Año XXVII - Nº 279 -Noviembre 2012 REVISTA DE MÚSICA Año XXVII - Nº 279 - Noviembre 2012 - 7 € DOSIER El virtuosismo ENTREVISTA Joaquín Achúcarro ACTUALIDAD Joaquín Gaztambide referencias Segunda de Brahms BACH MODERN Centro Nacional de Difusión Musical Ciclo Fronteras 20/11/12 UTE LEMPER, voz | CUARTETO VOGLER 04/12/12 LLUÍS CLARET, violonchelo Integral de las Suites para violonchelo solo I Obras de J. S. Bach, J. Guinjoan y J. Navarro 19/12/12 LLUÍS CLARET, violonchelo Integral de las Suites para violonchelo solo II Obras de J. S. Bach, T. Garrido y M. Ribera 19/02/13 ISABELLE FAUST, violín Obras de J. S. Bach, H. Lachenmann y G. Kurtág 08/03/13 ANDREA BACCHETTI, piano Obras de J. S. Bach y L. Berio 18/04/13 PIERRE HANTAÏ, clave Obras de J. S. Bach y D. Scarlatti 27/05/13 ELISABETH LEONSKAJA, piano Obras de J. S. Bach, A. Schnittke y D. Shostakóvich 25/06/13 MICHAEL NYMAN, piano y órgano Obras de J.S. Bach y M. Nyman Sala DE CÁMARA | 19:30h SERIES 20/21 AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA 30/10/12 NICOLAS HODGES, piano Obras de J. S. Bach, W. Rihm y H. Birtwistle 01/03/13 FRETWORK | RICHARD BOOTHBY, director 24/04/13 NEOPERCUSIÓN | MARKUS STOCKHAUSEN, trompetas y electrónica 26/06/13 CUARTETO KRONOS CICLO A 30/11/12 CUARTETO DE TOKIO 17/12/12 BERTRAND CHAMAYOU, piano 10/01/13 CUARTETO BRODSKY 29/01/13 DANIEL HOPE, violín | SEBASTIAN KNAUER, piano 22/02/13 JÖRG WIDMANN, clarinete | CLAUDIO BOHORQUEZ, violonchelo | KATJA SKANAVI, piano 24/05/13 CUARTETO KOPELMAN | ELISABETH LEONSKAJA, piano © Pilar Perea 13/03/13 BCN216 | IÑAKI ALBERDI, acordeón y dirección www.cndm.mcu.es Entradas Público General Fronteras, Bach M. 10€ / 15€ Ciclo A 7€ / 10€ Jóvenes Último Minuto (< 26 años) 4€ / 6€ 2,80€ / 4€ www.entradasinaem.es - 902 22 49 49 Pantone 186c cmyk 100/81/0/4 pantone: 258C | cmyk 42/84/5/1 BachSeCNDMsch6.indd 1 19/10/12 14:07 pantone: 144C | cmyk 0/50/100/0 279-Pliego 1 23/10/12 13:17 Página 1 AÑO XXVII - Nº 279 - Noviembre 2012 - 7 € OPINIÓN 2 Escuelas pianísticas Arturo Reverter CON NOMBRE PROPIO Virtuosos Jesús Ángel León Enrique Mejías García Andrés Ruiz Tarazona 16 ACTUALIDAD NACIONAL 34 ACTUALIDAD INTERNACIONAL Juan Antonio Llorente Joaquín Achúcarro Luis Suñén EDUCACIÓN Pedro Sarmiento Bjørn Woll Discos del mes 47 SCHERZO DISCOS Sumario 83 102 106 JAZZ Roland Villazón 46 98 ENCUENTROS ENTREVISTA 42 92 Entrevista con Francesco Nicolosi AGENDA 8 88 El virtuosismo español Joaquín Gaztambide 6 84 Pablo Sanz 107 LIBROS 108 LA GUÍA 110 CONTRAPUNTO DOSIER Norman Lebrecht El virtuosismo 112 Colaboran en este número: Julio Andrade Malde, Rafael Banús Irusta, Emili Blasco, Alfredo Brotons Muñoz, José Antonio Cantón, Patrick Dillon, Pierre Élie Mamou, José Luis Fernández, Fernando Fraga, José Antonio García y García, Juan García-Rico, Bernd Hoppe, Enrique Igoa, Paul Korenhof, Norman Lebrecht, Jesús Ángel León, Juan Antonio Llorente, Santiago Martín Bermúdez, Joaquín Martín de Sagarmínaga, Enrique Martínez Miura, Aurelio Martínez Seco, Blas Matamoro, Enrique Mejías García, Erna Metdepenninghen, Juan Carlos Moreno, Antonio Muñoz Molina, Josep Pascual, Enrique Pérez Adrián, Javier Pérez Senz, Francisco Ramos, Elisa Rapado Jambrina, Arturo Reverter, Barbara Röder, Pablo L. Rodríguez, David Rodríguez Cerdán, Andrés Ruiz Tarazona, Pablo Sanz, Pedro Sarmiento, Bruno Serrou, Christian Springer, Luis Suñén, José Luis Téllez, Eduardo Torrico, Jesús Trujillo Sevilla, Asier Vallejo Ugarte, Claire Vaquero Williams, Pablo J. Vayón, José Luis Vidal, Reinmar Wagner, Bjørn Woll. Esta revista es miembro de ARCE, Asociación de Revistas Culturales de España, y de CEDRO, Centro Español de Derechos Reprográficos. PRECIO SUSCRIPCIÓN: por un año (11 Números) España (incluido Canarias) Europa: EE.UU y Canadá Méjico, América Central y del Sur 70 €. 105 €. 120 €. 125 €. Con la colaboración de: SCHERZO es una publicación de carácter plural y, desde el año 2012, cuenta con la colaboración de la Fundación BBVA, manteniendo su carácter de revista no adscrita a ningún organismo público ni privado. La dirección respeta la libertad de expresión de sus colaboradores. Los textos firmados son de exclusiva responsabilidad de los firmantes, no siendo por tanto opinión oficial de la revista. 1 279-Pliego 1 23/10/12 13:17 Página 2 OPINIÓN OPINIÓN EDITORIAL 2 EDUCACIÓN: PARADOJAS Y CONTRADICCIONES L os niños que empezaban la educación primaria el año en que se publicó el Informe Delors tienen hoy veintidós años. En el Informe Delors la UNESCO buscaba la forma de construir un mundo mejor a través de la educación. Hoy, más que la voz de la UNESCO, escuchamos la de la OCDE, cuyo Informe PISA nació exactamente un año después de publicarse el Informe Delors. Nos interesa el Informe PISA porque nuestro gobierno le da una especial importancia para el diseño de su política educativa. El creciente protagonismo de la OCDE a través del Informe PISA indica que las propuestas para mejorar la educación se han vinculado últimamente con el progreso económico. En parte es lógico, aunque sólo sea porque el progreso económico y la estabilidad financiera son los objetivos de la OCDE, pero el Informe PISA tiene un problema: que la OCDE, cuyo fracaso en el cumplimiento de sus objetivos está a la vista, propone evaluar los sistemas educativos según el grado de cumplimiento de sus objetivos. Un problema que afecta a la mayoría de los países y que se extiende a lo largo de varias décadas no es un problema de la educación en particular, sino un problema de la humanidad en general. Es uno de los mayores retos a los que se enfrenta una sociedad y, lejos de afectar a una asignatura, a una universidad, a un sindicato, a un ministerio o a una comunidad autónoma, afecta a todo aquello que es importante para generaciones y generaciones de personas. En ese contexto, las decisiones de política educativa que se toman en España en relación con la educación pueden parecer más o menos acertadas, pero son sobre todo preocupantemente pequeñas frente a la dimensión del problema. La educación no se merece la cortedad de miras con que se establecen es España sus principales parámetros. El marco legal, por ejemplo, es objeto desde el principio de la democracia de una disputa política permanente. Las leyes de educación — y se prepara una nueva— se utilizan como armas arrojadizas del debate político. El enorme coste económico y social de este juego no parece importarnos demasiado, ya que nos apuntamos con alegría a apoyar esta o aquella ley, como si la educación fuera una cosa de hinchas. Por eso es irritante tener que detenerse en detalles cuando se ve que las macroestructuras van a seguir generando disfunciones, entre ellas un sinfín de contradicciones: la próxima ley de educación defiende la necesidad de “una reforma práctica, que permita desarrollar al máximo el potencial de cada alumno”, pero al mismo tiempo anuncia cambios que menoscaban seriamente parte del potencial que dice defender: nada menos que el potencial musical de los españoles. La ley parece descubrir que la escasez económica es el antídoto de todos los problemas: tasas que suben, despidos, aumento del número de alumnos por clase, cierre de centros, retirada de ayudas y becas, etc. No es de recibo decir que todas estas medidas contemplan la equidad y refuerzan la calidad. En nombre de la autonomía de los centros se eliminan aquellos que disfrutaban de cierta autonomía. Se pone como ejemplo a Finlandia, pero se toman medidas que jamás se aceptarían en Finlandia. Se habla de creatividad, emprendimiento o imaginación, pero se acentúa la estandarización. En música, la ley propone reducir las horas y los profesores de música en todas las etapas y elimina el único bachillerato que abría la puerta a la especialización musical. La música es irreemplazable en la vida de millones de personas. Cuando se citan los beneficios que la música aporta al aprendizaje de las matemáticas se olvida que la música es una disciplina per se. La razón por la que la música debe estar presente en la educación no es que nos ayude a desarrollar el pensamiento crítico, la concentración o el trabajo en equipo. La música es importante porque nos permite crecer en direcciones que sólo existen en la música. La música y su práctica ocupan un lugar importante en el desarrollo de las capacidades y merecen por ello un espacio propio y una atención especial, y no ser tratada como un fleco de la actividad educativa. No eran estas las contradicciones a que se refería el filósofo francés Jacques Rancière cuando pedía que el acto de enseñar no perdiese la conciencia de las paradojas que le dan sentido. El acto de enseñar necesita ser paradójico, pero también necesita desarrollarse en un ambiente de respeto que no se está practicando hacia la educación en general ni hacia la educación musical en particular. 279-Pliego 1 24/10/12 18:56 Página 3 OPINIÓN La música extremada NOVELA MÚSICA Edita: SCHERZO EDITORIAL S.L. C/Cartagena, 10. 1º C 28028 MADRID Teléfono: 913 567 622 FAX: 917 261 864 Internet: www.scherzo.es E mail: Redacción: [email protected] Administración: [email protected] Presidente: Santiago Martín Bermúdez REVISTA DE MÚSICA Director: Luis Suñén Redactor Jefe: Enrique Martínez Miura Edición: Arantza Quintanilla Maquetación: Iván Pascual Secciones Discos: Luis Suñén Educación: Pedro Sarmiento y Joan-Albert Serra Jazz: Pablo Sanz Libros: Enrique Martínez Miura Consejo de Dirección: Manuel García Franco, Santiago Martín Bermúdez, Barbara McShane, Enrique Pérez Adrián, Pablo Queipo de Llano Ocaña, Arturo Reverter Departamento Económico: José Antonio Andújar Departamento de publicidad Cristina García-Ramos (coordinación) [email protected] Magdalena Manzanares [email protected] Relaciones externas: Barbara McShane Suscripciones y distribución: Choni Herrera [email protected] Colaboradores: Cristina García-Ramos Impresión GRÁFICAS AGA Depósito Legal: M-41822-1985 ISSN: 0213-4802 Scherzo Editorial, S. L. , a los efectos previstos en el artículo 32.1, párrafo segundo del vigente TRLPI, se opone expresamente a que cualquiera de las páginas de Scherzo-Revista de música, o partes de ellas , sean utilizadas para la realización de resúmenes de prensa. Cualquier acto de explotación (reproducción, distribución, comunicación pública, puesta a disposición, etc.) de la totalidad o parte de las páginas de ScherzoRevista de música, precisará de la oportuna autorización, que será concedida por CEDRO mediante licencia dentro de los límites establecidos en ella. © Scherzo Editorial S.L. Reservados todos los derechos. Se prohíbe la reproducción total o parcial por ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabados, o cualquier otro sistema, de los artículos aparecidos en esta publicación sin la autorización expresa por escrito del titular del Copyright. S in proponérmelo me he encontrado de nuevo sumergido en Proust, y me he dado cuenta una vez más de que, junto a Cervantes, es el escritor a quien más amo, y quizás el único cuya lectura más se parezca para mí a la experiencia de la música. À la recherche es una novela pero también una enciclopedia, y uno puede educarse en sus tomos como en los de la ya casi extinta Enciclopedia Británica, porque a Proust le interesaba todo, la ciencia no menos que las artes, y la pintura y la música al menos tanto como la literatura. De su sensibilidad y sus intereses musicales ha escrito con mucho conocimiento Blas Matamoro. Proust inventó personajes compositores y personajes músicos, y también obras musicales que afectaban las vidas, los amores y los recuerdos de otros personajes. Músicas reales —sobre todo de Wagner— y músicas inventadas suenan en su novela larguísima, en la que el sentido del oído es tan importante como el de la música, y uno de sus grandes amores, Reynaldo Hahn, fue compositor y le sirvió de materia para crear personajes, hombres y mujeres, porque Proust usaba a las personas reales y a sí mismo no como modelos sino como canteras de materiales narrativos. Pero la música no sólo le da temas y referencias: lo que le da, sobre todo, me doy cuenta con más claridad cada vez que vuelvo a él, es la pura forma de la escritura, desde el sentido y el progreso de la frase hasta el de la composición general. À la recherche du temps perdu es una novela inacabada de unas tres mil páginas que se sostiene o gracias a una estructura narrativa ni a la secuencia de un relato biográfico, sino puramente sobre una constelación de motivos que se plantean, se desarrollan, se recuperan, se entrelazan, y que están todos formulados en los primeros episodios, que han de ser leídos como una obertura. La construcción no es acumulativa, sino orgánica. En una novela que parece hecha exclusivamente de digresiones no hay elemento que no mantenga una relación necesaria con todos los demás. A Proust, que se interesaba tanto por las ciencias, le habría gustado B. Flambee Diseño de portada Argonauta Foto portada: Gabo / DG saber que en cada célula de un organismo está contenido su equipaje genético completo. De manera semejante, en cada una de sus frases, que se sostienen en una perfecta inteligibilidad a pesar de sus duraciones a veces inverosímiles, está la tonalidad de la novela entera. Y como al wagneriano celoso, al lector atento de Proust le basta una sola de ellas para reconocer el motivo del que procede. Pero el reconocimiento no permite la complacencia, porque no hay repeticiones, sino resonancias, y porque cada variación de un tema familiar es única, y lleva a conexiones que son tan inesperadas probablemente porque lo fueron también para el mismo Proust en el momento de la escritura. Por eso es tan adictivo. Leyendo somos los intérpretes de una música que se está componiendo, nos vemos llevados por una escritura que avanza en el vacío y a la vez sabe muy bien a dónde va, casi como si escucháramos una improvisación de Cecil Taylor, un más difícil todavía que seduce aún más porque está siendo ejecutado con un máximo de gracia. Apenas unas horas antes de morir Proust añadía correcciones al relato de la muerte de su novelista inventado Bergotte. Estaba tan empapado de sus personajes que el habla de cada uno de ellos se prolonga sin esfuerzo en largos pasajes musicales de una riqueza melódica, armónica y rítmica que parece no agotarse nunca. Al final vivía sólo para escribir, y sólo la muerte cortó el flujo de esa música. Antonio Muñoz Molina 3 279-Pliego 1 23/10/12 13:17 Página 4 OPINIÓN Música reservata EL SUEÑO DE LA RAZÓN C 4 on el sugerente título de Schwarze Romantik (romanticismo oscuro), la exposición pictórica actualmente abierta en el Museo Städel de Fráncfort (que permanecerá hasta el próximo 20 de enero) aspira a mostrar la materialización en el terreno pictórico de la idea desarrollada en 1930 por Mario Praz (La carne, la morte e il diavolo nella letteratura romantica), según la cual, no sólo el romanticismo, sino el universo de la Ilustración y el racionalismo, estaban ya contaminados por la atracción hacia lo que Freud denominaría Das Unheimliche (lo siniestro) en un ensayo publicado en 1919 en el que analiza Der Sandmann, el célebre cuento de E. T. A. Hoffmann que dio pie a la ópera de Offenbach y al ballet de Délibes. Los lienzos y dibujos de Heinrich Füssli, Kaspar David Friedrich, William Blake, Arnold Böcklin, Gabriel von Max, Paul Delaroches, Eduard Munch y Max Ernst (junto con diversos grabados goyescos y uno de los cuadros fantásticos de la Alameda de Osuna) comparten espacio en esta antología de brujas, espíritus, monstruos y seres de pesadilla con unas 200 obras de casi 70 autores. La imaginería de lo fantástico atestigua un universo, no ya proclive al delirio y la alucinación, sino sustentado en ese territorio en que lo real y lo sobrenatural comparten espacio enunciativo al margen de cualquier naturalismo: de ese ámbito han surgido las grandes óperas románticas alemanas, del Freischütz de Weber al Fliegende Holländer wagneriano, del Vampyr de Marschner a la Undine de Lortzing, pero también la Russalka de Dargomiski y la, mucho más tardía, de Dvorák. Poe, Novalis, Shelley, Baudelaire —por no hablar de Keats y Oscar Wilde en su plasmación de la mujer fatal, esa belle dame sans merci que constituye el mito romántico por antonomasia y cuya culminación será la Salome straussiana— son algunas de las figuras literarias que vienen a la memoria al reflexionar sobre el tema: y resulta acertado concluir el itinerario con Dalí y Max Ernst, en la medida en que la reivindicación del inconsciente preconizada por el movimiento surrealista no corresponde en absoluto al descubrimiento freudiano, sino al mundo literario de Nerval, Baudelaire o Lautréamont. La realidad es que ese universo perturbador está ya en la obra del Marqués de Sade y en las primeras pinturas de Füssli, en plena Aufklärung, y abarca hasta las primeras décadas del siglo XX, bien que con la llegada del cinematógrafo esa mirada hacia el lado oscuro se ha desplazado a la pantalla, de Murnau y Robert Wise a James Whale o David Lynch, donde el sueño de la razón ha producido sus criaturas valiéndose ahora de lo que, de un modo especialmente poético, describiría Schoenberg como Ein Lichtspielszene en el título de una de sus obras orquestales. Por lo demás, y sólo por referirnos al mundo de la ópera, es obvio que, incluso en un dramaturgo tan interesado en el realismo como Giuseppe Verdi, la presencia de lo onírico tiene también un peso considerable en una obra como Il trovatore, que se diría el equivalente operístico de una novela gótica de Sheridan LeFanu o de Maupassant. La época en que García Gutiérrez estrena su drama corresponde a la de los llamados Malerpoeten, artistas como Ludwig Richter, Moritz von Schwind, Napoleon Neureuther o Leopold von Bode, que realizan sus obras a solicitud del conde August von Schack: pinturas habitadas por ninfas, genios, ángeles y damas virginales, pinturas de un perverso ingenuismo biedermeier, pero en las que también aparecen seres inquietantes como Loreley o Alpenbraut, esa personificación del vértigo que atrae al viajero hacia el abismo. Schubert no es el único en advertir el potencial dramático de estos temas, pero sí el primero que se plantea el problema en el plano del significante, desarrollando estructuras que realizan musicalmente la metáfora central del texto: el ostinato de corcheas de Erlkönig y la figura ascendente en tresillos, imagen de la cabalgada fantasmal, o la doble pedal sobre la que una monótona melodía vuelve una y otra vez sobre sí en Der Leiermann son ejemplos cimeros, pero la idea retorna todavía en las canciones sobre Heine de su último Liederzyklus: en Der Doppelgänger, Schubert reconstruye esa visión aterradora en que el protagonista del memorable texto se ve a sí mismo en plena noche, ante la casa de la mujer a la que amó en un pasado irrecobrable, esa mujer que ya ni siquiera reside en la ciudad aunque la casa permanezca: esa congelación del tiempo en un presente fantasmagórico es descrita mediante la inmovilidad armónica de un grupo de cuatro acordes (que se repiten tres veces con sucesivas inflexiones cromáticas hasta formar una conjunto de doce) en una especie de suspensión tonal que regresa una y otra vez mientras la voz, apoyada sobre la dominante, declama el poema articulando una especie de chacona que solamente pierde su forma inmutable en la segunda estrofa, al introducir una angustiosa secuencia cromática ascendente y descendente a partir del momento en que, con la llegada a la tonalidad relativa, el protagonista se reconoce en esa figura espectral que sigue mirando la ventana deshabitada. La pervivencia de esa idea obsesiva, que es una metáfora de la melancolía (una vez más en el sentido freudiano: la imposibilidad del sujeto para abandonar una determinada identificación emotiva), se ha transformado en una construcción musical propia en la que coexiste la línea vocal durchkomponiert con la forma estrófica. La idea del regreso sobre una misma imagen medusea no podría formularse ni con medios más limitados ni con mayor intensidad expresiva: pero lo fascinante es comprobar que esa misma figura de cuatro notas (trasportada a do menor) es el bajo del Agnus Dei de su propia Misa en mi bemol (D. 950) escrita cuatro meses atrás: la divinidad y la pesadilla se sustancian en una figura única. Ningún músico habrá llegado más lejos en la formulación del horror: y es que ya se sabe que tras la cruz está el diablo. José Luis Téllez 279-Pliego 1 23/10/12 13:17 Página 5 5 279-Pliego 1 23/10/12 13:17 Página 6 CON NOMBRE PROPIO JOAQUÍN GAZTAMBIDE PROPIO CON NOMBRE Reposición de El juramento A 6 ntonio Peña y Goñi —¡ya en 1881!— no tenía ninguna duda: Joaquín Gaztambide (1822-1870) había sido olvidado y debía ser recuperado: “La hora de la reparación suena para los fuertes, tarde o temprano”. Lo cierto es que, por entonces, aún resonaban populares algunas de sus melodías como aquella arrullante habanera a tres de Una vieja (¡Ay, mamá, qué noche aquella!) o ese dúo del piano de El juramento que la alcahueta Doña Violante en La busca barojiana cantara a Manuel anhelando sus años de mocedad y dándole al golfillo “la impresión de un mundo de placeres inasequibles para él”. También Gaztambide llegó a gozar de cierta considera- ción en la somnolienta y heroica ciudad de Vetusta, donde don Víctor Quintanar —fanático empedernido del teatro clásico español— reconocía que los amoríos contrariados de El juramento eran para él “cosa delicada”. Pero, ¿qué se hizo de todo aquello? ¿Dónde fue a parar el nombre y la fama de Gaztambide? Con la excepción de reposiciones muy puntuales durante las primeras décadas del siglo XX de algunas de sus zarzuelas breves (Casado y soltero, En las astas del toro, etc.), la verdad es que el apellido del compositor fue relegado, poco a poco, a oscuras menciones en contados libros de historia de la música española y poco más… el nombre de una céntrica calle de 279-Pliego 1 23/10/12 13:17 Página 7 CON NOMBRE PROPIO Centro de Documentación y Archivo de la SGAE JOAQUÍN GAZTAMBIDE Libreto original del que procede El estreno de una artista Madrid. Efectivamente, “la hora de la reparación” estaba por sonar y un día de enero del año 2000, casi por sorpresa, se volvió a levantar el telón de “su” Teatro de la Zarzuela —junto a Barbieri, Francisco Salas y Luis Olona fue uno de los padres fundadores del coliseo— y al escuchar la música de El juramento todos nos preguntamos admirados: “¿pero dónde había estado durmiendo tanto tiempo esta música?”. Lamentablemente, de doce años a esta parte el nombre de Joaquín Gaztambide apenas se ha hecho un hueco en las programaciones líricas españolas. El Teatro de la Zarzuela recuperó en 2011 la sabrosa partitura de El estreno de una artista (con la que debutasen tantas sopranos a lo largo del siglo XIX), afirmando el instinto y la inspiración que ya previmos en El juramento. Con medios más modestos, la compañía Ópera Cómica de Madrid —con los afanosos Francisco Matilla y Fernando Poblete al frente— nos brindaron la oportunidad de saborear dos joyitas breves durante la programación navideña del Ayuntamiento de Madrid en 2009: El amor y el almuerzo y Un pleito. Por su parte, la Compañía Lírica y Orquesta Martín i Soler, dirigida por Salvador Requena, ha paseado por numerosos teatros (incluido el Teatro de Madrid) la que fuese una de las zarzuelas más queridas y tarareadas por todos los hispanoparlantes de hace más de cien años: Una vieja, cuya sinfonía, en 1864 era interpretada en el Théâtre des Variétés parisino donde las obras de Gaztambide, por cierto, eran muy apreciadas. Hoy no contamos con la grabación en CD de ninguna de sus zarzuelas y mucho menos en DVD. El Teatro de la Zarzuela ha anunciado que El estreno de una artista (programada junto a Gloria y peluca de Barbieri) será comercializada en breve, una vez que ha podido grabarse en vídeo durante su gira por el Campoamor ovetense. Esperemos, pues, que sea pronto. Una de las noticias más felices de esta temporada es, cómo no, la tan esperada reposición de El juramento en el teatro de la calle Jovellanos, que tendrá lugar entre el 23 de noviembre y el 16 de diciembre. Es sabido que la producción firmada en lo escénico por Emilio Sagi ha sido uno de los trabajos más aplaudidos del director de escena a lo largo de su carrera, con un vestuario de fábula diseñado por el desaparecido Jesús del Pozo y una escenografía tan expresiva como esquemática de Gerardo Trotti. Los amoríos de El juramento subirán de nuevo a las tablas y quizás haya llegado el momento de plantear una grabación de esta zarzuela que para Barbieri tenía una música “agradable siempre y con algunos trozos excelentes”. Es interesante señalar que Gaztambide prefería denominar a sus zarzuelas como “óperas cómicas”, ya que al fin y al cabo, se trataba del mismo género teatral que la opéra-comique de Auber y Thomas. Su colega de generación Barbieri, en este singular debate terminológico, defendió siempre el castizo término de “zarzuela”, aunque sabía bien que los libretos que se traía entre manos eran, en su mayoría, traducciones de los de la industria de “Scribe y Cía.”. El propio Luis Olona, libretista de El juramento, reconocería en la primera edición de su texto que la obra se inspiraba lejanamente en un personaje de La rose de Péronne escrita casi veinte años antes por Adolphe de Leuven y Adolphe d’Ennery para el célebre Adolphe Adam. Sea como fuere, hoy apreciamos en estas óperas cómicas o zarzuelas —llamémoslas como deseemos— de Arrieta, Oudrid, Inzenga, Barbieri o Gaztambide, uno de los momentos de mayor interés del patrimonio lírico hispano que, sin lugar a dudas, exige ser estudiado en profundidad y representado con mayor frecuencia que hasta ahora. Hoy no contamos con un estudio de consideración donde se analice la figura de Gaztambide y mucho menos su obra. Por ahora, debemos conformarnos con adivinar en lo poco de su música que conocemos algunas de las cualidades que definen su ideario estético. Algo más joven que Verdi, el compositor navarro conocía a la perfección la lírica italiana de su tiempo y se curtió, como tantos músicos, en el foso de teatros de ópera tocando con su contrabajo el repertorio de Mercadante, Bellini, Donizetti, etc. La ópera italiana ofreció a los zarzuelistas de su generación la lengua franca “a la moda” sobre la que articular su discurso; en otras palabras: los utensilios y la técnica sobre la que edificar un teatro musical de aspiración nacional que sólo quienes se quedan en su fachada pueden tacharlo de “italianizante”. Nada más lejos de la realidad; las zarzuelas de Gaztambide (como las de Arrieta o el Barbieri previo a Pan y toros) integran de manera sutilísima — Felipe Pedrell diría “esencializada”— los rasgos estilísticos de cantos populares españoles dándose el caso de escuchar cantar a personajes rusos en la zarzuela Catalina a ritmo de vito. En definitiva, para Gaztambide lo popular no es sinónimo de indígena, y su aspiración es la de crear una ópera cómica genuinamente española que no esté reñida con una vocación firmemente internacional. En sus zarzuelas grandes de temática semiseria como la citada Catalina —quizás su obra maestra—, El valle de Andorra o El diablo las carga, apreciamos una influencia, esta vez real, de las formas de hacer de compositores franceses como Auber o el Donizetti francés, y en absoluto el primer Verdi. Lo vistoso o espectacular tanto en lo escénico como en lo musical —con grandes estructuras poliseccionales, un manejo brillante de los coros o pasajes melodramáticos desarrollados orquestalmente— dice mucho de un Gaztambide perfectamente conocedor de lo que la vanguardia parisina del momento, en concreto Meyerbeer, proponía. En el caso de sus zarzuelitas breves, como en Barbieri, el modelo de la tonadilla dieciochesca filtrada, eso sí, por el vaudeville burgués se evidencia, quedando para el recuerdo lindezas como la jácara de Casado y soltero o el lastimero vito de Un pleito. Dando la vuelta a esta tortilla — entiéndase, la que se comen en El amor y el almuerzo— queda claro que estamos ante todo un compositor por descubrir. No pensamos que la noticia sea, precisamente mala; veámosla como una auténtica tentación. Gaztambide es una delicia de la que apenas hemos saboreado las primeras mieles. Después de volver a escuchar estos días su música en el Teatro de la Zarzuela, será labor de gestores y programadores comprometerse con uno de los valores más significativos del XIX musical español. Hagamos el juramento de no olvidarle nunca más. Enrique Mejías García Madrid. Teatro de la Zarzuela. Del 23-XI al 16-XII-2012. Gaztambide, El juramento. Puértolas, González, Bermúdez, Menéndez. Director musical: Miguel Ángel Gómez Martínez. Director de escena: Emilio Sagi. 7 279-Pliego 1 23/10/12 13:17 Página 8 AGENDA AGENDA Comienza en Bilbao MÚSICA BBK L a Fundación BBK introduce novedades en su próxima temporada musical en Bilbao, una programación abierta a lo largo del año, no limitada a las creaciones de los siglos XX y XXI, como venía sucediendo, sino concediendo prioridad a la originalidad histórica en versiones poco frecuentes en los conciertos, pero sin dejar de lado la producción contemporánea y las nuevas composiciones presentadas por grupos de prestigio. Iniciados los conciertos el día 27 de octubre en la Sala BBK, con la Coral Salvé de Laredo dirigida por José Luis Ocejo, seguirá, el 24 de noviembre, el Grupo Enigma dirigido por Juan José Olives, con piezas de Lutoslawki, Martinu, Searle LABORATORIO DE INTERPRETACIÓN MUSICAL y Britten. El 5 de diciembre, el histórico Laboratorio de Interpretación Musical (LIM), grupo residente en las treinta y una ediciones del Festival BBK, y dirigido por su titular Jesús Villa Rojo, propondrá una sesión con obras de Francisco Escudero, Debussy, Marco y Gershwin. Todos los conciertos tendrán lugar en la sala de la Fundación BBK, en la Gran Vía bilbaína. Gragera y Cardó en el Ciclo de Lied NUEVOS EN ESTA PLAZA Y 8 a era hora de que una de las mejores cantantes de lied españolas, Elena Gragera, se presentara en el Ciclo que, dedicado a la canción de concierto, han rescatado el CNDM y el Teatro de la Zarzuela. Gragera es una cantante excelente que sorprenderá a los fieles al ciclo que no la hayan escuchado nunca. Además, ella y su acompañante habitual, Antón Cardó, montan siempre unos interesantísimos programas con su correspondiente hilo conductor en nombres o en textos. Esta vez se trata de unir a ellos y a ellas, mujeres y maridos, hermanos y hermanas. Así, su recital del día 26 incluirá obras de Clara y Robert Schumann, Fanny y Felix Mendelssohn y Alma y Gustav Mahler. ELENA GRAGERA Y ANTÓN CARDÓ Madrid. Teatro de la Zarzuela. 26-XI-2012. Ciclo de Lied. Elena Gragera, mezzosoprano; Antón Cardó, piano. Obras de Clara Schumann, Robert Schumann, Fanny-Hensel Mendelssohn, Felix Mendelssohn, Alma Mahler y Gustav Mahler. 279-Pliego 1 23/10/12 13:17 Página 9 AGENDA En el XVII Ciclo de Grandes Intérpretes NUNCA ES TARDE concluida en 2003. Con el paso del tiempo, y desde aquella memorable presentación suya en el Wigmore Hall a los veinte años, Kovacevich se ha convertido en un pianista por encima de modos y modas que ahora graba para la pequeña firma Onyx. Su programa de presentación incluye, como era de esperar y de desear, música de Beethoven: tres Bagatelas, op. 126 y la Sonata, op. 110 —es decir, la engañosa facilidad y la hondura evidente, crepusculares ambas— y se completa con la monumental Sonata D. 960 de Franz Schubert. STEPHEN KOVACEVICH S i la dicha llega, como sucede en este caso con el debut en el Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo de Stephen Kovacevich. Nacido en Los Angeles en 1940, discípulo de Myra Hess en Londres, la ciudad en la que vive, anunciándose al principio de su carrera como Stephen Bishop y luego como Stephen Bishop-Kovacevich, el pianista norteamericano de origen croata es conocido entre nuestros aficionados, sobre todo, por sus grabaciones del gran repertorio y muy especialmente por la de sus sonatas de Beethoven, Madrid. Auditorio Nacional. 27-XI-2012. Stephen Kovacevich, piano. Obras de Beethoven y Schubert. www.fundacionscherzo.es Ute Lemper y Jornadas Luis Iberni L os Conciertos del Auditorio de Oviedo —todo un esfuerzo en plena crisis— comenzaban el 27 de octubre con una sesión a cargo de Ainhoa Arteta, Juan Jesús Rodríguez y la Oviedo Filarmonía dirigida por su titular, Mario Conti. Ahora en noviembre son las Jornadas de Piano Luis G. Iberni las que arrancan con dos nombres señeros, Christian Zacharias y Rafal Blechacz, a los que se sumarán en convocatorias sucesivas nada menos que Nicholas Angelich —en muy atractiva presentación junto a Renaud Capuçon y Daniel Müller-Schott—, Rudolf Buchbinder —también con la Oviedo Filarmonía—, Leif Ove Andsnes y Daniel Trifonov —con la Nacional Rusa dirigida por otro grande del teclado, Mikhail Pletnev. En este mismo noviembre, el día 19, y un día antes que a Madrid, llegará también Ute Lemper con Stephan Malzew y el Cuarteto Vogler con obras de Schulhoff, Asso, Emer, Weill, Eisler, Alberstein, Piazzolla, Ravel y Jacques Brel en uno de esos conciertos donde el cruce de caminos conduce al oyente a asociaciones inesperadas. Ah, y para el mes próximo, la exquisita Nina Stemme con la Orquesta de Cámara de Suecia dirigida por Thomas Dausgaard. UTE LEMPER OVIEDO DA LA NOTA Oviedo. Auditorio Príncipe Felipe. 19-XI-2012. Ute Lemper, Stephan Malzew, Cuarteto Vogler. Obras de Schulhoff, Asso, Emer, Weill, Eisler, Alberstein, Piazzolla, Ravel y Brel. 9 279-Pliego 1 23/10/12 13:18 Página 10 AGENDA Ciclo de Jóvenes Intérpretes L lega al Ciclo de Jóvenes Intérpretes el pianista Enrique Bernaldo de Quirós, uno de los nombres más brillantes del nuevo pianismo aunque haya nacido en Moscú en 1981. Bernaldo de Quirós es uno de los excelentes frutos que ha dado la Escuela Reina Sofía, donde se formó con Galina Eguiazarova y, por tanto, en la mejor escuela rusa. En su programa en el ciclo, sin embargo, no propone música rusa. Lo abrirá con cuatro Preludios del Libro I de la obra del mismo título de Claude Debussy, para continuar con la Sonata D. 537 de Schubert y cerrar con la enorme Sonata nº 3 de Brahms. O lo que es lo mismo, comenzar con la sutileza del genio cumplido y cerrar con la potencia arrebatadora de quien lo era en agraz. En el centro, el milagro schubertiano. Mucho que tocar para un pianista que promete también mucho. BERNALDO DE QUIRÓS MUCHO QUE TOCAR Madrid. Teatros del Canal. 6-XI-2012. Enrique Bernaldo de Quirós, piano. Obras de Debussy, Schubert y Brahms. XXIV Edición del Festival Internacional MORELIA O LA FIESTA DE LA MÚSICA V 10 uelve un año más ese acontecimiento imprescindible en la vida musical de Méjico y de América Latina que es el Festival Internacional de Música Miguel Bernal Jiménez de Morelia. Del 16 al 25 de noviembre, conciertos y actividades paralelas —desde la pintura de Juan Torres a Shakespeare puesto en música por el propio Bernal Jiménez, pasando por las flores o la gastronomía— que revelan la vitalidad de un certamen que cumple ya su vigésimo cuarta edición y que tiene como aliciente no precisamente menor la belleza de la capital de Michoacán. Lo abrirá la Sinfónica Nacional de Méjico dirigida por Antoni Ros Marbà, con Ilya Gringolts al violín, el Concierto de Beethoven y la Fantástica de Berlioz. Y lo cerrarán I Turchini de Antonio Florio con un programa titulado El tesoro de San Genaro y que incluirá música de las grandes capillas napolitanas de los siglos XVII y XVIII, de Giovanni Maria Sabino a Domenico Scarlatti. La música de cámara llega con dos recitales del trío que forman Morelia. 16/25-XI-2012. www.festivalmorelia.com la viola Kim Kashkashian, la flautista Maria Piccinini y el arpista Siman Magen en un par de recorridos —los días 17 y 19— por un repertorio de músicas con mayoría de las del siglo XX —aunque todo empiece con Rameau— unidas bajo el signo de la exquisitez: Kurtág, Takemitsu, Debussy, Bax, Gubaidulina, Ravel… El día 22 seguirá una interesante propuesta de Sigma Project con arreglos y obras escritas para cuatro saxofones, que empezarán en el Ars Nova para llegar a los españoles Erkoreka e Iba- rrondo, pasando por Carlo Gesualdo y Domenico Scarlatti. El mismo día, más ortodoxo, el Cuarteto de Leipzig propondrá un programa Mozart, Schubert y Brahms. Y el 24 otro con obras de Beethoven, Cristóbal Halffter —Cuarteto nº 2— y Mendelssohn. La música contemporánea tendrá su lugar especial la misma fecha en el recital del flautista Alejandro Escuer. Y dos sesiones poco convencionales: la música en vivo de Michael Nyman — con su banda— para El acorazado Potemkin de Eisens- tein —el 23— y, al día siguiente, Lumínico, un espectáculo que vincula la música electrónica con la acústica, el vídeo en tiempo real, la poesía, la fotografía y la iluminación. Serán sus protagonistas el Onix Ensemble con Robert Mackay. Ah, y para mostrar más aún la versatilidad del Festival, Tania Libertad y sus canciones y un paseo a cargo de Hollving Argáez, Francisco Bringas y Anna Adoue por la música clásica del Norte de la India. Definitivamente, Morelia va a ser una fiesta. 279-Pliego 1 23/10/12 13:18 Página 11 AGENDA En Zúrich HAENDEL POR MARTHALER CHRISTOPH MARTHALER L a Ópera de Zúrich revive la tradición barroca del pasticcio de la mano, como no podía ser de otra manera, de Haendel, un compositor que los generó en vida y después de muerto. Sale se llama esta suma de fragmentos del autor de El Mesías que dirigirá escénicamente Christoph Marthaler —se anuncia como “un proyecto” del director alemán— y en lo musical — al mando de La Scintilla, la orquesta “especializada” de la casa— el experto Lawrence Cummings. El reparto lo encabezan dos cantantes suecas: Anne Sofie von Otter, que ha ido deslizando su carrera hacia el barroco, y Malin Hartelius, una experta en el asunto. Zúrich. Ópera. 4/27-XI-2012. Haendel, Sale. Von Otter, Hartelius, Augestad, Durnaux. Director musical: Lawrence Cummings. Director de escena: Christoph Marthaler. En el Ciclo del Plural Ensemble MANZONI EN MADRID FABIÁN PANISELLO E l Plural Ensemble, dentro de su ciclo Retratos, incluido en los Conciertos de Música Contemporánea de la Fundación BBVA, dedica su segundo concierto a Giacomo Manzoni y a Iannis Xenakis. El compositor griego hubiera cumplido este año los noventa y el italiano acaba de cumplir felizmente los ochenta: “sigo luchando para no desaparecer”, declaraba hace unos meses a Benjamín García Rosado en El Cultural. Y Manzoni estará en Madrid para ese concierto que, el día 7, presentará Musica notturna, Il rumore del tempo e …in diesen Meer… De Xenakis —excelente pareja para Manzoni y para cualquiera— se ofrecerán Palimpsest, Rebonds y Anaktoria. Una cita llena de interés con dos de los grandes nombres de eso que se llamó vanguardia y hoy ya está más allá. Madrid. Auditorio Nacional. 7-XI-2012. Joo Cho, soprano; Roberto Abbondanza, barítono. Plural Ensemble. Director: Fabián Panisello. Obras de Manzoni y Xenakis. 11 279-Pliego 1 23/10/12 13:18 Página 12 AGENDA Estreno mundial del Cuarteto nº 6 de Lera Auerbach Marco Borggreve E l Cuarteto de Tokio, casi de despedida, acude a Madrid, a las Series XX/XXI del CNDM en el Auditorio Nacional, a donde volverán en marzo, dentro del Liceo de Cámara, cuando ya les quede poco para ese anunciado adiós definitivo que llegará al fin de esta temporada 20122013. Como sucedió con el Borodin o el Alban Berg, como sucederá con el Emerson cuando se vaya, con el Tokio se irá un mito de la vida musical, de los conciertos y de los discos. Y se irá un cuarteto que, en su primera formación, firmó una integral fonográfica de los de Bartók que quedó para la historia. Precisamente Bartók es lo que traen como principio — el Cuarteto nº 5— y final —el nº 4— de su recital madrileño, enmarcando el que ya es el Sexto de Lera Auerbach —una de las compositoras de más éxito y mejores resultados de los últimos años—, encargo del CNDM y estreno absoluto. Imprescindible. CUARTETO DE TOKIO EL TOKIO EMPIEZA A DESPEDIRSE Madrid. Auditorio Nacional. 30-XI-2012. Cuarteto de Tokio. Obras de Bartók y Auerbach. Del Liceu al Palau EL MEJOR PLAN EN EL PEOR MOMENTO E l nuevo director musical del Gran Teatro del Liceo, Josep Pons, estrena el cargo con un serio, riguroso y ambicioso plan de trabajo que tiene como objetivo fundamental elevar la calidad de la orquesta y el coro del teatro, verdadero talón de Aquiles en la proyección internacional de un coliseo que, a nivel de propuestas escénicas y calidad de las voces, juega en la primera división lírica europea, y lo hace con un presupuesto mucho menor al que manejan otros teatros de primera fila. Pons ha reconocido, en rueda de prensa, que llega al cargo “en el peor momento”, con más de 30 vacantes en la orquesta fruto de los recortes presupuestarios. Ciertamente el momento es malo, el peor de la reciente historia, y no sólo por la situación económica. Muchos de los problemas que hoy afronta el director general del teatro, Joan Francec Marco, son fruto de errores en la gestión, en la selección de nuevos cargos y en la información, a los trabajadores y al público, de las medidas adoptadas, que 12 por la propia identidad del teatro no podría haber llevado a cabo sin el visto bueno de los responsables políticos de la gestión del teatro. Pero sólo desde posturas mezquinas se le puede poner en la picota como responsable de todos los males cuando estamos ante un problema que viene de muy lejos y al que no quisieron, o no se atrevieron a meter mano, los anteriores directores generales del teatro, Josep Caminal y Rosa Cullell, quienes, en tiempos mucho más propicios para manejar el talonario sin tantas restricciones, fueron incapaces de afrontar la imprescindible renovación de una orquesta y un coro, incluido el nunca agradable proceso de despidos, y la negociación, sin trampas ni falsas promesas, de un reglamento que acabe de una vez por todas con privilegios imposibles de mantener en los tiempos que corren. Josep Pons asume el cargo poco después de que la dirección haya despedido a once músicos titulares “por motivos económicos”, según la carta que recibieron los afectados el pasado 30 de julio. De momento no se cubrirán las vacantes, se funcionará a base de contratos temporales y, como explicó el propio Pons “será necesario flexibilidad en los horarios” de los miembros de la orquesta para “facilitar la planificación del trabajo” y “aumentar la actividad musical”. Uno de los objetivos del nuevo departamento musical es “dar visibilidad” a la orquesta con conciertos dentro y fuera del teatro. A los convenios de colaboración con el Auditori y el Palau se suman iniciativas necesarias para mantener alta la salud artística y la autoestima de los músicos: más allá de su actividad en el foso, se crearán grupos de música de cámara y conjuntos especializados en el repertorio barroco y la música contemporánea para poder ofrecer conciertos en diferentes formatos. El plan contempla la creación de una academia instrumental y otra vocal, donde los estudiantes llevarán a cabo un postgrado que les permitirá hacer las prácticas en las masas estables de la casa. Es un buen plan, el mejor plan posible, que llega en el peor momento. Ojalá funcione. Y ya que hablamos del Liceu, alguien debería explicar, en especial tras los pocos acertados estrenos en la programación infantil y familiar del teatro, cómo es posible que siga sin estrenarse la ópera Jocs de mans, de Alberto García Demestres, que fue un éxito hace cuatro años en escenarios italianos, y ganó en 2010 el segundo premio del Concurso Internacional Opera Vista de Houston, certamen que el año pasado también premió otra de sus óperas, Il sequestro. Tampoco el Teatro Real parece muy interesado en estrenar estas obras. Mientras espera mayor atención en su país, García Demestres, que este año se ha convertido en el primer compositor español invitado a la prestigiosa residencia de artistas Yaddo (Saratoga Springs) ha podido ser estrenado y ha disfrutado viendo cómo partituras suyas que aquí permanecen inéditas han triunfado en varios auditorios y teatros del estado de Nueva York y Pittsburgh. Javier Pérez Senz 279-Pliego 1 23/10/12 13:18 Página 13 279-Pliego 1 23/10/12 AGENDA 14 13:18 Página 14 279-Pliego 1 23/10/12 13:18 Página 15 AGENDA 15 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 16 AC T U A L I DA D 16 XXVIII Festival de Música UN FIN DE SEMANA MEMORABLE Xavi Miró Auditorio. 22-IX-2012. Kelley O’Connor, mezzo. Orquesta Nacional de España. Director: Rubén Gimeno. Obras de Takemitsu, Sánchez-Verdú y Bernstein. 23-IX-2012. Huw Watkins, piano; Timothy Lines, clarinete. Birmingham Contemporary Music Group. Director: Oliver Knussen. Obras de Knussen, Davies, Cashian y Casablancas. Benet Casablancas, Timothy Lines y Oliver Knussen en el Festival de Música de Alicante A las ocho y media de la tarde del sábado 22 se celebraba en la Sala Sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante el segundo concierto grande de la vigésimo octava edición del FMA (el primero tuvo lugar el día anterior con un programa en torno a Messiaen, Joseba Torre y Cristóbal Halffter) y hubo de volver al ruedo una musculosa ONE enjaezada por Rubén Gimeno, un afilado sofista que supo persuadirnos de que un programa tan heterogéneo como el de esa velada no sólo tenía sentido sino que además era inevitable. Y es que en frío, sobre la hoja de programa, poco tiene que ver el Réquiem de Takemitsu con el suntuoso universo translúcido de Sánchez-Verdú conjurado en Alqibla y menos aún esta obra de sonoridades en fuga con el Leonard Bernstein de la Sinfonía Jeremías, pero como ya les digo Gimeno y la ONE oficiaron espléndidamente y el programa corrió como salto de agua por el escalonado patio de butacas. Evidentemente, no se podía empezar la casa por el tejado, y de ahí que el necesario crescendo programático indicara ALICANTE NAC I O NA L ACTUALIDAD ALICANTE comenzar por el breve Réquiem para cuerdas del maestro japonés y seguir en ascenso por la obra del compositor algecireño hasta alcanzar el astro de Bernstein en la segunda parte. Las cuerdas tejieron un Takemitsu del todo impresionista y en los fugaces corrimientos contrapuntísticos de la obra el divisi estuvo admirablemente empastado, si bien alguna que otra entrada dinámica sonó un punto cargada. Pero en general se sirvió un Réquiem intachable del cual emanó esa sensación de devenir que es el concepto de la página. De la quejumbre del Réquiem fuimos transportados a esa prodigiosa fronda de SánchezVerdú en la que los instrumentos respiran, boquean y se atragantan sobre un ostinato de semicorcheas que es casi un corazón acústico; la instrucción parlato sempre ppp e bisbigliando de la segunda parte marca unas jarchas y un mantra —abadán— que los profesores murmuran al tañer sus instrumentos como haciendo suya una tradición de magos y profetas. Se le regalaron muchos bravos al compositor cuando éste salió a la pales- tra a recoger los aplausos, pero más no habrían sobrado. Director y orquesta estuvieron fantásticos. La velada concluyó por todo lo alto con una Primera de Bernstein a la que no se le pudo poner ni un “pero” y que de hecho sonó en todo momento tan idiomática como en manos de su hacedor: Gimeno no flaqueó un instante a lomos de este pura sangre americano y la ONE sirvió el brioso scherzo “coplandblochiano” del movimiento rápido (Profanation) con unos perfectos remates de dosillos y cinquillos, unos ángulos muy bien atrapados en las síncopas y unas cuerdas muy limpias en las exposiciones de la melodía hebrea. La mezzo Kelley O’Connor brilló por su parte en el kadish conclusivo gracias a un fraseo tan suelto como entraño. Y si Gimeno y la ONE nos regalaron el sábado un concierto sinfónico de primera, el maestro de ceremonias Oliver Knussen bordaría el domingo —a pesar de tener que arrastrar un cuerpo que le abulta y le sofoca—, una brillante sesión de cámara en la que se destilaron las más exquisitas esencias del modernismo. Puede que las 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 17 AC T U A L I DA D ALICANTE obras no fueran para todos los pabellones (a fin de cuentas la escuela de Knussen y Maxwell Davies no destaca por sus bondades), pero el trabajo del Birmingham Contemporary Music Group fue tan minucioso y exigente que las mismas piruetas y tecnicismos de cada obra resultaron poéticamente suficientes. Mientras que las postexpresionistas y muy hiperactivas ...Upon One Note —un retruécano purcelliano muy bien emborronado— y Ophelia Dances —un trabajo de paráfrasis sobre Schumann y Debussy inspirado en la tradición del consort— mostraron al Knussen más cinético y anfractuoso, las piezas Ophelia’s Last Dance —donde la finada Sue Knussen aparece, desaparece y reaparece en forma de melodía cérea— y Autumnal —unas exequias para violín y piano verdaderamente lóbregas— rindieron al Knussen más afectivo. Pero hubo vida más allá del maestro escocés, y fue él mismo quien lo corroboró al estrenar la, por otro lado, muy knusseniana Nature de Tansy Davies —composición alambicada y un punto farragosa herida por el horror vacui y el desenfreno contrapuntístico— y los estimables Caprichos de Philip Cashian —obra en la que se combina sagazmente la complejidad motriz de los ostinati roda- dos sobre el piano con unas líneas muy bien tiradas para el viento bajo. Cerró tamaño fin de semana la muy arquitectónica Dove of Peace. Hommage to Picasso de nuestro Benet Casablancas, una obra para gran ensemble que en su magistral contrapunto de voces y colores parece elevarse sobre los músicos como una catedral flamígera y tonante. David Rodríguez Cerdán Gran momento de la Orquesta de Liverpool ARTE POR EXCELENCIA Alicante. Auditorio de la Diputación. 19-X-2012. Joaquín Achúcarro, piano. Real Filarmónica de Liverpool. Director: Vasili Petrenko. Obras de Brahms y Shostakovich. C uando el arte, en sus distintas manifestaciones, adquiere el grado de excelencia es que cumple los atributos de verdad, bondad y belleza. Sin ánimo de maximizar en el juicio, esta tríada se dio en el concierto inaugural de la temporada sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante, gracias a la perfecta integración causal de cuatro factores: una música excelsa, un instrumento orquestal de enorme perfección, unos intérpretes comprometidos con las obras y una acústica realmente espléndida. Con tales mimbres el resultado fue tan espectacular como emocionante. Joaquín Achúcarro atesora una sabiduría de tal significación que convierte sus actuaciones en verdaderas lecciones magistrales. En este caso ha mostrado tal cualidad con una obra grande del repertorio como es el Segundo Concierto para piano y orquesta, op. 83 de Johannes Brahms, en el que su primer movimiento sirvió para templar conjunción entre solista y director. La interpretación adquirió más interés en el apasionado Allegro que le sigue, encontrándose ambos protagonistas mejor concertados, aunando criterios de concepto y modos de expresión. En tal sentido es de admirar la capacidad de acompañamiento del maestro Petrenko, siguiendo el tempo y el fraseo que surgía del piano en una actitud de respeto artístico digna de un singular músico como es este extraordinario director peterburgués. Lo conseguido en el tercer movimiento fue una demostración de tales intenciones, haciendo posible un momento memorable de articulación de sonido en el pianista vasco. Éste agradeció la entrega del público con una intimista versión del Nocturno para la mano izquierda, op. 9 de Scriabin. THE ENSEMBLE INTERCONTEMPORAIN Honorary President : Pierre Boulez Musical Director : Susanna Mälkki Musical Director appointed : Matthias Pintscher (September 2013) Is hiring A TRUMPET PLAYER Audition : February 4th and 5th 2013 Closing date for registration : January 18th, 2013 The musician will be engaged as permanent member Contract begins in September 2013 Program and application forms to be downloaded from November 2012 on www.ensembleinter.com/fr/recrutement Further informations : Tél. +33 (0)1 44 84 44 62 e-mail : [email protected] Una sobrecogedora interpretación de la Sinfonía nº 10, op. 93 de Shostakovich ocupó la segunda parte de este debut de Petrenko en el Auditorio alicantino. Su interiorización del sinfonismo del gran compositor ruso, que desde la muy personal voz de su música superó las convulsa etapa histórica de su patria, es comparable con la de los grandes maestros de la batuta contemporáneos del autor como Mravinski, quien estrenó esta sinfonía en Leningrado unos meses después de la muerte del temido Stalin, cuya sombra parece siempre planear sobre la intencionalidad extramusical de esta portentosa obra. Sin entrar en detalles, sólo cabe rendirse ante una interpretación excelsa en todos los sentidos, dejando claro cómo esta orquesta británica se ha instalado entre las mejores de Europa, tuteando a las grandes formaciones londinenses tanto en sonido como en conjunción técnica, con un director que posee una perfecta bipolarización del gesto (expresión y tempo) y un dominio del espacio eufónico con un natural y espontáneo sentido de anacrusa, cualidad ésta muy apreciada para “ver” el sonido. José Antonio Cantón 17 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 18 AC T U A L I DA D BARCELONA Se impuso la coherencia musical LA FORZA VERDIANA DE RENATO PALUMBO Gran Teatro del Liceo. 2-X-2012. Verdi, La forza del destino. Violeta Urmana, Marcello Giordani, Ludovic Tézier, Marianne Cornetti, Vitali Kovaliov, Bruno de Simone, Abramo Rosalen, Vicenç Esteve Madrid. 10-X2012. Norma Fantini, Zoran Todorovich, Luca Salsi, Enkelejda Shkosa, Carlo Colombara, Roberto de Candia. Director musical: Renato Palumbo. Director de escena: Jean-Claude Auvray. Escenografía: Alain Chambon. Vestuario: Maria Chiara Donato. Iluminación: Laurent Castaingt. 18 A. Bofill BARCELONA El Liceu ha inaugurado la temporada con La forza del destino, título que no se representaba en el coliseo barcelonés desde 1982 —memorable debut de Eva Marton, junto a, tomen nota: Giacomini, Cappuccilli, Miltcheva, Plishka, Bruscantini y Piero di Palma, con dirección de Nicola Rescigno— aunque durante la reconstrucción, en la temporada 1995-1996, se programó en el Teatro Victoria con un reparto encabezado por Ana María Sánchez. Pero ya ni el gancho verdiano da frutos en taquilla: el público flojea y quizá ha llegado el momento de reducir funciones y ofrecer, como hacen muchos teatros, entradas a precios más asequibles una hora antes de la representación. Más que la mala fama que arrastra desde su estreno, lo que más temen los teatros es la dificultad extrema que plantea la obra, a todos los niveles. Hay que lidiar en lo escénico con un argumento confuso, cambios de espacio y tiempo y esa innovadora mezcla de escenas bufas y costumbristas en medio de un trágico dramón que deja el escenario poblado de cadáveres. Por ello cobra aún más valor la espléndida dirección de Renato Palumbo, un músico serio, riguroso, que conoce a fondo el estilo, la tradición y, cosa determinante, ama las voces, conoce las necesidades de los cantantes y les facilita la tarea con un acompañamiento flexible, cuidado y siempre presidido por la musicalidad. Palumbo, que ya entusiasmó con su trabajo en Aida, recrea con acierto las diferentes atmósferas y otorga coherencia musical a una partitura muy desigual que se ofrece ínte- Marcello Giordani y Ludovic Tézier en La forza del destino de Verdi en el Liceo gra, pero con un poco afortunado cambio de lugar, por exigencias escénicas, de la célebre obertura, situada entre el primer acto y el segundo acto. La orquesta sonó con fuerza, bien ajustada, y el coro resolvió con brillantez sus intervenciones. No tuvimos tanta suerte con las voces, porque Violeta Urmana decepcionó con una Leonora de voz crispada y tirante, con muchos nervios; a pesar de los problemas, tuvo escenas de gran clase. Marcello Giordani tiene los agudos que reclama Don Alvaro, pero soportar su canto monótono, vulgar e inexpresivo es una pesada cruz. Excelente Ludovic Tézier en su debut en el papel de Don Carlo, interpretado con gran clase, impecable línea y temperamento, y también Bruno de Simone, que hace un gran Melitone, bien cantando, con olfato teatral y una vis cómica sin exageraciones. Acertada labor de Vitali Kovaliov, Padre Guardiano de nobles acentos, y de Marianne Cornetti, Preziosilla sólo correcta en lo vocal. Mediocre montaje, coproducido con la Ópera de París y firmado por Jean-Claude Auvray: aburrido, sin emoción, con un inmenso y desnudo escenario, presidido por un Cristo sin cruz, que perjudica la proyección de las voces. En el segundo reparto, Norma Fantini tuvo problemas, desbordada por una tesitura y un peso dramático que excede sus bellos medios líricos, al igual que Zoran Todorovich, muy flojo Don Alvaro. Sorprendió, y muy gratamente, la buena voz y el estilo del joven Luca Salsi como Don Carlo y estuvo impecable Carlo Colombara, con una voz de gran belleza y expresividad como Padre Guardiano. A muy buen nivel Roberto de Candia (Melitone), Enkelejda Shkosa (Preziosilla) y, en todas las funciones, Vicenç Esteve Madrid (Maese Trabucco). Javier Pérez Senz 279-Pliego 2 24/10/12 18:33 Página 19 AC T U A L I DA D BARCELONA Temporada de la OBC NO ES UN LUJO, ES UN VALOR Barcelona. Auditori. 5-X-2012. Arcadi Volodos, piano. Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Director: Pablo González. Obras de Brahms, Blai Soler y Shostakovich. Rafa Martín E l director titular de la OBC, Pablo González, tuvo el acierto de preludiar el concierto —y la temporada— con un parlamento breve, que resultó así ser dos veces bueno, cuya esencia quedó contenida en sus últimas palabras: “La música no es un lujo, es un valor”. Era muy oportuno recordarlo en estos tiempos en que el poder —García Calvo diría “el Estado y el Capital”— se ha encarnizado con la cultura, en especial con la música y con su enseñanza. Y el concierto que siguió fue un buen concierto, es decir, valioso, un goce artístico, un enriquecimiento cultural y, además, integrador de valiosas músicas de épocas y estéticas muy diferentes, como si se quisiera poner de relieve la grandeza de la música, su directa accesibilidad por encima de todo tipo de fronteras. Lo nuevo, novísimo (2011), fue Plaint-Chant, del compositor catalán Blai Soler (1977), quien vive y trabaja en Londres (naturalmente), y que cumplió con esa obra un encargo de la London Philharmonic Orchestra. Se trata de una obra sólida, muy bien construida, pulida. Basada su especial y efectiva sonoridad en el empleo de intervalos de cuarto de tono —por lo tanto, ajenos a la escala de tonos y semitonos—, no resultó tan “extraña y exótica” como presagiaba su autor, ni especialmente difícil de escuchar, en todo caso sí muy satisfactoria en su denso y bien tramado estatismo y en sus contrastes abruptos pero sabios. El concierto había empezado —majestuoso contraste— por una obra señera de la tradición clásico-romántica, el Segundo Concierto para piano y orquesta de Brahms, con un formidable ARCADI VOLODOS Arcadi Volodos al piano, y acabó con un Shostakovich poco frecuente, su Primera Sinfonía. Pablo González dirigió con esmero ambas piezas. En Brahms el impulso de Volodos se impuso y aunque González asumió con plena conciencia el papel concertante de la orquesta en la “sinfonía con piano” que es este concierto, pareció priorizar el control y la prudencia sobre el aliento grande y de vuelo alto. Volodos exhibió una potencia interpretativa en nada gratuita, al contrario, absolutamente coherente, porque su virtuosismo, extraordinario, supo estar al servicio de la obra, tanto en sus momentos épicos —la arrolladora interpretación de los arpegios llenos de fuerza rítmica y sonora, después de la larga introducción orquestal de la exposición, por cierto todo ello vertido por González en un tempo sorprendentemente ligero— como en los más líricos —su perlado toque preparando la entrada de la reexposición. Y, para acabar, una muestra de un Shostakovich incipiente, pero que ya dejaba ver las semillas que más tarde florecerían en su gran sinfonismo. José Luis Vidal 19 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 20 AC T U A L I DA D BILBAO Inicio de la LXI Temporada de la ABAO VIOLETTA ANTE LA CRISIS 20 Abría la ABAO su temporada con La traviata, una de esas óperas verdianas que unen a su capacidad para crear nuevos públicos la de satisfacer al aficionado de siempre, fórmula habitual en tiempos de crisis y casi inevitable para una asociación que se va a dar en la cara con un recorte drástico en las ayudas que recibe anualmente del gobierno central. Pero vamos a hablar de música, que es de lo que se trata, y vamos a empezar por Keri-Lynn Wilson, que volvía al Euskalduna —después de dirigir La bohème en 2004 y Anna Bolena en 2007— para reafirmar su conocimiento del mundo de la ópera italiana del XIX y, por tanto, su capacidad para mover el drama con intensidad y su buena mano como acompañante de cantantes. Le ayudó una atenta y disciplinada Sinfónica de Bilbao, pero no pudo evitar ciertos desajustes con el coro, particularmente en el cuadro de la fiesta de Flora. Del reparto podríamos quedarnos con el Germont de Artur Rucinski, quizás un poco por el factor sorpresa, pues no esperábamos de este joven polaco una voz tan compacta y un fraseo tan bellamente delineado. Se dirá que le falta algo tan difícil de definir como la personalidad verdiana, pero eso puede venir con el tiempo, y así lo esperamos tras su magnífica —y muy aplaudida— interpretación del aria Di Provenza il mar. Bros fue en Alfredo el gran cantante de siempre, con las luces bien rutilantes (emisión aseada, línea elegante, fraseo impoluto) y las sombras un poco más oscuras (agudos abiertos, cierta fatiga vocal). Como anécdota para curiosos, no subió al do al final de la cabaletta del segundo acto. E. Moreno Esquibel BILBAO Palacio Euskalduna. 29-IX-2012. Verdi, La traviata. Ermonela Jaho, José Bros, Artur Rucinski, Itxaro Mentxaka, Ainhoa Zubillaga, Miguel Ángel Zapater. Coro de Ópera de Bilbao. Sinfónica de Bilbao. Directora musical: Keri-Lynn Wilson. Director de escena: Pier Luigi Pizzi. Director de escena de la reposición: Massimo Gasparon. Producción del Teatro Real de Madrid y ABAO-OLBE. Ermonela Jaho y Josep Bros en una escena de La traviata de Verdi en la temporada de la ABAO En Violetta, la albanesa Ermonela Jaho dio el perfil de la soprano lírica que pide Verdi en el segundo acto, donde se creció asombrosamente, pero también se defendió con dignidad en las agilidades del primero y en la expresividad honda y dramática del tercero. Como voz no es sobresaliente, pero trata de compensar algunas asperezas y desigualdades puntuales con un canto intencionado y a veces hasta arrebatado. Para los curiosos de antes, el mi bemol que culmina su Sempre libera le quedó muy destemplado. Peor suerte tuvo la ABAO con los secundarios, en general muy grises. Ni siquiera Itxaro Mentxaka tuvo su mejor noche. Por lanzar una mirada positiva, destacaremos al barítono madrileño César San Martín como el Barone Douphol. Y de la muy conocida producción de Pier Luigi Pizzi para el Teatro Real y la propia asociación bilbaína poco se puede decir a estas alturas que no se sepa ya: la vimos con gran placer en 2005, y siete años después la seguimos viendo con ese mismo placer. Recordábamos las referencias a la época nazi, la espectacularidad de algunos cuadros y el ambiente sombrío e intimista que rodea a la muerte de Violetta en la escena final. Sí nos ha podido parecer el baile de las zingarelle y los mattadori algo más vulgar que entonces, acaso porque el tiempo pasa muy deprisa y hay cosas que envejecen enseguida. Pero sigue siendo una puesta en escena moderna, vistosa, coherente y perfectamente funcional, de esas que, por volver al principio, contentan, satisfacen y agradan a casi todos, a los nuevos y a los de siempre. Asier Vallejo Ugarte 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 21 AC T U A L I DA D BILBAO / CÓRDOBA Fundación BBVA EL PIANO INFINITO Bilbao. Edificio San Nicolás del BBVA. 16-X-2012. Alfonso Gómez, piano. Espacio Sinkro. Obras de Crumb, Nono, Maresz, Martínez y Murail. E l tercer Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea de la Fundación BBVA en Bilbao dio comienzo con dos auténticos clásicos de la literatura pianística de las últimas décadas: una selección de Makrokosmos (1972-1973) de George Crumb y …sofferte onde serene… (1977) de Luigi Nono. En las cuatro piezas que Alfonso Gómez escogió de la colección del estadounidense, heredera clara de los Preludios de Debussy y del Mikrokosmos de Bartók, salió a la luz la enorme imaginación del compositor a la hora de obtener todo tipo de recursos tímbricos de los instrumentos que tenía ante sí, en este caso el piano. Después, en la obra de Nono, el pianista alavés y la electrónica de Espacio Sinkro acertaron a reflejar la atmósfera sombría, meditativa y fantasmagórica con que el italiano ALFONSO GÓMEZ evocaba, en una época para él dramática, las imágenes que veía y los sones que escuchaba en su casa en la Giudecca de Venecia. No diremos que la fulgurante Cascade for Donna Lee (1996) de Yan Maresz o Soñando de Sofía Martínez, con su horizonte onírico y poético, no tuvieran su interés, pero ambas quedaron finalmente eclipsadas por la asombrosa —y gradualmente creciente— fuerza interna de Territoires de l´oubli, una extensa obra que el francés Tristan Murail escribió para Michaël Levinas en 1977. En ella, “en vez de considerar al piano un mero instrumento de percusión […], se enfatiza en unas características idiomáticas diferentes del instrumento: un grupo de cuerdas cuyas vibraciones están causadas bien por la resonancia simpática o bien por la acción directa de los macillos”. Es decir, las estructuras del sonido del piano pueden ser observadas y analizadas desde su interior: ahí está el espectralismo. La defensa que de ella hizo Alfonso Gómez no sólo fue sensacional, sino que puso en evidencia la necesidad de este ciclo todavía joven, pues sería de veras lamentable tener que seguir saliendo de Bilbao para poder conocer lo amplias que son las posibilidades del piano y, más aún, lo ilimitada que es la música de nuestro tiempo. Asier Vallejo Ugarte Lorenzo Ramos NUEVO DIRECTOR TITULAR CÓRDOBA Gran Teatro. 11-X-2012. Alexandre da Costa, violín; Javier Riba, guitarra. Orquesta de Córdoba. Director: Lorenzo Ramos. Obras de Albéniz, Martínez Rücker, Palomo y Schumann. Una mayor atención a la música española va a ser uno de los objetivos del director Lorenzo Ramos, como se ha podido oír ya en este concierto de su presentación como nuevo titular de la Orquesta de Córdoba, en el que la transcripción de Córdoba de Albéniz realizada por Luis Bedmar ha servido de obertura a una primera parte que se completaba con obras de compositores cordobeses. La belleza que encierra la pieza del maestro de Camprodón en su tema central fue expresada con serena elegancia, dejando la orquesta la impresión en el oyente de un excelente estado de for- ma. Le siguió Capricho andaluz de Cipriano Martínez Rücker versionada también por Bedmar, músico éste nacido en la villa granadina de Cúllar y afincado en Córdoba desde hace sesenta años que, como en el caso de la obra de Albéniz, postula respetar la idea clásicoromántica del autor con planteamientos de escolástica factura. La pieza que generaba más expectación fue Fulgores de Lorenzo Palomo, nacido en Pozo Blanco y ciudadano de Berlín desde hace varias décadas. Tres eran los motivos de curiosidad: el raro dúo concertante, violín y guitarra, la primera presen- cia de la música de Palomo en la programación de la orquesta, y su claro referente en el arte flamenco. En este caso hay que resaltar el variado tratamiento del bullicioso ritmo de bulerías, extendiéndose demasiado la obra con el consecuente peligro de agotar las líneas de inspiración y caer en la reiteración temática. Lo más llamativo fue la conjunción de los solistas —realzada en una Nana sefardí del mismo autor que tocaron de bis—, y el atento acompañamiento del director. La Sinfonía “Renana” de Schumann, cerró el concierto con un resultado serio en un discurso bien estructura- do desde el podio, manifestándose con eficacia y destreza la sólida formación vienesa de Lorenzo Ramos y la capacidad de sus recursos técnicos en este tipo de repertorio. Destacó en su lectura solemne (Feierlich) del cuarto movimiento acentuando la intervención de los metales, y en el alegre danzante ritmo del movimiento final, especialmente en la brillante y vivaz coda donde estimuló con amplitud de gesto el excelente sonido que ha alcanzado esta orquesta que durante esta temporada cumple su vigésimo aniversario. José Antonio Cantón 21 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 22 AC T U A L I DA D MADRID EL ESCORIAL / LA CORUÑA Barroco escurialense SERENA MADUREZ EL ESCORIAL San Lorenzo de El Escorial. Teatro Carlos III. 22-IX-2012. Iagoba Fanlo, violonchelo. Bach: Suites BWV 1007, 1009, 1012. Con el inapropiado título de Bajo el cálido sol de septiembre se ha venido celebrando en las últimas semanas en la localidad serrana un interesante ciclo de músicas barrocas. Entre ellas las seis Suites de Bach para chelo, que han tenido en el donostiarra Iagoba Fanlo un excelente servidor. Obras en las que el compositor alcanzó a plasmar, como dice Basso, una especie de “apología del momento lineal del contrapunto, la exaltación de una concepción particular de la polifonía”. La interpretación fue medida, muy pensada, inteligente y honda. Cada suite tuvo lo suyo desde un punto de vista estilístico y técnico. Más ligeras, con arco aéreo y elegante, las dos primeras. Más sólida y amplia la versión de la Sexta. En un monumento semejante, especialmente en el gigantesco Preludio, en ese 12/8 que aparece organizado en torno a una fórmula rítmicomelódica que desemboca en una caudalosa sucesión de semicorcheas sobre las que se edifican persistentes escalas y arpegios, Fanlo, con algunos apurillos, mostró concentración, control diná- mico, digitación segura y ancho aliento y supo dar emoción a la sólo en apariencia simple, pero serena, Sarabanda. Recreación madura de altos vuelos, únicamente a falta de pequeños pulimentos en la ejecución, superior a la que el propio chelista grabara hace unos años para el sello Arsis. Arturo Reverter LX Festival de Ópera (y II) DOS BELLAS SOPRANOS, DOS BELLAS VOCES 22 Fiorenza Cedolins y Elina Garanca son dos sopranos dotadas de una voz de alta calidad y además de una belleza física más que notable. Ambas tienen una personalidad natural, llena de encanto, Es bien cierto que hoy las artistas no se comportan en absoluto como las clásicas “divas” de antaño. Fiorenza Cedolins triunfó por su preciosa voz de lírico-dramática, dentro de una representación de Butterfly que resultó más que notable debido además al enorme talento escénico de Pontiggia. Destacó de manera especial el vestuario. Impecable, la Sinfónica de Galicia, bien dirigida por Panni, aunque en esta ocasión hubo momentos en que ahogó a los cantantes con excesos sonoros. El más perjudicado fue el tenor Beltrán, un spinto que canta bien, pero que tiene cierta tendencia a colocar “atrás” algunos agudos, lo que le hace perder timbre y proyección. Excelente Suzuki de la mezzosoprano gallega Nuria Lorenzo. Correcto, Borja Quiza; discreto, el Coro Gaos. Miguel Ángel Fernández LA CORUÑA Palacio de la Ópera. 