El artista, comentando el viraje de su obra en los años 80 El artista

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IV. GUAQUEANDO
”Yo no creo que uno deba encontrar una fórmula y mantenerse toda la vida en eso…que aburrimiento! El
artista es el ser más libre del mundo y tiene que aprovechar esa libertad”
El artista, comentando el viraje de su obra en los años 80
“Cuando vino la transvanguardia con su carga historicista a mediados de los ochenta, me dí cuenta que
podía realizar mis ideas en pintura. Esto me dio seguridad para pintar; entender que mediante los medios
tradicionales se podían hacer muchas cosas. Mi obra siempre ha sido experimental, ahora no tengo que
preocuparme por eso. En este momento me interesa manejar bien el color y el espacio. Estoy encantado, la
pintura es para mí una nueva aventura plástica, muy difícil, por cierto”
El artista, en 1991.
Durante la primera parte de la década de los ochenta, Rojas, como muchos de los miembros del medio
artístico mundial, tardaría en asimilar la sorpresa y el desconcierto que el neoexpresionismo y la
transvanguardia producirían a nivel mundial.1
Sin embargo, y a diferencia de muchos de los artistas de su generación – los dibujantes fotorealistas, por
ejemplo-, Rojas entendería las dinámicas del renacer expresionista, trabajaría duramente en seguir su
programa y creería en ellas, como una forma de darle continuidad a su trabajo. Durante el primer lustro de la
década, el artista trabajará en una serie de obras mixtas, donde combina el frottage, el collage y los trazos
gráficos, pero sólo hasta 1985 llega a sintetizar un resultado consistente en las gigantescas telas -ó telonesde 5 metros de largo que lleva a la galería Intar, de Nueva York, para su muestra individual BIO: Un recuento
de mi vida. Rojas había sido invitado a realizar una instalación similar a Grano ó Mate, pero debido a la mala
experiencia que tuviera realizando esta última en Sao Paulo, opta por realizar gigantescos telones, donde el
frottage del piso de baldosas impreso en la tela, simula el posible espacio escénico ó ambiente, que se le
proponía para esta muestra. En uno de estos grandes telones, Parejas de ocasión (1985), tanto el frottage,
como la esquemática representación de un encuentro sexual, evidencian la habilidad del artista para adaptar
y reconfigurar sus motivos y su temática en géneros y estilos diferentes.
De su etapa inicial cómo ‘pintor neoexpresionista’ estos tempranos resultados, serían los mejores, y costará al
artista algunos años de dura práctica, alcanzar resultados pictóricos notables.
Mantener una calidad visual idónea, un propósito de difícil definición en una época donde la “mala pintura”
ponía en duda los cánones a seguir, no fue una tarea fácil para Rojas. Sus primeras pinturas, Del campo
(1985), Rey negro (1985), El deseo (1986) y Despojo (1986), si bien eran arriesgados esfuerzos colorísticos,
1
“De pronto aparece la transvanguardia dándole un golpe durísimo a todo aquello de lo cuál nos sentíamos seguros. Volvimos a
retomar el objeto, se revaluó la estética”. Peláez, Ibíd.
1
carecían de identidad propia. Al parecer Rojas no se decidía aún entre seguir el ejemplo de la discordante
“Bad Painting” norteamericana – intencionadamente mal hechatransvanguardia italiana.
ó seguir el lirismo historicista de la
Por ejemplo, el par de rostros de la parte inferior de
Rey negro son
descaradamente tomados de Sandro Chia, mientras Despojo es un intento ambicioso e intencionalmente
desafinado por despedazar cualquier academicismo.
Rey Negro
Óleo sobre papel
69 x 89 cms.
Despojo
Óleo sobre tela
140x200cms
Temáticamente Rojas no abandonaba las escenas eróticas reemplazando los espacios cerrados de los
lavabos por perspectivas entrecruzadas y los espacios flotantes, donde nervudas figuras trenzadas en
encuentros violentos eran presentadas frontal (confesional?) mente. Cómo en sus trabajos fotográficos
anteriores, Rojas combinaba crudeza y ocultamiento, sugestividad y sordidez, reemplazando el montaje
fotográfico por la aplicación libre y disociada de la pincelada.
VIROSIS
A pesar de su carácter experimental algunos de estos trabajos le valieron distinciones. Uno de sus dibujos,
Despojo (1986), fue premiado en el XXXI SALON ANUAL DE ARTISTAS COLOMBIANOS de 1987.
