Taller sobre política de cuadros

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Taller sobre política de cuadros
Frente de educación PCU _ junio 2009
“Desde muy joven (Fidel) hizo suyo un pensamiento martiano: “Toda
la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Lo convirtió
en escudo contra lo fatuo y lo pasajero, en su principal arma para
transformar halagos y honores, por merecidos que fueran, en mayor
modestia, honradez, voluntad de lucha y amor por la verdad, que
invariablemente ha situado por encima de todo”. Raúl Castro
Discurso del presidente Raúl Castro en el acto por el aniversario 50 del triunfo de la revolución
Texto íntegro del discurso del presidente Raúl Castro en
el acto por el aniversario 50 del triunfo de la Revolución
cubana, efectuado en Santiago de Cuba, el 1 de enero
del 2009.
Santiagueras y santiagueros;
Orientales;
Combatientes del Ejército Rebelde, la lucha clandestina y de cada combate en
defensa de la Revolución durante estos 50 años;
Compatriotas:
El primer pensamiento, un día como hoy, para los caídos en esta larga lucha.
Ellos son paradigma y símbolo del esfuerzo y el sacrificio de millones de cubanos.
En estrecha unión, empuñando las poderosas armas que han significado la
dirección, las enseñanzas y el ejemplo de Fidel, aprendimos en el rigor de la
lucha a transformar sueños en realidades; a no perder la calma y la confianza
frente a peligros y amenazas; a levantar el ánimo tras los grandes reveses; a
convertir en victoria cada reto y a superar las adversidades, por insuperables que
pudieran parecer.
Los que hemos tenido el privilegio de vivir con toda intensidad esta etapa de
nuestra historia, sabemos bien cuán cierta ha resultado la alerta que nos hizo
aquel 8 de enero de 1959, en su primer discurso al entrar a la capital: “La tiranía
ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer
todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás
en lo adelante todo sea más difícil”, concluyó.
Por primera vez el pueblo cubano alcanzaba el poder político. En esta ocasión,
junto a Fidel, los mambises sí entraron a Santiago de Cuba. Atrás quedaban 60
años exactos de dominación absoluta del naciente imperialismo norteamericano,
que no tardaría en mostrar sus verdaderos propósitos, al impedir la entrada a
esta ciudad del Ejército Libertador.
Atrás quedaron también la gran confusión y sobre todo la frustración enorme que
generó la intervención norteamericana. Sin embargo se mantuvo en vilo, más
allá de su disolución formal, la voluntad de lucha del Ejército Mambí y el
pensamiento que guió las armas de Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo y
tantos otros próceres y combatientes por la independencia.
Vivimos algo más de cinco décadas de gobiernos corruptos, de nuevas
intervenciones norteamericanas; la tiranía machadista y la revolución frustrada
que la derrocó. Más tarde, en 1952, el golpe de Estado, con el apoyo del
gobierno norteamericano, instauró nuevamente la dictadura, fórmula aplicada en
esos años para asegurar su dominio en América Latina.
Para nosotros quedó claro que la lucha armada era la única vía. A los
revolucionarios se nos planteaba nuevamente, como a Martí antes, el dilema de
la guerra necesaria por la independencia que quedó trunca en 1898.
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Discurso del presidente Raúl Castro en el acto por el aniversario 50 del triunfo de la revolución
El Ejército Rebelde retomó las armas mambisas y después del triunfo se
transformó para siempre en las invictas Fuerzas Armadas Revolucionarias.
La Generación del Centenario, que en 1953 asaltó los cuarteles Moncada y Carlos
Manuel de Céspedes, contó con el importante legado de Martí, con su visión
global humanística que va más allá de la consecución de la liberación nacional.
En términos históricos, fue breve el tiempo que medió entre la frustración del
sueño mambí y el triunfo en la Guerra de Liberación. A comienzos de este
período, Mella, uno de los fundadores de nuestro primer partido comunista y
creador de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), se convierte en heredero
legítimo y puente que une el pensamiento martiano y las ideas más avanzadas.
Fueron años de maduración de la conciencia y la acción de obreros y
campesinos, y de formación de una intelectualidad genuina, valiente y patriota
que los ha acompañado hasta el presente.
El magisterio cubano, fiel depositario de las tradiciones de lucha de sus
predecesores, las sembró en lo mejor de las nuevas generaciones.
Desde el mismo momento del triunfo, se hizo evidente para cada hombre y
mujer humilde que la Revolución era un justiciero cataclismo social que tocó
todas las puertas, desde los palacetes de la Quinta Avenida en la capital, hasta el
más misérrimo y apartado bohío de nuestros campos y montañas.
Las leyes revolucionarias no sólo dieron cumplimiento al programa del Moncada,
lo superaron con creces en la lógica evolución del proceso. Además sentaron un
precedente para los pueblos de nuestra América que hace 200 años iniciaron el
movimiento emancipador del colonialismo.
En Cuba, la historia americana tomó rumbos diferentes. Nada moralmente
valioso ha sido ajeno al torbellino que aun antes del primero de enero de 1959,
comenzó a barrer oprobios e inequidades, a la vez que abrió paso al gigantesco
esfuerzo de todo un pueblo, decidido a darse a sí mismo cuanto merece y ha
logrado levantar con su sangre y su sudor.
Millones de cubanas y cubanos han sido trabajadores, estudiantes, soldados, o
simultáneamente las tres cosas, cuantas veces las circunstancias lo han exigido.
La síntesis magistral de Nicolás Guillén resumió el significado para el pueblo del
triunfo de enero de 1959: “Tengo lo que tenía que tener”, dice uno de sus
versos, refiriéndose no a riquezas materiales, sino a ser dueños de nuestro
destino.
Es una victoria doblemente meritoria, porque ha sido alcanzada a pesar del odio
enfermizo y vengativo del poderoso vecino.
El fomento y apoyo al sabotaje y el bandidismo; la invasión de Playa Girón; el
bloqueo y demás agresiones económicas, políticas y diplomáticas; la permanente
campaña de mentiras dirigida a denigrar a la Revolución y sus líderes; la Crisis
de Octubre, los secuestros y ataques a embarcaciones y aeronaves civiles; el
terrorismo de Estado, con su terrible saldo de 3 478 muertos y 2 099
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Discurso del presidente Raúl Castro en el acto por el aniversario 50 del triunfo de la revolución
incapacitados; los planes de atentados a Fidel y otros dirigentes; los asesinatos
de obreros, campesinos, pescadores, estudiantes, diplomáticos y combatientes
cubanos. Esos y otros muchos crímenes dan fe del tozudo empeño de apagar a
cualquier precio la luz de justicia y decoro que significó la alborada del Primero
de Enero.
Una tras otra, todas las administraciones norteamericanas no han cesado de
intentar forzar un cambio de régimen en Cuba, empleando una u otra vía, con
mayor o menor agresividad.
Resistir ha sido la palabra de orden y la clave de cada una de nuestras victorias,
durante este medio siglo de ininterrumpido batallar, en que hemos partido
invariablemente de jugarnos nuestra propia piel, sin dejar de reconocer la amplia
y decisiva solidaridad recibida.
Desde hace muchos años, los revolucionarios cubanos nos atenemos a la
máxima martiana: “La libertad cuesta muy cara, y es necesario o resignarse a
vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio”.
En esta plaza, en el 30 aniversario del triunfo, Fidel nos dijo: “Aquí estamos
porque hemos podido resistir”. Una década después, en 1999, desde este mismo
balcón, afirmó que el período especial constituía “la más extraordinaria página de
gloria y firmeza patriótica y revolucionaria, (…) cuando nos quedamos
absolutamente solos en medio de Occidente a 90 millas de Estados Unidos y
decidimos seguir adelante”. Fin de la cita. Así lo repetimos hoy.
Ha sido una resistencia firme, ajena a fanatismos, basada en sólidas convicciones
y en la decisión de todo un pueblo de defenderlas al precio que sea necesario.
Ejemplo vivo de ello en estos momentos es la inconmovible firmeza de nuestros
gloriosos Cinco Héroes Hoy no estamos solos frente al imperio en este lado del
océano, como ocurrió en los años sesenta, cuando los Estados Unidos impusieron
el absurdo de expulsar de la OEA, en enero de 1962, a Cuba, el país que poco
antes había sido víctima de una invasión organizada por el gobierno
norteamericano y escoltada hasta nuestras costas por sus buques de guerra.
Precisamente, como se ha demostrado, esa expulsión era el preludio de una
intervención militar directa, impedida sólo por el despliegue de los cohetes
nucleares soviéticos que desembocó en la Crisis de Octubre, conocida
mundialmente como la crisis de los mísiles.
Hoy la Revolución es más fuerte que nunca y jamás ha cedido un milímetro en
sus principios, ni en los momentos más difíciles. No cambia en lo más mínimo
esa verdad que algunos pocos se cansen y hasta renieguen de su historia,
olvidándose de que la vida es un eterno batallar.
¿Significa que han disminuido los peligros? No, no nos hagamos ilusiones.
Cuando conmemoramos este medio siglo de victorias, se impone la reflexión
sobre el futuro, sobre los próximos cincuenta años que serán también de
permanente lucha.
Observando las actuales turbulencias del mundo contemporáneo, no podemos
pensar que serán más fáciles, lo digo no para asustar a nadie, es la pura
realidad.
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Discurso del presidente Raúl Castro en el acto por el aniversario 50 del triunfo de la revolución
También debemos tener muy presente lo que Fidel nos dijo a todos, pero
especialmente a los jóvenes, en la Universidad de La Habana, el 17 de
noviembre del 2005: “Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta
Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos;
nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”, sentenció.
Ante esta posibilidad, me pregunto: ¿cuál es la garantía de que no ocurra algo
tan terrible para nuestro pueblo? ¿Cómo evitar un golpe tan anonadante que
necesitaríamos mucho tiempo para recuperarnos y alcanzar de nuevo la victoria?
Hablo en nombre de todos los que hemos luchado, desde los primeros disparos
en los muros del Moncada, hace 55 años, hasta los que cumplieron heroicas
misiones internacionalistas.
Hablo, por supuesto, también en nombre de los que cayeron en las guerras de
independencia y más recientemente en la Guerra de Liberación. En
representación de todos ellos, hablo en nombre de Abel y José Antonio, de
Camilo y Che, cuando afirmo, en primer lugar, que ello exige de los dirigentes
del mañana que no olviden nunca que esta es la Revolución de los humildes, por
los humildes y para los humildes; que no se reblandezcan con los cantos de
sirena del enemigo y tengan conciencia de que por su esencia, nunca dejará de
ser agresivo, dominante y traicionero; que no se aparten jamás de nuestros
obreros, campesinos y el resto del pueblo; que la militancia impida que
destruyan al Partido. Aprendamos de la historia.
Si actúan así, contarán siempre con el apoyo del pueblo, incluso cuando se
equivoquen en cuestiones que no violen principios esenciales. Pero si sus actos
no estuvieran en consonancia con esa conducta, no contarán siquiera con la
fuerza necesaria ni la oportunidad para rectificar, pues les faltará la autoridad
moral que sólo otorgan las masas a quienes no ceden en la lucha. Pudieran
terminar siendo impotentes ante los peligros externos e internos, e incapaces de
preservar la obra fruto de la sangre y el sacrificio de muchas generaciones de
cubanos.
Si ello llegara a suceder, nadie lo dude, nuestro pueblo sabrá dar la pelea, y en
la primera línea estarán los mambises de hoy, que no se desarmarán
ideológicamente ni dejarán caer la espada.
Corresponde a la dirección histórica de la Revolución preparar a las nuevas
generaciones para asumir la enorme responsabilidad de continuar adelante con
el proceso revolucionario.
Esta heroica ciudad de Santiago, y Cuba entera, fue testigo del sacrificio de miles
de compatriotas; de la ira acumulada ante tanta vida tronchada por el crimen;
del dolor infinito de nuestras madres y del valor sublime de sus hijas e hijos.
Aquí nació un joven revolucionario, de sólo 22 años al caer asesinado, que
simboliza esa disposición al sacrificio, pureza, valentía, serenidad y amor a la
patria de nuestro pueblo: Frank País García.
En esta tierra oriental nació la Revolución. Aquí fue la clarinada de La Demajagua
y el 26 de Julio; aquí desembarcamos en el Granma e iniciamos el combate en
montañas y llanos, que luego se extendió a toda la isla. Como dijo Fidel en La
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Discurso del presidente Raúl Castro en el acto por el aniversario 50 del triunfo de la revolución
Historia me Absolverá, aquí “cada día parece que va a ser otra vez el de Yara o el
de Baire”.
¡Nunca más volverán la miseria, la ignominia, el abuso y la injusticia a nuestra
tierra! ¡Jamás regresará el dolor al corazón de las madres ni la vergüenza al
alma de cada cubano honesto! Es la firme decisión de una nación en pie de
lucha, consciente de su deber y orgullosa de su historia.
Nuestro pueblo conoce cada imperfección de la obra que él mismo ha levantado
con sus brazos y defendido a riesgo de su vida. Los revolucionarios somos
nuestros principales críticos. No hemos dudado en dilucidar deficiencias y errores
públicamente. Sobran los ejemplos pasados y recientes.
Desde el 10 de octubre de 1868, la desunión fue causa fundamental de nuestras
derrotas. A partir del primero de enero de 1959, la unidad, forjada por Fidel, ha
sido garantía de nuestras victorias. Nuestro pueblo logró mantenerla frente a
todos los avatares e intentos divisionistas y ha sabido situar los anhelos comunes
por encima de las diferencias, derrotar mezquindades a fuerza de colectivismo y
generosidad.
Las revoluciones sólo avanzan y perduran cuando las lleva adelante el pueblo.
Haber comprendido esa verdad y actuado invariablemente en consecuencia con
ella, ha sido factor decisivo de la victoria de la Revolución cubana frente a
enemigos, dificultades y retos en apariencia invencibles.
Al arribar al primer medio siglo de Revolución triunfante, llegue el principal
tributo a nuestro maravilloso pueblo; a su ejemplar decisión, valor, fidelidad,
vocación solidaria e internacionalista; a su extraordinaria demostración de
voluntad, espíritu de sacrificio y confianza en la victoria, en el Partido, en su
máximo líder y sobre todo en sí mismo.
Sé que expreso el sentir de mis compatriotas y de muchos revolucionarios en el
mundo, al rendir homenaje en esta hora al Comandante en Jefe de la Revolución
Cubana, Fidel Castro Ruz.
Un individuo no hace la historia, lo sabemos, pero hay hombres imprescindibles
capaces de influir en su curso de manera decisiva. Fidel es uno de ellos, nadie lo
duda, ni aun sus enemigos más acérrimos.
Desde muy joven hizo suyo un pensamiento martiano: “Toda la gloria del mundo
cabe en un grano de maíz”. Lo convirtió en escudo contra lo fatuo y lo pasajero,
en su principal arma para transformar halagos y honores, por merecidos que
fueran, en mayor modestia, honradez, voluntad de lucha y amor por la verdad,
que invariablemente ha situado por encima de todo.
A estas ideas se refirió, en esta misma plaza, hace 50 años. Sus palabras de
aquella noche mantienen absoluta vigencia.
En este especial momento que nos hace meditar en el camino recorrido y sobre
todo en el aún más largo que está por delante, cuando ratificamos nuevamente
el compromiso con el pueblo y nuestros mártires, permítanme concluir repitiendo
la alerta premonitoria y el llamado al combate que nos hiciera el Comandante en
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Discurso del presidente Raúl Castro en el acto por el aniversario 50 del triunfo de la revolución
Jefe en este histórico lugar, el primero de enero de 1959, cuando señaló: “No
creemos que todos los problemas se vayan a resolver fácilmente, sabemos que el
camino está trillado de obstáculos, pero nosotros somos hombres de fe, que nos
enfrentamos siempre a las grandes dificultades. Podrá estar seguro el pueblo de
una cosa, que es que podemos equivocarnos una y muchas veces, lo único que
no podrá decir jamás de nosotros es que robamos, que traicionamos”.
Y agregó: “Nunca nos dejaremos arrastrar por la vanidad ni por la ambición, (…)
no hay satisfacción ni premio más grande que cumplir con el deber”, concluyó.
En una fecha de tanto significado y simbolismo, reflexionemos sobre estas ideas
que constituyen guía para el revolucionario verdadero. Hagámoslo con la
satisfacción de haber cumplido el deber hasta el presente; con el aval de haber
vivido con dignidad el más intenso y fecundo medio siglo de historia patria y con
el firme compromiso de que en esta tierra siempre podremos exclamar con
orgullo:
¡Gloria a nuestros héroes y mártires!
¡Viva Fidel!
¡Viva la Revolución!
¡Viva Cuba libre!
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Fragmento del informa 19 Congreso - Sobre la formación de cuadros -
Rodney Arismendi
XIX CONGRESO DEL P.C.U.
Agosto de 1966
SOBRE LA FORMACION DE CUADROS COMUNISTAS
Fragmento del informe de balance del Comité Central presentado por su
Primer Secretario Rodney Arismendi
Camaradas:
Algunas consideraciones más, ya que no vamos a tratar en particular todos
los problemas.
Nuestro objetivo es formar un Partido de masas y de cuadros, o sea,
numeroso, con un crecimiento continuado, pero afirmado en los principios del
centralismo democrático y en una fuerte estructura organizativa. La garantía de
esta segunda condición depende de la cifra y la calidad de los cuadros.
Nuestro reclutamiento se ha caracterizado no sólo por su cantidad considerable si pensamos en las cifras- sino también porque los nuevos afiliados
han arribado a nuestras filas en medio de las luchas y primordialmente de las
grandes concentraciones de trabajadores. Y a pesarde las notorias deficiencias
que otras veces señalamos, sólo un porcentaje pequeño de esta caudalosa
afiliación no ha quedado dentro de la influencia y el contralor político del Pacido.
Se destacan dos rasgos más: a) A partir de 1962 desciende el porcentaje de
afiliados que no reciben nuestro carnet; b) la militancia se distingue por la
juventud promedial del reclutamiento y su transformación posterior en cuadros
responsables.
Sin disminuir el reclutamiento, por el contrario, intensificándolo, debemos
colocar el acento en elevar la militancia, la disciplina, las virtudes distintivas del
espíritu del partido, la firmeza revolucionaria y la combatividad.
Esto nos impone un trabajo más profundo de formación de cuadros, una
labor sistemática para afirmar las organizaciones de base, para multiplicar su
número y su papel político y, en fin, una mayor consecuencia en la planificación
y el uso del plan del Partido como una llave maestra de toda la actividad
dirigente organizativa.
Es fácil ver que en todo este período han ingresado a la lucha y se han
formado centenares de nuevos cuadros, que se consolidan y progresan muchos
otros que se han ido decantando a lo largo de nuestra organización muchos
camaradas sobre cuyos hombros gravitan grandes responsabilidades. Pero
estamos muy lejos de lo que necesitamos y de lo que reclama el propio
desarrollo del Partido.
