nimes la pequeña roma

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Lugares con historia
Nimes
La pequeña Roma
Durante siglos, Roma fue considerada como el centro
del mundo conocido. Cientos de ciudades a lo largo de
un extenso imperio trataron de imitar su floreciente
arquitectura, exponente máximo de su riqueza y poder.
Hoy, dos mil años después, al sur de la Galia, los restos de
la antigua Nemausus exhiben intacta toda su grandeza.
Víctor M. López-Menchero Bendicho Periodista
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Lugares con historia / Nimes
A
seguran los científicos
que la vida empieza en
el agua. En el caso de Nimes
resulta especialmente cierto,
pues nació gracias a la existencia de un
manantial, situado a 50 kilómetros de la
ciudad actual, en Ucetia (actual Uzès).
Allí mismo estableció su capital la tribu
celta de los volcos arecomicos. El enclave
resultaba ideal, no solo por la presencia
del imprescindible líquido elemento,
sino también porque estaba rodeado de
un bosque que consideraban sagrado.
Corría el siglo V a. de C. y bautizaron el
lugar escogido como Nemausus.
A partir de aquel lugar especial, los
volcos fueron extendiendo sus dominios por el sur de la actual Francia.
Pese a su número y su fortaleza, no
dudaron en pactar su rendición ante la
republica de Roma en el año 121 a. de
C., convirtiéndose a partir de ese momento en fieles aliados de los itálicos. Y
como tales, entre los años 58 y 51 a. de
C. prestaron ayuda a Julio César en su
campaña militar para someter a toda la
Galia. Poco después recibían la esperada
recompensa por su lealtad: Nemausus
obtuvo el estatus de colonia de derecho
romano y tomó el título de Colonia Nemausa. La obtención del rango de colonia fue de vital importancia, pues le
permitió gozar de cierta independencia
y no estar sometida al gobernador de la
provincia de la Narbonense.
Desde entonces, Nimes experimentaría
un importante despegue económico y social, aprovechando también su estratégica
posición en mitad de la vía que unía las
provincias de Hispania con Roma: la Via
Domitia, una importante calzada construida en el año 118 a. de C. por el procónsul Gnaeus Domitius Ahenobarbus,
de quien tomó el nombre. Su trazado, que
coincidía en gran medida con el camino
seguido por las tropas cartaginesas de Aníbal cien años antes, permitía comunicar
los Alpes con los Pirineos ofreciendo un
paso terrestre rápido y seguro entre la península Itálica y la península Ibérica, que
hasta ese momento solo estaban conectadas con cierta seguridad por vía marítima.
Hoy día, la calle Rue Nationale sigue el
mismo trazado que la Via Domitia a su
paso por Nimes, y se han localizado en
ella restos de la calzada original.
La probada lealtad de la Colonia Nemausa y sus excelentes condiciones
llevaron al emperador Augusto a promover y potenciar un gigantesco programa
constructivo, cuyo legado todavía hoy
podemos disfrutar. Este desarrollo urbano y monumental propició un nuevo
cambio de nombre en la ciudad, que a
partir del siglo I d. de C. pasó a denominarse Colonia Augusta Nemausus,
acuñando moneda propia y alcanzando
la sorprendente cifra de 25.000 habitantes, fiel reflejo de su prosperidad. Otro
dato que avala el auge de la urbe a partir del cambio de Era fue el nacimiento,
en el año 86 d. de C., de Antonino Pío.
Éste, junto con Nerva, Trajano, Adriano
y Marco Aurelio, está considerado como
uno de los “Cinco Emperadores Buenos
del Imperio Romano”, y probablemente
fue el impulsor de que Nimes sustituyera
en el siglo II a Narbona como capital de
la provincia romana de la Narbonense.
Un anfiteatro de lujo
Entre los monumentos más significativos construidos en esta época destaca
el anfiteatro, una auténtica maravilla
de la ingeniería romana. El anfiteatro
de Nimes es prácticamente coetáneo
del Coliseo. De hecho, se puede afirmar
que es una réplica a escala del romano,
un intento por imitar la grandeza de
la capital del Imperio. Con una altura
de 21 metros y dos niveles de arcadas,
su estado de conservación es excelente,
siendo el anfiteatro romano mejor conservado del mundo.