27, 30-IX-2012. Puccini, Madame Butterfly. Fiorenza Cedolins, Tito Beltrán, Nuria Lorenzo, Borja Quiza. Coro Gaos. Sinfónica de Galicia. Director musical: Marcello Panni. Director de escena: Mario Pontiggia. 5-X-2012. Elina Garanca, mezzosoprano. OSG. Director: Karel Mark Chichon. Obras de Mozart, Rossini, Donizetti, Glinka, Chaikovski, Massenet, Saint-Saëns y Gounod. Fiorenza Cedolins y Nuria Lorenzo en Madama Butterfly de Puccini Elina Garanca, una mezzo aguda, tal vez una falcón, fue reiteradamente aclamada, al extremo de que, tras un programa de exigencia vocal, hubo de conceder tres bises: las carceleras de Las hijas de Zebedeo, de Chapí, Granada, de Agustín Lara, y O galopín, tema popular gallego, que despertó un entusiasmo extraordinario. La Sinfónica, espléndida, como siempre, dirigida por un joven y excelente director, que es además esposo de la cantante. Dentro del Festival, Amigos de la Ópera reserva cada año un concierto para las jóvenes voces gallegas. En esta ocasión, cantó en el Conservatorio Profesional de Música la soprano ferrolana Patricia Rodríguez Rico; le acompañó al piano Manuel Burgueras. Patricia posee una voz de altísima calidad; si tiene la fortuna de que la guíe un gran maestro de canto, tal vez oigamos hablar de ella en un futuro próximo. Julio Andrade Malde 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 23 EV S TA AECNTTURA L IID AD LA CORUÑA Ciclo de la OSG APOTEOSIS CORAL, PARA EMPEZAR Miguel Ángel Fernández La Coruña. Palacio de la Ópera. 12-X-2012. Meredith Arwady, contralto; Valeriano Lanchas, barítono; José Sacristán, narrador. Coro de la OSG. Niños Cantores de la OSG. Coro de Cámara del Palau de la Música. Sinfónica de Galicia. Director: Víctor Pablo Pérez. Obras de Dvorák y Prokofiev. 19-X-2012. Jennifer Larmore, mezzosoprano. OSG. Director: Víctor Pablo Pérez. Obras de Mosquera, Berlioz y Franck. Jennifer Larmore y Víctor Pablo Pérez con la O.S. de Galicia C omienzo de temporada con dos interesantes conciertos. El primero reunió a un numeroso elemento coral, integrado por los tres coros mencionados; a dos solistas, un narrador y a una orquesta reforzada. Todo ello, para la cantata de Prokofiev, Iván el Terrible, que resultó espectacular: brillante y muy bien resuelta. Destacó Meredith Arwady, una verdadera contralto, a la que falta un poco de proyección vocal; excelente, Lanchas, en su breve intervención; narrador de lujo, Sacristán, aun a pesar de ciertos problemas con la megafonía. Los coros fueron aclamados, en especial el de los Niños. La cantata estuvo precedida por Canciones bíblicas, una preciosa obra de Dvorák, perteneciente a su fructífera etapa americana, que alcan- zó una versión de alto nivel. El segundo concierto trajo una grata sorpresa: la obra del joven compositor coruñés (veinticinco años), Federico Mosquera, de quien no tardará en hablarse a causa de su notable talento; la partitura fue muy aplaudida por su alta calidad a pesar de tratarse de la primera incursión de Mosquera en el ámbito sinfónico. La versión, muy cuidada, resultó perfecta. Larmore estuvo acertada en la obra de Berlioz, bien secundada por la orquesta. Un bis, de un fragmento semirrepresentado de Carmen, de Bizet, le conquistó el favor del público. La sinfonía de Franck, con momentos excelentes en el primer tiempo y algunas estridencias en el tercero. Julio Andrade Malde 23 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 24 AC T U A L I DA D MADRID Estreno madrileño del Boris original LLEGAN LAS REVUELTAS Javier del Real Teatro Real. 30-IX-2012. Musorgski, Boris Godunov. Günther Groissböck, Michael König, Julia Gertseva, Dimitri Ulianov, Anatoli Kocherga, John Easterlin, Stefan Margita, Evgeni Nikitin, Andrei Popov, Alexandra Kadurina, Alina Yarovaia, Pilar Vázquez. Director musical: Hartmut Haenchen. Director de escena: Johan Simons. Escenografía e iluminación: Jan Versweyveld. Figurines: Wojciech Dziedzic. Alexandra Kadurina como Fiodor y Günther Groissböck en el papel titular de Boris Godunov de Musorgski en el Teatro Real MADRID Vuelve Boris Godunov, ópera conocida del público de Madrid, casi siempre bien resuelta en lo musical y lo escénico. Casi, no siempre. Esta vez se trata de una versión lo más completa posible, y con la orquestación deseada por Musorgski (reflejada en la antigua edición de Pavel Lamm), un compromiso más o menos ideal entre las dos propuestas del propio compositor (la de 1869 y la de 1872) y sin tener en cuenta la reorquestación y relectura de Rimski. Ahora bien, entre recuperaciones de fragmentos y escenas desechados por el propio compositor en 1872, hay una novedad sorprendente: la repetición de la escena del acoso de los niños al iuródivi tanto en San Basilio como en el cuadro revolucionario de Kromi; la queja del iuródivi y su profecía-queja del final de ambas escenas. Una de ellas cierra la ópera, mientras tres muchachas con pasamontañas y coloreadas a lo Pussy Riot abrazan al bendito sim- 24 ple. Inédito, diríamos. Junto al zar, el gran protagonista es el coro, el de los adultos, desde luego, pero completado con rigor y perfección por las voces blancas y presencias juveniles de los miembros del Coro de la JORCAM. Máspero y Ana González se apuntan un sobresaliente por sus coros. El del primero lleva a cabo, como se ha dicho y escrito, una de sus prestaciones de mayor altura artística. Y es de justicia señalar que el muy bien valorado Hartmut Haenchen (por su Lady Macbeth de Shostakovich de hace un año) acompañó esta reposición-estreno con la fuerza y el rigor que se esperaban de nuevo en él; la orquesta sonó con poder y dramatismo superiores a los de la propuesta escénica. Günther Groissböck no empezó bien, pero llegó a superarse tanto que parecía un Boris distinto, pero que resultó muy eficaz, nuevo, un zar más joven y de voz más clara (sabido es que Boris no es para bajos, pero Chaliapin impuso esa tradición). Michael König tiene una bella voz lírica, poderosa, para el impostor; y, como siempre, una presencia excesiva para la juventud del personaje. También es potente la voz de Julia Gertseva para la “malvada polaca Marina”, de bella presencia y convincente línea. El acto polaco es realmente suyo, y tanto König y Nikitin parecen estar ahí para darle el pie. Stefan Margita es un Shuiski alejado del modelo rastrero en lo teatral y del tenor castrado en lo vocal, y personifica tal vez la deliberada ausencia de efectismos de la puesta en escena. En Varlaam está el excelente Kocherga, como voz oscura y prestación cómica, tras haber sido uno de los Boris históricos (registro de Abbado, por ejemplo). Ulianov fue un auténtico bajo que impresionó esa noche en su cometido de Pimen. Para cerrar las voces bajas, resaltemos la muy hábil manera y vocal y teatral que tuvo Nikitin, a pesar de todo, de resol- ver el papel de Rangoni en el acto polaco. En fin, aunque ya no existe la cuerda de los tenores ligeros que hacían el iuródivi, Andrei Popov se acerca lo máximo que hoy sería posible, e incluso algunos aficionados se llevarán una sorpresa. El holandés Johan Simons, apoyado sobre todo en la escenografía cargada de sentido de Jan Versweyveld (el edificio Gosprom de Jarkov, que se cae a pedazos), retiene dramatismos, destierra el pathos, aunque mantiene el drama y la expresión de la cólera del pueblo, que al menos destruye la tiranía antes de que vuelvan a engañarlo. Ha sido una puesta con división de opiniones. No será una función inolvidable, pero sí una manera muy digna de traducir teatralmente una versión que en lo musical no es la original, claro que no, sino tal vez la que se acerca más al ideal legítimo. Por fin. Santiago Martín Bermúdez 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 25 AC T U A L I DA D MADRID ¡Ay, amor! TRAGEDIA LIMADA Madrid. Teatro de la Zarzuela. 29-IX-2012. Falla, El amor brujo, La vida breve. Esperanza Fernández, Natalia Ferrándiz, María Rodríguez, Milagros Martín, José Ferrero, Enrique Baquerizo, Josep Miquel Ramón. Director musical: Guillermo García Calvo. Director de escena: Herbert Wernicke. Realizador de la dirección: Wendelin Lang. F. Marcos N o es mala idea agrupar estas dos obras de Falla, muy distintas entre sí, pues mientras la una, en su versión original de 1915 con 14 instrumentos en el foso, que es la que se ha empleado, es un espectáculo camerístico centrado en el recitado, la copla y el baile —una “gitanería”—, la otra es una ópera con todos sus típicos ingredientes. Pero en ambas es el amor el factor determinante. En un caso, merced a artes mágicas, para bien; en el otro, por la influencia de un fatum funesto, para mal. Agarrándose a este nexo, el extinto Herbert Wernicke (1946-2002) levantó un espectáculo —estrenado en 1995 en Bruselas y Basilea— en el que todo se desarrolla en los límites de una gran plataforma circular inclinada, sin decorados. Únicamente unas sillas, un micro y una gran farola, que sirven a una limpia y estilizada concepción, voluntariamente alejada del tópico, bien iluminada, quizá con un exceso de vatios, dentro de un esteticismo a lo Romero de Torres. Los desfiles de penitentes o el deambular de figurantes no ayudan a penetrar en lo auténticamente jondo —aunque no literalmente recogido— de El amor brujo ni en la dimensión trágica, de tintas veristas, de La vida breve. Esperanza Fernández — excelente en el canto, menos expresiva en el recitado— se pasa anclada en una silla, micrófono delante, toda su intervención como Candelas, desdoblada por la aceptable y algo gélida bailaora Natalia Ferrándiz. En la otra obra, Salud no es una gitana — según Wernicke, lo que hay que oír, es “una pequeño burguesa”— y las diferencias sociales, que están en la entraña del drama, no son debidamente subrayadas. La Esperanza Fernández en El amor brujo de Manuel de Falla en el Teatro de la Zarzuela narración pierde su potencia y su significado con el final postizo inventado por el director germano: regresa la cantaora de El amor brujo y entona ante el cadáver la popular Nana de Sevilla, armonizada por Lorca. So pretexto de que Falla —dato que no hemos logrado corroborar— había pensado al principio en un final discreto y “evanescente” para su ópera. Craso error. Sobre este escenario, que desconoce la naturaleza de la música, y del texto, actuó un desigual equipo de cantantes, encabezado por María Rodríguez, que, curiosamente, interpretó con un desgarro ajeno a lo que, en teoría, pretendía la visión escénica. Tensa, intensa, esforzada, su voz de lírica ancha sonó casi siempre alterada, a veces al borde del grito, emitida con un vibrato muy acusado. Faltaron temple y afinación. Pasable aunque inseguro e inexpresivo, luciendo un timbre de lírico puro muy atractivo, José Ferrero. Milagros Martín no es, ni por edad ni por timbre —su voz es de soprano, algo deteriorada ya—, adecuada para un personaje de tesitura tan grave como la Abuela. Bien, en un papel muy ahormado, Baquerizo. Solventes los demás, incluido el cantaor y las voces internas, con Peña en primer lugar. Y atinada la dirección de García Calvo, que sigue el trabajo practicado con Juanjo Mena. Algo falto de vigor en El amor brujo, perfiló muy bien los ritmos y la rica polifonía vocal de La vida breve, que sonó con propiedad y con adecuada colaboración de los conjuntos, flexible la orquesta, recio el coro. Arturo Reverter 25 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 26 AC T U A L I DA D MADRID Ibermúsica CONTENCIÓN Madrid. Auditorio Nacional. 27, 28-IX-2012. Filarmónica de Viena. Director: Daniele Gatti. Brahms, Sinfonías. N o ha podido empezar más en punta la temporada 2012-2013 de Ibermúsica, la veterana empresa que dirige Alfonso Aijón y hace posible que en Madrid se puedan escuchar las mejores orquestas del planeta. En total simetría con este inicio protagonizado por la Filarmónica de Viena, el cierre del ciclo del verano que viene lo asumirán otros dos conciertos de la Filarmónica de Berlín con Rattle. Pocas orquestas pueden exhibir un historial brahmsiano de la categoría del que atesoran los viene- ses, incluidos los estrenos de Segunda y Tercera. Gatti se nutrió de lo mejor de esa tradición en su acercamiento madrileño a este tan breve como trascendental conjunto sinfónico. Ciertamente, la Filarmónica de Viena se comportó como la extraordinaria orquesta que es, sirviéndole a la batuta sensualidad tímbrica, transparencia, equilibrio de planos y familias (aunque esto no siempre) y un fraseo de suma elegancia. Gatti se alejó de cualquier posibilidad de un Brahms opaco y macizo, pero su indudable tendencia hacia la contención expresiva, si bien pudo incidir en una imagen de esta música virada hacia sus innegables raíces clásicas, no alcanzó casi en ningún momento la temperatura pasional que es imprescindible en estas sinfonías. Pese a todo, se creó un innegable clima poético en el Adagio de la Segunda y se invocó el misterio en el Andante de la Cuarta. Por el contrario, en el Allegro con brio de apertura de la Tercera se dieron incluso algunos desequilibrios entre planos y de hecho toda esta sinfonía no obtuvo más que una interpretación decepcionantemente neutra. Huyendo tal vez el director italiano del exceso brillante, el Finale de la Segunda incurrió en cierta timidez. Cuarta y Primera fueron las obras mejor resueltas, en especial esta última, donde Gatti no sólo elevó con éxito la arquitectura de la composición sino que dosificó con tino su constante juego de tensiones. Dos conciertos, en cualquier caso, del máximo interés. Enrique Martínez Miura Homenaje a Tomás Marco CUATRO CARAS DE UN MISMO AUTOR Madrid. Auditorio 400 del Museo Reina Sofía. 8-X-2012. María Antonia Rodrigo, flauta; Pablo Sáinz Villegas, guitarra. Camerata del Prado. Director: Tomás Garrido. Obras de Marco. 26 Ignacio Evangelista C on este concierto homenaje al compositor madrileño, que ha entrado felizmente en la setentena, se ha abierto la temporada del CNDM, rica en acontecimientos de diversa índole musical. Un buen pórtico en el que ha colaborado la Fundación Autor de la SGAE, que hizo entrega de una placa en un previo y animado acto protocolario. Luego la música. Se eligieron cuatro obras de distintas épocas, extraídas de un catálogo que ya cuenta con unas 250. Las características básicas del autor brillaron con nitidez en todas ellas: fantasía tímbrica, dominio del ostinato rítmico, empleo del glisando y del pizzicato, sutil elaboración temática, intuición para la creación de atmósferas, construcción libre y sui generis. Pudimos seguir la reflexión nocturna de Medianoche era por filo (2004), con sus claroscuros y juegos climáticos; la fluidez armoniosa de Seda y alabastro (2002), un TOMÁS MARCO concierto para flauta grave y orquesta de cuerda, con hermosos y virtuosos solos y un lírico diálogo de flauta y violín; el espejeo constante, sobre continuas irisaciones y espectaculares cadencias para el solista del Concierto del agua (1993), obra envuelta en una palpable y agradable sensualidad y plagada de aromas melódicos incitantes, y el ner- vio cortante, aristado, bartokiano, de energía imparable, de Tránsito del Señor Orgaz (2010), que busca un paralelismo con los volúmenes y colores del cuadro del Greco. La Camerata del Prado, no siempre precisa en los ataques y temblorosa en algunos pasajes, fue dirigida con rigor y expresividad — muy honda en Seda y alabastro— por un diligente Garrido, que acompañó con discreción a los dos magníficos solistas. María Antonia Rodrigo mostró amplio y homogéneo sonido y un fiato importante en la elaboración de los inacabables melismas. Sáinz Villegas delineó con finura la nada fácil escritura de su concierto, calibró y reguló con claridad los intrincados pasajes y evidenció un notable sentido melódico. Y puso la rúbrica con un bis: Recuerdos de la Alhambra de Tárrega. La excelente acústica de la sala colaboró en el éxito. Arturo Reverter 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 27 AC T U A L I DA D MADRID Las Noches del Real TURANGALILA LUMINOSA Madrid. Teatro Real. 15-X-2012. Ananda Sukarlan, piano; Valérie Hartmann-Claverie, ondas Martenot. Sinfónica de Madrid. Director: Ingo Metzmacher. Messiaen, Sinfonía Turangalila. Javier del Real C omienza la temporada de Las noches del Real. Esta Turangalila de Metzmacher ha sido un comienzo brillante, hermoso, con una obra que no se escucha casi nunca (ni en nuestro país ni en muchos otros) y que sin embargo es una de las piezas más bellas de todo el siglo XX, junto con algunas más del propio Messiaen. Si brillante ha sido el comienzo artístico, no lo ha sido tanto la asistencia del público: algo más de media entrada del patio de butacas el lunes 15 —se repetía, mucho más barata, en el Auditorio, el 17. Precios, repertorio, coincidencia con otros conciertos importantes, quién sabe. El Real encara un momento duro en lo económico. Como todos, dirán ustedes. Se puede ahorrar aquí y allá: por ejemplo, expulsando las conferencias de los Amigos de la Ópera para ahorrar unas perrillas. ¿Así, de paso, no se propician actos que puedan ser ponderados como mejores que los nuestros? Decía Orte- Ananda Sukarlan, Ingo Metzmacher y Valérie Hartmann-Claverie en el Teatro Real ga que para toda gran empresa lo peor es una táctica de exclusiones. Felizmente, la mentalidad de los despachos no pasa siempre entre bastidores, ni de aquí al escenario, y así se puede disfrutar, como si nada pasara, de una hermosa lectura de la Turangalila, que trata del amor (como el San Francisco trataba de la humildad santa y el Boris se supone que trata del poder). Turan- galila es obra para un director atleta, y si además dispone de tantos ensayos como en este caso, el resultado estará a la altura de la obra. La Sinfónica ha dado lo mejor de sí misma en manos de Metzmacher, y el concierto colmó al público, agradecido y henchido por toda esa belleza. Gran proeza la de Sukarlan ante la diabólica (¿angelical?) línea del piano. Sabemos que la Turangalila no precisa de especial virtuosismo, pero sí de muchos talentos reunidos. Si el director marca y controla, y si los numerosos músicos entran a tiempo y matizan (sobre todo, eso, matizar), la Turangalila sale adelante en medio de tanto color. Y si hay ensayos y auténticas ganas, como en este caso, la Turangalila puede marcar época. Santiago Martín Bermúdez Retratos de la Fundación BBVA DESCARNADO SIGLO XX Madrid. Auditorio Nacional. 11-X-2012. Gustavo Díaz Jerez, piano. Plural Ensemble. Director: Fabián Panisello. Obras de Schoenberg, Bartók y Falla. C oncierto inaugural de la séptima temporada del ciclo del Plural Ensemble, que va realizar, en siete sesiones, un recorrido por algunas de las músicas más significativas de los siglos XX y XXI. El aperitivo, permítasenos la expresión, no ha estado nada mal, pues se centraba en tres obras que podríamos considerar maestras, cada una en su estilo y estética, del primer tercio de la centuria pasada, libres de gangas y, en cierto sentido, descarnadas. Hemos escuchado la Sinfonía de cámara nº 1 op. 9 de Schoenberg (1906) en la transcripción de Webern, que logró reducir muy hábilmente el original destinado a 15 instrumentos a un pequeño conjunto de cinco, la misma plantilla del Pierrot lunaire. Las intrincadas y complejas texturas, el vigoroso entramado, no exento de alucinadas secciones líricas, las ásperas e intensas superficies preatonales, que giran en buena parte sobre un huidizo tema, fueron plasmados en una tensa y contundente interpretación, en la que Panisello, que muestra, sin batuta, un gesto claro y medido, que no impide las variaciones agógicas, supo mantener un fiero y férreo ritmo. No siempre la deseada transparencia. Los cinco instrumentistas rayaron a buena altura. Luego la violinista Ema Alexeeva, el clarinetista Antonio Lapaz Lombardo y el pianista Díaz Jerez se mostraron virtuosos en los danzables tres Contrastes bartokianos (1938). Con el oboísta Francisco Almazán, el flautista José Sotorres y el chelista Dragos Balan, sometidos a la férula del director, ofrecieron una vistosa recreación de esa maravilla que es el Concerto de Falla (1926), trasunto casi fantasmal de un folclore olvidado, en su versión con piano, mucho más musculada y densa que la original con clave, de apariencia más cristalina, delicada y frágil, claramente preferible; aunque al compositor le gustara mucho la interpretada. Arturo Reverter 27 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 28 AC T U A L I DA D MADRID Universo barroco XIX Ciclo de Lied DULCES TORMENTOS CARA Y CRUZ Madrid. Auditorio Nacional. 10-X-2012. Raquel Andueza, soprano. La Galanía. Yo soy la locura. Madrid. Teatro de la Zarzuela. 15-X-2012. Angelika Kirchschlager, mezzo; Ian Bostridge, tenor; Julius Drake, piano. Wolf, Cancionero español. Menguilla de José Marín como en la retórica de L’Eraclito amoroso de la siempre original e interesante Barbara Strozzi. Los momentos cimeros del recital se dieron en la nostálgica Sé que me muero —que Lully introdujo en su música para El burgués gentilhombre de Molière— y en la sensual musicalidad y honda expresividad del scherzo Si dolce è’l tormento de Monteverdi. De gran finura y adecuación el acompañamiento instrumental. Además, Pitzl tocó unos animados Canarios de Gaspar Sanz y Fernández una concentrada Toccata arpeggiata de Johannes Kapsberger. Enrique Martínez Miura CNDM: Fronteras EL VIOLÍN GALÁCTICO S uele acostumbrarse ofrecer este cancionero wolfiano con el concurso de dos voces, una femenina y la otra, masculina. La alternancia tímbrica favorece el recorrido de estas piezas que, a pesar de estar clasificadas en dos categorías —sagradas y profanas— admiten muchas más matizaciones. En esta ocasión, los integrantes de la pareja no sólo se distinguieron por el sexo sino también por la calidad de sus medios y su enfoque interpretativo. La mezzo es una cantante clásica, de órgano central y lírico, manejado con homogeneidad, impecable musicalidad y manteniendo un color esmaltado de cálidos matices. Busca decir nítidamente e ir arti- culando con mimo los versos, distinguiendo claramente el sesgo de cada canción. Bostridge, en cambio, destaca por su heterodoxia y personalismo. Aplica a cualquier músico su propia personalidad siempre en la frontera del expresionismo, emite con disparidad de colores, expresa de manera inesperada y adopta una teatralidad a menudo ajena al género camerístico. El balance fue atractivo porque se oyeron dos Wolfs distintos, el uno objetivo y el otro, buscando un aliado a la subjetividad del artista. En el medio, en torno, arriba, abajo, adelante y detrás de todo ello, la infatigable maestría y la riqueza sonora de Drake. Blas Matamoro VIKTORIA MULLOVA Y THE MATHEW BARLEY ENSEMBLE Nick White C on un programa muy semejante al del disco de idéntico título, Raquel Andueza y La Galanía —integrada por el tiorbista sevillano Jesús Fernández Baena y Pierre Pitzl a la guitarra barroca— han inaugurado el pujante Universo barroco del CNDM. Tonos humanos, danzas, madrigales y arietas constituyeron las dos partes claramente distinguibles del programa, española una e italiana la otra. Andueza redondeó una de las mejores actuaciones que se le recuerdan por sencillez, elegancia, limpieza de emisión y entrega comunicativa. Supo moverse con soltura tanto en las conexiones populares del anónimo Marizápalos o No piense Madrid. Auditorio Nacional. 18-X-2012. Viktoria Mullova, violín. The Matthew Barley Ensemble. Obras de Bratsch, Lewis, Bartók, Kodály, Weather Report/Joe Zawinul, Barley y Duoud. E 28 s una pena que no se llenara la Sala de Cámara del Auditorio con este concierto que buscaba, sin duda, eso que se le pide a la música clásica y a sus programadores: apertura de criterios, falta de formalidad aparente y mestizaje para atraer a públicos nuevos. Está claro que el gancho principal, la violinista Viktoria Mullova, remite al mundo del clásico pero su programa era tan atractivo para éste como para los demás. En fin, quienes estuvieran allí, de una u otra procedencia, pudieron comprobar que Mullova es, toque lo que toque, una violinista excepcional, se diría ya que legendaria, por años de oficio, por sonido, por expresión, por personalidad y por una técnica que le permite abordar, completamente sobrada, cualquier repertorio. Con su marido, el magnífico violonchelista Matthew Barley, firmó un Dúo de Kodály de antología, como lo había sido el arreglo de siete dúos para dos violines de Bartók, que nos puso el corazón en un puño. En el resto del programa —del que destacaron las dos piezas de Weather Report y Joe Zawinul— la pareja mantuvo la misma altura galáctica. Y ello a pesar de que el violín y el violonchelo son poco improvisatorios al modo en que eso se pide en el jazz y aledaños y más parecen sumidos en una suerte de cadencia de difícil acomodo que en un alarde de libertad. Bien a secas el resto del grupo y por debajo de lo que conocemos de él el pianista Julian Joseph, al que tampoco el formato le otorga el protagonismo que probablemente merece. Luis Suñén 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 29 AC T U A L I DA D MADRID Recuerdo de Odón Alonso A UN MAESTRO QUE ERA TODO CORAZÓN Madrid. Teatro Monumental. 5-X-2012. Sinfónica de Radio Televisión Española. Director: Jordi Bernàcer. Obras de Petrassi, Bernaola y Stravinski. 12-X-2012. Frank Peter Zimmermann, violín. ORTVE. Director: Carlos Kalmar. Obras de Seo, Shostakovich y Prokofiev. L a obra que inició el homenaje a Odón Alonso, Retrato del Quijote de Petrassi, es tan abstracta y en su sola apariencia seca, como sus más conocidos conciertos para orquesta. Pero es un constructor magistral, cuyas líneas de fuerza y detallismo evocan a Stravinski. Alumno suyo, Bernaola es profuso en ideas y sabe organizarlas, su Segunda Sinfonía, sin ser una obra maestra está llena de soluciones tímbricas y armónicas peculiares, no siendo la menor que en su inicio el director no está aún en el podio y se ausente al final, creando desconcierto el sexteto que oímos proveniente del fondo de la escena. El joven Bernàcer estuvo muy atento a los cambios de metro habituales en ambos autores y, como director, es más un fino ajustador de los sonidos que inflador de soufflés. La ORTVE no perdió ocasión de recordar como se debe a Odón Alonso, pues se vio que fue más lejos que las palabras —a veces vanas— de esos homenajes. Ya en el primero de la temporada, el coreano Hong-Jun Seo estrenó su obra Mandalas, título que alude a representaciones geométricas que en la simbología oriental denotan la tierra de la deidad suprema. La obra es comunicativa, colorista, percutiente y algo reiterativa. Carlos Kalmar, en obra tan movidita, estaba en su salsa. Se atemperaron los ánimos con el Concierto para violín y orquesta nª 1 de Shostakovich, bien tocado, con un concepto de línea clara. En la versión de este Nocturno, coherente en todo punto, parecía encendido el interruptor de la luz —de verdad, no es forzar la imagen. La unión con Zimmermann, su ilustre solista, fue en todo momento afortunada, y éste, que tuvo su día, extrajo todo el lirismo de la Passacaglia, remató con una muy bien trabajada cadenza, y dialogó con los pupitres, quienes tuvieron arranques de una vivacidad extraordinaria. J. M. de Sagarmínaga Ciclo de la ORCAM A LAS PUERTAS DE LA NUEVA ETAPA Madrid. Auditorio Nacional. 3-X-2012. Ainhoa Arteta, soprano. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Director: Víctor Pablo Pérez. Obras de Montsalvatge, Aragüés, Palomo y Falla. Q uien será titular de estos conjuntos en el próximo 2013 ofreció el concierto que abría el ciclo de esta temporada, y lo hizo con un programa total de música española. Digamos también que el concierto se dedicó a la memoria de Fernando Tejedor, archivero de la orquesta, fallecido recientemente. De comienzo, Manfred, de Xavier Montsalvatge, música de ballet compuesta para la pareja AlexanderGoubé, ballet que fue estrenado por ellos en 1945. En realidad, tal y como lo escuchamos en concierto, podría ser un amplio e inspirado poema sinfónico con el corte y el aplomo de los grandes de este género. Fue traducido por Víctor Pablo Pérez y sus huestes de forma poderosa y expresiva, configurándose de forma hilvanada los diversos episodios, llegando la cuerda alta a hacer verdaderas filigranas en algunos de ellos. Siguieron tres números de Bidai Doinua (Melodía para el viaje) del turolense Tomás Aragüés. Entre las dos partes cantadas a cargo de Ainhoa Arteta en ese período dulce en el que se encuentra nuestra soprano, se intercaló el lucido intermedio orquestal. Saludó Aragüés ante los buenos resultados obtenidos. La obra de Lorenzo Palomo Dulcinea, con la intervención de Arteta como tal personaje, con el apoyo de cua- renta y tres voces del coro, algunas de ellas con parte solista, resulta algo monocorde hasta la sección del coro en “Moliní”, con evocaciones de sonoridades de Carl Orff hasta el broche poético cantado por Dulcinea-Arteta. También al final compareció el autor ante los aplausos del público, culminando el concierto con la segunda suite de El sombrero de tres picos expuesta de forma coherente y vigorosa por el director burgalés, lo que redondeó un excelente concierto entre aclamaciones del público. José A. García y García 29 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 30 AC T U A L I DA D MÁLAGA / OVIEDO Volodin toca los dos conciertos de Brahms INTERESANTE INICIO DE TEMPORADA Teatro Cervantes. 15, 22-IX-2012. Alexei Volodin, piano. Filarmónica de Málaga. Director: Edmon Colomer. Obras de Bartók y Brahms. 13-X-2012. Evdokia Erchova, viola. Filarmónica de Málaga. Director: Santiago Serrate. Obras de Schnittke y Chaikovski. MÁLAGA Tres importantes obras del repertorio concertante han dado un gran aliciente al inicio de la temporada de la Filarmónica de Málaga, que ha contado con dos magníficos músicos formados en San Petersburgo, de donde son naturales: el pianista Alexei Volodin, que ha interpretado los dos Conciertos para piano y orquesta, opp. 15 y 83 de Brahms y la viola solista de esta orquesta, Evdokia Erchova, que ha logrado una interpretación memorable del Concierto para viola de Alfred Schnittke. El primero se ha entregado a esta gran música de Brahms con convicción dramática, propiciada por una mano izquierda de gran pro- fundidad y calidad de canto, cualidades que Volodin desarrolla con claridad y elocuencia. Los primeros movimientos de cada concierto fueron los momentos más determinantes de su actuación al construirlos con toda la carga sinfónica que el autor plantea en el piano como contrapeso sonoro de la orquesta, dirigida siempre por Colomer con un sosegado sentido del tempo y una expresividad de sonido de amplia gradación dinámica. Estos planteamientos del director quedaron de manifiesto en la monumental Sinfonía nº 1, op. 68 del mismo autor que cerraba la primera velada. En la segunda, fue el Concierto para orquesta, Sz. 116 de Bartók el que com- pletaba el programa. La Filarmónica mostró un dúctil y flexible virtuosismo ante las indicaciones de su titular que planteó una lectura llena de fuerza y vitalidad. El acontecimiento artístico de este arranque de temporada ha sido sin duda la feliz interpretación de la obra de Schnittke, singular tanto por su belleza como por la inflexión que supuso en el compositor como premonición de la sufrida última etapa de su vida. Evdokia Erchova, profesora también de la Escuela Reina Sofía de Madrid, dio toda una lección de concentrada emoción y sentimiento con un depurado sonido fruto de una técnica muy segura. Desde el podio, Santiago Serrate con- certó con eficacia, logrando una estimable conjunción con la solista que hizo una impresionante recreación de la obra. La Sinfonía “Patética” de Chaikovski ocupó la segunda parte. El maestro barcelonés hizo una interpretación menos atractiva de los tiempos centrales en relación a la seductiva construcción del primer y cuarto movimientos, echándose de menos el enlace attacca subito en los dos últimos, recurso tan empleado por admirados maestros rusos como Alexander Gauk, Nikolai Malko o el legendario Evgeni Mravinski por su sobrecogedor efecto en el oyente, aunque no esté escrito así por el compositor. José Antonio Cantón Comienzo de temporada en Asturias LA OSPA SE ENTONA CON LA NOVENA OVIEDO Rossen Milanov inauguró su primera temporada como titular de la OSPA con dos conciertos de interés, que dejaron resultados dispares. Milanov llega al Principado de Asturias tras dieciséis años de trabajo del chileno Maximiano Valdés y dos temporadas en las que la institución buscó al director perfecto para la sinfónica asturiana. De momento, lo que nadie le puede quitar al búlgaro es la ilusión y ganas con que los músicos parecen estar llevando su elección. Y como si desde el principio se quisiera dejar patente el nuevo rumbo, el primero de los conciertos quiso regarse con buen vino de la OSPA de la marca OSCA, una estimulan- 30 te y original idea gestora que, obvio es decirlo, sentó muy bien. El Capricho español de Rimski-Korsakov sirvió para revelar las notables virtudes de director y orquesta, pero también las carencias de alguno de sus mimbres. Milanov llevó al conjunto con un nivel de exigencia rítmica estimulante y fresco, hasta que alguna participación puntual destempló su energía, estilo y atmósfera. La velada tuvo el aliciente de contar con un notable pianista, el francés JeanEfflam Bavouzet, artista de gran talento, de estilo bastante personal, que ofreció una perspectiva, jovial, alegre y enfática del Concierto para piano y orquesta nº 1 de Prokofiev. La Fantasía para pia- Amanda Stevenson Auditorio Príncipe Felipe. 28-IX-2012. Jean-Efflam Bavouzet, piano. Sinfónica del Principado de Asturias. Director: Rossen Milanov. Obras de Rimski-Korsakov, Prokofiev y Debussy. 12-X-2012. Michelle Johnson, soprano; Margaret Mezzacappa, mezzo; Adam Frandsen, tenor; Luis Ledesma, barítono. Coro Lírico de Cantabria. Coro El León de Oro. OSPA. Director: Rossen Milanov. Beethoven, Novena. ROSSEN MILANOV no y orquesta de Debussy, sin embargo, resultó un tanto insustancial. Imágenes: Iberia tuvo detalles coloristas de buen gusto, sin dejar respirar del todo la sutil expresividad de la atmósfera impresionista. El segundo concierto de la temporada incluyó la Novena de Beethoven, con buenos mimbres líricos y gran expectación entre el público. Sin embargo, el resultado defraudó un tanto por su falta de enjundia interpretativa. La versión respiró cierto encanto, el que transmitió el director con su impetuosa manera de dirigir y el coro con su exquisita forma de cantar, pero faltó profundidad dramática y, en general, un sentido interpretativo más claro. La versión resultó algo endeble, pero sincera y, desde luego, bien trabada. Entre los solistas destacó Luis Ledesma, barítono de preciosa voz, siempre presente. Aurelio M. Seco 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 31 AC T U A L I DA D OVIEDO Vuelven los aplausos al Campoamor RELUCIERON LAS VOCES carlospictures Oviedo. Teatro Campoamor. 13-X-2012. Donizetti, Lucia di Lammermoor. Dalibor Jenis, Mariola Cantarero, Arturo Chacón-Cruz, Charles dos Santos, Simón Orfila, María José Suárez, Josep Fadó. Oviedo Filarmonía. Coro de la Ópera de Oviedo. Director musical: Marzio Conti. Director de escena: Emilio Sagi. Mariola Cantarero en Lucia di Lammermoor de Donizetti en el Teatro Campoamor H acía bastante tiempo que en el Teatro Campoamor de Oviedo no se oían tantos aplausos y bravos como los que recibió el segundo título de la presente temporada. La producción ya era conocida, una elegante y llamativa propuesta del director de escena asturiano Emilio Sagi quien, haciendo gala de su inagotable fantasía y falta de prejuicios, diseñó para la Lucia de Lammermoor de Donizetti un llamativo escenario entre rojo y negro que no dejó a nadie indiferente, por su inteligencia de planteamientos y originalidad estética. Pero lo que en realidad llamó más la atención fue el trabajo del reparto vocal, un conjunto de interesantes cantantes que, con sus virtudes y defectos, ofrecieron una reconfortante y bien presentada versión de la obra, que todavía habría resultado más emotiva si la dirección musical de Marzio Conti no hubiera abusado de unos tempi excesivamente rápidos y un estilo excesivamente cortante y nervioso. Seguramente los cantantes se habrán sentido muy cómodos con su manera de acompañar, pero esta sensación de premura y, sobre todo, de fraseo acomodado, restó fuerza dramática a la historia y a un estilo que, no lo olvidemos, busca subrayar la belleza de la línea de canto sobre todo. En el lado positivo, el director italiano consiguió extraer de la Oviedo Filarmonía una saludable factura sonora y una fulgurante ejecución rítmica. La soprano granadina Mariola Cantarero firmó una notable recreación lírica y escénica de Lucia, gracias a una línea de canto fresca y solvente que sólo titubeó en el dificilísimo registro sobreagudo, que sonó corto y desdibujado. En su trabajo escénico se echó en falta una mayor profundi- dad cuando, en la célebre escena de la locura, sus gestos parecían estar más al servicio de su interpretación lírica que a la de la caracterización de la enajenada Lucia. En cualquier caso, la artista, una de las cantantes españolas de mayor talento de la actualidad, lució durante toda la noche una vocalidad fina y dúctil, así como un exquisito gusto interpretativo. Dalibor Jenis fue un Enrico lleno de carácter, vocal y escénico, aunque su línea de canto podría haberse matizado con más creatividad. Tampoco gustó su tendencia a engolar y a cambiar excesivamente el color de su voz. La participación de Arturo Chacón-Cruz dejó una sensación agridulce porque, por un lado, logró cautivar por su generosidad y calidez interpretativa. La voz, que luce en todo su esplendor en el registro agudo cuando está bien colocada, pierde matices en el fraseo que, si no emocionó por su brillantez, sí convenció por su intención. Por otro lado, su peculiar vibrato y discutible manera de emitir resultaron sintomáticos de un mal uso técnico que, de no rectificarse, podrían poner en peligro una interesantísima carrera. Bien haría el mejicano en seguir la estela de Simón Orfila, que dio una auténtica lección de cómo cantar, con una más que correcta dicción, un gran volumen vocal y forma de frasear realmente exquisita que fue un verdadero placer escuchar. María José Suárez interpretó a una Alisa modélica en escena, bien resuelta en lo vocal. Charles dos Santos fue un Lord Arturo carismático y, Josep Fadó, un Normanno cumplidor. El Coro de la Ópera de Oviedo firmó una notable actuación. Aurelio M. Seco 31 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 32 AC T U A L I DA D SANTIAGO / VALENCIA XIII Ciclo de Lied CANTAR Y CANTAR LIED SANTIAGO Teatro Principal. 21-IX-2012. Roderick Williams, barítono. Obras de Brahms. 25-IX-2012. Asmik Grigorian, soprano. Obras de Rachmaninov y Chaikovski. 29-IX-2012. Christoph Prégardien, tenor. Obras de Mendelssohn, Schubert, Brahms y Mahler. Roger Vignoles, piano. El título genérico del ciclo de este año era Amor sin fin, sin duda inspirado en el del lied Von ewiger Liebe de Brahms. Pienso que también podría reflejar el sentimiento de los organizadores por este género musical que, gozando de tan escaso arraigo en nuestro país, ha conseguido sobrevivir dentro de la penosa situación económica en la que nos encontramos aunque haya sido perdiendo uno de los cuatro conciertos que integraban el ciclo en los anteriores años. Pérdida que se ha limitado a la cantidad, puesto que la calidad media se ha mantenido. El contenido de la primera sesión fue particularmente interesante. El barítono Roderick Williams y Roger Vignoles ofrecieron su versión de Die schöne Magelone. No es frecuente la programación de este hermoso ciclo de Brahms, quizás por necesitar un recitador que vaya contando la historia de la bella Magelone y el conde Pedro de Provenza. Este papel fue asumido parcialmente por el propio Vignoles mediante la lectura en castellano de un resumen de los versos de Tieck. Williams, con su voz agradable, poderosa y bien colocada ofreció una interpretación convincente del ciclo, que estuvo precedida por cuatro lieder sueltos de Brahms. Hablando de voces poderosas, la de la soprano lituana de origen armenio Asmik Grigorian llama la atención por ello, voz grande y bien proyectada. Otra cosa es su capacidad de matización, cualidad esencial en este género musical. Canciones de Rachmaninov (12) y Chaikovski (5), completadas con una del armenio Komitas Vardapet y de los lituanos Balys Dvarionas y Juozas Tallat-Kelpsa, muy poco o nada conocidos, constituyeron el recital de Grigorian. Quizás por la contención que exige su melancólico carácter destacaron No me cantes, hermosa mía de Rachmaninov y Otra vez solo, como antes de Chaikovski. Oyendo a Christoph Prégardien se pudo apreciar la diferencia entre cantar bien en general y cantar bien lied en particular. Mendelssohn, Schubert, Brahms y Mahler fueron los compositores entre los que el tenor alemán seleccionó su recital. La matización, el cuidado en dar a cada palabra su sentido sin perder la fluidez del discurso musical hizo recordar a más de uno a Fischer-Dieskau a pesar de la distinta tesitura de ambos. Un cierto cansancio se hizo presente al final del recital, en los cinco lieder de Des Knaben Wunderhorn, pero ello no empañó la satisfacción general, culminada con el maravilloso Ich bin der Welt abhanden gekommen como bonus y la demostración de que un piano tocado como lo hace Roger Vignoles es capaz de contar todo lo esencial. José Luis Fernández Una estimable ópera de Gomis IMPORTANCIA NO SÓLO HISTÓRICA VALENCIA Eva RIpoll Valencia. Palau de la Música. 8-X-2012. Silvia Vázquez, Nuria Lorenzo, Juan Antonio Sanabria. Coro de la Generalitat Valenciana. Orquesta de Valencia. Director: Cristóbal Soler. Gomis, Le diable à Seville (versión de concierto). 32 Cuando en 1999 la Filharmónica de la Universitat y su entonces titular Cristóbal Soler hicieron oír por primera vez en Valencia la obertura, pareció urgente montar Le diable à Seville, siquiera en versión de concierto un 8 de octubre. Se ha tardado trece años en hacerlo: no está mal. Tampoco la escasa por no decir nula atención que, no sólo de los melómanos sino también de los intelectuales y políticos de cualquier signo, ha merecido la recuperación de esta ópera del valenciano José Melchor Gomis (Onteniente, 1791-París, 1836). La música es muy estimable; el libreto, de calidad bastante inferior pero acérrimo en su exaltación de los valores de la libertad republi- cana y el anticlericalismo. Cristóbal Soler y Tono Berti, de nuevo con los conjuntos universitarios (orfeón y orquesta), ya se habían encargado en 2003 de dar a conocer en el Palau, fallidamente semiescenificada, Le revenant, cima de la producción de Gomis. Ahora han optado por insertar entre los doce números musicales parlamentos con los que el propio Berti fue explicando el argumento. Oída hoy, Le diable à Seville (título tomado del apelativo dado al protagonista Riego por curas, frailes y absolutistas en general) puede parecer una aportación menor al romanticismo de un Berlioz. Sin embargo, en su día (enero de 1831, recién estrenada la Sinfonía fantástica) mereció elogios encendidos de éste y otros insignes contemporáneos que recono- cieron en Gomis a un pionero cuando no modelo. Desde esa perspectiva, sobre todo los números corales pero también por ejemplo el Trío o el Polo y los demás de inspiración folclorista cobran un nuevo sabor además de una igualmente considerable importancia no sólo histórica. La interpretación no cabe calificarla sino con nota muy alta, con menciones de honor para las sopranos Silvia Vázquez (Angélica) y Nuria Lorenzo (María), el tenor Juan Antonio Sanabria (Padre Cirilo), la a un tiempo sobria y sabia dirección de Cristóbal Soler y, muy especialmente, ese otro personaje colectivo que fue el formidable coro. Alfredo Brotons Muñoz 279-Pliego 2 24/10/12 11:44 Página 33 AC T U A L I DA D VALENCIA / VALLADOLID Apertura con una zarzuela DÚO DE CÁMARA Valencia. Palau de les Arts. 7-X-2012. Fernández Caballero, El dúo de “La africana”. Mattia Olivieri, Roxana Herrera, Anna Forsebo, Maria Kosenkova, Marina Pinchuk. Director musical: José Miguel Pérez Sierra. Director de escena: Emilio Sagi. Tato Baeza E l montaje de El dúo de “La africana” con que el Palau de les Arts ha abierto temporada es una producción del Teatro Arriaga de Bilbao estrenada, siempre con piano en lugar de orquesta porque allí no se dispone de foso, en la Sala BBK de la citada ciudad en marzo del año pasado (véase SCHERZO, nº 263, pág. 16). Como entonces, la hora de duración se alargó insertando en medio del libreto una audición de hasta diez aspirantes a entrar en la compañía de Querubini; pero, a diferencia de lo sucedido el año 2004 con la reposición del montaje de José Luis Alonso en el Teatro Real de Madrid, en esta ocasión la treintena de músicos que formaban orquesta se marchó a los camerinos, dejando al pianista Julio César Picos a cargo de los acompañamien- Escena de El dúo de “La africana” de Fernández Caballero tos como maestro repetidor. La noche del estreno, el público que llenaba la Martín y Soler interrumpió repetidamente este Dúo de cámara con aplausos de calor más intenso aún al final. Propició su entusiasmo la claridad del trabajo de Emilio Sagi y sus colaboradores, a su vez potenciada por la buena idea de subtitular todos los textos cantados; también la calidad cuando menos aceptable que como actores demostraron todos cuantos salieron a escena. En este aspecto destacó, por supuesto, la actriz profesional Gurutze Beitia, pero incluso Mattia Olivieri, al que su juventud imposibilitaba dar el tipo físico del protagonista, se las ingenió para resultar divertido. Igualmente se han de elogiar los esfuerzos razonablemente exitosos de la chilena Roxana Herrera por imitar el acento sevillano. Bajo la dirección según conviniera firme o flexible de José Miguel Pérez Sierra, ni los solistas, ni los doce coristas (seis chicos y seis chicas) ni la orquesta presentaron tampoco flaquezas de mayor consideración en lo que se refiere a la música de Manuel Fernández Caballero, por otro lado no especialmente exigente en ningún sentido. En las audiciones llamaron sobre todo la atención la agilidad de Anna Forsebo y el intenso dramatismo en que coincidieron Maria Kosenkova y Marina Pinchuk. Alfredo Brotons Muñoz Inauguración de temporada de la OSCyL SERENIDAD Y CLASE VALLADOLID Auditorio. 4-X-2012. Hilary Hahn, violín. Sinfónica de Castilla y León. Director: Ton Koopman. Obras de Mozart y Mendelssohn. Desarbolada la gestión de la orquesta. Félix Alcaraz se presentó al concurso para cubrir la plaza de director técnico de la Orquesta Nacional y lo ganó. Francisco Lorenzo también ha dejado el conjunto y otros componentes del equipo se han marchado. Tampoco hay, y no debe haberlo en estas circunstancias, director titular, después de la absurda no renovación de Bringuier. No creo que las cosas vayan al desastre pero los síntomas no son buenos en esta época de restricciones económicas. Cuando escribo esta crónica nada se sabe de los magníficos ciclos de antaño pero las impresiones son negativas. En fin, esperemos. El primer concierto de la temporada, programa clásico de impacto, reunió numerosísimo público. Buen síntoma. Fue una jornada serena, hacia falta que la música se impusiera a la sensación de melancolía y tristeza que nos invade. Lo consiguieron Hilary Hahn y Ton Koopman y naturalmente la Serenata nocturna nº 6 para dos orquestas y timbal, la Sinfonía nº 40 de Mozart y el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn. El precioso sonido de la violinista, la perfecta afinación, la comprensión de esta obra maestra, elegante y difí- cil, abrieron la puerta a la emoción de la belleza. Bien acompañados por la orquesta con un dominio absoluto, se alcanzó la casi imposible perfección. Una de las mejores versiones que he escuchado. Las dos propinas de Bach continuaron la hermosa atmósfera. Koopman no es un divo de la dirección orquestal, pero sí un magnífico músico lleno de una contagiosa energía. En la Serenata nocturna nº 6, brillaron los solistas de la orquesta y el timbal. Obra menor del genio salzburgués pero elegante e inspirada. Acertó el director en ese fabuloso primer tiempo de la nº 40, con el ritmo adecuado, excluyendo la lentitud tantas veces perjudicial, lo que influyó en la construcción total de la obra. Un Mozart personal, expuesto con vivacidad con una gestualidad, prescindiendo de la batuta, desconcertante pero eficaz. Serenidad y musicalidad. En tiempos oscuros, el arte, la música son cada vez más necesarios. Por ello los recortes, la intolerable subida del IVA constituyen un atentado a la cultura. La música, el teatro, no son sólo entretenimientos, constituyen una de las necesidades de una población cada vez más asustada e indefensa. Fernando Herrero 33 279-Pliego 3 23/10/12 21:19 Página 34 AC T U A L I DA D INTERNACIONAL 34 Música con imágenes RECORTES SONOROS Y JIRONES VERBALES Enrico Nawrath Deutsche Oper. 19-IX-2012. Lachenmann, Das Mädchen mit den Schwefelhölzern. Hulkar Sabirova, Yuko Kakuta. Director musical: Lothar Zagrosek. Director de escena: David Hermann. BERLÍN ACTUALIDAD ALEMANIA Desde su estreno en Hamburgo en 1997 pocas veces se ha repuesto La cerillerita de Helmut Lachenmann, a pesar de que la obra ha sido requerida por especialistas y público. El compositor la denomina “música con imágenes” y es, en efecto, un pegote de sonidos que ejecutan los miembros de la Orquesta de la Ópera Alemana de Berlín, dispersos por la sala. Soberbiamente los dirige Lothar Zagrosek, que conoce íntimamente la obra desde su estreno y es capaz, en toda su extensión, de conseguir un equilibrio entre grito y silencio, como propone la partitura. La orquesta se escucha tocando en el escenario, en los palcos de proscenio, en la primera fila de la platea, unos sonidos raspantes, golpeados, matraqueados, rascados, chirriantes, junto con las voces del Coro de la Ópera Alemana, preparado por William Spaulding y un par de voces solistas emitiendo notas susurradas, cuchicheadas, chasqueadas, por momentos combinadas con jirones verbales de emisiones radiofónicas y también textos de la terrorista Gudrun Esslin y de Leonardo da Vinci. Los fragmentos no son cosas para ser entendidas y de su conjunto sensible surge el silencio. Muy de vez en cuando se pueden oír las voces de las sopranos solistas Hulkar Sabirova y Yuko Kakuta, vestidas con trajes de pliegues cuadriculados y chaquetitas estrechas (diseño: Christof Hetzer) que se imponen con los seguros sonidos de sus registros agudos extremos. El diseñador y el director de escena David Hermann sitúan en el primer nivel una estructura escénica de tres pisos, un cuarto de estudio con un piano de concierto bajo una luz de Escena de La cerillerita de Lachenmann en la Deutsche Oper de Berlín neón. El espacio está enchapado de madera y en él se alza una de las estructuras de Fritz Bonnemann para la orquesta, que domina la sala. En ella se ve un salón sobriamente amueblado donde un hombre (el actor Stefen Scheumann) observa repetidamente un film en el cual una mujer en biquini se ahoga finalmente en el mar. La misma mujer, Jennie Gerdes, con el mismo indumento, está como inmovilizada en un estante de la biblioteca, del cual sale e intenta tener con el hombre un contacto íntimo. Cae un súbito telón y no sabemos si esa mujer es una visión o un recuerdo del hombre. El nivel superior es un ambien- te con parqué de madera y una mesa de trabajo. En el cruce de los niveles hay un ventilador junto al cual una chica, Bini Lee, balbucea incomprensiblemente, tratando de subir por una cadena seguida por un hombre, Ahmed Soura, lo cual produce un clima desgarrador. Al final, entre sonidos esféricos, se deslizan hacia un galáctico cielo estrellado en tanto por debajo una muchacha pelirroja vestida de negro estilo Biedermeier, Mayuni Miyata, tal vez la única que evoca al personaje del cuento de Andersen, toca en una armónica japonesa un solo de extraña sonoridad. Bernd Hoppe 279-Pliego 3 23/10/12 21:19 Página 35 AC T U A L I DA D ALEMANIA Neuwirth reelabora la ópera de Berg UNA LULU NEGRA Berlín. Komische Oper. 6-X-2012. Neuwirth, American Lulu. Marisol Montalvo, Della Miles, Jacques-Greg Belobo, Claudio Otelli, Rolf Romei, Dimitri Golovnin. Director musical: Johannes Kalitzke. Director de escena: Kirill Serebrennikov. P or encargo de la Ópera Cómica, la compositora austriaca Olga Neuwirth ha reinstrumentado los dos primeros actos de Lulu de Alban Berg. Además dio nueva estructura al acto que el compositor dejó inconcluso. American Lulu se llama la obra, estrenada en inglés el pasado 30 de septiembre. Con la llegada de Barry Kosky a la intendencia, se ha quebrado la tradición vigente desde los tiempos de Walter Felsenstein, de dar todas las obras en traducción alemana. La acción fue trasladada por la compositora a la Nueva Orleans de los años 1950, enmarcada en un prólogo y un epílogo, que transcurren en la Nueva York de los 1970. En ellos Lulu, con abrigo de piel y gafas de sol, como una diva del cine, Clarence (Schigolch) cuenta su vida. La puesta en escena del director de cine y de ópera ruso Kirill Serebrennikov, que también cuidó del dispositivo escénico, es servicial con la obra, jugada cerca de la rampa y nada espectacular. La escena instala su atmósfera en interiores cristalinos a la manera de Edward Hopper, un lobby con sillones de cuero rojo, un bar con salientes y barras que los auxiliares de escena deben trasladar de un lado a otro. Al fondo se ve el mar de luces nocturnas de una gran ciudad americana. Por fuera se proyectan los vídeos de Gonduras Jitomirsky, proyecciones de olas, humeantes chimeneas, fotos de niños y los hombres de Lulu a la manera de una película con personajes de historietas dirigidos por la condesa Geschwitz (Eleanor). Una grave diferencia con la obra de Berg es que las tres figuras principales de la piezas —Lulu, Eleanor y Clarence— van de negro y los hombres de Lulu deben ser cantados por negros, con lo que la acción retrocede a los tiempos del conflicto racial norteamericano en el siglo XX. La protagonista, Marisol Montalvo, ofreció un aspecto ideal si se recuerda el estreno de Berg en Basilea: presencia corporal y escénica y seguridad en la emisión hasta del extremo agudo de la voz de una expresiva soprano. Como sus compañeros, fue provista de un micro portátil. Eleanor está escrita para un tesitura de cantante de jazz y Della Miles de vestido camisero y peinado afrolook la resolvió con un timbre lascivo y ronco de efecto. Jacques-Greg Belobo como definido Clarence, Claudio Otelli como Doctor Blo- om (Schön), un potente barítono, Rolf Romei, un tenor lírico, en su hijo Jimmy, y Dimitri Golovnin en el Pintor, con su voz a medias heroica, convencieron por su duro compromiso con la obra. Al final Lulu se queda sola, abandonada por sus hombres ante una pared de espejo como esperando al próximo en tanto Eleanor se ha emancipado de ella y alejado. La escena del asesinato con Jack el Destripador aquí no existe pero la última proyección de vídeo muestra sobre el telón el desnudo cuerpo ensangrentado de Lulu. La música, que incluye un órgano de cine y una jazz-band con saxofón, sonó bajo la dirección de Johannes Kalitzke precisa y con el debido feeling. Bernd Hoppe Imitación wagneriana DESDICHA LEGENDARIA FRÁNCFORT Oper. 30-IX-2012. Humperdinck, Die Königskinder. Daniel Behle, Amanda Majeski Nikolai Borchev, Julia Juon. Director musical: Sebastian Weigle. Director de escena: David Bösch. Decorados: Patrick Bannwart. Nada es auténtico en esta “ópera legendaria”. El hijo de un rey quiere enseñar a conocer a los hombres cómo traer al mundo una doncella-ganso sustraída al círculo de una bruja. En su camino a través de unos odiosos mundos se encuentra con encarnadas metáforas de la miseria, el hambre, la embriaguez y la codicia. “Sangre de rey y sangre de mendigo no se llevan bien” canta el hijo del rey, socialmente crítico y explosivo. Sólo la muerte, la salvación en la muerte, es la mayor dicha. La muerte de amor por excelencia. Lo demás es la tierra de la desgracia. Un jugador ciego y vidente es masacrado por un pueblo despiadado. La bruja, madrastra de la doncella-ganso, será quemada en la hoguera por haber profetizado falsamente. Los hijos del rey tiemblan de frío en el helado invierno del corazón. En fin, una parábola sobre las despiadadas leyes naturales de los hombres. En el drama musical de Engelbert Humperdinck Los hijos del rey se ejemplifica el sediento tiempo del naturalismo teatral, el de Ibsen y Strindberg, y su música evoca a Wagner, sin seguirlo sino imitándolo y citándolo. El director Weigle, conocedor de Wagner, rescató lo camerístico que atraviesa la obra, de un oscuro espíritu doblemente corporal y de un tiempo largamente olvidado aunque agudamente cercano y hasta sentimentalmente presente. Condujo el sonido y el sentido de esta vaporosa imitación wagneriana, con sus finas huellas abismales, sus amargas angustias, sus mundos toscos y feamente sonoros de la desesperación. Weigle demuestra coraje: subraya las grietas, cincela sonoramente los diversos estados, todo en el espíritu de la música humperdinckiana. Es una especie de ataque musical, de una sublime sequedad, incómodo de oír. Desembruja el mito del Humperdinck de Hansel y Gretel y descubre unos verdaderos y reales mundos de leyenda. La puesta en escena de David Bösch resulta aburrida, cursi y sin ninguna relación con la música. El pueblo como acartonada y estúpida camaradería de brutales idiotas suspirantes, es algo simplón, fallido y chato. Otra cosa fue la parte musical. Julia Juon hizo una bruja excelente y susurrante, tocante, interior, gritando su espantosa pena con una total humanidad. Triunfó sin falso patetismo Nikolai Borchev en su jugador sabio y ciego. Daniel Behle sirvió al hijo del rey con punzante y cortante voz de tenor. Amanda Majeski resolvió su doncellaganso con clara y luminosa vocalidad. Barbara Röder 35 279-Pliego 3 23/10/12 21:19 Página 36 AC T U A L I DA D AUSTRIA / BÉLGICA Rani Calderón salva un Trittico escénicamente absurdo PUCCINI EN EL CONTENEDOR VIENA Theater an der Wien. 12-X-2012. Puccini, Il trittico. Patricia Racette, Roberto Frontali, Maxim Aksenov, Marie-Nicole Lemieux, Stella Grigorian, Ekaterina Sadovnikova, Paolo Fanale. Director musical: Rani Calderón. Director de escena: Damiano Michieletto. Decorados: Paolo Fantin. Vestuario: Carla Teti. El director de escena, que, con el prurito de actualizar La bohème de Puccini en el pasado Festival de Salzburgo, situó la acción entre montones de basura y en una autopista, ha montado ahora el Trittico del mismo compositor en el Theater an der Wien. Su propuesta estética es la siguiente: “El contenedor es una metáfora de un entorno estandarizado y frío, donde no hay espacio para la diferenciación humana”. Esta opinión se puede compartir, aunque no siempre funciona en Il trittico. Las tres óperas transcurren, consecuentemente, en contenedores, lo que puede resultar coheren- te en Il tabarro, pero no tanto en las otras dos. Lo único que beneficia a este planteamiento es que Il trittico se representa como tal, y no como óperas aisladas y combinadas con otras. La soprano de Giorgetta y Suor Angelica permanece en el escenario durante el cambio de cuadros entre Il tabarro y Suor Angelica, aunque para el segundo título se le rapa la cabeza, mientras el paisaje de contenedores a su alrededor se transforma. Esto deja muy claro el paralelismo entre las dos mujeres, que han perdido a sus hijos y están trastornadas por ello. Algunas ocurrencias escénicas, como el hecho de que Michele lleve un cochecito de niño vacío y, como recuerdo de su paternidad, calce unos zapatos infantiles, parecen pensadas para un público indocumentado. En Gianni Schicchi, el contenedor está decorado con un papel pintado de escaso gusto y presenta una absurda vivienda con desniveles surrealistas. Que no haya ninguna ventana desde la que se ve Florencia, cuando esto se indica en el libreto, era de esperar. Sólo al final de la velada se cierran los contenedores de hojalata y vuelven a su estado inicial. El aspecto musical estuvo mejor. Rani Calderón (que sustituyó al enfermo Kirill Petrenko) y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena (ORF) hicieron muy bien su labor. En lo canoro, las prestaciones fueron más variables: Patricia Racette hizo una Giorgetta y Angelica de escasa y monocroma voz, Roberto Frontali un rutinario Michele y Schicchi, Maxim Aksenov un aceptable Luigi. Marie-Nicole Lemieux como Zia Principessa ha perdido bastante de su pastoso timbre de contralto, Ekaterina Sadovnikova como Lauretta cantó su aria de modo excelente, pero Paolo Fanale la suya con problemas en el agudo. Christian Springer La segunda ópera de Berg vista por Warlikowski LA VERDADERA VOCACIÓN DE LULU La Monnaie. 14-X-2012. Berg, Lulu. Barbara Hanningan, Dietrich Henschel. Charles Workman, Tom Randle, Natascha Petrinsky. Director musical: Paul Daniel. Director de escena: Krzysztof Warlikowski. BRUSELAS Si preguntamos por qué Lulu era como era, el director de escena Krzysztof Warlikowski responderá que porque fue víctima de abusos deshonestos cuando era niña. Él ve a Lulu más como una Lolita que como una femme fatale. Y ya que ella sueña con ser bailarina, Warlikowski utilizó el mundo del ballet clásico como metáfora de la inocencia y el anhelo de belleza. Así que desde el comienzo los jóvenes bailarines de la Real Escuela de Ballet de Amberes estaban en el escenario como testigos de lo que pasaba, incluyendo el suicidio del pintor que se corta el cuello. Los decorados mínimos, incluso bastante abstractos, (Malgorzata Szezçsniak) casi permanecían iguales durante toda la ópera e incluyeron una gran jaula de cristal en la que 36 se desarrollaba parte de la acción y donde actuaban los jóvenes bailarines. Un telón gris plateado dividía el escenario pero hubo poca diferencia entre la casa del Dr. Schön, el teatro o el tugurio londinense. No fue siempre fácil comprender la acción, ya que los distintos personajes de la escena parisiense casi siempre estaban sentados sobre sillas puestas en fila. Desgraciadamente, los protagonistas carecían de perfiles propios y se difuminaban durante los caóticos acontecimientos. Por ejemplo, la figura de Schigolch permaneció casi en el anonimato durante la acción, y sólo cobró vida en los últimos momentos de la ópera, cuando le vimos cuidando a una niña pequeña —una joven bailarina con tutú— que era una versión en miniatura de Lulu, que al buscar clientes por las calles de Londres, también se vistió de Cisne Blanco de El lago de los cisnes. Como el ballet era tan importante en la puesta en escena de Warlikowski, y Lulu aparentemente soñaba con bailar el papel de Odile (nos lo cuenta el programa), era lógico que el director quisiera que la intérprete anduviera siempre sobre las puntas. Barbara Hanningan, que vestía casi siempre en paños menores, lo hacía sin reparos y a la vez que se hizo perfectamente con el personaje. Su voz tuvo la tesitura perfecta pero es demasiado ligera para el papel y cuando tenía que hablar su voz no proyectaba. Dietrich Henschel fue un extraño y relativamente joven Dr. Schön pero carente de autoridad, Charles Workman, un conmovedor Alwa, y Tom Randle un decente Maler y Neger. Natascha Petrinsky encontró en la Condesa Gewchwitz uno de sus mejores papeles a pesar de su molesto vibrato. Pavlo Hunka (Schigolch) e Ivan Ludlow (Domador/Atleta) tuvieron pocas oportunidades para plasmar sus personajes y se puede decir lo mismo en cuanto a los demás del reparto salvo la bailarina Rosalba Torres Guerrero en el papel del Cisne Negro. Paul Daniel dio una clara, lírica y a veces casi mahleriana lectura de la partitura en la versión en tres actos de Friedrich Cerha. La Orquesta de la Monnaie le seguía bien pero en general la parte orquestal de la función fue eclipsada por la profusión visual de Warlikowski. Erna Metdepenninghen 279-Pliego 3 23/10/12 21:19 Página 37 AC T U A L I DA D BÉLGICA Recuperación de una ópera inacabada de Franck RENACER Théâtre Royal. 19-IX-2012. Franck-Van Hove, Stradella. Marc Laho, Isabelle Kabatu, Werner van Mechelen, Philippe Rouillon. Director musical: Paolo Arrivabeni. Director de escena: Jaco van Dormael. LIEJA Al haber estado cerrado durante tres temporadas por reforma, el Théâtre Royal de Lieja, la residencia de la Opéra Royal de Wallonie, volvió a abrirse el 19 de septiembre con el estreno mundial de Stradella, una ópera del compositor nacido en Lieja César Franck (1822-1890). La escribió en 1841 cuando era estudiante del Conservatorio de París y le inspiró la ópera homónima de Louis Niedermeyer de 1840. La partitura de Franck, con influencia de Meyerbeer, Rossini y Donizetti sólo constaba de canto y piano. El compositor flamenco Luc van Hove (1957) recibió el encargo de orquestar la ópera, y lo ha hecho con mucha habilidad, respetando el estilo de la época pero proporcionándole un sonido más opulento del que Franck hubiera podido imaginar. Por desgracia, la orquesta de la ópera y su director musical, Paolo Arrivabeni, no estuvieron muy inspirados y apenas crearon el ambiente necesario. El más bien flojo libreto de Émile Deschamps y Émilien Pacini trata del amor del compositor y cantante del siglo XVII Stradella por Léonore, frustrado por el Duque de Pésaro que también desea a la chica. Secuestra a Léonore y manda a asesinar a Stradella, pero conmovido luego por el amor del cantante y la mujer, finalmente les da su bendición. Hasta allí sigue el libreto original. Sin embargo, el director de escena Jaco van Dormael, un conocido cineasta belga, (Toto le héros, Le huitième jour) no optó por un final feliz en esta su primera ópera. Quiso que los amantes volvieran a reunirse después de la muerte. Muerte en el agua, principal elemento de su puesta en escena, ya que casi toda la acción se desarrolla en Venecia. Por consiguiente, los decorados de Vincent Lemaire consistieron en un depósito de 45.000 litros de agua que, hermosamente iluminado por Nicolas Olivier, produjo unas imágenes muy atractivas. Pero por otro lado tanta agua frustró bastante las actuaciones de los cantantes, ya que muchas veces tuvieron que cantar sumergidos a medias o completamente. Y fue un suplicio para la pobre Léonore que llevaba puesta una larga y abultada falda que flotaba a su alrededor y para el Duque con su enorme gabán y para colmo un cuello hecho de globos. Pero incluso cuando los protagonistas estaban en un escenario seco, Jaco van Dormael no consiguió un dramatismo creíble. Y todos los adornos y artilugios adicionales, incluyendo un pez payaso que nadaba por el pasillo del auditorio no pudieron cambiar esto. Los cantantes hicieron lo que pudieron, pero en esas circunstancias dar vida a sus personajes o hacer que el público simpatizara con ellos era imposible. El tenor Marc Laho (Stradella) cantó con voz clara y tuvo buena proyección pero también algunos problemas de entonación. Isabelle Kabatu (Léonore) estuvo apenas inteligible, de amplia voz pero con demasiado vibrato. Werner van Mechelen (Spadoni) se las arregló como pudo en un papel que exigía una voz más grave que su resonante voz de barítono y Philippe Rouillon (el Duque) ladró su papel. Los papeles secundarios estuvieron bien elegidos y el coro cantó adecuadamente. Erna Metdepenninghen 37 279-Pliego 3 23/10/12 21:19 Página 38 AC T U A L I DA D ESTADOS UNIDOS L’elisir d’amore y el risorgimento CAMBIO DE SENTIDO NUEVA YORK Metropolitan Opera. 