Forjar cuadros no significa sólo y principalmente registrar cantidad de
personas que ocupan unos u otros cargos. Significa, antes que nada, formar a
nuestros militantes en las cualidades definitorias del comunista: su fervor
revolucionario y adhesión a la clase obrera y al pueblo, probado frente a la
reacción o en otras circunstancias, su independencia de criterio y la falta del
temor filisteo a las responsabilidades, su actitud ante la línea y el trabajo, su
espíritu de sacrificio, su conducta disciplinada, en fin, esos rasgos de que nos
hablaran Lenin y Dimítrov.
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Fragmento del informa 19 Congreso - Sobre la formación de cuadros -
Rodney Arismendi
Queremos formar revolucionarios que sean por sí mismos, aun modestamente, un espejo para todos los afiliados, para aquellos que llegan a
nuestras filas y deben formarse ideológica y moralmente, adquiriendo
experiencia, disciplina y hábitos de combatiente. Debemos tener en cuenta sus
vocaciones y posibilidades, sin que ello suponga alentar el individualismo, la
poltronería y la vanidad, a pretexto de la peculiaridad personal. Con los cuadros
no hay lugar para el halago demagógico, porque es menester formar el espíritu
de responsabilidad, de crítica y autocrítica y de organización disciplinada. Esto no
significa que debamos conceder nada a un trato no humano con los cuadros;
pero si que deseamos –en la medida de cada uno- formar gente entregada a la
hazaña cotidiana de la revolución. Para ello es necesario conocer a los cuadros,
su historia de militancia, sus virtudes y defectos, su origen y formación;
desterrar el subjetivismo cuando los valoramos, tener en cuenta su trabajo, sus
condiciones políticas, sus posibilidades de desarrollo, su posible porvenir.
Nuestra estimación debe basarse en sus cualidades positivas para superar las
negativas y simultáneamente, debemos saber que la formación del espíritu de
Partido, la exigencia al militante y su autoexigencia, adquieren un mayor relieve
en esta etapa.
Para un Partido como el nuestro, que crece en los sacudimientos de las luchas
y que lo hace con rapidez, aumentan las reclamaciones en materia de formación
teórica. En consecuencia, todos los temas referentes a la preparación teórica y a
las cuestiones ideológicas, asumen, en esta etapa, otra dimensión. Ellos tienen
que ver con la educación propiamente dicha, con la prensa, con la calidad de la
vida interior de nuestros organismos, con la difusión de la literatura, con un más
rico trabajo de elaboración y divulgación. El estudio regular de los materiales del
Partido, de los clásicos y de la experiencia de otros partidos hermanos, debe
mejorar.
Nuestra experiencia consiste en trabajar con planes de largo alcance. El plan es
la herramienta fundamental para la organización general de nuestra actividad, ya
que engloba todos sus rubros. Cabe superar, sin embargo, nuestras
inconsecuencias al respecto. El plan debe elaborarse a partir de bases reales e
influir luego en el proceso vivo de la construcción del Partido. Debe ser más que
un registro, un instrumento de pelea contra el atraso, la adecuación al
oportunismo, la rutina, la desorganización, el aclimatamiento a las dificultades, la
ausencia de medidas concretas para operar cambios, etc. Sólo así el plan
impedirá que se cubran los defectos particulares con los éxitos generales,
formará métodos concretos de dirección. De este modo, el plan también facilitará
la vigilancia y hará saltar toda clase de dificultades. No podemos decir que, a
pesar del éxito, hayamos alcanzado este nivel en cuanto al trabajo con el plan. Y
por ello, se manifiestan a veces muchos retardos en la adopción de medidas, en
la remoción de cuadros, en la promoción oportuna, en la operatividad y eficacia
de nuestra labor organizativa, propagandística, de finanzas, etc. Pero, muy
particularmente en cuanto al estudio más científico de las tendencias de
desarrollo del Partido y ante todo, de sus organizaciones de base. Esto es más
grave cuando se trata del interior del país.
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Carta a un comunista
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Rodney Arismendi
CARTA A UN COMUNISTA
Texto de la carta remitida desde la clandestinidad al militante del
PCU, Sócrates Martínez, en septiembre de 1973 después que éste
fuese liberado tras sufrir brutales torturas.
Estimado Camarada Sócrates:
Recibí tu carta que fue para mí un nuevo motivo de satisfacción y de
emoción comunista en este 53 aniversario de nuestro Partido.
Es la carta de un comunista que supo comportarse en la hora de la prueba,
como un comunista.
Tú dices bien: el enemigo tiembla ante nuestra entereza de principios, ante
nuestra inquebrantable adhesión a la causa de la clase obrera, la causa del
socialismo, la democracia y la liberación de los pueblos.
La causa de la verdadera emancipación del hombre de toda opresión, de
toda alienación, de todas las miserias y mezquindades acumuladas por milenios
de dominación de las clases explotadoras. Pues no otra cosa es ser comunista.
Tú escribe: "Cuando las imágenes de la injusticia social tomen cuerpo en
nuestro sentimiento, cuando somos parte de la lucha por corregirla y se afirma la
seguridad que el futuro cercano será de nuestras ideas, la tortura y la muerte
quedan al margen". Y esto es así. Con esa convicción se han sacrificado decenas
de miles de nuestros camaradas en toda la tierra y asesinados y torturados hasta
la muerte siempre han sido los triunfadores; por eso tiemblan los enemigos de
los pueblos, por eso el torturador sádico al servicio de los peores intereses
parece arcilla deleznable ante el acero del comunista agonizante en sus manos.
Por suerte vivimos en una hora maravillosa de la historia; el tiempo del
triunfo internacional del comunismo que nada ni nadie podrá detener.
Desde octubre del 17 hasta hoy, ¿cuántos intentaron extirpar al comunismo
por el hacha, el fusilamiento, la masacre sádica, la tortura, la agresión a los
pueblos, la guerra y el fascismo? ¿Y en dónde están ellos, en qué fosa de
estiércol de la historia? ¿Y en dónde está nuestra causa? En las Cumbres más
altas de la construcción social y en la hondura más profunda e inextirpable del
corazón humano.
¿Qué vale un Pinochet al lado de Hitler? La suerte personal e histórica del
gorila chileno no diferirá de la del monstruo alemán que asesinó a decenas de
millones. Más allá de la suerte personal de cada uno de nosotros -lo he repetido
siempre-- la victoria de la clase obrera y los pueblos sobre el imperialismo y
sobre la opresión nacional y social marcha inexorablemente como la ruta
inmarcesible de las estrellas.
Marcha en la construcción de la sociedad nueva en la Unión Soviética y el
sistema socialista, en la calumniada y erecta Cuba, en el Vietnam heroico que ya
se reconstruye. En la explosión liberadora nacional de los pueblos de Asia, África
y América Latina. En los viejos proletarios de Europa. Y aún en la rebelión
proletaria juvenil y negra de los EE.UU.
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Carta a un comunista
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Rodney Arismendi
La reciente Conferencia de los "No Alienados" mostró una vez más la
coincidencia objetiva y muchas veces concertada, del sistema socialista y los
pueblos liberados, apuntada contra el imperialismo, particularmente el yanqui, y
sus cómplices.
También en América Latina -pese a la traición de los jefes militares de
Chile, fascistas cobardes, sucias alimañas que el yanqui maneja- los umbrales de
la liberación siguen encendidos en el horizonte.
La imagen de Allende se irá agrandando como ocurrió con la del Che, y
levantando legiones imborrables detrás de ella. Así en todos nuestros pueblos.
Y los felones generales y almirantes serán, más tarde o más temprano -lo
son ya ahora- sombras temblorosas cargadas de miedo, aferrados a sus pobres
pellejos. Aunque se entierren en el fondo de la cueva más tenebrosa.
Y digo algo sobre nuestro Uruguay: ¿quién puede creer que con nuestra
clase obrera, con el pueblo de Artigas, y también con éste nuestro querido
Partido, el itinerario de la Patria concluirá como un barco embicado y sin destino?
Algunos de nuestros compañeros ya cayeron. Son nuestros mártires. "De
pie, en medio de la pólvora, como mechas ardiendo", como cantó Neruda a los
Internacionales caídos en España. Otros pueden quizás caer. Pero la historia será
nuestra. Es decir, de la Patria, de la clase obrera y del pueblo. En lo inmediato,
de todos los orientales honestos como pedía Seregni, este símbolo del pueblo
aprisionado.
Por eso, camarada Martínez, querido amigo Sócrates, antiguo comunista a
quien conozco de tantos años, tu conducta ejemplar en la tortura es siempre la
primera condición de la derrota de los torturadores. ¡Así proceden los auténticos
comunistas!
Y quien no sepa vencer de este modo, victoria de la conciencia y el corazón
comunistas, sean cuales fuesen sus otras cualidades personales, que no ponga
sobre su pecho el carnet del Partido.
Recibe, querido camarada, un fuerte abrazo.
Procura reponer tu salud quebrantada por las torturas que mellaron tu
físico, pero no tus ideales. No te reincorpores a ninguna actividad hasta no sentir
mejor tu salud. Aun descansando estarás presente en todas partes, como otros
camaradas en situaciones parecidas. Estarás en todos los lugares donde
comunistas enarbole la bandera de libertad, de democracia, de la felicidad del
pueblo, de la Patria, del socialismo.
Saluda a tu compañera y demás familiares.
Te abraza, tu camarada.
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El cuadro, columna vertebral de la Revolución
Ernesto Che Guevara
El cuadro, columna vertebral de la Revolución
Ernesto Che Guevara de La Serna
Innecesario sería insistir en las características de
nuestra Revolución, en la forma original, con algunos
rasgos de espontaneidad, con que se produjo el tránsito de
una revolución nacional libertadora, a una revolución
socialista y en el cúmulo de etapas vividas a toda prisa en
el curso de este desarrollo, que fue dirigido por los mismos
actores de la epopeya inicial del Moncada, pasando por el
Granma y terminando en la declaración de carácter
socialista de la Revolución cubana. Nuevos simpatizantes,
cuadros, organizaciones, se fueron sumando a la endeble
estructura orgánica del movimiento inicial, hasta constituir
el aluvión de pueblo que caracteriza nuestra Revolución.
Cuando se hizo patente que en Cuba una nueva clase social tomaba
definitivamente el mando, se vieron también las grandes limitaciones que
tendría en el ejercicio del poder estatal a causa de las condiciones en que
encontráramos el Estado, sin cuadros para desarrollar el cúmulo enorme de
tareas que debían cumplirse en el aparato estatal, en la organización política y
en todo el frente económico.
En el momento siguiente a la toma del poder, los cargos burocráticos se
designaron "a dedo"; no hubo mayores problemas, no los hubo porque todavía
no estaba rota la vieja estructura. El aparato funcionaba con su andar lento y
cansino de cosa vieja y casi sin vida, pero tenía una organización y, en ella, la
coordinación suficiente para mantenerse por inercia, desdeñando los cambios
políticos que se producían como preludio del cambio en la estructura económica.
El Movimiento 26 de Julio, hondamente herido por las luchas internas entre
sus alas izquierda y derecha, no podía dedicarse a tareas constructivas; y el
Partido Socialista Popular, por el hecho de soportar fieros embates y la
ilegalidad durante años, no había podido desarrollar cuadros intermedios para
afrontar las nuevas responsabilidades que se avecinaban.
Cuando se produjeron las primeras intervenciones estatales en la
economía, la tarea de buscar cuadros no era muy complicada y se podía elegir
entre muchas gentes que tenían alguna base mínima para ejercer el cargo de
dirección. Pero, con el aceleramiento del proceso, ocurrido a partir de la
nacionalización de las empresas norteamericanas y, posteriormente, de las
grandes empresas cubanas, se produce una verdadera hambre de técnicos
administrativos. Se siente, por otro lado, una necesidad angustiosa de técnicos
de producción, debido al éxodo de muchos de ellos, atraídos por mejores
posiciones ofrecidas por las compañías imperialistas en otras partes de América
o en los mismos Estados Unidos, y el aparato político debe someterse a un
intenso esfuerzo, en medio de las tareas de estructuración, para dar atención
ideológica a una masa que entra en contacto con la Revolución, plena de ansias
de aprender.
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El cuadro, columna vertebral de la Revolución
Ernesto Che Guevara
Todos cumplimos el papel como buenamente pudimos, pero no fue sin
penas ni apuros. Muchos errores se cometieron en la parte administrativa del
Ejecutivo, enormes fallas se cometieron por parte de los nuevos administradores
de empresas, que tenían responsabilidades demasiado grandes en sus manos, y
grandes y costosos errores cometimos también en el aparato político que, poco
a poco, fue cayendo en una tranquila y placentera burocracia, identificado casi
como trampolín para ascensos y para cargos burocráticos de mayor o menor
cuantía, desligado totalmente de las masas.
El eje central de nuestros errores está en nuestra falta de sentimiento de la
realidad en un momento dado, pero la herramienta que nos faltó, lo que fue
embotando nuestra capacidad de percepción y convirtiendo al partido en un
ente burocrático, poniendo en peligro la administración y la producción, fue la
falta de cuadros desarrollados a nivel medio. La política de cuadros se hacía
evidente como sinónimo de política de masas; establecer nuevamente el
contacto con las masas, contacto estrechamente mantenido por la Revolución
en la primera época de su vida, era la consigna. Pero establecerlo a través de
algún tipo de aparato que permitiera sacarle el mayor provecho, tanto en la
percepción de todos los latidos de las masas como en la transmisión de
orientaciones políticas, que en muchos casos solamente fueron dadas por
intervenciones personales del Primer Ministro Fidel Castro o de algunos otros
líderes de la Revolución.
A esta altura podemos preguntarnos, ¿qué es un cuadro? Debemos decir
que, un cuadro es un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político
como para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central,
hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa, percibiendo además
las manifestaciones que esta haga de sus deseos y sus motivaciones más
íntimas. Es un individuo de disciplina ideológica y administrativa, que conoce y
practica el centralismo democrático y sabe valorar las contradicciones existentes
en el método para aprovechar al máximo sus múltiples facetas; que sabe
practicar en la producción el principio de la discusión colectiva y decisión y
responsabilidad únicas, cuya fidelidad está probada y cuyo valor físico y moral
se ha desarrollado al compás de su desarrollo ideológico, de tal manera que
está dispuesto siempre a afrontar cualquier debate y a responder hasta con su
vida de la buena marcha de la Revolución. Es, además, un individuo con
capacidad de análisis propio, lo que le permite tomar las decisiones necesarias y
practicar la iniciativa creadora de modo que no choque con la disciplina.
El cuadro, pues, es un creador, es un dirigente de alta estatura, un técnico
de buen nivel político que puede, razonando dialécticamente, llevar adelante su
sector de producción o desarrollar a la masa desde su puesto político de
dirección.
Este ejemplar humano, aparentemente, rodeado de virtudes difíciles de
alcanzar, está sin embargo, presente en el pueblo de Cuba y nos lo
encontramos día a día. Lo esencial es aprovechar todas las oportunidades que
hay para desarrollarlo al máximo, para educarlo, para sacar de cada
personalidad el mayor provecho y convertirla en el valor más útil para la nación.
El desarrollo de un cuadro se logra en el quehacer diario; pero debe
acometerse la tarea, además, de un modo sistemático en escuelas especiales,
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El cuadro, columna vertebral de la Revolución
Ernesto Che Guevara
donde profesores competentes, ejemplos a la vez del alumnado, favorezcan el
más rápido ascenso ideológico.
En un régimen que inicia la construcción del socialismo, no puede
suponerse un cuadro que no tenga un alto desarrollo político, pero por
desarrollo político no debe considerarse solo el aprendizaje de la teoría
marxista; debe también exigirse la responsabilidad del individuo por sus actos,
la disciplina que coarte cualquier debilidad transitoria y que no esté reñida en
una alta dosis de iniciativa, la preocupación constante por todos los problemas
de la Revolución. Para desarrollarlo hay que empezar, por establecer el principio
selectivo en la masa, es allí donde hay que buscar las personalidades nacientes,
probadas en el sacrificio o que empiezan ahora a mostrar sus inquietudes, y
llevarlas a escuelas especiales, o, en su defecto a cargos de mayor
responsabilidad que lo prueben en el trabajo práctico.
Así hemos ido encontrando multitud de nuevos cuadros que se han
desarrollado en estos años; pero su desarrollo no ha sido parejo, puesto que los
jóvenes compañeros se han visto frente a la realidad de la creación
revolucionaria sin una adecuada orientación de partido. Algunos han triunfado
plenamente, pero hay muchos que no pudieron hacerlo completamente y
quedaron a mitad del camino, o que, simplemente, se perdieron en el laberinto
burocrático o en las tentaciones que da el poder.
Para asegurar el triunfo y la consolidación total de la Revolución
necesitamos desarrollar cuadros de distintos tipos; el cuadro político que sea la
base de nuestras organizaciones de masas, el que oriente a estas a través de la
acción del Partido Unido de la Revolución Socialista (ya se están empezando a
sentar estas bases con las escuelas nacionales y provinciales de Instrucción
Revolucionaria y con los estudios y círculos de estudios a todos los niveles);
también se necesitan cuadros militares, para lograr lo cual se puede utilizar la
selección que hizo la guerra en nuestros jóvenes combatientes, ya que quedó
con vida una buena cantidad sin grandes conocimientos teóricos pero probados
en el fuego, probados en las condiciones más duras de la lucha y de una
fidelidad a toda prueba hacia el régimen revolucionario, a cuyo nacimiento y
desarrollo están íntimamente unidos desde las primeras guerrillas de la Sierra.
Debemos promover también cuadros económicos que se dediquen
específicamente a las tareas difíciles de la planeación y a las tareas de la
organización del Estado Socialista en estos momentos de creación. Es necesario
trabajar con los profesionales, impulsando a los jóvenes a seguir alguna de las
carreras técnicas más importantes, para tentar de darle a la ciencia el tono de
entusiasmo ideológico que garantice un desarrollo acelerado. Y es imperativo
crear el equipo administrativo que sepa aprovechar y acoplar los conocimientos
técnicos específicos de los demás y orientar las empresas y otras organizaciones
del Estado para acoplarlas al fuerte ritmo de la Revolución. Para todos ellos, el
denominador común es la claridad política. Esta no consiste en el apoyo
incondicional o los postulados de la Revolución, sino en un apoyo razonado, en
una gran capacidad de sacrificio y en una capacidad dialéctica de análisis que
permita hacer continuos aportes, a todos los niveles, a la rica teoría y práctica
de la Revolución. Estos compañeros deben seleccionarse de las masas,
aplicando el principio único de que el mejor sobresalga y que al mejor se le den
las mayores oportunidades de desarrollo.
En todos estos lugares, la función del cuadro, a pesar de ocupar frentes
distintos, es la misma. El cuadro es la pieza maestra del motor ideológico que es
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El cuadro, columna vertebral de la Revolución
Ernesto Che Guevara
el Partido Unido de la Revolución. Es lo que pudiéramos llamar un tornillo
dinámico de este motor; tornillo en cuanto a pieza funcional que asegura su
correcto funcionamiento, dinámico en cuanto a que no es un simple transmisor
hacia arriba o hacia abajo de lemas o demandas, sino un creador que ayudará al
desarrollo de las masas y a la información de los dirigentes, sirviendo de punto
de contacto con aquellas. Tiene una importante misión de vigilancia para que no
se liquide el gran espíritu de la Revolución, para que esta no duerma, no
disminuya su ritmo. Es un lugar sensible; transmite lo que viene de la masa y le
infunde lo que orienta el Partido.