Se calcula que tenía una capacidad
para 25.000 espectadores, pudiendo des-
el coliseo de nimes, , con sus dos pisos de arcadas, dificado a imagen del de Roma, es el anfiteatro romano mejor conservado del mundo.
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Ingenieros romanos idearon una compleja canalización de 50 kilómetros
para traer agua a Nimes. El "Pont du Gard" es testimonio de esta obra.
alojarse en apenas unos minutos gracias
a un estudiado sistema de gradas y galerías interiores. Para aumentar el confort de los espectadores, contaba con un
velum, es decir, con un conjunto de lonas
que a modo de parasol se desplegaban
sobre la parte superior del anfiteatro logrando proyectar sombra en las gradas.
También se utilizaban aspersores (sparsiones) que expulsaban agua perfumada
en los descansos, e incluso se repartía comida gratis durante los espectáculos.
Se sabe que el anfiteatro debió alcanzar gran fama, pues numerosos asientos
estaban reservados para ricos comerciantes patricios de Lugdunum (Lyon)
que venían ex profeso para disfrutar de
los espectáculos. La altura de las gradas,
por su parte, revela que no se debieron
utilizar animales exóticos como tigres
o leones, ya que éstos habrían puesto
en peligro al público. En su lugar, probablemente se soltaron jabalís, toros y
ciervos a los que se daba caza a pie o
a caballo. Y todo ello, aderezado con el
sonido de trompas y cuernos.
Visitas guiadas como audioguías y
paneles proporcionan una información
veraz e interesante sobre los usos del
anfiteatro y también sobre la lucha de
gladiadores. Un apasionante viaje para
conocer mejor sus técnicas de lucha y sus
armas, pero también su forma de vida.
Maravillas de la ingeniería
Como toda ciudad romana importante,
Nemausus contaba con un eficaz sumi-
nistro de agua potable todo el año. Y
para ello hacía falta un acueducto. Para
hacerlo realidad, los ingenieros del siglo
I d. de C. tuvieron que emplearse a fondo
y superarse a sí mismos, dados los 50 kilómetros a que se encontraba el manantial capaz de abastecer las necesidades
hídricas de la urbe.
Aunque el principal y único problema
para canalizar el agua desde Ucetia hasta
Nemausus no era simplemente la dis-
EL "PONT DU GARD"maravilla de la ingeniera romana que debía hacer frente a un río, el Gard, muy irregular que sufre grandes crecidas de caudal.
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Lugares con historia / Nimes
"El "Castellum" es otra fabulosa obra de ingeniería. Era un depósito que
conectaba con 10 tuberías de plomo y repartía agua a fuentes y termas.
tancia, sino también el escaso desnivel
existente entre el punto de origen y el
depósito final: apenas 12 metros. Tal
circunstancia obligaba a construir un
sistema de galerías subterráneas, canales y acueductos que fuera capaz de
mantener una cierta pendiente (unos 34
centímetros por kilómetro) durante el recorrido. Para lograrlo, los ingenieros solo
contaban con algunos niveles rudimentarios, tableros aritméticos y tabletas de
cera; escaso instrumental para mantener
una pendiente casi imperceptible al ojo
humano a lo largo de nada menos que
50.000 metros. Por si este reto fuera
poco, los constructores tuvieron también
que hacer frente a un segundo problema:
atravesar el río Gard. Éste, conocido por
sus terribles crecidas, era el principal accidente geográfico a superar.
Todo ello obligaba a realizar una obra
faraónica: el acueducto más grande
jamás levantado hasta entonces. Las cifras lo confirman por sí solas: 50.000
toneladas de piedra, mil trabajadores y
cinco años se emplearon para obtener un
acueducto de casi 50 metros de altura (20
metros más que el acueducto de Segovia)
capaz de soportar el paso de 20 millones
de litros de agua diariamente. El mérito
sorprende todavía más cuando se sabe
que fue levantado sin emplear un gramo
de argamasa, uniendo los enormes bloques de piedra de 6 toneladas, “simplemente”, por su propio peso.
En la actualidad, aún puede contemplarse esta proeza. Lo más curioso es
que, pese a los dos milenios transcurridos
desde la fecha de su construcción, el Pont
du Gard sigue batiendo records. Tras
una inversión de 32 millones de euros
para la mejora y acondicionamiento del
conjunto, actualmente es el tercer monumento más visitado de Francia, con
1.400.000 personas al año. Fue declarado
Patrimonio de la Humanidad en 1985 y
Gran Sitio de Francia en 2004.
