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UNA APROXIMACIÓN A LOS ESPACIOS SAGRADOS EN MARCHENA
José María Miura Andrades
Universidad Pablo de Olavide de Sevilla
I
NTRODUCCIÓN. LA PERCEPCIÓN DIFERENCIAL DEL PAISAJE .
La individualización de un territorio tiene como punto de arranque vectores físicos
y humanos. Cuando la individualización se realiza sobre un territorio histórico,
los físico, por su escasa mutabilidad, se hace despreciable, tomando un carácter
prioritario lo humano que interacciona con un medio. Lo humano, para todo periodo
histórico, se asimila a lo social por un doble proceso:
-El primero es propio de todo grupo humano, que es social, que se integra
en solidaridades horizontales y verticales, en familias extensas o nucleares, en
comunidades de collación, parroquia, hermandad, oficio….
-El segundo (contemporáneo nuestro) deviene del propio estudio del
hombre histórico, que se articula en grupos sociales que, por mor de la investigación,
tiende a hacerse homogéneos, descartando lo individual.
Es por ello que el análisis individualizado de los territorios ha de compartir el de
la sociedad que se asienta sobre ellos, que toma sus decisiones en interacción con el
espacio, pero no sobre el espacio real sino sobre el espacio percibido.
Este espacio histórico parte de una organización nodal del mismo. Se trata de
núcleos de población, más o menos urbanizados y más o menos poblados, que generan
223
Jose María Miura Andrades
áreas de influencia en su entorno. En Andalucía «la conquista reforzó el papel de
la ciudades… … acentuando sus valores administrativos y militares»1 y por ello
las propuestas de organización social parten de los núcleos urbano. De ahí la dificultad
para profundizar en el análisis de la organización social del espacio en Andalucía, ya
que como indicaba el profesor García de Cortazar, el interés ha sido desigual hacia
los múltiples aspectos que se interrelacionan en el mismo, dirigiéndose la atención
hacia tres grandes áreas: los señoríos, lo rural y las comunidades de villa y tierra, pero
la curiosidad ha sido muy escasa hacia el marco urbano2.
Aún cuando las ciudades sean los elementos básicos de la articulación del
espacio andaluz3, existen elementos del paisaje urbano, y de manera más amplia del
paisaje en general, que atraen la atracción antes que otros. Algunos de esos elementos
incluso no son percibidos4. Esta aprehensión de los elementos del paisaje condiciona
la visión del medio real (espacio físico), por un grupo humano (sociedad), que crea
una imagen del espacio (medio percibido). Por tanto, las decisiones que toma un
grupo humano -una sociedad- sobre el entorno, vienen definidas por el medio percibido
que es, a su vez, la resultante de un medio físico tamizado por el conjunto de valores
del grupo. Éste está compuesto, básicamente, por una información (un concepto de
espacio y tiempo como categorías culturales), una técnica y una demografía.
Por tanto, hemos de concluir que el medioambiente (suma de un espacio, mas
una organización del mismo en interacción con una sociedad) es más el resultado de
la acción de algunos elementos del paisaje que de otros (percepción diferencial) y
que, por tanto, no es posible el análisis de un territorio sin el de los elementos que lo
componen5.
La lectura de los paisajes urbanos presenta una serie de problemas. En primer
lugar la identificación de los elementos mínimos de significación, los denominados
«urbemas» o monemas urbanos. En segundo lugar, una vez identificados los «urbemas»,
clarificar la polisemia de los mismos, puesto que la simbología de los elementos
MANUEL GONZÁLEZ JIMÉNEZ, «Andalucía Bética». En Organización social del espacio en la España
medieval. La corona de Castilla en los siglos VIII a XV, Barcelona, 1985, pp. 163-195.
2
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR Y RUÍZ DE AGUIRRE, Sociedad y organización del espacio en la España
medieval, Granada; València, 2004.
3
JOSÉ MARÍA FERIA TORIBIO, «Introducción». En Atlas de Andalucía, vol. 4, Consejería de Obras
Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, Sevilla, 2001.
4
F. C. VIGIER, «An experimental approach to urban design». En Journal of the American Planning
Association, 1965, pp. 21 y ss.
5
Un desarrollo de las cuestiones relativas a la geografía de la percepción en H. CAPEL, «Percepción del
medio y comportamiento geográfico». En Revista de Geografía de la Universidad de Barcelona, vol.
VII, nº1-2, pp. 58-150.
1
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Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena
conformantes del paisaje es cambiante en función del grupo humano, sociedad o
individuo que realiza la lectura del conjunto. En tercer lugar, la dificultad en la
reconstrucción del contexto, cuando no además también del «urbema», donde éste
toma significado. Por ello, existen dificultades para calibrar las épocas y características
de los edificios emblemáticos («urbemas»), pero es casi imposible reconstruir la forma
precisa del caserío donde éstos adquieren significado al quedar contextualizados.
Uno de los intentos de aproximación a la contextualización de los elementos destacados
del paisaje ha venido de la mano de la cartografía pero, como desarrollaremos algo
más adelante, el paisaje no se percibe en dos dimensiones, sino que es el resultado de
una aprehensión tridimensional, donde el volumen es más importante que la situación
planimétrica o la extensión de la manzana. Estudios de percepción espacial urbana
dan como resultado la diferente plasmación cartográfica según la experiencia de los
sujetos, dando lugar a la realización de un plano por cada miembro de la comunidad6.
El paisaje urbano tiene un enorme valor semiótico ya que, sin necesidad de
recurrir a sistemas verbales o gráficos de suplencia, es capaz de transmitir un mensaje.
Es por ello hipersignificante.
