Que sea lo que sea Que sea lo que sea

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COngO | 8 de Junio
Que sea
lo que sea
H a ba mung u
[Pídale a un joven que presente esta historia en
primera persona.]
MISIÓN ADVENTISTA - DIVISIÓN AFRICANA CENTRO -- ORIENTAL
M
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is padres eran cristianos nominales. En
mi escuela teníamos una clase de religión
semanal. Los maestros nos daban una historia
bíblica para que la leyéramos y respondiéramos
algunas preguntas. A veces las historias eran confusas, y yo no tenía una Biblia, para leer un poco
más sobre ellas. Entonces, un amigo me regaló un
Nuevo Testamento. Yo estaba muy feliz, porque
ahora podía leer las historias de la Biblia por mi
propia cuenta y entender el contexto. La Palabra
de Dios se convirtió en un verdadero tesoro para
mí.
La semilla plantada en mi corazón
En una ocasión, un pastor adventista visitó a
mis padres. Mi papá lo invitó a entrar, y a nosotros
los niños nos pidió que saliéramos a jugar. Pero
yo estaba tan curioso que me escondí cerca de la
ventana y me puse a espiar lo que hablaban. El
pastor explicó que el séptimo día de la semana
es el sábado de Dios. El sábado no significaba
nada para mí en ese momento, pero las palabras
del pastor plantaron una semilla en mi corazón.
Un día, cuando tenía doce años, estaba leyendo el Nuevo Testamento y descubrí un texto
que me intrigó. Mateo 28:1 dice: “Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana”.
Siempre pensé que el domingo era el día del
Señor, pero este versículo dice que el séptimo
día es el sábado, el día santo de Dios. Les hablé
a mis amigos de este versículo, y lo leímos juntos. A ellos también les pareció que, según este
versículo, el sábado, el séptimo día de la semana, era el día santo de Dios.
Corriendo hacia la iglesia
Decidimos visitar una iglesia adventista. El
sábado le dijimos a nuestro maestro que nuestros padres nos necesitaban. Entonces, corrimos
hacia la iglesia adventista.
El servicio ya había comenzado, así que buscamos dónde sentarnos a escuchar el sermón.
Me di cuenta de que todos tenían una Biblia y
buscaban los textos que el pastor leía. Yo había
llevado mi Nuevo Testamento, y también traté
de buscar las citas. Un señor que estaba sentado
cerca me ayudó. ¡Ese día aprendimos muchas
cosas!
Acordamos que el próximo sábado iríamos
más temprano, para poder asistir también a la
Escuela Sabática.
Yo estaba tan emocionado por mi descubrimiento que le dije a mi mamá que había ido a la
iglesia adventista.
—Encontré una iglesia que enseña lo que dice
Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © www.escuela-sabatica.com
 Aproximadamente el 40 por ciento de los
alumnos en Lukanga no son adventistas.
 La escuela está ampliando el área de los dormitorios, pero también necesita más aulas,
para servir al creciente número de alumnos.
Parte de la ofrenda del decimotercer sábado de este trimestre ayudará a construir un
nuevo edificio de salones de clase en esta
institución.
la Biblia —le dije.
Le leí Mateo 28:1. Mamá no habló mucho,
pero no parecía muy contenta.
El siguiente sábado, mis amigos y yo fuimos
nuevamente a la iglesia. En la clase de los niños
estaban estudiando los Diez Mandamientos.
¡Cuando leimos el cuarto Mandamiento, me pareció clarísimo! ¿Cómo podía haber gente que no
lo entendiera? Mis amigos y yo nos propusimos
recordar el sábado santo y guardarlo.
Confrontación por la fe
El lunes, el maestro nos castigó por haber
faltado a la escuela.
—Hay tiempo para la religión después de que
han venido a la escuela —nos dijo.
Más tarde, ratifiqué con mis amigos nuestro
compromiso de obedecer a Dios.
Mi padre se enteró de que yo no había ido a
clases para asistir a la iglesia adventis¬ta. Me
advirtió que no debía volver nunca más a esa
iglesia. Pero yo había encontrado allí a Dios, y
mi intención era seguir adorando en ese lugar.
Dios me cuidará, pensé.
El siguiente sábado, mientras mis amigos y yo
caminábamos hacia la iglesia, nos encontramos
Otro obstáculo
Entonces, las dos escuelas del pueblo decidieron expulsar a los alumnos adventis¬tas. La
presión sobre mis amigos era tan grande que
dejaron de asistir a la iglesia.
Yo trabajé para ayudar a pagar los gastos
mientras viví con los miembros de la iglesia.
Cuando cumplí 16 años, tomé la decisión de
bautizarme.
Los miembros de la iglesia me ayudaron
muchísimo, y el pastor del distrito pagó los
primeros dos años de mis estudios de secundaria. Decidí, entonces, dedicar mi vida a convertirme en un ministro. Terminé la secundaria y
actualmente estoy trabajando para graduarme
como pastor en la Universidad Adventista de
Lukanga, en el oriente del Congo.
Doy gracias a Dios porque varios de mis
familiares son ahora adventistas, y le pido que
mis padres puedan conocer a Cristo y la maravillosa fe que ahora poseo.
También oro para que la Universidad Adventista de Lukanga pueda cumplir su misión
con los jóvenes para la eternidad. 
Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © www.escuela-sabatica.com
r E P Ú B L I c A D E M O c r ÁT I c A D E L c O N G O
 La Universidad Adventista de Lukanga
tiene más de quinientos alumnos, y sigue
creciendo. Es la única universidad de habla francesa en África central.
con mi papá. Inmediatamente me ordenó que
me fuera a la escuela. Cuando le dije respetuosamente que no, me pegó. A veces él sigue pegándome incluso antes de salir de casa, pero no
he dejado de ir a la iglesia.
Un sábado, mi papá trató de matarme con
un cuchillo, pero un vecino intervino y me salvó. En medio de la confusión que siguió, aproveché para escaparme hacia la iglesia. Las palabras de Mateo 10:22 me reconfortaron: “Seréis
odiados por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, este será salvo”
(Mateo 10:22).
Mi padre finalmente me rechazó, y los
miembros de la iglesia me acogieron. A pesar
de las dificultades de ese año, pude terminar la
escuela con uno de los mejores promedios.
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Cápsula informativa
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