Tras los pasos del agua
El viaje del agua desde Ucetia a Nemausus, atravesando el "Pont du Gard", finalizaba en el "Castellum divisorium", otro
regalo de la ingeniería romana para la
posteridad. El "Castellum", a modo de
el "castellum" tenía la función de distribuir el agua por todos los barrios de la ciudad.
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depósito, tenía como función repartir
por toda la ciudad el agua que llegaba
desde el acueducto, con objeto de abastecer fuentes públicas y privadas, baños
termales, jardines, estanques… Para ello
los romanos construyeron un depósito
circular de 6 metros de diámetro y 1,4 de
profundidad. Este depósito estaba conectado con 10 tuberías de plomo que atravesaban toda la ciudad. De esta forma tan
sencilla el agua quedaba repartida por
todos los barrios de la urbe. Los últimos
estudios realizados sobre el "Castellum"
de Nimes, uno de los mejor conservados
del mundo, han revelado que cuando la
entrada de agua en el depósito llegaba
al máximo, en las tuberías de plomo el
agua solo alcanzaba la zona intermedia,
es decir, el punto óptimo para que el agua
pueda circular en el interior de una cañería, ya sea antigua o moderna, por lo que
la eficiencia del sistema era máxima.
Este increíble método de abastecimiento hídrico quedaba complementado
con el propio manantial que dio origen
a la ciudad. Allí los romanos levantaron
un conjunto de fuentes y edificios que
todavía se conservan, al menos en parte.
El más llamativo y enigmático de todos
es el conocido como Templo de Diana.
Conservado en ruinas, entre árboles y vegetación, su contemplación nos traslada
a un tiempo remoto. Se desconoce cuál
fue la función primitiva de este lugar.
Algunos arqueólogos creen que pudo
estar consagrado al culto imperial, albergando una biblioteca y otros edificios anexos ya inexistentes. Se especula
también sobre su vinculación con el
santuario de la Source, cuyos cimientos
fueron descubiertos en el siglo XVIII,
poco antes de la construcción del actual parque, concretamente en 1745. Su
estado de conservación fue excepcional hasta el siglo XVI, momento en el
cual las guerras de religión que sufrió
Francia acabaron por destrozarlo. Sin
embargo, en una de esas coincidencias
de la historia, pocos años antes de su
destrucción el célebre arquitecto veneciano Palladio tuvo tiempo de visitarlo,
y quedó prendado por su belleza. Los
croquis que realizó servirían años más
tarde para imitar su estilo en numerosas
construcciones de media Europa.
Vaqueros,
tabaco y toros
Alguien podría preguntarse qué
pueden tener en común los blue Jeans,
Nimeño II y Jean Nicot. La respuesta es sencilla: todos proceden de Nimes. Así, aunque
tradicionalmente asociamos los pantalones
vaqueros con la cultura norteamericana, lo
cierto es que la tela con la que se fabrican,
el denim, procede de Nimes (“De Nim”),
donde se usaba en un principio en la fabricación de velas, tiendas de campaña, toldos y lonas. Posteriormente, comenzaría a
usarse en la fabricación de ropa de trabajo
debido a su gran resistencia y durabilidad.
De hecho, no fue hasta el 20 de mayo de
1873 cuando dos inmigrantes judíos, Levi
Strauss y Jacob Davis, patentaron un pantalón de trabajo elaborado con una gruesa
tela llamada denim, que se remataba con
costuras reforzadas y novedosos remaches
de cobre. Poco podían imaginar aquellos
dos hombres que casi un siglo después esa
prenda de trabajo diseñada para soportar
las duras condiciones de los mineros acabaría siendo un icono de la cultura popular.
También procede de Nimes el hombre que
introduciría el tabaco en la corte francesa,
Jean Nicot. Embajador francés en Portugal
entre 1559 y 1561, Nicot fue testigo de la llegada de América de un nuevo producto, el
tabaco, cuyas extrañas propiedades hicieron que fuera vendido en Francia como medicina. A esta tarea ayudó el hecho de que la
reina, Catalina de Medici, se convirtiera en
una gran aficionada a dicho producto, hasta
el punto de afirmar que le ayudaba a combatir sus frecuentes jaquecas. Jean Nicot, a
pesar de su contribución para asentar la lengua francesa, pues escribió uno de los primeros diccionarios franceses, y a su labor
como diplomático, ha pasado a la historia
como el hombre que popularizó en la corte
francesa, espejo de las cortes europeas, el
producto que lleva su nombre: la nicotina.