En una Andalucía que, desde el siglo XIII y hasta fines del siglo XV, nace y se
reafirma como eminentemente urbana y cristiana en su medioambiente, pero también
-precisamente por ello- en su sistema de valores, frente a otra Andalucía, anterior en
el tiempo, musulmana, los elementos conformadores del paisaje urbano cristiano
(iglesias, monasterios y conventos) necesariamente han de incidir con especial fuerza
en la imagen y la percepción del espacio (la cual condiciona, como hemos indicado
con anterioridad, las acciones que los grupos humanos toman sobre el mismo).
Conocemos que la primera actuación tras la conquista castellana de las ciudades
hispanomusulmanas andaluzas es la purificación de sus mezquitas aljamas que pasan
a convertirse en templos cristianos. Las siguientes acciones van encaminadas a dotar
de servicios a las mismas con el objeto de atraer pobladores. Dentro de esta mentalidad,
al margen de otros factores, la creación de parroquias y conventos es un aliciente
más para la consolidación del poblamiento y de los procesos de repoblación.
La consolidación de las poblaciones y el enraizamiento de las mismas a un
espacio a lo largo de los siglos posteriores van a propiciar el aumento del número de
establecimientos religiosos en las distintas ciudades. El innegable y definitivo dominio
cristiano sobre el territorio andaluz en el siglo XVI, al hilo de su desarrollo económico
En ese sentido es interesante la obra clásica de KEVIN LYNCH, La imagen de la ciudad, México, 1984.
Sobre el papel que juegan otros elementos para representar la realidad en sustitución de la cartografía
puede ser interesante: REGINALD G. GOLLEDGE (Ed.), Wayfinding behavior: cognitive mapping and
other spatial processes, Johns Hopkins University Press, Baltimor, 1999.
6
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y social vinculado a la puesta en explotación de la totalidad de la región tras la conquista
del Reino de Granada y al desarrollo del comercio atlántico, así como del triunfo de la
ortodoxia, va a provocar una proliferación de manifestaciones físicas de este poder,
que se han de concretar en monasterios y conventos distribuidos por el entramado
urbano ya que, en numerosas ocasiones, éstos se establecen sobre las antiguas casas
de los fundadores. No podemos dejar de citar que, en gran medida, esta multiplicación
de institutos y elementos religiosos repartidos por la ciudad -que se ha dado en llamar
«Ciudad Conventual»- se vio propiciada por la política que desde el Concilio de Trento,
en apoyo de la Contrarreforma, buscaba la presencia del clero y la Iglesia en todos
los ámbitos de la sociedad.
Estos procesos y desde la perspectiva propuesta, es el objeto de nuestra análisis
y justifican nuestro interés por la presencia de los elementos religiosos y los espacios
sacralizados en Marchena hasta el siglo XVIII.
II. LOS ESPACIOS SAGRADOS EN MARCHENA.
Como venimos indicando, el elemento cartográfico no es el referente para
calibrar la importancia de los diversos componentes del paisaje. Para el caso de
Marchena contamos con un documento que podemos calificar de excepcional: el
grabado de Hoefnaglius o Hoefnagel dentro de la obra de George Braum Ciuitates
Orbis Terrarum. Tomus quartus. Libre quartus urbium praecipuarum totius mundi,
publicado en Colonia en 1586, que en su página 21 recoge una vista de Marchena,
tomada en 15657. Destacan en esta vista cuatro elementos: un molino, dos torres de
iglesias en proceso de construcción y la alcazaba con otra iglesia, esta sin torre. Sin
embargo, la ciudad preindustrial es algo que provoca asombro y admiración a los ojos
de una sociedad mayoritariamente rural, por su conjunto urbano, que se presenta así
como un monumento en sí mismo. Toda representación o vista de ciudad tiene algunas
notas comunes: su idealización, su falta de objetividad y, por supuesto, su deseo de
dar a conocer una realidad. Es justamente en esta lucha dicotómica entre lo ideal y lo
real donde debe centrarse nuestro análisis sobre la imagen de la ciudad, por más que
las respuestas que ante este dilema brotan, de forma casi mecánica, sean que toda
obra artística es subjetiva o bien que es el resultado de la impericia técnica para
representar de otra manera a la ciudad en esos periodos históricos o fruto de un
desconocimiento del sujeto retratado.
Así lo afirma JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa de señorío a comienzo de la Edad Moderna»,
Actas de las II Jornadas de Historia de Marchena. Marchena bajo los Ponce de León. Formación y
consolidación del señorío (siglos XIII-XVI), Marchena, 1997, pp. 173-230, p. 195.
7
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Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena
La impericia queda negada por la realización de planos de ciudades en esos
mismos periodos (eso sí, la mayoría de los mismos sobre proyectos y no sobre
realidades). La representación cartográfica queda para los proyectos, pero las
realidades necesitan, puesto que lo que se intenta es transmitir el contexto social de la
construcción de la ciudad, su plasmación volumétrica.
La morfología de una ciudad nos lleva al conocimiento de las sociedades que
las han generado. Sin embargo, la forma de acercamiento al conocimiento de la
morfología urbana depende de aquéllos que interpretan las representaciones de otros.
El valor que el plano urbano tiene hoy en día para acercarse a la sociedad que crea y
habita una ciudad es innegable, pero también lo es el hecho de que no deja de ser una
abstracción que necesita de una descodificación para que tenga contenido. La
representación precartográfica de la ciudad, como la vista de Marchena, también
necesita de una descodificación para que tenga sentido su lectura. La única diferencia
estriba en que nuestra sociedad no dispone de los elementos precisos para descodificar
de forma simple el mensaje. Hemos de pensar que otras sociedades sí podían disponer
de los recursos para la lectura fácil de ese mensaje.
