los camellones no debe pasar de 46
centímetros, para que no perturben demasiado la regularidad del terreno, pues de lo contrario se perderían
las ventajas de poder cultivar con toda clase de máquinas. Otro dato que se hace necesario considerar es
la cantidad de agua que podrá acumularse, calculándose que en los terrenos semiáridos, puede llegar al equivalente de una altura de agua de 75 a 100 milímetros
en todo el área que contribuye \ abastecer la terraza.
En terrenos húmedos, esas cifras deben duplicarse.
Las terrazas a nivel pueden tener aplicación en climas húmedos con tierras muy absorbentes, pero principalmente la tienen en terrenos de pocas lluvias que
se hace preciso aprovechar. En todas las ocasiones, el
suelo debe infiltrar bien el agua, pues con subsuelos
impermeables el agua queda estancada y la vegetación
muere. Su establecimiento en cualquier zona requiere
ensayos previos bien conducidos.
Estas terrazas no han dado resultados favorables,
.
-94-
en situaciones en que el agua de lluvia alcanza una altura de 600 a 700 milímetros o más.
En la Estación Experimental de Oklahoma, en que
la escasez de lluvias limita las cosechas, con terrazas
que no dejaban perder ninguna cantidad del agua llovida, taponadas en sus extremos, en una media de diez
años, se ha conseguido un aumento en las cosechas del
36,5 por 100. Los terrenos análogos sin terrazas perdieron 68 milímetros de agua, deslizada por la superficie del terreno. En la Estación Experimental de Texas,
el aumento de cosechas fué del 20 al 40 por lOO, en
una media de tres años.
Parece conveniente citar otro ejemplo. El Servicio
de Conservación de suelos de los Estados Unidos trabaja en un área de demostración en Hereford, Tex., que
comprende una superficie de 12.950 hectáreas, cultivadas por sus propietarios. La cantidad media de lluvia
en esta zona es de 400 milímetros anuales. Entre los
tres y los cuatro primeros años se construyeron. terrazas en 3.660 hectáreas; entraron en cultivo siguiendo
las curvas de nivel 1.900; se asurcaron para retener el
agua 1.300 hectáreas de pasto; se plantaron 19 hectáreas de arbolado para quebrar los vientos; el cultivo
continuo del trigo pasó a simultanearse con otros cultivos en todo el área de demostración; pasaron a cultivarse en fajas 700 hectáreas, y se estableció un programa de mejora en 2.600 hectáreas de pastos.
Los agricultores han realizado estas reformas libremente, habiendo aceptado estas iniciativas porque se
han convencido de su bondad, a pesar de que el área
es plana, con un desnivel medio del 2 por 1.000, Y no
estaban persuadidos de que la pérdida de agua les perjudicase, aun 'cuando sí sabían que los vientos violen-
-
95-
tos les arrancaban el suelo y les perjudicaban en extremo.
En pastizales con el I por 100 de pendiente, contorneados por pares de surcos, con distancia entre surcos de 2,10 metros y entre cada dos pares 4,20 metros,
teniendo de sección 10 centímetros de profundidad y
20 centímetros de anchura, se midió la penetración del
agua, después de una lluvia que duró dos semanas y
que alcanzó una altura de 225 milímetros. En el surco
que recogía el agua sobrante del terreno, el agua había
penetrado un metro de profundidad, y a los 2,10 metros del surco, 0A5 metros. En terrenos colindantes de
la misma clase, este temporal no pasó en su penetración en la tierra de los 0,45 metros. En el pastizal asurcado se recogieron 1.975 kilogramos de hierba seca por
hectárea, y en el que no había sufrido ningún tratamiento cultural, 790 kilogramos por hectárea.
A pesar de que la mayoría de los terrenos tienen
una pendiente inferior de 0,5 par 100, se demostró a
los agricultores que en las lluvias muy intensas las pendientes largas, unidas a la falta de suficiente capacidad
de absorción en los suelos más pesados, ocasionaban
que 'se perdiese agua del terreno. Como consecuencia
del convencimiento llevado a los agricultores, éstos tomaron la determinación de establecer terrazas de nivel
y labrar contorneando.
Los resultados obtenidos son los siguientes: en
1938, en terrenos con terrazas a nivel, se recogieron
19,9 hectolitros de trigo por hectárea; en terrenos de
igual calidad, laborados siguiendo las curvas de nivel,
14,7 hectolitros por hectárea, y en terrenos de la misma
calidad, laborados al uso corriente, 3,9 hectolitros por
hectárea. En 1939, año de mejor régimen de lluvias,
-96-
en el área sin modificar, se recogieron 13,8 hectolitros
de trigo por hectárea, mientras que en el suelo acondicionado para conservar el agua, se produjeron a razón
de 31,1 hectolitros de trigo por hectárea.
En 1936 se hacía difícil que arraigase la vegetación
en un suelo tan pobre, porque las lluvias intensas, por
la cajencia de vegetación y de materia orgánica en los
sueles, discurrían por la superficie y arrastraban la tierra. En 1938, 1.068 hectáreas, pertenecientes a 26 fincas, que se habían provisto de terrazas, produjeron,
como media, a razón de 9>3 hectolitros de trigo por hectárea, mientras que 1.175 hectáreas, pertenecientes a
19 fincas colindantes con las anteriores, que no habían
sufrido preparación ninguna, produjeron a una media
de 6,7 hectolitros de trigo por hectárea. La pendiente
media de las fincas primeras era del 6 por 1.000 Y la
de las segundas del 4.