Desarrollar los cuadros, es, pues, una tarea inaplazable del momento. El
desarrollo de los cuadros ha sido tomado con gran empeño por el Gobierno
Revolucionario; con sus programas de becas siguiendo principios selectivos, con
los programas de estudio de los obreros, dando distintas oportunidades de
desarrollo tecnológico, con el desarrollo de las escuelas técnicas especiales, con
el desarrollo de las escuelas secundarias y las universidades abriendo nuevas
carreras, con el desarrollo, en fin, del estudio, el trabajo y la vigilancia
revolucionaria como lemas de toda nuestra patria, basados fundamentalmente
en la Unión de Jóvenes Comunistas, de donde deben salir los cuadros de todo
tipo y aun los cuadros dirigentes de la Revolución en el futuro.
Íntimamente ligado al concepto de "cuadro" está el de la capacidad de
sacrificio, de demostrar con el propio ejemplo las verdades y consignas de la
Revolución. El cuadro, como dirigente político, debe ganarse el respeto de los
trabajadores con su acción. Es imprescindible que cuente con la consideración y
el cariño de los compañeros a quienes debe guiar por los caminos de
vanguardia.
Por todo ello, no hay mejor cuadro que aquel cuya elección efectúa la masa
en las asambleas que designan los obreros ejemplares, los que serán integrados
al PURS (NR: Partido Unido de la Revolución Socialista, que fue el nombre
anterior del Partido Comunista de Cuba) junto con los antiguos miembros de las
ORI (NR: Organizaciones Revolucionarias Integradas, que fue la fase inicial de
organización política de la Revolución) que pasen todas las pruebas selectivas
exigidas. Al principio constituirán un partido pequeño, pero su influencia entre
los trabajadores será inmensa; luego este se agrandará cuando el avance de la
conciencia socialista vaya convirtiendo en una necesidad el trabajo y la entrega
total a la causa del pueblo. Con dirigentes medios de esa categoría, las difíciles
tareas que tenemos delante se cumplirán con menos contratiempos. Luego de
un periodo de desconcierto y de malos métodos se ha llegado a la política justa,
la que no será abandonada jamás. Con el impulso siempre renovado de la clase
obrera, nutriendo con sus fuentes inagotables las filas del futuro Partido Unido
de la Revolución Socialista, y con la rectoría de nuestro partido, entramos de
lleno en la tarea de formación de cuadros que garanticen el desarrollo
impetuoso de nuestra Revolución. Hay que triunfar en el empeño.
[Revista Cuba Socialista, septiembre 1962.]
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Revista Estudio nº 70, Enero 1979. Testimonio de Carlos Chassale.
TESTIMONIOS del horror y el heroísmo.
ACUSACIÓN de Carlos Chassale
Compañero presidente y demás integrantes del Tribunal. Escuchando
recién a esta gran personalidad que es Antonio Maidana yo media la inmensa
importancia que tirano: es la oportunidad que me da el Tribunal no tanto en lo
personal sino en lo referido a mi pueblo a la lucha de mi pueblo por poder
denunciar aquí la situación que vive Uruguay, los trabajadores y la gente del
pueblo
Yo me llamo Carlos Chassale. Soy maestro uruguayo y fui secuestrado el
7 de noviembre de 1975 por un grupo de individuos no identificados. Me encontraba en
ese momento en mi lugar de trabajo, la Escuela Nº 9, del barrio La Teja en la ciudad de
Montevideo, barrio proletario. Eran aproximadamente las 10 y 30 de la mañana. Fui
liberado nueve meses después, al borde la muerte.
Durante todo ese tiempo permanecí en diferentes centros de tortura, donde me
fueron aplicadas diferentes formas y técnicas de torturas junto a cientos de compañeros.
Al ser detenido realizaba un tratamiento médico intensivo por padecer una grave
enfermedad, un cáncer de linfa, conocido como “mal de Hopkins” y la supresión del
tratamiento médico y las torturas recibidas agravaron mi enfermedad poniéndome al
borde de la muerte en no menos de tres oportunidades.
En tal situación fui procesado, acusada de asociación subversiva por pertenecer al
Partido Comunista de Uruguay y condenado a una pena oscilante entre los seis y los
dieciocho años de cárcel.
El 4 de Octubre de 1978 cumplo veinte años como militante comunista, primero de
la Juventud y luego del partido. Soy un trabajador de la enseñanza y considero que mi
vida ha sido útil. Ella ha transcurrido en función de mis ideales. Soy estrictamente
consciente de los peligros que corría. Nada hice engañado o confundido. Si no me
hubieran detenido aún estaría en mi patria enfrentando a los fascistas. Ni la inhumana
presión que hicieron con mi enfermedad ni las torturas, ni las amenazas de muerte
pudieron doblegarme. Supe mantener una actitud correcta a pesar de lo difícil de la
situación. Y hoy me siento unido más estrechamente a los que nunca denuncié y me
siento más comunista y más patriota que nunca.
Ante este prestigioso y representativo Tribunal acuso al actual régimen uruguayo
de haberme secuestrado, torturado ferozmente durante nueve meses y haberme
amenazado de muerte, de haber amenazado a mi familia, de haber intentado usar mi
grave enfermedad para convertirme en un traidor. Acuso a la dictadura fascista de
torturar a cientos de uruguayos, la acuso de asesinatos y de violación de todos los
derechos humanos.
De mi lugar de trabajo fui retirado en un vehiculo, con los ojos sellados por una
ancha batida de esparadrapo y conducido a un lugar no identificado.
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Mis captores me explicaron por el camino que ellos consideraban que estábamos en
guerra. Y que por lo tanto yo no era un preso sino un prisionero de guerra y que en la
guerra estaba todo permitido, por supuesto la tortura y el asesinato.
Mucho tiempo más tarde supe que me habían llevado a una construcción ubicada
en el predio del 13e. Batallón de Infantería Blindada sito entre las calles de las
Instrucciones y Camino Mendoza en la ciudad de Montevideo. Los que ahí estuvimos lo
bautizamos con el nombre de el infierno. Al llegar a ese lugar pude ver, por el orificio que
se forma entre el esparadrapo y las aletas de la nariz, una gran puerta corrediza de
metal, custodiada por hombres vestidos de civil y que portaban armas automáticos.
Caminando a tientas me di un fuerte golpe contra un vehículo estacionado cerca de la
entrada. En el lugar se oía música estridente y gritos espantosos de hombres y mujeres,
además de ladridos y radios que trasmitían palabras incomprensibles con voz monótona.
Me fueron tomados los datos personales. Fui maniatado con una cuerda de nylon
trenzado y vendado nuevamente, por encima del esparadrapo, con un trozo de bayeta de
tela rústica, de la que se usa para uniformes militares, se me colocó un cartel en el cuello
con el número 117 y se me dijo que ésa era mi identificación desde ese momento. Y
siempre bajo amenazas me dijeron que debía esperar para ser interrogado.
Permanecí tirado durante tiempo considerable. A mi alrededor había gente tirada en
el suelo. Algunas mujeres, especialmente las más jóvenes, gemían y lloraban. Los
guardias reían y las insultaban. Pude ver, de la misma forma que expliqué anteriormente,
a un joven a quien mantenían de pie con la mano izquierda atada al tobillo derecho, y al
que manoseaban. Divisé también mucha gente desnuda, paradas con las piernas
abiertas, algunos de los cuales cantaban o gritaban. Mientras, otros lloraban o
permanecían en silencio. Pude comprobar después que las reacciones de cada uno de
nosotros eran absolutamente diferentes. Y que no siempre el silencio o el gemido
indicaban temor, de la misma manera que no siempre el insulto o la reacción a gritos
indicaba tener más valor.
En determinado momento fui arrastrado por una escalera de madera a un lugar
donde un grupo de individuos comenzó a interrogarme. Por esa escalera fue arrojado el
ingeniero José Luís Massera y como consecuencia del golpe sufrió una fractura de pelvis.
Yo tuve oportunidad de verlo después.
Al no tener resultados positivos iniciaron una conversación que giró sobre temas
tales como la situación económica del país, los ilícitos económicos, los problemas
políticos y sociales y un supuesto plan subversivo que el Partido Comunista prepararía
según ellos con apoyo de la Unión Soviética y en particular de Cuba.
Opiné con cautela sobre los diferentes temas y negué las afirmaciones con firmeza,
pero también con cautela. Al darse cuenta mis captores que no tendrían los resultados
que buscaban comenzaron entonces a emplear otros métodos. Me amenazaron con usar
de mi enfermedad, con traer a mi madre de 64 años y torturarla delante mío, con
matarme y hacerme desaparecer.
Me trasladaron entonces a la planta baja. Me
pusieron de plantón, posición de pie, con las
piernas muy abiertas, el cuerpo erguido, sin beber
ni comer y haciéndome las necesidades fisiológicas
encima. En esta posición estuve la primera vez
cerca de dos días, junto con un grupo considerable
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de hombres y mujeres, la mayoría desnudos y descalzos. Nos caíamos, nos vencía el
sueño, nos levantaban a golpes. Cuando la cabeza caía sobre el pecho ellos aplicaban un
aparato que para mi era una especie de picana eléctrica pequeña, portátil, bajo las
mandíbulas o en las orejas o en la nuca. Cuando por el cansancio juntábamos los pies,
los separaban a golpes en los tobillos... Permanentemente nos golpeaban en los riñones,
en la espalda y la cabeza. Eso se repitió durante todos los meses que estuve allí. Y debo
decir que era una de las formas de tortura más soportable.
Fui conducido después de esos dos días nuevamente a la planta alta donde me
revisó un médico. O al menos una persona que ellos decían que era médico Pude verle la
cara y algún día podré reconocerlo. No sé el nombre.
Me palpó en el suelo, sobre el orín y los vómitos, aleccionándome constantemente
para que hablara. Inmediatamente comenzaron a golpearme en la cabeza, en la cara
tuve infección en un ojo por largo tiempo, me golpearon en los riñones y en los
testículos. Eran puñetazos y patadas y a veces golpes con una madera. No se cuánto
duró esta paliza ni las otras que me dieron durante mi detención. Como estaba con los
ojos vendados, me golpeaba contra las paredes y los objetos que había en la pieza,
incluyendo golpes contra otros detenidos que también eran castigados en esos
momentos. Luego me ataron las manos a la espalda con cables gruesos que me
produjeron lastimaduras y comenzaron a izarme con una cadena que pasaba por una
polea hasta que quedé en el aire tocando apenas el piso con la punta de uno de los pies.
Supe después que no quedábamos colgando totalmente sino que nos permitían apoyar la
punta del pie porque era una forma de mantenernos conscientes, de que no nos
desmayáramos.
El dolor era terrible. Comenzaron a balancearme, lo que aumentaba aún más el
dolor, y luego se dieron a golpearme en otras partes del cuerpo produciéndome entre
otras cosas fracturas de costillas en la zona derecha. También me golpeaban en la
cabeza con una madera fina y más adelante sentí golpes eléctricos en diferentes partes.
No sé cuánto duró esta sesión. Pero recuerdo que cuando me soltaron me parecía que
me arrancaban tiras de los brazos, al volverme la sangre a los lugares donde ya no
estaba. Caí hacia un costado golpeándome fuertemente la cabeza contra un objeto agudo
que me produjo una lesión en la frente y perdí el sentido.
Mientras me torturaban me interrogaban permanentemente. Parecía
que sin esperar respuestas porque cuando interrogaban hacían una
pregunta detrás de la otra de tal forma que si hubiese tenido posibilidad de
contestar no hubiese podido. Me preguntaban permanentemente sin
esperar que yo contestara.
Recuerdo que gemía y ellos querían que yo gritara. La verdad que no
sé por qué no grité. No fue por un exceso de valentía. No todos
reaccionábamos igual ante sus acciones similares.
Luego me llevaron a la planta baja. Me dijeron que José Luís Massera,
secretario de mi Partido había traicionado. Que me lo iban a mostrar y que
lo harían hablar delante mío para que yo no tuviera dudas. Me pararon
delante de una persona que estaba tirada en un Colchón sucio y me
levantaron la venda. Efectivamente allí estaba José Luís Massera. Apenas se movía. Tenía
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un parche en la frente. Estaba muy delgado y con una barba de varios días. Tenía ropa
que pienso no era de él porque le quedaba muy grande. Por supuesto que no dijo nada.
Luego de insistir un rato me explicaron que se les había lastimado al caer de la
escalera. Y me volvieron al plantón.
En ese lugar se torturaba las 24 horas del día. Allí estábamos juntos hombres y
mujeres, en mi época en número mayor de 200. Se torturaba por grupos, en forma
masiva, aplicándonos los mismos métodos sin distinción de sexos o
edades. Casi siempre que me arrastraban, veía a Rita Ibarburu en
el plantón, tenía las piernas muy hinchadas y a veces le sacaban un
zapato para que quedara desnivelada. Rita es una mujer mayor de
60 años, al igual que Massera, pero allí había también integrantes
de la Juventud Comunista que eran casi niños.
Una de las noches, un guardia en estado de ebriedad
intentaba hacer beber aguardiente a una compañerita que estaba
parada junto a mi. Ella se negaba. Yo quise mirar y el guardia me
descubrió. Entonces vino hacia mí y me puso el vaso en los labios
forzándome a beber pero no lo hice. La muchacha lloraba y
entonces el guardia acompañado por algunos más, volvió hacia ella.
Comenzaron a manosearla y a decirle obscenidades. Luego la violaron.
Estas situaciones eran las más terribles. Por que la gente que estaba allí era
conocida. Muchos eran amigos o amigas de años. Rita por ejemplo me conoce a mí desde
que yo nací al igual que Massera. Yo conocí a sus esposos y a sus hijos. Había estado
infinidad de veces en sus casas. Eran seres muy queridos para mí. Y era muy doloroso
saber que los estaban torturando junto a mí.
Vinieron nuevas sesiones de tortura. Volví a ser colgado y golpeado. Vino la picana
eléctrica y el submarino y otras cosas más. Cuando no nos trasladaban a la planta alta
debíamos permanecer catorce horas por día sentados. En posición erguida, maniatados,
con los ojos vendados, sin poder hablar y sin poder mover las piernas. Nos llevaban muy
pocas veces al baño por lo cual debíamos hacernos las necesidades encima. Lo que
sumado a la transpiración, a los vómitos y a la comida que se nos derramaba sobre el
cuerpo nos cubría de olor insoportable. Las compañeras, además no tenían posibilidad de
higienizarse cuando tenían la menstruación.
Durante nuestra permanencia en la planta baja éramos permanentemente
molestados por la guardia que tenía órdenes expresas de no dejarnos tranquilos.
Entonces nos golpeaban en los riñones y en la cabeza y nos daban choques eléctricos con
esa picana eléctrica portátil. Nos pateaban los tobillos y nos daban golpes de karate.
Algunos guardias se divertían por las noches corriendo por encima de nosotros. Cuando
nos llevaban al baño, nos hacían poner uno detrás de otro y tomarnos de los hombros del
que estaba delante. Ellos lo llamaban "el trencito". Entonces ese "trencito” integrado a
veces por 30 ó 40 personas era conducido en dirección a los compañeros que estaban
más maltratados y que ya no podían ni siquiera sentarse. Entonces todo ese "trencito"
les pasaba por arriba varias veces por día… Era tremendo darse cuenta que uno había
pisado a un compañero de lucha, que le había caminado por arriba de la cabeza. También
nos hacían pasar el “trencito” por unos pozos, donde yo supongo que antiguamente hubo
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empotradas máquinas de carpintería o algo así, porque faltaban trozos del hormigón del
piso. Entonces caíamos adentro de esos pozos -eran bastante profundos- , de allí nos
levantaban a golpes. Armaban el "trencito" de nuevo y nos llevaban a caernos en otro
pozo.
Por las noches nos acostaban a todos juntos, hombres y mujeres, apretados sobre
una manta sucia o sobre el piso sin nada debajo. Pero en general no nos dejaban dormir
ya que sistemáticamente nos golpeaban, nos orinaban, corrían por encima nuestro o nos
levantaban para llevarnos al baño y golpearnos brutalmente para luego volver a traemos
al lugar.
La música nunca cesaba. Eran 24 horas de música, incrementaban, levantaban el
volumen cuando la cantidad de torturados era mucha y los aullidos eran demasiados. Yo
no creo que ellos lo hicieran para que nosotros no escucháramos. Por el contrario ellos se
interesaban por que nosotros escucháramos cómo se quejaban los demás. Era también
una forma de tortura.
Esto sucedía permanentemente Durante las 24 horas del día. Permanentemente se
oía la música y los gritos de la gente, permanentemente durante las 24 horas.
Se nos daba comida en mal estado. Y en general la leche estaba orinada. No
recibíamos atención médica y el enfermero de guardia era un torturador. Incluso uno de
ellos, un homosexual, se ofrecía para cortarnos las uñas. Entonces, con un alicate,
además de cortar la uña cortaba un pedazo de dedo. Y nadie podía negarse. Ese hombre,
una de sus diversiones era recorrer las filas de gente sentada o acostada cortándoles las
puntas de los dedos con el alicate. O sino, caminar en forma
sigilosa y refregar el miembro en la cara de algunos ya que
nosotros no lo veíamos, nos dábamos cuenta... Ese enfermero,
cuando yo fui liberado, junto a otros compañeros lo reconocimos.
Es un enfermero del Batallón Nº 5 de Artillería de Montevideo. Los
médicos asesoraban y participaban directamente en la tortura.
Incluso uno de los médicos, que yo no pude ver, era el que indicaba
donde me debían golpear ya que por mi enfermedad los golpes en
las zonas del hígado o el bazo son peligrosos y pueden causarme la
muerte. Entonces les decía que me golpearan en los riñones, en la
cara, en los testículos y no en esas zonas.
En esta situación estuve cerca de dos meses, dos meses así.
Cuando me llevaron preso supuse que iba a estar una
semana o dos. Que ahora me había pasado a mi, que tenía que
aguantar, que después me procesarían y que iría a la cárcel. Pero
nunca me imaginé que podría estar dos meses siendo torturado
permanente mente.
Hubo gente que estuvo más. Hubo gente que estuvo cuatro, seis, ocho meses,
incluso más de un ano en esta misma situación. De torturas permanentes, cotidianas,
continuos, sin descansa
Estuve cerca de dos meses, pero no pudieron sacarme ninguno de los datos que
necesitaban.
Yo quiero decir que me fue muy difícil callarme. Que además tenía mucho
miedo y que ese miedo me entraba cuando sentía que gritaban mi número. Que
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no conozco ninguna receta para no hablar. Pero que en el momento, cuando
parecía que me iba a quebrar, me acordaba de la gente que más quería.
(Aquí Carlitos Chassale hace una pausa relativamente prolongada. Su emoción
traba su fluida palabra).
Me acordaba de mi Partido, de mis compañeros, de mi madre... Y pensaba
que no quedaría lugar en el mundo donde vivir si yo traicionaba.