Retrospectivamente, hay que decir que Despojo no es una gran obra y es muy probable que Rojas haya sido
premiado más por su valiente voluntad de cambio y su capacidad de traspaso – volviendo al término de
Richard- que por la calidad intrínseca del trabajo.
Es en la fusión entre la tecnología fotografía y el lenguaje pictórico donde el artista llegará a resultados
realmente notorios. Rojas empezará a dibujar con los químicos fotográficos en el cuarto oscuro, ‘pintando’ con
el revelador la superficie del papel previamente expuesto a la luz.
El primer grupo temático de estos experimentos será la serie de seis dibujos fotográficos titulados “Virosis”, de
1986, dedicado a examinar el tema del Sida. Rojas no se equivoca al afirmar que fue él quién trató por
2
primera vez el tema en Colombia,2 en ese entonces, aún tabú y motivo de discriminación social. La serie,
concebida como un tebeo, narraba una secuencia de encuentros sexuales que terminaban con la imagen de
uno de los personajes tumbado boca arriba. El aspecto lúgubre y a la vez casual y espontáneo, era producto
de las ‘quemaduras’ producidas por el revelador sobre el papel, aplicado en brochazos rápidos, con el
lenguaje fluido y esquemático del cómic. El medio gráfico húmedo –cómo lo es el revelador- sobre la
superficie semipermeable y lisa del papel fotográfico, recordaba el ambiente soporífero y desgastado de
Subjetivo y las series de cowboys, karatecas y ‘luchadores’ del Faenza, como podía verse en otra de las
obras del mismo año, Mister Esperma. La obra, de un formato inusual para un trabajo fotográfico, -1.50
metros x 1 metro- mostraba una siniestra y musculada figura (la muerte?) que emergía del resplandeciente
papel apenas tocado por el revelador. Las pinceladas, como heridas sangrantes en el poderoso torso de la
figura, retiraban el manto blanco del papel virgen, como si de un ‘vaho’ se tratara, aumentando la sensación
de vértigo y alarma que su trabajo pictórico iba adquiriendo.
Serie Virosis
Fotografía
50 x 60 cms ( x 6)
1986
La puerta
144x107cms
Fotografía y dibujo
1986
2
Autorretrato
100 x 240 cms
Fotografía y tinta
1985
En entrevista con Serrano y Silva, en El taller del artista, Audiovisuales, Bogotá, 1998.
3
El artista empezará a llamar este tipo de trabajos ‘revelados parciales’, al ser dibujos químicos que incluían
imágenes proyectadas sobre el papel, que emergían según la aplicación parcial de los químicos. En sus
revelados parciales de 1987 en adelante, Rojas abandona ó al menos enmascara su temática erótica -cada
vez más pesimista- tomando la iconografía precolombina y los espacios urbanos como motivos centrales.
En la serie de la que hacen parte Felicidad perdida (1987) Guerreros (1987) y Puesta en escena (1988) ,
Rojas resolverá los problemas formales y el vacío conceptual que padecía su aventura neo expresionista.
Guerreros
Revelado parcial
220 x 110 cms
1987
Señor Esperma
Revelado parcial
150 x 100 cms
1986
El artista ensamblaba pequeños ‘bodegones’ que fotografiaba en el patio de su estudio, donde arreglaba “un
parque arqueológico privado”3 consistente en cerámicas precolombinas, rocas, plantas, juguetes y figuras en
plastilina. Las fotografías tomadas allí, eran posteriormente proyectadas sobre los papeles fotográficos de
gran tamaño – en promedio superiores al metro de largo- sobre los que el artista intervenía.
Compositivamente, Rojas remediaba las carencias espaciales de sus imágenes al proyectar varios negativos,
que al ser revelados establecían una estructura sólida sobre la cuál improvisar y aplicar con libertad los
brochazos y manchas.4
El trabajo en blanco y negro en gran formato le aportaba al artista soluciones visuales y le permitían tratar
Cristancho, página 15.
“En el cuarto oscuro todo se acelera, encuentro soluciones apoyadas en la imagen reproducida sobre el papel cuyo resultado salta a la vista. En
cambio en la pintura el proceso es lento y penoso. Realmente hacer pintura es muy difícil”. Cristancho, página 11.