5-X-2012. Donizetti, L’elisir d’amore. Anna Netrebko, Matthew Polenzani, Mariusz Kwiecien, Ambrogio Maestri. Director musical: Maurizio Benini. Director de escena: Bartlett Sher. Escenografía: Michael Yeargan. Necesitaría realmente el Met una nueva producción de L’elisir d’amore… No lo creo y desde luego no se necesitaba la que hizo Bartlett Sher que inauguró la temporada el 24 de septiembre con el usual barullo de la noche de estreno. Tan sólo la primavera pasada el Met presentó su última reposición de L’elisir con la escenificación de 1991 de John Copley, que tenía unos rebuscados decorados de color pastel de Beni Montresor pero en cambio un enfoque sólidamente tradicional de la ópera que siempre ha funcionado bien para los cantantes desde Battle hasta Pavarotti (la primera vez) hasta Damrau y Flórez (la última). Pero resulta que los decorados de Michael Yeargan —convencionalmente elegantes, aunque un tanto sobrecargados— fueron claramente lo único de esta nueva producción que mejoraba a la anterior. Una vez más, Peter Gelb ha aprovechado su puesto de gerente para sustituir una producción perfectamente utilizable por otra bastante peor. Y Sher, uno de sus directores favoritos, una vez más ha ofrecido una excesiva y atestada escenificación, por muy elogiables que fueran sus intenciones, que erró el tiro en cuanto al sentido de la pieza. Decidió que Elisir trataba únicamente del naciente Risorgimento, al parecer no se ha enterado de que la ópera en sus comienzos fue una comedia pastoral francesa (por el inevitable Scribe) situada en el “el país vasco” —un escenario que Donizetti y su libretista Felice Romani utilizaron en su adaptación. Cuando (según la visión desacertada de Sher) Belcore abofeteó con violen- cia a Nemorino, y los salvajes de sus soldados tiraron brutalmente al pobre hombre al suelo, ya no estuvimos en el Elisir de sus creadores, sino en un universo distinto y palmariamente inferior de Sher. Que Mariusz Kwiecien, Belcore, estuvo mejor la primavera pasada cuando le dejaron interpretar el papel según su propio y tradicional criterio, fue en sí un comentario revelador sobre la puesta en escena de Sher. Pero un aspecto positivo fue que Sher hizo creíble la interacción entre su Nemorino, Matthew Polenzani, y Adina, Anna Netrebko, aunque Flórez y Damrau estuvieron esplendidos sin su ayuda. Netrebko, siempre una intérprete que da lo mejor de sí, fue una Adina de lujo aunque su rico timbre impedía una exacta articulación de la música y el texto que una soprano de voz más brusca podría haber ofrecido. Y Polenzani, que ha interpretado desde hace mucho en el Met papeles secundarios, esta vez se convirtió en estrella (con un aspecto muy lisztiano de perfil y de peinado). Mostró tener un perfecto tono fornido e italiano que encajó en su admirable noción del estilo del belcanto. Ambrogio Maestri, con voz tan redonda como su figura y con cara gomosa no podía haber sido mejor en su papel de Dulcamara. Y aunque eché de menos el ideal fervor lleno de rubato del último conjunto del primer acto, Maurizio Benni dirigió una interpretación hermosa y con ritmo. Sin embargo, dos horas después de la bajada del telón, es la memoria de la producción sin Sher de la primavera pasada la que recuerdo con más cariño. Patrick Dillon Decepcionante montaje de la Médée de Charpentier SOPORÍFERO PARÍS Théâtre des Champs-Élysées. Charpentier, Médée. Michèle Losier, Anders Dahlin, Sophie Karthäuser, Stéphane Degout, Laurent Naouri, Aurélie Legay, Elodie Kimmel, Benoît Arnould, Katherine Watson. Chœur d’Astrée. Le Concert d’Astrée. Directora musical: Emmanuelle Haïm. Director de escena: Pierre Audi. Tras el éxito de La Didone de Francesco Cavalli la temporada pasada, se esperaba mucho de esta nueva producción, tan prometedora sobre el papel. La decepción ha sido inmediata. Antes de levantarse un telón —en cuyo centro campaba el rostro de una mujer de múltiples ojos y labios saturados de maquillaje, la boca rebo- 38 sando sangre y rodeada de pintadas que decían “Yo soy el amor”— el espectador queda prevenido de que lo que le espera es una suerte de espectáculo circense. La escenografía del artista alemán, tan de moda, Jonathan Meese, quien “ensalza la dictadura del arte y combate todo lo demás”, hecha de neón, de ventanas metálicas y de ataú- des es, a la vez, simple y fea aunque esté bien iluminada por Jean Kalman y los figurines de Jorge Jara sirvan para todo, a excepción de los esbirros de Créon y de Médée, vestidos de escarabajos. En cuanto a la puesta en escena de Pierre Audi es, en general, decepcionante a la vista de lo que hizo en Bruselas a principios de temporada con el Orlando de Haendel. Su dirección de actores se reduce a su expresión más simple y los protagonistas parecen telegrafiarse las réplicas, lo que es más lamentable si se piensa que Charpentier maneja muy bellos conjuntos capaces de inspirar una verdadera dinámica teatral. Los doce cantantes reunidos para los veintiséis papeles que 279-Pliego 3 23/10/12 21:19 Página 39 AC T U A L I DA D FRANCIA Festival Musica ESTRENOS Y MÁS El primero de los tres fines de semana que ocupaba la trigésima edición del Festival de Música de Estrasburgo, se ha situado bajo el signo de la espiritualidad. La mística es tema de actualidad entre los compositores contemporáneos, sea su aproximación metafísica, espiritual, alegórica o mistificadora por irónica. Y, figura tutelar de la creación musical desde los años veinte del pasado siglo, inventor del expresionismo musical y de lo dodecafónico, compositor pedagogo de nervio religioso, como Messiaen, Arnold Schoenberg ha abierto el festival con su obra maestra lírica, Moisés y Aarón, en la misma extraordinaria versión de concierto que pudo verse en el Teatro Real de Madrid excepcionalmente dirigida por Sylvain Cambreling. Les Percussions de Strassbourg han encargado para celebrar su 50 aniversario una ópera a Stefano Gervasoni (1962). Limbus-Limbo, primera obra lírica de su requiere la obra son apropiados en su conjunto, aunque haya algunas debilidades. Sophie Karthäuser es siempre luminosa, campando una deliciosa Créuse —y una noble Victoire. Stéphane Degout está impresionante como Oronte, Laurent Naouri hace un imponente Créon mientras Aurélia Legay (Nérine, Bellone), Elodie Kimmel (Cléone, primer pastor), Benoît Arnould y Katherine Watson completan muy bien el reparto. Como contrapartida, los dos personajes principales decepcionan: Michèle Losier es una Médée chillona a la que Audi reduce a la estatura de una prostituta Philippe Stirnweiss ESTRASBURGO 21/23-IX-2012. Grundheber, Conrad. EuropaChorAkademie. Orquesta de la SWR. Director: Sylvain Cambreling. Schoenberg, Moses und Aron (versión de concierto). Gervasoni, Limbus-Limbo. Fraser, Field, John. Les Percussions de Strasbourg. Director: Jean-Paul Bernard. Kammerensemble Neue Musik Berlin. Obras de Dusapin, Bedrossian, Hurel, Dumont y Bertrand. Ictus. Director: Georges-Elie Octors. Obras de Filidei, Mitterer, Cendo. Wilhelm Latchoumia, piano. Obras de Mincek, Filidei, Cage, Pesson, Jodlowski, Combier y Jarrell. Escena de Limbus-Limbo de Stefano Gervasoni autor, se desarrolla, en efecto, en los limbos, espacio incierto donde el tiempo se deshace interminablemente y en el cual vagan el botánico Linneo y el filósofo Giordano Bruno desde sus respectivas muertes. Les rodean distintos personajes, entre ellos TINA (There is Not Alternative)/ Marilyn Monroe, millonaria que ha sobornado a un guardián para huir del infierno y cuya intempestiva llegada paranoica, mientras que, en Jason, Anders Dahlin muestra una voz poco segura y un timbre ingrato. Si le Chœur d’Astrée destaca, el foso decepciona, con un Concert d’Astrée apagado, no siempre justo, estrecho de entonación. La laxitud se instala rápidamente y el conjunto hace lo que puede para responder lo mejor posible a la dirección poco precisa y muy seca de una Emmanuelle Haïm de gesto pesado y a menudo desacompasado, las manos continuamente cerradas y moviéndose a golpes de puño. Bruno Serrou perturba la actividad cotidiana de estos condenados a la errancia eterna. El libreto de Patrick Hahn es un montaje de textos de fuentes diversas que une el latín, el inglés, el francés, el alemán y el sueco mientras la obra se despliega en un acto único y confronta tiempos, estilos y tonalidades, con los limbos sugeridos por la electrónica. La puesta en escena de Ingrid von Wantoch Rekowski es eficaz con actores y cantantes —inenarrable la TINA de Juliet Fraser—, la distribución vocal e instrumental es irreprochable y la refinada música de Gervasoni mezcla bien con los pastiches de compositores del pasado. Pero el espectáculo se hace largo y el purgatorio del aburrimiento ataca al espectador. Musica ha propuesto igualmente su habitual abundancia de estrenos entre los que se ha impuesto el italiano Francesco Filidei (1973), con una naturalista y onírica Ballata n° 2 a cargo de los excelentes músicos de Ictus, y Filastrocca para piano preparado, interpretada por un verdadero brujo del piano, Wilhem Latchoumia, en un programa homenaje a John Cage. Entre novedades y reposiciones, el KNM (Kammerensemble Neue Musik) de Berlín presentó un programa cien por cien francés, con piezas de Pascal Dusapin —el Trío Rombach para violín, violonchelo y piano, que apela a la música húngara—, Franck Bedrossian — L’usage de la parole para clarinete, violonchelo y piano, cuyos siete minutos revelan su fuerte personalidad temprana—, Philippe Hurel (1955) —el tornasolado Ritornello in memoriam Luciano Berio para flauta y piano en su nueva versión de 2012—, Aurélien Dumont (1980) de quien Berceuse et des poussières para violín, viola, violonchelo, piano y banda magnética muestra un compositor inventivo y que sabe administrar la sorpresa y el recordado Christophe Bertrand (1981-2010), con un emocionante Hendeka, de 2007, para violín, viola, violonchelo y piano. Por su parte, el suntuoso conjunto bruselense Ictus, daba en estreno mundial Carbone, de Raphaël Cendo, obra ensordecedora para doce músicos amplificados entre los que destaca un trompetista vestido de astronauta y de los que la flauta baja es el único instrumento onírico en un infierno de gritos sonoros. Destaquemos finalmente, Cage héritage, el recital de Wilhem Latchoumia modelo de programación inteligente, con la obra citada de Filidei y, entre otras, dos piezas impresionantes de Pierre Jodlowski (1971) para piano y banda, sendos homenajes al cine: Série-C (2011) y, sobre todo, Série noire (2005), un ejemplo de aliento y teatralidad. Bruno Serrou 39 279-Pliego 3 23/10/12 21:19 Página 40 AC T U A L I DA D FRANCIA / HOLANDA Preludios del bicentenario wagneriano TRÁGICA HUMANIDAD TOULOUSE Théâtre du Capitole. 7-X-2012. Wagner, Rienzi. Torsten Kerl, Marika Schönberg, Richard Wiegold, Daniela Sindram, Stefan Heidemann, Robert Bork, Marc Heller, Leonardo Neiva, Jennifer O’Loughlin. Coros del Capitole y de la Academia del Teatro alla Scala de Milán. Orquesta Nacional del Capitolio. Director musical: Pinchas Steinberg. Director de escena: Jorge Lavelli. Tercera ópera de Richard Wagner, Rienzi, der letzte des Tribuns es una obra maldita. Siendo la única que tuvo verdadero éxito en vida de su autor, éste la eliminó de su testamento artístico y prohibió su acceso al escenario del Festspielhaus de Bayreuth. Además, Rienzi porta el estigma de ser la obra preferida de Hitler, conquistado por la figura del último de los tribunos, de quien se sentía la reencarnación. Su filiación es la de la ópera a la francesa fijada por Spontini, Auber, Meyerbeer, Halévy, Rossini… pero la verdad es que, al margen de ello, y de Weber, aquí están ya la vocalidad y la orquestación wagnerianas, el tema recurrente de la redención por el amor, la relación más o menos ambigua entre Rienzi y su hermana Irene, que anticipan a Siegmund y Sieglinde. Todo quedó transparente en la dirección febril de Pinchas Steinberg, habitual del foso del Capitole de Toulouse, donde ha dirigido todas las óperas de Wagner montadas en la casa. También es cierto que anduvo demasiado potente y abrupto en las transiciones, eso sí, con una orquesta en plena forma. La escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, sombría y siniestra, evoca una sociedad industrial decadente y traduce el aislamiento entre los muros de una fábrica amenazante de la que emerge alguna luz de esperanza y de libertad. Jorge Lavelli otorga al tribuno una humanidad trágica haciéndole víctima de su ceguera. A pesar de alguna pesadez en los conjuntos, las imágenes son bellas, como la escena del complot y el coro de los monjes, la adhesión del pueblo a la causa de Rienzi, o el Te Deum y la excomunión. La escenografía, sin embargo, bordea el ridículo en la arenga del protagonista sobre un carro elevador. El reparto está dominado por la formidable prestación de Torsten Kerl, un Rienzi magistral de voz poderosa, sólida y con una línea de canto de seductora personalidad. Como el excepcional Adriano de Daniela Sindram, brasa y terciopelo al mismo tiempo. La única decepción fue el Colonna de Richard Wiegold. Excelentes los coros. Bruno Serrou Estreno holandés de una ópera de Schreker TAN FUERTE, TAN CERCA ÁMSTERDAM Estrenada en 1920, Der Schatzgräber está tan llena de simbolismo y dobles sentidos como cualquier ópera de Franz Schreker, pero el relato es más complicado que el de sus obras anteriores como Der ferne Klang o Die Gezeichneten. Schreker hizo el libreto sobre un músico llamado Elis, un cantante de baladas con un laúd mágico, que fracasa en su objetivo de mejorar la sociedad con su música. El problema es que está enamorado de Els, una muchacha frustrada que no es capaz de amar, o al menos tener una relación estable y consigue que su fiel criado asesine a todos sus novios. Y de paso se aprovecha de ellos y también de su criado para quedarse con los tesoros robados a la Reina. Sin embargo, para el estreno en los Países Bajos 40 de Der Schatzgräber, el director de escena Ivo van Hove parecía más interesado en los infortunios de Els y sus causas. Incluso en su puesta en escena contemporánea, durante su gran escena de amor, que ocupa prácticamente todo el tercer acto, proyectó una película de Els cuando era una niña abandonada y fue posiblemente violada por su padre. Ese enfoque quitó emoción al drama y creó una sensación de distancia, no sólo entre el público y la historia en sí sino también entre los protagonistas. Y para colmo, hizo más desconcertante el relato poniendo mucha distancia en el tiempo entre los actos tercero y cuarto, al hacer más viejos a los personajes principales sin explicar por qué. La confusión acerca de lo que ocurría en el escenario se vio aumentada por la convicción del director Marc Monika Rittershaus Het Muziektheater. 15-IX-2012. Schreker, Der Schatzgräber. Manuela Uhl, Raymond Very, Graham Clark, Alasdair Elliott, André Greenan, André Morsch, Kurt Gysen, Matthijs van de Woerd, Kay Stiefermann. Director musical: Marc Albrecht. Director de escena: Ivo van Hove. Escenografía: Jan Versweyveld. Vestuario: An D’ Huys. Vídeo: Tal Yarden. Albrecht de que se debía tocar la partitura de Schreker lo más fuerte posible. El mensaje del compositor relativo a que la música no es capaz de crear un mundo mejor fue desde luego cierto con esta interpretación, pero fue una lástima que la abundancia de erotismo de Schreker estuviese ahogada por este alboroto orquestal. Los pobres cantantes tuvieron difícil crear personajes convincentes, y desarrollar emociones fue prácticamente imposible, sobre todo en el caso del tenor norteamericano Raymond Very como el desgraciado Elis. Una interpretación más sólida la dio el siempre excelente aunque muy personal tenor británico Graham Clark en el papel del bufón, aunque en esta puesta de escena tan moderna tuvo poco de bufón de la corte. Pero tenemos que agradecer a la soprano alemana Manuela Uhl su soberbia interpretación; cantó con dramatismo y sutileza. Su escena de la muerte fue conmovedora, en el momento en el que el canto de Elis recobra algo de su poder mágico para poder consolar los últimos momentos de su amada. Paul Korenhof 279-Pliego 3 23/10/12 21:19 Página 41 AC T U A L I DA D SUIZA El intendente Andreas Homoki empieza su mandato UNA TREPIDANTE NOVELA NEGRA Monika Rittershaus Opernhaus. 23-IX-2012, Janácek, Jenufa. Kristine Opolais, Michaela Martens, Hanna Schwarz, Christopher Ventris, Pavol Breslik, Cheyne Davidson, Pavel Daniluk. Director musical: Fabio Luisi. Director de escena y decorados: Dimitri Cherniakov. Vestuario: Elena Zaytseva. ZÚRICH Kristine Opolais en Jenufa de Janácek en la Ópera de Zúrich Nuevo intendente, nuevo director musical. El primer acto de la Jenufa de Fabio Luisi fue un baño de sonido de musculosas dinámicas. Alguien tuvo que advertírselo en el intermedio al maestro italiano, porque el segundo acto resultó claramente mejor, e incluso delicado y tímbricamente sugestivo. Pero los niveles acústicos siguieron aún demasiado altos. Una voz como la de la mezzo norteamericana Michaela Martens tuvo pocos problemas con ello, y brindó una impactante encarnación de la Sacristana, más inclinada en cualquier caso hacia la vocalidad de Puccini que a las melodías basadas en el lenguaje hablado de Janácek. El papel de Jenufa es claramente más delicado, lírico y contenido, y otro tipo de lectura hubiera convenido a la soprano letona Kristine Opolais a la hora de ofrecer mayores matices en su retrato. Christopher Ventris como Laca aportó su sólida rutina, pero como Steva el joven tenor eslovaco Pavol Breslik tuvo problemas. El director de escena ruso Dimitri Cherniakov ha demostrado de modo contundente que sabe hacer teatro, y también manejar a gente por el escenario, así como llevar a los cantantes de ópera a situaciones difíciles. Es un placer observar cómo trabaja con gestos y situaciones, consiguiendo una artesanía teatral del máximo nivel. Otra cosa es el aspecto visual de la obra: Cherniakov la sitúa en un espacio de hoy, en una casa de campo bajo cuyo techo habitan todos los miembros de la visiblemente acomodada familia Buryja, lo que tiene absoluto sentido. Pero que una juventud con deseos de divertirse se deje atemorizar por la Sacristana es algo más difícil de comprender. Y la culpa por un nacimiento fuera del matrimonio ya no es un tema en 2012. Cherniakov plantea una verdadera novela negra, sin duda, trepidante, pero la música nos cuenta muchas veces lo contrario de lo que nos dice el montaje. Reinmar Wagner 41 279-Entrevista 23/10/12 17:58 Página 42 E N T R E V I S TA ROLANDO VILLAZÓN: “LOS CANTANTES DE ÓPERA VIVIMOS AL LÍMITE” C 42 Fotos: Gabo on un recital de arias de Verdi —de las distintas épocas del compositor italiano, desde Oberto hasta Falstaff, incluyendo In solitaria stanza en la orquestación de Luciano Berio—, Rolando Villazón firma su primer disco en solitario desde hace tres años. Tras sus incursiones en Haendel y Mozart, este álbum con Deutsche Grammophon supone un regreso a su antiguo repertorio. En esta entrevista el tenor mejicano habla sobre su crisis de los últimos años, sobre cantar como deporte de alto rendimiento y, naturalmente, sobre la fuerza emocional de la música de Giuseppe Verdi. 279-Entrevista 23/10/12 17:58 Página 43 E N T R E V I S TA ROLANDO VILLAZÓN ¿Cómo se encuentra tras haber pasado un par de años difíciles? Muy fácil: ¡muy bien! Que haya buenos y malos momentos forma parte de la vida y el ser humano tiene que aceptar ambos. Lo que hacemos, lo que somos, es el resultado de nuestras experiencias, de las buenas y de las malas. Todo artista o todo deportista que se mueva hacia un nivel más alto sabe de fases difíciles. ¿Tiene usted alguna explicación de porqué es tan normal para nosotros hablar de lesiones en los deportistas mientras que ese tema es totalmente tabú en los cantantes? Es una buena pregunta. Existe el ideal, especialmente en el mundo de la ópera, de que el cantante es un superhombre. Cuando algo sale mal la gente dice que ha cantado un repertorio equivocado o que tiene una técnica equivocada… De un deportista, sin embargo, no se diría nunca que juega con demasiada intensidad o que lo que hace es falso. Afortunadamente, esto irá mejorando poco a poco, cuando algunos cantantes hablen abiertamente sobre este problema. Pero conozco muchos colegas que no dicen nada y eso me da lástima, porque cuanto más abiertamente hablemos sobre ello, sobre los problemas que puede tener un cantante de ópera, menos tabú será. La verdad es que el problema radica en la ópera en sí, puesto que el público en ella es muy eufórico: sólo hay “¡Bravo!” o “¡Buh!”, o eres es el mejor cantante del mundo o estás hecho trizas. Pero también forma parte del mundo en que vivimos: las malas noticias atraen más la atención que las buenas. Cuando un tenor es abucheado y deja el escenario se convierte en noticia internacional. Si el mismo tenor trabaja con éxito en una première detrás de otra, en los grandes teatros de ópera del mundo, sólo consigue salir en las noticias locales. ¿Arrastramos entonces, como público de ópera, la culpa de esperar demasiado de los cantantes? Yo no diría la culpa. Es lo que conlleva la ópera: ¡grandes sentimientos! Y así debe ser. Por eso los cantantes de ópera son artistas y por eso se arriesgan más que otros. Una pequeña falta puede tener un gran impacto. Otra vez las expectativas del público, sus emociones… es parte de la ópera. Cuando un deportista tiene una lesión, a menudo pasa mucho tiempo hasta que se recupera totalmente. ¿Qué hace un cantante tras una operación? Es muy parecido. Sobre todo se necesita mucha paciencia durante varios meses o quizá años. Muchas cosas hay que volverlas a aprender. Hoy hablamos mucho del aspecto deportivo al cantar. Un cantante debe ser ante todo un artista. Pero hablamos mucho de notas agudas, del piano, del control de la respiración… lo que está bien, pero entonces hablamos de atletas. Claro que lo necesitamos como base, pero se trata de darle vida a la música. Hay muchos cantantes con una técnica excelente, con estupendas notas agudas y un piano estupendo, y cuando se les escucha se dice “¡oh!”, como se diría de alguien que hace malabares con doce bolas. Pero esto es sólo el principio del arte. Todo cantante es un buen atleta, no se puede ser un buen artista sin ser un buen atleta. Pero se puede ser un buen atleta sin ser un buen artista. Aunque esta diferencia no se pueda ver, el público la percibe. ¿Es hoy más difícil para los cantantes cuidar su voz que hace cien años? Pues no se lo puedo decir porque no sé como era eso hace cien años. Sabemos, en efecto, que hoy la vida es más rápida y que hay más alergias. Pero creo que la gente antes no hablaba mucho sobre esto. Caruso tuvo ocho operaciones en las cuerdas vocales y fue el mayor tenor de todos los tiempos. Hoy en día tenemos YouTube y filmaciones de óperas en directo en el cine. Hay un documento de todo lo que hacemos sobre el escenario. Si un artista comete hoy una falta, mañana lo sabe todo el mundo. Lo cual significa también estrés para ese cantante. Además, la música es más importante que la individualidad de los intérpretes. Por ejemplo, con mi nuevo disco, deberíamos hablar sobre Verdi, no sobre mí. Enseguida, se lo prometo. En nuestra cultura es muy fácil hablar de la gente. Pero es más importante que hablemos de la música. Cuando nosotros ya no estemos aquí, vendrán otros que cantarán esa misma música. Y después de todo, lo que quedará es precisamente eso de lo que aún hablamos: los compositores, Mozart, Verdi, Puccini. Tenemos que conseguir algo de distancia tras la excitación, tras la avidez de sensaciones. A veces hay representaciones fantásticas, a veces hay buenas representaciones y a veces hay malas representaciones. Es así. Como cantantes de ópera nos movemos constantemente al límite. Estar sobre el escenario es como andar sobre la cuerda floja. Llegamos ahora a Verdi, ¿cómo es su música? Su música es un reflejo del alma humana. Verdi no ha compuesto para el aplauso, su música cuenta siempre algo, habla de los sentimientos de los personajes. Es como si hablaran las almas, aunque todo sea tan simple. Verdi no tenía ningún miedo a ser sencillo. Por eso la gente tiene un acceso directo a su música. Con Wagner no es tan fácil, en él se oye la lucha con la obra, como el trabajo de un escultor. Verdi es lo auténtico, es uno con sus composiciones, por eso son tan universales. La tragedia de Violetta, el egoísmo del Duque en Rigoletto o esos roles oscuros de Shakespeare… ¡Es fantástico! Coge a Shakespeare y le da música, es como una traducción perfecta en notas. ¿Por qué interpretamos todavía sus personajes después de cien años? Porque habla más que de ellos mismos. Cuando habla de melancolía, es La Melancolía. En esos momentos pertenece al papel que la representa, pero así suena la melancolía. Él toma los personajes, entiende perfectamente lo que están experimentando y lo pone en música. Y al fin ese papel concreto es un retrato universal. ¿No son, en realidad, más interesantes los papeles de Verdi para barítono, Simon Boccanegra o el abismal Yago? Los papeles de tenor, por el contrario, son a menudo unidimensionales, sin pasar por ninguna evolución. Verdi ha creado papeles fantásticos para todos los géneros de voz. Creo, en efecto, que para Verdi la evolución de los caracteres no es tan importante como el retrato de los sentimientos. Vemos, por ejemplo, a Alfredo, nervioso, luego feliz, luego desdichado. La evolución, el camino de un estado de ánimo a otro se verá sólo un poco iluminado. Pero la música nos habla tan claro que lo entendemos. Existe, desde luego, tal evolución, pero Verdi nos señala sobre todo los momentos importantes. Es como en las películas, que a menudo sólo vemos instantáneas y no lo que pasa entre medias. Y, a pesar de ello, nuestro cerebro establece las conexiones correctas. Su base en los papeles de tenor le permite comprender la evolución estilística de Verdi, desde las primeras obras románticas hasta Otello. ¿Cuáles son los puntos de referencia de esa evolución? Bueno, yo no soy musicólogo. El nuevo disco tampoco trata de rastrear la evolución de Verdi como compositor de ópera. Más bien se trata de una travesía en la que muestro momentos de la carrera de Verdi. Empieza con Oberto y termina con Falstaff, con la última aria para tenor que escribió. ¿Y no es fantástico que, de todas, esta última aria para tenor sea para ese tipo de tenor? Está tan completamente lejos de las grandes voces, de Radamés o de Otello… También he considerado largamente si debería grabar Il trovatore. Antes todos cantaban todo, ahora hay que ser muy especialista. Diciéndolo pronto: ¿por qué canta Celeste Aida si no es Radamés? Este debate inútil quería evitarlo en este proyecto. No soy, en absoluto, de la opinión de que sólo se pueden cantar arias aisladas si se puede también encarnar el papel entero. Si yo 43 279-Entrevista 23/10/12 18:47 Página 44 E N T R E V I S TA ROLANDO VILLAZÓN pensase siempre sólo en lo que escribirán los críticos, no hubiese grabado ningún Haendel, ningún Mozart, ningún Monteverdi. ¿No se arrepiente, entonces, aunque, por ejemplo, haya sido criticado por su Haendel? Todo lo contrario. Si yo me hubiese limitado tanto a mí mismo, no hubiese conocido mundos tan maravillosos y no hubiese podido trabajar junto a músicos como Emmanuelle Haïm o Marc Minkowski. Hay una frase famosa sobre Il trovatore que dice que para ponerla en pie sólo se necesitan las cuatro mejores voces del mundo. ¿Qué requisitos establece Verdi para sus tenores? Quien dijo eso hablaba sólo sobre atletas. Y, por lo tanto, quizá hasta tenía razón: se necesitan cuatro atletas maravillosos, porque no todos los grandes artistas pueden cantar esos roles. ¿Quién es aquí el mejor cantante: el que es mejor atleta o el que es mejor artista? Para mí no es fácil contestar a esta pregunta y a lo mejor no existe una respuesta correcta. Tomemos por ejemplo a Natalie Dessay. Quizá la gente no diría de ella que fuera la Violetta ideal. Pero su Traviata de Aix-en-Provence es increíble, lo que hace ella con este papel: ¡chapeau! Su interpretación ha mostrado posibilidades totalmente nuevas a las siguientes generaciones. ¡O Maria Callas! Tantos papeles que Callas no hubiese podido cantar por cuestiones atléticas… Bueno, a pesar de todo lo hizo y cambió el mundo musical. Con Dessay y Callas está nombrando a dos cantantes que pagaron su misión en la música con problemas en la voz. ¿Sabemos si fue esa la verdadera razón? No. Pero como cantante se ha de ser también rebelde. Me es más querido un James Dean o un Bob Dylan de la ópera que alguien que siempre intente hacerlo todo correctamente. Cuando se busca sólo ser el niño bonito de todos, puede llegar a ser aburrido. Los verdaderos artistas tienen que salir de la comodidad, descubrir nuevos mundos. Cuando uno hace siempre lo mismo se llega a veces al punto en que no hay nada más que descubrir y todo se vuelve corriente. Necesitamos esa adrenalina. Por ejemplo, cuando canté Haendel estuve días enteros buscando un camino para poder hacer esas coloraturas. Somos artistas y necesitamos nuevos desafíos. Los grandes artistas nunca hicieron lo que la gente esperaba de ellos. ¿Cuál es el riesgo? Uno puede hacer algo totalmente erróneo. ¡Maravilloso! Y luego, ¿que pasa? Mire usted, tras las experiencias con Haendel y Mozart canto ahora un Verdi que nunca había cantado. Y con una voz y un poder creativo musical que antes nunca tuve. Bjørn Woll Traducción: Begoña Quintanilla 44 18 1 Nikolai piano Lugansky Martes, 22 de enero de 2013. 19:30 2 3 madrid 2013 6 Grigori piano Sokolov Lunes, 11 de marzo de 2013. 19:30 Martes, 19 de marzo de 2013. 19:30 5 Martes, 24 de septiembre de 2013. 19:30 7 Mahler Chamber Orchestra piano Mitsuko Uchida 4 Arcadi piano Volodos 8 Zoltan piano Kocsis Martes, 30 de abril de 2013. 19:30 9 Piotr piano Anderszewski Ivo piano Pogorelich Martes, 29 de octubre de 2013. 19:30 Rafal piano Blechacz Martes, 19 de noviembre de 2013. 19:30 Eliso piano Virsaladze Martes, 17 de diciembre de 2013. 19:30 Martes, 28 de mayo de 2013. 19:30 COLABORA ORGANIZA PAT R O C I N A BOLETÍN DE ADQUISICIÓN DE NUEVOS ABONOS El boletín para adquirir nuevos abonos se podrá enviar por correo a nuestras oficinas, por fax al número 91.726.18.64 (las 24 horas del día) o hacer la solicitud por teléfono llamando al 91.725.20.98 (de 10:00 a 15:00 horas de lunes a viernes, excepto festivos) o por mail a la dirección fundacion@ scherzo.es, o rellenándolo en nuestra página Web www.fundacionscherzo.es. A partir del 19 de noviembre de 2012 comenzarán a adjudicarse los abonos no renovados, si los hubiere, por estricto orden de llegada. Para conceder los abonos se contactará telefónicamente con la persona que rellena la solicitud, para ofrecerle las mejores localidades posibles según su petición e indicarle la forma y plazos de pago (es muy importante reflejar correctamente los teléfonos de contacto). Los suscriptores de la revista SCHERZO y los abonados al Ciclo de Jóvenes Intérpretes (por este orden) tendrán prioridad sobre el público en general para adquirir los nuevos abonos disponibles. Los suscriptores de la revista SCHERZO solo podrán comprar un máximo de dos abonos a precio especial de suscriptor. ZONA SECTOR Rellene sus datos personales, marque el número de abonos que desea adquirir y las cinco opciones preferidas indicando la zona (A, B, C o D) y el sector que proceda. Por ejemplo, si desea Tribunas ponga C TR Si prefiere patio de butacas, escriba A PB 1ª opción: 2ª opción: 3ª opción: 4ª opción: 5ª opción: 6ª opción: ZONA Y SECTOR ELEGIDOS: (Consultar cuadro) ABONO SUSCRIPTOR SECTOR ABONO NORMAL A PB. Patio de butacas 1A. Primer Anfiteatro 386€334€ B L1A. Lateral de Primer Anfiteatro 2A. Segundo Anfiteatro (Filas 1 a 6) L2A. Lateral de Segundo Anfiteatro (Filas 1 a 6) 325€281€ C 2A. Segundo Anfiteatro (Filas 7 a 12) L2A. Lateral de Segundo Anfiteatro (Filas 7 a 10) BC. Bancos del Coro TR. Tribunas GA. Galerías 264€229€ D 2A. Segundo Anfiteatro (Filas 13 a 15) L2A. Lateral de Segundo Anfiteatro (Filas 11 a 13) 216€188€ ZONA NÚMERO DE ABONOS SOLICITADOS: 1 Tache el número de abonos que desea adquirir. Se podrán solicitar un máximo de cuatro abonos por persona. 2 3 4 APELLIDOS PRIORIDAD DE COMPRA 1. ¿ES SUSCRIPTOR DE LA REVISTA SCHERZO? 2. ¿ES ABONADO AL CICLO DE JÓVENES INTÉRPRETES? SI NO Nº DE SUSCRIPTOR Para solicitar nuevos abonos llame al teléfono 91-725-20-98 (de lunes a viernes de 10:00 a 15:00 horas) o envíe este boletín por correo a: FUNDACIÓN SCHERZO (Ciclo de Grandes Intérpretes) C/ Cartagena, 10. 28028 MADRID. Por fax: 91-726-18-64 (las 24 horas del día) Por email: [email protected] Rellénelo en nuestra Web: www.fundacionscherzo.es Tratamiento automatizado de datos personales. Los datos recabados formán parte de los ficheros de la Fundación, y son necesarios para la formalización de las peticiones de compra de abonos, su facturación y seguimiento posterior. Los datos se tratarán y protegerán según la LO. 15 /1999 de 13 de diciembre de Datos de Carácter Personal y el titular de los mismos podrá ejercer los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición ante las oficinas de la Fundación sita en Madrid, calle Cartagena nº 10 1º C, 28028 Madrid. FAX NOMBRE TLFS. (Mañanas) MÓVIL (Tardes) N.º DIRECCIÓN POBLACIÓN CP. PROVINCIA E-MAIL PISO 279-Entrevista 23/10/12 17:58 Página 46 D I S C O S EXCEPCIONALES LOS DISCOS XCEPCIONALES DEL MES DE NOVIEMBRE La distinción de DISCOS EXCEPCIONALES se concede a las novedades discográficas que a juicio del crítico y de la dirección de la revista presenten un gran interés artístico o sean de absoluta referencia. BACH: Sonata nº 1, BWV 1001. Partita nº 1, BWV 1002. Sonata nº 2, BWV 1003. ISABELLE FAUST, violín. nºs 1, 8, 6, 10, 5 y 11. AL AYRE ESPAÑOL. Director: EDUARDO LÓPEZ BANZO. HARMONIA MUNDI HMC 902124 2 CD CHALLENGE CC72548 Una de las opciones más recomen- Una lectura prodigiosa. López Banzo ha captado formidablemente ese espíritu italiano que emana del incomparable estro haendeliano. E.T. Pg. 66 BACH: Motetes BWV 225-230, BWV Anh. 159. CORO MONTEVERDI. Director: JOHN ELIOT GARDINER. MOZART: La finta giardiniera. dables para el disfrute de esta cima de la escritura violinística. Para no perdérselo. A.B.M. Pg. 58 SOLI DEO GLORIA SDG716 Toda la riqueza de Bach no se puede KARTHÄUSER, OVENDEN, PENDA, CHAPPUIS, RIVENQ, IM, NAGY. ORQUESTA BARROCA DE FRIBURGO. Director: RENÉ JACOBS. 3 CD HARMONIA MUNDI 902126.28. reunir en un disco, pero éste se acerca mucho a tal ideal. A.B.M. Pg. 60 Jacobs lleva la obra en volandas, con BEETHOVEN: Sinfonías. DASCH, FUJIMURA, BECZALA, ZEPPENFELD. WIENER SINGVEREIN. FILARMÓNICA DE VIENA. Director: CHRISTIAN THIELEMANN. PERGOLESI: Sinfonías y arias de ópera. DANIELA BARCELLONA, mezzosoprano. CONCERTO DE’ CAVALIERI. Director: MARCELLO DI LISA. 6 CD SONY 88687875302/22/32 DEUTSCHE HARMONIA MUNDI 88691965082 Quizá sea el mejor ciclo por adecuación a la tradición sonora e interpretativa de la orquesta. P.L.R. Pg. 62 Una BEETHOVEN: Conciertos para RIMSKI-KORSAKOV: Sheherazade. MUSSORGSKI: Una noche en el Monte Pelado. KHACHATURIAN: piano. STAATSKAPELLE DE BERLÍN. Director y piano: DANIEL BARENBOIM. 3 CD DECCA 4783515 Tanto el director como el pianista despliegan una riqueza de ideas, una inteligencia musical y un amor por Beethoven contagiosos. J.T.S. Pg. 53 acentos y ataques certeros y estimulantes. A.R. Pg. 50 exhibición ininterrumpida de bravura y temperamento artístico. A.B.M. Pg. 69 Gayane. FILARMÓNICA CHECA. Director: ZDENEK CHALABALA. 2 CD SUPRAPHON SU 4094-2 Una versión incandescente de principio a fin. C.V.W. Pg. 72 BOCCHERINI: Seis Cuartetos G. 259. LA REAL CÁMARA. VICTORIA: Officium defunctorum. Motetes. COLLEGIUM VOCALE DE GANTE. Director: PHILIPPE HERREWEGHE. GLOSSA CGD 920312 PHI LPH 005 Música increíblemente hermosa e interpretación a la misma altura. El mejor Boccherini posible. E.T. Pg. 63 Una DEBUSSY: Cuarteto en sol menor. RAVEL: Cuarteto en fa. MIKLÓS PERÉNYI. Violonchelista. CUARTETO TALICH. LA DOLCE VOLTA LDV 08 Belleza, intensidad, color. Una nueva referencia total de estas dos magistrales piezas de cámara. S.M.B. Pg. 65 FALLA: Siete canciones populares españolas. El sombrero de tres picos. CASTRO: El llanto de las tierras. AINHOA ARTETA. ORQUESTA DE LA COMUNIDAD DE MADRID. Director: JOSÉ RAMÓN ENCINAR. DEUTSCHE GRAMMOPHON 0028947648918 No se puede pedir más en esta ver- 46 HAENDEL: Concerti grossi op. 6, sión contrastada, matizada, alada, con gracia y ritmo. J.A.G.G. Pg. 66 versión de nobleza suprema y armonía y equilibrio intachables. Un hito en la historia reciente de la polifonía en disco. E.M.M. Pg. 73 Obras de Bach, Britten y Ligeti. ECM New Series 2152 476 4166 Una técnica prodigiosa, un sentido del canto, un grado de concentración y un conocimiento de las posibilidades expresivas de su instrumento fuera de lo común. A.V.U. Pg. 74 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 47 DISCOS Año XXVII – nº 279 – Noviembre 2012 NUEVOS FORMATOS H SUMARIO ACTUALIDAD: Nuevos formatos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 REFERENCIAS: Brahms: Sinfonía nº2. J.G.-R... . . . . . . . . . . . . 48 ESTUDIOS: Nuevas y sugerentes luces. A.R. . . . . . . . . . . . 50 Salzburgo: Femmes fatales. S.M.B. . . . . . . . . . 51 El divertimento como pretexto. S.M.B. . . . . . . 52 Realmente excepcional. J.T.S. . . . . . . . . . . . . 53 REEDICIONES: Brilliant: Tan bueno y tan barato. C.V.W.. . . . 54 Harmonia Mundi: Armonías doradas. A.V.U. . 55 EMI: Más de un siglo de Lied. E.R.J. . . . . . . . . 55 Hänssler: Festival de Schwetzingen. J.T.S.. . . . 56 DISCOS de la A a la Z . . . . . . . . . . . . . . . 58 DVD de la A a la Z . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 ÍNDICE DE DISCOS CRITICADOS. . . . . . 82 ay quien no quiere que los discos dejen de ser lo que son. Otros preferirían que todo estuviera en una nube. Fetichismo y utilidad a ultranza. ¿Término medio? Quizá lo haya y una firma española nos lo propone. Y es que el sello discográfico Arsis edita este mes de noviembre el álbum Liebster Jesu, una grabación en directo del grupo Hippocampus de tres Cantatas (BWV 32, 54 y 84) y del Sexto Concierto de Brandemburgo de Johann Sebastian Bach, realizada con motivo del décimo aniversario de su fundación. La gran novedad es que esta grabación va a ser editada en pendrive USB de 8 GB, con diseño exclusivo de Arsis (tanto el pendrive como su caja y carpetilla informativa), que incluirá documentos multimedia en los formatos PDF y HTML, además de carpetas con archivos de audio y vídeo en alta definición (WAV y MOV), archivos en formato Smartphone o Tablet (MP3 y MP4) y galería fotográfica en alta resolución (archivos JPG). Los documentos multimedia PDF y HTML contendrán toda la información que el oyente, convertido igualmente en espectador, necesite: todos los archivos de audio y vídeo en formato comprimido MP3 y MP4, además de todos los textos bilingües, notas al programa, biografías, fotos… Los archivos audio de alta definición WAV son archivos sin comprimir en versión de 24 bits y 48 kHz, es decir en un formato aceptado universalmente. Los archivos de vídeo de alta definición MOV (1920x1080), igualmente aceptados, son adecuados al visionado en ordenador personal y en la mayor parte de pantallas de televisión de última generación, así como en la práctica totalidad de los discos duros multimedia. Toda esta información hace posible la escucha y el visionado de los vídeos del álbum en equipo de audio o pantalla de televisión con conector USB, y por supuesto a través de cualquier ordenador en su propia pantalla, o descargados en cualquier dispositivo externo sincronizado —smartphone o tablet, por ejemplo. Hippocampus lleva más de doce años centrado en la música del Kantor de Leipzig, y entre 2004 y 2012 ha sido grupo residente en el ciclo madrileño Las Cantatas de J. S. Bach, que culmina en diciembre de este año, completándose la interpretación de todas las obras vocales religiosas de este compositor en las iglesias de Madrid. Hippocampus ha ofrecido en concierto más de setenta cantatas, la Misa en si menor, la Pasión según San Mateo, los seis Conciertos de Brandemburgo y las cuatro Suites orquestales y, desde 2008, viene realizando con Arsis grabaciones en directo de este repertorio, hasta el día de hoy nueve cantatas y dos Conciertos de Brandemburgo. La apuesta pues, es múltiple. Por un lado el soporte y por otro los artistas. El riesgo quizá esté en animar al uso de un soporte en el que estamos poco acostumbrados a escuchar música, y la ventaja en su tamaño y su versatilidad. En lo que respecta a la producción, el pendrive permite un mejor ajuste de la misma y, por tanto, un buen control de existencias. Y para el comprador, la sensación al ver el producto será la de estar comprando un disco, pues las dimensiones de su envase son prácticamente las mismas que las de un CD, incluyendo, naturalmente, notas e información. C 47 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 48 D D I SI CS O C O S S REFERENCIAS Johannes Brahms REFERENCIAS SINFONÍA Nº 2 EN RE MAYOR OP. 73 48 Tras el larguísimo periodo titubeante que Brahms había tenido que superar hasta decidirse a dar el primer paso en el mundo sinfónico, su producción en ese terreno comenzó a fluir. Si su Primera Sinfonía había tardado casi dos décadas en verse rematada y publicada, la Sinfonía nº 2 fue, por el contrario, cuajada en poco más de un verano. El bagaje productivo que el compositor llevaba ya por entonces a la espalda era, en efecto, de tal calibre que, una vez tomada la carrerilla con la que saltar la barrera que su autoexigencia le había impuesto hasta aquel momento, la inercia supuso un imparable borbotón de obras maestras entre las que encontramos esta Sinfonía en re mayor o el Concierto para violín. Tradicionalmente asociada a su predecesora por la cercanía en fechas de publicación, la nueva sinfonía ofrece un poderoso contraste por cuanto ésta es un reverso de luminosidad meridional completamente opuesto al contenido dramático de aquélla. Ese juego de opuestos —tal vez cierto en cuanto a la impronta general de ambas obras pero no tanto si nos detenemos en cada una de ellas por separado— ha dado lugar a manidos paralelismos comparativos con las sinfonías Quinta y Sexta de Beethoven. Ese es el motivo por el que no es raro aún encontrar quien se refiera a ésta como la Sinfonía Pastoral brahmsiana. No es mentira, también hay que decirlo, que el ambiente diáfano en el que se desenvuelve la obra permite establecer cierto grado de relación contextual con aquel verano de 1877 en la región de Carintia, a orillas del lago de Worth, donde Brahms se empleó a fondo en su composición. Pero no debemos simplificar hasta el punto de querer encontrar en los pentagramas una mera plasmación de paisajes campestres y aromas rurales, dado que la pieza surge más de la labor de estilización romántica y trabajo for- mal clásico que sirven de pilar a toda la producción del músico hamburgués. La estructura en cuatro movimientos, el planteamiento constructivo recurriendo a la forma sonata para los extremos y al lied en partes centrales, la tonalidad en modo mayor y la facilidad temática de los diseños supusieron para la nueva obra un rotundo éxito que, poco antes, ya había predicho Clara Schumann tras la audición privada que Brahms le había ofrecido desde el piano. Su sagacidad femenina intuyó que “el tono amable de esta radiante sinfonía” le granjearía un triunfo seguro. Así ocurrió cuando, meses después, Viena celebraba calurosamente el estreno de la nueva producción, cediendo el testigo a otras ciudades como Ámsterdam, Dresde o Hamburgo, en las que se repetiría la aclamación. No corrió, sin embargo, la misma suerte por otros pagos —Leipzig, por ejemplo—, donde un público de ceja levantada y mohín de remilgo debió de encontrar la pieza quizá exce- repertorio como ésta. Si para la Sinfonía en do menor propusimos a Kurt Sanderling con la Staatskapelle de Dresde, en esta ocasión nos decantaremos por una lectura grabada hacia las mismas fechas y con postulados similares respecto al equilibrio entre objetividad y compromiso emocional: la broncínea realización de Eugen Jochum/Sinfónica de Londres, 1976 (EMI). Al optar por esta económica versión estamos apostando por establecer una puerta de entrada donde no falte ninguno de los valores imprescindibles para tomar un primer contacto con Brahms, como la necesaria relación entre el qué y el cómo, o sea, entre fondo y forma. Jochum entiende la obra como una unidad indivisible y así la plasma, de un solo trazo compacto. La sonoridad es poderosa pero sin caer en el aplastamiento que en muchos momentos merodea peligrosamente por muchas de las lecturas de otros directores de su generación. la plasmación del director alemán pone el foco sivamente ligera para lo que esperaba de un compositor al que se le había colgado el sambenito de ser el insigne continuador de la estirpe sinfónica iniciada por Beethoven. en la necesidad de avance constante a través de una estructura que se enmarca en un terreno sonoro vigoroso. El fraseo es amplio, con líneas bien trazadas hacia puntos de referencia sobre perspectivas que permiten volver la vista para divisar con claridad el punto de partida y, al mismo tiempo, anticipar en la lejanía el objetivo de destino. La firmeza, al mismo tiempo, le permite, por ejemplo, sortear con astucia el peligro de pun- Un nuevo punto inicial Tomaremos, como hemos hecho en otras ocasiones, un punto de partida que suponga un anclaje seguro en la larga tradición interpretativa con la que cuenta una obra tan de tos como el arranque del cuarto tiempo, donde la congestión del primer tutti en forte suele causar un estropicio tras el cual muchos conjuntos y directores con no pocas horas de vuelo tardan en reencontrar la senda. Se trata, globalmente, de un registro ejemplar por su honestidad imperecedera, lo que le sirve para resistir magníficamente el paso del tiempo. Es cierto que después vendrían décadas con aires de cambio, como veremos, con nuevas y valiosas aportaciones, pero las virtudes que sustentan esta grabación fueron y siguen siendo hoy válidas al cien por cien. Desde la amabilidad Partidarios como somos de proponer el acercamiento a una obra a través de lecturas contrastantes, la siguiente elección apuesta por una óptica más sosegada y optimista. Hablamos de la luminosa traducción de Bruno Walter/Sinfónica de Columbia, 1960 (Sony), una plasmación rebosante de optimismo y entrega perteneciente al segundo ciclo brahmsiano que grabase el maestro. Comparado con lo registrado a principios de los cincuenta, Walter consigue demostrar mejor aquí que Brahms puede ser entendido como la evolución de una tradición que se remonta obviamente a Beethoven pero, en segunda instancia, también a Mozart. Su visión tranquila, aunque nunca beatífica, cuenta con momentos de enorme belleza como la manera en la 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 49 D D I SI CS O C O S S REFERENCIAS que surge el segundo tema en el Allegro non troppo. Su grado de belleza y la manera en la que el fraseo se entrega, como si cuanto importa en la vida estuviese contenido y expresado en esa secuencia inflamada de sentimiento y pureza melódica, pueden servir como resumen. A pesar de algunos tics propios de su época fonográfica como la omisión de las exposiciones o de alguna pérdida de compostura orquestal en el ya mencionado pasaje inicial del cuarto tiempo, la frescura de este registro resulta imprescindible para entender la historia interpretativa de la obra. que aparece como denominador común de muchas legendarias lecturas, pero con un sonido infinitamente mejor que todas ellas. A modo de síntesis mente más lento ahora—, no resultan excesivos en ningún sentido, gozando de una idoneidad difícil de extender a otras de sus grabaciones brahmsianas. Hacia la experimentación Fuimos muchos los sorprendidos gratamente por el acierto pleno que supuso el registro de Marek Janowski/ Sinfónica de Pittsburgh, 2007 (Pentatone). Feliz alineación de astros la que propició el memorable trabajo del ingeniero de sonido, de la orquesta y del propio Janowski para ofrecernos esta grabación absolutamente referencial. La fortaleza estructural y la atención al entramado polifónico forman aquí parte de un todo cohesionado. Las leves flexiones agógicas y la valentía con la que se afrontan los acentos nos sitúan en una especie de evolución de la solidez del ¿Es posible conjugar las líneas interpretativas apuntadas hasta aquí? O sea, ¿podemos encontrar en una sola interpretación la solidez de Jochum, la calidez de Walter y la perfección formal de Janowski? Sí. El pleno en la diana lo hizo Leonard Bernstein/Filarmónica de Viena, 1983 (DG) con ésta, la más lograda realización de su segundo ciclo Brahms. Si en el primero había dejado para CBS/Sony una estimable lectura con la Filarmónica de Nueva York, con los vieneses Lenny alcanza un nivel de perfección técnica que impresiona por su emotividad lírica. No estamos, en absoluto, ante el amaneramiento que desgraciadamente lastra alguna de las otras lecturas de este mismo ciclo sino, más bien, en presencia de una versión esplendorosa, trazada a base de pinceladas suaves, naturales y variadas. La multiplicidad de estados anímicos que recoge la partitura se despliega en un abanico trenzado sobre el precioso sonido orquestal de una Filarmónica de Viena en estado de gracia tímbrico y expre- Después de las versiones citadas, y aún otras muchas que hemos de omitir pero que merecerían los honores en cualquier selección —Carlos Kleiber/Filarmónica de Viena (Philips), Günter Wand/NDR (RCA) y George Szell/Orquesta de Cleveland (CBS) son igualmente ejemplos de extraordinarias Segundas—, conviene pasar la página de lo que podríamos llamar un enfoque tradicional hacia un campo en el que la experimentación, a distintos niveles, realice una búsqueda de aspectos de la partitura no revelados hasta ese momento en la historia interpretativa. El primero de esos hitos se inscribe en un ciclo de finales de los ochenta, prácticamente pionero en ese naciente proceso de indagación. Nos referimos a Riccardo Chailly/ Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam, 1989 (Decca), uno de los mejores ejemplos en los que apreciar cambios significativos respecto a lo dicho hasta aquel momento. Dos son las aportaciones principales de un ciclo que, como enfoque tradicional, enriquecido por un mayor interés hacia el detallismo. Con carácter enérgico y viril, sin necesidad de llevar el pulso más allá de lo razonable, el maestro polaco encuentra la manera de hacer comulgar a los atriles norteamericanos con la esencia interpretativa centroeuropea. Nos adentramos en una Segunda en la que se oye todo, desde un matiz un tanto berroqueño que sirve para acercarnos al ideal granítico sivo. La batuta diseña grandes cimbras arquitectónicas sin dejar por eso de observar la flexibilidad necesaria de los puntos clave. Bajo un cantabile exquisito, Bernstein es capaz de sacar a relucir los detalles de las líneas secundarias dotando al discurso de enorme riqueza contrapuntística. Los tempi son otro de sus grandes aciertos aquí. Semejantes a los de su primera aproximación —a excepción del Allegretto grazioso, ligera- en el caso de Bernstein, tiene en la en re mayor su mejor exponente. La primera de esas aportaciones se refiere al nuevo equilibrio de fuerzas en la orquesta, rebajando el papel de la cuerda, hasta entonces predominante. Al logro contribuye el insólito virtuosismo que demuestran las maderas de la orquesta holandesa, haciendo de sus intervenciones un espectáculo de color. La segunda de las mencionadas novedades consiste en el Tradición renovada abandono del concepto tradicional del fraseo mediante la fragmentación de la línea para lograr articulaciones celulares más y mejor definidas. Ese recurso, por entonces ya habitual en repertorios cronológicamente anteriores, empezaría a partir de aquel momento a extenderse sobre Brahms, Schubert y otros compositores románticos. Una vez asentada y madura, esta línea interpretativa, síntesis, podríamos decir, de la gran tradición y de algunas de las más conspicuas aportaciones historicistas, ha propiciado ejemplos de Segundas que es necesario mencionar, como la de Harnoncourt/Berlín (Teldec) —sumamente atractivo en sonoridad pero escasamente comprometido en lo emocional— o la de Gardiner/O. Revolucionaria (SDG) —detallista en grado superlativo, pero de sonoridad demasiado dieciochesca. Sin embargo, globalmente el mejor ejemplo aparecido hasta la fecha nos parece el de David Zinman/ Tonhalle de Zúrich, 2010 (RCA). El norteamericano realiza una astuta combinación de tempi y texturas para conseguir un Opus 73 que goza de dos virtudes que rara vez van unidas: majestuosidad y ligereza. En este sentido, el aspecto noble y maestoso viene de la mano de un metrónomo sereno, aun sin llegar a extremos heterodoxos. Por otra parte, la liviandad general del resultado se debe fundamentalmente a la transparencia del tejido orquestal. Zinman nos muestra con total claridad cuantas líneas aparecen sobre el papel pautado, pero, a diferencia de Chailly, por ejemplo, establece una marcada jerarquización de prioridades que evita cualquier apelmazamiento de la masa sonora. Juan García-Rico 49 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 50 D D I SI CS O C O S S ESTUDIO René Jacobs NUEVAS Y SUGERENTES LUCES MOZART: La finta giardiniera K. 196. Versión de 1796. SOPHIE KARTHÄUSER (Sandrina), JEREMY OVENDEN (Belfiore), ALEX PENDA (Arminda), MARIE-CLAUDE CHAPPUIS (Ramiro), NICOLAS RIVENQ (Podestà), SUNHAE IM (Serpetta), MICHAEL NAGY (Nardo). ORQUESTA BARROCA DE FRIBURGO. Director: RENÉ JACOBS. 3 CD HARMONIA MUNDI 902126.28. 2011. 184’. DDD. N PN N 50 o está mal servida por el disco esta ópera mozartiana. No en cantidad, sino en calidad. Las dos grabaciones modernas existentes alcanzaban un nivel musical encomiable, cada una en su estilo: la de Sylvain Cambreling, con los conjuntos de la Monnaie de Bruselas y un discreto equipo solista (Ricercar, 1989) y la de Nikolaus Harnoncourt (Teldec, 1991), con mejores mimbres vocales. La que tenemos ahora en las manos las aventaja en equilibrio, en elocuencia, en claridad expositiva, en jugosidad rítmica y en concisión dramática. Pero lo más relevante, que convierte en única y necesaria a la publicación, es el hecho de que, por primera vez, ofrece la versión de Praga de 1796, lo que concede nuevas luces a una partitura ya en origen espléndida, con sus convencionalismos y limitaciones, los propios de un Mozart en busca de la genialidad. La ópera se había estrenado, como lo haría Idomeneo años más tarde, en Múnich, el 13 de enero de 1775. Era un encargo del elector Maximilian III. El compositor trabajó sobre un libreto de Petrosellini, que era un calco de otro de Calzabigi, el famoso colaborador de Gluck y que ya se había empleado en una ópera de Anfossi. El texto recrea el enredo estereotipado con parejas de enamorados, celos, equívocos y demás zarandajas de las obras bufas de esa época. La última mano al asunto se la dio Coltellini, que ya había trabajado con Mozart en La finta semplice. Aunque el éxito fue franco, la ópera sólo estuvo en cartel tres días; lo mismo que sucedería seis años después con Idomeneo. El compositor resaltó con habilidad los rasgos bufos del a veces cínico y racionalista libreto a lo largo de 28 números. Aunque ahí estaba ya apuntando el Mozart sombrío, emotivo, capaz de dejar en evidencia las pasiones humanas. Años más tarde el propio músico realizó una transcripción al alemán. Pero es, efectivamente, la versión italiana llamada Námest la que se nos da ocasión de conocer y que ha sido preparada con el mimo al que acostumbra en estos casos Jacobs. La partitura sufriría, tras su conversión en sinsgpiel en 1779, una nueva metamorfosis. A día de hoy no se sabe a ciencia cierta quién realizó las últimas transformaciones en el pentagrama, que fue recreado, muerto el compositor, en el Teatro Nacional de Praga el 17 de marzo del citado año de 1796. Se presentaba como “obra nueva, nunca tocada sobre ninguna escena”. Lo que, en parte, era verdad, ya que en casi todos los números la instrumentación del manuscrito autógrafo de Mozart se encontraba sensiblemente ampliada y se había procedido a realizar drásticos cortes en algunos de ellos. De esta versión se conservan dos copias de época: la mencionada Námest, que se guarda en Brno, y la conocida como Oels, nombre de la villa se Silesia de donde fue rescatada. Hoy está en Dresde. Se ha discutido y se discute, lo que sin duda es apasionante, si habría sido el mismo Mozart el autor de las revisiones. Desde luego, el tipo de instrumentación se inscribe en lo que sería el estilo sinfónico tardío del compositor. Abert, Kunze y numerosos musicólogos han echado su cuarto a espadas. Se menciona a Johann-Baptist Kucharz, organista en el monasterio de Strahov y maestro de capilla en la Ópera, que trabajó en su día arreglos y adaptaciones de composiciones del salzburgués, como posible autor de la versión. Jacobs escribe largo y tendido sobre ello y sobre las circunstancias de la partitura resultante en las extensas notas que acompañan a la grabación, que sólo por esas novedades vale la pena conocer a través de la estupenda realización. Podemos comprobar que en esta versión Námest sólo la cavatina de Serpetta y Nardo (nº 9) está acompañada únicamente por cuerdas. Todas las demás arias con este ropaje en el original aparecen dotadas de cuatro a ocho partes de vientos suplementarios. El original de Múnich no tenía clarinetes y las trompas eran a cuatro en dos números y no a dos, como se solía. En la partitura que escuchamos los clarinetes intervienen en 15 de los 28 números; y se manejan, por supuesto, solamente dos trompas. Hay asimismo continuos retoques en las dinámicas y en las indicaciones de tempo. Sobre este nuevo panorama Jacobs, apoyado en una soberbia —como acostumbra— Orquesta Barroca de Fri- Sophie Karthäuser como Sandrina en Viena en 2010 burgo, lleva la obra en volandas, con agilidad, acentos y ataques certeros y estimulantes, componiendo un friso de fácil escucha, diligente, bien planificado y planteado. Los momentos estelares, que los hay, están perfectamente resueltos y ejecutados. Así el Finale primo Numi! Che incanto è questo, que desarro- lla una confusa trama en la que nada es lo que parece y en donde todos juegan a engañar a todos; un septeto que aquí dura algo menos de los habituales 15 minutos y que da lugar a sabrosos episodios, que preparan a años vista cierres de acto todavía más sustanciosos y complejos como los de Così, Don Giovanni o, sobre todo, Bodas. Aunque las voces a solo alternan con pasajes homofónicos, el efecto es magnífico, de una movilidad extraordinaria y de una fluidez espléndida. Los cambios de tempo son constantes; como los efectos producidos por los obbligati de las maderas. La sección final, allegro, concluye con un fiero la mayor, con frases sostenuto que reflejan la perplejidad general. Todo está excelentemente grabado. Y los solistas se defienden con suficiencia, aunque hay que matizar. Lo mejor viene dado de la mano de Sophie Karthäuser, una Sandrina de altura. Voz líricoligera, de grato timbre, claro pero lleno color y fraseo bien modelado. Su aria Crudeli, o Dio!, un allegro agitato en do menor, anticipo de D’Oreste d’Ajace de Idomeneo, que está dominado por un ansioso motivo que se repite obstinadamente y que sigue expresivas ondulaciones, detenciones y extrañas acentuaciones, es cantada muy bien. Lo mismo que la cavatina Geme la tortorella, manso andantino, música nocturna revestida de la gracia mozartiana más ligera y espléndidamente tocada y dirigida. Inspiración melódica desbordante. Al lado de Karthäuser no desentonan la Arminda de la ligera Alex Penda, que tiende a lo estridente, como en esas volatas agudas —hasta el re5— del aria Si promette fácilmente, ni el Ramiro, algo apagado, eso sí, de la mezzo lírica Marie-Claude Chappuis; ni el Belfiore de Jeremy Ovenden, a quien encontramos excesivamente liviano, tierno y claro. Rivenq, (Podestà), es casi un tenor, más que un barítono, mientras que Sunhae Im, igualmente aérea, y Michael Nagy, bajo de escaso tonelaje, cumplen como Serpetta y Nardo, respectivamente. Arturo Reverter 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 51 D D I SI CS O C O S S ESTUDIO Marc Albrecht, Esa-Pekka Salonen SALZBURGO: FEMMES FATALES BERG: Lulu. PATRICIA PETIBON (Lulu), TANJA ARIANE BAUMGARTNER (Condesa Geschwtiz), MICHAEL VOLLE (Dr. Schön), THOMAS PIFFKA (Alwa), FRANZ GRUNDHEBER (Schigolch). FILARMÓNICA DE VIENA. Director musical: MARC ALBRECHT. Directora de escena: VERA NEMIROVÁ. Escenografía: DANIEL RICHTER. Figurines: KLAUS NOACK. Luces: MANFRED VOSS. Director de vídeo: BRIAN LARGE. EUROARTS 2072568 (Ferysa). 2010. 173’. N PN JANÁCEK: El caso Makropulos. ANGELA DENOKE (Emilia Marty), RAYMOND VERY (Albert Gregor), PETER HOARE (Vitek), JURGITA ADAMONYTÉ (Krista), JOHAN REUTER (Jaroslav Prus). CORO DE LA ÓPERA Y FILARMÓNICA DE VIENA. Director musical: ESA-PEKKA SALONEN. Director de escena: CHRISTOPH MARTHALER. Escenografía y figurines: ANNA VIEBROCK. Director de vídeo: HANNES ROSSACHER. CMAJOR 709508 (Ferysa). 2011. 118’. N PN E l parecido entre la Lulu de Berg y Wedekind y la Emilia Marty de Janácek y Capek es patente y se ha puesto a menudo de manifiesto. Admitamos que hay diferencias, como el contraste entre una inocente y perversa mujer niña, Lulu, y una falsa joven con 350 años de experiencia, Emilia. Pero la fascinación que ejercen es semejante, y esa fascinación tiene efectos aciagos. No es tanto la belleza y atractivo de cada una de ellas como de lo que experimentan los hombres cuando las conocen. Las óperas de Berg y Janácek han hecho mucho por las obras teatrales originales, que acaso hoy no se recordarían tanto, a pesar de su indiscutible interés y la originalidad de cada una de esas piezas. Es inevitable, en ópera, que la ilusión escénica de las damas que provocan esas pasiones no sea sino aproximada. Con Lulu ocurre como con Salomé: no se puede ser mujer-niña y al mismo tiempo desplegar esa línea vocal que siempre requirió corpulencias. Sin embargo, en los últimos tiempos hay un acercamiento entre consumadas sopranos de traza frágil que además tienen indudable atractivo, desde Christine Schäfer hasta la propia Patricia Petibon, pasando por Agneta Eichenholz, a quien vimos en Madrid. Llega un segundo DVD con Petibon en este papel, después del registro del Liceu de Barcelona, que es estricto contemporáneo del de Salzburgo, año 2010. La muy presente Angela Denoke vuelve a un papel de Janácek en esta toma de 2011, bastante después de Katia (también en Salzburgo, 1998) y en medio de un amplio repertorio no sólo alemán que va desde Leonora (Fidelio) a la Mariscala, pasando por Marie (Wozzeck) y la protagonista de La ciudad muerta. Estas dos puestas en escena de Salzburgo de las andanzas de Emilia y de Lulu tienen gran interés, sin que vayan a constituirse en aportaciones insuperables. Tanto Christoph Marthaler como Vera Nemirová se permiten añadidos y en algún caso libertades (que no atentan contra el todo), y en ambos casos hay algo que se echa de menos en otras puestas en escena operísticas, la dirección de actores, y que aquí es patente. En el caso de la Lulu de Nemirová hay una dirección de actores más profunda todavía, alrededor de la esplendorosa interpretación vocal e histriónica de Patricia Petibon, pero con un cuidado y una sensibilidad sobresalientes en el diseño de los demás personajes principales. Michael Volle es un Doctor Schön complejo, atractivo, a veces desgarrado, como tiene que ser y según lo marcan el libreto y la partitura. Es curioso, o terrible, que sea como Jack cuando resulta más atractivo que nunca (y así comprendemos la reacción de la protagonista). Baumgartner en Geschwitz, Piffka en Alwa y, desde luego, el veterano Grundheber en Schigolch consiguen una verdad dramática que se integra a la perfección en las propuestas visuales o puramente teatrales de Nemirová a partir de unas escenografías en las que los espejos, la delicuescencia grasienta de las pinturas y esa especie de tienda-triángulo en el centro mismo de la escena sirven de ámbito para la tragedia, que se desenvuelve hasta un impresionante tercer acto, parte de cuya primera escena tiene lugar entre el público (una sencilla pero eficaz manera de recordar que el mundo especulativo de la fiesta parisiense, alrededor de la acciones de Jungfrau, está allí, presente, en las butacas de Salzburgo). La última escena alcanza auténticas alturas de “tragedia moderna” (por diferenciarla de la irrepetible tragedia de los tiempos en que había dioses), y ahí alcanza su punto más elevado la interpretación de Patricia Petibon. La propuesta de Nemirová es rica en detalles que no es posible relacionar aquí. Algunos de los secundarios son realmente excelentes, como Andreas Conrad en Casti-Piani; o Cora Burggraaf en un triple cometido que ya es habitual en los repartos de esta ópera (El colegial, sobre todo). Sorprende ver al muy veterano Heinz Zednik en dos papeles característicos. Si la puesta en escena minimalista de Christof Loy para el Covent Garden, que pudo verse en Madrid, tenía su opuesto en la demasiado abigarrada de Olivier Py para el Liceu (también con Patricia Petibon, esplendorosa), la de Nemirová va por otros caminos, y sirve de ilustración nunca realista de esta terrible historia. Lamentablemente, Nemirová no ahorra determinados detalles procaces (no somos puritanos; de serlo, no amaríamos la Lulu de Berg) y ciertas coreografías obvias. Musicalmente sí estamos ante un resultado difícil de superar, tanto por la calidad de los solistas como por la impresionante musicalidad que Marc Albrecht despliega ante esa maravilla que es la Filarmónica de Viena. De nuevo es el tercer acto (el cuarteto, y el propio desenlace, terrible) el que lleva el sonido a su secuencia más calurosa. Una maravilla. La ovación a Albrecht es muy merecida, como la dedicada a Petibon, que ahora es Lulu como un día fue Sor Constanza o el Amor de Orfeo y Eurídice de Gluck. Acaso haya una oculta correspondencia entre esos tres papeles. Otra cosa es su hermosa hazaña española en el CD Melancolía, con Josep Pons y la Orquesta Nacional de España (lo hemos tratado en una bitácora de scherzo.es). Versatilidad, talento, ya saben. Siempre sorprende la teatralidad de Makropulos, un texto de Karel Capek que cualquiera consideraría ajeno al teatro lírico, imposible de “ser cantado”. Marthaler le añade diálogos que no son gratuitos, y que tampoco pretenden poner en evidencia lecciones o moralejas sobre el tiempo o la inmortalidad. Y añade presencias que convierten este caso en un caso público, un espectáculo que viene a ser teatro dentro del teatro, o más bien “proceso escandaloso” dentro del teatro; sólo que los extras creen asistir a un caso, cuando ante ellos se desarrolla otro: no es la causa GregorPrus, sino la caída del caballo, a los trescientos y picos años, de Elina Makropulos. No importa, están ahí para mos- 51 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 52 D D I SI CS O C O S S ESTUDIOS trar el engaño y la seducción que, más allá de los personajes paralizados por la esfinge tricentenaria, experimenta ese grupo que es trasunto de las masas; y las masas están, siempre, para ser engañadas. Puede sorprendernos la relación de personajes, por la manera de denominarlos en algún caso, pero eso está fuera del film, está sólo en los créditos. Esfinge, como propensa al hieratismo, cruel más que escéptica, la Emilia de Angela Denoke se añade con fortuna a las numerosas creaciones de esta soprano se diría que imprescindible en los últimos tiempos. Si Lulu activa la libido de los protagonistas no sólo masculinos, Emilia-Elina hace que los demás personajes se proyecten sobre ella en sus fantasías, deseos y frustraciones. En eso se centra la dirección de actores de Marthaler, que cuenta con unos secundarios de gran nivel en esta función salzburguesa del año pasado: un espléndido Raymond Very, una perfecta Jurgita Adamonyté en su fragilidad aparente; y junto a ellos, Hoare y Vítek para redondear el quinteto protagonista, que en realidad es un solo de la diva frente a un cuarteto de buenos secundarios, con apenas solos de otros artistas-personajes. ¿Y qué podemos decir de un maestro de la talla de Salo- nen? De nuevo, claro está, la Filarmónica de Viena, y un nivel musical poco menos que insuperable. Y decimos “poco menos” porque con Makropulos se ha dicho bastante tanto en los teatros como en el sonido grabado, no sólo checos, y eso está en la memoria del aficionado. Ahora bien, el pulso dramático de Salonen abarca el nervio, el sentido, la dramática y, desde luego, el lirismo oculto a menudo, manifiesto de pronto, de esta partitura maravillosa. Una propuesta impecable y, además, muy intensa, sin respiro. Deliciosa la pareja de damas no prevista en la ópera de Janácek: Silvia Fenz y Anita Stadler, contraste que aporta Marthaler con dos actrices de mucha talla, a las que no se oye cuando hablan y cuya mímica medida es muy eficaz; y todo sin que suene a añadido molesto de director entrometido. Aquí va Marthaler más por el lado Capek que por el de Janácek. En fin, dos obras maestras bastante bien servidas en lo teatral. En lo musical resultan propuestas realmente superiores; a pesar de algún pesar, en el caso de la Lulu de Nemirová esa teatralidad alcanza por momentos niveles insuperables. Santiago Martín Bermúdez Heinz Holliger, Dennis Russell Davies EL DIVERTIMENTO COMO PRETEXTO A BARTÓK: Divertimento para cuerda Sz 113. VERESS: Concierto para piano, cuerda y percusión. DUTILLEUX: Mystère de l’instant para cuerda, címbalo y percusión. DÉNES VÁRJON, piano. ORQUESTA DE CÁMARA DE LAUSANA. Director: HEINZ HOLLIGER. CLAVES 50-113 (Gaudisc). 