Tuve oportunidad de conversar con otros de los prisioneros. Y comprobé que les
horrores habían sido comunes a todos. Que incluso los míos habían sido menos que los
demás debido a mi enfermedad. Como también que la mayoría absoluta de los
compañeros había mantenido una actitud digna. Que había compañeras que estaban
completamente deshechas, con serias lesiones en los órganos genitales y muchas con
alteraciones nerviosas amén de las que habían caído embarazadas y las que habían
hecho abortar o de aquellas que luego de haber sido violadas en reiteradas
oportunidades estaban ahora en estado de gestación.
Estuve con compañeros que tenían la mayoría de las articulaciones destrozadas,
que habían perdido la mayoría de los dientes y que presentaban zonas totalmente
ulceradas por las quemaduras. Había varios con síntomas de deshidratación y muchos
con serias alteraciones nerviosas.
Se nos suministraban drogas que producían alucinaciones. Yo imaginé en varias
oportunidades, en especial cuando había estado mucho tiempo privado de beber, ver a
mi madre muy cerca que me alcanzaba un vaso de fresco líquido… Imaginé también
estar en el campo a orillas de una corriente de agua o junto a una pileta llena de sucio
líquido donde había gente que quería lastimarme. Hubo un compañero, ya de edad, que
suponía haber estado siempre a la orilla del mar.
Permanentemente trataron de quebrarme usando mi enfermedad. Me llamaban el
canceroso y los médicos se ocupaban de explicarme detallada y morbosamente la
evolución que sufriría mi mal y las posibles consecuencias de las torturas. Lo mismo
hacían con un compañero hemofílico y con otros que padecían graves males. A Alberto
Altesor, poco antes operado del corazón, lo torturaron durante 53 días consecutivos sin
que pudieran sacar de este obrero, dirigente del Partido Comunista, una sola palabra que
perjudicara a sus camaradas. Antes de retirarnos del infierno nos obligaron a firmar un
papel donde decía que habíamos sido tratados correctamente. Algunos compañeros ni
siquiera podían tomar el lápiz entre sus dedos para firmar.
El grupo de torturadores que estaba dedicado a mi estaba dirigido por un individuo
alto, canoso, joven, de ojos claros, oficial del Ejército que usaba el nombre de Oscar. El
infierno se identificaba en clave como 300 CARLOS. El grupo que me trataba como EL
ROJO y sus integrantes como ROJO 1, ROJO 2, ROJO 3... etc.
Del infierno fuimos trasladados a otra unidad militar sita en la calle Burgués, el
Quinto Batallón de Artillería. Allí se nos alojó primero en una caballeriza con piso de
adoquines y llena de estiércol. No se nos torturaba tanto como en el otro lugar pero
debíamos permanecer también 14 horas por día sentados con los ojos vendados,
maniatados y sin poder hablar. Además, por cualquier excusa se nos ponía de plantón o
se nos golpeaba brutalmente. En pleno invierno además muchos compañeros fueron
bañados con agua fría en la madrugada. La alimentación consistía en un poco de café con
leche aguado por la mañana, agua sucia al mediodía y de noche acompañada por un
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minúsculo trozo de pan. Frecuentemente la comida no alcanzaba para todos. La verdad
es que por primera vez en mi vida pasé hambre.
Durante muchos días no recibíamos alimentación. Traían poca y como éramos en
ese lugar 87, ello repartían a los primeros que encontraban o a los que ellos elegían y el
resto quedaba sin comer durante días.
Al poco tiempo fui trasladado al Hospital Militar para que me hicieran análisis. Allí
permanecí quince días. Fui atendido por un oncólogo de apellido Glaucius, que el
compañero presidente del Tribunal debe conocer, director del Instituto de Oncología de
Uruguay, un hombre aparentemente bondadoso, muy amable, pero en el fondo tan
asesino como los que me torturaron. Me alejaron en un pabellón donde había otros
políticos, militantes del Partido Comunista, del MLN y de la Juventud Comunista. En la
sala de mujeres se encontraba una compañera que hoy también va a declarar aquí, María
Elena Curbelo. Los dos sabíamos que estábamos allí y nunca nos pudimos ver. Nos
encontramos en Cuba hace poco, nos conocimos acá. Ella estaba en estado de postración
desde hacia años. No teníamos autorización para conversar entre nosotros ni podíamos
bajamos de las literas. Pocos días antes de mi llegada uno de los prisioneros que estaba
en malas condiciones físicas por los castigos recibidos, había intentado suicidarse ya que
los militares le informaron que la mujer y la hija habían sido asesinadas. El trepó por una
de las ventanas y se tiró al suelo de cabeza, rompiéndosela. Quedó con vida pero no sé
en que situación está ahora…la herida era muy grande.
Nos atendió un médico, al que por su crueldad llamábamos el doctor MENGUELE.
Tiempo más tarde me enteré del nombre de esa persona, del nombre y el apellido que lo
va a dar la compañera María Elena en su denuncia. Ella lo conoce mucho más que yo. Yo
en ese momento no sabia que él era un torturador también. Pensaba que simplemente
nos atendía en el Hospital. Pero también resultó ser un torturador. Es un médico joven
(Doctor Pizarro).
Uno de los prisioneros que llegó al Hospital deshidratado y que padecía
alucinaciones nos relató cómo vio morir a tres de sus compañeros, uno de ellos en la sala
en que yo estaba, que además, por ser antiguos militantes comunistas, eran amigos
desde hacia muchos años. Creo que ese hombre se había vuelto loco.
En el Hospital no se me dio ningún tipo de atención especifica y luego de pasados
quince días me volvieron a llevar a la unidad militar. En peores condiciones. En esa época
yo padecía fuertes dolores en las piernas, en los riñones, y en un costado, en la espalda.
En el cuartel me atendía el Dr Marabotto, hermano de un Juez, un individuo
obsecuente y servil que para no tener problemas con los oficiales nunca hizo nada que
pudiera aliviarme. Ni tampoco ayudó a la gente que estaba en malas condiciones junto
conmigo. Por el mes de marzo, llevando más de seis meses de incomunicación y en la
situación que les he relatado, es decir con los ojos vendados, maniatado, ya llevaba seis
meses así, sin poder caminar ni hablar, fui procesado en el mismo cuartel, en el Casino.
Fueron separados los billares y los juegos de los oficiales y allí trabajó el "famoso"
tribunal militar. Quien cumplió la misión del procesamiento fue un funcionario de la
Justicia Militar que escribía a máquina con un dedo. No tuve oportunidad de conocer al
Juez, nunca le vi la cara, ni al Actuario. Después de cinco minutos, cuando me tomaron
los datos, les pregunté... bueno... ¿qué había pasado? Y este hombre me dijo que me
habían procesado por asociación subversiva, por pertenecer al Partido Comunista y que
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eso significaba que iba a estar preso entre 6 y 18 años. Ese fue mi procesamiento.
Fuimos procesados 32 juntos. Creo que entre todos habremos estado cinco o seis horas
allí adentro. En cinco o seis horas, 32 patriotas uruguayos pasaron a ser subversivos,
condenados, en su mayoría de 6 a 18 años de prisión. Inmediatamente nos fue levantada
la incomunicación. Eso significó que nos quitaron las vendas y las esposas, que podíamos
fumar y hablar con el que teníamos al lado, enviar y recibir una carta cada quince días.
A pesar de haber sido procesados, volvimos al infierno en varias oportunidades.
Algunos llegaron a estar más de quince días en el centro de torturas. Volvían sucios y
lastimados. A mi me llevaron en reiteradas oportunidades.
En cierto momento uno de los jefes de los torturadores nos dijo que ellos nos iban a
hacer hablar, que no confiáramos que íbamos a seguir callando, que a ellos no les
importaba el hecho legal del procesamiento y agregó que ningún juez militar, ningún
comandante de cuartel ni ningún director de prisión -y agrego una obscenidad- podían
impedir que ellos nos volvieran a torturar cuando lo creyeran conveniente. Efectivamente
era así. Ellos nos retiraban de los cuarteles, los juzgados militares, las prisiones y nos
llevaban al infierno, ya procesados, nos volvían a torturar y muchos compañeros
desaparecieron. Otros volvimos al lugar donde estábamos, pero muchos desaparecieron.
Quiere decir que este grupo, este comando, esta organización fascista que se
encarga del trabajo operacional de la tortura tiene plena autonomía y está por encima de
todas las autoridades jurídicas, incluso de los comandantes de tropa, de batallones o de
unidades mayores. Así hubo compañeros que fueron torturados durante cuatro y seis
meses y algunos como Jaime Pérez, secretario de mi Partido durante más de un año.
Al principio, la relación con los guardias en el cuartel era muy difícil. A ellos los
habían convencido de que éramos delincuentes, asesinos, amorales.
Pero a medida que transcurría el tiempo pudimos establecer un diálogo con los
soldados. Supieron entonces que los prisioneros éramos gente del pueblo. Obreros,
estudiantes, maestros, profesionales. Que nuestro delito consistía en haber realizado
actividades políticas. Esta relación con los soldados nos permitía tener las primeras
noticias del exterior. Yo me enteré por uno de los soldados no recuerdo si en enero o a
principios de febrero, la reaparición de nuestro periódico, de la CARTA de nuestro Partido.
Las imprentas de la Carta Semanal habían sido destruidas dos meses antes.
Por el mes de mayo de 1976 se me comunicó que existía la posibilidad de que la
Justicia militar me liberara bajo fianza, debido a mi estado de salud. En el mes de junio
fui conducido al Juzgado militar donde firme un documento que decretaba mi libertad.
Mi enfermedad estaba en una etapa regresiva. Sentía dolores intensos en toda la
espalda y en las piernas. Apenas podía caminar y para ello debía ingerir más de 200
miligramos de codeína por día. Hasta que llegó un momento en que no pude moverme.
El médico y el enfermero del cuartel me retiraron en ese memento una dieta
interproteica que me habían dado hacia una semana aproximadamente por considerar
que ya estaba en plena recuperación. Los últimos dieciocho días los pasé postrado en un
colchón sin ingerir alimentos ni líquidos y sin realizar ninguna de las necesidades
fisiológicas. Tenía fiebre permanente y traspiraba en abundancia. Había perdido 24
quilogramos y tenía una anemia muy pronunciada. Los compañeros me atendían sin
disponer de medios y arriesgándose, me higienizaban y trataban de alimentarme con su
propia comida que era sumamente escasa.
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A los dieciocho días fui conducido a un Cuartel de Caballería donde me dejaron en
libertad.
De allí me dirigí a mi casa y rápidamente me asilé en la Embajada de México siendo
mi estado de salud grave.
Las autoridades se negaban a permitir mi salida del país. Por eso estuve viviendo
un mes en una pieza de la Chancillería mexicana. Sin tratamiento médico adecuado (ya
que no se puede hacerlo en una pieza sino que hay que hacerlo en un sanatorio) lo que
empeoró aún más mi situación. Las consecuencias de los nueve meses de torturas y de
la ausencia de tratamiento médico para mi enfermedad, son las siguientes: mi mal sufrió
un atraso muy grande, estuve un año paralítico como consecuencia de una lesión en la
médula ósea, estuve no menos de dos o tres veces por morir, tengo fractura de costillas
y aún hoy sufro alucinaciones y alteraciones en el sistema nervioso. Que entre otras
cosas me impiden dormir.
Deseo destacar algo. En primer lugar la actitud que mantuvo la gran mayoría de los
compañeros que estaban presos conmigo. En segundo lugar la ayuda permanente que
estos compañeros me brindaron en los momentos más difíciles. En tercer lugar el papel
que jugó la solidaridad internacional, en mi caso y en el de otros muchos. En cuarto lugar
la actitud desinteresada y fraterna del Partido y el pueblo cubano gracias a la cual estoy
vivo.
Quiero que este Tribunal sepa que de la misma forma que yo esta situación la
vivieron más de 4 mil hombres y mujeres, que la represión, la tortura y el crimen no han
cesado en Uruguay, que actualmente siguen existiendo los
infiernos y que muchos patriotas son masacrados en ellos.
Quiero que este Tribunal considere que yo represento aquí
a los compañeros asesinados en mi país, a los presos y
torturados y a los que en la clandestinidad combaten contra la
dictadura fascista.
Quiero que el Tribunal sepa también que no acuso
solamente a quienes me torturaron. Que quiero acusar al actual
sistema de gobierno en Uruguay y particularmente a los
verdaderos responsables de que mi pueblo viva este clima de
terror, es decir a los gobernantes, a los que sirven a los
intereses
gobierno
de
la
de
oligarquía
financiera,
Estados
Unidos
especialmente
que
habla
al
hoy
demagógicamente e inhumanamente de los derechos
humanos mientras permite que la CIA desarrolle sus macabras
actividades en todo el mundo. Y también a los jefes militares fascistas, que no son todos,
que han deshonrado el uniforme y la tradición artiguista de nuestras Fuerzas Armadas.
Deseo expresar también que no aliento ningún tipo de venganza personal, que
considero que la venganza es un derecho y un deber de todos los pueblos sobre sus
opresores. Que a pesar de mi difícil situación sanitaria, trato de colaborar en las tareas
de solidaridad que se realizan con mi pueblo y con todos los pueblos que sufren.
Y que mi mayor deseo es poder volver a mi patria para poder ayudar a
derrotar a la dictadura fascista y para junto a mis hermanos construir un
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Uruguay mejor sin fascismo y sin torturas, una sociedad regida por la justicia, la
libertad y la felicidad de los hombres.
Muchas gracias.
(La sala, de pie, aplaude prolongadamente. Carlos Chassale ha dejado su mensaje de optimismo, su
testamento político. Horas después su enfermedad hace la crisis final).
(DE LA CINTA GRABADA)
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Fragmento del libro
¿Qué hacer?
(Págs. 1 a 11)
e) La clase obrera como combatiente de vanguardia por la
democracia
Hemos visto ya que la agitación política más amplia y, por consiguiente,
la organización de denuncias políticas de todo género es una tarea
necesaria en absoluto, la tarea más imperiosamente necesaria de la
actividad, siempre que esta actividad sea de veras socialdemócrata. Pero
hemos llegado a esta conclusión partiendo sólo de la necesidad apremiante
que la clase obrera tiene de conocimientos políticos y de educación política.
Sin embargo, esta manera de plantear la cuestión sería demasiado
estrecha y daría de lado las tareas democráticas universales de toda la
socialdemocracia, en general, y de la socialdemocracia rusa actual, en
particular. Para explicar esta tesis del modo más concreto posible,
intentaremos enfocar el problema desde el punto de vista más "familiar" al
"economista", o sea, desde el punto de vista práctico. "Todos están de
acuerdo" con que es preciso desarrollar la conciencia política de la clase
obrera. Pero ¿cómo hacerlo y qué es necesario para hacerlo? La lucha
económica "hace pensar" a los obreros sólo en las cuestiones concernientes
a la actitud del gobierno ante la clase obrera; por eso, por más que nos
esforcemos en "dar a la lucha económica misma un carácter político",
jamás podremos, en los límites de esta tarea, desarrollar la conciencia
política de los obreros (hasta el grado de conciencia política
socialdemócrata), pues los propios límites son estrechos. La formula de
Martínov es valiosa para nosotros, pero en modo alguno porque ilustre la
capacidad del autor para embrollar las cosas. Es valiosa porque pone de
relieve el error fundamental de todos los "economistas": el convencimiento
de que ese puede desarrollar la conciencia política de clase de los obreros
desde dentro, por decirlo así, de su lucha económica, o sea, partiendo sólo
(o, al menos, principalmente) de esta lucha, basándose sólo (o, al menos,
principalmente) en esta lucha. Semejante opinión es errónea de raíz; y
precisamente porque los "economistas", enojados por nuestra polémica con
ellos, no quieren reflexionar como es debido en el origen de nuestras
discrepancias, acabamos literalmente por no comprendernos, por hablar
lenguas diferentes.
Al obrero se le puede dotar de conciencia política de clase sólo desde
fuera, es decir, desde fuera de la lucha económica, desde fuera del campo
de las relaciones entre obreros y patronos. La única esfera de que se
pueden extraer esos conocimientos es la esfera de las relaciones de todas
las clases y sectores sociales con el Estado y el gobierno, la esfera de las
relaciones de todas las clases entre sí. Por eso, a la pregunta de qué hacen
para dotar de conocimientos políticos a los obreros no se puede dar
únicamente la respuesta con que se contentan, en la mayoría de los casos,
los militantes dedicados a la labor práctica, sin hablar ya de quienes, entre
los, son propensos al "economismo", a saber: "Hay que ir a los obreros".
Para aportar a los obreros conocimientos políticos, los socialdemócratas
deben ir a todas las clases de la población, deben enviar a todas partes
destacamentos de su ejército.
1
Si empleamos adrede esta fórmula tosca y nos expresamos adrede de
una forma simplificada y tajante, no es en modo alguno por el deseo de
decir paradojas, sino para "incitar" a los "economistas" a pensar en las
tareas que desdeñan de manera tan imperdonable y en la diferencia – que
ellos no quieren comprender – entre la política tradeunionista y la política
socialdemócrata. Por eso rogamos al lector que no se impaciente y nos
escuche con atención hasta el final.
Tomemos el tipo del círculo socialdemócrata más difundido en los últimos
años y examinemos su actividad. "Está en contacto con los obreros" y se
conforma con eso, editando hojas que fustigan los abusos cometidos en las
fábricas, la parcialidad del gobierno con los capitalistas y las violencias de
la policía; en las reuniones con los obreros, los límites de estos mismos
temas; sólo muy de tarde en tarde se pronuncian conferencias y charlas
acerca de la historia del movimiento revolucionario, la política interior y
exterior de nuestro gobierno, la evolución económica de Rusia y de Europa,
la situación de las distintas clases en la sociedad contemporánea, etc.;
nadie piensa en establecer y desenvolver de manera sistemática relaciones
con otras clases de la sociedad. En el fondo, los componentes de un círculo
de este tipo conciben al militante ideal, en la mayoría de los casos, mucho
más parecido a un secretario de tradeunión que a un jefe político socialista.