3
4
4
indirecta y separadamente los problemas de color que aún no resolvía en su pintura. Con honestidad el artista
ha afirmado: “Llegué a la pintura y la pintura requiere color…. un riesgo!.Por que yo imaginaba en blanco y
negro, pensaba en blanco y negro, veía en blanco y negro.” 5
CUPIDO EQUIVOCADO
En 1989, una nueva versión de Felicidad perdida (1989) y otro revelado parcial, Cupido Equivocado (1988), le
valdrán el que tal vez podría ser, el mayor reconocimiento de toda su carrera, pues con este par de obras de
gran formato es declarado ganador del XXXII SALON ANUAL DE ARTISTAS COLOMBIANOS,de 1989. La
recepción tanto de Cupido Equivocado, como de Felicidad perdida en el XXXII Salón de Artistas no pudo ser
mejor. Uno de los jurados del Salón, la crítica mexicana Raquel Tibol, señaló a Rojas cómo “figura estelar en
el panorama de la fotografía latinoamericana” y exaltó la “gran sabiduría técnica” presente en sus “imágenes
de angustiante miserabilismo”. 6 El crítico Germán Rubiano calificó los trabajos de Rojas “desconcertantes” y
de “altísima calidad”7, mientras que José Hernán Aguilar las consideró “magníficas lecciones de color. El
cuál, después de todo, tiene que ver con oposición de valores y saturaciones para crear emociones y
calidades espaciales-.” 8
Cupido equivocado
Fotografía, revelado parcial
110 x 150 cms.
1988
Premio XXXII Salón Nacional de Artistas, Bogotá, 1989.
5
Serrano y Silva, Ibíd.
Véase Tibol, Raquel. ‘Breves meditaciones sobre los valores en general y el Salón 89 en particular”. Archivo Colcultura, en Salón
Nacional de Artistas. 50 Años. Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, Bogotá, 1990. Página 252.
7
Rubiano, Germán. “XXXII Salón anual”. Arte en Colombia Internacional, número 40, Mayo 1989, pp. 66 -70.
8
Aguilar, José Hernán, ‘El XXXII Salón de Artistas, Reinado de lo simplista’, Salón Nacional de Artistas, 50 Años. Página 254.
6
5
Cupido Equivocado parte de una memoria personal, un accidentado encuentro amoroso en el que el artista
fue despojado de su automóvil. Por ello la figura de la izquierda –dibujada en el cuarto oscuro con una linterna
de mano- lanza una hachuela indígena hacía el coche que se sumerge en la oscuridad de la noche. La pareja
de cabezas Tumaco (cultura precolombina que floreció en el Pacífico colombiano, cuyas imagenes Rojas
incluye) reposan expectantes junto a otra hachuela, mientras otro coche escapa por la parte inferior derecha.
La composición es completada por un juego de saturaciones por color y virados parciales, que hacen gala de
la bien manejada y suntuosa paleta química que en tan corto tiempo Rojas había aprendido a
manejar. Rojas se valía de las expresivas y refinadas siluetas de las cabezas precolombinas para acrecentar
la sensualidad y el misterio. Inteligentemente el artista homenajeaba y a la vez se valía del ‘expresionismo’ del
arte precolombino, y en especial del poco conocido y hermoso legado Tumaco, rico en retratos y arte erótico..
Rojas afirma: “Yo soy mestizo, casi indio. Me interesa esa diferencia también y asumirla como un valor que
tengo y a partir de ello, con mi obra, hacer una labor de apreciación de una raza con muchas posibilidades y
muy sometida. Al realizar instalaciones a partir de objetos precolombinos que colecciono estoy haciendo que
esos elementos, a través de la fotografía, funcionen nuevamente en lo contemporáneo. Me interesa mucho el
ritual Tumaco. Agrego dibujos y elementos que signifiquen: hachuelas, casquillos de bala, figuras de muertos.
En una ambientación efímera riego tintas, aguas, arenas, y, aprovechando reflejos, hago fotos. Otro tema ha
sido la antropofagia, el consumo de heces humanas. De cualquier forma el rasgo transversal de mi obra ha
sido mi vida, y la misma historia del arte”.
9
Cabezas Tumaco
300- 100 AC.
9
Peláez, Ibíd.