2006. 74’. DDD. N PN LUTOSLAWSKI: Musique funèbre. BARTÓK: Danzas populares rumanas. Divertimento. Siete canciones. CORO INFANTIL DE LA RADIO HÚNGARA. ORQUESTA DE CÁMARA DE STUTTGART. Director: DENNIS RUSSELL DAVIES. 52 ECM 2169 (Diverdi). 2004, 2010. 62’. DDD. N PN coplamos estos dos CDs a partir de la presencia en ambos del Divertimento para cuerda, de Béla Bartók. Obra de demasiada importancia, que aun así llamó Bartók con esa modestia, acaso ironía. Fue encargo de Sacher, para Basilea, terminada en el ominoso verano del 39 y estrenada en junio de 1940, con Francia a punto de capitular. Bartók se marchaba de la nauseabunda Europa. El CD de Lausana es, lógicamente, un recordatorio de las glorias de esta institución. Paul Sacher ha pasado a la historia como un lúcido músico que posibilitó la mejor música de los mejores músicos de su tiempo. Es curioso que sea tan raro este tipo de músico, la mayoría prefiere volver una y otra vez a los clásicos, a lo segurito. Por eso, tras sus efímeros poderíos, no se les recordará como a Sacher. Tres generaciones lejanas de compositores se dan cita aquí: Bartók (1881), Veress (1907) y Dutilleux (1916, felizmente vivo y activo). El segundo tiene mucho que ver con Bartók, y desde luego con Kodály; el tercero es autor sobre todo de una obra orquestal exquisita y nada abundante. Veress fue autor de un inmediato Treno por Bartók, ya en 1945; unos años después, en 1952 estrena Sacher este encargo, el Concierto para piano, cuerda y percusión, que es una hermosa obra, sugerente y a veces misteriosa, que sigue al menos dos legados: el del concierto romántico de Liszt, Schumann, Grieg o Rachmaninov, entre otros muchos; y el del concepto bartókiano de lo concertante, que no ignora la otra herencia, sino que la transforma y trasciende. Atención al movimiento central, el Andante, atención a ese “suspense”, esa tensísima lentitud del sonido que tiene efectos tan “dramáticos” como en el Molto adagio del Divertimento. Casi cincuenta años han pasado desde el estreno de Divertimento cuando Sacher dirige el estreno de Mystère de l’instant en 1989. El encargo de Sacher dio lugar a diez intensas miniaturas para conjunto de cuerda más címbalo y percusión: Dutilleux renuncia aquí a algo que siempre dominó con maestría, el color de la orquesta sinfónica. El CD de Stuttgart sitúa al tal vez más bartókiano de los compositores polacos, Witold Lutoslwaski, con una obra del mismo tenor que el Divertimento, la Musique funèbre, dedicada a la memoria de Bartók, precisamente. Es obra de la segunda mitad de los años 50, cuando ya parece que Polonia tiene su propia vanguardia. Las Danzas rumanas de Bartók (versión para orquesta de cuerda) no están ahí para rellenar tiempo, al contrario: están para dar más sentido al discurso del compositor. Cuántas veces no se consideró “traidor” a Bartók por componer música “del enemigo”. Tampoco los coros (Cinco canciones) están como adorno, son siete miniaturas de los 27 coros a dos y tres voces BB 111, una sugerencia “angelical” para voces que aquí no son tanto infantiles como “de muchachos”. Hay una unidad de sentido en estos dos recitales, al margen de que uno evoque los mejores momentos de Sacher con compositores de la talla de Bartók. No es un sentido exactamente histórico, porque hay demasiados años entre Divertimento y Mystère, una enorme guerra en medio, y muchas cosas más. No es sólo la poética del pesimismo de Divertimento y Musique funèbre. Pero esa unidad, acaso vaga, está ahí, y reclama nuestra pregunta. ¿Es la poética de las llamadas, de los ecos, por hacer uso de títulos cargados de sentido del “decálogo” de Dutilleux? Las interpretaciones, cuidadas y de garantía, nos traen dos hermosas referencias nuevas del Divertimento, obra insuperable en el siglo, que ya tiene referencias insuperables y que no serán superadas así como así. Tanto Holliger como Russell Davies consiguen dos conciertos bellos, intensos, un toque de elegía, otro de lamento y un poco de esperanza expresada en versos sin palabras. Dénes Varon defiende con mucho arte y virtuosismo esa página poco común y muy bella que es el concierto de Veress. Los niños húngaros cierran el disco de Stuttgart con una miniaturas populares que ahora suenan casi sacras. ¿Será deliberado? Santiago Martín Bermúdez 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 53 D D I SI CS O C O S S ESTUDIOS Segunda entrega de la serie Beethoven for all de Decca REALMENTE EXCEPCIONAL BEETHOVEN: Conciertos para piano. STAATSKAPELLE DE BERLÍN. Director y piano: DANIEL BARENBOIM. 3 CD DECCA 4783515 (Universal). 2007. 183’. DDD. N PE N o se asusten, no es la quinta integral en la que Barenboim participa como pianista y/o director. La voracidad comercial del bonaerense no llega a tanto. Estos excepcionales Conciertos pianísticos beethovenianos son los que Euroarts publicara en DVD hace ya un lustro. La toma, soberbia, es exactamente la misma que la de la mencionada filmación. Grabados en vivo en el Klavier-Festival Ruhr de Bochum, entre el 21 y el 23 de mayo de 2007, estos Conciertos vienen a sumarse a los publicados por EMI en 1968 (con un genial Klemperer a la dirección y la New Philharmonia), por RCA en 1975 (con Rubinstein y la Filarmónica de Londres) y por EMI, de nuevo, en 1987 (con la Filarmónica de Berlín). Comparativamente con la más reciente de ambas versiones —en la cual, como en esta ocasión, toca el piano y empuña la batuta—, Barenboim aporta decisiones de tempo y dinámica más libres, flexibles y contrastadas, también más arries- gadas. El sonido de la Staatskapelle es muy diferente al de la Filarmónica de Berlín. La primera de estas agrupaciones es menos nutrida y su transparencia y su agilidad sonoras son también mayores (el percusionista Torsten Schönfeld tañe sus timbales con mazas duras). En 2007 el pianista se hallaba todavía en posesión de unos medios técnicos envidiables. Los puntuales pasajes mejorables, como algún breve tramo de la candencia del primer tiempo, con una poco fluida mano izquierda, y las aturrulladas escalas en semicorcheas en los cc. 366 a 368 del Rondo del Primero o los imprecisos tresillos de la mano derecha en los cc. 319 a 323 del Allegro moderato del Cuarto son, obviamente, intrascendentes percances del directo. Su hermosísimo sonido, de calidad tímbrica diversa, es claro y penetrante, pero corpóreo, con mordiente… Tanto el director como el pianista despliegan una riqueza de ideas, una inteligencia musical y un amor por Beethoven contagiosos. Pero vayamos concierto por concierto, movimiento por movimiento… En el Allegro con brio del Primero los contrastes dinámicos son muy intensos. Aunque los tresillos ascendentes en fusas de la entrada del piano suenan un poco mecánicos (cc. 114 y 115), este movimiento inaugural derrocha donaire y energía interior. La transición del clarinete en los cc. 258 a 261 es hermosísima y la cadencia, tremendamente dramática. El Largo está atravesado por un maravilloso fraseo neumático, hechizado por un rubato y un ritenuto emocionantes. La parte pianística, de una poesía embelesante, es enternecedora, mientras que la orquesta tiene tintes de tragedia —la oposición de caracteres es deliciosa. El Rondo es impetuoso, de franco sabor popular y el solista nos admira con su desbordante fantasía en sus últimos compases. A pesar de que la entrada del piano es —para mi gusto— un poco saltarina, el Allegro con brio del Segundo está también dotado de una poderosa fibra muscular, de una nutritiva riqueza agógica. En él hallamos igualmente instantes arrebatadores, como la mágica transición entre los cc. 332 a 340. En el maravilloso Adagio (posiblemente la cima de este álbum), Barenboim pone en práctica un juego similar al ensayado en el tiempo lento del Primer Concierto, trazando prodigiosas texturas tímbricas y adjudicando un carácter “femenino” al celestial piano (¡qué milagroso rubato!) y otro “masculino” a la orquesta, que suena beethoveniana al cien por cien. Como en el Primero, el Rondo, de cierto regusto folclórico, es más coqueto, ingenuo y entregado a la danza que en el registro de los 80. Los tempi de los dos primeros movimientos del Tercero son más rápidos que antaño. En el Allegro con brio la expresión es mucho más impulsiva que en la versión anterior y las sonoridades orquestales más agresivas. En la cadencia, Barenboim alcanza una gran fuerza emocional. Los cimientos del nuevo Largo son más sólidos que los del inacabable y forzadamente lento que grabara unas dos décadas atrás (1:22 más largo que el actual y uno de los puntos negros, en mi opinión, de la integral precedente). El Rondo es reposado y detallista, aunque de una férrea e inquebrantable tensión. Asombroso el humeante efecto tímbrico del piano en la escala ascendente en fusas que parte del sol natural más grave del teclado en el c. 220. La coda rezuma ingenio y electricidad. He de reconocer que la nueva versión del Cuarto Concierto me parece inferior a la del 87, sobre todo, por el sobresaltado Andante con moto, de intensidades, tiempos e intenciones extremadamente contrastantes. Además, el enunciado del extasiante y breve tema del piano que comienza en el c. 47, verdadero clímax de la pieza, carece de la magia de su anterior registro (aunque para un servidor nadie ha alcanzado el cielo en este pasaje como el viejo Arrau con Colin Davis en Philips). El Allegro moderato es más vitalista que su predecesor y más cambiante en sus humores. El pianista derrocha inspiración: si no me creen, escuchen, por favor, el timbre transfigurado de los cc. 105 a 108, el vuelo ingrávido de ambas manos en los cc. 275 a 279 o la simplemente perfecta cadencia. El Rondó es espléndido, con detalles camerísticos realmente seductores y encendidos y turbulentos diálogos entre el piano y la cuerda. El Emperador es magnífico. El heroico Allegro, de unitaria arquitectura, es exaltado y rebelde. El tempo de este nuevo Adagio, más lírico que espiritual, es más rápido que en la anterior grabación en la exposición del coral de la cuerda que ejerce de tema principal, pero cuando la orquesta cede el protagonismo al piano el susodicho tempo se sosiega y se tensa considerablemente. Aunque prefiera aquí una mayor lentitud, el trazado es irreprochable musical y técnicamente. El Rondo, por último, es impetuoso, fresco, imaginativo y la parte pianística febril. Jesús Trujillo Sevilla 53 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 54 D D I SI CS O C O S S REEDICIONES Brilliant TAN BUENO Y TAN BARATO… L 54 o primero que habría que decir de este álbum (Edición Shostakovich, 51 CD Brilliant 9245, distribuidor: Cat Music) es lo mismo con lo que cabría concluir este comentario, eso que tanto enfada a los responsables de los llamados sellos económicos: a este precio no lo duden. Por menos de cincuenta euros se llevan a casa 51 discos y una panorámica tan amplia como bien resuelta de la obra de Dimitri Shostakovich. ¿Por qué molesta eso a los aguerridos productores de fonogramas? Pues porque prefieren que se diga al revés: todo tan bueno y por tan poco dinero. El orden de factores no altera el producto pero parece más elegante la segunda fórmula. La adoptamos, pues. Y ahora, a partir de la premisa y de la conclusión, veamos. Brilliant no licencia una versión de las sinfonías que añadir a su catálogo sino que recurre a la suya propia, es decir, la referencial de Rudolf Barshai con la Orquesta de la SWR que aquí ponderó como excepcional Nadir Madriles en su día. Y escuchada ahora de nuevo sigue estando en la cima junto con otras, a saber, Rozhdestvenski, Kondrashin —los dos en un sello como Melodia, que como está recuperando mucho material antiguo quizá las oferte cualquier día— y Haitink (Philips) en cabeza con ella como integrales más valiosas en su conjunto. Aquí, de propina, se añade una Quinta por Mravinski de 1982. Mejor cerradas, en mi opinión, éstas de Barshai que las de Jansons (EMI) o Rostropovich (Tel- dec) por seguir moviéndonos en las alturas de lo licenciable. De la otra gran colección de Dimitri Dimitrievich, los Cuartetos, se escoge también otra producción de la casa, la del Cuarteto Rubio. No es una referencia, desde luego, pero sí es una versión bastante más que honrada, un acercamiento que sabe lidiar con los puntos de comparación ineludibles, es decir las lecturas del Borodin (Melodia), el Fitzwilliam (Decca) y, más cercana a nosotros pero no menos valiosa por añadir un cambio de perspectiva muy interesante, la del Emerson (DG). Ésta del Rubio tiene, además, ese punto generacional que no conviene olvidar cuando comparamos desde posiciones que por presuntamente irreductibles creemos igualmente acertadas. Sigamos. En el caso de las Sinfonías de cámara en arreglo de Barshai, la elegida interpretación del citado maestro al frente de la Orquesta Giuseppe Verdi no resiste ni de lejos la comparación con la suya anterior con la Orquesta de Cámara de Europa para DG, aunque, es verdad, incluye una pieza nueva, el Op. 49a. Ni la formación italiana ni su director tuvieron su mejor día y el doble álbum es un intento fallido. En lo que toca a los conciertos se nos ofrecen versiones modernas y otras históricas. El propio Shostakovich con Cluytens, superan, en los de piano, a las por lo demás excelentes de Cristina Ortiz y Paavo Berglund, que suenan mejor. En los de violín no hay grabaciones modernas: Oistrakh en los dos —con Mravinski y Rozhdestvenski— y Kogan con Kondrashin en el Primero son inmarcesibles, como lo es Rostropovich con Rozhdestvenski —en el Primero de violonchelo— frente a la versión de los dos de Alexander Ivashkin y Valeri Polianski, un músico éste que lo ha intentado muchas veces con Shostakovich y que nunca ha acabado de arrancar. El apartado de música de cámara es solvente con el Quinteto, op. 57 y el Trío, op 67 en versiones holandesas procedentes de Challenge Classics. Había otras opciones, desde luego, pero ya se sabe lo que pasa con las licencias. De Challenge llegan también unas estupendas sonatas para violín y viola por dos músicos magníficos: Isabelle van Keulen y Ronald Brautigam. Nada que objetar haya lo que haya por ahí. La obra para piano la negocian Muza Rubackyté y Boris Petrushanski —este antes aparecido en el sello italiano Stradivarius. No pudiendo licenciar los Preludios y fugas de Ashkenazi (Decca) o Nikolaieva (Melodia), la opción del producto casero es aceptable e interpretativamente honesta. Los cinco discos dedicados a la música vocal son de la serie publicada hace diez años por Delos, muy idiomática —no sólo porque la lengua de los textos es la de los cantantes— y vertebrada por la presencia del pianista Yuri Serov. Me temo que la única forma de tener esta parte sustancial de la obra de Shostakovich sea recurrir a esta caja que, al precio a que se vende, sólo por eso ya compensaría. Por cierto, la Suite sobre versos de Michelangelo Buonarroti se da también en la versión orquestal con Nesterenko y Rozhdestvenski. La miscelánea ocupa un amplio lugar en la selección. Encontramos en ella la mejor música de cine de Shostakovich en las versiones más que suficientes de James Judd y Mikhail Jurowski procedentes de la firma Capriccio y comentadas aquí en su día. De La dama y el gamberro se nos de la versión abreviada por el siempre discutido Levon Atovmian en versión de Gorenstein. Vuelven las muy buenas versiones de la Orquesta Nacional de Ucrania con Theodore Kuchar de Hamlet, las Suites de Jazz, las de El perno, El arroyo límpido y La edad de oro, muestras de la buena mano de un maestro muy superior a su reputación, que no es mala por cierto, y a sus destinos profesionales. En la ópera, la gran versión de Rostropovich de Lady Macbeth con Vishnevskaia y Gedda que publicara EMI en 1979. Ahí no hay dudas, como tampoco en El violín de Rotschild de Rozhdestvenski. El cuadro se completa con la inacabada Los jugadores, sobre el texto de Gogol, en la versión de Chistiakov que apareció en su día en Le Chant du Monde. En resumen, puede que el aficionado conspicuo lo tenga todo o casi todo pero para el más joven o para aquel a quien le falten algunas de las cosas sustanciales que aquí se proponen, esta caja es un magnífico compendio de la música de un autor fundamental. Una pega de la edición es que no incluye los textos de las obras cantadas, a pesar de que en la página web de Brilliant se dice que sí. A veces esta casa los coloca en esa misma página pero por el momento no parecen estar disponibles. Si, además, soslayan esa laguna, mejor todavía. Claire Vaquero Williams 279-Pliego Estud 23/10/12 12:02 Página 55 D D I SI CS O C O S S REEDICIONES Harmonia Mundi Gold ARMONÍAS DORADAS N o hay en este nuevo lanzamiento de la serie Harmonia Mundi Gold un solo álbum que no presente un gran interés por unos u o t r o s motivos. D a d o que hay que ser breves, no vamos a detenernos a subrayar la condición de históricas de dos grabaciones: la del contratenor Alfred Deller, Robert Spencer al laúd y The Consort of Six en una serie de piezas y canciones de John Dowland (2 CD, 50244.45, año 1978), y la de William Christie y Les Arts Florissants en la música de Charpentier para Le malade imaginaire de Molière (2 CD, 501887.88, año 1990). Pasan los años, cambian algunas modas, pero los clásicos siguen ahí. Continuando con el repertorio antiguo, que ha sido siempre una de las grandes apuestas de la casa, tenemos los Salmos de David, SWV 22-47, de Heinrich Schütz, unas obras compuestas en 1619 y en las que brilla la influencia de su estancia, aún reciente, en la Venecia de Gabrieli. Los músicos son de muy alto nivel: las voces de Cantus Cölln, los instrumentistas de Concerto Palatino, y Konrad Junghänel al mando del timón (2 CD, 501652.53, año 1998). E n Mozart, Harmonia Mundi reúne dos discos que suponen, juntos, una de las mejores aproximaciones posibles a su obra para teclado. Los protagoniza Andreas Staier con su enorme fantasía como intérprete unida a una soberana concepción del estilo (2 CD, 508388.89, años 2003-2004). No se queda atrás en claridad el Trío Wanderer en el Triple Concierto de Beethoven, aunque es quizás James Conlon quien, al frente de la Gürzenich-Orchester Kölner Philharmoniker, sorprenda en este disco con su contundente y vitalista lectura de la música incidental para el Egmont de Goethe (502131, año 2001). Después, Philippe Herreweghe y la Orchestre des ChampsÉlysées hacen que Mendelssohn brille a toda luz con una versión de El sueño de una noche de verano marcada por una transparencia de veras extraordinaria (501502, año 1994). A l siglo XX nos lleva Philippe Bernold con su flauta, unos compañeros formidables (Gérard Caussé, Isabelle Moretti, Ariane Jacob e Irène Jacob) y un disco enteramente dedicado a Debussy en el que escuchamos, entre otras cosas, la Sonata para flauta, viola y arpa, y una bellísima transcripción para flauta y piano del Preludio a la siesta de un fauno (501647, año 1998). El compositor francés está también presente en el primero de los dos sensacionales discos que el Casals dedicaba, en 2004 y 2006, al cuarteto de cuerda según lo vieron Ravel, Zemlinsky, Toldrá, Turina y el propio Debussy (2 CD, 508390.91). Aún en Francia, sobre el acompañamiento magistral de Armin Jordan y la Orquesta de la Suisse Romande, Felicity Lott da vida con su habitual clase a las mujeres de La voz humana y La dama de Montecarlo de Poulenc (501759, año 2001). De la mano de un equipo espectacular liderado por Kent Nagano volvemos por un momento al repertorio sacro con la todavía hoy controvertida Misa de Leonard Bernstein, en una grabación que equilibra, armoniza y ordena con total claridad los muchísimos elementos puestos en juego por el compositor norteamericano (2 CD, 501840.41). La flautista Cécile Daroux, el guitarrista Pablo Márquez y unos pocos músicos más se van a la nostalgia del tango de Piazzolla, una nostalgia a la que añadimos la tristeza por la muerte de la francesa en enero del pasado año con sólo cuarenta y cuatro años (501674, año 1999). Y terminamos con un gran músico español de nuestro tiempo, el onubense Javier Perianes, que viene p a r a mostrarnos con s u m a sensibilidad ese “débil latir del corazón” que subyace tras la Música callada de Frederic Mompou (507070, año 2006). Asier Vallejo Ugarte EMI MÁS DE UN SIGLO DE LIED A l incluir en una misma recopilación discográfica ciento catorce años de interpretaciones schubertianas —tesoro de la casa EMI (Schubert: Lieder on Record 18982012, EMI 3275752)— grabadas por un ingente número de músicos, se favorece una hermosa reflexión acerca de lo que fue y de lo que es, de cómo han evolucionado los criterios en cuanto a lo que consideramos apropiado para esta música en términos de fraseo, agógica, convenciones rítmicas e incluso las tonalidades a las que pueda ser lógico transportar las piezas. Estas ideas las concreta Thomas Hampson en el último disco (el número 17), a través de unas jugosas disertaciones ilustradas con fragmentos de Lieder. Honestas, de alta calidad interpretativa y fieles a los cánones de su tiempo, muchas de las interpretaciones más antiguas, que se permiten modificar incluso el propio texto escrito por Schubert, son un valioso documento, un espejo vivo de lo que los vieneses y berlineses podían disfrutar sobre el escenario de sus teatros mientras Mahler y Strauss reinaban como directores del mundo escénico (Lilli Lehmann, Paul Knüpfer, Elisabeth Schumann). No obstante, hay que avanzar unos treinta años para poder disfrutar en la misma medida del acompañamiento pianístico, y no solamente por razones técnicas de la grabación, sino por el cambio de paradigma que introdujo Gerald Moore (extraordinario en su Erlkönig de 1936 junto a Kipnis). Algunos títulos se repiten con frecuencia, pues hubo un largo tiempo en que sólo se grabaron las piezas más célebres y es interesante ver cómo cambia la visión sobre ellas con el paso del tiempo. En ocasiones, se hace difícil superar la calidad de la primera referencia incluida, como sucede con el Im Frühling de Peter Pears y Benjamin Britten. Se destinan numerosos discos a la edad de oro de los años sesenta, donde destacan, inevitablemente, las versiones de Ludwig, Prey, Dieskau o Schwarzkopf. A partir de los setenta tardíos y ochenta, se aumenta el número de Lieder por cantante, lo que nos permite disfrutar un poco más de una espléndida Lucia Popp, de Brigitte Fassbaender —que firma un Ständchen (Zögernd, leise) tan brillante como poco convencional— o del encanto de las Suleikas de Arleen Augér. Es inevitable destacar la enorme talla de los pianistas en las grabaciones de estas décadas —Werba, Gage, Parsons—, si bien ni Martineau, ni Katz, ni Drake les andan a la zaga entre los modernos. De entre las voces actuales, se incluyen versiones exitosas de Bostridge, Royal y Prégardien, si bien cabe destacar que no son nuevas o inéditas, sino que están incluidas en otros álbumes de EMI. Elisa Rapado Jambrina 55 279-Pliego Estud 23/10/12 12:17 Página 56 D D I SI CS O C O S S REEDICIONES Hänssler RECUERDOS DEL FESTIVAL DE SCHWETZINGEN N uevas entregas de la serie SWR Musik de Hänssler (Diverdi): cuatro registros radiofónicos, todos ellos procedentes del veraniego Festival de Schwetzingen, de buena a muy buena calidad sonora, que nos dan oportunidad de volver a disfrutar del arte de Fritz Wunderlich, el Beaux Arts Trio, Gérard Souzay o André Watts. La más antigua de las acogidas en este nuevo lanzamiento es la grabación de Las estaciones haydnianas (93.714), fechada en 1959 y dirigida por Hans MüllerKray. El alemán, q u e h a b í a s i d o Chefkapellmeister en Frankfurt am Mein en 1942 y director principal del Teatro Estatal de Wiesbaden a partir de 1945, fue nombrado en el 48 —por el ejército norteamericano ocupante— titular de la Sinfónica de la Radio de Stuttgart, cargo que detentará hasta el final de sus días. Estas Estaciones (que ya habían sido publicadas con anterioridad por Andromeda y Bella Voce pero que ahora se dan a conocer en sus condiciones sonoras óptimas) constituyen uno de los pocos testimonios disponibles de este director (el sello Walhall tenía en su catálogo algunas grabaciones de óperas como Ernani, Los cuentos de Hoffmann o el Cazador furtivo. Por su parte, Myto contaba con sendas ediciones de Les deux journées de Cherubini y de Fierrabras de Schubert — esta última, aún en circulación—, ambas con Wunderlich). Müller-Kray contrarresta sus carencias estilísticas con musicalidad, sentido de la pro- 56 porción, honestidad y seriedad. Aunque se eche de menos una mayor finura y una superior capacidad descriptiva, su dirección tiene energía y, a ratos, indudable atractivo. La holandesa Agnes Giebel, inspirada soprano de oratorio, conquista por su aéreo instrumento, de diamantino timbre, y por su fraseo detallado. Poseedor de una voz agradable y clara de bajo cantante, el norteamericano Kieth Engen (Kothner en los legendarios Meistersinger de Kubelik) desarrolla su labor con profesionalidad. Y, por fin, Wunderlich vuelve a seducirnos con la belleza de su voz y de su canto, su entrega, su clase y su talento únicos. Poco importan las calature del recitativo que precede al aria tenoril invernal, maravillosamente cantada, por cierto —¡qué medias voces!—, a pesar del ligeramente bronco sol agudo, incómoda nota en la cual desemboca, con un grupeto de por medio, un larguísimo mi (dos redondas y una blanca ligadas). Discreta la orquesta y considerable la labor del coro. E l Beaux Arts Trio g r a b ó para la SWR este programa con obras d e Brahms y Ravel (93.715) en 1960, sólo 5 años después de su fundación. Sorprende, en aquellas tempranas fechas, la compenetración y la destreza técnica de la agrupación. Su atractiva versión del Trío con piano nº 1 de Brahms es bastante diferente a la contenida en su admirada y ya clásica integral en Philips. La expresión es más desaforada y ardiente. Ello hace que Daniel Guillet no pueda impedir a veces algún que otro sonido espurio e incluso alguna duda en la afinación. El Trío de Ravel es harina de otro costal. Desde el punto de vista de la ejecución, la labor del Beaux Arts es muy notable. En cambio, desde el prisma meramente expresivo, la interpretación se queda corta en refinamiento, idioma y color. E l recital de Gérard Souzay (93.727) data también de 1960. El gran barítono francés firma aquí un bastante completo retrato de su arte, aunando lied alemán en distintas épocas (Schubert y Richard Strauss), repertorio francés (Ravel) y siglo XX (Martin). Gracias al hermoso cincelado de una línea de canto rica en juegos dinámicos y colores, Souzay nunca deja indiferente. En las cuatro canciones schubertianas seleccionadas, el cantante de Angers hace un uso inteligentísimo del falsete, alcanzando quizá la cúspide en un muy bello y delicado, muy matizado An die Musik. Su Richard Strauss es notable (especialmente en Ständchen) y los Monólogos de “Jedermann” de Martin son implicados y potentes en lo expresivo. Sin embargo — aunque parezca tópico decirlo—, es precisamente en el repertorio francés donde Souzay da lo mejor de sí: sus interpretaciones de las 5 Canciones populares griegas y las 2 Melodías hebreas de Ravel son exquisitas, perfumadamente poéticas, perfectas… Estupendo Dalton Baldwin. La última referencia de la Edition Schwetzinger SWR Festspiele tiene por protagonista al pianista A n d r é Watts. Es el más reciente de los registros: fue efectuado en 1986. El programa, centrado en la figura de Ferenc Liszt, es de una extrema dificultad. Watts deslumbra por un mecanismo de abrumadora perfección (los trinos y las escalas son espectaculares), un sonido bellísimo y robusto, con múltiples y transformables coloraciones, una gama dinámica amplísima… Tiene el pianista, además, una voz propia, un fraseo personal, a menudo de gran trascendencia y variedad expresiva. La obra sobre la cual pivota el programa es la Sonata en si menor, de la que Watts firma una interesantísima creación. El instrumentista ofrece una clara visión arquitectónica de la compleja pieza, desmadejando planos y voces con indiscutible talento musical, administrando las emociones con acierto… Sólo considero discutibles algunos contrastes de tempo excesivos. Un mayor apoyo en resonancias graves en los acordes de octava en f en ambas manos del Allegro energico (compás 8 y posteriores) hubiera sido muy positiva. El complejísimo presto-prestissimo que precede al pasaje final (andante sostenuto-allegro moderato-lento assai) es literalmente apabullante. Lástima que Watts sucumba a ciertas tentaciones exhibicionistas en la Rapsodia húngara nº 13 y en los 6 Grandes Estudios sobre Paganini. Jesús Trujillo Sevilla 2012 NO V E DA D E 1 1 S 2 CD 2 CD 1 CD 2 CD 1 CD Noviembre nos trae interesantes novedades. Doce preludios de Scarlatti. Conciertos y sonatas de Vivaldi. La primera grabación mundial de los tríos para cuerda de Wranitzky. La elegancia y el virtuosismo de Couperin. La ópera ‘El Barbero de Sevilla’ con Teresa Berganza y Manuel Ausensi. Y una magnífica selección de 10 CD del pianista y director Ataúlfo Argenta por sólo 29,95€. Encontrará aún más novedades en nuestros catálogos de Newton Classics y Brilliant Classics. Nuestro personaje del mes, para el rigor, la técnica y la maestría del pianista y director de orquesta Ataúlfo Argenta. 10 CD 29,95€ 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 58 D D I SI CS O C O S S CRÍTICAS de la A a la Z DISCOS ALBÉNIZ-BEETHOVEN Isabelle Faust ESTACIÓN TÉRMINO BACH: Sonata nº 1 en sol menor BWV 1001. Partita nº 1 en si menor BWV 1002. Sonata nº 2 en la menor BWV 1003. ISABELLE FAUST, violín. HARMONIA MUNDI HMC 902124. 2011. 60’. DDD. N PN Llama la atención, y no se explica en la carpetilla, el orden en que Isabelle Faust ha grabado y publicado su integral de las Sonatas y Partitas para violín solo de Bach: las BWV 10041006 en 2009-2010 y las BWV 1001-1003 dos años después. No por ello deja de ser el resultado final una de las opciones más recomendables para el disfrute de esta cima de la escritura violinística. Ni mucho menos. Si la primera entrega (véase SCHERZO, nº 256, pág. 73) ALBÉNIZ: Obras para piano. Vol. 7. MIGUEL BASELGA, piano. BIS CD-1953 (Diverdi). 2010. 71’. DDD. N PN El gran atractivo de este nuevo volumen es la inclusión de Chants d’Espagne, que tiene en su preludio lo que después pasó a ser Asturias en 1911 —dos años después de la muerte del compositor— en la Suite española que pergeñó un editor alemán tomando fragmentos de otras obras de Albéniz hasta hacer que una obra que originalmente contaba con cuatro partes llegara a contar con ocho. A destacar que en este Preludio —que, repetimos, es lo mismo que la a menudo tan maltratada Asturias— Baselga toca de una manera casi comenzaba con el tímido arranque de un “viaje de invierno” lleno de sugerencias más que de evidencias, lo que ahora anuncia el Adagio de la BWV 1001, con ese voluptuoso paladeo de cada nota, es la llegada a destino, a la estación término, donde una intensa luz ora deslumbra, ora descubre insoldables claroscuros. Tal es el efecto que, por ejemplo, produce en la BWV 1002 esa primera Double asordinada en que el ánimo encuentra remanso entre los brillantes colores de la Allemanda y la Corrente. Y aproximadamente viene a suceder lo mismo con la Sarabande, precedida por una segunda Double en la que no se sabe qué admirar más, si la velocidad o la igualdad en longitud e intensidad de todas las semicorcheas, scarlattiana que le sienta muy bien. Pocas veces la hemos escuchado y disfrutado con tanta claridad y limpieza, con un rigor casi clásico, equilibrada en todo momento y alejada del estilo rapsódico demasiado habitual. Y es que este proyecto fascinante, que no ha dejado de sorprendernos a cada nueva entrega y que ya se acerca a su fin, halla en esta nueva entrega muchos elementos como para interesar a cualquiera: el primero, el repertorio, sin olvidarnos, por supuesto, de la interpretación, probablemente ideal en más de un momento. En esta ocasión, aparte de Chants d’Espagne, encontramos obras mayormente juveniles y alguna incluso infantil, como la marcha dedicada al “excelentísimo Señor Vizconde del Bruch”, de 1869, obra, por tanto, de un Albéniz de tan sólo nueve años de edad que no pasa de ser una curiosidad. Algo posteriores, no mucho, son y seguida por una tercera sometida a un control asimismo pasmoso de todos los parámetros interpretativos. Y queda como remate una BWV 1003 centrada en torno a una Fuga con una continuidad de inexorable lógica entre todos sus tramos. Verdaderamente para no perdérselo. Alfredo Brotons Muñoz las Mazurcas de salón, escritas a los diecisiete y que surgieron para complacer a alumnas del compositor. Cada mazurca tiene un nombre de señorita y una explícita dedicatoria. Música amable y ligera, de evidente ascendente chopiniano, cuyo espíritu entronca con la posterior Deseo, con algún destello lisztiano, y con la siguiente L’automne. Esta música deliciosa claramente salonnier halla en Baselga a un defensor que aúna convicción y afecto por ellas. Otra curiosidad es la transcripción de una improvisación de Albéniz grabada en 1903 que va justo antes del final del recital, que concluye con Yvonne en visite! Ambas obras, aunque de distinto carácter, nos muestran al Albéniz que conoce como pocos los recursos del piano y una fantasía que es uno de los grandes atractivos de su legado. Josep Pascual TIPO DE GRABACIÓN DISCOGRÁFICA N H R Novedad absoluta que nunca antes fue editada en disco o cualquier otro soporte de audio o vídeo Es una novedad pero se trata de una grabación histórica, que generalmente ha sido tomada de un concierto en vivo o procede de archivos de radio Se trata de grabaciones que ya han estado disponibles en el mercado internacional en algún tipo desoporte de audio o de vídeo: 78 r. p. m., vinilo, disco compacto, vídeo o disco video digital PRECIO DE VENTA AL PÚBLICO DEL DISCO PN Precio normal: cuando el disco cuesta más de 15 € PM Precio medio: el disco cuesta entre 7,35 y 15 € PE Precio económico: el precio es menor de 7,35 € 58 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 59 D D I SI CS O C O S S ALBÉNIZ-BEETHOVEN BACH: Sonatas para violín y clave BWV 1014-1019. Cantabile para violín y clave BWV 1019a. CHIARA BIANCHINI, violín; JÖRGANDREAS BÖTTICHER, clave. 2 CD ZIG ZAG ZZT302 (Diverdi). 2011. 96’. DDD. N PN B asta oír unos pocos compases, concretamente los cinco primeros de la BWV 1014, hasta allí donde el fa sostenido del violín entra como literalmente surgiendo de la nada (un efecto repetido en el comienzo de la BWV 1017 aunque en menor escala y en el registro grave), para darse cuenta de que éste va a ser un disco especial. Pero especial no quiere decir para todos los gustos sino algo muy diferente, casi contrario. Y es que el sonido producido por Chiara Bianchini es de una acidez tal que en ocasiones habrá que pasarlo por alto para apreciar otros valores en los que esta grabación abunda, así por ejemplo el conmovedor lirismo del Dolce con que se inicia la BWV 1015; en realidad, en toda esta sonata contrastarán fuertemente los resultados a ese respecto obtenido en los movimientos rápidos y lentos. En la segunda variación del Adagio non tanto de la BWV 1016, allí donde el violín sobrevuela en obsesivas dobles cuerdas el discurso del teclado, ese peculiar timbre llamará la atención como una curiosidad que no se encontrará en otras grabaciones y a la que no se puede negar una belleza que en cambio uno casi se queda esperando en el Adagio de la BWV 1018. Algo parecido se podría decir del suplemento de desencanto o melancolía que se añade al Largo con que arranca la BWV 1017. Salvados, para bien o para mal según gustos, pasajes como los citados, este registro resulta muy recomendable por el modo en que se captan detalles no siempre suficientemente calibrados como el sabor vivaldiano del Allegro de la BWV 1014, la expresión no menos risueña que se consigue en el de la BWV 1016 o la escansión en absoluto mecánica del ritmo en el de la BWV 1018. La discografía de este maravilloso ciclo bachiano es abundante en número y calidad, pero esta opción merece en cualquier caso conocerse y no por lo que menos por la labor de un clavecinista, Jörg-Andreas Bötticher, que algunos podrán encontrar excesivamente percusivo en el Adagio de la BWV 1016 pero siempre de innegables elocuencia y sensibilidad. Ofrecido como único complemento, el Cantabile BWV 1019a permite reconstruir la segunda redacción de la última sonata de la serie. Alfredo Brotons Muñoz BACH: Conciertos para clave BWV 1052, 1055, 1057 y 1058. RETROSPECT ENSEMBLE. Director y clave: MATTHEW HALLS. LINN CKD 410 (LR Music). 2011. 64’. DDD. N PN Hace poco más de un año, el Retrospect Ensemble, fundado por Matthew Halls en 2009, se ganó un puesto definitivo en la discografía bachiana con unos Oratorio de Pascua y de la Ascensión verdaderamente memorables (véase SCHERZO, nº 266, pág. 65). Lógicamente, el anuncio de cuatro conciertos para clave del Cantor había de despertar gran interés. Pero el resultado ha sido decepcionante al menos relativamente, esto es, por comparación con el precedente. Lo peor lo constituye el BWV 1057, que abre programa: sin picante, chispa, gracia, garbo o como quiera describirse aquello que aquí se espera que a uno le provoque una emoción especial. En el primer movimiento del BWV 1058, el tempo más rápido hace que la orquesta suene más incisiva, pero Matthew Halls silabea su discurso con rígido mecanismo. Y así hasta el final. Desde el punto de vista estrictamente técnico no hay más que reprochar que el sonido demasiado “pellizcado” del clave, pero la musicalidad que a cada paso desmiente las previsiones del oyente que conoce estas obras con aportaciones interpretativas novedosas no aflora en parte alguna. Por supuesto, preferible a muchas otras opciones, pero también muy por debajo de las expectativas creadas por los mismos músicos. Alfredo Brotons Muñoz BACH: Cantatas BWV 201, 205, 213. CÉLINE SCHEEN, soprano; CLINT VAN DER LINDEN, contratenor; FABIO TRÜMPY, MAKOTO SAKURADA, tenores; CHRISTIAN IMMLER, barítono; ALEJANDRO MEERAPFEL, bajo. CORO DE CÁMARA DE NAMUR. LES AGRÉMENTS. Director: LEONARDO GARCÍA ALARCÓN. 2 CD AMBRONAY AMY031 [+ DVD, 43’] (Harmonia Mundi). 2011. 82’. DDD. N PN Seguramente es exagerado afirmar, como se hace en la carpetilla que acompaña a este álbum, que Bach compuso en realidad más música profana que sacra. De lo que no cabe duda es de que Bach es igual de grande en ambos terrenos. Las tres muestras de musica per dramma aquí reunidas son deliciosas. Siempre con Picander como libretista, la BWV 201 presenta un torneo entre el sofisticado Febo y el pedestre tirando a rupestre Pan, y resulta enternecedor comprender cómo Bach debió de sentirse identificado con el primero, al que a la postre concede el triunfo. La reivindicación humanista se percibe también claramente en el trasfondo de la BWV 203, donde se llama a la calma de los vientos para celebrar en paz a un ilustre erudito miembro de la Universidad de Leipzig. En la BWV 213 se contribuye a la fiesta por el cumpleaños del joven Príncipe Elector con una victoria de la Virtud sobre la Voluptuosidad (en el juicio de Hércules) que luego se empleará a mansalva en el Oratorio de Navidad. Las tres obras se abren y cierran con un coro, y reservan para cada solista al menos un aria. En las dos ofrecidas en CD, el Coro de Cámara de Namur sólo no suena pujante en el final de la BWV 203, y en la BWV 213, servida en formato DVD (actuación con público en el Festival de Ambronay), se queda en la simple corrección. Céline Scheen, que comienza encarnando a Momus de manera muy gratamente pizpireta, alcanza su momento de máximo esplendor como la Voluptuosidad. En el aria de Febo, el enorme instrumento de Christian Immler casi acaricia, y no menos asombran los inspirados adornos que añade en el da capo; como Eolo, en cambio, primero son la agilidad y la firmeza del fiato los que se combinan prodigiosamente con la energía, pero en su segunda aria no acaba de sobreponerse a una orquesta que ahí de todos modos suena demasiado apagada. El timbre de Makoto Sakurada no es tan estrecho como Zéfiro, pero su voz corre mejor como Midas. El Pan de Alejandro Meerapfel resulta modélico por el equilibrio entre elegancia técnica y zafiedad expresiva que consigue. Clint van der Linden no da plenos todos los agudos de su Mercurio, pero como Pomona y en las dos arias de Hércules que le corresponden se resarce con creces. Fabio Trümpy canta con mucho gusto como Tmolus lo mismo que como Virtud, pero en este segundo cometido llega a interesar más el diálogo entre el oboe y el violín obligato. La dirección del argentino Leonardo García Alarcón obtiene de la orquesta una respuesta cuyo valor va mucho más allá del acierto en ocasionales onomatopeyas. Alfredo Brotons Muñoz BEETHOVEN: Sonatas. Vol. 2. FRANÇOIS-FRÉDÉRIC GUY, piano. 3 CD ZIG-ZAG TERRITOIRES ZZT 304 (Diverdi). 2010. 210’. DDD. N PN S egunda entrega de la integral de las sonatas de Beethoven protagonizada por el pianista François-Frédéric Guy, cuya grabación fue realizada a lo largo de diez conciertos celebrados en la Sala del Arsenal de Metz y que ahora incluye repartidos en tres discos los Opp. 28, 49, 53, 31, 57, 79, 78, 54 y 101. En esencia es un Beethoven sólido, bien construido, del que emanan múltiples virtudes basadas en la tradición clásica. Guy sabe dotar a las Sonatas de firmeza y equilibrio, sus interpretaciones predican buenos tempi así como muchos detalles contrastados. La delicadeza y el buen gusto alternan con un discurso riguroso y consciente, elegante, donde las dinámicas se exponen con clarividencia e inteligencia, sin abusos y siempre con cordura emocional. Del pianista destilan intensidad y un control sonoro extraordinario (escuchen el Adagio molto de la Sonata Waldstein op. 53); su sonido, esmerado en todo momento, condensa calidez y fibra, cristalinidad y amplitud. Es un Beethoven vital y sensible, sin atropellos, con un fraseo fluido y límpido, lleno de expresión y con un importante halo de simplicidad. Su locución es llana 59 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 60 D D I SI CS O C O S S BEETHOVEN y diáfana, donde se intercalan por ejemplo el buen humor de los minuetos con el espíritu explosivo y convulso de la Sonata appassionata. El intérprete, concentrado, construye sabiamente cada obra, dotándola siempre de un extraordinario sentido melódico y de una fidelidad rítmica a la partitura indiscutible. Es un Beethoven maduro y elocuente, centrado en la excelencia a través de detalles minuciosos y de una inteligente arquitectura, sin notas discordantes, realizado con una técnica precisa y segura. Muy interesante y recomendable. Emili Blasco BEETHOVEN: Sinfonía nº 7. Obertura Leonora nº 3. SINFÓNICA DE SAN FRANCISCO. Director: MICHAEL TILSON THOMAS. SFS 0054 (Gaudisc). 2010-2011. 54’. DDD. N PN O tro eslabón más en el nuevo ciclo Beethoven que Tilson Thomas está creando en San Francisco con su orquesta en conciertos en vivo. La versión de la Séptima, objetiva, cuidada, bien planificada, de encomiable claridad y estupendamente tocada (sólo hay repeticiones en el primer movimiento), sigue la línea de la tradición y podría pasar perfectamente por una versión de Masur, Böhm, Leinsdorf e incluso del último Karajan. En cualquier caso es más interesante que los últimos trabajos de Barenboim, Chailly, Paavo Järvi y demás estrellas de la dirección actual, y aunque su lectura no llega a la intensidad de la de su colega Rattle con Viena (EMI), estamos ante una notable lectura en vivo que satisfará sin problemas a cualquiera que la oiga (el viejo Beethoven sigue magnetizando a las audiencias de todo el mundo: sólo tienen que oír el rugido de entusiasmo del público de la Davies Symphony Hall de San Francisco al término de esta versión). La Leonora III, en cambio, es más convencional y aséptica; parece hecha por otro director y desde luego no en su mejor momento. De poco o ningún interés. En fin, notable Séptima que sin llegar al nivel de los clásicos en esta obra, puede ser un buen comienzo para los que quieran empezar a tomar contacto con el gran repertorio. 60 Enrique Pérez Adrián John Eliot Gardiner UN BACH CALEIDOSCÓPICO BACH: Motetes BWV 225-230, BWV Anh. 159. CORO MONTEVERDI. Director: JOHN ELIOT GARDINER. SOLI DEO GLORIA SDG716 (Diverdi). 2011. 72’. DDD. N PN La forma en que Bach recurrió a un género musical anticuado como en sus días ya era el motete refleja de modo palmario cómo éste simbolizaba para él el medio contrapuntístico más puro de afrontar la tarea de dotar de música a los textos religiosos. La mayoría de las siete obras reunidas en este disco, si no todas, las compuso para ocasiones específicas; más precisamente, como exequias. Los contextos funerarios solían servirle para ofrecer a Dios y al comanditario una obra en la que la relación entre música y palabras cobraba una muy particular intensidad e intimidad. Cada uno de estos motetes posee, de hecho, una retórica por entero individual, vale decir personal. Su generación los despreció en favor del nuevo ethos musical representado por la cantata, pero Bach no es en sus motetes ajeno a esta “moderna” diversidad estructural. Ahora bien, lo absolutamente novedoso en estos motetes es el nivel de máxima exigencia planteado a los intérpretes. Y no son problemas menores en ese sentido ni el dilema entre disponer de un acompañamiento instrumental o no, ni la decisión sobre el número de efectivos ni, por supuesto, la elección del tono expresivo adecuado para cada pieza, que poco a poco va además configurando la imagen global que del conBEETHOVEN: Sinfonía nº 9. AMANDA ROOCROFT, soprano; FIONA JANES, mezzosoprano; JOHN MARK AINSLEY, tenor; NEAL DAVIES, barítono. THE NEW COMPANY. ORCHESTRA OF THE AGE OF ENLIGHTENMENT. Director: CHARLES MACKERRAS. SIGNUM 254 (Harmonia Mundi). 1994. 64’. DDD. N PN En agosto de 1994, durante el Festival de Edimburgo, Charles Mackerras se puso al frente junto obtiene el oyente. Entre las alternativas disponibles a la nueva grabación de Gardiner, que emplea una treintena de cantantes, debe descartarse la de The Scholars, ocho voces que resuelven aceptablemente los pasajes más camerísticos, pero resultan a todas luces insuficientes en los tutti (véase SCHERZO, nº 120, pág. 77). También la de Fasolis, cuya orquesta lo inscribe evidentemente en otra liga (véase SCHERZO, nº 167, pág. 58); por razones parecidas queda también fuera de la liza Holten, y lo mismo le sucede a Podger, pero esta vez porque lo que en realidad intenta con sus páginas para órgano intercaladas es imaginar un contexto históricamente probable (véase SCHERZO, nº 232, pág. 75). De manera que uno de los grandes competidores, si no el mayor, de Gardiner acaba por ser Jacobs (véase SCHERZO, nº 139, pág. 82). En cuanto a brillantez técnica, tanto el RIAS como el Monteverdi son coros de toda solvencia. Pero lo que finalmente decanta la balanza del lado de Gardiner es la capacidad que demuestra para compendiar caleidoscópicamente todo el arte de Bach en este puñado de breves obras, sin que en ninguna se halle nada que la haga similar a otra de la colección. Por seguir el orden de presentación en el disco, el BWV 230 es animado y gozoso, unos sentimientos que, como bien argumenta el director inglés en la carpetilla, para un protestante no están en absoluto reñidos con la idea del homenaje funerade la Orquesta del Siglo de las Luces, de la que fue director emérito, y ofreció esta Novena que ahora escuchamos con el placer con el que siempre recibimos las novedades que aún nos siguen llegando del gran maestro australiano. A la orquesta le ha ido tradicionalmente bien la música de Beethoven, y el australiano extrae de ella todo su virtuosismo, que es un virtuosismo incisivo, urgente y puede que un punto salvaje, pero nunca agresivo, y menos aún violento. La transparencia está garantizada de inicio a fin, lo mismo que los contrastes y la contun- rio. El BWV 229 nos transporta a continuación a un ambiente de sobrecogedor intimismo, que de nuevo vuelve a contrastar con los picantes acentos iniciales de un BWV 226 en el que se logra una asombrosa continuidad discursiva. La joya de esta corona es muy posiblemente el BWV 227; y, si hubiera que escoger un solo fragmento, que el gusto de cada cual escoja entre la combinación de precisión y espontaneidad con que se mueven las dos líneas de sopranos y la de contraltos en Das Gesetz des Geistes (pista 7), y la desarbolante delicadeza de Gute Nacht (pista 12). Por esta cualidad admira asimismo el BWV 228, mientras que en el BWV 225 lo que se persigue y consigue es un sabroso contraste entre la chispa de Singet dem Herrn ein neues Lied (pista 16) y la suavidad extrema de Wie sich ein Vater erbarmet (pista 17). Y aún queda pendiente el pasmoso sobrevuelo de las sopranos en la segunda parte del BWV Ahn. 159. Toda la riqueza de Bach no se puede reunir en un disco, pero éste se acerca mucho a tal ideal. Alfredo Brotons Muñoz dencia, máxima en los clímax del movimiento inicial. Lo que más de uno echará en falta en cuerpo lo verá compensando con un nervio incesante. En esa línea, el paréntesis que supone el Adagio molto e cantabile (13:17) se integra con toda coherencia en el conjunto de la interpretación. Con unas voces corales y solistas muy solventes, Mackerras nos dejaba una Novena muy vibrante a la que sólo le faltaría un impulso aún más radical para diferenciarse de casi todas las demás. Asier Vallejo Ugarte 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 61 D D I SI CS O C O S S BEETHOVEN Cuarteto Leonor INTEGRAL ESPERADA BARCE: Cuartetos de cuerda. CUARTETO LEONOR. 3 CD VERSO VRS 2120 (Diverdi). 2011. 172’. DDD. N PN El panorama discográfico español contempla la llegada de una de las integrales más esperadas, la de los cuartetos de cuerda de Ramón Barce (1928-2008). La versión corre a cargo del Cuarteto Leonor, ya familiarizado con este material en los numerosos conciertos que ha dado en los últimos años sobre la música de cámara de Barce. Su prestación es lo mejor de este registro, pues transmiten en cada momento las necesidades del compositor, que pasan, fundamentalmente, por la comunicación franca con el oyente. La transparencia que pretende Barce en su discurso encuentra en los integrantes del Leonor a unos intérpretes ideales. Se echan en falta en el libreto, no obstante, unos comentarios más atinados que los que firma Ruiz Tarazona: una simple información sobre estas obras es un bagaje insuficiente para un proyecto como el que aquí aborda el sello Verso. Lo primero que llama la atención en esta integral de Barce es la ausencia de un discurso especulativo. Estos cuartetos se sitúan en la senda del clasicismo sin que haya ningún trazo conservacionista, sino un medio para dialogar desde el presente con las formas consagradas por la Historia. El resultado es desigual. Los últimos tres cuartetos, compuestos entre 1994 y 1999, no añaden nada importante al conjunto. Se observan ciertos vaivenes en la forma que tiene Barce de encarar estas piezas, desde el escolasticismo de las dos primeras obras, de 19581965, hasta el empleo en los Cuartetos Octavo y Noveno de una plasticidad sonora muy cercana a la del Shostakovich de los cinco últimos cuartetos. Por en medio, Barce ha recurrido a formas deudoras de Beethoven (el sentido de la pulsación en los Cuartetos Sexto y Séptimo) y ha dado nombre a diversas secciones, algunas muy explícitas (Moderadamente ligero, VivoLangsam, Fluido y moderado), lo que demuestra que el músico quiere, por encima de todo, comunicar con el oyente, antes que ahuyentarlo con formas instauradas por la vanguardia. Los Cuartetos Tercero y Cuarto suponen dos momentos dominados por la abstracción; de hecho, en ellos no hay ninguna indicación de expresión. Compuestos en fechas muy cercanas (1973 y 1975), pareciera que la una necesite de la otra para completarse. La crispación con la que acaba el Tercero queda perfilada, por decirlo así, en el inicio del Cuarto. Hasta llegar a esa vehemencia expresiva, el Tercero se ha planteado como una obra sin interrupciones en donde un pequeño conjunto de células rítmicas siempre cambiantes hace la labor de hilo conductor. A partir de ahí, se desarrolla una serie de secuencias melódicas que son las que dan cuerpo a la obra. Esas secuencias, que son, en un primer momento, de carácter introspectivo, manteniéndose el discurso en un campo armónico estrecho, se abren en la zona final hacia una expresividad nada disimulada. Esa vehemencia se refuerza con el uso del ruido, de efectos en las cuerdas que en nada se deben a una postura agresiva por parte del compositor. Antes al contrario, la moderación preside todo el entramado. La intensidad del final del Tercero prosigue en el Cuarto, dividido ya en secciones, pero que guarda un mismo esquema en lo que hace al uso de unas células rítmicas que desempeñan el papel de tronco del que parten las variaciones. Los diálogos entre los motivos rítmicos y el flujo melódico suponen el momento de mayor intensidad de todo el ciclo. El Quinto, por su parte, es el más equilibrado y viene a ser la antesala del giro que da Barce en los cuartetos siguientes hacia la pulsación motórica de Beethoven, para ser el Octavo el cuarteto en el que mejor convive la abstracción con la expresividad derivada del clasicismo. Francisco Ramos 61 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 62 D D I SI CS O C O S S BELLINI-BRUCKNER BELLINI: Il pirata. LUDOVIC TÉZIER (Ernesto), CARMEN GIANNATTASIO (Imogene), JOSÉ BROS (Gualtiero). CORO GEOFFREY MITCHELL. FILARMÓNICA DE LONDRES. Director: DAVID PARRY. 3 CD OPERA RARA ORC 45 (Diverdi). 2010. 160’. DDD. N PN Tercera en la lista de sus estrenos, esta ópera oscila entre influencias (Rossini a ratos, la más notable) y esbozos de personalidad. Es desigual de niveles pero tiene algunas de las mejores páginas de Bellini, en especial la prolongada escena del tercer acto para la soprano, O, s’io potessi dissipar le nubi. Pospuesta por décadas, Callas la rescató y la repuso en los repertorios, aunque las dificultades de la empresa, en especial para la diva, obligan a exigentes escrutinios. La versión aquí juzgada es de una homogeneidad ejemplar en cuanto a estilo, velocidades, transparencia instrumental y equilibrio entre masas y voces solistas, todo ello debido a la reflexionada y elegante dirección de Parry. Ello explica la placidez y solvencia con que se desenvuelven los cantantes, a contar desde Bros, maestro en el repertorio, con su timbre bello y noble, su destilada emisión, su fraseo cincelado y una delicada matización de las situaciones, entre lo elegíaco, lo heroico y lo amatorio. Giannattasio supera su endiablada parte, que exige lirismo, desgarro dramático, agilidades y un extenso registro. Se aplica y cumple con lo exigido, además de integrarse en el equipo. Tézier, un barítono claro y lírico, se produce a la altura de las circunstancias, y los comprimarios, de sostenida dignidad, completan una entrega meditada y respetuosa de la partitura belliniana. Blas Matamoro BRAHMS: Cuartetos de cuerda. Quinteto con clarinete. CHARLES NEIDICH, clarinete. CUARTETO JUILLIARD. 2 CD NEWTON 8802131/2 (Cat Music). 1993-1994. 150’. DDD. R PE 62 Cierta parte del catálogo del sello Newton nos pone en bandeja versiones discográficas muy destacables. Entre ese montoncito de oportunidades que ningún aficionado debería dejar Christian Thielemann LAS TRADICIONES BEETHOVEN: Sinfonías. ANNETTE DASCH, soprano; MIHOKO FUJIMURA, contralto; PIOTR BECZALA, tenor; GEORG ZEPPENFELD, BAJO. WIENER SINGVEREIN. FILARMÓNICA DE VIENA. Director: CHRISTIAN THIELEMANN. 6 CD SONY 88687875302/ 88687875322/ 88687875332 (SonyBMG). 2011. 373’. DDD. N PN Hace unos meses se reeditó en formato online, y dentro del renacido sello Hallmark de la escudería de la IODA (Independent Online Distribution Alliance), que se limita a verter antiguos vinilos en el moderno mp3, una grabación sensacional de las 15 Variaciones y fuga “Eroica” de Beethoven realizada originalmente para Deutsche Grammophon en 1950 por el pianista Helmut Roloff (19122001) de cuyo centenario no se ha acordado nadie este año; y no sólo este pianista fue en su juventud un importante activista antinazi vinculado a la mítica Rote Kapelle sino también durante toda su vida un importante profesor de la Hochschule für Musik de Berlín. ¿Y qué tiene que ver todo esto con Christian Thielemann? Pues bien, Roloff fue quizá el profesor más influyente del director berlinés. Según ha reconocido a Kläre Warnecke en su libro Christian Thielemann. Ein Porträt (2003), lo introdujo en el arte de fraseescapar se encuentra este disco. No es que los Juilliard vengan a desbancar a nadie que ocupe puestos de privilegio en este repertorio, pero la calidad media del álbum les permite defenderse con mucha dignidad. Se trata de re-ediciones de originales Sony, con buenas tomas, duraciones generosas y un delicioso abanico de obras que, sin duda, es la mayor virtud de la entrega. El enfoque del cuarteto norteamericano es aquí, a grandes rasgos, conservador. Tempi tendentes a la tranquilidad, dinámicas siempre dentro del orden y sonoridades potentes y compactas. Estilísticamente, estamos ante un tratamiento tradicional de notable vibrato y fraseo amplio. El rasgo más destacable de sus lecturas es la búsqueda de la expresividad, conseguida, dicho sea de paso, a cambio de sacrificar cualquier atisbo de espontaneidad. Ahí está, por el contrario, el que ar y articular según los postulados de la antigua tradición interpretativa romántica alemana y fomentó en él la libertad e imaginación como artista; también recuerda el propio Thielemann en sus conversaciones con Joachim Kaiser incluidas dentro de su integral de la sinfonías de Beethoven en DVD (CMajor) sus constantes demandas para que le sorprendiera como intérprete. Y es que Roloff muestra en las variaciones lentas del ciclo beethoveniano esa capacidad como prestidigitador que ha transmitido a su discípulo y que hoy disfrutamos en este ciclo de las sinfonías de Beethoven. Este nuevo lanzamiento de Sony en tres dobles CDs recoge exactamente la misma banda sonora de los DVDs ya comentados en estas páginas dentro de mi estudio El maestro holístico (véase nº 276, julio-agosto de 2012, págs. 57-58). Dejando a un lado lo que allí dije sobre la extraordinaria interpretación de Thielemann, conviene subrayar la importancia que tiene la Filarmónica de Viena en la interpretación de las sinfonías de Beethoven si tenemos en cuenta que, aunque fue fundada en 1842, sus integrantes en su mayoría procedían de la Orquesta de la Ópera de la Corte de Viena y participaron dieciocho años atrás en el estreno de la Novena; tal como muchos señalaríamos como su mayor defecto: lo rutinarios que pueden llegar a parecer muchos tramos que, leídos desde otra óptica, resultarían extraordinarios. Buena, por su parte, la aportación del clarinetista Charles Neidich. Juan García-Rico BRITTEN: Canticle I. My beloved es Mine op. 40. On This Island op. 11. The Holy Sonnets of John Donne op. 35. Seven Sonnets of Michelangelo op. 22. JAMES GILCHRIST, tenor; ANNA TILBROOK, piano. LINN CKD 404 (LR Music). 2012. 62’. DDD. N PN No ha elegido James Gilchrist lo más fácil del repertorio vocal de Britten para este disco. Si On This Island —con su preciosa As it is, plenty—, el ciclo sobre poemas ha señalado Clemens Hellsberg, presidente, violinista y máxima autoridad en la historia de la orquesta: “Beethoven es el fundador espiritual de la Filarmónica de Viena”. Este ciclo dirigido por Thielemann se une a los ya registrados en los setenta por Karl Böhm (DG), Hans Schmidt-Isserstedt (Decca), Leonard Bernstein (DG), en los ochenta por Claudio Abbado (DG) o en los primeros años del nuevo siglo por Simon Rattle (EMI) y quizá sea el mejor de todos en cuanto a adecuación a la tradición sonora e interpretativa de la orquesta. El único pero que se puede poner a esta edición distribuida en España es que haya primado la división en tres dobles CDs en lugar del cofre que incluye además un DVD con la película de Barbara Pichler-Hausseger titulada Macking Beethoven donde nos muestra cómo se grabó este ciclo. Pablo L. Rodríguez de Auden, exige menos de un oyente que puede de algún modo, y por así decir, entender una cierta complicidad en primer grado, The Holy Sonnets of John Donne y los Seven Sonnets of Michelangelo son obras tan exigentes como, por otra parte, fundamentales en el catálogo britteniano. Estas obras, sin embargo, han encontrado unos excelentes intérpretes, capaces de asumir un riesgo sin cuyo paso pareciera que un cantante británico no hubiera tomado la alternativa. Gilchrist derrocha buen gusto y falta de afectación —lo que se agradece aunque le ponga en desventaja frente a alguna versión más intensa— y sigue cantando estupendamente, creciendo en su expresividad y en su técnica. Magnífico el Canticle I, que com- 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 63 D D I SI CS O C O S S BELLINI-BRUCKNER La Real Cámara EL MEJOR POSIBLE BOCCHERINI: Seis Cuartetos G. 259. LA REAL CÁMARA. GLOSSA CGD 920312 (Diverdi). 2011. 71’. DDD. N PN Emilio Moreno es una de las figuras más respetadas de nuestra música antigua. Y no sólo por ser uno de los primeros españoles que se dedicó a la interpretación historicista, sino por su ingente y valiosa labor de recuperación de compositores y de obras, fundamentalmente del siglo XVIII hispano. Aunque no naciera en España, pocos compositores están tan asociados a aquel periodo como Luigi Boccherini, por el que Moreno siente fascinación y del que es uno de los mayores expertos. Legendarias son sus grabaciones, primero con el Ensemble 415 de la helvética Chiara Banchini y más tarde con La Real Cámara, uno de los grupos fundados por el violinista madrileño. Con este grupo ya había registrado para Glossa cuatro discos, acompañado siempre por colegas italianos y holandeses. En esta quinta entrega para el sello escurialense la presencia española es mayoritaria: además de Moreno, están el viola Antonio Clares, la violonchelista Mercedes Ruiz y el fortepianista neerlandés Arthur Schoonderwoerd, cuyo papel aquí es prepondepleta el programa con coherencia literaria a través de los textos de Francis Quarles. Anna Tilbrook —discípula de Julius Drake y una muestra de que la fabulosa escuela británica sigue bien viva— es una estupenda acompañante. Así, pues, aunque no se trate de una referencia absoluta —es decir una combinación de Pears, Bostridge, Rolfe Johnson, Padmore y el propio Gilchrist— sí es este un excelente trabajo que disfrutará cualquier britteniano de pro y ese buen aficionado a la canción de arte que busca siempre cosas buenas. Claire Vaquero Williams BRUCKNER: Sinfonía nº 4 “Romántica”. ORQUESTA PHILHARMONIA. Director: CHRISTOPH VON DOHNÁNYI. SIGNUM SIGCD256 (Harmonia Mundi). 2008. 64’. DDD. N PN rante por tratarse de los Six Quatuors pour le clavecin ou pianoforte, violon, viola et base obligé G. 259. Compuestos originariamente para cuarteto de cuerda en 1778 y agrupados como Op. 26, apareció algunos años después en la Sächsische Landesbibliothek una transcripción anónima para la formación antes reseñada. Se ha optado en esta ocasión por el fortepiano en detrimento del clave (al contrario de lo que hiciera Moreno cuando grabó con Jacques Ogg la Op. 5) y creo que el acierto es pleno, pues jamás antes había escuchado un fortepiano con un sonido tan primoroso como este de William Jurgenson, copia de un Johann Andreas Stein de 1793 y propiedad de la Escola Superior de Música de Catalunya. Música increíblemente hermosa e interpretación a la misma altura. El mejor Boccherini posible. Eduardo Torrico D esde que la grabara en 1989 en compañía de la Orquesta de Cleveland, dentro de su semi-integral para Decca (de la Tercera a la Novena), Christoph von Dohnányi ha dirigido mucho la Cuarta de Bruckner. Más que ninguna de las otras sinfonías del de Ansfelden. La ha interpretado de nuevo, por ejemplo —siempre en la recurrente edición de Robert Haas—, con la Orquesta de Cleveland en 2000, con la Sinfónica de la NDR en 2005 y 2007, con la Sinfónica de Chicago en 2008 o con la Filarmónica de Nueva York en 2009. De estas nuevas aproximaciones de Dohnányi a la Romántica quedó constancia en su día en sendas ediciones corsarias propiciadas por sellos tan esquivos y poco vistos por aquí como 63 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 64 D D I SI CS O C O S S BRUCKNER-DUBOIS Karna Musik, Dirigent, Antec Music o Harvest Classics. Este registro en vivo que ahora publica Signum data del 30 de octubre de 2008. Fue efectuado en el Royal Festival Hall de Londres. La toma, un poco baja de señal, retrata con claridad y equilibrio la brillante e impecable desde el punto de vista técnico ejecución de la Philharmonia. Dohnányi aplica a los cuatro movimientos de la obra un idéntico concepto expresivo, muy paisajístico y naturalista, en el cual predominan los colores pastel y los contornos suaves y cálidos. Y muy bello y consistente en sus texturas tímbricas. Valgan como ejemplo los compases 217 a 220 del Andante quasi Allegretto, en los que Dohnányi extrae una atornasolada y densa sonoridad de la bruñida sección de metal, muy apoyada en la realzada figura descendente de los trombones en octavas. Es una visión muy lírica, muy cantada, nada tremendista ni dada a elucubraciones misticoides, flexible, de una gran plasticidad, de proporciones clásicas y dotada de una cierta agilidad (sobre todo en los tiempos extremos, en los que — por instantes— el director se muestra hasta discutiblemente lúdico). Y esto es perceptible incluso en el Scherzo, que aunque no pierde en ningún instante su energía resonante, también se halla bañado en ese aura contemplativa de la que hablamos. De hecho, diría que Dohnányi sólo convoca a las sombras en los primeros compases del Finale (del 1 al 96). Prefiero ópticas más trascendentes, más revisionistas o demoníacas de la Cuarta de Bruckner, pero ésta tan delicada de Dohnányi, en su estilo, está coherentemente diseñada y trazada, a lo cual colabora una magnífica realización orquestal. Jesús Trujillo Sevilla da en el Estudio MCO 5 de Hilversum entre los días 25 y 29 de agosto del pasado año y comercializada por Challenge Classics en dos discos en Super Audio CD (la toma, debida a Bert van den Wolf, es espléndida). Aunque no se pueda equipar al Concertgebouw (poquísimas orquestas podrían hacerlo), la Filarmónica de la Radio Holandesa está francamente bien, ninguna de sus secciones flaquea, es más, la cuerda es bella, suena corpórea y empastada, las maderas son dóciles y consistentes, y los metales son nobles y maleables. El director holandés, que se sirve de la versión de 1890 (la publicada por Leopold Nowak en 1955; para que nos entendamos, la misma edición que ponían sobre sus atriles Celibidache, Böhm o Giulini, tres de los más grandes intérpretes de esta partitura), manifiesta un gran control sobre su agrupación, extrayendo de ella hermosas y densas amalgamas tímbricas. El enfoque de Van Zweden es realmente seductor, una visión del Bruckner sinfónico vehemente y apasionada, muy carnal, aunque sin dejarse llevar por apresuramientos, distensiones o frivolidades. El Allegro moderato posee unos sólidos basamentos arquitectónicos y su desarrollo es musical, envolvente y fluido, dotado de un gran ritmo narrativo. Algunos pasajes están expuestos con verdadero fuego (como el penúltimo episodio, Ersters Zeitmass, ese poderosísimo crescendo de ff a fff). El Scherzo es, también, muy fogoso y mantiene una gran unidad. Sus transiciones están diseñadas con inteligencia. El Adagio es de una convincente belleza, con silencios amplios y llenos de significado y fraseos depurados y muy “respirados”. Van Zweden culmina su versión con un Finale de una enorme intensidad y exaltación. Lo dicho: una Octava bruckneriana notable. BRUCKNER: Jesús Trujillo Sevilla Sinfonía nº 8. FILARMÓNICA DE LA RADIO HOLANDESA. Director: JAAP VAN ZWEDEN. 2 CD CHALLENGE CC72549 (Diverdi). 2011. 79’. DDD. N PN J aap 64 van Zweden continúa con sus andanzas brucknerianas. Exton ha publicado ya sus aproximaciones a las Sinfonías Segunda (2007), Cuarta (2006), Quinta (2007), Séptima (2006) y Novena (2006). Ahora le toca el turno a la Octava, graba- William Byrd, ferviente católico al servicio de la corte anglicana de Isabel I y, a la muerte de ésta, de Jacobo I. Sin embargo, la inclusión de maitines, comunión y vísperas, así como el empleo de dos coros de cinco voces, sugieren que debió de ser un acontecimiento de Estado importante, que requirió la participación de la Chapel Royal, en la cual Byrd ejercía desde 1572. La mayoría de las interpretaciones de esta obra que se han venido realizando desde 1922, año en que se descubrió en la biblioteca de la catedral de Durham, se han acometido a cappella o han incluido un parco acompañamiento de órgano. Aquí reside el principal atractivo del disco que nos presenta el sello Chandos: Simon Ravens, director de Musica Contexta, está convencido de que para esta ocasión Byrd dobló voces con instrumentos de viento y, por tanto, ha actuado en consecuencia al utilizar cornetas y sacabuches, además del consabido órgano. A modo de preludio de cada sección litúrgica, Ravens recurre a versiones instrumentales de motetes de Gradualia, obra compuesta por Byrd en 1607 (es decir, no muy posterior al periodo en que se supone que vio la luz el Great Service, entre 1597 y 1604). Asimismo, intercala entre las distintas secuencias varias piezas instrumentales anteriores y finaliza las partes primera y segunda del servicio con dos himnos, Sing joyfull unto God our strength y O Lord, make thy servant Elizabeth, escritos para otras celebraciones. El trabajo de reconstrucción de Ravens es concienzudo y resulta de todo punto verosímil. Musica Contexta confirma el buen sabor de boca que nos dejó hace un año en su anterior trabajo discográfico, intitulado Le devin Arcadelt, en el cual también aparecía como necesario colaborador el siempre efectivo y efectista English Cornett and Sackbut Ensemble. Eduardo Torrico BYRD: The Great Service in the Chapel Royal. MUSICA CONTEXTA. THE ENGLISH CORNETT AND SACKBUT ENSEMBLE. STEVEN DEVINE, órgano. Director: SIMON RAVENS. Sinfonía nº 6. Francesca da Rimini. FILARMÓNICA DE ISRAEL. Director: MSTISLAV ROSTROPOVICH. CHANDOS CHAN 0789 (Harmonia Mundi). 