Porque el secretario de cualquier tradeunión inglesa., por ejemplo, ayuda
siempre a los obreros a sostener la lucha económica, organiza la denuncia
de los abusos en las fábricas, explica la injusticia de las leyes y
disposiciones que restringen la libertad de huelga y la libertad de colocar
piquetes cerca de las fábricas (para avisar a todos que en la fábrica dada
se han declarado en huelga), explica la parcialidad de los árbitros
pertenecientes a las clases burguesas del pueblo, etc., etc. En una palabra,
todo secretario de tradeunión sostiene y ayuda a sostener "la lucha
económica contra los patrones y el gobierno". Y jamás se insistirá bastante
en que esto no es aún socialdemocracia, que el ideal del socialdemócrata
no debe ser el secretario de tradeunión, sino el tribuno popular, que sabe
reaccionar ante toda manifestación de arbitrariedad de opresión,
dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sector o la clase
social a que afecte; que sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un
cuadro único de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que
sabe aprovechar el hecho más pequeño para exponer ante todos sus
convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a
todos y cada uno la importancia histórica universal de la lucha
emancipadora del proletariado. Comparen, por ejemplo, a hombres como
Roberto Knight (conocido secretario y líder de la Sociedad de Obreros
Caldereros, uno de los sindicatos más poderosos de Inglaterra) y Guillermo
Liebknecht e intenten aplicarles las contradicciones en que basa Martínov
sus discrepancias con Iskra. Verán que R. Knight –empiezo a hojear el
artículo de Martínov – " ha exhortado" mucho más "a las masas a ciertas
acciones concretas" (pág. 39), mientras que G. Liebknecht se ha dedicado
más a "explicar desde un punto de vista revolucionario todo el régimen
actual o sus manifestaciones parciales" (pág. 38-39); que R. Knight "ha
formulado las reivindicaciones inmediatas del proletariado e indicado los
medios de satisfacerlas" (pág. 41), mientras que G. Liebknecht, sin dejar
de hacer eso, no ha renunciado a "dirigir al mismo tiempo la intensa
actividad de los diferentes sectores oposicionistas" y "dictarles un
programa positivo de acción" (pág. 41); que R. Knight ha procurado
precisamente "imprimir, en la medida de lo posible, a la lucha económica
2
misma un carácter político" (pág. 42) y ha sabido muy bien "presentar al
gobierno reivindicaciones concretas que prometen ciertos resultados
palpables" (pág. 43), en tanto que G. Liebknecht se ha ocupado mucho
más de las "denuncias" "unilaterales" (pág. 40); que R. Knight ha
concedido más importancia al "desarrollo progresivo de la monótona lucha
cotidiana" (pág. 61), y g. Liebknecht, "a la propaganda de ideas brillantes y
acabadas" (pág. 61); que G. Liebknecht ha hecho del periódico dirigido por
él precisamente "un órgano de oposición revolucionaria de denuncia
nuestro régimen, y sobre todo nuestro régimen político, por cuanto choca
con los interese de los más diversos sectores de la población" (pág. 63),
mientras que R. Knight "ha trabajado pro la causa obrera en estrecho
contacto orgánico con la lucha proletaria" (pág. 63) – si se entiende por
"estrecho contacto orgánico" ese culto a la espontaneidad que hemos
analizado más arriba en los ejemplos de Krichevski y de Martínov – y "ha
restringido la esfera de su influencia", convencido, sin duda como Martínov,
de que "con ello se hacía más compleja esta influencia" (pág. 63). Es una
palabra, verán que Martínov rebaja de facto la socialdemocracia al nivel del
tradeunionismo, aunque, claro está, en modo alguno lo hace porque no
quiere el bien de la socialdemocracia, sino simplemente porque se ha
apresurado un poco a profundizar a Plejánov, en lugar de tomarse la
molestia de comprenderlo.
Pero volvamos a nuestra exposición. Hemos dicho que el
socialdemócrata, si es partidario, no sólo de palabra, del desarrollo
polifacético de la conciencia política del proletariado, debe "ir a todas las
clases de la población". Surgen varias preguntas: ¿Cómo hacerlo?
¿Tenemos fuerzas suficientes para ello? ¿Existe una base que permita
realizar esta labor entre todas las demás clases? ¿No implicará eso
abandonar, o conducirá a abandonar, el punto de vista de clase?
Examinemos estas cuestiones.
Debemos "ir a todas las clases de la población" como teóricos, como
propagandistas, como agitadores y como organizadores. Nadie pone en
duda que la labor teórica de los socialdemócratas debe orientarse a
estudiar todas las peculiaridades de la situación social y política de las
diversas clases. Pero se hace muy poco, poquísimo, en este sentido,
desproporcionadamente poco si se compara con la labor tendiente a
estudiar las peculiaridades de la vida fabril. En los comités y en los círculos
podemos encontrar personas que incluso estudian a fondo especialmente
algún ramo de la siderurgia; pero apenas encontrarán ejemplos de
miembros de las organizaciones que (obligados por una u otra razón, como
sucede a menudo, a retirarse de la labor práctica) se dediquen de manera
especial a reunir datos sobre algún problema actual de nuestra vida social
y política que pueda servir d emotivo para desplegar una labor
socialdemócrata entre todos sectores de la población. Cuando se habla de
la poca preparación de la mayoría de los actuales dirigentes del
movimiento obrero, es forzoso recordar asimismo la preparación en este
aspecto, pues está ligada también a la concepción "economista" del
"estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria". Pero lo principal, por
supuesto, es la propaganda y la agitación entre todos los sectores de la
población. El socialdemócrata de Europa Occidente ve facilitada esta labor
por las reuniones y asambleas populares, a las que asisten cuantos lo
deseen, y por la existencia del Parlamento, en el cual el representante
socialdemócrata habla ante los diputados de todas las clases. En nuestro
3
país no tenemos ni Parlamento ni libertad de reunión; pero sabemos, sin
embargo, organizar reuniones con los obreros que quieren escuchar a un
socialdemócrata. Debemos saber también organizar reuniones con los
componentes de todas las clases de la población que deseen escuchar a un
demócrata. Porque no es socialdemócrata quien olvida en la práctica que
"los comunistas apoyan por doquier todo movimiento revolucionario" que,
por ello, debemos exponer y recalcar ante todo el pueblo los objetivos
democráticos generales, sin ocultar en ningún momento nuestras
convicciones socialistas. No es socialdemócrata quien olvida en la práctica
que su deber consiste en ser el primero en plantear, acentuar y resolver
todo problema democrático general.
a) ¿Qué es el primitivismo en el trabajo?
Intentemos responder a esta pregunta trazando un pequeño cuadro de la
actividad de un círculo socialdemócrata típico de los años comprendidos
entre 1894 y 1901. Hemos aludido ya a la propensión general de la
juventud estudiantil de aquél período hacia el marxismo. Claro que esta
propensión no era sólo, e incluso no tanto, hacia el marxismo en calidad de
teoría como en calidad de respuesta a la pregunta "¿Qué hacer?", de
llamamiento a emprender la campaña contra el enemigo. Y los nuevos
guerreros iban a la campaña con un equipo y una preparación primitivos en
extremo. En muchísimos casos carecían casi por completo hasta de equipo
y no tenían absolutamente ninguna preparación. Iban a la guerra como
verdaderos labradores, sin más pertrecho que un garrote en la mano. Falto
de todo contacto con los viejos dirigentes del movimiento, falto de toda
ligazón con los círculos de otros lugares o hasta de otros puntos de la
ciudad (o de otros centros de enseñanza), sin organización alguna de las
diferentes partes de la labor revolucionaria, sin ningún plan sistematizado
de acción para un período más o menos prolongado, un círculo de
estudiantes se ponen en contacto con obreros y empieza a trabajar.
Despliega paso a paso una agitación y una propaganda cada vez más
vastas, y con su actuación se gana las simpatías de sectores obreros
bastante amplios, así como de una parte de la sociedad instruida, que
proporciona dinero y pone a disposición del "comité" nuevos y nuevos
grupos de jóvenes. Crece el prestigio del comité (o unión de lucha) y
aumenta su actividad, que se amplía de un modo espontáneo por
completo: las mismas personas que hace un año o unos cuantos meses
intervenían en círculos de estudiantes y resolvían el problema de "¿a dónde
ir?", que entablaban y mantenían relaciones con los obreros, redactaban e
imprimían octavillas, se ponen en contacto con otros grupos de
revolucionarios, consiguen publicaciones, emprenden la edición de un
periódico local, empiezan a hablar de organizar una manifestación y, por
fin, pasan a operaciones militares abiertas (que pueden ser, según las
circunstancias, la primera hoja de agitación, el primer número del periódico
o la primera manifestación). Y por lo general, en cuanto se inician estas
operaciones, se produce un fracaso inmediato y completo. Inmediato y
completo precisamente porque dichas operaciones militares no son el
resultado de un plan sistemático, bien meditado y preparado poco a poco,
de una lucha larga y tenaz, sino sencillamente el crecimiento espontáneo
de una labor de círculo efectuada de acuerdo con la tradición. Porque la
policía, como es natural, conoce casi siempre a todos los dirigentes
4
principales del movimiento local, que se han "acreditado" ya en las aulas
universitarias, y sólo espera el momento más propicio para hacer la
redada, consistiendo adrede que el círculo se extienda y se desarrolle en
grado suficiente para contar con un corpus delicti palpable, y dejando cada
vez intencionadamente unas cuantas personas, de ella conocidas, "como
semilla" (expresión técnica que emplean, según mis noticias, tanto los
nuestros como los gendarmes). Es forzoso comparar semejante guerra con
una campaña de bandas de campesinos armados de garrotes contra un
ejército moderno. Y es de admirar la vitalidad de un movimiento que se ha
extendido, crecido y conquistado victorias pese a la completa falta de
preparación de los combatientes. Es cierto que, desde le punto de vista
histórico, el carácter primitivo del equipo era al principio no sólo inevitable,
sino incluso legítimo, como una de las condiciones que permitía atraer a
gran número de combatientes. Pero en cuanto empezaron las operaciones
militares serias (y empezaron ya, en realidad, con las huelgas del verano
de 1896), las deficiencias de nuestra organización de combate se hicieron
sentir cada vez más. El gobierno se desconcertó al principio y cometió una
serie de errores (por ejemplo, contar a la opinión pública monstruosidades
de los socialistas o deportar a obreros de las capitales a centros
industriales de provincias), pero no tardó en adaptarse a las nuevas
condiciones de la lucha y supo colocar en los lugares adecuados sus
destacamentos de provocadores, espías y gendarmes, pertrechados con
todos los medios modernos. Las redadas se hicieron tan frecuentes,
abarcaron a un número tan grande de personas y barrieron los círculos
locales hasta el punto de que la masa obrera quedó lo que se dice sin
dirigentes, y el movimiento adquirió un carácter esporádico increíble,
siendo imposible en absoluto establecer continuidad ni conexión alguna en
el trabajo. El pasmoso fraccionamiento de los militantes locales, la
composición fortuita de los círculos, la falta de preparación y la estrechez
de horizontes en el terreno de los problemas teóricos, políticos y orgánicos
eran consecuencia inevitable de las condiciones descritas. Las cosas han
llegado al extremo de que, en algunos lugares, los obreros, a causa de
nuestra falta de firmeza y de hábitos de lucha clandestina, desconfían de
los intelectuales y se apartan de ellos: ¡los intelectuales, dicen, originan
fracasos por su acción demasiado irreflexiva!
"Es más fácil cazar a una docena de inteligentes que a un centenar de
bobos". Este magnífico axioma (que les valdrá siempre los aplausos del
centenar de bobos) parece evidente sólo porque, en el curso de su
razonamiento, han saltado de una cuestión a otra. Comenzaron por hablar,
y siguen hablando, de la captura del "comité", de la captura de la
"organización", y ahora saltan a otra cuestión, a la captura de las "raíces
profundas" del movimiento. Está claro que nuestro movimiento es
indestructible sólo porque tiene centenares y centenares de miles de raíces
profundas, pero no se trata de eso, ni mucho menos. En lo que se refiere a
las "raíces profundas", tampoco ahora se nos puede "cazar", a pesar de
todo el primitivismo de nuestro trabajo; y, sin embargo, todos deploramos,
y no podemos menos de deplorar, la caza de "organizaciones", que rompe
toda continuidad del movimiento. Y puesto que plantean la cuestión de la
caza de organizaciones e insisten en trata de ella, les diré que es mucho
más difícil cazar a una docena de inteligentes que a un centenar de bobos;
y seguiré sosteniéndolo sin hacer ningún caso de sus esfuerzos para azuzar
a la multitud contra mi "espíritu antidemocrático", etc. Como he señalado
más de una vez, debe entenderse por "inteligentes" en materia de
5
organización sólo a los revolucionarios profesionales, sin que importe sin
son estudiantes u obreros quienes se forjen como tales revolucionarios
profesionales. Pues bine, yo afirmo: 1) que no puede haber un movimiento
revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estable que guarde
la continuidad; 2) que cuanto más vasta sea la masa que se incorpore
espontáneamente a la lucha – y que constituye la base del movimiento y
participa en él -, tanto más imperiosa será la necesidad de semejante
organización y tanto más sólida deberá ser ésta (pues con tanta mayor
facilidad podrán los demagogos de toda laya arrastrar a los sectores
atrasados de la masa); 3) que dicha organización debe estar formada, en
los fundamental, por hombres que hagan de las actividades revolucionarias
su profesión; 4) que en un país autocrático, cuanto más restrinjamos el
contingente de miembros de dicha organización, incluyendo en ella sólo a
los que hacen de las actividades revolucionarias su profesión y que tengan
una preparación profesional en el arte de luchar contra la policía política,
tanto más difícil será "cazar" a esta organización, y 5) tanto mayor será le
número de personas de la clase obrera y de las obras clases de la sociedad
que podrán participar en el movimiento y colaborar en él de un modo
activo.
Invito a nuestros "economistas", terroristas, y "economistas-terroristas"*
a que refuten estas tesis, las dos últimas de las cuales voy a desarrollar
ahora. Lo de si es más fácil cazar a "una docena de inteligentes" que a "un
centenar de bobos" se reduce al problema que he analizado antes: si es
compatible una organización de masas con la necesidad de observar la
clandestinidad más rigurosa. Jamás podremos dar a una organización
amplia el carácter clandestino indispensable para una lucha firme y tenaz
contra el gobierno. La concentración de todas las funciones clandestinas en
manos del menor número posible de revolucionarios profesionales no
significa, ni mucho menos, que estos últimos "pensarán por todos", que la
multitud no tomará parte activa en el movimiento. Al contrario: la multitud
promoverá de su seno a un número cada vez mayor de revolucionarios
profesionales, pues sabrá entonces que no basta con que unos estudiantes
y algunos obreros que luchan en el terreno económico se reúnan para
constituir un "comité", sino que es necesario formarse durante años como
revolucionarios profesionales, y "pensará" no sólo en los métodos
primitivos de trabajo, sino precisamente en esta formación. La
centralización de las funciones clandestinas de la organización no implica
en modo alguno la centralización de todas las funciones del movimiento. La
colaboración activa de las más amplias masas en las publicaciones
clandestinas, lejos de disminuir, se decuplicará cuando una "docena" de
revolucionarios profesionales centralicen las funciones clandestinas de esta
labor. Así, y sólo así, conseguiremos que la lectura de las publicaciones
clandestinas, la colaboración en ellas y, en parte, hasta su difusión dejen
casi de ser una obra clandestina, pues la policía comprenderá pronto cuán
absurdas e imposibles son las persecuciones judiciales y administrativas
con motivo de cada uno de los miles de ejemplares de publicaciones
distribuidas. Lo mismo cabe decir no sólo de la prensa, sino de todas las
funciones del movimiento, incluso de las manifestaciones. La participación
más activa y más amplia de las masas en una manifestación, lejos de salir
perjudicada, tendrá, por el contrario, muchas más probabilidades de éxito
si una "docena" de revolucionarios probados, no menso adiestrados
profesionalmente que nuestra policía, centraliza todos los aspectos de la
labor clandestina: edición de octavillas, confección de un plan aproximado,
6
nombramiento de un grupo de dirigentes para cada distrito de la ciudad,
para cada barriada fabril, cada establecimiento de enseñanza, etc. (se dirá,
ya lo sé, que mis concepciones "no son democráticas", pero más adelante
refutaré de manera detallada esta objeción nada inteligente). La
centralización de las funciones más clandestinas por la organización de
revolucionarios no debilitará, sino que reforzará la amplitud y el contenido
de la actividad de un gran número de otras organizaciones destinadas a las
vastas masas y, por ello, lo menos reglamentadas y lo menos clandestinas
posible: sindicatos obreros, círculos obreros culturales y de lectura de
publicaciones clandestinas, círculos socialistas, y democráticos también,
para todos los demás sectores de la población, etc., etc. Tales círculos, y
organizaciones son necesarios en todas partes, en el mayor número y con
las funciones más diversas; pero es absurdo y perjudicial confundir estas
organizaciones con la de los revolucionarios, borrar las fronteras entre
ellas, apagar en la masa la conciencia, ya de por sí increíblemente
oscurecida, de que para "servir" al movimiento de masas hacen falta
hombres dedicados de manera especial y por entero a la acción
socialdemócrata, y que estos hombres deben forjarse con paciencia y
tenacidad como revolucionarios profesionales.
Sí, esta conciencia se halla oscurecida hasta lo increíble. Con nuestro
primitivismo en el trabajo hemos puesto en entredicho el prestigio de los
revolucionarios en Rusia: en esto radica nuestro pecado capital en materia
de organización. Un revolucionario blandengue, vacilante en los problemas
teóricos y de estrechos horizontes, que justifica su inercia con la
espontaneidad del movimiento de masas y se asemeja más a un secretario
de tradeunión que a un tribuno popular, carente de un plan amplio y audaz
que imponga respeto incluso a sus adversarios, inexperto e inhábil en su
arte profesional (la lucha contra la policía política), ¡no es, con perdón sea
dicho, un revolucionario, sino un mísero artesano!
Que ningún militante dedicado a la labor práctica se ofenda por este duro
epíteto, pues en lo que concierne a la falta de preparación, me lo aplico a
mí mismo en primer término. He actuado en un círculo (79) que se
asignaba tareas vastas y omnímodas, y todos nosotros, sus componentes,
sufríamos lo indecible al comprender que no éramos más que unos
artesanos en un momento histórico en que, modificando ligeramente la
antigua máxima, podría decirse: ¡Dadnos una organización de
revolucionarios y removeremos a Rusia de sus cimientos! Y cuanto más a
menudo he tenido que recordar la bochornosa sensación de vergüenza que
me daba entonces, tanto mayor ha sido mi amargura contra los
seudosocialdemócratas que "deshonran el nombre de revolucionario" con
su propaganda y no comprenden que nuestra misión no consiste en
propugnar que se rebaje al revolucionario al nivel del militante primitivo,
sino en elevar a este último al nivel del revolucionario.
* Este término sería, quizá más justo que el precedente en lo que se
refiere a Svoboda, pues en Renacimiento del revolucionarismo se defiende
el terrorismo; y en el artículo en cuestión, el “economismo”. “No las quiero,
no están maduras...”, puede, en general, decirse de Svoboda. Tiene
buenas aptitudes y las mejores intenciones, pero el unico resultado es la
confusión principalmente porque al defender la continuidad de la
organización, Svoboda no quiere saber nada de continuidad del
pensamiento revolucionario y de la teoría socialdemócrata. Esforzarse por
7
resucitar al revolucionario profesional (Renacimiento del revolucionarismo)
y proponer para eso, primero el terrorismo excitante y segundo la
“organización de los obreros medios” (Svoboda, núm.1, pág.66 y
siguientes), menos “estimulados desde afuera”, equivale en verdad a
derribar la casa propia para tener leña con que calentarla.
d) Amplitud de la labor de organización
Como hemos visto, B-v habla de "la escasez de fuerzas revolucionarias
aptas para la acción, que se deja sentir no sólo en San Petersburgo, sino
en toda Rusia". Y es poco probable que alguien ponga en duda este hecho.