\,r
Se ha insistido sobre este tipo de terrazas a nivel
.;, or creer que pueden tener aplicación en nuestra na/,: #;i;t, ;:o ión extensamente. En la mayor parte de las llanuras
',': ~,~ ~ n que se cultiva el trigo, las precipitaciones de lluvia
'"
~
"":-"0
':<,i'~ son inferiores a las de los casos citados, lo que nos oblirrc~ ~ ga a mirar con mayor interés porque el agua no se pierda, lo que se podrá conseguir con las estercoladuras,
contorneando con el arado el terreno, en lugar de labrar recto y en cualquier dirección, y con el auxilio de
terrazas, porque tanto como la cantidad de lluvia importa su distribución y su intensidad, regulándose para
las necesidades de la vegetación cuando se consigue que
se infiltre en el suelo, en lugar de ir a parar al barranco
más próximo,
Las terrazas se deben acompañar de los demás medios propios para conservar el agua y el suelo, pues así
0'
<10
-97-
•
Jo exige el éxito que se debe esperar de ellas, procurando que las tierras estén bien provistas de materia ·orgánica, labrando según el contorno, con surco de gran
capacidad, estableciendo el cultivo en fajas y dirigiendo las labores de suerte que no se deterioren.
A ellas se recurre cuando ninguna de las prácticas
más sencillas han dado el resultado que se deseaba,
pues siempre ha de resultar más cómodo y económico
cultivar una superficie plana que una alterada por los
saliente de los camellones. Una vez establecidas, hay
que cultivar con arte para conservarlas, pues si se abre
un portillo por donde escape el agua, en él se concentra
un gran volumen, que se lanzará cortando la tierra
hasta la terraza próxima, a la que desbordará rompiéndola, acelerando así con las terrazas los males que se
querían evitar.
Las terrazas con pendiente para desaguar se labran
con la idea fija de su buena conservación. Para ello,
se tira un surco en la coronación del camellón, y de
uno y otro lado de él es necesario labrar subiendo las
tierras, sin apartarse de la curva de nivel, de un lado
hasta el fondo del canal, y del otro hasta la línea en
que empieza el resalto de la terraza. Desde el canal
es menester cambiar el sentido de la labor para que
quede abierto, por lo que habrá que verter las tierras
en dirección opuesta.
Si la terraza es de absorción, lo que importa es tener el camellón robusto, y se labra subiendo a él las
tierras desde la coronación hasta el borde exterior del
canal, y desde el mismo punto hasta el arranque del
resalto, siguiendo los surcos lo más exactamente que
sea posible la dirección de la terraza. Véase gráfico número 8 para la mejor comprensión.
,
-98-
El espacio entre terrazas se labra contorneando lo
mejor posible, para evitar que los arrastres de tierras
cieguen el canal, y siempre que se pueda subiendo la
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tierra. El labrador debe darse cuenta de la finalidad
de la terraza y mejorarla con la labor, arrancando al
labrar desde el punto más conveniente, que puede ser
variable según los campos o según el año, llevando
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como norma la de conservar el perfil de la terraza y
mantener en la mejor condición deseable la superficie
entre terrazas. Si, a pesar de ello, la terraza se deteriora, se hace preciso su reparación.
Si el clima permite seguir una rotacián de cultivos,
en que han de entrar plantas que se cultivan en líneas
espaciadas, como el maíz, patatas, etc., dejando el suelo expuesto a la erosión, se implanta en las terrazas, en
ocasiones, el cultivo en fajas. Para situarlas, se procura que todas ellas tengan el mismo ancho; que en el
espacio entre terrazas exista parte de una faja con cultivo que crezca espeso y proteja el suelo contra la erosión; que las fajas del cultivo en líneas tengan la misma anchura en toda su longitud y, por últirrro, que el
número de fajas sea el menor posible por economía en
las labores.
Como las curvas de nivel no son paralelas, resulta
que tampoco lo son las líneas de las terrazas que las
siguen. El ancho del espacio entre terrazas es, pues,
variable, y como la anchura de la labor del arado es
siempre la misma, resulta que en las partes más anchas caben más surcos que en las estrechas, por lo que
hay que hacer surcos cortos, procurando siempre ajustarse lo mejor posible a las curvas de nivel del terreno. El labrador tiene soluciones muy diversas para labrar. Si se arranca con la labor con surcos paralelos al
borde exterior de una terraza, verterá las tierras hacia
arriba, y la desviación de los surcos hará que vayan a
morir al borde del canal de la terraza inferior. Al contrario, si el arranque se hace paralelo al borde del canal de una terraza, los surcos cortos irán a morir al
borde exterior de la que está por encima; y si alterna-
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tivamente se trazan surcos paralelos a dos terrazas.contiguas, los surcos se hace preciso cortarlos en la parte
central de la superficie de entre terrazas. El gráfi¿'o número 9 representa las diferentes maneras de dirigir la
labor que han sido reseñadas.
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