6
FELICIDAD PERDIDA
“Me pregunto si será posible borrar de nuestra conciencia dos mil años de historia y de cristianismo,
intentar imaginar los mitos, las actitudes, las costumbres de antepasados nuestros tan remotos, sin
convertirlos en objeto de una complacencia moralista, sin juzgarlos, sin reservas críticas, sin inhibiciones
psicológicas y prejuicios. Quizá no, no será posible. Pero, de todos modos, quiero probarlo; quiero
inventarme un ojo límpido, distante, que sepa mirar imperturbablemente otra dimensión. El mundo antiguo
quizá nunca existió pero lo hemos soñado.”
Federico Fellini, apuntes de dirección para El Satyricón
“Son cuerpos que son piedra, que son nada,
son cuerpos de mentira, mutilados,
de su suerte ignorantes, de su muerte,
y ahora, ya de cerca contemplados,
ocasión de voraces negras aves”
Del poema “Llanura de Tulúa”, de Fernando Charry Lara
En Felicidad perdida, una figura arrodillada, que recuerda a la imagen de un bonzo inmolado, -en realidad un
autorretrato en plastilina- se arrodilla a los pies de una charca negra. A su lado derecho, reposa la figura rota,
semienterrada y muda de una cerámica precolombina. Los manchones y brochazos ascendientes y
circundantes, como desordenadas columnas de humo, refuerzan la sensación de estar presenciando un
desastre, una escena de guerra, un campo de batalla. Este ‘documento ficticio’, recordaba los trágicos
eventos que en forma simultánea habían sacudido al país tres años antes, en 1986. El 7 de Noviembre de
aquel año, un grupo de guerrilleros del M-19, desesperados por encontrar una solución política al camino sin
salida de su lucha armada, tomó por la fuerza el Palacio de Justicia, reteniendo en el a los magistrados de la
Corte Suprema. Desatendiendo cualquier intento de negociación, el ejército atacó e incendió el Palacio, sin
importarle la vida ni de los captores, ni de los magistrados.
7
Felicidad perdida
Fotografía, revelado parcial e impresión sobre papel.
110 x 150 cms.
1987.
Premio XXXII Salón Nacional de Artistas, Bogotá, 1989.
Durante tres días, el Palacio situado en el centro de Bogotá, ardió ante la impotencia y asombro de los
ciudadanos. La imagen del edificio calcinado en el corazón histórico del país, ensombrecería por largo tiempo
los ideales de paz y justicia tan anhelados. Días después el volcán nevado del Ruiz hizo erupción,
produciendo una gigantesca avalancha de lodo que aplastó la población de Armero, cercana a Girardot,
acabando con la vida de más de 30000 personas. Las imágenes del pueblo, los cadáveres y los
supervivientes semienterrados en el fango, inundarían los medios de comunicación creando en todo el país
una sensación de brutal desamparo. Tanto el esqueleto calcinado del Palacio de Justicia, como el calamitoso
espectáculo de Armero, parecían ser evocados en la escena pompeyana de Felicidad perdida.
8
Imágenes de la tragedia de Armero
Noviembre de 1985
En ambas obras el tratamiento era brillante y tan efectivo y sugerente, que no podía dejar de evocar múltiples
referencias. Rojas había asimilado con suficiencia el legado de la pintura historicista, eligiendo lo mejor de
ella. Consciente ó inconscientemente, Rojas había seguido los pasos de Anselm Kiefer, y no sólo en su
aproximación a los eventos traumáticos de la historia. Kiefer había fotografiado escenografías hechas con
juguetes en su estudio, para obras cómo Iconoclastic Controversy y Operación León marino, donde
contraponía mitos germanos con los alocados proyectos militares de Hitler, quién decidía las operaciones
militares en un ‘teatro’ con modelos a escala –tanques, naves, aviones-. En estas obras, Kiefer disponía
juguetes y objetos varios en su estudio, los fotografiaba en blanco y negro y posteriormente dibujaba y
pintaba sobre el papel fotográfico, logrando imágenes solemnes y a la vez siniestras, que en mas de una
manera, semejan a los revelados parciales de Rojas.10
Anselm Kiefer
Iconoclastic Controversy
Lápiz, guache y tinta sobre fotografía
50-80 cms
1980
10
Posiblemente, Rojas conociera los experimentos con químicos fotográficos que venían desarrollando también en Alemania artistas
como Signar Polke, Floris Neussus, Johannes Brus y Achim Duchow.