Pero el quid está en cómo explicarlo. B-v escribe:
"No nos proponemos esclarecer las causas históricas de este fenómeno;
sólo diremos que la sociedad, desmoralizada por una larga reacción política
y disgregada por los cambios económicos que se han producido y se
producen, promueve un número extremadamente reducido de personas
aptas para la labor revolucionaria; que la clase obrera, al promover a
revolucionarios obreros, completa en parte las filas de las organizaciones
clandestinas; pero el número de estos revolucionarios no corresponde a las
demandas de la época. Tanto más que la situación del ocupado en la
fábrica once horas y media al día, sólo le permite desempeñar
principalmente funciones de agitador; en cambio, la propaganda y la
organización, la reproducción y distribución de publicaciones clandestinas,
la edición de proclamas, etc., recaen ante todo, quiérase o no, sobre un
número reducidísimo de intelectuales" (R. Dielo, núm. 6, pág. 38-39).
Discrepamos en muchos puntos de esta opinión de B-v. no estamos de
acuerdo, en particular, con las palabras subrayadas por nosotros, las cuales
muestran con singular relieve que, después de haber sufrido mucho (como
todo militante práctico que piense algo) a causa de nuestros métodos
primitivos, B-v no puede, agobiado por el "economismo", encontrar una
salida de esta situación insoportable. No, la sociedad promueve un número
extremadamente grande de personas aptas para la "causa", pero no
sabemos utilizarlas a todas. En este sentido, el estado crítico, el estado de
transición de nuestro movimiento puede formularse del modo siguiente:
nos falta gente, y gente hay muchísima. Hay infinidad de hombres porque
tanto la clase obrera como sectores cada vez más diversos de la sociedad
proporcionan año tras año, y en cantidad creciente, descontentos que
desean protestar y que están dispuestos a contribuir cuanto puedan a la
lucha contra el absolutismo, cuyo carácter insoportable no comprende aún
todo el mundo, aunque masas cada día más vastas lo perciben más y más.
Pero, al mismo tiempo, no hay hombres, porque no hay dirigentes, no hay
jefes políticos, no hay talentos organizadores capaces de realizar una labor
amplia y, a la vez, indivisible y armónica, que permita emplear todas las
fuerzas, hasta las más insignificantes. "El crecimiento y el desarrollo de las
organizaciones revolucionarias" se rezagan no sólo del crecimiento del
movimiento obrero, cosa que reconoce incluso B-v, sino también del
crecimiento del movimiento democrático general en todos los sectores del
pueblo. (Por lo demás, es probable que B-v consideraría hoy esto un
complemento a su conclusión). El alcance de la labor revolucionaria es
demasiado reducido en comparación con la amplia base espontánea del
movimiento, está demasiado ahogado por la mezquina teoría de "la lucha
económica contra los patronos y el gobierno". Pero hoy deben "ir a todas
8
las clases de la población" no sólo los agitadores políticos, sino también los
organizadores socialdemócratas*. No creo que un solo militante dedicado a
la actividad práctica dude que los socialdemócratas puedan repartir mil
funciones fragmentarias de su trabajo de organización entre personas de
las clases más diversas. La falta de especialización es uno de los mayores
defectos de nuestra técnica que B-v deplora con tanta amargura y tanta
razón. Cuanto más menudas sean las distintas "operaciones" de la labor
general, tantas más personas capaces de llevarlas a cabo podrán
encontrarse (y, en la mayoría de los casos, totalmente incapaces de ser
revolucionarios profesionales) y tanto más difícil será que la policía "cace" a
todos esos "militantes que desempeñan funciones fragmentarias", tanto
más difícil será que pueda montar con el delito insignificante de un
individuo un "asunto" que compense los gastos del Estado en el
mantenimiento de la policía política. Y en lo que respecta al número de
personas dispuestas a prestarnos su concurso, hemos señalado ya en el
capítulo precedente el cambio gigantesco que se ha operado en este
aspecto durante los cinco años últimos. Pero, por otra parte, para agrupar
en un todo único esas pequeñas fracciones, para no fragmentar junto con
las funciones del movimiento el propio movimiento y para infundir al
ejecutor de las funciones menudas la fe en la necesidad y la importancia de
su trabajo, sin la cual nunca trabajará**, para todo esto hace falta
precisamente una fuerte organización de revolucionarios probados. Con
una organización así, la fe en la fuerza del partido se hará tanto más firme
y tanto más extensa cuanto más clandestina sea esta organización; y en la
guerra, como es sabido, lo más importante es no sólo infundir confianza en
sus fuerzas al ejército propio, sino hacer que crean en ello el enemigo y
todos lo elementos neutrales; una neutralidad amistosa puede, a veces,
decidir la contienda. Con semejante organización, erigida sobre una firme
base teórica, y disponiendo de un órgano de prensa socialdemócrata, no
habrá que temer que el movimiento sea desviado de su camino por los
numerosos elementos "extraños" que se hayan adherido a él (al contrario,
precisamente ahora, cuando predominan los métodos primitivos, vemos
que muchos socialdemócratas lo llevan a la trayectoria del Credo,
imaginándose que sólo ellos son socialdemócratas). En un palabra, la
especialización presupone necesariamente la centralización y, a su vez, la
exige en forma absoluta.
Pero el mismo B-v, que ha mostrado tan bien toda la necesidad de la
especialización, no la aprecia bastante, a nuestro parecer, en la segunda
parte del razonamiento citado. Dice que el número de revolucionarios
procedentes de los medios obreros es insuficiente. Esta observación es del
todo justa, y volvemos a subrayar que la "valiosa noticia de un observador
directo" confirma por entero nuestra opinión sobre las causas de la crisis
actual de la socialdemocracia y, por tanto, sobre los medios de remediarla.
No sólo los revolucionarios en general se rezagan del ascenso espontáneo
de las masas obreras. Y este hecho confirma del modo más evidente,
incluso desde el punto de vista "práctico", que la "pedagogía" con que nos
obsequia tan a menudo, al discutirse el problema de nuestros deberes para
con los obreros, es absurda y reaccionaria en el aspecto político.
Este hecho testimonia que nuestra obligación primordial y más imperiosa
consiste en ayudar a formar obreros revolucionarios que, desde el punto de
vista de su actividad en el partido, estén al mismo nivel que los
intelectuales revolucionarios (subrayamos: desde el punto de vista de su
9
actividad en el partido, pues en otros sentidos, aunque sea necesario, está
lejos de ser tan fácil y tan urgente que los obreros lleguen al mismo nivel).
Por eso debemos orientar nuestra atención principal a elevar a los obreros
al nivel de los revolucionarios y no a descender indefectiblemente nosotros
mismos al nivel de la "masa obrera", como quieren los "economistas", e
indefectiblemente al nivel del "obrero medio", como quiere Svoboda (que,
en este sentido, se eleva al segundo grado de la "pedagogía" economista).
Nada más lejos de mí que el propósito de negar la necesidad de
publicaciones de divulgación para los obreros y de otras publicaciones de
más divulgación aún (pero, claro está, no vulgares) para los obreros muy
atrasados. Pero lo que me indigna es ese constante meter sin venir a
cuento la pedagogía en los problemas políticos, en las cuestiones de
organización. Pues ustedes, señores, que se desvelan pro el "obrero
medio", en el fondo más bien ofenden a los obreros con el deseo de
hacerles sin falta una reverencia antes de hablar de política obrera o de
organización obrera. ¡Yérganse para hablar de cosas serias y dejen la
pedagogía a quienes ejercen el magisterio, pues no es ocupación de
políticos ni de organizadores! ¿Es que entre los intelectuales no hay
también hombres avanzados, elementos "medios" y "masas"? ¿Es que no
reconoce todo el mundo que los intelectuales también necesitan
publicaciones de divulgación? ¿No se escribe esa literatura? Pero
imagínense que, en un artículo sobre la organización de los estudiantes
universitarios o de bachillerato, el autor se pusiera a repetir con
machaconería, como quien hace un descubrimiento, que se precisa, ante
todo, una organización de "estudiantes medios". Por seguro que semejante
autor sería puesto en ridículo, y le estaría muy bien empleado. Le dirían:
usted denos unas cuantas ideíllas de organización, si las tiene, y ya
veremos nosotros mismos quién es "medio", superior o inferior. Y si las que
tiene sobre organización no son propias, todas sus disquisiciones sobre las
"masas" y los "elementos medios" hastiarán simplemente. Comprendan de
una vez que los problemas de "política" y "organización" son ya de por sí
tan serios que no se puede hablar de ellos sino con toda seriedad: se
puede y se debe preparar a los obreros (lo mismo que a los estudiantes
universitarios y de bachillerato) para poder abordar ante ellos esos
problemas; pero una vez los han abordado, den verdaderas respuestas, no
se vuelvan atrás, hacia los "elementos medios" o hacia las "masas", no
salgan del paso con retruécanos o frases.***
Si el obrero revolucionario quiere prepararse por entero para su trabajo,
debe convertirse también en un revolucionario profesional. Por esto no
tiene razón B-v cuando dice que, pro estar el obrero ocupado en la fábrica
once horas y media, las demás funciones revolucionarias (salvo la
agitación) "recaen ante todo, quiérase o no, sobre un número reducidísimo
de intelectuales". No sucede esto "quiérase o no", sino debido a nuestro
atraso, porque no comprendemos que tenemos el deber de ayudar a todo
obrero que se distinga por su capacidad para convertirse en un agitador,
organizador, propagandista, distribuidor, etc., etc., profesional. En este
sentido dilapidamos vergonzosamente nuestras fuerzas, no sabemos cuidar
lo que tiene que ser cultivado y desarrollado con particular solicitud.
Fíjense en los alemanes: tienen cien veces más fuerzas que nosotros, pero
comprenden perfectamente que los agitadores, etc., capaces de verdad, no
descuellan con excesiva frecuencia de entre los obreros "medios". Por eso
procuran colocar enseguida a todo obrero capaz en condiciones que le
permitan desarrollar plenamente y aplicar plenamente sus aptitudes: hacen
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de él un agitador profesional, lo animan a ensanchar su campo de acción, a
extender ésta de una fábrica a todo un oficio, de una localidad a todo el
país. De este modo, el obrero adquiere experiencia y habilidad profesional,
amplía su horizonte y su saber, observa de cerca de los jefes políticos
destacados de otros lugares y de otros partidos, procura ponerse a la
misma altura que ellos y unir en su persona el conocimiento del medio
obrero y la lozanía de las convicciones socialistas a la maestría profesional
sin la que no puede le proletariado desplegar su tenaz lucha contra sus
enemigos perfectamente instruidos. Así, sólo así, surgen de la masa obrera
los Bebel y los Auer. Pero lo que en un país libre en el aspecto político se
hace en gran parte por sí solo, en Rusia deben hacerlo sistemáticamente
nuestras organizaciones. Un agitador obrero que tenga algún talento y
"prometa" no debe trabajar once horas en la fábrica. Debemos arreglarlo
de manera que viva de los fondos del partido, que pueda pasar a la
clandestinidad en el momento preciso, que cambie de lugar de acción, pues
de otro modo no adquirirá gran experiencia, no ampliará su horizonte, no
podrá sostenerse siquiera varios años en la lucha contra los gendarmes.
Cuanto más amplio y profundo es el movimiento espontáneo de las masas
obreras, tantos más agitadores de talento descuellan, y no sólo agitadores,
sino organizadores, propagandistas y militantes "prácticos" de talento,
"prácticos" en el buen sentido de la palabra (que son tan escasos entre
nuestros intelectuales, en su mayor parte un tanto desidiosos y tardos a la
rusa). Cuando tengamos destacamentos de obreros revolucionarios (y bien
entendido que "todas las armas" de la acción revolucionaria) especialmente
preparados y con un largo aprendizaje, ninguna policía política del mundo
podrá con ellos, porque esos destacamentos de hombres consagrados en
cuerpo y alma a la revolución gozarán igualmente de la confianza ilimitada
de las más amplias masas obreras. Y somos los culpables directos de no
"empujar" bastante a los obreros a este camino, que es el mismo para ellos
y para los "intelectuales", al camino del aprendizaje revolucionario
profesional, tirando demasiado a menudo de ellos hacia atrás con nuestros
discursos necios sobre lo que es "accesible" para la masa obrera, para los
"obreros medios", etc.
En este sentido, igual que en los otros, el reducido alcance del trabajo de
organización está en relación indudable e íntima (aunque no se dé cuenta
de ello la inmensa mayoría de los "economistas" y de los militantes
prácticos noveles) con la reducción del alcance de nuestra teoría y de
nuestras tareas políticas. El culto a la espontaneidad origina una especie de
temor de apartarnos un poquitín de lo que sea "accesible" a las masas, un
temor de subir demasiado pro encima de la simple satisfacción de sus
necesidades directas e inmediatas. ¡No tengan miedo, señores! ¡Recuerden
ustedes que en materia de organización estamos a un nivel tan bajo que es
absurda hasta l apropia idea de que podamos subir demasiado alto!
Escrito entre el otoño de 1901 y febrero de 1902.
Obras Completas tomo 6 - págs. 78-83, 100-102, 123-134.
11
NOTAS AL PIE
* Entre los militares, por ejemplo, se observa en los últimos tiempos una
reanimación indudable del espíritu democrático, en parte a causa de los combates
de calle, cada vez más frecuentes, contra "enemigos" como los obreros y los
estudiantes. Y en cuanto nos lo permitan nuestras fuerzas, deberemos dedicar sin
falta la mayor atención a la labor de agitación y propaganda entre los soldados y
oficiales, a la creación de "organizaciones militares" afiliadas a nuestro partido.
** Recuerdo que un camarada me refirió un día que un inspector fabril, que
había ayudado a la socialdemocracia y estaba dispuesto a seguir ayundándola, se
quejaba amargamente, diciendo que no sabía si su "información" llegaba a un
verdadero centro revolucionario, hasta qué punto era necesaria su ayuda ni hasta
qué punto era posible utilizar sus pequeños y menudos servicios. Todo militante
dedicado a la labor práctica podría citar, sin duda, más de un caso semejante, en
que nuestros métodos primitivos de trabajo nos han privado de aliados. ¡Pero los
empleados y los funcionarios podrían prestarnos y nos prestarían "pequeños"
servicios, que en conjunto serían de un valor inapreciable, no sólo en las fábricas,
sino en correos, en ferrocarriles, en aduanas, entre la nobleza, en la iglesia y en
todos los demás sitios, incluso en la policía y hasta en la corte! Si tuviéramos ya
un verdadero partido, una organización verdaderamente combativa de
revolucionarios, no arriesgaríamos a todos esos "auxiliares", no nos
apresuraríamos a introducirlos siempre y sin falta en el corazón mismo de las
"actividades clandestinas"; al contrario, los cuidaríamos de un modo singular en
incluso prepararíamos especialmente a personas para esas funciones, recordando
que muchos estudiantes podrían sernos más útiles como funcionarios "auxiliares"
que como revolucionarios "a breve plazo". Pero, vuelvo a repetirlo, sólo puede
aplicar esta táctica una organización completamente firme ya que no tenga
escasez de fuerzas activas.
*** Svoboda, núm. 1, artículo La organización, pág. 66: "La masa obrera
apoyará con todo su peso todas las reivindicaciones que sean formuladas en
nombre del Trabajo de Rusia" (¡Trabajo con mayúsculas sin falta!) Y el mismo
autor exclama: "Yo no les tengo ninguna rabia a los intelectuales, pero…" (éste es
el pero que Schedrían traducía con las palabras: ¡de puntillas no se es más alto!)…
"pero me pongo terriblemente furioso cuando viene una persona a contarme una
retahíla de cosas muy bonitas y buenas y me hace que las crea por su (¿de él?)
lindeza y demás méritos" (pág. 62). También yo "me pongo terriblemente
furioso"…
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Discurso pronunciado en el I Congreso de toda Rusia de los
Consejos de Economía Nacional (págs. 12 a 16)
(La aparición del camarada Lenin es acogida con clamorosos aplausos)
Camaradas: permitidme ante todo que salude al Congreso de los Consejos
de Economía en nombre del Consejo de Comisarios del Pueblo. (Aplausos)
Camaradas: sobre el Consejo Superior de Economía Nacional ha recaído
ahora una tarea difícil y de las más gratas. Es indudable que cuanto más
avancen las conquistas de la Revolución de Octubre, cuanto más profundas
sean las transformaciones radicales iniciadas por ella, cuanto más firmes
sean los cimientos de las conquistas de la revolución socialista y el
afianzamiento del régimen localista, más se elevará el papel de los consejos
de economía nacional. Estos organismos serán las únicas instituciones del
Estado que ocuparán un lugar firme, tanto más firme cuanto más nos
acerquemos al establecimiento del orden socialista, cuanto menos necesario
resulte el mecanismo puramente administrativo, el mecanismo que se
ocupa solo de la administración. Después que sea aplastada definitivamente
la resistencia de los explotadores, después de que los trabajadores
aprendan a organizar la producción socialista, este mecanismo de
administración en el sentido escueto y estricto de la palabra, esta máquina
del viejo Estado deberá morir, en tanto que el mecanismo del tipo del
Consejo Superior de Economía Nacional está llamado a crecer, a
desarrollarse, a fortalecerse, haciéndose totalmente cargo de la actividad
principal de la sociedad organizada.
Por eso camaradas, cuando veo la experiencia de nuestro Consejo Superior
de Economía Nacional y de los consejos locales, a cuya actividad está ligado
estrecha e indisolublemente, considero que pese a haber muchas cosas si
terminar, imperfectas y no organizadas, no tenemos el menor motivo para
hacer deducciones pesimistas.
Porque la tarea que se impone el Consejo Superior de Economía Nacional y
todos los consejos regionales y locales es tan gigantesca, tan universal, que
no hay absolutamente nada que infunda temor en todo lo que vemos. Con
mucha frecuencia –no se ha aplicado el proverbio “en cosa alguna pensar
mucho y hacer una”. En la organización de la economía al modo socialista,
las cosas no resultan tan sencillas, por desgracia como en ese proverbio.