2011. 67’. DDD. N PN HELICON 02-9650 (Harmonia Mundi). 1975. 70’. ADD. N PN No se conoce la fecha exacta ni el motivo que indujo a componer su Great Service a CHAIKOVSKI: D os días después de la celebración de este concierto, que tuvo lugar en enero de 1975, el diario Maariv escribió unas líneas (recogidas en las notas al disco) asegurando que Rostropovich había entendido la Sexta de Chaikovski como la expresión del trágico destino del ser humano, y que la orquesta la tocó como sólo una orquesta compuesta por judíos podía tocarla. Al parecer, el éxito fue apoteósico, uno de los muchísimos que disfrutó el gran músico a lo largo de su dilatada carrera. Pero, como suele pasar, el disco recoge sólo parcialmente la temperatura que se debió de alcanzar aquella noche en el Auditorio Mann de Tel-Aviv. La percibimos sobre todo en el movimiento inicial, y un poco menos en el Finale, que son obviamente los más dados a ello. El resto, incluyendo una cumplida interpretación de Francesca da Rimini, es el testimonio de la capacidad de una estupenda orquesta (a la que hay que perdonar algunos deslices) y del elevado arte de Slava, lo cual quizás no sea poco, pero ya sabemos que la discografía de la Sexta es amplísima, y lo es incluso para esta bella novedad. Asier Vallejo Ugarte CHOPIN: Vals op. 64, nº 2. Sonata nº 2 op. 35. Balada nº 4 op. 52. Concierto para piano nº 2 op. 21. Mazurka op. 17, nº 4. KHATIA BUNIATISHVILI, piano. ORQUESTA DE PARÍS. Director: PAAVO JÄRVI. SONY 88691971292 (Sony-BMG). 20012012. 71’. DDD. N PN Khatia Buniatishvili presenta su último trabajo en torno a Chopin con un repertorio tan variado como atractivo. Esta pianista no deja indiferente porque sus versiones rebasan las fronteras de lo previsible; su Chopin es por definición arrebatado y caprichoso, fogoso y edulcorado. Para ella no existe la regularidad emocional ni la lógica de la tradición, Buniatishvili estampa en sus interpretaciones un sello personal de un curioso gusto artístico. Toca y mucho, eso es indudable, sus cualidades técnicas así lo atestiguan, asimismo el control del instrumento es completo, pero el discurso es alocado y demasiado efervescente. De la narración no emana paz ni sabiduría, porque su romanticismo es acelerado e hipersensible. Las calidades sonoras, que están trabajadas al más mínimo detalle sugieren un Chopin de múltiples 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 65 D D I SI CS O C O S S BRUCKNER-DUBOIS colores y tonalidades. La fantasía está presente en infinidad de momentos, ello queda plasmado en forma de constantes cambios en la articulación (teóricamente predecible según partitura y estilo) y en un discurso tal vez precipitado y por momentos desenfrenado. Es un Chopin de poca reflexión y mucho romance. Cuidado pero espiritualmente desnaturalizado. En el concierto, la orquesta y Paavo Järvi se suman al festival emocional siguiendo la corriente a la artista, de quien no cabe dudar una personalidad acentuada y claramente definida. Completa el CD un bonus vídeo de poco más de cinco minutos que contiene una película concebida y dirigida por ella misma donde se sugieren un romance (con ella de protagonista) y un viaje Varsovia-París. Emili Blasco CLEMENT: Motetes. Canciones. Fragmentos de misas. Salmos. HUELGAS ENSEMBLE. Director: PAUL VAN NEVEL. DEUTSCHE HARMONIA MUNDI 88697780692 (Sony-BMG). 2010. 63’. DDD. N PN Un disco sin título dedicado a una selección de obras de Jacob Clement no es un buen comienzo, aunque esté avalado por unos intérpretes tan sólidos como Paul van Nevel y su Huelgas Ensemble. Cuando nos percatamos de que Jacob Clement es Clemens non Papa, apodo con el que ha pasado a la historia, el interés sube varios grados. El tal Clemens debió de ser un presbítero de vida bastante licenciosa, amante de las mujeres y del vino, cuya vida parece sacada de algún cuento del Decamerón. A pesar de ello, como compositor gozó de gran estima entre sus contemporáneos, tanto los pertenecientes a la nobleza como al incipiente mundo de los editores musicales. Entre los primeros destaca Philippe de Croÿ, uno de los principales colaboradores del emperador Carlos V, con el que parece llegó a tener una profunda amistad y entre los segundos estuvo el célebre Thielman Sussato. El citado aprecio queda plenamente justificado tanto por la gran cantidad de obras que escribió en sus veinte años de vida activa como por la calidad de las mismas. Además, nunca Cuarteto Talich SIEMPRE JUNTOS DEBUSSY: Cuarteto en sol menor. RAVEL: Cuarteto en fa. CUARTETO TALICH. LA DOLCE VOLTA LDV 08 (Harmonia Mundi). 2012. 52’. DDD. N PN D e nuevo aparecen acoplados estos dos cuartetos de cuerda. No importa, el aficionado vuelve a estar de enhorabuena por una nueva lectura que hace que estas dos conocidas partituras parezcan nuevas. Ahora lo veremos. Es cierto que en formato CD estamos acostumbrados a que se incluya algo más, aunque sea en detrimento de esa relativa pero inconmovible unidad que nos hemos forjado antes esos dos nombres: Debussy y Ravel. 52 minutos son pocos para un CD, pero el disco merece la pena por su densidad, que a veces se convierte en ligereza, por su capacidad de sugerir mediante los sonidos lo que nunca debe ser terviajó a Italia a aprender como era habitual entre los compositores de aquellos tiempos y su música no ofrece influencia italiana, siendo uno de los más puros representante de la escuela franco-flamenca. Quizás la cantidad y variedad de su obra haya sido el motivo por el que Paul van Nevel haya tomado la decisión de incluir en esta grabación una variada selección compuesta de motetes, canciones, fragmentos de misas y tres Souterliedekens o versiones flamencas de los salmos. Quizás demasiada mezcla y en ocasiones un tanto confusa, pues el anunciado Agnus Dei de la misa Gaude lux Donatiane no aparece. En cualquier caso, la interpretación y la calidad sonora del Huelgas Ensemble es apabullante. La utilización de dos voces por parte da claridad al entramado polifónico y todo ello hace perdonar el criterio de selección a los que no estamos muy de acuerdo con tanta variedad panorámica. José Luis Fernández DONOSTIA: Integral de la obra para voz y piano. ALMUDENA ORTEGA, soprano; JOSU OKIÑENA, piano. 4 CD WARNER 5310500752. 20032007. 245’. DDD. N PN minante. En fin, por esa tensión que sabe darle el Talich, como supieron hacerlo los grandes cuartetos de antaño (ese antaño que es ayer mismo, pero es que han desaparecido varios cuartetos o se han transformado mucho en los últimos tiempos). Advirtamos que el Talich ha paseado estos cuartetos por las salas de conciertos durante años, que ya dio un registro de ambos para Supraphon hace unos años y que lo que ahora oímos es el fruto, la quintaesencia de un trabajo, una profundización en los textos y en sus secretos. Porque todo texto tiene al menos un secreto, aunque se trate de obras relativamente juveniles, como en este caso, de una factura y una capacidad de sugerencia que insinúan que sus autores han alcanzado pronto una primera madurez. Hay más alma por los “sótanos” del discurso de estos dos cuartetos (en espe- U na de las asignaturas pendientes de nuestra discografía era reunir en un solo álbum toda la obra para voz y piano del Padre Donostia (1886-1956), pues, además de ser resultado del trabajo de varias décadas, sus piezas han venido ejerciendo una gran influencia en las generaciones de compositores vascos posteriores a la suya, y es muy posible que lo sigan haciendo. Hay que recordar que Donostia fue un gran folclorista y que recorrió toda la geografía vasco-navarra en busca de sus raíces musicales y recogiendo canciones populares hasta en “los más recónditos caseríos de nuestras montañas”, según sus palabras. No nos afearía, por tanto, si ahora dijéramos que en estos cuatro discos aflora un pedazo de su alma. El donostiarra Josu Okiñena nos divide las canciones en cuatro grupos: folclóricas puras, folclóricas elaboradas (con raíz folclórica, pero elaboradas “con técnicas compositivas y recursos expresivos más avanzados”), compuestas íntegramente por el compositor (sin raíz folclórica) y canciones pedagógicas. Todas ellas están en este álbum Warner, todas ellas las defienden con cial en momentos clave como el Très lent raveliano o el Andantino de Debussy) que en las cúspides del sonido. El álbum tiene un regalo, un libreto muy bello con bastantes ilustraciones y en seis idiomas, incluido el castellano, con un relato-fantasía sobre ambos compositores escrito por Elsa Fottorino, Una amistad fallida. En fin: belleza, intensidad, color. Una nueva referencia total de estas dos magistrales piezas de cámara. Santiago Martín Bermúdez delicadeza Almudena Ortega y el propio Okiñena, y no hay una sola de las más de ciento sesenta que no se escuche con ese gran placer que suele dar la sencillez cuando va unida a la naturalidad. Asier Vallejo Ugarte DUBOIS: Le Paradis perdu. CHANTAL SANTON (Eva), MATHIAS VIDAL (Adán), ALAIN BUET (Satán), JENNIFER BORGHI (El Arcángel), CYRILLE DUBOIS (Uriel). AURÉLIEN RICHARD, piano. LES SOLISTES DES SIÈCLES. LES CRIS DE PARIS. Director: GEOFFREY JOURDAIN. 2 CD APARTÉ AP030 (Harmonia Mundi). 2011. 97’. DDD. N PN E stamos en 1878, con una república recién inaugurada y apenas republicana. Los franceses, en el Conservatorio, en la Société Nationale o en ambos, tratan de mantener una música propia. Dubois enseña en el Conservatorio, y entre sus discípulos hay chavales como Magnard, Ropartz, Dukas y Florent Schmitt. Hay en este drama-oratorio una curiosa mezcla de belleza sencilla e ingenuidad estética que atraviesa los casi cien minu- 65 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 66 D D I SI CS O C O S S DUBOIS-KAGEL Ainhoa Arteta, José Ramón Encinar Eduardo López Banzo FINURA A RAUDALES PISANDO FUERTE FALLA: Siete canciones populares españolas. El sombrero de tres picos. CASTRO: El llanto de las tierras. AINHOA ARTETA, soprano. ORQUESTA DE LA COMUNIDAD DE MADRID. Director: JOSÉ RAMÓN ENCINAR. HAENDEL: Concerti grossi op. 6, nºs 1, 8, 6, 10, 5 y 11. AL AYRE ESPAÑOL. Director: EDUARDO LÓPEZ BANZO. 2 CD CHALLENGE CC72548 (Diverdi). 2012. 94’. SACD N PN Haendel nació en Alemania y DEUTSCHE GRAMMOPHON 0028947648918 (Universal). 2012. 61’. DDD. N PN 66 En este desatino como puede considerarse el comentar discos, ya que la opinión no pasa de ser la de uno ante todos, cuando se tropieza con una grabación como la presente la satisfacción es mucha. Música española grabada por una potente multinacional de largo y amplio prestigio, y cuya grabación da lugar a un disco espléndido por múltiples conceptos. Aun siendo intención de Falla orquestar sus Siete canciones populares españolas nunca lo hizo, quedando tal labor a cargo de su discípulo Ernesto Halffter, aunque el trabajo de éste fue seguido y observado en detalles por el maestro hasta su publicación después de morir él. Es tal orquestación la que se plasma en este disco con el protagonismo de Ainhoa Arteta, y se configura una interpretación que renueva las señeras de todos los aficionados conocidas, y se convierte en referencia moderna. Como lo es la interpretación que de El sombrero de tres picos hacen la Orquesta de la Comunidad de Madrid teniendo al frente a quien es aún su director titular. No se puede pedir más en esta versión con- trastada, matizada, alada, contundente si hace falta, con gracia, ritmo y detalles de finura a raudales, y que además de españolismo desprende esa simbiosis con el detallismo de lo aprendido por Falla en París. No se olvida nunca la concepción balletística tampoco, y se acuña la que en opinión del firmante es la versión moderna que se pone a la cabeza en la discografía de la obra (lejos están ya las de Ansermet y Argenta). Un verdadero gozo en ambas obras, ya que la sonoridad de la grabación tiene la espacialidad ideal, el detalle dinámico y tímbrico más verídico, convirtiéndose en un ejemplo de música grabada. Y no acaba ahí todo, porque tenemos un adendum en recuerdo del periplo argentino de Falla y de quien tanto le acompañó en él: el maestro argentino Juan José Castro, de quien nos acerca el disco El llanto de las tierras, composición evocadora —en sus poco más de ocho minutos— de muy solapados ecos de músicas de don Manuel. tos de duración. El aficionado puede reconocer el tipo de música que estaba vigente en la Francia de Gounod, de Offenbach e incluso Bizet; acaso, si me apuran, Massenet, pero ahí ya nos detendríamos. Lo que ocurre es que esta obra es de un diatonismo casi puro, y entre la sencillez de la propuesta y la ingenuidad del desarrollo (esas líneas, incluso esos timbres, por no referirnos a “esos textos”) da la impresión de que fuera un ejercicio de escuela ambicioso y bastante conseguido. Pero no la obra de ninguno de aquellos maestros. Al mismo tiempo, hay algo en estas líneas, coros, personajes angélicos o rebeldes contra Dios, algo del universo barroco de los maestros de principios del XVIII, o poco antes. Algo, no gran cosa. Escuchen y “verán”. Hace unos meses reseñábamos otros disco con obras de Dubois (Fantasía, Suite concertante, Concierto capriccioso y alguna cosa más, con Marc Coppey al violonchelo, Mirare) y recordábamos su figura marcada por un lamentable episodio que desde entonces mancha su memoria (por decirlo así), el del boicot académico al joven Ravel, al que se le “arrebató” el Premio de Roma. Ay, Dubois se quedó con esa vergüenza para siempre, y ahora escuchamos esta bonita obra (bonita, no especialmente bella) y pensamos en la gloria de Ravel, tan ajena a la memoria tenue de Dubois: sic José Antonio García y García pasó la mayor parte de su vida en Inglaterra, pero musicalmente hablando es más italiano que cualquiera de los compositores del barroco tardío, incluidos los italianos. Por desgracia, no son muchos los directores que saben ver esta circunstancia. La mayoría de ellos nos presenta un Haendel a la inglesa, sobre todo si son ingleses. Excepción hecha de El Mesías, acaso sea la Op. 6 la creación haendeliana que más veces ha sido llevada al disco. Hay muy buenas versiones de estos doce Concerti grossi, pero ninguna de ellas desprende la luminosidad meridional que tiene esta música como la de Il Giardino Armonico (L’Oiseau Lyre). Hasta la fecha, la lectura de Antonini y sus huestes carecía de competencia. Pero ya la tiene. Y a cargo de una orquesta y de un director españoles. Eduardo López Banzo lleva ya muchos años al pie del cañón con un reconocimiento unánime a su labor y a su autoridad en el repertorio hispano, pero poco a poco el director aragonés ha ido dejando a un lado (aunque no definitivamente) a Nebra, a transit gloria mundi. Geoffrey Jourdain y sus instrumentistas, y sus solistas vocales, y los coros de Los Gritos de París, adornan con su encanto y su buen hacer esta secuencia más o menos teatral que parte de Milton y que recrea un libreto de Édouard Blau. El “experimento” tiene mucho interés, si no ignoramos del todo lo que podemos encontrarnos y no pedimos lo que no hay. Santiago Martín Bermúdez GOOSSENS: Sonatas para violín y piano nº 1 y nº 2. Poema lírico. Vieja canción popular china. Romanza. ROBERT GIBBS, violín; GUSZTÁV FENYÖ, piano. NAXOS 8.572860 (Ferysa). 2011. 71’. DDD. N PE Durón, a Literes o a Torres para dedicarse a Bach, a Haendel o a Alessandro Scarlatti, es decir, al cenit de la música barroca. El resultado es fácilmente constatable: Al Ayre Español y López Banzo son asiduos invitados cada año a los más importantes festivales europeos. La lectura que hacen de esta media docena de conciertos es prodigiosa. Sin que me ciegue ningún tipo de pasión patriotera, me atrevería a decir que es tan buena como pueda serlo la de Il Giardino Armonico, porque López Banzo ha captado formidablemente ese espíritu italiano que emana del incomparable estro haendeliano. Le pongo, no obstante, una pega: deberían haber acometido la grabación de los doce conciertos, no sólo de la mitad. Con toda seguridad se grabarán los seis que faltan, sí, pero no hay derecho a que nos tengan en ascuas hasta que llegue ese momento. Eduardo Torrico E l británico E u g e n e Goossens (1893-1962) fue un estupendo director de orquesta que hizo una estimable carrera interrumpida cuando le pillaron en la aduana de Sidney con revistas pornográficas. Qué cosas. Paralelamente a su trabajo directorial, Goossens compuso unas cuantas obras orquestales —magníficas algunas— y de cámara que lo revelan como un creador muy digno de tener en cuenta. Este disco nos ofrece su obra para violín y piano. Las dos sonatas —de 1918 y 1930— bien merecean estar en el repertorio al menos en la medida en que puedan estarlo otras obras no punteras de la misma época. La raigambre es postromántica con 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 67 D D I SI CS O C O S S DUBOIS-KAGEL toques de un impresionismo naturalmente luminoso que las hace especialmente gratas y con su punto de emoción entre idílica y suavemente melancólica. Las obras menores que las acompañan son simplemente deliciosas. Gibbs y Fenyö lo hacen estupendamente y firman un disco que por barato y por bueno no defraudará a ningún comprador que quiera ampliar su horizonte. Claire Vaquero Williams HAENDEL: Alceste HWV 45. LUCY CROWE, soprano; BENJAMIN HULET, tenor; ANDREW FOSTER-WILLIAMS, bajobarítono. EARLY OPERA COMPANY. Director: CHRISTIAN CURNYN. CHANDOS CHAN 0788 (Harmonia Mundi). 2012. 63’. DDD N PN nuel Comte, pero la versión no pasó de discreta. Nos llega ahora, tres decenios después de la de Hogwood, ésta de Christian Curnyn, un joven pero reputado director haendeliano (formidables sus Flavio, Partenope y Semele, grabadas las tres para Chandos). El resultado es más que satisfactorio, aunque, a mi modo de ver, no supera a aquella añeja obra de arte de Hogwood y compañía. Lucy Crowe está soberbia en la hermosísima aria Gentle Morpheus, son of night, pero no consigue hacer olvidar la sublime lectura de la angelical Kirkby. Benjamin Hulett canta con un mucho gusto Enjoy the sweet Elysian grove, pero tenores tan seductores como Elliot ha habido muy pocos en los últimos tiempos. Sea como fuere, este nuevo Alceste merece la pena. Eduardo Torrico A pesar de tirarse casi cincuenta años de su vida escribiendo sin parar óperas y oratorios en Londres, Haendel apenas compuso música incidental para acompañar al desarrollo de la trama hablada de una obra teatral. Alceste es la excepción. Al sajón se le encomendó la obertura y varias arias y coros para los actos primero y cuarto de un drama de Tobias Smollett sobre el personaje mitológico de Alcestes, bella hija de Pelias y esposa de Admeto. La obra llegó a ensayarse en el Covent Garden, pero jamás se estrenó (y lamentablemente, después del frustrado estreno, se perdió para siempre). Haendel completó el encargo en menos de dos semanas, entre finales de 1749 y principios de 1750. Como el eterno reciclador que era, no estaba dispuesto a desperdiciar nada de aquel trabajo, así que reutilizó buena parte de la música en The Choice of Hercules y, en menor medida, en las reposiciones de Alexander Balus y de Hercules. Alceste fue grabada en 1979 por Christopher Hogwood, con un elenco grandioso formado por Emma Kirkby, Paul Elliot y David Thomas. En 1997 lo registró Franck-Emma- KAGEL: Chorbuch. Les inventions d’Adolphe Sax. NEDERLANDS KAMMERKOOR. RASCHÈR SAXOPHONE QUARTET. Directores: MAURICIO KAGEL, KLAAS STOK. WINTER AND WINTER W & W 910 (Diverdi). 2007. 54’. DDD. N PN E l presente registro de Winter and Winter cobra carácter de documento, pues recoge las últimas creaciones de Mauricio Kagel en un concierto celebrado en Ámsterdam poco antes de su muerte, acaecida en marzo de 2008. El CD, que no contiene, como ya es habitual en este sello, comentario alguno sobre las obras, aporta al menos una fotografía en la que los músicos del coro holandés miran a la cámara con el mismo aire relajado y despreocupado que Kagel insuflara a la mayoría de sus composiciones. Los músicos visten de modo sencillo y se cubren la cabeza con megáfonos, uno de los utensilios que se agregan al arsenal instrumental de Chorbuch, pieza en la que Kagel, como en tantas otras ocasiones de su carrera, trata de subvertir los modos del concierto tradicional. Siempre interesado en manejar el legado clásico desde una perspectiva lúdica, Kagel plantea Chorbuch como una obra de gran plasticidad sonora y con efectos preciosistas de las voces tomando como base una serie de corales de Bach. El estilo antiguo queda desmontado por el humor y el sentido de la improvisación que 67 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 68 D D I SI CS O C O S S KAGEL-PHILIDOR desprende la obra. Tanto Chorbuch como la siguiente pieza en programa, Les inventions d’Adolphe Sax, cobran un mayor atractivo en la escucha gracias a la inserción del armonio y el piano, que hacen el papel de soporte o colchón sonoro. El cuarteto de saxofones de la segunda pieza está dispuesto de forma que dialogue con las voces sin crear tensión, simplemente disfrutando con la música misma, con lo que se obtiene una sugerente mezcla de música al viejo estilo madrigalesco y un homenaje a Adolphe Sax. Francisco Ramos LISZT: Lieder. Vol. 2. ANGELIKA KIRCHSCHLAGER, mezzo; JULIUS DRAKE, piano. HYPERION CDA67934 (Harmonia Mundi). 2012. 63’. DDD. N PN De 68 algún modo, esta segunda entrega de la integral de Lieder de Ferenc Listz de la casa Hyperion, encomendada al pianista Julius Drake, llega al mundo en un momento de gran exigencia, cuando aún está reciente en los oídos de los aficionados la escucha del monumento de buen hacer lisztiano que Diana Damrau y Helmut Deutsch grabaron para EMI hace apenas un año. Sin embargo, ya en el primer volumen de la integral —encomendado al tenor Matthew Polenzani—, Drake demostró que sabe rodearse muy eficazmente de amigos de enorme solvencia, que favorecen su inspiración y arañan la rotundidad de su toque sólido y profundo. De este modo, adquiere mayor versatilidad, se hace tan apropiado para cantar al heroísmo de Juana de Arco como para pintar las sutiles campanitas de Ihr Glocken von Marling. Y así, cuando la cálida, deliciosa Angelika Kirchschlager se envenena el corazón —Vergiftete sind meine Lieder–, sueña despierta —Es muss ein Wunderbares sein! o ruega “Komm in meine Brust!” —Der du von dem Himmel bist; primera versión—, se oye cómo el sonido de Drake se conmueve sin temblar, se nutre de su ternura, se agita en los pétreos cimientos de su canto a la polifonía. Die drei Zigeuner es una de las piezas en las que se muestra lo mejor de la complicidad de ambos músicos y su capacidad de recrear teatralmente esta larga escena, ilu- minando sus distintos ambientes. Convincente tanto en francés como en su lengua materna y un poquito menos en italiano, Kirchschlager extrae especialmente bien la esencia íntima de las atmósferas trágicas o contemplativas (J’ai perdu ma force et ma vie o Es war ein König im Thule). Opino, no obstante, que en algunas ocasiones, la gran expresividad no logra compensar la falta de riesgo, la falta de tensión en la línea vocal a causa de que se eligen transposiciones demasiado graves —por ejemplo, en Freudvoll und Leidvoll o im Rhein, im schönen Strome. bien articulado, pero sin excesos, con las líneas dominando a los acentos y con contrastes y transiciones suaves (acaso algo blandos en la Op. 8). Algunos aficionados echarán en falta un punto más de incisividad y de fantasía en el tratamiento ornamental, uno de los elementos cruciales de la música de Locatelli, pero su esencia melódica y su intención puramente hedonística quedan perfectamente resguardadas. Elisa Rapado Jambrina Don Chisciotte alle nozze di Gamaccio. UGO GUAGLIARDO (Don Chisciotte), DOMENICO COLAIANNI (Sancio Pansa), LAURA CATRANI (Chiteria), HANS EVER MOGOLLON (Basilio), RICCARDO MIRABELLI (Gamaccio). CORO SAN PIERO A MAJELLA. SOLISTAS DE LA ORQUESTA DE CÁMARA CHECA DE BRNO. Director: ANTONIO FOGLIANI. LOCATELLI: Sonatas en trío op. 5. Sonatas en trío op. 8, nºs 7-10. ENSEMBLE VIOLINI CAPRICCIOSI. Director: IGOR RUHADZE. 2 CD BRILLIANT 94376 (Cat Music). 2011-2012. 111’. DDD. N PE Se pregunta uno si queda algún compositor de cierto renombre sin su edición discográfica en forma de opera omnia (o similar) de rigor. Van quedando desde luego pocos. Brilliant acaba de iniciar una dedicada a Pietro Antonio Locatelli (16951764), gran virtuoso del violín, instrumento al que dedicó la mayor parte de su obra, que se agrupa en ocho colecciones que vieron la luz entre 1721 y 1744. Este primer álbum ofrece las 6 Sonatas en trío de la Op. 5 (1736) y las cuatro últimas de las 10 Sonatas en trío op. 8 (1744). Se encarga de la interpretación un conjunto de reciente creación, el Ensemble Violini Capricciosi, que ha fundado y lidera el violinista ruso Igor Ruhadze. Con Daria Gorban de segundo violín y un continuo esencial a base de violonchelo y clave, las interpretaciones combinan cantabilidad y virtuosismo con rigor. Hay quizás cierta rigidez y severidad en el bajo, pero el encadenamiento de tempi lentos y rápidos está hecho de forma muy elegante y desde una perspectiva fundamentalmente retórica: cada sonata es como una historia que se nos cuenta, con sus pasajes de intimidad y exaltación, de ligereza y densidad, de jovialidad y gravedad. Los juegos de imitaciones entre los dos violines, resaltada con acierto la diferencia de sonoridad y de brillo, resultan muy eficaces. El discurso está siempre Pablo J. Vayón MERCADANTE: 2 CD NAXOS 8.660312-13 (Ferysa). 2007. 102’. DDD. N PE M ercadante parece ser hoy un compositor de festivales: Wexford, Martina Franca, Salzburgo (con visita posterior al Real), además del de Bad Wildbad, dedicado principalmente a Rossini, del que proviene este episodio del Quijote a quien también pusiera música contemporáneamente el mismísimo Mendelssohn. Descubierta recientemente en Nápoles, esta partitura se estrenó en Cádiz en 1830 en la etapa española del compositor apulense quien, al contar además con tema hispano, refleja en la obra de alguna manera a España, en forma de fandango (obertura en especial), el lugar común de ambientación sonora y rítmica al que acudían la mayoría de los compositores europeos. Obra escrita por un profesional, inspirada en lo melódico, detallada en lo instrumental, de acción ágil como demanda el argumento, con Rossini inevitablemente en el punto de mira, la versión a comentar es del nivel apropiado para disfrutarla sin contratiempos pese a algunas evidentes debilidades. Dirigida con la gracia y el ritmo convenientes (Fogliani ya puede considerarse en especialista rossiniano para aquí imprescindible), todo el equipo se pone voluntarioso a disposición de la obra a recuperar. Colaianni es el bajo bufo que pide Sancho, el personaje más importante de la obra. Guagliardo destaca en Quijote la seriedad del personaje tan diferente de la categoría de los que le rodean, gracias a unos medios de importancia y a un canto autoritario, noble y melancólico, sacando jugo como merece a su exigida aria de presentación y al magnífico dúo que comparte con Sancho, en el cual Mercadante combina magistralmente el género serio con el cómico con Rossini de fondo. Mirabelli sale adelante, por interpretación sobre todo, en la escena con coro a su cargo. Catrani, con algunas durezas vocales hasta que se le calienta la voz, canto cuidado en su doble consideración de spianato y virtuosístico, y Mogollon, ambos muy entusiastas y entregados, componen una pareja sentimental digna de respeto, pero no siempre, pues a menudo aparecen problemas de tesitura o emisión. El tenor mejora considerablemente al final, en el dúo con Sancho. A considerar la excelente labor del coro. Preciosa ópera bufa. Fernando Fraga PENDERECKI: Fonogrammi. El despertar de Jacob. Anaklasis. De natura sonoris I. Partita. Concierto para trompa “Viaje de invierno”. JENNIFER MONTONE, trompa. FILARMÓNICA DE VARSOVIA. Director: ANTONI WIT. NAXOS 8.572482 (Ferysa). 2008-2010. 69’. DDD. N PE Un disco perfecto para comprobar la evolución (aunque quizá la palabra más adecuada sea “regresión”) de la música de la segunda mitad del siglo XX y los inicios del XXI. O lo que es lo mismo, entre la más rabiosa vanguardia y la recuperación de una tonalidad sin tapujos ni máscaras, todo ello personificado en los acusados vaivenes estilísticos de Krzysztof Penderecki. De hecho, el contraste que se da aquí entre las cinco primeras obras —Fonogrammi (1961), El sueño de Jacob (1974), Anaklasis (1960), De natura sonoris I (1966) y Partita (1971)— y la última, el Concierto para trompa “Viaje de invierno” (2008), es abrumador. Es verdad que los años no han pasado en balde por aquellas partituras, pero aun así han aguantado mejor que muchos de los experimentos de laboratorio de la década de 1960. De hecho, el carácter gestual de esta músi- 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 69 D D I SI CS O C O S S KAGEL-PHILIDOR ca, su iconoclasia tímbrica y su carga expresionista no dejan indiferentes. E incluso El sueño de Jacob, que apunta un primer giro en la trayectoria del compositor hacia el neorromanticismo, mantiene la tensión y el interés en todo momento. Lo que vino luego no deja de ser sorprendente: un Penderecki que parece anhelar desesperadamente el éxito y el reconocimiento a través de una música cada vez más accesible y previsible, cuando no banal. Y, no obstante, también a veces consigue crear algo atractivo y sugerente dentro de ese estilo epigonal, como este Concierto para trompa. Sus melodías y su tradicional instrumentación chocan respecto al resto del programa, pero haciendo abstracción de eso y de quién es su autor, su música tiene vuelo. Y más en unas interpretaciones como estas, servidas por un Wit que siempre es una garantía en este repertorio. Juan Carlos Moreno PHILIDOR: Sancho Pança, gouverneur dans l’île de Barataria. DARREN PERRY (Sancho Pança), ELIZABETH CALLEO (Thérèse), KARIM SULAYMAN (Lope Tocho), MEGHAN MCCALL (Juliette), TONY BOUTTÉ (El doctor), ERIC CHRISTOPHER BLACK (Torillos). OPERA LAFAYETTE. Director: RYAN BROWN. NAXOS 8.660274 (Ferysa). 2011. 57’. DDD. N PE N acido en Dreux el 7 de septiembre de 1726 y muerto en Londres el 31 de agosto de 1795 (ciudad a la que viajaba regularmente para competir en encuentros, y donde se instaló definitivamente tras la Revolución Francesa), François-André Danican Philidor es conocido como uno de los principales representantes de la opéra-comique en el siglo XVIII, pero muchos ignorarán que fue también uno de los mejores ajedrecistas de su época. Procedente de una familia con una larga tradición musical en la corte de Versalles, en la que aprendió a jugar en sus ratos de inactividad, observando a los demás músicos, visitaba asiduamente el Café de la Régence, considerado como el templo ajedrecístico de su tiempo. Sus triunfos y actuaciones en las partidas simultáneas contra tres jugadores provocaron la admiración de los espectadores. Fue también un gran teórico, y publicó en 1749 un Análisis del juego de aje- Maria João Pires, Claudio Abbado AUTÉNTICO PLACER MOZART: Conciertos para piano nº 20 en re menor K 466 y nº 27 en si bemol mayor K 595. MARIA JOÃO PIRES, piano. ORQUESTA MOZART. Director: CLAUDIO A BBADO . DEUTSCHE GRAMMOPHON 4790075 (Universal). 2011. 62’. DDD. N PN Estupenda experiencia volver a escuchar a dos artistazos como Pires y Abbado. Si, siendo francos, a priori lo trillado del repertorio podría inducirnos a cierta pereza de ánimo, a partir del minuto uno el interés de lo escuchado evapora cualquier temor de rutina y el disco se convierte en una hora de auténtico placer. No sabría uno decir qué resulta mejor, si la sabia mezcla entre delicadeza y naturalidad de ella o el magnífico enfoque orquestal del italiano. El Concierto nº 27 que abre el disco se hilvana a base de destellos pianísticos en los que la nitidez articulatoria se entrevera con un uso del pedal aquilatado pero generoso cuando conviene. Lección de sabiduría pianística es, por ejemplo, el Larghetto por cuanto Pires se atreve, pongamos por caso, con pasajes de la mano izquierda que, a diferencia de la rutina con la que han sido tratados mil veces, adquieren un sentido renovado. Por su parte, Abbado nos sorprende también con maneras de frasear distintas a las que le hemos escuchado en grabaciones anteriores de esta misma obra, articulando ahora con mayor atrevimiento, acentuando con más valentía y equilibrando sonoridades en un resultado orquestal bellísimo. El Concierto en re menor, aun reuniendo en líneas generales las mismas cualidades, puede encontrar una ligera objeción en el diferente matiz con el que ambos músicos entienden el tempo inicial del primer movimiento. Hay una viveza en la batu- ta que no acaba de ser refrendada por la solista, más tendente a la introversión que al dramatismo. Curiosamente, a continuación la Romanza se plantea desde una fluidez que, para algunos, podría pecar de rapidez. En cualquier caso, aún con esas apreciaciones, no deja de ser una lectura excelente. Cadencias de Beethoven para el K. 466 y las del propio Mozart para el K. 595; con Abbado —ya saben por qué— es un asunto que conviene no obviar. Juan García-Rico Daniela Barcellona, Marcello di Lisa BRAVURA PERGOLESIANA PERGOLESI: Selecciones de L’Olimpiade, Il prigionero superbo, La Salustia y Adriano in Siria. DANIELA BARCELLONA, mezzosoprano. CONCERTO DE’ CAVALIERI. Director: MARCELLO DI LISA. DEUTSCHE HARMONIA MUNDI 88691965082 (Sony-BMG). 2011. 58’. DDD. N PN El tercer centenario del nacimiento de Giovanni Battista Pergolesi en 2010 pasó muy inadvertido. Una pena, pues por ejemplo habría podido servir para comenzar al menos a disipar la imagen común de un músico simplemente amable y melodioso que dejara el Pulcinella de Stravinski, basado por cierto en falsedades filológicas luego desmontadas por los eruditos sin la debida repercusión entre el gran público. A corregir radicalmente esa perspectiva errónea viene este segundo (el primero estaba dedicado a Scarlatti) de los cinco discos con que Daniela Barcellona y el Concerto de’ Cavalieri de Marcello di Lisa se han propuesto ahondar en la ópera italiana del siglo XVIII. En concreto, presentan las sinfonías y tres arias (cuatro en el caso de La Salustia) de cuatro óperas estrenadas en Nápoles (Roma para L’Olimpiade) entre 1732 y 1735: dieciséis pistas que componen una exhibición ininterrumpida de bravura que hoy en día se antoja al alcance de muy pocas cantantes, por no decir ninguna. Arriba y abajo, y casi está uno tentado a decir que a derecha e izquierda, la voz de Barcellona recorre una y otra vez una tesitura enorme con una gama de intensidades no menos impresionante, sin descomponerse nunca, sin el más mínimo desfallecimiento ni apuro alguno. ¿Solamente técnica? Y temperamento artístico, claro, para comunicar sentimientos en su mayoría heroicos pero siem- pre humanos, es decir, donde el arrojo por ejemplo no excluye el temor o la angustia. Y, por añadidura, una orquesta que se ajusta como un guante a unas exigencias de precisión y virtuosismo verdaderamente extremas. Seguramente no es un disco para oír varias veces seguidas, pues los nervios del oyente también tienen límites. Lo que sí despierta son las ganas de oír más cosas tanto del compositor como de los intérpretes. ¿A qué más se puede aspirar? Alfredo Brotons Muñoz 69 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 70 D D I SI CS O C O S S PHILIDOR-SCHUBERT drez, donde explicaba, entre otras cosas, la luego llamada Defensa Philidor. Hace unos años, el catálogo operístico ya se había enriquecido con la publicación en un DVD de Dynamic de su deliciosa Tom Jones, basada en la célebre novela de Henry Fielding y dirigida por Jean-Claude Malgoire. Ahora, Naxos ha recurrido de nuevo a la Opera Lafayette y Ryan Brown para recuperar un nuevo título del repertorio barroco francés, Sancho Pança, gouverneur dans l’île de Barataria, “opéra-bouffon” en un acto, perteneciente al primer período del compositor y estrenada en 1762. Está basada en el célebre episodio del Quijote cervantino en el que su orondo escudero es nombrado gobernador de una imaginaria ínsula, con las consecuentes peripecias que le harán desear volver a su antigua y sencilla vida. La ópera de Philidor es una pieza encantadora, con una música amable, sin mayores pretensiones. La versión de la compañía norteamericana es, asimismo, respetuosa con el estilo y nos hace sonreír en bastantes ocasiones. Rafael Banús Irusta PURCELL: Harmonia sacra. ROSEMARY JOSHUA, soprano. LES TALENS LYRIQUES. Director: CHRISTOPHE ROUSSET. APARTÉ AP027 (Harmonia Mundi). 2010. 76’. DDD. N PN H enry 70 Purcell, que murió a los 36 años, es para muchos el más grande de los compositores ingleses. Su obra es enormemente variada y entre la de carácter religioso destaca la serie de arias incluidas en la publicación que en 1688 hizo Henry Playford con el título Harmonia sacra, en la que aparecían obras de Blow, Purcell y otros, continuada en 1693 por una segunda recopilación con obras de Purcell exclusivamente dado el éxito alcanzado por la primera. Actualmente, es relativamente escasa su difusión comparativamente a otras obras suyas, a pesar de que gozaron de gran admiración por parte de otros dos grandes compositores ingleses del siglo pasado. Tanto Benjamin Britten como Michael Tippett realizaron adaptaciones para voz y piano de varias de ellas como es el caso de The Blessed Virgin’s Expostulation o el ground An evening hymn que figuran en el presente disco. Una preciosidad de disco, por cierto. La diversidad de estilos, temas y carácter de las arias, el carácter pictórico de la música empleada en varias de ellas, que recuerdan algunos de los dúos del Libro VIII de madrigales de Monteverdi, muestran el sello del genio. Para esta grabación se han seleccionado las escritas para una sola voz aguda y se completa con otras obras exclusivamente instrumentales de breve duración. Las partes vocales corren a cargo de la soprano Rosemary Joshua, cuya experiencia en interpretación de música barroca es sobradamente conocida, aunque su tono es a veces demasiado ligero, un tanto aniñado. Christophe Rousset, al clave en las obras instrumentales y al clave o al órgano en el bajo continuo de las arias, completado en éstas por la viola da gamba de Laurence Dreyfus o el laúd de Elizabeth Kenny, se ocupa también de la dirección. Muy buenos comentarios generales y a cada una de las obras suscritos por Bruce Wood disponibles, así como el texto de las arias, en inglés y francés. José Luis Fernández RACHMANINOV: Danzas sinfónicas. STRAVINSKI: Sinfonía en tres movimientos. SINFÓNICA DE LONDRES. Director: VALERI GERGIEV. LSO 0688 (Harmonia Mundi). 2012. 59’. SACD. N PN Un programa el de este disco en el que las obras no están lejanas en cronología ni tampoco en espíritu: lo danzante muy sinfónicamente tratado. El disco tiene una toma algo envolvente o algodonosa, por así decirlo. Se escucha con gratitud, ya que la excelencia de esta orquesta es incontestable, y Gergiev, el prolífico, Gergiev, asentado en las características de ritmo y orquestación de ambas obras, ejerce —especialmente en las Danzas sinfónicas— esa morbidez en determinados momentos del fraseo que le es connatural. Obras de plena madurez las dos, ninguno de sus autores se desdice en ellas. Rachmaninov hace un gran fresco sinfónico sin olvidar su característico Dies iræ, y Stravinski redacta una obra llena de fuerza, con ese danzón en el primer tiempo al que da vueltas y más vueltas en el desarro- llo, para llevarnos al en parte susurrante segundo, desencadenando en el tercero reminiscencias de su Consagración. Así pues, el programa es coherente, atrayente, y el disco tiene mimbres suficientes para no ser pasado por alto. conocimientos sobre el barroco francés. Les Indes galantes es la obra sobre la que gravita el programa, en el que asimismo figuran piezas de Platée, Zoroastre, Dardanus, Pygmalion o Les Paladins. Eduardo Torrico José Antonio García y García RAMEAU: RAVEL: Sinfonías para dos claves. PIERRE HANTAÏ, SKIP SEMPÉ, claves. Pavane pour une infante défunte. Miroirs. Gaspard de la nuit. ANNA VINNITSKAIA, piano. MIRARE MIR 164 (Harmonia Mundi). 2012. 75’. DDD. N PN NAÏVE V 5284 (Diverdi). 2011. 57’. DDD. N PN E sta ha sido la máxima por la que se ha regido siempre el mundo del circo: “¡Más difícil todavía!”. Sin que el presente disco tenga nada de espectáculo circense, la máxima también es aquí aplicable. JeanPhilippe Rameau, como buen barroco, fue un maestro en el arte del reciclaje y transcribió para el clave, instrumento que dominaba con maestría, no pocos fragmentos de su música para la escena y de sus obras orquestales. Llevar al disco estas transcripciones de Rameau ha sido frecuente (recuerdo con inevitable añoranza la grabación que realizó Kenneth Gilbert de Les Indes galantes para Harmonia Mundi en 1979, la que de esa misma obra ha hecho hace bien poco Christophe Rousset o la memorable de Kenneth Weiss, en 2003, con un muestrario de las composiciones escénicas ramistas). ¿En dónde radica ahora ese “más difícil todavía”? Pues en que la interpretación no se acomete con un clave, sino con dos. También esa fue práctica bastante habitual durante la primera mitad del siglo XVIII no sólo en Francia (sirva de ejemplo Gaspar Le Roux), sino en Alemania. Skip Sempé y Olivier Fortin grabaron al alimón, en 2008, para Paradizo quince Pièces de clavecin de Rameau, así como una transcripción del Air pour les esclaves africains, de Les Indes galantes. Repite Sempé la experiencia, ahora junto a Pierre Hantaï, en un monográfico de transcripciones de tragedias líricas, tragedias cómicas y óperas-ballets ramistas. No se me ocurre a nadie más cualificado para la tarea que este dúo: si Hantaï lleva tiempo instalado en ese particular Olimpo en el que moran sólo los más selectos clavecinistas, a Sempé, también valioso intérprete, sería de necios negarle sus vastísimos U na carrera internacional temprana, un virtuosismo y una musicalidad versátiles, un tacto de esos que son equilibrio entre el acento y la sutileza… Es la elegancia del toque que sabe expresarse apenas con el roce, un roce que construye frases y plantea staccatos, y se sirve del pedal con igual soltura y sentido de la medida. Además de eso, tres discos para el sello Naïve consagran a Vinnitskaia: este recital raveliano, más otro ruso (Rachmaninov, Gubaidulina, Medtner, Prokofiev) y un doblete de conciertos: Segundo de Prokofiev, el en sol mayor de Ravel. Por alguna razón, Vinnitskaia recurre al Ravel “frío” de las sonoridades que siguen siendo bastante nuevas más de cien años después, las que llevan lejos la tradición pianística del Liszt visionario de fuente y nocturnidades, al final de su vida; y las del pianismo francés y de Albéniz en el tránsito del siglo. Esto es, las series Miroirs y Gaspard de la nuit, cuya supuesta frialdad es engañosa, porque sencillamente su calor es otro, no el del subjetivismo o exaltación románticos. Así lo demuestran pianistas como Vinnitskaia, que construye mediante el arte de la sugerencia la secuencia de los poemas sonoros de Bertrand o las imágenes fugitivas de esos Espejos brumosos con mariposas, pájaros, vacas, cómicos, campanas. Hay una calidad permanente, hay en esa manera de tocar de Vinnitskaia una característica de ambigua evocación y cuestión incógnita que convierte esas ocho piezas en un par de secuencias inquietantes. La Pavana abre el recital, y en su sencilla marcha lenta no es aquí una pieza fácil, sino una preparación para las hermanas mayores. Sabe darle Vinnitskaia un poco de historia, como si fingiera creer (que a su vez fingiéra- 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 71 D D I SI CS O C O S S PHILIDOR-SCHUBERT mos) que esos pasitos son los de una menina, una infanta, como en el cuento de Wilde o en la ópera de Zemlinsky. Atención a esta pianista. Este recital es muy hermoso, y los otros también lo eran. Escuchen este CD al menos dos veces. Al menos. Santiago Martín Bermúdez RIHM: Über die Linie II. Coll’Arco. JÖRG WIDMANN, clarinete; CAROLINE WIDMANN, violín. SWR SINFONIEORCHESTER. Directores: SYLVAIN CAMBRELING, ELVIND GUILBERG JENSEN. HÄNSSLER 93.283 (Diverdi). 2010. 66’. DDD. N PN Bann, nachtschwärmerei. Fantasie. Drei Fantasien. Sinfoniae I-Messe für Orgel. Siebengestalt. Contemplatio. DOMINIL SUSTECK, órgano; JENS BRÜLLS, gong. WERGO WER 6751 2 (Diverdi). 2011. 73’. DDD. N PN El estilo neoclásico de Wolfgang Rihm (n. 1952) no da signos de fatiga: se reinventa continuamente. En esta tercera entrega del sello Hänssler de la obra orquestal del autor alemán, integrada por dos composiciones de finales de los años 90, Über die Linie II y Coll’Arco, se puede observar la casi ilimitada capacidad del músico para ofrecer el estilo concertante bajo perspectivas renovadas. La primera de las piezas es la que ofrece más soluciones novedosas dentro de la estética de Rihm. En lugar de abordar el estilo del concierto con solista a la manera del clasicismo, Rihm propone en Über die Linie II un tejido instrumental más cuidado que de costumbre, de manera que los timbres ocupan una posición de privilegio. Las cualidades del solista, el clarinetista y también compositor Jörg Widmann, quedan aquí ampliamente desarrolladas, pero no es la suya una lucha frente a la masa orquestal, sino una particular y muy atrayente combinación de sonidos aislados que dialogan de manera serena con el tejido orquestal. El resultado es nuevo en Rihm, pues al contrario que en tantas obras suyas, donde el timbre orquestal es uniforme, aquí se muestra en unos tonos pastel que por momentos hacen pensar en la estética de un Charles Koechlin, una suntuosidad sonora que la orquesta de Baden-Baden y Friburgo sirve a la perfección. El segundo concierto, Coll’Arco, es mucho más convencional, a pesar de que nunca pierde Rihm su habilidad para atraer la atención del oyente, pero el diálogo entre el violín de Caroline Widmann y la orquesta es más previsible, y los gestos típicos de un clasicismo a lo Brahms asoman demasiado por sus costuras. La excelencia en las tomas de sonido del disco de Wergo, dedicado a la obra para órgano de Rihm, no desmerece al lado del disco de Hänssler. El órgano de la iglesia de san Pedro en Colonia sirve a Dominik Susteck para ofrecer aquí un programa insólito. El gusto de Rihm por el detalle queda expuesto en este conjunto de obras compuestas entre 1967 (cuando el autor sólo contaba 15 años de edad) y 1980: Bann, nachtschwärmerei. Efectivamente, en ninguna obra escrita por Rihm para orquesta se podrá comprobar el interés por el efecto tímbrico del que aquí hace gala. Aunque hay piezas muy escolásticas y deudoras del antiguo coral, hay en este programa especialmente dos obras que destacan por encima del resto: la Sinfoniae I-Messe für Orgel y Siebengestalt. No desprovista del gusto por el uso del antiguo motete, la Sinfonie contiene momentos de enorme brillantez, gracias al estilo aforístico que emplea Rihm y que hace que la pieza pueda emparentarse con las miniaturas para órgano de un autor como Jehan Alain. La Sinfonie I es, efectivamente, la más francesa de todas estas piezas, mientras que Siebengestalt es más encuadrable en el estilo de efectos inauditos de la escuela vanguardista de los años 60. El empleo del gong aporta un tono más de extrañeza a esta feliz pieza para órgano de Rihm. Francisco Ramos SCHUBERT: Sinfonía nº 5. Oberturas D. 470, 556, 590, 591, 648. L’ORFEO BAROCKORCHESTER. Directora: MICHI GAIGG. DEUTSCHE HARMONIA MUNDI 88697911382 (Sony-BMG). 2012. 62’. DDD. N PN No es la primera vez que una orquesta de “instrumentos originales” se enfrenta a la 71 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 72 D D I SI CS O C O S S SCHUBERT-WEINBERG obra sinfónica de Schubert — recordarán ustedes las integrales de Roy Goodman y la Hanover Band (Nimbus), Roger Norrington y los London Classical Players (EMI) y Frans Brüggen y la Orquesta del Siglo XVIII (Philips)—, pero sí es la primera vez —al menos que yo sepa— que lo hace una agrupación que se hace llamar “barroca” (literalmente; lo cual, no deja de ser una incongruencia de importante grosor). Criterios e instrumental aparte, las aportaciones de los mencionados Goodwin, Norrington y Brüggen (cada una en una medida distinta, pues el talento y los horizontes artísticos de estos intérpretes son totalmente incomparables) dejaron, globalmente, una huella discreta en el universo sinfónico schubertiano y en su discografía. Se diría que la austríaca Michi Gaigg y la Orquesta Barroca Orfeo parecen querer llevar al extremo las radicales premisas del aquel Norrington de finales de los 80 y principios de los 90 —y que el propio director inglés suavizaría en sus posteriores registros con la SWR de Stuttgart en Hänssler. Un sinfín de artificiosos manierismos (bruscos contrastes dinámicos y de tempo, frenazos y carreras, violentos sforzandi, acentos y sul ponticelli no escritos, sobresaltos a golpe de timbal…) pueblan estas ejecuciones de la Quinta schubertiana y de las oberturas que la acompañan. Como era de esperar, los tempi son muy rápidos y la cuerda de la agrupación reduce drásticamente el vibrato. El sonido del conjunto es poco adecuado para este repertorio: los primeros violines suenan como cuchillos de sierra y las trompas naturales son especialmente áridas; nada que ver, por tanto, con las tersas calidades tímbricas de la Orquesta del Siglo XVIII. La directora ve en todas estas piezas schubertianas tormentas y tempestades, sin detenerse jamás a rebuscar, ni siquiera un poco, en el interior del corazón del compositor. Jesús Trujillo Sevilla TELEMANN: Flavius Bertaridus. MAITE BEAUMONT (Flavius Bertaridus), NINA BERNSTEINER (Rodelinda), ANN-BETH SOLVANG (Flavia), ANTONIO ABETE (Grimoaldus), KATERINA TRETIAKOVA (Cunibert), JÜRGEN SACHER (Orontes), DAVID DQ LEE (Onulfus), MÉLISSA PETIT (Regimbert, Espíritu protector). ACADEMIA MONTIS REGALIS. Director: ALESSANDRO DE MARCHI. 72 DEUTSCHE HARMONIA MUNDI 88691926052 (Sony-BMG). 2011. 207’. DDD. N PN Zdenek Chalabala MONUMENTAL RIMSKIKORSAKOV: Sheherazade. MUSSORGSKI (ed. RIMSKI): Una noche en el Monte Pelado. KHACHATURIAN: Gayaneh (fragmentos de las suites). FILARMÓNICA CHECA. Director: ZDENEK CHALABALA. 2 CD SUPRAPHON SU 4094-2 (Diverdi). 1954. 109’. AAD/Mono. N PM En crisis permanente pero sin parar de producir novedades o de recuperar su propio pasado, el disco sigue deparándonos de vez en cuando sorpresas mayúsculas. Incluso en repertorios en los que pareciera que todo se ha dicho, en los que cuesta encontrar un resquicio para penetrar en un ámbito se diría que definitivamente cerrado en la historia de la fonografía. De Sheherazade, por ejemplo, no escasean las grandes versiones, desde las históricas —Beecham, Svetlanov, Ansermet—, pasando por las que en un momento dado parecieran G eorg Philipp Telemann pasó los 46 últimos años de vida en Hamburgo. De ese casi medio siglo se recuerda que fue cantor de las cinco principales iglesias de la ciudad hanseática, pero rara vez se repara en que también fue director de la Ópera del Gänsemarkt. Quizá ello sea debido a que de las veinte obras que escribió para la escena hamburguesa apenas sobrevive un puñado de títulos (tampoco han tenido mucha más suerte las que escribió antes para la Ópera de Leipzig). De hecho, la única ópera seria de Telemann que se conserva de su paso por el Gänsemarkt es este Flavius Bertaridus, Köning der Langobarden que se nos presenta como primicia mundial. Estrenada a finales de noviembre de 1729, los anales revelan que fue lo más parecido a un sonoro fracaso. Tras escuchar ahora esta grabación, se percibe una cuidada elaboración, pero, por lo que a mí respecta, me confirma en la creencia de que el Telemann vocal está varios peldaños por debajo del Telemann instrumental. Cantada mayorita- revolucionar —y de hecho lo hicieron cada una a su manera— la discografía, desde la poderosa de Reiner a la centelleante de Temirkanov, con parada y casi fonda en la personalísima de Kondrashin con la Orquesta de la Radio de Baviera. Además, Stokowski, Monteux, Muti y lo que cualquier aficionado quiera citar como fuente permanente de dicha. Pues bien, con todo y con eso, como sin querer, la sorpresa llega con una grabación del año 1954 a cargo de la Filarmónica Checa dirigida por Zdenek Chalabala, en aquel entonces director de la Ópera de Praga. Con muy buen sonido monoaural, el maestro firma una versión incandescente de principio a fin. Pero no es sólo intensidad. Ahí está el virtuosismo de una orquesta en estado de gracia, la formidable calidad de un violín solista innominado que no tiene nada que envidiar a ninguno de sus colegas en tales menesteres, de Oistrakh a Dicterow, el modo de narrar de riamente en alemán, el autor introduce, según costumbre de la época, algunas arias en italiano. Por ejemplo, la vibrante Lieto suono di trombe guerriere, adjudicada al rol protagonista de Bertarido. Hace ya un cuarto de siglo, el contratenor Jochen Kowalski la incluyó en un disco con arias de compositores que trabajaron en la Ópera de Berlín, lo cual no tenía sentido, porque ni Telemann trabajo en ella, ni este Lieto suono di trombe guerriere sonó nunca allí. Es, sin duda, lo mejor de este álbum, confeccionado con varias representaciones en directo que tuvieron lugar en Festival de Música Antigua de Innsbruck en agosto de 2011. La mezzo navarra Maite Beaumont (Bertarido) destaca por encima de un elenco vocal que no pasa de discreto y de una dirección musical desvaída, lo cual, tratándose de Alessandro De Marchi, es noticia. Una mala noticia. Eduardo Torrico VIVALDI: Concerti da camera completos. COLLEGIUM PRO MUSICA. 3 CD BRILLIANT 94332 (Cat Music). 2011-2012. 145’. DDD. N PE fagot y oboe en la cantilena del segundo movimiento, el non legato tan incisivo con que negocian sus frases, la sedosidad de la viola en ese mismo episodio, son detalles que muestran la categoría de una orquesta con un color que se diría hecho para esta música y un director que lo sabe. Frente a este monumento de la historia de la fonografía, no es que Una noche en el Monte Pelado en la versión Rimski o las suites de Gayaneh de Khachaturian desentonen. Qué va. Pero el milagro está en el cuento. Claire Vaquero Williams Aproximadamente 20 años después de la histórica grabación para Teldec que dio popularidad mundial a Il Giardino Armonico, otro conjunto italiano publica un nuevo registro integral de los Concerti da camera de Vivaldi, obras concertantes para conjuntos reducidos, principalmente flauta dulce, oboe, violín (o dos violines) y fagot en diversas combinaciones, siempre por supuesto con el continuo, que aquí elude la cuerda pulsada que era crucial en la integral de Il Giardino Armonico, optando por la asociación clásica de violonchelo y clave (sustituido por un órgano en alguna ocasión). En el Collegium pro Musica forman algunos bien conocidos solistas italianos, como el violinista Federico Guglielmo, el flautista Stefano Bagliano, el oboísta Pierlugi Fabretti y el fagotista Andrea Bressan, que soportan la mayor parte del peso de este trabajo. En dos décadas la interpretación de la música barroca ha cambiado bastante. Lo que a principios de los 90 era nuevo y revolucionario, hoy ha dejado de serlo, se han asentado determina- 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 73 D D I SI CS O C O S S SCHUBERT-WEINBERG dos principios y han evolucionado otros. El impacto de esta grabación no es comparable al que produjo aquella mítica publicación de Teldec, cuando los conjuntos italianos parecían estar descubriendo todo un mundo de colores y matices nuevos en la música de Vivaldi, pero sí que se ajusta a los modelos actuales de interpretación de la música instrumental del veneciano. La vitalidad que se ganó hace 20 años no se ha perdido ni tampoco ese gusto por las frases muy articuladas y los acentos bien marcados, pero se han limado algo los ángulos más cortantes, se han suavizado los finales abruptos y las curvas han ido ganando terreno frente a los fraseos rectilíneos y el staccato radical. Quizá no haya aquí la mágica cohesión de grupo que logró Il Giardino en su momento, acaso el violín de Guglielmo pierda ocasionalmente la afinación y el continuo no tenga el peso de otras interpretaciones, pero Vivaldi sigue siendo en esta integral el compositor luminoso, exuberante y vibrante que se ha difundido en este tiempo. Al precio de Brilliant es una opción del máximo interés. Pablo J. Vayón WAGNER: Parsifal. CHRISTIAN ELSNER (Parsifal), MICHELLE DEYOUNG (Kundry), EVGENI NIKITIN (Amfortas), FRANZ-JOSEF SELIG (Gurnemanz), EIKE WILM SCHULTE (Klingsor), DIMITRI IVASHCHENKO (Titurel). CORO Y SINFÓNICA DE LA RADIO DE BERLÍN. Director: MAREK JANOWSKI. 4 CD PENTATONE 5186 401 (Diverdi). 2011. 226’. DDD. N PN C ada vez que aparece una nueva grabación de Parsifal podríamos recordar al lector, sin faltar a la verdad, que Knappertsbusch estuvo ahí, que tuvo su época de esplendor en Bayreuth y que sus cantantes fueron irrepetibles. Pero después aparecen Thielemann y Gergiev, ahora llega Janowski, y vemos que también hoy Wagner puede vivir horas felices. De entrada, es un gran placer escuchar en esta música a las fuerzas corales y orquestales de la Radio de Berlín, que son de las mejores de Alemania, lo que Philippe Herreweghe HACIA LA PERFECCIÓN VICTORIA: Officium defunctorum. Motetes. COLLEGIUM VOCALE DE GANTE. Director: PHILIPPE HERREWEGHE. PHI LPH 005 (Diverdi). 2011. 60’. DDD. N PN Dentro del plan de grabaciones para su propio sello, Herreweghe recoge en este registro la que considera una de las grandes obras maestras de la historia, el Officium defunctorum de Tomás Luis de Victoria, del que en 2011 se cumplieron cuatro siglos del óbito. Las tomas de este CD siguieron a varias interpretaciones en vivo, entre ellas la que pudo escucharse dentro de la añorada serie Los Siglos de Oro. La formación vocal es idéntica, con dos voces por parte, a excepción de los bajos, un trío de notables solidez y empaque. Sin contexto equivale a decir que lo son de Europa y, quizás, del mundo. Su sonoridad amplia, sedosa, plena, siempre rica y matizada, es aprovechada por Janowski para impregnar de belleza lo que en sus manos es una narración fluida, terrenal y muy activa. No es únicamente una cuestión de tempi, más ligeros de lo habitual, sino de direccionalidad, de transparencia, de búsqueda de sutilezas, de dotar de alma a los personajes. Y es ahí, en el reparto, donde este Parsifal se sitúa claramente por encima de las otras dos interpretaciones que conocemos hasta ahora (El Holandés errante y Los maestros cantores de Núremberg) del gran proyecto Wagner llevado a cabo por Janowski para PentaTone desde la Philharmonie de Berlín. Como tantas veces, falla un poco el tenor, Christian Elsner, un Parsifal juvenil de emisión irregular y canto no siempre refinado. A cambio, al lado de la veteranía de Franz-Josef Selig, voz añosa pero artista enorme en Gurnemanz, tenemos en Amfortas el espíritu trágico que nos trae Evgeni Nikitin desde su escuela rusa y, sobre todo, la sorpresa de Michelle litúrgico alguno —léase números gregorianos—, ni instrumentos duplicando las partes, Herreweghe entrega una lectura de polifonía en estado puro. Cuenta, desde luego, con un grupo formidable, de agudos luminosos, graves rocosos y tersura general de las voces; formación de la que extrae una versión de nobleza suprema y armonía y equilibrio intachables. Un Officium majestuoso e imponente, pero en el que no faltan multitud de enfoques que dan variedad al conjunto. Hay, por cierto, una seriedad que parece corresponderse con una cierta idea de unción religiosa; ello a lo largo de toda la misa, empezando por la Lectio inicial. La concentración expresiva, unida a la claridad expositiva, son máximas en secuencias como el Kyrie. Todas las líneas del tenso, complejo, pero a la vez fluido DeYoung en una Kundry enigmática, salvaje, seductora, sufriente y vocalmente pletórica. Lejano el Bayreuth de la posguerra, estos artistas nos dejan un Parsifal vivo, moderno y apasionante, un Parsifal de hoy y para siempre. Asier Vallejo Ugarte WEINBERG: Sinfonía nº 20. Concierto para violonchelo. CLAES GUNNARSSON, violonchelo. SINFÓNICA DE GOTEMBURGO. Director: THORD SVEDLUND. CHANDOS CHSA 5107 (Harmonia Mundi). 2011. 71’. SACD. N PN L a música de Mieczyslaw Weinberg y la de Dimitri Shostakovich siempre aparecen unidas. Es inevitable. Pero no porque el primero siga al segundo, sino porque ambos comparten un mismo fondo amargo y dolido. La Sinfonía nº 20, escrita en 1988, es un buen ejemplo de ello. Es una obra enigmática, de sentidos tejido adquieren siempre similar importancia (Graduale, Offertorium…). La música deriva hacia una singular ternura en el Agnus Dei, que se convierte en una suerte de corazón expresivo de la composición. A igual altura se mueven los motetes, con un Domine, non sum dignus en ferviente traducción. Un hito en la historia reciente de la polifonía en disco. Enrique Martínez Miura que se escapan. Y que aun así tiene una música que incomoda y duele. La clave parece darla el segundo de sus scherzi, una grotesca concatenación de ritmos ostinados y agresivos que citan el comienzo del acto II de la ópera El retrato. Su protagonista es un pintor que descubre que el éxito que le ha acompañado se debe a haber traicionado su arte y vocación. ¿Es eso lo que quiere expresar el compositor en los desolados primer y último movimientos de la sinfonía? ¿Se trata de un reproche íntimo por haber escrito mucha música de circunstancias en beneficio del régimen, como la coral Sinfonía nº 11, compuesta para celebrar el centenario de Lenin? Quizá, pero eso es algo a lo que cualquier compositor que quisiera sobrevivir en la Unión Soviética debía amoldarse… Sea como sea, la obra es extraordinaria, de aquellas que se escucha con el corazón en un puño. Cuarenta años la separan del Concierto para violonchelo (1948), más luminoso y lírico, contemporáneo del Concierto para violín nº 1 de su mentor Shostakovich y, como él, exiliado en un cajón www.scherzo.es 73 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 74 D D I SI CS O C O S S WEINBERG-VARIOS durante nueve años por la cruzada contra el formalismo en la música de los estetas soviéticos. Otro episodio absurdo, típico de cuando la política se mete en cuestiones artísticas. Un disco, pues, de lo más recomendable, casi necesario. Por Weinberg y por unas versiones impecables y muy bien grabadas. Juan Carlos Moreno WIKLUND: Conciertos para piano nºs 1 y 2. Konsertstycke en do mayor. MARTIN STURFÄLT, piano. SINFÓNICA DE HELSINGBORG. Director: ANDREW MANZE. HYPERION CDA67828 (Harmonia Mundi). 2010. 75’. DDD. N PN Los dos conciertos para piano del desconocido A d o l f Wiklund (1879-1950) contaron con el aprecio de los melómanos de su país, Suecia, hasta que a partir de la década de 1960 empezó a considerarse que estaban pasados de moda. Y es así, incluso hoy, cuando todo este debate de las vanguardias y las reacciones sí que ha quedado pasado de moda. Es cierto, otro tanto podría decirse de los cuatro conciertos de Rachmaninov, sólo que a estos los salva su apasionado aliento melódico y su apabullante virtuosismo, los mismos de los que carece Wiklund. Con el agravante que aquí todo suena a algo ya escuchado. Nada, pues, hay de sorprendente en estas páginas, datadas respectivamente en 1907 y 1917, como tampoco en el Fragmento de concierto en do mayor, de 1902. Puro romanticismo tardío en la línea de Stenhammar, modelado con oficio y cierta inspiración como tantas otras partituras de su tiempo ya olvidadas, algunas de ellas recuperadas en otras entregas de esta colección de conciertos románticos de Hyperion (el presente es el volumen 57). En todo caso, para los amantes de este tipo de repertorio se trata de un trabajo estimable, muy bien defendido en la parte solista por Martin Sturfält y, al frente de la orquesta, un Andrew Manze cada vez más volcado en ampliar sus horizontes musicales más allá del barroco en el que se dio a conocer. 74 Juan Carlos Moreno RECITALES VÉRONIQUE GENS. Soprano. Obras de Berlioz y Ravel. ORQUESTA NACIONAL DEL LOIRE. Director: JOHN AXELROD. ONDINE ODE 1200-2 (Diverdi) 20092010. 66’. DDD. N PN Un hilo rojo ata a Berlioz y Ravel: son franceses y campeones en el arte de instrumentar. Acaso por ello, la gran figura de este compacto es el director de orquesta. Está alerta a lo que hace la soprano, poniendo a su disposición una suerte de cañamazo sonoro de una inmensa variedad de colores, tejido con transparencia, decisión de fraseo y una minuciosa articulación de todos los recursos. En Herminie (Berlioz), una especie de cantata para voz solista y conjunto, resuelta con una serie de recitativos acompañados y arias, Axelrod es capaz de dar la tensión medio delirante del personaje con una síntesis de énfasis operístico y recato de orquesta camerística. En Les nuits d´été dota a cada canción de una atmósfera singularizada, que puede ser la de un nocturno con luz lunar, una canción popularesca, una evocación de sombrío goticismo o una endecha de amor. En Schéhérazade se pone las botas porque la suntuosidad tímbrica y climática de Ravel pone a la orquesta en primer plano. Gens está, como siempre, correcta, proba, digna y aplicada. Su voz se timbra muy bien, resulta agradable si no personal, segura de registros, cuidadísima de emisión, controladísima de volúmenes y puesta en marcha a través de una recitación de extrema limpidez. Quizás en Ravel falte centro y se pida más compinchería sensual en la evocación de mundos ambiguos y decadentes. En cualquier caso, no desmerece ante la memoria de tantas ilustres referencias como De los Ángeles, Crespin, Norman, Steaber y Fink. Blas Matamoro HOMENAJE A GUSTAV LEONHARDT. Las últimas grabaciones. Obras de Byrd, Frescobaldi, L. Couperin, Bach y otros. 5 CD ALPHA 815 (Diverdi). 2001-2007. 318’. R PE Miklós Perényi GRAN CLASE MIKLÓS PERÉNYI. Violonchelista. Obras de Bach, Britten y Ligeti. ECM New Series 2152 476 4166 (Diverdi). 2009. 58’. DDD. N PN Puede sorprender de antemano el programa que el húngaro Miklós Perényi nos plantea en esta grabación para ECM: la Tercera Suite de Britten (1971), la Sexta de Bach y la Sonata de Ligeti (1948-1953), en ese orden. Pero una vez escuchado entendemos su fuerza y su coherencia, vemos que Bach sigue presente en la música para violonchelo solo de estos dos gigantes del siglo XX, y ahí está la simetría de este disco: Bach apunta a ambos al mismo tiempo que ambos apuntan a Bach, Britten desde una obra que es oscura desde su enigmática Introduzione hasta su negra Passacaglia, y Ligeti desde los ecos populares de su Dialogo y el virtuosismo casi paganiniano de su Capriccio. No parece casual que Perényi haya escogido la Sexta Suite del Kantor de Leipzig, quizás la más visionaria de Alpha reúne oportunamente sus grabaciones de Gustav Leonhardt, proponiendo así un merecido tributo al maestro, sin duda uno de los músicos más influyentes de los últimos cincuenta años. El azaroso retrato es, sin embargo, fidedigno, en el sentido de recoger a Leonhardt como clavecinista en tres discos, como organista en otro y como director en el restante. Los recitales clavecinísticos no se ocupan sino muy tangencialmente de Bach, con grabaciones dedicadas a Byrd y al díptico FrescobaldiLouis Couperin, en tanto que el otro contiene piezas del propio Bach, pero también de Hassler, Ritter o Strogers, testimonio de la curiosidad inagotable del intérprete. Refinadísimas las versiones de Byrd, con el inimitable sello de elegante austeridad propio del artista. En el recital variado, Leonhardt añadía el interés del uso de un claviórgano, de gran atractivo la serie. Naturalmente, la defensa que el húngaro hace de las tres páginas es sensacional, para lo que se vale no sólo de una técnica prodigiosa, sino de un sentido del canto, un grado de concentración y un conocimiento de las posibilidades expresivas de su instrumento fuera de lo común. Detalles aparentemente pequeños, como la sensación de abandono lograda en la transición del Dialogo a la Fuga en la suite de Britten, dan muestra de su gran clase como músico. De ahí que este disco sea magnífico de inicio a fin en su teoría y, también, en su práctica. Asier Vallejo Ugarte tímbrico. Versiones siempre cristalinas e idiomáticas de enorme atractivo. Valores constructivos e improvisatorios rigen los acercamientos a las obras de Frescobaldi y Louis Couperin; en especial, virtuosismo y pasión se conjugan en una soberana traducción de la Toccata ottava del italiano. El disco con el otro Couperin, el gran François, ofrece el sonido de una joya instrumental, el órgano de la Abadía de la Santa Cruz de Burdeos, construido por Dom François Bedos de Celles en el siglo XVIII y restaurado en 1996. La pericia en el empleo de los registros se transforma en una seductora variedad de idóneos coloridos para las músicas. Por fin, las dos cantatas profanas (BWV 30a, 207) documentan el gran interés del holandés por este repertorio un tanto descuidado del magno corpus de Bach. Cuenta Leonhardt en este disco con Café Zimmermann, que le regala con una singular paleta a la acuarela, y Les Chantres du Centre de Musique Baroque de Versailles. Desafortunadamente, los solistas vocales 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 75 D D I SI CS O C O S S WEINBERG-VARIOS no están a la altura deseable. Este inconveniente no empaña, con todo, la importancia indudable de estos documentos sobre el arte del último Leonhardt. Enrique Martínez Miura VARIOS CONCIERTOS NAPOLITANOS PARA VIOLONCHELO. Obras de Leo, Fiorenza, Majo y Sollima. GIOVANNI SOLLIMA, violonchelo. I TURCHINI. Director: ANTONIO FLORIO. GLOSSA GCD 922604 (Diverdi). 