Partimos del hecho de que todo intento de mostrar una realidad mediante el
recurso a la abstracción responde a los eventuales deseos de los lectores. Sólo se
representa aquello que tiene interés. La ciudad preindustrial y especialmente la
conventual es compacta, diferenciada de su entorno rural, con una ocupación intensiva
del suelo, calles estrechas y un caserío relativamente uniforme en el que destacan
algunos edificios emblemáticos (iglesias, palacios, torres, murallas, etc.). Los elementos
de referencia, ante esta situación, son los que sobresalen del caserío. Pero también
son las unidades mínimas de significación. Por ambas causas la representación
precartográfica va a centrar su esfuerzo en la representación volumétrica de los
mismos, desechando, ya que no aportan información sobre la ciudad y la situación en
la misma, el caserío (que aparece indiferenciado), o las calles y plazas, que nada
añaden a la orientación del paseante. En el caso de nuestro grabado, los caminos se
marcan en los accesos de la población pero se desvanecen en cuanto entran en
contacto con el caserío. De todas formas, en el abigarramiento de las manzanas, las
torres inconclusas de San Juan y San Miguel marcan las continuidades de los ejes de
comunicación que, sin ser representados en sí, lo son por elementos (las torres) de
suplencia.
Si, como indicaba Lasswell, los elementos del paisaje urbano «son la firma del
poder»8 que busca la admiración, el temor o el respeto de los administrados, podemos
H. LASSWELL, The signature of power. Buildings, communication, and policy. Ed. Transaction Books,
New Brunswick, 1979.
8
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entender cómo aquéllos que en nuestros días se asoman con admiración y asombro a
los restos de nuestras ciudades preindustriales –los turistas- bucean en ellas no sólo
con una cartografía sino que necesitan de representaciones «precartográficas» (guías
visuales, fotografías, representaciones más o menos naif...) que les permitan tener un
acercamiento a la sustancia física de la ciudad, para así acceder a la aprehensión de
los estilos de vida y modelos socioeconómicos que se han sucedido a través del tiempo.
En estas idealizaciones no hay ni impericia ni subjetivismo artístico, tan sólo la necesidad
de dar a conocer una realidad en un lenguaje capaz de ser entendido por un determinado
grupo social con unos intereses concretos. Al igual que ocurría en otros tiempos.
Sin lugar a dudas, a la hora de afrontar los espacios sagrados en Marchena hay
que partir de las iglesias, sean estas pertenecientes al clero secular o regular. Antes
de centrarnos en las descripciones de las mismas, debemos indicar que no es nuestro
objetivo reiterar lo ya tratado en otras ocasiones sobre el origen y la evolución de los
templos y de las comunidades que los custodian. En ese sentido la bibliografía es muy
amplia y de comprobada calidad9. Nuestra intención no es otra que la de rastrear el
valor simbólico que las mismas tuvieron a lo largo de los siglos. Esperamos cumplir
con esos objetivos.
LAS IGLESIAS SECULARES.
Marchena contó con cuatro iglesias a lo largo del periodo objeto de estudio. La
iglesia matriz de Marchena y la única iglesia parroquial del periodo fue la de San Juan
JOSÉ FERNANDO ALCAIDE AGUILAR, Guía basica histórico-artística de Marchena, Marchena, 1985. JUAN
LUIS RAVÉ PRIETO, Arte religioso en Marchena: siglos XV al XIX, Marchena, 1986. JUAN LUIS RAVÉ
PRIETO, «Marchena, una villa de señorío a comienzo de la Edad Moderna», Actas de las II Jornadas de
Historia de Marchena. Marchena bajo los Ponce de León. Formación y consolidación del señorío
(siglos XIII-XVI), Marchena, 1997, pp. 173-230. JOSÉ MARÍA MIURA ANDRADES, «Los Ponce de León y
las órdenes mendicantes en la Edad Media», Actas de las II Jornadas de Historia de Marchena.
Marchena bajo los Ponce de León. Formación y consolidación del señorío (siglos XIII-XVI), Marchena,
1997, pp. 289-308. ANTONIO LUIS LÓPEZ MARTÍNEZ, «El papel económico del clero regular en la campiña
de Sevilla. El caso de Marchena», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la
Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 61-82. JOSÉ FERNANDO ALCAIDE AGUILAR, «La
expulsión de los jesuitas de Marchena. Evolución de su patrimonio a finales del siglo XVIII», Actas de
las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena,
1998, pp. 83-114. JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación al estudio de la arquitectura y urbanismo
del siglo XVIII en Marchena», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la
Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 207-254. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «La obra
seiscentista de San Agustín de Marchena», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena.
Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 255-326. MARÍA LUISA CANDAU
CHACÓN, «Iglesia y Clero en una comunidad andaluza. Marchena, 1685-1787", Actas de las III Jornadas de
Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 327-378.
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Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena
a la que hemos de añadir las iglesias de Santa María de la Mota (en la alcazaba) y las
de San Miguel y de San Sebastián, establecidas en sus respectivos arrabales.
SAN JUAN.
Su verdadera advocación es la de «La Degollación de San Juan Bautista». Fue
y es la iglesia parroquial matriz de Marchena. El hecho de que ella sea la única con
rango de parroquia hay que buscarlo en la actitud de los señores ante la posibilidad de
establecimiento de nuevas parroquias. La incapacidad de contar con una participación
en los diezmos (con la que ya contaban en San Juan) impidió la creación de otros
templos parroquiales, al tiempo que la exigencia de los fieles les llevaba al
establecimiento de iglesias, allí donde con anterioridad había oratorios o ermitas10. Su
torre estaba en construcción en 1565 y en 1585 se inician las acciones para hacer una
nueva capilla mayor, el sagrario y la sacristía. Esta obra no se llevó a cabo pero la
necesidad de una sacristía determinó su construcción en el primer tercio del siglo
XVII11.