Nuestras tareas se complican con el paso de todo el poder – esta vez no
solo político, y en primer lugar incluso no político, sino económico, es decir,
que afecta a las bases más hondas de la vida cotidiana del hombre- una
nueva clase, a una clase que lleva tras de sí, por vez primera en la historia
de la humanidad a la aplastante mayoría de la población, a toda la masa de
trabajadores y explotados. Es evidente a todas luces que en este caso, dada
la grandísima importancia y dificultades de las tareas de organización,
cuando tenemos que organizar de una manera completamente nueva las
bases más profundas de la vida de centenares de millones de seres, resulta
imposible arreglar las cosas de modo tan sencillo como en el proverbio “en
cosa alguna pensar mucho y hacer una”. Nosotros, en efecto, no podemos
pensar con antelación muchas veces y después hacer y fijar lo que ha sido
pensado y ajustado definitivamente. Debemos levantar nuestro edificio
económico en el curso mismo del trabajo, probando unas u otras
instituciones, observando su actividad en la práctica, comprobándolas con la
experiencia colectiva general de los trabajadores y, lo principal, con la
experiencia de los resultados del trabajo. Debemos hacer eso sin tardanza
en el curso mismo del trabajo y, además en una situación de lucha a
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muerte y de furiosa resistencia de los explotadores, cuya rabia crece cuanto
más nos acercamos al momento de arrancar definitivamente la ultima
muela cariada de la explotación capitalista. Es comprensible que en tales
condiciones, no exista el menor motivo para el pesimismo; aunque, claro
está, para los ataques rabiosos de la burguesía y de los señores
explotadores, heridos en sus mejores sentimientos, significa un gran motivo
el que nosotros tengamos, incluso en un corto plazo, que rehacer varias
veces en ciertas ocasiones los tipos, estatutos y organismos de dirección de
distintas ramas de la economía nacional.. Como es natural, para quienes
participan demasiado cerca y de modo demasiado directo en este trabajo,
rehaciendo incluso tres veces los estatutos, normas y leyes de
administración, por ejemplo, de la Dirección General del Transporte Fluvial y
Marítimo, no resulta muy agradable, y las satisfacciones que puede
reportarles ese género de trabajo no pueden ser muy grandes. Pero si nos
abstraemos un poquito del desagrado inmediato que representa rehacer con
excesiva frecuencia los decretos o si examinamos un poquito más a fondo y
con mayor perspectiva la gigantesca obra histórica universal que ha
emprendido el proletariado ruso – por ahora con sus propias fuerzas
insuficientes-, comprenderemos en el acto que son inevitables
modificaciones incluso más repetidas, pruebas en la práctica de distintos
sistemas de administración y de distintas normas de organización de la
disciplina. Comprenderemos que, en una obra tan gigantesca, jamás
podríamos aspirar- y ningún socialista sensato que haya escrito sobre las
perspectivas del futuro ha pensado nunca en ello- a poder crear de una vez
y concretar de golpe las formas de organización de la nueva sociedad de
acuerdo con una indicación dada de antemano.
Lo único que sabíamos, lo único que nos habían indicado con exactitud los
mejores conocedores de la sociedad capitalista, los más grandes cerebros
que previeron el desarrollo de esa sociedad, es que la transformación debía
seguir, de modo históricamente inevitable, cierta gran pauta, que la
propiedad privada de los medios de producción estaba condenada por la
historia, que saltaría hecha añicos, que los explotadores serían expropiados
sin remedio. Todo eso fue consignado con exactitud científica. Y nosotros lo
sabíamos cuando enarbolamos la bandera del socialismo, cuando nos
proclamamos socialistas, cuando fundamos los partidos socialistas, cuando
empezamos a transformar la sociedad. Lo sabíamos cuando tomamos el
poder para emprender la reorganización socialista, pero no podíamos
conocer ni las formas de la transformación n la rapidez del desarrollo de la
reorganización concreta. Sólo la experiencia colectiva, solo la experiencia de
millones de personas puede dar en este sentido indicaciones decisivas,
precisamente porque para nuestra cusa, para la causa de la edificación del
socialismo no basta la experiencia de centenares y centenares de miles de
componentes de las capas superiores, que hicieron hasta ahora la historia
tanto en la sociedad terrateniente como en la sociedad capitalista. Nosotros
no podemos proceder así precisamente porque confiamos en la experiencia
conjunta, en la experiencia de millones de trabajadores.
Por eso sabemos que la labor de organización, que constituye la tarea
principal, cardinal y fundamental de los Soviets, lleva implícita
obligatoriamente para nosotros multitud de experimentos, multitud de
pasos, multitud de modificaciones, dificultades, sobre todo en lo que
respecta a cómo colocar a cada cual en su sitio, pues en ese sentido
carecemos de experiencia, tenemos que decidir nosotros mismos cada paso.
Y cuanto más graves son los errores en ese camino, tanto mayor es la
seguridad de que con cada nuevo incremento del número de afilados a los
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sindicatos, con cada nuevo millar, con cada nueva centena de millar de
hombres que pasan del campo de los trabajadores, de los explotados –que
vivían hasta ahora ateniéndose a las tradiciones, a las costumbres- al
campo de los creadores de las instituciones soviéticas, aumenta el número
de personas que deben reunir las debidas condiciones y encarrilar
acertadamente la obra.
Tomemos una de las tareas secundarias con que tropieza muy a menudo el
consejo de Economía Nacional, el Consejo Superior de Economía Nacional:
la tarea de utilizar a los especialistas burgueses. Todos nosotros sabemos –
al menos quienes nos basamos en la ciencia y en el socialismo- que esta
tarea solo puede ser cumplida cuando el capitalismo internacional ha
desarrollado, y en la medida que lo ha hecho, las premisas materiales,
técnicas del trabajo, efectuado a escala gigantesca y basado en los datos de
la ciencia y por ello en la preparación de inmensos cuadros de especialistas
con instrucción científica. Sabemos que el socialismo es imposible sin eso.
Si releemos las obras de los socialistas que durante el ultimo medio siglo
observaron el desarrollo del capitalismo y llegaron una y otra vez a la
conclusión de que el socialismo es inevitable, veremos que todos ellos, sin
excepción, indicaban que solo el socialismo liberará a la ciencia de sus
trabas burguesas, de su sometimiento al capital, de su esclavitud ante los
intereses del sucio egoísmo capitalista. Solo el socialismo permitirá difundir
ampliamente y subordinar de verdad la producción y la distribución sociales
de los productos según consideraciones científicas al objeto de hacer que la
vida de todos los trabajadores sea lo más fácil posible y les de la posibilidad
del bienestar. Sólo el socialismo puede hacer eso. Y sabemos que debe
hacerlo, y en la comprensión de esa verdad residen toda la dificultad del
marxismo y toda su fuerza.
Debemos realizar esa obra, apoyándonos en los elementos que le son
hostiles, pues cuanto más grande se hace el capital, más se desarrolla la
opresión por parte de la burguesía y el aplastamiento de los obreros.
Cuando el poder se encuentra en manos del proletariado y de los
campesinos pobres, cuando el poder se plantea el cumplimiento de tareas
con el apoyo de esas masas, no tenemos más remedio que llevar a cabo
dichas transformaciones socialistas con ayuda de los especialistas
burgueses, de unos especialistas que se han educado en la sociedad
burguesa, que no han visto otro ambiente, que no pueden imaginarse otro
ambiente social. Y por eso, incluso en los casos en que tales hombres son
absolutamente sinceros y fieles a su obra, incluso en esos casos están
llenos de miles de prejuicios burgueses, están ligados por miles de hilos
imperceptibles para ellos a la sociedad burguesa agonizante, en
descomposición, y que, por ello opone furiosa resistencia.
No pueden ocultársenos estas dificultades de la tarea y de su cumplimiento.
De todos los socialistas que han escrito de ello, no puedo recordad ni una
sola obra socialista conocida por mi o una opinión de socialistas destacados
sobre la futura sociedad socialista en las que se indicara la dificultad
práctica concreta que habría de surgir ante la clase obrera, después de
tomar el poder al plantearse la tarea de transformar toda la suma de
riquísimas reservas de cultura, de conocimientos y de técnica acumuladas
por el capitalismo e históricamente necesarias, indispensables para
nosotros, de transformar todo eso en instrumento del capitalismo en
instrumento del socialismo. Eso es difícil en la fórmula general, en la
contraposición abstracta; pero en la lucha contra el capitalismo, que no
muere de repente y cuya resistencia se hace tanto más furiosa cuanto más
se acerca la muerte, esta tarea requiere un grandioso trabajo. Si en este
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terreno se efectúan experimentos, si hacemos correcciones repetidas de
errores parciales, ello es inevitable cuando no se consigue de golpe, en una
u otra rama de la economía nacional, convertir a los especialistas de
servidores de las masas trabajadoras, en asesores suyos. El hecho de que
no logremos eso en el acto no puede suscitar ni un ápice de pesimismo, ya
que la tarea que nos señalamos es una tarea de dificultad y significación
históricas universales. no cerramos los ojos ante la realidad de que solos,
con nuestras propias fuerzas, no podemos hacer íntegramente la revolución
socialista en un solo país, incluso si este fuera muchísimo menos atrasado
que Rusia, incluso si
viviéramos en condiciones más fáciles que las
resultantes de cuatro años de una guerra inaudita, dolorosa, dura y ruinosa.
Quien vuelve la espalda a la revolución socialista que se desarrolla en Rusia,
señalando la flagrante desproporción de fuerzas, se asemeja al anquilosado
hombre enfundado que no ve más allá de sus narices, que olvida que no ha
habido ninguna transformación radical histórica de cierta importancia sin
una serie de casos de desproporción de fuerzas. Las fuerzas crecen en el
proceso de la lucha, al unísono con el auge de la revolución. Cuando el país
ha emprendido la senda de las más grandes transformaciones, el mérito de
este país y del Partido de la clase obrera, que ha triunfado en el , consiste
en que hemos emprendido de lleno el cumplimiento práctico de las tareas
planteadas antes en abstracto, en teoría. Esa experiencia no se olvidará.
Pase lo que pase, por duras que sean las vicisitudes de la revolución rusa y
de la revolución socialista internacional, no se podrá prescindir de esa
experiencia de los obreros, que están unidos ahora en organizaciones
sindicales y locales y ponen prácticamente manos a la obra de organizar la
producción a escala de todo el país. Esa experiencia ha entrado en la
historia como una conquista del socialismo, y la futura revolución
internacional erigirá sobre ella su edificio socialista.
Me permitiré señalar otra tarea, quizá la más difícil, que debe cumplir
prácticamente el Consejo Superior de Economía Nacional. Es la tarea de la
disciplina laboral. Hablando en propiedad, cuando nos referimos a ella
debemos reconocer y destacar con satisfacción que los primeros que han
emprendido por propia iniciativa el cumplimiento de esta tarea, de
significación histórica universal, han sido precisamente los sindicatos, sus
organizaciones más importantes: el Comité Central del Sindicato de Obreros
Metalúrgicos, el Consejo de Sindicatos de toda Rusia, las organizaciones
sindicales superiores que agrupan a millones de trabajadores. Para
comprender esta tarea es preciso hacer abstracción de los pequeños
reveses parciales, de las increíbles dificultades, que parecen invencibles si
se las toma por separado. Hay que remontarse más alto y contemplar la
sucesión histórica de los tipos de economía social. Sólo desde este punto de
vista resaltará con claridad que gigantesca tarea hemos asumido y que
gigantesca importancia tiene el hecho de que el representante más
avanzado de la sociedad, las masas trabajadoras y explotadas, hayan
acometido esta vez, por propia iniciativa, una misión que en la Rusia feudal
anterior a 1861 era cumplida íntegramente por un puñado de
terratenientes, que la consideraba obra propia. Su obra consistía entonces
en crear unas relaciones y una disciplina que abarcaran a todo el Estado.
Sabemos como crearon esa disciplina los terratenientes feudales. Esa
disciplina significó opresión, ultrajes, trabajos forzados y sufrimientos
inauditos para la mayoría del pueblo. Recordad toda esa transición del
régimen de la servidumbre a la economía burguesa. Lo que habéis visto,
aunque la mayoría de vosotros no ha podido verlo, y lo que conocéis por las
viejas generaciones, este paso que siguió de 1861 a la nueva economía
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burguesa, el paso de la vieja disciplina feudal del látigo, de la disciplina más
absurda, del ultraje y la violencia más insolentes y brutales sobre el
hombre, a la disciplina burguesa, a la disciplina del hambre, a la llamada
contrata libre, que en realidad era la disciplina de la esclavitud capitalista;
este paso parecía fácil, desde el punto de vista histórico, porque la
humanidad pasaba de un explotador a otro explotador, porque una minoría
de saqueadores y explotadores del trabajo del pueblo cedía su puesto a otra
minoría también de saqueadores y también de explotadores del trabajo del
pueblo, porque los terratenientes cedían su puesto a los capitalistas, una
minoría a otra minoría, en tanto que las amplias masas de las clases
trabajadoras y explotadas seguían oprimidas. E incluso esa sustitución de
una disciplina explotadora por otra costó años, si no decenios de esfuerzos,
decenios del período de transición, cuando los viejos terratenientes feudales
consideraban con absoluta sinceridad que se hundía todo, que sería
imposible mantener la economía sin el régimen de la servidumbre; cuando
el nuevo amo, el capitalista chocaba a cada paso con dificultades prácticas y
abandonaba su hacienda; cuando el signo material, una de las pruebas
materiales de la dificultad de esa transición consistía en que Rusia traía
máquinas del extranjero para trabajar con ellas, para trabajar con las
mejores máquinas y resultaba que no había ni hombres que supieran
manejarlas ni dirigentes. Y en todos los confines de Rusia se observaba que
las mejores máquinas estaban tiradas, sin utilizar. He ahí una prueba de
hasta qué extremo fue difícil pasar de la vieja disciplina de la servidumbre a
la nueva disciplina burguesa, capitalista.
Por tanto camaradas, si enfocáis las cosas de ese modo, no os dejaréis
desorientar por las personas, las clases, la burguesía y los lacayos de la
burguesía que se plantean la única misión de sembrar el pánico, extender el
desaliento, llevar el total abatimiento a todo el trabajo y presentarlo como
condenado al fracaso; que destacan cada aso aislado de indisciplina y de
descomposición y apuntan con el dedo a la revolución como si hubiera en el
mundo, como si hubiera habido en la historia una revolución
verdaderamente grande sin descomposición, sin pérdida de disciplina, sin
dolorosos pasos experimentales cuando la masa forja una nueva disciplina.
No debemos olvidar que hemos llegado por vez primera a un punto
preliminar de la historia en el que millones de trabajadores y explotados
están forjando de verdad una nueva disciplina, la disciplina laboral, la
disciplina de las relaciones de camaradas, la disciplina soviética. No
pretendemos ni aspiramos a tener éxitos rápidos en este terreno. Sabemos
que esta labor ocupará toda una época histórica, en la que en un país
todavía burgués destruimos la disciplina de la sociedad capitalista, la
destruimos y nos enorgullecemos de que todos los obreros concientes y
absolutamente todos los campesinos trabajadores ayuden al máximo a
destruirla; una época en la que en las masas crece voluntariamente, por
propia iniciativa, la conciencia de que deben sustituir esa disciplina basada
en la explotación y la esclavitud de los trabajadores, no por indicación
desde arriba, sino por indicación de su experiencia, de la vida, de que deben
sustituirla con la nueva disciplina del trabajo unido, con la disciplina de los
obreros y campesinos trabajadores, unidos y organizados de toda Rusia, de
una país con decenas y centenas de millones de habitantes. Esta tarea
presenta dificultades gigantescas, pero es una tarea grata, ya que solo
cuando la cumplamos prácticamente hincaremos el ultimo clavo en el ataúd
de la sociedad capitalista que estamos enterrando. (Aplausos)
Pronunciado el 26 de mayo de 1918.(Obras Completas tomo 36 – Págs. 377-386)
17
Acerca de la depuración del Partido
(Págs. 17 y18)
La depuración del Partido se ha convertido, por lo visto, en una labor seria y
de gigantesca importancia.
Hay lugares en los que se depura el Partido apoyándose principalmente en
la experiencia y en las indicaciones de obreros sin Partido, guiándose por
ellas, tomando en consideración a los representantes de la masa proletaria
sin partido.
Y eso es lo más valioso, lo más importante. Si consiguiéramos
efectivamente depurar de este modo el Partido de arriba abajo, “sin
contemplaciones”, sería en verdad una gran conquista de la revolución.
Porque las conquistas de la revolución no pueden ser ahora como eran
antes. Cambian ineluctablemente de carácter al pasarse del frente de
guerra al frente económico, en dependencia del paso a la nueva política
económica, de unas condiciones que exigen, en primer término, aumentar
la productividad del trabajo y reforzar la disciplina laboral. En un momento
así, la conquista principal de la revolución es un mejoramiento interno, no
un mejoramiento evidente, que salte a la vista, que se vea enseguida, sino
un mejoramiento del trabajo, de su, organización y de sus resultados; un
mejoramiento en el sentido de lucha contra los elementos pequeño burgués
y anarquista-pequeño burgués, que corrompen al proletariado y al Partido.
Para conseguir tal mejoramiento hay que depurar al Partido de los
elementos que se apartan de las masas (sin hablar ya, por supuesto, de los
elementos que deshonran al Partido entre las masas).
Está claro que no nos someteremos a todas las indicaciones de la masa,
pues la masa se deja llevar también a veces- sobre todo en años de
excepcional cansancio y fatiga a consecuencia de las excesivas penalidades
y sufrimientos- por estados de ánimo que no tienen nada de avanzados.
Más para juzgar a los hombres, para adoptar una actitud negativa frente a
los intrusos, frente a los que se han acostumbrado demasiado a “mandar
como comisarios”, frente a los “burocratizados”, son valiosas en grado
superlativo las indicaciones de la masa proletaria sin partido y, en muchos
casos, también las de la masa campesina sin partido. La masa trabajadora
percibe con extraordinaria sensibilidad la diferencia entre los comunistas
honrados y fieles y los que inspiran repugnancia al hombre que se gana el
pan con el sudor de su frente, al hombre que no tiene ningún privilegio ni
“acceso a los jefes”.
Es una gran cosa depurar el Partido teniendo en cuenta las indicaciones de
los trabajadores sin partido. Nos dará resultados importantes. Hará del
Partido una vanguardia de clase muchísimo más fuerte que antes, una
vanguardia más estrechamente ligada a su clase y más capaz de conducirla
a la victoria entre un cúmulo de dificultades y peligros.
Como tarea parcial de la depuración del Partido, yo señalaría, además, su
depuración de ex mencheviques. A mi juicio, de los mencheviques que han
ingresado en el Partido después de empezar el año 1918 habría que dejar
en él no más de una centésima parte, aproximadamente, y eso después de
probar tres y cuatro veces a cada uno de los que dejemos. Porqué? Porque
los mencheviques, como tendencia, han demostrado durante el período de
1918 a 1921 dos cualidades propias: primera, la de adaptarse hábilmente,
la de “pegarse” a la tendencia dominante entre los obreros; segunda, la de
servir más hábilmente aún, en cuerpo y alma, a los guardias blancos, la de
servirles de hecho renegando de ellos de palabra. Ambas cualidades
dimanan de toda la historia del menchevismo: baste recordar el “congreso
obrero” de Axelrod, la actitud de los mencheviques ante los demócratas
18
constitucionalistas (y la monarquía) de palabra y de hecho, etc. Los
mencheviques se “pegan” al PCR no solo e incluso no tanto, por
maquiavelismo (aunque en lo que respecta a los métodos de la diplomacia
burguesa, los mencheviques demostraron ya en 1903 que eran verdaderos
maestros en este terreno), como por su “adaptabilidad”. Todo oportunista
se distingue por su capacidad de adaptación (pero no toda adaptabilidad es
oportunismo), y los mencheviques, como oportunistas, se adaptan,
digámoslo así, por “principio” a la tendencia dominante entre los obreros,
cambian de color para protegerse, como la liebre que se vuelve blanca en
invierno.
Hay que conocer esta peculiaridad de los mencheviques y tenerla en cuenta.