2011. 72’. DDD. N PN En el proceso de su conformación definitiva derivada de la viola da braccio, iniciada por lutiers lombardos como Gasparo de Salò o los Amati, el violonchelo llegó a Nápoles con un cierto retraso respecto a Venecia o Bolonia y en un principio fue llamado violetta. Domenico Marzio Carafa, duque de Maddaloni, como gran aficionado al instrumento contribuyó decisivamente a su implantación gracias al mecenazgo ejercido con compositores e intérpretes. A su vez, el Conservatorio de Loreto, uno de los muchos que había en la ciudad, se convirtió en una gran fuente de instrumentistas y de compositores. Antonio Florio, el gran defensor de la causa napolitana dirige en este disco cuatro conciertos para violonchelo contando con Giovanni Sollima como virtuoso solista. Tres de ellos son de Leonardo Leo, Nicola Fiorenza y Giuseppe de Majo, compositores napolitanos de la primera mitad del siglo XVIII y el cuarto está compuesto por el propio Sollima a la forma de entonces y dedicado a Florio. Además, ha escrito también las cadencias para los tres primeros conciertos mencionados, resultando su contribución a la grabación sumamente notable tanto como compositor como instrumentista. Notables resultan también las dos obras escogidas en el disco de Nicola Fiorenza, un compositor bastante menos conocido que Leonardo Leo: un concierto para violonchelo y una sinfonía a cuatro violines, debido quizás a que Fiorenza fue virtuoso de ambos instrumentos. También es excelente el concierto de Leo y el menos llamativo es el de Giuseppe de Majo. Un buen ejemplo del esplendor de la música barroca napolitana, en la que no destacaron solamente las mucho más difundidas composiciones vocales, tanto religiosas como operísticas, tal como puede comprobarse en estas cuatro obras de la época y disfrutar con el homenaje que a ella le presta el concierto de Sollima. José Luis Fernández EARLE BROWN CONTEMPORARY SOUND SERIES. Obras de Cage, Wolff, Crumb, Wuorinen, Yun, Gandini, Bolaños, Nobre, Bazán, Enríquez y Lanza. MATHEW RAIMONDI, KENJI KOBAYASHI, violines; GILBERT KALISH, DAVID TUDOR, piano; DAVID SOYER, violonchelo. NEW SOUND COMPOSERS-PERFORMERS GROUP. Director: ALCIDES LANZA. 3 CD WERGO 69432 (Diverdi). 1973. 137’. ADD. R PN Se cierra el ciclo que ha venido dedicando el sello Wergo a las antiguas grabaciones coordinadas por Earle Brown en torno a la Nueva Música en los años 60 y 70, con un volumen centrado en el continente americano. Como en anteriores entregas de esta serie, hay aquí obras que era necesario rescatar, junto a otras más prescindibles. El disco ocupado por obras de Cage y Wolff es de enorme interés, pues integra una de las composiciones más extremas de Cage junto a tres piezas reveladoras del pensamiento abstracto del Wolff de los primeros años 60. Cartridge music aún asombra por su radicalidad; es, sin duda, uno de los momentos más áridos de todo el catálogo de Cage, pero también de los que permanecen como una de las cumbres de su pensamiento a contracorriente. La obra emplea micrófonos de contacto, amplificadores y altavoces. El ruido resultante es atronador, pero justamente es en su radicalidad donde la pieza conserva todo su poder de atracción, pues se sirve el material en bruto, sin concesiones, precisamente al contrario de lo que sucede en buena parte de las piezas electrónicas de esa época, en las que se buscaba una cierta musicalidad (se piensa en el amplio repertorio de los compositores en torno al GRM). Las piezas de Christian Wolff suponen uno de los mayores aportes de este ciclo discográfico del sello Wergo, por cuanto muestra el lado menos difundido de este 75 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 76 D D I SI CS O C O S S VARIOS 76 autor. En los años 1960-1962, Wolff elabora un lenguaje de gran abstracción a partir de las enseñanzas de Cage (la forma discontinua del material), lo que da origen a obras de enorme precisión, con el valor del sonido por encima de cualquier otra consideración. Son formidables el Duo for violinist and pianist y el Duet II for horn and piano, siendo algo menos expresiva Summer for string quartet. El disco dedicado al violinista Paul Zukosfky, grabado en 1973, es desigual, pero acoge una pieza extraordinaria, como es la que abre el CD, Four Nocturnes, para violín y piano, compuesta en 1964 por un George Crumb en posesión de todos sus recursos y de un sentido de la espacialización que pocas veces habrá quedado plasmado en disco como en esta ocasión, en la que a un excelente Zukofsky le acompaña uno de los especialistas del piano en Norteamérica, Gilbert Kalish, presente en buena parte de los registros que sellos como Nonesuch dedicara en esa época al modernismo americano. Crumb entreteje aquí una de sus fascinantes piezas de orfebrería, una joya que ningún aficionado debería desconocer. Las resonancias de Crumb y ese mundo de embriagadora belleza se diluyen en el resto de piezas, desde la austera The long and the short, compuesta por un Charles Wuorinen poco inspirado, hasta una composición de Isang Yun, Gasa, que fue muy difundida en los 60 por su rara crispación a partir de formas melódicas tomadas de la música tradicional coreana. Cierra el CD un Cage primerizo, Six melodies for violin and keyboard, una pieza cada vez más presente en la fonografía y que retrotrae al compositor de espíritu naíf de las sonatas para piano preparado. El tercer disco tiene más carácter documental que verdadero valor artístico, pues no todas las obras aquí reunidas de compositores sudamericanos han pasado bien la prueba del tiempo. En los años en que se graba el LP original sobre el que se edita el presente material, los autores hispanoamericanos tenían una presencia real en los festivales de nueva música, pero hoy todo ese legado parece haberse difuminado y, en concreto, las firmas discográficas no lo contemplan en absoluto. De los seis compositores, dos han fallecido, Oscar Bazán y Manuel Enríquez; los otros pertenecen a la generación de los años 30, salvo el más veterano, Alcides Lanza, que nació en 1929. Precisamente, Lanza es quien más arriesga en este programa, pues sabe traspasar el ámbito del ensemble para insertar un material ruidista, preparado en el estudio de electrónica, con el que la pieza Penetrations II cobra un vuelo especial. El grueso de las obras, todas de pequeñas dimensiones, se deben a un escolasticismo demasiado evidente; el puntillismo y el empleo del azar aparecen más como arsenal aprehendido que como un verdadero gesto creativo. Destaca, sin embargo, una pieza, Sonograma, compuesta por Oscar Bazán, en donde se percibe una certera influencia de Cage, pues el sentido de improvisación está bien medido al lado de un rico tratamiento de los timbres aislados. legítimo como inútil, de asimilarse a la sociedad de los gentiles a fin de escapar a la recurrente masacre. Y para amenizar la fiesta, el Ensemble Salomone Rossi incluye dos fragmentos (Shall we of Servitude complain y Turn not o Queen) de Ester que también dieron sus frutos —y no es una crítica— en algunas superproducciones hollywoodienses. Francisco Ramos SIGNUM SIGCD 287 (Harmonia Mundi). 2012. 74’. DDD. N PN MÚSICA BARROCA JUDÍA. Obras de Casseres, Lidarti, Rossi, Grossi y Haendel. ENSEMBLE SALOMONE ROSSI. CONCERTO CD 2009 (Gaudisc). 20082011. 54’. DDD. N PN M úsica barroca: sí, con todos los requisitos o las señas de identidad/ estilo/etos, con sus ecos a veces fulgurantes, el gozo grave del continuo como aguafuerte, agua forzuda, como claroscuro, que retumba en el vientre, y la melodía subiendo en el registro agudo, las voces perdidas en el tiempo, intentando alcanzar no se sabe qué o quién, acaso el niño tardío que se escapa para no dormir, carreras, caccie o cacerías, fugas o fugados donde luchan el compás con el pulso de la sangre… Música judía: sí, o al menos una faceta de la música judía (en este caso, religiosa), no la música reclamándose de la tradición sinagogal, o de alguna idea apátrida como marca de autenticidad, sino una suerte de mano tendida al otro, acaso preguntándose como lo hacía Paul Celan: “…el judío, lo sabes bien, ¿qué posee que le pertenece verdaderamente, que no sea prestado, que no sea pedido en préstamo, nunca restituido…”. Esta superposición de la lengua ritual hebrea y del mundo musical católico que no separa del todo lo profano de lo sagrado, sigue vigente hasta hoy con todos los cambios estilísticos imaginables pero en el fondo responde a la misma idea: un intento de negar el viejo refrán yiddish “a cada uno su exilio interior, a cada uno su diablo” (en este caso sería su dios), y un deseo reviejo, tan Pierre Élie Mamou A NEW VENETIAN CORONATION, 1595. GABRIELI CONSORT & PLAYERS. Director: PAUL MCCREESH. E n 1989 los Gabrieli Consort & Players de Paul McCreesh grabaron para el sello Virgin un disco titulado A Venetian Coronation que tuvo un extraordinario éxito, seguramente inesperado hasta para el propio conjunto, para el que supuso su consagración internacional. Se trataba de una reconstrucción litúrgica de los servicios religiosos y civiles celebrados con motivo de la coronación en 1595 de Marino Grimani como dogo de Venecia. Durante un tiempo, McCreesh se especializó en este tipo de trabajos e hizo para Archiv reconstrucciones de un estilo similar en torno a repertorios diversos, aunque con una querencia especial por el entorno veneciano del primer Seiscientos. Ahora, cuando se cumplen los 30 años de la fundación de su grupo, el director británico ha querido retomar aquel trabajo de 1989 y ha vuelto a grabarlo con algunos cambios. En materia de repertorio, lo sustancial se repite: las figuras de Giovanni Gabrieli y de su tío Andrea soportan la parte principal del programa tanto en las piezas vocales como en las instrumentales, con añadidos de otros contemporáneos (Bendinelli, Hassler, Gusago). Las piezas para órgano han sido sustituidas en su mayoría por otras nuevas y se le ha concedido más importancia a la ambientación, no sólo con un mayor protagonismo de las campanas, sino con algunos efectos (gentío, fuegos de artificio…) durante la procesión, que aparece también más llena de piezas de ministriles. Otros cambios atañen a la interpretación, con variaciones en la afinación y unas recreaciones más intimistas, con algunos motetes que pasan del coro a las voces de solistas y sonidos más recogidos de los conjuntos de metales. La suntuosidad de muchas partes de la ceremonia se respeta, pero está ahora mucho más matizada y contrastada, no sólo por el número de intérpretes empleados en algunas piezas, sino también porque el nivel de ejecución es superior y los vientos empastan mucho mejor entre ellos y con el violín o la viola que se añade en algunas piezas y suenan más refinados. Como es habitual en los Gabrieli, todas las voces (cuatro por cuerda) son masculinas. Su mezcla resulta de especial redondez en sus intervenciones corales, pero cuando cantan como solistas, la personalidad individual está mucho más marcada y los timbres más agudos destacan por encima del resto. Por otro lado, McCreesh maneja a la perfección la diversidad de texturas tanto como la concertación de instrumentos y voces, y todo avanza conforme a un plan perfectamente diseñado, con matices y contrastes dramáticamente bien administrados, sin que la teatralidad que requiere una representación de estas características caiga nunca ni en la inanidad ni en el exceso. Este disco no tendrá el impacto del de 1989, pero a mí me parece mucho mejor acabado y de mayor fuerza evocativa, tanto en los aspectos meramente descriptivos como en los puramente expresivos. Pablo J. Vayón LA VOZ DEL OLVIDO. Música española de tradición oral. Cantigas de amigo. VOX SUAVIS. APARTÉ AP034 (Harmonia Mundi). 2011. 66’. DDD. N PN U na curiosa combinación m u s i c a l caracteriza el contenido de este disco, donde se mezclan una serie de canciones populares tradicionales con las cantigas de amigo de Martín Codax. La música de tradición oral se conservó hasta la mitad del pasado siglo, pero el éxodo rural, la invasión de la radio primero y de la televisión después han provocado su casi total desaparición. Afortunadamente, las grabaciones realizadas por algunos musicólogos e investigadores han permitido conservar 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 77 D D I SI CS O C O S S VARIOS Jordi Savall QUE CANTA Y CONSUELA ESPRIT D’ARMÉNIE. GEORGI MINASSYAN, duduk; HAÏG SARIKOUYOUMDJIAN, duduk; GAGUIK MOURADINA, kamantcha; ARMEN BADALYAN, dap. HESPÈRION XXI. Violas y director: JORDI SAVALL. ALIA VOX AVSA 9892 (Son Jade). 2012. 77’. DDD. N PN D esde que Pascal Quignard escribió su célebre La leçon de musique, sabemos que la viola da gamba está a la búsqueda de la voz perdida tras la muda, tras la pérdida de la voz de la infancia… la voz de la viola a la búsqueda de la infancia perdida, la voz de la viola remplazando el tiempo perdido… Con sus recientes álbumes, Paraísos perdidos, La ruta de Oriente, Jérusalem, Le royaume oublié, Mare Nostrum… Savall extrapola, en cierta manera, la frase de Quignard, centrando su búsqueda sobre personajes, Cristóbal Colón, Francisco Javier… o culturas, civilizaciones… Por muy grávida de ética que esté, la reconstrucción o evocación histórica, al no retener sino los buenos sentimientos, le puede parecer a uno demasiado ideal, o pertenecer directamente a la ucronía, pues la trinidad libertad-igualdad-fraternidad entre los pueblos (por ejemplo el diálogo entre las famosas tres culturas del libro-CD Mare Nostrum, diálogo a sangre y fuego ¡y cuánta y cuánto!) en el muy hipotético caso de existir, no fue sino esporádica, aunque recurrente, algunas muestras y en ellas se han basado los integrantes del conjunto Vox Suavis para las interpretaciones que recogen en el disco. La idea de incluir con ellas una interpretación de las cantigas del poeta y compositor gallego procede del apoyo que las tradiciones musicales pueden suponer para realizar dicha interpretación lo más correctamente posible, dada la escasa información que para ello suministra la notación musical medieval. El disco incluye una serie de canciones y de danzas tradicionales de Galicia, Asturias, Zamora o Extremadura que pertenecen a diferentes estilos y a las que los músicos de Vox Suavis añaden una canción de boda sefardita recogida en Bulgaria tanto en las diversas Españas como en el resto del mundo, ayer como hoy. Pero en cuanto a la música, Savall acierta plenamente: aquí con Armenia, donde la lengua de los duduk, que canta y consuela, buscando lo tibio, donde acurrucarse, con su sonido de viento haciendo vibrar las cañas, las hojas, se junta para equiparar sus heridas en la dulzura de las higueras con las voces plañideras de las violas, todas, la viola kemantché por parte oriental, y las vièles à archet, los dessus de viole de Hespèrion, conjunto camaleónico, extratemporal… voces universales de los que ya no están, voces de los muertos debajo de la música, voces del pasado o voces que pasan, no a lo lejos, sino a través de los músicos, y del oyente nunca saciado por estas caricias de una suavidad inacabada, voces dejando múltiples trazas, como llagas que tardan en cerrarse. Pierre Élie Mamou titulada Oy que casas. Otro añadido más singular es una séptima cantiga de Martín Codax titulada Eno sagrado y para la que Dominique Vellard ha escrito la música, pues, como es sabido, solamente se conserva la correspondiente a seis de ellas. La soprano Ana Arnaz y el citado Dominique Vellard, uno de los sumos sacerdotes de la música antigua, con el instrumentista Baptiste Romain integran el conjunto Vox Suavis, mezcla de investigadores musicales e intérpretes, cosa siempre necesaria en estos repertorios. Un estupendo disco de música española con un contenido que, como ocurre tantas veces, parece interesar más fuera que dentro. José Luis Fernández 77 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 78 D V I SD C O S D 78 CHERUBINI: CRÍTICAS de la A a la Z D V D CHERUBINI-VERDI Koukourgi. CYGDEM SOYARSIAN (Zulma), DANIEL PROHASKA (Koukourgi), JOHANNES CHUM (Amazan). CORO DEL TEATRO DE KLAGENFURT. SINFÓNICA DE KÄRNTNER. Director musical: PETER MARSCHIK. Director de escena: JOSEF KOPPLINGER. Escenografía: JOHANNES LEIACKER, MARIE-LOUISE WALEK. Director de vídeo: FÉLIX BREISACH. ARTHAUS 101638 (Ferysa). 2010. 115’. N PN En 1793, huyendo hasta El Havre del Terror revolucionario, Cherubini compuso varias obras para el teatro Feydeau de París. Entre ellas, ésta que ha quedado sin estrenar hasta esta tardía recuperación que ha sido filmada en vivo. Los diálogos hablados se han perdido, conservándose el texto de los cantables en francés, en tanto se reemplazaron aquéllos por unos escritos en alemán por Heiko Kullmann. Unos subtítulos en español nos salvan felizmente ante las dificultades de tal bilingüismo. La versión de esta divertida y elegante comedia vodevilesca, ambientada en una supuesta China y con alusiones bastante notorias a la Francia de aquellos años, es un dechado de lo que puede hacer una sabia gente de teatro con medios contados y bien elegidos. El teatrito de Klagenfurt es una bombonera hospitalaria, pequeña y encantadora, perfecta para una sonoridad dieciochesca. Diseñadores y director escénico dan ejemplo de lo que se puede hacer con unos elencos instrumentales y vocales modestos y dignos, y una inteligencia histriónica suprema. Los personajes están marcados en plan de una China del XVIII, con una trama de drama y amor tomada en cachondeo sentimental, golpes de humor y ambientes definidos con elementos sumarios, a veces indicados verbalmente con efectos de gran comicidad. Tabiques en forma de gigantescas máscaras chinas se corren para diseñar espacios de variable extensión, en tanto basta una escalera rotativa para dar grandiosidad o quitarla. Los fondos con proyecciones y unos mandos a distancia que elevan muebles y los balancean, completan, junto a una iluminación alerta (hay una tormenta desopilante en un bosque invisible), la elección teatral propuesta. Nos divertimos y Cheru- bini, siempre fino y sabido, se divierte con nosotros. No es poco, dados los tiempos que corren. Blas Matamoro PUCCINI: Il trittico. LUCIO GALLO (MicheleGianni Schicchi), EVA-MARIA WESTBROEK (Giorgetta), ALEKSANDRS ANTONENKO (Luigi), ERMONELA JAHO (Suor Angelica), ANNA LARSSON (Tía Princesa), FRANCESCO DEMURO (Rinuccio), EKATERINA SIURINA (Lauretta). CORO Y ORQUESTA DEL COVENT GARDEN. Director musical: ANTONIO PAPPANO. Director de escena: RICHARD JONES. Directora de vídeo: FRANCESCA KEMP. 3 DVD OPUS ARTE OA 1017 D (Ferysa). 2011. 200’. N PN P or esta vez Richard Jones se ha sometido algo más al contenido de las obras que en otros excéntricos montajes del que es supremo ejemplo su espantoso Lohengrin de Múnich en 2009. Claro que el cambio de época está asegurado pero sin que ello estropee el contenido de las óperas. En Il tabarro refleja el ambiente sórdido en que se mueven unos personajes muy bien definidos y excelentemente interpretados por Westbroek y Antonenko, no tanto por un Gallo sobrepasado por las exigencias del papel y que se rescata un tanto por su cuidada labor actoral. El detalle de caracterización lo extiende Jones a los personajes de apoyo, entre los que destaca la Frugola de Irina Mishura. Suor Angelica está dominada por la extraordinaria interpretación de la albanesa Ermonela Jaho que de principio a fin ofrece un retrato increíblemente vivo de la infeliz muchacha. Puede que se hayan escuchado Angelicas de mejores voces, con más atractivas posibilidades instrumentales, etc., pero lo que consigue Jaho, bella y joven para más datos a su favor, es una labor interpretativa plena, inolvidable, emocionante. No tantos parabienes merece la Princesa de Larsson, más convincente como actriz que como una cantante que luce más en otros repertorios. Jones evita cualquier referencia digamos religiosa, situando la acción en un hospital infantil, uno de cuyos enfermitos será el que al final tomará la monja como su hijo perdido. Excelente asimismo descripción de cada monjita en su rápida pero certera personificación. Entre ellas, dan cuenta de perenne clase dos veteranas como Elena Zilio y Elizabeth Sikora. Zilio cambia de registro para una cicatera y desagradable Zita de un Gianni Schicchi logradísimo y que Jones, muy inteligentemente, concibe como una comedia cinematográfica italiana de los pasados años cincuenta. Otro alarde de escenificación donde todo funciona sin fisuras y donde, aunque un poco mejor que en Il tabarro, tampoco convence vocalmente Lucio Gallo. A su Schicchi le sobra algo de siniestro y vulgar y le falta más vis cómica. A Siurina y Demuro les quedan bien sus respectivos encargos, puede que más física que vocalmente sobre todo el tenor, cuya bonita voz merecería una técnica algo más depurada. Viejas glorias como Marie McLaughlin (Ciesca), Enrico Fissore (Ser Amantio) o Gwynne Howell (Simone) dan realce al resto del equipo, por lo demás impecable como actores y canto. Todo ello no funcionaría tan bien si no se hallara en el foso un pucciniano del rango de Pappano. La atmósfera opresiva que consigue en Il tabarro se corresponde con el refinado sentimentalismo que imprime a Suor Angelica en franco contraste con la gracia que derrocha en Schicchi. Fernando Fraga ROSSINI: La scala di seta. OLGA PERETIATKO (Giulia), JOSÉ MANUEL ZAPATA (Dorvil), PAOLO BORDOGNA (Germano), CARLO LEPORE (Blansac), ANNA MALAVASI (Lucilla). ORQUESTA HAYDN DE BOLZANO Y TRENTO. Director musical: CLAUDIO SCIMONE. Director de escena: DAMIANO MICHIELETTO. Director de vídeo: TIZIANO MANCINI. OPUS ARTE O 1075 D (Ferysa). 2009. 127’. N PN E sta producción del Festival de Pésaro supone un acierto indudable de Michieletto, no tan afortunado allá en otras propuestas. El escenario refleja todas las habitaciones de la casa de Dormont, espacios que serán utilizados convenientemente por el regista en una concepción graciosísima de la operita, complementada por 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 79 D V D CHERUBINI-VERDI una dirección de actores impecable, todos perfectamente perfilados y dirigidos. La respuesta musical está a la altura de esta acertada producción que dirige con el valor aportado por su experiencia un recuperado Scimone. Peretiatko tiene los medios que necesita Giulia, se mueve bien por escena, es guapa y con buen tipo, en realidad muy sexy: tiene todo eso a su favor. También Zapata, vocalmente hablando, encaja al detalle con Dorvil, pero nos deja la sensación de que podría sacarle mayor jugo a su papel. Malavisi aprovecha el acertado marcaje escénico que se da a su aria di sorbetto; Lepore saca jugo de un beneficio sumado a su parte: el aria Alle voci della gloria aquí añadida sin forzar las situaciones; Daniele Zanfardino, en el más corto cometido de Dormont, no desmerece de sus compañeros. Sin embargo, el concepto de Michieletto gira en torno a Germano, el criado, necesitando para ello un actorcantante de nivel. Y lo encuentra en un Paolo Bordogna simplemente genial. En el jugoso making off, hablan sobre la obra los principales responsables a los que se suman, siempre con un discurso inteligente, Alberto Zedda. Fernando Fraga ROSSINI: Zelmira. KATE ALDRICH (Zelmira), JUAN DIEGO FLÓREZ (Ilo), GREGORY KUNDE (Antenore), ALEX ESPOSITO (Polidoro), MARIANA PIZZOLATO (Emma), MIRCO PALAZZI (Leucippo). CORO Y ORQUESTA DEL TEATRO COMUNALE DE BOLONIA. Director musical: ROBERTO ABBADO. Director de escena: GIORGIO BARBERIO CORSETTI. Director de vídeo: TIZIANO MANCINI. 2 DVD DECCA 074 3465 (Universal). 2009. 225’. N PN E n un clima de resonante triunfo se desarrolla este regreso de la última ópera napolitana de Rossini al festival que lleva su nombre. Indudablemente la estrella del registro es Flórez que da a Ilo todo el brillo que exige su onerosa tesitura, con un canto donde la perfección del estilo se aúna con la seducción del intérprete. Pero tal resplandor vocal no ofusca a sus compañeros de fatigas, en uno de los equipos más compactos y homogéneos que hayan podido reunirse. Kunde, aunque a veces evidencia que está al límite de sus posibilidades y no respete el diabólico salto de octava del magnífico quinteto, da cuenta de que hoy es difícil hallar un Antenore que pueda estar a su altura. Por la autoridad del canto y de la personificación, por la valentía de los agudos, por la sonoridad de las notas graves. La voz de Aldrich no tiene una exacta definición (para soprano le faltan notas altas, como mezzo, anchura y color), pero esa ambigüedad no le impide poseer un timbre agradable y uniforme que una artista exquisita como ella sabe manejar con tiento y disposición. Su Zelmira, tiene, aparte de musicalidad y estilo, una enorme humanidad. Pizzolato aprovecha su magnífica escena del acto II para levantar uno de los grandes aplausos de la velada y de los más merecidos. El Polidoro de Esposito, muy bien actuado, da la sensación de que no entra del todo en los parámetros del cantante como otros papeles que se le han escuchado en Pésaro. De cualquier manera, su voz noble de bajo-barítono suena atractiva y sonora. Mirco Palazzi y el resto del equipo cumplen con holgura, aunque Francisco Brito suene más convincente como Eacide que Savio Sperandio con Gran Sacerdote. Excelente dirección del otro Abbado, muy rossiniana como corresponde, bien concertada y aseada, encontrando en coro y orquesta (con la que tanto trabajó Riccardo Chailly) la respuesta esperada. La dirección de escena de Barberio Corsetti es el problema. Acerca la acción a nuestros días pero introduce detalles que evocan la Grecia clásica. En un ambiente sombrío (que bastantes problemas de captación visual le habrán causado a Tiziano Mancini), las proyecciones que al regista tanto le gustan, así como un original juego de espejos, procuran profundidad y simbolismo al relato y a veces, fugazmente, una cierta sugestión y belleza, pero en general se trata de un espectáculo feo, algo inconexo, desordenado y monótono, donde los solistas a menudo están dejados a su aire y responsabilidad. Como Bonus, los principales responsables del montaje, a los que se suma la imprescindible presencia de Zedda, hablan de su respectivo trabajo en un despejado reportaje de Davide Mancini. Fernando Fraga STRAUSS: 4 Lieder. Escena final del acto I de Arabella. Sinfonía alpina. RENÉE FLEMING, soprano. FILARMÓNICA DE VIENA. Director: CHRISTIAN THIELEMANN. Director de vídeo: MICHAEL BEYER. OPUS ARTE OA 1069 D (Ferysa). 2012. 84’. N PN No creo que ningún espectador que asistiera, a principios de octubre de 2000 en la Musikverein de Viena, al impresionante debut de Christian Thielemann al frente de la Wiener Philharmoniker con Eine Alpensinfonie de Richard Strauss en los atriles haya podido olvidar lo que allí vio y escuchó. El director berlinés venía entonces de triunfar en Bayreuth tras estrenarse al frente de Die Meistersinger von Nürnberg y cautivó al público de la capital austriaca con un sonido Strauss de una propulsión emocional y belleza tímbrica inigualables, pero también con una “interpretación intelectualmente construida combinada con libertad emocional, lo que tan sólo consiguen los más grandes directores” según publicó Die Presse al día siguiente del concierto. Deutsche Grammophon se apuntó en 2001 el tanto de lanzar en CD ese debut y ahora acaba de hacer lo mismo Opus Arte publicando en DVD el regreso del maestro berlinés a esta composición al frente de los filarmónicos vieneses en agosto de 2011 y dentro de los conciertos del Festival de Salzburgo en el Grosses Festspielhaus. Por si fuera poco, en la primera parte del concierto le acompaña una de sus cantantes fetiche, la soprano estadounidense Renée Fleming, que precisamente acaba de actuar junto a él en su concierto de nombramiento como responsable musical en Dresde; juntos brindan un ramillete de cuatro Lieder straussianos destinados a su esposa Pauline o realizan una deslumbrante interpretación de la escena final del primer acto de Arabella con Fleming totalmente imbuida vocal y teatralmente en el personaje homónimo y Thielemann destapando el tarro de la mejores esencias orquestales straussianas. Y es que la clave de su éxito con Strauss reside en esa capacidad que tiene para leer entre líneas sus partituras y revelar la desconcertante modernidad que esconden; ahí está su forma de presentar el inicio de Eine Alpensinfonie haciendo que flote en el aire ese cluster donde Strauss dispone en la cuerda todos los grados de la escala de si bemol menor y sobre el que los trombones y la tuba esbozan el tema de la montaña. Su comprensión de los colores orquestales del compositor bávaro unida a su pericia holística para ordenar todos los momentos climáticos de la partitura hacen de su interpretación una de las más interesantes del momento. Dejando a un lado que ahora su versión es un poquito más rápida, las principales diferencias entre el CD de DG y este nuevo DVD de Opus Arte residen en que ahora ofrece una visión mucho más compacta que destaca en el manejo de las transiciones. Esperemos que Thielemann, al igual que ha hecho en sus conversaciones con Joachim Kaiser sobre Beethoven en DVD o acaba de hacer sobre Wagner en el libro Mein Leben mit Wagner (C. H. Beck, 2012), algún día nos revele su atelier como gran straussiano que es. Destacar para terminar la extraordinaria realización de Michael Beyer con su habitual enfoque analítico que funciona a la perfección con la música y no resulta nunca excesiva o abrumadora. Pablo L. Rodríguez VERDI: Don Carlo. JAMES KING (Don Carlo), PILAR LORENGAR (Elisabetta), DIETRICH FISCHER-DIESKAU (Posa), PATRICIA JOHNSON (Eboli), JOSEF GREINDL (Filippo II), MARTTI TALVELA (Gran Inquisidor), IVAN SARDI (Carlos V). CORO Y ORQUESTA DE LA ÓPERA DE BERLÍN. Director musical: WOLFGANG SAWALLISCH. Director de escena y de vídeo: GUSTAV RUDOLF SELLNER. 2 DVD ARTHAUS 101 621 (Ferysa). 1965. 155’. N PN U na nueva entrega de los primeros años de la Deutsche Oper de Berlín. Nada menos que un Don Carlo, si bien en la versión reducida en cuatro actos; y cantada en alemán, lo que evidentemente hace perder interés a la representación. Es raro, pues en el Teatro berlinés se empleaba ya el italiano con normalidad. Ello no quiere decir que no hallemos cosas muy destacables en el orden vocal y, especialmente, orquestal. Hay, sin embargo, una cuestión que molesta singularmente: se trata de una toma realizada a posteriori de una representación; es decir, que el sonido 79 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 80 D V I SD C O S D VERDI-VARIOS 80 proviene, en efecto, de un día y la imagen —en blanco y negro, de relativa nitidez— de otro, lo que supone que los cantantes hacen play back. Se nota mucho. Y ello quita tensión, veracidad a lo que vemos y escuchamos. Dejando eso a un lado y haciendo abstracción del idioma, que trastoca no poco la interpretación, es preciso subrayar las calidades del foso. Aunque el sonido nos llega algo lejano, escasamente contrastado, podemos percibir la buena mano, ya firme y rigurosa, de un joven Sawallisch, que acierta a desentrañar con claridad y sentido del drama los vericuetos de la rica orquesta verdiana. Lo que facilita el trabajo de unas voces que no son en algunos casos las más adecuadas para sus partes. Podría predicarse esto de la de Dieskau, dadas sus características de emisión, lo descolorido y abierto de ciertos agudos, las propiedades de su timbre. Sucede, sin embargo, que, como ya sabemos, a la postre, el barítono era un muy bien fraseador de la música del compositor de Le Roncole. Decía, expresaba y resaltaba magníficamente, encontrando nuevos acentos, esa música. Su Posa es elegante, sufridor y noble. Sus dos romanzas de despedida son magistrales. Igualmente impropio es, en principio, Greindl. Pero a éste no le ayudan las virtudes que, en sentido contrario, poseía su colega. La voz áspera, nasal, algo ajada en parte, opaca e insuficiente en la zona aguda, del bajo alemán, aun siendo resonante y cavernosa, no nos da el mejor retrato de Filippo II. Escasez de legato y falta de vuelo. Aun cuando cante muy concentrada y doloridamente la gran aria del tercer acto. Le come las papas, valga la expresión, Talvela, de voz joven, fresca y rotunda, bien que aún por madurar (tenía 35 años); como su expresividad. Es un Gran Inquisidor demasiado tierno. No funciona tampoco la Eboli de Patricia Johnson, que es plana, algo gritona, bien que intensa. Se esfuerza en exceso. Lo hace mucho menos, y es un gusto escucharla, Pilar Lorengar, que canta musicalmente, con tino y finura, con frases bellamente delineadas. A su voz le falta, no obstante, algo más de amplitud, de anchura que le permita ofrecer una interpretación más rica del aria Tu che le vanità; aunque reconozcamos su agradable vibrato stretto y su inteligencia. King, que hace gala de su timbre varonil de líricospinto, de su fácil agudo, de su temple, pronuncia con poca claridad, canta monótonamente y no es creíble en un personaje que requiere un arte de mayores quilates. Es además un actor pésimo y, a veces, parece desganado. Puede que porque la dirección escénica —exceptuando al seguro Dieskau, que va más a su aire— no es muy matizada. La producción es más bien rutinaria, con decorados añejos aunque estilizados. No se puede hablar de cartón piedra pero sí de rigidez. Poca agilidad y bastante convencionalismo igualmente en la realización de vídeo. Arturo Reverter VERDI: Falstaff. AMBROGIO MAESTRI (Falstaff), BARBARA FRITTOLI (Alice), EVA LIEBAU (Nannetta), YVONNE NAEF (Quickly), JAVIER CAMARENA (Fenton), MASSIMO CAVALLETTI (FORD), JUDITH SCHMID (Meg). CORO Y ORQUESTA DE LA ÓPERA DE ZÚRICH. Director musical: DANIELE GATTI. Director de escena: SVEN-ERIC BECHTOLF. Director de vídeo: FELIX BREISACH. CMAJOR 71108 (Ferysa). 2011. 126’. N PN Aunque transita por todo el repertorio baritonal verdiano, Maestri se ha especializado en Falstaff. De hecho, ésta es su segunda interpretación grabada en imágenes (la anterior era desde Busetto con Muti en un montaje que reproducía uno de 1913). Un humor típicamente italiano, un sentido certero de la frase (básico para este personaje), unos medios importantes y una actuación paralelamente positiva a todo ello (incluido el físico) hacen de Maestri un Falstaff hoy de referencia, con permiso de Bryn Terfel ante el que pierde por categoría vocal pero gana por disposición natural. El montaje de Bechtolf, regista muy activo en Zúrich, refleja una época cualquiera menos la original, con unos decorados bastante asépticos que exponen someramente los espacios (muy bien iluminados) y con un vestuario caótico (ambos de sus habituales colaboradores, los Glittenberg), que sólo por parte femenina parece temporalizarse en los pasados años 40. Unos figurines que distinguen a los personajes más bufos (Falstaff y sus acólitos, Ford en su visita a la taberna) del resto, como una manera de facilitarles un perfil que, sin embargo, aparece claramente expuesto por una extraordinaria dirección de actores. Algunos hallazgos pue- den gustar más (el cuarteto femenino cerrando su primera intervención en forma de la estrella a la que se alude en el texto cantado) que otros (la fuga final todos sentados a la mesa), pero en general hay en la labor escénica imaginación y trabajo. Los personajes están muy bien distribuidos, en una labor vocal de casting realmente impecable. A la Alice espléndida de Frittoli, de carnosa presencia, únicamente se le podría reprochar que sus magníficos medios no aparezcan utilizados en toda su mejor exposición; vocalmente atractivo el Ford de Cavalletti, sabe ponerse a su altura en el dúo con Falstaff y sacarle buen jugo a su aria; Camarena cuida el detalle y sale airoso en su bellísimo soneto formando una buena pareja con Liebau, algo acídula en algunas notas pero con la voz y el canto apropiado para Nannetta; más mezzo que contralto, la Quickly de Naef le da una estupenda réplica al Panzone en el cuadro en que tiene su mayor protagonismo. Mientras Schmid consigue dar relieve inesperado a Meg, cuentan con todo a favor, voz y actuación, Patrizio Saudelli (Caius), Martin Zysset (Bardolfo) y Davide Fersini (Pistola) para sus respectivos encargos. Gatti apoya al solista, subraya la narración, extrae todo su explícito discurso de la detallada y rica orquestación, expone con nitidez los complicados conjuntos y tiene cierta tendencia a la lentitud (segundo cuadro del acto II, por poner un ejemplo) sin que ello entorpezca la ágil y dinámica lectura que precisa tan genial partitura. Modélica realización de Breisach. Fernando Fraga WAGNER: Lohengrin. KLAUS FLORIAN VOGT (Lohengrin), GEORG ZEPPENFELD (Heinrich der Vogler), ANNETTE DASCH (Elsa von Brabant), JUKKA RASILAINEN (Friedrich von Telramund), PETRA LANG (Ortrud), SAMUEL YOUN (Der Heerrufer des Königs). CORO Y ORQUESTA DEL FESTIVAL DE BAYREUTH. Director musical: ANDRIS NELSONS. Director de escena: HANS NEUENFELS. Escenografía: REINHARD VON DER THANNEN. Director del vídeo: MICHAEL BEYER. OPUS ARTE OA1071D (Ferysa). 2012. 235’. DDD. N PN El veterano régisseur Hans Neuenfels (1941) aterrizó en 2010 en el Festival de Bayreuth con el propósito de actualizar esa crítica a la esencia de lo alemán que Wagner introdujo en su ópera Lohengrin. Para ello trasla- da la acción a un mundo situado a medio camino entre la fábula y el laboratorio, que resulta visualmente muy atractivo gracias al trabajo de Reinhard von der Thannen, e introduce una cierta ironía al convertir al coro en una camada de ratas; este último aspecto ha permitido bautizar esta producción por la prensa alemana como “RattenLohengrin”. La idea central de Neuenfels de esta producción está clara, aunque quizá no tenga la misma brillantez de otras de Wagner o Verdi: la brutalidad de la sociedad medieval se asocia con el mundo de las ratas (el coro) que son controladas por algunos seres humanos (los protagonistas) y también por unos figurantes disfrazados de enfermeros que representan metafóricamente la función reguladora que tiene la religión en esa sociedad; llega Lohengrin como enviado divino y su labor determina que la humanidad evolucione y pierda sus facciones ratunas (identificadas con el mal; por esa razón Telramund muere transformado en rata) hasta llegar a una especie humana superior, representada al final de la ópera en Gottfried, que es ovípara y, por tanto, nace por sí misma. Para la filmación de esta producción se ha esperado a su primera reposición en 2011, lo que ha permitido algunas mejoras con respecto a su estreno y también alterar su reparto. La principal novedad en el mismo fue el cambio del Lohengrin intenso y viril de Jonas Kaufmann por el lirismo y candor de Klaus Florian Vogt; su versión del personaje es extraordinariamente atractiva a nivel escénico y muy destacada en lo vocal, aunque no alcance aquí el nivel de excelencia de su reciente grabación discográfica en vivo bajo la dirección de Marek Janowski (Pentatone). Annette Dasch es una Elsa convincente, aunque también algo displicente. Petra Lang resulta exuberante como Ortrud pero también inestable y Jukka Rasilainen tampoco compone un Telramund ideal. Mucho mejor aquí Georg Zeppenfeld y Samuel Youn como Heinrich y el Heraldo. De todas formas, lo mejor de esta filmación son el coro del Festival, cuya calidad mejora si cabe cada nueva edición, y la dirección musical energética, emotiva y trasparente del joven maestro letón Andris Nelsons. La realiza- 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 81 D V D VERDI-VARIOS ción de Michael Beyer exhibe un excelente abanico de planos que valorizan tanto la música como la puesta en escena; y digo esto último después de haber tenido la oportunidad de asistir en directo a la siguiente función de esta misma producción en el Festival de Bayreuth de 2011. Pablo L. Rodríguez RECITAL VARIOS CELEBRACIÓN DE MARTHA ARGERICH. Obras de Chaikovski y Prokofiev. REAL FILARMÓNICA DE LIVERPOOL. Director: CHARLES GROVES. SINFÓNICA DE LONDRES. Director: ANDRÉ PREVIN. IDÉALE AUDIENCE 3079858 (Diverdi). 1977. 62’. N PN C uando el Trío BeauxArts dio su último concierto en Leipzig, en agosto de 2009, creímos que perderíamos de los escenarios al que fue su pianista desde el principio, desde 1955. Al ver ahora en este recital parisino a Menahem Pressler con ochenta y siete años nos conmovemos y nos alegramos de que hoy día esté, según él mismo reconoce, “más ocupado que nunca”. Por supuesto, no vamos a decir al lector que estamos ante un pianista en plenitud y con los dedos infalibles. Al contrario, Pressler sale con partitura y suple sus limitaciones actuales poniendo en primer plano la sabiduría, la serenidad y la profundidad expresiva. Sabemos desde el principio que no vamos a escuchar a un virtuoso, sino a un músico de esos que aún sienten un gran respeto por las últimas sonatas de Beethoven y que creen que hace falta un largo proceso de maduración antes de afrontarlas. Así lo demuestra en la nº 31, en cuyo Adagio hace plena la sensación de abstracción lírica. La otra gran cumbre de este recital es la Sonata D. 960 de Schubert, tocada con humildad y sobriedad, pero también con una absoluta coherencia estilística. Las Estampes de Debussy, tres mazurcas y un nocturno de Chopin, obras más breves aunque no por ello pequeñas, redondean este retrato de una de las verdaderas (y no hay muchas) leyendas vivas de la música. E ste disco nos ofrece dos conciertos públicos celebrados entre los meses de febrero y mayo de 1977. Las realizaciones televisivas, procedentes de la BBC, son francamente buenas, tanto en calidad como, sobre todo, en lo tocante a la ubicación de cámaras y alternancia de planos. Es un hecho especialmente reseñable, pues nos permiten ver absolutamente todo lo que ocurre sobre el teclado, sobre el escenario y en el contenido no verbal de la comunicación entre solista, director y orquesta. Desde el punto de vista musical, el interés es tan alto como podía imaginarse, dado que se trata de la Argerich en sus mejores años, con aquella juvenil madurez que le permitió fraguar su mítica leyenda a finales de los setenta. El Concierto de Chaikovski está dicho de una vez, sin demoras, con esa virilidad afirmativa que la pianista argentina imponía a muchas de sus lecturas. En la tarea de acompañamiento, muy atinada y precisa la batuta de sir Charles Groves, notablemente superior a lo que podía dar de sí la Royal Liverpool Philharmonic. En el Tercero de Prokofiev, las cosas funcionan aún mejor, partiendo del hecho de que la orquesta es mucho más capaz. Previn demuestra querer sacar oro de cada rincón de la partitura — donde, por cierto, hay alguna que otra escaramuza respecto a la edición oficial. Argerich está imparable. Hoy hay ya muchos que tocan ese Concierto así, pero en aquella época la cosa no estaba al alcance de tantos. No obstante, independientemente del altísimo componente virtuosista que demuestra, lo que está fuera de duda es que se trata de una de las especialidades de la artista porteña y de las mejores interpretaciones de la pieza. Asier Vallejo Ugarte Juan García-Rico MENAHEM PRESSLER. Pianista. Recital en la Ciudad de la música de París. Obras de Beethoven, Chopin, Debussy y Schubert. Director de vídeo: PIERREMARTIN JUBAN. IDEALE AUDIENCE 3079668 (Diverdi). 2011. 88’. DDD. N PN 81 279-DISCOS 24/10/12 11:30 Página 82 ÍNDICE ÍNDICE DE DISCOS CRITICADOS 82 Albéniz: Obras para piano. Vol. 7. Baselga. BIS. . . . . 58 Bach: Cantatas BWV 201, 205, 213. García Alarcón. Ambronay. . . . . . . . . . . . 59 — Conciertos para clave BWV 1052, 1055, 1057-1058. Halls. Linn. . . . . . . . . . . 59 — Motetes. Gardiner. SDG.60 — Sonata 1. Partitas 1, 2. Faust. Harmonia Mundi. 58 — Sonatas para violín y clave. Bianchini/Bötticher. ZigZag. . . . . . . . . . . . . . . . . 59 Barce: Cuartetos. Leonor. Verso. . . . . . . . . . . . . . . 61 Bartók: Divertimento. Holliger. Claves. . . . . . . . . . . 52 Beethoven: Conciertos para piano. Barenboim. Decca.53 — Sinfonía 7. Tilson Thomas. SFS. . . . . . . . . . . . . . . . . 60 — Sinfonía 9. Roocroft, Ainsley, Davies/Mackerras. Signum. . . . . . . . . . . . . . . . 60 — Sinfonías. Thielemann. Sony. . . . . . . . . . . . . . . . 62 — Sonatas. Vol. 2. Guy. ZigZag. . . . . . . . . . . . . . . . . 59 — Triple Concierto. Wanderer/Conlon. Harmonia Mundi. . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Bellini: Pirata. Tézier, Giannattasio, Bros/Parry. Opera Rara. . . . . . . . . . . . . . . . 62 Berg: Lulu. Petibon, Baumgartner, Volle/Albrecht. Euroarts.. . . . . . . . . . . . . 51 Bernstein: Misa. Nagano. Harmonia Mundi. . . . . . 55 Boccherini: Cuartetos G. 259. Real Cámara. Glossa. . . . 63 Brahms: Cuartetos. Quinteto con clarinete. Neidich/Juilliard. Newton.. . . . . . . . 62 — Sinfonía 2. Varios. . . . . 48 Britten: Canciones. Gilchrist/Tilbrook. Linn. . 62 Bruckner: Sinfonía 4. Dohnányi. Signum. . . . . . . . . 63 — Sinfonía 8. Van Zweden. Challenge. . . . . . . . . . . . 64 Byrd: Great Service. Ravens. Chandos. . . . . . . . . . . . . 64 Celebración de Martha Argerich. Obras de Chai- kovski y Prokofiev. Idéale Audience. . . . . . . . . . . 81 Chaikovski: Sinfonía 6. Rostropovich. Helicon. . . . . 64 Charpentier: Enfermo imaginario. Christie. Harmonia Mundi. . . . . . . . . . . . . . . 55 Cherubini: Koukourgi. Soyarsian, Prohaska/Marschik. Arthaus. . . . . . . . . . . . . . 78 Chopin: Concierto 2. Buniatishvili/P. Järvi. Sony. . . . 64 Clement: Motetes. Nevel. Deutsche H. Mundi. . . . 65 Conciertos napolitanos para violonchelo. Obras de Leo, Fiorenza y otros. Sollima/ Florio. Glossa. . . . . . . . . 75 Debussy: Cuarteto. Talich. La Dolce Volta. . . . . . . . . . 65 — Sonata para flauta. Bernold. Harmonia Mundi. . 55 Donostia: Obras para voz y piano. Ortega/Okiñena. Warner. . . . . . . . . . . . . . 65 Dowland: Canciones. Deller/Spencer. Harmonia Mundi. . . . . . . . . . . . . . . 55 Dubois: Paradis perdu. Santon, Vidal, Buet/Jourdain. Aparté. . . . . . . . . . . . . . . 65 Earle Brown Contemporary Sound Series. Obras de Cage, Wolff y otros. Lanza. Wergo.. . . . . . . . . . . . . . 75 Esprit d’Arménie. Savall. Alia Vox. . . . . . . . . . . . . . . . . 77 Falla: Sombrero de tres picos. Arteta/Encinar. DG. . . . . 66 Festival de Schwetzingen. Varios. Hänssler. . . . . . . 56 Gens, Véronique. Soprano. Obras de Berlioz y Ravel. Ondine. . . . . . . . . . . . . . 74 Goossens: Sonatas para violín y piano. Gibbs/Fenyö. Naxos. . . . . . . . . . . . . . . 66 Haendel: Alceste. Crowe, Hulet/Curnyn. Chandos. 67 — Concerti grossi op. 6. López Banzo. Challenge. 66 Homenaje a Gustav Leonhardt. Obras de Byrd, Frescobaldi y otros. Alpha.. . 74 Janácek: Caso Makropulos. Denoke, Very, Hoare/Salo- nen. Cmajor. . . . . . . . . . 51 Kagel: Chorbuch. Kagel. Winter & Winter. . . . . . . . . . 67 Liszt: Lieder. Vol. 2. Kirchschlager/Drake. Hyperion. . 68 Locatelli: Sonatas en trío. Ruhadze. Brilliant. . . . . . 68 Lutoslawski: Música fúnebre. Russell Davies. ECM. . . . 52 Mendelssohn: Sueño de una noche de verano. Herreweghe. Harmonia Mundi. . . 55 Mercadante: Don Chisciotte alle nozze di Gamaccio. Guagliardo, Colaianni/ Fogliani. Naxos. . . . . . . . 68 Mompou: Música callada. Perianes. Harmonia Mundi.. . . . 55 Mozart: Conciertos para piano 20, 27. Pires/Abbado. DG. . . . . . . . . . . . . . . . . 69 — Finta giardiniera. Karthäuser, Ovenden, Penda/Jacobs. Harmonia Mundi. . . . . . 50 — Sonatas para piano. Staier. Harmonia Mundi. . . . . . 55 Música barroca judía. Obras de Casseres, Lidarti y otros. Ensemble Salomone Rossi. Concerto. . . . . . . . . . . . . 76 New Venetian Coronation, 1595. McCreesh. Signum.76 Penderecki: Fonogrammi. Wit. Naxos. . . . . . . . . . . 68 Pergolesi: Selecciones de óperas. Barcellona/Di Lisa. Deutsche H. Mundi. . . . 69 Perényi, Miklós. Violonchelista. Obras de Bach, Britten y Ligeti. ECM. . . . . . . . . . . 74 Philidor: Sancho Pança. Perry Calleo/Brown. Naxos. . . 69 Piazzolla: Tangos. Daroux/Márquez. Harmonia Mundi. . . . . . . . . . . . . . . 55 Poulenc: Voz humana. Lott/Jordan. Harmonia Mundi. . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 Pressler, Menahem. Pianista. Obras de Beethoven, Chopin y otros. Ideale Audience.. 81 Puccini: Trittico. Gallo, Westbroek, Antonenko/Pappano. Opus Arte. . . . . . . . . . . . 78 Purcell: Harmonia sacra. Rousset. Aparté. . . . . . . . 70 Rachmaninov: Danzas. Gergiev. LSO. . . . . . . . . . . . 70 Rameau: Sinfonías. Hantaï/Sempé. Mirare. . . 70 Ravel: Cuarteto. Casals. Harmonia Mundi. . . . . . . . . 55 — Gaspard de la nuit. Vinnitskaia. Naïve. . . . . . . . 70 Rihm: Fantasie. Sustek. Wergo. . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 — Über die Linie II. Widmann/ Cambreling. Hänssler. . . . 71 Rimski-Korsakov: Sheherazade. Chalabala. Supraphon. . . . . . . . . . . . 72 Rossini: Scala di seta. Peretiatko, Zapata, Lepore/Michieletto. Opus Arte. . . . . . . 78 — Zelmira. Aldrich, Flórez, Kunde/Abbado. Decca. . 79 Schubert: Lieder. Varios. EMI. . . . . . . . . . . . . . . . 55 — Sinfonía 5. Gaigg. Deutsche H. Mundi. . . . . . . . . 71 Schütz: Salmos. Junghänel. Harmonia Mundi. . . . . . 55 Shostakovich: Antología. Varios. Brilliant. . . . . . . . 54 Strauss: Sinfonía alpina. Thielemann. Opus Arte. . . . . 79 Telemann: Flavius Bertaridus. Beaumont, Bernsteiner, Solvang/De Marchi. Deutsche H. Mundi. . . . . . . . . . . . 72 Verdi: Don Carlo. King Lorengar, Fischer-Dieskau/Sawallisch. Arthaus. . . . . . . . . 79 — Falstaff. Maestri, Frittoli, Liebau/Gatti. Cmajor.. . . 80 Victoria: Officium defunctorum. Herreweghe. Phi. . . 73 Vivaldi: Concerti. Collegium pro Musica. Brilliant. . . . 72 Voz del olvido. Música española de tradición oral. Vox Suavis. Aparté. . . . . . . . . 76 Wagner: Lohengrin. Vogt, Zeppenfeld, Dasch/Nelsons. Opus Arte. . . . . . . . . . . . 80 — Parsifal. Elsner, DeYoung, Nikitin/Janowski. Pentatone.73 Weinberg: Sinfonía 20. Svedlund. Chandos. . . . . . . 73 Wiklund: Conciertos para piano 1, 2. Sturfält/Manze. Hyperion. . . . . . . . . . . . 74 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 83 D O S I E R EL VIRTUOSISMO D esde el barroco hasta nuestros días, con parada principal en el repertorio del siglo XIX, el virtuosismo forma parte principal de la tipología de los intérpretes de la música clásica. Con el pretexto del segundo centenario del nacimiento de uno de esos grandes virtuosos, el pianista Sigismund Thalberg (1812-1871), que ejemplifica a la perfección esas cualidades que causaban la atracción y el asombro de los públicos ante unas facultades que se decían sobrehumanas, las páginas que siguen pasan revista a un fenómeno tan discutido como omnipresente en el desarrollo de la historia de la creación y la interpretación musicales. 83 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 84 D O S I E R EL VIRTUOSISMO ESCUELAS PIANÍSTICAS: TÉCNICAS Y PROTAGONISTAS Q ué sería de la música y, en particular, de la historia de su interpretación, sin los docentes, sin las personas capaces de transmitir sus saberes, de legarlos y depositarlos en seguidores y herederos… Las filiaciones son a veces la clave de las influencias, de las técnicas y los estilos. El a veces complejo entramado propulsa desde cero los factores que hacen que unos artistas sean de una manera y no de otra; que tiendan a una interpretación exhibicionista o más interiorizada. En páginas vecinas se habla abundantemente de las circunstancias que concurren a la hora de crear virtuosos del más diverso signo. Aquí nos vamos a dedicar a trazar unas cuantas nociones conectadas con las escuelas y los movimientos pianísticos, sus técnicas y sus nombres. El problema del instrumento 84 Hay que retrotraerse a los albores del piano moderno, a la época en la que el clave empezaba a ser sustituido por el fortepiano y en la que aparecían los primeros pianos propiamente dichos. Es la época en la que se establece una espectacular diatriba, una rivalidad, a la postre beneficiosa para el arte de la interpretación, entre Mozart y Clementi, pianistas tan distintos, más lírico y efusivo el primero, más virtuoso en sentido estricto el segundo. Para la historia queda el encuentro que ambos tuvieron el 24 de diciembre de 1781 en Viena. Mantuvieron un virtuoso pugilato, cada uno con su teclado, delante del emperador. Con sus respectivas obras como base de actuaciones. Eran representantes, si se quiere involuntarios, de dos escuelas definidas por los instrumentos de teclado, pianos primitivos, en los que se desenvolvían: el vienés y el italiano. Aquél era luminoso, pero de sonido más débil y no necesitaba de una significativa presión en el ataque a la nota. El sonido del teclado británico resultaba menos dulce, pero era más brillante y corpóreo y capaz de efectos de un virtuosismo más granado. Las diferencias entre ambos instrumentos fueron resaltadas por numerosos estudiosos, músicos y compositores, Hummel o Kalkbrenner entre otros. Un texto de este último, recogido por Schonberg, exponía: “Los instrumentos de Viena y Londres han producido dos escuelas. Los pianistas vieneses son particularmente conocidos por su precisión, la claridad y la rapidez de ejecución. Los instrumentos fabricados en esa ciudad son extremadamente fáciles de manejar… El uso de los pedales en ellos es casi desconocido. Los pianos ingleses poseen un sonido más lleno y una mayor potencia. Los intérpretes de esa tierra se distinguen por un estilo de mayor amplitud y una especial manera de cantar, por lo que necesitan un buen pedal a fin de disimular la inherente sequedad del instrumento. Dussek, Field y Cramer, los representantes de esta escuela fundada por Clementi, usan el pedal cuando las armonías no cambian”. Claro que en el ámbito centroeuropeo se establecían diferencias entre unas regiones y otras, porque no solamente se fabricaban pianos en Viena. Berlín, Múnich o Stuttgart eran ciudades muy importantes a este respecto, aun cuando, como señalaba Marmontel, los instrumentos provenientes de estas plazas poseyeran una sonoridad pesada y borrosa. No tenían la ligereza necesaria y el hundimiento de las teclas era excesivo. Y, sobre todo, no contaban con la amplitud, el encanto, la distinción, la voz expresiva y coloreada adecuada. KARL FILTSCH Nacía por estas fechas lo que muchos, en ese tránsito del clave y pianoforte al piano, han llamado una “filosofía del sonido”, lo que equivale a establecer los fundamentos técnicos —ataques, apoyo a la nota, extensión del brazo, juego del hombro, posición ante el teclado, etc.— necesarios para alcanzar la expresión y el matiz idóneos. Y para, desde ahí, encontrar los caminos del legato y del rubato, conceptos que, por supuesto, ya aparecían en Bach. Aunque posteriormente, sobre todo a través de las concepciones románticas, fueran ampliados y empleados indebida y exageradamente. Bien que, naturalmente, todo partiera de la conveniencia de que el intérprete tuviera la mayor de las libertades, de la que gozaba ya considerando lo abierto de las partituras y que, curiosamente, se ampliaba a medida que los compositores consignaban recomendaciones y anotaciones cada vez más concretas. Beethoven, otro gran panista, genial y rupturista, supo aunar ambas tendencias para construir un universo propio en el que, por supuesto, el virtuosismo tenía su lugar. Nadie igualaba al gran sordo en la reproducción de rápidas escalas, dobles trinos y otros efectos, como reconocía uno de sus principales discípulos, Carl Czerny (1791-1857), quien supo recibir, administrar y legar sus amplios conocimientos a una auténtica legión de instrumentistas que siguieron sus teorías centradas en lo que podríamos denominar “empirismo práctico”, expresión que tiene algo de redundante. Merecen mencionarse entre ellos los nombres de Theodor Döhler (1814-1856), Anne-Caroline Belleville-Oury (18081880), Alfred Jaëll (1832-1882), Theodor Kullak (1818-1882), Ferenc Liszt (1811-1886) y Theodor (nombre que se repite, como se puede apreciar) Leschetizky (1830-1915). Los dos últimos fueron sin duda los más grandes pedagogos del romanticismo, aun cuando llevaran caminos muy distintos. El primero desarrolló como se sabe una esplendorosa carrera como instrumentista y no fue en puridad un maestro con una sistemática organizada. El segundo mantuvo enhiesto el 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 85 D O S I E R EL VIRTUOSISMO pabellón didáctico de su maestro y le dio una inmensa continuidad, ampliando sus métodos en beneficio de una pléyade de artistas, mantenedores de su estela. Liszt y seguidores El gran artista húngaro dominaba todos los resortes del instrumento, era un virtuoso excepcional, único, como lo corroboran estas palabras de Gautier: “Es la suya una rapidez inaudita, una agilidad que deslumbra y pasma; la mirada no puede seguir a la mano, que desaparece en su propia rapidez como una libélula en su vuelo” (de un artículo de 22 de abril de 1844 en La Presse). No hay duda de que el Liszt virtuoso, el dionisíaco, tuvo muchos y valiosos herederos, que bebieron algo desordenadamente de su mano y que se inscribían en THEODOR LESCHETIZKY una inconsútil línea que podríamos tender desde Chopin, que fue uno de los mayores revolucionarios del teclado, el que realmente inaugura la época moderna del robusto, menos “estrangulado y mezquino”; para lo cual era instrumento. preciso un distinto empleo de la muñeca, que había de parEl niño prodigio Karl Filtsch (1830-1845) y Paul Gunstir de “un impulso realizado con vigor y soltura”. Y en ello berg (se desconocen sus coordenadas cronológicas) fueron intervenían los ejercicios de escalas heredados de Czerny, dos de los discípulos más talentosos y brillantes del polaco, que en realidad tenían su origen en antiguas prácticas fortemás importantes que la serie de damas de la aristocracia pianísticas. Y que, curiosamente, condujeron a un más que quisieron estudiar con él, cuyos métodos de trabajo amplio uso del brazo en toda su extensión. Con lo que a la eran poco o nada sistemáticos. Aun así, aparte los dos menpostre se conseguía el ideal, y así lo resalta Chiantore, que cionados, cabe incluir en esta selección a Georges Mathias es el equilibrio entre las dos fuerzas que gobiernan la (1826-1910), fundador de una de las ramas de la escuela acción pianística: la gravedad y la energía cinética que francesa, y a Carl Mikuli (1821-1897), ambos importantes gobierna el aparato muscular. profesores en París y Lemberg respectivamente. El segundo Es conveniente recoger aquí, siguiendo la exposición se hizo famoso por las ediciones de la música de su maesdel citado musicólogo italiano, cuáles eran para Liszt los tro. En cierta medida, se puede acoger en este apartado a cuatro fundamentales problemas técnicos a resolver: octaLiszt, que no fue seguidor directo, pero que aprendió vas (simples y partidas), trémolos (en notas simples y mucho de las técnicas del autor de los Nocturnos, a quien dobles, incluyendo los trinos y hasta las notas repetidas), escuchó por primera vez, en París, en 1832, un años desnotas dobles (cuidadosamente diferenciadas de las octavas) pués de que quedara deslumbrado por el virtuosismo diay notas simples. Se alejaba este planteamiento del que Chobólico de Paganini. pin, menos práctico, había diseñado en su día. ¿Qué aprendió Liszt de Chopin? La manera de dotar de La mano bienhechora de Liszt se extendió a lo largo de poesía, de cantabilità —muy italiana— a su música pianístoda la segunda mitad del siglo XIX. Todos los jóvenes piatica; el variado colorido, el claroscuro, la delicadeza en la nistas querían asemejarse a él, copiaban sus modos, maneregulación y en el fraseo, el dominio del discreto adorno. ras y manierismos, exagerando en ocasiones los gestos, Rasgos que supo combinar con los efectos de bravura, los acentuando indebidamente las dinámicas o los ritmos. Y en monumentales saltos de octava, los ejercicios en la cuerda sus clases de Weimar, que daba gratis, podía entrar cualfloja que heredaba del violinista italiano y que concedían al quiera. Claro que había excepciones y de esa pléyade de intérprete la importancia de un demiurgo. Y Liszt supo seguidores surgieron auténticos talentos como Hans von aprehender las enseñanzas que flotaban en la propia músiBülow (1830-1894) o Carl Tausig (1841-1871). Este último, ca escrita y que traspasó a sus seguidores, aquellos que quiun verdadero fenómeno, llegó incluso a viajar con su maessieron recibir su sabiduría en el oficio de tocar el piano. Las tro, pegado a él como una lapa. características primordiales de su arte ejecutor, algunas de Pero veamos otros nombres relevantes que, dentro de ellas tan bien descritas por Charles Hallé —“la claridad de esta escuela, fueron recipiendarios de los saberes lisztianos y cristal que nunca le abandonaba, incluso en los más comsupieron a su vez, en su mayoría, trasladarlos a los más jóveplicados e imposibles pasajes”— fueron vertidas sobre mulnes. Nos atenemos a las líneas marcadas por Alain Pâris. En titud de teclistas de la época. primer lugar, Heinrich Barth (1847-1922), que fue uno de los Liszt se había apartado ya voluntariamente de técnicas padres artísticos de una luminaria como el polaco Artur que consideraba periclitadas y que hacían que Beethoven, Rubinstein (1886-1982), uno de los más imaginativos recreapor ejemplo, encorvara los dedos en su ataque a la tecla. El dores no de Liszt, sino de Chopin. Y en España somos en húngaro, ya desde sus 20 años, edad en la que, sorprendenmuchos casos testigos de su genio. Fue el dedicatario, recortemente, comenzó a enseñar, prefería una posición más démoslo, de la Fantasía bætica de Falla. Otro discípulo moderna, buscando una mayor superficie de contacto, lo notable del autor de la Sinfonía Fausto fue Martin Krause que provocaba la producción de un sonido mucho más (1853-1918), soberbio pianista y gran pedagogo. De sus 85 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 86 D O S I E R EL VIRTUOSISMO manos salieron dos artistas de inmensa talla. Claudio Arrau y Edwin Fischer. El chileno (1903-1991) siempre mantuvo una característica donosura y limpieza de expresión —no siempre de ejecución—, una transparencia y equilibrio insólitos y muy personales. Es curioso cómo era capaz de meternos de lleno en el conflicto emocional de una partitura, empujarnos hacia su meollo expresivo, sin alterar un discurso muy centrado, sin aplicar excesivos cambios de tempo, aceleraciones, acentos melodramáticos. El teclado apolíneo resplandecía radiante sin accidentes, sin caídas de tensión, y nos llevaba a la emoción más sentida. El segundo, ARTUR SCHNABEL oriundo de Suiza (1886-1960), quizá menos dotado, fue uno de los modernos apóstoles de Bach. Su estilo profundo y reflexivo tuvo continuadores en intérpretes tan señalados como Alfred Brendel (1931), Paul BaduraSkoda (1927), Jörg Demus (1928), Reine Gianoli (19191979) y un joven Daniel Barenboim (1942), de pianismo muy personal y múltiples talentos, una de las grandes figuras de la actual dirección de orquesta. Anotemos otros dos nombres: Alexander Siloti (18631945), cuya estela siguieron, entre otros, Sergei Rachmaninov (1873-1943), Alexander Goldenweisser (1875-1961), maestro de Tatiana Nikolaieva, una de las mejores servidoras de Bach y Shostakovich, y Konstantin Igoumnov (18731948), pertenecientes asimismo, por otro lado, a la escuela soviética, y Emil von Sauer (1862-1942), un virtuoso de excepción, que apadrinó a Elly Ney (1882-1968), cuyo arte, definido como masculino, se basaba en la eliminación de todo asomo de falso virtuosismo de la interpretación. También influyó Sauer en Stefan Askenase (1896-1985). En la senda lisztiana, de impronta evidentemente romántica, tenemos igualmente al español Isaac Albéniz (1860-1909), que, como compositor, revolucionó la escritura del instrumento, y al portugués José Viana da Motta (18681948), que estudió después con Von Bülow y que se especializó en Bach y Beethoven. Fue editor de la obra de su primer maestro. Fundamental es la personalidad de Eugen D’Albert (1864-1932), compositor de la conocida ópera Tierra baja, pero, sobre todo, magnífico pianista. De él saldrían alumnos como Wilhelm Backhaus (1884-1969), sin continuadores relevantes, y, particularmente, Ernst von Dohnányi (1877-1960), pues de sus aulas proviene una auténtica legión de pianistas húngaros: Géza Anda (1921-1976), Annie Fischer (1914-1995), György Cziffra (1921-1994) y Lajos Hernadi (1906-1986). Tamás Vásáry (1933), más joven y ahora sobre todo director, es alumno de este último, que había trabajado asimismo con Artur Schnabel (1882-1951) en Berlín. La senda de Leschetizky 86 Schnabel. Un nombre fundamental en la historia del piano moderno y que se engarza en una de las ramas de otra de las principales escuelas en el estudio del instrumento: la presidida por el antes mencionado Theodor Leschetizky, en cierto modo contrincante de Liszt en lo que respecta a métodos pedagógicos y a importancia de los herederos, muchos de ellos enormes artistas. Este maestro, natural de la ciudad polaca de Lankut, estudió con su padre y, ya en Viena, con Czerny, según hemos consignado. Su labor como maestro empezó pronto, con tanto éxito que fue reclamado a San Petersburgo en 1852. Allí intimó con Anton Rubinstein (1830-1894), uno de los pianistas más importantes de la escuela rusa, hermano de Nikolai y maestro de, entre otros, Josef Lhevinne (1874-1944) y Felix Blumenfeld (18631931), este último maestro a su vez de Vladimir Horowitz (1903-1989). En el Conservatorio Imperial, Leschetizky realizó un magnífico trabajo pedagógico. Aunque no sería hasta 1878, año en el que regresó a Viena, cuando su aureola cobraría auténtico brillo. Por su academia desfilaron durante ese tiempo algunos de los que serían los divos el teclado de la época. Para este maestro —que también componía y dirigía— lo más importante no era la técnica, sino la restitución de todos los detalles de la partitura. Era un práctico. La demostración inmediata era mejor que los grandes análisis, lo mismo que era esencial la adaptación a cada alumno de los métodos teóricos. Nadie ni antes ni después logró reunir un plantel de discípulos tan impresionante; quizá sólo Liszt se le puede equiparar. Y eso se debe a la eficacia de un método de enseñanza sobre que el que no dejó nada escrito, pero de cuya naturaleza nos pueden informar estas líneas: “Soy un doctor a quien los alumnos acuden como pacientes para curar sus enfermedades musicales, y el remedio debe variar en cada caso. La única parte de mi enseñanza que puede definirse como un ‘método’ es el modo en que enseño a mis alumnos a comprender una pieza musical. Ese es invariablemente el mismo para todos, ya sean artistas o niños pequeños”. Schnabel describía así el contacto con su maestro: “No sería capaz de definir, de valorar y de apreciar lo que he aprendido de Leschetizky. Él conseguía desatar toda la vitalidad, la energía y el sentido de la belleza que el estudiante tenía encerrados en su propia naturaleza, sin tolerar ninguna desviación ni violación de la que él consideraba la verdad de la expresión”. Chiantore nos explica a grandes rasgos la técnica preferida de Leschetizky, muy apoyada en la actividad muscular, con una posición baja de la muñeca y el codo por encima de las teclas. Era el brazo el que se encargaba de compensar la fuerza desigual de los cinco dedos. Lo más moderno de esta técnica eran los movimientos laterales de la muñeca orientados a favorecer los grandes intervalos. Curiosa la posición del dedo meñique, que Leschetizky aconsejaba extender para timbrar la nota superior de un acorde y obtener una sonoridad cantable. Postulados que en cierto modo conectaban con algunos de los que fundamentaban las técnicas del inglés Tobias Matthay (1858-1945), autor de un libro importante, The Art of Touch, en el que, entre otras cosas, describía 42 tipos distintos de ataque. Hemos citado repetidamente a Artur Schnabel (18821951), a quien Harold C. Schonberg definía como “el hombre que había inventado a Beethoven”, por su dedicación a la obra del gran sordo, de la que hizo espléndidas ediciones. Un músico cabal, reflexivo y profundo, ajeno a cualquier tipo de virtuosismo exterior. Como anécdota curiosa digamos que participó en el estreno mundial del Pierrot lunaire de Arnold Schoenberg en 1912. Entre sus alumnos encontramos relevantes figuras del pianismo del siglo XX: Carlo Zecchi (19031984), Lili Kraus (1905-1986), Clifford Curzon (1907-1982), Rudolf Firkusny (1912-1994), Leon Fleischer (1928) y, un poco de refilón, Alexis Weissenberg (1929-2012). 