SANTA MARÍA DE LA MOTA.
Todo parece indicar que se trata de la antigua mezquita de la alcazaba
transformada en iglesia, que no en parroquia, tras la conquista. Del siglo XIV son sus
portadas de estilo gótico-mudéjar. Destaca la construcción de la torre en 1567 encargada
a Hernán Ruiz. Va a seguir los mismos avatares y transformaciones que el resto de la
alcazaba, convirtiéndose en nuevo símbolo de la fuerza y poder del linaje de los señores
de Marchena.
SAN SEBASTIÁN.
La iglesia que hoy contemplamos se levantó en el siglo XVIII, tras el derribo
de la anterior construcción que se encontraba en ruina. Lo único que nos queda, al
menos en sus grandes trazas, es la torre de la iglesia, que, aunque muy deteriorada
por el terremoto de Lisboa, mantiene los rasgos elementales de la construcción
primigenia. Posiblemente se trate de una ermita levantada en descampado a inicios
del siglo XVI (al menos la advocación a San Sebastián así lo indica) que, ante el
aumento de la población de su arrabal, acabó convirtiéndose en iglesia dependiente
de la matriz de San Juan.
SAN MIGUEL.
Al igual que San Sebastián debió de tratarse de una ermita. El crecimiento del
arrabal en su torno desde fines del siglo XV determinó que en 153812 se pidiera su
MARÍA LUISA CANDAU CHACÓN, «Iglesia y Clero en una comunidad andaluza. Marchena, 1685-1787",
Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena en la Modernidad (siglos XVII-XVIII),
Marchena, 1998, pp. 327-378, en concreto p. 350.
11
JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 220-222.
12
JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», p. 175.
10
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conversión en ayuda de parroquia de San Juan. En 1565 se está construyendo su
torre como aparece en el grabado de Hoefnagel, aunque la traza que hoy vemos es el
resultado de una importante transformación tras el terremoto de Lisboa.
LOS ESPACIOS CONVENTUALES.
A lo largo de nuestro periodo de estudio se constituyeron en Marchena nueve
establecimientos de regulares. Seis de ellos masculinos (Santa Eulalia, San Pedro
Mártir, San Francisco, San Agustín, La Encarnación y Santos Ángeles Custodios) y
otros tres femeninos (Santa Clara, San Andrés y Purísima Concepción).
SANTA EULALIA DE MÉRIDA.
Es el primero de los establecimientos conventuales de Marchena. En 1420,
Alfonso Rodríguez, bachiller en Derecho y Vicario General de Diego de Anaya,
arzobispo de Sevilla, cedía la ermita de Santa Eulalia de Mérida (donde algunos autores
sitúan con anterioridad a fray Juan de Santorcaz13), término de Marchena, a fray
Juan de Santa Marina, lector de Sagrada Teología en San Francisco de Córdoba,
para establecer en ella un eremitorio. Fray Juan de Santa Marina, en 1428, ante los
escrúpulos que tenía por no haber pedido autorización papal para establecerse en la
ermita y crear el eremitorio, pide la aprobación de lo hecho a Martín V, quien ordena
al arcediano de Reina que apruebe la erección del eremitorio de Santa Eulalia de
Marchena14.
Un año más tarde, el mismo Martín V le concede al eremitorio las mismas
exenciones y privilegios que tenía el de San Miguel del Monte15, y Eugenio IV nombró
a fray Juan de Santa Marina vicario perpetuo del mismo, al que siguió fray Juan de
Tavira16.
Los franciscanos vivían en celdas en torno a la ermita hasta que Don Pedro
Ponce de León, Conde de Arcos, procedió a la construcción definitiva de la iglesia y
las otras dependencias. Poco más nos consta de las obras y presencia de este convento.
La existencia del mismo responde a los intentos que, desde fines del siglo XIV, se van
a suceder para reformar a la orden de San Francisco por la vía ejemplarizante. La
GERMÁN RUBIO, La custodia franciscana de Sevilla, Sevilla, 1953, pp. 465 y 472.
1428, abril, 18. EDIT. LUCAS WADDINGO, Annales Minorum seu trium ordinum a S. Francisco
institutorum, 23 vols : Quaracchi (de la edición de 1563), 1964, Re-gest. Pont., t. X, 1428, n. CCXXXII,
pp. 475. REG. LUCAS WADDINGO,, Annales..., t. X, 1428, n. X, p. 158. REG. GERMÁN RUBIO, La
Custodia..., p. 267-268.
15
1429. EDIT. Bullarium Franciscanum Romanorum Pontificum...Rome: Typis Sacrae Congregationis
de Propaganda Fide, 1759-1768 (BF en adelante), t. VII, n. 1836. REG. LUCAS WADDINGO, Annales..., t.
X, 1427, n. CCXIII, p. 531 532. REG. GERMÁN RUBIO, La Custodia..., p. 273.
16
GERMÁN RUBIO, La Custodia..., p. 267.
13
14
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Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena
misma tiene como postulados básicos el eremitismo y el apartamiento del mundo
después de una vida plena en el siglo, de ahí la importancia de los personajes que
participan en el movimiento reformador y, de otro lado, lo escaso de la presencia de
los mismos o de sus edificios en la vida de su entorno más inmediato. Poco aporta
este convento desde el punto de vista de nuestro estudio.
SAN PEDRO MÁRTIR O SANTO DOMINGO.