Y tenerla en cuenta significa depurar al Partido del 99% aproximadamente
de los mencheviques que se han adherido al PCR después de 1918, es decir,
cuando la victoria de los bolcheviques empezó a hacerse primero probable,
y después indudable.
El Partido debe ser depurado de los granujas, de los burocratizados, de los
comunistas deshonestos y carentes de firmeza y de los mencheviques, que
han repintado la “fachada”, pero que en el fondo del alma siguen siendo
mencheviques.
20 de Septiembre de 1921.
Publicado el 21 de septiembre de 1921 en el núm. 210 de “Pravda” T.44
págs. 122-124
19
Fragmento del Informe político del Comité Central del PC(b) de
Rusia presentado al XI Congreso del partido (Págs. 19-21)
…
He hablado de la emulación comunista no desde el punto de vista de la
simpatía con el comunismo, sino desde el punto de vista del desarrollo de
las formas de la economía, así como de las formas del régimen social. Esto
no es una emulación, esto es una lucha desesperada, furiosa, una lucha a
muerte entre el capitalismo y el comunismo, que si no es la ultima, está
muy cerca de serlo.
Y aquí se debe plantear la cuestión con claridad: ¿en qué consiste
nuestra fuerza y que nos falta? El poder político es absolutamente
suficiente. Apenas si habrá alguien aquí que señale que en tal cuestión
práctica, en tal institución concreta, los comunistas, el Partido Comunista,
tiene insuficiente poder. Hay gente que no deja de pensar en ello, pero es
gente que mira incorregiblemente atrás y no comprende que se debe mirar
adelante. La fuerza económica fundamental se encuentra en nuestras
manos. Todas las grandes empresas decisivas, los ferrocarriles, etc, se
encuentran en nuestras manos. Los arriendos, por amplio que sea su
desarrollo en algunos sitios, desempeñan en suma un papel de lo más
insignificante, constituyen en general, una parte muy pequeña. El Estado
proletario de Rusia dispone de fuerzas económicas completamente
suficientes para asegurar el tránsito al comunismo. Qué es pues lo que
falta? Está bien claro que es lo que falta: falta cultura en el sector de
comunistas que están dirigiendo. Si nos fijamos en Moscú –4.700
comunistas ocupan cargos de responsabilidad- y observamos esta mole
burocrática, este montón, nos preguntamos: Quién conduce a quién? Pongo
muy en duda que se pueda decir que los comunistas conducen a ese
montón. A decir verdad, no son los que conducen, sino los conducidos. En el
caso presente acontece algo semejante a lo que nos relataban en las clases
de Historia cuando éramos niños. Nos enseñaban: ocurre a veces que un
pueblo conquista a otro, y el pueblo conquistador es el vencedor, y el que
ha sido conquistado es el vencido. Esto es muy sencillo y comprensible para
todos. Pero que sucede con la cultura de esos pueblos? Esto no es tan
sencillo. Si el pueblo conquistador es más culto que el conquistado, impone
a este su cultura; pero si al contrario, acontece que el vencido impone su
cultura al vencedor. No ha pasado algo semejante en la capital de la
RSFSR y no ha resultado aquí que 4.700 comunistas (casi una división
completa, y todos de los mejores) se ven dominados por una cultura ajena?
Aquí se podría tener por cierto, la impresión de que los vencidos tienen una
cultura elevada. Nada de eso. Su cultura es mísera, insignificante, pero sin
embargo superior a la nuestra. Por deplorable y mísera que sea, es mayor
que la de nuestros militantes comunistas que ocupan cargos de
responsabilidad, pues no poseen suficiente capacitación para dirigir. Los
comunistas al colocarse a la cabeza de las instituciones – y a menudo los
colocan adrede y hábilmente los saboteadotes para obtener un rótulo- los
comunistas resultan burlados a menudo. Esta confesión es muy
desagradable, o en todo caso, no es nada agradable pero creo que debe
hacerse porque en ella reside ahora la clave del problema. A esto se reduce,
a juicio mío la enseñanza política del año pasado; y bajo este signo
transcurrirá la lucha del año 1922.
¿Serán capaces de comprender los comunistas de la RSFSR y del PC de
Rusia que ocupan cargos de responsabilidad que no saben dirigir, que ellos,
que se imaginan ser los que conducen, son en realidad los conducidos?
20
Ahora bien, si lo saben comprender, entonces aprenderán, como es natural,
porque se puede aprender, más para eso es necesario estudiar, y aquí no
estudian. Lanzan a diestra y siniestra órdenes y decretos, y no se consigue
en absoluto lo que se quiere.
La emulación y la competición que hemos puesto al orden del día, al
proclamar la nueva política económica, es una emulación seria. Parecerá
que se declara en todas las instituciones estatales; pero en realidad, es una
forma más de lucha entre dos clases enemigas e inconciliables. Es una
forma de lucha más de la burguesía contra el proletariado, es una lucha que
no ha terminado aun y ni siquiera en las instituciones centrales de Moscú ha
sido superada de una manera culta. Ya que generalmente los burgueses
conocen las cosas mejor que nuestros mejores comunistas, que tienen todo
el poder, todas las posibilidades y que no saben dar un solo paso con sus
derechos su poder.
Yo quisiera citar un pasaje del libro de Alexander Todorski. El libro
apareció en la ciudad de Vesiegonsk (existe tal cabeza de distrito en la
provincia de Tver) y apareció en el primer aniversario de la revolución
soviética en Rusia: el 7 de noviembre de 1918, en tiempos ya muy remotos.
Este camarada de Vesiegonsk, es por lo visto, militante del Partido. Hace
mucho tiempo que he leído este libro y no doy garantía de que no me vaya
a equivocar en lo que a el se refiere. Relata de que modo comenzó a
instalar dos fábricas soviéticas, como incorporó a dos burgueses, e hizo esto
a la manera de entonces: bajo la amenaza de privarles de libertad y
confiscar todos sus bienes. Fueron incorporados a la reconstrucción de la
fábrica. Sabemos de que manera se incorporaba a la burguesía en 1918
(risas), así que no vale la pena que me detenga en detalles sobre esto:
ahora la incorporamos con otros métodos. Pero he aquí la conclusión a que
llegó: “Esto es sólo la mitad de la obra: no basta con vencer a la burguesía,
hacerle la vida imposible, hay que obligarla a que trabaje para nosotros”.
Estas son unas palabras magníficas, que demuestran incluso que en la
ciudad de Vesiegonsk, incluso en 1918, había una comprensión justa de las
relaciones entre el proletariado victorioso y la burguesía vencida.
Si damos al explotador con la badila en los nudillos, si lo dejamos sin
fuerza y le hacemos la vida imposible, eso no será más que la mitad de la
obra. Y aquí, en Moscú, cerca del 90 por 100 de los militantes que tienen
cargos de responsabilidad se figuran que en esto consiste todo, es decir en
hacerle la vida imposible, en dejarlo sin fuerza, en darle con la badila en los
nudillos. Lo que dije de los mencheviques, de los eseristas, de los guardias
blancos lleva muy a menudo solo a dejarlos sin fuerza, a darles en los
nudillos (y puede que no solo en los nudillos, sino en otro sitio más) y
asestarles el golpe de gracia. Pero sin embargo, esto es solo la mitad de la
obra. incluso en 1918 cuando lo dijo el camarada de Vesiegonsk, esto era la
mitad de la obra. Debemos obligar y lograr que trabajen con sus manos
para nosotros y no que los comunistas que ocupan cargos de
responsabilidad, estén a la cabeza, tengan rango, pero sigan la corriente de
la burguesía. En eso está todo el quid.
Construir la sociedad comunista solo con las manos de los comunistas es
una idea pueril, los comunistas son una gota de agua en el mar, una gota
en el mar del pueblo. Sabrán conducir al pueblo por su camino únicamente
si saben determinar con exactitud este camino, no solo en el sentido del
desarrollo de la historia universal. En ese sentido hemos determinado
nuestro camino con absoluta precisión, y la experiencia de cada Estado nos
trae la confirmación de que lo hemos hecho con acierto, y así lo debemos
determinar también en nuestra patria, en nuestro país. Nuestro camino no
21
lo determina solamente esto, sino también el que no haya intervención, el
que sepamos darle al campesino mercancías a cambio de trigo. El
campesino dirá: “tu eres una persona magnífica, has defendido nuestra
patria, por eso te hemos obedecido, pero si no sabes administrar la
hacienda pública, largo de aquí”. Si, el campesino dirá eso.
Sabremos administrar la hacienda pública si los comunistas saben
organizarla con manos ajenas, pero ellos mismos han de aprender de esta
burguesía y la dirigirán por el camino que ellos quieran. Más si el comunista
se imagina: “Yo lo sé todo, porque soy un comunista que ocupo un cargo de
responsabilidad, he vencido a gente mucho más importante que un
dependiente de comercio cualquiera. Acaso era como ésta la gente que
derroté en el frente?, precisamente esta moral predominante es la que nos
mata.
La parte menos importante de la obra es que dejemos sin fuerza a los
explotadores, o que les demos con la badila en los nudillos y los
despojemos. Esto es preciso hacerlo.
Nuestra Dirección Política del Estado y nuestros tribunales deben hacerlo
con menos indolencia de lo que lo vienen haciendo hasta ahora, deben
recordar que son tribunales proletarios, rodeados de enemigos de todo el
mundo. Esto no es difícil, en lo fundamental ya lo hemos aprendido. En esto
debe hacerse cierto hincapié, pero es fácil.
Pronunciado el 27 de marzo de 1922.
Obras Completas tomo 45 – Págs. 102-106
22
V. I. Lenin
Carta al Congreso (págs. 22 a 25)
(22 dic. 1922 - 4 enero 1923)
A fines de diciembre de 1922 el ya invalido Lenin, desde cama, comenzó a
dictar una carta al XIII Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética, en donde expone sus opiniones sobre ciertas propuestas,
incluyendo la de ampliar el Comité Central del partido y, de interés en vista
de la subsiguiente historia, su opinión sobre ciertos miembros propuestos
para puestos de liderazgo en el CC y el partido. Esta carta, a la que se ha
solido llamar el "testamento" político de Lenin, se leyó a los delegados del
Congreso, realizado en mayo de 1924, quienes por verlo como parte de la
discusión interna del Congreso no la publicitaron en el momento. Luego, por
la opinión negativa de Stalin en que en ella se expresa, la carta fue
suprimida hasta después del XX Congreso del Partido Comunista de la URRS
en 1956.
I
Yo aconsejaría mucho que en este Congreso se introdujesen varios cambios
en nuestra estructura política.
Desearía exponerles las consideraciones que estimo más importantes.
Lo primero de todo coloco el aumento del número de miembros del CC
hasta varias decenas e incluso hasta un centenar. Creo que si no
emprendiéramos tal reforma, nuestro Comité Central se vería amenazado
de grandes peligros, caso de que el curso de los acontecimientos no fuera
del todo favorable para nosotros (y no podemos contar con eso).
También pienso proponer al Congreso que, dentro de ciertas condiciones, se
dé carácter legislativo a las decisiones del Gosplán, coincidiendo en este
sentido con el camarada Trotsky, hasta cierto punto y en ciertas
condiciones.
Por lo que se refiere al primer punto, es decir, al aumento del número de
miembros del CC, creo que esto es necesario tanto para elevar el prestigio
del CC como para un trabajo serio con objeto de mejorar nuestro aparato y
como para evitar que los conflictos de pequeñas partes del CC puedan
adquirir una importancia excesiva para todos los destinos del Partido.
Opino que nuestro Partido está en su derecho de pedir a la clase obrera de
50 a 100 miembros del CC, y que puede recibirlos de ella sin hacerla poner
demasiado
en
tensión
sus
fuerzas.
Esta
reforma
aumentaría
considerablemente la solidez de nuestro Partido y le facilitaría la lucha que
sostiene, rodeado de Estados hostiles, lucha que, a mi modo de ver, puede
y debe agudizarse mucho en los años próximos. Se me figura que, gracias a
esta medida, la estabilidad de nuestro Partido se haría mil veces mayor.
23
Lenin
23.XII.22
Taquigrafiado por M. V.
II
Continuación de las notas.
24 de diciembre del 22
Por estabilidad del Comité Central, de que hablaba más arriba, entiendo las
medidas contra la escisión en el grado en que tales medidas puedan, en
general, adoptarse. Porque, naturalmente, tenía razón el guardia blanco de
Rússkaya Mysl (creo que era S. F. Oldenburg) cuando, lo primero, en el
juego de esas gentes contra la Rusia Soviética ponía sus esperanzas en la
escisión de nuestro Partido y cuando, lo segundo, las esperanzas de que se
fuera a producir esta escisión las cifraba en gravísimas discrepancias en el
seno del Partido.
Nuestro Partido se apoya en dos clases, y por eso es posible su inestabilidad
y sería inevitable su caída si estas dos clases no pudieran llegar a un
acuerdo. Sería inútil adoptar unas u otras medidas con vistas a esta
eventualidad y, en general, hacer consideraciones acerca de la estabilidad
de nuestro CC. Ninguna medida sería capaz, en este caso, de evitar la
escisión. Pero yo confío que esto se refiere a un futuro demasiado lejano y
es un acontecimiento demasiado improbable para hablar de ello.
Me refiero a la estabilidad como garantía contra la escisión en un próximo
futuro, y tengo el propósito de exponer aquí varias consideraciones de
índole puramente personal. Yo creo que lo fundamental en el problema de
la estabilidad, desde este punto de vista, son tales miembros del CC como
Stalin y Trotsky. Las relaciones entre ellos, a mi modo de ver, encierran
más de la mitad del peligro de esa escisión que se podría evitar, y a cuyo
objeto debe servir entre otras cosas, según mi criterio, la ampliación del CC
hasta 50 o hasta 100 miembros.
El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus
manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con
la suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada Trotsky, según
demuestra su lucha contra el CC con motivo del problema del Comisariado
del Pueblo de Vías de Comunicación, no se distingue únicamente por su
gran capacidad. Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual
CC, pero está demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto
puramente administrativo de los asuntos.
Estas dos cualidades de dos destacados jefes del CC actual pueden llevar
sin quererlo a la escisión, y si nuestro Partido no toma medidas para
impedirlo, la escisión puede venir sin que nadie lo espere.
No seguiré caracterizando a los demás miembros del CC por sus cualidades
personales. Recordaré sólo que el episodio de Zinoviev y Kamenev en
24
Octubre no es, naturalmente, una casualidad, y que de esto se les puede
culpar personalmente tan poco como a Trotsky de su no bolchevismo.
En cuanto a los jóvenes miembros del CC, diré algunas palabras acerca de
Bujarin y de Piatakov. Son, a mi juicio, los que más se destacan (entre los
más jóvenes), y en ellos se debería tener en cuenta lo siguiente: Bujarin no
sólo es un valiosísimo y notabilísimo teórico del Partido, sino que, además,
se le considera legítimamente el favorito de todo el Partido; pero sus
concepciones teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente
marxistas, pues hay en él algo escolástico (jamás ha estudiado y creo que
jamás ha comprendido por completo la dialéctica).
25.XII. Viene después Piatakov, hombre sin duda de gran voluntad y gran
capacidad, pero a quien atraen demasiado la administración y el aspecto
administrativo de los asuntos para que se pueda confiar en él en un
problema político serio.
Naturalmente, una y otra observación son valederas sólo para el presente,
en el supuesto de que estos dos destacados y fieles militantes no
encuentren ocasión de completar sus conocimientos y de corregir su
unilateral formación.
Lenin
25.XII.22
Taquigrafiado por M. V.
SUPLEMENTO A LA CARTA DEL 24 DE DICIEMBRE DE 1922
Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en
nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace
intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los
camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de
nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada
Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea
más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas,
menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una fútil pequeñez.
Pero yo creo que, desde el punto de vista de prevenir la escisión y desde el
punto de vista de lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre
Stalin y Trotsky, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que
puede adquirir importancia decisiva.
Lenin
Taquigrafiado por L. F.
4 de enero de 1923
III
Continuación de las notas.
26 de diciembre de 1922
25
La ampliación del CC hasta 50 o incluso 100 miembros debe perseguir, a mi
modo de ver, un fin doble o incluso triple: cuanto mayor sea el número de
miembros del CC, más gente aprenderá a realizar el trabajo de éste y tanto
menor será el peligro de una escisión debida a cualquier imprudencia. La
incorporación de muchos obreros al CC ayudará a los obreros a mejorar
nuestro aparato, que es pésimo. En el fondo lo hemos heredado del viejo
régimen, puesto que ha sido absolutamente imposible rehacerlo en un plazo
tan corto, sobre todo con la guerra, con el hambre, etc. Por eso podemos
contestar tranquilamente a los "críticos" que con sonrisa burlona o con
malicia nos señalan los defectos de nuestro aparato, que son gentes que no
comprenden nada las condiciones de nuestra revolución. En cinco años es
imposible por completo reformar el aparato en medida suficiente, sobre
todo atendidas las condiciones en que se ha producido nuestra revolución.
Bastante es si en cinco años hemos creado un nuevo tipo de Estado en el
que los obreros van delante de los campesinos contra la burguesía, lo que,
considerando las condiciones de la hostil situación internacional, es una
obra gigantesca. Pero la conciencia de que esto es así no debe en modo
alguno cerrarnos los ojos ante el hecho de que, en esencia, hemos tomado
el viejo aparato del zar y de la burguesía y que ahora, al advenir la paz y
cubrir en grado mínimo las necesidades relacionadas con el hambre, todo el
trabajo debe orientarse al mejoramiento del aparato.
Según me imagino yo las cosas, una decenas de obreros incluidos en el CC
pueden, mejor que cualquiera otro, entregarse a la labor de revisar,
mejorar y rehacer nuestro aparato. La Inspección Obrera y Campesina, a la
que en un principio pertenecía esta función, ha sido incapaz de cumplirla y
únicamente puede ser empleada como "apéndice" o como auxiliar, en
determinadas condiciones, de estos miembros del CC. Los obreros que
pasen a formar parte del CC deben ser preferentemente, según mi criterio,
no de los que han actuado largo tiempo en las organizaciones soviéticas (en
esta parte de la carta, lo que digo de los obreros se refiere también por
completo a los campesinos), porque en ellos han arraigado ya ciertas
tradiciones y ciertos prejuicios con los que es deseable precisamente luchar.
Los obreros que se incorporen al CC deben ser, de preferencia, personas
que se encuentren por debajo de la capa de los que en los cinco años han
pasado a ser funcionarios soviéticos, y deben hallarse más cerca de los
simples obreros y campesinos, que, sin embargo, no entren, directa o
indirectamente, en la categoría de los explotadores. Creo que esos obreros,
que asistirán a todas las reuniones del CC y del Buró Político, y que leerán
todos los documentos del CC, pueden ser cuadros de fieles partidarios del
régimen soviético, capaces, lo primero, de dar estabilidad al propio CC y, lo
segundo, de trabajar realmente en la renovación y mejoramiento de la
administración.
Lenin
Taquigrafiado por L. F.
26.11.22.
Publicado por primera vez en 1956 en la revista “Kommunist”, núm. 9
Obras Completas Tomo 45 Págs. 359-364.
26
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