9
Los impulsivos brochazos de Rojas también hacían eco del expresionismo abstracto y la pintura gestual
norteamericana. Cómo Franz Kline, Rojas perseguía una grafía monumental que fuera a la vez estructura,
soporte y expresión. En su desenfado y aproximación cinemática, Rojas recordaba al Rauschenberg de
principios de los 60, quién en obras cómo Barge (1962) yuxtaponía imágenes de la carrera espacial, el
militarismo, el baseball, las autopistas y los rascacielos, retratando la Norteamérica del momento.
Robert Rauschenebrg
Barge
Serigrafía y óleo sobre tela
79 x 368’
1963
Rojas ha reconocido también su interés por el relato cinematográfico y por autores como Federico Fellini.De
hecho, podríamos considerar que en cierta forma Rojas ha seguido los pasos del cineasta italiano al
combinar temas como la memoria infantil en las ciudades de provincia, la fascinación por lo sexual, el crítico
comentario social y el pasado histórico nacional.
En sus notas preparatorias para El Satiricón, Federico Fellini describió una serie de imágenes que no del todo
casualmente, nos recordarán a las imágenes de Rojas. Para El Satiricón Fellini intentó unir ese pasado
remoto romano del que estamos tan desconectados -como lo estamos del mundo precolombino- a su
particular visión del mundo actual, pues para Fellini “la Roma de la decadencia se parece mucho a nuestro
mundo de hoy, con esa manía oscura de gozar de la vida, la misma violencia, la misma falta de principios, la
misma desesperación, la misma fatuidad”.
Sus visiones de cómo podría ser ese “mundo antiguo que quizá nunca existió” 11 parecen describir de cierta
manera, la imagen transhistórica de Felicidad perdida: “Una fábula sugestiva y misteriosa. Todo será
desligado, fragmentario; y al mismo tiempo extrañamente homogéneo. Cada detalle irá por su cuenta, aislado,
dilatado, absurdo, monstruoso: como en los sueños. Mucha oscuridad, mucha noche, muchos ambientes
oscuros, mal iluminados. O paisajes parecidos a limbos, inmersos en un sol irreal, decolorado, soñador. Nada
luminoso, ni blanco, ni nítido. Los vestidos llenos de tintes sucios y opacos, que sugieren la piedra, el polvo, el
11
Fellini, Federico, Hacer una película, Paidos, Barcelona, 1999. Página 148.
10
fango. Colores como el negro, el amarillo, el rojo, todos, sin embargo, velados por una ceniza que cae
imperturbablemente.” 12
Federico Fellini
Fotograma de “El Satyricón”
1969
LA PISTOLA Y EL CORAZÓN
La carga historicista que detectamos en el trabajo de
Rojas, es detectable también en muchos de los
artistas activos a fines de los 80, como puede verse en los otros trabajos premiados en el XXXII SALON
ANUAL DE ARTISTAS de 1989.
Dificultad inicial de Bibiana Vélez y Desayuno en las rocas, de Diego
Mazuera, eran dos paisajes donde la influencia ‘neoexpresionista’ parecía provenir más del muralismo
mexicano, que de la pintura europea. En Desayuno en las rocas, Mazuera aludía a la tragedia de Armero en
una gruesa pintura matérica cási idéntica al óleo Ahogados (1947) de José Clemente Orozco. Vélez por su
parte, utilizaba la perspectiva abovedada que patentara Siqueiros, para ilustrar un paisaje marino y semi
circular. En el Salón, Rojas compartía honores con artistas de una generación en promedio 10 años más
jóven que él, que aparentemente poco tenía que ver con la escena de los años 70 y que prácticamente para
ese momento se había “tomado” la escena artística local.
A diferencia de los artistas de la generación
anterior, a la que pertenecía Rojas, estos jóvenes habían tenido una formación artística internacional –
principalmente europea-, gozaban del reconocimiento temprano -en los eventos que les ‘‘consagrarían’’, el
Salón de 1989, y las dos primeras ediciones de la Bienal de Bogotá (1988-1990), el promedio de edad era de
35 años- y se dedicaban exclusivamente a la pintura y a la escultura, haciendo a un lado el menú ideológico y
formal de la generación anterior.
12
Ibíd. Fellini, página 150.