El convento de dominicos de Marchena, bajo la advoca-ción de San Pedro
Mártir, tuvo su origen en la fundación del clérigo Bartolomé Sánchez de Bonilla. En
1517 hizo donación irrevocable de sus casas en la plaza de la Fuente (Vieja, de Abajo
o de los Mesones), para que en ellas se erigiera el establecimiento. Además donó
quince cahices de trigo en un cortijo en el pago de Paterna, en el camino de Marchena
a Sevilla, un cáliz de plata para la sacristía, y el remanente de todos sus bienes, con
carga de decir todos los días la primera misa por su alma, la de sus padres y las
ánimas del Purgatorio17. La Orden de Predicadores tomó posesión de lo donado el 8
de mayo de 1520 a la muerte del fundador.
El sitio donado no era lo más a propósito para establecer en él un convento de
la orden de Santo Domingo. Por ello, fray Domingo Melgarejo, Provincial de Andalucía,
y Rodrigo Ponce de León, duque de Arcos, concertaron el trasla-do del convento,
empeñando el duque su palabra de refundarlo y dotarlo de rentas suficientes18. Según
Lorea, ello era el resultado de un voto que hizo a San Pedro Mártir, por media-ción de
fray Domingo de Baltanás, para que le concediera heredero19. A 24 de septiembre de
1520, León X, por su Breve, autorizaba el traslado por encontrarse la fundación
«entre cierto torrente de abundante inmundicia y otras casas, en las cuales se
preparan las pieles de los animales muertos», y ya que el duque se comprometía a
construirlo en otro lugar más a propósito y dotarlo suficientemente20, posiblemente
porque «no estaba en sistio decente ni acondicionado por estar en la plaza de la
fuente y a lo último de la población»21.
El duque lo dotó en su testamento con 23.000 maravedís de juro en Marchena
y Arcos, pero el establecimiento no se construía, por lo que fray Domingo de Baltanás
recurrió a Juana I para que ordenase a Juan de Saavedra, tutor de Cristóbal Ponce de
1517, agosto, 27. Marchena. REG. FRAY ANTONIO DE LOREA (O.P.): Historia de Predicadores de
Andalucía, manuscrito de fines del siglo XVII, que se encuentra depositado en el Archivo de la Provincia
de la O.P. de Andalucía, t. II, p. 37.
18
1520, mayo, 1. Archivo General de la Orden de Predicadores (AGOP), liber Kkk, fol.221 r.
19
FRAY ANTONIO DE LOREA, Historia de Predicadores..., t. II, p. 38.
20
1520, septiembre, 24. Roma. AGOP, liber Kkk, fol. 219.
21
JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», p. 200.
17
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León, que cumpliera con la voluntad del duque e hiciera entrega de las rentas
correspondientes a los años 1530-153522.
Don Rodrigo Ponce de León abandonó el entierro tradicional de la casa de
Arcos y se ordenó sepultar en este convento, por su testamento23. Quizás esa sea la
razón de la importancia de la fábrica del convento, especialmente del presbiterio de
su iglesia. En aquél convento se mandaron enterrar Don Rodrigo Ponce de León, I
Duque, Don Cristóbal Ponce de León, II Duque, Don Rodrigo Ponce de León, III
Duque, y algunos parientes más hasta el primer tercio del siglo XVII. Hacia 1600
podemos fechar la bóveda elíptica de su escalera y a inicios de la segunda mitad del
siglo XVII la construcción de la Capilla del Rosario. El resto de las obras realizadas
no afectan a los volúmenes exteriores que son los que a nosotros interesan24.
SAN FRANCISCO.
Diego Núñez de Prado y Juana Blázquez, ambos terceros franciscanos, se
obligaron en la fundación de un convento de San Francisco en el interior de la villa de
Marchena. Tras fallecer su esposa, Diego Núñez donó sus propias casas para el
establecimiento del cenobio, labrando a su costa cuantas instalaciones fueran
necesarias para la vida conventual. En contrapartida, se reservó el derecho a enterrarse
en la iglesia, en el presbiterio en el lado de la epístola. Es así como en 1530 se inicia
la vida conventual de los franciscanos en Marchena. La propia dinámica fundacional
(donación de las casas propias) explica lo insólito del lugar elegido para el
establecimiento conventual, ya que el resto de los conventos (salvando los del alcázar
de los Ponce de León) se establece extramuros de la población, en la mayoría de los
casos apoyados sobre una ermita preexistente. La capilla de la Vera Cruz, los juzgados
de primera instancia y la gran plaza que vemos son los restos de este convento destruido
en 184625.
COMPAÑÍA DE JESÚS, O LA ENCARNACIÓN26.
La fundación del Colegio de la Compañía de Jesús en Marchena es el resultado
del deseo de Doña María de Toledo, esposa de Don Luis Cristóbal Ponce de León, II
Duque de Arcos. La fundación se realizó en el año 1558, como consta de la escritura
dada en Montilla a 31 de mayo. Tras el fallecimiento de la duquesa, que se había
1535, diciembre, 29. Marchena. AGOP, Liber Kkk, fol. 220v.
1530. AGOP, Liber Kkk, fol. 221r.
24
JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 228-231. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una
villa…», pp. 200-203.
25
JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 224-225. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una
villa…», pp. 199-200.
26
MANUEL ANTONIO RAMOS SUÁREZ, El Colegio de la Encarnación de Marchena. De la Compañía de
Jesús al Colegio de Santa Isabel, Sevilla 2008.
22
23
232
Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena
mandado enterrar en la iglesia del Colegio y legado el quinto de sus bienes, en 1565 el
padre Gonzalo de Esquivel tomó posesión ritual de la casa y propiedades que le habían
correspondido27. En 1556 comienzan las obras, que aún no están terminadas en el
momento de la toma de posesión y que, al menos, se prolongan hasta 1588.