De Nimes era originario Christian
Montcouquiol, más conocido como "Nimeño
II" en honor a su ciudad natal. Montcouquiol
está considerado como uno de los mejores
toreros franceses de todos los tiempos. Hoy
día una estatua colocada frente al anfiteatro
de Nimes nos recuerda las tardes de gloria
de este torero que tras sufrir una gravísima
cogida, cuyas secuelas le impidieron volver
a los ruedos, decidió quitarse la vida el 25 de
noviembre de 1991.
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Lugares con historia / Nimes
La muralla de Nimes, de 9 metros de altura y 2 de anchura, disfrutaba de
80 torres y 12 puertas, que custodiaban una ciudad de 25.000 habitantes.
Una torre y un misterio
Junto al templo de Diana, Jacques Philippe Mareschal, ingeniero y arquitecto de
Luis XV, reinterpretó en el siglo XVIII
las ruinas del antiguo santuario romano,
construyendo en su lugar, fuentes, avenidas, escalinatas y balaustradas de estilo neoclásico decoradas con jarrones
y estatuas, diseñando con ello uno de
los parques públicos más antiguos de
Europa que todavía hoy sorprende por
su belleza. En la zona más elevada del
parque, se alza una impresionante torre
romana, conocida desde antiguo como
la Torre Magna. Se cree que debió tener
un papel simbólico, pues es visible a kilómetros de distancia al coronar la cima
del monte Cavalier. Lógicamente, tuvo
también una función militar, formando
parte del sistema defensivo que protegía
la ciudad. De planta octogonal, cuenta en
la actualidad con solo 32 metros de altura, tras haber perdido su último nivel.
A ambos lados de la torre todavía se conserva parte de la muralla que delimitaba
la ciudad a lo largo de 7 kilómetros. Esta
impresionante obra militar fue levantada
entre los años 16-15 a. de C. por orden de
Augusto para custodiar una superficie de
220 hectáreas. Con objeto de reforzar el
perímetro, la muralla poseía 80 torres y
12 puertas, alcanzando los 9 metros de
altura y los 2 de anchura. Desafortunadamente, las murallas romanas fueron
utilizadas durante siglos como cantera
para construir nuevos edificios, lo que
ha impedido su correcta conservación. A
pesar de todo, hoy día se pueden visitar
dos de las doce puertas que jalonaban el
reciento defensivo. La más importante es
la Puerta de Augusto ya que en origen servía de paso a la Via Domitia para atravesar la urbe camino de Hispania. Por este
motivo contaba con dos arcadas centrales
destinadas al paso de vehículos
y otras dos arcadas laterales
de menor tamaño destinadas al tránsito de
peatones en ambos
sentidos. El conjunto se remataba
con dos torres semicirculares hoy
desaparecidas.
el templo de diana inspiró al arquitecto Palladio. Arriba, el símbolo de la ciudad: un cocodrilo.
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De menor importancia era la conocida
como Puerta de Francia. De un solo arco
flanqueado por torres semicirculares, en
ésta la segunda planta estaba decorada
con bellas pilastras toscanas.
La Torre Magna está ligada a un misterio y a un mítico nombre: Nostradamus.
Desde que el astrólogo publicara en 1555
Les Prophéties muchos son los que se han
lanzado a la interpretación de sus versos.
Algunoscreyeron ver en ellos la antesala
de guerras y epidemias, otros de catástrofes naturales y asesinatos. Eso le ocurrió
hacia 1600 a Francois Traucat, un rico
jardinero de Nimes. Tras leer estos versos: “Bajo los antiguos edificios vestales,
/ No alejados del acueducto arruinado: /
De Sol y Luna son los relucientes metales”, quiso ver en
ellos su propio destino,
quedando convencido
de la existencia de
un gran tesoro de
oro (Sol) y plata
(Luna) que según
sus cálculos debía
esconderse en la
Torre Magna de
Nimes.