11
Diego Mazuera
Desayuno en las rocas
Técnica Mixta
1989
Bibiana Vééz
Dificultad inicial
Acrílico sobre tela
1988
Sin embargo y a pesar de su juventud, los pintores neo expresionistas colombianos lograron obras meritorias
y con acento local. Según José Hernán Aguilar, el crítico mas acertado e influyente de la década “los artistas
mas interesantes fueron aquellos que obtuvieron una sofisticación visual al filtrar lecciones foráneas,
mezclándoles
con actitudes vitalmente colombianas, ya fuese por medio de referencias ambientales
reconocibles, como paisajes, lugares citadinos, flora y fauna vernácula -Luis Luna, Diego Mazuera, Bibiana
Vélez-; o por el manejo de una temática que combinó ficción personal con historia reciente, revelada en el uso
de símbolos y referencias autobiográficas -Oscar Muñóz, Alberto Sojo-; o finalmente, por la exteriorización de
cierta irreflexión emotiva y sexual -Cristina Llano, Carlos Serrano- (….) La tendencia expresionista del arte
colombiano no se debió únicamente a una inyección extranjera, pues ciertas raices pueden encontrarse en las
obras de Alejandro Obregón, Débora Arango, Norman Mejía, Carlos Granada, Luis Caballero y Miguel Angel
Rojas.”13
Aguilar situaba con razón a Rojas en la generación anterior, sin incluirlo directamente en este
“grupo fuerte y decidido” 14 aunque este compartiera todos, ó casi todos, los temas que trataban los nuevos
artistas: Actitudes y lugares vernáculos, historia reciente, ficción personal, referencias autobiográficas y
exteriorización sexual y emotiva.
Aguilar, José Hernán. “Balas privadas, corazones públicos”, en Nueva Imagen, 19 artistas colombianos exponen su plástica. Ediciones Alfred Wild,
Bogotá, 1994.pp. 53-65.
14 Aguilar, Ibíd.
13
12
Luis Caballero
Gran telón
Carboncillo sobre papel
Galería Garcés Velásquez
1991
GUAQUEANDO
En el caso de Rojas, el entusiasmo pictórico se extendió al menos durante los siguientes seis años, aunque
sus mejores obras las lograría en el periodo entre décadas (1989-1992). En 1990, Rojas realiza su tercera
exposición individual en la Garcés Velásquez, titulada simplemente “Pinturas.” Allí expondría trabajos
anteriores cómo El deseo (1986) y Despojo, (1986) junto a trabajos mas recientes cómo Guerrero (1988) y la
pieza principal de la exposición, el óleo titulado Guaqueando (1990).15
Guaqueando, es un autorretrato, donde el artista, se muestra así mismo como un ‘ladrón de tumbas’ cultural.
La tela, es compositivamente idéntica a Piel en azul (1947) de Orozco, y no es extraño que Rojas, dirigiera su
atención hacia el muralismo mexicano, rico en referencias historicistas. Según Eduardo Serrano: “En este
trabajo vuelve a autoretratarse el artista con una apariencia entre precolombina y futurista, pero en pose y
actitud que recuerdan las pinturas de ángeles y arcángeles del periodo colonial. La figura lleva en una mano
la barra del guaquero, esa especie de lanza con la cual todavía se atraviesan los cuerpos indígenas
sepultados durante años en busca de su arte y de su oro, y en la otra, una vasija Quillacinga con la cual
reitera su fascinación con el arte y las culturas precolombinas. La obra parece una metáfora sobre los pueblos
prehispánicos como fuente de inspiración ó ‘guaqueo’ espiritual para los artistas contemporáneos.“16
15
Guaquear, es el término popular dado al oficio de excavar ilegalmente sitios arqueológicos. Curiosamente, es un oficio tan antiguo,
productivo, tan poco regulado y de tan difícil control –al menos en la caótica sociedad colombiana- que en los años 70 los ‘guaqueros’
incluso, formaron una asociación de más de 10000 miembros que intentaron infructuosamente, legalizar su oficio. Véase Davis, Wade,
El Río, página 39. El Áncora Editores, Bogotá, 2001.
16
Serrano, Eduardo. Calendario PROPAL, 1994. Propal, Bogotá, 1993.
13
Guaqueando
Oleo sobre lienzo
150 x 110 cms.