En 1576 Rodrigo Ponce de León, III Duque, realiza un concierto con el Rector
y el provincial de la Compañía para que se enseñe gramática en la villa con la dotación
de dos cátedras.
En este espacio funcionó una iglesia, una casa o convento y un colegio hasta la
expulsión de los jesuitas en 1767. Desde esa época cada uno de los elementos seguirá
caminos distintos. A este espacio se trasladó el Hospital de la Misericordia (desde la
Plaza de Abajo) y el Colegio de Santa Isabel o Colegio de educandas o beatas (desde
las casas que tenían en la calle Santa Clara).
SAN AGUSTÍN.
La primitiva fundación del convento de San Agustín responde al establecimiento
de un grupo de agustinos en las afueras de la ciudad, al inicio de la calle Santa Clara,
en la ermita de Santa María de Gracia. La ermita tiene su origen en la bula de 1558
por la que Paulo IV otorgó licencia al ermitaño Luis Pérez para, en el solar de su
propiedad, fundar una ermita en honor de Santa María de Gracia. Los duques de
Arcos le cederán un segundo solar para la construcción de la capilla mayor. La ermita
posiblemente estuviera construida sobre 1568, momento en el que obtiene licencia
para dar enterramientos28.
El fundador dona la ermita a la orden Agustina para el establecimiento de un
convento antes de 1590 (fecha en la que Sixto IV lo autoriza). La erección del convento
no se produjo hasta 1603. Los agustinos van a permanecer en esta ermita hasta 1676.
Fracasado el intento de crear un panteón ducal en San Pedro Mártir y, más
tarde, en el Colegio de la Compañía, a inicios del siglo XVII los Ponce lo van a
pretender en San Agustín pero, para ello, se hace preciso un nuevo sitio. Parece que
desde 1616 se inician las obras en el centro del arrabal histórico de San Miguel, pues
ya en 1617 se pide limosna para la obra de la Iglesia de San Agustín. En 1676 los
frailes se trasladaron al convento actual de San Agustín. En 1789 el convento, antigua
ermita, se transformó en Hospital de la Misericordia.
También puede verse, además de la obra de Ramos Suárez, la aportación de JOSÉ FERNANDO ALCAIDE
AGUILAR, «La expulsión…».
28
JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», pp. 206-211. JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «La obra
seiscentista de San Agustín de Marchena», Actas de las III Jornadas de Historia de Marchena. Marchena
en la Modernidad (siglos XVII-XVIII), Marchena, 1998, pp. 255-326.
27
233
Jose María Miura Andrades
El nuevo convento de San Agustín, construido en su mayoría entre 1649 y
1675, destaca por su particular estructura constructiva, por el lugar elegido para su
emplazamiento y por sus dimensiones.
SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS.
En el año 1651 el Duque de Arcos Don Rodrigo Ponce de León va a realizar la
fundación del convento de frailes capuchinos con la advocación de los Santos Ángeles
Custodios. El asentamiento de los frailes no debió retrasarse ya que un año más tarde
se les autorizó a usar los materiales del antiguo puente del camino a Écija para el
edificio conventual29. Vino a cerrar la estructura de la Plaza Ducal en su lado Este,
junto con el Palacio (Norte) y el Ayuntamiento (Sur).
SANTA CLARA.
En 1498, Alejandro VI autorizaba a Juana y Elvira González, hermanas y viudas
sin descendencia, a fundar un convento de Santa Clara, bajo la regla urbanista, en
Marche-na. El lugar elegido era a unos doscientos pasos de la pobla-ción. Poco más
podemos aportar sobre esta casa30. A partir de la fundación, las donaciones de la
casa ducal se hacen frecuentes y mujeres del linaje ducal entran en su claustro,
añadiendo sus rentas al cenobio. El edificio data, básicamente, del siglo XVII con
modificaciones en el XVIII.
PURÍSIMA CONCEPCIÓN O SANTA MARÍA.
Se encuentra junta a la Iglesia de Santa María de la Mota, de ahí que sea
conocido como el de Santa María. El convento de la Purísima Concepción fue fundado
en 1623 por los Duques de Arcos (el IV Duque D. Rodrigo Ponce de León) y tuvo
diferentes emplazamientos hasta su definitivo traslado al Palacio Ducal en 1631. En
1623 sabemos de la cesión de la ermita de San Lorenzo (calle San Francisco) por el
documento en el cual el presbítero Rector de los cofrades, Pedro Carbonero, entrega
la ermita, con sus imágenes y ornamentos, a la comunidad concepcionista. Allí
permanece la comunidad hasta que, en 1628, se traslada a las casas de Alonso Montiel
y de ellas al Palacio Ducal. Desde el primer día entraron en el convento de la Purísima
Concepción nobles señoras que ayudaron con sus bienes a la fundación31. La obra de
la iglesia no se encontraba terminada a inicios de la segunda mitad del siglo XVIII.
SAN ANDRÉS.
Surge como capilla o ermita en las cercanías de la Puerta de Osuna. En 1537
tienen su sede en ella diferentes capellanías fundadas por Pedro Jiménez. Un siglo
JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 231-232.
1498. REG. FRANCISCO DE GONZAGA, De Origine Seraphicae Religionis Franciscanae ejusdem
progressibus, de Regularis Observantia ..., Roma, 1587, p. 912. REG. GERMÁN RUBIO, La Custodia...,
pp. 515. LUCAS WADDINGO, Annales..., t. XV, 1498, n. L, p. 171.
31
JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 227-228.