Tal era su convicción que en
1601 pidió audiencia al rey Enrique IV
de Francia. Su objetivo
no era sencillo; pretendía
convencer al monarca de que le
permitiera llevar a cabo una excavación
en el interior de dicha construcción. No
obstante, grande debió ser su capacidad
de persuasión, pues consiguió la autorización, eso sí, con dos condiciones. La
primera, que debía sufragar todos los
gastos de la intervención y la segunda,
que en caso de encontrar ese fabuloso
tesoro las dos terceras partes del mismo
debían ser para la Corona.
Conforme con el trato, Traucat contrató
a numerosos peones y comenzó la ardua
tarea de vaciar el interior de la Torre
Magna. Tras varios meses de trabajo infructuoso y, prácticamente agotada su fortuna, lo único que encontró fue una torre
anterior prerromana, que, obviamente, no
custodiaba ningún tesoro. Su obsesión,
proporcionó un interesante dato histórico
El monumento más conocido es la Maison Carrée, el templo romano
mejor conservado del mundo dedicado a dos sobrinos de Augusto.
que hubiera sido imposible conocer. De
todos modos, su avaricia estuvo a punto
de destruir uno de los monumentos más
importantes de Nimes. Son la cara y la
cruz de una historia y de una leyenda.
El templo romano
mejor conservado
El último gran monumento romano
conservado en Nimes es el más famoso.
Se trata de la Maison Carrée (Casa Cuadrada), probablemente el templo romano
mejor conservado del mundo. Su origen
es incierto. Todo parece indicar que fue
construido en el año 5 d. de C., en honor
a Lucio y Cayo César, fallecidos uno y tres
años antes respectivamente. Ambos eran
hijos del general Marco Agripa y de la
hija de Augusto, Julia La Mayor. Y tras la
muerte de Agripa fueron adoptados por el
mismísimo emperador Augusto, que los
nombró Principis Iuventutis (Príncipes de
la Juventud). La muerte de los herederos
del Imperio causó gran pesar a Augusto,
y probablemente propició la construcción del bello templo nimeño en la parte
meridional del antiguo foro, verdadero
corazón de la urbe. Para incrementar su
grandeza, el templo fue levantado sobre
un podio de piedra que lo eleva varios metros. Con 30 columnas de estilo corintio
que rodean el edificio, su diseño no resulta recargado, aunque sí monumental.
Subir la escalinata de acceso resulta toda
una experiencia, y todavía más después
de los recientes trabajos de restauración
que han devuelto al monumento su esplendor original, recuperado incluso el
aspecto primitivo de la cubierta con imitaciones de teja romana. Además, en su
visita puede visionarse un audiovisual 3D
que bajo el título Los héroes de Nimes revive la historia de la ciudad desde la Antigüedad hasta nuestros días.
En el final del Imperio
Esta historia eslendor vio sus días contados a partir del siglo V. La ciudad cayó
en manos de los visigodos, que apenas
se limitaron a reutilizar los edificios que
ya habían levantado los romanos siglos
atrás. Alrededor de 725 las tropas musulmanas se hicieron con todo el territorio
visigodo de Septimania, Nimes inclusive.
Sin embargo, su dominio duraría poco, ya
que apenas tres décadas después fueron
expulsados por las tropas de Pipino el
Breve, rey de los francos.
400 años de guerras y decadencia acabaron por reducir a la antigua Nemausus
a polvo y escombros. De las 25.000 personas que llegaron a poblar la urbe romana,
quedaron apenas unas 700. Su población
menguó tanto que la ciudad entera se
instaló en el interior del anfiteatro, cuyos
muros hicieron las veces de muralla. Allí
se levantaron casas, dos iglesias y hasta un
pequeño castillo-palacio, del que todavía
quedan restos. La leyenda de su esplendor
caería poco a poco en el olvido, hasta que
un hecho inesperado, casi casual, cambio
radicalmente la percepción de sus habitantes. El manantial de la ciudad, que
abastecía de agua al poblado medieval tras
colapsarse el antiguo acueducto romano,
empezó a secarse. Sus habitantes decidieron entonces excavar en el lugar donde
se suponía manaba el agua. Cuál fue su
sorpresa cuando empezaron a encontrar
vasijas, columnas y toda clase de objetos
de época romana. Este episodio cambiaría el curso de la historia, concienciando
a sus habitantes de la importancia que un
día tuvo el suelo que pisaban. Hoy la ciudad se alza orgullosa, consciente de que
su futuro quizá se centre, precisamente,
en la recuperación de su pasado.