1990
Arcángel Gamaliel
Anónimo (Escuela de Zurbarán)
174 x 105 cms
C. 1750
Otra de las pinturas de la muestra, Viendo el noticiero desde las torres (1990) mostraba una versión refinada y
futurista del autorretrato en plastilina de Felicidad Perdida. El artista, sentado incómodamente frente a un
televisor del que brotan pequeñas figuras desnudas, está rodeado de los caballos de carrusel y los edificios
que se encuentran en las inmediaciones de su apartamento. Cómo en Guaqueando, el artista se presenta a
sí mismo ‘‘disfrazado’’ otra vez ‘‘con una apariencia entre precolombina y futurista’’, sorprendido en su
habitación donde cerámicas y utensilios precolombinos – entre ellos el poporo utilizado para mascar cocaflotan y se dispersan a su alrededor, como utensilios de una tecnología desconocida. Cómo en sus imágenes
de ‘‘pantallas’’ de diez años atrás -De cinco dedos de furia y Los malos visten de negro- el artista rendía un
homenaje al cine y a la cultura popular. En la fusión entre futurismo y pasado prehispánico, el artista
exploraba el mestizaje cultural y el imaginario crítico de la ciencia ficción reciente.
En Videoman una versión simplificada de Viendo el noticiero desde las torres, donde “una figura solitaria e
ingenua, formada por líneas gruesas, oscuras y rectas, con la apariencia a veces de robot, y a veces de la
imagen precolombina, un ser que pasa su vida nutriéndose de las fantasías de la televisión”, 17 se extiende
el interés y la alusión por el pesimista imaginario cibernético y posthumano presente en películas muy
populares en ese momento como Alien (Scott, 1980), Terminator (Cameron,1985),
Robocop
(Verhoeven,1988) y especialmente Videodrome (Cronenberg, 1984). Ësta última, la que Rojas parece citar
17
Arango, Clemencia, ARTE, Edición 12, 1991, Bogotá, Museo de Arte Moderno, página 32.
14
literalmente al enseñar al demonio televisivo que irrumpe en la realidad. Quiza sin saberlo, Rojas incorpora
dentro de su trabajo la imagen del cyborg - fusión entre carne y máquina- explorada en estos films, para
emblematizar esa otredad amenazada del cuerpo enajenado, dominado y esclavizado por la tecnología. 18
Por ello, el sólido y pasivo cyborg de Videoman, recogido e iluminado únicamente por el resplandor de luz de
la pantalla, fascinado y aterrado a la vez por el pequeño demonio eléctrico que emergía de la parte de atrás
del monitor, es presentado como un ser física y emocionalmente galvanizado, enceguecido y mudo, pero no
exento de una potencial energía liberadora, propia de su condición – aún- humana.
Viendo el noticiero desde las torres.
Oleo sobre lienzo.
140 x 200 cms.
1990.
Con agudeza e intuición, Rojas percibirá que la ambición de dominio, “ya no se ejerce dentro de los límites
conservadores de la Nación-Estado, (….) territorios, mercados y pueblos, sino fundamentalmente, sobre la
vida social en su totalidad”, 19 y que el verdadero escenario de confrontación entre la vida y el poder, es la
vida misma. De ahí, que Rojas titule su muestra del año siguiente BIO, una magnifica síntesis de sus
preocupaciones biosicosociales.
Videoman, finalmente, es una obra excéntrica en la producción del artista. Pertenece sin duda, a un periodo
de entusiasmo desinhibido, en el cuál, el artista experimentaba con drogas alucinógenas para estimular su
trabajo.20
18
Gracias al desarrollo del cyberpunk, la ciencia ficción se convertiría, a fines de los años 80 en un género multidisciplinario que
exploraba “La ciencia ficción como un entorno, una plataforma para pensar un presente situado: Las nuevas formas de colonización de
los territorios y los cuerpos, los encuentros entre lo virtual, lo orgánico y lo mecánico, las mitologías contemporáneas de procreación y
alteridad, los cyborgs y androides como figuras del Otro y de sí mismo”. Sutures y fragmentos, Fundació A.Tàpies, Barcelona, 2004.
19
Enwezor, Okwui, The Black Box, catálogo Documenta 11 Kassel, Alemania. Página 43.
20
En entrevista con el autor, Mayo de 1998.
15
Videoman
Acrílico sobre lienzo.
180 x 400 cms.
1991.
16
17
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