29
30
234
Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena
más tarde se convirtió en convento de Mercedarias por fundación de D. Rodrigo
Ponce de León, IV Duque de Arcos. Al primitivo templo, realizado a inicios del siglo
XVI, se le unieron tres casas para albergar las oficinas y el dormitorio de las religiosas,
dando lugar a una construcción propia de mediados del siglo XVII32.
Además de los grandes elementos referenciales de la sacralización del espacio
de Marchena como son los conventos e iglesias, hay que tener presente la existencia
de hospitales, ermitas y colegios, dotados todos ellos, como no podía ser de otra
manera en una sociedad post-trentina y barroca, de elementos constructivos de
naturaleza religiosa.
LOS HOSPITALES.
El «sistema» hospitalario preindustrial es inexistente. Los hospitales acogen a
unos usuarios a medio camino entre el pobre, el peregrino, el enfermo y el asilado. Lo
constituyen construcciones pequeñas que dan cobijo y prestan los servicios básicos
de alimentación y reposo (cama y calor). En Marchena conocemos la existencia de,
al menos, cinco de estos pequeños hospitales en 1522 (Misericordia, Santa María,
Corpus Christi, Santiago y San Bartolomé). Eran hospitales de poca entidad,
pertenecientes a cofradías de oficio u hospitalarias y con unas rentas escasas. Al hilo
de las transformaciones de la beneficencia a fines del siglo XVI y siguiendo la estela
de los procesos acometidos por Felipe II33, se procedió por parte de la Casa Ducal a
la reunificación de hospitales. Al tratarse de instituciones religiosas, la autorización
llegó con un breve pontificio de reunificación en 1592, en tiempos de Rodrigo Ponce
de León, III Duque. Con ello, todos los hospitales quedaron concentrados en el de La
Misericordia, ubicado en la calle Mesones y trasladado en 1789 al edificio de la calle
Santa Clara, donde en 1836 se le agregará el hospital de San Jerónimo34.
En 1649 se crea la hermandad de la Caridad en Marchena, siguiendo la estela
de la hermandad sevillana. Se estableció lindante con la iglesia de San Sebastián en
una casa-hospicio y una capilla. El inmueble se derribó en el siglo XX en la esquina de
la calle San Sebastián35.
LAS ERMITAS.
No sólo se trata de elementos religiosos sino de hitos que marcan una dirección,
que protegen a los viajeros, que delimitan espacios, que ayudan a sentirse fuera o
JOSÉ FERNANDO ALCAIDE AGUILAR, Guía básica…, p. 44.
JOSÉ GARCÍA ORO; MARÍA JOSÉ PORTELA SILVA, «Felipe II y el problema hospitalario: reforma y
patronato», Cuadernos de Historia Moderna, 2000, 25, pp. 87-124.
34
JUAN LUIS RAVÉ PRIETO, «Marchena, una villa…», pp. 194-195.
35
JUAN ANTONIO ARENILLAS, «Aproximación…», pp. 233-234.
32
33
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Jose María Miura Andrades
dentro. Las ermitas son mojones indicadores del crecimiento del urbanismo, además
de centros y emblemas de un sentimiento religioso.
En Marchena conocemos al menos la existencia de las siguientes:
-Santa Eulalia, transformada tempranamente en convento franciscano y
alejada del núcleo urbano.
-San Miguel, convertida en iglesia auxiliar desde el primer tercio del
siglo XVI.
-San Sebastián, con iguales cometidos que la anterior.
-San Andrés, transformada en convento de mercedarias en 1637.
-Santa María de Gracia, creada en 1558 en el eje de Santa Clara, y más
tarde convento de agustinos hasta 1676.
-San Roque, de cuya existencia sabemos desde mediados del siglo XVI
y es prolongación del viario de Santa María de Gracia, en el mismo eje de Santa
Clara.
-San Lorenzo, en la calle de San Francisco, que en 1623 acogió a las
religiosas concepcionista hasta su traslado a la Mota.
-Santa Justa y San Alvín, en la salida hacia Écija y ya en descampado.
-San Ginés, hacia Morón-San Sebastián, mandada reparar en 1692.
Además de todo ello, son también espacios sagrados y símbolos religiosos los
colegios -como el de San Jerónimo (1609) y el de Santa Isabel de Hungría o de las
Beatas (en 1780 trasladados al antiguo colegio jesuita)-; los cementerios, las cruces y
retablos que lo inundan todo. La ciudad se convierte en un enorme templo donde se
van abriendo capillas que son sus iglesias y conventos, las cruces, los retablos…. Ello
es tan así, que las procesiones sacralizan el espacio público y en especial la del
Corpus Christi, pero de ello ya se ha hablado en otros lugares y poco más podemos
decir36.
CONCLUSIONES.
En el momento de la conquista castellana y de su posterior repoblación, tan
sólo dos elementos eclesiales se hicieron presentes en Marchena: las iglesias de San
Juan, que se transforma en parroquia, y la de Santa María, usada para dar servicio
religioso a la alcazaba. A fines del siglo XVII, el número de iglesias seculares era de
cuatro, existían nueve conventos y un número similar de ermitas y capillas de hospitales
que cubrían la totalidad del entramado urbano. Sin embargo, este crecimiento no
RAMÓN RAMOS ALFONSO, «La fiesta del Corpus en la Marchena Barroca. Escenografía y elementos
simbólicos», Actas de las XII Jornadas sobre Historia de Marchena. La Fiesta en la historia de
Marchena, Marchena, 2008, pp. 113-131.