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Lugares con historia / Nimes
Nimes, Más allá
de la herencia
que dejó roma
Aunque la mayoría de los visitantes acuden
a Nimes en busca de sus impresionantes
monumentos romanos –los mejores de
toda Francia–, lo cierto es su patrimonio
va más allá: rincones medievales, sobrios
palacetes del XIX,buena arquitectura
contemporánea, unos magníficos jardines
y… un marcado sabor español.
Enclavada al sudeste de Francia, y con una población
que apenas supera los 140.000 habitantes, Nimes es hoy una
ciudad tranquila y acogedora por la que merece la pena perderse un buen rato callejeando entre locales y edificios con un
fuerte sabor español. Así, mientras el visitante deambula por
sus calles, no será raro que se tope con alguna “bodega” con
carteles de flamenco que anuncian las “Ferias” de Nimes. Así,
con nombre y sabor español, estas fiestas se celebran varias
veces al año y en ellas se encuentran bandas de música, casetas y mucha animación. Y es que la huella de los miles de exiliados republicanos españoles ha sido y sigue siendo profunda
en esta localidad del Languedoc.
Parte esencial de este legado procedente de la vecina España
es el Museo de las Culturas Taurinas, único en su género en toda
Francia. Aunque nos recuerda que la fiesta de los toros en Nimes
se remonta al siglo XIX, sus salas están repletas de imágenes y
objetos que profundizan, si cabe aún más, en esa conexión provocada por la cultura popular: desde una instantánea firmada por
Pablo Picasso en 1952 (mientras el artista malagueño acudía a
una corrida de toros en el anfiteatro de Nimes) hasta la sala, casi
santuario, dedicada a la memorable faena del torero madrileño
José Tomas cuando el 16 de septiembre de 2012 se enfrentó en
solitario a seis toros protagonizando la que muchos han considerado una de las mejores corridas de la historia.
Clásica, y a la vez moderna
la puerta de francia una de las 12 puertas de la muralla romana.
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Ese carácter multicultural y abierto que rezuma Nimes hace que
su patrimonio histórico sea extremadamente amplio. Desde la
catedral románica de Notre Dame et Saint Castor, construida en
el siglo XI, hasta el Museo de Arte Contemporáneo inaugurado
en 1993 por el afamado arquitecto inglés Norman Foster, toda
la ciudad es un museo al aire libre que esconde numerosas y
valiosas piezas de colección al aire libre.
La catedral, en pleno corazón de la zona comercial, ha tenido
una convulsa historia, muestra de las guerras de religión que azotaron toda la región durante dos centurias. Alzada en 1646 sobre
restos romanos reaprovechada como iglesia merovigia del siglo
XI, fue demolida y reconstruida en dos ocasiones, una de ellas en
el siglo XVI y otra en el siguiente.
A pesar de la gran exhibición de arte que es Nimes, es necesario mirar con atención, pues ya se sabe que los tesoros no siempre relucen a simple vista. Es el caso de la conocida como Casa
del de los Pobres. Situada en el número 16 de la calle Fresque,
esta casa, actualmente abandonada, pasó a manos del abogado
Louis Raoul en 1449. Poco antes de su muerte, Raoul, haciendo
suya la famosa frase de que la justicia no es igual para todos,
decidió dedicar todos sus bienes a la creación de un defensor jurídico de los más débiles. Este “abogado de los pobres”, ayudaría
a menesterosos, viudas y huérfanos a hacer valer sus derechos
ante los tribunales de Nimes, sin costo alguno para ellos. Y su
casa serviría a “perpetuidad” de oficina para este abogado y sus
bienes ayudarían al sostenimiento económico de tal obra.
Hoy, la que durante siglos ha sido llamada La casa del
Abogado de los Pobres aguarda paciente ser restaurada en
una pequeña callejuela de aire medieval que conecta con la
bulliciosa Plaza del Mercado, donde se conserva una curiosa
fuente inspirada en el símbolo de la ciudad y diseñada por Martial Raysse en pleno siglo XX. Del mismo autor es la remodelación de la Plaza d´Assas en donde se puede contemplar una
de sus mejores obras. Se trata de una fuente donde un hombre
(representación del Sol) persigue a una mujer (representación
de la Luna), sin conseguir alcanzarla jamás.