279-dosier 23/10/12 18:24 Página 87 D O S I E R EL VIRTUOSISMO Bajo las enseñanzas de Lezchetizky prosperaron, además de Schnabel, instrumentistas de enorme dimensión, como Ignaz Paderewski (1860-1941), todo un espectáculo, que amamantó artísticamente a Hans Bauer (1873-1951) y, en parte, a Artur Rubinstein, mencionado más arriba en la escuela lisztiana; Ossip Gabrilovich (1878-1936) y Vasili Safonov (1852-1918), que encauzó en parte al antes citado Lhevinne —hijo espiritual también de Anton Rubinstein—, quien, en la Juilliard School de Nueva York tuvo ocasión de enseñar a Byron Janis (1928), a aquella estrella de breve paso llamada Van Cliburn (1934) y al ALFRED CORTOT más tarde director del Met James Levine (1943). La mencionada Elly Ney se encuadra asimismo en este reducto, al menos en parte, lo mismo que Ignaz Frieman (1882-1948), Paul Wittgenstein (1887-1961), hermano del filósofo y creador del Concierto para la mano izquierda de Ravel, Benno Moiseiwitsch (1890-1963), centelleante y caprichoso, o Alexander Brailowski (1896-1976), un pianista de manos gigantescas, recreador de un Chopin de nuevo cuño. O, para finalizar, el centenario Mieczyslaw Horszowski (1892-1993), uno de cuyos discípulos fue el fino estilista Murray Perahia (1947). Mirada al Este y al Oeste A lo largo de las páginas precedentes hemos visto que en ocasiones las escuelas actúan como vasos comunicantes. Hay pianistas que derivan a medias de dos tendencias distintas aunque complementarias, y así ha quedado dicho. Si dirigimos ahora nuestra mirada a lo que podía considerarse escuela rusa —“soviética” la bautiza Pâris—, comprobamos que algunos de sus nombres tienen contactos históricos con miembros de otra procedencia. Por ejemplo Siloti, una especie de hijo putativo del cruce de Liszt con Nikolai Rubinstein, padre a su vez de Igoumnov y Goldenweisser. Del primero nacieron dos ramas: la de Jacob Flier (19121977), con consecuentes llamados Bella Davidovich (1928), Viktoria Postnikova (1944), esposa del director Gennadi Rozhdestvenski, Mark Zeltser (1947) y Mikhail Rudi (1953), y la de Lev Oborin (1907-1977), tantas veces acompañante del violinista David Oistrakh y maestro de Vladimir Ashkenazi (1937), hoy más en funciones directoriales. De Blumenfeld parten dos muy singulares artistas, Horowitz, que ya se ha citado, uno de los más grandes virtuosos del siglo XX, y Heinrich Neuhaus (1888-1964). De las aulas de éste en el Conservatorio de Moscú proceden nada menos que el sólido Emil Gilels (1916-1985), alumno en su juventud de Bertha Reingbald, y Sviatoslav Richter (19151997), más genial y visionario aunque menos regular. El propio Neuhaus se asombraba de las increíbles octavas de Gilels en la Rapsodia española de Liszt. Hemos de decir algunas palabras, ya en el recta final de esta sucinta aproximación a las escuelas pianísticas, sobre la francesa moderna, inaugurada por Antoine-François Marmontel (1816-1898) a mediados del XIX. De ella provendrían, pasados los años, y a través de Louis Diémer (18431919), Alfred Cortot (1877-1962), directo consejero de Ivonne Lefebure (1898-1986), exquisita mozartiana, y de Karl Engel, uno de los profesores de la portuguesa Maria João Pires (1944) (aunque para ella esa relación no fuera precisamente positiva). Pero en la estela de Cortot se sitúan asimismo otros muy relevantes pianistas: Vlado Perlemuter (1904-2002), dos meteoros como Dinu Lipatti (1917-1950) y Samson François (1924-1970) o Dino Ciani (1941-1974). En línea directa con Marmontel, discípula de Lazare-Lévy (18821964), colocamos a una pianista en algunas cosas emparentada con Pires, la rumana Clara Haskil (1895-1960), en cuyo circulo se movían Monique Haas (1909-1987) e Ivonne Loriod (1924-2010), esposa de Messiaen. Alumna de Marmontel fue también Marguerite Long (1874-1966), que infundió su arte a ilustres pianistas como Philippe Entremont (1934), Gabriel Tacchino (1934) y Bruno Leonardo Gelber (1941) y Nicole Henriott-Schweitzer (1923-2001) una artista que nos deleitó más de una vez, junto a Charles Munch, con luminosas recreaciones de conciertos de Saint-Saëns o el en sol mayor de Ravel. Entre las pianistas más importantes de nuestros días hay que colocar, al lado de Pires, a la argentina Martha Argerich (1941), que viene de otro lado, de una rama conectada con Raoul Pugno (1852-1914), heredero de Matthias, de la que emanó el ruso Nikita Magaloff (19121992), uno de sus maestros. Remataremos estas notas con nombres femeninos. La portuguesa y la argentina citadas un poco más arriba son hoy probablemente las dos pianistas maduras más relevantes. Ellas rememoran los méritos de sus antecesoras y de las grandes bachianas —Wanda Landowska (1879-1959) o Rosalyn Tureck (1914-2003) o de aquella falange de artistas residentes en Inglaterra como Harriet Cohen (1895-1967), Myra Hess (1890-1965), Moura Limpany (1816-2005) y la olvidada pero no por ello menos importante Eileen Joyce (1908-1991), originaria de Tasmania. Arturo Reverter BIBLIOGRAFÍA Luca Chiantore, Historia de la técnica pianística. Madrid, Alianza Editorial. 2001. Alfred Cortot, La Musique Française de piano. París, Quadrige. Presses Universitaires de France, 1981. Howard Ferguson, La interpretación de los instrumentos de teclado. Madrid, Alianza Editorial, 2003. Louis Kentner, Piano. Guías Yehudi Menuhin. Londres, Kahn & Averill. 1991. Antoine-François Marmontel, Histoire du Piano et de ses Origines. París, Heugel et Fils. 1885. Jürgen Meyer-Josten, Conversations. París, Editions van de Velde, 1989. Alain Pâris, Dictionnaire des Interprètes et de la Interprétation Musical. París, Bouquins. 1985. Piero Rattalino, Pianisti e Fortisti. Florencia, Giunti, Riccordi. 1999. Charles Rosen, El piano, notas y vivencias. Madrid, Alianza Editorial. 2005. Harold C. Schonberg, The Great Pianists. Nueva York, Simon & Schuster, 1987. 87 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 88 D O S I E R EL VIRTUOSISMO VIRTUOSOS 88 ot ec a Na zio na le Ma rcia na, Ven ec ia A menudo se ha considerado la figura del virtuoso como una originalidad romántica. El individualismo, el ensueño, la rebelión y tantos otros ingredientes literarios propios de la doctrina del romanticismo, han contribuido a levantar un retrato de artista que cobra un atractivo singular con las figuras de Liszt y Paganini, por lo demás tan dispares. Pero la admiración por el solista viajero que ejecuta con destreza su propio repertorio y transcribe el ajeno adecuándolo a sus personales características, es tan vieja como nuestra civilización. En Platón ya encontramos testimonios de poetas que se ganaban la vida acompañando sus cantos con la lira. Hacia el final del libro III de Las Leyes, se queja el filósofo de los cambios introducidos por estos artistas ambulantes, que mezclaban los himnos con los peanes o con los ditirambos, y de aquellos que imitaban con la cítara melodías propias de la flauta. Si bien les reconoce talento musical, los considera transgresores de la justicia y las normas de la Musa, y desde luego, se muestra absolutamente contrario a considerar el principio del placer como único criterio para juzgar el valor de la música. Sin embargo, no tenemos necesidad de alejarnos tanto en el tiempo para buscar antecedentes del virtuoso. La información que poseemos sobre los divos de la interpretación durante los siglos XVII y XVIII es abundantísima, tanto en el campo instrumental como en la ópera, donde algunas tradiciones como la de los castrati iluminan la historia del culto al divo con especiales destellos de magia y misterio. En todo caso, y antes de que los Viotti, Spohr, Czerny o Hummel pilotaran el tránsito hacia la figura del virtuoso romántico, Italia ya había aplaudido a Corelli y Tartini, del mismo modo que Alemania había hecho lo propio con Buxtehude, Pachelbel o Bach, e Inglaterra con Haendel. Así pues, ni el culto a la personalidad del músico, ni su condición bifronte de intérprete y compositor, ni la preocupación obsesiva por ampliar los horizontes técnicos del instrumento son originalidades románticas en sentido estricto. Ami Flammer y Gilles Tordjman sostienen en su magnífico libro Le violon, que ya no es posible defender la idea de que Paganini fue un romántico como Chopin o como Schumann, sino más bien una caricatura, una hipérbole del barroco. Sea como fuere, no se puede negar que el genovés señala un punto de inflexión en la evolución y la significación social y musical del virtuoso. El interés del público por su música era parejo a la curiosidad que suscitaba su persona. Querían escuchar su música, sí, pero también buscaban asombrarse ante el “más difícil todavía”, y sobre todo querían verlo a él, dejarse hechizar —al igual que ocurre hoy con el pop y el rock— por los malabarismos, por la leyenda e incluso por el e Música d Paol e se ron o Ve 56 15 , 57 i bl Bi aspecto de su héroe. Porque esa clientela prefiguraba una modernidad incipiente al demandar no sólo música, sino también espectáculo, y al anunciar un escenario futuro en el que la música ya no podría esconder su condición de producto entregado a las leyes del mercado. Paganini cobraba sumas astronómicas por sus conciertos. Spohr, que en sus visitas a Londres ganaba tanto dinero con las clases particulares como con las actuaciones, manifestaba que la mayoría de sus alumnos le pagaban sólo para poder decir que habían estudiado con él. Antes de que transcurriera un siglo, un acaudalado comerciante de vinos le propondría a Joachim representar sus marcas por Europa, tratando así de aprovechar sus viajes y sus contactos. ¿Qué había ocurrido para que cambiara de tal modo el papel y el significado social del músico? Los paradigmas estéticos y los paisajes culturales cambian con los acontecimientos históricos. La Revolución Francesa había inaugurado la ruptura con el orden restringido y tutelar del antiguo régimen dando acceso a un orden nuevo y universal. A partir de Beethoven, los compositores descubren en el nuevo orden un ideal con el que se identifican. Su música aspira —a veces, explícitamente— a un significado espiritual o filosófico, y con ello se compromete en una sintaxis compleja donde las formas clásicas ya no encuentran acogida. Roland de Candé detectó con singular lucidez un paréntesis de libertad nunca antes conocido. Después de Napoleón, los artistas dejan de depender de los príncipes y los obispos, y todavía no dependen de la industria ni del comercio. Los cánones clásicos palidecen, la imposición estética de la aristocracia o el clero, se 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 89 D O S I E R EL VIRTUOSISMO disuelve. Jamás el artista ha estado tan libre de servidumbres, nunca ha experimentado unas condiciones objetivas tan apropiadas para dar rienda suelta a la afirmación de su mundo interior. El individualismo romántico nace, por tanto, no como doctrina, sino como consecuencia de la liberación que experimenta la creación artística, al poder evadirse de sus determinaciones sociales. Ya no se crea para un auditorio minoritario y homogéneo, sino para el gran público, para un magma de desconocidos que, en cuanto tal, ya no puede ser objeto de halago ni tribunal de examen. Al no saber para quién crea, el músico se repliega sobre sí mismo. Bucea en su interior y su música pasa de construcción a relato, de artificio a confesión. En estas condiciones, al artista se le rodea de una aureola fáustica —él mismo, en ocasiones, lo promueve complacido— y su voz, a menudo impostada de un timbre profético, busca como destinatario no al salón aristocrático sino a la muchedumbre. La figura del virtuoso romántico oscila entre la caracterización más exagerada y espectacular de este retrato de artista y su ulterior descomposición. Y es que la soledad y el aislamiento que conlleva esa vocación estética, pronto habrá de convivir con la necesidad de organizar una vida social y profesional en el nuevo escenario: un mundo regido por los principios abstractos del tiempo y el dinero. Bajo el manto anónimo y multitudinario del gran público, no se encuentra, sin embargo, una muchedumbre recién liberada de cargas tutelares o canónicas, ni una multitud hambrienta de doctrina romántica o de experiencias estéticas nuevas, sino un inquilino bastante más prosaico: la burguesía en alza que surge de la revolución industrial, con su desorientación estética, con su orfandad cultural y con su natural propensión al espectáculo y, final y fatalmente, al circo. El reto consistirá a partir de ese momento en trascender la condición de producto, no en evitarla. Tal vez la originalidad del virtuoso romántico consiste en la premonición de que el músico debe asumir alguna dosis de “corrupción” para sobrevivir, de que no debe exiliarse voluntariamente del mercado, y de que tiene que traducir el individualismo en espectáculo. Eso no sólo tiene consecuencias profesionales sino también musicales. La especulación sonora se subordina al impacto psicológico de la phoné, se cede al predominio de la prosodia sobre el contenido y, con ello, se sientan las condiciones generales para un “easy listening”. En este sentido podemos considerar al virtuoso como el envés o la contrafigura del creador romántico: éste, tocado por el atributo de una soledad atormentada, la del heraldo que anuncia nuevos horizontes (todavía persiste en el uso, la acepción de “romántico”, como sinónimo de idealista, de desinteresado); el virtuoso, en cambio, como mercader enfrentado al reto de rentabilizar su producto. No es por casualidad que los Czerny, Cramer, Thalberg, Tausig o el mismo Paganini, basen su repertorio de concertistas en su propia obra (ningún ámbito más adecuado ni mejor concebido para lucir y vender su destreza), o bien en el arte de la transcripción operística (ningún gesto más atento a la demanda del consumidor). Prestigio y repertorio Abundan los ejemplos de virtuosos decimonónicos que rechazan el estreno de obras dedicadas a ellos por miedo a que un repertorio inadecuado socave su prestigio como intérpretes. La Sonata “Kreutzer” se estrenó en Viena con el propio Beethoven al piano y George Bridgetower, un famoso violinista mulato, al violín, pero estaba dedicada a Rodolphe Kreutzer, quien sin embargo no le debió prestar la menor atención y nunca la interpretó. El propio Beethoven dedicó su concierto de violín a Franz Clement, concertino y director de la Ópera de Viena. En este caso, había sido el propio Clement quien había solicitado el concierto para una velada benéfica. Pero en el estreno, el solista consumó un escandaloso ejercicio de narcisismo interpretando una pieza suya entre el primer y el segundo movimiento, y el éxito no fue precisamente memorable. Chaikovski dedicó su concierto de violín a Leopold Auer. Éste rechazó la dedicatoria argumentando que la obra era intocable. Tras el estreno, realizado finalmente por Adolph Brodsky, Auer acabaría interpretándolo (eso sí, con un sinfín de modificaciones). También Nikolai Rubinstein, a pesar de su estrecha amistad con Chaikovski, se negó a interpretar su Concierto para piano y orquesta nº 1 si el compositor no lo sometía a una profunda revisión. Tras la negativa de Chaikovski, el concierto fue finalmente estrenado por Hans von Bülow. Es cierto que también pueden citarse ejemplos en sentido contrario: el de Brahms con Joachim, el de Mendelssohn con Ferdinand David. Ello denota una actitud general bien diferente por parte de algunos intérpretes, pero también una innegable relación de dependencia por parte de los compositores, que consultaron con ellos todo tipo de detalles antes de proceder a la redacción definitiva de sus obras. La pasión por ampliar las posibilidades del instrumento venía de antiguo, y antes de la eclosión del virtuosismo romántico, ya poseía una dilatada trayectoria, es cierto, pero mantenía una cierta subordinación a las necesidades del creador. Sin duda es necesario un virtuosismo de hondo calado para tocar los últimos cuartetos de Beethoven. Pero la técnica no pasa de ser un medio para abordar las extraordinarias exigencias musicales que tales obras plantean. Es la propia música la que formula la necesidad de vencer los obstáculos y la que demanda un alto grado de solvencia interpretativa. En ningún caso corresponde a la destreza ejecutora dictar o inspirar el discurso musical, como si éste fuera un mero receptáculo destinado a acogerla. El virtuoso romántico, por el contrario, tiende a subvertir los papeles con un repertorio propio que se gesta no desde la sintaxis de la creación sino desde la ejecución misma. Así inocula en la música el virus del espectáculo. Y en eso consiste su corrupción, pero también su genial intuición del futuro y el salvoconducto de supervivencia que, tal vez sin sospecharlo, estaba ofreciendo a la música culta para que no acabara desgajándose de la realidad. El impacto de Paganini fue enorme en el público y en la crítica, pero hay que decir que no fue menor entre los grandes compositores. Schubert lo escuchó en Viena, Chopin en Varsovia, Schumann en Fráncfort, y todos quedaron deslumbrados con su arte. En 1831 tuvo lugar un memorable concierto en París. Al mismo asistieron Berlioz y Liszt, que entonces contaba 20 años de edad, y quedó tan impresionado que durante una buena temporada rechazó toda actuación pública para renovar su propia técnica en el sentido del violinista admirado. Posteriormente transcribió para este instrumento los 24 Caprichos, que también inspirarían más tarde a Schumann (Estudios op. 3 y op. 10) y a Brahms (dos series de variaciones sobre el capricho XXIV). Meyerbeer, según se dice, siguió por toda Europa los pasos del violinista por ver si descubría el secreto de su genio. Las fábulas y supersticiones sobre su persona aumentaron hasta el paroxismo, y la historia de sus relaciones con el diablo dio lugar a que la autoridad eclesiástica impidiera durante cinco años que su cuerpo recibiera sepultura en lugar sagrado. Liszt vio en esas supersticiones el desbordamiento que la grandeza del genio había producido en la capacidad de asombro de sus contemporáneos. 89 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 90 D O S I E R EL VIRTUOSISMO A menudo se juntan los nombres de Liszt y Paganini para ilustrar las características del virtuoso romántico. No obstante, conviene señalar que la significación histórica y musical de Liszt, trasciende ampliamente su condición de virtuoso y difiere mucho de la de Paganini. Liszt representa el prototipo de músico romántico imbuido de profundas preocupaciones espirituales. Éstas pueden rastrearse en sus escritos parisinos de la Revue et Gazette musicale, tan influidos por las doctrinas de Saint-Simon, así como en buena parte de su correspondencia con Wagner. En los últimos años de su vida escribe, sobre todo, música religiosa, y de la destilación de sus preocupaciones intelectuales y musicales, nacen en sus últimas obras para piano (Vals olvidado nº 4, Preludio fúnebre, Nubes grises, Bagatela sin tonalidad) auténticas premoniciones sobre la música que habría de venir. Paganini, por el contrario, carece de inquietudes intelectuales. El genovés dedicó escasas energías a la enseñanza, y su legado se cifra más en lo que fue que en lo que transmitió, a diferencia de Viotti, cuya herencia se ramifica extraordinariamente en la historia de las escuelas europeas. Sus tres grandes alumnos (Kreutzer, Baillot y Rode) son los pilares que sustentan la mayor parte de las tradiciones violinísticas. Al calor del prestigio y la pujanza, de París, se acercaron a Francia los violinistas belgas (Beriot, Massart) para sembrar el germen de lo que hoy denominamos escuela franco-belga, de cuya estela (Vieuxtemps, Sauret, Monasterio, Ysayë, Kreisler, Grumiaux) habría de surgir lo más granado del violinismo contemporáneo. Los franco-belgas enseguida acapararon la atención del público y los empresarios. Y la reacción frente a lo nuevo vino en este caso del ámbito luterano. Mendelssohn había planteado en su Gewandhaus de Leipzig un centro germano de orientación cosmopolita regido por unos principios interpretativos imbuidos de un ideal de pureza, de respeto al compositor y de reivindicación de la tradición y del repertorio del pasado. Pronto se convirtió en el principal mentor de un muchacho llamado Joseph Joachim, que llegaría a encarnar en toda Europa esos valores. Joachim representa, en efecto, la pervivencia de una escuela violinística genuinamente alemana frente a la pujanza de la escuela franco-belga en la segunda mitad del siglo XIX. Pero el respeto que, sin duda, producían estos valores interpretativos, no iba, sin embargo, parejo con su difusión, ni con su poder de seducción. En un momento en el que la música llevaba ya camino de dejar de ser sólo arte para convertirse también en negocio, Europa volvía los ojos a las novedades de la escuela franco-belga, hacia la belleza del sonido de un Ysayë o un Kreisler y hacia la adopción, por aquel entonces novedosa, del vibrato continuo. En tres palabras: Leipzig no vendía. Buena prueba de ello es que, siendo Joachim la conciencia violinística de Brahms, incluso la música del hamburgués ha llegado hasta nuestros días imbuida de los criterios interpretativos propios de la escuela franco-belga. No obstante, la influencia de Joachim pervivió a través de sus alumnos en importantes centros musicales: Mosser y Klingler en Berlín, Eldering en Colonia, Wendling en Stuttgart, Robjohns en Londres, y, sobre todo, Leopold Auer en San Petersburgo. En la estrecha conexión de Auer con Joachim encontraremos el vínculo esencial de la escuela rusa con la más pura tradición centroeuropea. De la órbita de Auer surgieron nombres míticos para el violinismo del siglo XX. Baste con citar a Jascha Heifetz, Mischa Elman o Nathan Milstein. Los caminos de la industria y el arte 90 Pero volvamos atrás. En las tres últimas décadas del XIX, y como consecuencia de la demanda creciente de música por parte de una burguesía asentada, afloran una gran cantidad de elementos nuevos que actuarán como determinantes sociales de la creación y de la interpretación musical. Se multiplican las salas de concierto, se configuran las orquestas como organismos estables nutridos de instrumentistas profesionales, se amplían los públicos (en ese empeño colaboran Les Concerts Populaires en Francia, o los Bierkonzerte en Alemania) y se demandan continuamente nuevas creaciones. La música se ha convertido ya en una industria, y la necesidad de tratar con muchos empresarios, de organizar los aspectos cotidianos de una gira y de preservar los intereses económicos del intérprete, dan lugar al surgimiento de la figura del agente. Se alude con frecuencia a la imagen de Paganini cerrando las puertas de acceso al escenario de los teatros para impedir el acceso de quienes no hubieran pasado por taquilla. También se relata su obsesión por recoger las partituras después de los conciertos para proteger sus derechos de autor. Con independencia de la veracidad de esas anécdotas, la figura del agente surge como una necesidad para el músico que, poco a poco, se ve desbordado ante la necesidad de atender a un mundo cada vez más ancho y más complejo. Sarasate habita un escenario social como el que acabamos de describir y en él se produce la disociación de las facetas de intérprete y compositor. A pesar de que la faceta compositiva de Sarasate es bien conocida, su repertorio ya no se basa en ella. Tal como ha señalado acertadamente Luis G. Iberni, a partir del violinista navarro, la característica esencial del gran virtuoso ya no será componer su propio repertorio, sino convertirse en ansiada referencia para los compositores de mayor relevancia. Hacia Sarasate vuelven sus ojos, entre muchos otros, Lalo, Bruch o Saint-Saëns. La función del virtuoso, como vehículo privilegiado de la obra hacia el gran público, se asienta, no tanto en el culto a la personalidad del divo, como en la base de un gran bagaje técnico que se pone al servicio del compositor. Esa es, en efecto, la característica esencial que ha de dar vida al virtuosismo moderno. Paralelamente a la irrupción de los grandes nombres, las escuelas extendían durante los siglos XVIII y XIX su desarrollo y sus influencias por Europa. En dos siglos la noción de “escuela” había pasado de tener un significado casi físico, restringido al lugar de enseñanza y al círculo inmediato de alumnos que recibían instrucción técnica y musical de un determinado maestro, a denotar un conjunto de características interpretativas destiladas por el paso de los años, y cuyas señas de identidad no se cifraban ya en la referencia a una figura señera, sino en una tradición que, finalmente, solía exhibir una filiación nacional. A mediados del XX, cuando el concepto de “escuela” se había ablandado mucho, todavía era posible embarcarse en la magnífica aventura de distinguir a ciegas el estilo de Heifetz, de Milstein, de Hubermann, de Grumiaux, de Oistrakh, de Menuhin, de Stern. Esa experiencia ya no tiene hoy homologación posible ¿Cómo adscribir a la escuela rusa o a la escuela franco-belga a la mayoría de los solistas jóvenes que se disputan las agencias internacionales y las compañías discográficas? Si bien es verdad que pueden rastrearse señas de identidad de muy diversa procedencia en casi todos ellos, no es menos cierto, que la cantidad de precisiones y salvedades que habría que realizar en cada caso, imposibilitaría casi siempre la clasificación. En un mundo uniformado por la tecnología y por los medios de comunicación, las grandes empresas discográficas promocionan sus productos de manera global, inmediata y simultánea. En estas circunstancias, los criterios interpretativos de los violinistas tienden también a homogeneizarse, y hoy en día ha perdido sentido el 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 91 D O S I E R EL VIRTUOSISMO Pastor con flauta de Jan van Bijlert, 1630-35 hablar de “escuelas nacionales” si no es para bucear en su pasado. De ese modo advertiremos rápidamente que su naturaleza ha sido extraordinariamente porosa, y que todas ellas, especialmente las más importantes, se han ido perfilando como el resultado y la destilación de influencias recíprocas. Tras la generación de los Perlman o los Zukerman, irrumpe en escena una pléyade de violinistas sobresalientes (Mutter, Zimmermann, Repin, Shaham), que ya tiene sucesión segura en otra generación muy joven y no menos brillante (Hahn, Bell, Khachatrian, Rachlin, Jansen). Los componentes de funambulismo que presentaba el virtuosismo decimonónico no tardaron en caer en desgracia en los círculos más cultivados, pero persistieron muchos años en el gusto de los públicos. Hoy tienen mala prensa el capricho y la exhibición narcisista, y la excelencia técnica, celebrada antaño como llamativa novedad, es en la actualidad costumbre saludable. Pero se ha generalizado una beatificación, en general poco fundamentada, de la fidelidad al estilo, como si “el estilo” de cualquier música del pasado fuera un tema zanjado por la evidencia. La exigencia de “autenticidad” sigue hoy repitiéndose como un sonsonete que ya comienza a desprender un cierto aroma de decadencia. Y lo curioso es que la consigna se la reparten los públicos de signo más diverso. Prolifera la queja de que “esto no es Chopin” o “esto no es Brahms”, confundiendo la imagen idealizada de un supuesto “Brahms auténtico”, con unas tradiciones interpretativas cuya génesis y desarrollo esos públicos desconocen, pero que han terminado por esclerotizarse en su costumbre. No es casualidad que esa apelación a una supuesta pureza originaria, corrompida por el libertinaje de los intérpretes, ocurra en un momento en el que el noventa por ciento del repertorio nada tiene que ver con la creación contemporánea. Hace doscientos años ese porcentaje era el inverso. Y es que una de las originalidades de nuestro tiempo consiste en que, en las salas de concierto, se escucha, básicamente, música del pasado. No es ésta la ocasión para analizar el divorcio entre el público y la creación contemporánea, pero sí para preguntarse qué influencias proyecta esta situación sobre la actitud de un virtuoso que ha de mirar casi siempre hacia atrás, y cuya conexión con los compositores de su tiempo a menudo se parece más a un imperativo ético que a una vocación estética. Se han vertido ríos de tinta sobre la dosis de libertad admisible en el intérprete y sobre su obligación de mantenerse fiel a la obra y al estilo. Se ha debatido interminablemente sobre su actitud, demandándole toma de postura unas veces, exigiéndole en otras que no se interponga entre el compositor y el público. La fidelidad a la partitura es una premisa que debe darse por descontada en cualquier acercamiento interpretativo digno de atención, y ahí queda desechado el capricho y la arbitrariedad de cierta tradición del virtuosismo romántico. Pero del mismo modo que una catedral no es su plano ni su proyecto, ni un cuadro es la idea previa a su realización material, una sonata no es su partitura. Baricco lo ha expresado con singular contundencia: en música, el original no existe. El intérprete, siguiendo las exigencias de un plano del pasado, levanta su edificio en el solar del presente, con materiales de hoy, para oídos de este tiempo. Y el ingreso de una obra en un tiempo histórico que no le corresponde, produce automáticamente, inevitablemente, afortunadamente, sentidos nuevos. Si interpretar significa explicar o desentrañar un sentido, una interpretación despojada de esa vocación no sería digna de tal nombre. En el tránsito del signo a la phoné, el intérprete, aunque se lo proponga, no puede esconderse, porque la interpretación no es otra cosa que ese otorgamiento de sentido que la obra espera y demanda. Es la obra misma la que aspira a romper su silencio de estatua. Por eso, la libertad no consiste en inflar de subjetividad ese tránsito, sino en liberar los resortes internos de la obra al lanzarla a un mundo que no es el suyo, pero que ahora la recibe y la acoge dotándola de una contemporaneidad permanente. Al intérprete de hoy, entregado casi siempre al repertorio del pasado, compete trazar las interconexiones ocultas entre tiempos diversos y conseguir que el oyente deje de ser un circunspecto visitante de museo. En eso consiste su justificación y su reto. Poco que ver —se comprenderá—, con la exhibición narcisista de destreza, con el funambulismo o con el sentimiento. Jesús Ángel León 91 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 92 D O S I E R EL VIRTUOSISMO EL VIRTUOSISMO ESPAÑOL Aunque en la partitura ya es arte, la música representada por esos signos no lo es mientras no suene. Y no hablamos de música en sentido metafórico, la del arroyo, la de los pájaros cantores, etc., sino de música artística, que siempre ha de estar anotada, y desarrollada con una cierta complejidad. Eso le otorga un nivel alto de espiritualidad y de formalidad estructural. Algo, por supuesto, muy diferente de la música llamada ligera, pop, rock, etc., o de un tipo de música tradicional o popular, el jazz y sus distintas etapas, el a veces tan profundo cante flamenco, de indiscutible valor, pero no confundible con aquélla. De hecho, los amantes de una u otras modalidades saben muy bien cuál es el tipo de música que les interesa. Desde luego, la afición por una u otra, tanto en el plano del intérprete como en el del simple oyente, puede depender de la educación o enseñanza que desde niño se haya recibido. La práctica de la música culta, que la gente suele llamar clásica, sin distinción de épocas, siempre requiere estudios académicos. No es lógico que música de Palestrina o de Schumann sea llamada clásica. Y cuando va firmada por Schoenberg, nacido en 1874, o por Jesús Rueda, nacido en 1961, es llamada contemporánea; igual de absurdo. E n fin, la gran música, como arte representativo, necesita del intérprete, ineludible intermediario entre el compositor y el oyente. Pero el intérprete también es oyente de lo que él mismo produce, aunque su posición, sobre todo dentro de la orquesta, no sea la misma para escuchar que la del espectador, cómodamente instalado en la sala de conciertos. También el compositor puede ser intérprete y teóricamente sería el más indicado para reproducirla, pero, salvo raras excepciones, suele rehuir hacerlo. Y es que si queremos extraer cuanto late dentro de una partitura, por muy sencilla que se presente a la vista, hay que tener una formación y una constancia en el trabajo, difícil de conseguir si no es a base de horas y horas de estudio y de ejercicio en la ejecución. Ha habido intérpretes que desentrañaban con facilidad la partitura a primera vista, otros han destacado por su memoria, algunos por su aplomo o por la pasión que ponían al cantar o al tocar, otros por su extravagante comportamiento… La segunda acepción de virtuoso en el Diccionario de uso del español de María Moliner dice así: “Se aplica al artista, particularmente al músico ejecutante, que posee gran habilidad en la técnica de su arte, aunque puede carecer de inspiración”. Ese añadido final nos parece innecesario porque la inspiración es algo que no altera la técnica, pues ésta se adquiere más bien por “transpiración”. Pero es cierto que artistas dotados de una gran técnica pueden ser intérpretes mediocres, o no haber tenido su día en alguna ocasión. Nadie está libre de un viaje agotador, de una noticia luctuosa que le perturbe, una mala noche por algún dolor o incomodidad, un copioso almuerzo con los organizadores del concierto, etc. Cantantes 92 El virtuosismo del ejecutante tiene su lado bueno y sus inconvenientes, a veces graves. Recordemos cómo el exagerado virtuosismo de los cantantes masculinos y femeninos desvirtuó obras como las de Monteverdi durante la larga etapa barroca y llevó a Gluck a exponer su reforma en el célebre Prefacio a la primera edición de Alceste (1769), dedicado al Gran Duque de Toscana, futuro emperador Leopoldo II. Allí expuso los puntos principales de su reforma, la cual, en resumen, se ceñía a lo siguiente: afán de verdad y acoplamiento de la música al texto; supresión de los elementos decorativos inútiles y de las formas convencionales de la ópera de su tiempo; ruptura con el academicismo, eliminando la forma precisa y cerrada en sí misma del estilo italiano para buscar una estructura superior en la cual la orquesta acompañe también en los recitativos; total libertad en el empleo del coro y en el desarrollo de las arias, limpiándolas de repeticiones y conclusiones estereotipadas y efectistas, e insertando ad libitum cuantos recitados pida la parte literaria. En un momento dado, Gluck apunta: “No he querido, pues, ni interrumpir a un actor en el calor del diálogo para respetar un ritornello fastidioso ni detenerlo a media palabra sobre una vocal favorable o hacer ostentación, en un largo pasaje, de la agilidad de su bella voz, o esperar a que la orquesta le dé tiempo de recoger su aliento para una cadencia”. Pues bien, en 1757, cuando se publica en Madrid la zarzuela del maestro Manuel Pla (1720-1766) Quien complace a la deidad, acierta a sacrificar, el autor del texto, don Ramón de la Cruz, en un extenso prólogo a la edición, se anticipa a Gluck al decir: “¿Cómo puede tolerarse ni creerse que al encontrar un padre al hijo difunto, el galán a su dama en brazos de otro, la dama al galán solicitando ajenos favores, se expliquen los afectos de la más molesta pesadumbre en un aria? Y en algunas ocasiones, cuando el actor quiere precipitarse, ¿qué oportunidad tiene una cantata que, con ritornelos y repeticiones, dura un cuarto de hora?”. Pero dejemos a los cantantes y las cantantes que tantas veces obligaban a los compositores a escribir como no querían ni sentían, y cuyo virtuosismo, no era el de la primera acepción según Moliner (“Aplicado a las personas y correspondientemente a sus acciones, vida, etc., dotado de virtudes y libre de vicios”), pero tampoco el definido en la segunda. Por supuesto, en España se han dado grandes voces para el teatro lírico en todas las épocas, desde María Malibrán hasta Consuelo Rubio o Victoria de los Ángeles, de Benita Moreno a Conchita Supervía, desde María Barrientos hasta Ángeles Gulín, de María Gay a Pilar Lorengar, desde Julián Gayarre hasta Alfredo Kraus, de Hipólito Lázaro a Miguel Fleta, de Ignacio Tabuyo a Vicente Sardinero, de Emilio Sagi-Barba a Marcos Redondo, desde Francisco Uetam hasta José Mardones o Manuel Gas, y no nombramos a tantos grandes, aún en activo o retirados. No puede negarse que los citados (y pido perdón por los nombres omitidos) han sido figuras con importantes carreras internacionales y, por lo tanto, vinculados, cada uno a su modo, al virtuosismo. Es decir, son poseedores de particulares virtudes o perfecciones apreciadas por toda clase de públicos. Sin embargo, el virtuosismo suele unirse a los instrumentistas de toda laya, bien de un instrumento utilizado en el ámbito del folclore, como puede ser el acordeón, el chistu, el timple o la dulzaina castellana (caso de 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 93 D O S I E R EL VIRTUOSISMO Agapito Marazuela) o un instrumento culto como el arpa cromática, donde España ha dado al mundo personalidades del fuste de Nicanor Zabaleta. El maestro vasco no sólo era un dominador de su instrumento sino un estudioso del repertorio de todos los tiempos, en el mundo y particularmente en España. La historia del arpa da comienzo en la antigüedad y brilla en el siglo XVI con Antonio de Cabezón y en el siglo XVII con Fernández de Huete. Zabaleta se interesó por el pasado y el presente. Autores como Villa-Lobos, Lecuona, Lauro, Tansman, Tailleferre, Milhaud, Tournier, Piston, Thomson, Krenek, etc. compusieron expresamente para él, así como numerosos compositores españoles: Garbizu, Pittaluga, Montsalvatge, Rodrigo, Bacarisse, Victorino Echevarría… En el campo del arpa, Nicanor Zabaleta tuvo antecedentes ilustres en España como las catalanas Luisa Bosch y Clotilde Cerdá; esta última conocida como Esmeralda Cervantes, elogiada por Liszt y por el mismísimo Richard Wagner. Cuando el celebérrimo pianista húngaro la escuchó en Roma en los últimos años de su vida exclamó: “E la prima volta che sento l’arpa”. Esmeralda era hija del ilustre ingeniero y filólogo Ildefonso Cerdá y Sunyer (1816-1876), autor del plan de reforma urbana del ensanche barcelonés. Instrumentos de viento Virtuosos del oboe, para el cual escribieron hermosas páginas en los años centrales del siglo XVIII, fueron los hermanos Pla Ferrusola, Juan, José y Manuel. Los dos primeros recorrieron media Europa con enorme éxito. También dominaban la flauta y lo prueban sus conciertos para este instrumento, incluyendo uno de Manuel, que prefirió instalarse en Madrid. Al final de su vida, José y Juan trabajaron en la corte del gran duque Carl Alexandre de Wurtemberg en Stuttgart, cuando allí era Ober-Kapellmeister el famoso Niccolò Jommelli. John Mainwaring, en Memoirs of Haendel, decía de los Pla: “[…] los hermanos Pla, famosos oboístas que vinieron de Madrid [a Londres], contaron últimamente que Scarlatti, el cual gustaba escucharlos por su ejecución, mencionaba a Haendel y se persignaba de veneración”. En el ámbito del oboe, pero sobre todo en el de la flauta, fue conocido fuera de nuestras fronteras el burgalés José María del Carmen Ribas (1796-1861). Hijo de un músico militar, estudió en Oporto con João Parado, excelente flautista, y llegó a ser, a partir de 1825, una figura musical en Londres, donde había llamado la atención con El Serení, aire español favorito con variaciones y rondó, para flauta. En 1837 actuaba en la prestigiosa sala londinense Hanover-Square Room, implicándose por entonces en la fabricación de flautas, premiadas en la Exposición Universal de Londres de 1851. Recordemos que Ribas era el primer flauta en la orquesta de la Sociedad Filarmónica de Londres cuando Mendelssohn estrenó allí, el año 1842, toda la música de El sueño de una noche de verano. Durante los ensayos le mandó repetir varias veces el comienzo del scherzo porque nunca —le dijo— había imaginado el efecto tan excepcional que podía llegar a tener en manos del solista, y por lo mucho que le había gustado la forma en que Ribas lo interpretaba. Desde Luis Misón a nuestros días muchos flautistas de mérito ha habido en España, pero no daremos nombres de los que viven. Recuerdo con afecto a mi buen amigo Rafael López del Cid, conocido como Cerquera, capaz de discutir aspectos musicales a todo un Sergiu Celibidache. Nicanor Zabaleta, 1907-1993 Si vamos al clarinete nos encontraremos a tres históricos, a saber: Antonio Romero (1815-1886), Miguel Yuste (1870-1947) y Julián Menéndez (1895-1975). Pero se podrían añadir muchos más, entre ellos Enrique Calvist (c. 18301897) y quien fuera director de la Orquesta Filarmónica de Madrid, clarinetista en su juventud, Bartolomé Pérez Casas (1873-1956). Todos ellos compusieron para clarinete y Calvist escribió al menos hasta quince estudios de gran dificultad técnica. Pérez Casas, que era un excelente compositor, truncado por el tiempo que dedicó a la dirección de orquesta, llegó a componer para requinto (clarinete en mi bemol) unos Aires sicilianos. En fin, no podemos continuar con los demás instrumentos de la orquesta, que también han suscitado y siguen generando virtuosos de altura como solistas de corno inglés, trompa, trombón, trompeta, tuba, fagot, percusión. O de otros instrumentos no habituales en la orquesta como el acordeón, el saxofón o la guitarra. En este último, instrumento español por excelencia, se han producido virtuosos sin cuento, alguno de los cuales ha recorrido el mundo en alas del triunfo. Vihuelas, guitarras… Remontándonos a la vihuela, precursora renacentista de la guitarra, encontramos a Luys de Narváez, a quien Bermudo tenía por gran tañedor. En su Miscelánea, Luys de Zapata escribe: “Fue en Valladolid, en mi mocedad, un músico de vihuela llamado Narváez, de tan extraña habilidad en la música, que sobre cuatro voces de canto de órgano de un libro, echaba en la vihuela de repente otras cuatro, cosa, a los que no entendían la música, milagrosa, y a los que la entendían, milagrosísima”. Tras los vihuelistas, vinieron guitarristas diestros como Francisco Guerau, Gaspar Sanz, Santiago de Murcia…, pero 93 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 94 D O S I E R EL VIRTUOSISMO al órgano su hoy célebre Marcha fúnebre, incluida en la Sonata en si bemol menor, op. 35. Participó en conciertos junto a figuras como el pianista gaditano José Miró o el pianista checo Ignaz Moscheles, el barítono alemán Julius Stockhausen (para quien Brahms compuso La bella Magelone) y fue un incansable aventurero, elogiado por todo un Víctor Hugo o un Alphonse de Lamartine. En cuanto a Tárrega, llamado por López Chavarri “el san Francisco de Asís de la guitarra”, dejó siempre alto el pabellón español con sus composiciones, tan representativas del fin de siglo —Capricho árabe, Danza mora, Recuerdos de la Alhambra…—, que él tocaba con la dulzura, equilibrio de pulsación e intensidad que ponía en sus versiones. Después vinieron Regino Sáinz de la Maza, solista en el estreno del Concierto de Aranjuez, y Andrés Segovia, que también lo fue en el de Manuel Ponce (Concierto del Sur); o Narciso Yepes, dando a conocer uno de Antonio Ruiz Pipo (Tablas). Ellos supieron continuar esa tradición viajera que llevó el mejor repertorio guitarrístico a buena parte del mundo. La enorme personalidad de Andrés Segovia supone un punto de inflexión, un antes y un después en la historia de la interpretación de la guitarra, instrumento cuya delicadeza él supo transmitir como nadie en actuaciones memorables. El piano, el violín, el violonchelo… Francisco Tárrega, 1852-1909 94 el despegue de la guitarra española por Europa viene con el romanticismo, a través de autores como Fernando Sor, cuya fama llegó hasta Moscú (su ballet Cendrillon inauguró el Bolshoi) y en París fue llamado “el Beethoven de la guitarra”. Junto a él, otros como Dionisio Aguado o Trinidad Huerta hicieron posible que surgiesen los grandes virtuosos del siglo XIX como Julián Arcas y los de la transición al XX, Francisco Tárrega, Daniel Fortea, Emilio Pujol, Miguel Llobet, y los grandes del siglo XX, Regino Sáinz de la Maza, Andrés Segovia, Narciso Yepes, José Tomás… A título anecdótico contaremos que, de Julián Arcas (1832-1882), el Brighton Guardian (29-X-1862) hacía un largo elogio de su maravilloso toque, afirmando que, en sus manos, la guitarra era una orquesta en miniatura y que su ejecución era increíble. De Trinidad Huerta, a quien se ha atribuido el Himno de Riego, mencionemos sus recitales en París junto a Giuditta Pasta, Lablache y otras destacadas figuras del momento. Había sido profesor de Manuel García hijo, de su hermana María Felicia y del infortunado tenor Adolphe Nourrit, en cuyo funeral de Marsella tocó Chopin La trilogía piano, violín y violonchelo parece haber producido el mayor número de virtuosos, al menos los que más repercusión mediática han tenido en los últimos siglos. El piano, además, nos lleva a dos instrumentos de teclado fundamentales, el clave y el órgano. Del clave tenemos noticia clara de virtuosos como Blasco de Nebra, el padre Soler, José Larrañaga, Rafal Anglés, Narcís Casanovas, Joaquín Montero, etc. Del órgano hay mucho más recorrido, desde Cabezón, Aguilera de Heredia, Correa de Arauxo, Pablo Bruna, Juan B. Cabanilles hasta José Lidón, Joaquín Asiain, Felipe Rodríguez, Eugenio Gómez — que hizo amistad con Liszt en Sevilla, como también la hizo Pascual Pérez Gascón en Valencia—, Nicolás Ledesma, Jimeno de Lerma, Felipe Gorriti, Eduardo Torres, José María Beobide…, ya entrado el siglo XX, donde encontraremos incontables figuras, encabezadas por aquel genial improvisador llamado Jesús Guridi. ¿Y el piano? Descontado el periodo intermedio del pianoforte, al que se sumaron autores como Carlos Baguer, Félix Máximo López y otros, el piano se fue abriendo paso, especialmente a través de aquellos emigrados políticos que se acogían a dos grandes ciudades relativamente cercanas a España, París y Londres. El piano, capaz de graduar el volumen de sonido, de prolongarlo o no, con su neta oposición entre agudos y graves, era un arma esencial para los músicos de la etapa romántica, en la cual la nostalgia del pasado remoto, la pasión por la naturaleza, la exaltación del sentimiento, el anhelo de lo imposible, trataba de ser expresado con énfa- 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 95 D O S I E R EL VIRTUOSISMO sis. Los salones de la burguesía y de la aristocracia se llenan de pianos. Y los pianistas, virtuosos o no en el plano técnico, suelen ser compositores. El pianista únicamente dedicado a dar recitales y conciertos con orquesta, o hasta entregado en exclusiva a la enseñanza, es algo más habitual en el siglo XX. El piano, sin duda, obliga más al intérprete que el clave o el órgano, sin desdeñar las dificultades de uno y otro. El famoso crítico vienes Hanslick aconsejaba a los pianistas tener a mano un cirujano mientras practicasen los estudios de Chopin. Cuando cierto pianista moderno se presentó al público de su ciudad natal interpretando un concierto de Mendelssohn, la crítica, siguiendo la moda de la época, le censuró acusándole de haber elegido a un compositor banal, en vez de dar oportunidades a obras nuevas de músicos actuales. Entonces, Schoenberg replicó al crítico: “Está usted equivocado, amigo. Mendelssohn es un gran maestro. El problema es que siempre se toca demasiado sentimentalmente”. E incitando el modo en que ciertos jóvenes iniciaban su actuación en el primer tiempo, añadió: “Algunos músicos están infravalorados. Mahler, por ejemplo. Yo lo considero muy grande. A él también le llegará su día”. Las palabras de Schoenberg provienen de una entrevista que se le hizo el año 1937. En un artículo titulado El virtuoso, Wagner aseguraba que la primera norma del intérprete es transmitir la intención del compositor con escrupulosa fidelidad. “El mayor mérito del virtuoso —dice— consiste en imbuirse completamente en la percepción musical de la partitura, sin introducir modificaciones propias”. Sin embargo, ¿cómo es posible adivinar la intención del compositor? En las obras concertantes el pianista tiene al director de la orquesta como mediador entre él, que es el solista, la orquesta y el compositor. El director trata de transmitir oralmente su idea de la pieza y el modo de interpretarla. Si la obra es contemporánea, puede estar allí incluso el propio compositor. Pero en un recital de piano el intérprete está solo y ha estudiado la obra en soledad. La música, como pensaba Mahler, está más allá de la partitura. Por tanto, cada intérprete debe ahondar en lo fijado en los pentagramas con el fin de extraer de ellos el máximo contenido artístico. Y éste, en los casos en que el ejecutante sea el ideal, es decir, cuando aúne a la técnica más depurada, la visión más próxima a las intenciones del compositor, puede obtener un resultado trascendente de la obra. Cada intérprete es una absoluta individualidad, forjado por múltiples elementos que provienen de influencias tan diversas como sus maestros, la procedencia social, el carácter y temperamento de la persona, la formación cultural, la sociedad en la que se ha desenvuelto… Puede haber personalidades genialoides o poco equilibradas que, sin respetar la lógica de una partitura, lleven a cabo una interpretación deslumbrante por sus sorprendentes hallazgos. Recordemos, por ejemplo, determinadas versiones del pianista canadiense Glenn Gould. En él, como en Liszt, se mezclaba la fidelidad a la obra con una libertad expresiva, en su caso inclinada hacia lo temerario y casi sobrehumano. En el caso de Chopin, lo expresivo venía determinado por el empleo del tempo rubato, es decir, instantes brevísimos robados a las indicaciones de la partitura para otorgar mayor intensidad o emoción a una melodía. El abuso del rubato degeneró a veces en un libertinaje temporal tan acusado como para convertir el mejor de los Nocturnos en el reino de la cursilería. La producción pianística española que se extiende desde fines del siglo XVIII a finales del siglo XIX, cuando sale a la luz la llamada escuela nacionalista encabezada por Albéniz, Granados, Falla y Turina, generó muchos virtuosos de importancia, casi todos ellos compositores, si bien hubo casos —por ejemplo, el andaluz José Miró (1815-1878) o el catalán Carlos Vidiella (1856-1915)— en los que el intérprete estuvo por encima del compositor. Son muchos los pianistas románticos españoles que hicieron carrera internacional con mayor o menor brillantez, desde Pedro Albéniz, alumno de Clementi, Cramer, Hummel, Moscheles, Czerny, y maestro de toda una escuela pianística del romanticismo madrileño. Por ejemplo, Pedro Tintorer, un tiempo alumno de Liszt en Lyon, e iniciador, desde su cátedra de piano en el Conservatorio del Liceo, de la escuela pianística barcelonesa, la cual, a través de su alumno Joan Baptista Pujol, llegaría hasta Enrique Granados, Frank Marshall o Rosa Sabater. Nacido en Madrid en 1805, hijo de catalán y cántabra, Santiago de Masarnau, además de ser un santo no canonizado, fue un gran pianista y excelente compositor. A los trece años ya había compuesto una Misa y mientras su hermano Vicente destacaba en la química, él salió hacia París en 1825, a causa de la persecución que el régimen de Fernando VII desencadenó contra los liberales del Trienio constitucional. Hizo en París amistad con Rossini y con Gomis. Luego pasó a Londres, convertido en un pianista que no tenía nada que envidiar a Cramer y a Moscheles. En París se relacionó con los García, con Arriaga, Aguado, Miró, etc., además de con pianistas del nivel de Alkan o Chopin; y en Londres con Emanuel Aguilar y su hermana Gracia, de la que estuvo enamorado. Aguilar fue un eminente pianista y compositor, formado en Leipzig. Por otra parte, un nocturno de Masarnau, que Mendelssohn llegó a interpretar en concierto, sirvió de base a uno de Chopin. Toda su vida, este gran virtuoso del piano lo fue también por la práctica constante de la caridad. Citemos también al navarro Juan María Guelbenzu, alumno en París de Zimmerman, Alkan y Prudent. Guelben- 95 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 96 D O S I E R EL VIRTUOSISMO 96 zu fundó, junto a Jesús Monasterio, la Sociedad de Cuartetos de Madrid. Tocó junto a Liszt en varias ocasiones. Es preciso recordar también al coruñés Marcial de Adalid, muy chopiniano en algunas obras, que fue alumno de Moscheles y, al parecer, de Liszt; y a Adolfo Quesada, diplomático madrileño que estudio en París con Kalkbrenner, Thalberg, Herz, y en La Habana con Gottschalk. Muy aplaudidos virtuosos fueron el pianista navarro Dámaso Zabalza, el madrileño Eduardo Compta y el canario Teobaldo Power, que fue alumno de Compta. También lo era José Tragó, quien perfeccionó sus estudios en París con Georges Mathias, un alumno de Chopin. Mathias fue además profesor de grandes pianistas como la venezolana Teresa Carreño. Tragó, por su parte, tuvo entre sus alumnos a Manuel de Falla y a Joaquín Turina, ambos eximios pianistas, aunque sin el brillo internacional del gran Isaac Albéniz, de quien Georg Bernard Shaw dijo que tocaba “con delicadeza sin trivialidad”. El mallorquín Miguel Capllonch, tras estudiar en Madrid con Power y Tragó, se estableció en Alemania, donde llegó a relacionarse con Clara Schumann, Godowski y Anton Rubinstein. Entre sus alumnos figura Artur Rubinstein, el cual le evoca en sus Memorias con mucho cariño y simpatía. El pianista gallego Carlos Sobrino, tras estudiar en Madrid, se convirtió en alumno de Anton Rubinstein y llegó a ser un destacado acompañante. También estudió con el gran pianista ruso, el madrileño Alberto Jonás, luego profesor en Berlín y en los Estados Unidos. Entre sus alumnos se encuentra Vicent Persichetti. De técnica especialmente brillante fue un destacado alumno de Dámaso Zabalza, el también navarro Joaquín Larregla, que ingresó en la joven sección de Música de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Los hermanos granadinos Manuel y José María Guervós, injustamente olvidados compositores, fueron espléndidos acompañantes, igual que Emilia Quintero. Enrique Granados prefirió actuar como pianista en grupos de cámara y Joaquín Malats (discípulo de Pujol en Barcelona y de Charles de Beriot en París), además de gran amigo de Granados y de Albéniz, fue el pianista favorito de este último por la pasión que ponía en sus versiones de las primeras Iberias. Entre los más célebres pianistas españoles de cualquier época, figura el catalán Ricardo Viñes, fundamental en la expansión del piano francés de la etapa impresionista. Viñes dio a conocer numerosas obras de Debussy y de Ravel, entre otros muchos compositores franceses y españoles, siendo profesor de Francis Poulenc. Un alumno de Diémer en París, el gaditano José Cubiles, tras el estreno de Noches en los jardines de España de Falla, realizó una impresionante carrera internacional. Catedrático en el Real Conservatorio de Madrid, entre sus discípulos se encuentra Rafael Orozco (no incluimos a pianistas que viven), pianista cordobés que nos ha dejado grabaciones donde se aprecia bien su poderosa técnica y elegante fraseo. Orozco, que también recibió clases de Alexis Weissenberg, ganó en 1966 el Primer Premio del concurso de Leeds. Una serie de importantes pianistas del siglo XX, vinculados la mayor parte a Madrid, podrían estar representados por los nombres de Enrique Aroca, Teresa Alonso, Javier Alfonso, Julia Parody, Pedro Lerma, Tomás Andrade de Silva, Antonio Lucas Moreno…; no debemos olvidar a la pianista gaditana Pilar Fernández de la Mora, alumna de Anton Rubinstein y de Teresa Carreño, ganadora del Primer Premio en el Conservatorio de París y más tarde formadora, junto a Tragó, de un pianismo madrileño de altura, que se iniciará con otro gaditano, José Cubiles. Federico Longás, barcelonés, estudió con Granados y Malats y ha realizado giras por toda Europa y América. Pia- nista acompañante también y compositor, pasó sus últimos años en los Estados Unidos. Vinculado igualmente al país americano estuvo el brillante y simpático pianista valenciano José Iturbi, alumno de Malats y un tiempo profesor en el Conservatorio de Génova. Se hizo célebre mundialmente por sus apariciones en diversas películas de la era dorada de Hollywood. Su hermana Amparo, también destacada pianista, colaboró con él en diversas ocasiones. Otras importantes pianistas son Pilar Bayona, aragonesa que se relacionó con buena parte de la intelectualidad del 27 y Rosa Sabater, gran albeniciana y poseedora de uno de los sonidos más bellos y redondos del moderno pianismo español. Sus versiones de Mompou nos llevan a este gran compositor para piano y pianista sui generis de admirable hondura. El castellonense Leopoldo Querol fue un incansable trabajador que se implicó en el estreno de autores de la primera mitad del siglo XX. El zaragozano Luis Galve, en sus comienzos pianista de compañía de ballet, se hizo con el tiempo un gran concertista, gracias a la nitidez de su sonido y la igualdad de su mecanismo. Otro aragonés, Eduardo del Pueyo, realizó extensas giras y ejerció como profesor de piano en el Conservatorio de Bruselas. En su día grabó una espléndida integral de las Sonatas de Beethoven. No podemos olvidar a otros importantes pianistas del siglo XX ya desaparecidos, como Alicia de Larrocha, cuyas grabaciones reavivan el recuerdo imborrable de su claro y fascinante pianismo, y de quien el famoso crítico del New York Times, Harold C. Schonberg, en su libro The Great Pianists from Mozart to the Present (1963), decía: “La más importante pianista española que ha surgido tras la guerra es Alicia de Larrocha, una mujer que lanza cosas como la Iberia de Albéniz y las Goyescas de Granados como si fueran simplezas de Czerny”; o como Gonzalo Soriano, que realizó giras por toda Europa y América; Antonio Ruiz Pipó, compositor y profesor de piano en la École Normale de París; el formidable y personal Esteban Sánchez, un genio en la interpretación de la música española; Pedro Espinosa, paladín del pianismo de vanguardia; la siempre exigente e inamovible en sus convicciones Almudena Cano; Perfecto García Chornet, Luis Rego, Jesús González Alonso, Pepita Cervera, Jacinto Matute, Miguel Zanetti, Mario Monreal…, la lista es inacabable. Stravinski consideraba que la objetividad era el único tipo de ejecución adecuado, y utilizaba el término ejecución y no el de interpretación, rechazable porque supone una forma de revelar la personalidad del ejecutante y no el propósito del compositor, único objetivo válido para él. Lo más probable es que el ejecutante-intérprete trate de proponer su visión y distorsione los objetivos del autor, sus ideas. Eso es lo único que debe transmitir al oyente. Pero no ha sido esa precisamente, durante más de dos siglos, la postura de los instrumentistas de cuerda —violín, viola, violonchelo, contrabajo— convencidos de que la música es el arte de expresar sentimientos, estados de ánimo, y hacerlo sin palabras, aunque a veces se pongan al servicio de ellas. El violín creó músicos como Arcangelo Corelli (16531713), Antonio Vivaldi (1678-1741), Giuseppe Tartini (16921770) y Alessandro Rolla (1757-1841), precursores de la asombrosa personalidad de Niccolò Paganini (1782-1840). Si Paganini constituyó un fenómeno desconocido por el modo, casi circense, en que se presentaba ante el público en sus conciertos, su precursor Corelli creó escuela en muchos países europeos. En España la influencia de Corelli llegó a través de uno de sus alumnos, Michele Geminiani, hermano del conocido violinista de Lucca, Francesco Geminiani. Y discípulo de éste fue el segoviano Juan de Ledesma (1713-1781), pronto incorporado a una orquesta fundada en Madrid por Farinelli. Años después formaría parte como 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 97 D O S I E R EL VIRTUOSISMO viola de la Capilla Real en 1749 y convertido por decreto, o sea irregularmente, en jefe de ataque de este instrumento. Sus sonatas son especialmente refinadas y amables. Otro notable violinista es el valenciano José Herrando, cuya obra desapareció en gran parte durante la última guerra civil española al incendiarse el Palacio de Liria. Don José Subirá, que pudo examinar las 24 sonatas en el citado palacio madrileño de los duques de Alba, aseguró hallarse ante unas obras llenas de fuerza melódica y amplitud en su desarrollo, señalando la frescura de invención y el hecho de preocuparse más por el aspecto musical que por realzar el virtuosismo del ejecutante. Herrando publicó su tratado Arte y puntual explicación del modo de tocar el violín con perfección y facilidad (Madrid, 1756), donde figura un retrato que le hizo Luis Velázquez grabado por Manuel Salvador Carmona. Lo que se conoce de la obra de Herrando apunta más a la expresividad de la escuela de Mannheim que a lo usual entre los violinistas franceses, españoles y muchos italianos. Según Lothar Siemens, que publicó la curiosa sonata El jardín de Aranjuez en tiempo de primavera, los movimientos animados son monotemáticos bipartitos y sus frescas ideas aparecen articuladas con ligereza y desenfado. Otros violinistas que merecen citarse en el siglo XVIII son Salvador Rexach, Felipe de los Ríos, Ramón Palaudarias, Domingo Rodil, Francisco Manalt y Juan Oliver Astorga. Este último, violinista murciano, hizo una carrera internacional y el 18 de abril de 1765 actuó en Fráncfort del Meno. En 1767 está documentada su estancia en Londres, donde comenzó a publicar sus sonatas-trío. Se le propuso en 1789 el puesto de violín concertino de la orquesta del Teatro de los Caños del Peral, en Madrid, pero estaba dentro de la Capilla Real por entonces y el conde de Floridablanca no admitió la propuesta por incompatibilidad. El espacio se acaba y para seguir a los grandes virtuosos de violín españoles ya desaparecidos —en la actualidad hay jóvenes que son ya figuras de primera fila— remito a mi artículo sobre Sarasate, Un artista controvertido (SCHERZO, n.º 235, noviembre de 2008, págs. 115-120). En el violonchelo el número de virtuosos españoles es mucho menor que en el violín, como suele ocurrir en cualquier país. En el siglo XIX encontramos a Víctor Mirecki y a Ramón Castellanos. Con ellos se formó en el Conservatorio de Madrid Agustín Rubio, gran amigo y colaborador de Isaac Albéniz. Amplió estudios en Berlín con Haussmann y se matriculó en música de cámara, que impartía nada menos que Joseph Joachim. Sarasate le ayudó y llegó a dar conciertos acompañado por un sobresaliente alumno portugués de Liszt: Vianna da Motta. En el siglo XX han sido muchos los violonchelistas destacados. Recordamos los nombres de Juan Ruiz-Casaux, solista con la OSM de Don Quijote de Strauss, dirigido por el propio autor; de Bernardino Gálvez, Josep Trotta, Ricardo Vivó, Ricart Matas, Carlos Baena, Antoni Planas, Santos Sagrera, Enrique Correa, Elías Arizcuren… Pero los más grandes violonchelistas españoles han sido dos ilustres catalanes, Gaspar Cassadó y Pau Casals. Hijo de un compositor y director de orquesta, Cassadó (1897-1966) hizo una carrera fulgurante con pianistas como Harold Bauer, Artur Rubinstein, José Iturbi, etc., y más tarde formó trío con Menuhin y Kentner. Luigi Dallapiccola le dedicó sus Diálogos y Turina, el Jueves Santo a medianoche, transcrito expresamente para él. Estrenó conciertos de Martinu, Rodrigo y de la compositora polaca Grazyna Bacewicz. Fue también compositor de obras de cámara y para violonchelo. Estuvo casado con la pianista japonesa Chieko Hara. Cuando Cassadó comenzaba, recibió clases en París de Pau Casals, una de las más grandes figuras de la interpretación que ha dado España. Al poco de terminar sus estudios, Casals recibió en Madrid un gran apoyo del gran violinista cántabro Jesús de Monasterio y también de Tomás Bretón. Con la protección del conde de Morphy se trasladó a Bruselas y de allí a París, donde pronto fue primer chelo de la Orquesta Lamoureux. La calidad de su toque, cuidado en todos los matices y de absoluta sobriedad, le llevó poco a poco al estrellato como fundador de una escuela de violonchelo que ofrecía al grave instrumento un sinfín de posibilidades comunicativas. Casals rechazaba el virtuosismo a lo Popper, encontrando en las Suites de Bach una música a su medida que él sacó del olvido con un arte lleno de perfecciones y expresividad. En cierta época formó trío con Jacques Thibaud y Alfred Cortot. Este último, gran pianista, decía de él: “No es sólo el más grande intérprete de una generación, que es la suya. Ha sido un ejemplo espiritual realzado por la nobleza más intransigente de un carácter humano que no conoce equívoco alguno ni desfallecimiento”. Por otro lado, el insigne maestro Wilhelm Furtwängler dijo: “Quien no haya oído nunca a Pau Casals no sabe cómo puede sonar un instrumento de cuerda. Esta síntesis de belleza material y de espiritualidad es única”. Director de orquesta, compositor a quien el concierto privó de habernos legado una producción más extensa, Casals reunió en una sola persona las virtudes humanas y el más profundo y alquitarado virtuosismo musical. Andrés Ruiz Tarazona 97 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 98 D O S I E R EL VIRTUOSISMO FRANCESCO NICOLOSI: “SIN THALBERG EL PIANO NO HABRÍA RECORRIDO EL CAMINO QUE CONOCEMOS” E 98 l último día de marzo de 1837, Cristina Trivulzio princesa de Belgioioso, rizaba el rizo ante los amantes del piano, convocando para un concierto en sus salones de París a seis afamados teclistas del momento, entre los que se contaban Chopin, Pixis, Herz o Czerny. Aunque el mayor interés de la concurrencia estaba puesto en la pugna musical entre Ferenc Liszt (1811-1886) y Sigismund Thalberg (1812-1871), dos nombres aureolados por el misterio de sus vidas, de los que sólo el primero saltaría a la fama con mayúsculas. A pesar de que, tras el mágico duelo de aquel día, el veredicto de la anfitriona se inclinó en primer lugar hacia Thalberg, calificándole como “el mejor”. Claro que, al referirse a su rival, lo ensalzó como “único”. Este año, cuando se cumplen los dos siglos del nacimiento de Thalberg, el pianista Francesco Nicolosi (Catania, 1954), desde 1996 presidente del Centro de Estudios Internacional Sigismund Thalberg, nos aproxima al conocimiento del virtuoso. Nicolosi, que entre otras dedicaciones además de su labor concertística, es director artístico del premio internacional de piano que lleva el nombre de Thalberg, es conocido en España por su participación en 1980 en el Concurso de Piano de Santander. Y a nuestro país regresa este mes, para ofrecer un programa Thalberg en la localidad barcelonesa de La Ametlla del Vallès. 