36
236
Una aproximación a los espacios sagrados en Marchena
había sido concéntrico. Las primeras extensiones urbanas en forma de arrabales
desde la medina se habían dirigido a los ejes de comunicación marcados por la
Puerta de Morón, donde se establece la ermita -desde mediados del siglo XVI iglesiade San Sebastián y el convento de Santa Clara (en zona de huertas este último); y la
de Sevilla, con idéntica evolución en la ermita de San Miguel. En este mismo sector,
en el primer tercio del siglo XVI, se asienta el convento de San Pedro Mártir (primero
hacia la Plaza Vieja, más tarde hacia la Puerta de Morón), área que se ennoblece con
el convento franciscano. La zona de la Puerta de Osuna tendrá que esperar hasta
bien entrada la segunda mitad del siglo XVI para conocer algún crecimiento.
Ciertamente, desde 1537 se encuentra la ermita de San Andrés en el área pero no se
convertirá en convento hasta un siglo más tarde. Desde mediados de siglo los jesuitas
intentan su establecimiento en este sector pero no concluyen su presencia física en
esplendor hasta finales del siglo, lo que, sin duda, debió de ayudar al cercano
establecimiento del convento de las mercedarias. Algo más allá y ya en descampado,
se vislumbran las ermitas de Santa Justa y San Alvín en el camino de Écija.
Estos mismos ejes se consolidan a lo largo del siglo XVII. Ya hemos visto
como nacía el que partía de la Puerta de Osuna. El de Morón-San Sebastián se
reforzaba con la presencia de San Ginés. El de San Pedro-Santa Clara se prolonga
con las ermitas de Santa María de Gracia (convertida en convento agustino a inicios
de la centuria) y San Roque (hoy cementerio). Por último, la zona de la Plaza Vieja y
la calle Mesones se fortalece con el proceso de reunificación de los hospitales en el
de La Misericordia a fines del siglo XVI, y el arrabal de San Miguel se consolida con
el traslado, terminando el siglo XVII, del convento de San Agustín. Las fechas y
advocaciones de las ermitas, su conversión en iglesias, conventos u hospitales, son
claros indicadores de los procesos de crecimiento urbano, por ser éstos elementos
destacados del paisaje y referencias visuales claras del mismo.
A lo largo del periodo medieval, cuando la existencia de La Frontera con
Granada marcaba la naturaleza y el ser de Andalucía, los elementos del paisaje, y
mucho más en una ciudad fronteriza como Marchena, no podían ser otros que los
poliorcéticos y militares. La existencia de un castillo, de un alcázar, de una torre o de
una cerca con sus puertas, marcan las referencias visuales. Si contemplamos el grabado
de Hoefnagel todo el sector izquierdo aparece ocupado por la alcazaba, alejada y al
margen del desarrollo y crecimiento urbano que muestran la medina y los arrabales.
Tras la conquista de Granada y el fin de La Frontera, se va a producir un cambio de
las funciones de la gran nobleza andaluza y, con ello, de los elementos elegidos para
resaltar y recordar la presencia del linaje. La herencia de la política nobiliaria seguida
por los Reyes Católicos fue el apartamiento de la nobleza de la toma de decisiones
directas sobre el territorio y su desaparición como élite guerrera, entregándosele, a
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Jose María Miura Andrades
cambio de la perdida de estas funciones, la acción directa sobre sus lugares de señorío
(lo que se ha denominado «procesos de interiorización del poder señorial») y la
participación en la administración de una monarquía centralizada que se definía como
cristiana. Estas transformaciones se hicieron sentir en las mutaciones, a lo largo del
siglo XVI, de la imagen urbana de las cabeceras señoriales. En el caso de Marchena
la alcazaba fue dando paso al palacio pero complementado por los elementos eclesiales.
La reforma y construcción de la iglesia de Santa María en el siglo XVI, pero sobre
todo el establecimiento de las concepcionistas (1631) y los capuchinos (1651) en el
siglo XVII en su interior, intentaron sustituir los elementos militares por los eclesiales,
más acordes con la deriva cultural y eclesial de la ciudad palatina barroca basada en
los principios de la Contrarreforma. Sin embargo, creemos que ese intento de crear
una ciudad palatina en La Mota fracasó. Apostar por el establecimiento de un convento
femenino y otro de modestos franciscanos recoletos para dotar de prestigio visual a
la colina no podía conducir a otro lado. La inexistencia de un panteón familiar
permanente y claro (San Agustín de Sevilla, San Pedro Mártir, La Encarnación, Angeles
Custodios y San Agustín en su nueva ubicación) no vinculó a los miembros del linaje
a una parte del territorio. Los panteones familiares son elementos de identidad del
linaje de mayor fuerza, por ser mucho más permanentes en el tiempo, que el solar
identificado con la casa-palacio en este caso. Fracasó la ciudad palatina y el ejemplo
más rotundo es la apuesta por San Agustín a fines del siglo XVII, fuera de los antiguos
espacios de representación y materialización visual del poder señorial.
La ciudad conventual es un hecho morfológico que altera la fisonomía de la
ciudad, su red viaria, con el cierre o traslado de calles o con la apertura de plazas,
pero que, al tiempo, es el máximo exponente del triunfo del cristianismo sobre el
Islam, de la asunción de funciones de centralidad por parte de un núcleo urbano y,
sobre todo, es el resultado de una voluntad colectiva e histórica. Las recurrentes y
sucesivas desamortizaciones de los bienes eclesiásticos del siglo XIX, que culminaron
en la definitiva de Mendizábal (1836), van a dar paso a un cambio de titularidad y
también de función a los edificios y espacios de estas ciudades conventuales. Los
amplios claustros, los jardines y los cementerios darán paso a la creación de plazas y
alineaciones. Muchos de los edificios se destinarán a funciones industriales si no son
directamente derribados. Aún así, de estas ciudades conventuales, además de los
restos de su perfil en el paisaje, aún nos siguen quedando los recuerdos de su ausencia
en el trazado de sus calles y en la propia toponimia urbana.
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