Aunque Martial Raysse no es el único artista contemporáneo
que ha dejado su impronta en la ciudad. Por las calles y plazas
de Nimes se puede disfrutar de obras de arte y edificios concecibido por creadores tan relevantes como Jean Nouvel, Philippe
Starck, Andrea Bruno, Kisho Kurokawa o Jean-Michel Wilmotte.
Sin duda, la demostración más palmaria de la actividad cultural
de esta ciudad con tanta historia.
¿Cocodrilos en la ciudad?
Cita obligada es también el mayor espacio verde de Nimes: los
Jardines La Fontaine. Construidos en 1745 en la zona romana
de la Source, son uno de los jardines públicos más antiguos de
Europa, y están salpicados de construcciones romanas, entre
ellas la Torre Magna y el Templo de Diana, pero también del siglo
XVII. En el apacible recorrido salen al paso fuentes y pequeñas
cascadas, estatuas, escalinatas, avenidas y balaustradas de estilo neoclásico. Esta emblemática área es obra de Jacques Philippe Mareschal, arquitecto de Luis XV. Y tras la caminata, puede
descansarse en alguna de las terrazas de la Plaza del Reloj, un
bonito espacio en el corazón de la zona comercial. En su centro, una torre del antiguo Ayuntamiento sigue dando la hora.
Es prácticamente imposible visitar Nimes y no ver, entre los
numerosos monumentos que jalonan la ciudad, un cocodrilo
encadenado a una palmera coronada de laureles. Está en multitud de lugares, pues es nada más y nada menos que el símbolo de la ciudad. Su origen se remonta 2.000 años atrás, en
la época en que los veteranos del ejército de César Augusto se
asentaron aquí. Muchos de ellos habían estado combatiendo
en Egipto y quisieron conmemorar la victoria de Actium, sobre
las tropas de Marco Aurelio y Cleopatra, con una moneda que
simbolizara la sumisión de Egipto al emperador Augusto. Es
por ello que un cocodrilo (Egipto) se encuentra encadenado
a una palmera coronada por laureles (victoria de Augusto).
Este emblema fue elegido por las autoridades locales en el
siglo XVI para representar a la ciudad en su escudo. Algunos
años más tarde en celebrar tal efeméride mandaron traer un
verdadero cocodrilo del Nilo. La iniciativa debió ser bien acogida, ya que en los siglos sucesivos llegarían a la ciudad otros
tres ejemplares disecados que junto al primero fueron colocados en el Ayuntamiento, donde todavía siguen, colgados del
techo, para sorpresa de propios y extraños.
Todo esto y mucho más es Nimes, familiar y sorprendente, festiva y secreta, extrovertida y al mismo tiempo reservada, arraigada a sus dos mil años de historia, pero mirando al futuro.
CAMA y mantel
En Nimes y sus alrededoes existen numerosos hoteles con encanto al alcance de todos los bolsillos. El Royal Hotel, junto a
la Maison Carrée, puede ser una buena opción, especialmente
si se aprovecha la ocasión para comer en su acogedor restaurante, La Bodeguita (www.royalhotel-nimes.com). Tampoco
sería mala idea visitar la terraza/restaurante del Museo de
Arte Contemporaneo Carré d’Art de Nimes, desde donde se
obtienen unas vistas inigualables a la Maison Carrée.
Para aquellos que prefieran la tranquilidad del campo, nada
como alojarse (o incluso utilizar su biuen restaurant) en Domaine des Escaunes, situado a 20 kilómetros de Nimes pero
tan solo a 4 del Pont du Gard. Este hotel, miembro del Club
Business, data del siglo XVI. Por sus habitaciones pasaron
huéspedes tan selectos como Luis XIII, el Cardenal Richelieu o
Nostradamus (http://en.escaunes.com).
En cuanto a las especialidades gastronómicas nimeñas, no
se pueden dejar de probar la tapenade o los salchichones de
jabalí, que servirán de aperitivo a una buena brandada de bacalao de Nimes, plato local por excelencia y toda una exquisitez para el paladar. www.es.destinationsuddefrance.com
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