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 99 D O S I E R EL VIRTUOSISMO ¿Cuándo y cómo descubre a Thalberg? Fue en 1977 con ocasión de un concierto que debía interpretar para el Festival dei Due Mondi en Spoleto. El maestro Vincenzo Vitale, que era el responsable de aquel acontecimiento, me propuso incluir en el programa una paráfrasis de Thalberg… ¡y nació un amor a primera vista! ¿Existía alguna razón para que Vitale, en alguna medida, impusiese aquella música? Claro que sí. El alumno predilecto de Thalberg fue Beniamino Cesi, que transfirió las enseñanzas recibidas a su hijo, a quien bautizó con el nombre de Sigismondo en honor a su maestro. Y Vincenzo Vitale fue a su vez alumno de Sigismondo Cesi. ¿Qué aprendió de él? La técnica pianística de la Escuela de piano napolitana, que ofrece un panorama muy amplio y muy variado de representantes, muestra características especiales y muy particulares, tanto en su aspecto técnico-muscular como por aquello que tiene que ver con el aspecto interpretativo (se podría ver en el árbol genealógico, http://www.centrothalberg.it/, que hemos elaborado en la Fundación Thalberg). Vincenzo Vitale desempeñó el papel fundamental de codificar todos estos aspectos. De tal modo que, gracias a sus enseñanzas, se puede decir que mi modo de tocar hoy es absolutamente thalbergiano. O lo que es lo mismo: respeta todas aquellas características de estilo que definían el modo asombrosamente innovador de tocar de Thalberg. A día de hoy, ¿se podría decir que la música de Thalberg es su especialidad? que hoy se respira en los concursos pianísticos es absolutamente distinto. En estos, el arte se convierte en instrumento para sacar a relucir los músculos; donde habitualmente el virtuosismo es el fin utilizado en sí mismo para deslumbrar al jurado. Aunque, por fortuna, no siempre el jurado cae en esta trampa. Francamente, no me gustan los concursos, porque pienso que un verdadero artista debe ser juzgado al margen de competiciones. Aunque reniegue de ellos, usted en sus comienzos acudió a concursos. ¿Qué recuerdos tiene del de Santander? A pesar de que gané el segundo premio en el Concurso de ejecución musical de Ginebra de 1980, el Concurso de Santander ha jugado en mi vida un papel fundamental. Ante todo, porque fue el primero internacional al que me presenté. También fue en 1980, pero unos meses antes del de Ginebra. Por eso lo considero mi primera experiencia internacional de verdad. Además de esto, porque conseguí el tercer premio… ¡entre 114 participantes!, y es por lo que en aquella ocasión me pareció estar viviendo un sueño. Al Concurso de Santander y a Paloma O’Shea les debo el comienzo fulgurante de mi carrera concertística internacional. Y a esto tendría que añadir tantos bellos recuerdos… la acogida, la organización, los amigos… ¡Todo perfecto! Es por eso por lo que adoro España. Hubo un momento en mi vida en el que el único lugar donde me habría gustado vivir, aparte de Italia, habría sido en España. Me gusta la gente, el idioma, los colores, el calor humano. Siento España muy similar a mi tierra, Sicilia, ¡el mismo calor y los mismos colores y perfumes! ¿Qué interpretó en Santander? ¿Hubo Thalberg? Sí, posiblemente porque desde aquel año hasta hoy he tenido la posibilidad de profundizar en las características del estilo compositivo de este extraordinario y particular pianista. No, Thalberg no. Yo estaba aún en la fase tradicionalista, por lo que recuerdo la Rapsodia española de Liszt, la Séptima Sonata de Prokofiev… Y en la final, el K. 466 de Mozart. ¿Interpreta más su música, siendo máxima autoridad como presidente de la Sociedad Internacional de Estudios Sigismund Thalberg, o la de Liszt, cuyo nombre bautiza el dúo de pianos que comparte con Vittorio Bresciani? ¿Qué implantación de Thalberg existe en nuestro país? Para ser sincero, debo decir que, aunque en mis programas habitualmente interpreto música de Thalberg y de Liszt, de quien tenemos en el repertorio del Franz Liszt Piano Duo todos sus poemas sinfónicos, además de las dos sinfonías —Dante y Fausto— transcritas por el propio compositor, me gusta tocar un poco de todo, desde Paisiello a Rachmaninov. Es cierto también que mi posición como Presidente del Centro Internacional de Estudios Sigismund Thalberg y mi actividad discográfica dedicada a Thalberg, propicia el que, habitualmente, me soliciten que incluya en mis programas composiciones de Thalberg. Y lo hago con mucho gusto, del mismo modo que, con mucho gusto, puedo reunir su música junto a la de Liszt, de quien Thalberg fue el gran rival. Eso lleva a pensar en la famosa velada en los salones de Belgioioso para dilucidar la calidad de uno y otro. ¿Ese tipo de torneos equivaldrían hoy a la final de los concursos de piano? La velada, que más bien tendríamos que llamar “matinée”, porque tuvo lugar a última hora de la mañana del 31 de marzo de 1837 en el Palazzo Belgioioso de París, y que tenía como protagonistas a Liszt y Thalberg, sólo fue un pretexto al que recurrió la princesa Cristina con el fin de recabar fondos para los revolucionarios italianos. En efecto, en aquel momento nadie se habría atrevido a contrastar en serio dos figuras estelares como las de Liszt y Thalberg. Uno y otro eran los héroes del momento. Distintos entre sí, pero sin duda dos titanes del piano. La propia princesa diciendo salomónicamente al final del histórico duelo “Thalberg es el mejor; Liszt el único”, no estaba haciendo otra cosa que reconocer la grandeza de ambos. No se trató por tanto de un concurso. El clima No creo que Thalberg sea muy conocido en España. Aun así, debo decir que recibo muchos correos electrónicos de admiradores españoles en relación con mi discografía thalbergiana. Pero, por ejemplo, ningún pianista español ha participado nunca en el Premio Pianístico Internacional Sigismund Thalberg, que organizamos cada dos años en Nápoles. Como presidente de la Sociedad Thalberg. ¿El balance del bicentenario ha sido satisfactorio? Absolutamente sí. En Nápoles, la ciudad donde vivió entre 1864 y 1871 y donde murió, el Centro de Estudios Thalberg lo ha celebrado con conciertos, seminarios, con el premio pianístico, conferencias y muchísimas otras iniciativas. Algunas revistas importantes con carácter internacional le han dedicado amplio espacio, como la suya en España o la londinense International Piano Magazine. Y yo he tocado y tocaré sus composiciones en muchos países del mundo. Hasta el punto de que este año se lo he dedicado a Thalberg de una manera casi exclusiva, interpretando desde el Concierto para piano al Trío con piano, o tantas y tantas paráfrasis sobre la ópera italiana. Incluso en España, en estos días. Así es. Estoy muy contento por tener la posibilidad de hacer oír Thalberg a mis amigos españoles en el año del bicentenario de su nacimiento. Será, para ser precisos, el próximo 16 de noviembre en la Ametlla del Vallès, cerca de Barcelona. Resucitaré el duelo Thalberg-Liszt presentando al tiempo algunas composiciones de Liszt y algunas paráfrasis de Thalberg, incluida la famosa sobre el Mosè de Rossini, que Thalberg tocó precisamente en la pugna de 1837 en París. ¿Qué Thalberg reivindica usted, el ejecutante o el compositor? Por supuesto que el ejecutante, al menos si nos ate- 99 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 100 D O S I E R EL VIRTUOSISMO nemos a lo que decían las crónicas de la época. Debía ser asombroso y fascinante. Como no tuve la suerte de escucharlo, la única vía por la que puedo juzgarlo es a través de sus composiciones. A partir de ese acercamiento, diría que la mayor parte de su producción entra de lleno en aquel fenómeno biedermeier que caracterizó la primera mitad del siglo XIX y que, si bien desde un punto de vista estructural son tal vez obras un poco endebles, el aspecto más interesante es el que tiene que ver en cuanto a la disposición de la melodía, así como el modo tan particular de recurrir al virtuosismo, concebido no como un fin en sí mismo, sino siempre al servicio del belcanto… pianístico, obviamente. La coincidencia en fechas de la muerte de Stalin y Prokofiev ensombreció los homenajes fúnebres al músico. ¿Adelantarse un año el nacimiento de Liszt oscureció mediáticamente la figura de Thalberg? No, no lo creo… En las dos primeras décadas del siglo XIX nacieron casi todos los principales compositores románticos y tardorrománticos, y esta coincidencia para nada fue causa del oscurecimiento de ninguno de ellos. Liszt ha oscurecido a Thalberg ni más ni menos que por haber sido de largo un gran compositor y por haber legado a la posteridad una incalculable herencia. Y eso es algo que no pudo hacer Thalberg, que fue esencialmente un ejecutante. De los más grandes, pero sólo y para siempre un intérprete. En las relaciones Thalberg-Liszt, ¿existió rivalidad real, o fue producto de marketing avant la lettre? Para nada existió rivalidad nunca entre ellos. Tal vez en los comienzos, cuando Liszt escribió un conocido artículo en la Gazette musicale de París criticando algunas composiciones de Thalberg, pudo crearse cierta tensión. Pero a lo largo de su vida, entre los dos hubo siempre un absoluto y recíproco respeto. Como antes dije, la contraposición en el duelo en casa de los Belgiogioso fue solamente un reclamo de la princesa para recaudar fondos para los patriotas italianos. 100 Michele Mari ¿Cuáles fueron las principales coincidencias y divergencias entre ellos? Estamos hablando de dos grandes pianistas que, por supuesto, experimentaron en sus comienzos las influencias biedermeier, pero que cada cual siguió por su propio camino. Thalberg se convirtió en un gran concertista; un formidable virtuoso del teclado —lo que hoy equivaldría a una especie de estrella internacional del pop—, mientras que Liszt, como sabemos, abandonó precozmente la actividad concertística para dedicarse a la composición, la dirección y la divulgación de la “nueva” música. El propio Liszt, en una carta a Carolyne Sayn-Wittengstein, después de haber aportado 100 francos para la erección de una estatua de Thalberg en Nápoles, dijo: “Thalberg ha sido uno de los artistas más afortunados. La pasión del ideal no llegaba a atormentarlo: se conformaba con triunfar”. 279-dosier 23/10/12 12:33 Página 101 D O S I E R EL VIRTUOSISMO ¿Quiere eso decir que defender a uno no es negar al otro? ¿Podríamos hablar de complementarios? Ambos han influido definitivamente en el desarrollo de la técnica pianística, aunque probablemente, Thalberg, demostrando un interés particular en el cuidado y en la disposición de la melodía y en la posición de la mano, ha tenido un papel fundamental para cierto tipo de repertorio paravocalístico. El respeto que se les ha atribuido por la melodía, característico de sus composiciones, aportará su grano de arena para construir frases largas y cantables. Herencia ésta, para conectar con la melodía infinita belliniana, que tomarán como referencia fundamental muchos de los compositores que le siguieron en el tiempo. De todas formas, respondiendo a su pregunta, diría que ambos son absolutamente complementarios. Mencionaba antes otros platos fuertes para usted, como Paisiello o Rachmaninov, tan distintos entre ellos… y a la vez de Thalberg. afirmar que su legado más importante está en el prefacio de su obra didáctica L’art du chant appliqué au piano. De aquellas pocas líneas surgió la vida de la escuela napolitana, que tantos pianistas ha dado al pianismo internacional: de Martha Argerich a Benedetti Michelangeli; de Gelber a Maria Tipo y Aldo Ciccolini y otros muchos entre los que por supuesto me incluyo. ¿Le faltaron a Thalberg una Cosima Liszt y un saga que lo defendiese? Durante la controversia parisina de 1837 fue defendido valientemente por François Fétis, e imagino que en curso de su vida hubo muchas otras personas que lo defendieron, mujeres incluidas, ya que era un hombre apuesto, además de hijo de un príncipe, aparte, claro está, de su mujer Francesca Lablache, hija del gran bajobarítono Luigi Lablache. ¿Todo está descubierto y tocado? El aspecto principal y yo diría fundamental que caracteriza a mi elección concertística y discográfica ha sido, y sigue siendo, optar por un repertorio poco conocido y apenas ejecutado. En definitiva, me gusta descubrir o redescubrir composiciones y compositores que han quedado injustamente olvidados. Así nació la idea de grabar para el sello Naxos los ocho conciertos para piano y orquesta de Paisiello, y también para este sello, el trío de Clara Schumann, la integral de las variaciones de Mozart, las variaciones de Rachmaninov… la Sinfonía Dante, la Sinfonía Fausto, además por supuesto de todas las paráfrasis sobre óperas italianas de Thalberg, su concierto, las Soirèes de Pausilippe y muchas más cosas. Yo diría que no, pero la verdad es que no estoy convencido que todo lo que escribió deba ser reproducido necesariamente. Yo diría que las paráfrasis de la ópera italiana, que he grabado en su totalidad, son especialmente atractivas, y a esto añadiría el Concierto para piano, el Trío, las Soirèes de Pausilippe y los 12 Estudios. ¿Qué aporta Thalberg y su obra para un pianista? ¿Aparte de sus grabaciones, qué otras hay? Siendo yo thalbergiano, lo que voy a decir podría parecer tendencioso, pero sostengo que sin Thalberg el piano no habría recorrido el camino que todos conocemos hoy. Abrió para el piano nuevas perspectivas y nuevos horizontes. Es preciso enmarcar al personaje Thalberg en un momento muy particular de la historia, cuando el piano alemán Stein fue reemplazado por pianos ingleses y franceses, especialmente los Pleyel y Erard. La tipología de estos instrumentos varía significativamente en términos de timbre y posibilidades virtuosísticas. Así que si los pianistas-compositores anteriores a Thalberg disfrutaron de una calidad instrumental limitada en términos de velocidad y virtuosismo, quizás con una mayor propensión hacia el cambio de color (porque los pianos alemanes tenían una gama de colores más amplia y más poética), Thalberg contó a su favor con los cambios en los nuevos pianos, y escribió adaptándose al instrumento que tenía a su disposición, muy distinto a aquél con el que pudo contar Hummel, por ejemplo. Thalberg representa, pues, la evolución de la técnica pianística en relación y como consecuencia natural de los progresos realizados en el instrumento de teclado. He grabado cinco CDs con el sello Marco Polo y tres con Naxos… Ocho en total sobre Thalberg. La discografía mundial no obstante es bastante extensa, especialmente en los últimos años. ¿Qué le debe usted? ¿Está funcionando el Concurso Thalberg, con su música obligada? Diría que el arte de “cantar” en el piano, además, claro está, de la fama de reconocido y estimado intérprete thalbergiano. La respuesta es un sí rotundo. Hemos llegado a la octava edición (el Concurso es bienal), y el número de participantes cada vez experimenta mayor aumento, y el nivel de los candidatos ha sido siempre altísimo. Aparte de usted, ¿existen muchos especialistas en la música de Thalberg? Cuando empecé a tocar a Thalberg ciertamente no, sólo algunos viejos pianistas norteamericanos (Earl Wild, por ejemplo) lo tenían en repertorio. Ahora tengo que decir, gracias a mi labor discográfica, al Premio Thalberg, al trabajo que cada día desarrolla desde 1996 el Centro de Estudios, y a mi actividad concertística, que ha llevado a Thalberg a prácticamente todo el mundo, son muchos los pianistas que tocan y graban música de Thalberg, y estas cosas, por supuesto, me hacen muy feliz. ¿Es fácil acceder a sus archivos? El archivo del Centro de Estudios está abierto a todos y es gratuito. ¿Cuál es la mejor labor apostólica para difundir su obra? Lo que ha hecho el Centro de Estudios: un premio pianístico; y lo que he hecho yo: grabaciones y giras de conciertos. Las primeras suyas fueron muy seguidas, pero se estancaron desde 1995, ¿no funcionó la respuesta del público? Como he dicho, para mí no todas las obras de Thalberg son valiosas en términos de composición. De ahí que grabar todo Thalberg sólo sería importante desde el punto de vista del aspecto enciclopédico del conocimiento. Lamentablemente, esta idea no coincide con los intereses de las compañías discográficas (por otra parte hoy en auténtica crisis). Es por eso por lo que en un determinado momento, en 1995, se decidió interrumpir la publicación. El Centro de Estudios piensa hacer algo así como lo que digo con relación al registro de toda la obra thalbergiana, que no sea simplemente la edición de partituras en soporte papel o digital. Por desgracia, para ello se necesitan enormes fondos, y el momento no es el mejor, por lo que nos reservamos el derecho a hacerlo tan pronto como las condiciones sean óptimas. ¿Se le ocurren otras vías de implicación, o estamos en el buen camino? Creo haber hecho todo lo que ha estado en mis manos, pero pienso que, en general, los directores artísticos deberían tener más coraje y dar más espacio en sus agendas a los compositores y obras poco conocidas y poco interpretadas. Se ha escrito tanta música, que algunas obras no serán valiosas, pero muchas “gemas” han permanecido ocultas para el oyente tanto por el polvo como por la pereza de los organizadores. ¿Dejó un legado extenso? Thalberg escribió hasta el Op. 83, pero creo poder Juan Antonio Llorente 101 279-Pliego final 24/10/12 11:45 Página 102 ENCUENTROS JOAQUÍN ACHÚCARRO: “HE CRECIDO CENTÍMETRO A CENTÍMETRO” E l 1 de noviembre Joaquín Achúcarro cumple ochenta años —“octogenario”, repite, “octogenario, qué palabra”. No los representa en absoluto. Su aspecto, su agenda —Méjico, Canadá, Alemania, Italia, Inglaterra, una gira con la Filarmónica de Liverpool y Petrenko—, su gusto por las cosas de la vida, grandes y pequeñas — entre ellas un estupendo Murrieta del 2005 que riega la merienda que nos acompaña durante la conversación— demuestran que esos ochenta “han llegado como la primavera, sin saber cómo, sin darme cuenta”. Y remata sentencioso: “Ochenta es un disparate”. El caso es que el pianista bilbaíno —que tararea los ejemplos cada vez que hace falta, como ilustraciones necesarias— entra en el club, bien exclusivo, de los Rubinstein, Horowitz, Pressler, Horszowski o Ciccolini, todos, como él, en activo pasados los ochenta. 102 Kirill Bashkirov ¿Cómo se ve octogenario? Me parece rarísimo estar ahí, los tengo delante como he tenido delante los que he ido cumpliendo. Ochenta es un disparate. Con cosas que son las que me han ayudado a comer garbanzos durante más de cincuenta años y con otras que me hubiese gustado hacer y que no he podido. Por ejemplo, me da pena no haber tenido tiempo para hacer música de cámara. Y es que como soy muy tonto necesito mucho tiempo para aprender las cosas y luego, encima, nunca me parece que estén bien. Sólo, si eso es música de cámara, tocando a dos pianos con Emma [su mujer, la pianista Emma Jiménez]. Hay por ahí una cinta con un programa que hacíamos a dos pianos con la Sonata de Clementi, las Variaciones sobre un tema de Haydn de Brahms y la Segunda Suite de Rachmaninov. Y visto a distancia no estaba tan mal. Qué va, estaba muy bien. Tanto 279-Pliego final 24/10/12 11:45 Página 103 ENCUENTROS JOAQUÍN ACHÚCARRO como que en una escucha a ciegas hubo quien dijo que éramos Gold y Fizdale. ¿Cuando uno crece en edad, se siente más libre? Lo que sí he podido es seguir estudiando y profundizando y madurando cosas que he tocado a los treinta, a los cuarenta, a los cincuenta… y que , de repente, como que tienen otra luz, otro sentido, como si a fuerza de estudiarlas hubieras llegado, al fin, a una conversación con el compositor. En lo que he estudiado de Beethoven he ido, no sé cómo decir, hasta dónde de profundo, no toco todas las sonatas pero sí los cinco conciertos. Y una vez que lo ves detrás de su música se te agiganta el personaje. A fuerza de convivir con él observas lo gigantesco, la espantosa energía de su música. Y eso lo sigo descubriendo. Luego te pones con una sonata de Mozart y es peor porque es todavía más incomprensible. En Beethoven ves la lucha, en Mozart no y en Bach tampoco. Es una lástima no poder vivir mil años para desentrañar todo eso. ¿Qué está en la partitura? Antes era lo del respeto al texto y últimamente es el respeto a lo que yo creo que es la intención del compositor y hasta, incluso, a lo que pasa cuando creo que el compositor se ha equivocado, que también ocurre… A los vivos les he preguntado, “¿qué te parece si esto lo hago así o asá?”, y siempre les parece muy bien. El compositor pone todo lo posible en la partitura. En Brahms, por ejemplo, es como las piedrecitas de Pulgarcito para ir descubriendo lo que quiere. Y te lo dice como para que tampoco se le note demasiado que, en realidad, no estaba muy interesado en decirte lo que quería. En el Segundo Concierto hay muchos pasajes en los que te dice “¿a que no puedes con ello?”. Y yo creo que hasta lo hace con mala intención. Y lo mismo pasa con Ravel. Tienen los dos una relación extrañísima de personalidad, los dos probablemente antipáticos, con un muro de sarcasmo protegiendo su interior. Pero, de repente, en su música hay un torrente de tensión, de sentimentalismo, de emociones profundísimas… En Brahms, el equilibrio entre razón y pasión… Y en todos. Incluso en gente que parece tan desapasionada como Debussy o Falla. El erotismo del primer Falla era tal que él mismo se asustaba y acababa en pianísimo para expiar sus pecados. Usted me dirá, las Noches… Que usted ha hecho… Más cerca de doscientas veces que de cien. ¿Y qué pasa con la técnica? En este momento me estoy creando una nueva técnica de la flexibilidad del brazo, del codo, del hombro, de la fuerza de las manos y —abróchense el cinturón— de la flexibilidad de la cintura. Una perogrullada como decir que la mano debe estar en la posición más cómoda posible, la estoy aprendiendo ahora. Creo en la buena forma física y en que la técnica es una cosa fundamental. Aquí ha habido mucha manga ancha con respecto a la técnica como mal necesario, diciendo que lo que hace falta es estar inspirado… Había un señor que decía que primero aprendes las notas y luego le pones expresión. ¿Se tocaba mejor antes que ahora? Rachmaninov tocaba mejor que nadie. Y Rubinstein. Ahí están los segundos tiempos de los conciertos y las sonatas de Beethoven por Schnabel… Ahora bien, hoy un niño chino toca los 24 Estudios de Chopin… y cómo. Con algo más que técnica. Los europeos nos defendíamos primero contra los americanos, diciendo que mientras ellos tocaban muy deprisa, en Europa sabíamos, y reflexionábamos… Usted también fue niño alguna vez… MI primer recuerdo al piano es estar con los brazos totalmente estirados por encima de la cabeza y oyendo un ruido muy raro que salía de aquel instrumento. Me pusieron a tocar el doremifasol y hasta que me fui a Madrid estudiaba media hora diaria. Media hora hasta los diecisiete años, así que al lado de estos chinos de once o doce que tocan los Estudios de Chopin yo soy un recién llegado. De mí decían al principio eso de que “este chico tiene talento”. Había, también, una especie de musicalidad no sé si innata o no, eso que no sabemos lo que es, como la personalidad, pero lo captamos enseguida. ¿Cuál fue su primer concierto en serio? A los trece años, el Concierto nº 20 de Mozart, en Bilbao, con la Sinfónica dirigida por Arámbarri en la Sociedad Filarmónica, que estaba hasta los topes. Después hubo que acabar el bachiller, convencer a mis padres de que me fuera a Madrid, ganar el Premio Masaveu y el de virtuosismo para que pensaran que a lo mejor se podía. Luego vino el Marguerite Long y el debut con la Orquesta Nacional y Argenta en el Concierto de Grieg el 14 de diciembre de 1951. ¿Le marcaron mucho sus maestros? Que fueron Long, Guido Agosti, Nikita Magaloff, Bruno Seidlhofer en Viena, Walter Gieseking en Saarbrücken, Cubiles en Madrid… Cada uno de manera distinta. Con Magaloff hubo verdadera amistad y con Gieseking no tanto porque al final lo que tú tocabas lo tocaba él. En Viena, más que Seidlhofer, el ambiente y los amigos, el contacto con Zubin Mehta o con Jacques Klein, un pianista brasileño que era muy amigo de Friedrich Gulda… Es que Viena ya era otra cosa. Y tanto. Yo ahí le veo las orejas al lobo y estudio cuarenta y ocho horas semanales, entre otras cosas preparando el Concurso de Liverpool. Lo gano y a rodar. ¿Ha sido disciplinado a la hora de estudiar? A partir de Viena, sí. Con el Segundo de Bartók ha habido días de doce horas de estudio. Siempre he estudiado bastante por la sencilla razón de que no me gustaba lo que hacía, de que creía que me faltaba técnica, que no llegaba… He crecido centímetro a centímetro. ¿Quién le ha influido más? No necesariamente profesores o pianistas. Recuerdo al bailarín Sajarov en Siena. Cosas que entonces no entendía: llenar el sonido, por ejemplo. Él hablaba de llenar el movimiento, no ir de aquí a allí sino vivir el trayecto de una nota a otra lo más intensamente posible. Eso lo fui descubriendo poco a poco. Ya sé que el artista es poco dado a estas preguntas pero dígame, si quiere, un par de colegas a los que envidie sanamente. Pues sí, sanamente y a más de dos. A tantos que no quisiera dejarme ninguno. El primero que me sale es Yefim Bronfman. O Murray Perahia, cómo es capaz de enfocar todo su repertorio. Radu Lupu. No le voy a decir que envidio a Martha Argerich pero sí que la admiro, como admiro a Pollini o a Brendel. Puede haber estadios, una especie de crescendo entre respeto, admiración y amor. Ponga a Rubinstein, aunque se haya muerto. Más: Gary Graffman, André Watts, Manny [Emanuel] Ax… Cuando ha trabajado bien una obra, ¿qué deja para el momento del concierto? Pues lo que llamaríamos improvisación premeditada. Hay veces que se da el milagro de que, sin intentarlo, tengas una claridad mental en la que todo funciona, el toque, el pedal, el cerebro trabajando en el escenario a toda velocidad. ¿Hay una forma ideal de tocar la música española? ¿Cómo la aborda usted? Pues como la otra. Lo que sí ocurre es que hay una serie de ritmos y de cosas… El compás de tres por cuatro [canta] puede ser un minueto, un vals, una jota una siciliana, un ländler, una mazurca, todo distinto y con la misma escritura. Lo que cuenta en cada cosa es esa tradición que hace que en Viena cualquiera sepa lo que es un vals, en España una jota o en Polonia una mazurca. Y ahí entra lo que tú hayas 103 279-Pliego final 24/10/12 11:45 Página 104 ENCUENTROS Bob Walker JOAQUÍN ACHÚCARRO Simon Rattle y Joaquín Achúcarro en la Philharmonie de Berlín 104 absorbido de cada tradición. Falla se sabía todos los ritmos porque su niñera le cantó todo lo que se podía cantar de esa tradición andaluza. En Falla, como en ningún otro, coexiste el ritmo binario de seis por ocho y el ritmo binario de tres por cuatro. En el intermezzo de la Fantasía bætica o, también, cuando vas a tocar las Noches y ensayas cuatro antes del 41 porque a partir del 41 empieza ese tema que dice… [canta] y el director no sabe si marcar a tres o marcar a dos, y resulta que están los dos pero no un compás en tres y otro en dos sino todo junto… Nadie más que Falla ha hecho eso. Y, por cierto, cómo lo resuelven Rattle y la Filarmónica de Berlín en el DVD que hicimos juntos. Una mazurca de Chopin se la oyes tocar a Rubinstein y ya está. Y un vals vienés lo lleva la Filarmónica de Viena en las venas, con un ritmo auténtico. Una habanera: en su homenaje a Debussy el pobre don Manuel creyó que poniendo unos signos más en las corcheas le iban a entender mejor. Si sabes cómo se toca una habanera, pues ningún problema. Y, si no, pues sigues el texto. Y de ti mismo pones tu ritmo interior, que lo has tenido que aprender. Por eso existe el Chopin de Rubinstein y el Beethoven de Schnabel y el Albéniz de Alicia de Larrocha, que ahí ha sido el paradigma. Schumann, Chopin, Brahms, Scriabin, Ravel, son sus autores. ¿Hay una línea a seguir? Pues sí. Desde Bach son como variaciones sobre una especie de río de lava, de tensión que fluye de una manera o de otra según lo que cada uno haya hecho y que es inherente al ser humano. Un robot puede saber lo que vale una corchea o una negra pero siempre le faltaría ese tempo humano que es sístole y diástole, inspiración y expiración, somos de ritmo binario. Por eso el ritmo ternario es cojera. Hay una serie de músicas en las que tienes que decidir si la respiración es hacia arriba o hacia abajo, dónde la arsis y dónde la tesis, dónde el compás leve y dónde el grave. En Mozart, y sospecho que también en el último tiempo del Segundo de Brahms, tienes que decidir dónde quieres estar y, cuando crees que vas a tocar el suelo, resulta que estás en el aire y yendo hacia lo siguiente que viene. En el segundo movimiento de la Sonata, op. 110 de Beethoven, y esperando eso que viene, hay una serie de interpretaciones sobre si el ritmo es de una forma o de otra [canta], de modo que no sabes si estás diciendo “jamón” o “monja”. Y ese es uno de los problemas que tú, responsable intérprete de Beethoven, tienes que desentrañar. Y es ahí donde el compositor ha querido ser poco claro. Deliberadamente, porque nada de lo que escribió ese hombre lo hizo al azar. Usted no ha trabajado mucho Schubert… Y con pena…, hay una sonata grabada. Con pena y, en cierto modo, por los prejuicios que nos metieron aquí: para tocar Beethoven hay que tener cuarenta, para Mozart sesenta… Y a lo mejor es verdad pero, como no empieces a estudiarlos a los 17, cuando tienes cuarenta no puedes. Y me lamento de no haber sido más insolente con Schubert. Es autor de las cosas más sublimes y de otras mal planteadas, mal desarrolladas. Al fin y al cabo, como decía Tovey, Schubert y Mozart sólo escribieron obras de juventud. ¿Qué espinita, además de esa? Muchas cosas, muchísimas. Pero, sobre todo, los “todos”. Todo Chopin, todo Schumann, todo Brahms, todo Ravel. Toco muchas obras de cada uno, todas ellas analizadas, estudiadas, vividas y amadas, pero… Me da pena no tener tiempo de aprender lo que falta. Por ejemplo, también, los Estudios de Rachmaninov, al que en mi juventud se le miraba muy por encima del hombro y que a fuerza de conocerlo ves que hay una armonía y unas tensiones extraordinarias. En las primeras obras escribió demasiadas 279-Pliego final 24/10/12 11:45 Página 105 ENCUENTROS JOAQUÍN ACHÚCARRO notas, pero el Cuarto Concierto y la Rapsodia… He tenido muy buenas experiencias con Rachmaninov, en Nueva York con Mehta y en Tokio con Frühbeck y con Ono. ¿Qué debiera no haber tocado nunca? Pues sin citar a nadie vivo, para que no se moleste, quizá el Konzerstück de Weber o el Concierto de Albéniz, que me quitaron tiempo para estudiar otras cosas. Pero manía especial no le tengo a nada. Usted hizo una edición del Concierto heroico de Rodrigo. Me lo pidió Cecilia, su hija. Fue un ejercicio interesante. Recuerdo que mi hijo, en Siena, me decía mientras trabajaba en él que de repente el piano sonaba más que antes. Y es que había quitado notas a acordes. Suprimí también dos o tres cadencias bombásticas y sustituí los ritardandi de segundo y cuarto movimientos por dos accelerandi. Cuando has estudiado a Rachmaninov o a Grieg te resulta relativamente fácil hacer ese tipo de arreglos. Y hay bastante gente que utiliza mi versión. En un momento dado le tentó la dirección de orquesta. Eso fue echar una cana al aire. ¿Con qué directores ha trabajado más a gusto? Constantin Silvestri, uno de los primeros con los que actué fuera, me quería mucho. La primera vez que nos encontramos hice con él el Segundo de Rachmaninov con la Sinfónica de Bournemouth. Y un hombre tan poco hablador como él se quedó absolutamente feliz conmigo y me lo dijo. Como me ha pasado ahora con Jaap van Zweden haciendo el concierto de Schumann con la Sinfónica de Dallas. Es un maestro que está transformando la orquesta, haciéndola una de las grandes de Estados Unidos, pidiéndole más cosas que su antecesor, Andrew Litton. Con los dos, con Silvestri y Van Zweden, fue amor a primera vista. No me tome por presumido pero me dicen que salió exclamando “What a musician!”, y ya hemos quedado para temporadas próximas. En el segundo tiempo de Schumann les hizo a los violines cambiar el arco y consiguió una atmósfera muy especial. El sonido de la Sinfónica de Dallas ha cambiado con él. Todos los músicos de orquesta aman la música pero un mal director o un director con alma de funcionario les hastía. ¿Más? He trabajado con trescientos no sé cuantos. Es difícil hablar de con quién mejor pero siempre con Zubin [Mehta]. La primera vez con él fue la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rachmaninov en Siena. Se habían ido Barenboim y Abbado y quedaba L’indiano, como le llamaba el Conde Chigi. Hicimos luego, con la ONE, también la Rapsodia en Granada y, el año siguiente, el nº 24 de Mozart en Madrid. Y, en Los Angeles, Noches, y ahí las descubrió Zubin, como Rattle después, diciendo: “esto es Wagner”. ¿Sigue enseñando en la Universidad de Dallas? Y cada vez con más gusto. Tengo muy buenos alumnos. Contra toda modestia, déjeme que le diga que cada vez sé más y puedo diagnosticar lo que le falta a éste o lo que le sobra a c/ Cartagena 10, 1ºc - 28028 MADRID Tel. 91.356 76 22 - Fax 91.726 18 64 E-mail: [email protected] - www.scherzo.es Deseo suscribirme, hasta nuevo aviso, a la revista SCHERZO por períodos renovables de un año natural (11 números) comenzando a partir del mes de …………………nº…… El importe lo abonaré de la siguiente forma: Transferencia bancaria a la c/c 2100 2416 93 0200152229 de La Caixa, a nombre de SCHERZO EDITORIAL, S.L. Cheque a nombre de SCHERZO EDITORIAL, S.L. Giro postal. VISA. Nº: …………………………………………… Caduca … /… /… Firma………..…………… Con cargo a cuenta corriente ………… ………………………………… ………… …… aquel otro. Naturalmente, todas esas cosas me las aplico a mí, no voy a ser menos que San Francisco de Asís. Aprendo de mis estudiantes y no me da ninguna vergüenza decirlo. Vivimos tiempos de crisis… Y en Dallas tenemos suerte porque de un déficit de veinte millones se ha llegado a tener un superávit de treinta, gracias al petróleo, naturalmente. A veces las subvenciones, los apoyos, las ayudas llegan de un señor que no sabe de música y considera que el del triángulo sólo trabaja tres minutos, así que fuera. Metafóricamente, están echando a los que tocan el triángulo. Pero hombre, si cuando Ulises volvió y empezó a matar gente dejó vivos a los músicos… Bueno, cuando en un sitio como Dallas cuidan a su orquesta y en la universidad hay cuadros de Velázquez, Goya, Murillo, doscientos de autores españoles y firman un acuerdo con el Prado y alguien da dos millones de dólares para las clases de piano… Quiero decir que siempre ha habido Esterházys y esos aristócratas amigos suyos sin los que Beethoven no hubiera podido vivir. Mozart había dado el salto y se pegó un buen golpe. Tampoco era un gran ahorrador… Pero no sólo es la cultura… No sé si soy demasiado escéptico. Quizá los hombres no tengan la culpa de lo que le pasa a la humanidad, quizá sea como ese oleaje inmenso que se lleva el hormiguero por delante y las hormigas lo vuelven a construir. Algo que no controlamos. Luis Suñén BOLETÍN DE SUSCRIPCIÓN Rellene y envíe este cupón por correo, fax o correo electrónico. O llámenos por teléfono de 10 a 15 h. También está disponible en nuestra página en internet. Nombre……………………………………………........................ …………………………………NIF..……………........................ Domicilio…………..……………………………........................... ........................................................................................ CP………Población……………………………….............. Provincia……………………………..……………........................ Teléfono……………………………………………....................... Fax…………...……………………….……………........................ E-mail………………………………………………........................ El importe de la suscripción anual será: España: 70 € / Europa: 105 € / EE.UU. y Canadá: 120 € / America Central y del Sur: 125 € El precio de los números atrasados es de 7 € (No utilice este boletín para la renovación, será avisado oportunamente) Tratamiento automatizado de datos personales.- Los datos recabados formán parte de los ficheros de la empresa, y son necesarios para la formalización de las suscripciones, su facturación y seguimiento posterior. Los datos se tratarán y protegerán según la LO. 15 /1999 de 13 de diciembre de Datos de Carácter Personal y el titular de los mismos podrá ejercer los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición ante las oficinas de la Sociedad sita en Madrid, calle Cartagena nº 10 1º C, 28028 Madrid. 105 279-Pliego final 24/10/12 11:45 Página 106 EENDCUUCEANCTIRÓONS ADMIRABLE C omo “una máquina”, así definirían muchos a María Jesús Camino (www.mariajesusmusica.com), una de las personas más activas en la difusión de todo tipo de ideas y prácticas educativas relacionadas con la música, y en particular con los recursos que hay en internet para la educación musical. Profesora del Instituto de Educación Secundaria San Miguel, en Meruelo, Cantabria, es entre otras cosas autora del blog Recursos musicales, que recibe una media de cuatro mil visitas diarias. Esta pianista/organista incansable lleva años difundiendo su ingente trabajo y el de muchas personas que han encontrado en internet la herramienta soñada para ofrecer a sus alumnos una variadísima gama de recursos. Hace años María Jesús se imaginaba escribiendo un libro de texto que respondería a sus necesidades pedagógicas en el aula. La aparición en internet de los blogs, los marcadores sociales y muchas otras herramientas le hizo darse cuenta de lo pequeño que quedaba el libro de texto: internet se convertía a la vez en fuente y archivo de cientos y miles de posibles propuestas pedagógicas. Un poco de todo 106 Es difícil resumir todo lo que María Jesús Camino ha reunido en la red bajo licencia Creative Commons, es decir, abiertamente compartido: libros, partituras, vídeos (su canal propio de vídeo supera las 50.000 reproducciones), mapas conceptuales (como por ejemplo el que muestra los blogs y webs de educación musical distribuidos por comunidades autónomas), tutoriales, audiciones, proyectos colaborativos, juegos, bases de datos, presentaciones, webs, grabaciones, software, imágenes, ejercicios y todo lo que pueda imaginarse. Muchos de los materiales son materiales creados por otras personas que ella reseña por su interés para el trabajo de aula. Otros son materiales propios creados para o con sus alumnos del IES. Llama la atención la tranquilidad con que ha hecho este trabajo. Resulta imposible calcular las miles de horas dedicadas a una tarea de la que pueden beneficiarse tantas personas. Lo que comenzó siendo un repositorio de ideas propias y ajenas aplicables a la clase (nunca recomienda algo que no ha probado antes en clase) se ha convertido en un riquísimo archivo consultado por miles y miles de personas. Así comenzó a reunir lo que le parecía que podía serle útil: organizó la información de forma que ella misma podía encontrarla fácilmente. De esa forma, el paso a compartir a través de internet con el mundo entero resultó natural. A ella le gusta comprobar que lo que hace, pensado para un grupo de alumnos de Meruelo, municipio de menos de dos mil habitantes, puede circular por el mundo entero. Recibe con satisfacción mensajes de España y de Iberoamérica y sabe que es muy importante mantener el adecuado equilibrio entre esos dos mundos: el aula y la red. El contacto con los alumnos, el comprobar qué cosas funcionan y cuáles no, es algo que nunca termina. El aula es el único banco de pruebas real y adentrarse demasiado en internet apartándose de la clase nunca le ha atraído. María Jesús disfruta especialmente visitando blogs de otros docentes. El mundo de los blogs, que no tiene muchos años de vida, ha abierto nuevas perspectivas. Especialmente, según María Jesús, en los dos últimos años. Eso ha supuesto un aumento notable de recursos específicos creados por docentes para trabajar con sus alumnos. El blog de aula, en el que se reflejan las cosas que suceden a lo largo del curso y se explica el proceso seguidos para llevarlas a cabo, es una de las mejores formas de acercarse a la práctica educativa. A veces reproduce lo que ha visto, otras lo modifica o lo adapta. El nivel con el que más le gusta trabajar son los grupos de primero de la ESO (12-13 años). Cuando lo hace, sabe que estará dos años con ellos. Durante el primero alcanza un nivel de confianza en determinadas herramientas que hace que al principio del segundo curso apenas haya que explicar cuestiones de nuevas tecnologías, redes, dispositivos, etc. María Jesús señala lo fácil que es pensar en la clase de matemáticas como una clase bien aprovechada mientras que la clase de música se entiende como una forma agradable de pasar el tiempo. Lleva años demostrando que se trata de prejuicios que no se corresponden con la realidad. La nueva ley que tramita el gobierno reduce drásticamente la presencia de la música en los institutos a favor de materias llamadas, paradójicamente, instrumentales. Para ella internet es, además de una fuente de recursos, un inesperado punto de encuentro en el que ha conocido a personas cuyo trabajo dignifica la educación. Sabe que la nueva ley supone un retroceso importante y no puede evitar sentir, por ella y por otros, cierto desánimo. Pedro Sarmiento [email protected] 279-Pliego final 24/10/12 11:45 Página 107 JAZZ IBRAHIM MAALOUF IBRAHIM MAALOUF: DESCUBRIÉNDOSE AFUERA Y FRENTE AL OTRO E l otro sólo puede ser aquel que no entendemos, más allá de lo que superficialmente nos pueda distinguir. Por el otro no es una persona diferente, sino que sencillamente es una persona más. El apunte se antoja necesario en unos tiempos en los que al otro se le exige se transmute en nuestro “yo”, obligándole al menosprecio por lo suyo, por lo que le da identidad. Es una suerte de racismo disimulado que se ejerce mucho entre los ciudadanos del denominado “primer mundo”, que —volvemos a lo mismo, no es primero sino otro— con respecto al inmigrante. El trompetista libanés Ibrahim Maalouf (Beirut, 1980), residente actualmente en Francia, es consciente de ello, alternando su educación y formación europea con el esfuerzo de mantener vivas las raíces de su familia, por cierto, menuda familia… Hijo del también trompetista Nassim Maalouf y de la pianista Nada Maalouf; nieto del poeta, periodista y musicólogo Rushdi Maalouf; y sobrino del escritor Amin Maalouf (Premio Príncipe de Asturias de Las Letras 2010), esta joven perla del jazz se ha topado con una madurez anticipada, la que seguramente da el contacto con el otro y, encima, sobre suelo ajeno. Ibrahim Maalouf se presentó por vez primera ante la afición española en el pasado Festival de Jazz de Vitoria, con su último disco, Diagnostic (Mis’ter Productions/Harmonia Mundi) presidiendo su actuación. Ibrahim Maalouf se decanta por una trompeta de cuatro tonos, que le ofrecen justo colchón sonoro para un ideario jazzístico tan híbrido como su propia biografía. En este su tercer álbum profundiza en su relación bipolar con la música, partiendo de repertorios inspirados en la cultura arábiga y rematándolos con lenguajes netamente occidentales como el rock. El muchacho desembarcó en París a los doce años, huyendo de la guerra civil libanesa, cursando estudios, primero de matemáticas, en el Instituto Geoffroy-Saint-Hilaire de Étampes (departamento: Essonne) y de música clásica, después, en el Conservatorio Superior de Música y Danza de la capital francesa. Pronto su talento interpretativo se vería recompensado en distintos certámenes y concursos (Concurso Internacional de Trompeta de Pilisvörösvár (Hungría) en 2001; National Trumpet Competition de Washington en 2001; y , sobre todo, el prestigioso Concours International de la Ville de Paris Maurice André en 2003. En total, 15 galardones entre 1999 y 2003. Es un tiempo en el que su circunstancia vital de inmigrante y su fascinación por la improvisación desembocaron en la creación de su primer grupo Farah (“alegría”), en donde se plasmaba la herida del exilio y el ansía de libertad del jazz. Todo ello germinó discográficamente en un álbum de título revelador, Diásporas (2007), grabado en el sello italiano Ponderosa Music & Art, que fue además espejo de su talento compositor. Dos años después llegaría su fichaje por Harmonia Mundi y su segundo disco, Diachronism (Disoriental y Paradoxidental), un doble CD donde el joven trompetista fija con extraña autoridad toda esa mezcolanza de músicas y emociones, esencial y brillantemente resumidas en una pieza incluida ya en su tercer disco, el mencionado Diagnostic; Beirut, el tema que cierra el álbum, se arma sobre los recuerdos de una ciudad en ruinas y el ritmo de grupos admirados como Led Zeppelin, en lo que resulta una esquizofrenia musical ya permanente en este jazzista al que debiera empezar a vérsele más a menudo por estos lares. Hay otros temas reveladores de particular y mestiza inspiración, caso de They Don’t Care About Us (We’ll Care About You), un homenaje a Michael Jackson manufacturado con el armonicista inglés Piers Faccini y el saxofonista turco Serdar Barcin. Otros invitados notables que se asoman al disco son el rapero francés, nacido en Mali, Oxmo Puccino, el violinista tunecino Jasser Haj Youssef, el intérprete de tuba Jérémie Dufort, el acordeonista serbio Jasko Ramic y el guitarrista, también serbio, de la No Smoking Orchestra de Kusturica, Nenad Gajin. A ellos se una su base rítmica habitual, la formada por el teclista Frank Woeste, el bajista Ben Molinaro y el baterista Xavier Roge. La cultura árabe presente ha contado en el jazz con destacados portavoces como Anouar Brahem o Rabih Abou Khalil, que hoy ya pasan por clásicos. Este latido jazzístico necesitaba de sangre y savia nuevas e Ibrahim Maalouf bien pudiera acoger todas las expectativas de esta cultura musical. Hay en él lo bueno del “uno” y del “otro”, y por eso se entienden sus ganas de descubrirse al mundo, de dentro a afuera. De todo ello se habla en el documental Souffle! del realizador Christophe Trahand, que acompañó al trompetista —también pianista ocasional— durante dos años, registrando los pasos y huellas de su canción. Pablo Sanz 107 279-Pliego final 24/10/12 11:45 Página 108 LIBROS Propuesta de un enfoque multicultural de la música UNA HISTORIA ALTERNATIVA E 108 l texto que nos disponemos comentar propone, para empezar, un interesante reto, que consiste en dilucidar cuál es la materia o la disciplina en la que puede encajar mejor su amplio contenido. Una primera ojeada a la contraportada y a los créditos editoriales apunta claramente a la sociología de la música como punto de partida del libro, pero sería injusto zanjar así la cuestión. En efecto, este ensayo —en parte como consecuencia de su origen sociológico— amplía su radio de acción a la historia general, la historia social y económica, historia de la cultura, historia de la música, estética y filosofía general y musical, etc. El mismo autor, profesor titular de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, lo explica de otra forma, aludiendo a sus presupuestos metodológicos: “historia, sociología histórica, sociología histórica política, sociología histórica política internacional y sociología histórica política internacionalcomparativa”, aunque también propone su texto como una historia alternativa de la música occidental desde un enfoque multicultural, en la que se aborda la interacción entre la cultura musical y las relaciones internacionales. ¿Cuál es la tesis central de este libro como para justificar un volumen de 670 páginas, con una cantidad de información que puede resultar abrumadora y con una sospechosa amplitud de miras que bascula por igual entre la música clásica, el jazz y el rock? Recordemos las palabras del propio autor en el primer capítulo: “El objetivo de este libro es analizar cómo las relaciones internacionales han moldeado la música occidental, y más recientemente cómo la música, a su vez, está interviniendo en la geopolítica”. Este es el origen del estudio de lo que Javier Noya denomina el tritono UCM: universalismo, cosmopolitismo, multiculturalismo. Por ello el texto analiza la formación de géneros y lenguajes como el barroco, el jazz o el rock psicodélico, pero también el nacimiento de “uno de los primeros productos de la globalización cultural y las relaciones internacionales, el ideal de la música como lenguaje de la armonía universal”, una de cuyas consecuencias es la consideración del músico occidental como actor cultural que también se convierte en actor político, y esta última idea cristaliza en su propuesta de las tres “B” de la música global: Barenboim, Berger y Bono, todos ellos implicados en causas humanitarias y/o multiculturales pero procedentes de tres campos distintos: música clásica, jazz y rock, respectivamente. El texto se divide en cinco grandes bloques. El primero de ellos consta de dos partes. La I Parte, titulada “El lenguaje universal de la música,” explica la diferencia entre universalidad, universalización y universalismo, así como los tres conceptos mencionados del tritono UCM. Uno de los aspectos tratados es la existencia o no de universales en la música, lo que trae a colación posturas a veces contradictorias entre autores como L. B. Meyer, Umberto Eco o John Blacking (que aplica el argumento estructuralista de Chomsky, por lo que en este punto sorprende la ausencia de un texto fundamental como la Teoría generativa de la música tonal de Lerdahl y Jackendoff, quienes parten del mismo supuesto). Tras ello estudia la universalización de la música, es decir, los “procesos de difusión, imposición o fusión de una música [la música occidental en nuestro caso] por el resto del planeta”, recogiendo aquí las cuatro variables creadas por Bruno Nettl en su estudio de la recepción de la música occidental por otras culturas, cuya combinación conduce a una decena de posibles respuestas que oscilan entre el rechazo de Occidente y la occidentalización total. Aquí también tiene cabida una alusión a las cuotas de mercado de los diferentes tipos de música, y la constatación de que la música universal hoy día es el pop-rock, seguido de lejos por el country o la música étnica, dejando un espacio casi simbólico al jazz y a la música clásica. El universalismo, por último, es estudiado como una ideología que surge en paralelo al “desarrollo del universalismo moral y político occidental”, aprovechando este capítulo para introducir diferencias entre el universalismo de la razón y el de la emoción, el universalismo alemán, el de la tecnología o el lingüístico. En la II Parte aborda una profundización en el tritono UCM, planteando el universalismo de los músicos (creadores e intérpretes), estudiando las posibles relaciones entre música, lenguaje y emociones en busca de respuestas emocionales universales y concluyendo con una disquisición sobre multiculturalismo, mestizaje y conflicto musical. En este punto se inician tres gran- des bloques dedicados al análisis de la tríada UCM en la música clásica, el jazz y el rock, respectivamente. El bloque centrado en la música clásica consta de tres partes. La III Parte se titula “El mestizaje barroco en Europa” y aborda el momento fundacional que supuso el barroco en la historia musical, y la consolidación de Italia como potencia musical, todo ello en el marco de una enorme pluralidad y diversidad tanto en el aspecto religioso (catolicismo, protestantismo, calvinismo) como en el político (desde estados centralizados como España o Francia hasta ciudades, ducados o principados como en Italia o Alemania). Una interesante consecuencia es la diferente duración del empleo de músico en unos o en otros, por la competencia que existía entre las diferentes unidades de los territorios fragmentados o la mayor estabilidad de los centralizados. Los siguientes capítulos se centran en espacios o en nombres bien conocidos, asociados a unos calificativos que pueden resultar chocantes a primera vista: “De la ruta de la seda al Gran Tour” (Italia); “Vivaldi, el globalizador;” “El síndrome de Asurancetúrix” (la antiglobalización en Francia); “La glocalización de Händel” (Inglaterra); “Bach, el cosmopolita local” (Alemania). El capítulo final está dedicado a la colonización de América latina por parte de España, al multiculturalismo resultante en ambos lados y a su papel en el concierto europeo. La Parte IV, titulada “Clasicismo, romanticismo… y marxismo,” recorre el período de la historia de la música posterior al Barroco, empezando por la Viena cosmopolita y cuna del Clasicismo gracias al legado fundamentalmente de Haydn y Mozart. En su argumentación teórica hay algún desliz terminológico (cuando en la p. 193 dice que “los compositores recurren a una estructura a dos voces”, se refiere a una “textura a dos voces”), un imperdonable olvido bibliográfico (no menciona ni parece conocer el imprescindible texto de L. Ratner titulado Classic Music. Expression, Form and Style, que explica el estilo clásico “desde dentro”, a la luz de los teóricos de la época), y una confusión histórica y de género musical (pp. 194-195): ni la fuga es una forma, sino más bien un género o un procedimiento, ni lo que logró J. S. Bach con la fuga fue sentar las bases de nada, sino más bien llevar un género totalmente asentado a su culminación final, por lo que no es equivalente a lo 279-Pliego final 24/10/12 11:45 Página 109 LIBROS que hizo Haydn con la sonata, que fue en todo caso perfeccionar lo que luego se ha conocido como el modelo normativo (clásico, vienés) de forma de sonata, siempre recordando que antes de ese modelo y después ha habido otros como la sonata binaria, la preclásica o la romántica, tan válidos como el vienés. Los argumentos posteriores relacionan las ideas sobre la música absoluta del siglo XIX con el dominio alemán en la música, poniendo en su sitio las contribuciones personales con calificativos como “el falso universalismo de Beethoven” o “el falso particularismo de Brahms”. La irrupción del marxismo en el siglo XX se estudia a través del dilema entre el universalismo burgués y el proletario, de la música de las Brigadas internacionales o del nacionalismo musical ruso y el estalinismo. Termina este bloque con la Parte V, dedicada al multiculturalismo en la música culta occidental, que incluye temas tan interesantes como el orientalismo musical y la hibridación en el siglo XX, y autores tan diversos como Rameau, Haydn, Brahms, Dvorák, Debussy, Milhaud, Reich, Glass y, por supuesto, Cage. No podemos detenernos con tanto detalle en los bloques dedicados al jazz y al rock. Ambos siguen esquemas similares al bloque clásico, con una mezcla de recorrido histórico, análisis sociológico, económico y político, y estudio de la tríada UCM. Baste decir que en el primero se abordan con rigor y profundidad temas tan sugerentes como la difícil fusión de la música clásica y el jazz, los recelos de la vanguardia ante el jazz (las críticas de Adorno y la frustración de Cage ante el jazz), el desembarco del jazz en Europa, el jazz flamenco, la globalización del jazz (consecuencia en parte de la diplomacia norteamericana), lo latino en el jazz y finalmente el universalismo y multiculturalismo en jazz (John Coltrane, Karl Berger, el world jazz, el jazz musulmán o el jazz-rock de Keith Jarrett y Miles Davis, etc.)1. El bloque dedicado al rock cubre también un amplio espectro de temas, desde la polémica sobre las culturas del rock y la psicodelia (Estados Unidos vs. Gran Bretaña), las fusiones con la música culta (Barrock, rock sinfónico, ópera rock, pero también el encuentro entre Frank Zappa y Pierre Boulez o los trasvases hacia la clásica de Paul McCartney y otros rockeros), la africanización del rock, el rock latino y flamenco, el orientalismo en el rock, los logros y paradojas del rock humanitario (conciertos benéficos de estrellas del rock, activistas como Geldoff, Peter Gabriel o Bono, etc.), lo que el autor denomina psicodelia pitagórica (una versión instrumental y más vanguardista del rock psicodélico a secas), las particularidades del rock alemán (con nombres como los de Kraftwerk o Nina Hagen) y el resurgimiento de la música celta en Irlanda, Bretaña o Galicia. El último bloque es un “Finale” que ofrece una panorámica y una rendición de cuentas a partir de la ingente cantidad de información analizada. Es aquí donde se pueden leer muchas opiniones y conclusiones personales con las que, naturalmente, habrá discrepancias según los lectores, pero cuyo origen está, precisamente, en la constante invitación a la reflexión intrínseca a un texto como éste. Su pesimismo final respecto a las posibilidades humanitarias de la música es JAVIER NOYA: Armonía universal. Música, matizado por las alternaglobalización cultural y política internacional. tivas que ofrece para Madrid, Biblioteca Nueva, 2011. 670 págs. aquellos músicos que quieran trabajar honestamente en este sentido, sin caer en las redes del mercado o música que quizá no es familiar para el del gobierno de turno. lector habitual de SCHERZO (me refiero Hay aspectos gráficos y ortográficos al jazz y al rock, pero también a algunas que se deben mejorar en sucesivas ree- del apartado clásico), sobre todo si se diciones, como son las grafías cambian- hace el esfuerzo de escuchar dichas tes o erróneas de nombres (Nettle por obras y abrirse a otros mundos tan fasciNettl, Boloña por Bolonia, Gofré y Gof- nantes como el clásico por su creativifré por [Ferde] Grofé), confusiones dad y fuerza emocional. Es algo que yo, (Gantante por Galina [Vishnevskaia], por lo menos, quiero agradecer a su Domingo Ortiz por Diego Ortiz, p. autor. 182), la ausencia en la bibliografía de varios autores cuyos textos son citados Enrique Igoa expresamente (Vega Cernuda, p. 180; Dorian, p. 194; Bauman, p. 195, Eisler, 1 Me gustaría rebatir en este bloque una afirp. 218, etc.), las referencias bibliográfi- mación que es a todas luces falsa. Escribe cas incompletas de autores con más de Noya que mientras en el género clásico la un libro citado (debería poner el año carrera del músico está institucionalizada de edición para diferenciarlos), o las (con enseñanzas regladas, escuelas o consangrantes faltas de ortografía (recoje servatorios, oposiciones, etc.), no hay nada por recoge, calleron por cayeron, semejante en el mundo del jazz (p. 303). enprender por emprender, hayaban Quizá desconoce el autor la existencia del por hallaban, birreinal por virreinal). Berklee College of Music, fundado en 1945 Pienso, sin embargo que todo esto no en Boston precisamente para proporcionar empaña en absoluto un enorme y nota- un centro de estudios musicales encaminable esfuerzo, que implica una gigantes- dos al jazz y al rock, de donde han salido, ca documentación y que es excepcional entre otros, Chick Corea, Gary Burton o entre la intelectualidad hispana (gene- Juan Luis Guerra. Este College tiene además ralmente ajena a la música). Javier Noya 30 aulas de extensión en todo el mundo, la nos proporciona una gran cantidad de última de ellas en Valencia. Además de esto, información —autores, obras, discos, muchos conservatorios “clásicos” públicos o escuelas, tendencias, todo ello en su privados tienen departamentos de jazz, y en correspondiente contexto histórico, España ya existen desde hace años lugares social, político y económico— que hay como la Escuela de Música Creativa y otros que digerir sin prisa, disfrutando de lo similares, que siguen en gran medida el que supone el descubrimiento de tanta modelo del Berklee. 109 279-Pliego final 24/10/12 11:46 Página 110 GGUUÍ A ÍA LA GUÍA DE SCHERZO MADRID TEATRO REAL Información y venta: 902 24 48 48. www.teatro-real.com Il prigioniero/Suor Angelica. Luigi Dallapiccola/Giacomo Puccini. Noviembre: 2, 3, 4, 6, 7, 8, 9, 11, 12, 13, 15. 20.00 horas; domingos, 18.00 horas. Nueva producción del Teatro Real, coproducción con el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Director musical: Ingo Metzmacher. Director de escena: Lluís Pasqual. Escenógrafo: Paco Azorín. Solistas Il prigioniero: Deborah Polaski, Vito Priante/Georg Nigl, Donald Kaasch/René Kollo. Solistas Suor Angelica: Veronika Dzhioeva/Julianna Di Giacomo, Deborah Polaski, María Luisa Corbacho, Marina Rodríguez Cusí, Itxaro Mentxaka, Auxiliadora Toledano, Anna Tobella, Sandra Ferrández, Maite Maruri. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Las noches del Real: Matthias Goerne, barítono / Teodor Currentzis, director musical. Obras de Gustav Mahler. 14 de noviembre. 20.00 h. Orquesta Titular del Teatro Real. Los domingos de cámara. 4 de noviembre. 12.00 h. Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real. Programa pedagógico: La casa flotante. Un espectáculo de títeres con música de Xavier Montsalvatge. Desde 4 años. 9 (12.00 h.) y 10 de noviembre (12.00 y 19.00 h.). Producción: La Maquiné. Creación: Elisa Ramos y Joaquín Casanova. Dirección y espacio escénico: Joaquín Casanova. Adaptación musical: José López Montes. Coproducción del Gran Teatre del Liceu, La Maquiné y el Festival internacional de música y danza de Granada. ¡Los domingos a la Gayarre! Talleres de introducción a la música para familias. 25 de noviembre. TEATRO DE LA ZARZUELA Jovellanos, 4. Metro Banco de España. Tlf.: (91) 5.24.54.00. http://teatrodelazarzuela.mcu.es. Director: Paolo Pinamonti. Venta localidades: www.entradasinaem.es, Teatros Nacionales y cajeros o teléfono: 902 22 49 49. Horario de Taquillas: Venta anticipada, de 12 a 18 horas, sábados y domingos de 15 a 18 h. Días de representación, de 12 h., hasta comienzo de la misma. Los sábados y domingos que no haya representación las taquillas permanecerán cerradas. “El Juramento”, de Joaquín Gaztambide. Del 23 de noviembre al 16 de diciembre de 2012 (excepto lunes y martes), a las 20:00 horas (domingos 18 h.). Dirección Musical: Miguel Ángel Gómez Martínez. Dirección de Escena: Emilio Sagi. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de La Zarzuela. XIX Ciclo de Lied. Lunes, 26 de noviembre, a las 20 horas. RECITAL II: Elena Gragera, mezzosoprano. Antón Cardó, piano. Programa: C. Schumann, R. Schumann, F. H. Mendelssohn, F. Mendelssohn-Bartholdy, A. Mahler y G. Mahler. Coproducen el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical. Concierto: “Zarzuela con Isabel Rey”. Miércoles, 7 de noviembre, a las 20 h. Dirección musical: Cristóbal Soler. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de La Zarzuela. Ballet Nacional de España. Director: Antonio Najarro. Hasta 4 de noviembre, a las 20:00 h. Domingos a las 18:00 h. Programa: Coreografías de Antonio Ruiz Soler, Pilar Azorín, Victoria Eugenia y José Granero. ORCAM www.orcam.org Lunes 19 de noviembre de 2012. Lunes 26 de noviembre de 2012. 19:30 horas 19:30 horas AUDITORIO NACIONAL. SALA AUDITORIO NACIONAL. SALA DE SINFÓNICA CÁMARA ORQUESTA Y CORO DE LA COMUNIDAD DE MADRID Francisco José Segovia, piano y clavicémbalo José Ramón Encinar, director W. A. Mozart Missa Brevis, K. 220 T. Marco Apoteosis del fandango Settecento G. F. Haendel Coronation Anthems 110 CORO DE LA COMUNIDAD DE MADRID Raúl Mallavibarrena, director H. Isaac Virgo Prudentissima J. Desprez Praeter reum seriem G. P. da Palestrina Viri Galilei Assumpta est Maria W. Byrd Vigilate H. Schütz Misikalische Exequien 279-Pliego final 24/10/12 11:46 Página 111 ÍA GGUUÍ A CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical) c/ Príncipe de Vergara, 146. Teléfono: 91 337 02 34 / 40 www.cndm.mcu.es Localidades Auditorio Nacional: taquillas, teatros del INAEM, 902 22 49 49 y www.entradasinaem.es Museo Reina Sofía: entrada libre hasta completar aforo. 50% de descuento en las exposiciones del MNCARS presentando la entrada de SERIES 20/21 Ciclo M, en taquilla (Válido hasta 31.12.2013. Una entrada por persona). Ciclo JAZZ AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA. Sala Sinfónica Domingo, 4. 20.00h. MICHEL CAMILO & TOMATITO “Spain forever” Ciclo SERIES 20/21 – Ciclo M MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. Auditorio 400 Lunes, 5. 19:30h. TRÍO ARBÓS Obras de G. Aperghis, N. Kapustin y M. Ravel Lunes, 19. 19:30h. SMASH ENSEMBLE JEAN-PHILIPPE WURTZ, director Obras de H. Lachenmann, J. M. López López, A. Mudarra, F. Guerrero, A. Mudarra, A. Hortigüela y J. L. Torá Ciclo SERIES 20/21 - FRONTERAS AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA. Sala de Cámara Martes, 20. 19:30h. UTE LEMPER & CUARTETO VOGLER Stefan Malzew, clarinete Obras de E. Schulhoff, R. Asso, M. Emer, K. Weill, H. Eisler, C. Alberstein, A. Piazzolla, M. Ravel y J. Brel Ciclo SERIES 20/21 – Ciclo A AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA. Sala de Cámara Viernes, 30. 19:30h. CUARTETO DE TOKIO Obras de B. Bartók y L. Auerbach Ciclo ANDALUCÍA FLAMENCA AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA. Sala de Cámara Viernes, 23. 19:30h. MARÍA TOLEDO, piano Jesús de Rosario, guitarra; José Miguel Garzón, contrabajo; Luck y Losada, cajón; David Moreira, violín “Con otra mirada” ORQUESTA SINFÓNICA DE MADRID www.osm.es Teléfono 91 532 15 03 CONCIERTO N.º 2 Auditorio Nacional de Música. Sala sinfónica Lunes, 26 de noviembre de 2012, a las 19,30 horas CONCIERTO DE SANTA CECILIA (Edición 27ª) Concierto de piano y orquesta nº 4 en sol mayor, op. 58 Vestard Shimkus, piano Ganador del Concurso Internacional de Música “María Canals” II Parte Richard Wagner Karfreitagszauber (Parsifal) (Encantos del Viernes Santo) Albert Ginastera Panambí, op. 1 (Ballet completo) Ludwig van Beethoven Pedro Halffter, director SEVILLA TEATRO DE LA MAESTRANZA Paseo de Cristóbal Colón, 22 / 41001 Sevilla. Teléfono 954223344 www.teatrodelamaestranza.aes MES DE DANZA 19. (Sala Manuel García) Organiza Trans-Forma Producción Cultural (www.mesdedanza.es) Días 13 y 14 de noviembre COMPAÑÍA JANET NOVÁS Cara pintada, el salto de la Rana y otras pequeñas historias Días 20 y 21 de noviembre COMPAÑÍA ANANIA/BOUCHRA OUIZGUEN Madame Plaza “DOS NOCHES CON EL JAZZ” Día 18 de noviembre ESPERANZA SPALDING Día 19 de noviembre MELODY GARDOT 111 279-Pliego final 24/10/12 11:46 Página 112 CONTRAPUNTO CUANDO UN ARTE SE MUERE E 112 n los estantes más bajos de algunas librerías de anticuarios que he frecuentado desde siempre hay una fila de exquisitos libros de fotografía en perfecto estado, con el precio, muy económico, puesto a lápiz en la portada, cinco libras, a veces menos. Cada vez que vuelvo veo que la fila permanece intacta. Ningún libro ha sido vendido, robado, ni siquiera manchado por la impresión del pulgar de algún curioso. Los libros son los últimos testigos de una historia remota, reliquias de una fusión ya pasada de la música, el movimiento y la mente. Contienen los nombres más famosos de su época: Karsavina y Lopokova; Markova y De Valois; Lifar y Massine; Fonteyn y Nureyev; Balanchine y Martha Graham. Durante medio siglo XX, aproximadamente entre la revolución bolchevique y la del sexo, su forma de expresión artística fue lo que más atraía a un público muy amplio. El ballet fue un arte que ofrecía todo. Brindaba la gloria del cuerpo en ceñida envoltura en movimiento, la atracción de una nueva música seductora al oído hecha por grandes compositores, los exquisitos refinamientos del diseño para la escena y, muchas veces, una monumental idea subyacente. Cuando Frederick Ashton coreografió las Variaciones sinfónicas de César Franck en el Covent Garden en 1948, parecía que estaba ocupándose de muchas de las principales confusiones de la posguerra, desde el papel del individuo en una sociedad colectivizada, o la pérdida de la Inglaterra pastoral, hasta la seducción de la fe y del sexo prohibido. El ballet fue, en su momento álgido, el foco de una intensa obsesión intelectual. El forofo más ilustre fue el hombre más listo de Inglaterra —el economista John Maynard Keynes, cuyo amor por Lidia Lopokova llevó al establecimiento de la financiación estatal de las artes. Pero Keynes no fue el único. La Royal Opera House rebosaba de cerebros de Oxford en su consejo de administración: los historiadores Isaiah Berlin y Noel Annan, además del economista pesimista Wynne Godley. Y se podían encontrar genios por el estilo en los ballets de París, Berlín y Nueva York. En aquella época era social e intelectualmente inaceptable no familiarizarse con la danza. Más que el mancillado Anillo de Richard Wagner, el ballet a mediados del siglo XX ejemplificó la Gesamtkunstwerk, la unión de todas las artes en una sola forma expresiva. Y eso sin contar con su atractivo sexual. El ballet fue un arte que satisfizo diversas proclividades y exaltó a los que se sentían, de modo más bien inexpresable, defensores de la interpretación sexual. Puede ser que Margot Fonteyn tuviera un aspecto recatado pero detrás de sus refinados pliés, hombres y mujeres de una fastidiosa respetabilidad eran conscientes y se identificaban con un temperamento explosivo que ni siquiera podían esperar a emular. Cuando Rudolf, el salvaje tártaro, aprisionaba a Margot en sus brazos y la alzaba, el mundo era testigo de una consumación que superaba la fantasía. Y luego se murió. No el arte en sí, que sigue llenando los teatros para las funciones de Cascanueces durante las navidades y las contorsiones de Pina Bausch y Twyla Tharp. El ballet está vivo y coleando este año de 2012 y más osado que nunca. Lo que se murió fue su lugar al sol, su habilidad de dominar la conversación. Hoy a nadie le impresiona si alguien comenta “Nunca voy al ballet”. Es igual que expresar desinterés por el marxismo, el esperanto o coleccionar sellos. Incluso cuando una estrella de Hollywood como Natalie Portman hace el papel del cisne moribundo, la respuesta crítica es “qué pintoresco” y no “qué importante”. Comparen eso con la reacción al Cisne Negro de Moira Shearer en Las zapatillas rojas de 1948 y la gran brecha que se ha abierto entre los dos, lo cual es una demostración de cuánto ha retrocedido el ballet desde el centro de nuestra cultura. Tal vez es así como termina un arte, no con un rugido sino con una queja. Se puede encontrar paralelos con el ballet. Los norteamericanos crearon sus orquestas y salas de conciertos después de la Segunda Guerra Mundial cuando los soldados volvieron a casa con el derecho a conseguir una educación universitaria y un gusto adquirido por el arte. Ya en 1960, John F. Kennedy estaba asombrado al enterarse de que más estadounidenses asistían a conciertos sinfónicos que a los partidos de béisbol. Pero eso se acabó. Este verano, el compositor norteamericano de más éxito, John Adams, me contó que muy pocos de sus amigos académicos o sus vecinos tienen idea de lo que hace. La música clásica ha sido borrada del mapa de la percepción de las masas. Es un deporte para minorías, como los bolos, con un público mayorcito y sin relevancia en cuanto a las preocupaciones diarias de hombres y mujeres haciendo mil esfuerzos para dar de comer a sus familias en esta época de profunda recesión. Sin embargo, en medio del pesimismo, no creo que la expresión artística esté en su lecho de muerte. Una renovación es posible, y el papel modelo es el ballet. Desprovisto de las estrellas de los 1980, el ballet se ha renovado en una pluralidad cada vez más amplia — están los grupos internacionales como la compañía Riverdance en un extremo y los magos solitarios como Hofesh Shechter y Akram Kahn en el otro. La danza ya no es una forma unificada de expresión artística sino una telaraña de culturas múltiples, cada una con discreto carácter y un público devoto. La música concertística tiene que hacer algo parecido. Durante demasiado tiempo, las orquestas han seguido un manido formato, un concierto que ofrece tres piezas con algo para todo el mundo (sin embargo, ese “todo el mundo” ya está de vuelta). Un cambio de menú es necesario, al igual que un cambio de la forma y el tamaño de la orquesta. “¡Muerte a la orquesta, que viva la comunidad de músicos!”. Hace 25 años, en mayo de 1987, el clarividente gerente de la Filarmónica de Los Ángeles, Ernest Fleischmann, lanzó un reto a las orquestas para hacer lo que había hecho el ballet —formar conjuntos más pequeños, cada uno dirigido a un grupo demográfico especifico: funciones breves de noche para un público de 25 años o menos, conciertos normales para los adinerados y otros esotéricos para los grupos étnicos. Pero su llamamiento cayó sobre oídos engreídos en aquellos tiempos de las vacas gordas. Pero ahora es el momento de tomar a Ernest en serio. Para sobrevivir, la orquesta tiene que adaptarse a los tiempos, si no va a terminar como los libros del ballet, en la estantería más baja. Norman Lebrecht 76,50 56,53 42,50 33,15 CGI_scherzo_Garanca-Oct12.indd 1 20/9/12 21:51:15