Lucha por una buena reputación

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Lucha por una buena reputación
LAS EMPRESAS DE TRABAJO TEMPORAL SE HAN CONSOLIDADO Y HAN MEJORADO SU IMAGEN
TRAS SUCESIVAS REFORMAS LEGISLATIVAS QUE LES HAN DADO MAYOR MARGEN DE ACTUACIÓN
ALEJANDRO RUESGA
A la caza
del directivo
DANI CORDERO
S
i las estadísticas de las empresas de trabajo temporal
no mienten, 2014 fue el año
de la recuperación económica. En plena salida de la crisis, las
compañías que se dedican a la intermediación laboral generaron 2,6
millones de contratos, según los datos del Ministerio de Trabajo. Solo en
2007 tuvieron un ejercicio con mayor
producción (2,7 millones de contratos de puesta a disposición) desde su
desembarco en España, allá por los
años noventa. Fue aquel un estreno
agrio del que todavía, admiten sus
directivos, la imagen de las ETT no
se ha recuperado totalmente. Los sindicatos no se lo pusieron fácil. Pero
tampoco las condiciones con las que
se hicieron un sitio en el ya por entonces maltrecho mercado laboral:
primero la desregulación y después
una legislación permisiva estrenada en 1994 hicieron posible que en
una misma compañía pudieran trabajar codo con codo dos empleados
con nóminas muy diferentes. Uno,
el de la propia empresa, con el salario del convenio de la compañía o
el del sector a que pertenezca. Otro,
cedido por la ETT, con un salario
mucho más reducido, basado en la
negociación colectiva del sector del
trabajo temporal.
ACUSACIONES
“Nos acusaban incluso de quedarnos con una parte del salario que tenía que cobrar el empleado”, recuerda Manuel Solís, director general de
Manpower. “Aquello nos generó muchos problemas y mala fama”, reconoce el directivo, quien sostiene que
en 2000, con el cambio de ley que
forzaba a la equiparación salarial, se
empezó a dar un vuelco a la situación.
No solo porque se ponía punto y final
a la injusticia social que aquello significaba –luego reabierta por algunos
convenios de empresa–, sino porque
la nueva situación permitía hacer pedagogía entre las empresas que acudían a las ETT en busca de mano de
obra más barata de la que se podían
asegurar a través de la contratación
directa. Tenían que pagar por el servicio que les prestaban.
En los poco más de veinte años
que han transcurrido desde el estreno de las compañías privadas de
colocación, sus clientes han pasado
de poder reducir su gasto en recursos
humanos acudiendo a las ETT a tener que pagar alrededor de un 20%
de recargo por los servicios prestados. Las empresas de trabajo temporal han dejado de ser unas meras
bolsas de trabajo para convertirse en
firmas que seleccionan personal especializado, dan formación (el 1,25%
de su masa salarial la tienen que invertir en ese objetivo) y deben trabajar la prevención de riesgos salariales.
Y, dicen las compañías, han servido
para aflorar economía sumergida.
Una trabajadora
asesora a una
demandante de empleo
en una oficina de
Adecco en Madrid.
POCA PENETRACIÓN
“Pero quizá hace falta hacer mucha
más pedagogía”, explica Santiago
Soler, secretario general de Adecco. Se refiere a que, pese a los avances normativos y coyunturales, a las
ETT españolas les cuesta hacerse
un sitio entre la alta temporalidad
que caracteriza al mercado laboral
español. “La siguiente evolución del
sector”, dice, “debería ser conseguir
esa mayor penetración en el empleo,
entendiendo que eso genera beneficio para nuestros clientes, las empresas, y para las Administraciones
públicas”. Un informe elaborado por
la patronal del sector, Asempleo, revelaba que la tasa de penetración de
las ETT en España (el cociente de
los contratos a tiempo completo intermediados por estas compañías y
el total de ocupados) es de un 0,6%.
Ese porcentaje ha sufrido vaivenes durante los años, pero nunca ha
logrado situarse en porcentajes similares a los de otros países europeos,
donde puede llegar a ser un punto
superior. Ni con la última evolución
superada en el último lustro, cuando las compañías pudieron empezar a dar servicio a sectores vetados
–Administraciones públicas, salud y
construcción–, se ha logrado conseguir esas cifras, si bien es cierto que
la cuasi liberalización total del sector
ha coincidido con la gran recesión,
que ha emborronado las estadísticas
del negocio: la actividad cayó un 37%
entre 2007 y 2009 para después empezar a recuperarse.
El discurso de Andreu Cruañas,
presidente de Asempleo, evita vincular la contratación por ETT a precariedad laboral, por la alta temporalidad que están obligadas a gestionar. “Entre el 30% y el 40% de
las personas que logran un trabajo
a través de un contrato de puesta a
disposición acaban quedándose en
la compañía”, defiende, para posteriormente asegurar que las empresas
del sector “gestionan el 15,5% de las
colocaciones registradas en España,
por un 2,1% del que se encargan los
servicios públicos de empleo”.
COLABORACIÓN
Las firmas de
intermediación
laboral
generaron 2,6
millones de
contratos el
año pasado,
la segunda
mayor cifra
de su historia
Ese es precisamente el último bastión que le falta asaltar al sector, la
colaboración público-privada, la posibilidad de que las ETT puedan colaborar, con contraprestación económica, en la colocación de parados
apuntados a las listas oficiales del
paro. La ley que lo permitía se creó
en 2010, con el Gobierno de José
Luis Rodríguez Zapatero, pero no
fue hasta 2012, con Mariano Rajoy,
cuando se habilitó. “Está en marcha,
pero estamos esperando. Por ahora
su puesta en funcionamiento no ha
tenido un gran calado”, señala Soler.
Y mientras, el sector sigue fajándose de la mala imagen del pasado
y de algunas prácticas del presente
que condicionan su reputación: las
empresas de servicios, a veces vinculadas a otras ETT, que entran en determinados sectores con el único fin
de reventar los precios. Las consecuencias se repiten: empleados con
sueldos bajísimos respecto a otros
que trabajan a su lado. “No me parece de recibo que abaratemos el coste
de la mano de obra a través de empresas ficticias con convenio propio
y hay empresas de trabajo temporal que lo están haciendo con filiales de externalización de servicios”,
denuncia Solís.
Antes incluso que las ETT aparecieron en España las compañías de búsqueda de directivos, las denominadas headhunters. Es una práctica que
empieza a desarrollarse en los
años setenta, pero que vive su
auténtico boom a partir de los
años noventa, cuando la externalización de la búsqueda de
ejecutivos alcanza cotas de entre el 25% y el 30%, con puntas en los tiempos de bonanza
económica, en los que el talento es cada vez más buscado. “Una de las revoluciones
que ha vivido el sector desde
su estreno en España es que
el periodo para encontrar a un
directivo se ha acortado a la
mitad: de los seis meses como
mínimo de hace dos décadas
a los dos o tres meses que
puede suponer buscar a un
ejecutivo actualmente”, explica
Jaime Asnai, director ejecutivo
de PageGroup. La irrupción de
las nuevas tecnologías y de las
redes sociales vinculadas al
mundo de la empresa (como
Linkedin) han agilizado los procesos y han ampliado los mercados donde buscar directivos.
De los faxes o las citas cara a
cara que eran necesarios hace
años para intercambiar documentación confidencial se ha
pasado ahora a los correos
electrónicos o las entrevistas
vía Skype. Además, los headhunters se han especializado
por sectores, lo que permite
afinar las búsquedas.
Las nuevas necesidades también han originado nuevas
fórmulas de contratación, el
llamado interin management.
Son directivos, sobre todo de
áreas de recursos humanos, finanzas e ingeniería, que llegan
a la compañía con el objetivo
de estar entre 6 y 12 meses y
dar un giro de 180 grados a su
actividad. “Se trata de tomar
decisiones muy objetivas, aisladas de las habituales de la
empresa y muchas veces drásticas”, señala Asnai, quien reconoce que a veces sí que hay
que contratar a un ejecutivo
temporal con consciencia de
que cuando se marche dejará una situación de tierra quemada.
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